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domingo, 10 de junio de 2018


Adulterio y estupro

 

Gran Parte de los asesinatos y de la violencia doméstica son causados por el adulterio. Yo empecé a escribir una novela del tema. Tuve que dejarla porque me ponía malo y sufría dolores de parto sobre las cuartillas.

La mesa de trabajo era para mí como el ecúleo.

 Mi visión novelística se aproximaba a terrenos escabrosos y turbias especulaciones premonitorias.

El protagonista es un probo padre de familia que cuando se entera de que algunos de sus hijos no son suyos se da a la bebida.

Su coquetona mujer tuvo aventuras extra matrimoniales y un aborto. Se trataba de una familia de clase media que sobrevive en el ambiente de corrupción de la sociedad española en los últimos trancos del pasado siglo. Visto el cariz que tomaban las cosas, el demonio de la subversión se había apurado de Domitila y Lotario no sabía por donde tirar ni qué hacer, ni a quien consultar. Fue a consultar el caso con un sacerdote y el cura en el confesionario no dejaba de hacerle preguntas morbosas y tuvo que salir corriendo de la iglesia casi enloquecido, Su hogar se había convertido en un campo de batalla.

La sombra de la duda flotaba con angustia sobre el lecho nupcial.

 A causa de sus torturas intelectuales viene a caer en lacras físicas. Termina padeciendo disfunción eréctil, insomnio; dos veces intenta tirarse al metro.

La Domi deslenguada, procaz y dinámica, le colmaba de insultos y a veces de palos… en la hora que has nacido… no vales para nada, solía decirle y no perdía ocasión para humillarle en público y delante de la gente.

Escribir de tales extremos se convirtió en una pesadilla para mí.

Además, parecía que la trama se me iba de las manos y me conducía a situaciones imprevistas que yo nunca habría deseado.

Sentí la presencia de un ángel negro mientras escribía  abanicandome con sus alas mortíferas.

Un día estuvo a punto de acuchillarla pero huyó y pasó bebiendo dos días y dos noches fuera de casa.

Anduvo por los burdeles de la calle de la Ballesta. Había observado en el cuerpo de su esposa verdugones en los muslos, glúteos, caderas y hasta en los senos. Ella decía que a nada que se diera un golpe surgía un eritema.

Las meretrices a las que confiaba mi angustia, me intimaban que no podía ser, que su mujer le engañaba, y que se pasaba con otro lo que no le daba él. Se enteró Lotario de que ella había tenido un rollo con el jefe del departamento que le hizo una barriga. Domitila abortó.

Por si fuera poco sospechó que de su último vástago no era suyo sino de un hermano suyo al que quería mucho y acogió en el hogar.

Cuando el hijo fue creciendo comprobó aterrorizado que la cara y los gestos eran los de su hermano menor.

Nunca hubiera podido sospechar que  su hermano Diego se hubiera atrevido a profanar su matrimonio pero haciendo memoria cayó en la cuenta de que hubo un tiempo cuando llevaban casi seis años de casados que les dejaba a los dos juntos en casa cuando se iba a trabajar, Su mujer, adversativamente, se mofaba dél o le montaba una escena ante cualquier insinuación al respecto:

 ▬ No seas tonto. Son los genes.

Lotario consiguió sobrevivir aferrado a sus principios religiosos, aun oponiendo violencia contra sí mismo para dominarse y refrenar un impulso asesino para lavar su honor y purificar en sangre la afrenta. Jamás llegó a imaginarse de que el hijo que parió su madre por tal fatalidad pudiera convertirse en asesino.

En todo caso prefirió antes que matar hacer la vista gorda y aceptar los cuernos ahogándolos en vino. Lo contrario hubiera sido la calle, el vagabundaje, la ignominia.

Cuando llevaba varios capítulos, y, acordándome que Gogol hizo lo mismo, quemé los papeles en la chimenea abrumado por una fuerte realidad profética. El feminismo es una flor negra que ha crecido en nuestros jardines del Mal.

La rebelión de la mujer nos ha acercó al grito de Luzbel “non serviam” que abrió la puerta a la subversión contra Dios y contra la ley natural. Nuevas esquemas para nuevas formulas del uxoricidio y la violencia del hogar en las que el macho lleva las de perder. El concepto del hombre pelele he aquí otra vez.

En la lucha de géneros al igual que en la antigua guerra de clases los maridos son víctimas.

El hebreo Marx perdió la batalla del siglo XIX y XX pero sus seguidores buscaron otro campo de Agramante que no sería el taller o la fábrica sino el lecho conyugal para el XXI.

En mala hora me topé con Domitila y Lotario. Eran solo dos personajes de ficción.

Me aterrorizaban, quemé la novela. Aquella pareja de mal casados fue a parar a las calderas de Pedro Botero. Los condené al fuego eterno. Hay veces que los creadores nos sentimos dioses y aquel aborto de narración fue una de ellas.

Y ahora resulta que la Domi y su cornudo esposo el Loti saltan cada hora a las primeras páginas de los informativos.

 La alcahuetería nacional se ha subido a un tren en marcha. Rufianes, seductores, estupradores se lo pasan bien y de ello comen (bulle la caldera mediática) contándonos estas tragedias. Son la comidilla de los programas mañaneros de la telemierda.

 En la saria islámica se llama crímenes de honor a estos sucesos y les está permitido a los maridos musulmanes utilizar el hierro como venganza. Nosotros no hemos llegado a eso.

 Forma parte del morbo nacional conducido por explotadores sin entrañas esta obsesión por escarbar en los bajos instintos de la condición humana. Ellos se justifican en plan leguleyo con un a mí plin. “Nosotros somos glosadores de la actualidad”,

▬ Y unos perfectos canallas. Corruptores de menores.

Dejé que mis dos personajes descansaran en paz.

Ahora son dos siluetas esculpidas en un ábside románico. Que miran con ojos exaltados y gestos de arpía desde el ventanal de mi Bestiario particular.

Darlos a luz sería obedecer consignas perversas de la gran conspiración y a mí siempre me gustó ir contra corriente.

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