El CURA DE LOS
PALACIOS
Andrés Bernaldez 1488-1513 es el
único historiador y lo cuenta de oídas que había oído decir a su abuelo lo que
aconteció en el verano de 1492 cuando los Reyes Católicos promulgan el edicto
de Destierro para todos aquellos que practicantes de la ley mosaica no
quisiesen bautizarse. Nos informa que eran gente logrera de muchas artes y
engaños.
La mayoría simuló su conversión… e quedaron en Castilla muchos dellos e
sinagogas e los guarecieron los reyes y señores a causa del grande provecho y
riquezas que tenían. A los que se bautizaron cristianos llamabanlos conversos
por haberse convertido a la Santa Fe que ellos guardaban muy mal practicando de
oculto la ley vieja e muchos fueron frailes, abades y obispos.
Sólo una pequeña minoría zarpó
desde el Puerto de Santa María para Berbería y Argel. De estos una parte regresó
a Castilla por no haber sido recibidos con bien por los alcaides. Otros siguieron
ruta a Istambol. Los que no quedaron en Fez.
Si hay que creer el testimonio de
este clérigo que ministraba una de las parroquias más importantes de la archidiócesis
de Sevilla, las cifras que sustentan uno de los capítulos vesicantes por lo
contrarios a España de la leyenda negra están infladas. Ahora bien a Bernaldez
algunos casos le movieron a compasión. Refiere que malvendieron lo que tenían.
Cambiaban la casa por un asno y daban a cambio de una manta una viña de tres
obradas. Otro dato: eran gente adinerada. Se ayudaban unos a otros de modo que
no había judíos pobres. Practicaban profesiones minerales la medicina la
escribanía eran mercaderes. Pero apostilla: “dominaban por arte de engaño”.
Comían pan cenceño y carnes tajales de animales sin pezuña hendida y llevaban
vida holgada, no labraban la tierra como los moros ni marchaban a la guerra
como los cristianos. Agrega un dato muy importante. No fue la diferencia e
religión lo que suscitó la animadversión de otros coterráneos de credo distinto
sino la envidia, la usura y en ocasiones el conocimiento de las plantas medicinales.
Los rabíes eran también médicos y con frecuencia envenenaban a sus pacientes
con pócimas.
El cura de los Palacios nos
informa de sus aficiones culinarias con preferencia de la olla podrida y la
adafina de los viernes, las berenjenas y las cebollas. “Les huele el resuello”,
asegura el buen cura que debió de confesar a algunos conversos y de bautizar a
media aljama “aunque cuando llegaban a casa se restregaban el agua bendita o
escupían las hostias de la eucaristía sobre un muladar”.
Es un pueblo acérrimo en sus
principios que dominan por arte de engaño. Abrahán Señor era el amo de media
Castilla. Su abuelo los vio partir “unos cayendo otros levantando, unos
naciendo y otro muriendo unos riendo y otros llorando camino del exilio iban a
embarcarse a la nao de Pero Cabrón”.
En la travesía fueron
desvalijados por los piratas. Una pregunta que ahora me ahoga mientras ruge la
marabunta del volcán catalán es si los descendientes de aquellos que emigraron
medio milenio no han vuelto para desbaratar la unidad creada por aquella reina
castellana que los expulsó y a la cual llaman en hebreo “messhuge” (maldita). Cabe tener en cuenta que Abrahán Señor era
catalán. Un dato muy importante
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