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lunes, 9 de octubre de 2017


ENRIQUE IV REY DIFAMADO

 

 

Hay zonas oscuras en la historia de España y una de ellas fue la muerte súbita del rey Enrique IV en diciembre de 1474 y la proclamación de su hermanastra Isabel acto seguido al pie de la olma de san Miguel el 12 diciembre en Segovia como reina de Castilla. Otra, su matrimonio con Fernando de Aragón. No sabemos el papel qué jugaron los banqueros lemosinos como Diego de Santangel en el enlace. Fernando era judío por parte de madre y la corte tanto la aragonesa como la castellana se encontraban bajo el predominio de letrados. Jurisperitos, poetas y escritores de origen converso. Parece ser que Dios echa mano de sus elegidos cuando nace un tiempo augural (no hay parto sin dolor) y alborea una nueva era en el devenir de los hechos humanos. No hay mal que por bien no venga reza un antiguo refrán.

Por otra parte a don Enrique que acababa de cumplir cincuenta años parece ser que lo envenenaron. ¿Por encargo de su hermana? ¿Por el de su yerno? Tengo para mí que Enrique IV fue un monarca calumniado.

Los historiadores maltratan su memoria y hoy día de san Antonio de Lisboa un santo del cual era muy devoto este rey segoviano (dejó monasterios de hermosa labra como el del Real a las afueras de la ciudad del Acueducto) lo rememoro y murmuro una oración por su alma.

Incitado por el artículo del sabio paisano mío José Maria Costa Arribas que nos recuerda quien era aquel rey de los tristes destinos, el pie valgo, los ojos cansados, donde “ponía los ojos mucho le duraba el mirar”, y al que le gustaba el fruto de la granada (una granada heráldica campea en su blasón) y lo mucho que hizo por estos reinos, me dispongo a cuadrar este artículo. Gustaba de la música de rabeles y zampoñas, se sentaba a la morisca — su escolta personal la integraban jenízaros — pues consideraba al moro mucho más leal que sus vasallos cristianos.

En primer termino, la adhesión de Cataluña por ser hijo de Juan II y doña María de Aragón y sobrino de Fernando de Aragón el del compromiso de Caspe donde se fraguó la unidad nacional.

Otro hecho que obvian los cronistas: fue el primer monarca castellano que puso el pendón real en lo alto de Gibraltar quedando en el asalto a la Roca tenida por los muslimes malherido en la ingle, lo que pudo determinar su tan traída y llevada imposibilidad genésica.

Costa Arribas nos descubre el tema de doña Blanca de Navarra su primera mujer  matrimonio de conveniencia propiciado por el Consejo de los Ciento que nombra a don Enrique como primero de Aragón y cuarto de Castilla.

En el principado concertó la paz y otorgó mercedes al pueblo llano oprimido por la nobleza. Ante el altar de la seo juró los fueros de la ciudad y mandó acuñar moneda: el croat con su efigie en el exergo y al reverso Henricus rex d. Dei. Esta pieza numismática —observa  el profesor Costa— troquelada a orillas del Eresma a día de hoy está muy cotizada por los coleccionistas.

El marqués de Villena y el arzobispo Carrillo primado de Toledo sus enemigos declarados desbarataron los planes de fusión entre la corona de Aragón y la castellana favoreciendo así los intereses de Francia y de Navarra. Tanto el marqués como el obispo presentaban un origen oscuro. Lo mismo que don Álvaro de Luna que moriría ajusticiado y habiendo sido el hombre más poderoso y rico de las Españas.

El cronista Palencia un clérigo de origen converso de cuya pluma parte toda la calumnia contra don Enrique, no se cansa de difamarle y verter hiel contra él, se pone de parte de su hermana doña Isabel. Palencia cuenta cómo el encuentro carnal de la noche de bodas fue un fracaso: “quedó la reina doña Blanca muy desabrida siendo el rey hombre para poco”, apunta el capellán.

Bien puede ser que detrás de estos secretos de alcoba hubiera motivaciones políticas, aversiones y ambiciones no esclarecidas porque parece ser, según decían las hetairas de Segovia, Gregorio Marañón dixit, don Enrique pagaba su “debito carnal como cualquier ome” y de hecho tuvo varios amores con una tal doña Guiomar y con una abadesa de Casarrubios. Esto es: funcionaba con regularidad, aunque pudiera tener algún gatillazo que otro por causa de la herida en el asalto a Gibraltar. Eso les pasa a todos

Seguramente tales conjuras lo llevaron a la tumba. Es un hecho que moriría envenenado en el Pardo. Parece lamentable que estos hechos tan apasionantes de nuestra historia hayan sido obviados, obliterados y tenidos en menos por las nuevas generaciones que desconocen quién era Enrique IV. Los guionistas de cine y de televisión, muy a diferencia de lo que es costumbre entre los anglosajones, no han sabido aprovechar ese filón inagotable de la historia de nuestra patria.

Tales intrigas y conspiraciones a cualquier historiador apasionado de la verdad le huelen a chamusquina. Porque de por medio están los intereses judíos y los desmanes cometidos por la nobleza y el alto clero durante el reinado de los dos últimos Trastamara. Todos los asesores de Isabel de Castilla y sobre todo de su esposo el hijo de la Enríquez, eran rabinos. Hubo a la sazón una misteriosa pelea entre los hebreos catalanes y los castellanos. ¿Se está repitiendo la historia? Tales sucesos en parto de dolor alumbraron a la edad moderna. La grandeza de España es enigmática.

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