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viernes, 15 de febrero de 2019


Playa de la Concha de Artedo


playa de la Concha de Artedo desde donde zarpó el navegante asturiano para descubrir Norteamérica








MENÉNDEZ DE AVILÉS ERA CUDILLERENSE

Una de las mayores sorpresas de mi estancia en EE.UU fue comprobar la admiración que el pueblo norteamericano (otra cosa es el gobierno) sentía hacia la gesta de los conquistadores hispanos desde Oregón hasta la Patagonia.  Tanta fue esa admiración hacia el imperio de Carlos V que los norteamericanos imitaron el emblema de los Reyes Católicos como divisa del escudo nacional. Pintaron en vez del águila de San Juan el águila calva de las Rocosas y el epígrafe de una grande y libre la transformaron en el lema “ex pluribus unum”─ somos uno de muchas partes─ Y el yugo de la labor y las flechas del poderío hispánico lo convirtieron en una aljaba con tres dardos apuntando al vacío. Siempre agradeceré al pueblo norteamericano las atenciones y cuidados que tuvieron para conmigo y mi familia. Soy admirador de su gran idioma, como Licenciado en Filología Inglesa, de su literatura, del pragmatismo de sus costumbres, del amor a su bandera que cuelga a la puerta de todas las casas  y sobre todo de su gran periodismo y, aunque algunos me hayan tachado de anti-yanqui, ellos saben muy bien que eso no es cierto, porque mi lema el que se ha apropiado Trump: American first, que yo digo Spain first, radica en la libertad de opinión, regla sagrada del First Amendement de la American Constitution. Allí la mente es libre, y diferentes los pareceres, pero si violas la ley vas para chirona.
Y digo esto sin perjuicio de parte, a rebufo de la llegada de los nuevos hispanicidas de dentro y de fuera, que los servicios secretos de
la CIA describen despectivamente como “adoquines” y “bricklayer”. 
Algunos de esos gastan coleta y van de rufianes por la vida, ignominioso apellido y denigrante profesión. Pero los consideran los tontos útiles de cualquier movida y acción exterior. Un americano de buena ley siempre se cuadrará ante un patriota español que defiende a su país con razón y sin ella tratando de desenmascarar las perversidades de
la Leyenda Negra. Eso lo entienden muy bien los norteamericanos. La proeza de Menéndez de Avilés que a mí me parece que era pixueto porque su casa solariega todavía guarda el escudo de los Menéndez Merás─ Palacio Valdés tiene un cuento precioso sobre la acción del último heredero de la dinastía que un día sube a una barca con la piedra esculpida de su blasón familiar y lo tira a la mar─ justo en la misma ribera y el embarcadero, en la ensenada del puerto queda ahí para los siglos futuros aunque, por desgracia, se haya negado a las nuevas generaciones el conocimiento de aquella aventura que llevó nuestra cultura española al nuevo mundo bajo el pendón de Castilla con soldados y marinos vascos, leoneses y andaluces, murcianos y catalanes.
Ellos, los gringos, tuvieron otra conquista la del Oeste pero fue de otra manera y con más medios técnicos, una vez inventado el revólver y los cañones del quince y medio. Y su expansión hacia el Oeste se llevó a efecto sin mistificaciones de raza o religión. Desconocían las leyes de indias. El mejor indio es el indio muerto, a decir de las huestes Colt en ristre de Búfalo Bill.
El temperamento inglés o francés es muy diferente al español. Claro que los Sioux eran tribus dispersas y no representaban imperios como el de los incas, aztecas y araucanos.
Fueron miles de kilómetros recorridos en climas muy extremos y la hazaña sólo se explica mediante dos conjeturas: la aparición del caballo y la artillería ligera (arcabuz, culebrina, lombarda frente a los arqueros indios.) Así como un milagro del Altísimo porque a aquellos aventureros les movía la fe en el Salvador.
 Pero hubo otra razón la más poderosa: el mestizaje y la buena disposición para confraternizar con aquellos hombres y mujeres que andaban desnudos por el bosque los cuerpos y las caras pintadas, practicaban a la antropofagia, el sacrificio de seres humanos, no trabajaban y se exterminaban unos a otros en contiendas tribales pero eran   hijos de Dios y redimidos por la sangre de Cristo para los españoles.
Don Pedro fundó en la Florida dos ciudades San Agustín y San Mateo en honor del patrón ovetense y, según cuenta Gonzalo de Solís, esta plaza se rindió a los ataques de los apaches. Los hombres fueron degollados pero se respetó la vida de las mujeres y de los niños.  Transcurrido más de un lustro, regresaron los españoles al lugar y el cacique les recibió de manera amistosa. Los convidó a cenar y danzar en torno al fuego después de fumar la pipa de la paz.
Acto seguido, ofreció al recio soldado praviano una de las esposas de su harén para holgar con ella en virtud del privilegio salvaje que aun mantienen algunos pueblos esquimales del “jus primae noctis”, el mayor cumplido que se podía realizar en obsequio de un huésped recién llegado. La respuesta del conquistador fue tajante y casi admirable por lo insólita:
─ Soy un hombre casado y nosotros los cristianos usamos de ese privilegio sólo la noche de bodas después de haber sido nuestro matrimonio bendecido por Dios.
Cuesta un poco creer tal respuesta en boca de un capitán de los Tercios del rey de España, pero conviene recordar que el invitado era un caballero adherido a las reglas del honor y del respeto a la mujer y que había velado las armas y recibido el toque de varas de la caballería andante. Casualmente los cronistas de Indias destacan con respecto a tal punto las siguientes consideraciones: otra actitud menos trágica y más casual en relación con el sexo; la belleza y la alegría de aquellas vírgenes no sé si necias o prudentes pero tan “hospitalarias” y dispuestas a hacer un favor a aquellos hombres de a caballo que venían buscando las fuentes de la eterna juventud en el siglo del amor que fue el del XVI que decían si Manitú nos lo dio es para que lo utilicemos. Aquellas tribus a la cópula conyugal la desligaban de cualquier aspecto morboso y lo consideraba un hecho fisiológico sin connotaciones peyorativas y bien se conoce que no tenían miedo al infierno del que tampoco habían oído hablar. Algo de poca importancia. Los encantos de la india Malinche a los que sucumbe el bellotero Hernán Cortés determinaron el éxito de la conquista azteca. Ahí estuvo la clave del criollismo, de la mezcla de razas, llevada a cabo por aquellos esforzados caballeros andantes de Carlos V que saltaron hasta la otra orilla del charco desde las páginas del Amadís de Gaula. Muchos historiadores negacionistas o de aluvión quisieran ningunearles tal éxito, en el deseo de que su hazaña no se hubiese producido, pero el gesto quedó ahí para gloria de un rey y una fe que defendieron con su sangre. Pedro Menéndez de Avilés cudillerense de pro pertenece al cupo de los aguerridos hidalgos.
Cañaveral donde siglos adelante habría de dar comienzo la carrera del espacio fue la primera tierra enjuta que toparon los galeones del Descubridor de la Florida. El problema era la carestía porque pronto se acababan los bastimentos que traían de la Península. Los indios navajos les enseñaron a cazar puercos con flechas enherboladas. Cuando no había carne la dieta consistía en palmitos e hicacos (cocos) pero siempre la amenaza era el hambre, el paludismo aparte de los franceses de Juan Girao que les atacaron en su fuerte de San Agustín.
Otro renglón nada desdeñable con que hubieron de enfrentarse eran los elementos del nuevo mundo: los ciclones y temporales de esta zona de la Bermuda donde misteriosamente desparecían los barcos y siguen perdiéndose los aviones. Sin embargo, era gente de una profunda fe religiosa aunque en lo moral su conducta no fuese del todo cabal. Se hacían la guerra mutuamente (el morbo visigótico o mal de los godos la envidia lo exportamos al nuevo mundo) sin embargo, lograron entablar buenas relaciones con los indígenas. A don Pedro los caciques lo veneraban como a un Dios cuando lo veían montar a caballo. Al cabo de una navegación en zozobra, si desembarcaban por fin en la playa, allí mismo mandaban los conquistadores españoles decir misa a los frailes y cantaban el Tedeum. Los cronistas de indias hacen gala en sus libros de una prosa concisa y circunspecta donde se narra de forma impávida los feroces acontecimientos y penalidades que hubieron de atravesar los quinientos soldados y naos que siguieron al Adelantado para colonizar la región. Su enfrentamiento con los soldados del rey de Francia Francisco I fue a muerte. El desalojo de los luteranos estuvo impregnado del espiritu sangriento de la Noche de San Bartolomé pero el drama terrible de las guerras religiosas que habían incendiado el Viejo Continente y que los españoles pretendían evitar en el Nuevo, amenazaba con reproducirse.
La mayor parte de la guarnición ▬ unos 550 asturianos y vizcaínos con unos cuantos castellanos de Tordesillas componían su alarde ▬ que acompañaba al prócer asturiano eran veteranos de los tercios de Flandes. Tenían que vérselas con los corsarios ingleses y franceses navegando el mar de las Antillas la costa de Sto. Domingo Cuba y el canal de la Bahama. Tuvo que atender a un motín a bordo y sofocarlo en su capacidad almirante de la armada. El sedicioso se llamaba Juan de la Parra, segoviano, al que un sobrino del Adelantado, Pero Menéndez Marqués, mandó colgar de una gavia del palo mayor. Entretanto, dejándolo de lugarteniente embarcó en una carabela rumbo a Puerto Rico para hacer la aguada y cargar cazabe galleta y carne.
Esto acabado, despachó a su sobrino Pedro Menéndez Marques a España para que informase al rey Felipe II de los acontecimientos. En marzo de 1566 por unos exploradores llega a sus oídos la noticia de que en una reserva había un grupo de cristianos como un centenar de hombres y mujeres a los que los indios habían esclavizado y vivían como animales salvajes. Eran españoles y su capitán Diego Maza acercó hasta el sitio al bergantín del Adelantado. El cronista Solis de Meras describe así el encuentro:
Españoles hermanos nuestros sean bien venidos en nombre de Dios y de Santa María y me mandó mi capitán esta carta que os traigo… “Y el mensajero que venia agrega el relator de estos hechos ▬ estaba desnudo el cuerpo pintado hecho indio y con sus vergüenzas cubiertas
Se alimentaban de tasajo, gallinas y curadillo pues enseñaron a los indios a adobar el pescado. Los indios Saturiwa que andaban en pelotas por el berral las caras y los culos pintados las mujeres se escondían cuando llegaban los misioneros al poblado les enseñaron el arte de navegar en canoa y fue así como comenzó el piragüismo, ese deporte tan asturiano, aunque ya los ingleses lo practicaban cruzando el Támesis en traineras. La vida del Adelantado de la Florida don Pedro Menéndez de Avilés es una crónica maravillosa de viajes, caminatas, hambres desolaciones, traiciones y concordias. Entre los aborígenes había etnias como los Saturiwa que se declaraban amigos pero otras ▬ los Timicua ▬ les acogían disparando flechas envenenadas incendiando fuertes y recintos. Fue una larga y cruel aventura pero siempre maravillosa. El adelantado de la Florida todo un lobo de mar y uno de los marinos más prestigiosa de aquella edad cuando España era la primera potencia marítima del mundo gozaba del mayor prestigio en la corte de Felipe II. Lo certifica el hecho de que empuñó el timón de la nave capitana de la escuadra que condujo al rey en su viaje nupcial a Inglaterra a casarse con la hija de Enrique VIII en Westminster.
En 1574 es nombrado por el monarca capitán general de la Escuadra, cargo que no pudo ejercer pues al poco muere de tabardillo en Santander. Felipe II traslada el mando de la fuerza naval a don Álvaro de Bazán. Este se encarga de prevenir la flota para ir contra los ingleses. No se logró porque también fallece don Álvaro de Bazán y ha de ser sustituido a toda prisa en el mando por su maestre de campo el duque de Medina Sidonia. La conquista de la Florida y la expulsión de los hugonotes del territorio fueron realizadas a partir de Cabo Cañaveral y de Miami entre los años 65 y 67. Los españoles tenían por base de avituallamiento el morro de la Habana, Puerto Rico y la isla de Santa Elena así como Santo Domingo. Hubo muchas fatigas y no pocos sobresaltos. Algunas naos se perdieron al surcar las aguas malditas del triangulo de la Bermuda. El adelantado tuvo que sofocar a sangre y fuego la rebelión de algunos de sus capitanes como Martín de Rescalde o la incursión de hordas de indios enemigos       que asolaban las pallozas cubiertas de palmitos y raptaban a las mujeres cristianas. Esto permitió el mestizaje. De esta manera nació el criollismo al que hoy recuerdan y agradecen los pueblos de las Antillas.
En 1574 zarpa de la Habanay con prospero viento navegó 72 leguas y en el Cabo San Vicente topó con fustas de moros pero pudo llegar sin contratiempo a la Coruña el día de san Pedro. Dos naves de pabellón francés y una fragata inglesa le daban caza pero trató de burlarlas y tuvo el viento tan próspero que en aquel mesmo día entró en la bahía que llaman de Artedo donde estaban  surtos  diez navíos los cuales cuando vieron aquella fragata de nueva invención que parecía de turcos desampararon sus navíos y huyeron al monte… a las diez de la noche, al acercase un batel de reconocimiento,  los hombres de mar y la gente de guerra les grita que allí venía el Adelantado de la Florida don Pedro Menéndez de Avilés. El capitán mandó izar el guión de Castilla de damasco carmesí y una bandera de campo y tocar clarines. Los de los bateles temiendo fuesen corsarios no se cercaron. Eran marineros portugueses y una nave oneraria cargada de hierro y madera. En esto, el Adelantado y los suyos se hicieron a la vela desde Artedo, entrando en el puerto de Avilés al cabo de dos horas donde fueron recibidos por el alcaide de Sabugo con gran regocijo, se tocaron las campanas y la población acudió a un solemne Tedeum en la iglesia de San Francisco. Hacía 18 años que no veía a su mujer doña Ana María de Solís”.
De esta forma circunspecta y con prosa notarial levanta acta del regreso del navegante a su tierra. La familia, como arriba se dijo, proveería del solar de Santa Paya al lado de Pravia pero tenía abiertas otras casas en Grado, Oviedo y Avilés concretamente en el barrio de Sabugo. Todas ellas han desaparecido. No así la de Cudillero, que permanece, ubicada mismamente donde hoy se expende el pescado más fresco del concejo.
Cabe destacar las relaciones del Adelantado con la Concha de Artedo, un excelente puerto natural de mucho abrigo y buen calado de donde zarpó el año 64 y donde quiso, de regreso, ponerse al pairo para despistar a los piratas ingleses que iban tras de sus pasos. El cariño hacia este lugar donde aprendió a navegar en su niñez don Pedro lo destacan sus biógrafos don Gonzalo Solís y Merás y el historiador y catedrático Gómez-Tabanera en su obra Pedro Menéndez de Avilés y la conquista de la Florida en 1565 de cuyo memorial extraemos algunos de los datos al respecto; con aportaciones de nuestra cosecha que hemos puesto negro sobre blanco en este articulito para que sirva de testimonio a las próximas generaciones. Los restos mortales del Adelantado se veneran en una lauda mortuoria sita al lado del Evangelio en la iglesia avilesina de San Nicolás









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