las aguedas invocan a la santa siciliana las palurdas feminoides segovianas una fiesta reivindicativa llena de odio y contra naturaE
Anduve por Zamarramala, cochino de febrero con el suo pa al humeru, adagio astur, el invierno va de vencida. Estallan en las ramas de los chopos ribera del Eresma abajo, los primeros capullos, y en Segovia que se ha convertido en la Ciudad del Diablo (la alcaldesa Luquero tiene coyunda por las noches, mientras los demonios andan de obreriza, con Satanás en el entrecuesto del acueducto y luego los dos se tiran abajo en volandas, a que no te tiras, a que no me coges. Ya. Fornicaron e hicieron pacto de amor, porque Las Aguedas se ha vaciado de su agudo contenido de antaño satírico llena de buen humor, no es fiesta sino fiestorro, manifestación reivindicativa de derechos, su contenido cristianos (las mujeres por un día tienen la vara de mando pero yo creo que la tienen durante todo el año en el hispánico matriarcado), y ni siquiera es pagano romano. Es una vindicta satánica anti-concepcionista. Vi a las palurdas del arrabal segoviano, donde había un cura borracho que a diario subía la cuesta del Pinarillo con dos botellas de morapio ocultas en la sotana, -era buen amigo mío, y le rendí homenaje en miSeminario Vacío porque a pesar de su dispsomanía era caritativo y salvó durante la guerra a muchos de ser fusilados-, con la imagen de la santa en andas. A santa Águeda un pretor malvado mandó cercenar los pechos. Valió para ella la frase del evangelio benditos sea el vientre que te concibió y los pechos que te amamantaron, pero eso, después de la píldora del día después ya no se lleva; las hispanas no quieren traer hijos al mundo. Así que pasean por los barrios de la vieja ciudad goda y romana- ahora ya no sé lo que es Segovia ni galgo ni perdiguero, ni la burra ni la novia- la estatua de la santa virgen y mártir. Un aire provinciano y palurdo soplaba por el ventalle de la sierra.Cuatro gatos los de siempre y allí estaba Luis del Olmo que está más visto que el tebeo, millonario en oyentes y en euros por los micrófonos pero que exhibía la tristeza de los traidores, esa melancolía de hacerse viejo y habernos vendido la burra democrática mal capada. El radiofonista leonés (¿le habrá salido a don Luis ya la hoja roja?) me pareció la sombra de don Opas, o a lo mejor un ángel negro es que se asomaba a sus pupilas. Aquello parecía un funeral de tercera, congregación embolismática de ovejas machorras y de putas viejas, ya que dicen que de Segovia ni la burra ni la novia. Yo me acordaba de aquellos versos quevedescos que había que pasárselos a muchas feminazis por el morro: ojos de vendimiar ponéis, abuela, que esta es la fiesta de toros y cañas y de cañas y coños. El diaquilón de estas tristes mujeres no tapa sus arrugas y no ablanda los tumores que les hayan salido en las tetas. la vida se ha convertido para ellas en cáncer. Todo en la vida es cáncer y cárcel y por las tardes a ver a los maricas y las prostitutas mediáticas que se retratan en "Sábado de Lux"
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