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domingo, 19 de agosto de 2018

VISPERAS DEL GLORIOSO SAN BERNARDO



san bernardo fundador del cister el pseudoquijote de avellaneda fue escrito poir un fraile de esta orden



 



 




El Avellaneda comienza el día de San Bernardo 20 de agosto. Don Quijote y su escudero se van a una iglesia al rosario, a escuchar vísperas y luego el sermón con devoción. El quijote de Avellaneda es mas devoto que el de Cervantes, lo que induce a las conjeturas ya reseñadas de que su autor anónimo era un mercedario con el que en los baños de Argel el Príncipe de los Ingenios no estuvo a partir un piñón, porque lo insulta llamándole cornudo y marido consentido en su prologo. ¡Pobre don Miguel! Conoce en sus propias carnes la ingratitud de esta España nuestra con sus mejores hijos. El alcabalero de la Invencible dio por un desfalco con sus huesos en la cárcel, y murió pobre en Valladolid, incapaz de casar a sus hijas, diz que de demandadero (cohen) de un burdel. Aunque la publicación del apócrifo no eclipse para nada el esplendor del genuino quijote, esto no quiere decir que el quijote espurio no sea una buena novela. Antes bien demuestra un buen estilo y un impulso narrativo que a veces sobrepuja, salvo en la última parte, donde el autor se embrolla, al verdadero. El Avellaneda sigue siendo un enigma. Escribe don Martín Riquer en su monumental estudio sobre esta obra que, por más que dijesen que era vecino de Tordesillas, lo más probable es que fuera un religioso de Alcalá, una ciudad que conoce a las mil maravillas y sobre todo Aragón. Cervantes era alcalaíno "borracho y fino", según advierte el refrán popular, y este fraile advenedizo aunque datado en la villa a orillas del Duero es factible que fuera paisano y rival del propio don Miguel. Ambos llenaron sus pulmones de las brisas del Henares y jugaron juntos por los soportales, y vistiesen tal vez la beca de alguno de sus doce colegios mayores. O de mozalbetes visitaran la casa de putas que había en la Puerta de Madrid regentada seguramente por la Mondonguera de Alcalá, un personaje que aparece en el apócrifo, así como muchos otros modismo y localismos del habla de Aragón a veces más cercana al catalán que al idioma de Castilla. Envidias de campanario, en todo caso. Ya se sabe. Sin embargo mientras el primero plantea su acción entre el Toboso y Sierra Morena, el segundo lleva la rienda de Rocinante más hacia el este, sustituyendo, mutatis mutandis poco se llevan las dos regiones, la Mancha por la Alcarria.
 
 




Tras esto, yantan la parva colación del camino y hablan de libros de caballerías. El hidalgo manchego se los sabía todos. Desde el Palmerín de Inglaterra al Caballero del Verde Gabán pasando por el de Don Tajayunque, las Sergas de Esplandián, don Belianís de Grecia y otras bizarras historias tomadas de la novela bizantina. Se dirigen a los torneos organizados por don Alonso de Tarfe, un prócer granadino, descendiente del último rey moro, en Zaragoza. Entre medias, ocurren muchas cosas, Vg.; confundir un humilde y polvoriento mesón de arrieros cerca de Ariza por una ciudadela encantada, o el tomar a un melonero que estaba en su cabaña tranquilamente por un malandrín, contra el cual arremete el héroe de la novela espoleando a Rocinante que estaba más por la labor de comerse las matas verdes de la prodiga cucurbitácea que galopar contra los malsines, enemigos de la fe y raptores de doncellas. El bueno de don Quijote acaba descalabrado porque el vigilante lo derriba del caballo con un golpe de honda manejada con mano experta; luego llama a sus compinches y le dan una buena somanta de palos al caballero andante de la cual no queda Sancho mejor parado.
 
 




Estos dos pasajes, el del mesón y el del melonar sustituyen en el Avellaneda al episodio de la lucha contra los gigantes que no eran gigantes sino molinos de viento. El idealismo platónico y esa aspiración hacia el logro del ideal que es la conquista del amor de una mujer. Ambos fracasan. Don Quijote ya no es el de la triste figura sino el Caballero Desamorado. Con una particularidad: en éste se hace notar con más viveza el desencanto, y la misoginia es mucho más pronunciada. Dulcinea del Toboso se transforma en una lugareña, Aldonza Lorenzo, la cual cuando llega Sancho a enviarle un recado de amor, está sacando cucho de la cuadra y le dice al mensajero que menos tonterías que nada de eso que ella no es emperatriz ni cosa que le parezca sino una moza honrada y que se guardara su billete por donde le quepa (una recia sátira contra los devaneos de la época) y Sancho tuvo que salir de naja. Perseguido por la aguerrida aldeana que le corre con un gario en la mano. El ideal se espeta contra la realidad. El pobre don Quijote en su carta de amor había puesto cosas maravillosas: "eres centro de mis suspiros, archivo de mis pensamientos, manos de leche y labios de coral etc". Por su parte, el lenguaje de Sancho se vuelve más procaz. No apea de los labios la palabra hideputa. Pero la semblanza del personaje tiene una mayor similitud. Lo mismo que su sorna y esa capacidad para reírse de sí mismo y su desgracia que tanto se evalúa en la novela picaresca y en la novela inglesa. Los encomios a las grandezas y miserias del matrimonio cristiano se demuestran en esta perla: "Mari Gutierrez, mi esposa cabal, es mujer honrada, capaz de dar con su persona satisfacción a una comunidad". Le recomienda por tanto a su amo resignación y mucha paciencia con las mujeres que son cerreras como las cabras y siempre tiran al monte. Y el que yerra y se enmienda a dios se encomienda. Siempre tiene a punto un refrán para explicar un suceso de ka vida. Y su señor no se lo reprocha. También se harta de ajos crudos que tampoco merecen la descalificación del Caballero Desamorado como en el genuino quijote. Le echa en cara el escudero a su amo por su parte el leer todos esos calepinos de caballerías que le están volviendo los sesos aguas pero fiel hasta la muerte – si algo es el quijote es un ensalzamiento de la amistad en la historia mejor contada- aguarda por interés él también la Ínsula Barataria.
 
 


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