A FÉLIX ORTEGA DONDE QUIERA
QUE ESTÉS
¡OH JERUSALÉN,
MI VIDA Y MI MUERTE!
Por ANTONIO PARRA GALINDO.
“Ofrezco
a san Salvador de Oviedo, Gormaz y Almazán con todas sus pertenencias. Lego
también a Santiago de Galicia Calahorra, Cervera y Turtulón. Asimismo para
después de mi muerte, dejo por heredero y sucesor al Sepulcro del Señor, que
está en Jerusalén y a los que lo guardan y conservan y allí mismo sirven a
Dios. Y al hospital de los pobres que hay en Jerusalén y los que lo guardan y
conservan; y a Templo del Señor con los caballeros que allí vigilan para
defender el nombre de la cristiandad”[de las mandas que mandó
facer en su testamento el rey de Aragón Alfonso I el dicho Batallador en 1134
poco antes de morir].
8 de mayo de 2002
PRÓLOGO.
EL SITIO DE LA IGLESIA DE BELÉN
Por la suave pendiente que
baja desde la Basílica de la Natividad de Belén descienden, los brazos en alto,
un grupo de frailes menores. Les han ordenado que avancen despacio. Llegan al
término del recuesto donde empieza la explanada de la plaza Pesebre. Les
aguarda un pelotón de soldados flanqueadores que les encañona con el arma. Les
exigen no hagan movimientos extraños.
Son punteros de marca mayor y los centinelas tienen orden de hacer fuego contra
todo lo que se mueve. Sin contemporizaciones, según la norma del Far West,
“Shoot first, then ask questions”. Any questions? No questions”.[i]
Es la razón de la violencia frente a la fuerza de la razón. Resulta difícil a
la vista de estas secuencias dar vado a los sentimientos que me cercan:
indignación, perplejidad, acaso cólera. Esta tropa de elite instruida en las
mejores academias de tiro al blanco, apostada en las azoteas de las casas
circundantes, abatió a un moro que salió al patio para recoger algunas hierbas
con que comer y a un sacristán armenio que asomó la jeta detrás de un muro. La
desdicha del héroe de todas las guerras es ser alcanzado por el acero enemigo
cuando fue a la privada a hacer cualquier necesidad física y luego tengan que decir
sus biógrafos una mentira, que murió matando o diciendo frases magníficas de
encendido patriotismo que entusiasmarán a las generaciones por venir.
Bajo el hábito de brial y el cordón blanco de
los mendicantes puede esconderse un hombre bomba. Es lo que suponen los señores
de la guerra. Ese es el argumento de pretexto para cebar el monstruo de una
pesadilla, que es a la vez pescadilla que se muerde la cola, pues a toda
respuesta armada sigue otra réplica del mismo tenor. Es la ley del ojo por ojo
y diente por diente. La noción de este
delirio televisado urbi et orbi me ha puesto sobre las teclas de mi ordenador.
Tengo el alma en ascuas. Coincide el sucedido con un libro antiguo que relata
las peripecias de los peregrinos a Jerusalén. Pero lo que tengo delante de la
pantalla de los informativos es mucho más irreal que lo que aciertan a colegir
los ojos del alma a través de las quinientas y pico páginas del relato de Fray
Antonio del Castillo que leí la pasada Nochebuena. Los villancicos que cantaba
en mi niñez han sido ahogados por el estridor de las ametralladoras y la luz de
la estrella de Belén sustituida por el rayo bisectriz de las trazadoras a la
busca de blanco. ¡Muy fuerte!
Han de llevar los monjes las
manos arriba y atravesar el gálibo de seguridad con un arco de detección de
metales. A un campanero mataron y hubo varios muertos y heridos que fueron
sacados en bayartes o parihuelas de difunto o en una camilla de la Media Luna.
Así es la vida. Como mucha gente de mi época he vivido treinta y ocho días, los
que se prolongó el cerco, en estado de shock emocional. El miedo se advierte en
sus rostros pero un oficial de las fuerzas especiales del poderoso ejército
israelí que dirige el asedio trata de tranquilizar a uno de ellos, el que
parece más frágil y asustadizo. Abandonan el templo donde se han hecho fuertes
y vivaquean una partida de milicianos árabes que al acogerse a altana en uno de
los enclaves señeros de la cristiandad, lo que seguramente les ha salvado la
vida. A cambio quedó este templo con columnas de jaspe y que por dentro remeda
a pequeña escala la traza bizantina de Santa Sofía de Constantinopla convertido
en un campamento militar. Los de la partida fumaban y arrojaban las colillas a
las lámparas colgantes, orinaban en la pila de agua bendita o extendían sus
esterillas para dormir en la nave del transepto. No queda un solo cristal en
los vitrales y un grupo de pacifistas de una inquietante ONG que se adhirió a
los encerrados, grupo de chicos y chicas, andaba haciendo inconveniencias y cosas
poco decorosas en la bajada a la gruta. La cosa tuvo los visos de una
profanación en toda regla. Han convertido la casa de Dios en una cueva de
ladrones y terroristas. Un verdadero
pesebre, vamos. Que es lo que fue. El diablo
ha debido de estar frotándose las manos todo este tiempo. Por la bóvedas
de tracería gótica no se escucha el eco de los cánticos sino el estruendo de
las risotadas estentóreas de los espíritus malignos. Se ha dejado al Niño Jesús
en ridículo para nuestros aleves y poco halagüeños designios.
La maniobra de descrédito al cristianismo ha
sido perfecta a lo largo de las semanas que durara lance tan extraño y
surrealista. ¡Si nuestros abuelos levantaran la cabeza! Curiosamente, vienen
siendo frecuentes las ocupaciones de iglesias cristianas por los seguidores de
Mahoma que eligen estos recintos sagrados para reivindicar sus derechos, en
lugar de encerrarse, a efectos de sus reivindicaciones contestatarias, dentro
de sus mezquitas donde se muestran tan rigurosos con los infieles, atentos a
cualquier profanación, y a las que no es lícito el acceso sin descalzarse. Yo
me fijé bien en la azalá con que se arrodilló mirando para la Meca uno de los
resistentes cuando se vio libre de sus asaltantes y dispuesto al cautiverio.
Había salvado el pellejo. Pero el azalá prosternada sobre la quibla de aquel
espontáneo sucesor de los mamelucos que dieron siempre mala vida a los
custodios de los santos lugares dice mucho en estos momentos de globalización
con la campaña contra la Iglesia en pleno auge. Es casi un desafío a mis
convencimientos.
Pero sea. Allí estaban los frailes mendicantes
para ofrecerles albergue y un plato de sopa caliente. Y también algunos monjes
griegos y armenios que han tenido varias bajas y hubieron de someterse a los
vejámenes de la soldadesca. Ya estaban acostumbrados a este tipo de
desconsideraciones. Los mamelucos les daban el mismo trato de disfavor. Una
mente profundamente diserta en el conocimiento de los líos de las tres
religiones pero inicua hasta lo diabólico ha preparado la trama de este drama
del absurdo. ¿Qué querían? ¿Pasarnos la pluma por el pico?
El material en el asedio y
los oficiales al mando de la operación eran yanquis. Se estrella el círculo.
Aprieta contra la Cruz sus arillas la sierpe. Esto no era la toma de Granada ni
el asalto a la Bastilla. Era mucho más. Un símbolo. Un gesto y una amenaza.
Corre, corre, que té pillo. La demostración de fuerza tiene una didáctica
apodíctica. Es una bengala de aviso a Roma de que acabó su tiempo. Los judíos
han ganado y hacen valer sus reivindicaciones históricas. Podrán haber vencido
pero ¿ han convencido?
La condescendencia y mansedumbre de los pobres
monjes podría ser una prueba irrefutable de que la de Xto es la fe verdadera,
puesto que otras religiones que mandan la venganza y la razón del ojo por ojo
hubieran denegado la entrada a estos prófugos.
El copo ya dura varias
semanas en el momento en que me pongo a transcribir estos folios.
La circunstancia
desencadenante - como ocurre tantas veces en mi pasión literaria - ha sido la
glosa de un libro olvidado de un franciscano granadino El Devoto
Peregrino y Viage de Tierra Santa, un clásico del XVII, Fray Antonio del Castillo. Del autor se
sabe poco aunque en lo pretérito debió de ser muy popular la narración de su
itinerario piadoso ya que tuvo más de veinte ediciones. La primera de 1664
salió de los tórculos parisinos de Antonio Mureto y la segunda veinticuatro
meses más tarde en la imprenta real de Joseph Bro. 1666 es el año de
publicación del “Paraíso Perdido” de John Milton y el vulgo pensaba que se iba
a acabar el mundo. En verdad, desde las apariciones del Corazón de Jesús a
santa Brígida el nombre de Jerusalén a oídos cristianos suena pleno de
connotaciones apocalípticas pero para el
judaísmo, todo lo contrario. Es el quiliasmos. El regreso a la Tierra de la
Promesa. El símbolo que prefigura la materialización del pacto sellado. Cristo
entró en Jerusalén a lomos de una pollina entre cantos y aclamaciones pero la
paz de aquel acto fue única en la historia. Las testuces de Tito lo hicieron a
sangre y fuego después de diezmar por hambre a sus moradores. Godofredo de
Bouillon escaló los adarves de su alcazaba perdiendo cantidad de la hueste y lo
mejor de sus ballesteros que tuvo que versela con unos ardidos defensores que hostigaban
desde barbacanas y matacanes con flechas envenenadas y cubos de aceite
hirviente. Mucho saben los merlones de
las murallas de la Ciudad Santa de estos delitos e impureza. La sangre
derramada mancha al hombre más que cualquier otra cosa. Y todo en nombre de
Dios.
Sólo estuvo un siglo en manos de los
seguidores del Crucificado y volvió a manos de Aladino de la misma forma que un
milenio antes, cuando fuera feudo de los filisteos y campo de Agramante de los
asirios y persas. El nombre de Jerusalén va asociado a la noción de la santidad
pero también a la efusión de sangre. En su memoria se entreveran el monte Moira
con Jesucristo. Las legiones de Tito con los sayones de Herodes. Ha sido
cantada por los poetas y ensalzada por los salmos. Es el lugar adonde los ojos
humanos revierte. Una idea fija en el
alma de los místicos y pintada mil veces por los grandes artistas del
Renacimiento. Fuente de inspiración inagotable.
Por eso la visión de sus piedras hizo llorar
al Mesías que delante de sus almenas pronunció aquella queja de “Jerusalén,
Jerusalén, que matas a los profetas que te son enviados”.
Nosotros manejamos -
seguramente- la edición del librero madrileño, Manuel Martín, que las dio a las
prensas en 1769. Menos lujosa y sin las estampas ni planimetría y grabados de
otras entregas de este texto cargado de enjundia y que invita a la reflexión
tanto topográfica como mística en pos de las pisadas del Salvador por aquella
rica provincia que fue una verdadera encrucijada de pueblos y de creencias.
De del Castillo sabemos que
en su calidad de predicador apostólico, de comisario general de Jerusalén en
los reinos de España y guardián del Convento de la Natividad de Belén cruzó
varias veces el Mediterráneo. En aquellas travesías tuvo naufragios y peligro de
piratas y otros azares que sobrellevó con longanimidad y paciencia franciscana.
El P. Nisseno en el nihil
obstat que encuadra la edición de mil seiscientos cincuenta y cinco confiesa
que siente santa envidia del diligente, curioso y devoto autor que ha podido
ver, tocar y durante tanto tiempo lo que otros, aun siendo príncipes,
cardenales o reyes, nunca pudieron llevar a cabo su sueño con los pulsos del
cuerpo. Los bautizados llevan la visión de Jerusalén en los mejores registros
de su nostalgia. Es el punto de partida en torno al cual gira el proceso de la
santificación y toda la dinámica litúrgica en cuyos misales, añalejos,
devocionarios y cantorales se repite todos los años. La ciudad santa es el
punto de partida y el de retorno del ciclo.
Hay que subrayar que este
texto ha movido a piedad sino que ha sido fuente de limosnas y España entre las
naciones cristianas después de Grecia y de Rusia tal vez ha sido la más
generosa en la conservación del decoro y el rescate. Los franciscanos, si no
los liberadores materiales, fueron los alfaqueques más significados. Aunque en
el empeño mucho han tenido que padecer en su demanda de redención de cautivos.
Conocen muy bien al moro desde que san Francisco en una peregrinación a los
Santos Lugares que acabaría en desastre por una de esas casualidades del
destino o por ocultos designios del juicio de la Providencia, tan diferente a
las veleidades y golondros del factor humano. Las “Legendae” otorgadas en la
Porciúncula rezan textualmente:
Los frailes que
van de misioneros entre infieles por amor a Xto pueden portarse con respecto de
ellos de dos maneras: la una es no discutir de palabra con los infieles, sino
mostrarse siempre humildes, cariñosos y sumisos, por amor a Dios, y atestiguar
de esta manera que son cristianos; la otra consiste en que los frailes, una vez
seguros de que con ello agradan a Dios, prediquen a los infieles la divina
palabra para persuadirlos a creer en la Trinidad Santa, a recibir el bautismo,
a entrar en la religión cristiana. Pero en todo caso es menester que los
frailes se acuerden de que sus cuerpos pertenecen a Nuestro Señor Jesucristo y
se guarden de ceder, por amor de sus cuerpos, a sus adversario visibles o
invisibles, porque el mismo Señor ha dicho que el que pierde su vida por mi
causa ganará la vida eterna[ii]
Es una exhortación pues a
aceptar la Palabra con todas sus consecuencias: la no violencia, el martirio, a
sabiendas de que el Dios que defienden ante aquellos que lo niegan les
defenderá el Día del Juicio. No obstante, viene de muy antiguo la desfachatez y
la intolerancia muslímica a aceptar el mensaje.
El fundador de los Hermanos
del Cordón Blanco estuvo con los cruzados en 1219 en la toma de San Juan de
Acre y ayudó a bien morir a los soldados heridos en el asalto a la plaza
egipcia de Damieta. Quedaron tendidos sobre el campo de batalla cinco mil
cristianos hostigados por detrás por las fuerzas del sultán Melek el Moadden.
Francisco y otro hermano fray Iluminado cruzaron las lineas como legados del
sultán. Fueron duramente tratados por los infieles, según refieren las
crónicas, pero Melek el Moadden al verle que no respondían con enojos a los
insultos de sus soldados se compadeció y dejó que el dulce diácono predicase
varios días en el campamento mahometano de Damieta aunque con muy escasos
resultados. Esta constante de terquedad mahometana va a producirse otra vez en
el caso de Raimundo Lulio algunas décadas más tardes que el santo de Asís. El
cadí de Bujía al verle tratar de razonar la prelación y preeminencia de la fe
de Jesús sobre la de Macometum[iii]mandó
que lo encerrasen en un calabozo por loco.
Y es que los seguidores del alcorán son recalcitrantes supersticiosos de
nada como lo suyo. Porque para ellos su religión es más que una fe. Es una
norma de vida. Defienden acérrimos sus valores, cosa infrecuente entre los
cristianos donde brilla con luz propia la figura del renegado y del tornadizo.
Poco después el campamento
sería asaltado por ingleses y alemanes que causaron una gran matanza. Esto
horrorizó a san Francisco predicador del amor, la paz y el bien, que huyó a
Belén donde celebró allá la Navidad. Estuvo a punto de caer cautivo pero una
fuerza misteriosa impidió que fuera aprehendido por sarracenos y pudo regresar
a Italia donde montó el primer Belén en el paroxismo de sus desposorios con la
Hermana Pobreza. El de Greccio. Con sus pastores. Con sus corderillos. Con las
humildes lavanderas arrodilladas de frente al molino harinero que está detrás
de la gruta. Con sus mendigos. La mula y el buey que debió de copiar de una
cita de una cita de los Apócrifos. El
puente flanqueado de palmeras sobre el río de plata donde van a beber los
dromedarios adoradores que llegan cargados de presentes. El Niño Jesús luciente
y sonriendo sobre un carretón de pajuelas. Y san José con barba guardando las
espaldas de la Virgen pura vestida de túnica blanca y manto azul. El pajarillo
que se asoma a la Gruta y la hermana golondrina que se anticipa con su vuelo
anunciando una temprana primavera. Todo
ese sentir de veneración a la naturaleza. Amor lo más humilde de la tierra.
Hasta 1223 la Nochebuena no se había celebrado nunca en occidente ni
solemnizado el misterio que ocurrió otros tantos años atrás en la Ciudad de
David.
Los discípulos del humilde
diácono lombardo han sido junto con los mercedarios los que más mártires han
dado a la iglesia en sus relaciones con el Islam que siempre fueron difíciles y
desequilibradas. Los musulmanes - insisto- no se convierten. A no ser
coaccionados por circunstancias políticas y económicas. Han tenido una actitud
de desprecio y de odio, inficionados por el Alcorán, hacia la Cruz. Luego están
los rencores históricos que el enemigo de los hombres se encarga de aventar en
estos instantes. La confusión y el maremágnum en el que se presentan los
acontecimientos inducen casi a pensar ante la enigmática personalidad de Arafat
de si el rais no le estará haciendo el juego al nostramo. Sea a la vez un
cimbel y un confidente de los planes ocultos que se albergan para la
descristianización mediante la introducción masiva de musulmanes en las
naciones del Viejo Continente para regresar a la situación de los tiempos de
Carlomagno. Otra vez está el turco a las puertas de Viena y el rifeño al pie de
las murallas de Tarifa. ¿No será el líder palestino un agente sionista? Eso
serviría para coadyuvar a la confusión. “To rule by división”[iv] es el axioma de los grandes servicios
secretos. La incoherencia y desconexión, la desorientación, la flaqueza del
enemigo les vuelve fuertes. La confusión es su caldo de cultivo. Esa es una de
las normas de los sistemas de inteligencia: el dominio mediante el fomento de
la facción en territorio contrario, las insidias, el separatismo, los
nacionalismos trasnochados que ahora tanto se llevan. Cuando quieren enfrentan
a Hamás con la OLP. Les sirve de tiro al blanco y ellos no pueden vivir sin
fuego. La pólvora les purifica la sangre como el alcohol a un dipsómano y
tienen mono de violencia igual que el fumador ante la nicotina. Esto no es más
que un supuesto, una sospecha, acaso una premonición. Mas ahí quede el dato.
De lo escrito por el mendicante granadino se
desprende que sabía cómo lidiar con los otomanos que a veces eran insolentes,
descomedidos y en punto a dineros poco fiables ya que reclamaba constantemente
las avanias o alcabalas y otras penalizaciones que los custodios de los Santos
Lugares tenían que aportar a la potencia ocupante, o por bando, mandato o
insolencia del cadí, del rajá, del virrey o de sus tenientes.
Hace relación de estas nada
compendiosas comisiones y relaciones que eran las pechas y tributos que habían
de conferir los franciscanos en especie: pan, azúcar, aceite, velas, clavos,
calabrote. En definitiva, son las
cuentas del Gran Capitán. A todas las horas tienen que estar los frailes apretandose
el cordón y aflojando el bolsillo. Por cada una de las tres pascuas - los
ortodoxos más pues en su liturgia hay siete - y por las fiestas del Ramadán y
del Castrón que así se denominaban entre los islámicos las Solemnidades del
Cordero.
Los dos trienios que cumplió
como guardián de aquel convento debieron de ser nada fáciles a juzgar por los
sobresaltos y percances que detalla. En 1655 el convento de Nazaret fue
saqueado y 40 de los nuestros perecieron.
El convento, que estaba emplazado en la sinagoga donde predicó Jesús a
sus recalcitrantes paisanos, que quisieron tirarlo por un barranco, se nominó a
partir de la fecha como “De los cuarenta mártires”. “El lugar donde pasó el
Señor su vida oculta es pequeña villa y no hay defensa ninguna ni quien ampare
a estos religiosos. Ejecutan en ellos el odio que les inspira nuestra Fe y el
aborrecimiento que nos tienen y fomenta su codicia”. Sin embargo, ¡qué
maravilloso es el espíritu del Hijo de Bernardone! En la primavera del 2002
cuarenta de estos frailes han jugado su pellejo al tablero por defender la vida
de los descendientes de sus asaltantes. Devolviendo bondad por maldades
antiguas.
Los franciscanos no llevaron allí vida cómoda
pero contaban en todo el valimiento con la Reina de los Ángeles como ellos
gustan de llamar a la Virgen siguiendo la tradición de la Porciúncula y de la
Devoción de Loreto que ellos propalaron por Italia.
La primera edición está
dedicada a Fray Bernardino Cárdenas, misionero de los Observantes que alcanzó
el obispado de Paraguay, y que fue consejero de Felipe IV y de su hijo Carlos
II. Dice el censor que firmó las cartas dimisorias del “Devoto Peregrino”:
Este escrito enseña y entretiene. Enamora y
mueve la voluntad a la devoción. Servirá de espuela a los pasos de uno y a las
limosnas de otros. Sus líneas seducen al tiempo que nos sirven de matemáticas a
nuestra fe. Las propuestas y observaciones del santo itinerario no pueden ser
más edificantes.
Por su parte el autor agrega
de su cosecha en el exordio que lo escribió “para el desengaño de algunos y la
devoción de todos”. Recomienda al lector que, si busca curiosidades, no pase
adelante, pero que prosiga en buena hora si lo que desea es empaparse de piedad
y de fervor. El estilo es llano pero defluye con gran interés y está troceado
en catorce capítulos con un sumario topográfico de los “caminos, millas y pasos
que dio Cristo nuestro Señor, según lo que los evangelistas refieren”. Y
describen sin saltarse ni uno cada uno de los trancos. Algunos poco conocidos,
como la Iglesia del Pasmo en Cefora que es la ciudad de donde era oriunda María
o la devoción de Loreto que irradia de un hecho milagroso y sin precedentes en
la historia y es el traslado de un edificio con cimientos, paredes, platos,
escudillas, y hasta una pequeña alhacena donde la Virgen guardaba los trastillos
de cocinar y todo, por los aires, en manos de los ángeles el año de 1201
pontificando Nicolás IV. A diez de mayo, a la hora de romper el alba “apareció
esta casa donde vivía la Sda. Familia en Dalmacia, vulgarmente llamada
Esclavonia, en la diócesis de Modrusia, distante del Mar Adriático mil pasos
geométricos. Los naturales vieron la casa en forma de iglesia. Era de antiguas
pizarras de color olivastro sin pulimento y tenía una ventana y una puerta y el
techo estaba adornado de estrellas pero carecía de pavimento ni suelo. Un
canónigo de Tersato en su agonía vio el traslado del edificio por la guerra que
había en Palestina, y curó de su enfermedad incurable. Era muy devoto de
Nuestra Señora. Los condes de Tersato en Bosnia Herzegovina[v]
hicieron averiguaciones y notaron que faltaban las escudillas y un ángel se les
apareció diciendo que Bosnia Argentina y Croacia habían de caer en poder del
Turco. Un sábado de mayo de 1294, poco después de la reconquista por los
otomanos de San Juan de Acre, despareció de allí la casa y fue a dar en Ancona
y en la localidad de Loreto donde se guardan hasta hoy tan venerables
reliquias”. Loreto es una alegoría de la
Jerusalén espiritual que puede cambiar de sitio. No es un espacio físico sino
psíquico. Refiere fray Antonio el acontecimiento que tiene todos los visos de
un cuento de las Mil y Una Noches con objetividad pero sin apelaciones a la
cursilería y más por obligación que por devoción. Pero en Emaús donde estaba la
casa de Cleofás- esto es más creíble- había una iglesia muy buena “pero de un
tiempo a esta parte la han deshecho los moros”. La fe nada tiene que ver con la superchería o
con lo truculento. Así el pasaje en que narra con toda su sencillez franciscana
el primer baño que se dio en el Jordán.
“Después de
media noche tocaron a leva, nos levantamos y nos fuimos al Jordán a tres millas
de Jericó. Allí al reír el alba nos bautizamos unos a otros. Todos desnudos.
Algunos peregrinos cortaban bandas y juncos de la ribera para llevar a sus
padres. Otros escogían cantos rodados que por la margen abundan los canchales.
Aquí es donde subió Elías al cielo dejando su capa al profeta Eliseo”.
Nos informa que cuando
Cristo hizo la inmersión sobre el agua sagrada el río se dividió en dos ramales
por respeto a sus divinas carnes. El Jordán nace en Cesarea de Filipo.
La donosa semblanza que hace
de la problemática en torno a los Santos Lugares desde la caída de Jerusalén en
manos de Aladino a fines del XII para los cristianos divididos y alejados de
este epicentro de la fe como por una maldición bíblica (“pecados nuestros son”)
recobra una pavorosa actualidad transcurridos más de tres siglos. Ya no hay
templarios y los arbitrarios venales, corruptos, súbditos del Sultán han sido
reemplazados por los militares de Sharon.
Un hombre muy audaz y un general que conoce bien las reglas de la
estrategia psicológica y orquestó su golpe de mano contra la ribera de poniente
del Jordán de forma fría y calculadora. Pero ¿quién podrá cohonestar las
inmolaciones suicidas de los niños bomba? Bárbaros actos de tal laya no
contribuyen sino a quitar la razón a los que aparentemente la tienen. Oriente
Medio como consecuencia sigue sumido en una espiral de violencia. Este festival
de disparos se ha convertido en un
espectáculo. Más de cuarenta años en candelero. Casi los mismos con que
cuenta el estado de Israel. Bombas y
guerras. Operaciones y cadena de represalias. Esta locura nos dice que el mundo
está enfermo.
En otros tiempos semejante
tropelía hubiera suscitado en occidente una nueva llamada a la cruzada.
Mas, como digo, no hay
templarios. La gente se queda en su casa mirando cómodamente la guerra por
televisión y el copo judío contra el lugar donde supuestamente nació el
cristianismo les resbala. Una actitud que refleja la frivolidad, el cinismo y
la impotencia ante el cotidiano baño de sangre. El terrorismo no sirve más que
para hacer el caldo a los halcones del poderoso gabinete israelí. Están pasando
cosas inexplicables y paradójicas que convierten a los descendientes de los
gaseados en vigoleros de un ejército de represión y de ocupación.
Por tanto, no he podido
resistirme a la tentación de analizar la situación presente al trasluz de la
historia y enfrascarse en el enigma que entraña el mismo nombre de Jerusalén,
manzana de discordia de las tres religiones que en el nombre de Alá, de Adonai
o de Jesús el Cristo ha servido de pretexto para el desencadenamiento de
matanzas y de atropellos.
Y uno se siente abrumado por
la impresión de que no es Dios el que fracasa sino que somos los humanos omnicidas,
deletéreos, vengativos, que hemos tratado de crear y de invocar a un Dios a
nuestra imagen y semejanza. ¿Alguna vez Él nos podrá perdonar? Los
enfrentamientos causan bochorno pero son una repetición mutatis mutandis de la
situación que se vivía en tiempos de las Cruzadas y del dominio otomano durante
el siglo XVII.
Como invitación a la
reflexión, he incluido en esta glosa algunas observaciones de mi cosecha. Y
experiencias personales como fue la entrevista que tuve en Londres con Golda
Meir. Aquella impresionante mujer.
Pienso que de haber vivido unos años más hubiera corrido la triste suerte de su
ahijado político, Isaac Rabin. Golda era la cara amable y tierna del sionismo
laborista. Los que han venido después se muestran más intransigentes y actúan
de forma implacable y brutal. Todo desde ella se ha vuelto como más bronco. El
riesgo que corre Israel al asumir el papel de estado laboratorio del futuro es
convertirse en una sociedad elaborada en la probeta que a sus creadores se les
puede escapar de las manos.
Las viejas reliquias han
perdido el valor que se les concedía en centurias pasadas. Han hecho efecto las
pertinaces campañas para desacralizar la sociedad. Sin embargo, y, desceñidos
del cíngulo de las antiguas creencias carismáticas, lo que está aconteciendo en
Jerusalén puede ser un símbolo sintomático que prefigura un nuevo quid pro quo en las relaciones
internacionales y en los mismos estados de ánimo. Los experimentos, mejor que
con seres humanos, con gaseosa.
El cristianismo triunfó en
la era de los mártires cuando éstos se negaron a adorar al emperador y se
enfrentaron al imperio romano.
Ahora no se vislumbra ni de
lejos este ambiente de enfrentamiento con los poderes fácticos. Al contrario,
lo que hay son pactos y consensos en la trastienda.
El papa romano que en
realidad de verdad es el albacea de esas ínfulas imperiales que lo equiparaban
con un dios a ojos del vulgo en las dos orillas del Tíber, amén del Vicario de
Jesucristo en la tierra, ha mantenido un extraño sigilo al respecto. ¿Será
porque guiado del Espíritu Santo no ha querido molestar susceptibilidades en
las alturas porque en realidad de verdad condona la acción contra la basílica
donde supuestamente se esconden terroristas árabes?
Al correr de estos párrafos
el lector encontrará muchas interrogantes como ésta. Es que no me lo explico.
Pero me sorprende la
presencia heroica de esos frailes que han resistido numantinamente el cerco
haciendo valer uno de los principios sacrosantos de la Iglesia tradicional que
era el derecho de asilo. Son los representantes de la corriente mistagógica que
se centra en la concepción de la comunidad de creyentes o iniciados de los
misterios en un círculo (kirkos) espiritual y no en una condensación de adeptos
en una asamblea (ecclesia) como circunstancia material y física. Para la
primera de las acepciones es el espíritu lo importante sin cortapisas
canónicas, estatales o prejuicios y limitaciones de tiempo, lugar, género,
raza. La segunda, por contra, tiene un declinable sesgo político que mira más
hacia el accidente que hacia la esencia. Se trata de la parte sujeta a las
contingencias y avatares. No del todo
infalible.
Es lo que diferencia al
cristianismo primitivo de la capilla protestante o de la asamblea hebrea que no
consideran sus centros de reunión como morada eucarística de Dios o templo
sagrado. La iglesia se toma en la acepción de círculo divino. Ara fundamental.
Santo de los santos. Los judíos sólo tenían un templo pero fuera destruido. De
ahí su tendencia a ser raza errante y a cambiar de casa. La adoración no se
lleva a cabo en ningún lugar mágico, por decirlo así, sino que está en el
corazón del hombre. El templo judío copia concepciones extraídas de la antigua
mitología pagana. A la entrada del Partenón había un epígrafe que decía: “gnete
se autón” (conocete a ti mismo) lo que en Los Proverbios se interpreta como “El
temor de Dios es principio de
sabiduría”. Para ingresar en el recinto sagrado era menester quedar libre de
cualquier inmundicia. De ahí los complicados protocolos del ritual de
purificación. Y todos eran redondos dando la idea de centro, de círculo mágico.
Los templarios sustituyeron la basílica paleocristiana de planta de cruz por el
“tolos” místico de los griegos pero la Contrarreforma jesuítica volvió a poner
las cosas como al principio. El mito del eterno retorno. Es que allí donde
habita la divinidad está el trono y la esfera del tabernáculo, que en Templo de
Salomón era también redondo.
Esa es herencia gnóstica asimilada de los
griegos en su catarsis, y tal vez al catolicismo formal no le quede otra salida
que volver al desierto despojándose del aparato burocrático. Eso. O las catacumbas.
No quiere esto decir que el
espíritu divino siga operando de forma imperceptible a través de corrientes
subterráneas. La gracia tiene estos antojos caprichosos y prefiere ocultarse.
Es lo que se denomina silencio de Dios. Como si prefiriera el escondrijo de la
bodega que la luz de la azotea.
El kirkos condujo a los que
creían en el poder soteriológico de los objetos y lugares santificados por la
presencia de Jesucristo a los peregrinajes a Tierra Santa. Al culto a las
reliquias incoado por la madre de Constantino. A la expectación mesiánica por
la segunda venida y en parte a las revelaciones, no concretadas de santa
Brígida, abadesa del convento de Wadstan en Suecia, ya muy tardías pues son del
siglo XIV. A la catedrales como recintos irradiadores de la antigua χαρις (gracia)[vi].
Por eso los cabildos se pertrechan de reliquias, cuantas más mejor, para
convertirse en centro de atención de la ruta de las romerías medievales.
En el presente caso los
sucesores de este monje granadino que fue guardián del Convento del Sacromonte
de Sión y cantó la Pasión y ofició las misas de Nochebuena que en aquel recinto
por privilegio especial se celebran
entreaño me parecieron los verdaderos sucesores de ese espíritu
renovador y carismático que tiene la Iglesia esotérica en los momentos
difíciles y que demuestra que responden al entendimiento divino más que a la
voluntad humana.
La curia mientras estos
frailes menores aguantaban el fuego graneado de los blindados y de la
artillería de línea permanecía a la expectativa. Aunque el 10 de mayo del año
2002 fue levantado el cerco. Con la salida de los doscientos milicianos que se
habían atrincherado en el reducto la cristiandad parecía dar un respiro pero la
pasividad e impotencia con que se ha contemplado el episodio no deja de ser preocupante.
Unos por su propio pie y otros en parihuelas
fueron abandonando el lugar del copo.
Replegaronse las compañías de asalto y los informativos dieron cuenta de
un convenio rocambolesco entre la Cia, los saudíes, el gabinete Sharon y un
representante del Vaticano para conceder salvoconductos al exilio. El lugar ha
quedado destrozado. Los sitiados comían, bebían y hacían sus necesidades en el
presbiterio cerca de la Cueva de Belén. Vi a uno de los liberados prosternarse
y adorar a Alá y una panorámica de la nave central mostró las yacijas, botellas
de agua mineral y trozos de pan que les sirvieron de sustento. Era como una
obra de Ionesco. Más que el cerco a unas piedras sagradas estas cinco semanas
han sido el asedio judío a los textos de los cuatro evangelistas. Por la
antigua Efreta del profeta derruida por los bombardeos reiterados cundía la
carcajada terrible de la risa de Israel. Sin embargo allí estaban los
franciscanos que se han batido bien. Sin armas. Sin cañones ni metralletas Uzi.
Las Florecillas han sido su valladar frente al ímpetu satánico de los
asaltantes
No dan una últimamente. Encajan los goles de tal manera que incluso a
los de fe acérrima les hace vacilar esta sorprendente capacidad para el
compromiso y la prudencia exquisita, trufada de miramientos humanos y
considerandos, sobre los Siete Dones del Paráclito.
Desde luego, más que del
lado de los purpurados y de los revestidos de armiño el “neuma” pentescostal,
la “dinamia” o fuerza y el efluvio o aporrea que asiste a la Iglesia hasta las
postrimerías se derrama sobre el cordón y el hábito de brial pardo de los
herederos del Testamento de la Porciúncula.
La contemplación y análisis
de estos acontecimientos así como las claves en torno a Jerusalén que
pertenecen al hermetismo judaico me han llevado a la escritura de este texto
que tiene su cuota de novela, de ensayo con un poco de catilinaria y de
panegírico.
Vivimos tiempos en que la
ficción supera a la realidad y por ende vana pretensión sería escribir
siguiendo los preceptos de Boileau. El mundo gira sobre su órbita pero a veces
nos domina la impresión de que sus circumrrevoluciones van sin ton ni son.
No existe perístasis.
Tampoco unidad de tiempo y de espacio. He aquí por tanto esta entrega mía a la
buena de Dios en que se vuelve a hacer
hincapié en la obsesión moderna: la religión que divide. Cada etnia parece
empeñada en crear un dios a su propia imagen y semejante. La religión, no nos engañemos, viene a ser un
resabio patriótico, un vínculo de identificación nacional. Ese nexo es
espectacularmente vigoroso tanto en el monismo judaico como en el muslímico.
Las guerras de religión
pueden conducirnos a los campos de exterminio y el oficial que cubría la
retirada de los pobres frailes fugitivos con su cazadora con vueltas de piel de
cordero me recordaba a los oficiales SS y los tanques apostados en un callejón
recordaban a los de la Wehrmacht con sólo sustituir la enseña gamada por el
broquel davídico que llevaban pegados a los rastrales.
En lo alto de la torreta y
guardandole las espaldas al automedonte ondeaba la bandera albiceleste.
Del Castillo cuenta cómo los
mamelucos les pedían exorbitadas sumas de dinero, alcabalas de viento y otras
exacciones variopintas por residir en la Ciudad de los Profetas. A veces
asaltaban el convento sin otra mira que beberles el vino de consumir. Se emborrachaban y perseguían a los frailes
transgrediendo la clausura por patios y celdas del convento.
Ahora es el polvo de la
metralla sionista.
No sé si al hablar tan
espontáneamente y contar la verdad de esta novela sin perístasis y al allá que
te ve habré hecho oposiciones a casarme con la viuda como dicen los franceses
de los suicidas y de los candidatos a la corbata de hierro. Literariamente se
entiende. Por supuesto. Pero conviene la provocación a estos tiempos recios
cuando los mansuetos de la pela y la fama empuñan la pluma con tanta
servidumbre. Si no te abates ni rebajas a los que ellos dicen serás expulsado
de la tierra de promisión. Nunca hubo en el mundo tantos propagandistas.
Mi fe se ve amenazada por la
colusión de una serie de entramados que responden a un plan de globalización
totalizadora. Mi pluma denuncia estos atropellos con el mismo tesón con que
Antonio del Castillo se dirigía a los monarcas de occidente para que
postergaran sus rencillas y acudieran al rescate de los santos lugares.
Que el Cenáculo donde se
fundó la eucaristía estuviese convertido en un muladar a los propios turcos no
les cabía en la cabeza. Ni al autor del “Devoto Peregrino” que se devana en la
transmisión de cartas y mensajes a Felipe IV y a Carlos II, al papa, al rey
francés, para que devuelvan el decoro a estos enclaves bíblicos.
En su lucha el blanco armiño
hace frente al negro escorpión y, por los vislumbres, todo apunta a una
victoria del arácnido sobre el mustélido. El escorpión tiene la ventaja de que
mata con la cola y el roedor es demasiado narciso para mancharse su reluciente piel de barro y sangre. Luego
le falta la proverbial insolencia de su contrincante. En los capiteles historiados del románico,
verdadera pedagogía religiosa para un pueblo que no sabía leer, se solía
representar al pueblo hebreo como el escorpión. El blanco armiño, ese que vemos
en los mantos regalados de los monarcas y en la esclavina de los papas,
representaba al príncipe cristiano.
Esta periégesis topográfica
y casi reticular de los sitios en los que vivió Jesús, datada de mediados del
XVII, mantiene una actualidad eximia en el albor del XXI. En Ramala el cuartel
general de Yasser Arafat, por ejemplo, nos dice su autor se veneraba la cabeza
de san Jorge que estuvo custodiada por los caballeros de Montesa. Y todas las
caravanas emprendían la marcha hacia el oriente extremo desde Gaza, un
toponímico que resuena a todas las horas en los telediarios. Le sorprende la
inactividad de los musulmanes, la visita a ciudades superpobladas como el Cairo
de la que dijo que tenía - quizás fuera hipérbole- cuarenta mil mezquitas y que
en la calle siempre hay gente desocupada día y noche. Observa el gusto de los
partidarios del profeta por ir descalzos y hasta desnudos. Pero siempre tapan
la cabeza. Y a sus mujeres nunca se las ve. Deben de estar demasiado ocupadas
en parir “pues son raza fecundísima y salaz puesto que rinden culto a Venus a
la que dedican culto y así los viernes son para ellos disantos”. Da cuenta de
las profanaciones y arbitrariedades de los turcos cuyas reacciones eran
imprevisibles y tan pronto podían mostrarse cordiales como asesinos. En el
convento de san Jeremías entraron una noche y mataron a todos los frailes.
Estas referencias del ayer en el presente son de una perentoriedad portentosa
que invita a la reflexión cuando las tres religiones monoteistas se disputan
unas piedras, los brocales de unos cuantos pozos, las hiladas del templo
salomónico o los farallones de las construcciones constantinianas. Uno acaba
preguntándose sobre las incompatibilidades étnicas o las convicciones de esta
peculiar filiación que hace que cada una de ellas se halle en posesión de la
verdad. Y las reclamaciones al maestro armero. Jerusalén dista de ser como la
vieron los profetas: la fuente sellada, el “hortus conclussus” al pie de la
Puerta Speciosa, de la que habla Ezequiel en una de sus visiones.
Podrán vivir juntos pero no
revueltos. Las hazañas bélicas que tienen por teatro de operaciones la patria
de Nuestro Señor hacen mover con tristeza la cabeza a los ilusos que creían que
lo de las Tres Culturas era factible y se quedaban en éxtasis mirando para
Toledo. A santo Dominguito del Val, a san Pelayo y a san Pedro Arbués, cuyas
beatitudes parecen descabalgadas, les dieron ración doblada de tres culturas.
Sus martirios fueron testimonio elocuente de su actitud aunque los que borran
la memoria se esfuercen por poner sus nombres fuera de catálogo.
Juntos pero no revueltos. Ya
me parecía a mí.
Todas estas movidas por otra
parte recuerdan algunas variables del apocalipsis y es preciso tener en cuenta
que de esas mociones quiliastas se desencadenó la ruina del imperio romano a
instancias de las predicaciones apostólicas. Fueron la puntilla de los cesares.
En la actualidad la Iglesia
ante los nuevos amos agacha la cerviz. La jerarquía a muchos nos está dejando
más solos que a Romero Robledo. Los que seguimos en la persuasión de que al
pontífice reinante le han entrado pujos consensuales a lo Adolfo Suárez y no le
importa firmar el acta de defunción de la institución que él preside. ¿A cambio
de qué?
Para encontrar la verdad y
no las hipótesis nos hemos enfrascado en la confección de este manuscrito que
no nos disgustaría que fuera libelo, novela, o panfleto con tal de ensalzar al
divino JHS. Aunque no por eso nos vamos a poner de los nervios. Los predicables
que lluevan sobre mi testa, o lo que digan los que están en la pomada poco me
preocupa. El Maestro políticamente fue incorrecto. Eso que no les quepa la menor
duda a sus asesinos. Lo crucificaron precisamente por eso. Por ir contra
corriente. Aunque, por fortuna, sigue
contando con seguidores. En los lugares más dispares e insospechados a lo que se ve. Mientras que los que tenían
que defenderle no se atreven a decir esta boca es mía. La época de los mártires
ha pasado y ya sólo se lleva y se cultiva la especie de los supervivientes.
El cristianismo fue
desalojado de Palestina porque la religión se mezcló con la política. El drama
parece que se repite pero desde 1190 hasta 1947 el problema fueron los árabes.
Para hacer frente a su persecución la Iglesia Romana tuvo allí una liturgia
autóctona y un motu propio en la que se podían celebrar los ritos de Semana
Santa y de la Natividad todos los días del año convirtiendo a Belén en un
perenne villancico y a Jerusalén en un Oficio de Tinieblas ininterrumpidos.
De ello es un ejemplo la
oración expiatoria que solían proferir los franciscanos, con dispensa papal, al
final de la misa, aunque no la decían en árabe, como los templarios, sino en
latín. Se llamaba Oratio contra Turcas y decía así:
Señor, Dios,
que manifiestas tu omnipotencia perdonando y mostrando clemencia a los que te
ofenden, hemos pecado y nuestra conducta fue improcedente para contigo.
Multiplica, sin embargo, tu misericordia. Mira el oprobio de los cristianos.
Esta tierra santa la cual a través la predicación de tu Hijo fue iluminada y
adornada con muchas gracias y especiales. Que guarda los vestigios de sus
pasos. Y ahora yace opresa. Santificada con la preciocísima sangre del Redentor
ahora ha sido entregada al extranjero. Los criados mandan y dominan en la casa
del Señor. Las piedras del santuario aparecen derribadas. Pero Tú eres el Dios
de todos y no hay nada ni nadie que resista a tu majestad. Perdona, Señor,
perdona a tu pueblo, y no des tu heredad a la deshonra para que los agarenos
nos dominen. Convierte nuestro luto en gaudio y devuelve Jerusalén a su
Señor el Santo, el Fuerte, el Inmortal.
Defiendenos de los peligros y vuelve a tu redil a los infieles. Amen.
Esta plegaria también se
rezaba todos los días en el Monte Athos. Con las letanías y el Trisagio de san
Atanasio.
Uno de los aspectos menos
positivos del libro - y dada la coyuntura histórica en que vivió su autor no
podía ser de otra manera- es la poca consideración que le merecen a este monje
latino los cismáticos y ortodoxos. Quizás sea un prejuicio que arranca de las
Cruzadas del que tengamos tal vez que arrepentirnos. Porque los griegos son en
definitiva los guardianes de la pureza de la sagrada fe, los propulsores del
monacato y la devoción a las reliquias que compartieron los trabajos y
tribulaciones que los franciscanos mismos llevan sobre los hombros.
Esta mañana, 10 de mayo del
2002 cuando la televisión daba la noticia de la salida de los sitiados que
llevaban encerrados en la basílica desde el 2 de abril, hubo un detalle que me
inquietó. Al abandonar el atrio uno de los moros liberados en el mismo patio se
prosternó en azalá e hizo la adoración de Alá olvidándose del Dios cristiano.
Luego dirigiendose a la cámara con los dedos de la mano derecha, índice y
anular, realizó el signo de la victoria, lo mismo que los refugiados
indocumentados que cruzan el Estrecho cuando les detiene la Guardia Civil.
Detrás quedaba una iglesia
profanada por la soldadesca genízara y llena de inmundicias de un centenar de
activistas de grupos radicales que lo convirtieron en su campamento y
hospital. La gruta de Belén volvía a ser
el muladar de la primera noche de nuestra era. Pero en este lugar se posó la
estrella. No hay que perder de vista tal considerando. Quizás se avecinen días
de desolación pero la religión del Salvador saldrá a flote frente al fanatismo
y la intemperancia de otras convicciones. El Guardian de este convento anunció
que tendrían que purificar la cuna del Redentor. ¡Y tanto!
Antonio Parra
JERUSALÉN: UN CORAZÓN PARTIDO EN TRES
1Las noticias
de la guerra entre hebreos y palestinos se suceden a un ritmo de vértigo y mi
corazón está dividido hoy en tres. No es que viva en la nube del no saber y el
no entender. Es que todo rezuma a misterio. La actualidad se ha embarrancado en
un callejón sin salida. Un abismo de profundidades insondables se hiende
dejando a cada lado dos bandos, dos trincheras, dos formas de ver la vida. Los
altos montes de la incomprensión se miran unos a otros desafiantes mientras por
el lecho del valle corre un río surto en medio del pando encajonado, cuyas
aguas llevan sangre. Resulta imposible mantener la cabeza al pairo de las
pasiones que concita todo conflicto armado. Mi alma y mi amor están por ti,
Jerusalén, un nombre de plegaria, musitado tantas veces y que ahora se
convierte en marasmo de zozobras. La semántica de este topónimo se ha
convertido en un sarcasmo. No es la ciudad de la paz la que se alza en aquel
barbecho de Judea sino de la guerra. Surge el recuerdo de los memoriales de
Flavio Josefo y los que aducen que siempre fue así. Porque el ser humano es
conflictivo y ha hecho de la noción de la divinidad un concepto bélico. ¿Siempre
fue así?
¿Guerra de religiones o
duelo de intereses políticos que deparan encontronazos? ¿Se invoca a Adonai y a
Alá para blandir la espada? Un rabino de Lisboa a tal respecto decía ayer que
son los motivos económicos y las miras geo-estrategias al amparo de pretextos
históricos el elemento desencadenante: la recuperación de unos territorios que
pertenecían a los hijos de Moisés antes de nuestra era aunque para ello tengan
que desalojar a un pueblo de origen beduino allí establecido desde el principio
de la primera Hégira. No hay que meter a Dios sino a ciertos dioses de la
sinrazón, la codicia, y la soberbia humana en este compromiso. Ariel Sharon ha
lanzado a sus tropas blindadas a la reconquista de la ribera derecha del
Jordán. Quiere construir el “Eretz Israel”. Un sueño de grandeza sionista donde
sólo se hable hebreo. “Yeber ibrit”*. El gran estado bíblico. Sus pretensiones
y alegatos cimentados sobre un soporte mesiánico a unos les suena a
exorbitancia mientras otros, los más fuertes, los que tienen la sartén por el
mango del dinero, el gran aparato de propaganda con base en la difusión
instantánea, la algoritmia del cálculo monetario y de la expresión cibernética,
aplauden la arrolladora incursión en Cisjordania de los carros de combate,
desplazándose airosamente por las callejas de las villas y ciudades palestinas,
que llevan estampados en la cureña y en el peto la Estrella de David, y
arrollando todo lo que encuentran a su paso. Luego llevan las excavadoras y
hacen su trabajo de demolición, de acuerdo con la tradición de la venganza
bíblica de arrasar de sal las tierras del enemigo y echar al suelo las paredes
de sus moradas.
Es un impresionante
ejército, apercibido y entrenado durante estos años de atrás para la guerra de
guerrillas. Tanto como para la ocupación.
Ínterin, la mitad de las fuerzas armadas de
otros países de la zona y de la misma Europa eran licenciadas o simplemente
desmanteladas, un error que podemos pagar bastante caro y que uno en su
modestia de periodista y de observador imparcial vino denunciando con la voz
que clamaba en el desierto. Hoy la honda del niño pastor de Judea se ha
convertido en imbatible potencia nuclear y guerrera. Se consuma así el sueño de
grandeza que albergaba aquel periodista vienés, Teodoro Herzl, que murió tuberculoso.
Al igual que su augurio profético que glosando el canto del Magníficat
afirmaba, categórico en 1905, que la nación hebrea se convertiría en el centro
de atención del mundo. No sólo el eje
sobre el que gira toda la política internacional sino que también por allí
todos los problemas y dolores del mundo. Es como una pesadilla que no cesa. ¿La
llama del fuego sagrado? ¿Los coletazos de la acción directa y del terrorismo
puro y duro que precedió a los dolores de parto del nacimiento del pequeño estado?
¿Apocalipsis now o el inicio de una nueva era?
Mi corazón está dividido y
el aire que respiro llega cargado de amenazas, mientras contemplo al primer
ministro Sharon, gordo como yo y con unos ojos profundos que me recuerdan a los
de mi abuelo, defender su intervención manu militari- el pretexto es el
terrorismo y ahí no le falta su razón al ir contra los niños y adolescentes
bomba o a la caza de los pilotos que se hicieron dardo volador- en un inglés
vacilante y con errores, la voz insegura y el aspecto cansado, pero el tenor
firme. Ha lanzado a sus tropas de elite a la busca y captura de lo que ellos
consideran terroristas en sus propias madrigueras. Todos sabemos quien va a
ganar esta guerra. Palabra de militar. Un halcón en el gobierno. La verdad nunca
debiera ser hija de asentamientos afectivos o inclinaciones personales. Mis
simpatías hacia el “gordinflas” de Jerusalén al que llaman el carnicero de
Sabra y Chatila no le hacen por eso menos aborrecible. Su política de
exterminio de sus vecinos levantinos lo equipara con Hitler.
Por otra parte, ahí están
las imágenes de la pira de muertos, ocultos en camiones frigoríficos o
enterrados de mala manera en osarios multitudinarios, y de la destrucción
pavorosa de Ramala, Belén, Naín, Nazaret, nombres sagrados para los creyentes
de la tres religiones. Nazaret, aparte de ser la cuna del Hijo del Carpintero
era, en la ruta de Esdrelón, el lugar de paso de las legiones romanas en ruta
hacia Siria y Arabia. Los cipos del amillaramiento de la calzada que lo partía
en dos están teñidos de la sangre de los esenios que formaron partidas en
tiempo de Tiberio para hacer frente al invasor. Era el punto neurálgico del
sentir nacionalista fomentado por una secta de judíos enfrentados a los
fariseos y a los sacerdotes que se llamaban los esenios. Esenio era Juan el
Bautista primo carnal de Jesús. Lo mismo que José. Y que Elías, Eliseo y
Jeremías. No bebían ni vino ni sidra ni se manchaban con el trato torpe con
mujeres. Carecían de parentela y llevaban los cabellos largos. Vestían de
morado que era el color de la luctuosa penitencia. Todo aquello empezó en
Nazaret. Su posición estratégica convirtió a esta ciudad, una de las más
antiguas de la humanidad, en una de las mansiones o puntos de recalada de las
caravanas que hacían la ruta de la seda. Comercio y guerra van de consuno. Si
se liga todo esto con religión, tendremos una buena bomba de relojería.
Contrariamente a la noción que se tenía dellos, los judíos son un pueblo
guerrero, uno de los primeros que introdujo el servicio militar a los veinte
años, y de buenos agricultores. La
dispersión les hizo banqueros, tablajeros y tratantes pero su verdadero talante
no pertenece a Mercurio sino a Hera. Hasta hace poco era un paisaje sin bosques
pero el esfuerzo pionero de los fundadores está consiguiendo la transformación
de un yermo en vergel. Están transformando, verbigracia, las riberas del Lago
de Genesaret, un mar azul, en forma de sillico[vii]
que ocupa el óculo de un valle. Más que a la meditación invita al placer.
Cafarnaúm era un balneario y Magdala un gran casino para los romanos donde
practicaban su deporte nacional: los naipes y los dados. Todo lo que era
aleatorio y supersticioso. Paganos en definitiva pero no tan crueles como los
que convierten a la religión en casus belli. El evangelio de Marcos habla de la
escuadra de demonios que ingresan en el cuerpo de la piara y se precipitan
sobre los altos y ariscos acantilados del mar de Genesaret. Al hacer aquel
milagro acaso Jesús se estaba refiriendo a las generaciones que vienen.
Levantando el dedo contra los endemoniados de todos los siglos. Se ven desde
allí las cumbres del Tabor o Carmelo donde un cruzado desengañado por nombre
Bertoldo fundó la primera comunidad cenobítica. En esto llegaron los
carmelitas. Los echaron en el nombre de Alá. Como tantas veces en aquella
tierra llamada tierra sagrada. Se invoca el nombre de Dios para hacer negocios
o para desenvainar la lanza.
El padre Abrahán debe de revolverse incómodo a
estas horas en su tumba. El vulto aparente de un genocidio consumado ante la
indiferencia, el horror y la impotencia de muchos a los que el nombre de estos
sagrados lugares nunca debiera dejar impávidos.
Si Ariel Sharon -nombre de
arcángel exterminador y apellido de vergel- representa la congruencia, la
determinación, el valor, la audacia y la falta de miramientos a la hora de
actuar del poderoso, Arafat con ese gorro de beduino tan histriónico y que
recuerda el atuendo frigio de los Sans culotes, paño de lágrimas,
reivindicaciones y movidas libertarias de todos estos años de atrás, nunca fue
santo de mi devoción. Sus enemigos lo acusan de invertido sodomita y hay por lo
visto unas fotos tomadas en un hotel de Bucarest que podrían probarlo. Está
vivo gracias al Mossad y acaso, mira tú por donde, sea uno de sus agentes más
distinguidos. Nadie lo nota y eso es el mejor aval para un espía. Nunca me
pareció un moro al que se le podía comprar el trigal. Lleva razón en algunos de
sus postulados. Ciertamente es una injusticia el hostigamiento y desalojo al
que se ve sometido su pueblo, victima del expansionismo sionista y de esos
gritos de algunos ultra ortodoxos que recuerdan al Dios lo quiere de Pedro el
Eremita hace nueve siglos, lema de las tan denostadas cruzadas que nos
depararon las guerras de religión de toda la edad media. Resulta que tanto
Teodoro Herzl como Eliezer Ben Yehuda, los padres del estado judío, junto con
Ben Gurion, todos ellos periodistas, animan el mismo propósito que buscaban
Bernardo de Claraval y Ricardo Corazón de León cuando predicaron la reconquista
del Santo Sepulcro y cabalgaron aguas abajo del Danubio a la búsqueda del Santo
Grial. El Dios lo quiere y volvamos a la tierra de nuestros padres son dos
epígrafes que se compadecen al unísono. Cuidado. Quererse o creerse intérpretes
y depositarios de la voluntad del Altísimo siempre condujo a cruentas
estacadas, como demuestra la experiencia secular. Por otra parte, según un autor ruso, en estos
tiempos que corren, el diablo se ha hecho periodista. Cierto que el periodismo,
ejercido en libertad, es alma del progreso y un vector de adelantamiento para
las masas irredentos pero puede convertirse en el canto del cuco y en la voz de
su amo, si rinde vasallaje al comercio.
¿Es de fiar Arafat sin embargo? ¿No habrá
estado actuando de cimbel y de comparsas a juego de ciertos intereses de grupo
que no dan la cara? Los propios judíos,
sus enemigos implacables, lo tienen cercado en su residencia de Ramala
habiendole perdonado la vida. Eliminarlo sería tan contraproducente como matar
a la gallina de los huevos de oro. Es la norma de los últimos tiempos para el
poderoso que para justificar sus andanzas y hazañas bélicas ha de tener un
adversario más o menos cualificado. Uno de los cargos que le arguyen al
palestino es haber estado en la nómina
de colaboradores de la CIA. De ser así la tramoya de desta tragedia a dos
bandos sería un burdo montaje a cargo de los que quieren mantener viva la llama
del fuego sagrado. El sistema para seguir funcionando necesita encontrarse con
un enemigo que le haga la cama y la cuña y sirva de cimbel para probar la
contundencia de sus golpes. La provocación es la “mathesis”[viii]
del mundo moderno. Una forma de intimidación. Para tener las mentes controladas
y a la gente atrapada por el cuello.
El rabino de Lisboa que
menciono al dirigir la plegaria conjunta de las tres religiones monoteístas por
la paz hacía una exposición muy peculiar de la crisis aseverando que más que de
una guerra religiosa lo que está sucediendo en Palestina es un choque de matiz
político. Parece ser que vuelven a darse discrepancias entre los dos brazos del
crecal mosaico que escindió a las trece tribus en askenazíes y sefardíes. Estos
últimos han convivido con el Islam y han colaborado fuerte por lo que se
muestran críticos a la acción emprendida por la otra rama dominante, que
procede de la diáspora de la Europa oriental, y que no son sabras
mayoritariamente integrados del todo en el nuevo estado hebreo. Hablan de un
Israel sin territorios construídos en el corazón de los que profesan la fe
mosaica.
Ni entro ni salgo en los
postulados del pápaz lisboeta en su intento por la coexistencia pacífica de los
miembros de los otros creyentes confesos de la Cruz y la Media Luna. El logro
de esa meta pese a su nobleza de miras únicamente cosechara frutos ruines. Una
cosa son las intenciones. Otra, los resultados. Consciente de que el ruido de
los tanques contra Palestina metió en erupción volcanes de indignación en todo
el mundo, hizo una llamada contra el antisemitismo y el racismo.
A todo esto lo que más
sorprende ha sido el mutismo del Vaticano y la falta de reacciones ante los
atropellos cometidos en el cerco a la basílica de la Natividad de Belén, cuna
de la fe y una de los primeros templos cristianos, entre los más de quinientos
que en Tierra Santa mandase labrar Santa Helena, la madre del emperador
Constantino, y de los que por desgracia no quedan más que ruinas.
¿Es este silencio un mea
culpa? ¿Un síntoma de debilidad? ¿O es una muestra de que Roma se ha dado por
vencida y cohonesta las aspiraciones expansionistas del nuevo Josué que mandó
plantar cerco y cañonear sin escrúpulos a uno de los bastiones de nuestro credo
que ha venido siendo custodiado por los hijos de san Francisco desde el año
1205? Todos los santos reformadores de la SRI desde Ignacio de Loyola a Charles
de Foucauld pasando por el mencionado Francisco el cual asistió a la toma de
San Juan de Acre y fue testigo del sacomano y excesos cruzados en Spadeta,
fueron a prosternarse ante el Santo Sepulcro. De alguna manera estos conatos de
recuperar la Jerusalén física han fracasado. ¿Estará Dios enojado con nosotros?
En este enojo divino
pensaban los judíos pero la deuda debió de quedar saldada hace poco. Hasta el
Vaticano II y los augurios proféticos de Teodoro Herzl.
Mi corazón está dividido
ante el nuevo furor apocalíptico. Los hechos y los datos objetivos pugnan con
mis sueños de adorador de la Cruz. Acaso piense con el rabino de Lisboa que lo
mejor que conviene en estos casos es una huida hacia adentro. Hacer de tripas
corazón. Ingresar en mis recintos y tratar de construir el reino de Israel en
el interior de mi corazón, para no caer en la diabólica tentación de la cólera,
el antisemitismo barriobajero y la desesperación. Los mitos deforman la
historia y corren por el espíritu de los pueblos a causa de un extraño fenómeno
que yo contemplo y que me persuado de su certidumbre cuando mira para la cara
numismática y la palabra en acción del jaque Arzalluz. Eso se llama en
filosofía histórica “the overblown ego”[ix].
Todos sabemos que el montaje del gran sistema esconde un poder oculto. Nunca te
mostrará las cartas. La fuerza de los más canallas reside en el embuste. Lo
importante es tener ferrocarril, vías de acceso. Más que saber hacer o ciencia
infusa, construir. Se acabó el discurso especulativo. El overblown ego todo lo
acapara. Si los legisladores romanos se negaron a otorgar capacidad jurídica a
la mujer el nuevo statu quo nacido de la revolución rusa, del psicoanálisis y
de los movimientos ad lib de los sesenta que hizo cundir por las aulas el grito
de fuera sostenes y prometió un paraíso de libertades a las muchachas púberes
canéforas que acudían a las manifestaciones y tenidas con las bragas en la
mano, como un estandarte de rebelión, las guerras constreñidas a una zona vital
del mapa estratégico de los noventa, las nuevas desamortizaciones y
encadenamientos de la jerarquía eclesial, la robotización, la inter
culturización y la globalización totalizadora de los noventa, abocaron a un
precipicio mesiánico sobre el cual nos columpiamos ahora mismo. La nube parlante
del ojo que todo lo ve, del Baffamot moderno, acerca a la humanidad a la
quimera. Se acabó el tiempo de los fusiles, hay aviones capaz de soltar cinco
mil bombas por minuto desde su panza. Trubia, lo percibo a la que el tren cruza
el ameno valle del Nalón donde hay sitios tan empapados de historia de España
como el predio de San Pedro de Nora, se acabó. Es un pueblo fantasma. Sobre las
techumbres de los hangares de la fábrica de armas crece la parietaria y el
bromo del silencio que todo lo embalsama, el cardo borriquero de la ignorancia,
la festuca del olvido. Meted la espada en su vaina. El apóstol que cortó la
oreja a Malco lo hizo recalcitrante pero sus hermanos de raza no siguieron el
consejo del sumiso discípulo. Están desenvainandola constantemente y con el
riesgo que ello comporta. Ahora las bombas van dirigidas por láser. El piloto
las dispara y se olvida, certero de haber conseguido su blanco. Eso es el gran
triunfo mesiánico de Israel, que cuenta con las mejores fuerzas armadas, la
mayor capacidad estratégica, y su tremante voz en los periódicos y cadenas
televisivas mundiales que han dado en la diana. La ingeniería genética por otra
parte conducirá a la selección y mejora de la raza humana. Siempre se buscó el
superhombre del cual hablaba Nietzsche. Estamos a dos pasos de recabar ese
objetivo. Nos la han metido doblado. El mundo al que pertenezco y desde el cual
escribo lo han convertido en una antigualla. Ved y compadeceos pues el planto y
la desolación profética del que esto escribe. Nos han vendido monedas falsas.
Por ejemplo, lo del telón de acero. Nunca hubo telón de acero. No era más que
una cortina de humo para separar dos mundo. La teología del holocausto ha
venido a sustituir la oposición de los bloques que se hacían la guerra fría por
arriba mientras se entendían bajo cuerda por abajo. Estoy tan pasado de moda
como los convencionalismos numismáticos de la vexilología o tratados de
heráldica pero aquí sigo con mi escudo en campo de sinople, mamposteado de
azur. A ratos tengo que hacer el oficio de aprendiz de brujo. Los suspiros me
conducen a Jerusalén. Allí está mi reclamo. Un sorguín mal encarado me hace
guiños. Quiere que equivoque el camino. El alcohol de forma casual e
intempestiva me hizo bajar a los infiernos. Ahí he pagado tributo a la
mentalidad de mi generación que ha visto bailar a los vampiros en noches de
luna llena. El pasado mío me inspira cierta repulsión y el porvenir miedo.
Perseguido por el infortunio, aguanto los chaparrones con espaldas de acero y
habito una ciudad que es vivero de signos. Cada vez hay más maricones. Hacen
grandes manifestaciones y desfiles rococó por la fiesta de san Pelayo, uno de
los pocos mártires sodomizados por los moros de los que guardan memoria los
anales y desde que Hardy Benjamín - otro judío - incorporó el término
transexual a los diccionarios la cosa va a más, querido público, que cada vez
hay más personal saliendo del armario. Nuestro morral casuístico se va llenando
de fantasías. Cosas veredes. ¿Qué sentido de faro de fe puede tener Jerusalén
en estos instantes cuando hay tanto malo que nos llega de allí? Los verbos
siguen sonando incómodos para afrontar las nuevas situaciones, o no llegan y se
quedan cortos o trascienden el objetivo, suenan alto pero parece que quieren
decir poco.
En días de tripulación “non
fagas” mudanza, aconsejaba Iñigo de Loyola. Hay dos terminologías para definir
el concepto Iglesia. Uno como asamblea material(ecclesia) y otro como círculo
(kirkos con que en griego se denomina al halcón que vuela trazando círculos). Esta
acepción, más espiritual -son muchas vueltas las que han de dar las almas hasta
alcanzar la perfección- me parece de mayor empaque. El círculo de los creyentes
se remonta hacia vuelos más tendidos alzándose sobre la tierra. Esta es la
Iglesia esotérica en la que yo creo. Está más en el pensamiento y en los libros
que en las piedras y en los arcos. Define mejor a la Ciudad de Dios que
describe san Agustín y es la que saldrá triunfante de los debates. Los
católicos carecemos de esa fuerza del libro, lo que nos sitúa en desventaja
contra las otras dos religiones que emanaron de la simiente de Abrahán: Torá y
Corán. Ese “kirkos” lo abarcará todo en su alzado vuelo. A los unos y a los
otros. Por ese concepto podremos comprender a los que se rigen por el canon de
Moisés y de Alá. No conviene perder de vista que nuestras fuentes, tanto las
muslímicas como las cristianas, son una versión de las enseñanzas del Libro de
los Libros, confiadas a los hebreos, incluso no hay texto tan judío como El
Apocalipsis. Es pensamiento y poesía hebrea en estado químicamente puro. ¿Cómo
reunir a los tres credos? Mi respuesta viene a ser a través de esa Iglesia del
Círculo pero sin perder de vista que las pasiones ciegan a los hombres y que el
seductor ronda al acecho igual que el león hambriento. Así pues, para entender
el futuro debemos alzarnos de la realidad que nos circunda. De la obsesión
sionista, de la intemperancia sarracena o un catolicismo belicista.
Esta resignación a los
hechos consumados no estorba reconocer la existencia de una verdadera campaña
anticristiana. Se trata de un humo invisible cuya acción sólo detectan aquellos
que tenemos los globos oculares algo delicados y la sensibilidad a flor de
piel. La denuncia de la presencia de
este humo que no es precisamente de incensario nos convierte a cuantos la
formulamos en aguafiestas y melindrosos. Viene la sinusitis y es lo que pasa.
Que te llora el lagrimal y es como su tuvieses tierra entre los ojos. Eres un
loco. No vives en la realidad. Y todas esas cosas que te dicen.
Por lo visto, la realidad en
nuestros días no es plana sino poliédrica y la verdad cabal constituye la suma
de todas las verdades parciales. El trompo da vueltas y más vueltas hasta
alcanzar el infinito. Siempre fue igual. Haz el favor de callarte. No retruques. Obediencia de cadáver. Sumisión
al jefe. ¡Firmes!
Pero hay falta de
sindéresis. La visión de esos franciscanos sacados a la fuerza de los santos
lugares, así como el Cenáculo convertido en mezquita, me llena de espanto.
Pienso que Sharon ha conseguido lo que nadie, cargarse el culto a las
reliquias. Todo empezó el año 2000 con una película, The Body, en la cual
trabajaba Antonio Banderas y cuyo mensaje venía a ceñirse a una conclusión: que
no hubo resurrección, ni cuerpos santos. Que todo lo que han predicado los
curas durante veinte siglos no es más que un disparate. Allí no hay nada. El síndrome de la tumba
vacía. La entelequia. Las retóricas de los salmos y de los himnos. La
espectacularidad de una religión que es pisto o caldereta de viejas creencias
judías y paganas solemnizado por el ritual de los antiguos misterios órficos y
de los ensambles eleusinos. Leyendas y mitos. Tergiversaciones e
interpolaciones. Pensamientos que convergen y divergen. Plegarias y turíbulos.
Atónito y estremecido,
asistí al pase de esa cinta. Por toda la sala de proyección resonaban los ecos
de las carcajadas de Israel. Esta risa de Israel que nos ridiculiza se basa en
hecho aparentemente ciertos. Y es temible porque proviene de la piedad hebrea,
tan cargada de misticismo, y que se ha pasado siglos y más siglos estudiando la
palabra de Dios. Ellos saben cosas que nos están ocultas a nosotros los
profanos cristianos, los “goy” como ellos nos llaman basandose en nuestras
costumbres y nuestras divisiones. El cristianismo nunca fue un elemento unido.
El judaísmo, sí. No es un yo histórico sino un nosotros que salta a la palestra
cuando hablas con cualquier judío ¿Quién tiene la última palabra? Nadie en el
Vaticano, por el momento, descompuso el gesto ni protestó ante el ultraje con
visos de sacrilegio. El pretexto del gobierno ha sido que allí entre los
frailes se esconden terroristas. ¿Qué fue del derecho de asilo? En la edad
media los muros de los templos cristianos eran inviolables. Los mismos judíos
disfrutaron de fuero y derecho de acogida en determinados recintos sagrados de
Castilla como es el de Santiago de Villadiego. Allí se salvaron incontables con
motivo de los desmanes acaecidos en la aljama de Burgos en 1398. Se les acusaba
de insidiosos a favor de don Pedro el Cruel y de usureros. Dentro de los muros
del recinto en cuestión que sigue siendo una de las estaciones del camino
jacobeo en las actualidad recibieron salvoconducto para huir a otras juderías,
más apaciguadas como la de Segovia o la de Medina donde no había disturbios.
Esta granjería se les deniega a los palestinos. Y en Roma dieron la callada por respuesta
mientras un pontífice babeante y senil que resiste a dejar vacante el solio
daba a entender que no se puede poner a Dios como bandera de litigio de los
intereses humanos. Eso es tanto como el todo y la nada, subirse a las barbas de
la razón o escaparse por la tangente olvidandose que el cristianismo, como dejó
patente con su vida y con su obra el beato Ramón Lulio, es un compromiso con la
evidencia. No metamos a Dios en nuestras batallitas y lucros o medros
personales. No se puede sacar la espada en nombre del Todopoderoso pero el
zionismo y los adictos al corán no hacen otra cosa. Tenemos que ser buenos. No
se puede hacer la guerra alzando como pendón de batalla su santo nombre. Lo
cual es verdad pertinentísima y congruente. Solamente si los otros hicieran lo
mismo y decidieran convertir las espadas en rejas siguiendo el consejo de
Isaías. ¡Qué va! Voces en el estado hebreo se alzaron diciendo que el
cristianismo no tiene nada que hacer. Que es una cuestión entre Mahoma y
Moisés. Al Nazareno hay que dejarlo a un lado. No hubo protestas donde las tuvo
que haber. Y esto me escandaliza y me subleva. La grey de la cristiandad bala
despavorida y pega tumbos desconcertada y a merced del lobo como oveja sin
pastor. ¿Quién empuña el cayado del redil en estos críticos momentos mientras
juventudes se entretienen con las astracanadas y vulgaridades de Gran Hermano y
sueñan ser émulos de la Operación Triunfo? Todos aspiran a ser artistas. Hace
unos años querían ser mártires o misioneros pero ahora en este mundo de
reconvertidos y de reconversiones lo que se lleva es el cambio de chaqueta.
Varió el patrón. Se desiste de los antiguos módulos principales. Cunde el espíritu
de revancha y de deserción del pasado. Al Evangelio, palabra de verdad que
manda perdonar a los enemigos y predica la renuncia a las cosas terrenales, no
se le permite el peligroso juego de la conciencia histórica. Todo lo contrario
que al Talmud. Para eso ellos son portadores de la llama del fuego sagrado.
Ciertamente. Y la tea de la revolución.
Todos sabemos que el temple ascético de esta raza aspira a la sumisión de todas
las naciones de la tierra. ¿Qué otra cosa es el mesianismo? Por eso son peritos
en estos legrados de memoria que con frecuencia acontece, a compás de los
vaivenes de los tiempos. Su audacia y su falta de escrúpulos no les frena. A
ello se une una inteligencia profunda y de clase que ha dado a la condición
humana los personajes más maravillosos y los pésimos. Preciso reconocerlo: como
enemigo son temibles, pues nunca paran en barras. Pueblo correoso y sufrido,
estaminal. Nada más venerable y santo que un hasídico, la castidad y la
mansedumbre en persona, lo antípoda a un banquero neoyorquino. O a uno de esos
aprendices de brujo que controlan los hilos de la política y la economía
mundial en la trastienda del gran guiñol.
Son los tramoyistas perfectos para montarte a cualquier hora y en cualquier
punto del planeta una situación de conflicto. El negocio de negreros, de los
que traficaron con carne y esperanzas humanas, estuvo en Amsterdam y en
Londres. ¿Dónde radican las mafias que siembran el pavor en el siglo XXI?
Estupefacientes, crimen organizado, pateras, invasiones, acciones desestabilizadoras
y permeabilización de fronteras, volcar la cruz. Desarmar al potencial enemigo
mientras se arman hasta los dientes ellos.
Sólo les une a unos y a otros la guarda del
sabath y sin embargo ambos son judíos y se sienten depositarios de la alianza.
Es fenómeno que permite verbigracia que vuele todo un país, que la balumba del
carro de heno se entorne y todo dé de través. Son las aspas del molino, como tú
bien dices. Me estoy acordando de lo que pasó en la ciudad de Yekateringrado
una noche de julio de 1916. De la imagen del Salvador que llevaba el zar
colgado a su cuello que dio a besar a sus hijos. De cómo sus esbirros, todos
judíos, Yurovosky, Judanovsky, Yerzhinski, Sverdolf, Golobrachekin, dieron la
orden de disparo que puso en marcha el Drama de los Urales. También el gran
magnicidio fue un hecho consumado al que se interpreta, se malversa o se falsea
con excusas y pretextos o se le corre un tupido velo. Los fontaneros de la
historia hoy tienen bastante trabajo. Para tildar al “basileus” cristiano, el
único defensor de la fe que quedaba de autócrata y para fomentar un conflicto
de proporciones apocalípticas entre Rusia y Alemania cuyos fautores no eran más
que muñecos al servicio de un amo sin rostro. Se destruyeron las pruebas. No
dejaron los asesinos las rayas de la mano plasmadas en el cuerpo de sus
víctimas porque contaban con un alibi extensivo. Quemaron las huellas
dactilares. Aventaron las pruebas. Los grandes peruleros se fueron de rositas a
base de golpes de efecto de una gran maquinaria propagandística.
A los críticos de este estado de cosas de la
“realpolitik” se les tapa la boca con argumentos a pie de obra. Son siempre los
mismo tópicos. El Holocausto. El fascismo, el antisemitismo, el racismo, el
estalinismo, etc. Aquí lo que impera es
el “fait accompli”. El terrorismo es un arma arrojadiza dicen los que lo
inventaron enarbolando su patente de corso para fomentarlo allí donde les
conviene o mirar para otro lado cuando las bombas machacan a los estados que
ellos consideran enemigo históricos en la vieja Europa y no explotan en
California o en New York, pongamos por caso. Falta univocidad de los términos.
A esos pistoleros que andan de partida por las Vascongadas descerrajando tiros
por la espalda se les requiebra en Idaho como héroes de la causa. Ben[x]
Laden- al que ellos entre los proscenios de la política mundial miman pues lo
criaron a sus pechos-, sin embargo, es Satanás. No lo niego que lo sea pero sus
alevosías son equiparables y tamañas a esos asesinatos sin avisar. Liquidación
de inocentes en guerras no declaradas. La serpiente sigue avanzando dejando a
su vera montones de cadáveres. ¡Estema maldita! El mundo huele mal. A
espalmadura o boñiga de caballo pero todos no hacen creer que es un lecho de
flores. El aire infla las pancartas de la gran manifestación pero ahí están las
madres que a pesar de todo aborrecen a sus hijos, una estampa evangélica de
Jerusalén. A la vista de este pecado sobre sus muros derramó lágrimas bíblicas
el buen Jesús. El fue el primero de una larga lista a los que fusilaron por
decir la verdad. Y detrás de él vendrán muchísimos.
Los padres del estado de
Israel, ya lo he dicho, eran todos un grupo de periodistas y de visionarios
mesiánicos que habían leído demasiado a los nihilistas rusos expertos en el cerrojazo al pasado, la negación de la
tradición, y la utilización de la violencia como elemento de contrrol y acceso
al poder de las masas, síntesis de la filosofía revolucionaria. Inspiraron sus
poderosos servicios de espionaje, el Mossad, de la Ojrana zaristas, experta en
coartadas tan espectaculares como el autogolpe[xi].
La acción directa fue inventada por los seguidores de Bakunin y por los hijos
eclesiásticos de los diáconos esparcidos a lo largo de las heptarquías y
archidiócesis de la Rusia profunda.
A los pocos días del canto de la Hativka
(esperanza) y el desfile de los pioneros por la principal avenida de Tel Aviv
un científico del Desierto del Nevguev inventaba la acetona[xii],
liquido explosivo que sale de la fermentación de la madera y materia prima de
la gelignita, la goma dos, el TNT y otros fulminantes dinamiteros, todo un
anticipo de los tiempos que habrían de venir.
Poco antes se había inventado la radiodifusión a gran escala que tuvo
por base Nueva York como Meca. Millones de oídos a la escucha de un altavoz que
permitía transformar las ondas hercianas, mediante una combinación de silicatos
y de otros minerales voltaicos, en sonoras. Lo importante en el nuevo estado no
era el saber hacer sino el transformar y fabricar. La potencia se hizo acto.
Los ingenieros y matemáticos se convierten en albañiles y jardineros. Aquí en
España queremos que los hijos tengan todos carrera y se mira con desprecio al
pobre electricista. Esta tara obsecuente de muchos siglos de prejuicios nos
convierte en un país de servicio, lo que revalida la frase unamuniana del que
inventen ellos.
El fundador de aquel estado
en su discurso inaugural nunca se refirió a Dios sino a la Roca de Israel en
demostración de la índole laica del nuevo imperio. Otro signo. Pero más que un
imperio la nación hebrea iba a ser el detonante de las grandes contradicciones
existentes de la raza humana. Los ingenieros de Tula se iban a trabajar de pico
y pala a un kibutz, lo mismo los profesores universitarios de Columbia dejaban
Nueva York para irse a vivir como colonos a comunidades de base que desconocen
el uso del dinero donde se compran las hogazas de pan con tarja y se paga con
cupones y bonos del estado en el restaurante. Viniendo de la Meca del dinero
eso sí que era un contraste. Todo empezó
como una lluvia de enigmas. Por lo ecléctico de su base social. Los hasidim se
hicieron amigos de muchos sionistas ateos convencidos para los cuales el
milagro no existe - el misticismo judío es de otra clase diferente al
católico-, los partidarios de que el fin justifica los medios y de que Dios
sólo ayuda, según el viejo proverbio hebreo, a los que se ayudan a sí mismos.
Por otra parte, Eliazar Ben Yehuda dio cima a un gran empeño que tuvo de por
vida de convertir el idioma de los profetas y de la Tora en idioma de la era
atómica. Los hebreos dejaron de considerar la Biblia como libro exclusivo,
habida cuenta de sus contradicciones y repeticiones confusas . Por lo demás,
había que sustituirla por la Cabala que es la interpretación mística del libro
sagrado conservado en grafía masorética, esto es, un lenguaje de consonantes
sin vocales ciertas. Jerusalén se convierte en polo de atracción de la aleya(peregrinación).
Para conseguir dar acogida a los que emigrantes que llegaban a bordo de barcos
atestados hubo que llevar a cabo acciones poco decorosas como fue la voladura
del Hotel David de Jerusalén a cargo del Irgún una organización armada y
secreta a las órdenes de Manahén Beguino, antiguo militante otrora de
organizaciones similares: Hagana y Stern. Sin embargo, se sentían los
ejecutores materiales del cumplimiento de una profecía de los tiempos bíblicos:
la congregación de las doce tribus de Israel en el viejo solar de los padres.
Para esa tarea sólo fiaban en sus fuerzas: el clásico tesón judío, su inventiva
u una inteligencia que parece superior a la de los demás pueblos.
La violencia, la gran
partera de la historia, estuvo presente en el alumbramiento de esta pequeña y
contradictoria nación que vino al mundo entre convulsiones y dolores, patrimonio
de la acción directa y que tuvo el terrorismo, que ahora sufre sobre su propias
carnes, como súmula. En este contrasentido uno no puede menos de detectar
atisbos de envergadura apocalíptica.
Pero ya estás tú con el mono
tema. ¿Cómo puedes sentirte tú capaz, pequeño pigmeo, mente desvariada y dada a
la embriaguez adentrarte en los penetrales y arcanos secretos de los designios
de Jehová para con su pueblo? Lo mejor es no pensar. Si no los puedes vencer
únete a ellos. ¿A qué hacerte mala sangre metiendote en lo que no te importa?
Vamos a ver. ¿Y a ti quien te ha dado vela en este entierro? Pues también es
verdad. En castigo achanta la muí. Acataré tus dictámenes, gran demiurgo, mas
ello no me libra de poner en solfa las apostillas que pienso. ¡ Ah, pecador,
osado e ignorante! Por mis venas corre
algún flujo de sangre marrana y eso significa que tampoco voy tan descaminado al desvariar contra las
exorbitancias y blasfemias que se formulan al socaire de la razón imperiosa. A
mi maestro lo motejaron igualmente de loco. Y era Hijo de Dios. ¡Oh cristiano,
sinónimo de majadero, tienes plaza en la jaula de los gladiadores y puedes terminar en el circo devorado por algún león
rugiente! Dios lo quiere. El gran pápaz no ha dicho oste ni moste a este
respecto y hete aquí que tú no haces más que pegar voces estentóreas
defendiendo con tesón quijotesco a los partidarios de las causas perdidas.
Llueven los enigmas. El estado de Israel es un estado - y que no nos tomen por
antisemitas por favor- retorta donde se ensayan todas las fórmulas del futuro.
Su aleya ha dado lugar a las oleadas de emigración masiva que asuelan los muros
de la Europa envejecida y acomodada que creía que el mundo era como una
estrella fija. Por lo que se ve debe de haber habido una revolución en las
galaxias porque muchos astros abandonando sus pedestales se han puesto a hacer
higas a la ley de la gravedad. No se anticipa nada bueno. Así y todo la palabra
que más se escucha en Jerusalén es la de “yehezquele”(felicitaciones).
Pues bien, esto se mueve y
de qué manera. Ay Dios. A lo mejor es que verdaderamente Él los protege. Quizás
los sionistas sean el brazo ejecutor de un designio para todo el genero humano.
Y tú, necio, abroquelado en tus críticas. Todo eso me vendría de perlas si
verdaderamente reconociese al Mesías en la persona de Jesús. Pero parece ser
que esperan a otro. Y, si no te convences, date un paseo navegando por los
chats religiosos de Internet. Allí la reflexión por ellos postuladas es la que
sintomáticamente pervive. ¿Me he equivocado? Siete veces al día cae el justo.
Lo que tú necesitas es mente abierta. Despojate de las vestiduras de tus
antañones prejuicios. Permite que te arranque la costra que nubla tu vista.
LAS DOCE PUERTAS DE LA ENCRUCIJADA
2Jerusalén, la ciudad tres
veces santa, entablada sobre unos fundamentos de sílice sin fisura, preside la
encrucijada del litigio. Sus doce
puertas, una por tribu, que glosa también el Libro de la Revelación, para hacer
más incomprensible el galimatías, abren la entrada a un laberinto. ¿Fue por la
del Estercolero o Starquilina por dónde condujeron al Señor camino del
Gólgota?¿Fue por la de los Caballos? ¿La de Eliasib? ¿La de los Veteranos? ¿La
de las Aguas? ¿La de Efraín?¿La Puerta speciosa o la de la Belleza? No los
sabemos. Todos estos enclaves sucumbieron al cerco de Vespasiano y a las
legiones de Tito. Pero es hacia ellas donde revierten todas las miradas y se
orientan las plegarias. Allí subió al cielo el Profeta Mahoma. Allí selló
Moisés el pacto, cuna de la tierra prometida, y allí pronunció Cristo las Siete
Palabras. ¡Cuanta santidad para tanta guerra en tan poco espacio! Su aspecto,
vista desde el Torrente Cedrón, es a la vez febril y seco. Una muralla la
circunvala y pone el acento a los cimborrios y belvederes de algunas iglesias.
Brilla cual pavesa la bóveda de la Mezquita de Omar. Se perfila el campanario
con ojos huecos de la torre ojival de la iglesia del Santo Sepulcro donde viven
y se relevan custodiando cada uno su parte de la herencia los cristianos de
todos los ritos. Los monjes coptos viven en el ajarafe del triforio, allí rezan
y responsean, allí malcomen o ayunan a la usanza de los anacoretas del Nilo o
como lo hacían sus predecesores en el Yermo de san Sabas. Los judíos, los
dueños por así decirlo, carecen sin embargo de templo a no ser por el Muro de
los Lamentos, lo que queda del que construyó Salomón, el “Ha-Kotel-Ha-Maaraví,
y para los islámicos Haram Al Sarif. Una pocas alidadas de vastos bloques de
piedra. Los nombres pesan y suenan mucho. Se trata de una fila de pared con
trece mazas de piedra sin curtir, con miras a poniente, lo que queda de las
reformas introducidas a la fundación salomónica. Dos templos destruídos no
sumarán un tercer edificio. Seguramente en este enlosado fue donde un Cristo
enojado se lió a linternazos con los cambistas. Pocas murias[xiii]
entabladas, pocos talayotes espirituales habrá que a la diáspora de la trece
tribus les diga tanto. Es el corazón de Israel. Es el punto de convergencia de
todas las plegarias y saludos. “Al año que viene en Jerusalén”, dicen algunos
cuando se despiden. Todos los judíos han sentido su llamada envuelta en el
sonido lúgubre del azófar o isofar[xiv]
que retumba al atardecer de la víspera de Yom Kipur[xv]. Por las helgaduras de los sillares donde
crece el jaramago y la parietaria como una advertencia de olvido o cercén de la
soberbia - ved en qué paran las cosas del mundo- introducen sus mensajes y
peticiones mientras oran con grandes meneos de balanza dándose de cabezadas y
golpes de pecho. Se escuchan los guays y las súplicas por el regreso de los
dispersos al redil antiguo. Sin embargo, a lo largo de mis dilatadas lecturas e
investigaciones sobre la cuestión ya de muchos años, me asaltó la duda de si
este pueblo tan teocrático cree verdaderamente en Adonai o lo tiene amaestrado,
como una proyección de su propio ego. ¿Es este dios un reflejo de sí mismos y
de su nacionalismo indómito y apaleador? Judea en los tiempos bíblicos era
feraz y estaba teñida de prados y de vegas fértiles. Hasta 1948 era un
desierto. En la actualidad se aspira a convertirla de nuevo en vergel. No creen en los milagros, dicen, pero suena a
portento el que los hijos del gueto se hayan hecho campesinos y soldados. Tan
pronto empuñan el azadón como el subfusil “Uzi”[xvi]
que tiene una cadencia de mil vainas por
minuto y abulta menos que un naranjero. Antes de emigrar a la tierra sagrada
ocupaban tabucos de sastre en Varsovia, eran zapateros en Berlín o boticarias
en Kiev. Los sabras de ahora en nada se
parecen a sus abuelos. Tienen un aspecto sano y bronceado habiendo perdido para
siempre aquel color típico del judío de piel clorótica y cara sumida que
reflejó Shakespeare en Shylock. Vuelven
a ser guapos como Absalón y el cruce de sangres ha hecho proverbialmente hermosas
a las israelíes. Pero para este pueblo la belleza va unida siempre a la
castidad proverbial de los hasídicos.
Allí, en esta ciudad sin
bares y sin discotecas, la presencia cristiana está reducida a la mínima
expresión a no ser por las oleadas de turistas de todos los rincones del orbe católico,
protestante y ortodoxo. Se ven muchos yurodivi y monjas rusas. Sus
prosternaciones ante la tumba del Señor son rasgo propio y causan la hilaridad
de los hebreos. Por las calles de la ciudad aparece de vez en cuando algún
avenate que se cree la reencarnación del Nazareno. Esta presencia a los
piadosos seguidores de la regla mosaica parece ser que les disturba. Para los
rabinos Jesús era un personaje histriónico, majareta y borracho perdido, un
“bogéd”[1],
un meshuge[xvii].
Se da mucho entre los peregrinos orientales y entre algunos sectarios del
círculo minoritario de las religiones adventistas. Acuden los piadosos “_________”[xviii]
al monasterio de la Magdalena donde está enterrada la hermana de la zarina
Alejandra y viuda del Gran Duque Sergio que murió en olor de santidad después
de haber profesado como religiosa. Sus restos después de la masacre de
Yekateringrad fueron trasladados por el Caúcaso hasta Tierra Santa para ser
inhumados cerca de la Iglesia de la Resurrección.
Los musulmanes son mucho más
respetuosos con el Salvador al que consideran un verdadero profeta del Islam.
Le llaman “Ruh Allah” (espíritu de Dios). El buen creyente considera a los
judíos responsables de un deicidio y su regreso a Palestina representa un acto
de rebeldía contra el pueblo errante.
Considera las reivindicaciones del Hogar Judío en Palestina un primer
acto del drama del apocalipsis.
Toda esta afluencia de
visitantes es un troquel de moneda para las arcas del gobierno judío. Ahora ha
menguado la corriente de turistas pero éste ha dado a entender que poco le
importa haciendo caso omiso a las llamadas a la internacionalización de la
emblemática ciudad. Cristo para muchos sionistas no significa más que un
perturbado mental que se hizo pasar por hijo de Dios. El mito de la resurrección
es tratado con burla por los masoréticos que la equiparan con la ascensión de
Mahoma a los cielos, precisamente, desde el
monte de Sión. Allí uno de los discípulos del profeta, cuando éste subía
a las alturas, movido por una fuerza gloriosa, se agarró a sus zapatos con
tanta fuerza que se quedó con una pierna entre las manos mientras el resto del
cuerpo se perdía entre las nubes.
Por eso se dice por sus
enemigos - las religiones pueden ser tema fácil de mofa y barro maleable para
esculpir siniestras caricaturas- a cargo de los incrédulos- que los musulmanes
son los adoradores del Zancarrón de Mahoma, una reliquia santa que se venera
en Meca junto con el teodolito o piedra
de la Kaaba donde el arcángel Gabriel dejó escritas algunas de las suras del
Corán. Casi un tercio de la humanidad cree en este “absurdo” tan imponderable y
extraño como “la locura de la cruz”.
Sin embargo, hubo un tiempo
en el cual Jerusalén estuvo bajo la hegemonía cristiana totalmente. El quince de julio de 1099 a la hora de
tercia las tropas de Godofredo de Bouillon hacían su entrada en el recinto. Era
como la consumación de un sueño que duró poco más de un siglo. Porque fue
reconquistada por Aladino y en manos sarracenas estuvo, quizás debido a las
discordias y a los pecados ce los cristianos, hasta 1948 en que definitivamente
cambió a poder de sus dueños prerromanos.
En el siglo XVII un español
por nombre Joseph Nassi (dicen que era un antepasado de Pío Baroja) quiso
fundar un estado independiente a orillas del Lago de Tiberiades, pero la idea
no dio fruto y el buen señor tuvo que volverse para Constantinopla donde estaba
empadronado en el barrio del Fanar.
Los judíos han estado yendo
y viniendo de acuerdo con su tradición errabunda. Tan pronto servían al sultán
como al rey de Francia como a los venecianos. La proclamación del estado de
Israel daba toldo a una idea acariciada durante siglo por la judería: acabar
con su condición de raza itinerante.
Según una vieja creencia de
los suyos cuando Jerusalén regrese a la propiedad del pueblo elegido acabará la
diáspora y vendrá el Mesías que deparará la tierra prometida con los ríos que
manan leche y miel. La vara de Jetsé
será el cetro al que se someterán todos los pueblos. Pero entretanto se consume
la utopía los judíos tendrán que seguir yendo y viniendo asumiendo las cargas y
responsabilidades de su encargo divino.
Analizando los hechos a la
luz imprecisa y sesgada del candil de la historia, que es como la luz de un
candelabro que parpadea incandescente, unas veces tenue y dando la impresión de
que el “Menorah”[xix]
está a punto de extinguirse, cuando de improviso resurge fiera y triunfal,
habría que concluir que la metáfora del fuego sagrado más que un símil refleja
un hecho real. Es como si Israel conociera de antemano secretos que no le
fueron revelados a los gentiles.
A este respecto cabe recordar una frase de
Jesús: “Vosotros sois la sal de la tierra”. Pero también les llamó “raza de
víboras y sepulcros blanqueados”, y poco antes de su pasión y cruz lloró sobre
Jerusalén “que matas a los profetas que te son enviados”. Los que cargamos con
la cruz, tan pesada, que todo nuestro cuerpo sufre bajo su alzada y la Vía
Dolorosa se nos hace tan cuesta arriba hemos llegado a pensar que todo el dolor
y el goce es judío. Que el bien y el mal viene de allí.
¿Siempre fue así? Sea como
quisiere, en cualquier caso la única solución que cumple es seguir aguardando
la llegada del Mesías. Aquí hay muchas piezas que no encajan. Dios no puede
tener preferencias ni prejuicios ni muestra su especiosa imagen con tanta
frecuencia como han querido verla los delirantes y arrobadizos. Puede ser que
los judíos conozcan mejor a este Ente al cual no se atreven ni a mencionar por temor a la blasfemia mientras que a
nosotros su nombre no se nos cae de la boca.
Se percibe que el
cristianismo va chupando rueda. Ya se habla a las claras de la cultura
judeocristiana. Sin el soporte de nuestros “hermanos mayores” como gusta
llamarles Agustín toda nuestra liturgia, nuestra teología, nuestra moral y
nuestros cánones quedarían reducidos a la nada. Por eso alguien dijo que el
código de valores y actitudes que sacó Pablo de Tarso es plagiario de toda la
mentalidad hebrea. Él acaso no pudo remediarlo. Era un fariseo, hijo de
fariseos, a los que tanto fustiga Jesús en sus alocuciones al pueblo. Por ende,
tantas complicaciones, lapsus y contrasentidos.
A pesar de esta procedencia
ineludible, en el catolicismo se trató con poca consideración a los orígenes.
Algunos textos no ahorran descalificaciones y poco gratos epítetos. Se les moteja
de prevaricadores e incluso de “inmanes” (inhumanos) y hasta en las colectas y
letanías de la Semana de Pasión hay para ellos una reserva de palabras
malsonantes como el apodo de “pérfidos” que fueron subrepticiamente suprimidas
por el Papa Bueno[xx]
del misal. Alguien diría que tales adjetivos atientan contra el mandato nuevo
pero el propio fundador de nuestra religión tampoco anda a la zaga de estas
descortesías ni para con ellos se anduvo con remilgos.
Los primitivos cristianos
creyendo que no tardaría en regresar el Resucitado esta vez en calidad de
maestro de Justicia - los musulmanes consideran que en el día del Juicio Jesús
se sentará con Mahoma a su izquierda en la Puerta Áurea ocupando sendas piedras
desde donde subieron al cielo y que todavía se muestran a la piedad del
visitante allí con la huella de dos pies impactada en la superficie de la roca-
y mal interpretando el texto milenarista de la II Carta de san Pedro,
abandonaron sus hogares y menesteres y marcharon a Jerusalén en espera de este retorno
triunfal. El Crucificado vendría con la vara de justo juez. Y a no tardar
mucho. Sin embargo, como apostilla este comunicado apostólico, un día de Dios
equivale a mil años de los hombres y mil años de los hombres pasan en lo que un
suspiro para el Hacedor. Echaron mal las cuentas.
Este error de cómputo ha
dado paso al compás de espera que dura ya muchos siglos pero aquellos buenos
creyentes del circulo de Sta. Elena consideraban que la Parusía estaba al caer.
Palestina se llenó de iglesias mandadas labrar por la emperatriz y el desierto
de eremitas que anhelaba la vida perfecta. Ven, Señor, ven. No te retardes.
Nunca en la historia de la humanidad hubo noticia de un estado de expectación
tan general ni se había registrado una “cupiditas aedificandi”[xxi]tan
puntual. Era la directa consecuencia del celo pagano al convertirse al
cristianismo. Los textos bíblicos son difícil de entender, porque la semántica
varía con el paso del tiempo y el tránsito de los hombres. De ahí que su
interpretación literal, como es el caso de los Testigos de Jehová y otras
sectas, conduce a no pocas aberraciones. La profecía de Xto sobre la segunda
destrucción del templo se cumplió. Faltaba la segunda parte. De buena fe muchos
creyeron que el fin de los tiempos estaba a la vuelta de la esquina. Hay que
hacer al respecto que Palestina a ojos cristianos era la tierra del milagro, de
las indulgencias, de los dones y poderes mágicos que restituyen al hombre al
estado de gracia y a su reconciliación con Dios. Entretanto, los israelitas sólo
la consideran como un lugar de regreso cuando se levantara el enojo de Yahwé
con el pueblo elegido. Es un punto de referencia de dones materiales y de
paraíso en la tierra prometida. El mesianismo hebreo nada tiene que ver con el
cristiano. El uno es material, el otro espiritual. Para los musulmanes que la
han poseído desde el siglo IV Jerusalén es lugar santo porque allí está
enclavada la mezquita de Omar desde donde subió el profeta a los cielos y donde
se sentará a juzgar a vivos y muertos junto con Cristo en la Puerta Áurea el
Día del Juicio Universal. He aquí, pues, dos visiones encontradas para tres
religiones que amparan algunas concomitancias en medio de palmarias
diferencias.
Había un anhelo popular de búsqueda de huellas
y de vestigios de la redención. Fue encontrada la cruz cerca del monte Olivete
y sus maderos troceados se repartieron las astillas por todo el orbe. Mala
sería una colegiata de occidente que no conservara una viruta, el hueso de
algún mártir, algún objeto personal, como las sandalias, el báculo, el pelo de
la barba, el manto o el anillo, de un apóstol.
Pronto se vio que esta veneración cayó en superchería. Las gestantes y
paridas iban a bañarse en la fuente de Siloé donde María lavaba sus paños. Un
artesano aseguraba que una vara pulida que había sido tratada por el carpintero
de Nazaret de pronto mientras dormía empezó a echar y se convirtió en cerezo.
Los evangelios apócrifos, con su candor e ingenuidad congenial, inspiraron este
reguero de fieles peregrinos. Sus textos traen cosas maravillosas rayanas en la
extravagancias. Así, por ejemplo, la
puerta que pulía el hijo del carpintero nunca sería derribada por los vientos
ni por ella entrarían los ladrones. Mesa que hacía nunca estaría desprovista.
Cuando salió camino del destierro la sagrada familia las fieras salvajes les
seguían. Los tigres les lamían los pies. Los buitres venían a comer en la mano.
Las hienas les hacían reverencia y los pavipollos la rueda. La calandria les
alegraba con sus trinos y los ruiseñores sacaban su mejor melodía para que el
niño se durmiera. Camino de Egipto, cerca de lo que es hoy Ramala, abordó
a la Sagrada Familia una partida de
bandoleros cuyo jefe era S. Dimas, el buen ladrón. No causaron mal alguno a los
viajeros. La Virgen hizo oración por él y tuvo una revelación pavorosa. Aquel
malhechor sería crucificado con aquel infante que llevaba en su enfaldo camino
del exilio y a él sería el primero confiada la promesa del siglo futuro: “Hoy
estarás conmigo en el paraíso de veras te lo digo”.
¡Oh Jerusalén, patria de
toda la santidad pero asimismo guarida de chacales. Fuiste el epicentro de todo
el fervor litúrgico de una serie de comunidades congregadas en la espera del
Mesías! ¡Oh paradoja de las paradojas! No vino el que había prometido un segundo
regreso triunfal. Lo que llegó fue la cimitarra del Islam. Toda aquella
efervescencia de muros sagrados, de fervientes antífonas e iconostasios quedó
convertida en muladar. El de Arriba pareció desestimar o, si no escuchó al
menos se desentendía, todo aquel hervor de genuflexiones, cantos sacros, ayunos
y fervientes vigilias. Los seguidores de
la cruz no debieron encontrar en los oídos rectos y justicieros del Padre
favorable acogida y “pecados de los cristianos son” permitió que Tierra Santa
fuera arrasada primero por los persas en 443. Incontinenti por los árabes. Poco antes, una mística
española, la monja Egeria, amiga de Pablo Orosio, el discípulo de san Jerónimo,
había viajado desde Córdoba hasta Jerusalén y levantó acta de aquel esplendor
efímero. Su testimonio es muy importante ya que da pautas de por qué aquel
anhelo de espera milenarista que tuvo lugar en los primeros siglos del
cristianismo cabe los muros de la Ciudad Santa. Lo que cuenta Egeria en sus
escritos vino a ser el molde donde se vacía
esa tensión mística que recorre la edad media. Un impulso que hace escribir
códices miniados, beatos, y que impulsa la erección de las catedrales. Esa
milagrosa concentración de fuerzas del alma que se transforma en “cupiditas
aedificandi”. De hambre de reliquias y testimonios de veneración.
A pesar de tanto esfuerzo y la larga vigilia
aguardando la segunda llegada del Salvador, pronto los creyentes se cansaron y
como los judíos de Moisés empezaron a murmurar. Las miras humanas, los recelos
y la desunión entre los reinos que profesaban la adhesión a la cruz (la espada
de Santiago contra la de san Dionisio y la de san Andrés contra la de san Juan)
determinó nuestro el fracaso de las Cruzadas. Volvamos a insistir en lo ya
señalado: Dios posee otros baremos. Sus días no son nuestros días a decir del
Eclesiastés y sus cábalas son diferentes. ¿Entonces cuál es el sentido de
aquella promesa que se nos dio: “El cielo y la tierra pasarán mas mi palabra no
pasará?”
UN FRAILE DE GRANADA SE PONE EN CAMINO. ERA EL DÍA
DE LAS LLAGAS DE 1626
3Estamos en convento franciscano de santa Isabel de
Granada una radiante mañana de mayo de 1626. El guardián ha llamado a capítulo
para anunciar la llegada de una cédula real que recoge un rescripto pontificio.
Se piden frailes voluntarios para ir a Tierra Santa en poder de los sasánidas a
fin de reforzar la comunidad de frailes que tiene la Orden en el Sacro Monte de
Sión. Del convento de la Natividad de Belén han llegado noticias nefastas. Los
infieles han entrado a saco en el recinto, mataron a algunos religiosos y se
llevaron presos a otros a Estambul.
Los monjes franciscos que a
diferencia de los templarios no portan armas y siguen cantando al hermano sol,
a la hermana luna y al hermano lobo lo reciben como si fuera un perrito faldero
y profesan un cristianismo de quintaesencias de paz y bien y perdón para todos
- algo que desarmaba a los turcos y hacía caer de rodillas a los indios de
California y abrazar la fe de Jesús en masa- no se dan por vencidos.
Había que seguir en la
demanda abrazados a la encomienda papal a los hijos del Povrello de Asís los
cuales por su espíritu ecuménico inclinado a la tolerancia y a la supresión de
uno de los instintos más sañudos de la condición humana: la cólera.
El cometido es difícil.
Muchos murieron mártires. Los árabes estaban maravillados ante la falta de
resistencia a la opresión. Unos los consideraban santones. Otros los miraban
como eunucos o como meros locos. Locura de la cruz. Demencia staurológica[xxii].
El norte del que practica la religión del Nazareno es una cruz ¡Divina insania!
“Mitte gladium in vaginam”
comandó Jesús al impulsivo joven hijo de Malco al ser habido en el Huerto por
los vigoleros del pontífice. Alma adentro todos podemos llevar a un sacristán o
a un ayudante de verdugo.
Las partesanas y adargas de
los templarios habían quedado enmohecidas. No se puede ganar por el cuchillo lo
que se ganó por amor.
Mal que bien los súbditos
del pachá a cambio de onerosos tributos habían tolerado la presencia de
aquellos locos de Cristo. Los confederados del pardo sayal y el cerquillo
mendicante. Esta presencia siempre difícil estuvo sujeta a las veleidades del
sultán y a las vicisitudes de los enfrentamientos de los reinos cristianos
entre sí. El turco dominaba media
Europa. Sus jenízaros montaban guardia en las plazas fuertes de Esclavonia y de
Viena y las goletas corsarias de la Media Luna dominaba el Mare Nostrum.
Europa andaba sumida en
contiendas de religión. Era el reinado quijotesco del Cuarto de los Felipes,
rey de España por la gracia de Dios. De las dos Sicilias. De Flandes y de
Jerusalén y de la mayor parte del Nuevo Mundo. He aquí una nación que agotadas
sus fuerzas daba señales de cansancio y de ensimismamiento.
Felipe IV representa a uno
de los más simpáticos y contradictorios autócratas que se sentaron en el trono
de Fernando el Santo y de Isabel la Católica. Licencioso en punto a costumbres
pero sólida roca en lo que toca a la fe.
Por entonces peleaba la
espada de Santiago contra la de san Luis. El dragón de Gales y la crucífera de
san Andrés y de san Jorge se había pasado a los luteranos. Alemania era un
campo de Agramante y Francia oscilante entre noches de san Bartolomé y
adhesiones inquebrantables a Roma hostigaba a los tercios españoles. Paris
siempre bien vale una misa. Cataluña se levantaba contra el mando de
Castilla. Los lusitanos se habían
separado del tronco común. Todo eran secesiones y conjuras.
El rey, desanimado y harto,
torna sus ojos a Jerusalén. Parece ser que albergó el secreto de un nueva cruzada
escandalizado por las noticias que llegaban de Tierra Santa. Pero no pudo
prevenir una escuadra. Entonces mandó a unos pocos y desvalidos francos[xxiii].
El mandato de los franciscanos que había sido importante bajo el cetro de
Felipe II vuelve a registrar un punto de inflexión al alza décadas más tarde
ocupando su nieto el trono. Aquel mozo rubiales algo desgarbado y jarifo con
los rojos bigotes de guías en punta, muy erecto y afilado en su real persona,
amante de la caza y de los torneos galantes, tan pecador como acendradamente
piadoso.
Rey de Jerusalén era uno de
los títulos honoríficos inherentes a la corona castellana desde Alfonso el
Sabio. El monarca de las Meninas en el fondo era un místico. Debía de sentirse
desbordado y perplejo por la utopía que soñaba y la realidad que veía. Esa sima
insalvable entre la identidad mesiánica y los datos objetivos. No podían en
Madrid comprender los coqueteos y antojos del Vaticano con Paris. Hay que tener
en cuenta que los españoles siempre fueron mirados de reojo desde que un vasco
fracasado en sus pretensiones instituyó allí una quinta columna de alabarderos
del papa dispuestos a conspirar si a mano viene. La Compañía que él fundó este
veterano de las guerras de sucesión entre el bando realista del Duque de Nájera
y los Comuneros se propuso el restablecimiento de los poderes del pontificado
inspirándose en la norma maquiavélica de la justificación del fin por los
medios. Él que hablaba de la dicotomía entre lo temporal y los espiritual - un
“ojo en el cielo y otro en el suelo”, decía- es el responsable de ese aura de
misterio y de conspiración, sagacidad de serpientes, que hicieron famosos a los
jesuitas aduladores del poderoso y desdeñosos con el pobre. Llegaron a
constituirse en el instituto religioso más rico y ríanse de los tesoros de los
templarios. Nada en comparación con los caudales jesuíticos que llegaron a ser
dueños de países enteros como Paraguay al que explotaron y establecieron un sistema económico con
moneda propia a lo largo y a lo ancho de sus reducciones y misiones
fundacionales. En menoscabo de las otros órdenes religiosas durante el reinado
de Felipe IV cobraron auge y
respetabilidad. ¿Fueron los responsables de la decadencia de Castilla?
¿Conspiraron a favor de los Borbones franceses estando Carlos II en su lecho de
muerte?
Roger Peyrefitte en su libro
“Los Judíos”[xxiv]
sostiene que el apellido de su padre Recalde lo mismo que el de su madre Sona
eran hebreos por partida doble y que los primeros prepósito de la compañía
Salmerón, Laínez o Gómez de León, Francisco de Borja, Polanco, Suárez, Alfonso
Rodríguez, Aguaviva, también provenían de familias retajadas. Y en soporte de
su testimonio apela a la autoridad del “Semi-Gotah” tratado de vexilología, uno
de los de más prestigio, aparecido en Weimar en 1912 donde se da un a lista de
la nobleza europea con apellidos de extracción aristócrata.
El mismo autor hablando en
favor de los judíos agrega una lista de santos execrables a los que había que
destronar de la hornacina quitar la corona o poner en duda la virtud de su
heroísmo pues atentaron contra una de las normas básicas de los principios
evangélicos. Al menos faltaron a la caridad contra los hijos de Israel. San Juan Crisóstomo, el gran defensor de la
ortodoxia, decía que la vida de un cristiano valía por la de siete judíos. En
sus sermones definía a la sinagoga como caverna de ladrones. San Ambrosio decía
que era un pecado mortal dirigirlos la palabra. San Nilo, anacoreta de
Calabria, consultado sobre el suplicio que había de darse a un cristiano que
había asesinado a un judío contestó antes de someter a tormento al asesino
habría que matar a otros seis judíos.
San Juan de Capristano
compuso una misa especial para pedir por la conversión de los pérfidos y
descarriados talmudistas. San Bernardino de Siena se pasó cuarenta años
predicando contra la usura manifiesta. Ese fue un poco el mono tema del
dominico Vicente Ferrer así como las incendiarias prédicas de Bernardino de
Fieltre contra los judíos de Trento a los que se atribuía el crimen ritual de
un monaguillo de aquella catedral.
Esto dice al menos Roger
Peyrefitte, el conocido polígrafo francés.
De nuestra cosecha podremos
añadir que el crimen ritual fue una de las causas del antisemitismo rapante
contra ese pueblo en toda la edad media. Se les acusaba de envenenar las aguas
de los poblados y llevar a efecto en la clandestinidad misas negras en que
mezclaban con el pan ázimo la sangre de algún cristiano.
Este pudo ser el caso de
Sto. Dominguito del Val acólito de la Seo. Del Santo Niño de la Guardia. De san
Hugo de Lincoln. La profanación de la hostia en una misa negra en la iglesia de
san Facundo de Segovia el 1475. Y así sucesivamente.
Hay datos que no casan en
estos crímenes que se les imputan de holocaustos rituales actos satánicos que
siguen estando de moda y que no cometen precisamente judíos habida cuenta del
aborrecimiento que sienten éstos hacia la sangre y el respeto a la vida que
preconiza el Talmud. Mezclar con ázimos, lo más puro y sagrado que hay en la
naturaleza, con la sangre o el esperma y el cadáver que son los elementos más
impuros, no se compadece con las normas estrictas de la liturgia rabínica.
A causa de estas leyendas y
de fantasiosas calumnias las relaciones entre las dos comunidades siempre
fueron tensas. Pero como sostienen muchos autores, el catolicismo viene a ser
una rama escindida del judaísmo sobre todo en España y en Portugal donde los
conversos siguen ejerciendo notable hegemonía al configurar y consignar una
religión casi a medida de visión algo caótica y extremosa en su visión mística
del mundo. No se puede separar nunca el tronco de la axila. Aquí las sangres
andan muy mezcladas haciendo honor al atávico mestizaje hispano.
En recapitulación, esa
nostalgia que hemos tenido los españoles por Jerusalén al igual que el mesianismo
es un resabio de las actitudes hebraicas frente a la vida que aun manan por
nuestra sangre. Es la herencia. Por eso se hace tan difícil establecer una raya
de separación en estos embrollos donde se mezclan las creencias y los genes.
Todos tenemos algo de moros de cristianos y de judíos sin solución de
continuidad. Nuestras reacciones psicológicas son resortes que se alzan desde
la cueva de un laberinto. España es país de todas las encrucijadas. Un
laberinto como lo llama Brenan.
Somos a la vez las tres
cosas juntas como buenos y contradictorios españoles de las tribus dispersas.
Pero volviendo al buen rey
cuarto de los Felipes nuestro señor cuyo reino estuvo sometido a las
influencias ejercidas por antiguos conversos por vía de sus validos el duque de
Lerma y el Conde Duque y a las injerencias de los jesuitas que tenían una corte
paralela en su casa de la Calle de Toledo donde la familia real en peso asistía
a oficios tan prolongados como las Cuarenta Horas sin moverse del reclinatorio
y se celebraban las famosas misas para rogar a Dios por la preñez de la reina y
el envío de un heredero. No debieron de entonarse las letanías conforme a los
cánones o quizás fuera porque el Señor estaba disgustado con los Austria porque
doña María de Austria parió al enclenque Carlos II.
Su tiempo fue un tiempo de
efervescencia religiosa y exaltación católica. Ninguna otra nación contribuyó
tanto a la cátedra de san Pedro. De esta forma se entiende la favorable y
pronta respuesta que hubo al llamado papal de guarda de los Santos Lugares. Una
guarda sin armas, valiéndose de la caridad como elemento de disuasión. Y de los
dineros de los cepillos de las limosnas que uno ha visto desde niño en todas
las iglesias católicas. Junto con el pan
de los pobres o el óbolo de santa Rita y otros cultos allí estaba la ranura
destinada a ayudar a los franciscanos de Palestina. Las guerras se hacen con oro en decir de
Napoleón y también las cruzadas. Las causas justas y las injustas. Aquí se mezclan
balas y misiles de largo alcance con dólares y dolores. A los americanos no se
les cae la palabra de los labios porque en su terminología de aguerrido y
acérrimo imperio (por el dólar hacia dios) se confunde la palabra “war”(guerra)
con la palabra “monea” que se pronuncia mané aunque en algunos dialectos como
el yorquino digan munei que es como ellos pronuncia su moneda única”. Por eso
son tan escatológicamente belicistas.
Obsecuentemente, me parece
nada decorosa el asedio, en el que han intervenido infantes no sólo israelíes
sino también yanquis e ingleses, a la Basílica de la Natividad ordenado por
Sharon y por sus generales. Los hebreos han vuelto a faltar a la palabra
empeñada. Suenan por todas las partes las carcajadas de la risa macabra de
Israel. Ese jejé sardónico que hemos
escuchado más de una vez en Simón Pérez el Mefistófeles del Régimen Sionista me
parte las carnes.
Cuando en 1918 una
delegación del gobierno británico, encabezada por Solokov y por Weizzmann se encaminó a Roma para entrevistarse con
Benedicto XV pidiendo su aprobación para el establecimiento de un Hogar Judío
en Palestina el papa puso como condición el que se respetasen los enclaves de la tierra sagrada que quedan como
testimonio de la presencia humanada de Jesús durante los treinta y tres años
que pisó este mundo. La respuesta a esta condición han sido los tanquistas
hebreos hostigando a esos pobres frailes que siguen allí atrapados a la hora de
escribir este monográfico. ¿Querrán borrar la memoria?
En el convento de santa Isabel se presentaron
voluntarios para atender la solicitud regia todos los treinta religiosos que la
integraban excepto los más viejos y enfermos. Doce fueron seleccionados en una
primera criba.
Posteriormente -infirma
mundi elegit Deus- quedaron tan sólo el citado fray Antonio acompañado de otro
monje, fray Francisco de Solís:
“Salí de
Granada el martes 11 de julio de 1626, el Día de las Llagas llevando por todo
equipo una mudas, hábito y manto y unas alforjillas con paños menores, túnica,
pedernal y yesca y otras cosas para el viaje. Caminábamos descalzos y a pie
enjuto”.[xxv]
Recomienda a los viajeros
piadosos que nunca hagan noche bajo las estrellas puesto que pasado Alcoy
fueron sorprendidos por un salteador que se vino a ellos con la espada. El
facineroso al ver que eran frailes metió el arma en su tahalí y les perdonó la
vida.
Se dirigían a Alicante pero
en ese lugar no encontraron una embarcación que zarpase. Con una sencillez y
candor que enamora va contando fray Antonio cada una de las vicisitudes y
trabajos de un peregrino por aquellos azarosos días de poca seguridad en
ninguna parte. La tierra estaba
infestada de malhechores que atracaban y la mar de piratas. A lo largo de
cuatrocientas páginas a doble columna y en cuarto menor va a rendir cuenta de
unas odiseas piadosas más entrañables que se registran en nuestro idioma. Más
valioso cuanto más oculto y desconocido es este libro que he tenido el
privilegio de que llegase a mis manos.
Se hicieron a la vela en
Barcelona el siete setiembre 1626. A la altura de Rosas ya divisaron turcos.
Había firmado un pacto de amistad Enrique IV el Sultán contra España que daba
garantía para navegar a los otomanos por sus aguas territoriales e incluso para
saltar a tierra. “Pues allá son libres”.
El Peregrino a Jerusalén
y Viaje de Tierra Santa vierte información circunstanciada de lo que ve y
narra la peripecia con tono resignado aunque alegre. Es el testimonio del
sentir y de la mentalidad de los españoles en la segunda mitad del siglo de
oro. Su tono trae a la memoria aires cervantinos. Parece la declaración de un
caballero andante redactada desde el
abatimiento, perdón y comprensión de los contrastes de la vida humana de un
fraile menor.
“¿Adónde irá el buey que no
are?”, se preguntaba resignado el evangelizador de California fray Junípero
Serra el cual imbuido por este mismo entusiasmo misional y celo de almas
recorrió a pie desde Cuernavaca hasta el Alto Oregón. A la pata coja pues al
cruzar el desierto de Arizona se le clavó una espina en el talón. Herida que
nunca cerró. Bien saben los mendicantes de ulagas y de noches al raso, de
privaciones, ultrajes y malandanzas. Pero el fuego del Espíritu que les asiste
supera tales inconveniencias de la carne.
Sólo en virtud de un milagro
de estos locos del Señor, sembradores de prodigios -recuérdense al respecto los
escritos de sor María de Ágreda profesa en las concepcionistas recoletas que
también ciñen el cordón de san Francisco que creyó por dote de bilocación
asistir y convertir a los indígenas que bautizaban sus hermanos en un amplio
radio de la Baja California- se explica el fenómeno, poco probable con la mera
asistencia de las fuerzas humanas de los continentes, así como la guarda del
Santo Sepulcro, el Pajar de Belén o la Casa de Nazaret y otros enclaves
ubicados in pártibus infidélium, aguantando naufragios, vejámenes y hasta
martirios pues fueron incontables, y el autor da relación holgada, los que
perecieron a manos del sarraceno. A sus espaldas reventaron igualmente las
carcajadas estentóreas de la risa de Israel. “Pues los judíos no se acercan a
la Tumba del Señor ni por asomo y la gruta del huerto aunque convertida en
muladar sigue ahí, por cuantos esfuerzos hicieron los judíos por borrar esa
memoria. El sepulcro es de maravillosa hechura. En Jerusalén no hay cosa que no
esté publicando prodigios y aclamando misericordias”, escribe.
Fue la misma fuerza que
elevó al hijo de Bernardone a las alturas transfiguradas del monte Auvernia. Y
esa misma energía anima a la confianza del creyente.
La fe mueve montañas y
España a la sazón pobre y diezmada por las pestes y por las guerras era rica
por ese cabo como demuestran los escritos del seráfico fraile granadino.
No se olvide el carácter
mestizo y poligenista de aquellos reinos. En el alma española se dan cita el
fatalismo muslímico, la mística judía y el heroísmo godo. El resultado: una
raza llena de bríos aunque poco disciplinada. Del cruce de estirpes y
religiones va a surgir un quijotesco proyecto de poner al mundo a los pies del
papa como vicario de Xto en la tierra.
Sin embargo, y como
descubren bien nuestros soldados y sufren sobre nuestras carnes pronto ese
mundo ideal se viene abajo. ¿Será que no lo tenemos todo muy claro y que el
emunáa judaico de relación coral del Dios de los ejércitos con su pueblo
elegido es superior a la “pistis” de griegos y romanos, que basan esta relación
en algo personal como proclaman algunos judaizantes de la hora undécima en los
papeles y panfletos que nos asaltan a los lectores madrileños en este
turbulento 2002? ¿Tendremos que agachar la cabeza los monoteistas de los otros
dos cupos y admitir que el Dios de los judíos es el verdadero y el de más
fuste? ¿ Será cierto que los judíos al cabo de dos milenios de sufrimiento han
expiado la culpa y se han reconciliado con Adonai disponiéndose a la
construcción del Tercer Templo, que no será de oro ni plata ni jaspe ni de
cristal sino que está en íntima relación con el control del planeta mediante
los ordenadores? Dos papas anteriores sellados con la divisa de Malaquías de
“Pastor et nauta” (Juan XXIII) y “Flos Florum”(Pablo VI) les alzaron la
excomunión que pesaba sobre ellos y se ha borrado la palabra “deicidas” de
misales y cantorales eclesiásticos al paso que se consumaron sus pretensiones
de poner a Roma de rodillas y la SIR boca abajo.
El siguiente de la lista de
los 111 duró poco. Su anapesto era “De medietate lunae” alusivo al
resurgimiento del Islam en medio de un breve pontificado. Y tan breve. No llegó
al mes. Por lo que respecta al inmediato “De labore solis” surgen dos
interpretaciones. La que alude a los trabajos del astro por resplandecer por
una parte. Por otra, la condición idiosincrásica del polaco que quiere ser el
Luis XIV de toda la nómina desde san Dámaso para acá. Un sol que quiere brillar
solo. “L´Eglisse c´est moi”. Pero mientras las divisiones blindadas ponen cerco
a la Natividad este buen obispo de Roma al que se le cae la baba y le rila el
pulso en sus comparecencias pontificales está más preocupado por los escándalos
que están dando en Norteamérica clérigos pederastas y obispos de la cáscara
amarga. “Es preciso que venga el escándalo pero ay de aquellos que lo cometan.
Más valdrían que lo ciñeran una rueda de molino al cuello y lo arrojaran al
mar”, dijo el Maestro. Un consejo que la iglesia latina, obstinada en el
celibato a todo trance, no ha sabido guardar.
Comprenderán los lectores el
por qué he firmado por los ortodoxos griegos y la razón por la cual no me
siento identificado por una jerarquía que no da una a derechas por respetos
humanos o por herir las susceptibilidades del amo del mundo ante quien el que
se dice albacea de la voluntad del crucificado venera. Ante él se prosterna. Lo
primero que hizo recién proclamado fue ir a Washington y a Nueva York. Tampoco
ha ejercido presiones ante el régimen de Sharon para obviar el sacrílego asalto
al primer baluarte de nuestra fe. No se puede servir a dos señores. Por lo
visto este papa sí. Tiene bula para todo. Su actitud servil cabe los
norteamericanos recuerda la sumisión de Pío VI ante el Corso al que rinde
vasallaje.
Un verdadero creyente no
tendría que andar contemplaciones o remilgos pero hoy se guarda mucho la mira
de lo políticamente correcto. Por las cumbres se practica el pasteleo y los
cambalaches. Decididamente el Vaticano se ha convertido en una sucursal oculta
de los predicamentos sionistas. La liturgia surgida a raíz de los estatutos del
Concilio recuerda a las congregaciones sinagógicas. En lo único que sigue
siendo igual de mirífica y cerrada a los postulados de la secularización es en
lo referente al celibato. Y en ello no sólo hay motivos altruistas. Lo hacen
por comodidad, cerrazón mental, por soberbia, por economía pues de paso se
evitan así los líos de las herencias, y algunas veces por algún que otra razón
inicua y salaz como lo explicaba un cura californiano acusado de la violación
por la CNN: “ La sotana es sexy, da morbo, y a todas las mujeres les gusta lo
prohibido”. Es casi el mismo argumento utilizado por el arcipreste de Hita en
su petición al cardenal Gil de Albornoz a fines del siglos XIV: “ nos quitáis
las buenas para que nos vayamos con las malas, mi señor”. Pero de este asunto
del que escrito mucho largo y tendido no quisiera extenderme. Quiero volver al
buen fray Antonio que recorre las provincias levantinas acompañado de un lego
terciario en busca de una nave que haga la carrera de Estambul. No hay ninguna surta en los puertos de
Cartagena ni de Alicante que eran bocado preferido de los piratas berberiscos.
Y han de subir hasta Cataluña donde les dejamos apalabrandose con un
consignatario que pensaba navegar hasta Mesina. Pero antes en la ciudad de
Valencia hacen una visita al Santo Grial. El copón de la Ultima Cena que se
venera en su catedral. Paran en Tarragona. En Vinaroz les ocurre otro lance
poco digno de mención y sin más novedad arribaron a Barcelona donde tuvieron
que aguardar una semana para embarcarse.
Este va a ser un viaje
también a la búsqueda de reliquias. Los franciscanos tuvieron la prerrogativa
que otrora había sido exclusiva de los templarios de traer piedras de allá,
hierbas, agua del Jordán, ramas de olivo y polvos de la cueva de María que
luego se administraban a las parturientas para que tuvieran una hora corta.
El proposito de la
peregrinación - somos advenedizos o forasteros de paso por este mundo a decir
de la Biblia- era tanto la expiación de las culpas como la búsqueda de tan
sagrados restos. Algo de lo que se mofan los judíos. Sus carcajadas siguen
siendo atronadoras como demuestra el artículo de un digno columnista de La
Razón que niega la gracia de Cristo y que la fe de los judíos basada en obras
es la que vale. La nuestra, basada en la veneración de palos, estatuas y demás.
Son los pretextos de los iconoclastas. El argumento de la película ya citada, The
Body. Resuenan las carcajadas de mofa por doquier y lo vienen a recoger los
columnistas con cara de poker de un diario de nuestras mañanas. Dicen que su
director está loco y que es un criptojudío que acude todos los sábados a orar a
la sinagoga de la calle Balmes. La risa y la furia, pues.
Castilla se ha cansado de su
batalla ascética. Preconiza lo de pájaro en mano. Ha habido un vuelco. Las
iglesias se quedan solas, los cenobios vacíos y para cubrir las bajas que va
dejando la Pelona en sus comunidades algunos conventos de clausura han de
reclutar neófitos en países atrasados del tercer mundo para llenar el hueco de
sus noviciados vacíos.
En el siglo XVII era al
revés. Había una superpoblación de curas y de monjas y por toda la península se
encontraban frailes para dar y tomar. Sobre todo, franciscos. No era una regla
muy intelectual y para recibir el cordón no se necesitaban grandes requisitos.
Las costumbres mendicantes les permitían estar en contacto con el pueblo del
que reciben sus virtudes y sus defectos. La figura del fraile cabalgando en su
mula cargada de libros y de ornamentos para celebrar era tradicional por el
camino real. Salían a pedir de dos en dos. En algunas partes se les conocía
“por los del cordón”. Eran los administradores de la sopa boba y del pan de los
pobres. Los primeros en ir a América y a los que se requería para que ayudasen a
bien morir a los condenados a muerte.
Asistieron a más de uno y más de dos autos de fe. Ellos sabían mejor que
nadie de los trabajos, agobios y penalidades de las cristiandades. El talante
libre y el hecho de que no se les tomase declaración de su ascendencia permitió
que en la regla entrasen no pocos candidatos de origen hebreo o morisco. Este
parece ser el caso de fray Antonio del Castillo el cual sabía “alarbe” y
chapurreaba un poco el turco.
La nao que les conducía a
Italia dio de través pero los naúfragos pudieron ganar la playa de Rosas.
Tuvieron que regresar a su convento de Granada semidesnudos. El guardián los
recibe con un buen réspice porque habían perdido la bolsa con los que
auxiliarían a sus hermanos del Sacro Monte de Sión. La expedición estuvo a
punto de ser desconvocada pero de nuevo en marcha accedieron andando hasta el
lugar de la costa donde habían sufrido el
percance por la mucha mar de un día de todos los vientos y allí en un
bajío entre los restos del mismo esquife que les salvó la vida milagrosamente
encontraron la cartera con los dineros intactos. El portento lo atribuyeron a
la intervención misericordiosa de su padre san Francisco aunque no se les pasó
el susto del regaño de su prior que les había llamado al orden por haber perdido
aquellos dineros tan importantes.
De nuevo embarcados por
miedo a las galeras de Bizertta rumbo a la península italiana bojaron la costa
francesa y después de quince días de navegación consiguieron atracar en Gaeta.
Allí se prosternaron en adoración y gracias ante la imagen del famosos Niño
Jesús que se venera en aquel lugar y que dijo que salió del sagrario cuando un
cura borracho y descreído pronunciaba la fórmula de la consagración. En Catania
vieron el cuerpo incorrupto de Sta.
Águeda. Indemnes y salvos y con la escuadra berberisca siguiendo el rastro a
esta embarcación pilotada por venecianos llegaron a Alejandría. Relata entonces
las impresiones de un turista de aquellos años que entra en las mastabas de las
pirámides “donde está la carne momia”, un mercader griego les recomienda que se
pongan siempre un gorro y que no traigan nada verde en su ropaje so pena de ser
acusados por los moros de renegados. Lo que más le extraña es ver tanta gente y
a todas horas en todas las partes. El ruido y la algarabía de los zocos.
Prácticamente las escenas no han cambiado en El Cairo donde se aprecia hervor
de vida. Allí los sitios están colmados con ancianos, jóvenes y hombres de
mediana edad mano sobre mano. Pero le choca ver pocas mujeres en la calle. Y
esas nunca se paran. Siempre parecen
llevar prisa. “Tapadas con un griñón desde la cabeza a los pies que sólo se les
ve los ojos centelleantes y misteriosos como las de nuestros encapuchados de la
penitencia”.
Observan palmas altísimas
cubiertas hasta arriba por montañas de arena que nos veían sino los pimpollos
sacando la cabeza.
Haciendo el trayecto a pie
por miedo a embarcarse penetran en el Sinaí y visitan el sepulcro de Sta.
Catalina y la piedra de S. Atanasio. En el Nilo contemplan las cañafístolas y
el autor analiza algunas costumbres de los habitantes que evocan su asombro.
Cómo crían pollos con estiércol de buhardo. Dice que el Cairo hay nada menos
que cuarenta mil mezquitas y no usan campanas porque dicen que las almas están
como abejas entre las flores y en oyendo la campana se inquietan, caen al suelo
y pierden la contemplación. ¡Ridículo dislate!, anota. Hacen la azalá cinco
veces al día. Y la voz de los santones que llaman a la oración “a mí me causa
espanto”. Pero dice que los musulmanes son deshonestos y lujuriosos. Su día
santo es el viernes día de Venus. Unos
cristianos coptos le mostraron la casa donde vivió la Virgen transformado en
oratorio. “Bajo este techo moraron los tres mejores personas que nunca hubo en
el mundo”, observa de nuevo. A la puerta hay una piedra donde se sentaba san
José y los mismos turcos la veneran pues exhala fragancias y hay una higuera
llamada del Faraón que emboscó a los tres miembros de la Sagrada Familia cuando
eran buscados por los soldados que iban en su búsqueda y pasaron de largo. Se
pregunta asimismo cómo no siendo Egipto país pedregoso pudieran labrar unos
túmulos tan soberbios como las pirámides tan encumbradas cuya solidez espanta. “Aquí es donde se hace la
carne momia y los cuerpos se conservan en buen estado gracias a los vientos y a
la sequedad de aquel paraje”.
Optaron por no seguir a pie
siguiendo la ruta que hicieron María José camino de Egipto y la de los tanques
de Dayan en la “Guerra de los Seis Días” al ser apercibidos por un armenio de
los riesgos que entrañaba tal travesía volviendo de nuevo a Alejandría donde
subieron a bordo de un caramuzal[xxvi]
griego que no se gobierna por aguja. “Para entrar en Jerusalén hay que hacer
muchas ardides y ocultar lo que llevas no te lo quiten. Cada uno hace lo mejor
que sabe para que no le vean nada. Hay que pagar siempre el cavaro (portazgo) y
probar el kefir de camella que ofrecen los hospitalarios nómadas. Aprende a
decir buen viaje en turco: “rúa-ma-za-lehem” y hace la siguiente observación:
“Allí no es deshonestidad ir desnudo con tal de llevar tapada la cabeza”.
Chocantes hábitos de los sarracenos que no tienen el mismo concepto de la
moralidad masculina que en Castilla aunque son muy celosos y guardan a sus
mujeres siempre en sus casas. Aunque
entre ellos quepan toda suerte de tocamientos y donaires. Está dando a entender
el viajero que no dan importancia a la sodomía.
Tan sólo por estos precisos
datos que aporta en su bizarra descripción sería una obra importante. No se trata de un libro de las maravillas ni
un farragoso y empalagado texto de lleno de retórica que vuelve plúmbeos y poco
aseados esta clase de tratados espirituales aunque nos consta que debió de ser
un libro muy popular en España durante tres siglos.
El buen conventual declara
que no quiere sermonear y en cuanto a asuntos y devociones particulares de
elenco dudoso se confiesa: “¿Es esta cosa cierta? Ni afirmo ni niego. Sólo Dios
lo sabe”. Dando a entender que hay veneraciones discutibles y reliquias
inexactas. Para él lo importante es la huella de la fe. Tanto como el abandono
y la soledad en que se encuentran los custodios de estos bastiones de la
cristiandad. Prevenidos en frontera y
tan lejos de una retaguardia regalona y ensimismada con sus problemas y ambiciones
de la lucha política europea, pavorosa durante los últimos trancos del s. XVII.
Todas sus observaciones,
amen de atinadas, son insoslayablemente deliciosas. Así, en el Monte de la
Cuarentena, un lugar apartado y escabroso donde se encuentra la cueva habitada
por María de Magdala durante más de medio siglos de penitencias, allí mandó
erigir santa Elena madre de Constantino un cenobio. Es la cuna de la vida
eremítica pero quiso Dios por nuestros pecados que “este lugar esté
abandonado”. Se yergue en tal sitio una piedra redonda desde donde la vista domina un paisaje de más
de cincuenta leguas a la redonda y es la peña donde posó sus plantas el
Salvador cuando fue tentado por el diablo cuando le dijo la famosa frase de
todo te lo daré si prosternándote ante mí me adoras. “Omnia tibi dabo”. Los que
nos hemos pasado meditando la vida y pasos de Jesucristo nuestra adolescencia y
parte de la juventud agradecemos muy de grado al autor estas observaciones que
fijan la composición lugar y son de una viveza digna de una diapositiva.
“Esos vestigios
dicen que existen. Yo no les he visto”, se permite intercalar.
¡Ah qué bien huelen las
rosas de Jericó carnosas y fragantes, tamañas como biznagas y que con la
variación de noche al día mudan de color! Son las más coloradas del mundo,
regalos de la ferviente aunque corta primavera de los valles de Cafarnaúm! El
autor nos las describe con fruición embelesada, lo mismo que los higos del
sicomoro más dulces que la miel y que se brotan del tronco en lugar de las
hojas.
Y ante el Monte del Sermón
de la Buenaventura este mochilero de Jesucristo se prosterna y prorrumpe en
sollozos.
En el siglo XVII la
literatura europea no suele brindar paisajistas pero fray Antonio del Castillo
es gloriosa excepción anticipandose a los naturalistas decimonónicos. Por la
casta sensualidad y precisión augura las delicias panorámicas de un Pereda en
el Sabor de la Tierruca o el Buey Suelto sin dar de lado en sus
notas a la descripción de los tipos que encuentra. A los palestinos frugales de
piel tostada y cara de halcón descendientes de los filisteos. A los otomanos
venales y descreídos “para con nuestra religión” y algo estúpidos. Para sobrevivir entre ellos hay que ser sagaz
y marchar siempre a su vera con pies de plomo. Los árabes, comunica, son buena
gente pero supersticiosos y fanáticos. Hablando con ellos no se puede discutir
de creencias y es su postura “o crees o mátote”. Son hospitalarios pero prontos
a sacar el alfanje. Tanto unos como otros les agobian a los hijos de san
Francisco con sus exorbitadas alcabalas y requisitos déspotas. “Aquí hacen
falta dinero puesto que nos tasan el agua que bebemos y nos cobran hasta por
respirar”.
No ha cambiado mucho el
panorama en aquella tierra a juzgar por las últimas noticias. El ser humano no
cambia. Convertir a un mahometano sigue siendo asunto poco menos que utópico.
Pero qué bien huelen las
rosas de Jericó, la ciudad de la mujer cananea y de donde irradió el culto a
Astarté, la equivalencia a la impetración de hiperdulía a la Virgen María entre
los cristianos. Tienen poderes milagrosos. Metidas en agua y colocadas a la
cabecera de las parturientas más pronto abren las carnes y dan a luz. La noche
de Navidad - siempre según el informe del autor- a la hora en que la Virgen
estaba en labor despliegan sus pétalos los capullos que es cosa de ver. Su
recolección es por Agosto “ y nosotros se las compramos a los árabes pagando
buenos reales”.
Acto seguido relata la forma
cómo las remesas de estas plantas que se hicieron por vía marítima a Italia,
España, Francia y hasta otros lugares de la Hibernia nunca se amustian, el
bajel que las transporta tiene buena singladura y arriba feliz a puerto, no hay
pendencias entre la chusmas ni cosarios, conservando los ramos su aroma y
color.
Por lo visto, en el convento
de capuchinos de Valencia aconteció la sanación inexplicable de una señora a
punto de morir del mal de parto. Le fue llevada una rosa de Jericó al aposento,
y tuvo una hora corta saliendo la parturienta feliz del trance que un hermoso
rorro alumbró. En Roma se tuvo noticia de que un suceso similar ocurrió con la
sobrina de un eminente cardenal.
El acopio de datos precisos
da al relato la viveza y el interés de un reportaje novelado. Y es de gran
actualidad porque los problemas, los pelajes, los personajes y paisajes, con
tanta historia y tanta geografía de por medio, permanecen invariables a como él
los encontró.
Redactado en 1650, El
peregrino a Jerusalén y Viaje de Tierra Santa en el mismo convento de Santa
Isabel donde sigue obrando prodigios Fray Leopoldo para con los estudiantes en
época crucial se lee de un tirón. Es una odisea espiritual con todos sus
pormenores sin caer en los defectos ni fervorines de los libros de meditaciones
al uso. Las meditaciones del P. La Palma, Vilariño, Nieremberg y otros
biógrafos ascéticos podrán tener un gran valor prosístico y contenido teológico
pero son divagantes. No nos cuentan un país real.
La mayor emoción del
provincial del convento del Sacro Monte Sión fue decir misa en la Basílica de
la Natividad, la misma que está hoy sometida a un asedio que no ha terminado a
la hora de redactar estas líneas. Y cantar asistido por dos diáconos la
Passio en el Santo Sepulcro en latín. “Me cupo la suerte de consagrar
muchos días entreaño en este lugar de la Redención”, se jacta orgulloso y como
recompensado por todas las fatigas que hubo de pasar por su causa.
Intenta reflejar la
indefensión de sus hermanos de cordón, muy lejos del hogar, incomunicados con
el resto de la cristiandad, teniendoselas que ver con efendis fanáticos y
agobiantes, oficiales del sultán corruptos e impertinentes como ellos solos,
con judíos burlones pero dispuestos a hacer favores a cambio de un buen talego
de monedas, y con cristianos de otras confesiones y procedencias, malquistos
incomprensiblemente con los latinos. A este respecto da una idea terrible la
carta que escribe en marzo de 1653 el guardián del Sacro Monte de Sión, P.
Mariano Maleo, al ministro general de la
Orden Seráfica en Roma, fray Pedro Manero “ a cuenta de lo acaecido por causa
de los griegos cismáticos que con sus informes irritaron al Gran Turco para
asolar nuestra santa casa y acabar con los religiosos que habitan aquellos
santos lugares”.
A este tiempo
levantaron los griegos una gran persecución contra los nuestros, pobres
Catholicos a los que iban prendiendo, y los flagelaban, procurando con rigores
y alhagos diesen la obediencia al Patriarca Griego; pero con robusto y exemplar
valor confesaban su Fe como buenos Catholicos, y ofrecían sus vida por esta
verdad. Muchas Familias[xxvii],
atemorizadas de las molestias, dexando sus casas han huido a los Montes; y en
fin salimos a su defensa exponiendo nuestras vidas por defender las suyas: y
así en esta ocasión muchos religiosos fueron ligados en sus gargantas con sus
propios cordones, y atados, y arrastrados por aquellos suelos. Pasó esta
borrasca como las demás haviendonos saqueado el Convento, y emborrachandose con
el vino que teníamos para las misas[xxviii]
y necesitados y enfermos de las enfermerías. Salieron borrachos por aquellas
calles e hicieron algunos males a la gente. Fueronse à Gerusalèn muchos griegos
de Belén instruidos del Obispo de su Nación, y se querellaron contra los
Frayles, diciendo, que por haverlos emborrachado nosotros forzàron a sus
mugères e hicieron otras insolencias; que asi, aquella culpa la debiamos pagar
nosotros. Y viendo el Patriarca Griego, que esta querella no conmovió á mucha
irritación el animo de los Ministros Turcos, salió en persona acompañado de su
gente de Gerusalén y muchos que vinieron de Belén, y alegó que él y sus
súbditos eran fieles Vasallos del Gran Turco; y que nosotros eramos sus
enemigos, gente advenediza, hombres de mucha industria y muchas máquinas; y que
no era otro nuestro fin residir en aquellos países, sino reducir los Vasallos
del Gran Turco a nuestra devoción, y modo, y embiabamos a sus hijos a Malta y
Candía a ser guerreros, y manteníamos correspondencia con los Corsarios
Christianos y dió tantos clamores sobre esto que el Baxá llamó al Padre
Guardián, y, hechos los cargos, aunque supuestos, huvimos de asegurar el
riesgo, contribuyendo al Baxá, y Cadí, con alguna cantidad, y renovamos la
permisión para la libertad de nuestros probres Catholicos, que estaban
arrojados en las Mazmorras. (Versión literal).
Fray Antonio por su parte
denuncia estos atropellos interpretándoles como un castigo de la Providencia
por las miras humanas, “que pecados nuestros son”. Y no se cansa de repetir
ayuda y avenencia a los monarquías de Europa para que aúnen esfuerzos
mancomunados al objeto de convertir a Jerusalén en ciudad abiertas a los tres
credos monistas. El llamado no es de 2002 sino del año 1650. A los propios
otomanos no les cabía en la cabeza esta incuria de los occidentales por los
testimonio físicos en los que se fundamenta su religión. Y en el capítulo X
formula un lamento que todavía debiera estar resonando por las galerías
vaticanas. Es una denuncia en que se critica no ya meramente a los príncipes
cristianos por su desunión y egoísmo sino en conjunto a la autoridades
eclesiásticas. ¿No tendrá el Spéculum[xxix]
de San Juan de Letrán la culpa de tantos desastres y desacatos? Por aquellos
días el dogma de la infalibilidad pontificia no había sido promulgada pero en
el fondo de las cartas de los provinciales y guardianes de Tierra Santa late un
fondo de amargura del que no se libra ni el propio solio papal:
Para los
Frayles de Gerusalén no es el mayor trabajo los tormentos, ni la muerte el
mayor dolor, ni los mayores tyranos los turcos; los ojos que atormentan mas
vivavente, mirando la profanidad en que están los Santuarios, donde se celebró
la Redempción del mundo: el lugar donde fue Christo azotado y rogó con tanta
abundancia de su preciosa Sangre, es cavalleriza del Baxá: el Pretorio adonde
fue coronado de espinas, es cocina del Baxá: el lugar adonde nació la Reyna de
los Angeles MARIA, vivían en ella turcos: el lugar donde se celebrò la Cena, se
instituyò el Santísimo sacramento, y baxó el Espiritu Santo sobre los
Apóstoles, es Mezquita: la cueba donde Christo oró a su Padre, y sudó sangre,
está profanada, pues meten alli los animales, y la ensucian: y finalmente,
todos los lugares donde se celebraron tantos Mysterios, están profanados, menos
los que poseen los Religiosos, que son, el Monte Calvario, el Santo Sepulcro,
Belén, Nazareth, y el Sepulcro de la Virgen. Este espectáculo hiere más
vivamente el corazón de los Religiosos, que el cuchillo; porque estas
irreverencias miran a la sangre de Dios, que fue en sus martyrios ensalzada. Y
algunos turcos han pensado, que los Principes Christianos (que tienen por muy
valerosos) no tienen Fè, porque no les cabe en el entendimiento, que se estén
despedazando unos a otros rabiosamente, sin otro interès que el pundonor de las
cortesia, y que no traten de limpiar la Casa donde nació, y los redimió Dios,
de quien dice los ha de juzgar de sus obras, para condenarlos eternamente. Para
aquellos Barbaros no hay cuento mas fabuloso, que la creencia de los Principes
Christianos; porque les parece que el que adora verdaderamente no da en el
desprecio la honra.”(Pp 440- 442).
“De Sion exivit Lex et
verbum domini Jerusalem”. Palabras de verdad que cobran una vigencia
palpitante en el hic et nunc de nuestros días cuando parece que todo se vuelve
contra lo que uno ha tenido por sagrado y todos los valores aun los más
sacrosantos han caído en barrena. Cada titular, cada telediario, se vuelve
contra nos porque la manipulación y el maniqueísmo hasta ahí abarca. El
periodismo se ha vuelto el género más rentable de provocación.
Al contemplar días atrás,
después de haber dejado caer el libro que leía, Así habló Zaratrusta,
harto de la burradas de Nietzsche cuyo centenario de su muerte algunos
celebrarán a bombo y platillo, enchufé el receptor de la caja transparente,
ventana atroz al mundo de hoy de hoy, y asistí a la intervención de una enviada
“especiala” que con su voz de pito y su semblante de sibila mostraba como
victoriosos a los tanquistas israelíes asediando al santuario del Pesebre donde
hace 350 años ocurrió un zafarrancho parecido.
El edificio ha sido desde el
siglo XIII casa profesa de los conventuales franciscanos.
Yo pensé en el Anticristo
del cual nos habla el loco filosofo nazi en sus tiradas y provocaciones. En la
serpiente antigua que, recién soltada del abismo, emerge al cabo de mil años y
se retrepa en los sillones de la sala de estar donde miramos tele con displicencia.
Y me acordé de este escritor poco conocido pero como siempre pasa en la
literatura castellana los de poco nombre te deparan más sorpresas agradables
que los monstruos sagrados y que hizo esta entrega fehaciente que es un
testimonio de fe y de cristianismo. ¿Cómo es que lo tienen arrinconado? Yo
adquirí el Peregrino en Villanada una sábado de mercado entre papeles viejos.
La denuncia que formuló en su entrega vale tanto para aquellos abasidas del
bajá de Constantinopla como para las secciones de asalto del ejército
israelita.
Fray Antonio fue prior de
aquella comunidad durante sus tres mandatos en diversas fratrías franciscanas
de Palestina que se prolongaron durante cuarenta años. No sé donde murió ni
donde está enterrado. Seguramente en España adonde regresó un par de ocasiones
para costear limosnas para sus frailes en la vanguardia de la cristiandad. No
sé si tuvo más naufragios que el que relaciona al principio o fue hecho cautivo
por los corsos en alguno de sus periplos. Me es igual. Lo importante es el
espíritu. Esa literatura que se va devanando al correr de la pluma apresurada y
nerviosa por las diminutas cuartillas y a veces los escritores que se
consideran diletantes son los más interesantes.
No sé nada. Sólo que la
situación por él vivida la estamos viviendo ahora mismo ante la indiferencia
general de los príncipes y reyes cristianos - ¿queda alguno?- y la indignación
de la prensa sionista porque en Europa han quemado unas pocas sinagogas. Es lo
que buscan secretamente estos medios tan sibilinos y que cuentan con tantos
recursos y con tanta capacidad de maquinación. Que se levante otro Hitler. Eso
serviría a los intereses yanquis.
En la corte pontificia,
mientras tanto, un papa valetudinario y anciano llamaba a los obispos
estadounidenses a capítulo por las tendencias pederastas de los curas allá y
sus inclinaciones por la mujer del prójimo. ¿Pero acaso no fue así toda la
vida? ¿de qué se quejan? ¿A qué viene tanto rasgarse las vestiduras? Esta
insensibilidad de la Curia o acaso sea simple miedo de no despertar a la bicha
me parece que es crasa evidencia de dejación de poderes y de negación de
auxilio. ¿Qué tienen que ver unos cuantos fulanos con sotana que les ha dado
por el vicio nefando, licenciosos e mojigatos con el Maestro al que han defraudado?
Los enemigos de la Iglesia la atacan por el blanco débil. La Iglesia Poder se
convierte así en un problema de bragas y de braguetas pero la Iglesia Verdad es
algo muy diferente. Y hoy por hoy está
en Jerusalén en esos frades de la OFM que como buenos discípulos del Señor y
del amado Francisco resisten frente a los tanques guardando las reliquias
sagradas. Más que en esos relamidos purpurados que se tiran a todo el coro de
monaguillos o le meten mano a sus postulantas,
mientras el marido piensa que su mujer, encargada del ropero, ha ido a una
reunión de padres. El tema de los confesores atrevidos es tan antiguo que de
ellos ya protestaba Sta. Teresa. Y la jerarquía sigue mirando para otra
parte. La reforma de costumbres
pretendida por el concilio de Trento ha fracasado. No se entiende por qué la
curia no admite el matrimonio de los clérigos dejando el celibato riguroso para
las ordenes monásticas.
Eso no tiene remedio. Lo que
está pasando con los Santos Lugares parece un torpedo contra la línea de flotación
de la Barca de Pedro y un anticipo de que se avecinan tal vez tiempos recios
pero esto no habrá que achacarselo a los judíos, como siempre, sino que pecados
nuestros son. La institución se bambalea
por causa de nuestros propios delirios, insensateces, sacomanos a la verdad.
Pese a todo es un signo de esperanza en medio de los barruntos de persecución
que vienen esos hermanos del cordón plantando cara a los blindados poniendo la
vida al tablero y defendiendo el derecho de asilo que ha sido una de las grandes
cosas del Derecho Canónico.
Los soldados de Sharon con
su almete característico me recordaron a los sicarios de Herodes entregados a
la matanza de Inocentes. El oficial que pedía los papeles a un grupo de tres o
cuatro frailes que abandonaban el recinto alzando pañuelos blancos y bajando la
cuesta con las manos en la nuca, enfermos, cansados y crispados por el miedo,
era la vera efigie de cualquier impávido SS la noche de los cuchillos largos. Y
los carros de asalto, mutatis mutandis, sustituyendo el anagrama nazi de la
cruz gamada por el broquel davídico y la V de la victoria que llevaban
estampados en el peto pudieran pasar por una sección de asalto de la Wehrmacht
a punto de entrar a saco dentro del gueto de Varsovia. Otra vez el ruido de
cadenas. Desde luego, jamás podrá compararse el régimen de Sharon, democrático
a fin de cuentas, con tales emblemas totalitarios pero a veces los extremos se
tocan y la historia enseña que uno puede pasar de santo a asesino en cualquier
instante.
Los comandos de infantería
que iban registrando hogares palestinos pegando un patadón a la puerta y
volcando cajones y armarios ante la mirada asustada de mujeres y niños eran la
viva estampa de los SA (Sturm Abteilung)
secciones de asalto utilizados por la Gestapo. Otra vez creí percibir la
carcajada de Israel encañonandome por la espalda. Pero no podía ser
Israel. Era el diablo. El enemigo de los
hombres que ciega a los que quiere perder. Cuando menos, éste no era el pueblo
que tiene la palabra shalom siempre a flor de labios. Las imágenes que llegaban
desde la orilla oeste del Jordán donde un esenio vestido de marlota bautizaba y
predicaba penitencia se compadecía escasamente con la noción del judío
inteligente, humano, sagaz, paciente y buen amigo y siempre a punto de echarte
una mano, en las circunstancias más penosas de mi existencia, como así ha sido.
Esto no es el ideal que yo admiraba. La sal de la tierra. El pueblo elegido. El
Israel de los salmos y de los santos. De los uncidos a la divinidad por el
carisma y por los genes. El de Isaías, Daniel y Ezequiel aunque reconozco que
en un augurio de este último se basa toda la filosofía del regreso a la tierra
antigua: “Os recogeré en un solo haz do quieras que estéis y os traerá a la
ciudad de la paz”.
Pero nunca así. Esas no son
formas de consumar la promesa mesiánica ni de volver al redil. A cañonazos.
¡Qué penoso resulta a veces interpretar la biblia un libro de tantas lecturas e
interpretaciones como creyentes han existido, aunque reconozco que los judíos
tienen una gracia ingénita para interpretar el saber de Dios y conocer la
voluntad y el signo de los tiempos.
Trance tan desagradable como
el cerco a Belén no es nuevo como decimos para los heroicos monjes católicos
custodios de los Santuarios. Parecen hechos de un material distinto. Están
acostumbrados a pasar calamidades. A los mojicones y malos modos de la
soldadesca turca. De manera que los improperios judíos tampoco les cogen de
nuevas. Los genízaros entraban en su oratorio a robarles sus pertenencias y a
beberles el vino de consumir. Se
emborrachan y luego ocasionaban desmanes, forzaban a las mujeres de los
cristianos griegos y corrían a estacazos a los franciscanos por sus celdas.
El Dr. Laguna, autor del Viaje
a Turquía, arriba consignado, refiere que los muslímicos no suelen consumir
alcohol pero cuando lo hacen tienen muy mal beber. Son los peores borrachos.
En ruta por los caminos
tampoco estaban libres de sus acechanzas y oprobios. Con los beduinos las
relaciones no eran tan problemáticas aunque dice que por toda Palestina se
encontraban moriscos o descendientes de aquellos que fueron expulsados en 1612
después de la rebelión de las Alpujarras y eran algunos paisanos suyos,
granadinos, los que mayor resentimiento mostraban hacia la comunidad pero los
frailes tratando de ganar su amistad y devolviendo bien por mal los ajustaban
de truchimanes e intérpretes. Aunque, en definitiva, la consideración que
encontraban en unos y otros estaba muy mermada por los prejuicios. Se creían en
jurisdicción de sus personas. Les daban palizas y hasta intentaron profanar a
algún novicio sin ningún respeto al hábito ni al cerquillo. Para los árabes
aparte de extranjeros, metecos, eran infieles de poca confianza. Y este es
precisamente el argumento que exhiben los cismáticos que rinden pleitesía al
sultán contra ellos. Amargo es el pan en tierra extranjera y el imperio siempre
sabe que para regir hay que tener enfrentados a los súbditos si estos
pertenecen a religión distinta o diferentes etnias.
El recuerdo de las Cruzadas
estaba vivo en muchas memorias y los francos, nombre genéricos con que conocen
los orientales a los cristianos occidentales, en su comportamiento habían
dejado mucho que desear. Habían
comportado violencias y sacomanos. Las diferencias y recelos entre Roma y Bizancio
era materia de escándalo. Sólo hubo un intento por mejorar aquella impasse y
fue la presencia de san Francisco de Asís en los Santos Lugares y al pairo del
recuerdo de este bienaventurado que nunca irritó a los árabes con su estilo de
vida y su entendimiento con los paisanos
el instituto por él fundado gozaba de cierto reconocimiento. Es por esto que
los papas confiaron a esta orden la vela y guarda de los vestigios de Tierra
Santa.
Sin embargo, las relaciones
con los griegos amén de piedra de escándalo nunca dejaron de ser difíciles. Los
curas griegos se casaban y ellos no. Además se les acusaba de proselitistas. El
contencioso acaba de saltar en las diferencias de la sede romana con el
patriarcado de Moscú que acusa a los papales de ingerirse en los asuntos
autóctonos y de ganar prosélitos en las heptarquías ortodoxas de la Rusia de
Putin.
Duro es proclamarlo pero por
ese cabo, el de la caridad, que es piedra angular de la fe cristiana todos
estos cismas que no reflejan sino una lucha por la preponderancia en el seno de
la Iglesia las cosas no son ejemplares.
De los papaces griegos,
antioqueños, abisinios y melquitas hay anécdotas interesantes a lo largo del
libro y la mayoría poco edificantes. Se resalta su afición a la bebida, la
ignorancia y sus oficios larguísimos con las luces de la iglesia apagadas que
ellos “afirman que baja un ángel del paraíso a darles candela y esto es un
embuste porque es uno de ellos mismos el que guarda un cirio oculto y les da a
los demás y con estos falsos milagros se aseguran buenas limosnas de los
peregrinos que llegan incesantes a Jerusalén desde el país de los tártaros,
Armenia y el reino de Moscovia”.
Sus liturgias le parecen muy
prolongadas. De pie. Y las misas cantadas con muchos golpes de incensario.
Nunca se arrodillan. Se prosternan o hacen una inclinación de medio cuerpo y se
persignan al revés y muchas veces con gran reverencia. Una simples vísperas les
pueden durar la noche entera. Pero obvía que el esplendor litúrgico resulta
magnífico sobre toda ponderación con respecto a los canónes occidentales.
Es la misma afirmación que
efectúa el autor del Crotalón el cual un siglo antes había estado también por
aquellas tierras. La descripción que hace de la vida de los monjes en el Monte Athos es una página impresionante
y concuerda con la versión de fray Antonio del Castillo quien constata, a su
vez, la estrechez en la que viven los eremitas del desierto de san Sabas,
asceterio antiguo donde todavía en 1630 se congregaban más de dos mil
solitarios. “Uno de ellos habitaba una torrecilla alta y angosta y estaba
incomunicado desde hacía veinte años”. Es la imagen del verdadero estilita que
pasó la vida atado a la columna. Una pierna se le gangrenó pero todavía le
quedaba otra sana y a los incomodos huéspedes les pedía que consumasen su obra
e hicieran lo que les mandaba Dios.
Éste del cenobio de san
Sabas no salía para nada de su lugar. ¡Cómo olería!
Con una que él echaba desde
arriba le subían la comida, un poco de pan y una jarra de agua. Por mucho
regalo unas aceitunas. Y eso el día la Pascua.
Fueron ilustres miembros de
esta comunidad san Cirilo primer obispo de Jerusalén y san Juan Crisóstomo.
“Allá no comen sino habas, ayunan siete cuaresmas entreaño - el mismo dato que
aporta Cristóbal de Villalón- y hacen colación sólo al ponerse el sol y lo que
comen están poco que es penitencia probarlo”.
Sin excesivas preocupaciones
canónicas y sin caer en los ambages y rodeos que hacen algunos exégetas nuestro
peregrino rastrea en las fuentes de los Apócrifos cuyas bellas y un tanto
increíbles historias completan cuanto callan los Sinópticos sobre la vida del
Divino Jesús. Estas leyendas forman parte del corpus de la tradición piadosa y
tuvieron una fuerte impronta en los católicos. Desde la edad media hasta el
barroco. Son materia prima de la Leyenda Áurea. Y subministraron tema de
inspiración a pintores y artistas centrados sobre todo en la humanidad del
Salvador. En el detalle. En las cosas nimias sobre las que los cuatro
evangelistas pasaron de largo. Pero esta amalgama de cuentos entreverados con
la verdad se miran siempre bajo el punto de vista europeo, tan diferente al
levantino, y con la mira de conseguir algunos de estos objetos que guardarán
para siempre poderes de curación.
De esta forma la cueva de
Belén donde pernoctó la Sagrada Familia en su viaje a Egipto conserva una arena
blanca que es muy solicitada incluso de los árabes. Es el caso que estando la
Virgen dando de mamar al Niño un chorro de leche brotó de sus senos y cayó
sobre el terrado. La tierra entonces se volvió blanca como la cal y a partir de
entonces los betlemitas van a por ella y la recogen en serones. Se la ponen a
sus enfermos en aquella parte del cuerpo donde está el mal y sanan de repente.
Esta arena blanca es un
paliativo infalible contra la fiebre, mitiga el dolor de muelas. “No hay lugar
en la tierra que tenga tantas indulgencias como éste”.
¡Oh zancadas maravillosas de
este fraile menor, vagabundo del buen consejo, que le llevaron a bañarse a las
aguas del Jordán. Al epicentro mismo desde donde empieza la peregrinación de
los redimidos! De lo que trasciende de sus escritos mucho quería este hombre a
Belén, la ciudad del pan, la Efrata, donde naciera David.
No se conseguirá nunca
comprender el cristianismo sin ese concepto de advenedizos, de pasajeros en
tránsito por este valle de lágrimas. El viaje purifica y expía las viejas
culpas pues la posesión del reino implica la renuncia, el desprendimiento de lo
material, una noción radicalmente opuesta a los criterios del mundo, que
estimulan a poseer y a acaparar. La tierra prometida por el Mesías verdadero
poco tiene que ver con los idearios de riqueza, belleza, salud física y poder
tan ambicionados ahora mismo.
Es ahí precisamente donde
radica el choque entre la “pistis” griega y el emunáa judaico. La peregrinación,
la hégira, el desasimiento se hallan profundamente enclavadas en las veras
esencias tanto del corán como del evangelio.
No se podrá evaluar ni
entender el comportamiento radical de los que renuncian a todo por seguir este
aviso del maestro interior: los monjes contemplativos, los cátaros, los yoguis
y hasta los morabitos del Rif semi ocultos en sus rábidas espirituales. Para subir hay que bajar y para tener
despojarse.
Entonces las sandalias de
este mochilero de la fe se impregnan del polvo de sendas místicas. Proyecta el
espejo fatigado a lo largo del trayecto. Aparentemente todo es el mismo camino
pero de tarde en tarde salta la chispa de la genialidad. De lo inaudito. Cuenta
bizarras y hasta grotescas historias donde se conjugan el Nuevo y el Antiguo
Testamento con algún aditamento de las suras coránicas tan bellas como
imprecisas cuando hacen referencia a algún paso de la vida de Jesucristo o de
Mirián.
Refractario al sermón, vicio
en el que suelen caer los manuales de devoción, que suelen subirse a la parra y
confundir las churras con las merinas originando un sucedáneo de piedad tan
recargada como intimista, recoge hasta los más humildes ruidos de la vida
cotidiana allá en Palestina. Roma. Con ese sesgo individualista que se percibe
en todo, desde el derecho hasta las devociones particulares, nunca ha llegado a
entender ese sentido coral y viril que tiene la plegaria en oriente. Y se nota que el descubrimiento de esta forma
de entender la religión le hace vacilar un tanto, pero sin dejarse llevar por
las dudas. Por eso suspende todo juicio de valor cuando le presentan una
reliquia o un lugar venerando.
Sus trancos a lo largo y a
lo ancho de Palestina unas veces son a paso corto y a otras a paso largo pero
sin perder nunca de vista el rastro del rostro de Cristo. ¡Con cuánta humildad
este minorista acaricia el polvo que besaron las pisadas del Mesías prometido
cuyo reino dijo no ser de este mundo.
Y esta viene a ser un poco
la explicación a tanta ruina santa que le anonada por el camino al cruzar la
mirada. No somos de esta tierra. Nuestra meta es el cielo porque acá abajo todo
pasa. Pero contempla con fervor los mismos árboles que dieron sombra a Jesús.
Siente en su piel la caricia del mar de Tiberíades y sube a la higuera de
Zaqueo para probar los sabrosísimos frutos. No hay higos más dulces que los de
los sicomoros de Israel. A la vera del camino se lanza cantar el oficio divino
según las prescripciones de san Francisco pues esta norma es “buen
salvoconducto para la felicidad” en compañía del lego que le escolta. Recorre
las provincias de Judea, Galilea y Samaria. Para un cristiano estas sendas
conducen siempre a la ciudad de dios, la Jerusalén del alma que carece de
espacio y de fronteras limitadas.
Fides et Veritas. Lumen et
Charitas. La fe se bate cuerpo a cuerpo con la razón. El paso de todo hombre es
un estado permanente e apocalipsis, de aprendizaje, de revelación. Es como el
descorrerse de una cortina que abre vistas a un horizonte infinito cada mañana.
Shema Israel. Mas el nuevo estado surgido tras el mandato británico a raíz de
la Declaración Balfour es un borrón y cuenta nueva que se desciñe de ese
proyecto taumatúrgico con que tienden vuelo los bautizados hacia la Roca Santa,
fuente de la Redención. La luz pugna con la oscuridad. Hay cosas que no casan.
Aspectos poco afortunados que empañan el proyecto divino por causa de las
mezquindades de los hombres. A los que veneramos a Israel y luchamos por el
reino de su justicia en la tierra nos parece sacrilegio que lo hayan convertido
en un vulgar estado policía tan cetrino como los demás. Tan digno de menoscabo
como las naciones árabes que hicieron del terrorismo salvaje un arma y un
pretexto. Dan casi ganas a la vista de eso de cerrar la tienda. Se comprenderá
entonces por qué Job se dio a la bebida.
Nos envuelve una nube de
enigmas. Todo lo humano es un tobogán de contradicciones. Una pelotera de
recriminaciones. Manzana de discordias, sarcasmos, matanzas, pero también
melodía de antífonas de son antiguo y de bellísimos himnos a los pies de ese
serafín de seis alas tan alto que no puede un hombre abarcarlo con la mirada y
que para recorrerlo de la cabeza a los talones haría falta un día entero de
caminata y que según los creyentes musulmanes está guardando la entrada a la
mezquita de Omar.
Bajo los arcos de Jerusalén
resonaron las melodías aladas del arpa de David o se escuchó la coda vibrante
de los Coros en sus alabanzas bajo el gran Sabaoth de la Jerusalén
celeste. El destino de la Humanidad que
brilló humilde pero definitivo en los filamentos de la estrella del portal cuna
de la paz atraerá siempre a los corazones de buena voluntad. Pero a veces
parece que la luz se oculta y en el orfeón que entona la melodía, en lugar de
concento, hay voces que derivan en desafino. ¿Dónde andará el director de
orquesta?
El provincial granadinos que
celebró muchas veces la Misa del Gallo en el altar de la Natividad y cantó la
pasión del Señor ante la cueva de Getsemaní trata de intimarnos en su relato el
mensaje vivo de las nochebuenas betlemitas.
Allí hasta el aire cuaja
bálsamos de azahar de los que se desprende una aroma de resurrección perenne.
De purificación que no cesa. Los muros del antiguos templo destruido donde los
piadosos de Mea Sharim hacen sus encargos por escrito (jrilev) que
introducen por los huecos de la pared pidiendole a Dios gracias de toda laya
para hacer frente a las necesidades y terrestres del humano vivir son un
ejemplo de fe milenaria. Jerusalén es un invitatorio al recogimiento. A la
oración. Pero no hay que olvidar tampoco que fue allí donde Cristo precisamente
empuñó el látigo contra los profanadores de su casa y lloró a la vista de su
perfil urbano antes de que se consumase el augurio de la destrucción de aquel
suntuoso edificio por las legiones de tito.
Fue aquel uno de los
momentos más terribles que registran los anales. Más de un millón de muertos en
su mayoría por hambre y otros tantos conducidos al cautiverio como muestran los
bajorrelieves del Arco de Triunfo capitolino. ¿Podrá Dios sentirse orgulloso de
esa inmensa pira de cadáveres? El castigo fue terrible. Digno de un Iahvé. Pues
terrible es el Dios del Sinaí en palabra de Emilio Castelar. Sin embargo, los
judíos siguen ahí. Son una raza correosa que ha sobrevivo agarrandose a la
Escritura. “ La Biblia tiene cosas que no nos gusta - decía Golda Meir- pero
gracias a ella estamos todavía aquí”.
Cualquiera que sea la
respuesta a esta interrogante, denominar a Jerusalén como emporio de la paz,
que es su verdadero étimo, no deja de sonar a sarcasmo en oídos de mucha gente. Y la Biblia, para más inri, tiene como
colofón un libro vehemente de poesía incomprensible: el Apocalipsis.
Señor, que yo vea.
ENTREVISTA A LA MUJER DE HIERRO GOLDA MEIR O LA
GLORIA DE UN SCOOP
4Su rostro era un pergamino.
Un mapamundi de penas y de ensueños. El aspecto cansado. Harta de mirar y de
ver siempre lo mismo pero los ojos que tenía grandes y que un día fueron los de
una mujer bella y de ellos se desprendía un atractivo poderoso. Quien alguna
vez hubiera visto a dos pasos a Golda Meir nunca la olvidará. Los ojos se
quedaron dentro. Se parecían un poco a los de mi abuelo Benjamín y ella por su
halo, por su manera de mirar y conocerlo todo, que no necesitaba ni preguntar
para ver cuál pudiera ser el problema de la persona que tenía delante. ¿Qué me
vas a decir? Era como una de esas santas
que van poco a la iglesia, a la sinagoga en este caso, pero que inspiran
seguridad y que su oblada deberá arder, buena oblada, en los pebeteros del Altísimo. Pero de niña, allá en Kiev, tenía fama de
chica terca. Tan inteligente como hermosa y no daba fácil su brazo a torcer,
pero todo cuanto hacía, hasta el amor, las reprensiones, lo hacía con amor. Fue
para mí uno de los puntos álgidos de mi vida profesional el poder hablar con la
mujer fuerte. Poderla mirar de cerca. Te hacía pensar en Judith. En Esther. En
Rebeca. Los judíos son una raza de acero porque cuentan con estas mujeres
berroqueñas. Ellas son las que transmiten la llama del fuego sagrado. Quizás
tenga también dicha peculiaridad que les convierte en vaso de elección, en
garantía de la famosa castidad judía. Es una de las religiones que da
instrucciones muy precisas sobre lo que se ha de ser y no ha de ser con el
cuerpo, habitación del Espíritu de Adonai. Y no sé por qué digo. Porque la vida
es un tesoro en una vasija de barro. Frágil. Muy frágil todo ello. Se trataba
de un ser humano impresionante. El pelo
lo llevaba recogido atrás y vestía de negro una falda y una blusa de mangas
cortas. Sus miembros inferiores y superiores pero tenía los tobillos hinchadas.
Mala circulación. Y un bolso de skay comprados en Woolworth o Mark Spencer, que
no se distinguían en aquel entonces por el acabado del refino y acogían la
clientela más proletaria de la población londinense. Ella con este gesto que no
era un golondro de ese simbolismo tan judío estaba dando a entender que el
mundo corre a ser masa. Se acabó el tiempo de las elites. El consumo devorará
al arte y la cantidad a la calidad. Su bolso de abuela pobre estaba dandonos
pistas acerca del porvenir.
“La vida del buen judío es
leer y leer”, fue una de las confesiones que me hizo aquella tarde.
Ellos vienen al mundo
uncidos al yugo de la palabra y rotas las cadenas de la tiranía cuando lo dejan
un poco más asequible y cómodo, aunque plagado de dramas, traumas y trampas. Es
la misma comezón que salpican a los que sienten pasión por la literatura y que
son un poco judíos en el fondo. Es una norma entusiasta y demoledora. Exigentes
consigo mismos. Masoquistas. No se parecen a los demás mortales. Es como si
llevasen el globo de Prometeo a sus espaldas. Hay que dejarlo todo. Ceñirse la
correa de la castidad. Ponerse el amito de la misericordia y acariciar el
manípulo de los escogidos.
Por eso se vuelven tan
odiosos a las personas corrientes y vulgares que tampoco ni poco ni mucho los
comprenden. Pero esa incomprensión
constituye un gaje del oficio. Grandezas y miserias de la profesión mesiánica.
Y esta pasión por la palabra
la lleva inscrita en su frente Golda Meir.
La Mujer de Oro. Todas las frases que pronunció en la suite del Hotel
Claridge donde me recibió retumban en mi memoria. Eran aldabonazos proféticos.
Todo su discurso fue un sapiente atentado contra el tópico. El ser humano está
obligado a pensar por sí mismo. No que se lo den todo hecho.
La Mujer de Oro, la Mujer
Fuerte, consiguió transformar en grandeza todo cuanto tocaba. Cual una nueva
reina Midas pero el oro de su palabra no era sino metal metafísico. Su cara era
como una roca. Ya algo metida en carnes y haciendo gala de esa modestia y
austeridad que sólo se encuentra entre los verdaderos seguidores de la Torá
para quien vivir no sino un desvivirse hacia adentro porque esta vida es lugar
de paso, centro de acogida. Una trabajosa pascua ininterrumpida de Cabañuelas
en espera del Sábado que no cesa. Es la razón de la gnosis que invocan los
perfectos. Pero ella, agnóstica, se me presentaba con rostro humano y
comprensiva con las carencias del prójimo. De abuela metida en años y en carnes
era la imagen. Que fumaba sin parar, pues era una mujer- mujer como el café
-café, muy real y liberada aunque para la Meir la libertad no se compadecía con
la emancipación sexual, algo sumamente candente y problemático para la hija
pudorosa de un rabino observante de la ley, y tenía los tobillos hinchados. Era
de carne y hueso y no una efigie de madera o escayola a la que los prejuicios
idólatras de algunos quieran entronizar en los altares con nimbo y aureola. Y
era una “turris ebúrnea”, una “domus áurea”, y una “mater castissima”,
inviolada al desaliento. Se parecía un poco en el rostro a esa Virgen que
invocamos los católicos en las letanías loretanas. Con una espina de cambronera en medio de la
frente como Rita de Casia:
-Yo tengo mis defectos-
aclaraba-. Amé y desamé como todas las mujeres. Fui mejor madre que esposa. En
mis tiempos las divorciadas no eran bienquistas de la sociedad y más aun en
Chicago.
Apenas parecía dar
importancia aquello que para los paganos tanto cuesta que es la imagen
exterior. Desde niña rehuía de lo postizo.
Sin maquillaje y nada
atalajada ni llevaba un solo anillo en ninguno de sus dedos. La única concesión
que hacía a las pompas y vanidades del mundo era el vicio de las hojas del
tabaco pues la venganza de los indios es un compañero de la soledad de los que
sienten responsables y como pegando brincos por la sinrazón de la vida misma.
Se había hecho fumadora en
los años de la clandestinidad para entretener las esperas y escoltar a sus
pensamientos. Fueron recios lustros de mucha brega.
I have had not had what you
might call an easy life[xxx]. Extraía los
cigarrillos de una pitillera con una inscripción, regalo de uno de sus nietos,
metida aquel bolso tan hortera que la acompañaba a todas partes. ¿Lo habría
comprado en las rebajas? Sobre su brazo aquel objeto práctico recordaba un poco
a la Reina Madre. Isabel de Inglaterra, con aquellos abrigos color verde de
felpa y aquellos bolsos horroroso, vestía con el mismo gusto de una sirvienta
en su tarde libre.
Quien lo lleva y quien lo
sabe a veces no lo demuestra. La una era la hembra más rica del planeta. La
otra una de las más poderosas a pesar de representar a una nación pequeña, casi
insignificante, pero todo fuerza. Todo medula. A Israel la plantaron en medio
del desierto como una enigmática columna.
Su aspecto era hombruno. Se
llegó a decir que era la que estuvo llevando los pantalones en el gabinete
israelí pero la mirabas al rostro y te dabas cuenta de que en verdad esas
habladurías no reflejaban la imagen exacta. Seguramente era de lo más maternal.
Lo decían sus senos poderosos y era un símbolo de esos generosos regazos de las
abuelas judías.
¿Será Israel desde Judith y
Esther para acá un matriarcado o más bien una anfictionía de guerreros,
banqueros, químicos, matemáticos, ingenieros y sabios que han patentado los
ordenadores, la bomba H, las ametralladoras Uzi, el riego por goteo, el music
hall, la reacción Wasserman, Lombard Street y Wall Street, el New York Times,
la revolución rusa, la biblia, Hollywood, la letra de cambio, el psicoanálisis,
los oráculos, el pan sin levadura, todas las pascuas por su debido orden:
florida, granada, la del Seder, las Cabañuelas, la de la expiación, la música
de Mendelsohn, Spinosa? Lo grande en lo pequeño. Los montes serán aplanados y
los valles nivelados. Lo izquierdo en lo derecho. Resucitarán los gigantes y el león se
apareará con el cordero. He aquí a los profesores de Berlín y a los radiólogos
de Praga que se van al desierto a trabajar de pico y pala, convocados por la
profecía de Ezequiel: “He aquí que yo abriré vuestros túmulos y os sacaré de
vuestros sepulcros, pueblo mío, y os introduciré en la tierra de Israel”. Pero
esta resurrección de los elegidos acarreará una danza de la muerte macabra para
otros pueblos que habrán de ahuecar el ala y tender el huelo para dejar sitio a
los elegidos. ¿Cómo podrá ser dios tan caprichosamente injusto?
Era una hermosa mañana de
primavera. Afuera rugía la marabunta del tráfico rodado por la bajada de
Regente Park y en el parque de al lado lucía ya sus galas la primavera
londinense, larga, fría y con intercadencias. Los castaños regoldones se ponían
su casulla verde de flor. Las raspillas y miosotas alegraban las platabandas y
los macizos de las mejanas de tráfico en todo el perímetro de Hyde Park. Los
fantasmales robles que crecen en manípulos se revestían de polen para una
inmensa celebración y los coris hacían cola para bañarse cerca de las aguas
pandas de la Serpentina. Ya abrían sus yemas abullonadas, anticipo del primer
fruto de las excelentes avellanas inglesas.
Los narcisos que allí dicen
dafodilos celebraban con parrandas de cromáticos colores su himeneo con Dafne.
Los gorriones de triste pelaje pero bien alimentados y acostumbrados a
sobrevivir en las adversas condiciones del hiemal británico, que tanto deprime
a los humanos, preparaban sus estridentes conciertos desafinados en la copa
tupida de los magnolios como ajenos a las cuitas de los humanos. A las noticias
en la BBC-2 que contaba, impoluto y atildado, siempre con trajes cortados en
Savile Row, Roger Baker o a las fiestas de sábado noche que conducía Cilla
Black.
Todos los que vivíamos y
escribíamos en el Londres de los albores
de la movida o swing de aquellos años en minifalda, ropa casual y una taza de
café en tu casa o en la mía, vida mía, después del baile, eramos conscientes de
estar asistiendo al nacimiento de algo nuevo.
Sabíamos que estos
interregnos de bonanza en la historia son infrecuentes. Por eso apuramos con
avidez la copa de la felicidad que nos tocara en suerte.
Al atardecer nos
encaminábamos al pub. Una cuantas libras y un amor en el bolsillo, acaso una
cita, un número telefónico o la seguridad del venador de ciervas montesinas
propia del macho que ha comenzado su berra y se siente seguro y potente. En aquellos años no era problema la cuestión
de la virilidad que ahora la tenemos todos tan flotante como la libra esterlina
bajo el mandato de Haroldo Wilson. Nunca parecía que iba a sonar la campana y
el aviso fatídico que a mí me recordaba al tercer ángel pregonando aquello de
“last order please”. Por lo menos habíamos llegado a la última ronda. Tengo
grabada en la memoria la aparición de aquellos hosteleros angélicos en mangas
de camisa que accionaran con fuerza el badajo y apagaban algunas luces del
local para anunciar el final de la velada a las once en punto de la noche, las diez
en Canarias. Apurábamos sin saberlo nuestras últimas rondas.
A todos nos entraba una
extraña sed que a lo mejor no era física en cuanto tal sino el triste
presentimiento de que aquellos días de vino y rosas, de Beatles, y de novias en
barrios apartados al otro lado del Támesis que ibamos a buscar, tendrían su
punto y final.
Estábamos abocados a algo
muy distinto. Era el final de una era. Hasta a la cazuela de la pipa del bueno
de don Haroldo, siempre tan bien abastada, le faltaría el tabaco. La hoguera se
apagaba. A mí de mayor lo que me hubiera gustado, por sentimiento premonitorio,
era se Haroldo Wilson. Fumador de
múltiples cachimbas. Ser un buen laborista y tener una secretaria tan eficaz
como Marcia Williams.
La canción del verano otoño
anterior había sido: “We are the union men”. Aquí somos el poder del sindicado.
No había aparecido aun el trasnochado oso buco con su escolta del más largo que
un ocho. Allí el sindicalismo era algo muy respetable pero se lo cepilló la
Thatcher. Un Vic Feather o un Jack Jones con un Cándido Méndez o el Fidalgo
Largo ese, nada tiene que ver. Los sábados por la tarde en las concentraciones
de la plaza Trafalgar arengaba a las masas el viejo brigadista Jack Jones y yo
vi a Isabel Allende subirse a una de aquellas plataformas improvisadas cabe los
leones de ciclópeas melenas de bronce y de las estatuas fundidas con los
cañones de las guerras de Afganistán.
El gran debate nacional por
aquella calendas previas a Yom Kippur y la guerra que desencadenaría la primera
crisis del petroleo era sobre si el Servicio Nacional de Salud o Seguridad
social británica debería facilitar a los registrados en sui larga lista de
pacientes lentes y dentaduras postizas. “Dentures & specs”, era el
anapesto que explicaba el dilema por
aquellos días. Estado nodriza para todo. Ser o no ser. Y los británicos no
habían llegado a los grados de comodidad y de ventajas de los suecos en esto
del estado de bienestar pero se sentían muy orgullosos de proclamar las
bondades de su well fare state. Los
Beatles colocaban sus últimas novedades en los primeros puestos del hit parada
y todas las niñas del Reino Unido se desmayaban al ver a Ringo con sus melenas
al entrar en escena. Era el mejor batería del mundo y John Lennon uno de los
mayores genios de todos los tiempos, pero todo pasó. Ya. Aquella movida la
había iniciado un judío, un tal Epsein, el apoderado o mayoral del gran grupo,
que acabaría zampandose un frasco de barbitúricos como le ocurrió al Dr. Ward
el proxeneta de Cristina Keller. En España mientras tanto estaban por la lucha
política, aquí era sólo electrónica o fantasmal y estaban cantando a todas
horas el “no nos moverán”. Vivíamos muchos en lo alto de una nube parlante y
veíamos el mundo a través de un ventanal gótico - oriol windows- cuya convexidad
nos acercaba al bromo, a la festuca y al trébol del jardín. Teníamos complejos
de invitados a la gran fiesta. No cesaban los cantos del gran musical. Nuestra
vida era un sueño de Top of the pops. Un guateque que nunca se acababa. Para
nosotros el primer puesto de tiro al blanco, ganamos en las apuestas de las
carreras de hemionos, las muchachas de cuerpo gentil nos decían “I love you” y
en nuestros oídos no sonaría tan estúpido como a lo que nos acostumbrarían los
años. Ayunábamos en nuestros lofts yorquinos y en nuestras buhardillas o en los
tuneles con derecho a cocina pero a nosotros nos parecía que cada día en
nuestro hogar se extendía la perezosa y no nos tratarían tan bien en Buckingham
Palace donde viven con tanto lujo y lacayo.
Las huelgas mineras habían
dejado el invierno anterior a las islas a oscuras en lo que algunos dieron en
llamar glosando el título de un drama shakesperiano The long winter of
discontent.
Luego cambiaron las tornas.
Los ingleses deshojaban la margarita del to be or not to be. De si Europa o el
aislamiento dorado. Heath les iba a meter en Europa por la puerta falsa un
primero de enero de 1973 que bien me acuerdo yo de aquellas navidades, pero los
ingleses no se sentían plenamente europeos a pesar de haber renunciado a su antiguo
sistema de pesas y medidas y de haber adoptado el sistema métrico decimal.
En el fondo querían seguir
jugando a gran potencia y eso iba a inclinar el platillo de la balanza del lado
de los americanos. Sus aliados tradicionales.
Pero cumplir esa tarea que
no era más que una idea en ciernes no le tocaría a Wilson ni a Heath. Ni a
Callaghan. Sería un predicable llevado a cabo por la Thatcher. Reforzado más
tarde por Tono Blair. Sosias de Bush.
Siguen contando de diez en
diez en vez de doce en doce pero al euro ni le miran.
Por aquellos días parecían
salir del gran letargo en que se movía el país desde el Festival de la Luz de
1956.
Despertaron. Subió la gasolina y ello significó el
principio del fin del laborismo de Clemente Attlee y de Ernesto Bevan.
-Time is up - proclamó el
cancerbero.
-Last orders, please - coreó
el tercer ángel, el que tiene su aposento en lo alto de las campanas de las
tabernas británicas. Es un cuchitril misterioso al cual sólo unos pocos hemos
tenido la suerte o la desgracia de descubrir.
Se terminaron las
valquirias. Nos pedían que dejásemos de acariciar sueños oníricos bañados en
cerveza.
-Dad por concluido el tiempo
del amor. Dejaos de romanticismo. Ahora lo que aguarda es una brega más dura.
-Last orders please... Last orders- el pincerna había cambiado su
tono de voz suasorio en amenazante.
Yo viví aquellas últimas
rondas. Los elegantes y lujosos pubs se convirtieron en pizzerías. Y en
MacDonalds. Había comenzado la gran reconversión de la modernidad.
-No vendrá mi amor nunca
más.
-Abandona tus
sentimentalismos trasnochados. No tendrás amor pero sexo todo lo que quieras-
insinuaba machacón el Tercer ángel castigador que blandía un látigo desde el
umbral de mis quejas.
Siempre llego tarde a todos
los sitios al humo de las velas. De todas las partes me echan.
Y en dicho cambio tuvo
bastante parte activa aquella mujer que tenía yo al alcance de mis ojos en la
suite de lujo del hotel más aristócrata de la Milla de Oro. Era la primera
ministra de un gabinete socialista y toda aquella riqueza del entorno parecía
venirle grande a la heroína de los kibutz. Me había convocado porque unas
declaraciones suyas favorables a Franco habían levantado cierto revuelo en los
sectores izquierdosos del pasillo sionista británico. De hecho el New York
Times abrió con uno de los titulares de mis crónicas lo que no dejaba de ser
paradoja porque el gran rotativo no suele prodigarse en las noticias referentes
a nuestro país que hay que encontrar con lupa en algún rincón perdido de sus
extensas galeradas. A muchos desconcertó la quiebra básica de este sigilo
normativo con respecto a España. Spain is for us an especial case. Hay que
echarla de comer aparte porque suscita sentimientos enfrentados de amor y de
odio en el corazón de todo judío. Lo grande en lo pequeño y en lo que a mí
respecta lo tengo a honra, este gacetillero intrépido tuvo el honor de romper
aquel limbo de los justos a los que nos habían destinado los intereses creados
del gran capital. Vivíamos en la oscuridad y en el ostracismo. Muchos no se
habían sacado la espina de la guerra civil. Aquella maniobra les salió mal a
los Rothschild porque precisamente, otro chueta mallorquín por nombre March
había apostado por el mejor caballo de aquella cuadra. Yo rompí el statu quo
siendo primera página del sesudo New York Times. En cierto sentido les volví
locos. Claro que fui el primero que aquel télex que guardaba yo en la bodega de
mi hura con fantasmas templarios acompañantes era un arma cargada de futuro.
Más poderoso y contundente que todo un silo nuclear. Bastaba con utilizar
inteligentemente la dialéctica y para reconducir la información, siempre
manipulada y parcial, a qué engañarnos. Lo del novelista omnisciente y objetivo
sólo se les puede ocurrir a ciertos críticos cursis. En periodismo no existe
tal asepsia. Hay de por medio muchos intereses creados. Entonces las prensas,
sin embargo, hasta la llegada del Cebrián, las prensas eran nuestras.
Golda Meir que era un animal
política de casta y con mucho instinto no calló lo que otros silenciaban ya por
conveniencia ya por respetos humanos. Y fue la ayuda y el asilo que recibieron
del Caudillo muchos judíos que venían huyendo de los nazis. Hoy los periódicos
jalean el derrocamiento de su estatua en la plaza del Caballo de su Ferrol
natal. Esto es el comienzo de un vendaval que puede acabar con el
desarbolamiento de todo lo que creíamos sólido. Muchos que viven alegremente y
despreocupados ya que ven las barbas de su vecino debían poner las suyas a
remojar. El fin de la monarquía y la llegada de la tercera república puede
estar a punto de comenzar.
No tenía pelos en la lengua.
La Meir era la Meir. Iba a su aire a
sabiendas de que iban a caer en algunos sectores como puñados de picapica. Pero
el compromiso con la verdad de esta señora estaba por encima de los intereses
coyunturales. Hoy aquellas loas a un personaje que está tan vilipendiado y al
que se arguye de todo pecado deberían ser analizadas y sopesadas. Era el testimonio de agradecimiento a un
hombre por una de las primeras feministas aunque el feminismo que profesaba la
mujer fuerte nada tiene que ver con el de nuestras sacerdotisas laicas que
rinden culto al cuerpo. Ellas repican a Fascio bajo la guisa de la progresía
alentando, igual que todas, el pensamiento único.
Ella siempre soñó con poder
ayudar a cambiar el mundo. Por eso fumaba. Porque no las tenía toda consigo.
Los grandes lectores suelen sentirse abrumados como naúfragos de los libros en
cuyas páginas brotan ideas encontradas. Un libro contra otro. La vida que
subyace en la literatura es como un crucigrama. Pero vas poniendo las palabras
una vertical y otra horizontal y luego resulta que encajan. Sólo la paciencia
judía es capaz de engarzar tanta vedija de humo como nos circunda.
Y, como esos personajes de
Felipe Roth que estampara en una de sus novelas la noción del santo bebedor, el
que bebe y reza a la vista del “medinesh” de oro, Golda Meir diagramó en la prática la utopía que
anhelaran los Weissmann, los Ben Gurion los Ben Leví. Israel fue un sueño de
humo elevado del fuego de la cachimba de un tuberculoso: Teodoro Herzl.
Pocos sabían que ella era
rusa o ucraniana mejor dicho. Había nacido en Kiev. La hija de un carpintero, un hasidim piadoso.
Un inocente marginado por su pobreza. Había días que en casa no quedaban para
comer más que unas gachas. Antes de emigrar conocieron los pogromos cosacos
antes de que los hornos crematorios fueran encendidos. La canción y la película
del Violinista en el Tejado describe el tenor de la existencia de aquellos
guetos en los tiempos del zar. Topol pudo
ser su padre.
Rezaban en hebreo pero sólo
sabían hablar yiddish. La vida en el gueto debía de ser terrible pero el judío
está hecho de una materia especial que lo convierte en superviviente. Carne de cañón y carne de diáspora. Y a pesar
de todo sobrevive. Esta fuerza es su salvoconducto.
Hay que ser pacientes y
esperar los buenos tiempos, decían los seminaristas de la yashiva de Minsk a la
hora del rezo de la Shema.
El señor está con nosotros.
Es lo que canturrean mientras pasan los dedos por las páginas gastadas de los
familiares “siddur”. Porque no duerme ni sosiega el que guarda las ovejas de
nuestro redil.
En 1948 fue designada
embajadora de Israel ante la Urss. Fueron los años duros del estalinismo, ya
abocado a su final, el de los Procesos de Moscú. Concejeramente, en aquel país
cuyo régimen empezaron a gestar fue donde toparon con mayores dificultades.
-¿No se lo esperaban?
-No. Nosotros fuimos
creadores de la Unión Soviética. Siempre hemos sido los primeros. Nos domina un
afán pionero.
-Los primeros serán los
últimos, premier.
-Esos son juegos de
palabras. Pero si usted se fija no se nos puede argüir del pecado de cobardía.
-La audacia es judía.
-Como la sabiduría. Pero nos
dolió también la traición británica y en América del Norte no corrían tiempos
muy favorables, había sonado la hora de la caza de brujas. Se nos tachaba de
comunistas. Pero Israel sabe esperar. Su capacidad de aguante taladra el muro
de cemento de los siglos. ¿Somos comisarios de un plan divino que a otros
pueblos menos perspicuos o más holgazanes se les escapa porque desconocen que
Dios no es más que la potencia del destino?
Todo eso me dijo.
Perpleja por sus propios
soliloquios que la conducían a conclusiones tan lejanas como imprevisibles
encendió otro cigarrillo.
A un judío no le gusta
pronunciar la palabra Dios ni lo hace tan a la ligera como los cristianos. A
ellos el mismo concepto les llena de terror. Por eso lo designan como
eufemismos como el Agente Supremo, la Vía más Alta, la Inteligencia
Determinate, etc.
Entonces se me ocurrió a mi
echar agitar las aguas de aquel monologo.
-¿Y si Dios no fuera una
prolongación angustiosa de nuestro propio ego? El Génesis enseña que Dios hizo
al hombre a nuestra propia imagen pero es verosímil que fuera al revés, que
hagamos hecho los hombres a nuestra medida. Atribuimos a la divinidad
predicables humanos. Vamos por ahí colocando etiquetas a nuestros sermoneos
teológicos. De suerte que transformamos en algo ilógico y descabellado el
Logos. Dioses de barro que equivalen a
mitológicos espasmos. Uno siente escalofrío al pensarlo. Detrás suena la
carcajada. Esténtor por estos días tiene hartos trabajos. Sus pulmones
homéricos abarcarán cincuentas voces de hombre y se ríe. Se ríe. Más que reír
lo que hace es cachondearse pero con tales fábulas nos damos por conformes. Que
asi se llena el hueco de nuestra certidumbre de la muerte. En ese Dios pensamos queremos encontrar la
inmortalidad que nos falta y en su omnipotencia la capacidad de fuerzas
limitadas.
-Eso mismo creo que pensaba
el padre del estado de Israel. Tenemos que rezarle cada día a la aurora y al
ocaso, pero luego actuar como si no existiera. No basta creer. Es preciso
buscarse la vida y agenciarsela. Porque Adonai. Únicamente ayuda al que se
ayuda a sí mismo. La fe sin obras equivale a una campana rajada.
-Iñigo de Loyola profesaba
el mismo criterio.
-Es verdad. El pueblo hebreo
no se justifica por la fe. Ni cree en vanos paraísos. Su noción de la vida de
ultratumba se concretiza poco. No piensa en el cielo ni el hades. Esos lugares
habrá que buscarlos en el interior de uno mismo. El dolor y el deleite se
combinan en nuestra vida. El triunfo es la puerta excusada de la casa de los
fracaso. Tampoco conviene fiarse mucho de las apariencias. Todo es peligroso y
puede volverse contra ti al iniciar la andadura del eterno peregrinar. Por eso
hemos tenido tendencia a acaparar dinero no por avaricia sino porque pensamos
que el único pasaporte cuando vienen mal dadas.
Y lo que decía era cierto.
Los judíos suelen ser a veces tacaños pero no por el dinero sino porque en una
circunstancia determinada esas onzas de oro que guardan en la alcancía puede
salvarles la vida.
Tampoco se podrá encontrar
en el mundo ni más dadivoso ni más soledoso. La mujer me miraba con la angustia
de la cuartilla blanca, esa diosa que auspicia y maldice el destino de todo
escritor. Ante ella hay que estrujarse el cerebro cada mañana. Los pueblos
ágrafos o analfabetos no sentirán ese comején que empaña de cardenillo nuestras
almas. Es la mirada de Hécate. Roberto
Graves la conocía bajo el nombre de la diosa blanca y debió de aparecersele con
sus tres cabezas: Artemisa en la tierra, Selene en el espacio supra lunar y
Perséfone, la hija de Zeus y de Deméter que guarda la caverna de las sombras,
en el inframundo gritando a grandes voces:
-Aguija, escritor. Pon sobre
el papel lo que te mando.
Todos los que consultamos al
oráculo de Delfos y vivimos entre los demonios de la literatura sabenos bien de
esos impulsos. Llevamos el mundo a cuestas y entre ceja y ceja un psicógrafo.
No somos otra cosa que titanes de la palabra. Albañiles de los diccionarios, no
tratantes de piedras preciosas o entrefinas aunque algunos se atrevan con pulir
el diamante que es materia dura. La aguja del psicógrafo registra los sismos de
la mente de los pueblos. Todos son lo mismo. Masas sin peinar sedientas de
gritos y de puñales.
-Ya machaco el hierro. No me
oprimas más, funesta diosa. Hago lo que puedo.
Se me ocurrió que en esto de
las religiones nadie tiene en definitiva el cabero definitivo. Hasta Israel
reza con ideas prestadas al Yao de los egipcios. La biblia es un libro a veces
poco recomendable. Escabroso hasta lo pornográfico. Plagiario y reiterativo.
Ambivalente y confuso. Sus héroes cometen adulterios y asesinatos a destajo y hasta realizan sacrificios
humanos como los etruscos.
-Pero a nosotros nos vale
para vivir y luchar y ser nosotros mismos - insistió.
Y yo pensé que los judíos
eran los inventores del apocalipsis. Escuché en los pozos anímicos otra gran
carcajada homérica.
Recordaba su primer viaje a
América. La travesía la hizo en el barco de linea entre Amberes y Nueva York.
Al desembarcar estuvieron retenidos cinco meses en la isla de Elis. ¿Qué
pensaría el carpintero Meir al contemplar por primera vez la estatua de la
libertad al pisar la tierra de la oportunidad? El coloso la verdad es que no
tiene nada de artístico. Es más bien repelente. Se alza como un mascarón de
proa que mira hacia Europa con cierta altanería.
Aquellas emigraciones en
masa preconizaron el gran éxodo de los pueblos que ahora vivimos. Gran mercancía humana desplazándose de sitio.
Luego vendría la “Hativka” en que llegaron a Tel Aviv los supervivientes del
holocausto que abrió la compuerta a la migraciones en masa con que ha comenzado
el siglo XXI. Las pateras que llegan a las costas de Tarifa son la mimesis de
aquella travesía sin rumbo definitivo que resultó ser el primer viaje a la
libertad.
El mundo ha perdido
verticalidad y horizontalidad. Se ha vuelto menos estable pero de todo esto tal
vez tenga la culpa la profecía de Ezequiel sobre los huesos abandonados que de
pronto echan a andar insuflados por un extraño viento del Espíritu que recorre
la tierra.
Golda cambió el chital de
Kiev por el de Brooklyn. Comienzos durísimos. La tierra de la oportunidad no
era la prometida. Hubo que trabajar firme y dejarse el aliento en los sudaderos
de las fábricas de corte y confección (sweat shops) del Bajo Manhattan y
soltar al final de la jornada aquella muletilla de “another day, another
dollar”. Los inviernos era crudérrimos y la joven para poderse comprar un
abrigo tuvo que estar casi un año yendo a pie camino del trabajo. Para
ahorrarse el billete de tranvía.
Quería ser maestra, pero su
padre se opuso y dijo que carrera no. Que el lugar de una buena hija de Israel
se hallaba en la cocina al lado de los niños, junto a la cocina y no muy cerca
de la sinagoga. Le leyó la cartilla de las tres famosas K germanas: Kinder,
Kirche, Kuhe. Lo que se traduje en romance como la mujer la pata quebrada y
en casa. El pueblo judío siempre fui mirado para estas cosas de la patogénesis
y sus cánones en materia sexual rondan lo sibilino pero es la Ley. Halaká. Un
rabino nunca dormirá con una menstruante y siempre que llegas a la casa de un
hebreo lo primero que te enseñan es la puerta del retrete para el lavatorio de
manos y son muy estrictos e insistentes en los pediluvios. Su experiencia les
dice que hay que guardarse de todo lo impuro
UN PASEO DESDE PICADILLY A SOUTH KEN
5Londres era una ciudad gris
que se agazapaba bajo la lluvia. Las gotas caían con sabor a sal y charolaban
las techumbres de los autobuses rojos de dos pisos. A mí me gustaba viajar en
el sollado superior al que llaman rotonda como en las antiguas diligencias. Se
trepaba por una escalerillas de caracol algo parecida a las de la torre de mi
pueblo cuando acudíamos a tocar las campanas la Noche de Ánimas y allí se te
mostraba el paisaje urbano todo un espectáculo de abigarramientos y vidas que
se entrelazan con la mecánica. La gente iba con mucha prisa pero los ómnibus
británicos eran lentos. La flema no es un lugar común sino una idea emblemática
del Londres que yo conocí. Toda la ciudad posee un olor especial. Que te asalta
sobre todo cuando te encaramas a la rotonda del Nº 69 que era el de mi barrio.
Yo estaba predestinado a llevar la vida que llevé pero ésa es otra historia. La
gente si decías que viajabas en esa línea ya empezaba con la chirigota, pero no
había que tomarselo tan a broma. A veces los números no sólo cantan sino que
definen la realidad. Predestinado. Desde entonces era un guarismo de suerte.
Nunca viviré un tiempo tan caprichoso.
El olor de Londres es una
mezcla poderosa de desinfectante y de cosmético. Tampoco es que los ingleses se
lavaran mucho. Dos veces por semana. El agua caliente de una bañera costaba
doce chelines, media libra, en el contador del gas. Era un aroma agrio y
montaraz. Lo bravío del cemento y del hollín acumulado durante generaciones
enteras. Y a jazmín sintético y a junco
artificial y a cáñamo indio. A veredas inexploradas que conducen al reclamo de
toda esa braquiología iniciática de aquellos tiempos. Haz el amor y no la
guerra. We shall overcome one day. Etc.
Es lo primero que se notaba al llegar.
El tabaco rubio también
colocaba un poco. Era de origen turco. Los cigarrillos que yo fumaba por
entonces se te subían a las meninges y te raspaban las tragaderas. El conde
Kelly mi predecesor en la vivienda que alquilaba a la viuda Misia Avisson en el
41 de Roland Gardens y donde tuvo el escritor Paúl Morand su residencia, aquel
Buda francés que tactó el perfil moderno de una ciudad antes de la hecatombe y
que barruntó el primer conato de la globalidad totalizadora había muerto de
cáncer de pulmón. Era como entrar en un cosmos diferente. Allí reinaba perenne
la armonía cósmica, la eficacia irreprensible.
Era un templario y la
guardesa del edificio la dulce Gal decía que si una noche escuchaba rumor de
espadas y otros ruidos extraños era porque aquel buen contramaestre de la Orden
de San Juan de Jerusalén regresaba nostálgico a sus aposentos.
Tuve el privilegio de
alquilar un cuarto con fantasma y mis manes resulta que me estaban conduciendo
al mismo sitio. A Jerusalén. Fui feliz durante tres años hasta que fui
expulsado como Adán por el paraíso por el primer intento de reconversión
industrial.
Cuando tomé posesión era
como si el entorno me fuese familiar aunque yo no hubiera estado allí jamás. La
escalera, el rellano con su pasamanos, las ojivas de la bodega donde los amos
guardaban los vinos de cava y que fue el cuarto donde yo instalé el télex y
hasta el mobiliario que dejara el anterior teniente que moriría solo de una
metástasis galopante hubieran tenido que ver en un lejano tiempo pasado.
Era la querencia templaria
que me persigue y estuvo a punto de acogotarme en aquel sollado rodeado de una
verja negra y reluciente. Retorno a las
mansardas. El tragaluz es mi sino. Ver el mundo a través del ojo de buey del
montante de un desván o de una mazmorra. ¡Qué cosas!
Algunas mañanas el
dispositivo de la tetera empezaba a soplar sin que hubiera mano que lo
encendiera y una noche al regresar de un cumpleaños en que había corrido la
cerveza me encontré a mi alter ego vestido de caballero de la edad media
ataviado en ajuar de combate: peto, espaldar, grebas, guantelete, guardabrazo,
avantal o visera de los normandos, espuelas de plata, hombreras, brazales, y un
lambrequín tremolante de plumas de avestruz por contera sobre el casco. A su
lado, sobre la alfombra, la espada y un broquel en el que con tinta roja o con
sangre había inscrita la cruz del Temple. Se había echado para atrás la visera
del yelmo y leía con suavidad casual las esquelas del “Times” que como se sabe
se publicaban antes en primera página. Fumaba con unción uno de aquellos
aromáticos cigarrillos de factura ovalada que le llevaron a la tumba.
El aparecido me contempló de
arriba abajo con ese aire de desdén típico con el que los británicos suelen
mirar para los extranjeros que no entran por el aro o se aferran a sus bárbaras
costumbres y me aconsejó que dejase de empinar el codo. De lo contrario una
cirrosis acabaría conmigo en dos días.
El conde era un templario
como aquellos que de vez el 24 de junio
veía yo bajar por la alameda o el pinarillo camino de la iglesia octógona de la
Vera Cruz. Ocho lados determinan el símbolo del camino de las siete esferas que
ha de atravesar el alma unida a Cristo para llegar al término definitivo de su
hégira donde se abren las puertas del paraíso.
Desde aquel día sus
comparecencias fueron habituales. Una vez me dio a leer los estatutos de su Regla
que eran una copia de la cisterciense puesto que el Temple que tanta
preeminencia gozar an Inglaterra y en Castilla nació al socaire de la de San
Bernardo.
Sus hábitos eran blancos y
la ceremonia en que los profesos lo
recibían tras una vigilia de tres noche de ayuno y cánticos recordaba a la
investidura de seda blanca y el manto de armiño, símbolo de realeza y de
pureza, de los caballeros de la Tabla Redonda.
-You drink too much, boy. Go
to sleep[xxxi]-
me dijo.
Hice como el patrón me dijo
pero a la mañana siguiente fui a su dormitorio y vi que no estaba. Había dejado
los ceniceros impolutos. Tenía la manía por la limpieza y yo todo lo contrario.
Era un desastre de desorden. Pero me apliqué al estudio de aquellos misterios
que tuvieron relación con el entramado gnóstico de los primeros años de la
cristiandad.
Ellos veneraban a san Juan
Bautista. El precursor era el esenio de los esenios. El gran nazareno.
Y me apasioné tanto con
estas casualidades de que yo habitase la misma celda del antiguo señor de Kelly,
el misterioso irlandés, que llegué a la conclusión de que yo era la
reencarnación de un templario pues mi vida estuvo anudada a lugares en los
cuales la orden de Jack de Molay tuvo tanto que ver (Segovia, York, Ponferrada,
pues también siento un no sé que cuando mi cuerpo ocupa físicamente algún lugar
cerca del viejo Bierzo) que he llegado a la conclusión de que en la existencia
de todo mortal hay designios misteriosos que escapan a la ponderación racional
pues pertenecen a otro elenco. A un plano diferente.
Mis suspicacias hacia el
papado quizás vengan de ese lejos. El último maestre murió en la Bastilla al
cabo de un enjuague bajo cuerda entre el papa y el rey de Francia. Aquel
ajusticiamiento puede que fuese una abominación que la iglesia formal esté pagando
en la actualidad. Algún día todo se sabrá. El entusiasmo por la defensa y el
rescate de los santos lugares es otra característica.
Los templarios oraban
siempre mirando para la Ciudad Santa y en los votos que juraban cuando eran
inducidos del manto blanco, la cruz de cuatro brazos iguales, el coselete o la
espuela, luchar sin tregua en la conquista de la Jerusalén terrena, escalón
seguro y senda de luz para la Jerusalén celeste, al tiempo que prometían
obediencia ciega al maestre y castidad perpetua.
Al propio tiempo tenían un
cuarto voto que era el de sigilo. No podían estos caballeros de la Cruz y
señores revelar a los no iniciados algunos de sus usos y costumbres. Uno de
ellos y por el que fueron muy calumniados les mandaba escupir ante un santo cristo
en la ceremonia de investidura como desagravio a las injurias que se hacían al
Salvador en Palestina. Tales gestos no fueron suficientemente comprendidos o
mal interpretados. Era algo parecido a las tablillas de execración que se
encuentran en las tumbas de algunos paganos profiriendo conjuros y deseando
males a los enemigos de la estirpe. También se les arguyó del pecado nefando
pero mi conde Kelly estaba divorciado. Su esposa, una irlandesa, se había
fugado con su mejor amigo.
¡Oh Jerusalén! ¡Oh boy! En
el 41 de Roland Gardens tuve un anticipo de lo mucho que acontecería después.
Yo estaba metido en la rueda y el mazo. Era imposible desenganchar mi persona
de todos aquellos engranajes fatídicos. La cinta de rotación era un convector
de todos los conocimientos aprehendidos en otra existencia anterior de la que
fui beneficiario. Tendría que soportar virilmente los golpes del destino que
algún día podría entrar en la ciudad soñada a través de alguna de sus doce
puertas. Asumir su ειμαρμεvη (destino).
A sabiendas de que el ser humano redimido por la sangre del Emmanuel no
es un producto de la τυχη (casualidad).
- El cister es lo
ontogénico, la pulpa y el meollo del mensaje. El primer intento por desvestir
al papado de su hojarasca exógena. Pero en el vértice de la cruz ambas
realidades viven en interacción complementaria. Temple no hace sino recoger el
testigo de la tradición de lo que estaba antes y después. Meter dentro lo que
estaba fuera. Aunar voluntades. Transformar en pando toda una cordillera-. Kelly
se expresaba de una forma magnífica en un inglés rápido y nervioso con todas
las sonoridades de su Dublín nativo.
-Entonces los templarios
fueron - me atreví a decir - el primer intento de behaísmo religioso.
Aquella sugerencia mía
provocó el entusiasmo de mi fantasmal huésped.
-Eso es. Se anticipó a
Lutero y a los reformistas pero sin abandonar el redil. Fueron cazados por eso.
Por decir la verdad. Por atenerse a la norma estricta del evangelio de san
Juan. Ahora ya puedes emborracharte lo que quieras. El justo no peca.
Referí lo acontecido en la
extraña visita y mis conversaciones con el antiguo morador del sotabanco que yo
alquilaba, por poco dinero, ciertamente, a la guardesa que era de origen
escocés. Para ella el regreso del espectro resultaba un hecho acostumbrado.
Aquella casa gozaba de la presencia de duendes. Eso le sirvió al fondista para
subirnos a todos los inquilinos el
alquiler.
No me privé de nada. Hasta
tuve la suerte de tener a un soldado del ejército de Godofredo de Bouillon por
vecino que debió de ser testigo ocular de algunos de mis pecados porque aparte
de mis crónicas tuve una vida galante intensa que hasta a mí mismo me extrañó
pues no había tenido mucho éxito con las mujeres hasta entonces.
También- todo hay que
decirlo- el Conde Kelly no debió de estar satisfecho con mi hospitalidad pues
daba techo a muchos españoles que no tenían donde pernoctar. Y bajo aquel techo
entre aquellas cuatro paredes que tenían una dependencia de traza octogonal que
hizo función de capilla y donde quedaban algunos antifonarios y el enchiridion
de la Calatrava con algunas fórmulas y oraciones mágicas en latín, hebreo,
griego y árabe, debiera ser territorio vedado a los profanos. Yo había sido
escogido por el destino para suceder en el cargo al viejo caballero a resultas
de la configuración de mi personalidad iniciática y contradictoria. Di albergue
a los necesitados y mi ensabanado me intimaba en sus mensajes que desistiese de
ese propósito.
-Nosotros somos una orden
hospitalaria pero nunca mendicantes.
Por la vivienda pasó un
montón de gente. Estuvieron mis primos.
Algunas primas. Varios periodistas de paso. E incluso todo un presbiterio de la
diócesis de Accidonia que había llegado en visita turística a ver la catedral y
la abadía de Westminster. No sé que pintaban tantos curas en el barrio de
Chelsea. Luego acogí a uno de mis hermanos y a uno que se llamaba El Mole que
era un colega del barrio madrileño de Prosperidad.
Londres, ya digo, fue el
primer laboratorio mundial de la globalización. Los primeros chupinazos
cosmopolitas sonaron en South Kensington donde estaban representadas todas las
etnias del mundo por aquel entonces y nada se diga de Earls Court el recinto
variopintos de los “aussies” australianos y neozelandeses.
A todo esto no puedo por
menos de acordarme de aquel hidalgo caballero del Santo Sepulcro que murió como
consecuencia de aquellos mataquintos sin boquilla que traían estampados en el
resguardo la cara de un vellido marinero inglés musculoso igual que Popeye en
tonos muy vivos con la efigie del timón y el ancla y de un salvavidas. Ironías
del destino. Pues el tabaco para lo que sirve aparte del voluptuoso placer que
depara a los fumadores es echarnos una estacha para arrastranos al Hades,
figura de lo supernumerario e inútil de esta vida. Kelly por lo que yo comprobé
con mis propios ojos aun no había conseguido abandonar el vicio y de tarde en
tarde venía a sentarse en un sillón preferido del cuarto de estar para echarse
un pito.
-Es que ¿sabes? A la mujer
de san Pedro le saca de quicio eso de vernos prender a hurtadillas. Se lía a
linternazos con toda la hueste de aspirantes al reino, hay que hacer cola y
para entretener la espera y conjurar el aburrimiento, pues a fumar se ha dicho.
Formamos una larga lista de espera y nos amenaza con dejarnos en el limbo si no
rompemos con esta maldita costumbre de echar humo.
-¿También se cabrea con Su
Reverencia?
-De vez en cuando. De vez en
cuando, hijo. No creas que por haber llevado una vida esforzada, de penitencias
y de sacrificios me da cuartelillo en atención a mis méritos bien ganados en el
campo de batalla. Petronila como todas las pelirrojas a veces tiene muy mal
genio. Pero dicen que van a poner un salón de fumadores en la Jerusalén
celestial.
Pobrecillo. Murió de un
cáncer de pulmón en el hospital de san Stephens. El día anterior había estado
lavando su coche y dando de cera toda la carrocería. Sintió disnea. Vino una
ambulancia pero la falta de oxígeno fue fatídica. Nadie le lloró. Y todos le
olvidaron menos yo que aunque no lo conociera sentía su presencia rondar las
habitaciones. ¡Qué cosas! El imán de una preexistencia ciertísima me había
hecho rodar a aquella mansarda en cuyo cuarto de estar había un ventanal que
daba a la acera de unas mews o caballerizas. Cuando estaba triste me quedaba
mirando para arriba contemplando el desfile de las piernas de los viandantes.
Allí estaba el correcto gentleman camino de Lombard st. Con su traje impecable
a rayas y el bigote. El clérigo de pasos largos o la hetaira que hacía la
carrera embutida en sus abrigos de cordero afgano y los zapatos de charol con
altos tacones o la quinceañera de piernas esculturales en minifaldas que
enseñaba trozos generosos de su anatomía. La anciana de tobillos torados y
mocasines y abrigos azul cobalto pasados de moda. Todas, aunque no las viera
más que de medio cuerpo, traían un sombrerito con canastilla de flores y a
veces redecilla. Todas las viejas de Inglaterra se parecían un poco y en cierta
medida a la Reina Madre. Queen Mom. Un amigo mío, el teniente Rogers, las
definía a la perfección: “They go on for ever these little old dears”. Parecían
la llama de la vida perdurable. Inglaterra, creo que pasa lo mismo en otras
muchas partes, era un país de viudas.
Allí en aquel chiscón viví
yo mis años dorados de bohemia convertido en un personaje de Haroldo Pinter. La
visitas del más allá no consiguieron ponerme en el buen carril. La conversión
vendría después. A más años más desengaños. Pero Count Kelly estaba un poco
actuando para mí de profeta personal. Yo me resistía a la llamada pero la
protección de la Gran Madre minorasiática como la conocían aquellos padres
galantes que han cantado a la mujer con preciosos himnos (no hay más que darse
un paseo por los himnarios, las cantigas y los virolays provenzales para reparar
en ello) fue el detonante que conjuró tantos pasos de perdición y la mano
femenina que me sacaría de las torcas en que caí por mis zozobras. Me aferré a
su toquilla. Y sus trenzas fueron las amarras de mi salvavidas. ¡Bendita!
Londres era la nueva Jerusalén
y yo la contemplé aquellos años encaramado a la baca de un autobús de doble
puente. Mi encuentro con la simpar Golda Meir me hizo ver el mundo de otra
forma.
Llevaba una blusa estampada
y poseía una mirada vencedora en la cual el poder se mezclaba con la
resignación. Como los desengaños de las canas de su cabellera que un día debió
de ser pelirroja.
-¿El fin de la Europa,
señora?
Mi pregunta tenía un tono de
irrelevancia casual. Aquella mujer, que se parecía un poco a mis abuelas y
tenía el perfil de mi gente, rostro buido, las cejas anchas, como la Tía
Juliana, la madre de Gregorio Val, uno de mis parientes, me inspiraba una
confianza que dejaba al lado las reglas del protocolo.
Ella dijo entonces una
palabra en hebreo que entendí a pleno por ser uno de los pocos hebraísmos que
quedan en la recia y sonora lengua de Castilla.
-¡Oh shandeh[xxxii]!
¿Una sandez pensar que nos
estábamos subiendo a la barcarola de un tiempo nuevo, Mrs. Meir? El hecho de
que sienta una profunda irreverencia y amor hacia su persona no significa que
tenga que creerla. Oiréis lo que se dijo antiguamente: del judío la maula.
Sonó a mis espaldas una
sonora carcajada que rebotó dentro de las paredes de mi alma. Los lacayos con
librea y el cuerpo de guardia de los zaguanetes de los dispositivos secretos ni
los camareros del Claridge que subían y bajaban por la escalera imperial entre
candelabros y pisando mullidas alfombras persas de cinco dedos pudieron
escucharla porque los decibelios eran interiores. Se encendieron las luces
rojas. Se dispararon todas las alarmas.
La mujer muerte abrió su
bolso hortera comprado en las rebajas. Encendió el enésimo cigarrillo. Sus
hábitos de lectura habían sido el detonante de aquel vicio. Un intelectual
angustiado ante la tortura de la página en blanco sabe lo que es desabrimiento
y vivir en soledad. Y el tabaco acompaña. Es la boya para asir a los naúfragos
de la palabra. Escribir es un estado de enervamiento y leer al destapar las
claves del Gran Abraxas Gnóstico nos sume en el asombro. ¿Qué importan los pulmones
para el que vive cazando invenciones?
Me ofreció uno de aquellos
petardos metidos en su bolso de rafia (creo que eran Celtas largos). Rehusé no por falta de ganas sino por las
exigencias del protocolo. Seguía pareciéndoseme a mi abuela o a la Tía Juliana,
la madre de mi primo Gregorio. En mi familia, plena de nombres bíblicos había
un Benjamín, un Manahén, hermano de mi pobre padre, y un David. La primera dama
de uno de los países más pequeños de este planeta, pero acaso el más
importante, y el que más da que hablar, en su desaliño exterior exhibía un
perfil ideológico en el que cada cosa en su sitio. Era la anti retórica
ambulante. Cada oveja con su pareja. Nada de elipsis ni malabarismos. Así y
todo, llevaba medias de lana tejidas a mano por su hija desposada con un
kibuttzim pues ella no tenía tiempo para hacer punto de cruz o no sabía. Quería
ocultar las varices de sus piernas hinchadas.
Estaba yo petrificado por la naturalidad con
que se desenvolvía aquella relevante figura de la política internacional años
setenta. Henry Kissinger no lo hubiera hecho pues no fumaba pero dicen que
también era generoso. Aunque menos espontáneo. Henry Kissinger sí que era un
malabarista de la palabra, un inventor de jeringonzas diplomáticas como el paso
a paso, desenganche, etc. Creo que la
palabra globalización y global partieron de sus labios. Golda Meir era todo lo
contrario. Se expresaba con los toscos modales de una campesina rusa.
Habría que deshacer el
injurioso sambenito de tacañería que se achaca a los hebreos. Pueden ser la
gente más esplendida de la tierra aunque no dilapiden nunca sus dineros al que
dan siempre un objetivo honesto o deshonesto ya que dineros quebrantan peñas y
mercan reinos. Pero Shylock les hizo muchos y el Scrooge de Dickens, legendario
personaje victoriano, jamás existió. Más avarientos de lo que parece pueden
resultar con frecuencia los cristianos. Y desde luego más envidiosos y cotillas
como tagarotes y dados a los prejuicios de mirones con afición a la sopa boba.
Aunque los tiempos de la cultura de la queja estuvieran por venir. El oro como el poder corrompe. Y si es dinero
negro de las absoluciones generales y del cepillo de las obras pías al que se
puede dar el uso que el cura quiera mucho más aún. Y esa corriente de divisas
moviéndose de un lado para otro sería una de las claves para entender el nuevo
rapto de los europeos.
Ellos nos han demostrado que
nuestra vida era una farsa. Una entelequia. Nos tenían ganas. Artificieros de
la historia, saben mejor que nadie cómo se monta una bomba que haga saltar por
los aires los convencionalismos del statu quo. Tenían gente metida en
Almagordo. Sabían de los coqueteos de Hitler con la banca Rothschild. Y lo
utilizaron como un esperpéntico reclamo porque la política se rige por los
códigos binarios del movimiento del péndulo como las combinaciones de un
ordenador. Y al oficio de plañideras y a la hora de rasgarse las vestiduras no
les ganan nadie. No les quedó nada por inventar. Hasta la misma inquisición de
Torquemada lleva su sello. Esas monedas del ahorro de las aljamas que subyacen
en el fondo de las arcas son dinamita pura para pagar la revolución. Verdaderos
artefactos de relojería plástica. Cargas de fragmentación. Y nadie se moverá
sin su permiso. Todos estamos a sus órdenes.
Los gobernantes necios como
el Bigotitos, el papanatas Twist, Herr Alcachofa, los jefes del Castrón, y
todos los que por su mediocridad nunca pasarán de meritorios de la gran banca,
o burlescos caballeros de las multinacionales, mesiésdames y los caciques del Peloponeso,
cayeron en la trampa. Aquí no se mueve nadie. Aquí estamos para lo que tengan a
bien mandar.
-Concedido. Ustedes dominan.
Son los depositarios de la llama del candelabro. Conocen los designios del plan
divino. No tiene la cosa vuelta de hoja - observé.
Ella entonces se me quedó
mirando de hito en hito
Sin demasiados remilgos
hacia el protocolo la Meir era la misma humanidad en ebullición. Su aspecto
avellanado engañaba. En el fondo seguía siendo una niña. En su pecho alentaban
los mismos bríos mesiánicos de su juventud. Se los había contagiado el Abuelo
como gustaban de llamar los israelíes a Ben Gurion.
-Mire la mayor tontería en
que puede caer el ser humano es este antisemitismo incorregible que es el
aliento fétido de la boca del mal fario. Precisamente él nos hace fuertes. Nos
dan sentido de grupo. Ahorman nuestra identidad étnica. We think big and long[xxxiii].
El antisemitismo no es sino una odiosa trampa y algunos caen en ella como
moscas.
-Como tantas cosas de cuanto
nos rodea que no son lo que parece sino algo más. Pero ustedes al que estorba
lo proscriben o lo degüellan.
- Pero nosotros no hemos
inventado los campos de concentración. Yo he sabido de mucho judíos que
perecieron deportados a estos centros de ignominia.
Hablaba un inglés de Oxford
con la leve gradación tonal de los yanquis. Eran sugerencias lejanas de su paso
por los barrios bajos de Brooklyn y de Chicago.
Aspiró una bocanada de humo
y me miró con compasión como si pensara para sus adentros: “Buen preguntón me
ha tocado; éste sí que es un cabeza de chorlito”. Y prosiguió hablando como en
un monólogo:
-Cuando yo era niña venían a
casa exilados rusos. Todos, nihilistas. Mi padre, que era un inocente, les daba
de comer. Charlaban de política. Estaban desesperados de como iba el mundo pero
no hacían nada. Sólo quejarse contraviniendo uno de los preceptos rabínicos:
“never explain, never complain”. Yo les servía té con limón. La mayor parte
estaban tuberculosos y acabaron en el asilo o se pegaron un tiro. Cuando se
marchaban, tenía que desinfectar la vajilla y abrir la ventana para que se
marchasen los microbios. Sin embargo, aquellos desesperados me causaron una
fuerte impresión. Eran el resultado de una forma de vivir y de concebir el
mundo erróneamente. Desconocían que de
tejas abajo cabe la construcción del cielo en la tierra. No habían leído bien
lo que pone la Biblia.
Pulsó un timbre y entró un
lacayo con librea azul y galones dorados portando una bandeja de plata. El té
de las cinco que Golda, la querida Golda, a la que todo el mundo tuteaba tanto
en el Mea Shearin jerosolimitano como en los elegantes distritos de Tel Aviv,
seguía tomándola a la rusa. Cuando viajaba artículo indispensable de su valija
era el samovar.
Y entre sorbo y sorbo tal
vez pensase en aquellos revolucionarios con malas pintas y ojos febriles que
visitaban la casa del carpintero Meir. ¿Qué habría sido de ellos? Saltaron
desde las páginas de algún libro de Gorki para perderse en el infinito mar del
olvido.
Todos sabemos que odiaba a
los comunistas. Stalin era para ella la oveja negra de la familia. Algo se les
fue de las manos. La utopía que quisieron fundar en el antiguo de los imperios
se les fue de las manos. Por eso tornaron la mirada hacia Jerusalén para dar
cauce a sus sueños de una sociedad igualitaria. Sin clases que viviera del
trabajo de sus manos con una cierta decencia. Los pioneros pusieron en práctica
las prédicas de Marx y Lenin aunque sin hacer demasiado aspaviento.
-Por favor, no vaya usted
por ahí diciendo que nosotros somos comunistas. El comunismo es equiparable al
fascismo.
La idea que pronunció la
premier aquel día de abril de 1973 ante mi humilde bloc de notas es uno de las
que están en boga. De lo que hoy va a misa. Que enmarca la corrección política
al haber sucedido el crepúsculo de las ideologías.
Mientras, en África y en
América española el hambre de los irredentos decalvados se multiplica.
Argentina es hoy un ejército de descamisados. Cruel ironía. El triunfo de
Israel con sus ideas socialistas ha deparado el auge de la injusticia.
Sus hábitos alimenticios
eran de una gran parquedad. Y a pesar de todo había perdido la batalla con la
báscula. Varias tazas de tisana o infusiones de hierba eran muchos días su
dieta de rutina.
Esta austeridad de
costumbres en poca sintonía con el ambiente de lujo y de poder que la rodeaba
en sus viajes como ministra de Asuntos
Exteriores de Ben Gurion y más tarde en capacidad de jefa de gobierno era un
detalle que destacan todos los que la conocieron. Era un ama de casa de gustos
sencillos. Pero a pesar de su aspecto tan doméstico y sus aires de matriarcas,
que tanto llegaba a la gente corriente - era la imagen de esa santidad laica
que posee el judaísmo como una de las claves de su éxito-, Golda carecía de
vida privada. Estaba dedicada a la causa. Se debía a su pueblo. Seguramente
hubiera preferido una decoración de muebles espartanos y ese mal gusto con que
decoran las casas los judíos de Golders Green[xxxiv].
Los cuales por muy ricos que sean le dan poca importancia a esas fruslerías a
las que los occidentales damos tanta importancia.
Los judíos. Pasan por la
existencia como consciente de su interinidad. Siempre de paso y dispuestos para
el camino. No quieren echar raíces. Todo lo contrario que los cristianos que
somos gente del terruño y de la finca con valla. My home is my castle[xxxv].
Esto les hace ser más
versátil y ver las cosas de la vida bajo otra óptica. La judía. La clave de su
éxito es acoplar su ego colectivo al tránsito de las épocas. Pueden también
cambiar de país como de camisa.
El hijo de la Meir le salió
rebelde. Se marchó de Israel y se instaló en Nueva York y consumado virtuoso
del violoncelo que aprendió a tocar guiado por Pablo Casals, se hizo músico.
-Yo como muy poco. No se
como estoy tan gorda.- dijo en castellano haciendo un retruécano- Pero ya así
de chica. Golda la gordinflas me llamarían en su país. No frills[xxxvi].
Sans blagues, que dirían los franceses
Se andaba poco por las ramas
hasta en eso, hablando de sí misma. Debía de pensar que los seres humanos no se
catalogan por su aspecto exterior. Hoy hubiese tenido problemas de imagen o
hubiera sido víctima de algún exaltado como le pasó al pobre Isaac Rabin, otro
ruso y afín a las ideas proferidas por la Meir. Pero ahí está también don Ariel
Sharon el cual tiene también perdida la batalla contra el tejido adiposo.
También los judíos son seres humanos.
Por su incardinación mental
se adscribía a lo heavy. Era una mujer de peso. Supo envejecer bien. A los
setenta años cuando yo la conocí era una rosa fresca. Los lutos, las
persecuciones, los largos pervigilios y las penalidades parecían haber hecho
escasa mella en su persona. Tampoco las turbulencias de la política
consiguieron expulsarla del ring.
Las faldas de Mrs. Meir -Ben
Gurión así lo reconocía- eran los pantalones del naciente estado. “El único
hombre en el gobierno”. El look, la imagen, la cáscara externa teníalas en
mengua y menosprecio. ¡Vaya una sandez! Lo importante es la pulpa. No lo que
parece sino lo que subyace. Lo que es.
El “chuppa”[xxxvii]
de las velaciones hebreas cayera sobre sus hombros en 1922. En el matrimonio no
le fueron las cosas bien y se separó de su marido por incompatibilidad de
caracteres. No volvió a casarse. Se dedicó a la política después de conocer a
David Ben Gurion. La mujer fuerte he
aquí que carecía de sexo. Vivía entregada a la sacrosanta utopía de traducir a
realidad el sueño sionista. Fallidos los intentos de alojar a las trece tribus
en un espacio físico (se había hablado de Chechenia, de Uganda y de Argentina),
los judíos regresaban a la tierra de sus antepasados bíblicos.
Golda empezó a ver las cosas
de otra manera encaramada como estaba a la imperial de aquel ómnibus
blanquiazul que haría tanto ruido al circular, blanco de todas las invectivas,
teniendo en cuenta de que la devolución de Palestina a los judíos supondría la
deportación y el desalojo de los árabes, y áncora de salvación a multitud de
esperanzas, símbolo de la vida futura como aquel barco, la “Hativka”, que
llegaba a Haifa cargado de emigrantes. En el vientre de la ballena se escondía
la voz resucitada de Jonás cuando miles de desclasados echaron pie a tierra.
El desembarque de los
colonos se alzaría como un símbolo de los movimientos migratorios que ahora
vivimos.
-Era nuestro último tren. La
última nave que zarpaba. No teníamos que
dejar pasar aquella oportunidad.
Hija de un judío piadoso y
observante de la Ley sabía que el matrimonio canónico no es una banalidad. Ata
de por vida. Las normas relativas a la paternidad, la transmisión de la especie
y hasta el mismo ritual de la fecundación es sagrado para un judío, proscriben
cualquier signo de liviandad. Se toca aquí un tema tabú: el de la castidad
judía que tiene que ver poco con la mojigatería a la cual nosotros estamos
acostumbrados.
Para Golda Meir la
liberación de la mujer no implicaba el reduccionismo luciferino de los
movimientos ad lib tan populares en aquella época. Sabía que había sido elegida
por icono de todo aquel grupo tan ruidosa pero lo que pretendían las feministas
a ultranza tenían que ver muy poco con la mama israelí.
No estaba por la labor de
las barricadas ni la quema de sostenes, la inseminación artificial, ni el amor
libre. Aunque defendía la igualdad de derechos y oportunidades. Ella propugnó
la idea de que las chicas hebreas debieran ir a la mili. Pero para estar en
servicios auxiliares, nunca en primera línea. El creador hizo a Eva de la
costilla de Adán y eso no tiene vuelta de hoja. Una guerra de géneros sería un
absurdo. Ambos se complementan en la natura. No era nunca la Meir una exaltada
sino una mujer que sabía el terreno que pisaba. Con pies de plomo y la cabeza
en su sitio.
-Me recuerda Vd a Dolores
Ibarruri.
-¿No lo dirá porque ambas
llevamos moño? Hablé con ella em Moscú. No me parecía una mujer feliz pero
nadie era feliz en la Rusia de aquel entonces en plena efervescencia de los
Procesos. Vino varias veces a nuestra embajada. Me dijo que su familia provenía
de Elizondo, un pueblo de descendientes de los marranos. Quería emigrar a
Israel. Sé que sufrió mucho con la
perdida de un hijo suyo en la batalla de Stalingrado. Me pareció una persona
que se encontraba fuera de su órbita y a quien el soplo del destino había
convertido en estereotipo de revolucionaria. Yo también soy una persona
hogareña y familiar.
-¿Mataría en defensa de un
ideal?
-Odio toda efusión de sangre
pero la guerra forma parte de la condición humana.
-¿Y la acción directa?
-Nunca la secundé y por eso
tuve ciertas diferencias con los “chavarim”[xxxviii]del
Irgún y del grupo Stern. Yo siempre seré una socialista a la inglesa.
-¿Una opinión sobre Ben
Gurion?
-La personificación misma
del Estado de Israel y uno de los hombres de talla que haya podido producir la
condición humana. Un genio. ¿Sabe que aprendió español sólo para leer el
Quijote?
-La literatura castellana no
se cifra en un sólo libro. ¿Ha leído a Quevedo? Es más judío.
-No, pero el castellano lo
hablo un poquito - la vi reír por primera vez- pues mi familia procedía de
judíos asentados en Constantinopla después de nuestra expulsión. Creo que eran
de Segovia.
-¡Andá! La ciudad donde yo
nací.
-¿De veras? Pues a lo mejor
lleva algo de nuestra sangre.
Casi lloré. Era la primera
vez que me emocionaba en una entrevista. Algo de eso había yo barruntado
rastreando en los archivo. Pero sobre todo participaba de ese amor a los libros
tan común a los judíos. El cordel de siete nudos con el que yo vi amortajar a
algunos de mis difuntos me ataba a aquella estirpe misteriosa. O el besar el
pan cuando éste cae al suelo. Vi morir a algunos de los míos y al exhalar el
último suspiro se quedaron con los ojos fijos en la pared como si en ese lugar
vieran algo. Tal vez la luz que llega. Todos rezábamos el padrenuestro
meneándonos mucho balánceandonos para adelante y para atrás. Algunos de los
Parra y de los Galindo recibieron nombres bíblicos en la pila del bautismo:
Manahén, Benjamín, Elías. La sed de saber y una tendencia a la plegaria son
intermediarios recitando jaculatorias aprendidas de coro de los misales en
latín pueden ser resabios de las viejas costumbres. Hemos sido una raza que
reza mucho que aprendió a andar e inicia el día con la Shema al tirarse de la
cama. Iam lucis orto sidere. Pero todo aquello se perdió camino del río de la
historia. Tejer y destejer. Pero estas pérdidas irreparable advierten indicios
de los compendiosamente contradictoria que es la existencia individual. El alma
de los pueblos es otra cosa. Tendrá que serlo. Aunque los genes tiren, la
realidad se impone. Sin embargo desde que conocí a aquella impresionante mujer
busco en los libros mi propia tierra de promisión.
Jerusalén carece de murallas
y de adarves. Es música de las esferas, la transubstanciación de un sueño. Cada
uno la ve y la entiende a su forma. Debiera ser una ciudad abierta a todos.
Libre de las exigencias de los estados soberanos. La imaginamos sin
compartimentos estancos ni rastrillos. La meta de la peregrinación constante
que nunca se alcanzará.
Por lo cual todos los
creyentes nos sentimos apátridas del espíritu. Un poco mahometamos, un poco
judíos y un poco judíos. Es la convergencia de nuestras divergencias en
Jesucristo.
Está claro que Dios protege
a Israel. ¿Podrá entonces condonar la lucha armada?
Esta pregunta no se la hice
yo a mi interlocutora pero en el transcurso de diz lustros cunado me han puesto
los avatares de la vida de cara a la pared y he visto girar la actualidad de Oriente
Medio en torno a la peonza infinita de la discordia, el giro sin confines, la
vuelta de tuerca en ese juego de espiral del tornillo que apalanca hacia
adentro y de la espiral que sube hacia afuera, la obsesión eterna, el callejón
sin salida, el laberinto, me la he formulado muchas veces.
Me parecía entonces que a
juzgar por la melancolía de su rostro cruzado de patas de gallo - era una vieja
con el espíritu joven- y de esa tristeza que le llega al judío a través del
conocimiento, que los que más saben más sufren, ella tampoco tener una
respuesta en la mano.
-Estamos tratando de crear
algo diferente. Sólo se entenderá al
Eretz si se tiene alma de profeta.
Misteriosas palabras. Las
mujeres fuertes también sienten el peso de la fragilidad biológica. Alientan
dudas. Se entregan a soliloquios desmayados. Es el peso de la púrpura. El
fatalismo.
-¿Se sienten ustedes los
instrumentos de una voluntad oculta allá arriba?
-Yo no diría tanto. Hay
gente que nunca podrá comprendernos porque están cargados de prejuicios y nos
auscultas bajo miras muy estrechas. Ahí tenemos el caso de Leví Eshkol, otro
hasídico ruso. Cuando llegó a Israel, a él que era un místico, no le interesaba
otra cosa que los bulldozers, la tierra, el agua, la defensa.
-¿Es cierto que Ben Gurion suprimió
la palabra Dios de la ceremonia fundacional?
-A los que tienen alto trato
con la Soberanía Poderosa no les gusta abusar de su mención. Sería como
contaminarse meter a Dios en nuestras propias ruindades. Pero es cierto. Sólo
hizo alusión a la Roca de Israel y ahí queda englobado todo.
El mosaísmo no es una
religión mistérica, un código de valores. Una ética sin sacramentos pero con
normas muy estrictas. He ahí los 126 preceptos y las 243prohibiciones del Torá.
Pautas de conducta para pasar la vida en el temor de Dios. Y un manual contra
la hipocresía porque el justo de Israel no desdeña la riqueza. He ahí la gran
diferencia con las otras dos religiones que predican la renuncia. Por eso
mismo, los judíos no se explican el afán de oro y ostentación de la Iglesia
medieval. Les parece una contradicción in terminis y un desacomodo grave entre
lo que predican algunos eclesiásticos y su comportamiento en la práctica. Para
ellos, por el contrario, hay una ecuación entre saber, riqueza y devoción. No
son milagreros. Para un practicante de la Ley hay tres pecados que no perdonará
la muerte: el asesinato, la lascivia y la hipocresía. Por ende su intolerancia
a cuestiones relacionadas con el adulterio y a los mánceres nacidos fueran del
tálamo, algo que hemos heredado los españoles en nuestra obsesión por la
genealogía, la limpieza de sangre, las castas, que curiosamente son una
obsesión judía entendida del revés. Aquí todos quieren venir de los godos al
igual que para los de Tribu de Leví es prez incomparable ser descendiente del
Rey David.
Son embargo no puede haber
planteamiento más contrario a las miras que se propone la religión de Jesús: el
amor, el perdón de los enemigos, la caridad y la gracia que tan especificado
está en el evangelio de san Marcos. Las cuatros ces, baluarte que consolidan la
fe: Credo, Cruz. Caridad, Carisma. No es que sea una institución milagrera
aunque no pocos la hayan deformado bajo ese aspecto, pero los milagros y esa es
la fuerza básica que tanto teme la sinagoga. Son los principales reparos que
pone a la Iglesia[xxxix].
La capilla protestante recogió el testigo y asumió el mismo planteamiento. Los
milagros existen. No hay que dudarlo y ese es el drama de los no creyentes que
no pueden tener la gran cariocinesis[xl]
que experimentó la Iglesia primitiva. Esto lo convierte en la gran religión
mistérica. Una religión de religiones que poco tiene que ver con las prédicas
de Moisés a las que transforma y reforma sino lo que había mucho antes. Me
estoy refiriendo a las creencias esparcidas por la mitología grecolatina. Pero
participan de la dualidad crucial que convierten la existencia en una
alternancia de Némesis e Hybris[xli].
El pago a la altanaría y la soberbia se corresponden con el horror de la
venganza divina. Sendas deidades controlan los impulsos de la historia. Némesis
es algo más que el título de una novela de Agatha Christie. A la impureza del
barro se le compensa con la inmaterialidad del rayo de Júpiter. Y la centella
acostumbra a acertar sus golpes sobre los árboles más altos y los edificios más
suntuosos. La referencia se hace ineludible. Todos asistimos asombrados a la
caída de los dos rascacielos simbólicos del capitalismo a merced de dos
aeroplanos convertidos en venablo incandescente. Los griegos no se cansaba por eso de mirar al
cielo. Dios nos libre del día de las alabanzas, según un refrán castellana. Por
eso en los dos testamentos se entiende como un mal presagio la adulación. El
encumbramiento llamaba al trueno de la envidia, la ojeriza, la perversidad, la
calumnia, la maledicencia. Es origen de toda vesania (βασκαvία).La palabra
bascas viene de ahí y también quizás el de los vascos.
-Einstein puso en órbita el
famoso apotegma de que nunca Dios concibe ponerse a jugar con el hombre a los
dados.
-El judaísmo consiste en
cosas prácticas. Nuestra Constitución inspirada en la de Jefferson dice que es
importante la libertad, la vida y la búsqueda de la felicidad. Con ello se daba
a entender que queríamos empezar de nuevo. Lo que quería decir Einstein que la
Providencia divina no lleva al mundo de la mano. Deja hacer. No es más que la
voluntad del destino.
-¿La democracia ?
Esbozó entonces una sonrisa
de amargo sarcasmo la mujer fuerte del gran tinglado israelí. Sabía seguramente
que demos y demonio tienen una raíz idéntica. Demos era un río de Grecia. Con
este hidrónimo se han logrado hacer muchas cosas. Todas las cosas que se
quiera. Hasta justificar la impostura. Los aqueos le dieron culto asignandole
un lugar preeminente en su religión. Uno se religa a los dioses por patriotismo
y por cánones. Pero la denominación de democracia de corte occidental de la
cual tanto hablábamos a la sazón haciendoles la boca agua a no pocos jornaleros
del oportunismo no podía ser patrón de un estado que hacía tabla rasa de lo
antiguo. Invocan a esa palabra como si mentaran a la bicha. Luego se sienten
muy holgados. Pagados de sí mismos. Políticamente correctos. Pero demos era
demonio. Uno de los muchos que importunaban a las deidades del Olimpo. Zeus de
vez en cuando se bajaba del pedestal y les daba de comer. Montaba un circo para
que se divirtiesen. Todos se acercaban a comer de su mano. Grande es Júpiter
tonante que nos hace holgar en el teatro. Pero ellos sabían de sus sofismas. Se
convirtieron en hermeneutas del fuego sagrado. Profesionales de la argumentación.
Eso estaba a la vuelta de la esquina.
A mis espaldas en todo el
día no pararon de sonar carcajadas. Esténtor se había emborrachado en uno de
aquellos bares tan pulidos detrás de Picadilly donde los miércoles daban barra
libre. All the food you can take. All the beer you can drink. Luego se iban
camino del estadio. Jugaban el Arsenal y el Chelsea la final de la Copa de la
Reina. Los pobres se conformaban con poco. Unas cuantas bufandas con los
colores de su equipo. Sobre las gradas daban rienda poseídos por la fuerza de
Demos a sus frustraciones. Se sentían turba y carne de cañón, de prostíbulo,
cantaban el himno nacional henchidos sus corazones de patriotismo. Para curar
las heridas recibidas en la gran final acudían al día siguiente al altar de Esculapio.
Le ofrecían velas y acaso un par de gallos. Pues Asclepios es el dios bueno y
sanador que paga los platos rotos infligidos a la multitud por el infausto
Demos que en aquellos encuentros no dejaba títere con cabeza. Era la
personificación de la Némesis. La multitud quería gratificaciones y
recompensas. Los santos cristianos tomarían el relevo de esta deidad benigna.
Algo que a los judíos les parecía idolatría.
Me hubiera gustado hacer la
observación del millón pero desistí, vida, felicidad, búsqueda del confort eran
apartados en los que no se incluía a los poseedores de aquella tierra. Pero en
la versión de los pioneros ello no era así. Únicamente, la detentaban. Para sus
dirigentes los árabes no existían. Era una raza descendiente de los filisteos.
David se aprestaba al combate contra el gigante.
-Estábamos copados y
cercados de enemigos.
La aviación de Golda en unas
pocas horas redujo a añicos al poderoso
ejército egipcio y lanzó contra las montañas del Golán a los sirios. Israel ha
ganado todas las guerras en el campo de batalla. Menos la psicológica. ¿Quién
no recuerda el éxito fulgurante de Dayan en la guerra de los Seis Días? ¿O el
arrollador empuje de los tanques de la señora Meir en la de Yom Kippur?
A diferencia de otros
epígonos del Movimiento en pro del Hogar Judío, como Aba Eban, Moisés Dayan o
Ramir Shamir que provenían de las aljamas inglesa internacionalistas, la
carismática Golda nunca se dejó impresionar por el hechizo británico que
consideraba postizo. Ella se decantaba por la energía norteamericana y el
talante construccionista de los emigrados rusos.
Londres por aquella
coyuntura seguía una política independiente con respecto a Washington en la
arena mezzoriental. No habían olvidado todavía los ingleses que los mapai de Ben Gurion les habían hecho
mascar el polvo de la derrota mediante la acción directa contra el Mandato
Británico. Ni el famoso libro blanco de Ramsey MacDonald o el documento
Passfield
-En la patria de Disraeli
nos sentimos defraudados por la perfidia de los ingleses. A los judíos nos
duele la traición de los ingleses más que la de ningún otro pueblo puesto que
aquí nos sentimos como en nuestra propia casa.
Llevaba razón. Ellos fueron
los creadores del imperio británico. Roberto Maxwell, el rey del café en polvo,
un refugiado húngaro que llegó a Londres desde un campo de concentración,
estableció en Lombard Street y en Fleet street el gran emporio periodístico
financiero. Rupert Murdoch, un judío australiano, desbancó a Lord Thompson.
Charles Chaplin nació en el East End. Otro judío se inventó el fenómeno de los
Beatles. Era el tiempo de los grandes meteoros. La revolución moderna empezó en
Carnaby Street Meca de un nuevo culto. El pop. Y las carteleras del Strand
estaban llenas de directores que se llamaban Leví y Samuelson. La humanidad
debe a los judíos, inventores de la modernidad, el music hall. Y no quiero
dejar pasar por alto la cita a las famosas series populacheras de los “carry
on” con los que el público londinense se desternillaba de risa y en los que llevaba
la voz cantante un actor italo judío por nombre Sid James, con una enormes
narices aplastadas, feo como un demonio pero epítome del cockney y al que
quería toda la gente. Su compañero de
reparto era un ventrílocuo, Kenneth Kendal, que padecía una extraña enfermedad,
atresia, imperforación de los orificios nasales. Se las operaron pero los
dejaron mal. Yo no he visto hoyos de la
nariz tan descomunales. Parecían cavernas.
A principios del año 73 los
ingleses hacían reír al mundo y eran un modelo resonante a seguir en el mundo
por su desenfaldo elegante. Nunca
alcanzó la civilización tan alta cima. Pese a las zambullidas de la libra
esterlina que tanto escandalizaban a Capmany, la serpiente monetaria, las
conferencias de valuta en Brenton Woods. A las huelgas del carbón que dejaron a
medio país a oscuras en aquel invierno miserable que llamaban los críticos The
Winter of discontent parafraseando a Shakespeare. Muchos ingleses emigraron a
Australia pero tampoco es menos cierto que se cumplió el análisis del premier
MacMillan que les contaba a sus paisanos desde los sillones del banco azul que
nunca lo habían tenido tan a huevo. You never had it so good.
Y era cierto. Fueron muchas
las clases medias que salieron de la cartilla de racionamiento y empezaron a motorizarse.
Por las carreteras del país siempre circulando por la izquierda hicieron acto
de presencia los tradicionales Morris a la puerta de los semi adosados. Después
llegaría el Mini. La comida era la más barata de Europa y la fruta y el té
seguía llegando desde las colonias. No. Nunca los habían tenido tan bien los
británicos. Pero todo aquello lo contó mejor que nadie el pobre José Antonio
Plaza. Era imposible a aquella gran raza llena de inventivas y de recursos en
su feudo. Para adorar a los dioses en su nueva ara llegaban caravanas de
peregrinos papanatas. Todos miraban para el obelisco de Nelson cuando saltó por
los aires el coche de Carrero. Némesis se había cobrado su revancha. ¿Quién
perpetró aquel gran magnicidio ? Horas antes el almirante acababa de
entrevistarse con el Secretario Kissinger y de recibir el abrazo de la
muerte. Se rompía así la cinta de
transmisión de un sistema al que se cerraron las puertas del futuro. Las
columnas del templo se vinieron abajo y Sansón pereció rodeado de filisteos.
Yo estaba empapado de
teología pero a pesar de eso nunca me
resigné a dar de mano a mis estudios helenísticos que había emprendido en aquel
seminario de Segovia alma mater de mis designios para bien o para mal. Aprendí
a interpolar conexiones y a extraer consecuencias deductivas del misterioso
entramado de las religiones que tanto nos atan a Dios pero que a veces tanto
nos alejan de Él.
Inglaterra pese a la niebla,
el puré de guisantes, la flema de sus habitantes, el Peñón de Gibraltar, el que
siempre nos ganaran al fútbol y que siguiesen siendo tan suyos, seguía siendo
un país adorable donde la vida era relativamente fácil.
Los jóvenes universitarios
que querían aprender lo empezaron a tener en su punto de mira. Se apuntaban los
veranos a los campos de trabajo. Allí aprendían algo de la lengua que hoy tanto
nos encandila y a pasar privaciones. Había quien a la semana emprendía el
camino de retorno hacia Dover pero no faltaban aquellos a los que les
entusiasmaba y luego regresaban a España para contar sus ligues.
Gran Bretaña aunque
declinante era una gran potencia que podía caminar a su aire y no se había
inventado la simbiosis con América. Cierto que la debacle terrorista era una
sangría y que el poder de los sindicatos tenía aterrorizados a mucha gente de
bien pero nunca se conoció otra nación con la solidez y estabilidad democrática
de aquel país, pavimentada sobre el respeto mutuo, un cierto sentimiento de
indulgencia para sí mismos. Sabían que el parlamento era un teatro, nunca una
trinchera, ni un campo de batalla y que la sangre nunca debiera llegar al río.
Podían los ingleses mirar
por encima del hombro a los norteamericanos y darle lecciones de civilidad.
Jóvenes yanquis morían a puñados cerca de los marjales de Hanoi.
Mucha agua se ha deslizado
por los tajamares bajo los puentes del Támesis. Tony Blair se ha convertido en
acólito de George Bush a todos los efectos. Washington y Londres que van a su
aire y a las ancas de su antigua colonia el poder británico ha vuelto a cobrar
parte de su prestigio. El imperio ha vuelto por donde solía siguiendo la
tradicional política de balanza de poderes que tan buenos resultados les diera
en el mundo. Regresan a la talasocracia. Britania quiere volver a dominar las
olas y puede que lo esté consiguiendo bajo el paraguas del otro país
anglosajón, que es su mejor aliado y del único que se fía y Londres más que
nunca ha venido a convertirse a expensas de Bruselas en la Jerusalén del
norte. La capital de la globalización.
No han querido entrar en el euro. Sabia medida. Puede que vuelvan a poner a
Europa de rodillas y en esta ocasión sin disparar un solo tiro.
La altanería e independencia
de un Wilson o un Callaghan o el mismo
Heath no tendrían cabida en la actualidad con un Tony Blair que contrahace
todos los gestos de Blair. Se ha convertido en edecán del gran gendarme. Bush y
él recuerdan cada vez más a los dos hermanitos a lomos de un mismo caballo.
Cástor y Pólux. Controlan las riendas. Al diestro la fusta. En el talón la
espuela y so es preciso soltarán el látigo. Mientras, Europa vive horas de gran
confusión.
El gran debate entonces era
entre los británicos ser o no ser europeos. Nunca se han sentido como tales,
pero entonces, aunque no hubiesen horadado los ingenieros el túnel bajo el
Canal, las Islas estaban más cercas del continente.
Londres seguía una política
autóctona con ideas propias en Oriente Medio. Había un sector del parlamento
capitaneado por Carrington favorable a los árabes. Claro que en este trato de
favor no mandaban criterios altruistas sino razones del vil metal.
Teniendo que dar salida a su
poderosa industria armamentista la parafernalia militar armó hasta los dientes
a Sadam Husein. A Siria e Irán. Kuwait y Arabia Saudí eran los mejores
clientes. Se construyeron varias fábricas en los Midlaands para suministrarles
rifles de asalto, cañones y carros de combate. La casa Land Rover gracias a
tales pedidos consiguió salir a flote.
En Bristol se construían fragatas, en medio de grandes protestas de los israelíes
para la armada egipcia. Los ingleses vendieron a los países productores de
petroleo todo lo que dispara, detecta o hiende. Desde bayonetas de punta
acanalada hasta cartucheras, pontones y estaciones de radar.
Los clubs de alterne del
Soho y las tablajerías y garitos de Park avene se disputaban los clientes y
contendían fletando incluso aviones chárter a Ryad para traer jeques que venían
a la metrópoli a girar visita turística. A veces a echar una canita al aire.
Tales pendoneos, como consta en las elegantes crónicas que publicaba por entonces
Alfonso Barra en ABC, resultaron agua de mayo para las exhaustas del Inland
Revenue.
Los almacenes Harrods eran
el gran poder y a este fenómenos lo denominaba The Gulf golden Stream. La
corriente de los golfos de oro. Por aquellas calendas los chistes de Cummings
en el Daily Express eran sencillamente geniales. Con sus abuelitas sin dientes,
de sombreros y pompones floreados, obreros de la construcción que se pasaban
todo el día en el pub parodiando a Snoopy, amas de casa chaparras, que no
miraban con cara de mucha paz a sus consortes cuando llegaban al hogar.
Pero donde Cummings rizaba
el rizo era cuando se ponía a dibujar hurís entrando en manada por la puerta de
un lujoso establecimiento de alterne en el West end. En la acera esperaba
aparcada todo una caravana de Rolls con sus cocheros galoneados. Tampoco las
chicas de la vida alegre lo tuvieron tan a huevo como diría el clemente y
paternal premier Mr. MacMillan. A los amantes meridionales de las Mil y Una
Noche les gustaban las nereidas del norte. A ser posible, rubias.
Corrían los años de las call
girls[xlii]
que a muchos nos hizo pensar que se acercaba la época de la Gran Meretriz del
Libro de los Libros que corrompía con su prostitución la tierra. El sexo trae
detrás una secuela de llantos y de sangre. Al estado laboratorio le
correspondería acelerar aquel designio por lo que seríamos todos las víctimas
de su destino. Las rameras se apoderaron del mundo y la gran introductora de la
democracia española sería precisamente una que llamaban la bastarda, hija de un
gran gerifalte el que clamó desde los balcones de una calle madrileña “Rusia es
culpable”, amigo de Hitler, y de una novelista por entregas. Estábamos en los
pródromos de la enorme novela rosa y la gran cantonera traería la inquietud a
los corazones. Mi inquietud no podía ser apocalíptica. Yo vi desatarse las
nubes que desencadenaron aquella tormenta desde la imperial del ómnibus que
hacía la ruta entre Picadilly y los barrios marginales del Castillo y el
elefante al otro lado del río. La embajada nuestra en la Corte de San Jaime se
había convertido en un lugar de destino para los peregrinos de la conspiración.
El Super Embajador los recibía en medio de gran aparato mediatizo y de muchas
bendiciones. Por allí pasaban individuos de todos los pelajes.
Todos recordamos el asunto Profuso, el espía
Ivanov y aquellos dos ministros del gabinete conservador que fueron cogidos in
medias res por la indiscreta camara de un periodista en retozos expansivos con
jovencitas. Empezaron a tener vara alta los proxenetas. Los hubo siempre en la
historia pero nunca me parece fueran tan importantes.
La modelo Twiggy cobraba
cien guineas la hora por posar solamente en un estudio. Estaba en los huesos.
Pero si se querían más rellenitas y los artistas deseaban ganar menos dinero
podrían contratar los servicios de la Gamba (The Schrimp). Un carro de huesos
que parecía una tabla abrió el portón de la anorexia hasta la tumba. El
heredero del Gran Condómino al que conocemos por el sobrehúsa del CEJAS
CIRCUMFLEJAS todavía no había venido al mundo porque su madre no lo había
parido.
Todos los líos de cama de
estas personalidades de la imagen y la pantalla eran tema suculento de la
prensa amarilla llamada de cejas bajas. Lo que pasa que en Fleet street estos
discreteos se hacían con más elegancia y había más variedad y alternancia de
protagonistas del escándalo. Un fotógrafo por nombre Anthony Armstrong casado
con la princesa Margarita era el gran preboste de aquel mundo de los retratos
artísticos. La prensa del cotorreo no había hecho su irrupción nefasta y sus
filtraciones se mantenían en un perfil de aristocracia sin pasarse a mayores.
Hoy, cuando los corondeles cayeron tan bajo, quizás no se puede decir.
Pero la mujer no deja de ser
un enigma. El sexo es un trágala, pozo sin fondo y laguna negra de los enigmas.
Nunca se llegaba a la danza
de los siete velos. Sadam Husein era uno de los que se dejaba ver con mayor
frecuencia. No había sido sabatizado todavía ni le habían colocado detrás de la
chilaba el rabo maligno. He was just a good friend of Great Britain and we in
foreign policies we pursuit our interests. Sabia medida. Regla que no falla. El
corazón del león británico tiene a la derecha un código de barras. Fundamental,
querido Watson. Las guerras fomentan la
fraternidad de armas amén de ser un buen negocio. Además, con estos dictadores
siempre jugamos al tiro al plato y podemos probar nuestro material. No tiene
porque ser en la actualidad el teatro de las hazañas bélicas el campo del
honor. Eso era antiguamente. El Gran Condómino iba quinchando la geografía del
globo terráqueo y a los más muertos de hambres era a los que les vendía los
rifles más potentes, la artillería de mayor cadencia, los aviones de combate
con mayor versatilidad en defensa y en ataque. Estuve seis años componiendo
despachos para mi periódico desde las cancillerías más importantes y llegué a
darme cuenta de que toda esa cachaza sesuda de los artículos de fondo no eran
más que puro camelo.
El periodismo moderno es un
buen duerno y abrevadero para los sofistas modernos y la política recicla a
desaprensivos y malvados. Dios los cría y ellos se juntan. Pero no vayáis a
buscar ética en el New York Times. América sólo tiene intereses. Lo han
proclamado. Su religión es el Almighty Dollar y eso lo aprendieron de los
ingleses para los cuales la sola mención de la libra esterlina en sus
conversaciones (Pounds) sume a los que lo pronuncian en levitaciones y
fotismos. La Bolsa es un camino místico.
Tenía fama de cliente serio, bien plantado,
moreno. Parecía una encantador de serpientes y por aquel entonces estaba en la
nómina de los servicios secretos, esos que compran voluntades y esquematizan
contiendas donde convenga. El sueño de muchas jovencitas y valientemente
munífico y elegante como un caíd de Bagdad. La valuta se desplomaba pero
llagaban los árabes y la ponían a flotar.
Insistiendo en el líder
irakí, tenía por costumbre llegar al Savoy escoltado por una corte de gorilas y
la mitad de sus concubinas. Compró medio barrio de Kensington Sur para alojar a
su harén. Lord Carrington en honor al ilustre huésped mandaba desenrollar la
alfombra roja. La reina le invitaba a tomar el té con pastas. Aunque todos
estos cumplidos no se podían ni comparar con los tributados al Rey Faisal.
Se trataba de un personaje
mítico por aquellos días cuando muchos cinéfilos andaban bajo la impresión de
la fantástica interpretación que hizo Peter O´Toole de Lawrence de Arabia,
aquel escritor británico que cayó bajo la fascinación del desierto, que
trabajaba para los servicios secretos y escribió un libro nada desdeñable como
son “Los siete pilares de la sabiduría”.
Fui testigo de aquellas
movidas porque un amigo mío de Ferrol
que trabajaba como portero principal y jefe de zaguanetes en una de las timbas
detrás de Picadilly a los que el regio personaje solía acudir me daba cuenta y
razón de las idas y venidas de aquellos árabes. Nada de moros. Árabes. Llegaban
como maná del cielo y todos ponían el cazo y mucho se holgaban los camareros,
los lacayos, los pincernas, los marmitones y cocineros y hasta las chicas
conejito. Verdaderas bacanales, oiga. El vino y la cerveza corrían sin tasa.
Aunque Mahoma prohibió a sus partidarios degustar el fruto de las uvas, debían
de pensar que un día es un día. Se encargaban a España y a Italia los caldos más
generosos. Las destilería escocesas se ponían las botas pues por lo visto los
beduinos estaban hartos de lo mismo todos los días: leche de camella. Con lo
que se olvidaban de las suras coránicas y caían rendidos a los pies de Baco. Le
daban al güisqui que era una bendición y luego se mostraban muy largos en
propinas.
- Los días que viene el King
no me bautizo por menos de cien quid. Una noche me puso en la mano un fajo de
billetes. Metilos en bolso, abrile la puerta del Jaguar que traía y cuando
llegué a casa conté el montón y vi que me había dado nada menos y nada más que
mil libras esterlinas. Aquel hombre no sabía lo que hacía. Me puse a pegar
brincos.
-¿No sería un farol,
Benitiño?
- No lo creo pero si lo fue,
bueno para mi bolsillo.
A veces pasaban cosas
maravillosas. Era la era Cáncer y la conjunción del astrolabio marcaba tiempos
rumbosos para nosotros. Época abierta y competente. La de los cuatro puntos cardinales de la
Cruz. Saturno espectral no había asomado la oreja para nosotros. Por eso aquel
inefable premier, que había sido librero, les había intimado a sus patriotas la
frase célebre: “You never had it so good”.
Jerusalén estaba en la
memoria y Golda era la embajadora más que de una tierra de una idea. Sus
miembros cansados no dejaban por eso esconder aquel entusiasmo bíblico que era
dinamismo y energía. El resultado patente ante mis ojos de más de tres mil años
de judaísmo. De observancias alimentarias. De obstetricia.
La barca de Israel puede ir
dando tumbos y a veces amenaza con encallar pero es una nava indestructible.
Me dieron ganas de entonar
un salmo y que lo cantaran todos los camareros del Claridge, aquellos
mayordomos estirados que recordaban a Hudson el personaje de una celebre serie
que pasaba la televisión en aquellos meses: “Upstairs, Downstaris”. Arriba y
abajo. Ganaba la partida el estado probeta. Pero seguía esperando al mesías con
insaciable sed de verdad.
-¿Qué opinión le merece el
general Franco?
-Existe en él un amor
mesiánico hacia España. Igual que el de los primeros sionistas hacia
Israel. Él intentó hacer una rebelión
total y desgarrada con una España desgarrada, enferma de su calamitosa
historia. Abriremos relaciones diplomáticos. Los buenos judíos tendrán que
estarle muy reconocidos el general por lo que hizo por algunos de nosotros
durante la segunda guerra mundial. No podemos decir lo mismo de Chamberlain que
cedió al chantaje árabe.
EL ILUMINISMO LULIANO Y LA RECONQUISTA DE JERUSALÉN
7“El hombre si desea acceder
al conocimiento de la trinidad tiene que renunciar a la carne y desentenderse
de las evidencias que le brindan los sentidos”. Sobre tal premisa se centra la
filosofía de uno de los grandes pensadores católicos del otoño de la edad
media. Raimundo Lulio, y con ella justifica la preeminencia o excelencia del
cristianismo sobre el mahometismo o el judaísmo.
La irrupción de este
fervoroso mallorquín. Que cultivó todas las artes (astrología, medicina,
física, teología, gramática, patrística y filología pues era políglota) va a
ser un hito cuya altura no ha sido superada. Él es una figura central para
todos aquellos pensadores que piensan que Xto es el alfa y omega, el principio
y fin de la historia sin concesiones fáciles a la aljamía conversa.
No renegó de su fe. Antes
bien, por ella padeció cárceles y persecuciones (el cadí de Bugía lo metió en
una mazmorra por poner en entredicho determinados pasajes de la teología
coránica, que es, como se sabe, menos especulativa que positiva, todo un
ejemplo de tolerancia a la andalusí; al santo le aplicaron no una de populo
bárbaro, simple y llanamente “una de tres culturas” y en ración doblada) y como
consecuencia de estos vejámenes cayó gravemente enfermo muriendo en alta mar en
el viaje de regreso a su tierra natal[xliii].
Su postura cobra un singular
relieve en la actualidad porque Lulio estudió a fondo y se empapó de la cultura
árabe llegando a la conclusión de que el cristianismo ofrece un cuadro de
valores superior al islam. Ese fue su mensaje, un mensaje que firma con su
sangre y que adquiere relevante interés cuando se está operando en nuestra
Europa siete siglos después una trayectoria inversa.
Lo andalusí y el Andalús,
como dicen los repipis, encuentra adeptos entre los intelectuales de mesnada,
los escritores de aluvión y los mamporreros del régimen. Quienes se hacen
lenguas de la filosofía coránica mientras fustigan al Galileo. Todos sus
elogios son para la media luna, que si fuese ad invicem aguantaría menos que un
vendedor de catecismos de la doctrina cristiana a las puertas de una sinagoga.
Pero venga una de tres culturas. Otra más.
Su vida da un vuelco al
cumplir los treinta años cuando decide abandonar la vida galante que llevaba y
hacerse monje y apercibirse para una larga peregrinación tanto psicológica como
física.
El fuego que le quemaba era
la conversión de los judíos y de los mahometanos al redil de la verdad. Mas,
por lo visto, aquella era una idea a la sazón también políticamente incorrecta.
Los papas, los cardenales y los prebostes de las grandes ordenes religiosas
estaban a lo suyo. Que eran las intrigas, la pugna por el poder político, las
riquezas, la soberanía, el predominio y el cisma.
La verdad - dice en uno de
sus libros más característicos, el Breviculum y uno de los incunables
más valiosos que fue ilustrado por un pendolista de categoría, un canónigo de
Chartres por nombre Le Mesyer a finales del s. XIII, pasa por uno de los
manuscritos más bellos de la órbita- está encarcelada en un calabozo y hay que
ir a rescatarla. Languidece en prisiones, cativa de moros y de judíos sin que
aquellos que en la iglesia tienen en mando y jerarquía se dignen mover un dedo
por conseguir su libertad. Mientras esto no suceda, el pueblo de Dios seguirá
en manos de charlatanes y esbirros.
Del pensamiento
revolucionario luliano, inflamado de un fuego abrasador, participan los grandes
santos y místicos de aquella centuria :Catalina de Siena, Francisco de Asís,
Gertrudis la Magna, así como algunos de los “pequeños maestros alemanes” que
derivaron en heterodoxia.
El franciscano mallorquín es
uno de los mayores pensadores escolásticos. Todo sus sistema teosófico
representa una refutación de la sensualidad muslime, basada en el principio
aristotélico de “nihil est intellectum Quod prius non erit in sensu”[xliv].
De este principio hace bandera el cordobés Averroes. Sin embargo, para la
teología católica los sentidos jamás podrán ver a dios. En todo caso, la máxima
aristotélica es inútil a la hora de exprimir las complicaciones teológicas de
la procesión trinitaria.
Para comprender este
misterio no bastan las meras fuerzas humanas ni las potencias del alma -
memoria, entendimiento, voluntad - alcanzan la cúspide de la contemplación sin
la iluminación específica que el todopoderoso otorga cuando, donde, cómo y en
qué m medida a quien quiere. Es hora de enumerar los complementos circunstanciales
del accidente modificador de la sustancia que en latín rezan: utrum, quid, de
quo, quare, quantum, quale, quando, ubi, quo modo, quocumque. Estos diez
predicables se convierten, según lo que explican las escuelas de periodismo en
las famosas siete W de la noticia: who, where, whom, with what, with whom, what
y when.
Para acceder al conocimiento
trinitario hace falta un tercer ojo. Allí donde se sitúa el Finisterre de la
razón se abren las puertas del paraíso cristiano que a diferencia del que predicara
el Profeta es puro gozo intelectual. No el que deparan los goces carnales ni
las orgías. Sino la simple y pura contemplación de la verdad infinita. De la
belleza sin trueque. Es la música que no se acaba porque los instrumentos no
paran en lo que sigan girando las esferas. Una música callada. Una melodía
secreta. Sin espasmos ni intermisiones. El alma en estado de gracia dará de
lado a las tristezas que son recua de todas las lascivias. Amor trae consigo
desengaño. El amor humano se acaba pero el divino no tendrá nunca fin. Los
cuerpos gloriosos carecerán de apetencias y de necesidades físicas en contra de
las prédicas del filosofo de la Córdoba califal cuyas obras dieron la vuelta al
orbe haciendo caso omiso de que el padre del personaje hubiese sentado plaza
como verdugo oficial del rey Abderramán III quien como se sabe aplicó el rasero
de las tres culturas a innumerables mozárabes que fueron degollados bajo su
califato por no querer renegar de la fe de Cristo. Era la tolerancia según la
entienden los discípulos de Mahoma y algunos muladíes de la acera de enfrente
como Muñoz Molina, Gala, Goytisolo con sus pipiolos. La destrucción de todos
los monasterios que como un anillo de oro cercaban a la capital de los omeyas y
la decapitación de sus nutridas congregaciones fue un caso típico de
“tolerancia sarracena”. Sarajevo, un nombre que ha dado pie y sirvió de
pretexto para el estallido de una guerra de desquite, no existe. Es una nefasta entelequia en la mente sanguinaria
de algunos príncipes.
En la actualidad cuando el
hedonismo impera y el culto al cuerpo mueve ríos de dinero y suscita verdaderos
movimientos de fervor en las plateas midriáticas y los grandes serrallos de la
publicidad, poblados de huríes y de eunucos, para los que la salud, la belleza y
la potencia sexual son un valor absoluto mecanicista y funcional, el averroísmo
vuelve por donde solía haciendo tambalearse a los valores cristianos de la
existencia y mientras España se desespañoliza y descristianiza a marchas
aceleradas. Parece ser que sus enemigos históricos a los que secundan los
aqueos surtos en el fondo de las tripas del caballo de Troya que nos vigila
amenazador vienen metiendo prisa. Una de tres culturas y diecisiete de
autonomías.
Pero ésta no es desde luego
una idea original del mundo árabe, el cual absorbe como una esponja de forma
avasalladora todo aquello que le salta al paso o donde impone su ley, en contra
del criterio que vienen sosteniendo los mencionados Gala, Muñoz Molina y otros
incondicionales de Ben Laden, muladíes de la hora undécima. Los musulmanes
copian a los griegos. Averroes no es más
que un intérprete parcial de Aristóteles quien le inspira no sólo en el cuadro
de las artes liberales sino en los tratados de mecánica, medicina, botánica,
para componer sus tratados.
La sombra de don rodrigo
vuelve a planear, funesto fantasma, por los horizontes españoles. La
machaquería e insistencia, verbigracia, con que ensalzan los quintacolumnistas
de Polanco a todo lo andalusí (el verbo no puede ser más cursi), sin reparar
siquiera de donde viene la palabreja que no es otra que una derivación de
vándalo. Y los vándalos, que yo sepa, eran godos, tribus venidas con los
bárbaros del norte y que ocuparon el sur. Pero nos hacen creer que eran
bereberes y, oh locura de las locuras, relacionan a éstos con los vascos, que
eran los iberos de pura cepa y que por supuesto no tienen nada ver, aunque
algunos lo pretendan con la decimotercera tribu perdida de Israel. Pero hoy está todo manga por hombro. Hasta la
historia se vuelve contra nosotros y es un instrumento de venganza como una
clava que se vuelve con nosotros. ¿No decías que entonces aquello? Pues ahora
lo otro y lo otro es justamente lo contrario. Venga otra de tres culturas. ¿Y
Boabdil el Chico no lloraba al salir de la Alhambra? Ni mucho menos. Iba
bajando la cuesta crispados los puños y no dejaba de repetir su frase
preferida, aquello de ya volveré y os vais a enterar de lo que va a valer un
peine.
Estaban desconformes con la
lectura que se hizo de la historia de España y ahora están aquí los escribas
para borrar los pasajes aquellos en los que no se encuentran agusto. ¿Y la
objetividad? ¿Y la verdad? Esa no interesa. La verdad la escriben los
vencedores. Boabdil vuelve a lomos de su mula muy enjaezada y atalajada. Lleva
por palafreneros a Muñoz Molina y a Salmón Rojo que van delante al frente de un
grupo de músicos que tocan chirimías y zampoñas, flautas traveseras, oboes,
etc. el que parece su capataz acciona en lo alto la batuta y va repitiendo sin
parar: Tocala otra vez, Sam. ¿Que me la toque ? ¿Pero que dices? No, home, no
que tu no sabes inglés. Lo que yo quiero decir es “play that again, Sam”.
Y el dulzainero empieza otra
vez. Y nosotros en esas estamos. Angustiados, asqueados, con ganas de emigrar,
pero para nuestra desdicha no tenemos un lugar adonde ir.
Pero de la misma forma que
Malen tiene nombre de tango, Averroes suena a error y a plagios descañados. A
huríes y bayaderas danzando el contoneo de los siete velos. A guerreros del
Profeta caídos en acto de servicio y a los que por su buena lid se reserva en
el jardín de Alá un lugar de preferencia. Si perdieron un brazo o una pierna
los valerosos combatientes, éste les volverá a nacer, pero no así si se trata
de los genitales porque abomina Mohamed de los castrones y les veda la puerta
de la vida eterna. Por ende todos los soldados del Profeta se guardan muy bien
sus partes pudendas antes de la refriega. Un tiro en los cojones puede
significar para ellos, que son de talante supersticioso, la caldera de Pedro
Botero. La parusía del islam es lo más parecido a una interminable ruta del
bacalao con interminable estaciones en las que se promete sexo del mejor,
alcohol y pastillas para aguantar. Es para hacer la contra al cielo que se
tiene prometido a los cristianos demasiado aburrido e intelectual. El jardín de
alá es todo sensualidad y sentimiento. El edén cristiano concepto y categoría.
En uno manan ríos de leche y miel, se comen frutas tropicales, melones y
sandías y los usuarios contarán para su disfrute con una buena provisión de las
mejores esclavas aprehendidas en alguna razzia framontano en el Caúcaso o cerca
de las montañas de León. En el otro nadie hará esas porquerías ni se entregará
a la gula ni a la borrachería, el goce consistirá en la eterna contemplación
del rostro del Señor.
La resurrección de la carne
que canta el credo niceno va por otro lado diferente al que predican los
imanes, aunque no cabe duda de que sea muy atrayente prospecto este jardín de
Alá para los jóvenes incautos de los zocos musulmanes. Lo sufre Israel en sus
propias carnes. Por todas partes en Palestina corren candidatos a kamikaze ,
los que recurren a la inmolación por una causa. Justa o injusta. A ojos
cristianos esto no deja de ser un antenado contra la propia vida y contra la de
los demás, pero la religión de los sunníes y sufíes no fue nunca una religión
pacífica porque tan guerrero es Alá como el que emana de todos los libros del
Antiguo Testamento. Recurre a la amenaza y al fanatismo y apoda a muchas de sus
guerras santas.
El martirio cristiano es de
otra manera. Jesús nunca enseñó el camino del verdugo. Escogió ser víctima y
ahí puede que resida una de las claves de su indestructibilidad porque esta
máxima más que humana es garantía de orden divino. Tampoco cabe, a diferencia
de los judíos, entre nosotros la ley de la venganza, sino la del perdón y el
olvido de las ofensas, un consejo que desestima, a lo que se ve la sociedad
española del verano del 2002, cuando andan por las montañas de León
desenterrando cadáveres de fusilados por los nacionales. Por lo visto los rojos
fueron mancos y no hicieron ninguna judiada. Tengo para mí algo muy presente
que para nosotros los que vivimos la dura postguerra resulta casi una idea fija
que todas las cunetas de las carreteras asturianas están sembradas de
cadáveres. Por lo visto, esos muertos no se cuentan. Son fallecidos por las
armas que no tienen el galardón de ser recordados como muertos de primera, sino
de segunda o de tercera categoría, porque fueron víctimas de la gran represión
organizada por las hordas rojas de un gobierno judeo masón como el de Azaña[xlv].
Sin ir más lejos el otro día el tabernero Fariño, que tenía quince años en el
verano del 36, me contó como mataron a dos curas de Soto de Luiña en el prado
boyal del pueblo anejo, que se llama San Martín. Uno se llamaba Vicente y el
otro Dámaso. A Vivente le propusieron sus esbirros que si gritaba viva Rusia y
arriba el comunismo que lo perdonarían la vida. Él se nego y murió profiriendo
vivas a Cristo Rey y arribas a España. El otro que era el coadjutor también
ante la misma zanja recibió la misma proposición. Atemorizado y lleno de pánico
por las escenas que acababa de presenciar, el fusilamiento de su hermano en la
fe, se avino a las conminaciones de sus esbirros y proclamó su adhesión a la
república. De nada le valió aquella renuncia in articulo mortis porque lo mismo
que el otro sería pasado por las armas. Nadie se ha interesado por sus
cadáveres ni hay arqueólogos que busquen sus restos debajo del bromo y la
festuca y los tapines de los cernidos prados de aquella verde provincia cuyas
cercas recuerdan a muchos creyentes la existencia del paraíso. Ahora al cabo de
casi tres cuarto de siglo yo me hago la pregunta si Dámaso, vacilante en sus
convencimientos en el último instante, se le debe honrar como mártir igual que
a Vicente su compañero y yo pienso que pese a la hesitación, tan humana por
otra parte, del último momento, recibiría la orla de los que mueren en comunión
con la palabra eterna.
En abono de lo antedicho, el
Beato Ramón Llul trató de combatir con su cálamo incandescente, inflamado de
caridad y de perdón - lo llaman Doctor Illuminatus los escolásticos-
expugnando con sus huestes dialécticas las cohortes de sus ideas, los manípulos
de la exposición clara y contundente, los muros del castillo del error del que
es alcaide Averroes con toda su recua. Porque su conocimiento no viene apoyado
en la razón sino en la apariencia (phantasmata).
Los embaucadores cultivaron
a los incautos de todas las épocas. A lo que se ve, a las proposiciones averroístas
no les falta clientela, ya que tanto el positivismo como el materialismo
dialéctico, que entroncan directamente con la filosofía del erudito califal, se
basan en lucubraciones. La fe cristiana no es susceptible de pruebas causa
efecto igual que una ley física. Convenido. ¿Mas, no podrá decirse lo propio
del mahometismo o del mosaísmo que arrancan de las corrientes egipcias y de los
grandes mitos griegos sobre la interpretación del mundo? Hay historias que
cuenta la Biblia que están calcadas de algunos cuentos populares de la
tradición oral de Tracia. El corán, que es un salpicón de varias tendencias
donde se dan cita tanto Jesús como Moisés y que sus seguidores tienen por tan
cierto que dicen que fue escrito por inspiración angélica y hasta serían capaces
de matar a todo aquel que ponga sus puntos en dudas se retrotrae a ciertas
aberraciones de los maniqueos y de la heliolatría persa. Dicen que fue
redactado por un rabino que odiaba a los cristianos y mediante la inserción de
gran copia de patrañas, apólogos, consejas y dogmas que se repiten una vez en
los hemistiquios de este extraño libro dio vado al desprecio que sentía hacia
la persona de Jesús.
Averroes arrastra detrás de
sí a toda una corriente de ateos y agnósticos, verdadero caballo de batalla contra
la iglesia romana, puesto que sostiene que fe y razón circulan por vías
opuestas.
Dice que la naturaleza
carece de ética y que Dios no podría meterse nunca en nuestras batallitas.
Era lo mismo que sostenía
Einstein: que Dios tiene sus reglas y que no se pondrá a jugar nunca con
nosotros a los dados, puesto que se reserva el derecho de admisión.
El no tiene necesidad del
mundo por Él creado. Aquí viene el matiz supremo de divergencia. Averroes
enseña que Alá está lejos, parece como dormido. Es una blasfemia querer
tratarlo de tú a tú.
Se trata de una deidad
ordenancista que cobra su canon mediante la plegaria colectiva y a ciertas
horas determinadas del día. Nadie puede alegremente dirigirse a él porque sí.
Justo lo contrario de lo que enseña la norma calvinista y luterano de un dios
particular, amigo, al que se ha de acudir en caso de necesidad o para hablar
sin más. Los islamitas desconocen y desprecian la oración mental. Es una
reminiscencia persa de la oración comunal, cubiertos todos los creyentes la
cabeza. Señal de sumisión a su voluntad. Sus designios no podrán alterarse
porque todo está escrito en un código de rigurosos caracteres fatalistas. El
corán desconoce el libre albedrío pero en sus suras acomete la unión con alá
mediante la guarda de los preceptos, que son la oración diaria, la
peregrinación a la meca, el ayuno y la limosna y la guerra santa contra los
enemigos del profeta.
Fanatismo y proselitismo asi
como una fuerte imaginación y un estilo poético del todo innegable se reparten
el espíritu de las suras. No hay más dios que Alá. No hay más libro que el
corán.
Este oscurantismo quizás
haya precipitado a los pueblos que lo siguen en el retraso tecnológico rayano
en la barbarie. Pero el islam es la fuerza del número. La multitud convertida
en masa. Ha surgido para avasallar.
Alá. Punto en boca. Es el
ojo que todo lo ve y todo lo dispone. Viaja en su carro dorado y visita una por
una todas las galaxia aventando en su discurrir el tamo de las estrellas. Ese
polvo cae a la tierra convertido en polvo de los siglos.
A dios no se le puede
catalogar ni conocer o contemplar de la misma manera que se observa un paisaje
con unos prismáticos.
El sorprendente cuadro de
valores del hijo del cadí, tan impregnante como sugestivo, hizo que sus ideas
fueran muy difundidas en el otoño de la edad media. En las aulas de la Sorbona
se explicaba a Averroes largo y tendido. Pero hablaban de oídas aquellos
dómines. En toda la universidad parisina no había ni una sola cátedra de árabe,
lo que indignaba al humilde franciscano recién llegado de las Baleares. Ramón
dominaba ese idioma a la perfección como muchos de aquellos caballeros
catalanes adscritos a la leude de los grandes reyes de Aragón. Su padre, un
burgués fronterizo, había tomado parte en la conquista de Palma por las huestes
de Jaime I el Conquistador.
Un empeño tuvo Lulio: meter
en el índice al autor de los “Comentarios”, el “Tratado de la Triaca” y del
“Discurso acerca de si Dios se ocupa de nuestras cosas particulares”, y que
quedase proscrito en las cuatro grandes universidades del medievo (Oxford,
Paris, Bolonia, Salamanca).
Considera que Ben Rashid
Averroes era responsable del letargo intelectual en el cual vivía la
Escolástica donde muchos maestros se pasaban horas y horas mirandose el ombligo
y debatiendo el sexo de los ángeles, desconociendo la categoría y virulencia
del enemigo que se cernía sobre la cristiandad.
Él lo conocía. Por eso su
obra infatigable (265 títulos) está impregnada de ese tesón misionero y
catequista. Acaso fue un pretexto - los puntos de vista que sostiene son
contendibles- para escribir bellísimos libros en un catalán rutilante. ¡Cómo no
entusiasmarse con la prosa de un Libre de Meravelles que es un verdadero
tratado psicológico para conocer la mentalidad del hombre que vivía en Europa
el siglo XIII!
A Paris le conduce el afán
de una entrevista con el papa al que visita en Aviñón ya casi al final de sus
días. Su propuesta es la constitución de un colegio de estudios orientales para
la formación de misioneros franciscanos que fueran a predicar a los mahometanos
y a los judíos el Evangelio.
En la corte pontificia
recibe buenas palabras pero, para su desesperación, el papado en aquellos
instantes era un avispero de intrigas. Se da carpetazo a su proyecto. Los papas
que reinaron durante la dilatada vida de este singular catalán y español
universal, mente preclara, y cristiano ardoroso, no supieron dimensionar el
calado de la magna empresa luliana.
Se proponía un cristianismo
vivido desde el ejemplo y pudo demostrar, para dejar en mal lugar a los
averroístas, que esta religión podía ser demostrada y catalogada de una forma
congruente pero Roma siempre ha solido mirar con recelo a los entusiastas.
Nicolás IV, Celestino V, Bonifacio VIII y Clemente V pusieron oídos de mercader
a los requerimientos de aquel vagabundo de barbas patriarcales, un iniciado en
las ciencias esotéricas, nigromante y mago, que vestía el brial de la Orden
Tercera y de fijo que era un exaltado en la más genuina onda de los
“fraticelli” y “caterinati” que recorrían los burgos y villas predicando un
regreso al catolicismo genuino.
Ellos se movían contra
corriente. Predicaban la pobreza cuando
la jerarquía y los obispos absentistas sólo anhelaban poder y preeminencia
política. Los mismos papas nadaban en la opulencia.
Lulio hablaba de renuncias e
imbuido del Espiritu esenio de san Juan Bautista predicaba la cruzada. No una
cruzada militar sino espiritual.
Preconizaba en consecuencia
la fusión de todas las órdenes de caballería en una sola y escribió al papa
para que desautorizase la disolución del Temple. Tampoco le hicieron caso. Su
último maestre, Jackes de Molay, moriría en la hoguera. La caballearía andante
por la que abogaba el beato mallorquín no eran las espadas, ni las lanzas, la
cimera y el morrión sino la paciencia, el perdón, el buen ejemplo y la cordura,
unido todo ello en el amor al estudio.
Jerusalén se había perdido
para siempre con la capitulación templaria en San Juan de Acre que pasa a manos
turcas en la primavera de 1291. El cerco y la rendición de este bastión de la
cristiandad va a ser motivo de inspiración de algunas de sus novelas alegóricas
y tratados místicos.
Saca virtud de la necesidad
y del fracaso afina los instrumentos de una elocuente alegoría. Los escritos de
este catalán melifluo y prolífico suenan como el ensamble de un coro ilustre
que canta las excelencias de Nuestro Señor Jesucristo.
Lulio fue el primero que
comparó el objetivo de la perfección a la toma de una bastilla en la que hay
que derrocar las pasiones, el propio yo. Hace una alegoría muy congruente y
pertrechada de la renuncia y de la abnegación cristiana.
Las Moradas teresianas son
feudatarios de esta visión de la virtud reconquistada por los santos. Son un
reclamo que guía a los que anhelan la perfección mediante el voluntarismo y la
sumisión de la naturaleza inferior. La edad media como dejan bien reflejado los
cuentos analógicos de Calilla e Dimmna, los “ensiemplo” del Conde Lucanor, los
denuesto entre el agua y el vino, las danzas de la muerte, y las rimas de
Berceo o los corridos y letrillas del
Libro del buen amor reflejan una tensión entre lo racional y lo animal.
Nadie ha podido resolver tal
antinomia pero los autores se esfuerzan por aclarar que el dominio de las
pasiones es posible y depara la felicidad a aquel que lo consigue.
Lulio, hijo de su siglo,
también participa en este albur y juega sus bazas. En el tablero hay grandes
contrincantes. Se llaman Bocacho, el Dante, Petrarca, Piero de la Francesca,
Siger de Brabante, Ibn Gabirol.
La polémica promete
convertirse en el mayor espectáculo del mundo. La conquista del castillo
interior la granjea la lucha ascética, la escalada por el husillo de la
escalada interior. Esta simbología mística va a ser un concepto determinante
del que echan manos los grandes hombres y mujeres que han querido santificarse.
Desde san Pedro Alcántara hasta Teresita del Niño Jesús y otros titanes de la
fuerza de voluntad.
Pero una cosa es predicar y
otra es dar trigo. Ni en Roma ni en París se toman demasiado en serio las ideas
que trae bajo el brazo aquel iluminado de Pollensa, que había renunciado al
mundo, a su mujer, a sus hijos, a los placeres y las riquezas, por seguir la
llamada del Salvador.
Pese a los fracaso y a la
renuencia de los eclesiásticos a aceptar, porque acaso no lo entendían, sus
sistema de raciocinio, expreso en su Ars Deductiva y que en parte
recuerda a los Principia Mathematica de Descartes, Lulio no tira la toalla.
Tampoco los despechos merman
un ápice el entusiasmo que siente hacia la ortodoxia, la veneración por el
papa, y su rigurosa interpretación jerárquica de la iglesia como reflejo de las
categorías aristotélicas.
Lo toman por loco y le echan
en cara sus detractores no saber latín, de ser un advenedizo. Que se vuelva
para su pueblo. Que lo encierren. Esas órdenes las escuchó con harta
frecuencia. Una vez eran los moros los que lo tenían en menos. Otra, los
cristianos, pero él no se desanimó y continuó confiando a la pluma los secretos
de su corazón y las iluminaciones de su mente que él, en lo más profundo de su
alma, creía que venían de dios.
Esta idea fija le animó a
continuar su empresa sin apenas desfallecimientos. Antes de sentarse al pupitre
invocaba al Espíritu Santo y permanecía en el estrado horas y más horas, hasta
noches enteras.
Las carencias de la iglesia
que le tocó vivir son un acicate a su celo apostólico y aúpan sus convicciones
de que la Barca del Pescador, pese a sus singladuras en zozobra y travesías
azarosas por los mares aborrascados a lo largo y a lo ancho de la historia,
cabeceando en medio de súpitas e incontenibles borrascas que amenazan con
romper la roda y desarbolarla, seguirá impávida su navegación bajo la
asistencia del Espíritu Santo.
Aun zarandeada y en
situaciones límite - he ahí el mensaje luliano en toda su cruda perentoriedad y
actualidad de ahora mismo- la iglesia es arca de salvación universal. Aunque
sus gobernalles y timoneles no estén a la altura de la responsabilidad y
pericia que la situación pide, puesto que son hombres falibles, y dando por
sentados que en las cumbres del mando eclesial hay campo abonado para el
cohecho, la rapiña, el despotismo, la delirante vanagloria y el culto a la
personalidad ello no empece su sello de origen divino. Estaba convencido de que
cuanto más asamblea terrenal y mayor poder temporal menos aureola del círculo
místico. Los hijos de la luz son menos diligentes que los de las tinieblas. Eso
lo tenía muy claro el venerable catalán. Quien, al igual que Juan el Bautista,
vino a los suyos y los suyos no lo recibieron por haber adoptado una actitud
que ya en aquel entonces se consideraba impolítica, o contra las normas de lo
viable. El quería una aproximación de musulmanes y judíos a la cruz de Cristo
mediante el entendimiento, el dialogo, la tolerancia y creía en la posibilidad
de una eventual convergencia. Le daban pena los árabes, pobres gentes que se
agolpaban en torno a las fronteras de la cristiandad en multitud amenazante y
avasalladora - la fuerza del número- de la misma manera que los bárbaros ceñían
los confines del imperio romano. Era
imposible evangelizarlos a diferencia de los paganos porque viviendo en la
penuria y la esclavitud, tiranizados por sus cadíes e imanes, consideraban una
fórmula mejor de existencia a su religión que al cristianismo. Odiaban a la
cruz. Esta misma impresión de carestía espiritual y de indigencia física en la
que vivían los “alarbes”, a los que ve trepar con horror semidesnudos por los
montes de Judea, también la denunciaría otro insigne franciscano, fray Antonio
del Castillo, también arabista, al que nos referíamos por extenso arriba, pero,
como tantos otros hijos de san Francisco, se siente inerme y desolado. Era un
enfoque franciscano del problema. Esta orden, que predica la humildad, la
paciencia y la bondad de trato es la única que ha tenido algún ascendiente por
más que mínimo con el islam. Lulio se adelantó a todos ellos. En calidad de
profeso de la orden tercera - no está claro si llegó a recibir el sacerdocio
aunque es posible que fuera minorista - Lulio se adelantó a su tiempo. Pero el
iniquísimo las prepara buenas. Es una flor negra que abre sus tallos en las
platabandas de los pensiles más escogidos. Crecen rodeados de cizaña. Donde
está el bien está el mal. El diablo tiene la costumbre de introducirse tanto en
las humildes celdas como en los altos estrados.
Por la vía de servicio. Tiene que cumplir su oficio de tentador. El
beato Ramón Llul puso en suerte a su enemigo y lo venció a costa de no pocas
incomprensiones y despechos. Todavía no se comprende cómo uno que sufrió pasión
y muerte (parece ser que su tránsito en olor de santidad tuco que ver con los
vejámenes que padeció en Túnez después de ser azotado y encarcelado por el cadí
de Bugía) no haya sido inscrito en la nómina de los santos, conservando sólo el
título de beato. Su canonización es una cuestión pendiente porque todas las
normas de la iglesia, que dice que quien
vierta su sangre en defensa de su fe sube automáticamente a los altares
sin más preámbulos. ¿Cómo es que le falta aun la aureola y la hornacina y su
día señalado en el cantoral? Tal vez fuera un rebelde, un impulsor de lo
políticamente incorrecto para los tiempos que le tocó vivir. “El clero
cristiano - anota al cabo de su primera incursión misionera a berbería en 1294-
debiera enrojecer de vergüenza al ver cómo los sarracenos vilipendian a la santa
fe católica. Nos califican de fatuos y generalizan que ésta no la podemos
defender con argumentos sólidos sino con argucias”.
Bizarra sentencia, cabría
deducir preguntando a su vez a mano contraria: ¿Y la fe de las personas que
adoran a un zancarrón y tienen por artículo de fe la hégira o peregrinación a
Meca una vez en la vida, estarse sin probar carne de marrano (jalufo) y
mantienen toda una serie de creencias más o menos absurdas cuando no lascivas
sobre el más allá?, apostillaríamos nosotros de nuestra propia cosecha.
Hubo de volverse oír dinde
había venido, desatendidas las propuestas por los funcionarios del palacio de
Letrán donde se vivía una situación cuando menos incómoda con dos papas
reinantes legalmente constituidos después del cisma de Aviñón, y a pesar de
contar con la mención propiciadora de la reina de Francia que costea la edición
de su “Ars deductiva”, la cual había compuesto durante su estancia en París
debatiendose Lulio con los averroístas y hasta llegando a fundar su propio
partido escolástico. El de los iluministas. Su caballo de batalla era la
demostración del complejo misterio de la Trinidad. Igualmente, fueron épicas
sus intervenciones acerca del pecado original y las concernientes al debate
sobre si hay o no ingerencia de la divinidad en las cuestiones particulares del
ser humano.
Estas decepciones no merman
su ánimo enterizo. De regreso en su isla funda el colegio de Miramar al pie del
monte Randa en medio de un paraje solitario y bellísimo que tanto conmovía al
poeta inglés Roberto Graves el cual , otro iluminista, atraído por la magnética
presencia de Lulio, vivió también cerca de cuarenta años en la isla. La verdad
os hará libres. Fracasada la utopía de los cruzados, confía reconquistar
Jerusalén. No al filo de la espada sino al hilo de la discusión y del
debate. Estaba en un error. Para tarifar
con aquella gente hacen falta armas de otra clase. La conversión de un
mahometano - tal es el odio y el menoscabo en que se les educa desde niños para
con el catolicismo- es poco menos que un milagro. Nostramo lo sabe y aquí lo
tenemos como problema. La caída del muro de Berlín, las equivocaciones del
pontífice polaco, las insidias de ciertas ramas secretas y la última guerra de
Oriente Medio con la toma de Belén que encortinó este libro va a ser un
problema terrible para nuestros hijos.
Las fundaciones que
fabricara el cardenal Cisneros al norte de Marruecos hubieron de ser evacuadas.
Los franciscanos y algo los dominicos han nutrido su cupo de mártires gracias a
los miembros de estas comunidades que se atrevieron a cruzar el estrecho para
ir a predicar a los infieles sin apenas resultados dignos de tener en cuenta.
Charles de Foucauld, cuya vida y obra hemos abordado en alguno que otro libro,
también fracasó y fue martirizado en un aduar en pleno Rif.
¿Convivencia pacífica de las
tres culturas? ¿Tolerancia? ¿Ecumenismo? Acaso sueñen los que se han expresado
a lo largo de los últimos lustros, y bien que les hemos oído, en el mirlo
blanco. Y eso lo sabe de sobra el poder oculto que rige nuestros designios. Su
hegemonía y fortaleza se alimenta de nuestra debilidad, nuestra anemia
ideologías, nuestras rencillas a navajazos, nuestras cuestiones nacionalistas
encima de la mesa. La norma es divide e impera (the rule by division) que han
tratado de poner en efecto los británicos en todas las zonas de su imperio. El
gran jefe ha tirado de archivo y regresando a las luchas feudales del
medievalismo ha dado en resaltar que la religión puede hacer que engorde la
cartera de pedidos. De lo que se trata es de acabar con Europa. Se hizo memoria
y se borró la memoria. Todo empezó en Kosovo. La Otan fue allá en auxilio del
turco frente a los cristianos serbios, oh paradoja de las paradojas. ¿ De qué
se queja entonces la Fallaci? Todo lo que está pasando se veía venir. Las carambolas del efecto dominó en lo futuro
no dejarán de sorprendernos. ¿Y qué está ocurriendo en Chechenia? ¿Qué pasó en
el Ulster ? Por el mes de julio en los aledaños de Portadown, con lo de la marcha
de los aprendices y el recuerdo de la batalla del Boyne, siempre hay palos. La
vieja religión les ha servido a los yanquis para crear focos de tensión en el
mundo. Lo maravilloso del caso es que los americanos parecen un pueblo
profundamente religioso pero a su manera. Al adherirse a su bandera un católico americano deja de ser
muy diferente a uno de Sevilla. Usa va a ser no sólo la lengua del imperio sino
la religión del futuro. Que se eche Europa a temblar.
El próximo foco de conflicto
armado pueden ser las vascongadas. Allí nostramo con todas las bendiciones del
pontífice reinante se propone la creación de un Gibraltar vaticanista. A
nuestro modo de ver, lo más indignante, como venimos insistiendo en nuestros
ensayos, en los que pretendemos contra el pasado relacionándolo con el
acontecer actual, pues, a nuestro modo de ver, la Humanidad está atravesando
por circunstancias cruciales, es la indiferencia o desidia con que se abordan
estas cuestiones sangrantes para la iglesia desde el vértice de su cúpula
jerárquica, pero eso ya pasaba en los tiempos del beato mallorquín en las
postrimerías del s. XIII.
En Berbería se echaban otras
cuentas de modo que aquel dulce panegirista franciscano va a experimentar en
sus propias carnes, que los moros verberaron con saña, la acogida de sus
propuestas. El mensaje evangélico en Túnez sonaba a música celestial. No
entienden otra concordia que la que brinda un buen mandoble de cimitarra. A
diferencia de algunos cristianos ilusos o francamente clarividentes y heroicos,
no soñaban en el mirlo blanco. Eran realistas. Estaban muy resentidos por haber
sido desalojados del castillo de Bellver por los almogávares. Hebreos y
mahometanos, acérrimos en sus principios, tuvieron a gala mirar por encima del
hombro a los cristianos, lo que en punto a creencia les vuelve prácticamente
inabordables puesto que una de las premisas del credo cristiano es la humildad.
Pero a Lulio el dominio de la lengua hebrea y árabe le permitió disertar de
cuestiones teológicas, como era la del jardín de Alá, idea que toma Dante como
arranque de su Divina Comedia, vedadas a los occidentales y que sólo utilizaban
el latín, lengua de la razón y el derecho, frente al idioma bereber que es
lengua de los sentidos. Él pudo expresar sus opiniones sobre la trinidad y la
encarnación ante los imanes, empleando no poco esfuerzo, gastando mucha saliva,
mas sin fruto. La diferencia entre el Evangelio, el alcorán y la Torá es que
cada uno mantiene conceptos diferentes acerca de la divinidad. Para las tres
religiones monoteistas que encuentran en el patriarca Abrahán un tronco común
éste no es un término unívoco sino equívoco. Iahvé y Alá encuentran escasos
puntos de contacto con el Zeus griego, origen del Dios cristiano, con sus
planteamientos trinitarios, otra herencia griega pues fue Trimegisto, con toda
su carga hermética, el primero en plantearla: el misterio de la procesión
trinitaria en el amor del Ser Supremo hacia el hombre. Fue tuvo tal el afecto
que tenía hacia la criatura por Él creada que hubo de enviar a su Hijo
primogénito para salvarnos ( aspecto soteriológico, y por tanto activo, no
pasivo, como pretende el quietismo cabalístico o el fatalismo coránico) y esta
idea que sabe interpretar el sabio de Mallorca con una especie de iluminación
especial, un carisma que le fue dado, a lo largo de folios y de infolios, no es
un concepto hueco, ni una simple retórica sino algo vivo. O mejor dicho, sí es
retórica pero por la palabra se llega hacia el ser infinito. In principio erat
Verbum et Deus erat apud Deum et Deus erat Verbum. Vibra todo su pensamiento ante esta entimema
divina que presenta Juan en su Último Evangelio. El misterio de la procesión
trinitaria es por entero el del amor divino hacia el hombre, donde se funde el
ser con el existir, la potencia con el acto. Para los cristianos Dios no
solamente está arriba - he aquí la principal variante teológica- , sino que
participa, intercede, nos mira, nos protege, se preocupa. Para los islámicos
esta planteamiento suena a blasfemia y los judíos prorrumpen en carcajadas. El
misterio de la trinidad, alegan, está en el amor. Bien. ¿Y dónde está el amor?
Para el Doctor Fantástico,
como gustaba llamarse el sabio catalán, que fue un verdadero sabueso de la
verdad - venator scientiae- Dios es el sumo bien (summum bonum)
ontológicamente, pero es también tácticamente el ejecutor de todo bien (bonum
operativum). Acto y potencia enigmática. Principio indivisible. Lo cual entraña
nunca quedarse quieto en su Olimpo o en su hornacina. No aguarda sino que se
anticipa. Baja del altar. Se compromete.
Se encarna. Quiere estar con nosotros y comunica todo cuanto salió de
sus manos para que se desarrolle, evolucione y crezca. “Bonum est diffusivum
sui”. El bien, como manantial sin restañarse, se comunica y se
expande. La vida evoluciona. El proceso
de conversión de R.L. y su llamada al desierto tiene algo de viñeta literaria,
para orlar algún camafeo de la Leyenda Áurea. Cuando tenía treinta años, casado
con dos hijos, pero enamorado de otra dama, estaba una noche en su aposento
componiendo una trova a su nueva adorada, se le apareció el mismo Jesucristo
que iba con la cruz a cuestas y de esta manera le hablara:
-Ramón. Ramón. Son muchos
los que se pierden por no conocer la luz.
Creyendo que se trataba de
una fantasmagoría, obra del pervigilio o de la violenta pasión que lo envolvía,
no dio crédito a sus ojos ni a sus oídos, pero a la noche siguiente de nuevo se
le aparecía Jesucristo. No le dejó terminar la composición en la que estaba
embebecido el poeta. El Señor le hablaba envuelto en una nube parlante
exhortandole a dejarlo todo para vivir según su palabra, una vida real, sin las
ficciones engañosas del mundo con sus pompas y vanidades.
-Ven en pos de mí.
Y esta vez el joven
cortesano no pudo resistirse. Todo lo que tenía lo repartió a los pobres
dejando un tanto de su hacienda para la manutención de su familia. El día de
san Juan Bautista de 1263[xlvi]
un obispo vino a predicar a la capital de la isla. Entre los numerosos oyentes
de aquel sermón estaban Raimundo y la dueña de sus pensamientos (lo refleja una
de las solemnes y maravillosas miniaturas del “Breviculum”) la cual también
debió de decidir su ingreso en un convento aunque della no se volvió a saber.
Debió de ser un caso sonado y con ciertas concomitancias con la Laura de
Petrarca. El siglo XIII fue el de la galantería. Ausias March dedica cantilenas
a Teresa Bou pero la dama en cuestión, objeto de los requiebros de Lulio,
permanecerá para siempre en el anonimato. Nada aclaran al respecto los
biógrafos. Vivió el tiempo de la consolidación del erotismo platónico. Toda la
obra luliana está traspasada de ese estro amoroso que imbuyó a sus coetáneos.
Luego de velar las armas, es
investido caballero de Xto en la fiesta de san Pedro Apóstol. El obispo que con tanta elocuencia predicara
en la catedral de Palma le dio el hábito de terciario franciscano. Se retira al
monte Randa donde pasa largos años de su vida, pero le quema una especie de
fuego, pide consejo a su amigo y tocayo Raimundo de Peñafort le tiene que
cortar los vuelos en más de una ocasión moderando sus ímpetus penitentes[xlvii].
Pero al fin vence el celo a
la prudencia. Quiere imitar a san Francisco de Asís y decide hacer una
peregrinación a Compostela. Embarca en Barcelona y a través de Jaca enfila el
camino francés. Desde León cruza la montaña por Arbás, Pajares y Mieres y se
prosterna en Oviedo siguiendo después ruta por el camino de la costa. De este
viaje sabemos poco lo mismo que acerca del que lleva a cabo al País de Oc cerca
de las Landas.
El Languedoc contaba
entonces con una importante tradición esotérica. Allí se veneraba en una cueva
cerca de Rocamour una imagen milagrosa de la Virgen María. A ella se encomienda
el beato antes de acometer cualquier tarea. La tradición provenzal es de la más
pura estirpe. Tradición galante con sus inspirados lais marianos y virolays.
Pero hay que tener en cuenta otra corriente.
La de los cátaros, los puros, los que no quieren contaminarse con las
impurezas carnales y derivan en herejía. El hito de separación que discierne el
bien del mal es super tenue. A veces resulta imperceptible. Y esto vaya en
abono del recuerdo de las luchas y matanzas que ocasionó el cisma de los
albigenses cuyas viviendas fueron mandadas a arrasar a fuego por Inocencio III.
Las confrontaciones dan vado
a muchas bajezas humanas y terminan en la efusión de sangre. Nada gusta a los
seres humanos el matarse tanto como cuando se hace en nombre de dios.
Por ese cabo, el que dijo
que las religiones debieran estar prohibidas no andaba descaminado.
Al santuario de Rocamadour
no muy lejos de donde está hoy Lourdes lo que demuestra que las apariciones
marianas no son un fenómeno reciente sino que eran muy frecuentes en la edad
media endereza sus pasos vacilantes el devoto peregrino. Ofrece su vida por la
conversión de los infieles. Al regreso de este su primer periplo por el
mediodía francés parece ser que recibe las ordenes menores. Al igual que
francisco al que imita en todo no pasa del diaconado. De nuevo se entrega a la
contemplación y al estudio en las soledades del monte Randa no lejos de Alcudia
y de Benisalem a mil quinientos metros sobre el nivel del mar. Alli funda el
primer colegio de escuelas orientales.
Quería convertirse en caballero anda dante de Xto a imitación del
estigmatizado de la porciúncula cuyos discípulos iban y venían por los caminos
de Europa en casas de acogida y conventos de tradición itinerante que no tenían
nada que ver con las abadías de carácter estable. Toda la cristiandad simula
ponerse en movimientos. Fue el legado de las cruzadas ese azacaneo de aca para
alla. Se da al traste con el modo de vida feudal de bienes raíces y de siervos
de la gleba. Los burgos son ya ciudades libres. Aumenta el intercambio de
ideas, surge el comercio y las preocupaciones sociales que derivan en revueltas
y desmanes. No estaba aun fraguado el concepto de nacionalidad. El elemento de
cohesión era la iglesia pero esta iglesia con sus inmensas riquezas y bienes en
manos muertas era blanco de críticas por parte de los descontentos que eran los
menestrales y pecheros. La revolución franciscana vino a ser un paliativo a ese
malestar. En el fondo las ordenes mendicantes son los portadores del fuego
nuevo y encienden la llama de la gran conflagración espiritual que pervade al
siglo XIII. Duns Scotto es uno de los representantes de esa nueva teología. Los
francisanos querían poner el mundo del revés. El único medio a su alcance es el
amor, la humildad, la pobreza y el desasimiento de las cosas terrenales. De
este espíritu candoroso participa el movimiento lulista. Pese a sus apariencias
de ortodoxia en el trasfondo late un cierto resquemor, fundado, contra la
actuación insolente del alto clero pero es tan tenue que resulta imperceptible
el malestar. Lulio quiere ser otro loco de Jesús. Predica la cruzada. La
recuperación de Jerusalén mediante el diálogo inter confesional del que es su
primer fautor y precursor. Para atraerse a los catecúmenos basta el buen
ejemplo, la caridad, la humanidad y la abnegación. Es insuficiente el orgullo y
el engolamiento del que se siente en posesión de la verdad. Lo mejor es ganarse
su familiaridad hablandoles en su propio idioma y conociendo sus costumbres.
Él mismo iba a caer víctima
de sus propias redes, presa de sus utópicos sueños. La primera regla de la
caballería andante reclama el amor a la verdad. La segunda, la defensa del
oprimido. La tercera, una veneración quasi idealista de la mujer que proyecta a
la hembra a la categoría de diosa. El ideal será una dama a la que muchos
habrán visto una sola vez y de lejos, pero por la cual están dispuestos a morir
en defensa de su honra como don Quijote con Dulcinea. Lo mejor de esta vida es
lo inútil. El arte y la filosofía no valen para nada pero acaso no podríamos
vivir sin ella. ¿ Sería volvible una vida sin este ideal de mujer? Ah que no.
No se trata más que de una
sublimación del acto de la vida. En la edad media y ya mucho antes se veneraba
a la madre tierra representada por figurillas de fecundidad y el culto a
artemisa no es más que una proyección del culto a la madre minorasiática, el
útero húmedo y germinal. Todos esos ídolos tienen aspecto fusiforme como el de
una espora. Como el de una vagina que a la larga se convertirá en reclamo de
los caballeros. El comunismo soviético intentó a acabar a hachazos con esta
representación de la mujer misericordiosa y poderosa representada en la Madre de
Dios diciendo que ese hieratismo de virgen negra era un insulto a la mujer pues
establece dos planos, dos clases de mujeres, las que se contemplan y se miran y
las de usar y tirar. Es llevar un poco las cosas demasiado lejos pero toda esa
clastomanía de Lenin y sus compadradas no ha servido de nada. El pueblo ruso
sigue venerando a su Bogoroditsa y sus representaciones bizantinas se
encuentran ahora en todas las partes: en las celdas de un condenado, en los
asilos y junto a la cabecera de los hospitales y hasta en la mesa de algún
funcionario. Fracasada la revolución marxista, ahora en una segunda ola se
dispara la cresta de la ola feminista, no menos furibunda contra los valores
marianos, furibunda de materialismo y de teología protestante. El todopoderoso
Bush no sabe la fuerza que tiene el encender una vela a la Virgen. Así luego le
pasa lo que les pasa a los más fanfarrones que en los momentos de peligro se
meten debajo de la cama. Le ocurrió al perdonavidas de Azaña y le ha ocurrido
ahora a este. ¿Dónde estaba el presidente yuesei cuando se estrellaron los
aviones contra el Pentágono o el hastial de la mellizas ? Mr. Bush was missing.
He ran for cover like a chic[xlviii].
Creía que se había producido un ataque nuclear y buscó regaifa, lo que llamaba Hitler el Wolfschanze[xlix].
He aquí pues una realidad que los más bravucones se hacen cámaras cuando ven su
vida en peligro. En la filosofía marial se nos dice que es Ella la que salva.
Contra su manto se estrellan todas las insidias y embates de las furias del
Averno. Los creyentes lo cantamos en el
Akathistos[l].
El romanticismo de los
templarios y de los cistercienses, verdaderos impulsores del culto de dulía, no
ha sido bien entendido por la esfera de pensamiento luterano calvinista, causa
irritación entre los muslimes y entre los judíos sarcasmo, pero fue un hecho
que configuró la mentalidad de Europa. Sirvió por lo pronto para abrir,
poniendo bajo los pies de la mujer una pedestal, un sitio de honor. Hasta que
no la cantaron sus romanzas y trovas los provenzales ni se embelesaban con el
dulce pensamiento de su amada los caballeros andantes la mujer era considerada
como un ser inferior a medias entre el animal y el varón. Hasta el siglo XII se
pensó que no tenían alma. Bocacho la trata como una yegua, un instrumento de
servidumbre y cabalgada en sus cuentos.
Y eso no hay quien lo mueve
porque fue asi.
Claro está que esta
pleitesía indignará a las feministas más lanzadas pero cabe recordar que la
Mujer que aplastó al Dragón y acabó con las predicas infernales de los comunistas
soviéticos dará un tumbo a las insidias de los movimientos ad lib que tanto
afloran a nuestra superficie virtual: los clubs de lesbianas y mariquitas y
furibundas platabandas de otras flores negras donde se inserta el Women power a
ultranza y otras trayectorias de pensamiento salvaje que no han deparan a
nuestra sociedad odio y lagrimas, reivindicaciones absolutas, demandas de
separación, carreras obstáculo, lanzamiento de botijos, la manumisión de la
esposa para que los maridos se conviertan en hombres objeto de quita y
pon. Malos tratos y vejámenes, ni
contigo ni sin ti. Esta incógnita tiene harto difícil solución.
La pleitesía y
pedestalización de la Virgen ha puesto en pie de guerras a las feministas que
ya no quieren ser hijas de María. Han roto el carné. Que no les hablen de
cuando estuvieron en un colegio de monjas. Faltaría más. Pero ellas tampoco,
pese a sus soflamas - el furor que les atenaza no es sino revancha- creen en la
igualdad de sexos, que según la naturaleza no es más que equiparación
funcional, al igual que los caballeros andantes.
Claro que esta visión de la
nube por peana y el cuarto creciente a los pies - figura de estos tiempos de
imperiosa influencia del islam y del mujerismo vindicatorio- cuadra poco con la
prevención que tuvo la iglesia hacia ella como herencia del mundo semita y del
clásico. Esta imagen encantada tampoco es real sino un delirio que deforma a
las mujeres de carne yu hueso. La defenestración del espejismo va a conducir al
pesimismo misógino y picaresco de las chanzas giróvagas de François Villon, los
“”stramps” catalanes o las esparsas provenzales.
Su lira entona himnos
epicedios al desengaño y a la traición de la ingrata cuando comprueban que sus
Lauras y sus Beatrices no existen o se comportan igual que todas. Al fin y al
cabo la mujeres son como Dios las hizo y como él quiso que fueran, están
también hechas a su imagen y semejanza pero salieron de la costilla. Los
escolásticos hacen lo que pueden por deificar el amor carnal en amor triunfal
por encima de la miasma corruptible. Su tesis es que sólo cabe una mujer, la
que aplastó al dragón y la que nos resarce de la caída original de Eva. Y esa
es la Theotocos modelo de perfecciones para una humanidad imperfecta.
Cabe tener en cuenta que la
conversión de Lulio, ese gran genio hispano, impulsor de las ciencias y de las
artes, quien compuso uno de los libros más bellos del mundo, el creador de la
prosa catalana en su novela Blanquerna de cariz autobiográfico aunque
sin salirse de la tendencia bizantina con loor a santidad y a fuego sagrado
traído por los peregrinos de tierra sant. “Blanquerna” es una composición
peregrina en todo el sentido de la palabra pero una defensa del cristianismo en
forma dialogiza y tratado místico, libro de reglas de urbanidad, código filosófico
- en la novela cabe todo- contra los infieles que tienen por dios cosas
absurdas como el zancarrón que se venera en Meca convertido en jaspe.
Blanquerna es fruto de un desengaño
amoroso, una decepción de las cosas del mundo. En esto Lulio es hijo de su
siglo cuando vuelven a prender con fuerza las ideas platónicas y aristotélicas
- bien ponderamos llamarlo la centuria filósofa- que dé prelación al intelecto
sobre la fuerza de los instintos y se procura un camino de elevación hacia
arriba. Eso es arte gótico. Eso es también novela gótica y Blanquerna uno de
los mayores exponentes de esta tensión gótica hacia lo alto. La muerte llegó
por la mujer pero también por ella la salvación. El sexo tiene una fisiología
afín a la última agonía. La mujer por tanto es portadora de destrucción y
llanto. Está demasiado adicta al baro pero para compensar ese desequilibrio en
el campo Dios creó también a María como espejo de todas las perfecciones y
resarcimiento de la quebrantada naturaleza femenil. Su dedo indice que alza la
mano hacia arriba en todas las imágenes y estatuas que se figuraron y fraguaron
apuntan al ser mortal después del pecado el verdadero camino.
Eugenio D'Ors dijo dél que
era el divino impaciente de la unidad de las tres ramas abrahamitas. En apariencia
fracasó en su intento pero nadie podrá conocer los designios de la Providencia
al respecto. Fue un cultivador de la esperanza cristiana en estado puro. Su
obra constituye un desiderátum limpio- por lo pronto, el beato con su mente
encumbrada tenía una noción diferente de
la realidad y se adelantó a su tiempo. En sus escritos se percibe una tenue
desconfianza hacia Roma. Este mediterráneo contemplaba la vida con “seny”. No
era partidario de los dogmas ni las excomuniones. Prefería debatir. Precisamente,
la mesura y la ponderación siempre resultan un estorbo a los fanáticos de ambos
bandos. Los suyos no le entendieron acusandole de escaso fervor romanista
mientras los moros a los que pretendía convertir y amaba lo recibieron a cantazos para luego
encerrarlo en un inmundo calabozo donde se tiró dos años sin ver la luz del día
y a pan y agua. Lulio había optado por el martirio como una decisión personal.
Jerusalén estaba en su mente y en su corazón. Era el anhelo y el consuelo de
este cruzado nacido en 1235 cuatro años después de la toma de Baleares para las
barras de Aragón. La conquista de la ciudadela de Palma 1228 supuso para Jaime
I un primer paso en el objetivo de dominar el Mediterráneo. El objetivo a largo
plazo era desalojar a Aladino de Jerusalén. Mas él nada personal tenía contra
los árabes. Les compadecía, se apiadaba de sus sufrimientos, aprendió su lengua
gracias a la tutoría de un esclavo morisco que era de Alcudia que en árabe
significa bahía. Pensaba que los musulmanes y los judíos al negar a Xto van contra la historia y se sitúan en una
vertiente peligrosa de la misma, quizás el apocalipsis. Repetidamente e refiere
a Macometum en sus escritos como al antecristo. Lulio temía y predijo una
segunda invasión islámica de Europa susceptible de provocar a la larga un
ulterior terror milenarista más espantosa que el que vino planteado para la
Castilla del siglo XI por los almetes y adargas del moro Almanzor. Mahoma no
pudo ser de dios puesto que predica el imperio de los sentidos, la aniquilación
de todo vestigio cristiano. Y eso es muy fuerte. Abundando en lo cual tenía por cierta la
prelación ético teológica del catolicismo porque sus mandamientos rebasan la
linde de la ley natural para remitirse a otra que por lo incomprensible e
inalcanzable es de origen deífico. No entra en nuestros códigos volver la otra
mejilla, tener a raya a las pasiones, equiparación del hombre con la mujer, con
los mismos derechos y deberes, algo que no admiten ni el corán ni la Torá.
Predica la esperanza de la eternidad. Sus miras no son terrenales sino que
apuntan hacia el más allá. Pero -ojo- el amor evangélico es ka enigmática
sonrisa que se dibuja en los labios de los santos cuando sus caras son
representadas por nuestra imaginería religiosa. Nada tiene que ver con lo útil.
Lo necesario. Lo agradable. Lo bello. Es amor del alma. Por consiguiente no
pesa. Esta dicotomía de lo físico y lo psíquico le va a llevar a Lulio lejos en
sus conclusiones a la hora de ensalzar la primacía de lo racional sobre lo
irracional. Mediante el ejercicio de las tres potencias del alma puédese
someter a férula a los apetitos hasta lograr el gobierno no sólo de su vida
material sino que incluso es vía a la vista para alcanzar la regencia del
propio destino con el concurso de la gracia, claro está. No somos por tanto
pura química ni una cuestión de piel fruto fortuito del acaso. El primer predicable de los
estoicos era el conocerse a sí mismos y en ese dominio se encerraba la clave
del control del destino mediante la voluntad sumisa. Aquí el psicoanálisis que
es determinista y fija la conducta humana de la dependencia de una serie de
factores que concurrieron en la infancia no pinta nada. El segundo predicable
nos revierte a la tesis del libre albedrío que fuera formulada por san Agustín.
Los mayores goces los proporcionan el entendimiento y la virtud. Eso nunca lo
entenderán los hombres sarcinos que define san Pablo. La renuncia evangélica
será para ellos como un mensaje de extraterrestres. No conocen los códigos,
perdieron las claves. Lo plantea en su “Ars Deductiva”: el viaje del alma es
una escalada. Hay que subir peldaño a peldaño camino del monte Sión. La
ascensión por camino de abrojos se presenta dificultosa. Conviene pertrecharse
de botas recias y de un buen bastón. Antes de llegar a la cumbre recomienda
pensar en lo dicho por Isaías. Si no creyereis nunca encenderéis.
También este viaje hacia la
descubierta del monte de la santidad se asemeja a la singladura de un barco a
la deriva. Nunca sabemos qué vamos a encontrar al llegar a puerto. Y si hay
puerto siquiera detrás de los celajes de la niebla que encortinan el campo de
visión del futuro. Hay fuerzas que tiran desde nuestra obra muerta hasta el
abismo pero hay otras que la sacan a flote impulsándola hacia arriba. Jesús
acude en nuestro socorro y nos larga el bote salvavidas. La estacha de la
gracia. Coronar el monte de la perfección se asemeja a la expugnación de una
alta muralla con almenas y matacanes tan empinados que parecen inaccesibles.
Son los pináculos de la torre albarrana de la verdad. Los caballeros andantes
de la palabra y del raciocinio acuden a rescatar a la justicia que la malicia y el error metieron presa en
un castillo. Rehén de moros y judíos y avasallada de cristianos tornadizos, de
obispos libeláticos, de papas indignos - Lulio vivió los tiempos en que
pontífices como Martino IV excomulgaban a los reyes aragoneses, tan terribles
que a instancias de la suprema jerarquía de la iglesia se organizaban actos tan
cruentos como las denominadas “Vísperas Sicilianas”- que la encastillan en la
alcazaba del egoísmo y la falsedad, la verdad languidece en prisiones y lleva
una existencia problemática. Está claro que la lucha se presenta desigual al
contar los sitiadores con armas de escasa eficacia, como son el sermón, la plegaria,
los actos de caridad mientras que los defensores opugnan con más brío como es
la blasfemia, el yihad, el fanatismo, el odio a la cruz de Cristo. La
persuasión solícita sirve de poco ante los guardias que vigilan desde la almena
y lanzan venablo ardiendo, pesadas moles y a veces calderas de aceite hirviendo
. Sin embargo, Dios está siempre de parte del débil y desdeña al poderoso. Al
final y `por más que los testimonios de la historia sean del todo adversos a la
causa del crucificado posará su vara de medir sobre los impíos. Lulio prevé que
el enfrentamiento con las fuerzas de la oscuridad dudará hasta la consumación
de los siglos y que a veces - esta es una interesante visión profética que
apronta del choque entre las tres religiones - dará la impresión de que la
verdad es arrinconada y acorralada no tardará en caer en el precipicio. Cuanto
más vivaces sean las llamas que broten del as fauces del dragón más próximo se
encontrará el fin. Los creyentes no tendrán que desfallecer y les exhorta a la
perseverancia fiados de la palabra empeñada a los apóstoles antes de ser
entregado. Si bien se fija uno, esto se está cumpliendo al milímetro. Macometum
y sus socios con el apoyo de los hijos de la sinagoga porque detrás del moro
esta siempre el judío - así sera eternamente - han asumido el papel de
antagonistas de este drama y siguen pertinaces en sus perjurios. Pero al final
el bien se abrirá paso. No faltarán las sorpresas que nos depare el Día del
Juicio y habrá muchos que queden confundidos cuando venga el que ha de venir
con sus angeles a apartar los corderos de los cabritos. Al que perseverare le
aguarda el lauro y la palma del reino prometido pero bien entendido que este
imperio triunfal no pertenece a esta vida como pretenden los utopistas de
Teodoro Herzl sino que se instaura en el más allá (fatalismo). Los judíos
siguen esperando la llegada del mesías pero ven en su persona a una caudillo
nacionalista que les vengue de todas las afrentas recibidas como pueblo y
declare el reino de la justicia. Los cristianos sólo vemos en lo mesiánico una
liberación del yugo del pecado. Ahí está la gran diferencia. Bizarro consuelo
pensarán algunos, pero ese y no otro es el pregón que vino a esparcir a la
tierra el hijo de dios como aguacil de la promesa del reino futuro. De lo que
no pasará. En este vale de lagrimas no siempre son los más felices los más
poderosos y ricos sino los que hacen la voluntad divina y viven conforme a sus
mandados de los que son nuncios los profetas y los santos. Todo un ejército se
puso en movimiento para recapitular el mandato de filiación divina que dejara
tras sí el misterio de la Encarnación. Va delante una cuadrilla de añafileros
los cuales al grito de Te Deum laudamus et Xtum Dominum nostrum diligamus,
cognoscamus, recollemus[li]
llenan el espacio de ecos de vibraciones de gran trompetería y fasto. A estas
consignas contestan los guerreros que
guardan el castillo, los que tienen encerrada la justicia en una mazmorra, los
moros y los judíos, con un grito antitético: “Cristo es un impostor. No hay
otro dios que Alá y Mahomed es su profeta”.
La lucha no ha hecho sino comenzar a pesar de que venga desarrollándose
desde el hontanar de los siglos este cuerpo a cuerpo de la cruz con la media
luna. Bien lo sabía Ramón Llul, que era un catalán prevenido en frontera, que
nació en un tiempo de grandeza y de exaltación de la fe de carácter
hospitalario. Cuando se decía que hasta las ballenas llevaban las barras de
Aragón inscritas en el lomo y losa peces del Mediterráneo en sus escamas. Este
es el siglo en que la cristiandad tuvo su hora mayor. También conocía al moro
puesto que venía de una familia de guerreros de Gothalandia (Cataluña, tierra
de dios, goda de pura cepa, lo mismo que Andalucía es vándala, Galicia, sueva.
Castilla. Ibera y Asturias, romana) que entró en Mallorca con las mesnadas de
Jaime el Conquistador. Sabía de su fanatismo y correosidad y su incapacidad
para el debate de sino religioso desde que los ulemas les obligan a aprender de
memorias cada una de las suras. Ese sí que es fanatismo y mucho más que el de
los curas y los frailes católicos. El islam es el pueblo de un solo libro. Para
lectores tan eclécticos y empedernidas como el que esto suscribe, al que acucia
la necesidad de leer en todo tiempo y en todo lugar, la vida en berbería sería
punto menos que imposible. Me moriría sin libros. Yo me paso la vida fumando en pipa y
leyendo. El narguile es una forma del
vicio de echar humo - vapor en este caso- que no me seduce y frente a todo
libro que cae en mis manos siempre tengo a gala adoptar una postura critica que
no podría ejercer con el corán que es la verdad revelada. Me gusta leer entre
lineas y debatir pero mi experiencia me dicta que no todos tienen esa misma
actitud frente a un hecho exterior contentible y sujeto a interpretaciones. En
mis años no he encontrado más que fanatismo y prejuicios. Sólo en Xto hallé la libertad y la
comprensión pero es un Cristo que nada tiene que ver con el que nos imponen
desde arribalos telepredicadores. Que tiene más que ver con la experiencia intime
que con el dictamen o los fallos de los otros. Me seducen poco los panegíricos
jesuitas o esos sermones interminables de los impostores bíblicos que llegan
desde arriba y que descubrieron en la biblia un negocio. El cristo que yo llevo
en mi corazón es dulce y armónico como un trotarios bizantino. Está en los ojos
del pobre, del mendigo. Huye y espera con el corazón partido de los que
soportan con longanimidad las intemperancias del tirano, los exabruptos del
siglo. PROCLAMO QUE EL CRISTIANISMO ME HIZO LIBRE. Y más que libre libérrimo .
Porque ninguna otra doctrina ha roto tantas cadenas como pesaban sobre
nosotros. Cristo nos ha rescatado de las garras del dragón y nos sacó de entre
las arillas asfixiantes de la serpiente antigua. Soy católico y pecador. En mi
vida existe un hiato insalvable entre lo que pienso y lo que hago ¿Cómo salvar
esta sima? A veces me domina la impresión de que mi fe se alimenta de retórica,
que todos son frases, que las vidas de los santos se copian unas a otras y por
su factura estilística semejan al estilo neutro y algo romo de los que escriben
en los diarios de gran calado. Lees un artículo pues como si leyeras el otro.
Asistes a la recitación de un telediario, pues preparate porque en el siguiente
va a haber más de lo mismo. Pero, a pesar de todo, si algo conserva de óptimo
la religión instituida en el Sermón del Monte, es esa capacidad de entusiasmo,
esa aspiración a la utopía. Somos por eso idealistas y complicados. Quizás
nuestro credo al purificar nuestra alma la volvió más difícil . Lulio se
encontró con esa dicotomía en su visita a Aviñón. Allí no entendieran el entusiasmo que produce
siempre el desierto. Los dómines sorbónicos lo miraban por encima del hombro.
- Nuestra fe es
indestructible por más que tú no seas más que un pobre lego que especula de
trinitate.
Lo que vio en la corte
pontificia debió de descorazonarle. Allí el evangelio no aparecía por nenguna
parte. Sólo las intrigas. Él propuso la fusión de las órdenes de caballerías en
los hospitalarios y en los alfaqueques que acababa de fundar su amigo y tocayo
Ramón de Peñafort. Pero no le hicieron caso. Pudo más la avaricia y el deseo de
rapiña de hacerse con las limosnas y granjearías que dejaba el Santo Sepulcro y
para el cual se realizaban las donaciones pro ánima en toda la cristiandad. A
cambio de misas perpetuas, los ricos dejaban sus ducados y señoríos a la
iglesia. Esta codicia dicen fue el móvil que instigó a Felipe el Hermoso para
pedir la disolución de los templarios. La caída de San Juan de Acre en 1291 supuso
el primer mazazo. Los cruzados habían cometido demasiados errores. Jerusalén
quedaba más lejos en la distancia física pero a partir de ahora más cerca del
corazón y como se escribe el Devoto Peregrino la perdida de los santos
lugares y el derrocamiento de los templos “pecados nuestros son”. Demasiados
escándalos y abominaciones que no se podrán abarcar a lo largo de este humilde
codicilo que, si mis dolores y angustias ante el desencanto que me rodea, y los
descalabros de mi vida personal me lo permiten, intento poner en mira. Que a
todos nos perdone Dios.
Los libros lulianos, por
último, parecen escritos siguiendo un patrón acendradamente arquitectónico. Sus
obras son un paramento de arriba abajo siguiendo la plomada jerárquica. Desde
la cúpula a los cimientos hay anhelo de simetría. Las ramas del árbol de Jetsé
enlazan sus tallos en lo alto. Todo es noble, elevado, concéntrico. La pirámide
se construye siguiendo la plomada del silogismo y la clave de todo yace en
Jerusalén. Unos nombres nos llevan a otros y unas ciudades son calco de la
siguiente. Hay una inter teatralidad semántica que nos lleva, vuelvo a repetir
a la añoranza de la Jerusalén conquistada. Con el corazón y con la cruz. Nunca
con la espada.
XXXXXXX
EL MAESTRO DE LOS PROFUNDOS
PENSARES
El bus estaba dando la
vuelta a la glorieta de Picadilly. Sobre las gradas del monumento a Cupido
tomaba el sol un contingente de jóvenes melenudos. El grupo era ecléctico. Se
hablaban todos los idiomas pero todos les había guiado aquel lugar de la
superficie londinense como si fuese el epicentro del planeta. Iban acudiendo
con flores en el pelo y las guitarras al hombro. Peregrinos de la amistad y de
la no-violencia. El aspecto de algunos era sucio y las muchachas se aderezaban
con estudiado desaliño que otorgaba a sus personas un aspecto franciscano de
atuendo policromo. Los ceñidos vaqueros acentuaban sus curvas, preludio
indudable de que se acercaba la apoteosis del hedonismo o que al menos en sus
pródromos estábamos. Los comparsas de la operación triunfo y el declinar
nacional del rosa rosae granadino hasta el delirio con la repetición incesantes
del la sesenta y ocho, el contoneo de Salomé y la virginal voz de Carina saben
que aquellos dimes y diretes festivaleros mellaron a una generación que quería
ser europea a toda costa. Eso y las melenas de Eva que les descendían hasta los
hombros y el cuello donde se ensortijaban amuletos les hacía más deseables. He
aquí un tiempo sin afeites. Esto es llamar a las cosas por su nombre. No tanto.
Es una retórica y ciertamente todo aquello era una retórica. Las ansias de
cambiar el mundo dieron con algunos de sus líderes como Cohén Benditu y Rudo El
Rojo en simples ejecutivos de la casa Bearne. Otros se hicieron chupatintas y
algunas profesoras o entraron en el bombo de la gran lotería de la política que
repartió en tan poco tiempos tantos premios gordos. Pero pro aquellos días de
inconsciencia se tumbaban a la bartola gozando de las últimas caricias del sol
del enverano u prolongando las horas de miel del dulce summer británico antes
de que se atrasaran los relojes y empezase los días sombríos del otoño. Había
una canción que definía a aquellos romeros del dolce fare niente: “in the lazy
sunny afternoon”. Mis labios la tararearon múltiples veces . Nos habíamos
disfrazado de candor que parecíamos frailes franciscanos pero no eramos tan
inocentes. Nuestra frase preferida era haz el amor y la guerra pero teníamos
nuestras peleas. Nos disputábamos alguna chica y en los bailes cundían los
botellazos. Nos acucurrucábamos en cualquier sitio, pues cualquier parte era
buena en tales tiempos para arrojar la boina, y entonábamos las estrofas del No
nos moverán o el Blowing in the wind. Pero semejante liberalidad sólo se la
podían permitir los ricos, los hijos de papá. Para los currantes no se trataba
más que de un espejismo. Joan Baez era mi diosa. No answers, my friends. La
vida nos dan a palo seco. Estaba bella en verdad y lejana en los recitales la
norteamericana con cara y apellido española. Fue para mí el gran ídolo de
aquellos tiempos junto con el gran Joaquín Díaz cuyas canciones y el vino me
han ayudado a sobrellevar los tragos amargos de la existencia. Ay aquellas
canciones que se plasmaron en mi corazón como Bangladesh o el Arriero de
Bembibre. El romance de la Loba Zarda. Enzarzábamos nuestra alma en la garganta
maravillosa de aquella angloamericana y dejábamos que sus trinos soñasen por
nosotros. Cantautor pinciano resucitó las viejas consejas del cancionero sefardí
que habían sido excarceladas por M. Pidal y nos identificamos con aquel guay de
Israel. El de las endechas de ronda y
saludos a la parida que nada ha de ver con el de las catenarias de los tanques
por los recuestos de Belén o las encrucijadas que conducen a la tumba del
Profeta. Rodaba la gran piedra de Mich Jacer el Morritos cuyos labios y golpes
de cadera y los gritos berreones eran como una floración de rocas volcánicas.
Todo él melenudo y menudito era como si se te hubiese aparecido en una noche loca
el fantasma de un condón. Alguien dirá que estoy divagando pero al observar
aquella cuadrilla de hippies haciendole un corte de manga a la ley de vagos y
de maleantes buscando un lugar al sol y gozando de la caricia de las auras
otoñales, desde la imperial de mi doubledecker, el departamento que en las
antiguas diligencias se denominaba rotonda, se me esponjaba el corazón. Sus insinuantes e incitantes melodías tenían
algo de admonición diabólica. Movíamos el esqueleto incitados por la enorme
piedra que rodaba y que había sido lanzada por aquellos muchachos del bajo
pueblo londinense: los Rolling Stones. Palabras mayores. Unos escarabajos con
cara inocente, pantalones y chaquetillas que les quedaban pesqueros, y zapatos
de lameme la punta encendían pasiones por todo el sector. Mientras en el
Capsulado, en el Rex y otros bailongos del gran Madrid otros emulos melenudos
de los grupos británicos empuñaban escobas y daban brincos por toda la
habitación. ¿Para barrer qué? Cualquiera lo sabe pero lo cierto es que había em
aquel mundo perverso que nos tocó balear y desempolvar muchas cosas. Señor,
apartáme de la tentación de fray Jarro que conduce a las puertas de la locura.
No mires mi pecado, ni la mala mujer que me tocó en suerte y de los hijos que
me escupen y me insultan, apiadate de la interinidad en la que vivo y de la
soberbia e ignorancia que me circunda, cuando las palabras son dagas y los
recuerdos torturan y la madre que me parió sin haberme querido nunca sigue
fomentando insidias en mi propio hogar. Por ella he comprendido la frase del
salmista “ et in peccato concepit me mater mea”. Sólo te suplico un don el de
la paciencia para hacer oídos sordos a la mano que estrella su dogal y al verbo
que hiere como un venablo. El papa no se retira nunca. Le dicen que abdique
pero él como un antecesor suyo, aquel Benedicto, propulsor de un cisma. En sus
trece. La gama de papamóviles ha sido ampliado al carretón con el que es
propulsado a las audiencias. ¿Es que Jesucristo bajó acaso de la cruz? Esa es
la excusa para aferrarse al poder que dejó tras de sí la fe. Es una hora
difícil la nuestra. Apocalíptica. Dicen que Dios acortará estos días para
ahorrar sufrimientos a todos aquellos que todavía confían en su palabra. Pero
por aquel tiempo Karl era un oscuro obispo de Cracovia y el que pontificaba era
Montini. Una vez en la redacción del periódico Félix Ortega me mostró una foto
de aquel Pablo VI. ¿No has visto que cara de mala leche que tiene? Aquel pobre
era un poco más sensible. Tenía más dignidad y era un verdadero demócrata, no
al igual que el autócrata polaco. Por lo general, excepto Luciani, y el papa
Pío tenían pinta de esa mala leche que comentaba mi amigo Félix Ortega. Sus
veredictos no fallaban nunca. Lo que pasa es que entonces teníamos ilusión y
ahora estamos todos de vuelta. Dame una escoba para barrer las inmundicias del
mundo, quitar todas las telarañas de los rincones. En Londres los jueves a la
tarde veíamos nuestro programa favorito los veinteañeros que habitábamos las
islas. Top of the pops que mi cuñado Roger decía dando un poco la vuelta a las
cosas que no debería llamarse así sino Top de Cocks que en buen cockney
significa otra cosa. Así que el pop, el top y lo cock. Yo no me acoquinaba pero
empezaban a hacer estragos mis congojas. Derivarían en debilidad mental por mor
de aquel juego de palabras de una lengua tan sutil y delicada plena de matices
imprevisibles como es el inglés[lii].
El conductor de aquel programa era un yorkshireman (los hombres del norte se
habían afianzado frente a los del sur en la arena política, mediánica y hasta
en lo económico) que se llamaba Jimmy Savile al que le gustaba disfrazarse de
trajes laminados de oro como si en vez de una emisión de radio fuese el
arzobispo de Cantorbery dispuesto a oficiar los maitines pontificales llevando
los ornamentos recamados de piedras preciosas, el báculo y la cruz alzada. Los
ingleses, esta era su rara virtud, sabían conceder ritual a los actos más
insignificantes. De ahí las casacas del eminente comunicador quien se expresaba
con un marcado y casi incomprensible acento de los moors que lo vieron nacer.
La iluminación del estudio psicodélico desde donde era emitido el programa
buscaba los contraluces de su rostro alargado. A Jimmy la melena le llegaba
hasta los hombros, blanca de bote. Fumaba
panatelas, nunca porros, aunque en la parroquia el uso del cáñamo indio fuese
cosa frecuente y hasta bien vista y al final de cada canción el presentador
transmitía una coletilla que era su signo de presentación. Jo. Jo. Jo. Todo
esto le daba un aspecto de papa Noel. Savile no era de la acera del frente por
más que tuviera pinta de pájaro loco. Siempre se retrataba rodeado de
inglesitas de alegres piernas y mirada inocente.
Los pichones grises y el
torso pavonado con sus andares
ondulantes y torpes se paseaban por en medio de la mugre de las
acampadas beatniks. Aquellos habían encontrado su lugar al sol. Les tuve envidia. Ellos no tendrían la
obligación de escribir. De marcarse una
crónica. A veces de enviar hasta tres despachos a Madrid. No sentían la comezón
creativa o destructiva, según se mire, del arte, ni el deseo de pasar a la
historia poniendo su nombre en la órbita de letras de molde. A los pichones de
Trafalgar, de Picadilly Circus y de las rotondas del Mall había siempre
viejecitas - omnipresentes en toda la geografía del gran Londres que uno no
sabe de donde afloran, ejército de viudas de las dos últimas guerras mundiales
y de solteronas sin clasificar- les llevaban de comer migas de pan, copos de
maíz y hasta comida especial para pájaros que vendían en las grandes
superficies. Los pájaros domésticos de estos alrededores estaban gordos y
buchones a causa de la buena pitanza de sus protectores misericordiosos. Ser
palomo de uno de estos barrios del centro aunque pusiéramos a caer de un burro la
solemne estatua vigía de Nelson no era una mala idea. Uno tendría comida y cama
gratis y cuantos dineros me habría gastado yo, madre mía, en bed and breakfast
porque nada más aterrizar en aquella ciudad la idea que te domina es encontrar
cobijo para pasar la noche con los caudales necesarios para pagar la
manutención y tenerselas que ver constantemente con landladies y landlores que
así se llaman los caseros y que en aquella ciudad tan distinguida donde desde
siempre se ha pronunciado con unción especial la palabra property. Mantienen siempre subida la guardia. Son el
ojo vigilante que todo lo ve sin que les escape. Es una de las cosas más
difíciles de este mundo burlarles. Son como los capitanes de un destructor.
Como la marinería de un barco pirata. Como los oficiales del fisco. Siempre al
pairo. Las risotadas del pájaro loco me sacaban de mis cavilaciones. Para colmo
los palomos azulones de la Plaza de Trafalgar, que cantalean y zurean al pie de
la estatua del más elevado patriotismo carecían de esos vicios menores que
forman parte de la vida londinense: fumar y trincar. Su abstemia les mantiene
alejados de los estancos y de las tabernas. Por lo que toca al sexo, lo tienen
fácil y a la vista está. Me hubiera gustado haber nacido gorrión para poder vivir
gratis pero como esto ya no podía ser, lo de volver al huevo, tendría que
escribir aquella tarde la crónica. Fumarme unos cuantos panatelas delante de la
consola del télex. Cuando estaba inspirado lo podía hacer traqueteando
sencillamente sobre el salpicadero de mis teclas, en la fianza de las notas y
el dictamen de mi inspiración pero cuando el tema era ingrato o resbaladizo
tenía que pasarlo primero por el rodillo de la Underwood o de la Olivetti con
su oferta despampanante y triunfal de las veintinueve grafómanas de padre
desconocido y filiación diversa. Las otras tantas redondas blancas que dijo el
poeta. Londres ya se sabe es una ciudad colombófila. Las palomas allí son las
únicas que no se pierden. Gozan de fuero. Le dieron el imperio al Rothschild estableciendo
los fueros del periodismo, un arte en el cual la velocidad es la primera de las
garantías. Saber es poder pero el saber veloz, más poder todavía. Cabe recordar
que allí nacieron las sociedades protectoras de animales que son el antecedente
de los ecologistas en boga y una paloma mensajera le dio el imperio del mundo a
un Rothschild que supo de la derrota napoleónica antes que nadie lo que le
permitió comprar todas las acciones que le viniera en gana y así hacerse
millonario. Un primer testimonio del poder de la información en el que hoy nos
movemos. El que sabe siempre gana por lo general. Es por esto acaso por lo que
la paloma londinense con su aspecto característico y hasta diríamos que sucio
goza de fuero por aquellos cotarros. Pone perdidas las cornisas y los
paramentos del Arco de Mármol, el monumento a los héroes incógnitos sin que
nadie profiera una sola queja por los estragos que causa el palomizo de sus
deyecciones incesantes. El obelisco donde se yergue altivo el paladín de Trafalgar cuando yo vivía allá
estaba que daba pena verlo. Eran como las golondrinas poéticas de la balada de
Cárcel de Reading. Oscar Wilde y su retrato de Dorian Gray fue para mí una idea
fija. Las hijas de Albión que tan rigurosas son en lo que atañe a su dieta y de
costumbres tan frugales, pues media onza de queso les dura tres semanas y un
sombrero con flores toda una existencia, cuando envejecen certificando el dicho
popular de que comes menos que un pajarito ceban a los pichones que andan tan
orondos y mansos por entre las piernas de los viandantes con su plumaje de
color apizarrado con todos los problemas de subsistencia y de generación de la
especie del todo resueltos. Moraleja: amemos a los animales.
En Londres la mejor vida es
la del palomo incluso la del cojo. Con mi indómita constancia estudié el alma
de la gran urbe que tanto recordaba a Jerusalén por su melancolía y por su
capacidad de seducción misteriosa. Lo que ocurre es que la tristeza londinense
es distinta con el avance de las agujas del reloj. No hay dos horas iguales y
los días muy distintos excepto los domingos que se parecen de una forma
increíble. Yo soñaba en la dulce AGLA. Quisiera volver a verla siquiera unos
segundos pero era consciente porque así el oráculo que llevo dentro me lo
advertía que tal deseo nunca llegaría a cumplirse. El bello amor de mi
existencia nunca escribiría. Iba huyendo de mi presencia. Se cambió de casa y
no dejó señales de vida. No sabía que cuando las mujeres dan la espantada es
para siempre. Pero yo entonces tenía menos años y no tantos desengaños y
pensaba que el bien y la justicia triunfarían sobre sus enemigos. Se trata de
una entelequia que nos transforma en ilusos y miserables a no pocos cristianos.
Los judíos, más realistas, no se despachan con tanta alacridad acerca del tenor
de la condición de nuestra especie distorsionada por la depravación y la
maldad.
Agla nunca escribiría. Quiero que lo sepas. No la
busques ni la incomodes. Eso está penado por las leyes. Hostigamiento
lascivo. Cacería y cerco amoroso en plan
la persiguió hasta el catre y la mató porque era suya. Las concejalas con el
busto apretado y el culito tieso y luego pasa lo que pasa que no somos de
piedra, señor alcalde, no requiebre de amores a la dependienta Rebenca. Caza de
rececho o rondar la reja de la dulcinea de nuestros pensamientos, un vicio o
una manía denominada stalking. Todas esas porquerías de la hembra en el celo y
del macho celoso, supercherías, engaños y lacerías para dar vado a las
instancias del apetito y todos acabamos asqueados. Si mucho hubiéramos sabido
de antemano que el amor eso, no se nos hubiera pasado por la mente colgar los
hábitos. Dejar a dios por un triste jeme. Ah la depravación y la tristeza que
depara la carne al ser humano. Pero yo no era un superman sino un poeta.
Hablaba con ella muchas noches como en sueños. Mira Agla, he vuelto. Ya tengo
un trabajo. ¿Por qué no os venís a vivir conmigo tú y la niña? Os espero. ¿No
decías que no tenía nada que ofrecer? Pues mira una corresponsalía en Londres y
toda la ilusión y el anhelo de comerme el mundo. Triunfaré en esta ciudad.
Mi triunfo fue de otra
forma. Tuvo que ver más bien con el reconocimiento de la verdad. Con la entrada
en el portal de la sabiduría. Mi yo judío, resignado y fatídico, se sobrepuso.
Seguí bebiendo el agua contaminada de mi sótano y viendo a los viandantes
desfilar como a través de una linterna mágica o el trailer de una película de
misterio por el montante del tabuco que tuve alli por morada. Mochuelo en mi
olivo. Morabito en su ajarafe. Era la columna del estilita, el propio desierto
de san Sabas que yo me había construido en aquel alquiler. Llegué a conocer a
la gente por sus zapatos porque en la forma de pisar y el diseño del calzado
caben muchos tratados de psicología. Tantos como manuales de gramática parda y
había día que tentado por el diablo yo también daba malos pasos y me entregaba
a los devaneos de la edad perseguido por el comezón de buscar pareja. Los
tiestos que ponía en la ventana todos se secaban. No era por la escarcha que al
atardecer de las noches frías cubría los jarrillos con un plástico. Gal me
explicó que las fuentes del Támesis afloran gran cantidad de cloro y robín lo
que determina que los geranios se amustien con harta facilidad. Agla, ¿habré
muerto yo para ti? Viví en medio de la expectación porque aquel proceso de
separación abortara el día menos pensado pero ella ya había iniciado las
gestiones ante el tribunal de la Rota.
Vivir lejos de Agla me pareció una condena a muerte. Desiste, alma mía. Tú no vales para el amor.
You cant cope with life. You cant cope with people. Un canonista con cara de
gorrión me llamó a declarar varias veces. Aquel clérigo tenía la pinta de los
verdugos del paso de los azotes que salían en procesión en la ciudad de Segovia
los jueves santos. En mi vida había topado yo con unos ojos tan sañudos y tan
lascivos. Creo que en el ínterin se estaba beneficiando a mi mujer. Desde
entonces nunca he podido consentir con estos tiranos. Mi fe pertenece al kirkos
no a la ecclesia manierista y pecadora, cargada de prejuicios que ha tenido por
costumbre y tradición engañar y burlarse del pueblo. La church es la
quintaesencia del poder. Ego te absolvo a peccatis tuis. Oiga, penitenciario,
métase su absolución por donde le quepa y déjeme a mí vivir mi vida. ¿Cómo podría
definir por locura un amor tan profundo que rompió todo vínculo incluso el de
la unción sacerdotal? Aquel monseñor no sabía lo que se hacía. Señor,
perdonale. Ya le habrás perdonado. Claro. No soy más que un tragaldabas, no me
hagáis paso, un emulo de los pasos de don MANCIPO.
La obtención de aquel puesto
lo consideré yo como una dádiva especial de la dulce Teresa. La virgen des
convento de Normandía había hecho un milagro y cuando llegué a Londres un día
de octubre del 72 estaba persuadido de que no podía ser de otra modo, pero Dios
se echa otras cuentas y yo no soy más que un pecador. Fue el reato que hube de
pagar por haber quebrado mis votos. El vehículo prosiguió en su ronda a la
emblemática glorieta. Londres no es una ciudad de traza reticular ni de línea
recta. Resulta fácil perderse en alguna de las evoluciones de sus crescentes,
las innumerables plazas llamadas squares pero que no son cuadros sino esferas.
El caminante se siente perdido y nuevamente sobre el punto de partida, y vuelta
a empezar. Por toda su arquitectura y trazado se siente la querencia de los
caballeros del Temple que montan guardia en la city vigilando los muros
zagueros de la catedral de san Pablo.
La cobradora trepó al piso
superior de la imperial picando billetes. Tickets, please. Tickets, please. Ta.
There you are. Tenía una voz melodiosa y unos ojos bellos que contradecían un
poco la dureza de sus facciones y sus andares estevados. Debió de ser hermosa
en su juventud pero estaba mal hecha. Extraía el vuelto en monedas de vellón
con una habilidad de experta en equilibrios. Alegre como un colorín y fresca
como un pepino, no paraba de cantar dejando al pasar una estela de perfume
barato. Yo no sé de dónde la London Transporte reclutaba sus operarias. Todos
tenían pinta de adefesios y como recién seleccionados entre el reparto de
actores de una película de miedo. O iba directamente a los hospitales donde
convalecían los enfermos de quimismo o directamente de los nosocomios. El agua
de la ciudad era rica en plomo lo que determinara que estuviera arraigada la
esquizofrenia. En ninguna otra ciudad del planeta, teatro de operaciones de las
novelas de intriga y los filmes de Hitchcock, se encontraban cobradores de
autobuses con esas pintas. Por lo estrafalarios y desgarbados. Por la flacidez
de sus rostros. Por la exorbitancia o deficiencia de alguna de las partes de su
cuerpo. Y es que tres siglos de revolución industrial siguiendo las leyes de
selección natural y de adaptación al medio deben de dejar sus secuelas.
Y heme aquí que mi pasado
templario me había llevado a morar en aquel subsuelo, en la añoranza de
Jerusalén, peregrino de mis propias culpas. Virgen Madre, nos has de proteger.
Alguna noche en medio de
alguna de mis pesadillas, mientras quedaba amodorrado viendo el trajín de piernas
sobre el montante, pues el pulso de la gran ciudad y los constantes pasos no se
terminaban nunca, Londres no duerme nunca, escuchaba el volear de campanas en
la torre de la iglesia de mi pueblo. Inquirí a Fray Millán, el quiromántico
cuyo espectro me acompaña siempre cualquier pudiera ser el significado de mis
impasses oníricas:
-Las campanas tañen para
ahuyentar las tormentas. Detente, nube. Más puede Dios que tú.
A pesar de ello, no faltaron
contratiempos. Mi existir constituía una brega afanosa, un caminar perpetuo
contra el pedrisco.
¡Ah dulce Virgen de
Bendueños, a la que yo había venerado en Lena cuando yo era un diácono mozárabe
adscrito al coro de la Basílica de Santa Cristina y a la que había cantado
algunas tardes el Akathistos. Ella borraría las letras del quirógrafo antiguo
dando a nuestra vida una nueva dimensión. El culto a la Virgen los trajeron
aquellos monjes adopcionistas consagrados por Elipando y que huyendo de las
persecuciones de una sultana maléfica enfilaron las rutas del norte.
Una copla resonaba en mi
cerebro:
En Quirós la virgen del
Alba, en Lena la de Bendueños y en el concejo de Riosa la Virgen de los
Remedios. Las estrofas del canto sublime a Nuestra Señora resonaron, afán y
huelgo viejo, entre la paja de las cuadras y el humilde albergue de los
aposentos.
A San Salvador de Oviedo
íbamos todos. Mancos, lisiados, perturbados mentales, endemoniados y hasta el
cojo de Calanda[liii]
batiendo los tambores de la peregrinación. Todos somos en la vida romeros.
Queremos con el andar y desandar de nuestros pasos encontrar sentido al
laberinto. Buscamos la flor del agua dentro de la barca de san Juan que no es
otra cosa que la barca de Queronte. El
rocío de la noche de san Juan cura las heridas. Por eso son muchos los que se
descalzan al ir a pasar el vado. Y yo me descalcé en el número 41 de Roland
Gardens. Allí tuve trato con las xanas y vi sus cadeixos o flecos de oro
brillar entre las ramas en el contraluz del solsticio de verano. Después me
comí un bullete y ese trozo de pan, oblea o farinato de castaña no era otra
cosa que la hostia sagrada.
La prensa seguía mientras
emborrachandonos con sus argumentos de catástrofe pero yo tenía por aquel
entonces una fuerte vida interior que me daba una razón fruitiva de la juventud
que pasa sin sentirse.
Llamaba todos los días a la
muerte, oh Jerusalén, y ésta no me quiso.
Sonaba incesante la voz de
la cobradora Brenda en su demanda de taladrar billetes. Tickets, please. Era
una letanía monocorde que recordaba el ininterrumpido trajín de la ciudad amada
en su ir y venir inundando las plataformas. Gracias a esta melodía resultaba
hacedero no sólo darse una vuelta por Londres sino pasar a través de todos los
memoriales de la historia de aquel país. Desde la Batalla de Hastings hasta el
último elepé de Paul Macarney. Britania se llenaba de sonidos y canta bastante
bien. Le han surgido no pocos imitadores.
-Brenda, hay que ver la
agilidad con que subes y bajas por la escalera de caracol. Todos estamos sometidos a tu vigilancia
incansable.
-Es un orgullo haber nacido
inglés. - declamó la muchacha- Mi padre
era un sargento mayor de los Highlanders y mi marido pereció en Palestina
durante las revueltas de la independencia. El estado se hizo cargo y a mí me
han dado este cargo de revisora de la linea que va de Picadilly a Elephant and
Castle.
-¿Going out tonight?
Aquella voz era tan bella
que había que cortejarla. She gave me her telephone number.
Brenda siguió subiendo y
bajando las escaleras con más empeño y su vigilancia sobre el sector se hizo
más llevadera. Fue para mí la buena samaritana. A toda mujer, sobre todo, si ha
nacido en las Islas, le halaga ser cortejada por un extranjero. Brenda dijo
yes. Fue así como me eché una novia, ticket conductor, como la de la canción de
los Beatles. Salimos juntos algunas tardes. Cantamos la canción de moda por
aquellas días que batían los primeros lugares de los hit parada como “Querida,
esta mañana no dejaré la pinta de leche en tu cancel, mi amor está lejos”,
“Winchester the Cathedral”, “Lazy sunny afternoon” y nos besamos en la trasera
de un mini que yo tenía, azotamos las mejores pubs del sector con nuestra
insaciable sed, caminábamos de la mano por las oscuras esquinas. Unas noches la
fiesta acababa en mi cava o en su casa de alquiler en un lugar al otro lado del
río. Heads or tails. La vida amorosa de grandes y pequeños personajes tiene
bastante relación con el azar. Se tira la moneda al aire y sale cara o sale
cruz. A pocos les cae de canto. Estos últimos serán condenados a ir de nones de
por vida. Sería indecoroso por mi parte declarar que este fue el fallo que ha
perseguido mi desdicha. La madre se agazapa y telefonea. Yo tuve una madre
cruel. Ella ha sido el martirio de mis
días. Debió de ser que me aborreció en el nido. He tratado de pedirla que por
favor no se inmiscuyera en mis asuntos pero ella, cerrera y adamantina en
depararme tragedias, sigue telefoneando y hasta haciendo tercerías, pues al fin
y al cabo hemos venido al mundo en el país de celestina, para casar a las
mujeres que he querido con alguno de mis hermanos. Madre ¿por qué me avasallas?
En vez de un hogar y un corazón me brindabas caños de agua helada y abría cada
vez que te besaba la espantosa losa de un sepulcro. Mi huida a Albión fue una
liberación pero al despertar a la realidad hube de caer de nuevo entre sus
redes porque ella siempre fue mujer mala, a pesar de las misas continuas, las
visitas al santísimo y la comunión diaria. Madre cruel ¿por qué me maltratas
con tanto encono? ¿Cuál será la causa de que nunca he sido capaz de escapar al jofor
de tus sangrientas garras? No has traído a mi vida más que desdichas y
discordias. Incluso, has tramado contra mí, que digo ser tu hijo, poniendo a
los frutos de mi carne en una adversidad constante que me deparas. Ah, Dios
mío, si supieras cuanto sufro a causa de esta madre nefasta. No he sido un
asesino como los mejores personajes de Dostoievski aunque más de una vez se me
ha pasado por la mente la idea de matar a la vieja.
-Esto no tiene solución.
Huye a Londres pero incluso allí te perseguirá. Te destrozará entre sus garras.
Algún turista poco avisado y
como quien no quiere la cosa pudiera toparse con alguno de los spiritus de
ajusticiados que pueblan la Torre pero yo de esos sufrimientos sé bastante
porque como trato de esclarecer en esta crónica estuve encarcelado en esta
London Tower donde los míos fueron mis verdugos. No me asusta la voz de los
espectros sino los telefonazos fiscalizadoras de SOLAPIA. Con ochenta años a
sus espaldas sigue estando en todo. A mi pobre padre lo mandó para la tumba. Ahora
yo soy el próximo. Ha conseguido lo que se preponía que me aborrecieran todos
mis hijos. Lo digo y no me creen oye. Tengo una madre por verdugo. Ana Bolena
seguía atizando con sus encantos la pasión del ogro.
Brenda tenía tres hijos
varones. Cada uno de un padre distinto y mientras duró todo aquello fue
bastante hermoso. Algunas veces me permitía subir a su autobús de gratis y
llegó a confesarme entre arrebatos de pasión que yo era un gran tipo, “a nice
bloke but somewhat lonely”. Un corazón solitario. Mi desvalimiento y mi
incompetencia debió de despertar en su corazón no sé qué instintos maternos.
Nunca he sido más feliz que
a bordo de la imperial de aquel doble decor de color Borgoña. Era como si
tuviese a todo el mundo a mis pies flotando en una nube de amor acariciada por
los susurros de mi cobradora recitando la canción dineraria. Conmigo va aquella
entonación.
-Tickets, please. Ta, luv.
There you are.
Repicaba la campana de su
voz, tañidos sonoros que me convocaban a una misa iniciática, la del amor, que
todavía acaricia mis tímpanos al cabo de tanto tiempo. Se perfilaba el domo de
la catedral de san Pablo y al poco descendíamos por el recuesto de Fleeet
Street, pasado Old Bailey donde iban y venían abogados con peluca. Mis primeros
negocios con la justicia fueron blancos a costa de mi divorcio con AGLAE.
También entonces hice el tonto y el sólo recuerdo de aquella vez que estuve
sentado en el banquillo por no pasar la alimonia, con mis protestas y
comentarios, se volvieron del todo ridículos. Todo aquello se perdió. Había que
seguir caminando. Dejábamos a la derecha una de las librerías más antiguas de
Londres y en el que compré no pocos textos de poesía así como de periodismo.
Mis preferencias de ocio se
han alternado entre los buenos restaurantes y los vinos caros con los buenos
libros. Esas dos tendencia que parecen algo incompatibles constituyen el ying y
el yang que hay en mí.
A mano izquierda quedaban
las sedes en mármol negro del Express y del Daily Telegraph edificios que
inspiraban consistencia y a la derecha el callejón de Bouberie Street tan
querido para mí por razones que me reservo. Allí estaba la delegación de Efe.
Olía a tinta y a papel por todas partes.
Si tuve una novia revisora
fue para este pobre pecador que anda por la existencia con el hígado averiado a
causa de los excesos de aquellos días, he de aducir que fue un honor haber
libado en abundancia cerca de los mostradores y veladores de The Chedar and the
Cheese que es una de las tabernas más ilustradas y con más abolengo de todo el
oeste europeo. Sobre sus bancos el gran Samuel Johnson, polígrafo, lexicógrafo,
periodista, autor de libelos y de tratados de jurisprudencia. Inglaterra era un
galeón, una nave oneraria, cargada de libros y de galones de cerveza. Sobre
ellos se cimienta la firmeza de su gobierno que no es democracia sino
talasocracia. Es así como Britania reina en medio de las olas arboladas. Y
aquella taberna desde donde me guiñaba sus ojos literarios, asaz cansados de
tanto mirar y de tanto leer para ver siempre lo mismo, era como el reclamo de
un participio o de un predicable distintivo que conectaba con mi manera de ser,
más inclinada a la sesudez ampulosa del verbo latino. Johnson y el johnsonismo
eran la garra clásica que nos conecta con ciertos paraísos perdidos. “The
Cheddar” era el santuario de todas aquellas creencias que profesarán siempre
los amantes de los libros: el mundo redondo, la música de las esferas, perpetuo
girar haciendo caso omiso de nuestros devaneos y las intercadencias del avatar
personal. Lo exacto. El tiempo que huye pero hay tardes que pueden ser
atrapadas delante de un vaso de buen vino conversando y arreglando el mundo
desde los pupitres de nuestras almas madres que son la Rotonde parisina, el
Café Gijón o este insigne pub inglés donde sentó cátedra la gran erudición de
Samuel Johnson[liv]. Él al pasar me lanzó algunas miradas desde su
tumba. Está enterrado en la bodega de esta famosa casa pública. Era tan grande
y voluminoso de cuerpo que hubo de ser inhumado de pie y mirando hacia
Jerusalén. Vestía mi espectro - Londres es una ciudad de ensabanados en la cual
los fantasmas hacen acto de presencia cuando uno menos se lo piensa- un jubón
de terciopelo, el rostro alargado y con notables papos caídos sobre el
ferreruelo pero su peluca algo pringosa y estrafalario denotaba el desaseo de
los que viven una vida hacia adentro preocupandose poco por las cuestiones de
apariencia. Hasta casi me pareció escucharle respirar en su tronera con esa
pesadez y sonoridad de los asmáticos. En mi primera juventud estudié con
aplicación sus aforismos que llegaron a entusiasmarme y traté de imitar a
conciencia. Fue sin duda el primer ensayista y periodista de Inglaterra. El
primer bohemio. Era un embajador de la sabiduría descendido del cielo con pase
de pernocta a los infiernos y lo estaban
viendo mis ojos durante aquel paseo en autobús al ramblar de mis pensamientos y
el merodeo de mis sentimientos que jamás en mi vida se habían puesto de
acuerdo. Dicen que este abogado de la literatura y santo sin aureola pero con un
sitio especial en el rincón de los poetas en las laudas cinerarias de la
catedral de san Pablo se aparece en cuerpo y alma a todos los alevines de la
literatura, a los que desean con todo el ahínco de su corazón y sus mejores
propósitos ser investidos caballeros andantes del altruismo utópico de los
libros que acuden a la gran ciudad atraídos por el reclamo de la gloria.
Pobres. Desconocen el futuro que les
aguarda. En cualquier caso le vi sonreír y lanzarme un guiño desde uno de sus
ojos que eran de acero elevando por mí la jarra a los cielos en un brindis de
latón. Estaba ingiriendo su enésima pinta de cerveza.
-Cheer us, mate.
-Long life to you, great
master of the deep thoughts. You taught me to live thrift and think highly. Ese
ha sido mi empeño y mi fracaso. Sigo sus huellas, don Samuel.
El Támesis entonces al pasar
por uno de los mayores templos de la cristiandad (creo que es el segundo
después de la catedral de san Petersburgo) insinuaba un giro o arco de
ballesta.
-Vista a la derecha -
gritaba uno de los caporales que conducían la gabarra en que viajaba con gran
pompa y magnificencia de espuma en su trono blando de algas la diosa madre de
todos, Baodicea, escoltada por uno de los centuriones de su guardia por nombre
EPLOCEUS (el rubio).
-Paso a la reina.
-En su jubileo. El mundo
hinque la rodilla ante el cetro y la corona inglesa.
Estuve por ponerme a cantar
lo de un inglés vino a Bilbao pero seguramente a los tragavirotes del espionaje
británico que carecen del sentido del humor no les haría ni la menor gracia.
Inglaterra es la única monarquía donde los republicanos de toda la vida se
sienten a sus anchas. En mi país, por desgracia, esto no es posible ya que lo
tuercen, lo ponen perdido todo con su saliva mal gastada, las babas de los
aduladores áulicas. Hay un ánsar que grazna incansable revanchas desde las
columnas de su periódico. Guay de mi España. Allá estaba entre otros el
cardenal Wosley mirandome desde arriba con sus ojos de carnero degollado. El
buen purpurado desde su augusto palacio en Lambeta hasta la oscura celda del
verdugo tendría seguramente escasos metros que recorrer. Aunque en realidad de
verdad Tomás Wosley, legado papal, fue asesinado en Leicester en 1530 y había
sido un simple clérigo de Ipswich que llegó a limosnero de Enrique VIII.
Aficionado a las mujeres y a la música era también inclinado a las bellas
artes, sobre todo, a la arquitectura, gustos que compartía con el soberano a
cuyas expensas fueron edificados el palacio episcopal de Lambeta, el castillo
de Hampton Court y las corralizas de Whitehall donde ahora viven los primeros
ministros del Reino Unido. Fue una de las personalidades eclesiásticas más
interesantes de la historia. Estuvo a punto de ser elegido cardenal pero el
sagrado colegio cardenalicio, a la muerte de Alejandro VI, era un piélago de
intrigas y los patricios de la sede apostólica optaron por un Medicis. De no
haber sido así, la historia hubiera sido escrita de muy diferente modos
Apareció entonces un
alabardero como esos que ilustran la portada de las buenas botellas de ginebra
que iba cabalgando sobre los lomos de una sirena. Le seguía un pelotón de
infantes de marina que cabeceaban asidos al pescuezo de una familia de
hipocampos. La visión no podía ser más fantástica. En la otra orilla se alzaban
los tubos de los telescopios del Observatorio de Greenwich.
-Mi yugo es suave y la carga
de mis obligaciones ligera. Tengan a gala haber nacido ingleses - iba
pregonando desde su trono de olas la insigne Baodicea.
Y Neptuno mandó a lo mejor
de su escuadra para cubrir carrera. Se anunciaban en el mundo grandes
acontecimientos. Un cambio traumático se acercaba y nosotros hurtábamos el
cuerpo a aquellos quebrantos de la curva emblemática alzando nuestras jarras en
los innumerables pubs del Reino Unido en brindis incesantes por la venida del
tiempo nuevo.
Londres ofrece estas
sorpresas. Estos cambios de luz y variaciones traumáticas. Cuando vas de una
parte a otra de la ciudad es como si te encontraras en una parte diferente del
globo. Por eso las giras turísticas en aquella capital pueden tener su miga de
periplo iniciático. Es un viaje a las profundidades del corazón en el cual yo
trataba de ir al encuentro con mi pasado y no encontré más que disgusto,
recriminaciones, recuerdos lancinantes. En una palabra, sólo sombras. Sombras
lancinantes. Estibarlas ahora, al cabo de más de un cuarto de siglo es tarea
que sobrepuja a las meras fuerzas sobrehumanas. Pero estas nubes de pesadilla
que se guardan en los reclinatorios de las frustraciones terrenales me hablan
todavía en la distancia mientras trato en vano resucitarlas. Percibo su
presencia enigmática y llegan hasta mí con escoltas de voces de mis difuntos.
El bronce de la campana humana no muere nunca. Mediante ella el verbo habita
entre nosotros.
EL DESEADO
“Si no eres partidarios de
Antero, o eres bobo, o fraile puñetero”. Era lo que se decía en aquellos
tiempos. Yo conocí al Deseado que por entonces ejercía de fámulo, meritorio,
correveidile y pelotillero de un famoso santo laico, el cual nos hizo la
santísima a los de Pertunda, pues decía desde su cátedra de Preterera que Canis
Gallicus o el Galgo tenía que morir. ¡ Pobre! Mucho lo odiaban con una inquina
que jamás comprendí en aquellos días risueños del entusiasmo y la gracia y
menos ahora en los tiempos decrépitos
cuando todo el mundo parece dispuesto a agujerearme a golpes. Pese a mis
decepciones y agravios, sigo terne en la idea dandole cebas a mi utopía. Han
ganado.
Nunca pudo catalogarse tanto
odio junto dentro del un catedrático. La cosa tenía su busilis y se remontaba a
viejas guerras del pasado. Se llenan los vasos y las cráteras con toda la hiel
del orbe, el saín de todos los muertos reales o imaginarios dejaba en los
zócalos de los sarcófagos manchas sospechosas, delatoras de una corrupción
descomedida. Las naciones se han puesto de un humor de perros. Esto a lo que
más se parece es a un funeral de tercera. ¡Um! ¡Atisbos de un mundo feliz!
Su rostro se me ha
representado estos días en que el monotema se hace más recio. Lo recuerdo
imitando los gestos, los andares y hasta la manera de terciarse la capa
La babosa arrastra en la
panza el veneno del rencor. Es de la familia del caracol, un molusco que porta
en su corazón las inmundicias y defecaciones diferidas.
-Un día las pagaréis todas
juntas.
-¿Conque de vomitiva?
-No hay perdón, chiquitos.
Hablaba don Deseado cerrando
los puños y disparando perdigones de saliva a su interlocutor a oste y moste.
Su mujer, una señora
pequeñita, con ojos como puntos filipinos y que se expresaba en un desagradable
tonillo nasal, le tiraba de la capa bajo las arcadas del claustro. Le acababan
de nombrar doctor honoris causa. ¿Era él o un famoso músico? No lo recuerdo muy
bien pero don Eraso estaba de muy malas
pulgas. Tenía una cabeza muy gorda y casi no le cabía la funda de su capillo
que remedaba al gorro de los talibanes, el tronco escaso, las piernas cortas y
toradas.
-Yo sé bien lo que me digo-
continuaba en su letanía de amenazas.
El odio suyo hacia nosotros
era casi fundamentalista, un odio africano y eso que había nacido en una bonita
ciudad atlántica para ser ciudadano del mundo. El día que murió El Proditor
agarró una curda importante. Se
descorcharon en el humilde habitáculo que ocupaba en Sábula Sciencia, la ciudad
profesoral y científica que habitaba en compañía de su mujer vieja, la que
justamente tiraba de su toga, cuando lo de la recepción en la alcaldía lo menos
diez botellas de cava del Penedés encargadas de ocasión.
-Yo no bebo nunca pero un
día es un día. Cayeron los baluartes.
Y al decir la última frase
al gran experto de las relaciones internaciones se le puso una cara mirífica de
hechos consumados. Era una fecha añorada en sus días. Había visto diñarla a un
enemigo. Le tenía ganas. Era el ser humano más abominable. Para combatirlo
había largado multitud de
Mandó que tocasen las
campanas por todo el recinto
-No hables con esos. Son los
legados del asesino.
Pese a la oposición de la
parienta, que tenía los zapatos rotos y al homenajeado, al insigne dómine, le
sonreían las coderas por debajo de la toga.
-Señora, que yo no he matado
a nadie.
-Venga, Anselmo, no hables
con esa gentuza.
Anselmo era el nombre de
pila de don Erado.
Quedé más confundido que un
obispo en una mezquita, pero logré
sobreponerme a la descortesía de la vieja, que a mí me recordaba a uno de esos
estrafalarios personajes que arrastran sus complicaciones mentales a lo largo
de las novelas de Dostoievski.
Era una hermosa atardecida
de otoño. Las cigüeñas de las torres de aquella ciudad universitaria empezaban
a abandonar los nidos y emprendían el vuelo hacia el sur, acompañados de las
golondrinas de Oscar Wilde. Era uno de mis primeros reportajes y pese a las
recepciones en el vestíbulo en aquel paraninfo cuajado de banderas y oriflama
que rendían honores a las personalidades que subieron al estrado, no lo iba a
tener fácil.
Todos hablaban de la salud
del Camnis Gallicus. Estaba deseando que se muriera. Lo llamaban asesino,
impotente, retrasado mental, enemigo de la humanidad. Ahora de forma
impostergable escribe este antiguo dominico cortos en el periódico de Walamboso
donde tiene una columna cortos de una hondura escueta y antropológica. Ya se le
debe de haber acabado el gas. ¿Tomará viagra? Su viagra tendrá que ser
erasmista de ahí para arriba porque
aquel fraile que metió cabeza en Oxford era el meritorio del intelectual más
bochornoso que ha producido la historia de España, pues era tonto en siete
idiomas y lo que hablaba estaba emponzoñado del veneno del áspid. Su mujer
paría como una coneja. Había sido monja dominica y creo que aprovechó el
tiempo.
- Con mirarla ya la preño -
decía fray Castigador - toco el órgano y la hago un chico.
-¡Caramba! Estos frailes
trabucaires no se chupan al dedo y cuando se juntan con una monja pues familia numerosa.
Creo que le salieron siete, todos de comunión diaria, y algún etarra. De
comunión diaria, oye.
Era católico y cruel. El hombre más malvado tuvo que acabar de
antropólogo. Dicen que su padre era un callista que fusiló a muchos rojos. Por
eso sus cortos parecen balas. Un mareo de mal café. Pero esto es España
envenenada por los cucarros que llevaron tonsura y ahora dicen ala, ala. Los
malo es que esta gentuza ha sentado plaza de periodistas y no son más que
comisarios políticos. Nunca te llegarán a los zancajos a ti, Feliz Ortega. ¿Te
acuerdas de aquel Kondo que teníamos en SP? Pues nos salió etarra y este al que
me refiero lo mismo. Un caso acabado de furor uterino. No podía dejarla quieta.
Creo que se ha casado tres veces y ahora
tienen una orquitis cancerosas. Estaba predestinado. Que Dios le perdone, que
dios me de fuerzas para seguir aguantando a los trepas, pero al maestrillo de
Oxford a ese sí que no le perdono la ofensa de lesa patria. Estará ahora en el
infierno torrentoso con ancones y masones. Graznando con los ancares del
capitolio. A todo cerdo le llega su sanmartín.
Era un tipo vomitivo, un
advenedizo, pero con fuste. Le llaman EL DESEADO. Pobres ilusos. No saben con
quien se juegan los cuartos.
FÉLIX ORTEGA COMO EPÍLOGO. FIN DE UNA ERA
Era su
anagrama. Con él firmaba sus crónicas, aquellas crónicas densas, casi
oceánicas, pero siempre exactas, que eran leídas con avidez en el Palacio de
Santa Cruz, y hacían coger unos cabreos moros de aquí te espero al embajador de
Marruecos, el astuto y sagaz Filalli, y que él mandaba desde la planta tercera
del edificio de la ONU, desde el habitáculo compartido con un indio con
turbante, familia del Marahá de Capurtala, y que nunca escribía nada pues se
pasaba la vida sin pegar golpe. Desde la mesa que yo heredé se veían subir
aguas del East River arriba las barcazas onerarias del desescombro con toda la
basura de la Gran Mejana a bordo, con todos los desperdicios de las vanidades
humanas el alma al hombro. Su paso tan trivial desentonaba con lugar tan
importante donde se pronunciaban discursos y más discursos y se dejaban caer
personajes de rumbo.
Lo mismo en el
fuliginoso julio que en el helado marzo allá estaban las gabarras.
Félix Ortega al
que acabamos de perder los españoles hace unas semanas, durante las peligrosas
calmas de enero, esa famosa y siniestra Doce Noches de las que habló
Shakespeare, y el interregno maldito que hacía temblar a los romanos, tan
sanguinarias en este año capicúa del 2002, que arrastraron a las aguas negras
de la Estigia a Cela, a Pedro Pascual, a Adolfo Marsillach, era un hidalgo del
periodismo. O un viejo zorro, como lo queráis llamar. Seguramente el numera uno
de la generación del 68. Escuela SP. Con un gran maestro, además: Rodrigo Royo.
La maldita
noticia de su óbito me llega con algo más de un mes de demora,
desapercibimiento del que yo mismo me espanto, aunque no quisiera estarme sin
recapitularla. La figura y la obra de FO, desparramada en miles de artículos,
reportajes, ensayos, que al correr de los años habrán de ser exhumados del
polvo de las hemerotecas, no pasará de largo. A Félix no había que perderlo
nunca de vista. Quienes deseen iniciarse en esta profesión antes denominada
infantería de las letras y ahora mundo de la comunicación tendrán que tener a
este hombre en cuenta.
Era un
periodista científico. Químicamente puro. De raza. Se salía del cuadro. Debido
en parte a su humildad y llaneza de campurriano. Era accesible y sin
ringorrangos al igual que todos los genios pero sin las manías. Podías contar
con él en cualquier apuro. Hasta darle un sablazo. Sólo le indignaba la
estupidez, la ramplonería, la falta de sensibilidad. Nunca le vi hablar mal de
nadie aunque, astuto, se guardaba siempre bazas desconcertantes y apabullantes
para los mediocres. Su estatura de gigante suscitaba, por ende, envidias en la
tribu. Maestro en el arte de abordar los temas más escabrosos con la habilidad
y el despejo de un Alistair Cook o de un Walter Lipmann, al que se parecía
físicamente un poco, era un experto de abrir nuevos enfoques, creando
corrientes de opinión.
Corresponsal
atípico dentro de lo que estamos acostumbrados, no se consideraba un literato
de campanillas y con pretensiones a la galería. Más bien se mantuvo siempre
dentro de una línea gris de escritor riguroso que manejaba con elegancia,
solidez, sobriedad y dignidad el castellano no dejandose llevar por los
barbarismos y solecismos de los amaneramientos acostumbrados de los que
pensando en español quieren escribir en inglés pues su lengua nativa les parece
poco.
Narraba
superior. Y no contaba batallitas. Cotejaba dos o tres fuentes antes de ponerse
a redactar aun cuando ello le deparara disgustos. Más de uno y más de dos que
yo me sé. Hubo de poner la vida al tablero y jugarsela a la taba en más de una
ocasión. Su nombre habrá de estar, sin desmerecer, junto a los grandes
cronistas del exterior que ha dado este país: Julio Camba, Bonafoux, Augusto
Asía, Valentín Massip, Ismael Herráiz, Manolo Pombo Angulo, Celso Collazo.
Había aprendido
su oficio en la vieja A.P.[2]
Pero, indomable en la defensa de los intereses de su patria, a Félix no había
quien lo sobornase.
Sus textos -
era un experto en aeronáutica, y creo que dejó aparcado el ingreso en la
Academia del Aire de San Javier cuando ganó una beca Fullbright para ir a
estudiar a Nebraska, renunciando así a su primigenia vocación: quería ser
piloto de combate- eran examinados con lupa por los gurús del Pentágono. Sabía
mucho de cazabombarderos y de misiles de alcance.
Nadie ha sabido
contar con tanto rigor, solercia e incluso alborozo la era Johnson, la era
Nixon, la era Ford. Éste último, uno de
los presidentes más torpes y anodinos pero de los más simpáticos que hayan
pasado por la Casa Blanca.
Aquella América
de entonces era un país nodal. O diametralmente opuesto a aquél al que rigen
los designios de George Bush el Mozo. ¿Fue una cortina de humo el Watergate
para tapar los trapos sucios? ¿O más bien una verdadera conspiración para
hundir al mejor emperador con que haya contado la República: Richard Milhous
Nixon? Nunca acertaré a responder.
Sólo FO como un
verdadero maestro a los iniciados en estas lides de los “lobbies”, “caucus”, y
otros tremedales del régimen interior de la clase política en Washington supo
contarselo a los españoles, poniendo tesón, pasión, muchas horas de trabajo y
su miaja de refitoleo en cada crónica.
En ellas había
que encontrar siempre una clave. Un trasfondo. Él como escritor era hábil y
hasta puñetero. Sabía poner una vela a Dios y otra al diablo, pero sin decantarse
por ninguna versión, como en el caso de los “fontaneros” del Asunto
Watergate. Supo dar otra lectura del
caso diferente a Woodward y Bernstein en el Washington Post. Jamás se
contradecía pero nunca le veías venir. Y
eso que no había nacido en Puente Deume sino en Palencia.
¡Con qué
orgullo hablaba de su padre, un factor de Renfe en la estación de Venta de
Baños!
Me cupo el
honor de relevarle en la corresponsalía neoyorquina a la que acudí un poco
anonadado pues él había dejado el listón imposible de subir. Aunque hice lo
indecible de acomodarme a sus consejos, no supe cumplirlos a rajatabla, aunque
me parece que a mí tampoco me fue mal del todo.
Tampoco llegué
a entender por qué abandonaba la Ciudad de los Rascacielos. Me dio a entender
que lo quería era vivir con Dulce en una casita en el campo en compañía de sus
hijos.
Nuestras
relaciones, sin embargo, arrancaban mucho antes de aquella coyuntura. Habría
que remitirse a los días de vino y rosas del Diario SP allá por 1967.
La relación se
ubicaba en una nave frente a una paridera antigua que había sido convertida en
almacén por unos chatarreros allá en los confines de los Cuatro Caminos
proletarios. Fue la primera redacción libertaria y ecléctica surgida en pleno
franquismo. Apiñados al pie de Rodrigo Royo hacían cama redonda comunistas,
ácratas, socialistas, anarcos, economistas, un jesuita, un guerrillero de
cristo rey y hasta uno que es hoy famoso bailarín. Y todos comiendo en el mismo
plato.
Cerrada la
edición, nos largábamos a tomar una copa a un pub, El León Rojo, regentado por
un inglés que estaba casado con una catalana. FO sorprendía a todos por la
elegancia y fluencia de su inglés de “wasp”. Como aprendido en West Point.
Y por su
aguante del güisqui y la cerveza. Nunca lo vi borracho en aquellas noches de
humo y alterne. Algunas de ellas para olvidar. La prestancia de Félix era la de
un hidalgo castellano con porte y dignidad suficiente como para pasar por en
medio de un charco sin salpicar los zapatos.
Nuestras rondas
por el Red Lion no eran óbice para la gran profesionalidad de Félix y su
admirable capacidad de concentración y de trabajo. Podía escribir sin tachaduras y casi sin
alzar la mirada tres horas seguidas. Y de corrido. Consultando únicamente con el
archivo que tenía metido en la cabeza. Un verdadero superdotado. Un número uno.
En abril de
1973 recuerdo que Tomás Cerro Garrochano, a la sazón mi redactor jefe en
Pyresa, me puso un flash urgente a Londres:
-Espera,
Antonio. Te va a hablar un amigo.
Todos los
timbres de alarma sonaron como campanas alborozadas en la quietud gris de la
atardecida londinense. Estuvimos una hora de palique a través del télex. Por
aquellos días era el gran instrumento de trabajo de los periodistas en el
extranjero y un anticipo de lo que son ahora mismo los chats de Internet.
Maquinas prodigiosas, misteriosos inventos que acortan distancias y parece que
han acelerado el ritmo trepidante de la historia.
Me comunicaba
que había sido nombrado corresponsal en Nueva York. Tuve el honor de ser uno de
los primeros en saberlo. Félix iba a relevar a Guy Bueno, otro histórico del
periodismo, que, cansado de la Gran Mejana, se retiraba a Palma de Mallorca,
donde moriría al cabo de poco de un cáncer de piel, lo mismo que mi antecesor
en Londres, Antonio Avendaño. Entre medias, estuvo Manolo Adrio.
Después quedó
patente que la elección no había podido ser más afortunada. El gran Félix
Ortega se convirtió en la estrella de la cadena. Le aguardaba un cuatrienio
frenético donde brillaría con luz propia aquel fenómeno de un periodismo nuevo,
experto en comunicaciones. Oí decir a Vicente Cebrián que lo sabía todo
que lo conocía todo.
Fue un pionero
de un género difícil y en el que hay que hacer tantos equilibrios como es el de
corresponsal diplomático a la usanza anglosajona. En España sólo tenían derecho
a esmerarse los curas vaticanistas y los monárquicos y los que iban de plumas
galanas. FO, hijo de un republicano que no lo pasó del todo bien con Franco,
pero también producto de un sistema de igualdad de oportunidades en el que se
trató de orillar las diferencias que habían dado pábulo a la pugna fratricida,
no era ciertamente un meapilas. Del ABC o del YA lo hubiesen echado a gorrazos,
lo mismo que del DEIA. Sólo tendría cabida en un periódico falangista en el
cual los que trabajábamos eramos mayormente rojos. No era ni de unos ni de
otros. Pertenecía al futuro aunque sin desdeñar el pasado.
Habituado a
medir la realidad con ojo americano, andaba por encima de las rivalidades de
campanario y no llegaba a comprender los enfurcios de la política
carpetovetónica, eso que nos acerca tanto al esperpento valle-inclanesco o a la
olla podrida de Galdós.
-Pero ¡qué
burros! ¡qué burros, oye!
Y cogiendo una
lata de cerveza vacía, de marca nacional, una Mahou, trató de aplastarla entre
sus dedos. Su liga metálica era lo suficientemente rica y consistente como para
no combarse al primer envite.
-¿Qué me
quieres decir, Felisín?
Íbamos
caminando por el Paseo de Recoletos.
-Nada que si
hubiera sido el encase hecho en Milwaukee ya estaría hecha un acordeón. Y aquí
no quieren darse cuenta. Creen que todo lo extranjero es lo mejor.
Se salía del
cuadro. Por eso les resultaba tan repulsivo a los mediocres. No le perdonaron
ser despertados a las cuatro de la madrugada por un timbrazo de teléfono desde
Madrid a causa de una de sus habituales exclusivas. Los pisotones de Félix
Ortega eran tan tremebundos como implacables.
Puso a España
en pie de guerra con lo de la “Marcha Verde”. Él fue el primero en descubrir
las verdaderas intenciones de Hassan II con respecto a Ceuta y Melilla primero
y después el Sahara Español. La
diplomacia alauita se vio desenmascarada en el primer caso y hubo de dar paso
atrás.
Poseía una
agenda de buenos contactos y era un tipo valiente y audaz que vivía sin las
alharacas de otros en un cuchitril de treinta metros cuadrados en el Midtown y
por el que pagaba un montón de dolares en compañía de Dulce. A veces su cuñada
Chiqui pasaba con ellos temporadas. Ahorraban para comprarse una casa en
España.
Nos volvimos a
ver en la primavera del 97. Comimos juntos un par de veces. Se le notaba mucho
las tablas y el despejo con que se desenvolvía en la diplomacia de mantel.
Unos le
acusaron de pertenecer a la CIA, otros al KGB pero él era Félix - FO para los
amigos, ni del Foreign Office, ni del M15 tampoco- sino el hijo de un
ferroviario de Palencia. Trabajaba por entonces como jefe de prensa de la
Compañía Iberia, empresa en la cual demostró su competencia y profesionalidad,
haciendo frente a los retos del desmontaje, la reconversión, las múltiples
intercadencias de todo cambio de fase en un país, en una familia, en una firma
comercial que era llamado el buque insignia de la tecnología española.
Creo que a este
halcón que se había codeado en sus rasantes vuelos espectaculares con las
aguilas calvas de las Rocosas y con los buitres del Pentágono le daban un poco
de risa los pardillos y garrulerías de nuestros gorriones. Él sonreía con algo
de tristeza y condescendencia en vista del panorama. Me pareció que vivía
enclaustrado en su mundo de grandes temas. Avances tecnológicos y científicos.
Como encaramado en la nube del no saber jugaba a la no presencia, que es lo que
hay que hacer por estos pagos cuando las pulgas quieren convertirse en
elefantes.
Y recuerdo
aquella comida con dos coroneles del CESID en un restaurante de la carretera de
la Coruña a los que tuvo Félix dos horas sin pestañear enterándoles de asuntos
que ellos no sabían. Sólo un gran profesional como Félix Ortega era capaz de
eso: tener con la boca abierta a dos oficiales con tres estrellas de ocho
puntas del gran estado mayor de la inteligencia militar española. De lo que se
trato en aquel almuerzo hago gracia al lector habida cuenta de ser materia
reservada. No bebió ni una gota de alcohol.
Las viandas ni las tocara. Eso sí. Se fumó un pitillo tras otro.
Despedidos que fuimos de nuestros
anfitriones, me pidió que lo acercase en mi coche a Madrid. Ibamos charlando de
nuestras cosas, cuando al llegar a la altura de Moncloa me pidió que parase
frente al edificio de la Fundación Jiménez Díaz, como al desgaire y casi
distraídamente, puesto que su aspecto era magnífico, pese al cansancio que
detecté. Había hablado noventa minutos ante los interlocutores haciendo uso de
su facundia magnífica, matemática y brillante. Escribía como hablaba.
-Déjame aquí.
-Pero, hombre,
si esto es el Clínico. ¿No te apetece que tomemos una copa como en los viejos
tiempos?
-Otro día.
Ahora voy a que me implanten en la pierna un by pass.
-¿Qué me dices?
-No tiene la
menor importancia. Saldremos de esta, Parrita, ya lo verás.
Y salió pero no
volveré a verle más. Se perdió por el paso de cebra de la Plaza de Cristo Rey
debajo de los regoldos y los plátanos que nosotros vimos plantar cuando eramos
estudiantes.
Félix me saludó
desde el otro lado de la calle mientras encendía el enésimo cigarrillo.
Aquellos “Kent” mentolados light que él fumaba, el bronco tabaco que fumábamos
todos en Manhattan y que nos ha ido matando a todos poco a poco. Nunca hubiera
podido imaginar que a mi amigo, tan pronto, y tan joven le hubiera salido la
hoja roja.
Siento su
muerte como una anticipo de la propia. Se ha ido a la chita callando. Sin
demasiados aspavientos. Con elegancia. En la sencillez. Como era él. Sin
grandes alharacas. Aunque a Félix nunca había que perderlo de vista. Trabajaba
sin dar cuartos al pregonero. Era un gran español y también una de las primeras
plumas que tuvo la Transición. Con hilo directo al Palacio de la Moncloa donde
el presidente Suárez le consultaba. Quizás muchos no sabrán agradecerselo pero
él era así. Good soldiers never die.
25 de febrero
de 2002
n LOS TEMPLARIOS Y LA RECONQUISTA IMPOSIBLE
Cuando en el
mes de marzo de 1214 moría frente a las torres de Notre Dame Jackes de Molay,
el último maestre de la Orden de los Caballeros Pobres de Cristo, condenado a
la hoguera bajo los delitos de sacrilegio, sodomía y avaricia, se ponía término
a una de las grandes utopías que recorrieron el pulso de Europa durante la Edad
Media: la recuperación de Jerusalén, el triunfo de la cruz sobre sus otros
símbolos rivales.
La condena a
muerte del famoso Jacobo de Molay tuvo unas consecuencias mortuorias para sus
propios verdugos. El postrer de los grandes abades que tuvo la cristiandad
latina, en una arranque de presciencia ante el patíbulo, había vaticinado que
tanto el papa que lo condenó, Clemente V, como el monarca francés que se
apoderó codiciosamente de todas las propiedades de la Orden confiscadas por la
Corona tendrían que enfrentarse ese mismo año con él ante el juicio de Dios.
Efectivamente,
a los pocos meses, unas fiebres acaban con la vida del pontífice en Aviñón. Los
galenos recetaron un emplasto de esmeralda molida que aceleró su muerte. Felipe
el Hermoso sufriría un accidente de caza que le haría descender al sepulcro.
El último de
los grandes caballeros antes de expirar formuló otro vaticinio que nos
resistimos a transcribir aquí a causa de su duro contenido contra las
manipulaciones y calamidades que causaría a la cristiandad, con una recua de
escándalos, la gestión de los herederos de los Honorios, los Bonifacios, los
Clementes.
A dí de hoy
puede que las ultimas palabras del mártir se estén cumpliendo a rajatabla.
Basta con alzar la mirada en torno y hacerse cargo de los males que afligen a
la catolicidad.
Con él fueron
ajusticiados unos quince mil religiosos profesos en dicha Orden entre
postulantes, sargentos[lv],
hermanos legos y sacerdotes. El rey de Aragón también confiscó las posesiones
templarias en Cataluña. Monasterios como el de Monzón, Peñíscola, Horta,
Alfambra, Villel, o el de Carracedo en tierras del Bierzo quedaron disueltos.
Los hechos y
conclusiones que nos confía la historia del Temple que no es sino la crónica
del impulso por buscar la reconciliación con Dios a costa de atropellar al
prójimo y el derecho a la primogenitura con el Todopoderosa malquistandose con
los semejantes. Es la descripción de una muerte anunciado. El gran fracaso. El
supremo baldón.
Son episodios
para dejarnos intranquilos y escépticos ante tales denuedos que han convertido
la Ciudad Santa en tramoya de odios y de rivalidades viscerales. Sus piedras,
manzana de discordia y ocasión de lucha, peligros y sangrientos crímenes contra
la humanidad como el que perpetraron los cruzados al alimón con los venecianos
dentro del recinto de Constantinopla en el verano del 1202. Ocho siglos después
los israelíes practican las mismas masacres en Cisjordania. ¿Dónde está Dios?
¿Por qué no levanta la cabeza y se pronuncia ante la secuencia de desmanes que
conforman nuestra actualidad diaria?
“Adoran a un
ídolo, escupen y mean sobre un crucifijo, en los capítulos y reniegan de Dios.
Sus sacerdotes no consagran en la ceremonia eucarística, limitandose a imponer
las manos” fue lo que adujo uno de los acusadores, un tal Equius, en su
deposición contra la Orden.
La delación un
día de otoño de 1307 con las primeras heladas en Paris echó a temblar todas las
hojas de este vergel florido, del jardín de María, que había sido esta milicia
de caballeros románticos que habían puesto su espada y su fe a los pies del
papa para el mejor servicio de Jesucristo. Muy mal fueron pagados. Pero hay
muchos contrastes y no pocos contrasentidos. Caballeros pobres, caballeros
ricos, por amor a Jesucristo.
Con ello se
pone en marcha uno de los procesos más afrentosos y sanguinarios que registran
los anales para sonrojo del papado y vergüenza de la delicada Flor de Lis. La
Inquisición de la Soborna - la más temible - mandó a la hoguera o a languidecer
hasta las muertes en las mazmorras eclesiásticas a cerca de cincuenta mil
varones religiosos. Puede hablarse de un verdadero genocidio y de asesinados en
masa de la más aviesa índole.
De esta forma
se reconocía el mérito y la labor de los que defendieron los muros de
Jerusalén: haciendoles escalar los peldaños del cadalso.
Asimismo, se
dijo que durante sus tenidas se entregaban a toda suerte de licencias carnales
y que la practica de la homosexualidad era habitual en los castillos del
Temple. Besos en las nalgas y a veces en los labios y en el pene. Pero ¿de
donde han podido salir tales infundios? Tenían dinero y la envidia posee
inclinaciones asesinas. El populacho
suele ser voluble de criterios. En Madrid hubo una revolución durante una
pestilencia. Decían que eran los frailes los que envenenaban las aguas con el
morbo colérico. Y los templarios a fuer de ricos estaban en la obligación de
ser maricones.
¡Como si sólo fuera en estos sitios! Los
moralistas la denominan la polilla de los conventos y ese es una de las pestes
que no ha conseguido erradicar la iglesia latina a lo largo de más de mil años
de historia. Meter mano a un monaguillo
o violar a una novicia debe de ser lo más natural del mundo habida cuenta del
ambiente de encerramiento.
No hubo
testigos en este juicio en el que la tiara y la corona de San Luis trataron de
barrer para casa en una simiesca pantomima que remedaba las sutilezas y
sobresaltos del tribunal del canguro. La lista de cargos a ojos vista era del
todo gratuita. En ella jugaban al tute el escarnio, la contumelia y la delación
más deplorable. Se pisoteó el derecho pero tanto la curia como el tribunal regio
cohonestaron con visos de honorabilidad esta farsa sangrienta. El objetivo
final era el famoso tesoro de los templarios que se guardaba bajo la críptica
de la mezquita de Omar que sería su casa madre durante más de un siglo.
Lo de las
micciones y salivajos sobre el crucifijo puede que tuvieron connotaciones
simbólicas de aborrecimiento de todo aquello que determinó la crucifixión y
muerte del Salvador. En el anverso de la cruz gloriosa, dicen, yace el
anticristo. Los templarios buscaban por todos los medios el triunfo de la cruz
y el aplastamiento de los enemigos del Símbolo de Nicea aunque para ello
tuvieran que orquestarse en ceremonias y ritos de carácter iniciático.
En cuanto a que
no consagraban puede que hubiese a ojos vistas una notable influencia en ello
de los popes con los que convivieron durante tanto tiempos y a cuyos protocolos
y rúbricas rindieron pleitesía en la pompa y riqueza de sus ornamentos. Para
más parecerse a ellos se permitía a los freires llevar barba, por dispensa
especial, aunque el cabello lo traían corto y en tonsura a diferencia de los
bizantinos.
En las iglesias
de Oriente la transubstanciación no tiene el mismo sentido riguroso que entre
los latinos. Es epíclesis o invocación al Spiritu. Los padres griegos hablan de
eucaristía pero también de eulogía. Los bulos tenían por tanto una base real
pero habían sido manipulados o tergiversados a gusto del consumidor.
Con prelatura
personal y bajo la obediencia solo del papa los templarios habían ideado un
ritual propio, muy solemne y cargado de símbolos, como diría el propio Jacques
de Molay en uno de los raros momentos en que rompe el silencio contra el cerco
de calumnias y falsedades que los enemigos de la iglesia propalan contra la
orden durante una de las sesiones de la causa.
Dijo que pocos
institutos religiosos se había preocupado tanto del esplendor de Su Casa, esto
es: del culto católico. Su rito, más ecuménico, se parecía al bizantino y al
final de la misa, cuyo canon era sensiblemente largo que el carmelitano, el
cartujano o el dominico, que también tenían dispensa de la Silla Apostólica
para hacer sus modificaciones, insertaban oraciones en hebreos, en griego y en
árabe. Tampoco hubo nadie que se preocupase tanto por la limosna y por socorrer
al pobre. Y en el mismo orden de cosas ningún otro consorcio en el seno de la
iglesia había derramado con tanta profusión la sangre de sus hijos en defensa
de la fe.
Esta autonomía o prelatura personal fue el
desencadenante de la envidia y emulación que marcó la existencia del consorcio
y es un morbo del que nunca estuvo exento el clero por naturaleza envidioso y
puntilloso. A los diferentes se les suele aplicar la legislación vigente de la
murmuración y aquí a quien descuella se les trata por todos los modos de segar
las piernas o descabezarlo. Es el pecado
de Judas latente en los estamentos más encaramados del apostolado y la
jerarquía y que torna la vida de los eclesiásticos en verdaderas cámaras de
tortura. ¡Camándulas!
Tales especies
contra los Caballeros Pobres de Xto tenían que venir por fuerza de algún
clérigo. Partieron de la boca de un tal Equius, escribano del arcediano de
Notre Dame, un tal Guillermo de Nogaret. Éste, seguramente un
criptocátaro, se avino a explotar su
enemiga contra los templarios, profesores y difusores del culto a la Virgen que
habían traído de Oriente por toda Europa, y algo que repugnaba a la naturaleza
de los albigenses, amigos de lo concreto y que no concebían la sublimación de
los afectos, quienes veían en toda mujer una suerte de consolamentum o viatico
para sobrellevar las tristezas terrenales, nunca una diosa, para dar vado a la
codicia y al orgullo del monarca francés. En el odio anti virginiano se
anticiparon los cátaros a los protestantes más de tres siglos.
La revuelta de
los cátaros que conmovió a la iglesia occidental hasta sus cimientos a
comienzos del siglo XIII encontró en el Temple un antemural de contención.
Frente al consolamentum, el amor libre y el comunismo albigense ellos
predicaban la devoción marial, la rectitud de conciencia, el individualismo. La
disciplina. La comunidad de bienes y de intereses pero nunca la comunión de las
vidas. Odiaban algo que estos monjes tenían muy a gala y era el ritual, el
culto externo, los sacramentos, la jerarquización. El movimiento herético que había
sido sofocado a sangre y fuego por Simon de Montfort había supuesto una
verdadera guerra civil, por lo que tenía de igualitario y de revolucionario.
Por primera vez Francia intenta sacudirse el yugo de los abates. No sería por
supuesto la primera vez pero aquello traería estigmas y algunos viales del
protestantismo cátaro atravesando las rutas de la edad media y del renacimiento
llegaron casi hasta la edad moderna donde propician tensiones como las que
depararon el galicanismo, algo tan francés, o el jansenismo.
Nogaret cuyos
abuelos habían perecido en la hoguera vierte su veneno contra Jacobo de Molay,
un auténtico caballero a la usanza cristiana. No se sabe la causa de porqué el
último maestre había despertado en la curia papal tanto veneno. Acaso hay veces
que analizando lo que ha sido la historia de la iglesia comprobamos con
tristeza que acaso sea el diablo el que tenga la última palabra.
Es la
casuística contra el dogma. Las concretizaciones de los “consolados” de Albi
contra los partidarios de la gran teología. Se recuerde que san Bernardo había
escrito la regla a los templarios para convertirlos en baluarte de la fe y los
mandó desplegarse allí donde ésta más en peligro, que eran España y Palestina.
Que marcharan de dos en dos. Caballero y su escudero, remembranza ecuestre de
Castor y Pólux, jinetes a pelear por la causa justa, que se abstuvieran de la
frecuentación del trato torpe con mujeres, que se abstuvieran de los placeres
de la caza y que no perdieran sus “horas
en la vanidad del ajedrez y del juego de damas”. Que no comieran carne los
viernes y ayunaran el Adviento y la Cuaresma.
Felipe el
Hermoso tenía fama de justo pero engreído. Es una versión medieval del primer
chovinismo francés. El estado soy yo. Y Dios no es inglés ni romano sino que
habita bajo el cielo de las Galias. Puso en práctica una política de “grandura”
para someter a los estados pontificios a férula. Este sentido del patriotismo
le condujo a no pocos excesos porque entre otras cosas a él se debe el Cisma de
Aviñón cuyo chupinazo de salida serían los ignominiosos procesos contra el
Temple. La noción de que no hay vino como el borgoñón y que Francia es la
medida de todas las cosas junto con un papa débil - Beltrán de Got que subió al
pontificado con el nombre de Clemente V y que para colmo era gascón - fue una
de las causas determinantes de aquel drama que cambiaría para siempre la
historia de la iglesia porque de haber seguido los templarios es casi seguro de
que las cosas hubieran seguido rumbos diferentes.
En nombre de
esa idea de la monarquía heliocéntrica se escribió una de las paginas más
bochornosas de la historia del pontificado con la persecución y eliminación de
uno de los baluartes más sólidos del sistema. La jerarquía haría el haraquiri
un poco de la misma forma que lo haría siete siglos y medio más tarde. Se
anuló, se automutiló a sí misma. ¿Cómo puede ser esto la obra del Divino
Paráclito? Los inquisidores que prenunciaron la sentencia de la hoguera y el
pontífice máximo que los condonara parecen imbuídos de un alma diabólica. Pero,
alto ahí. Razón llevan los que dicen que la barca del Pastor se renueva
constantemente y adopta los contrarios cada equis tiempo para sobrevivir. En el intervalo de dos generaciones, menos a
veces, no son los mismos ni el cuadro de mandos, ni la marinería, ni el rumbo.
Los templarios
habían sido el surtidor que eleva a la iglesia medieval sobre todo con las
manifestaciones catalogadas del arte románico a alturas insospechadas. Se les
considera como los albañiles del misterio. Querían que la Iglesia surgiese
sobre las cenizas del templo de Salomón cuyos tesoros ellos llegaron a acaparar
al tomar posesión de la mezquita de Omar poco después de que Godofredo de
Bouillon entrase triunfante en Jerusalén. Un edificio circular de planta octogonal
fue su residencia en la Ciudad Santa y su casa madre.
Aquel templo
salomónico tenía ocho ábsides y ellos trataron de imitar ese numero áureo en
las fundaciones que esparcen por Palestina y por el Occidente.
Del Oriente
trajeron los grandes misterios y se consideraron herederos de un patrimonio
católico universalista, abierto a todas las tendencias incluso a otras
religiones con las que intentan fomentar el diálogo. Cristo a pesas de que sus
enemigos dijeron que escupieran sobre su imagen se alza como una verdadera rosa
de los vientos de los destinos de la humanidad. No es un concepto unívoco sino
equívoco. Hay muchos cristos.
Por eso
quemaron en la hoguera al maestre Molay porque era una caballero andante que
iba tras las huellas del mayor y mejor de los caballeros andantes que han
existido: Jesús de Nazaret.
Su cruz roja -
símbolo apotrocaico de salvación- que llevaban bordada en la pechera de sus
hopalandas los monjes soldados proclamaba una idea general que entraba en
conflicto con el orgullo y particularismo francés.
La caída de San
Juan de Acre y la pérdida de Jerusalén a manos de Aladino en 1191 fue para
ellos el principio del fin. Sin esas dos mermas, porque todo hay que decirlo,
los templarios en lo externo fracasaron, aunque su espíritu interior siga
siendo una garantía de éxito para lo porvenir porque será la orden que vendrá a
sacar , cuando renazca, a la iglesia de esta impasse, no se hubieran producido
los procesos inquisitoriales de París.
Algunos de los
inculpados aceptaron los cargos bajo el gatillo de la amenaza y el halago pero
esta prueba testifical carece de valor jurídico. Las confesiones que son
arrancadas mediante tortura carecen de todo valor. Pero algunos pobres
encausados anhelosos de salvar la piel admitían haber tenido contactos pecaminosos
y besos en la rabadilla a otros miembros de la fratría, que los sacerdotes no
consagraban, que se adoraba a un ídolo que llamaban bafomet, una especie de
cabeza parlante, algo así como la “caja tonta” de ahora misma que les tenía a
los hermanos al corriente de todos los sucesos que acontecían en el mundo. Le
preguntaban algo y la cabeza le respondía. Tenía los verdaderos efugios y
atributos de una Sibila.
En el potro y a
la sombra de la catasta para conjurar la amenaza del suplicio acabaron confesando
todo lo que querían sus esbirros.
Pero en contra
de tales deposiciones arrancadas ante el tormento lo cierto es que no hubo
orden más limosnera, ni que hubiese proporcionado a la iglesia tantos mártires
en defensa de la fe ni que hubiere practicado tanto la caridad pues nacieron
para defensa del peregrino. Tampoco hubo dentro del culto latino otro rito más
excelso que el templario. Las misas eran larguísimas y todas ellas cantadas,
plenas de simbología y de belleza. No hubo ninguna otra orden en la iglesia a
la que respetaran tanto los musulmanes puesto que prevenidos siempre para la
guerra - que es la misión de un soldado- ellos se decantaban en todo momento
por la paz y sabían pelear lo mismo que respetar las treguas con los árabes.
Además los templarios, precursores de los jesuitas, eran una clase de frailes
muy inteligentes aunque no tan taimados como los de la Compañía, pero, eso sí.
Amigos de los pactos y las componendas, y muy pleitistas. Allá donde veían
ganancia no vacilaban en embarcarse en un largo proceso con tal de conseguir
los objetivos.Hasta incluso admitieron en el seno de la orden conversos
muslímicos y turcoples[lvi].
Así que lo que
se decía contra Molay y su visitador general o senescal, Geoffrey de Charnay,
no podían ser otra cosa que fabricaciones y bulos. Pero a veces son la calumnia
y la maldad los que mueven la rueda de la fortuna.
El ascenso y la
caída de esta institución semeja en todo caso a la crónica del fracaso que
retrata en sus páginas el buen franciscano en el Devoto Peregrino por
cuanto que refleja el fracaso de un decamerón[lvii]
místico al incompatibilizar el deseo con la realidad. Palestina es la tierra
del derrumbe de muchas ilusiones ultra terrenas.
La
fenomenología templaria refiere un desastre religioso y bélico que acarrea por
paradoja una apoteosis espiritual sin más preámbulos. Este triunfo es el que
condice al desplome de forma inexorable.
Entre medias
hay, como es natural, un asunto de intereses crematísticos porque ninguna
religión puede evaluarse sin interés y sin doblones. Los freires se juramentan
para velar por los accesos peregrinos a los santos lugares. Y de paso
asegurarse la apertura de nuevas rutas comerciales. Lombardos y venecianos, no
se olvide, jugaron un papel primordial en esta aventura mesiánica.
Los mercados se
consolidad en retaguardia a fuerza de mandas y de donaciones pro anima. Dichas
legaciones testamentarias van a parar todas a las arcas de las ordenes
religiosas y son de las albaceas que se genera una copiosa riqueza.
Pero -
insistimos pues es la historia de todas las grandes ordenes religiosas de la
iglesia latina - el éxito crematístico depara la desintegración espiritual y la
ruina en suma.
Cuando se viaja
a Londres en pleno corazón de la city y en una calle llamada Lombard st.
Todavía los turistas podrán considerar el ámbito de lo que fue una ermita
románica de estructura octogonal y orientada hacia el Santo Sepulcro. Allí
precisamente los freires del normando Hugo de Payns empezaron a ejercer como
prestamistas y banqueras.
Esta
consideración hecha en pleno corazón de la ciudadela donde se auscultan las
finanzas del mundo es importante por lo que tiene de signo. Los Caballeros
Pobres por amor a Cristo en poco más de dos siglos de vida institucional
devinieron riquísimos gracias a las herencias, compras, traspasos, cesiones,
mandas, beneficios, alodios, mayorazgos, transacciones, usufructos, bienes
relictos, hijuelas, últimas voluntades, etc. Del control de Jerusalén, pulso
del mundo, se pasó a la tenencia de fincas y a ser sus monasterios latifundios
en ejercicio.
A resultas, se
hicieron riquísimos. Las encomiendas era el maná que llovía del cielo pero
trajo como consecuencia la envida y la disipación. No podía ser de otra forma.
Iñigo de Loyola leyendo la “Vita Christi” escrita precisamente por un
templario, el Cartujano, se convirtió a la fe verdadera mientras alentaban en
su pecho raudales de entusiasmos de un belicismo espiritual que luego haría
verdaderos estragos no sólo en el seno de la iglesia católica también de las
protestantes. La edad moderna es una autentica milicia a lo divino que nos
llevará a las guerras de religión: la noche de San Bartolomé, la batalla del
Boyne, etc.
Unos y otros
aun diciendose cristianos y seguidores del manso cordero no paran de
desenvainar la espada. Los jesuitas vinieron a ocupar el lugar que habían
dejado los templarios. Con una diferencia los hijos de san Ignacio fueron
siempre más sibilinos y contundentes que los de Hugo de Payns y de Godofredo de
Saint Homer.
Aunque los
jesuitas no se acercan al remoto ideal caballeresco de sus modelos en su
retórica están admitiendo intrínsecamente que para acceder al Rey Espiritual se
llega mediante la lucha y con el respaldo de la riqueza, pues la pobreza no es
más que un ente de razón y sólo se habla de ella en los votos que harán a los
jesuitas, otros caballeros pobres por amor a Jesucristo en cresos
terratenientes en la Patagonia y beneficiarios de vastas propiedades en todo el
orbe, a pesar de la dicotomía de valores a los que alude el fundador de la
Compañía de reino espiritual frente a reino temporal sin aclarar que ambos
pueden ser una misma cosa.
Desgraciadamente,
las cruzadas como todas las guerras sólo se llevan a buen puerto mediante una
buena logística. Esto es caudales bien administrados. Así que de cara a los loables
fines soteriológicos de salvación universal es conveniente tener una buena
bolsa al alcance. Y un ojo en el cielo y otro en el suelo según decía Aguaviva[lviii].
El fraile que
escribe el “Devoto Peregrino” no se cansa de emitir llamadas angustiosas a la compasión
y la limosna de los buenos cristianos cuyos sufragios podrán conservar el
decoro de los buenos lugares. Ese empeño es identico al de todos los maestres
que tuvo la regla cuando ocupó la mezquita de Omar y después desde la fortaleza
de San Juan de Acre. No hay que pasar por alto ese aspecto financiero que tiene
la iglesia. Bajo este afán de dineros lo se esconde es el deseo de lucro. Así,
la riqueza de la iglesia viene a ser el producto de dos sumandos: la inversión
en la bienaventuranza eterna y un cierto anhelo de reconocimiento temporal.
Con sendas
variables tenidas en cuenta la pluma se aventura por los recovecos de todas
esas perplejidades de la edad media que fue la hora dulce del poder eclesial.
Tal vez los franciscanos desplazados a Tierra Santa desde España que al igual
que el Temple se ligaban por obediencia
a un cuarto voto - la vigilancia de los Santos Lugares- pagaron con sus vidas
los despropósitos cometidos por sus antepasados cruzados. Siempre fue así,
aunque esto no exime a la jerarquía de la búsqueda de soluciones. El poder
romano sigue prisionero en su torre marfileña y no se allana a ver la realidad.
Hoy cuando ya
no hay quejada o bofetón simbólico, puesto que el golpe de acolada lo da la
televisión con sus prorrateos fantasmales, a la hora de investir caballeros, se
abre sin embargo un horizonte de esperanzas, pueden volver a cabalgar de nuevo
los caballeros pobres de Xto. Y vendrán flotando al viento la estola de los
diáconos hasta nosotros. La diaconía puede resolver los males del clericalismo
que padecemos como una herencia del legado medieval y ser la solución a
múltiples cuestiones e interrogantes que plantea la realidad pero sobre todo el
síndrome de iglesia vacía. Hacen falta nuevos sacerdotes pero otros sacerdotes,
no los que ya había.
¿Qué importa la
cuestión del celibato? De nada sirve volver a las antiguas máximas nicolaístas
que permitían a los clérigos casarse con varias mujeres. Lo importante es
Jerusalén. Allí nuestro anhelo y nuestro consuelo. Mi vida y mi muerte.
Pedro el
Venerable y Bernardo de Claraval sostuvieron una polémica en pleno siglo XII
sobre quien es mayor en el reino de los cielos el que sirve o el que reza.
¿Obras de beneficencia u oficios divino? El primero se decantaba a favor de
María mientras el segundo pensaba que para santificarse y para más gratulación
con la divinidad la postura de Marta es más egregia. Es la pregunta del millón.
¿Qué preferís? ¿El pomo de alabastro o los cuatro tenedores? Judas y los
fariseos escandalizados del derroche y del dolce fare niente de la mujer se
decantaron por los tenedores y declinaron el perfumador pero hay quienes
pensamos que en el llanto y las lagrimas de la Magdalena a los pies del
Salvador, al que ungía para la crucifixión estaba la solución a muchos enigmas
que nos afligen. La controversia planteada en casa de Simón el Leproso en
Betania en tan crudos términos sigue siendo de perentoria actualidad. Sin
contemplación difícilmente puede haber acción y a la inversa. Están los tiempos
cambiados y hoy se reza poco. El temple se hundió porque en su afición por
arrollar a los enemigos de la fe y su anhelo de ganancias y de encomiendas se
olvidó de la tarea primordial de todo monje que es la recitación de las Horas
canónicas.
Hombres de poca
fe, nunca conoceréis que todo lo demás se os dará por añadidura. He ahí por lo
tanto una buena conseja.¿A quien soltamos? ¿A Jesús o a Barrabás? ¿Marta o
María a quien elegís? Fue la respuesta de Judas: “Hubiera sido mejor con lo que
cuesta ese frasco darselo a los pobres? Pero Cristo le respondió: a los pobres
los tendréis siempre con vosotros. A mí no. Y aquí seguimos todos rezando muy
poco. Y así nos va.
J
TIRSO ARTEDO
MEMBIBRE.
SE TERMINÓ DE
COMPONER EL DÍA DE SAN BENITO ABAD PATRÓN DE EUROPA 11 de julio de 2002
AD MAIOREM DEI GLORIAM VIRGINISQUE
MATRI
¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨
NOTAS DE PERSPECTIVA LÉXICA Y SEMÁNTICA.
[1]Traidor
[2] Associated Press una de las
grandes agencias de prensa, famosa por su celeridad y oportunidad ante la
noticia.
[i].Acciona el gatillo primero y
después preguntas. ¿Alguna duda? No hay preguntas.
[ii].Legendae Antiquae, Regula
Secunda, c. XII.
[iii].Nombre que daba la Escolástica
al profeta Mahoma.
[iv].Enfrentalos unos con otros y
ganarás.
[v].Sarajevo en la actualidad.
[vi].Y también caridad
[vii].Bacín o palangana.
[viii].Μαθεσις información, pauta de
conocimiento.
[ix].El crecimiento por
superfetación del yo onírico.
[x]. Ben o ibn, pero nunca Bin, como
dicen los anglosajones, en árabe y hebreo es un patronímico que significa el
hijo de tal o cual.
[xi].
Un pope, el P. Gapón, agente de la Ojrana,
dirigió a las turbas de trabajadores contra el palacio de Invierno de
Petesburgo el 22 de enero de 1905, el domingo sangriento dejando una balance de
200 muertos en la explanada.
En realidad esta sustancia, denominada
científicamente como “trinitrotoluol” o TNT que se extrae de la harina de las
castañas pilongas, fruto del castaño de Indias, fue patentado por Jaim
Weizzmann, eminente politólogo británica en los días de la Primera Guerra
Mundial, cuando el ejército inglés carecía de bombas para hacer frente a los
prusianos en Alemania. Este servicio del eminente hombre de negocios judíos fue
la base de la Declaración Balfour por la que Inglaterra, a la sazón país
mandatario de Palestina, accediera a la formación de un Hogar Judío en Tierra
Santa. Ante la falta de pólvora el gobierno abrió una campaña para que todos
los escolares del Reino Unido se dedicasen a recoger castañas pilongas por la
campiña.
[xiv].Cuerno que llama a la oración.
[xv].La fiesta del perdón.
[xvi].Es un arma de repetición, una
de las grandes conquistas tecnológicas del Estado de Israel, y que suelen
utilizar los escoltas de la CIA.
[xvii].Perjuro
[xviii].Peregrinos.
[xix].Candelabro de siete brazos.
[xx].Juan XXIII.
[xxi].Deseo de construir a todo
trance obras magníficas.
[xxii].Todo lo que tiene relación con
la cruz.
[xxiii].franco es para los orientales
todos aquellos cristianos del occidente.
[xxiv].Flammarion 1965, París,
colección “J´ ai lu”, 626 pp.
[xxv].esta afirmación que no era
tanto el desamparo pues llevaban una colecta de limosnas para los Santos
Lugares que milagrosamente recuperan después de un naufragio como se demuestra
después.
[xxvi].Embarcación turca a remo con la
popa muy alta.
[xxvii].Utiliza el término familia en
el sentido de comunidad religiosa o convento.
[xxviii].Se está refiriendo a los turcos
y a los genízaros del Baxá.
[xxix].era la habitación con vistas a
la basílica de San Juan de Letrán edificada por Constantino antes de que fuera
destruída y sustituida por la de San Pedro y San Pablo. Desde allí se
gestionaban los asuntos de la catolicidad antes de formarse los estados
pontificios esto es el Vaticano.
[xxx].No tuvo lo que se dice una vida
fácil.
[xxxi].Le das demasiado al mosto, vete
a la cama.
[xxxii].Sandez. Y los sandios eran los
judíos en razón no a la falta de inteligencia sino a su sencillez y modestia.
[xxxiii]. Sabemos plantear las cosas an
ovo porque desde la persecución estamos acostumbrados a pensar largo y tendido.
[xxxiv].Barrio al norte de Londres con
un amplio sector de población hebrea que guarda las esencias de la tradición y
la cultura judía.
[xxxv].Mi casa es mi fortaleza.
[xxxvi]. Sin arrequives ni
ringorrangos. Es una expresión que se utiliza mucho en la compraventa en los
Estados Unidos.
[xxxvii].Velo nupcial en el rito de
casamiento.
[xxxviii]. Camaradas.
[xxxix].Id por todo el mundo y predicad
el Evangelio a toda criatura; el que creyere y se bautizaré se salvará; mas el
que no creyere se condenará. Y estas señales seguirán a los que creyeren en mi
nombre: lanzarán demonios y hablarán lenguas desconocidas, cogerán serpientes,
y si bebieren cosa mortífera no les dañará; pondrán las manos sobre los
enfermos y les sanarán. Dicho esto, el Señor Jesús subió al cielo y está sentado
a la derecha de Dios. (Mr., 16, 14-20) que se lee en la fiesta de la Ascensión.
[xl]. Transformación, impulso.
[xli]. υβριζω,υβρισμα , insolencia,
ultraje, altanería.
[xlii].Visitadoras. Chicas llamadas
(ad lit).
[xliv]. Nada hay en el entendimiento
que no haya pasado antes por los sentidos.
[xlv].Su sobrino Isabelo asi me lo lo
hizo dar a entender en nuestras conversaciones en el Café Gijón a últimos de
los 80. “Somos judíos de raza y de nación”. Isabelo era un eminente profesor de
Matemáticas de la Universidad de Barcelona. Le guardo afecto y respeto.
[xlvi].ca. esa fecha dan por segura
los autores y biógrafos el encuentro que tuvo con dios.
[xlvii].Fundador de los mercedarios,
orden destinada a la redención de cristianos hechos cativos por los musulmanes,
y fallecido en 1275, trabajó al lado de Jaime el Conquistador. Fue asesor de
varios papas. Intervino en la codificación de los decretales de Gregorio IX, su
fiesta se celebra el 2r de enero
[xlviii]. Estaba desaparecido. ¿Donde
está el presidente de los USA? Corriendo hacia el refugio nuclear igual que un
pollo sin cabeza al escuchar los primeros disparos. Pues vaya un ejemplo para
su país. Luego en sus pláticas por la radio resulta tan amenazador contra las
bribonadas del movimiento Alcaidía que desde el once setiembre trae al mundo de
cabeza con sus alcaldadas.
[xlix]. Guarida del lobo, una camara
secreta que tenía en Birchtesgarten y en la cancillería de Berlín.
[l].loa oriental a la Madre de Dios
que data del siglo VI cuando la Virgen conjuró el peligro de los persas que
acechaban Constantinopla. Son salutaciones que se cantan de pie.
[li].A dios alabamos y en la persona
de Jesucristo su hijo le adoramos, le amamos, le conocemos y le adoramos.
[lii].Cock significa gallo pero en
germanía se entiende como miembro viril.
[liii].un hombre al que amputaron una
pierna. Fue al Pilar y al cabo de un tiempo le volvió a crecer, caso único en
la historia de ortomorfosis y sublime milagro.
[liv]. Samuel Johnson 1709 -84 fue la
autoridad de la lengua después de haber compuesto por encargo de varios
libreros de Fleet Street del primer Diccionario Inglés. Su gran preocupación
fue el lenguaje no sólo como baremo del modo de ser de un pueblo sino como
puente que conecta a unas naciones con otras.
[lv].Sergent, sargento, de serviens,
subalterno. En las ordenes militares eran los auxiliares del maestre.
[lvi].Turcople, hijo de turco y
griega o al revés.
[lvii].Decamerón, obra que narra los
acontecimientos en diez dás.
[lviii].Segundo prepósito general de la
Compañía de Jesús.
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