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sábado, 31 de agosto de 2019

LA ERMITA ROMANICA DE SAN VICENTE Y LA TORRE VISIGODA DE SAN GREGORIO EN FUENTESOTO

Es una de las joyas del románico rural margen oriental del Duero aguas abajo de San Saturio Berlanga y san Esteban de Gormaz para entender el espíritu que late dentro de estos capiteles, fustes, basas, columnas y gloriosa sillería hay que haberse empapado de las páginas del Poema del Mío Cid. Yo lo he hecho a lo largo de más de cincuenta años. Ya ha llovido desde aquel verano del año 66 cuando publiqué mi  primer reportaje en SP que se titulaba  “Ermitas abandonadas en el camino de Sepúlveda a Peñafiel”. Una mañana bajé en compañía del cura Laurentino y del alcalde Constantino a Peña Colgada  (así llamamos al paraje de huertos y acequias) bajando por las pobedas, suiguiendo el curso del Rio Sacramenia que a la entrada de Fuentesoto tiene su hontanar. El bello ábside se había convertido en muladar. Unos iconoclastas habían destruido a hachazos una talla renacentista de Santo Tomás y habían hecho  chisquereta junto a la credencia para guardar las vinajeras.  Las paredes guardaban las señas del humo. El sagrario románico (en el rito mozárabe ancestral no se exponía el santísimo; el sacerdote consumía el sanguis y los fieles la oblea del pan bendito) conservaba las plumas y el ramujo de un nido de urraca pero el ara con reliquias del mártir del glorioso san Vicente estaba intacta. Dos arquillos ciegos a sendos lados de la epístola un lugar para sentarse (sedilia) y el evangelio daban solemnidad al recinto. Los oficios se celebraban de pie, desafiando al viento de Aquilón y los ojos puestos en el Este ─ex oriente lux ─y el pueblo fiel permanecía en pie la hora y media que duraban las misas “antes de los gallos cantar”. El templo orienta a levante y el preste oficiaba a de espaldas al pueblo mirando a Jerusalén. Los capiteles son un primor de frescura y candorosa espontaneidad tosca. Dan la apariencia de haber sido cincelados ayer mismo. Un obispo con báculo y sin mitra bendice con  los dos dedos de la mano diestra enguantada la mano en una ─ quiroteca Dextera Patris ─.
Representa al titular de la iglesia el mártir  Vicente origen en España del culto vicentino muy importante entre los visigodos aunque también pudiera ser san Gregorio el personaje. A la derecha nos miran dos harpías que se abrazan el cuello retorcido. Representan  al ave Isis, que se hacía sangre a sí misma para alimentar a sus polluelos. Los egipcios la veneraban como ánade sagrada. Debía de ser este pájaro mitológico hoy extinto de la familia del pelicano y que siguen venerando los coptos y los egipcios en sus ritos. Desde otro capitel se asoma el ojo de Ra que todo lo mira y todo lo ve en una ruda representación facial combinándose con los caulículos de las ramas de una palmera en representación forestal. La palmera ocupa el centro decorativo y troncal de san Baudelio de Berlanga y el ave del Paraíso se estira en los frescos y capiteles de san Esteban de Gormaz. Un misterioso parentesco enlaza el arte románico de este solemne tiemplo circular que no pudo ser acabado a causa de una de las frecuentes razzias del sarraceno y los conjuntos sorianos. Durante muchos años me ha perseguido la mirada de ese obispo que surge exaltando y bendiciendo entre palmeras y ese cordero pascual o esa oveja descarriada que vulgarmente evidencia el ademán del buen pastor dando la vida por sus ovejas. El románico es una didáctica cincelada para gentes humildes que no sabían leer pero que escuchaban en las misas campesinas la Palabra. He de felicitar, para concluir, a los buenos cristianos de Fuentesoto y a los que no lo son pero que aprecian el arte e intuyen el valor ancestral de estas piedras sagradas. `Por la generosidad y celo con que han reconstruido este hermoso templo. Hace medio siglo lo utilizaban de pajar y hoy es una hermosa y recoleta iglesia románica donde me acerco a orar para dar gracias a Dios por el tiempo fenecido y a rogar por mis difuntos en la memoria de san Vicente bendito patrono del Pueblo de Peñacolgada anejo de Fuentesoto junto con Tejares.

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