Jerusalén y el problema judío
Por antonio parra galindo
UN FRAILE DE GRANADA SE PONE EN CAMINO. ERA
EL DÍA DE LAS LLAGAS DE 1626
3Estamos en convento franciscano de santa Isabel de
Granada una radiante mañana de mayo de 1626. El guardián ha llamado a capítulo
para anunciar la llegada de una cédula real que recoge un rescripto pontificio.
Se piden frailes voluntarios para ir a Tierra Santa en poder de los sasánidas a
fin de reforzar la comunidad de frailes que tiene la Orden en el Sacro Monte de
Sión. Del convento de la Natividad de Belén han llegado noticias nefastas. Los
infieles han entrado a saco en el recinto, mataron a algunos religiosos y se
llevaron presos a otros a Estambul.
Los monjes franciscos que a
diferencia de los templarios no portan armas y siguen cantando al hermano sol,
a la hermana luna y al hermano lobo lo reciben como si fuera un perrito faldero
y profesan un cristianismo de quintaesencias de paz y bien y perdón para todos
- algo que desarmaba a los turcos y hacía caer de rodillas a los indios de
California y abrazar la fe de Jesús en masa- no se dan por vencidos.
Había que seguir en la demanda
abrazados a la encomienda papal a los hijos del Pobrero de Asís los cuales por
su espíritu ecuménico inclinado a la tolerancia y a la supresión de uno de los
instintos más sañudos de la condición humana: la cólera.
El cometido es difícil. Muchos
murieron mártires. Los árabes estaban maravillados ante la falta de resistencia
a la opresión. Unos los consideraban santones. Otros los miraban como eunucos o
como meros locos. Locura de la cruz. Demencia staurológica[i].
El norte del que practica la religión del Nazareno es una cruz ¡Divina insania!
“Mitte gladium in vaginam”
comandó Jesús al impulsivo joven hijo de Malco al ser habido en el Huerto por
los vigoleros del pontífice. Alma adentro todos podemos llevar a un sacristán o
a un ayudante de verdugo.
Las partesanas y adargas de los
templarios habían quedado enmohecidas. No se puede ganar por el cuchillo lo que
se ganó por amor.
Mal que bien los súbditos del
pachá a cambio de onerosos tributos habían tolerado la presencia de aquellos
locos de Cristo. Los confederados del pardo sayal y el cerquillo mendicante.
Esta presencia siempre difícil estuvo sujeta a las veleidades del sultán y a
las vicisitudes de los enfrentamientos de los reinos cristianos entre sí. El
turco dominaba media Europa. Sus
jenízaros montaban guardia en las plazas fuertes de Esclavonia y de Viena y las
goletas corsarias de la Media Luna dominaba el Mare Nostrum.
Europa andaba sumida en
contiendas de religión. Era el reinado quijotesco del Cuarto de los Felipes,
rey de España por la gracia de Dios. De las dos Sicilias. De Flandes y de
Jerusalén y de la mayor parte del Nuevo Mundo. He aquí una nación que agotadas
sus fuerzas daba señales de cansancio y de ensimismamiento.
Felipe IV representa a uno de
los más simpáticos y contradictorios autócratas que se sentaron en el trono de
Fernando el Santo y de Isabel la Católica. Licencioso en punto a costumbres pero
sólida roca en lo que toca a la fe.
Por entonces peleaba la espada
de Santiago contra la de san Luis. El dragón de Gales y la crucífera de san
Andrés y de san Jorge se había pasado a los luteranos. Alemania era un campo de
Agramante y Francia oscilante entre noches de san Bartolomé y adhesiones
inquebrantables a Roma hostigaba a los tercios españoles. Paris siempre bien
vale una misa. Cataluña se levantaba contra el mando de Castilla. Los lusitanos se habían separado del tronco
común. Todo eran secesiones y conjuras.
El rey, desanimado y harto,
torna sus ojos a Jerusalén. Parece ser que albergó el secreto de un nueva
cruzada escandalizado por las noticias que llegaban de Tierra Santa. Pero no
pudo prevenir una escuadra. Entonces mandó a unos pocos y desvalidos francos[ii].
El mandato de los franciscanos que había sido importante bajo el cetro de
Felipe II vuelve a registrar un punto de inflexión al alza décadas más tarde
ocupando su nieto el trono. Aquel mozo rubiales algo desgarbado y jarifo con
los rojos bigotes de guías en punta, muy erecto y afilado en su real persona,
amante de la caza y de los torneos galantes, tan pecador como acendradamente
piadoso.
Rey de Jerusalén era uno de los
títulos honoríficos inherentes a la corona castellana desde Alfonso el Sabio.
El monarca de las Meninas en el fondo era un místico. Debía de sentirse
desbordado y perplejo por la utopía que soñaba y la realidad que veía. Esa sima
insalvable entre la identidad mesiánica y los datos objetivos. No podían en
Madrid comprender los coqueteos y antojos del Vaticano con Paris. Hay que tener
en cuenta que los españoles siempre fueron mirados de reojo desde que un vasco
fracasado en sus pretensiones instituyó allí una quinta columna de alabarderos
del Papa dispuestos a conspirar si a mano viene. La Compañía que él fundó este
veterano de las guerras de sucesión entre el bando realista del Duque de Nájera
y los Comuneros se propuso el restablecimiento de los poderes del pontificado
inspirándose en la norma maquiavélica de la justificación del fin por los
medios. Él que hablaba de la dicotomía entre lo temporal y los espiritual - un
“ojo en el cielo y otro en el suelo”, decía- es el responsable de ese aura de
misterio y de conspiración, sagacidad de serpientes, que hicieron famosos a los
jesuitas aduladores del poderoso y desdeñosos con el pobre. Llegaron a
constituirse en el instituto religioso más rico y ríanse de los tesoros de los
templarios. Nada en comparación con los caudales jesuíticos que llegaron a ser
dueños de países enteros como Paraguay al que explotaron y establecieron un sistema económico con
moneda propia a lo largo y a lo ancho de sus reducciones y misiones
fundacionales. En menoscabo de las otros órdenes religiosas durante el reinado
de Felipe IV cobraron auge y respetabilidad.
¿Fueron los responsables de la decadencia de Castilla? ¿Conspiraron a favor de
los Borbones franceses estando Carlos II en su lecho de muerte?
Roger Peyrefitte en su libro
“Los Judíos”[iii]
sostiene que el apellido de su padre Recalde lo mismo que el de su madre Sonia
eran hebreos por partida doble y que los primeros prepósito de la compañía
Salmerón, Laínez o Gómez de León, Francisco de Borja, Polanco, Suárez, Alfonso
Rodríguez, Aguaviva, también provenían de familias retajadas. Y en soporte de
su testimonio apela a la autoridad del “Semi-Gotah” tratado de vexilología, uno
de los de más prestigio, aparecido en Weimar en 1912 donde se da un a lista de
la nobleza europea con apellidos de extracción aristócrata.
El mismo autor hablando en favor
de los judíos agrega una lista de santos execrables a los que había que
destronar de la hornacina quitar la corona o poner en duda la virtud de su
heroísmo pues atentaron contra una de las normas básicas de los principios
evangélicos. Al menos faltaron a la caridad contra los hijos de Israel. San Juan Crisóstomo, el gran defensor de la
ortodoxia, decía que la vida de un cristiano valía por la de siete judíos. En
sus sermones definía a la sinagoga como caverna de ladrones. San Ambrosio decía
que era un pecado mortal dirigirlos la palabra. San Nilo, anacoreta de
Calabria, consultado sobre el suplicio que había de darse a un cristiano que
había asesinado a un judío contestó antes de someter a tormento al asesino
habría que matar a otros seis judíos.
San Juan de Capristano compuso
una misa especial para pedir por la conversión de los pérfidos y descarriados
talmudistas. San Bernardino de Siena se pasó cuarenta años predicando contra la
usura manifiesta. Ese fue un poco el mono tema del dominico Vicente Ferrer así
como las incendiarias prédicas de Bernardino de Fieltre contra los judíos de
Trento a los que se atribuía el crimen ritual de un monaguillo de aquella
catedral.
Esto dice al menos Roger
Peyrefitte, el conocido polígrafo francés.
De nuestra cosecha podremos
añadir que el crimen ritual fue una de las causas del antisemitismo rapante
contra ese pueblo en toda la edad media. Se les acusaba de envenenar las aguas
de los poblados y llevar a efecto en la clandestinidad misas negras en que
mezclaban con el pan ácimo la sangre de algún cristiano.
Este pudo ser el caso de Sto.
Dominguito del Val acólito de la Seo. Del Santo Niño de la Guardia. De san Hugo
de Lincoln. La profanación de la hostia en una misa negra en la iglesia de san
Facundo de Segovia el 1475. Y así sucesivamente.
Hay datos que no casan en estos
crímenes que se les imputan de holocaustos rituales actos satánicos que siguen
estando de moda y que no cometen precisamente judíos habida cuenta del
aborrecimiento que sienten éstos hacia la sangre y el respeto a la vida que
preconiza el Talmud. Mezclar con ázimos, lo más puro y sagrado que hay en la
naturaleza, con la sangre o el esperma y el cadáver que son los elementos más
impuros, no se compadece con las normas estrictas de la liturgia rabínica.
A causa de estas leyendas y de
fantasiosas calumnias las relaciones entre las dos comunidades siempre fueron
tensas. Pero como sostienen muchos autores, el catolicismo viene a ser una rama
escindida del judaísmo sobre todo en España y en Portugal donde los conversos
siguen ejerciendo notable hegemonía al configurar y consignar una religión casi
a medida de visión algo caótica y extremosa en su visión mística del mundo. No
se puede separar nunca el tronco de la axila. Aquí las sangres andan muy
mezcladas haciendo honor al atávico mestizaje hispano.
En recapitulación, esa nostalgia
que hemos tenido los españoles por Jerusalén al igual que el mesianismo es un
resabio de las actitudes hebraicas frente a la vida que aun manan por nuestra
sangre. Es la herencia. Por eso se hace tan difícil establecer una raya de
separación en estos embrollos donde se mezclan las creencias y los genes. Todos
tenemos algo de moros de cristianos y de judíos sin solución de continuidad.
Nuestras reacciones psicológicas son resortes que se alzan desde la cueva de un
laberinto. España es país de todas las encrucijadas. Un laberinto como lo llama
Brenan.
Somos a la vez las tres cosas
juntas como buenos y contradictorios españoles de las tribus dispersas.
Pero volviendo al buen rey
cuarto de los Felipes nuestro señor cuyo reino estuvo sometido a las
influencias ejercidas por antiguos conversos por vía de sus validos el duque de
Lerma y el Conde Duque y a las injerencias de los jesuitas que tenían una corte
paralela en su casa de la Calle de Toledo donde la familia real en peso asistía
a oficios tan prolongados como las Cuarenta Horas sin moverse del reclinatorio
y se celebraban las famosas misas para rogar a Dios por la preñez de la reina y
el envío de un heredero. No debieron de entonarse las letanías conforme a los
cánones o quizás fuera porque el Señor estaba disgustado con los Austria porque
doña María de Austria parió al enclenque Carlos II.
Su tiempo fue un tiempo de
efervescencia religiosa y exaltación católica. Ninguna otra nación contribuyó
tanto a la cátedra de san Pedro. De esta forma se entiende la favorable y
pronta respuesta que hubo al llamado papal de guarda de los Santos Lugares. Una
guarda sin armas, valiéndose de la caridad como elemento de disuasión. Y de los
dineros de los cepillos de las limosnas que uno ha visto desde niño en todas
las iglesias católicas. Junto con el pan
de los pobres o el óbolo de santa Rita y otros cultos allí estaba la ranura
destinada a ayudar a los franciscanos de Palestina. Las guerras se hacen con oro en decir de
Napoleón y también las cruzadas. Las causas justas y las injustas. Aquí se
mezclan balas y misiles de largo alcance con dólares y dolores. A los
americanos no se les cae la palabra de los labios porque en su terminología de
aguerrido y acérrimo imperio (por el dólar hacia dios) se confunde la palabra
“war”(guerra) con la palabra “monea” que se pronuncia mané aunque en algunos
dialectos como el yorquino digan munei que es como ellos pronuncia su moneda
única”. Por eso son tan escatológicamente belicistas.
Obsecuentemente, me parece nada
decorosa el asedio, en el que han intervenido infantes no sólo israelíes sino
también yanquis e ingleses, a la Basílica de la Natividad ordenado por Sharon y
por sus generales. Los hebreos han vuelto a faltar a la palabra empeñada.
Suenan por todas las partes las carcajadas de la risa macabra de Israel. Ese jejé sardónico que hemos escuchado más de
una vez en Simón Pérez el Mefistófeles del Régimen Sionista me parte las
carnes.
Cuando en 1918 una delegación
del gobierno británico, encabezada por Solokov y por Weizzmann se encaminó a Roma para entrevistarse con
Benedicto XV pidiendo su aprobación para el establecimiento de un Hogar Judío
en Palestina el papa puso como condición el que se respetasen los enclaves de la tierra sagrada que quedan como
testimonio de la presencia humanada de Jesús durante los treinta y tres años
que pisó este mundo. La respuesta a esta condición han sido los tanquistas
hebreos hostigando a esos pobres frailes que siguen allí atrapados a la hora de
escribir este monográfico. ¿Querrán borrar la memoria?
En el convento de santa Isabel se presentaron voluntarios para atender
la solicitud regia todos los treinta religiosos que la integraban excepto los
más viejos y enfermos. Doce fueron seleccionados en una primera criba.
Posteriormente -infirma mundi
elegit Deus- quedaron tan sólo el citado fray Antonio acompañado de otro monje,
fray Francisco de Solís:
“Salí de Granada el
martes 11 de julio de 1626, el Día de las Llagas llevando por todo equipo una mudas,
hábito y manto y unas alforjillas con paños menores, túnica, pedernal y yesca y
otras cosas para el viaje. Caminábamos descalzos y a pie enjuto”.[iv]
Recomienda a los viajeros
piadosos que nunca hagan noche bajo las estrellas puesto que pasado Alcoy fueron
sorprendidos por un salteador que se vino a ellos con la espada. El facineroso
al ver que eran frailes metió el arma en su tahalí y les perdonó la vida.
Se dirigían a Alicante pero en
ese lugar no encontraron una embarcación que zarpase. Con una sencillez y
candor que enamora va contando fray Antonio cada una de las vicisitudes y
trabajos de un peregrino por aquellos azarosos días de poca seguridad en
ninguna parte. La tierra estaba
infestada de malhechores que atracaban y la mar de piratas. A lo largo de
cuatrocientas páginas a doble columna y en cuarto menor va a rendir cuenta de
unas odiseas piadosas más entrañables que se registran en nuestro idioma. Más
valioso cuanto más oculto y desconocido es este libro que he tenido el
privilegio de que llegase a mis manos.
Se hicieron a la vela en
Barcelona el siete setiembre 1626. A la altura de Rosas ya divisaron turcos.
Había firmado un pacto de amistad Enrique IV el Sultán contra España que daba
garantía para navegar a los otomanos por sus aguas territoriales e incluso para
saltar a tierra. “Pues allá son libres”.
El Peregrino a Jerusalén y
Viaje de Tierra Santa vierte información circunstanciada de lo que ve y
narra la peripecia con tono resignado aunque alegre. Es el testimonio del
sentir y de la mentalidad de los españoles en la segunda mitad del siglo de
oro. Su tono trae a la memoria aires cervantinos. Parece la declaración de un
caballero andante redactada desde el
abatimiento, perdón y comprensión de los contrastes de la vida humana de un
fraile menor.
“¿Adónde irá el buey que no
are?”, se preguntaba resignado el evangelizador de California fray Junípero
Serra el cual imbuido por este mismo entusiasmo misional y celo de almas
recorrió a pie desde Cuernavaca hasta el Alto Oregón. A la pata coja pues al
cruzar el desierto de Arizona se le clavó una espina en el talón. Herida que
nunca cerró. Bien saben los mendicantes de ulagas y de noches al raso, de
privaciones, ultrajes y malandanzas. Pero el fuego del Espíritu que les asiste
supera tales inconveniencias de la carne.
Sólo en virtud de un milagro de
estos locos del Señor, sembradores de prodigios -recuérdense al respecto los
escritos de sor María de Ágreda profesa en las concepcionistas recoletas que
también ciñen el cordón de san Francisco que creyó por dote de bilocación
asistir y convertir a los indígenas que bautizaban sus hermanos en un amplio
radio de la Baja California- se explica el fenómeno, poco probable con la mera
asistencia de las fuerzas humanas de los continentes, así como la guarda del Santo
Sepulcro, el Pajar de Belén o la Casa de Nazaret y otros enclaves ubicados in
pártibus infidélium, aguantando naufragios, vejámenes y hasta martirios pues
fueron incontables, y el autor da relación holgada, los que perecieron a manos
del sarraceno. A sus espaldas reventaron igualmente las carcajadas estentóreas
de la risa de Israel. “Pues los judíos no se acercan a la Tumba del Señor ni
por asomo y la gruta del huerto aunque convertida en muladar sigue ahí, por
cuantos esfuerzos hicieron los judíos por borrar esa memoria. El sepulcro es de
maravillosa hechura. En Jerusalén no hay cosa que no esté publicando prodigios
y aclamando misericordias”, escribe.
Fue la misma fuerza que elevó al
hijo de Bernardone a las alturas transfiguradas del monte Auvernia. Y esa misma
energía anima a la confianza del creyente.
La fe mueve montañas y España a
la sazón pobre y diezmada por las pestes y por las guerras era rica por ese
cabo como demuestran los escritos del seráfico fraile granadino.
No se olvide el carácter mestizo
y poligenista de aquellos reinos. En el alma española se dan cita el fatalismo
muslímico, la mística judía y el heroísmo godo. El resultado: una raza llena de
bríos aunque poco disciplinada. Del cruce de estirpes y religiones va a surgir
un quijotesco proyecto de poner al mundo a los pies del papa como vicario de
Xto en la tierra.
Sin embargo, y como descubren
bien nuestros soldados y sufren sobre nuestras carnes pronto ese mundo ideal se
viene abajo. ¿Será que no lo tenemos todo muy claro y que el emunáa judaico de
relación coral del Dios de los ejércitos con su pueblo elegido es superior a la
“pistis” de griegos y romanos, que basan esta relación en algo personal como
proclaman algunos judaizantes de la hora undécima en los papeles y panfletos
que nos asaltan a los lectores madrileños en este turbulento 2002? ¿Tendremos
que agachar la cabeza los monoteistas de los otros dos cupos y admitir que el
Dios de los judíos es el verdadero y el de más fuste? ¿ Será cierto que los
judíos al cabo de dos milenios de sufrimiento han expiado la culpa y se han
reconciliado con Adonai disponiéndose a la construcción del Tercer Templo, que
no será de oro ni plata ni jaspe ni de cristal sino que está en íntima relación
con el control del planeta mediante los ordenadores? Dos papas anteriores
sellados con la divisa de Malaquías de “Pastor et nauta” (Juan XXIII) y “Flos
Florum”(Pablo VI) les alzaron la excomunión que pesaba sobre ellos y se ha
borrado la palabra “deicidas” de misales y cantorales eclesiásticos al paso que
se consumaron sus pretensiones de poner a Roma de rodillas y la SIR boca abajo.
El siguiente de la lista de los
111 duró poco. Su anapesto era “De medietate lunae” alusivo al resurgimiento
del Islam en medio de un breve pontificado. Y tan breve. No llegó al mes. Por
lo que respecta al inmediato “De labore solis” surgen dos interpretaciones. La
que alude a los trabajos del astro por resplandecer por una parte. Por otra, la
condición idiosincrásica del polaco que quiere ser el Luis XIV de toda la
nómina desde san Dámaso para acá. Un sol que quiere brillar solo. “L´Eglisse c´est moi”. Pero mientras las divisiones
blindadas ponen cerco a la Natividad este buen obispo de Roma al que se le cae
la baba y le rila el pulso en sus comparecencias pontificales está más
preocupado por los escándalos que están dando en Norteamérica clérigos
pederastas y obispos de la cáscara amarga. “Es preciso que venga el escándalo
pero ay de aquellos que lo cometan. Más valdrían que lo ciñeran una rueda de
molino al cuello y lo arrojaran al mar”, dijo el Maestro. Un consejo que la
iglesia latina, obstinada en el celibato a todo trance, no ha sabido guardar.
Comprenderán los lectores el por
qué he firmado por los ortodoxos griegos y la razón por la cual no me siento
identificado por una jerarquía que no da una a derechas por respetos humanos o
por herir las susceptibilidades del amo del mundo ante quien el que se dice
albacea de la voluntad del crucificado venera. Ante él se prosterna. Lo primero
que hizo recién proclamado fue ir a Washington y a Nueva York. Tampoco ha
ejercido presiones ante el régimen de Sharon para obviar el sacrílego asalto al
primer baluarte de nuestra fe. No se puede servir a dos señores. Por lo visto
este papa sí. Tiene bula para todo. Su actitud servil cabe los norteamericanos
recuerda la sumisión de Pío VI ante el Corso al que rinde vasallaje.
Un verdadero creyente no tendría
que andar contemplaciones o remilgos pero hoy se guarda mucho la mira de lo
políticamente correcto. Por las cumbres se practica el pasteleo y los
cambalaches. Decididamente el Vaticano se ha convertido en una sucursal oculta
de los predicamentos sionistas. La liturgia surgida a raíz de los estatutos del
Concilio recuerda a las congregaciones sinagógicas. En lo único que sigue
siendo igual de mirífica y cerrada a los postulados de la secularización es en
lo referente al celibato. Y en ello no sólo hay motivos altruistas. Lo hacen
por comodidad, cerrazón mental, por soberbia, por economía pues de paso se
evitan así los líos de las herencias, y algunas veces por algún que otra razón
inicua y salaz como lo explicaba un cura californiano acusado de la violación
por la CNN: “ La sotana es sexy, da morbo, y a todas las mujeres les gusta lo
prohibido”. Es casi el mismo argumento utilizado por el arcipreste de Hita en
su petición al cardenal Gil de Albornoz a fines del siglos XIV: “ nos quitáis
las buenas para que nos vayamos con las malas, mi señor”. Pero de este asunto
del que escrito mucho largo y tendido no quisiera extenderme. Quiero volver al
buen fray Antonio que recorre las provincias levantinas acompañado de un lego
terciario en busca de una nave que haga la carrera de Estambul. No hay ninguna surta en los puertos de
Cartagena ni de Alicante que eran bocado preferido de los piratas berberiscos.
Y han de subir hasta Cataluña donde les dejamos apalabrandose con un
consignatario que pensaba navegar hasta Mesina. Pero antes en la ciudad de
Valencia hacen una visita al Santo Grial. El copón de la Ultima Cena que se
venera en su catedral. Paran en Tarragona. En Vinaroz les ocurre otro lance
poco digno de mención y sin más novedad arribaron a Barcelona donde tuvieron
que aguardar una semana para embarcarse.
Este va a ser un viaje también a
la búsqueda de reliquias. Los franciscanos tuvieron la prerrogativa que otrora
había sido exclusiva de los templarios de traer piedras de allá, hierbas, agua
del Jordán, ramas de olivo y polvos de la cueva de María que luego se
administraban a las parturientas para que tuvieran una hora corta.
El proposito de la peregrinación
- somos advenedizos o forasteros de paso por este mundo a decir de la Biblia-
era tanto la expiación de las culpas como la búsqueda de tan sagrados restos.
Algo de lo que se mofan los judíos. Sus carcajadas siguen siendo atronadoras
como demuestra el artículo de un digno columnista de La Razón que niega la
gracia de Cristo y que la fe de los judíos basada en obras es la que vale. La
nuestra, basada en la veneración de palos, estatuas y demás. Son los pretextos
de los iconoclastas. El argumento de la película ya citada, The Body.
Resuenan las carcajadas de mofa por doquier y lo vienen a recoger los
columnistas con cara de poker de un diario de nuestras mañanas. Dicen que su
director está loco y que es un criptojudío que acude todos los sábados a orar a
la sinagoga de la calle Balmes. La risa y la furia, pues.
Castilla se ha cansado de su
batalla ascética. Preconiza lo de pájaro en mano. Ha habido un vuelco. Las
iglesias se quedan solas, los cenobios vacíos y para cubrir las bajas que va
dejando la Pelona en sus comunidades algunos conventos de clausura han de
reclutar neófitos en países atrasados del tercer mundo para llenar el hueco de
sus noviciados vacíos.
En el siglo XVII era al revés.
Había una superpoblación de curas y de monjas y por toda la península se
encontraban frailes para dar y tomar. Sobre todo, franciscos. No era una regla
muy intelectual y para recibir el cordón no se necesitaban grandes requisitos.
Las costumbres mendicantes les permitían estar en contacto con el pueblo del
que reciben sus virtudes y sus defectos. La figura del fraile cabalgando en su
mula cargada de libros y de ornamentos para celebrar era tradicional por el
camino real. Salían a pedir de dos en dos. En algunas partes se les conocía
“por los del cordón”. Eran los administradores de la sopa boba y del pan de los
pobres. Los primeros en ir a América y a los que se requería para que ayudasen
a bien morir a los condenados a muerte.
Asistieron a más de uno y más de dos autos de fe. Ellos sabían mejor que
nadie de los trabajos, agobios y penalidades de las cristiandades. El talante
libre y el hecho de que no se les tomase declaración de su ascendencia permitió
que en la regla entrasen no pocos candidatos de origen hebreo o morisco. Este
parece ser el caso de fray Antonio del Castillo el cual sabía “alarbe” y
chapurreaba un poco el turco.
La nao que les conducía a Italia
dio de través pero los naúfragos pudieron ganar la playa de Rosas. Tuvieron que
regresar a su convento de Granada semidesnudos. El guardián los recibe con un
buen réspice porque habían perdido la bolsa con los que auxiliarían a sus
hermanos del Sacro Monte de Sión. La expedición estuvo a punto de ser
desconvocada pero de nuevo en marcha accedieron andando hasta el lugar de la
costa donde habían sufrido el percance
por la mucha mar de un día de todos los vientos y allí en un bajío entre los
restos del mismo esquife que les salvó la vida milagrosamente encontraron la
cartera con los dineros intactos. El portento lo atribuyeron a la intervención
misericordiosa de su padre san Francisco aunque no se les pasó el susto del
regaño de su prior que les había llamado al orden por haber perdido aquellos
dineros tan importantes.
De nuevo embarcados por miedo a
las galeras de Bizertta rumbo a la península italiana bojaron la costa francesa
y después de quince días de navegación consiguieron atracar en Gaeta. Allí se
prosternaron en adoración y gracias ante la imagen del famosos Niño Jesús que
se venera en aquel lugar y que dijo que salió del sagrario cuando un cura
borracho y descreído pronunciaba la fórmula de la consagración. En Catania
vieron el cuerpo incorrupto de Sta.
Águeda. Indemnes y salvos y con la escuadra berberisca siguiendo el rastro a
esta embarcación pilotada por venecianos llegaron a Alejandría. Relata entonces
las impresiones de un turista de aquellos años que entra en las mastabas de las
pirámides “donde está la carne momia”, un mercader griego les recomienda que se
pongan siempre un gorro y que no traigan nada verde en su ropaje so pena de ser
acusados por los moros de renegados. Lo que más le extraña es ver tanta gente y
a todas horas en todas las partes. El ruido y la algarabía de los zocos.
Prácticamente las escenas no han cambiado en El Cairo donde se aprecia hervor
de vida. Allí los sitios están colmados con ancianos, jóvenes y hombres de
mediana edad mano sobre mano. Pero le choca ver pocas mujeres en la calle. Y
esas nunca se paran. Siempre parecen
llevar prisa. “Tapadas con un griñón desde la cabeza a los pies que sólo se les
ve los ojos centelleantes y misteriosos como las de nuestros encapuchados de la
penitencia”.
Observan palmas altísimas
cubiertas hasta arriba por montañas de arena que nos veían sino los pimpollos
sacando la cabeza.
Haciendo el trayecto a pie por
miedo a embarcarse penetran en el Sinaí y visitan el sepulcro de Sta. Catalina
y la piedra de S. Atanasio. En el Nilo contemplan las cañafístolas y el autor
analiza algunas costumbres de los habitantes que evocan su asombro. Cómo crían
pollos con estiércol de buhardo. Dice que el Cairo hay nada menos que cuarenta
mil mezquitas y no usan campanas porque dicen que las almas están como abejas
entre las flores y en oyendo la campana se inquietan, caen al suelo y pierden
la contemplación. ¡Ridículo dislate!, anota. Hacen la azalá cinco veces al día.
Y la voz de los santones que llaman a la oración “a mí me causa espanto”. Pero
dice que los musulmanes son deshonestos y lujuriosos. Su día santo es el
viernes día de Venus. Unos cristianos
coptos le mostraron la casa donde vivió la Virgen transformado en oratorio.
“Bajo este techo moraron los tres mejores personas que nunca hubo en el mundo”,
observa de nuevo. A la puerta hay una piedra donde se sentaba san José y los
mismos turcos la veneran pues exhala fragancias y hay una higuera llamada del
Faraón que emboscó a los tres miembros de la Sagrada Familia cuando eran
buscados por los soldados que iban en su búsqueda y pasaron de largo. Se
pregunta asimismo cómo no siendo Egipto país pedregoso pudieran labrar unos
túmulos tan soberbios como las pirámides tan encumbradas cuya solidez espanta. “Aquí es donde se hace la
carne momia y los cuerpos se conservan en buen estado gracias a los vientos y a
la sequedad de aquel paraje”.
Optaron por no seguir a pie
siguiendo la ruta que hicieron María José camino de Egipto y la de los tanques
de Dayan en la “Guerra de los Seis Días” al ser apercibidos por un armenio de
los riesgos que entrañaba tal travesía volviendo de nuevo a Alejandría donde
subieron a bordo de un caramuzal[v]
griego que no se gobierna por aguja. “Para entrar en Jerusalén hay que hacer
muchas ardides y ocultar lo que llevas no te lo quiten. Cada uno hace lo mejor
que sabe para que no le vean nada. Hay que pagar siempre el cavaro (portazgo) y
probar el kefir de camella que ofrecen los hospitalarios nómadas. Aprende a
decir buen viaje en turco: “rúa-ma-za-lehem” y hace la siguiente observación:
“Allí no es deshonestidad ir desnudo con tal de llevar tapada la cabeza”.
Chocantes hábitos de los sarracenos que no tienen el mismo concepto de la
moralidad masculina que en Castilla aunque son muy celosos y guardan a sus
mujeres siempre en sus casas. Aunque
entre ellos quepan toda suerte de tocamientos y donaires. Está dando a entender
el viajero que no dan importancia a la sodomía.
Tan sólo por estos precisos datos
que aporta en su bizarra descripción sería una obra importante. No se trata de un libro de las maravillas ni
un farragoso y empalagado texto de lleno de retórica que vuelve plúmbeos y poco
aseados esta clase de tratados espirituales aunque nos consta que debió de ser
un libro muy popular en España durante tres siglos.
El buen conventual declara que
no quiere sermonear y en cuanto a asuntos y devociones particulares de elenco
dudoso se confiesa: “¿Es esta cosa cierta? Ni afirmo ni niego. Sólo Dios lo sabe”.
Dando a entender que hay veneraciones discutibles y reliquias inexactas. Para
él lo importante es la huella de la fe. Tanto como el abandono y la soledad en
que se encuentran los custodios de estos bastiones de la cristiandad. Prevenidos en frontera y tan lejos de una
retaguardia regalona y ensimismada con sus problemas y ambiciones de la lucha
política europea, pavorosa durante los últimos trancos del s. XVII.
Todas sus observaciones, amen de
atinadas, son insoslayablemente deliciosas. Así, en el Monte de la Cuarentena,
un lugar apartado y escabroso donde se encuentra la cueva habitada por María de
Magdala durante más de medio siglos de penitencias, allí mandó erigir santa
Elena madre de Constantino un cenobio. Es la cuna de la vida eremítica pero quiso
Dios por nuestros pecados que “este lugar esté abandonado”. Se yergue en tal
sitio una piedra redonda desde donde la
vista domina un paisaje de más de cincuenta leguas a la redonda y es la peña
donde posó sus plantas el Salvador cuando fue tentado por el diablo cuando le
dijo la famosa frase de todo te lo daré si prosternándote ante mí me adoras.
“Omnia tibi dabo”. Los que nos hemos pasado meditando la vida y pasos de
Jesucristo nuestra adolescencia y parte de la juventud agradecemos muy de grado
al autor estas observaciones que fijan la composición lugar y son de una viveza
digna de una diapositiva.
“Esos vestigios
dicen que existen. Yo no les he visto”, se permite intercalar.
¡Ah qué bien huelen las rosas de
Jericó carnosas y fragantes, tamañas como biznagas y que con la variación de
noche al día mudan de color! Son las más coloradas del mundo, regalos de la
ferviente aunque corta primavera de los valles de Cafarnaúm! El autor nos las
describe con fruición embelesada, lo mismo que los higos del sicomoro más
dulces que la miel y que se brotan del tronco en lugar de las hojas.
Y ante el Monte del Sermón de la
Buenaventura este mochilero de Jesucristo se prosterna y prorrumpe en sollozos.
En el siglo XVII la literatura
europea no suele brindar paisajistas pero fray Antonio del Castillo es gloriosa
excepción anticipandose a los naturalistas decimonónicos. Por la casta
sensualidad y precisión augura las delicias panorámicas de un Pereda en el Sabor
de la Tierruca o el Buey Suelto sin dar de lado en sus notas a la
descripción de los tipos que encuentra. A los palestinos frugales de piel
tostada y cara de halcón descendientes de los filisteos. A los otomanos venales
y descreídos “para con nuestra religión” y algo estúpidos. Para sobrevivir entre ellos hay que ser sagaz
y marchar siempre a su vera con pies de plomo. Los árabes, comunica, son buena
gente pero supersticiosos y fanáticos. Hablando con ellos no se puede discutir
de creencias y es su postura “o crees o mátote”. Son hospitalarios pero prontos
a sacar el alfanje. Tanto unos como otros les agobian a los hijos de san
Francisco con sus exorbitadas alcabalas y requisitos déspotas. “Aquí hacen
falta dinero puesto que nos tasan el agua que bebemos y nos cobran hasta por
respirar”.
No ha cambiado mucho el panorama
en aquella tierra a juzgar por las últimas noticias. El ser humano no cambia.
Convertir a un mahometano sigue siendo asunto poco menos que utópico.
Pero qué bien huelen las rosas
de Jericó, la ciudad de la mujer cananea y de donde irradió el culto a Astarté,
la equivalencia a la impetración de hiperdulía a la Virgen María entre los
cristianos. Tienen poderes milagrosos. Metidas en agua y colocadas a la
cabecera de las parturientas más pronto abren las carnes y dan a luz. La noche
de Navidad - siempre según el informe del autor- a la hora en que la Virgen
estaba en labor despliegan sus pétalos los capullos que es cosa de ver. Su
recolección es por Agosto “ y nosotros se las compramos a los árabes pagando
buenos reales”.
Acto seguido relata la forma cómo
las remesas de estas plantas que se hicieron por vía marítima a Italia, España,
Francia y hasta otros lugares de la Hibernia nunca se amustian, el bajel que
las transporta tiene buena singladura y arriba feliz a puerto, no hay
pendencias entre la chusmas ni cosarios, conservando los ramos su aroma y
color.
Por lo visto, en el convento de
capuchinos de Valencia aconteció la sanación inexplicable de una señora a punto
de morir del mal de parto. Le fue llevada una rosa de Jericó al aposento, y
tuvo una hora corta saliendo la parturienta feliz del trance que un hermoso
rorro alumbró. En Roma se tuvo noticia de que un suceso similar ocurrió con la
sobrina de un eminente cardenal.
El acopio de datos precisos da
al relato la viveza y el interés de un reportaje novelado. Y es de gran
actualidad porque los problemas, los pelajes, los personajes y paisajes, con
tanta historia y tanta geografía de por medio, permanecen invariables a como él
los encontró.
Redactado en 1650, El
peregrino a Jerusalén y Viaje de Tierra Santa en el mismo convento de Santa
Isabel donde sigue obrando prodigios Fray Leopoldo para con los estudiantes en
época crucial se lee de un tirón. Es una odisea espiritual con todos sus
pormenores sin caer en los defectos ni fervorines de los libros de meditaciones
al uso. Las meditaciones del P. La Palma, Vilariño, Nieremberg y otros
biógrafos ascéticos podrán tener un gran valor prosístico y contenido teológico
pero son divagantes. No nos cuentan un país real.
La mayor emoción del provincial
del convento del Sacro Monte Sión fue decir misa en la Basílica de la
Natividad, la misma que está hoy sometida a un asedio que no ha terminado a la
hora de redactar estas líneas. Y cantar asistido por dos diáconos la Passio
en el Santo Sepulcro en latín. “Me cupo la suerte de consagrar muchos días
entreaño en este lugar de la Redención”, se jacta orgulloso y como recompensado
por todas las fatigas que hubo de pasar por su causa.
Intenta reflejar la indefensión
de sus hermanos de cordón, muy lejos del hogar, incomunicados con el resto de
la cristiandad, teniendoselas que ver con efendis fanáticos y agobiantes,
oficiales del sultán corruptos e impertinentes como ellos solos, con judíos
burlones pero dispuestos a hacer favores a cambio de un buen talego de monedas,
y con cristianos de otras confesiones y procedencias, malquistos
incomprensiblemente con los latinos. A este respecto da una idea terrible la
carta que escribe en marzo de 1653 el guardián del Sacro Monte de Sión, P.
Mariano Maleo, al ministro general de la
Orden Seráfica en Roma, fray Pedro Manero “ a cuenta de lo acaecido por causa
de los griegos cismáticos que con sus informes irritaron al Gran Turco para
asolar nuestra santa casa y acabar con los religiosos que habitan aquellos
santos lugares”.
A este tiempo
levantaron los griegos una gran persecución contra los nuestros, pobres
Catholicos a los que iban prendiendo, y los flagelaban, procurando con rigores
y alhagos diesen la obediencia al Patriarca Griego; pero con robusto y exemplar
valor confesaban su Fe como buenos Catholicos, y ofrecían sus vida por esta
verdad. Muchas Familias[vi],
atemorizadas de las molestias, dexando sus casas han huido a los Montes; y en
fin salimos a su defensa exponiendo nuestras vidas por defender las suyas: y
así en esta ocasión muchos religiosos fueron ligados en sus gargantas con sus
propios cordones, y atados, y arrastrados por aquellos suelos. Pasó esta
borrasca como las demás haviendonos saqueado el Convento, y emborrachandose con
el vino que teníamos para las misas[vii]
y necesitados y enfermos de las enfermerías. Salieron borrachos por aquellas
calles e hicieron algunos males a la gente. Fueronse à Gerusalèn muchos griegos
de Belén instruidos del Obispo de su Nación, y se querellaron contra los
Frayles, diciendo, que por haverlos emborrachado nosotros forzàron a sus
mugères e hicieron otras insolencias; que asi, aquella culpa la debiamos pagar
nosotros. Y viendo el Patriarca Griego, que esta querella no conmovió á mucha
irritación el animo de los Ministros Turcos, salió en persona acompañado de su
gente de Gerusalén y muchos que vinieron de Belén, y alegó que él y sus
súbditos eran fieles Vasallos del Gran Turco; y que nosotros eramos sus
enemigos, gente advenediza, hombres de mucha industria y muchas máquinas; y que
no era otro nuestro fin residir en aquellos países, sino reducir los Vasallos
del Gran Turco a nuestra devoción, y modo, y embiabamos a sus hijos a Malta y
Candía a ser guerreros, y manteníamos correspondencia con los Corsarios
Christianos y dió tantos clamores sobre esto que el Baxá llamó al Padre
Guardián, y, hechos los cargos, aunque supuestos, huvimos de asegurar el
riesgo, contribuyendo al Baxá, y Cadí, con alguna cantidad, y renovamos la
permisión para la libertad de nuestros probres Catholicos, que estaban arrojados
en las Mazmorras. (Versión literal).
Fray Antonio por su parte
denuncia estos atropellos interpretándoles como un castigo de la Providencia
por las miras humanas, “que pecados nuestros son”. Y no se cansa de repetir
ayuda y avenencia a los monarquías de Europa para que aúnen esfuerzos
mancomunados al objeto de convertir a Jerusalén en ciudad abiertas a los tres
credos monistas. El llamado no es de 2002 sino del año 1650. A los propios
otomanos no les cabía en la cabeza esta incuria de los occidentales por los
testimonio físicos en los que se fundamenta su religión. Y en el capítulo X
formula un lamento que todavía debiera estar resonando por las galerías
vaticanas. Es una denuncia en que se critica no ya meramente a los príncipes
cristianos por su desunión y egoísmo sino en conjunto a la autoridades
eclesiásticas. ¿No tendrá el Spéculum[viii]
de San Juan de Letrán la culpa de tantos desastres y desacatos? Por aquellos
días el dogma de la infalibilidad pontificia no había sido promulgada pero en
el fondo de las cartas de los provinciales y guardianes de Tierra Santa late un
fondo de amargura del que no se libra ni el propio solio papal:
Para los Frayles
de Gerusalén no es el mayor trabajo los tormentos, ni la muerte el mayor dolor,
ni los mayores tyranos los turcos; los ojos que atormentan mas vivavente,
mirando la profanidad en que están los Santuarios, donde se celebró la
Redempción del mundo: el lugar donde fue Christo azotado y rogó con tanta
abundancia de su preciosa Sangre, es cavalleriza del Baxá: el Pretorio adonde
fue coronado de espinas, es cocina del Baxá: el lugar adonde nació la Reyna de
los Angeles MARIA, vivían en ella turcos: el lugar donde se celebrò la Cena, se
instituyò el Santísimo sacramento, y baxó el Espiritu Santo sobre los
Apóstoles, es Mezquita: la cueba donde Christo oró a su Padre, y sudó sangre,
está profanada, pues meten alli los animales, y la ensucian: y finalmente,
todos los lugares donde se celebraron tantos Mysterios, están profanados, menos
los que poseen los Religiosos, que son, el Monte Calvario, el Santo Sepulcro,
Belén, Nazareth, y el Sepulcro de la Virgen. Este espectáculo hiere más
vivamente el corazón de los Religiosos, que el cuchillo; porque estas
irreverencias miran a la sangre de Dios, que fue en sus martyrios ensalzada. Y
algunos turcos han pensado, que los Principes Christianos (que tienen por muy
valerosos) no tienen Fè, porque no les cabe en el entendimiento, que se estén
despedazando unos a otros rabiosamente, sin otro interès que el pundonor de las
cortesia, y que no traten de limpiar la Casa donde nació, y los redimió Dios,
de quien dice los ha de juzgar de sus obras, para condenarlos eternamente. Para
aquellos Barbaros no hay cuento mas fabuloso, que la creencia de los Principes
Christianos; porque les parece que el que adora verdaderamente no da en el
desprecio la honra.”(Pp 440- 442).
“De Sion exivit Lex et verbum domini
Jerusalem”. Palabras de verdad que cobran
una vigencia palpitante en el hic et nunc de nuestros días cuando parece que
todo se vuelve contra lo que uno ha tenido por sagrado y todos los valores aun
los más sacrosantos han caído en barrena. Cada titular, cada telediario, se
vuelve contra nos porque la manipulación y el maniqueísmo hasta ahí abarca. El
periodismo se ha vuelto el género más rentable de provocación.
Al contemplar días atrás,
después de haber dejado caer el libro que leía, Así habló Zaratrusta,
harto de la burradas de Nietzsche cuyo centenario de su muerte algunos
celebrarán a bombo y platillo, enchufé el receptor de la caja transparente,
ventana atroz al mundo de hoy de hoy, y asistí a la intervención de una enviada
“especiala” que con su voz de pito y su semblante de sibila mostraba como
victoriosos a los tanquistas israelíes asediando al santuario del Pesebre donde
hace 350 años ocurrió un zafarrancho parecido.
El edificio ha sido desde el
siglo XIII casa profesa de los conventuales franciscanos.
Yo pensé en el Anticristo del
cual nos habla el loco filosofo nazi en sus tiradas y provocaciones. En la
serpiente antigua que, recién soltada del abismo, emerge al cabo de mil años y
se retrepa en los sillones de la sala de estar donde miramos tele con
displicencia. Y me acordé de este escritor poco conocido pero como siempre pasa
en la literatura castellana los de poco nombre te deparan más sorpresas
agradables que los monstruos sagrados y que hizo esta entrega fehaciente que es
un testimonio de fe y de cristianismo. ¿Cómo es que lo tienen arrinconado? Yo
adquirí el Peregrino en Villanada una sábado de mercado entre papeles viejos.
La denuncia que formuló en su entrega vale tanto para aquellos abasidas del
bajá de Constantinopla como para las secciones de asalto del ejército
israelita.
Fray Antonio fue prior de
aquella comunidad durante sus tres mandatos en diversas fratrías franciscanas
de Palestina que se prolongaron durante cuarenta años. No sé donde murió ni
donde está enterrado. Seguramente en España adonde regresó un par de ocasiones
para costear limosnas para sus frailes en la vanguardia de la cristiandad. No
sé si tuvo más naufragios que el que relaciona al principio o fue hecho cautivo
por los corsos en alguno de sus periplos. Me es igual. Lo importante es el
espíritu. Esa literatura que se va devanando al correr de la pluma apresurada y
nerviosa por las diminutas cuartillas y a veces los escritores que se
consideran diletantes son los más interesantes.
No sé nada. Sólo que la
situación por él vivida la estamos viviendo ahora mismo ante la indiferencia
general de los príncipes y reyes cristianos - ¿queda alguno?- y la indignación
de la prensa sionista porque en Europa han quemado unas pocas sinagogas. Es lo
que buscan secretamente estos medios tan sibilinos y que cuentan con tantos
recursos y con tanta capacidad de maquinación. Que se levante otro Hitler. Eso
serviría a los intereses yanquis.
En la corte pontificia, mientras
tanto, un papa valetudinario y anciano llamaba a los obispos estadounidenses a
capítulo por las tendencias pederastas de los curas allá y sus inclinaciones
por la mujer del prójimo. ¿Pero acaso no fue así toda la vida? ¿de qué se
quejan? ¿A qué viene tanto rasgarse las vestiduras? Esta insensibilidad de la
Curia o acaso sea simple miedo de no despertar a la bicha me parece que es
crasa evidencia de dejación de poderes y de negación de auxilio. ¿Qué tienen
que ver unos cuantos fulanos con sotana que les ha dado por el vicio nefando,
licenciosos e mojigatos con el Maestro al que han defraudado? Los enemigos de
la Iglesia la atacan por el blanco débil. La Iglesia Poder se convierte así en
un problema de bragas y de braguetas pero la Iglesia Verdad es algo muy
diferente. Y hoy por hoy está en
Jerusalén en esos frades de la OFM que como buenos discípulos del Señor y del
amado Francisco resisten frente a los tanques guardando las reliquias sagradas.
Más que en esos relamidos purpurados que se tiran a todo el coro de monaguillos
o le meten mano a sus postulantas,
mientras el marido piensa que su mujer, encargada del ropero, ha ido a una
reunión de padres. El tema de los confesores atrevidos es tan antiguo que de
ellos ya protestaba Sta. Teresa. Y la jerarquía sigue mirando para otra
parte. La reforma de costumbres
pretendida por el concilio de Trento ha fracasado. No se entiende por qué la
curia no admite el matrimonio de los clérigos dejando el celibato riguroso para
las ordenes monásticas.
Eso no tiene remedio. Lo que
está pasando con los Santos Lugares parece un torpedo contra la línea de
flotación de la Barca de Pedro y un anticipo de que se avecinan tal vez tiempos
recios pero esto no habrá que achacarselo a los judíos, como siempre, sino que
pecados nuestros son. La institución se
bambalea por causa de nuestros propios delirios, insensateces, sacomanos a la
verdad. Pese a todo es un signo de esperanza en medio de los barruntos de persecución
que vienen esos hermanos del cordón plantando cara a los blindados poniendo la
vida al tablero y defendiendo el derecho de asilo que ha sido una de las
grandes cosas del Derecho Canónico.
Los soldados de Sharon con su
almete característico me recordaron a los sicarios de Herodes entregados a la
matanza de Inocentes. El oficial que pedía los papeles a un grupo de tres o
cuatro frailes que abandonaban el recinto alzando pañuelos blancos y bajando la
cuesta con las manos en la nuca, enfermos, cansados y crispados por el miedo,
era la vera efigie de cualquier impávido SS la noche de los cuchillos largos. Y
los carros de asalto, mutatis mutandis, sustituyendo el anagrama nazi de la
cruz gamada por el broquel davídico y la V de la victoria que llevaban
estampados en el peto pudieran pasar por una sección de asalto de la Wehrmacht
a punto de entrar a saco dentro del gueto de Varsovia. Otra vez el ruido de
cadenas. Desde luego, jamás podrá compararse el régimen de Sharon, democrático
a fin de cuentas, con tales emblemas totalitarios pero a veces los extremos se
tocan y la historia enseña que uno puede pasar de santo a asesino en cualquier
instante.
Los comandos de infantería que
iban registrando hogares palestinos pegando un patadón a la puerta y volcando
cajones y armarios ante la mirada asustada de mujeres y niños eran la viva
estampa de los SA (Sturm Abteilung)
secciones de asalto utilizados por la Gestapo. Otra vez creí percibir la
carcajada de Israel encañonandome por la espalda. Pero no podía ser Israel. Era el diablo. El enemigo de los hombres que
ciega a los que quiere perder. Cuando menos, éste no era el pueblo que tiene la
palabra shalom siempre a flor de labios. Las imágenes que llegaban desde la
orilla oeste del Jordán donde un esenio vestido de marlota bautizaba y
predicaba penitencia se compadecía escasamente con la noción del judío
inteligente, humano, sagaz, paciente y buen amigo y siempre a punto de echarte
una mano, en las circunstancias más penosas de mi existencia, como así ha sido.
Esto no es el ideal que yo admiraba. La sal de la tierra. El pueblo elegido. El
Israel de los salmos y de los santos. De los uncidos a la divinidad por el
carisma y por los genes. El de Isaías, Daniel y Ezequiel aunque reconozco que
en un augurio de este último se basa toda la filosofía del regreso a la tierra
antigua: “Os recogeré en un solo haz do quieras que estéis y os traerá a la
ciudad de la paz”.
Pero nunca así. Esas no son
formas de consumar la promesa mesiánica ni de volver al redil. A cañonazos.
¡Qué penoso resulta a veces interpretar la biblia un libro de tantas lecturas e
interpretaciones como creyentes han existido, aunque reconozco que los judíos
tienen una gracia ingénita para interpretar el saber de Dios y conocer la
voluntad y el signo de los tiempos.
Trance tan desagradable como el
cerco a Belén no es nuevo como decimos para los heroicos monjes católicos
custodios de los Santuarios. Parecen hechos de un material distinto. Están
acostumbrados a pasar calamidades. A los mojicones y malos modos de la
soldadesca turca. De manera que los improperios judíos tampoco les cogen de
nuevas. Los genízaros entraban en su oratorio a robarles sus pertenencias y a
beberles el vino de consumir. Se
emborrachan y luego ocasionaban desmanes, forzaban a las mujeres de los
cristianos griegos y corrían a estacazos a los franciscanos por sus celdas.
El Dr. Laguna, autor del Viaje
a Turquía, arriba consignado, refiere que los muslímicos no suelen consumir
alcohol pero cuando lo hacen tienen muy mal beber. Son los peores borrachos.
En ruta por los caminos tampoco
estaban libres de sus acechanzas y oprobios. Con los beduinos las relaciones no
eran tan problemáticas aunque dice que por toda Palestina se encontraban
moriscos o descendientes de aquellos que fueron expulsados en 1612 después de
la rebelión de las Alpujarras y eran algunos paisanos suyos, granadinos, los
que mayor resentimiento mostraban hacia la comunidad pero los frailes tratando
de ganar su amistad y devolviendo bien por mal los ajustaban de truchimanes e
intérpretes. Aunque, en definitiva, la consideración que encontraban en unos y
otros estaba muy mermada por los prejuicios. Se creían en jurisdicción de sus
personas. Les daban palizas y hasta intentaron profanar a algún novicio sin
ningún respeto al hábito ni al cerquillo. Para los árabes aparte de extranjeros,
metecos, eran infieles de poca confianza. Y este es precisamente el argumento
que exhiben los cismáticos que rinden pleitesía al sultán contra ellos. Amargo
es el pan en tierra extranjera y el imperio siempre sabe que para regir hay que
tener enfrentados a los súbditos si estos pertenecen a religión distinta o
diferentes etnias.
El recuerdo de las Cruzadas
estaba vivo en muchas memorias y los francos, nombre genéricos con que conocen
los orientales a los cristianos occidentales, en su comportamiento habían
dejado mucho que desear. Habían
comportado violencias y sacomanos. Las diferencias y recelos entre Roma y
Bizancio era materia de escándalo. Sólo hubo un intento por mejorar aquella
impasse y fue la presencia de san Francisco de Asís en los Santos Lugares y al
pairo del recuerdo de este bienaventurado que nunca irritó a los árabes con su
estilo de vida y su entendimiento con
los paisanos el instituto por él fundado gozaba de cierto reconocimiento. Es por
esto que los papas confiaron a esta orden la vela y guarda de los vestigios de
Tierra Santa.
Sin embargo, las relaciones con
los griegos amén de piedra de escándalo nunca dejaron de ser difíciles. Los
curas griegos se casaban y ellos no. Además se les acusaba de proselitistas. El
contencioso acaba de saltar en las diferencias de la sede romana con el
patriarcado de Moscú que acusa a los papales de ingerirse en los asuntos
autóctonos y de ganar prosélitos en las heptarquías ortodoxas de la Rusia de
Putin.
Duro es proclamarlo pero por ese
cabo, el de la caridad, que es piedra angular de la fe cristiana todos estos
cismas que no reflejan sino una lucha por la preponderancia en el seno de la
Iglesia las cosas no son ejemplares.
De los papaces griegos,
antioqueños, abisinios y melquitas hay anécdotas interesantes a lo largo del
libro y la mayoría poco edificantes. Se resalta su afición a la bebida, la
ignorancia y sus oficios larguísimos con las luces de la iglesia apagadas que
ellos “afirman que baja un ángel del paraíso a darles candela y esto es un
embuste porque es uno de ellos mismos el que guarda un cirio oculto y les da a
los demás y con estos falsos milagros se aseguran buenas limosnas de los
peregrinos que llegan incesantes a Jerusalén desde el país de los tártaros,
Armenia y el reino de Moscovia”.
Sus liturgias le parecen muy
prolongadas. De pie. Y las misas cantadas con muchos golpes de incensario.
Nunca se arrodillan. Se prosternan o hacen una inclinación de medio cuerpo y se
persignan al revés y muchas veces con gran reverencia. Una simples vísperas les
pueden durar la noche entera. Pero obvía que el esplendor litúrgico resulta
magnífico sobre toda ponderación con respecto a los canónes occidentales.
Es la misma afirmación que
efectúa el autor del Crotalón el cual un siglo antes había estado también por
aquellas tierras. La descripción que hace de la vida de los monjes en el Monte Athos es una página impresionante
y concuerda con la versión de fray Antonio del Castillo quien constata, a su
vez, la estrechez en la que viven los eremitas del desierto de san Sabas,
asceterio antiguo donde todavía en 1630 se congregaban más de dos mil
solitarios. “Uno de ellos habitaba una torrecilla alta y angosta y estaba
incomunicado desde hacía veinte años”. Es la imagen del verdadero estilita que
pasó la vida atado a la columna. Una pierna se le gangrenó pero todavía le
quedaba otra sana y a los incómodos huéspedes les pedía que consumasen su obra
e hicieran lo que les mandaba Dios.
Éste del cenobio de san Sabas no
salía para nada de su lugar. ¡Cómo olería!
Con una que él echaba desde
arriba le subían la comida, un poco de pan y una jarra de agua. Por mucho
regalo unas aceitunas. Y eso el día la Pascua.
Fueron ilustres miembros de esta
comunidad san Cirilo primer obispo de Jerusalén y san Juan Crisóstomo. “Allá no
comen sino habas, ayunan siete cuaresmas entreaño - el mismo dato que aporta
Cristóbal de Villalón- y hacen colación sólo al ponerse el sol y lo que comen
están poco que es penitencia probarlo”.
Sin excesivas preocupaciones
canónicas y sin caer en los ambages y rodeos que hacen algunos exégetas nuestro
peregrino rastrea en las fuentes de los Apócrifos cuyas bellas y un tanto
increíbles historias completan cuanto callan los Sinópticos sobre la vida del
Divino Jesús. Estas leyendas forman parte del corpus de la tradición piadosa y
tuvieron una fuerte impronta en los católicos. Desde la edad media hasta el
barroco. Son materia prima de la Leyenda Áurea. Y subministraron tema de
inspiración a pintores y artistas centrados sobre todo en la humanidad del Salvador.
En el detalle. En las cosas nimias sobre las que los cuatro evangelistas
pasaron de largo. Pero esta amalgama de cuentos entreverados con la verdad se
miran siempre bajo el punto de vista europeo, tan diferente al levantino, y con
la mira de conseguir algunos de estos objetos que guardarán para siempre
poderes de curación.
De esta forma la cueva de Belén
donde pernoctó la Sagrada Familia en su viaje a Egipto conserva una arena
blanca que es muy solicitada incluso de los árabes. Es el caso que estando la
Virgen dando de mamar al Niño un chorro de leche brotó de sus senos y cayó
sobre el terrado. La tierra entonces se volvió blanca como la cal y a partir de
entonces los betlemitas van a por ella y la recogen en serones. Se la ponen a
sus enfermos en aquella parte del cuerpo donde está el mal y sanan de repente.
Esta arena blanca es un
paliativo infalible contra la fiebre, mitiga el dolor de muelas. “No hay lugar
en la tierra que tenga tantas indulgencias como éste”.
¡Oh zancadas maravillosas de
este fraile menor, vagabundo del buen consejo, que le llevaron a bañarse a las
aguas del Jordán. Al epicentro mismo desde donde empieza la peregrinación de
los redimidos! De lo que trasciende de sus escritos mucho quería este hombre a
Belén, la ciudad del pan, la Efrata, donde naciera David.
No se conseguirá nunca
comprender el cristianismo sin ese concepto de advenedizos, de pasajeros en
tránsito por este valle de lágrimas. El viaje purifica y expía las viejas
culpas pues la posesión del reino implica la renuncia, el desprendimiento de lo
material, una noción radicalmente opuesta a los criterios del mundo, que
estimulan a poseer y a acaparar. La tierra prometida por el Mesías verdadero
poco tiene que ver con los idearios de riqueza, belleza, salud física y poder tan
ambicionados ahora mismo.
Es ahí precisamente donde radica
el choque entre la “pistis” griega y el emunáa judaico. La peregrinación, la
hégira, el desasimiento se hallan profundamente enclavadas en las veras
esencias tanto del corán como del evangelio.
No se podrá evaluar ni entender
el comportamiento radical de los que renuncian a todo por seguir este aviso del
maestro interior: los monjes contemplativos, los cátaros, los yoguis y hasta
los morabitos del Rif semi ocultos en sus rábidas espirituales. Para subir hay que bajar y para tener
despojarse.
Entonces las sandalias de este
mochilero de la fe se impregnan del polvo de sendas místicas. Proyecta el
espejo fatigado a lo largo del trayecto. Aparentemente todo es el mismo camino
pero de tarde en tarde salta la chispa de la genialidad. De lo inaudito. Cuenta
bizarras y hasta grotescas historias donde se conjugan el Nuevo y el Antiguo
Testamento con algún aditamento de las suras coránicas tan bellas como
imprecisas cuando hacen referencia a algún paso de la vida de Jesucristo o de
Mirián.
Refractario al sermón, vicio en
el que suelen caer los manuales de devoción, que suelen subirse a la parra y
confundir las churras con las merinas originando un sucedáneo de piedad tan
recargada como intimista, recoge hasta los más humildes ruidos de la vida
cotidiana allá en Palestina. Roma. Con ese sesgo individualista que se percibe
en todo, desde el derecho hasta las devociones particulares, nunca ha llegado a
entender ese sentido coral y viril que tiene la plegaria en oriente. Y se nota que el descubrimiento de esta forma
de entender la religión le hace vacilar un tanto, pero sin dejarse llevar por
las dudas. Por eso suspende todo juicio de valor cuando le presentan una
reliquia o un lugar venerando.
Sus trancos a lo largo y a lo
ancho de Palestina unas veces son a paso corto y a otras a paso largo pero sin
perder nunca de vista el rastro del rostro de Cristo. ¡Con cuánta humildad este
minorista acaricia el polvo que besaron las pisadas del Mesías prometido cuyo
reino dijo no ser de este mundo.
Y esta viene a ser un poco la
explicación a tanta ruina santa que le anonada por el camino al cruzar la
mirada. No somos de esta tierra. Nuestra meta es el cielo porque acá abajo todo
pasa. Pero contempla con fervor los mismos árboles que dieron sombra a Jesús.
Siente en su piel la caricia del mar de Tiberíades y sube a la higuera de
Zaqueo para probar los sabrosísimos frutos. No hay higos más dulces que los de
los sicomoros de Israel. A la vera del camino se lanza cantar el oficio divino
según las prescripciones de san Francisco pues esta norma es “buen
salvoconducto para la felicidad” en compañía del lego que le escolta. Recorre
las provincias de Judea, Galilea y Samaria. Para un cristiano estas sendas
conducen siempre a la ciudad de dios, la Jerusalén del alma que carece de
espacio y de fronteras limitadas.
Fides et Veritas. Lumen et Charitas. La fe se bate cuerpo a cuerpo
con la razón. El paso de todo hombre es un estado permanente e apocalipsis, de
aprendizaje, de revelación. Es como el descorrerse de una cortina que abre
vistas a un horizonte infinito cada mañana. Shema Israel. Mas el nuevo estado
surgido tras el mandato británico a raíz de la Declaración Balfour es un borrón
y cuenta nueva que se desciñe de ese proyecto taumatúrgico con que tienden
vuelo los bautizados hacia la Roca Santa, fuente de la Redención. La luz pugna
con la oscuridad. Hay cosas que no casan. Aspectos poco afortunados que empañan
el proyecto divino por causa de las mezquindades de los hombres. A los que
veneramos a Israel y luchamos por el reino de su justicia en la tierra nos
parece sacrilegio que lo hayan convertido en un vulgar estado policía tan
cetrino como los demás. Tan digno de menoscabo como las naciones árabes que
hicieron del terrorismo salvaje un arma y un pretexto. Dan casi ganas a la
vista de eso de cerrar la tienda. Se comprenderá entonces por qué Job se dio a
la bebida.
Nos envuelve una nube de
enigmas. Todo lo humano es un tobogán de contradicciones. Una pelotera de
recriminaciones. Manzana de discordias, sarcasmos, matanzas, pero también
melodía de antífonas de son antiguo y de bellísimos himnos a los pies de ese
serafín de seis alas tan alto que no puede un hombre abarcarlo con la mirada y
que para recorrerlo de la cabeza a los talones haría falta un día entero de
caminata y que según los creyentes musulmanes está guardando la entrada a la
mezquita de Omar.
Bajo los arcos de Jerusalén
resonaron las melodías aladas del arpa de David o se escuchó la coda vibrante
de los Coros en sus alabanzas bajo el gran Sabaoth de la Jerusalén
celeste. El destino de la Humanidad que
brilló humilde pero definitivo en los filamentos de la estrella del portal cuna
de la paz atraerá siempre a los corazones de buena voluntad. Pero a veces
parece que la luz se oculta y en el orfeón que entona la melodía, en lugar de
concento, hay voces que derivan en desafino. ¿Dónde andará el director de
orquesta?
El provincial granadinos que
celebró muchas veces la Misa del Gallo en el altar de la Natividad y cantó la
pasión del Señor ante la cueva de Getsemaní trata de intimarnos en su relato el
mensaje vivo de las nochebuenas betlemitas.
Allí hasta el aire cuaja
bálsamos de azahar de los que se desprende una aroma de resurrección perenne.
De purificación que no cesa. Los muros del antiguos templo destruido donde los
piadosos de Mea Sharim hacen sus encargos por escrito (jrilev) que
introducen por los huecos de la pared pidiendole a Dios gracias de toda laya
para hacer frente a las necesidades y terrestres del humano vivir son un
ejemplo de fe milenaria. Jerusalén es un invitatorio al recogimiento. A la
oración. Pero no hay que olvidar tampoco que fue allí donde Cristo precisamente
empuñó el látigo contra los profanadores de su casa y lloró a la vista de su
perfil urbano antes de que se consumase el augurio de la destrucción de aquel
suntuoso edificio por las legiones de tito.
Fue aquel uno de los momentos
más terribles que registran los anales. Más de un millón de muertos en su
mayoría por hambre y otros tantos conducidos al cautiverio como muestran los
bajorrelieves del Arco de Triunfo capitolino. ¿Podrá Dios sentirse orgulloso de
esa inmensa pira de cadáveres? El castigo fue terrible. Digno de un Iahvé. Pues
terrible es el Dios del Sinaí en palabra de Emilio Castelar. Sin embargo, los
judíos siguen ahí. Son una raza correosa que ha sobrevivo agarrandose a la
Escritura. “ La Biblia tiene cosas que no nos gusta - decía Golda Meir- pero
gracias a ella estamos todavía aquí”.
Cualquiera que sea la respuesta
a esta interrogante, denominar a Jerusalén como emporio de la paz, que es su
verdadero étimo, no deja de sonar a sarcasmo en oídos de mucha gente. Y la Biblia, para más inri, tiene como
colofón un libro vehemente de poesía incomprensible: el Apocalipsis.
Señor, que yo vea.
ENTREVISTA A LA MUJER DE HIERRO GOLDA MEIR O
LA GLORIA DE UN SCOOP
4Su rostro era un pergamino. Un
mapamundi de penas y de ensueños. El aspecto cansado. Harta de mirar y de ver
siempre lo mismo pero los ojos que tenía grandes y que un día fueron los de una
mujer bella y de ellos se desprendía un atractivo poderoso. Quien alguna vez
hubiera visto a dos pasos a Golda Meir nunca la olvidará. Los ojos se quedaron
dentro. Se parecían un poco a los de mi abuelo Benjamín y ella por su halo, por
su manera de mirar y conocerlo todo, que no necesitaba ni preguntar para ver
cuál pudiera ser el problema de la persona que tenía delante. ¿Qué me vas a
decir? Era como una de esas santas que
van poco a la iglesia, a la sinagoga en este caso, pero que inspiran seguridad
y que su oblada deberá arder, buena oblada, en los pebeteros del Altísimo. Pero de niña, allá en Kiev, tenía fama de
chica terca. Tan inteligente como hermosa y no daba fácil su brazo a torcer,
pero todo cuanto hacía, hasta el amor, las reprensiones, lo hacía con amor. Fue
para mí uno de los puntos álgidos de mi vida profesional el poder hablar con la
mujer fuerte. Poderla mirar de cerca. Te hacía pensar en Judith. En Esther. En
Rebeca. Los judíos son una raza de acero porque cuentan con estas mujeres
berroqueñas. Ellas son las que transmiten la llama del fuego sagrado. Quizás
tenga también dicha peculiaridad que les convierte en vaso de elección, en
garantía de la famosa castidad judía. Es una de las religiones que da
instrucciones muy precisas sobre lo que se ha de ser y no ha de ser con el
cuerpo, habitación del Espíritu de Adonai. Y no sé por qué digo. Porque la vida
es un tesoro en una vasija de barro. Frágil. Muy frágil todo ello. Se trataba
de un ser humano impresionante. El pelo
lo llevaba recogido atrás y vestía de negro una falda y una blusa de mangas
cortas. Sus miembros inferiores y superiores pero tenía los tobillos hinchadas.
Mala circulación. Y un bolso de skay comprados en Woolworth o Mark Spencer, que
no se distinguían en aquel entonces por el acabado del refino y acogían la
clientela más proletaria de la población londinense. Ella con este gesto que no
era un golondro de ese simbolismo tan judío estaba dando a entender que el
mundo corre a ser masa. Se acabó el tiempo de las elites. El consumo devorará
al arte y la cantidad a la calidad. Su bolso de abuela pobre estaba dandonos
pistas acerca del porvenir.
“La vida del buen judío es leer
y leer”, fue una de las confesiones que me hizo aquella tarde.
Ellos vienen al mundo uncidos al
yugo de la palabra y rotas las cadenas de la tiranía cuando lo dejan un poco
más asequible y cómodo, aunque plagado de dramas, traumas y trampas. Es la
misma comezón que salpican a los que sienten pasión por la literatura y que son
un poco judíos en el fondo. Es una norma entusiasta y demoledora. Exigentes
consigo mismos. Masoquistas. No se parecen a los demás mortales. Es como si
llevasen el globo de Prometeo a sus espaldas. Hay que dejarlo todo. Ceñirse la
correa de la castidad. Ponerse el amito de la misericordia y acariciar el
manípulo de los escogidos.
Por eso se vuelven tan odiosos a
las personas corrientes y vulgares que tampoco ni poco ni mucho los
comprenden. Pero esa incomprensión
constituye un gaje del oficio. Grandezas y miserias de la profesión mesiánica.
Y esta pasión por la palabra la
lleva inscrita en su frente Golda Meir.
La Mujer de Oro. Todas las frases que pronunció en la suite del Hotel
Claridge donde me recibió retumban en mi memoria. Eran aldabonazos proféticos.
Todo su discurso fue un sapiente atentado contra el tópico. El ser humano está
obligado a pensar por sí mismo. No que se lo den todo hecho.
La Mujer de Oro, la Mujer
Fuerte, consiguió transformar en grandeza todo cuanto tocaba. Cual una nueva
reina Midas pero el oro de su palabra no era sino metal metafísico. Su cara era
como una roca. Ya algo metida en carnes y haciendo gala de esa modestia y
austeridad que sólo se encuentra entre los verdaderos seguidores de la Torá
para quien vivir no sino un desvivirse hacia adentro porque esta vida es lugar
de paso, centro de acogida. Una trabajosa pascua ininterrumpida de Cabañuelas
en espera del Sábado que no cesa. Es la razón de la gnosis que invocan los
perfectos. Pero ella, agnóstica, se me presentaba con rostro humano y comprensiva
con las carencias del prójimo. De abuela metida en años y en carnes era la
imagen. Que fumaba sin parar, pues era una mujer- mujer como el café -café, muy
real y liberada aunque para la Meir la libertad no se compadecía con la
emancipación sexual, algo sumamente candente y problemático para la hija
pudorosa de un rabino observante de la ley, y tenía los tobillos hinchados. Era
de carne y hueso y no una efigie de madera o escayola a la que los prejuicios
idólatras de algunos quieran entronizar en los altares con nimbo y aureola. Y
era una “turris ebúrnea”, una “domus áurea”, y una “mater castissima”,
inviolada al desaliento. Se parecía un poco en el rostro a esa Virgen que
invocamos los católicos en las letanías loretanas. Con una espina de cambronera en medio de la
frente como Rita de Casia:
-Yo tengo mis defectos-
aclaraba-. Amé y desamé como todas las mujeres. Fui mejor madre que esposa. En
mis tiempos las divorciadas no eran bienquistas de la sociedad y más aun en
Chicago.
Apenas parecía dar importancia
aquello que para los paganos tanto cuesta que es la imagen exterior. Desde niña
rehuía de lo postizo.
Sin maquillaje y nada atalajada
ni llevaba un solo anillo en ninguno de sus dedos. La única concesión que hacía
a las pompas y vanidades del mundo era el vicio de las hojas del tabaco pues la
venganza de los indios es un compañero de la soledad de los que sienten
responsables y como pegando brincos por la sinrazón de la vida misma.
Se había hecho fumadora en los
años de la clandestinidad para entretener las esperas y escoltar a sus
pensamientos. Fueron recios lustros de mucha brega.
I have had not had what you might
call an easy life[ix]. Extraía los cigarrillos de una pitillera con
una inscripción, regalo de uno de sus nietos, metida aquel bolso tan hortera que
la acompañaba a todas partes. ¿Lo habría comprado en las rebajas? Sobre su
brazo aquel objeto práctico recordaba un poco a la Reina Madre. Isabel de
Inglaterra, con aquellos abrigos color verde de felpa y aquellos bolsos
horroroso, vestía con el mismo gusto de una sirvienta en su tarde libre.
Quien lo lleva y quien lo sabe a
veces no lo demuestra. La una era la hembra más rica del planeta. La otra una
de las más poderosas a pesar de representar a una nación pequeña, casi
insignificante, pero todo fuerza. Todo medula. A Israel la plantaron en medio
del desierto como una enigmática columna.
Su aspecto era hombruno. Se
llegó a decir que era la que estuvo llevando los pantalones en el gabinete
israelí pero la mirabas al rostro y te dabas cuenta de que en verdad esas
habladurías no reflejaban la imagen exacta. Seguramente era de lo más maternal.
Lo decían sus senos poderosos y era un símbolo de esos generosos regazos de las
abuelas judías.
¿Será Israel desde Judith y
Esther para acá un matriarcado o más bien una anfictionía de guerreros,
banqueros, químicos, matemáticos, ingenieros y sabios que han patentado los
ordenadores, la bomba H, las ametralladoras Uzi, el riego por goteo, el music
hall, la reacción Wasserman, Lombard Street y Wall Street, el New York Times,
la revolución rusa, la biblia, Hollywood, la letra de cambio, el psicoanálisis,
los oráculos, el pan sin levadura, todas las pascuas por su debido orden:
florida, granada, la del Seder, las Cabañuelas, la de la expiación, la música
de Mendelsohn, Spinosa? Lo grande en lo pequeño. Los montes serán aplanados y
los valles nivelados. Lo izquierdo en lo derecho. Resucitarán los gigantes y el león se
apareará con el cordero. He aquí a los profesores de Berlín y a los radiólogos
de Praga que se van al desierto a trabajar de pico y pala, convocados por la
profecía de Ezequiel: “He aquí que yo abriré vuestros túmulos y os sacaré de
vuestros sepulcros, pueblo mío, y os introduciré en la tierra de Israel”. Pero
esta resurrección de los elegidos acarreará una danza de la muerte macabra para
otros pueblos que habrán de ahuecar el ala y tender el huelo para dejar sitio a
los elegidos. ¿Cómo podrá ser dios tan caprichosamente injusto?
Era una hermosa mañana de
primavera. Afuera rugía la marabunta del tráfico rodado por la bajada de
Regente Park y en el parque de al lado lucía ya sus galas la primavera
londinense, larga, fría y con intercadencias. Los castaños regoldones se ponían
su casulla verde de flor. Las raspillas y miosotas alegraban las platabandas y
los macizos de las mejanas de tráfico en todo el perímetro de Hyde Park. Los
fantasmales robles que crecen en manípulos se revestían de polen para una
inmensa celebración y los coris hacían cola para bañarse cerca de las aguas
pandas de la Serpentina. Ya abrían sus yemas abullonadas, anticipo del primer
fruto de las excelentes avellanas inglesas.
Los narcisos que allí dicen
dafodilos celebraban con parrandas de cromáticos colores su himeneo con Dafne.
Los gorriones de triste pelaje pero bien alimentados y acostumbrados a
sobrevivir en las adversas condiciones del hiemal británico, que tanto deprime
a los humanos, preparaban sus estridentes conciertos desafinados en la copa
tupida de los magnolios como ajenos a las cuitas de los humanos. A las noticias
en la BBC-2 que contaba, impoluto y atildado, siempre con trajes cortados en
Savile Row, Roger Baker o a las fiestas de sábado noche que conducía Cilla
Black.
Todos los que vivíamos y
escribíamos en el Londres de los albores
de la movida o swing de aquellos años en minifalda, ropa casual y una taza de
café en tu casa o en la mía, vida mía, después del baile, eramos conscientes de
estar asistiendo al nacimiento de algo nuevo.
Sabíamos que estos interregnos
de bonanza en la historia son infrecuentes. Por eso apuramos con avidez la copa
de la felicidad que nos tocara en suerte.
Al atardecer nos encaminábamos
al pub. Una cuantas libras y un amor en el bolsillo, acaso una cita, un número
telefónico o la seguridad del venador de ciervas montesinas propia del macho
que ha comenzado su berra y se siente seguro y potente. En aquellos años no era problema la cuestión
de la virilidad que ahora la tenemos todos tan flotante como la libra esterlina
bajo el mandato de Haroldo Wilson. Nunca parecía que iba a sonar la campana y
el aviso fatídico que a mí me recordaba al tercer ángel pregonando aquello de
“last order please”. Por lo menos habíamos llegado a la última ronda. Tengo
grabada en la memoria la aparición de aquellos hosteleros angélicos en mangas
de camisa que accionaran con fuerza el badajo y apagaban algunas luces del
local para anunciar el final de la velada a las once en punto de la noche, las
diez en Canarias. Apurábamos sin saberlo nuestras últimas rondas.
A todos nos entraba una extraña
sed que a lo mejor no era física en cuanto tal sino el triste presentimiento de
que aquellos días de vino y rosas, de Beatles, y de novias en barrios apartados
al otro lado del Támesis que ibamos a buscar, tendrían su punto y final.
Estábamos abocados a algo muy
distinto. Era el final de una era. Hasta a la cazuela de la pipa del bueno de
don Haroldo, siempre tan bien abastada, le faltaría el tabaco. La hoguera se
apagaba. A mí de mayor lo que me hubiera gustado, por sentimiento premonitorio,
era se Haroldo Wilson. Fumador de
múltiples cachimbas. Ser un buen laborista y tener una secretaria tan eficaz
como Marcia Williams.
La canción del verano otoño
anterior había sido: “We are the union men”. Aquí somos el poder del sindicado.
No había aparecido aun el trasnochado oso buco con su escolta del más largo que
un ocho. Allí el sindicalismo era algo muy respetable pero se lo cepilló la
Thatcher. Un Vic Feather o un Jack Jones con un Cándido Méndez o el Fidalgo
Largo ese, nada tiene que ver. Los sábados por la tarde en las concentraciones
de la plaza Trafalgar arengaba a las masas el viejo brigadista Jack Jones y yo
vi a Isabel Allende subirse a una de aquellas plataformas improvisadas cabe los
leones de ciclópeas melenas de bronce y de las estatuas fundidas con los
cañones de las guerras de Afganistán.
El gran debate nacional por
aquella calendas previas a Yom Kippur y la guerra que desencadenaría la primera
crisis del petroleo era sobre si el Servicio Nacional de Salud o Seguridad
social británica debería facilitar a los registrados en sui larga lista de
pacientes lentes y dentaduras postizas. “Dentures & specs”, era el
anapesto que explicaba el dilema por
aquellos días. Estado nodriza para todo. Ser o no ser. Y los británicos no
habían llegado a los grados de comodidad y de ventajas de los suecos en esto
del estado de bienestar pero se sentían muy orgullosos de proclamar las
bondades de su well fare state. Los
Beatles colocaban sus últimas novedades en los primeros puestos del hit parada
y todas las niñas del Reino Unido se desmayaban al ver a Ringo con sus melenas
al entrar en escena. Era el mejor batería del mundo y John Lennon uno de los
mayores genios de todos los tiempos, pero todo pasó. Ya. Aquella movida la
había iniciado un judío, un tal Epsein, el apoderado o mayoral del gran grupo,
que acabaría zampandose un frasco de barbitúricos como le ocurrió al Dr. Ward
el proxeneta de Cristina Keller. En España mientras tanto estaban por la lucha
política, aquí era sólo electrónica o fantasmal y estaban cantando a todas
horas el “no nos moverán”. Vivíamos muchos en lo alto de una nube parlante y
veíamos el mundo a través de un ventanal gótico - oriol windows- cuya
convexidad nos acercaba al bromo, a la festuca y al trébol del jardín. Teníamos
complejos de invitados a la gran fiesta. No cesaban los cantos del gran
musical. Nuestra vida era un sueño de Top of the pops. Un guateque que nunca se
acababa. Para nosotros el primer puesto de tiro al blanco, ganamos en las
apuestas de las carreras de hemionos, las muchachas de cuerpo gentil nos decían
“I love you” y en nuestros oídos no sonaría tan estúpido como a lo que nos
acostumbrarían los años. Ayunábamos en nuestros lofts yorquinos y en nuestras
buhardillas o en los tuneles con derecho a cocina pero a nosotros nos parecía
que cada día en nuestro hogar se extendía la perezosa y no nos tratarían tan
bien en Buckingham Palace donde viven con tanto lujo y lacayo.
Las huelgas mineras habían
dejado el invierno anterior a las islas a oscuras en lo que algunos dieron en
llamar glosando el título de un drama shakesperiano The long winter of
discontent.
Luego cambiaron las tornas. Los
ingleses deshojaban la margarita del to be or not to be. De si Europa o el
aislamiento dorado. Heath les iba a meter en Europa por la puerta falsa un
primero de enero de 1973 que bien me acuerdo yo de aquellas navidades, pero los
ingleses no se sentían plenamente europeos a pesar de haber renunciado a su
antiguo sistema de pesas y medidas y de haber adoptado el sistema métrico
decimal.
En el fondo querían seguir
jugando a gran potencia y eso iba a inclinar el platillo de la balanza del lado
de los americanos. Sus aliados tradicionales.
Pero cumplir esa tarea que no
era más que una idea en ciernes no le tocaría a Wilson ni a Heath. Ni a
Callaghan. Sería un predicable llevado a cabo por la Thatcher. Reforzado más
tarde por Tono Blair. Sosias de Bush.
Siguen contando de diez en diez
en vez de doce en doce pero al euro ni le miran.
Por aquellos días parecían salir
del gran letargo en que se movía el país desde el Festival de la Luz de 1956.
Despertaron. Subió la gasolina y ello significó el
principio del fin del laborismo de Clemente Attlee y de Ernesto Bevan.
-Time is up - proclamó el
cancerbero.
-Last orders, please - coreó el
tercer ángel, el que tiene su aposento en lo alto de las campanas de las
tabernas británicas. Es un cuchitril misterioso al cual sólo unos pocos hemos
tenido la suerte o la desgracia de descubrir.
Se terminaron las valquirias.
Nos pedían que dejásemos de acariciar sueños oníricos bañados en cerveza.
-Dad por concluido el tiempo del
amor. Dejaos de romanticismo. Ahora lo que aguarda es una brega más dura.
-Last orders please... Last orders- el pincerna había cambiado su tono de voz suasorio en
amenazante.
Yo viví aquellas últimas rondas.
Los elegantes y lujosos pubs se convirtieron en pizzerías. Y en MacDonalds.
Había comenzado la gran reconversión de la modernidad.
-No vendrá mi amor nunca más.
-Abandona tus sentimentalismos
trasnochados. No tendrás amor pero sexo todo lo que quieras- insinuaba machacón
el Tercer ángel castigador que blandía un látigo desde el umbral de mis quejas.
Siempre llego tarde a todos los
sitios al humo de las velas. De todas las partes me echan.
Y en dicho cambio tuvo bastante
parte activa aquella mujer que tenía yo al alcance de mis ojos en la suite de
lujo del hotel más aristócrata de la Milla de Oro. Era la primera ministra de
un gabinete socialista y toda aquella riqueza del entorno parecía venirle
grande a la heroína de los kibutz. Me había convocado porque unas declaraciones
suyas favorables a Franco habían levantado cierto revuelo en los sectores
izquierdosos del pasillo sionista británico. De hecho el New York Times abrió
con uno de los titulares de mis crónicas lo que no dejaba de ser paradoja
porque el gran rotativo no suele prodigarse en las noticias referentes a
nuestro país que hay que encontrar con lupa en algún rincón perdido de sus
extensas galeradas. A muchos desconcertó la quiebra básica de este sigilo
normativo con respecto a España. Spain is for us an especial case. Hay que echarla de comer aparte porque
suscita sentimientos enfrentados de amor y de odio en el corazón de todo judío.
Lo grande en lo pequeño y en lo que a mí respecta lo tengo a honra, este
gacetillero intrépido tuvo el honor de romper aquel limbo de los justos a los
que nos habían destinado los intereses creados del gran capital. Vivíamos en la
oscuridad y en el ostracismo. Muchos no se habían sacado la espina de la guerra
civil. Aquella maniobra les salió mal a los Rothschild porque precisamente,
otro chueta mallorquín por nombre March había apostado por el mejor caballo de
aquella cuadra. Yo rompí el statu quo siendo primera página del sesudo New York
Times. En cierto sentido les volví locos. Claro que fui el primero que aquel
télex que guardaba yo en la bodega de mi hura con fantasmas templarios
acompañantes era un arma cargada de futuro. Más poderoso y contundente que todo
un silo nuclear. Bastaba con utilizar inteligentemente la dialéctica y para
reconducir la información, siempre manipulada y parcial, a qué engañarnos. Lo
del novelista omnisciente y objetivo sólo se les puede ocurrir a ciertos
críticos cursis. En periodismo no existe tal asepsia. Hay de por medio muchos
intereses creados. Entonces las prensas, sin embargo, hasta la llegada del
Cebrián, las prensas eran nuestras.
Golda Meir que era un animal
política de casta y con mucho instinto no calló lo que otros silenciaban ya por
conveniencia ya por respetos humanos. Y fue la ayuda y el asilo que recibieron
del Caudillo muchos judíos que venían huyendo de los nazis. Hoy los periódicos
jalean el derrocamiento de su estatua en la plaza del Caballo de su Ferrol
natal. Esto es el comienzo de un vendaval que puede acabar con el
desarbolamiento de todo lo que creíamos sólido. Muchos que viven alegremente y
despreocupados ya que ven las barbas de su vecino debían poner las suyas a
remojar. El fin de la monarquía y la llegada de la tercera república puede
estar a punto de comenzar.
No tenía pelos en la lengua. La
Meir era la Meir. Iba a su aire a
sabiendas de que iban a caer en algunos sectores como puñados de picapica. Pero
el compromiso con la verdad de esta señora estaba por encima de los intereses
coyunturales. Hoy aquellas loas a un personaje que está tan vilipendiado y al
que se arguye de todo pecado deberían ser analizadas y sopesadas. Era el testimonio de agradecimiento a un
hombre por una de las primeras feministas aunque el feminismo que profesaba la
mujer fuerte nada tiene que ver con el de nuestras sacerdotisas laicas que
rinden culto al cuerpo. Ellas repican a Fascio bajo la guisa de la progresía
alentando, igual que todas, el pensamiento único.
Ella siempre soñó con poder
ayudar a cambiar el mundo. Por eso fumaba. Porque no las tenía toda consigo.
Los grandes lectores suelen sentirse abrumados como naúfragos de los libros en
cuyas páginas brotan ideas encontradas. Un libro contra otro. La vida que
subyace en la literatura es como un crucigrama. Pero vas poniendo las palabras
una vertical y otra horizontal y luego resulta que encajan. Sólo la paciencia
judía es capaz de engarzar tanta vedija de humo como nos circunda.
Y, como esos personajes de
Felipe Roth que estampara en una de sus novelas la noción del santo bebedor, el
que bebe y reza a la vista del “medinesh” de oro, Golda Meir diagramó en la prática la utopía que
anhelaran los Weissmann, los Ben Gurion los Ben Leví. Israel fue un sueño de
humo elevado del fuego de la cachimba de un tuberculoso: Teodoro Herzl.
Pocos sabían que ella era rusa o
ucraniana mejor dicho. Había nacido en Kiev.
La hija de un carpintero, un hasidim piadoso. Un inocente marginado por
su pobreza. Había días que en casa no quedaban para comer más que unas gachas.
Antes de emigrar conocieron los pogromos cosacos antes de que los hornos
crematorios fueran encendidos. La canción y la película del Violinista en el
Tejado describe el tenor de la existencia de aquellos guetos en los tiempos del zar. Topol pudo ser su
padre.
Rezaban en hebreo pero sólo
sabían hablar yiddish. La vida en el gueto debía de ser terrible pero el judío
está hecho de una materia especial que lo convierte en superviviente. Carne de cañón y carne de diáspora. Y a pesar
de todo sobrevive. Esta fuerza es su salvoconducto.
Hay que ser pacientes y esperar
los buenos tiempos, decían los seminaristas de la yashiva de Minsk a la hora
del rezo de la Shema.
El señor está con nosotros. Es
lo que canturrean mientras pasan los dedos por las páginas gastadas de los
familiares “siddur”. Porque no duerme ni sosiega el que guarda las ovejas de
nuestro redil.
En 1948 fue designada embajadora
de Israel ante la Urss. Fueron los años duros del estalinismo, ya abocado a su
final, el de los Procesos de Moscú. Concejeramente, en aquel país cuyo régimen
empezaron a gestar fue donde toparon con mayores dificultades.
-¿No se lo esperaban?
-No. Nosotros fuimos creadores
de la Unión Soviética. Siempre hemos sido los primeros. Nos domina un afán
pionero.
-Los primeros serán los últimos,
premier.
-Esos son juegos de palabras.
Pero si usted se fija no se nos puede argüir del pecado de cobardía.
-La audacia es judía.
-Como la sabiduría. Pero nos
dolió también la traición británica y en América del Norte no corrían tiempos
muy favorables, había sonado la hora de la caza de brujas. Se nos tachaba de
comunistas. Pero Israel sabe esperar. Su capacidad de aguante taladra el muro
de cemento de los siglos. ¿Somos comisarios de un plan divino que a otros
pueblos menos perspicuos o más holgazanes se les escapa porque desconocen que
Dios no es más que la potencia del destino?
Todo eso me dijo.
Perpleja por sus propios
soliloquios que la conducían a conclusiones tan lejanas como imprevisibles
encendió otro cigarrillo.
A un judío no le gusta
pronunciar la palabra Dios ni lo hace tan a la ligera como los cristianos. A
ellos el mismo concepto les llena de terror. Por eso lo designan como
eufemismos como el Agente Supremo, la Vía más Alta, la Inteligencia
Determinate, etc.
Entonces se me ocurrió a mi
echar agitar las aguas de aquel monologo.
-¿Y si Dios no fuera una
prolongación angustiosa de nuestro propio ego? El Génesis enseña que Dios hizo
al hombre a nuestra propia imagen pero es verosímil que fuera al revés, que
hagamos hecho los hombres a nuestra medida. Atribuimos a la divinidad
predicables humanos. Vamos por ahí colocando etiquetas a nuestros sermoneos teológicos.
De suerte que transformamos en algo ilógico y descabellado el Logos. Dioses de barro que equivalen a mitológicos
espasmos. Uno siente escalofrío al pensarlo. Detrás suena la carcajada.
Esténtor por estos días tiene hartos trabajos. Sus pulmones homéricos abarcarán
cincuentas voces de hombre y se ríe. Se ríe. Más que reír lo que hace es
cachondearse pero con tales fábulas nos damos por conformes. Que asi se llena
el hueco de nuestra certidumbre de la muerte.
En ese Dios pensamos queremos encontrar la inmortalidad que nos falta y
en su omnipotencia la capacidad de fuerzas limitadas.
-Eso mismo creo que pensaba el
padre del estado de Israel. Tenemos que rezarle cada día a la aurora y al
ocaso, pero luego actuar como si no existiera. No basta creer. Es preciso
buscarse la vida y agenciarsela. Porque Adonai. Únicamente ayuda al que se
ayuda a sí mismo. La fe sin obras equivale a una campana rajada.
-Iñigo de Loyola profesaba el
mismo criterio.
-Es verdad. El pueblo hebreo no
se justifica por la fe. Ni cree en vanos paraísos. Su noción de la vida de
ultratumba se concretiza poco. No piensa en el cielo ni el hades. Esos lugares
habrá que buscarlos en el interior de uno mismo. El dolor y el deleite se
combinan en nuestra vida. El triunfo es la puerta excusada de la casa de los
fracaso. Tampoco conviene fiarse mucho de las apariencias. Todo es peligroso y
puede volverse contra ti al iniciar la andadura del eterno peregrinar. Por eso
hemos tenido tendencia a acaparar dinero no por avaricia sino porque pensamos que
el único pasaporte cuando vienen mal dadas.
Y lo que decía era cierto. Los
judíos suelen ser a veces tacaños pero no por el dinero sino porque en una
circunstancia determinada esas onzas de oro que guardan en la alcancía puede
salvarles la vida.
Tampoco se podrá encontrar en el
mundo ni más dadivoso ni más soledoso. La mujer me miraba con la angustia de la
cuartilla blanca, esa diosa que auspicia y maldice el destino de todo escritor.
Ante ella hay que estrujarse el cerebro cada mañana. Los pueblos ágrafos o
analfabetos no sentirán ese comején que empaña de cardenillo nuestras almas. Es
la mirada de Hécate. Roberto Graves la
conocía bajo el nombre de la diosa blanca y debió de aparecersele con sus tres
cabezas: Artemisa en la tierra, Selene en el espacio supra lunar y Perséfone,
la hija de Zeus y de Deméter que guarda la caverna de las sombras, en el
inframundo gritando a grandes voces:
-Aguija, escritor. Pon sobre el
papel lo que te mando.
Todos los que consultamos al
oráculo de Delfos y vivimos entre los demonios de la literatura sabenos bien de
esos impulsos. Llevamos el mundo a cuestas y entre ceja y ceja un psicógrafo.
No somos otra cosa que titanes de la palabra. Albañiles de los diccionarios, no
tratantes de piedras preciosas o entrefinas aunque algunos se atrevan con pulir
el diamante que es materia dura. La aguja del psicógrafo registra los sismos de
la mente de los pueblos. Todos son lo mismo. Masas sin peinar sedientas de
gritos y de puñales.
-Ya machaco el hierro. No me
oprimas más, funesta diosa. Hago lo que puedo.
Se me ocurrió que en esto de las
religiones nadie tiene en definitiva el cabero definitivo. Hasta Israel reza
con ideas prestadas al Yao de los egipcios. La biblia es un libro a veces poco
recomendable. Escabroso hasta lo pornográfico. Plagiario y reiterativo.
Ambivalente y confuso. Sus héroes cometen adulterios y asesinatos a destajo y hasta realizan sacrificios
humanos como los etruscos.
-Pero a nosotros nos vale para
vivir y luchar y ser nosotros mismos - insistió.
Y yo pensé que los judíos eran
los inventores del apocalipsis. Escuché en los pozos anímicos otra gran
carcajada homérica.
Recordaba su primer viaje a
América. La travesía la hizo en el barco de linea entre Amberes y Nueva York.
Al desembarcar estuvieron retenidos cinco meses en la isla de Elis. ¿Qué
pensaría el carpintero Meir al contemplar por primera vez la estatua de la
libertad al pisar la tierra de la oportunidad? El coloso la verdad es que no
tiene nada de artístico. Es más bien repelente. Se alza como un mascarón de
proa que mira hacia Europa con cierta altanería.
Aquellas emigraciones en masa
preconizaron el gran éxodo de los pueblos que ahora vivimos. Gran mercancía humana desplazándose de sitio.
Luego vendría la “Hativka” en que llegaron a Tel Aviv los supervivientes del
holocausto que abrió la compuerta a la migraciones en masa con que ha comenzado
el siglo XXI. Las pateras que llegan a las costas de Tarifa son la mimesis de
aquella travesía sin rumbo definitivo que resultó ser el primer viaje a la
libertad.
El mundo ha perdido verticalidad
y horizontalidad. Se ha vuelto menos estable pero de todo esto tal vez tenga la
culpa la profecía de Ezequiel sobre los huesos abandonados que de pronto echan
a andar insuflados por un extraño viento del Espíritu que recorre la tierra.
Golda cambió el chital de Kiev
por el de Brooklyn. Comienzos durísimos. La tierra de la oportunidad no era la
prometida. Hubo que trabajar firme y dejarse el aliento en los sudaderos de las
fábricas de corte y confección (sweat shops) del Bajo Manhattan y soltar
al final de la jornada aquella muletilla de “another day, another dollar”. Los
inviernos era crudérrimos y la joven para poderse comprar un abrigo tuvo que
estar casi un año yendo a pie camino del trabajo. Para ahorrarse el billete de
tranvía.
Quería ser maestra, pero su
padre se opuso y dijo que carrera no. Que el lugar de una buena hija de Israel
se hallaba en la cocina al lado de los niños, junto a la cocina y no muy cerca
de la sinagoga. Le leyó la cartilla de las tres famosas K germanas: Kinder,
Kirche, Kuhe. Lo que se traduje en romance como la mujer la pata quebrada y
en casa. El pueblo judío siempre fui mirado para estas cosas de la patogénesis
y sus cánones en materia sexual rondan lo sibilino pero es la Ley. Halaká. Un
rabino nunca dormirá con una menstruante y siempre que llegas a la casa de un
hebreo lo primero que te enseñan es la puerta del retrete para el lavatorio de
manos y son muy estrictos e insistentes en los pediluvios. Su experiencia les
dice que hay que guardarse de todo lo impuro
UN PASEO DESDE PICADILLY A SOUTH KEN
Londres era una ciudad gris que
se agazapaba bajo la lluvia. Las gotas caían con sabor a sal y charolaban las
techumbres de los autobuses rojos de dos pisos. A mí me gustaba viajar en el sollado
superior al que llaman rotonda como en las antiguas diligencias. Se trepaba por
una escalerillas de caracol algo parecida a las de la torre de mi pueblo cuando
acudíamos a tocar las campanas la Noche de Ánimas y allí se te mostraba el
paisaje urbano todo un espectáculo de abigarramientos y vidas que se entrelazan
con la mecánica. La gente iba con mucha prisa pero los ómnibus británicos eran
lentos. La flema no es un lugar común sino una idea emblemática del Londres que
yo conocí. Toda la ciudad posee un olor especial. Que te asalta sobre todo
cuando te encaramas a la rotonda del Nº 69 que era el de mi barrio. Yo estaba
predestinado a llevar la vida que llevé pero ésa es otra historia. La gente si
decías que viajabas en esa línea ya empezaba con la chirigota, pero no había
que tomarselo tan a broma. A veces los números no sólo cantan sino que definen
la realidad. Predestinado. Desde entonces era un guarismo de suerte. Nunca
viviré un tiempo tan caprichoso.
El olor de Londres es una mezcla
poderosa de desinfectante y de cosmético. Tampoco es que los ingleses se
lavaran mucho. Dos veces por semana. El agua caliente de una bañera costaba
doce chelines, media libra, en el contador del gas. Era un aroma agrio y
montaraz. Lo bravío del cemento y del hollín acumulado durante generaciones
enteras. Y a jazmín sintético y a junco
artificial y a cáñamo indio. A veredas inexploradas que conducen al reclamo de
toda esa braquiología iniciática de aquellos tiempos. Haz el amor y no la
guerra. We shall
overcome one day. Etc. Es lo primero que se notaba al llegar.
El tabaco rubio también colocaba
un poco. Era de origen turco. Los cigarrillos que yo fumaba por entonces se te
subían a las meninges y te raspaban las tragaderas. El conde Kelly mi
predecesor en la vivienda que alquilaba a la viuda Misia Avisson en el 41 de
Roland Gardens y donde tuvo el escritor Paúl Morand su residencia, aquel Buda
francés que tactó el perfil moderno de una ciudad antes de la hecatombe y que
barruntó el primer conato de la globalidad totalizadora había muerto de cáncer
de pulmón. Era como entrar en un cosmos diferente. Allí reinaba perenne la
armonía cósmica, la eficacia irreprensible.
Era un templario y la guardesa
del edificio la dulce Gal decía que si una noche escuchaba rumor de espadas y
otros ruidos extraños era porque aquel buen contramaestre de la Orden de San
Juan de Jerusalén regresaba nostálgico a sus aposentos.
Tuve el privilegio de alquilar
un cuarto con fantasma y mis manes resulta que me estaban conduciendo al mismo
sitio. A Jerusalén. Fui feliz durante tres años hasta que fui expulsado como
Adán por el paraíso por el primer intento de reconversión industrial.
Cuando tomé posesión era como si
el entorno me fuese familiar aunque yo no hubiera estado allí jamás. La
escalera, el rellano con su pasamanos, las ojivas de la bodega donde los amos
guardaban los vinos de cava y que fue el cuarto donde yo instalé el télex y
hasta el mobiliario que dejara el anterior teniente que moriría solo de una
metástasis galopante hubieran tenido que ver en un lejano tiempo pasado.
Era la querencia templaria que
me persigue y estuvo a punto de acogotarme en aquel sollado rodeado de una
verja negra y reluciente. Retorno a las
mansardas. El tragaluz es mi sino. Ver el mundo a través del ojo de buey del montante
de un desván o de una mazmorra. ¡Qué cosas!
Algunas mañanas el dispositivo
de la tetera empezaba a soplar sin que hubiera mano que lo encendiera y una
noche al regresar de un cumpleaños en que había corrido la cerveza me encontré
a mi alter ego vestido de caballero de la edad media ataviado en ajuar de
combate: peto, espaldar, grebas, guantelete, guardabrazo, avantal o visera de
los normandos, espuelas de plata, hombreras, brazales, y un lambrequín
tremolante de plumas de avestruz por contera sobre el casco. A su lado, sobre
la alfombra, la espada y un broquel en el que con tinta roja o con sangre había
inscrita la cruz del Temple. Se había echado para atrás la visera del yelmo y
leía con suavidad casual las esquelas del “Times” que como se sabe se publicaban
antes en primera página. Fumaba con unción uno de aquellos aromáticos
cigarrillos de factura ovalada que le llevaron a la tumba.
El aparecido me contempló de
arriba abajo con ese aire de desdén típico con el que los británicos suelen
mirar para los extranjeros que no entran por el aro o se aferran a sus bárbaras
costumbres y me aconsejó que dejase de empinar el codo. De lo contrario una
cirrosis acabaría conmigo en dos días.
El conde era un templario como
aquellos que de vez el 24 de junio veía yo
bajar por la alameda o el pinarillo camino de la iglesia octógona de la Vera
Cruz. Ocho lados determinan el símbolo del camino de las siete esferas que ha
de atravesar el alma unida a Cristo para llegar al término definitivo de su
hégira donde se abren las puertas del paraíso.
Desde aquel día sus
comparecencias fueron habituales. Una vez me dio a leer los estatutos de su
Regla que eran una copia de la cisterciense puesto que el Temple que tanta
preeminencia gozar an Inglaterra y en Castilla nació al socaire de la de San
Bernardo.
Sus hábitos eran blancos y la
ceremonia en que los profesos lo
recibían tras una vigilia de tres noche de ayuno y cánticos recordaba a la
investidura de seda blanca y el manto de armiño, símbolo de realeza y de pureza,
de los caballeros de la Tabla Redonda.
Hice como el patrón me dijo pero
a la mañana siguiente fui a su dormitorio y vi que no estaba. Había dejado los
ceniceros impolutos. Tenía la manía por la limpieza y yo todo lo contrario. Era
un desastre de desorden. Pero me apliqué al estudio de aquellos misterios que
tuvieron relación con el entramado gnóstico de los primeros años de la
cristiandad.
Ellos veneraban a san Juan
Bautista. El precursor era el esenio de los esenios. El gran nazareno.
Y me apasioné tanto con estas
casualidades de que yo habitase la misma celda del antiguo señor de Kelly, el
misterioso irlandés, que llegué a la conclusión de que yo era la reencarnación
de un templario pues mi vida estuvo anudada a lugares en los cuales la orden de
Jack de Molay tuvo tanto que ver (Segovia, York, Ponferrada, pues también
siento un no sé que cuando mi cuerpo ocupa físicamente algún lugar cerca del
viejo Bierzo) que he llegado a la conclusión de que en la existencia de todo
mortal hay designios misteriosos que escapan a la ponderación racional pues
pertenecen a otro elenco. A un plano diferente.
Mis suspicacias hacia el papado
quizás vengan de ese lejos. El último maestre murió en la Bastilla al cabo de
un enjuague bajo cuerda entre el papa y el rey de Francia. Aquel
ajusticiamiento puede que fuese una abominación que la iglesia formal esté
pagando en la actualidad. Algún día todo se sabrá. El entusiasmo por la defensa
y el rescate de los santos lugares es otra característica.
Los templarios oraban siempre
mirando para la Ciudad Santa y en los votos que juraban cuando eran inducidos
del manto blanco, la cruz de cuatro brazos iguales, el coselete o la espuela,
luchar sin tregua en la conquista de la Jerusalén terrena, escalón seguro y
senda de luz para la Jerusalén celeste, al tiempo que prometían obediencia
ciega al maestre y castidad perpetua.
Al propio tiempo tenían un
cuarto voto que era el de sigilo. No podían estos caballeros de la Cruz y
señores revelar a los no iniciados algunos de sus usos y costumbres. Uno de
ellos y por el que fueron muy calumniados les mandaba escupir ante un santo
cristo en la ceremonia de investidura como desagravio a las injurias que se
hacían al Salvador en Palestina. Tales gestos no fueron suficientemente
comprendidos o mal interpretados. Era algo parecido a las tablillas de
execración que se encuentran en las tumbas de algunos paganos profiriendo
conjuros y deseando males a los enemigos de la estirpe. También se les arguyó
del pecado nefando pero mi conde Kelly estaba divorciado. Su esposa, una
irlandesa, se había fugado con su mejor amigo.
¡Oh Jerusalén! ¡Oh boy! En el 41
de Roland Gardens tuve un anticipo de lo mucho que acontecería después. Yo
estaba metido en la rueda y el mazo. Era imposible desenganchar mi persona de
todos aquellos engranajes fatídicos. La cinta de rotación era un convector de
todos los conocimientos aprehendidos en otra existencia anterior de la que fui
beneficiario. Tendría que soportar virilmente los golpes del destino que algún
día podría entrar en la ciudad soñada a través de alguna de sus doce puertas.
Asumir su ειμαρμεvη (destino). A
sabiendas de que el ser humano redimido por la sangre del Emmanuel no es un
producto de la τυχη (casualidad).
- El cister es lo ontogénico, la
pulpa y el meollo del mensaje. El primer intento por desvestir al papado de su
hojarasca exógena. Pero en el vértice de la cruz ambas realidades viven en
interacción complementaria. Temple no hace sino recoger el testigo de la
tradición de lo que estaba antes y después. Meter dentro lo que estaba fuera.
Aunar voluntades. Transformar en pando toda una cordillera-. Kelly se expresaba
de una forma magnífica en un inglés rápido y nervioso con todas las sonoridades
de su Dublín nativo.
-Entonces los templarios fueron
- me atreví a decir - el primer intento de behaísmo religioso.
Aquella sugerencia mía provocó
el entusiasmo de mi fantasmal huésped.
-Eso es. Se anticipó a Lutero y
a los reformistas pero sin abandonar el redil. Fueron cazados por eso. Por
decir la verdad. Por atenerse a la norma estricta del evangelio de san Juan.
Ahora ya puedes emborracharte lo que quieras. El justo no peca.
Referí lo acontecido en la
extraña visita y mis conversaciones con el antiguo morador del sotabanco que yo
alquilaba, por poco dinero, ciertamente, a la guardesa que era de origen
escocés. Para ella el regreso del espectro resultaba un hecho acostumbrado.
Aquella casa gozaba de la presencia de duendes. Eso le sirvió al fondista para
subirnos a todos los inquilinos el
alquiler.
No me privé de nada. Hasta tuve
la suerte de tener a un soldado del ejército de Godofredo de Bouillon por
vecino que debió de ser testigo ocular de algunos de mis pecados porque aparte
de mis crónicas tuve una vida galante intensa que hasta a mí mismo me extrañó
pues no había tenido mucho éxito con las mujeres hasta entonces.
También- todo hay que decirlo-
el Conde Kelly no debió de estar satisfecho con mi hospitalidad pues daba techo
a muchos españoles que no tenían donde pernoctar. Y bajo aquel techo entre
aquellas cuatro paredes que tenían una dependencia de traza octogonal que hizo
función de capilla y donde quedaban algunos antifonarios y el enchiridion de la
Calatrava con algunas fórmulas y oraciones mágicas en latín, hebreo, griego y
árabe, debiera ser territorio vedado a los profanos. Yo había sido escogido por
el destino para suceder en el cargo al viejo caballero a resultas de la
configuración de mi personalidad iniciática y contradictoria. Di albergue a los
necesitados y mi ensabanado me intimaba en sus mensajes que desistiese de ese
propósito.
-Nosotros somos una orden hospitalaria
pero nunca mendicantes.
Por la vivienda pasó un montón
de gente. Estuvieron mis primos. Algunas
primas. Varios periodistas de paso. E incluso todo un presbiterio de la
diócesis de Accidonia que había llegado en visita turística a ver la catedral y
la abadía de Westminster. No sé que pintaban tantos curas en el barrio de
Chelsea. Luego acogí a uno de mis hermanos y a uno que se llamaba El Mole que
era un colega del barrio madrileño de Prosperidad.
Londres, ya digo, fue el primer
laboratorio mundial de la globalización. Los primeros chupinazos cosmopolitas
sonaron en South Kensington donde estaban representadas todas las etnias del
mundo por aquel entonces y nada se diga de Earls Court el recinto variopintos
de los “aussies” australianos y neozelandeses.
A todo esto no puedo por menos
de acordarme de aquel hidalgo caballero del Santo Sepulcro que murió como
consecuencia de aquellos mataquintos sin boquilla que traían estampados en el
resguardo la cara de un vellido marinero inglés musculoso igual que Popeye en
tonos muy vivos con la efigie del timón y el ancla y de un salvavidas. Ironías
del destino. Pues el tabaco para lo que sirve aparte del voluptuoso placer que
depara a los fumadores es echarnos una estacha para arrastranos al Hades,
figura de lo supernumerario e inútil de esta vida. Kelly por lo que yo comprobé
con mis propios ojos aun no había conseguido abandonar el vicio y de tarde en
tarde venía a sentarse en un sillón preferido del cuarto de estar para echarse
un pito.
-Es que ¿sabes? A la mujer de
san Pedro le saca de quicio eso de vernos prender a hurtadillas. Se lía a
linternazos con toda la hueste de aspirantes al reino, hay que hacer cola y
para entretener la espera y conjurar el aburrimiento, pues a fumar se ha dicho.
Formamos una larga lista de espera y nos amenaza con dejarnos en el limbo si no
rompemos con esta maldita costumbre de echar humo.
-¿También se cabrea con Su
Reverencia?
-De vez en cuando. De vez en
cuando, hijo. No creas que por haber llevado una vida esforzada, de penitencias
y de sacrificios me da cuartelillo en atención a mis méritos bien ganados en el
campo de batalla. Petronila como todas las pelirrojas a veces tiene muy mal
genio. Pero dicen que van a poner un salón de fumadores en la Jerusalén
celestial.
Pobrecillo. Murió de un cáncer
de pulmón en el hospital de san Stephens. El día anterior había estado lavando
su coche y dando de cera toda la carrocería. Sintió disnea. Vino una ambulancia
pero la falta de oxígeno fue fatídica. Nadie le lloró. Y todos le olvidaron menos
yo que aunque no lo conociera sentía su presencia rondar las habitaciones. ¡Qué
cosas! El imán de una preexistencia ciertísima me había hecho rodar a aquella
mansarda en cuyo cuarto de estar había un ventanal que daba a la acera de unas
mews o caballerizas. Cuando estaba triste me quedaba mirando para arriba
contemplando el desfile de las piernas de los viandantes. Allí estaba el
correcto gentleman camino de Lombard st. Con su traje impecable a rayas y el
bigote. El clérigo de pasos largos o la hetaira que hacía la carrera embutida
en sus abrigos de cordero afgano y los zapatos de charol con altos tacones o la
quinceañera de piernas esculturales en minifaldas que enseñaba trozos generosos
de su anatomía. La anciana de tobillos torados y mocasines y abrigos azul
cobalto pasados de moda. Todas, aunque no las viera más que de medio cuerpo,
traían un sombrerito con canastilla de flores y a veces redecilla. Todas las
viejas de Inglaterra se parecían un poco y en cierta medida a la Reina Madre.
Queen Mom. Un amigo mío, el teniente Rogers, las definía a la perfección: “They
go on for ever these little old dears”. Parecían la llama de la vida
perdurable. Inglaterra, creo que pasa lo mismo en otras muchas partes, era un
país de viudas.
Allí en aquel chiscón viví yo
mis años dorados de bohemia convertido en un personaje de Haroldo Pinter. La
visitas del más allá no consiguieron ponerme en el buen carril. La conversión
vendría después. A más años más desengaños. Pero Count Kelly estaba un poco
actuando para mí de profeta personal. Yo me resistía a la llamada pero la
protección de la Gran Madre minorasiática como la conocían aquellos padres
galantes que han cantado a la mujer con preciosos himnos (no hay más que darse
un paseo por los himnarios, las cantigas y los virolays provenzales para
reparar en ello) fue el detonante que conjuró tantos pasos de perdición y la
mano femenina que me sacaría de las torcas en que caí por mis zozobras. Me
aferré a su toquilla. Y sus trenzas fueron las amarras de mi salvavidas. ¡Bendita!
Londres era la nueva Jerusalén y
yo la contemplé aquellos años encaramado a la baca de un autobús de doble
puente. Mi encuentro con la simpar Golda Meir me hizo ver el mundo de otra
forma.
Llevaba una blusa estampada y
poseía una mirada vencedora en la cual el poder se mezclaba con la resignación.
Como los desengaños de las canas de su cabellera que un día debió de ser
pelirroja.
-¿El fin de la Europa, señora?
Mi pregunta tenía un tono de
irrelevancia casual. Aquella mujer, que se parecía un poco a mis abuelas y
tenía el perfil de mi gente, rostro buido, las cejas anchas, como la Tía
Juliana, la madre de Gregorio Val, uno de mis parientes, me inspiraba una
confianza que dejaba al lado las reglas del protocolo.
Ella dijo entonces una palabra
en hebreo que entendí a pleno por ser uno de los pocos hebraísmos que quedan en
la recia y sonora lengua de Castilla.
-¡Oh shandeh[xi]!
¿Una sandez pensar que nos
estábamos subiendo a la barcarola de un tiempo nuevo, Mrs. Meir? El hecho de
que sienta una profunda irreverencia y amor hacia su persona no significa que
tenga que creerla. Oiréis lo que se dijo antiguamente: del judío la maula.
Sonó a mis espaldas una sonora
carcajada que rebotó dentro de las paredes de mi alma. Los lacayos con librea y
el cuerpo de guardia de los zaguanetes de los dispositivos secretos ni los
camareros del Claridge que subían y bajaban por la escalera imperial entre
candelabros y pisando mullidas alfombras persas de cinco dedos pudieron
escucharla porque los decibelios eran interiores. Se encendieron las luces
rojas. Se dispararon todas las alarmas.
La mujer muerte abrió su bolso
hortera comprado en las rebajas. Encendió el enésimo cigarrillo. Sus hábitos de
lectura habían sido el detonante de aquel vicio. Un intelectual angustiado ante
la tortura de la página en blanco sabe lo que es desabrimiento y vivir en
soledad. Y el tabaco acompaña. Es la boya para asir a los naúfragos de la
palabra. Escribir es un estado de enervamiento y leer al destapar las claves
del Gran Abraxas Gnóstico nos sume en el asombro. ¿Qué importan los pulmones
para el que vive cazando invenciones?
Me ofreció uno de aquellos
petardos metidos en su bolso de rafia (creo que eran Celtas largos). Rehusé no por falta de ganas sino por las
exigencias del protocolo. Seguía pareciéndoseme a mi abuela o a la Tía Juliana,
la madre de mi primo Gregorio. En mi familia, plena de nombres bíblicos había
un Benjamín, un Manahén, hermano de mi pobre padre, y un David. La primera dama
de uno de los países más pequeños de este planeta, pero acaso el más
importante, y el que más da que hablar, en su desaliño exterior exhibía un
perfil ideológico en el que cada cosa en su sitio. Era la anti retórica
ambulante. Cada oveja con su pareja. Nada de elipsis ni malabarismos. Así y
todo, llevaba medias de lana tejidas a mano por su hija desposada con un
kibuttzim pues ella no tenía tiempo para hacer punto de cruz o no sabía. Quería
ocultar las varices de sus piernas hinchadas.
Estaba yo petrificado por la naturalidad con
que se desenvolvía aquella relevante figura de la política internacional años
setenta. Henry Kissinger no lo hubiera hecho pues no fumaba pero dicen que
también era generoso. Aunque menos espontáneo. Henry Kissinger sí que era un
malabarista de la palabra, un inventor de jeringonzas diplomáticas como el paso
a paso, desenganche, etc. Creo que la
palabra globalización y global partieron de sus labios. Golda Meir era todo lo
contrario. Se expresaba con los toscos modales de una campesina rusa.
Habría que deshacer el injurioso
sambenito de tacañería que se achaca a los hebreos. Pueden ser la gente más
esplendida de la tierra aunque no dilapiden nunca sus dineros al que dan
siempre un objetivo honesto o deshonesto ya que dineros quebrantan peñas y
mercan reinos. Pero Shylock les hizo muchos y el Scrooge de Dickens, legendario
personaje victoriano, jamás existió. Más avarientos de lo que parece pueden
resultar con frecuencia los cristianos. Y desde luego más envidiosos y cotillas
como tagarotes y dados a los prejuicios de mirones con afición a la sopa boba.
Aunque los tiempos de la cultura de la queja estuvieran por venir. El oro como el poder corrompe. Y si es dinero
negro de las absoluciones generales y del cepillo de las obras pías al que se
puede dar el uso que el cura quiera mucho más aún. Y esa corriente de divisas
moviéndose de un lado para otro sería una de las claves para entender el nuevo
rapto de los europeos.
Ellos nos han demostrado que
nuestra vida era una farsa. Una entelequia. Nos tenían ganas. Artificieros de
la historia, saben mejor que nadie cómo se monta una bomba que haga saltar por
los aires los convencionalismos del statu quo. Tenían gente metida en
Almagordo. Sabían de los coqueteos de Hitler con la banca Rothschild. Y lo
utilizaron como un esperpéntico reclamo porque la política se rige por los
códigos binarios del movimiento del péndulo como las combinaciones de un
ordenador. Y al oficio de plañideras y a la hora de rasgarse las vestiduras no
les ganan nadie. No les quedó nada por inventar. Hasta la misma inquisición de
Torquemada lleva su sello. Esas monedas del ahorro de las aljamas que subyacen
en el fondo de las arcas son dinamita pura para pagar la revolución. Verdaderos
artefactos de relojería plástica. Cargas de fragmentación. Y nadie se moverá
sin su permiso. Todos estamos a sus órdenes.
Los gobernantes necios como el
Bigotitos, el papanatas Twist, Herr Alcachofa, los jefes del Castrón, y todos
los que por su mediocridad nunca pasarán de meritorios de la gran banca, o
burlescos caballeros de las multinacionales, mesiésdames y los caciques del
Peloponeso, cayeron en la trampa. Aquí no se mueve nadie. Aquí estamos para lo
que tengan a bien mandar.
-Concedido. Ustedes dominan. Son
los depositarios de la llama del candelabro. Conocen los designios del plan
divino. No tiene la cosa vuelta de hoja - observé.
Ella entonces se me quedó
mirando de hito en hito
Sin demasiados remilgos hacia el
protocolo la Meir era la misma humanidad en ebullición. Su aspecto avellanado
engañaba. En el fondo seguía siendo una niña. En su pecho alentaban los mismos
bríos mesiánicos de su juventud. Se los había contagiado el Abuelo como
gustaban de llamar los israelíes a Ben Gurion.
-Mire la mayor tontería en que
puede caer el ser humano es este antisemitismo incorregible que es el aliento
fétido de la boca del mal fario. Precisamente él nos hace fuertes. Nos dan
sentido de grupo. Ahorman nuestra identidad étnica. We think big and long[xii]. El antisemitismo no es sino una odiosa trampa
y algunos caen en ella como moscas.
-Como tantas cosas de cuanto nos
rodea que no son lo que parece sino algo más. Pero ustedes al que estorba lo
proscriben o lo degüellan.
- Pero nosotros no hemos
inventado los campos de concentración. Yo he sabido de mucho judíos que
perecieron deportados a estos centros de ignominia.
Hablaba un inglés de Oxford con
la leve gradación tonal de los yanquis. Eran sugerencias lejanas de su paso por
los barrios bajos de Brooklyn y de Chicago.
Aspiró una bocanada de humo y me
miró con compasión como si pensara para sus adentros: “Buen preguntón me ha
tocado; éste sí que es un cabeza de chorlito”. Y prosiguió hablando como en un
monólogo:
-Cuando yo era niña venían a
casa exilados rusos. Todos, nihilistas. Mi padre, que era un inocente, les daba
de comer. Charlaban de política. Estaban desesperados de como iba el mundo pero
no hacían nada. Sólo quejarse contraviniendo uno de los preceptos rabínicos:
“never explain, never complain”. Yo les servía té con limón. La mayor parte
estaban tuberculosos y acabaron en el asilo o se pegaron un tiro. Cuando se
marchaban, tenía que desinfectar la vajilla y abrir la ventana para que se
marchasen los microbios. Sin embargo, aquellos desesperados me causaron una
fuerte impresión. Eran el resultado de una forma de vivir y de concebir el
mundo erróneamente. Desconocían que de
tejas abajo cabe la construcción del cielo en la tierra. No habían leído bien
lo que pone la Biblia.
Pulsó un timbre y entró un
lacayo con librea azul y galones dorados portando una bandeja de plata. El té
de las cinco que Golda, la querida Golda, a la que todo el mundo tuteaba tanto
en el Mea Shearin jerosolimitano como en los elegantes distritos de Tel Aviv,
seguía tomándola a la rusa. Cuando viajaba artículo indispensable de su valija
era el samovar.
Y entre sorbo y sorbo tal vez
pensase en aquellos revolucionarios con malas pintas y ojos febriles que
visitaban la casa del carpintero Meir. ¿Qué habría sido de ellos? Saltaron
desde las páginas de algún libro de Gorki para perderse en el infinito mar del
olvido.
Todos sabemos que odiaba a los
comunistas. Stalin era para ella la oveja negra de la familia. Algo se les fue
de las manos. La utopía que quisieron fundar en el antiguo de los imperios se
les fue de las manos. Por eso tornaron la mirada hacia Jerusalén para dar cauce
a sus sueños de una sociedad igualitaria. Sin clases que viviera del trabajo de
sus manos con una cierta decencia. Los pioneros pusieron en práctica las
prédicas de Marx y Lenin aunque sin hacer demasiado aspaviento.
-Por favor, no vaya usted por
ahí diciendo que nosotros somos comunistas. El comunismo es equiparable al
fascismo.
La idea que pronunció la premier
aquel día de abril de 1973 ante mi humilde bloc de notas es uno de las que
están en boga. De lo que hoy va a misa. Que enmarca la corrección política al
haber sucedido el crepúsculo de las ideologías.
Mientras, en África y en América
española el hambre de los irredentos decalvados se multiplica. Argentina es hoy
un ejército de descamisados. Cruel ironía. El triunfo de Israel con sus ideas
socialistas ha deparado el auge de la injusticia.
Sus hábitos alimenticios eran de
una gran parquedad. Y a pesar de todo había perdido la batalla con la báscula.
Varias tazas de tisana o infusiones de hierba eran muchos días su dieta de
rutina.
Esta austeridad de costumbres en
poca sintonía con el ambiente de lujo y de poder que la rodeaba en sus
viajes como ministra de Asuntos
Exteriores de Ben Gurion y más tarde en capacidad de jefa de gobierno era un
detalle que destacan todos los que la conocieron. Era un ama de casa de gustos
sencillos. Pero a pesar de su aspecto tan doméstico y sus aires de matriarcas,
que tanto llegaba a la gente corriente - era la imagen de esa santidad laica
que posee el judaísmo como una de las claves de su éxito-, Golda carecía de
vida privada. Estaba dedicada a la causa. Se debía a su pueblo. Seguramente
hubiera preferido una decoración de muebles espartanos y ese mal gusto con que
decoran las casas los judíos de Golders Green[xiii].
Los cuales por muy ricos que sean le dan poca importancia a esas fruslerías a las
que los occidentales damos tanta importancia.
Los judíos. Pasan por la
existencia como consciente de su interinidad. Siempre de paso y dispuestos para
el camino. No quieren echar raíces. Todo lo contrario que los cristianos que
somos gente del terruño y de la finca con valla. My home is my castle[xiv].
Esto les hace ser más versátil y
ver las cosas de la vida bajo otra óptica. La judía. La clave de su éxito es
acoplar su ego colectivo al tránsito de las épocas. Pueden también cambiar de
país como de camisa.
El hijo de la Meir le salió
rebelde. Se marchó de Israel y se instaló en Nueva York y consumado virtuoso
del violoncelo que aprendió a tocar guiado por Pablo Casals, se hizo músico.
-Yo como muy poco. No se como
estoy tan gorda.- dijo en castellano haciendo un retruécano- Pero ya así de
chica. Golda la gordinflas me llamarían en su país. No frills[xv].
Sans blagues, que dirían los franceses
Se andaba poco por las ramas
hasta en eso, hablando de sí misma. Debía de pensar que los seres humanos no se
catalogan por su aspecto exterior. Hoy hubiese tenido problemas de imagen o
hubiera sido víctima de algún exaltado como le pasó al pobre Isaac Rabin, otro
ruso y afín a las ideas proferidas por la Meir. Pero ahí está también don Ariel
Sharon el cual tiene también perdida la batalla contra el tejido adiposo.
También los judíos son seres humanos.
Por su incardinación mental se
adscribía a lo heavy. Era una mujer de peso. Supo envejecer bien. A los setenta
años cuando yo la conocí era una rosa fresca. Los lutos, las persecuciones, los
largos pervigilios y las penalidades parecían haber hecho escasa mella en su
persona. Tampoco las turbulencias de la política consiguieron expulsarla del
ring.
Las faldas de Mrs. Meir -Ben
Gurión así lo reconocía- eran los pantalones del naciente estado. “El único
hombre en el gobierno”. El look, la imagen, la cáscara externa teníalas en
mengua y menosprecio. ¡Vaya una sandez! Lo importante es la pulpa. No lo que
parece sino lo que subyace. Lo que es.
El “chuppa”[xvi]
de las velaciones hebreas cayera sobre sus hombros en 1922. En el matrimonio no
le fueron las cosas bien y se separó de su marido por incompatibilidad de
caracteres. No volvió a casarse. Se dedicó a la política después de conocer a
David Ben Gurion. La mujer fuerte he
aquí que carecía de sexo. Vivía entregada a la sacrosanta utopía de traducir a
realidad el sueño sionista. Fallidos los intentos de alojar a las trece tribus
en un espacio físico (se había hablado de Chechenia, de Uganda y de Argentina),
los judíos regresaban a la tierra de sus antepasados bíblicos.
Golda empezó a ver las cosas de
otra manera encaramada como estaba a la imperial de aquel ómnibus blanquiazul
que haría tanto ruido al circular, blanco de todas las invectivas, teniendo en
cuenta de que la devolución de Palestina a los judíos supondría la deportación
y el desalojo de los árabes, y áncora de salvación a multitud de esperanzas,
símbolo de la vida futura como aquel barco, la “Hativka”, que llegaba a Haifa
cargado de emigrantes. En el vientre de la ballena se escondía la voz
resucitada de Jonás cuando miles de desclasados echaron pie a tierra.
El desembarque de los colonos se
alzaría como un símbolo de los movimientos migratorios que ahora vivimos.
-Era nuestro último tren. La
última nave que zarpaba. No teníamos que
dejar pasar aquella oportunidad.
Hija de un judío piadoso y
observante de la Ley sabía que el matrimonio canónico no es una banalidad. Ata
de por vida. Las normas relativas a la paternidad, la transmisión de la especie
y hasta el mismo ritual de la fecundación es sagrado para un judío, proscriben
cualquier signo de liviandad. Se toca aquí un tema tabú: el de la castidad
judía que tiene que ver poco con la mojigatería a la cual nosotros estamos
acostumbrados.
Para Golda Meir la liberación de
la mujer no implicaba el reduccionismo luciferino de los movimientos ad lib tan
populares en aquella época. Sabía que había sido elegida por icono de todo
aquel grupo tan ruidosa pero lo que pretendían las feministas a ultranza tenían
que ver muy poco con la mama israelí.
No estaba por la labor de las
barricadas ni la quema de sostenes, la inseminación artificial, ni el amor
libre. Aunque defendía la igualdad de derechos y oportunidades. Ella propugnó
la idea de que las chicas hebreas debieran ir a la mili. Pero para estar en
servicios auxiliares, nunca en primera línea. El creador hizo a Eva de la
costilla de Adán y eso no tiene vuelta de hoja. Una guerra de géneros sería un
absurdo. Ambos se complementan en la natura. No era nunca la Meir una exaltada
sino una mujer que sabía el terreno que pisaba. Con pies de plomo y la cabeza
en su sitio.
-Me recuerda Vd a Dolores
Ibarruri.
-¿No lo dirá porque ambas
llevamos moño? Hablé con ella em Moscú. No me parecía una mujer feliz pero
nadie era feliz en la Rusia de aquel entonces en plena efervescencia de los
Procesos. Vino varias veces a nuestra embajada. Me dijo que su familia provenía
de Elizondo, un pueblo de descendientes de los marranos. Quería emigrar a
Israel. Sé que sufrió mucho con la
perdida de un hijo suyo en la batalla de Stalingrado. Me pareció una persona
que se encontraba fuera de su órbita y a quien el soplo del destino había
convertido en estereotipo de revolucionaria. Yo también soy una persona
hogareña y familiar.
-¿Mataría en defensa de un
ideal?
-Odio toda efusión de sangre
pero la guerra forma parte de la condición humana.
-¿Y la acción directa?
-Nunca la secundé y por eso tuve
ciertas diferencias con los “chavarim”[xvii]del
Irgún y del grupo Stern. Yo siempre seré una socialista a la inglesa.
-¿Una opinión sobre Ben
Gurion?
-La personificación misma del
Estado de Israel y uno de los hombres de talla que haya podido producir la
condición humana. Un genio. ¿Sabe que aprendió español sólo para leer el
Quijote?
-La literatura castellana no se
cifra en un sólo libro. ¿Ha leído a Quevedo? Es más judío.
-No, pero el castellano lo hablo
un poquito - la vi reír por primera vez- pues mi familia procedía de judíos
asentados en Constantinopla después de nuestra expulsión. Creo que eran de
Segovia.
-¡Andá! La ciudad donde yo nací.
-¿De veras? Pues a lo mejor
lleva algo de nuestra sangre.
Casi lloré. Era la primera vez
que me emocionaba en una entrevista. Algo de eso había yo barruntado rastreando
en los archivo. Pero sobre todo participaba de ese amor a los libros tan común
a los judíos. El cordel de siete nudos con el que yo vi amortajar a algunos de
mis difuntos me ataba a aquella estirpe misteriosa. O el besar el pan cuando
éste cae al suelo. Vi morir a algunos de los míos y al exhalar el último
suspiro se quedaron con los ojos fijos en la pared como si en ese lugar vieran
algo. Tal vez la luz que llega. Todos rezábamos el padrenuestro meneándonos
mucho balánceandonos para adelante y para atrás. Algunos de los Parra y de los
Galindo recibieron nombres bíblicos en la pila del bautismo: Manahén, Benjamín,
Elías. La sed de saber y una tendencia a la plegaria son intermediarios
recitando jaculatorias aprendidas de coro de los misales en latín pueden ser
resabios de las viejas costumbres. Hemos sido una raza que reza mucho que
aprendió a andar e inicia el día con la Shema al tirarse de la cama. Iam lucis
orto sidere. Pero todo aquello se perdió camino del río de la historia. Tejer y
destejer. Pero estas pérdidas irreparable advierten indicios de los
compendiosamente contradictoria que es la existencia individual. El alma de los
pueblos es otra cosa. Tendrá que serlo. Aunque los genes tiren, la realidad se
impone. Sin embargo desde que conocí a aquella impresionante mujer busco en los
libros mi propia tierra de promisión.
Jerusalén carece de murallas y
de adarves. Es música de las esferas, la transubstanciación de un sueño. Cada
uno la ve y la entiende a su forma. Debiera ser una ciudad abierta a todos.
Libre de las exigencias de los estados soberanos. La imaginamos sin compartimentos
estancos ni rastrillos. La meta de la peregrinación constante que nunca se
alcanzará.
Por lo cual todos los creyentes
nos sentimos apátridas del espíritu. Un poco mahometamos, un poco judíos y un
poco judíos. Es la convergencia de nuestras divergencias en Jesucristo.
Está claro que Dios protege a
Israel. ¿Podrá entonces condonar la lucha armada?
Esta pregunta no se la hice yo a
mi interlocutora pero en el transcurso de diz lustros cunado me han puesto los
avatares de la vida de cara a la pared y he visto girar la actualidad de
Oriente Medio en torno a la peonza infinita de la discordia, el giro sin
confines, la vuelta de tuerca en ese juego de espiral del tornillo que apalanca
hacia adentro y de la espiral que sube hacia afuera, la obsesión eterna, el
callejón sin salida, el laberinto, me la he formulado muchas veces.
Me parecía entonces que a juzgar
por la melancolía de su rostro cruzado de patas de gallo - era una vieja con el
espíritu joven- y de esa tristeza que le llega al judío a través del conocimiento,
que los que más saben más sufren, ella tampoco tener una respuesta en la mano.
-Estamos tratando de crear algo
diferente. Sólo se entenderá al Eretz si
se tiene alma de profeta.
Misteriosas palabras. Las
mujeres fuertes también sienten el peso de la fragilidad biológica. Alientan
dudas. Se entregan a soliloquios desmayados. Es el peso de la púrpura. El
fatalismo.
-¿Se sienten ustedes los
instrumentos de una voluntad oculta allá arriba?
-Yo no diría tanto. Hay gente
que nunca podrá comprendernos porque están cargados de prejuicios y nos
auscultas bajo miras muy estrechas. Ahí tenemos el caso de Leví Eshkol, otro
hasídico ruso. Cuando llegó a Israel, a él que era un místico, no le interesaba
otra cosa que los bulldozers, la tierra, el agua, la defensa.
-¿Es cierto que Ben Gurion
suprimió la palabra Dios de la ceremonia fundacional?
-A los que tienen alto trato con
la Soberanía Poderosa no les gusta abusar de su mención. Sería como
contaminarse meter a Dios en nuestras propias ruindades. Pero es cierto. Sólo
hizo alusión a la Roca de Israel y ahí queda englobado todo.
El mosaísmo no es una religión
mistérica, un código de valores. Una ética sin sacramentos pero con normas muy
estrictas. He ahí los 126 preceptos y las 243prohibiciones del Torá. Pautas de
conducta para pasar la vida en el temor de Dios. Y un manual contra la
hipocresía porque el justo de Israel no desdeña la riqueza. He ahí la gran
diferencia con las otras dos religiones que predican la renuncia. Por eso
mismo, los judíos no se explican el afán de oro y ostentación de la Iglesia
medieval. Les parece una contradicción in terminis y un desacomodo grave entre
lo que predican algunos eclesiásticos y su comportamiento en la práctica. Para
ellos, por el contrario, hay una ecuación entre saber, riqueza y devoción. No
son milagreros. Para un practicante de la Ley hay tres pecados que no perdonará
la muerte: el asesinato, la lascivia y la hipocresía. Por ende su intolerancia
a cuestiones relacionadas con el adulterio y a los mánceres nacidos fueran del
tálamo, algo que hemos heredado los españoles en nuestra obsesión por la
genealogía, la limpieza de sangre, las castas, que curiosamente son una
obsesión judía entendida del revés. Aquí todos quieren venir de los godos al
igual que para los de Tribu de Leví es prez incomparable ser descendiente del
Rey David.
Son embargo no puede haber
planteamiento más contrario a las miras que se propone la religión de Jesús: el
amor, el perdón de los enemigos, la caridad y la gracia que tan especificado
está en el evangelio de san Marcos. Las cuatros ces, baluarte que consolidan la
fe: Credo, Cruz. Caridad, Carisma. No es que sea una institución milagrera
aunque no pocos la hayan deformado bajo ese aspecto, pero los milagros y esa es
la fuerza básica que tanto teme la sinagoga. Son los principales reparos que
pone a la Iglesia[xviii].
La capilla protestante recogió el testigo y asumió el mismo planteamiento. Los
milagros existen. No hay que dudarlo y ese es el drama de los no creyentes que
no pueden tener la gran cariocinesis[xix]
que experimentó la Iglesia primitiva. Esto lo convierte en la gran religión
mistérica. Una religión de religiones que poco tiene que ver con las prédicas
de Moisés a las que transforma y reforma sino lo que había mucho antes. Me
estoy refiriendo a las creencias esparcidas por la mitología grecolatina. Pero
participan de la dualidad crucial que convierten la existencia en una
alternancia de Némesis e Hybris[xx].
El pago a la altanaría y la soberbia se corresponden con el horror de la
venganza divina. Sendas deidades controlan los impulsos de la historia. Némesis
es algo más que el título de una novela de Agatha Christie. A la impureza del
barro se le compensa con la inmaterialidad del rayo de Júpiter. Y la centella
acostumbra a acertar sus golpes sobre los árboles más altos y los edificios más
suntuosos. La referencia se hace ineludible. Todos asistimos asombrados a la
caída de los dos rascacielos simbólicos del capitalismo a merced de dos
aeroplanos convertidos en venablo incandescente. Los griegos no se cansaba por eso de mirar al
cielo. Dios nos libre del día de las alabanzas, según un refrán castellana. Por
eso en los dos testamentos se entiende como un mal presagio la adulación. El
encumbramiento llamaba al trueno de la envidia, la ojeriza, la perversidad, la
calumnia, la maledicencia. Es origen de toda vesania (βασκαvία).La palabra
bascas viene de ahí y también quizás el de los vascos.
-Einstein puso en órbita el
famoso apotegma de que nunca Dios concibe ponerse a jugar con el hombre a los
dados.
-El judaísmo consiste en cosas
prácticas. Nuestra Constitución inspirada en la de Jefferson dice que es
importante la libertad, la vida y la búsqueda de la felicidad. Con ello se daba
a entender que queríamos empezar de nuevo. Lo que quería decir Einstein que la
Providencia divina no lleva al mundo de la mano. Deja hacer. No es más que la
voluntad del destino.
-¿La democracia ?
Esbozó entonces una sonrisa de
amargo sarcasmo la mujer fuerte del gran tinglado israelí. Sabía seguramente
que demos y demonio tienen una raíz idéntica. Demos era un río de Grecia. Con
este hidrónimo se han logrado hacer muchas cosas. Todas las cosas que se
quiera. Hasta justificar la impostura. Los aqueos le dieron culto asignandole
un lugar preeminente en su religión. Uno se religa a los dioses por patriotismo
y por cánones. Pero la denominación de democracia de corte occidental de la
cual tanto hablábamos a la sazón haciendoles la boca agua a no pocos jornaleros
del oportunismo no podía ser patrón de un estado que hacía tabla rasa de lo
antiguo. Invocan a esa palabra como si mentaran a la bicha. Luego se sienten
muy holgados. Pagados de sí mismos. Políticamente correctos. Pero demos era
demonio. Uno de los muchos que importunaban a las deidades del Olimpo. Zeus de
vez en cuando se bajaba del pedestal y les daba de comer. Montaba un circo para
que se divirtiesen. Todos se acercaban a comer de su mano. Grande es Júpiter
tonante que nos hace holgar en el teatro. Pero ellos sabían de sus sofismas. Se
convirtieron en hermeneutas del fuego sagrado. Profesionales de la argumentación.
Eso estaba a la vuelta de la esquina.
A mis espaldas en todo el día no
pararon de sonar carcajadas. Esténtor se había emborrachado en uno de aquellos
bares tan pulidos detrás de Picadilly donde los miércoles daban barra libre. All the food you can take. All the
beer you can drink. Luego
se iban camino del estadio. Jugaban el Arsenal y el Chelsea la final de la Copa
de la Reina. Los pobres se conformaban con poco. Unas cuantas bufandas con los
colores de su equipo. Sobre las gradas daban rienda poseídos por la fuerza de
Demos a sus frustraciones. Se sentían turba y carne de cañón, de prostíbulo,
cantaban el himno nacional henchidos sus corazones de patriotismo. Para curar
las heridas recibidas en la gran final acudían al día siguiente al altar de Esculapio.
Le ofrecían velas y acaso un par de gallos. Pues Asclepios es el dios bueno y
sanador que paga los platos rotos infligidos a la multitud por el infausto
Demos que en aquellos encuentros no dejaba títere con cabeza. Era la
personificación de la Némesis. La multitud quería gratificaciones y
recompensas. Los santos cristianos tomarían el relevo de esta deidad benigna.
Algo que a los judíos les parecía idolatría.
Me hubiera gustado hacer la
observación del millón pero desistí, vida, felicidad, búsqueda del confort eran
apartados en los que no se incluía a los poseedores de aquella tierra. Pero en
la versión de los pioneros ello no era así. Únicamente, la detentaban. Para sus
dirigentes los árabes no existían. Era una raza descendiente de los filisteos.
David se aprestaba al combate contra el gigante.
-Estábamos copados y cercados de
enemigos.
La aviación de Golda en unas
pocas horas redujo a añicos al poderoso
ejército egipcio y lanzó contra las montañas del Golán a los sirios. Israel ha
ganado todas las guerras en el campo de batalla. Menos la psicológica. ¿Quién
no recuerda el éxito fulgurante de Dayan en la guerra de los Seis Días? ¿O el
arrollador empuje de los tanques de la señora Meir en la de Yom Kippur?
A diferencia de otros epígonos
del Movimiento en pro del Hogar Judío, como Aba Eban, Moisés Dayan o Ramir
Shamir que provenían de las aljamas inglesa internacionalistas, la carismática
Golda nunca se dejó impresionar por el hechizo británico que consideraba
postizo. Ella se decantaba por la energía norteamericana y el talante
construccionista de los emigrados rusos.
Londres por aquella coyuntura
seguía una política independiente con respecto a Washington en la arena
mezzoriental. No habían olvidado todavía los ingleses que los mapai de Ben Gurion les habían hecho
mascar el polvo de la derrota mediante la acción directa contra el Mandato
Británico. Ni el famoso libro blanco de Ramsey MacDonald o el documento
Passfield
-En la patria de Disraeli nos
sentimos defraudados por la perfidia de los ingleses. A los judíos nos duele la
traición de los ingleses más que la de ningún otro pueblo puesto que aquí nos
sentimos como en nuestra propia casa.
Llevaba razón. Ellos fueron los
creadores del imperio británico. Roberto Maxwell, el rey del café en polvo, un
refugiado húngaro que llegó a Londres desde un campo de concentración,
estableció en Lombard Street y en Fleet street el gran emporio periodístico
financiero. Rupert Murdoch, un judío australiano, desbancó a Lord Thompson.
Charles Chaplin nació en el East End. Otro judío se inventó el fenómeno de los
Beatles. Era el tiempo de los grandes meteoros. La revolución moderna empezó en
Carnaby Street Meca de un nuevo culto. El pop. Y las carteleras del Strand
estaban llenas de directores que se llamaban Leví y Samuelson. La humanidad
debe a los judíos, inventores de la modernidad, el music hall. Y no quiero
dejar pasar por alto la cita a las famosas series populacheras de los “carry
on” con los que el público londinense se desternillaba de risa y en los que
llevaba la voz cantante un actor italo judío por nombre Sid James, con una
enormes narices aplastadas, feo como un demonio pero epítome del cockney y al
que quería toda la gente. Su compañero
de reparto era un ventrílocuo, Kenneth Kendal, que padecía una extraña
enfermedad, atresia, imperforación de los orificios nasales. Se las operaron
pero los dejaron mal. Yo no he visto
hoyos de la nariz tan descomunales. Parecían cavernas.
A principios del año 73 los
ingleses hacían reír al mundo y eran un modelo resonante a seguir en el mundo
por su desenfaldo elegante. Nunca
alcanzó la civilización tan alta cima. Pese a las zambullidas de la libra
esterlina que tanto escandalizaban a Capmany, la serpiente monetaria, las
conferencias de valuta en Brenton Woods. A las huelgas del carbón que dejaron a
medio país a oscuras en aquel invierno miserable que llamaban los críticos The
Winter of discontent parafraseando a Shakespeare. Muchos ingleses emigraron a
Australia pero tampoco es menos cierto que se cumplió el análisis del premier
MacMillan que les contaba a sus paisanos desde los sillones del banco azul que
nunca lo habían tenido tan a huevo. You never had it so good.
Y era cierto. Fueron muchas las
clases medias que salieron de la cartilla de racionamiento y empezaron a motorizarse.
Por las carreteras del país siempre circulando por la izquierda hicieron acto
de presencia los tradicionales Morris a la puerta de los semi adosados. Después
llegaría el Mini. La comida era la más barata de Europa y la fruta y el té
seguía llegando desde las colonias. No. Nunca los habían tenido tan bien los
británicos. Pero todo aquello lo contó mejor que nadie el pobre José Antonio
Plaza. Era imposible a aquella gran raza llena de inventivas y de recursos en
su feudo. Para adorar a los dioses en su nueva ara llegaban caravanas de
peregrinos papanatas. Todos miraban para el obelisco de Nelson cuando saltó por
los aires el coche de Carrero. Némesis se había cobrado su revancha. ¿Quién
perpetró aquel gran magnicidio ? Horas antes el almirante acababa de
entrevistarse con el Secretario Kissinger y de recibir el abrazo de la
muerte. Se rompía así la cinta de
transmisión de un sistema al que se cerraron las puertas del futuro. Las
columnas del templo se vinieron abajo y Sansón pereció rodeado de filisteos.
Yo estaba empapado de teología
pero a pesar de eso nunca me resigné a
dar de mano a mis estudios helenísticos que había emprendido en aquel seminario
de Segovia alma mater de mis designios para bien o para mal. Aprendí a
interpolar conexiones y a extraer consecuencias deductivas del misterioso
entramado de las religiones que tanto nos atan a Dios pero que a veces tanto
nos alejan de Él.
Inglaterra pese a la niebla, el
puré de guisantes, la flema de sus habitantes, el Peñón de Gibraltar, el que
siempre nos ganaran al fútbol y que siguiesen siendo tan suyos, seguía siendo
un país adorable donde la vida era relativamente fácil.
Los jóvenes universitarios que
querían aprender lo empezaron a tener en su punto de mira. Se apuntaban los
veranos a los campos de trabajo. Allí aprendían algo de la lengua que hoy tanto
nos encandila y a pasar privaciones. Había quien a la semana emprendía el
camino de retorno hacia Dover pero no faltaban aquellos a los que les
entusiasmaba y luego regresaban a España para contar sus ligues.
Gran Bretaña aunque declinante
era una gran potencia que podía caminar a su aire y no se había inventado la
simbiosis con América. Cierto que la debacle terrorista era una sangría y que
el poder de los sindicatos tenía aterrorizados a mucha gente de bien pero nunca
se conoció otra nación con la solidez y estabilidad democrática de aquel país,
pavimentada sobre el respeto mutuo, un cierto sentimiento de indulgencia para
sí mismos. Sabían que el parlamento era un teatro, nunca una trinchera, ni un
campo de batalla y que la sangre nunca debiera llegar al río.
Podían los ingleses mirar por
encima del hombro a los norteamericanos y darle lecciones de civilidad. Jóvenes
yanquis morían a puñados cerca de los marjales de Hanoi.
Mucha agua se ha deslizado por
los tajamares bajo los puentes del Támesis. Tony Blair se ha convertido en
acólito de George Bush a todos los efectos. Washington y Londres que van a su
aire y a las ancas de su antigua colonia el poder británico ha vuelto a cobrar
parte de su prestigio. El imperio ha vuelto por donde solía siguiendo la
tradicional política de balanza de poderes que tan buenos resultados les diera
en el mundo. Regresan a la talasocracia. Britania quiere volver a dominar las
olas y puede que lo esté consiguiendo bajo el paraguas del otro país
anglosajón, que es su mejor aliado y del único que se fía y Londres más que
nunca ha venido a convertirse a expensas de Bruselas en la Jerusalén del
norte. La capital de la globalización.
No han querido entrar en el euro. Sabia medida. Puede que vuelvan a poner a
Europa de rodillas y en esta ocasión sin disparar un solo tiro.
La altanería e independencia de
un Wilson o un Callaghan o el mismo
Heath no tendrían cabida en la actualidad con un Tony Blair que contrahace
todos los gestos de Blair. Se ha convertido en edecán del gran gendarme. Bush y
él recuerdan cada vez más a los dos hermanitos a lomos de un mismo caballo.
Cástor y Pólux. Controlan las riendas. Al diestro la fusta. En el talón la
espuela y so es preciso soltarán el látigo. Mientras, Europa vive horas de gran
confusión.
El gran debate entonces era
entre los británicos ser o no ser europeos. Nunca se han sentido como tales,
pero entonces, aunque no hubiesen horadado los ingenieros el túnel bajo el
Canal, las Islas estaban más cercas del continente.
Londres seguía una política
autóctona con ideas propias en Oriente Medio. Había un sector del parlamento
capitaneado por Carrington favorable a los árabes. Claro que en este trato de
favor no mandaban criterios altruistas sino razones del vil metal.
Teniendo que dar salida a su
poderosa industria armamentista la parafernalia militar armó hasta los dientes
a Sadam Husein. A Siria e Irán. Kuwait y Arabia Saudí eran los mejores
clientes. Se construyeron varias fábricas en los Midlaands para suministrarles
rifles de asalto, cañones y carros de combate. La casa Land Rover gracias a
tales pedidos consiguió salir a flote.
En Bristol se construían fragatas, en medio de grandes protestas de los
israelíes para la armada egipcia. Los ingleses vendieron a los países
productores de petroleo todo lo que dispara, detecta o hiende. Desde bayonetas
de punta acanalada hasta cartucheras, pontones y estaciones de radar.
Los clubs de alterne del Soho y
las tablajerías y garitos de Park avene se disputaban los clientes y contendían
fletando incluso aviones chárter a Ryad para traer jeques que venían a la
metrópoli a girar visita turística. A veces a echar una canita al aire. Tales
pendoneos, como consta en las elegantes crónicas que publicaba por entonces
Alfonso Barra en ABC, resultaron agua de mayo para las exhaustas del Inland
Revenue.
Los almacenes Harrods eran el
gran poder y a este fenómenos lo denominaba The Gulf golden Stream. La
corriente de los golfos de oro. Por aquellas calendas los chistes de Cummings
en el Daily Express eran sencillamente geniales. Con sus abuelitas sin dientes,
de sombreros y pompones floreados, obreros de la construcción que se pasaban
todo el día en el pub parodiando a Snoopy, amas de casa chaparras, que no
miraban con cara de mucha paz a sus consortes cuando llegaban al hogar.
Pero donde Cummings rizaba el
rizo era cuando se ponía a dibujar hurís entrando en manada por la puerta de un
lujoso establecimiento de alterne en el West end. En la acera esperaba aparcada
todo una caravana de Rolls con sus cocheros galoneados. Tampoco las chicas de
la vida alegre lo tuvieron tan a huevo como diría el clemente y paternal
premier Mr. MacMillan. A los amantes meridionales de las Mil y Una Noche les
gustaban las nereidas del norte. A ser posible, rubias.
Corrían los años de las call
girls[xxi]
que a muchos nos hizo pensar que se acercaba la época de la Gran Meretriz del
Libro de los Libros que corrompía con su prostitución la tierra. El sexo trae
detrás una secuela de llantos y de sangre. Al estado laboratorio le
correspondería acelerar aquel designio por lo que seríamos todos las víctimas
de su destino. Las rameras se apoderaron del mundo y la gran introductora de la
democracia española sería precisamente una que llamaban la bastarda, hija de un
gran gerifalte el que clamó desde los balcones de una calle madrileña “Rusia es
culpable”, amigo de Hitler, y de una novelista por entregas. Estábamos en los
pródromos de la enorme novela rosa y la gran cantonera traería la inquietud a
los corazones. Mi inquietud no podía ser apocalíptica. Yo vi desatarse las
nubes que desencadenaron aquella tormenta desde la imperial del ómnibus que
hacía la ruta entre Picadilly y los barrios marginales del Castillo y el
elefante al otro lado del río. La embajada nuestra en la Corte de San Jaime se
había convertido en un lugar de destino para los peregrinos de la conspiración.
El Super Embajador los recibía en medio de gran aparato mediatizo y de muchas
bendiciones. Por allí pasaban individuos de todos los pelajes.
Todos recordamos el asunto Profuso, el espía
Ivanov y aquellos dos ministros del gabinete conservador que fueron cogidos in
medias res por la indiscreta camara de un periodista en retozos expansivos con
jovencitas. Empezaron a tener vara alta los proxenetas. Los hubo siempre en la
historia pero nunca me parece fueran tan importantes.
La modelo Twiggy cobraba cien
guineas la hora por posar solamente en un estudio. Estaba en los huesos. Pero
si se querían más rellenitas y los artistas deseaban ganar menos dinero podrían
contratar los servicios de la Gamba (The Schrimp). Un carro de huesos que
parecía una tabla abrió el portón de la anorexia hasta la tumba. El heredero
del Gran Condómino al que conocemos por el sobrehúsa del CEJAS CIRCUMFLEJAS
todavía no había venido al mundo porque su madre no lo había parido.
Todos los líos de cama de estas
personalidades de la imagen y la pantalla eran tema suculento de la prensa
amarilla llamada de cejas bajas. Lo que pasa que en Fleet street estos
discreteos se hacían con más elegancia y había más variedad y alternancia de
protagonistas del escándalo. Un fotógrafo por nombre Anthony Armstrong casado
con la princesa Margarita era el gran preboste de aquel mundo de los retratos
artísticos. La prensa del cotorreo no había hecho su irrupción nefasta y sus
filtraciones se mantenían en un perfil de aristocracia sin pasarse a mayores.
Hoy, cuando los corondeles cayeron tan bajo, quizás no se puede decir.
Pero la mujer no deja de ser un
enigma. El sexo es un trágala, pozo sin fondo y laguna negra de los enigmas.
Nunca se llegaba a la danza de
los siete velos. Sadam Husein era uno de los que se dejaba ver con mayor
frecuencia. No había sido sabatizado todavía ni le habían colocado detrás de la
chilaba el rabo maligno. He
was just a good friend of Great Britain and we in foreign policies we pursuit
our interests. Sabia
medida. Regla que no falla. El corazón del león británico tiene a la derecha un
código de barras. Fundamental, querido Watson.
Las guerras fomentan la fraternidad de armas amén de ser un buen
negocio. Además, con estos dictadores siempre jugamos al tiro al plato y
podemos probar nuestro material. No tiene porque ser en la actualidad el teatro
de las hazañas bélicas el campo del honor. Eso era antiguamente. El Gran Condómino
iba quinchando la geografía del globo terráqueo y a los más muertos de hambres
era a los que les vendía los rifles más potentes, la artillería de mayor
cadencia, los aviones de combate con mayor versatilidad en defensa y en ataque.
Estuve seis años componiendo despachos para mi periódico desde las cancillerías
más importantes y llegué a darme cuenta de que toda esa cachaza sesuda de los
artículos de fondo no eran más que puro camelo.
El periodismo moderno es un buen
duerno y abrevadero para los sofistas modernos y la política recicla a
desaprensivos y malvados. Dios los cría y ellos se juntan. Pero no vayáis a
buscar ética en el New York Times. América sólo tiene intereses. Lo han
proclamado. Su religión es el Almighty Dollar y eso lo aprendieron de los
ingleses para los cuales la sola mención de la libra esterlina en sus
conversaciones (Pounds) sume a los que lo pronuncian en levitaciones y
fotismos. La Bolsa es un camino místico.
Tenía fama de cliente serio, bien plantado,
moreno. Parecía una encantador de serpientes y por aquel entonces estaba en la
nómina de los servicios secretos, esos que compran voluntades y esquematizan
contiendas donde convenga. El sueño de muchas jovencitas y valientemente
munífico y elegante como un caíd de Bagdad. La valuta se desplomaba pero
llagaban los árabes y la ponían a flotar.
Insistiendo en el líder irakí,
tenía por costumbre llegar al Savoy escoltado por una corte de gorilas y la
mitad de sus concubinas. Compró medio barrio de Kensington Sur para alojar a su
harén. Lord Carrington en honor al ilustre huésped mandaba desenrollar la
alfombra roja. La reina le invitaba a tomar el té con pastas. Aunque todos
estos cumplidos no se podían ni comparar con los tributados al Rey Faisal.
Se trataba de un personaje
mítico por aquellos días cuando muchos cinéfilos andaban bajo la impresión de
la fantástica interpretación que hizo Peter O´Toole de Lawrence de Arabia,
aquel escritor británico que cayó bajo la fascinación del desierto, que
trabajaba para los servicios secretos y escribió un libro nada desdeñable como
son “Los siete pilares de la sabiduría”.
Fui testigo de aquellas movidas
porque un amigo mío de Ferrol que
trabajaba como portero principal y jefe de zaguanetes en una de las timbas
detrás de Picadilly a los que el regio personaje solía acudir me daba cuenta y
razón de las idas y venidas de aquellos árabes. Nada de moros. Árabes. Llegaban
como maná del cielo y todos ponían el cazo y mucho se holgaban los camareros,
los lacayos, los pincernas, los marmitones y cocineros y hasta las chicas
conejito. Verdaderas bacanales, oiga. El vino y la cerveza corrían sin tasa.
Aunque Mahoma prohibió a sus partidarios degustar el fruto de las uvas, debían
de pensar que un día es un día. Se encargaban a España y a Italia los caldos más
generosos. Las destilería escocesas se ponían las botas pues por lo visto los
beduinos estaban hartos de lo mismo todos los días: leche de camella. Con lo
que se olvidaban de las suras coránicas y caían rendidos a los pies de Baco. Le
daban al güisqui que era una bendición y luego se mostraban muy largos en
propinas.
- Los días que viene el King no
me bautizo por menos de cien quid. Una noche me puso en la mano un fajo de
billetes. Metilos en bolso, abrile la puerta del Jaguar que traía y cuando
llegué a casa conté el montón y vi que me había dado nada menos y nada más que
mil libras esterlinas. Aquel hombre no sabía lo que hacía. Me puse a pegar
brincos.
-¿No sería un farol, Benitiño?
- No lo creo pero si lo fue,
bueno para mi bolsillo.
A veces pasaban cosas
maravillosas. Era la era Cáncer y la conjunción del astrolabio marcaba tiempos
rumbosos para nosotros. Época abierta y competente. La de los cuatro puntos cardinales de la
Cruz. Saturno espectral no había asomado la oreja para nosotros. Por eso aquel
inefable premier, que había sido librero, les había intimado a sus patriotas la
frase célebre: “You never had it so good”.
Jerusalén estaba en la memoria y
Golda era la embajadora más que de una tierra de una idea. Sus miembros
cansados no dejaban por eso esconder aquel entusiasmo bíblico que era dinamismo
y energía. El resultado patente ante mis ojos de más de tres mil años de
judaísmo. De observancias alimentarias. De obstetricia.
La barca de Israel puede ir
dando tumbos y a veces amenaza con encallar pero es una nava indestructible.
Me dieron ganas de entonar un
salmo y que lo cantaran todos los camareros del Claridge, aquellos mayordomos
estirados que recordaban a Hudson el personaje de una celebre serie que pasaba
la televisión en aquellos meses: “Upstairs, Downstaris”. Arriba y abajo. Ganaba
la partida el estado probeta. Pero seguía esperando al mesías con insaciable
sed de verdad.
-¿Qué opinión le merece el
general Franco?
-Existe en él un amor mesiánico
hacia España. Igual que el de los primeros sionistas hacia Israel. Él intentó hacer una rebelión total y
desgarrada con una España desgarrada, enferma de su calamitosa historia.
Abriremos relaciones diplomáticos. Los buenos judíos tendrán que estarle muy
reconocidos el general por lo que hizo por algunos de nosotros durante la
segunda guerra mundial. No podemos decir lo mismo de Chamberlain que cedió al
chantaje árabe.
EL ILUMINISMO LULIANO Y LA RECONQUISTA DE
JERUSALÉN
7“El hombre si desea acceder al
conocimiento de la trinidad tiene que renunciar a la carne y desentenderse de
las evidencias que le brindan los sentidos”. Sobre tal premisa se centra la
filosofía de uno de los grandes pensadores católicos del otoño de la edad
media. Raimundo Lulio, y con ella justifica la preeminencia o excelencia del
cristianismo sobre el mahometismo o el judaísmo.
La irrupción de este fervoroso
mallorquín. Que cultivó todas las artes (astrología, medicina, física,
teología, gramática, patrística y filología pues era políglota) va a ser un
hito cuya altura no ha sido superada. Él es una figura central para todos
aquellos pensadores que piensan que Xto es el alfa y omega, el principio y fin
de la historia sin concesiones fáciles a la aljamía conversa.
No renegó de su fe. Antes bien,
por ella padeció cárceles y persecuciones (el cadí de Bugía lo metió en una
mazmorra por poner en entredicho determinados pasajes de la teología coránica,
que es, como se sabe, menos especulativa que positiva, todo un ejemplo de
tolerancia a la andalusí; al santo le aplicaron no una de populo bárbaro,
simple y llanamente “una de tres culturas” y en ración doblada) y como
consecuencia de estos vejámenes cayó gravemente enfermo muriendo en alta mar en
el viaje de regreso a su tierra natal[xxii].
Su postura cobra un singular
relieve en la actualidad porque Lulio estudió a fondo y se empapó de la cultura
árabe llegando a la conclusión de que el cristianismo ofrece un cuadro de
valores superior al islam. Ese fue su mensaje, un mensaje que firma con su
sangre y que adquiere relevante interés cuando se está operando en nuestra
Europa siete siglos después una trayectoria inversa.
Lo andalusí y el Andalús, como
dicen los repipis, encuentra adeptos entre los intelectuales de mesnada, los
escritores de aluvión y los mamporreros del régimen. Quienes se hacen lenguas
de la filosofía coránica mientras fustigan al Galileo. Todos sus elogios son
para la media luna, que si fuese ad invicem aguantaría menos que un vendedor de
catecismos de la doctrina cristiana a las puertas de una sinagoga. Pero venga
una de tres culturas. Otra más.
Su vida da un vuelco al cumplir
los treinta años cuando decide abandonar la vida galante que llevaba y hacerse
monje y apercibirse para una larga peregrinación tanto psicológica como física.
El fuego que le quemaba era la
conversión de los judíos y de los mahometanos al redil de la verdad. Mas, por
lo visto, aquella era una idea a la sazón también políticamente incorrecta. Los
papas, los cardenales y los prebostes de las grandes ordenes religiosas estaban
a lo suyo. Que eran las intrigas, la pugna por el poder político, las riquezas,
la soberanía, el predominio y el cisma.
La verdad - dice en uno de sus
libros más característicos, el Breviculum y uno de los incunables más
valiosos que fue ilustrado por un pendolista de categoría, un canónigo de
Chartres por nombre Le Mesyer a finales del s. XIII, pasa por uno de los
manuscritos más bellos de la órbita- está encarcelada en un calabozo y hay que
ir a rescatarla. Languidece en prisiones, cativa de moros y de judíos sin que
aquellos que en la iglesia tienen en mando y jerarquía se dignen mover un dedo
por conseguir su libertad. Mientras esto no suceda, el pueblo de Dios seguirá
en manos de charlatanes y esbirros.
Del pensamiento revolucionario
luliano, inflamado de un fuego abrasador, participan los grandes santos y
místicos de aquella centuria :Catalina de Siena, Francisco de Asís, Gertrudis
la Magna, así como algunos de los “pequeños maestros alemanes” que derivaron en
heterodoxia.
El franciscano mallorquín es uno
de los mayores pensadores escolásticos. Todo sus sistema teosófico representa
una refutación de la sensualidad muslime, basada en el principio aristotélico
de “nihil est intellectum Quod prius non erit in sensu”[xxiii].
De este principio hace bandera el cordobés Averroes. Sin embargo, para la
teología católica los sentidos jamás podrán ver a dios. En todo caso, la máxima
aristotélica es inútil a la hora de exprimir las complicaciones teológicas de
la procesión trinitaria.
Para comprender este misterio no
bastan las meras fuerzas humanas ni las potencias del alma - memoria,
entendimiento, voluntad - alcanzan la cúspide de la contemplación sin la
iluminación específica que el todopoderoso otorga cuando, donde, cómo y en qué
m medida a quien quiere. Es hora de enumerar los complementos circunstanciales
del accidente modificador de la sustancia que en latín rezan: utrum, quid, de
quo, quare, quantum, quale, quando, ubi, quo modo, quocumque. Estos diez
predicables se convierten, según lo que explican las escuelas de periodismo en
las famosas siete W de la noticia: who, where, whom, with what, with whom, what
y when.
Para acceder al conocimiento
trinitario hace falta un tercer ojo. Allí donde se sitúa el Finisterre de la
razón se abren las puertas del paraíso cristiano que a diferencia del que predicara
el Profeta es puro gozo intelectual. No el que deparan los goces carnales ni
las orgías. Sino la simple y pura contemplación de la verdad infinita. De la
belleza sin trueque. Es la música que no se acaba porque los instrumentos no
paran en lo que sigan girando las esferas. Una música callada. Una melodía
secreta. Sin espasmos ni intermisiones. El alma en estado de gracia dará de
lado a las tristezas que son recua de todas las lascivias. Amor trae consigo
desengaño. El amor humano se acaba pero el divino no tendrá nunca fin. Los
cuerpos gloriosos carecerán de apetencias y de necesidades físicas en contra de
las prédicas del filosofo de la Córdoba califal cuyas obras dieron la vuelta al
orbe haciendo caso omiso de que el padre del personaje hubiese sentado plaza
como verdugo oficial del rey Abderramán III quien como se sabe aplicó el rasero
de las tres culturas a innumerables mozárabes que fueron degollados bajo su
califato por no querer renegar de la fe de Cristo. Era la tolerancia según la
entienden los discípulos de Mahoma y algunos muladíes de la acera de enfrente
como Muñoz Molina, Gala, Goytisolo con sus pipiolos. La destrucción de todos
los monasterios que como un anillo de oro cercaban a la capital de los omeyas y
la decapitación de sus nutridas congregaciones fue un caso típico de
“tolerancia sarracena”. Sarajevo, un nombre que ha dado pie y sirvió de
pretexto para el estallido de una guerra de desquite, no existe. Es una nefasta entelequia en la mente sanguinaria
de algunos príncipes.
En la actualidad cuando el
hedonismo impera y el culto al cuerpo mueve ríos de dinero y suscita verdaderos
movimientos de fervor en las plateas midriáticas y los grandes serrallos de la
publicidad, poblados de huríes y de eunucos, para los que la salud, la belleza
y la potencia sexual son un valor absoluto mecanicista y funcional, el
averroísmo vuelve por donde solía haciendo tambalearse a los valores cristianos
de la existencia y mientras España se desespañoliza y descristianiza a marchas
aceleradas. Parece ser que sus enemigos históricos a los que secundan los
aqueos surtos en el fondo de las tripas del caballo de Troya que nos vigila
amenazador vienen metiendo prisa. Una de tres culturas y diecisiete de
autonomías.
Pero ésta no es desde luego una
idea original del mundo árabe, el cual absorbe como una esponja de forma
avasalladora todo aquello que le salta al paso o donde impone su ley, en contra
del criterio que vienen sosteniendo los mencionados Gala, Muñoz Molina y otros
incondicionales de Ben Laden, muladíes de la hora undécima. Los musulmanes
copian a los griegos. Averroes no es más
que un intérprete parcial de Aristóteles quien le inspira no sólo en el cuadro
de las artes liberales sino en los tratados de mecánica, medicina, botánica,
para componer sus tratados.
La sombra de don rodrigo vuelve
a planear, funesto fantasma, por los horizontes españoles. La machaquería e
insistencia, verbigracia, con que ensalzan los quintacolumnistas de Polanco a
todo lo andalusí (el verbo no puede ser más cursi), sin reparar siquiera de
donde viene la palabreja que no es otra que una derivación de vándalo. Y los
vándalos, que yo sepa, eran godos, tribus venidas con los bárbaros del norte y
que ocuparon el sur. Pero nos hacen creer que eran bereberes y, oh locura de
las locuras, relacionan a éstos con los vascos, que eran los iberos de pura
cepa y que por supuesto no tienen nada ver, aunque algunos lo pretendan con la
decimotercera tribu perdida de Israel.
Pero hoy está todo manga por hombro. Hasta la historia se vuelve contra
nosotros y es un instrumento de venganza como una clava que se vuelve con
nosotros. ¿No decías que entonces aquello? Pues ahora lo otro y lo otro es
justamente lo contrario. Venga otra de tres culturas. ¿Y Boabdil el Chico no
lloraba al salir de la Alhambra? Ni mucho menos. Iba bajando la cuesta
crispados los puños y no dejaba de repetir su frase preferida, aquello de ya
volveré y os vais a enterar de lo que va a valer un peine.
Estaban desconformes con la
lectura que se hizo de la historia de España y ahora están aquí los escribas
para borrar los pasajes aquellos en los que no se encuentran agusto. ¿Y la
objetividad? ¿Y la verdad? Esa no interesa. La verdad la escriben los
vencedores. Boabdil vuelve a lomos de su mula muy enjaezada y atalajada. Lleva
por palafreneros a Muñoz Molina y a Salmón Rojo que van delante al frente de un
grupo de músicos que tocan chirimías y zampoñas, flautas traveseras, oboes,
etc. el que parece su capataz acciona en lo alto la batuta y va repitiendo sin
parar: Tocala otra vez, Sam. ¿Que me la toque ? ¿Pero que dices? No, home, no
que tu no sabes inglés. Lo que yo quiero decir es “play that again, Sam”.
Y el dulzainero empieza otra
vez. Y nosotros en esas estamos. Angustiados, asqueados, con ganas de emigrar,
pero para nuestra desdicha no tenemos un lugar adonde ir.
Pero de la misma forma que Malen
tiene nombre de tango, Averroes suena a error y a plagios descañados. A huríes
y bayaderas danzando el contoneo de los siete velos. A guerreros del Profeta
caídos en acto de servicio y a los que por su buena lid se reserva en el jardín
de Alá un lugar de preferencia. Si perdieron un brazo o una pierna los
valerosos combatientes, éste les volverá a nacer, pero no así si se trata de
los genitales porque abomina Mohamed de los castrones y les veda la puerta de
la vida eterna. Por ende todos los soldados del Profeta se guardan muy bien sus
partes pudendas antes de la refriega. Un tiro en los cojones puede significar
para ellos, que son de talante supersticioso, la caldera de Pedro Botero. La
parusía del islam es lo más parecido a una interminable ruta del bacalao con
interminable estaciones en las que se promete sexo del mejor, alcohol y
pastillas para aguantar. Es para hacer la contra al cielo que se tiene
prometido a los cristianos demasiado aburrido e intelectual. El jardín de alá
es todo sensualidad y sentimiento. El edén cristiano concepto y categoría. En
uno manan ríos de leche y miel, se comen frutas tropicales, melones y sandías y
los usuarios contarán para su disfrute con una buena provisión de las mejores
esclavas aprehendidas en alguna razzia framontano en el Caúcaso o cerca de las
montañas de León. En el otro nadie hará esas porquerías ni se entregará a la
gula ni a la borrachería, el goce consistirá en la eterna contemplación del
rostro del Señor.
La resurrección de la carne que
canta el credo niceno va por otro lado diferente al que predican los imanes,
aunque no cabe duda de que sea muy atrayente prospecto este jardín de Alá para
los jóvenes incautos de los zocos musulmanes. Lo sufre Israel en sus propias
carnes. Por todas partes en Palestina corren candidatos a kamikaze , los que
recurren a la inmolación por una causa. Justa o injusta. A ojos cristianos esto
no deja de ser un antenado contra la propia vida y contra la de los demás, pero
la religión de los sunníes y sufíes no fue nunca una religión pacífica porque
tan guerrero es Alá como el que emana de todos los libros del Antiguo
Testamento. Recurre a la amenaza y al fanatismo y apoda a muchas de sus guerras
santas.
El martirio cristiano es de otra
manera. Jesús nunca enseñó el camino del verdugo. Escogió ser víctima y ahí
puede que resida una de las claves de su indestructibilidad porque esta máxima
más que humana es garantía de orden divino. Tampoco cabe, a diferencia de los
judíos, entre nosotros la ley de la venganza, sino la del perdón y el olvido de
las ofensas, un consejo que desestima, a lo que se ve la sociedad española del
verano del 2002, cuando andan por las montañas de León desenterrando cadáveres
de fusilados por los nacionales. Por lo visto los rojos fueron mancos y no
hicieron ninguna judiada. Tengo para mí algo muy presente que para nosotros los
que vivimos la dura postguerra resulta casi una idea fija que todas las cunetas
de las carreteras asturianas están sembradas de cadáveres. Por lo visto, esos
muertos no se cuentan. Son fallecidos por las armas que no tienen el galardón
de ser recordados como muertos de primera, sino de segunda o de tercera
categoría, porque fueron víctimas de la gran represión organizada por las hordas
rojas de un gobierno judeo masón como el de Azaña[xxiv].
Sin ir más lejos el otro día el tabernero Fariño, que tenía quince años en el
verano del 36, me contó como mataron a dos curas de Soto de Luiña en el prado
boyal del pueblo anejo, que se llama San Martín. Uno se llamaba Vicente y el
otro Dámaso. A Vivente le propusieron sus esbirros que si gritaba viva Rusia y
arriba el comunismo que lo perdonarían la vida. Él se nego y murió profiriendo
vivas a Cristo Rey y arribas a España. El otro que era el coadjutor también
ante la misma zanja recibió la misma proposición. Atemorizado y lleno de pánico
por las escenas que acababa de presenciar, el fusilamiento de su hermano en la
fe, se avino a las conminaciones de sus esbirros y proclamó su adhesión a la
república. De nada le valió aquella renuncia in articulo mortis porque lo mismo
que el otro sería pasado por las armas. Nadie se ha interesado por sus
cadáveres ni hay arqueólogos que busquen sus restos debajo del bromo y la
festuca y los tapines de los cernidos prados de aquella verde provincia cuyas
cercas recuerdan a muchos creyentes la existencia del paraíso. Ahora al cabo de
casi tres cuarto de siglo yo me hago la pregunta si Dámaso, vacilante en sus
convencimientos en el último instante, se le debe honrar como mártir igual que
a Vicente su compañero y yo pienso que pese a la hesitación, tan humana por
otra parte, del último momento, recibiría la orla de los que mueren en comunión
con la palabra eterna.
En abono de lo antedicho, el
Beato Ramón Llul trató de combatir con su cálamo incandescente, inflamado de
caridad y de perdón - lo llaman Doctor Illuminatus los escolásticos-
expugnando con sus huestes dialécticas las cohortes de sus ideas, los manípulos
de la exposición clara y contundente, los muros del castillo del error del que
es alcaide Averroes con toda su recua. Porque su conocimiento no viene apoyado
en la razón sino en la apariencia (phantasmata).
Los embaucadores cultivaron a
los incautos de todas las épocas. A lo que se ve, a las proposiciones averroístas
no les falta clientela, ya que tanto el positivismo como el materialismo
dialéctico, que entroncan directamente con la filosofía del erudito califal, se
basan en lucubraciones. La fe cristiana no es susceptible de pruebas causa
efecto igual que una ley física. Convenido. ¿Mas, no podrá decirse lo propio
del mahometismo o del mosaísmo que arrancan de las corrientes egipcias y de los
grandes mitos griegos sobre la interpretación del mundo? Hay historias que
cuenta la Biblia que están calcadas de algunos cuentos populares de la
tradición oral de Tracia. El corán, que es un salpicón de varias tendencias
donde se dan cita tanto Jesús como Moisés y que sus seguidores tienen por tan
cierto que dicen que fue escrito por inspiración angélica y hasta serían capaces
de matar a todo aquel que ponga sus puntos en dudas se retrotrae a ciertas
aberraciones de los maniqueos y de la heliolatría persa. Dicen que fue
redactado por un rabino que odiaba a los cristianos y mediante la inserción de
gran copia de patrañas, apólogos, consejas y dogmas que se repiten una vez en
los hemistiquios de este extraño libro dio vado al desprecio que sentía hacia
la persona de Jesús.
Averroes arrastra detrás de sí a
toda una corriente de ateos y agnósticos, verdadero caballo de batalla contra
la iglesia romana, puesto que sostiene que fe y razón circulan por vías
opuestas.
Dice que la naturaleza carece de
ética y que Dios no podría meterse nunca en nuestras batallitas.
Era lo mismo que sostenía
Einstein: que Dios tiene sus reglas y que no se pondrá a jugar nunca con
nosotros a los dados, puesto que se reserva el derecho de admisión.
El no tiene necesidad del mundo
por Él creado. Aquí viene el matiz supremo de divergencia. Averroes enseña que
Alá está lejos, parece como dormido. Es una blasfemia querer tratarlo de tú a
tú.
Se trata de una deidad
ordenancista que cobra su canon mediante la plegaria colectiva y a ciertas
horas determinadas del día. Nadie puede alegremente dirigirse a él porque sí.
Justo lo contrario de lo que enseña la norma calvinista y luterano de un dios
particular, amigo, al que se ha de acudir en caso de necesidad o para hablar
sin más. Los islamitas desconocen y desprecian la oración mental. Es una
reminiscencia persa de la oración comunal, cubiertos todos los creyentes la cabeza.
Señal de sumisión a su voluntad. Sus designios no podrán alterarse porque todo
está escrito en un código de rigurosos caracteres fatalistas. El corán
desconoce el libre albedrío pero en sus suras acomete la unión con alá mediante
la guarda de los preceptos, que son la oración diaria, la peregrinación a la
meca, el ayuno y la limosna y la guerra santa contra los enemigos del profeta.
Fanatismo y proselitismo asi
como una fuerte imaginación y un estilo poético del todo innegable se reparten
el espíritu de las suras. No hay más dios que Alá. No hay más libro que el
corán.
Este oscurantismo quizás haya
precipitado a los pueblos que lo siguen en el retraso tecnológico rayano en la
barbarie. Pero el islam es la fuerza del número. La multitud convertida en masa.
Ha surgido para avasallar.
Alá. Punto en boca. Es el ojo
que todo lo ve y todo lo dispone. Viaja en su carro dorado y visita una por una
todas las galaxia aventando en su discurrir el tamo de las estrellas. Ese polvo
cae a la tierra convertido en polvo de los siglos.
A dios no se le puede catalogar
ni conocer o contemplar de la misma manera que se observa un paisaje con unos
prismáticos.
El sorprendente cuadro de
valores del hijo del cadí, tan impregnante como sugestivo, hizo que sus ideas
fueran muy difundidas en el otoño de la edad media. En las aulas de la Sorbona
se explicaba a Averroes largo y tendido. Pero hablaban de oídas aquellos
dómines. En toda la universidad parisina no había ni una sola cátedra de árabe,
lo que indignaba al humilde franciscano recién llegado de las Baleares. Ramón
dominaba ese idioma a la perfección como muchos de aquellos caballeros
catalanes adscritos a la leude de los grandes reyes de Aragón. Su padre, un
burgués fronterizo, había tomado parte en la conquista de Palma por las huestes
de Jaime I el Conquistador.
Un empeño tuvo Lulio: meter en
el índice al autor de los “Comentarios”, el “Tratado de la Triaca” y del
“Discurso acerca de si Dios se ocupa de nuestras cosas particulares”, y que
quedase proscrito en las cuatro grandes universidades del medievo (Oxford,
Paris, Bolonia, Salamanca).
Considera que Ben Rashid
Averroes era responsable del letargo intelectual en el cual vivía la
Escolástica donde muchos maestros se pasaban horas y horas mirandose el ombligo
y debatiendo el sexo de los ángeles, desconociendo la categoría y virulencia
del enemigo que se cernía sobre la cristiandad.
Él lo conocía. Por eso su obra
infatigable (265 títulos) está impregnada de ese tesón misionero y catequista.
Acaso fue un pretexto - los puntos de vista que sostiene son contendibles- para
escribir bellísimos libros en un catalán rutilante. ¡Cómo no entusiasmarse con
la prosa de un Libre de Meravelles que es un verdadero tratado
psicológico para conocer la mentalidad del hombre que vivía en Europa el siglo
XIII!
A Paris le conduce el afán de
una entrevista con el papa al que visita en Aviñón ya casi al final de sus
días. Su propuesta es la constitución de un colegio de estudios orientales para
la formación de misioneros franciscanos que fueran a predicar a los mahometanos
y a los judíos el Evangelio.
En la corte pontificia recibe
buenas palabras pero, para su desesperación, el papado en aquellos instantes
era un avispero de intrigas. Se da carpetazo a su proyecto. Los papas que
reinaron durante la dilatada vida de este singular catalán y español universal,
mente preclara, y cristiano ardoroso, no supieron dimensionar el calado de la
magna empresa luliana.
Se proponía un cristianismo
vivido desde el ejemplo y pudo demostrar, para dejar en mal lugar a los
averroístas, que esta religión podía ser demostrada y catalogada de una forma
congruente pero Roma siempre ha solido mirar con recelo a los entusiastas.
Nicolás IV, Celestino V, Bonifacio VIII y Clemente V pusieron oídos de mercader
a los requerimientos de aquel vagabundo de barbas patriarcales, un iniciado en
las ciencias esotéricas, nigromante y mago, que vestía el brial de la Orden
Tercera y de fijo que era un exaltado en la más genuina onda de los
“fraticelli” y “caterinati” que recorrían los burgos y villas predicando un
regreso al catolicismo genuino.
Ellos se movían contra
corriente. Predicaban la pobreza cuando
la jerarquía y los obispos absentistas sólo anhelaban poder y preeminencia
política. Los mismos papas nadaban en la opulencia.
Lulio hablaba de renuncias e
imbuido del Espiritu esenio de san Juan Bautista predicaba la cruzada. No una
cruzada militar sino espiritual.
Preconizaba en consecuencia la
fusión de todas las órdenes de caballería en una sola y escribió al papa para
que desautorizase la disolución del Temple. Tampoco le hicieron caso. Su último
maestre, Jackes de Molay, moriría en la hoguera. La caballearía andante por la
que abogaba el beato mallorquín no eran las espadas, ni las lanzas, la cimera y
el morrión sino la paciencia, el perdón, el buen ejemplo y la cordura, unido
todo ello en el amor al estudio.
Jerusalén se había perdido para
siempre con la capitulación templaria en San Juan de Acre que pasa a manos
turcas en la primavera de 1291. El cerco y la rendición de este bastión de la
cristiandad va a ser motivo de inspiración de algunas de sus novelas alegóricas
y tratados místicos.
Saca virtud de la necesidad y
del fracaso afina los instrumentos de una elocuente alegoría. Los escritos de
este catalán melifluo y prolífico suenan como el ensamble de un coro ilustre
que canta las excelencias de Nuestro Señor Jesucristo.
Lulio fue el primero que comparó
el objetivo de la perfección a la toma de una bastilla en la que hay que
derrocar las pasiones, el propio yo. Hace una alegoría muy congruente y
pertrechada de la renuncia y de la abnegación cristiana.
Las Moradas teresianas son
feudatarios de esta visión de la virtud reconquistada por los santos. Son un
reclamo que guía a los que anhelan la perfección mediante el voluntarismo y la sumisión
de la naturaleza inferior. La edad media como dejan bien reflejado los cuentos
analógicos de Calilla e Dimmna, los “ensiemplo” del Conde Lucanor, los denuesto
entre el agua y el vino, las danzas de la muerte, y las rimas de Berceo o los
corridos y letrillas del Libro del buen
amor reflejan una tensión entre lo racional y lo animal.
Nadie ha podido resolver tal
antinomia pero los autores se esfuerzan por aclarar que el dominio de las
pasiones es posible y depara la felicidad a aquel que lo consigue.
Lulio, hijo de su siglo, también
participa en este albur y juega sus bazas. En el tablero hay grandes
contrincantes. Se llaman Bocacho, el Dante, Petrarca, Piero de la Francesca,
Siger de Brabante, Ibn Gabirol.
La polémica promete convertirse
en el mayor espectáculo del mundo. La conquista del castillo interior la
granjea la lucha ascética, la escalada por el husillo de la escalada interior.
Esta simbología mística va a ser un concepto determinante del que echan manos
los grandes hombres y mujeres que han querido santificarse. Desde san Pedro
Alcántara hasta Teresita del Niño Jesús y otros titanes de la fuerza de
voluntad.
Pero una cosa es predicar y otra
es dar trigo. Ni en Roma ni en París se toman demasiado en serio las ideas que
trae bajo el brazo aquel iluminado de Pollensa, que había renunciado al mundo,
a su mujer, a sus hijos, a los placeres y las riquezas, por seguir la llamada
del Salvador.
Pese a los fracaso y a la
renuencia de los eclesiásticos a aceptar, porque acaso no lo entendían, sus
sistema de raciocinio, expreso en su Ars Deductiva y que en parte
recuerda a los Principia Mathematica de Descartes, Lulio no tira la toalla.
Tampoco los despechos merman un
ápice el entusiasmo que siente hacia la ortodoxia, la veneración por el papa, y
su rigurosa interpretación jerárquica de la iglesia como reflejo de las
categorías aristotélicas.
Lo toman por loco y le echan en
cara sus detractores no saber latín, de ser un advenedizo. Que se vuelva para
su pueblo. Que lo encierren. Esas órdenes las escuchó con harta frecuencia. Una
vez eran los moros los que lo tenían en menos. Otra, los cristianos, pero él no
se desanimó y continuó confiando a la pluma los secretos de su corazón y las
iluminaciones de su mente que él, en lo más profundo de su alma, creía que venían
de dios.
Esta idea fija le animó a
continuar su empresa sin apenas desfallecimientos. Antes de sentarse al pupitre
invocaba al Espíritu Santo y permanecía en el estrado horas y más horas, hasta
noches enteras.
Las carencias de la iglesia que
le tocó vivir son un acicate a su celo apostólico y aúpan sus convicciones de
que la Barca del Pescador, pese a sus singladuras en zozobra y travesías
azarosas por los mares aborrascados a lo largo y a lo ancho de la historia,
cabeceando en medio de súpitas e incontenibles borrascas que amenazan con
romper la roda y desarbolarla, seguirá impávida su navegación bajo la
asistencia del Espíritu Santo.
Aun zarandeada y en situaciones
límite - he ahí el mensaje luliano en toda su cruda perentoriedad y actualidad
de ahora mismo- la iglesia es arca de salvación universal. Aunque sus
gobernalles y timoneles no estén a la altura de la responsabilidad y pericia
que la situación pide, puesto que son hombres falibles, y dando por sentados
que en las cumbres del mando eclesial hay campo abonado para el cohecho, la
rapiña, el despotismo, la delirante vanagloria y el culto a la personalidad
ello no empece su sello de origen divino. Estaba convencido de que cuanto más
asamblea terrenal y mayor poder temporal menos aureola del círculo místico. Los
hijos de la luz son menos diligentes que los de las tinieblas. Eso lo tenía muy
claro el venerable catalán. Quien, al igual que Juan el Bautista, vino a los
suyos y los suyos no lo recibieron por haber adoptado una actitud que ya en aquel
entonces se consideraba impolítica, o contra las normas de lo viable. El quería
una aproximación de musulmanes y judíos a la cruz de Cristo mediante el
entendimiento, el dialogo, la tolerancia y creía en la posibilidad de una
eventual convergencia. Le daban pena los árabes, pobres gentes que se agolpaban
en torno a las fronteras de la cristiandad en multitud amenazante y
avasalladora - la fuerza del número- de la misma manera que los bárbaros ceñían
los confines del imperio romano. Era
imposible evangelizarlos a diferencia de los paganos porque viviendo en la
penuria y la esclavitud, tiranizados por sus cadíes e imanes, consideraban una
fórmula mejor de existencia a su religión que al cristianismo. Odiaban a la
cruz. Esta misma impresión de carestía espiritual y de indigencia física en la
que vivían los “alarbes”, a los que ve trepar con horror semidesnudos por los
montes de Judea, también la denunciaría otro insigne franciscano, fray Antonio
del Castillo, también arabista, al que nos referíamos por extenso arriba, pero,
como tantos otros hijos de san Francisco, se siente inerme y desolado. Era un
enfoque franciscano del problema. Esta orden, que predica la humildad, la
paciencia y la bondad de trato es la única que ha tenido algún ascendiente por
más que mínimo con el islam. Lulio se adelantó a todos ellos. En calidad de
profeso de la orden tercera - no está claro si llegó a recibir el sacerdocio
aunque es posible que fuera minorista - Lulio se adelantó a su tiempo. Pero el
iniquísimo las prepara buenas. Es una flor negra que abre sus tallos en las
platabandas de los pensiles más escogidos. Crecen rodeados de cizaña. Donde
está el bien está el mal. El diablo tiene la costumbre de introducirse tanto en
las humildes celdas como en los altos estrados.
Por la vía de servicio. Tiene que cumplir su oficio de tentador. El
beato Ramón Llul puso en suerte a su enemigo y lo venció a costa de no pocas
incomprensiones y despechos. Todavía no se comprende cómo uno que sufrió pasión
y muerte (parece ser que su tránsito en olor de santidad tuco que ver con los
vejámenes que padeció en Túnez después de ser azotado y encarcelado por el cadí
de Bugía) no haya sido inscrito en la nómina de los santos, conservando sólo el
título de beato. Su canonización es una cuestión pendiente porque todas las
normas de la iglesia, que dice que quien
vierta su sangre en defensa de su fe sube automáticamente a los altares
sin más preámbulos. ¿Cómo es que le falta aun la aureola y la hornacina y su
día señalado en el cantoral? Tal vez fuera un rebelde, un impulsor de lo
políticamente incorrecto para los tiempos que le tocó vivir. “El clero
cristiano - anota al cabo de su primera incursión misionera a berbería en 1294-
debiera enrojecer de vergüenza al ver cómo los sarracenos vilipendian a la santa
fe católica. Nos califican de fatuos y generalizan que ésta no la podemos
defender con argumentos sólidos sino con argucias”.
Bizarra sentencia, cabría
deducir preguntando a su vez a mano contraria: ¿Y la fe de las personas que
adoran a un zancarrón y tienen por artículo de fe la hégira o peregrinación a
Meca una vez en la vida, estarse sin probar carne de marrano (jalufo) y
mantienen toda una serie de creencias más o menos absurdas cuando no lascivas
sobre el más allá?, apostillaríamos nosotros de nuestra propia cosecha.
Hubo de volverse oír dinde había
venido, desatendidas las propuestas por los funcionarios del palacio de Letrán
donde se vivía una situación cuando menos incómoda con dos papas reinantes
legalmente constituidos después del cisma de Aviñón, y a pesar de contar con la
mención propiciadora de la reina de Francia que costea la edición de su “Ars
deductiva”, la cual había compuesto durante su estancia en París debatiendose
Lulio con los averroístas y hasta llegando a fundar su propio partido escolástico.
El de los iluministas. Su caballo de batalla era la demostración del complejo
misterio de la Trinidad. Igualmente, fueron épicas sus intervenciones acerca
del pecado original y las concernientes al debate sobre si hay o no ingerencia
de la divinidad en las cuestiones particulares del ser humano.
Estas decepciones no merman su
ánimo enterizo. De regreso en su isla funda el colegio de Miramar al pie del
monte Randa en medio de un paraje solitario y bellísimo que tanto conmovía al
poeta inglés Roberto Graves el cual , otro iluminista, atraído por la magnética
presencia de Lulio, vivió también cerca de cuarenta años en la isla. La verdad
os hará libres. Fracasada la utopía de los cruzados, confía reconquistar
Jerusalén. No al filo de la espada sino al hilo de la discusión y del
debate. Estaba en un error. Para tarifar
con aquella gente hacen falta armas de otra clase. La conversión de un
mahometano - tal es el odio y el menoscabo en que se les educa desde niños para
con el catolicismo- es poco menos que un milagro. Nostramo lo sabe y aquí lo
tenemos como problema. La caída del muro de Berlín, las equivocaciones del
pontífice polaco, las insidias de ciertas ramas secretas y la última guerra de
Oriente Medio con la toma de Belén que encortinó este libro va a ser un
problema terrible para nuestros hijos.
Las fundaciones que fabricara el
cardenal Cisneros al norte de Marruecos hubieron de ser evacuadas. Los
franciscanos y algo los dominicos han nutrido su cupo de mártires gracias a los
miembros de estas comunidades que se atrevieron a cruzar el estrecho para ir a
predicar a los infieles sin apenas resultados dignos de tener en cuenta.
Charles de Foucauld, cuya vida y obra hemos abordado en alguno que otro libro,
también fracasó y fue martirizado en un aduar en pleno Rif.
¿Convivencia pacífica de las
tres culturas? ¿Tolerancia? ¿Ecumenismo? Acaso sueñen los que se han expresado
a lo largo de los últimos lustros, y bien que les hemos oído, en el mirlo
blanco. Y eso lo sabe de sobra el poder oculto que rige nuestros designios. Su
hegemonía y fortaleza se alimenta de nuestra debilidad, nuestra anemia
ideologías, nuestras rencillas a navajazos, nuestras cuestiones nacionalistas
encima de la mesa. La norma es divide e impera (the rule by division) que han
tratado de poner en efecto los británicos en todas las zonas de su imperio. El
gran jefe ha tirado de archivo y regresando a las luchas feudales del
medievalismo ha dado en resaltar que la religión puede hacer que engorde la
cartera de pedidos. De lo que se trata es de acabar con Europa. Se hizo memoria
y se borró la memoria. Todo empezó en Kosovo. La Otan fue allá en auxilio del
turco frente a los cristianos serbios, oh paradoja de las paradojas. ¿ De qué
se queja entonces la Fallaci? Todo lo que está pasando se veía venir. Las carambolas del efecto dominó en lo futuro
no dejarán de sorprendernos. ¿Y qué está ocurriendo en Chechenia? ¿Qué pasó en
el Ulster ? Por el mes de julio en los aledaños de Portadown, con lo de la
marcha de los aprendices y el recuerdo de la batalla del Boyne, siempre hay
palos. La vieja religión les ha servido a los yanquis para crear focos de
tensión en el mundo. Lo maravilloso del caso es que los americanos parecen un
pueblo profundamente religioso pero a su manera. Al adherirse a su bandera un católico americano deja de ser
muy diferente a uno de Sevilla. Usa va a ser no sólo la lengua del imperio sino
la religión del futuro. Que se eche Europa a temblar.
El próximo foco de conflicto
armado pueden ser las vascongadas. Allí nostramo con todas las bendiciones del
pontífice reinante se propone la creación de un Gibraltar vaticanista. A
nuestro modo de ver, lo más indignante, como venimos insistiendo en nuestros
ensayos, en los que pretendemos contra el pasado relacionándolo con el
acontecer actual, pues, a nuestro modo de ver, la Humanidad está atravesando
por circunstancias cruciales, es la indiferencia o desidia con que se abordan
estas cuestiones sangrantes para la iglesia desde el vértice de su cúpula
jerárquica, pero eso ya pasaba en los tiempos del beato mallorquín en las
postrimerías del s. XIII.
En Berbería se echaban otras
cuentas de modo que aquel dulce panegirista franciscano va a experimentar en
sus propias carnes, que los moros verberaron con saña, la acogida de sus
propuestas. El mensaje evangélico en Túnez sonaba a música celestial. No
entienden otra concordia que la que brinda un buen mandoble de cimitarra. A
diferencia de algunos cristianos ilusos o francamente clarividentes y heroicos,
no soñaban en el mirlo blanco. Eran realistas. Estaban muy resentidos por haber
sido desalojados del castillo de Bellver por los almogávares. Hebreos y
mahometanos, acérrimos en sus principios, tuvieron a gala mirar por encima del
hombro a los cristianos, lo que en punto a creencia les vuelve prácticamente
inabordables puesto que una de las premisas del credo cristiano es la humildad.
Pero a Lulio el dominio de la lengua hebrea y árabe le permitió disertar de
cuestiones teológicas, como era la del jardín de Alá, idea que toma Dante como
arranque de su Divina Comedia, vedadas a los occidentales y que sólo utilizaban
el latín, lengua de la razón y el derecho, frente al idioma bereber que es
lengua de los sentidos. Él pudo expresar sus opiniones sobre la trinidad y la
encarnación ante los imanes, empleando no poco esfuerzo, gastando mucha saliva,
mas sin fruto. La diferencia entre el Evangelio, el alcorán y la Torá es que
cada uno mantiene conceptos diferentes acerca de la divinidad. Para las tres
religiones monoteistas que encuentran en el patriarca Abrahán un tronco común
éste no es un término unívoco sino equívoco. Iahvé y Alá encuentran escasos
puntos de contacto con el Zeus griego, origen del Dios cristiano, con sus
planteamientos trinitarios, otra herencia griega pues fue Trimegisto, con toda
su carga hermética, el primero en plantearla: el misterio de la procesión
trinitaria en el amor del Ser Supremo hacia el hombre. Fue tuvo tal el afecto
que tenía hacia la criatura por Él creada que hubo de enviar a su Hijo
primogénito para salvarnos ( aspecto soteriológico, y por tanto activo, no
pasivo, como pretende el quietismo cabalístico o el fatalismo coránico) y esta
idea que sabe interpretar el sabio de Mallorca con una especie de iluminación
especial, un carisma que le fue dado, a lo largo de folios y de infolios, no es
un concepto hueco, ni una simple retórica sino algo vivo. O mejor dicho, sí es
retórica pero por la palabra se llega hacia el ser infinito. In principio erat Verbum et Deus erat
apud Deum et Deus erat Verbum. Vibra todo su pensamiento ante
esta entimema divina que presenta Juan en su Último Evangelio. El misterio de
la procesión trinitaria es por entero el del amor divino hacia el hombre, donde
se funde el ser con el existir, la potencia con el acto. Para los cristianos
Dios no solamente está arriba - he aquí la principal variante teológica- , sino
que participa, intercede, nos mira, nos protege, se preocupa. Para los
islámicos esta planteamiento suena a blasfemia y los judíos prorrumpen en
carcajadas. El misterio de la trinidad, alegan, está en el amor. Bien. ¿Y dónde
está el amor?
Para el Doctor Fantástico, como
gustaba llamarse el sabio catalán, que fue un verdadero sabueso de la verdad -
venator scientiae- Dios es el sumo bien (summum bonum) ontológicamente, pero es
también tácticamente el ejecutor de todo bien (bonum operativum). Acto y
potencia enigmática. Principio indivisible. Lo cual entraña nunca quedarse
quieto en su Olimpo o en su hornacina. No aguarda sino que se anticipa. Baja
del altar. Se compromete. Se encarna.
Quiere estar con nosotros y comunica todo cuanto salió de sus manos para que se
desarrolle, evolucione y crezca. “Bonum est diffusivum sui”. El bien, como manantial sin restañarse, se
comunica y se expande. La vida
evoluciona. El proceso de conversión de R.L. y su llamada al desierto tiene
algo de viñeta literaria, para orlar algún camafeo de la Leyenda Áurea. Cuando
tenía treinta años, casado con dos hijos, pero enamorado de otra dama, estaba
una noche en su aposento componiendo una trova a su nueva adorada, se le apareció
el mismo Jesucristo que iba con la cruz a cuestas y de esta manera le hablara:
-Ramón. Ramón. Son muchos los
que se pierden por no conocer la luz.
Creyendo que se trataba de una
fantasmagoría, obra del pervigilio o de la violenta pasión que lo envolvía, no
dio crédito a sus ojos ni a sus oídos, pero a la noche siguiente de nuevo se le
aparecía Jesucristo. No le dejó terminar la composición en la que estaba
embebecido el poeta. El Señor le hablaba envuelto en una nube parlante
exhortandole a dejarlo todo para vivir según su palabra, una vida real, sin las
ficciones engañosas del mundo con sus pompas y vanidades.
-Ven en pos de mí.
Y esta vez el joven cortesano no
pudo resistirse. Todo lo que tenía lo repartió a los pobres dejando un tanto de
su hacienda para la manutención de su familia. El día de san Juan Bautista de
1263[xxv]
un obispo vino a predicar a la capital de la isla. Entre los numerosos oyentes
de aquel sermón estaban Raimundo y la dueña de sus pensamientos (lo refleja una
de las solemnes y maravillosas miniaturas del “Breviculum”) la cual también
debió de decidir su ingreso en un convento aunque della no se volvió a saber.
Debió de ser un caso sonado y con ciertas concomitancias con la Laura de
Petrarca. El siglo XIII fue el de la galantería. Ausias March dedica cantilenas
a Teresa Bou pero la dama en cuestión, objeto de los requiebros de Lulio,
permanecerá para siempre en el anonimato. Nada aclaran al respecto los
biógrafos. Vivió el tiempo de la consolidación del erotismo platónico. Toda la obra
luliana está traspasada de ese estro amoroso que imbuyó a sus coetáneos.
Luego de velar las armas, es
investido caballero de Xto en la fiesta de san Pedro Apóstol. El obispo que con tanta elocuencia predicara
en la catedral de Palma le dio el hábito de terciario franciscano. Se retira al
monte Randa donde pasa largos años de su vida, pero le quema una especie de
fuego, pide consejo a su amigo y tocayo Raimundo de Peñafort le tiene que
cortar los vuelos en más de una ocasión moderando sus ímpetus penitentes[xxvi].
Pero al fin vence el celo a la
prudencia. Quiere imitar a san Francisco de Asís y decide hacer una
peregrinación a Compostela. Embarca en Barcelona y a través de Jaca enfila el
camino francés. Desde León cruza la montaña por Arbás, Pajares y Mieres y se
prosterna en Oviedo siguiendo después ruta por el camino de la costa. De este
viaje sabemos poco lo mismo que acerca del que lleva a cabo al País de Oc cerca
de las Landas.
El Languedoc contaba entonces
con una importante tradición esotérica. Allí se veneraba en una cueva cerca de
Rocamour una imagen milagrosa de la Virgen María. A ella se encomienda el beato
antes de acometer cualquier tarea. La tradición provenzal es de la más pura
estirpe. Tradición galante con sus inspirados lais marianos y virolays. Pero
hay que tener en cuenta otra corriente.
La de los cátaros, los puros, los que no quieren contaminarse con las
impurezas carnales y derivan en herejía. El hito de separación que discierne el
bien del mal es super tenue. A veces resulta imperceptible. Y esto vaya en
abono del recuerdo de las luchas y matanzas que ocasionó el cisma de los
albigenses cuyas viviendas fueron mandadas a arrasar a fuego por Inocencio III.
Las confrontaciones dan vado a
muchas bajezas humanas y terminan en la efusión de sangre. Nada gusta a los
seres humanos el matarse tanto como cuando se hace en nombre de dios.
Por ese cabo, el que dijo que
las religiones debieran estar prohibidas no andaba descaminado.
Al santuario de Rocamadour no
muy lejos de donde está hoy Lourdes lo que demuestra que las apariciones
marianas no son un fenómeno reciente sino que eran muy frecuentes en la edad
media endereza sus pasos vacilantes el devoto peregrino. Ofrece su vida por la
conversión de los infieles. Al regreso de este su primer periplo por el
mediodía francés parece ser que recibe las ordenes menores. Al igual que
francisco al que imita en todo no pasa del diaconado. De nuevo se entrega a la
contemplación y al estudio en las soledades del monte Randa no lejos de Alcudia
y de Benisalem a mil quinientos metros sobre el nivel del mar. Alli funda el
primer colegio de escuelas orientales.
Quería convertirse en caballero anda dante de Xto a imitación del
estigmatizado de la porciúncula cuyos discípulos iban y venían por los caminos
de Europa en casas de acogida y conventos de tradición itinerante que no tenían
nada que ver con las abadías de carácter estable. Toda la cristiandad simula
ponerse en movimientos. Fue el legado de las cruzadas ese azacaneo de aca para
alla. Se da al traste con el modo de vida feudal de bienes raíces y de siervos
de la gleba. Los burgos son ya ciudades libres. Aumenta el intercambio de
ideas, surge el comercio y las preocupaciones sociales que derivan en revueltas
y desmanes. No estaba aun fraguado el concepto de nacionalidad. El elemento de
cohesión era la iglesia pero esta iglesia con sus inmensas riquezas y bienes en
manos muertas era blanco de críticas por parte de los descontentos que eran los
menestrales y pecheros. La revolución franciscana vino a ser un paliativo a ese
malestar. En el fondo las ordenes mendicantes son los portadores del fuego
nuevo y encienden la llama de la gran conflagración espiritual que pervade al
siglo XIII. Duns Scotto es uno de los representantes de esa nueva teología. Los
francisanos querían poner el mundo del revés. El único medio a su alcance es el
amor, la humildad, la pobreza y el desasimiento de las cosas terrenales. De
este espíritu candoroso participa el movimiento lulista. Pese a sus apariencias
de ortodoxia en el trasfondo late un cierto resquemor, fundado, contra la
actuación insolente del alto clero pero es tan tenue que resulta imperceptible
el malestar. Lulio quiere ser otro loco de Jesús. Predica la cruzada. La
recuperación de Jerusalén mediante el diálogo inter confesional del que es su
primer fautor y precursor. Para atraerse a los catecúmenos basta el buen
ejemplo, la caridad, la humanidad y la abnegación. Es insuficiente el orgullo y
el engolamiento del que se siente en posesión de la verdad. Lo mejor es ganarse
su familiaridad hablandoles en su propio idioma y conociendo sus costumbres.
Él mismo iba a caer víctima de
sus propias redes, presa de sus utópicos sueños. La primera regla de la
caballería andante reclama el amor a la verdad. La segunda, la defensa del
oprimido. La tercera, una veneración quasi idealista de la mujer que proyecta a
la hembra a la categoría de diosa. El ideal será una dama a la que muchos
habrán visto una sola vez y de lejos, pero por la cual están dispuestos a morir
en defensa de su honra como don Quijote con Dulcinea. Lo mejor de esta vida es
lo inútil. El arte y la filosofía no valen para nada pero acaso no podríamos
vivir sin ella. ¿ Sería volvible una vida sin este ideal de mujer? Ah que no.
No se trata más que de una
sublimación del acto de la vida. En la edad media y ya mucho antes se veneraba
a la madre tierra representada por figurillas de fecundidad y el culto a
artemisa no es más que una proyección del culto a la madre minorasiática, el
útero húmedo y germinal. Todos esos ídolos tienen aspecto fusiforme como el de
una espora. Como el de una vagina que a la larga se convertirá en reclamo de
los caballeros. El comunismo soviético intentó a acabar a hachazos con esta
representación de la mujer misericordiosa y poderosa representada en la Madre de
Dios diciendo que ese hieratismo de virgen negra era un insulto a la mujer pues
establece dos planos, dos clases de mujeres, las que se contemplan y se miran y
las de usar y tirar. Es llevar un poco las cosas demasiado lejos pero toda esa
clastomanía de Lenin y sus compadradas no ha servido de nada. El pueblo ruso
sigue venerando a su Bogoroditsa y sus representaciones bizantinas se
encuentran ahora en todas las partes: en las celdas de un condenado, en los
asilos y junto a la cabecera de los hospitales y hasta en la mesa de algún
funcionario. Fracasada la revolución marxista, ahora en una segunda ola se
dispara la cresta de la ola feminista, no menos furibunda contra los valores
marianos, furibunda de materialismo y de teología protestante. El todopoderoso
Bush no sabe la fuerza que tiene el encender una vela a la Virgen. Así luego le
pasa lo que les pasa a los más fanfarrones que en los momentos de peligro se
meten debajo de la cama. Le ocurrió al perdonavidas de Azaña y le ha ocurrido
ahora a este. ¿Dónde estaba el presidente yuesei cuando se estrellaron los
aviones contra el Pentágono o el hastial de la mellizas ? Mr. Bush was missing. He ran for
cover like a chic[xxvii]. Creía que se había producido un ataque
nuclear y buscó regaifa, lo que llamaba
Hitler el Wolfschanze[xxviii].
He aquí pues una realidad que los más bravucones se hacen cámaras cuando ven su
vida en peligro. En la filosofía marial se nos dice que es Ella la que salva.
Contra su manto se estrellan todas las insidias y embates de las furias del
Averno. Los creyentes lo cantamos en el
Akathistos[xxix].
El romanticismo de los
templarios y de los cistercienses, verdaderos impulsores del culto de dulía, no
ha sido bien entendido por la esfera de pensamiento luterano calvinista, causa
irritación entre los muslimes y entre los judíos sarcasmo, pero fue un hecho
que configuró la mentalidad de Europa. Sirvió por lo pronto para abrir,
poniendo bajo los pies de la mujer una pedestal, un sitio de honor. Hasta que
no la cantaron sus romanzas y trovas los provenzales ni se embelesaban con el
dulce pensamiento de su amada los caballeros andantes la mujer era considerada
como un ser inferior a medias entre el animal y el varón. Hasta el siglo XII se
pensó que no tenían alma. Bocacho la trata como una yegua, un instrumento de
servidumbre y cabalgada en sus cuentos.
Y eso no hay quien lo mueve
porque fue asi.
Claro está que esta pleitesía
indignará a las feministas más lanzadas pero cabe recordar que la Mujer que
aplastó al Dragón y acabó con las predicas infernales de los comunistas
soviéticos dará un tumbo a las insidias de los movimientos ad lib que tanto
afloran a nuestra superficie virtual: los clubs de lesbianas y mariquitas y
furibundas platabandas de otras flores negras donde se inserta el Women power a
ultranza y otras trayectorias de pensamiento salvaje que no han deparan a
nuestra sociedad odio y lagrimas, reivindicaciones absolutas, demandas de
separación, carreras obstáculo, lanzamiento de botijos, la manumisión de la
esposa para que los maridos se conviertan en hombres objeto de quita y
pon. Malos tratos y vejámenes, ni
contigo ni sin ti. Esta incógnita tiene harto difícil solución.
La pleitesía y pedestalización
de la Virgen ha puesto en pie de guerras a las feministas que ya no quieren ser
hijas de María. Han roto el carné. Que no les hablen de cuando estuvieron en un
colegio de monjas. Faltaría más. Pero ellas tampoco, pese a sus soflamas - el
furor que les atenaza no es sino revancha- creen en la igualdad de sexos, que
según la naturaleza no es más que equiparación funcional, al igual que los
caballeros andantes.
Claro que esta visión de la nube
por peana y el cuarto creciente a los pies - figura de estos tiempos de
imperiosa influencia del islam y del mujerismo vindicatorio- cuadra poco con la
prevención que tuvo la iglesia hacia ella como herencia del mundo semita y del
clásico. Esta imagen encantada tampoco es real sino un delirio que deforma a
las mujeres de carne yu hueso. La defenestración del espejismo va a conducir al
pesimismo misógino y picaresco de las chanzas giróvagas de François Villon, los
“”stramps” catalanes o las esparsas provenzales.
Su lira entona himnos epicedios
al desengaño y a la traición de la ingrata cuando comprueban que sus Lauras y
sus Beatrices no existen o se comportan igual que todas. Al fin y al cabo la
mujeres son como Dios las hizo y como él quiso que fueran, están también hechas
a su imagen y semejanza pero salieron de la costilla. Los escolásticos hacen lo
que pueden por deificar el amor carnal en amor triunfal por encima de la miasma
corruptible. Su tesis es que sólo cabe una mujer, la que aplastó al dragón y la
que nos resarce de la caída original de Eva. Y esa es la Theotocos modelo de
perfecciones para una humanidad imperfecta.
Cabe tener en cuenta que la
conversión de Lulio, ese gran genio hispano, impulsor de las ciencias y de las
artes, quien compuso uno de los libros más bellos del mundo, el creador de la
prosa catalana en su novela Blanquerna de cariz autobiográfico aunque
sin salirse de la tendencia bizantina con loor a santidad y a fuego sagrado
traído por los peregrinos de tierra sant. “Blanquerna” es una composición
peregrina en todo el sentido de la palabra pero una defensa del cristianismo en
forma dialogiza y tratado místico, libro de reglas de urbanidad, código filosófico
- en la novela cabe todo- contra los infieles que tienen por dios cosas
absurdas como el zancarrón que se venera en Meca convertido en jaspe.
Blanquerna es fruto de un desengaño
amoroso, una decepción de las cosas del mundo. En esto Lulio es hijo de su
siglo cuando vuelven a prender con fuerza las ideas platónicas y aristotélicas
- bien ponderamos llamarlo la centuria filósofa- que dé prelación al intelecto
sobre la fuerza de los instintos y se procura un camino de elevación hacia
arriba. Eso es arte gótico. Eso es también novela gótica y Blanquerna uno de
los mayores exponentes de esta tensión gótica hacia lo alto. La muerte llegó
por la mujer pero también por ella la salvación. El sexo tiene una fisiología
afín a la última agonía. La mujer por tanto es portadora de destrucción y
llanto. Está demasiado adicta al baro pero para compensar ese desequilibrio en
el campo Dios creó también a María como espejo de todas las perfecciones y
resarcimiento de la quebrantada naturaleza femenil. Su dedo indice que alza la
mano hacia arriba en todas las imágenes y estatuas que se figuraron y fraguaron
apuntan al ser mortal después del pecado el verdadero camino.
Eugenio D'Ors dijo dél que era
el divino impaciente de la unidad de las tres ramas abrahamitas. En apariencia
fracasó en su intento pero nadie podrá conocer los designios de la Providencia
al respecto. Fue un cultivador de la esperanza cristiana en estado puro. Su
obra constituye un desiderátum limpio- por lo pronto, el beato con su mente
encumbrada tenía una noción diferente de
la realidad y se adelantó a su tiempo. En sus escritos se percibe una tenue
desconfianza hacia Roma. Este mediterráneo contemplaba la vida con “seny”. No
era partidario de los dogmas ni las excomuniones. Prefería debatir. Precisamente,
la mesura y la ponderación siempre resultan un estorbo a los fanáticos de ambos
bandos. Los suyos no le entendieron acusandole de escaso fervor romanista
mientras los moros a los que pretendía convertir y amaba lo recibieron a cantazos para luego
encerrarlo en un inmundo calabozo donde se tiró dos años sin ver la luz del día
y a pan y agua. Lulio había optado por el martirio como una decisión personal.
Jerusalén estaba en su mente y en su corazón. Era el anhelo y el consuelo de
este cruzado nacido en 1235 cuatro años después de la toma de Baleares para las
barras de Aragón. La conquista de la ciudadela de Palma 1228 supuso para Jaime
I un primer paso en el objetivo de dominar el Mediterráneo. El objetivo a largo
plazo era desalojar a Aladino de Jerusalén. Mas él nada personal tenía contra
los árabes. Les compadecía, se apiadaba de sus sufrimientos, aprendió su lengua
gracias a la tutoría de un esclavo morisco que era de Alcudia que en árabe
significa bahía. Pensaba que los musulmanes y los judíos al negar a Xto van contra la historia y se sitúan en una
vertiente peligrosa de la misma, quizás el apocalipsis. Repetidamente e refiere
a Macometum en sus escritos como al antecristo. Lulio temía y predijo una
segunda invasión islámica de Europa susceptible de provocar a la larga un
ulterior terror milenarista más espantosa que el que vino planteado para la
Castilla del siglo XI por los almetes y adargas del moro Almanzor. Mahoma no
pudo ser de dios puesto que predica el imperio de los sentidos, la aniquilación
de todo vestigio cristiano. Y eso es muy fuerte. Abundando en lo cual tenía por cierta la
prelación ético teológica del catolicismo porque sus mandamientos rebasan la
linde de la ley natural para remitirse a otra que por lo incomprensible e
inalcanzable es de origen deífico. No entra en nuestros códigos volver la otra
mejilla, tener a raya a las pasiones, equiparación del hombre con la mujer, con
los mismos derechos y deberes, algo que no admiten ni el corán ni la Torá.
Predica la esperanza de la eternidad. Sus miras no son terrenales sino que
apuntan hacia el más allá. Pero -ojo- el amor evangélico es ka enigmática
sonrisa que se dibuja en los labios de los santos cuando sus caras son
representadas por nuestra imaginería religiosa. Nada tiene que ver con lo útil.
Lo necesario. Lo agradable. Lo bello. Es amor del alma. Por consiguiente no
pesa. Esta dicotomía de lo físico y lo psíquico le va a llevar a Lulio lejos en
sus conclusiones a la hora de ensalzar la primacía de lo racional sobre lo
irracional. Mediante el ejercicio de las tres potencias del alma puédese
someter a férula a los apetitos hasta lograr el gobierno no sólo de su vida
material sino que incluso es vía a la vista para alcanzar la regencia del
propio destino con el concurso de la gracia, claro está. No somos por tanto
pura química ni una cuestión de piel fruto fortuito del acaso. El primer predicable de los
estoicos era el conocerse a sí mismos y en ese dominio se encerraba la clave
del control del destino mediante la voluntad sumisa. Aquí el psicoanálisis que
es determinista y fija la conducta humana de la dependencia de una serie de
factores que concurrieron en la infancia no pinta nada. El segundo predicable
nos revierte a la tesis del libre albedrío que fuera formulada por san Agustín.
Los mayores goces los proporcionan el entendimiento y la virtud. Eso nunca lo
entenderán los hombres sarcinos que define san Pablo. La renuncia evangélica
será para ellos como un mensaje de extraterrestres. No conocen los códigos,
perdieron las claves. Lo plantea en su “Ars Deductiva”: el viaje del alma es
una escalada. Hay que subir peldaño a peldaño camino del monte Sión. La
ascensión por camino de abrojos se presenta dificultosa. Conviene pertrecharse
de botas recias y de un buen bastón. Antes de llegar a la cumbre recomienda
pensar en lo dicho por Isaías. Si no creyereis nunca encenderéis.
También este viaje hacia la
descubierta del monte de la santidad se asemeja a la singladura de un barco a
la deriva. Nunca sabemos qué vamos a encontrar al llegar a puerto. Y si hay
puerto siquiera detrás de los celajes de la niebla que encortinan el campo de
visión del futuro. Hay fuerzas que tiran desde nuestra obra muerta hasta el
abismo pero hay otras que la sacan a flote impulsándola hacia arriba. Jesús
acude en nuestro socorro y nos larga el bote salvavidas. La estacha de la
gracia. Coronar el monte de la perfección se asemeja a la expugnación de una
alta muralla con almenas y matacanes tan empinados que parecen inaccesibles.
Son los pináculos de la torre albarrana de la verdad. Los caballeros andantes
de la palabra y del raciocinio acuden a rescatar a la justicia que la malicia y el error metieron presa en
un castillo. Rehén de moros y judíos y avasallada de cristianos tornadizos, de
obispos libeláticos, de papas indignos - Lulio vivió los tiempos en que
pontífices como Martino IV excomulgaban a los reyes aragoneses, tan terribles
que a instancias de la suprema jerarquía de la iglesia se organizaban actos tan
cruentos como las denominadas “Vísperas Sicilianas”- que la encastillan en la
alcazaba del egoísmo y la falsedad, la verdad languidece en prisiones y lleva
una existencia problemática. Está claro que la lucha se presenta desigual al
contar los sitiadores con armas de escasa eficacia, como son el sermón, la plegaria,
los actos de caridad mientras que los defensores opugnan con más brío como es
la blasfemia, el yihad, el fanatismo, el odio a la cruz de Cristo. La
persuasión solícita sirve de poco ante los guardias que vigilan desde la almena
y lanzan venablo ardiendo, pesadas moles y a veces calderas de aceite hirviendo
. Sin embargo, Dios está siempre de parte del débil y desdeña al poderoso. Al
final y `por más que los testimonios de la historia sean del todo adversos a la
causa del crucificado posará su vara de medir sobre los impíos. Lulio prevé que
el enfrentamiento con las fuerzas de la oscuridad dudará hasta la consumación
de los siglos y que a veces - esta es una interesante visión profética que
apronta del choque entre las tres religiones - dará la impresión de que la
verdad es arrinconada y acorralada no tardará en caer en el precipicio. Cuanto
más vivaces sean las llamas que broten del as fauces del dragón más próximo se
encontrará el fin. Los creyentes no tendrán que desfallecer y les exhorta a la
perseverancia fiados de la palabra empeñada a los apóstoles antes de ser
entregado. Si bien se fija uno, esto se está cumpliendo al milímetro. Macometum
y sus socios con el apoyo de los hijos de la sinagoga porque detrás del moro
esta siempre el judío - así sera eternamente - han asumido el papel de
antagonistas de este drama y siguen pertinaces en sus perjurios. Pero al final
el bien se abrirá paso. No faltarán las sorpresas que nos depare el Día del
Juicio y habrá muchos que queden confundidos cuando venga el que ha de venir
con sus angeles a apartar los corderos de los cabritos. Al que perseverare le
aguarda el lauro y la palma del reino prometido pero bien entendido que este
imperio triunfal no pertenece a esta vida como pretenden los utopistas de
Teodoro Herzl sino que se instaura en el más allá (fatalismo). Los judíos
siguen esperando la llegada del mesías pero ven en su persona a una caudillo
nacionalista que les vengue de todas las afrentas recibidas como pueblo y
declare el reino de la justicia. Los cristianos sólo vemos en lo mesiánico una
liberación del yugo del pecado. Ahí está la gran diferencia. Bizarro consuelo
pensarán algunos, pero ese y no otro es el pregón que vino a esparcir a la
tierra el hijo de dios como aguacil de la promesa del reino futuro. De lo que
no pasará. En este vale de lagrimas no siempre son los más felices los más
poderosos y ricos sino los que hacen la voluntad divina y viven conforme a sus
mandados de los que son nuncios los profetas y los santos. Todo un ejército se
puso en movimiento para recapitular el mandato de filiación divina que dejara
tras sí el misterio de la Encarnación. Va delante una cuadrilla de añafileros
los cuales al grito de Te Deum laudamus et Xtum Dominum nostrum diligamus,
cognoscamus, recollemus[xxx]
llenan el espacio de ecos de vibraciones de gran trompetería y fasto. A estas
consignas contestan los guerreros que
guardan el castillo, los que tienen encerrada la justicia en una mazmorra, los
moros y los judíos, con un grito antitético: “Cristo es un impostor. No hay
otro dios que Alá y Mahomed es su profeta”.
La lucha no ha hecho sino comenzar a pesar de que venga desarrollándose
desde el hontanar de los siglos este cuerpo a cuerpo de la cruz con la media
luna. Bien lo sabía Ramón Llul, que era un catalán prevenido en frontera, que
nació en un tiempo de grandeza y de exaltación de la fe de carácter
hospitalario. Cuando se decía que hasta las ballenas llevaban las barras de
Aragón inscritas en el lomo y losa peces del Mediterráneo en sus escamas. Este
es el siglo en que la cristiandad tuvo su hora mayor. También conocía al moro
puesto que venía de una familia de guerreros de Gothalandia (Cataluña, tierra
de dios, goda de pura cepa, lo mismo que Andalucía es vándala, Galicia, sueva.
Castilla. Ibera y Asturias, romana) que entró en Mallorca con las mesnadas de
Jaime el Conquistador. Sabía de su fanatismo y correosidad y su incapacidad
para el debate de sino religioso desde que los ulemas les obligan a aprender de
memorias cada una de las suras. Ese sí que es fanatismo y mucho más que el de
los curas y los frailes católicos. El islam es el pueblo de un solo libro. Para
lectores tan eclécticos y empedernidas como el que esto suscribe, al que acucia
la necesidad de leer en todo tiempo y en todo lugar, la vida en berbería sería
punto menos que imposible. Me moriría sin libros. Yo me paso la vida fumando en pipa y
leyendo. El narguile es una forma del
vicio de echar humo - vapor en este caso- que no me seduce y frente a todo
libro que cae en mis manos siempre tengo a gala adoptar una postura critica que
no podría ejercer con el corán que es la verdad revelada. Me gusta leer entre
lineas y debatir pero mi experiencia me dicta que no todos tienen esa misma
actitud frente a un hecho exterior contentible y sujeto a interpretaciones. En
mis años no he encontrado más que fanatismo y prejuicios. Sólo en Xto hallé la libertad y la
comprensión pero es un Cristo que nada tiene que ver con el que nos imponen
desde arribalos telepredicadores. Que tiene más que ver con la experiencia
intime que con el dictamen o los fallos de los otros. Me seducen poco los
panegíricos jesuitas o esos sermones interminables de los impostores bíblicos
que llegan desde arriba y que descubrieron en la biblia un negocio. El cristo
que yo llevo en mi corazón es dulce y armónico como un trotarios bizantino.
Está en los ojos del pobre, del mendigo. Huye y espera con el corazón partido
de los que soportan con longanimidad las intemperancias del tirano, los
exabruptos del siglo. PROCLAMO QUE EL CRISTIANISMO ME HIZO LIBRE. Y más que
libre libérrimo . Porque ninguna otra doctrina ha roto tantas cadenas como
pesaban sobre nosotros. Cristo nos ha rescatado de las garras del dragón y nos
sacó de entre las arillas asfixiantes de la serpiente antigua. Soy católico y
pecador. En mi vida existe un hiato insalvable entre lo que pienso y lo que
hago ¿Cómo salvar esta sima? A veces me domina la impresión de que mi fe se
alimenta de retórica, que todos son frases, que las vidas de los santos se
copian unas a otras y por su factura estilística semejan al estilo neutro y
algo romo de los que escriben en los diarios de gran calado. Lees un artículo
pues como si leyeras el otro. Asistes a la recitación de un telediario, pues
preparate porque en el siguiente va a haber más de lo mismo. Pero, a pesar de
todo, si algo conserva de óptimo la religión instituida en el Sermón del Monte,
es esa capacidad de entusiasmo, esa aspiración a la utopía. Somos por eso
idealistas y complicados. Quizás nuestro credo al purificar nuestra alma la
volvió más difícil . Lulio se encontró con esa dicotomía en su visita a
Aviñón. Allí no entendieran el
entusiasmo que produce siempre el desierto. Los dómines sorbónicos lo miraban
por encima del hombro.
- Nuestra fe es indestructible
por más que tú no seas más que un pobre lego que especula de trinitate.
Lo que vio en la corte
pontificia debió de descorazonarle. Allí el evangelio no aparecía por nenguna
parte. Sólo las intrigas. Él propuso la fusión de las órdenes de caballerías en
los hospitalarios y en los alfaqueques que acababa de fundar su amigo y tocayo
Ramón de Peñafort. Pero no le hicieron caso. Pudo más la avaricia y el deseo de
rapiña de hacerse con las limosnas y granjearías que dejaba el Santo Sepulcro y
para el cual se realizaban las donaciones pro ánima en toda la cristiandad. A
cambio de misas perpetuas, los ricos dejaban sus ducados y señoríos a la
iglesia. Esta codicia dicen fue el móvil que instigó a Felipe el Hermoso para
pedir la disolución de los templarios. La caída de San Juan de Acre en 1291 supuso
el primer mazazo. Los cruzados habían cometido demasiados errores. Jerusalén
quedaba más lejos en la distancia física pero a partir de ahora más cerca del
corazón y como se escribe el Devoto Peregrino la perdida de los santos
lugares y el derrocamiento de los templos “pecados nuestros son”. Demasiados
escándalos y abominaciones que no se podrán abarcar a lo largo de este humilde
codicilo que, si mis dolores y angustias ante el desencanto que me rodea, y los
descalabros de mi vida personal me lo permiten, intento poner en mira. Que a
todos nos perdone Dios.
Los libros lulianos, por último,
parecen escritos siguiendo un patrón acendradamente arquitectónico. Sus obras
son un paramento de arriba abajo siguiendo la plomada jerárquica. Desde la
cúpula a los cimientos hay anhelo de simetría. Las ramas del árbol de Jetsé
enlazan sus tallos en lo alto. Todo es noble, elevado, concéntrico. La pirámide
se construye siguiendo la plomada del silogismo y la clave de todo yace en
Jerusalén. Unos nombres nos llevan a otros y unas ciudades son calco de la
siguiente. Hay una inter teatralidad semántica que nos lleva, vuelvo a repetir
a la añoranza de la Jerusalén conquistada. Con el corazón y con la cruz. Nunca
con la espada.
XXXXXXX
EL MAESTRO DE LOS PROFUNDOS PENSARES
El bus estaba dando la vuelta a
la glorieta de Picadilly. Sobre las gradas del monumento a Cupido tomaba el sol
un contingente de jóvenes melenudos. El grupo era ecléctico. Se hablaban todos
los idiomas pero todos les había guiado aquel lugar de la superficie londinense
como si fuese el epicentro del planeta. Iban acudiendo con flores en el pelo y
las guitarras al hombro. Peregrinos de la amistad y de la no-violencia. El
aspecto de algunos era sucio y las muchachas se aderezaban con estudiado
desaliño que otorgaba a sus personas un aspecto franciscano de atuendo
policromo. Los ceñidos vaqueros acentuaban sus curvas, preludio indudable de
que se acercaba la apoteosis del hedonismo o que al menos en sus pródromos
estábamos. Los comparsas de la operación triunfo y el declinar nacional del
rosa rosae granadino hasta el delirio con la repetición incesantes del la
sesenta y ocho, el contoneo de Salomé y la virginal voz de Carina saben que
aquellos dimes y diretes festivaleros mellaron a una generación que quería ser
europea a toda costa. Eso y las melenas de Eva que les descendían hasta los
hombros y el cuello donde se ensortijaban amuletos les hacía más deseables. He
aquí un tiempo sin afeites. Esto es llamar a las cosas por su nombre. No tanto.
Es una retórica y ciertamente todo aquello era una retórica. Las ansias de
cambiar el mundo dieron con algunos de sus líderes como Cohén Benditu y Rudo El
Rojo en simples ejecutivos de la casa Bearne. Otros se hicieron chupatintas y
algunas profesoras o entraron en el bombo de la gran lotería de la política que
repartió en tan poco tiempos tantos premios gordos. Pero pro aquellos días de
inconsciencia se tumbaban a la bartola gozando de las últimas caricias del sol
del enverano u prolongando las horas de miel del dulce summer británico antes
de que se atrasaran los relojes y empezase los días sombríos del otoño. Había
una canción que definía a aquellos romeros del dolce fare niente: “in the lazy
sunny afternoon”. Mis labios la tararearon múltiples veces . Nos habíamos
disfrazado de candor que parecíamos frailes franciscanos pero no eramos tan
inocentes. Nuestra frase preferida era haz el amor y la guerra pero teníamos
nuestras peleas. Nos disputábamos alguna chica y en los bailes cundían los
botellazos. Nos acucurrucábamos en cualquier sitio, pues cualquier parte era
buena en tales tiempos para arrojar la boina, y entonábamos las estrofas del No
nos moverán o el Blowing in the wind. Pero semejante liberalidad sólo se la
podían permitir los ricos, los hijos de papá. Para los currantes no se trataba
más que de un espejismo. Joan Baez era mi diosa. No answers, my friends. La vida nos dan a palo seco.
Estaba bella en verdad y lejana en los recitales la norteamericana con cara y
apellido española. Fue para mí el gran ídolo de aquellos tiempos junto con el
gran Joaquín Díaz cuyas canciones y el vino me han ayudado a sobrellevar los
tragos amargos de la existencia. Ay aquellas canciones que se plasmaron en mi
corazón como Bangladesh o el Arriero de Bembibre. El romance de la Loba Zarda.
Enzarzábamos nuestra alma en la garganta maravillosa de aquella angloamericana
y dejábamos que sus trinos soñasen por nosotros. Cantautor pinciano resucitó
las viejas consejas del cancionero sefardí que habían sido excarceladas por M.
Pidal y nos identificamos con aquel guay de Israel. El de las endechas de ronda y saludos a la
parida que nada ha de ver con el de las catenarias de los tanques por los
recuestos de Belén o las encrucijadas que conducen a la tumba del Profeta.
Rodaba la gran piedra de Mich Jacer el Morritos cuyos labios y golpes de cadera
y los gritos berreones eran como una floración de rocas volcánicas. Todo él
melenudo y menudito era como si se te hubiese aparecido en una noche loca el
fantasma de un condón. Alguien dirá que estoy divagando pero al observar
aquella cuadrilla de hippies haciendole un corte de manga a la ley de vagos y
de maleantes buscando un lugar al sol y gozando de la caricia de las auras
otoñales, desde la imperial de mi doubledecker, el departamento que en las
antiguas diligencias se denominaba rotonda, se me esponjaba el corazón. Sus insinuantes e incitantes melodías tenían
algo de admonición diabólica. Movíamos el esqueleto incitados por la enorme
piedra que rodaba y que había sido lanzada por aquellos muchachos del bajo
pueblo londinense: los Rolling Stones. Palabras mayores. Unos escarabajos con
cara inocente, pantalones y chaquetillas que les quedaban pesqueros, y zapatos
de lameme la punta encendían pasiones por todo el sector. Mientras en el
Capsulado, en el Rex y otros bailongos del gran Madrid otros emulos melenudos
de los grupos británicos empuñaban escobas y daban brincos por toda la
habitación. ¿Para barrer qué? Cualquiera lo sabe pero lo cierto es que había em
aquel mundo perverso que nos tocó balear y desempolvar muchas cosas. Señor,
apartáme de la tentación de fray Jarro que conduce a las puertas de la locura.
No mires mi pecado, ni la mala mujer que me tocó en suerte y de los hijos que
me escupen y me insultan, apiadate de la interinidad en la que vivo y de la
soberbia e ignorancia que me circunda, cuando las palabras son dagas y los
recuerdos torturan y la madre que me parió sin haberme querido nunca sigue
fomentando insidias en mi propio hogar. Por ella he comprendido la frase del
salmista “ et in peccato concepit me mater mea”. Sólo te suplico un don el de
la paciencia para hacer oídos sordos a la mano que estrella su dogal y al verbo
que hiere como un venablo. El papa no se retira nunca. Le dicen que abdique
pero él como un antecesor suyo, aquel Benedicto, propulsor de un cisma. En sus
trece. La gama de papamóviles ha sido ampliado al carretón con el que es
propulsado a las audiencias. ¿Es que Jesucristo bajó acaso de la cruz? Esa es
la excusa para aferrarse al poder que dejó tras de sí la fe. Es una hora
difícil la nuestra. Apocalíptica. Dicen que Dios acortará estos días para
ahorrar sufrimientos a todos aquellos que todavía confían en su palabra. Pero
por aquel tiempo Karl era un oscuro obispo de Cracovia y el que pontificaba era
Montini. Una vez en la redacción del periódico Félix Ortega me mostró una foto
de aquel Pablo VI. ¿No has visto que cara de mala leche que tiene? Aquel pobre
era un poco más sensible. Tenía más dignidad y era un verdadero demócrata, no
al igual que el autócrata polaco. Por lo general, excepto Luciani, y el papa
Pío tenían pinta de esa mala leche que comentaba mi amigo Félix Ortega. Sus
veredictos no fallaban nunca. Lo que pasa es que entonces teníamos ilusión y
ahora estamos todos de vuelta. Dame una escoba para barrer las inmundicias del
mundo, quitar todas las telarañas de los rincones. En Londres los jueves a la
tarde veíamos nuestro programa favorito los veinteañeros que habitábamos las
islas. Top of the pops que mi cuñado Roger decía dando un poco la vuelta a las
cosas que no debería llamarse así sino Top de Cocks que en buen cockney
significa otra cosa. Así que el pop, el top y lo cock. Yo no me acoquinaba pero
empezaban a hacer estragos mis congojas. Derivarían en debilidad mental por mor
de aquel juego de palabras de una lengua tan sutil y delicada plena de matices
imprevisibles como es el inglés[xxxi].
El conductor de aquel programa era un yorkshireman (los hombres del norte se
habían afianzado frente a los del sur en la arena política, mediánica y hasta
en lo económico) que se llamaba Jimmy Savile al que le gustaba disfrazarse de
trajes laminados de oro como si en vez de una emisión de radio fuese el
arzobispo de Cantorbery dispuesto a oficiar los maitines pontificales llevando
los ornamentos recamados de piedras preciosas, el báculo y la cruz alzada. Los
ingleses, esta era su rara virtud, sabían conceder ritual a los actos más
insignificantes. De ahí las casacas del eminente comunicador quien se expresaba
con un marcado y casi incomprensible acento de los moors que lo vieron nacer.
La iluminación del estudio psicodélico desde donde era emitido el programa
buscaba los contraluces de su rostro alargado. A Jimmy la melena le llegaba
hasta los hombros, blanca de bote.
Fumaba panatelas, nunca porros, aunque en la parroquia el uso del cáñamo
indio fuese cosa frecuente y hasta bien vista y al final de cada canción el
presentador transmitía una coletilla que era su signo de presentación. Jo. Jo. Jo. Todo esto le daba un aspecto de
papa Noel. Savile no era de la acera del frente por más que tuviera pinta de
pájaro loco. Siempre se retrataba rodeado de inglesitas de alegres piernas y
mirada inocente.
Los pichones grises y el torso
pavonado con sus andares ondulantes y
torpes se paseaban por en medio de la mugre de las acampadas beatniks. Aquellos
habían encontrado su lugar al sol. Les
tuve envidia. Ellos no tendrían la obligación de escribir. De marcarse una crónica. A veces de enviar
hasta tres despachos a Madrid. No sentían la comezón creativa o destructiva,
según se mire, del arte, ni el deseo de pasar a la historia poniendo su nombre
en la órbita de letras de molde. A los pichones de Trafalgar, de Picadilly
Circus y de las rotondas del Mall había siempre viejecitas - omnipresentes en
toda la geografía del gran Londres que uno no sabe de donde afloran, ejército
de viudas de las dos últimas guerras mundiales y de solteronas sin clasificar-
les llevaban de comer migas de pan, copos de maíz y hasta comida especial para
pájaros que vendían en las grandes superficies. Los pájaros domésticos de estos
alrededores estaban gordos y buchones a causa de la buena pitanza de sus
protectores misericordiosos. Ser palomo de uno de estos barrios del centro
aunque pusiéramos a caer de un burro la solemne estatua vigía de Nelson no era
una mala idea. Uno tendría comida y cama gratis y cuantos dineros me habría
gastado yo, madre mía, en bed and breakfast porque nada más aterrizar en
aquella ciudad la idea que te domina es encontrar cobijo para pasar la noche
con los caudales necesarios para pagar la manutención y tenerselas que ver
constantemente con landladies y landlores que así se llaman los caseros y que
en aquella ciudad tan distinguida donde desde siempre se ha pronunciado con
unción especial la palabra property.
Mantienen siempre subida la guardia. Son el ojo vigilante que todo lo ve
sin que les escape. Es una de las cosas más difíciles de este mundo burlarles.
Son como los capitanes de un destructor. Como la marinería de un barco pirata.
Como los oficiales del fisco. Siempre al pairo. Las risotadas del pájaro loco
me sacaban de mis cavilaciones. Para colmo los palomos azulones de la Plaza de
Trafalgar, que cantalean y zurean al pie de la estatua del más elevado
patriotismo carecían de esos vicios menores que forman parte de la vida
londinense: fumar y trincar. Su abstemia les mantiene alejados de los estancos
y de las tabernas. Por lo que toca al sexo, lo tienen fácil y a la vista está.
Me hubiera gustado haber nacido gorrión para poder vivir gratis pero como esto
ya no podía ser, lo de volver al huevo, tendría que escribir aquella tarde la
crónica. Fumarme unos cuantos panatelas delante de la consola del télex. Cuando
estaba inspirado lo podía hacer traqueteando sencillamente sobre el salpicadero
de mis teclas, en la fianza de las notas y el dictamen de mi inspiración pero
cuando el tema era ingrato o resbaladizo tenía que pasarlo primero por el
rodillo de la Underwood o de la Olivetti con su oferta despampanante y triunfal
de las veintinueve grafómanas de padre desconocido y filiación diversa. Las
otras tantas redondas blancas que dijo el poeta. Londres ya se sabe es una
ciudad colombófila. Las palomas allí son las únicas que no se pierden. Gozan de
fuero. Le dieron el imperio al Rothschild estableciendo los fueros del
periodismo, un arte en el cual la velocidad es la primera de las garantías.
Saber es poder pero el saber veloz, más poder todavía. Cabe recordar que allí
nacieron las sociedades protectoras de animales que son el antecedente de los
ecologistas en boga y una paloma mensajera le dio el imperio del mundo a un
Rothschild que supo de la derrota napoleónica antes que nadie lo que le
permitió comprar todas las acciones que le viniera en gana y así hacerse
millonario. Un primer testimonio del poder de la información en el que hoy nos
movemos. El que sabe siempre gana por lo general. Es por esto acaso por lo que
la paloma londinense con su aspecto característico y hasta diríamos que sucio
goza de fuero por aquellos cotarros. Pone perdidas las cornisas y los
paramentos del Arco de Mármol, el monumento a los héroes incógnitos sin que
nadie profiera una sola queja por los estragos que causa el palomizo de sus
deyecciones incesantes. El obelisco donde se yergue altivo el paladín de Trafalgar cuando yo vivía allá
estaba que daba pena verlo. Eran como las golondrinas poéticas de la balada de
Cárcel de Reading. Oscar Wilde y su retrato de Dorian Gray fue para mí una idea
fija. Las hijas de Albión que tan rigurosas son en lo que atañe a su dieta y de
costumbres tan frugales, pues media onza de queso les dura tres semanas y un
sombrero con flores toda una existencia, cuando envejecen certificando el dicho
popular de que comes menos que un pajarito ceban a los pichones que andan tan
orondos y mansos por entre las piernas de los viandantes con su plumaje de
color apizarrado con todos los problemas de subsistencia y de generación de la
especie del todo resueltos. Moraleja: amemos a los animales.
En Londres la mejor vida es la
del palomo incluso la del cojo. Con mi indómita constancia estudié el alma de
la gran urbe que tanto recordaba a Jerusalén por su melancolía y por su
capacidad de seducción misteriosa. Lo que ocurre es que la tristeza londinense
es distinta con el avance de las agujas del reloj. No hay dos horas iguales y
los días muy distintos excepto los domingos que se parecen de una forma
increíble. Yo soñaba en la dulce AGLA. Quisiera volver a verla siquiera unos
segundos pero era consciente porque así el oráculo que llevo dentro me lo
advertía que tal deseo nunca llegaría a cumplirse. El bello amor de mi
existencia nunca escribiría. Iba huyendo de mi presencia. Se cambió de casa y
no dejó señales de vida. No sabía que cuando las mujeres dan la espantada es
para siempre. Pero yo entonces tenía menos años y no tantos desengaños y
pensaba que el bien y la justicia triunfarían sobre sus enemigos. Se trata de
una entelequia que nos transforma en ilusos y miserables a no pocos cristianos.
Los judíos, más realistas, no se despachan con tanta alacridad acerca del tenor
de la condición de nuestra especie distorsionada por la depravación y la
maldad.
Agla nunca escribiría. Quiero que lo sepas. No la
busques ni la incomodes. Eso está penado por las leyes. Hostigamiento
lascivo. Cacería y cerco amoroso en plan
la persiguió hasta el catre y la mató porque era suya. Las concejalas con el
busto apretado y el culito tieso y luego pasa lo que pasa que no somos de
piedra, señor alcalde, no requiebre de amores a la dependienta Rebenca. Caza de
rececho o rondar la reja de la dulcinea de nuestros pensamientos, un vicio o
una manía denominada stalking. Todas esas porquerías de la hembra en el celo y
del macho celoso, supercherías, engaños y lacerías para dar vado a las
instancias del apetito y todos acabamos asqueados. Si mucho hubiéramos sabido
de antemano que el amor eso, no se nos hubiera pasado por la mente colgar los
hábitos. Dejar a dios por un triste jeme. Ah la depravación y la tristeza que
depara la carne al ser humano. Pero yo no era un superman sino un poeta. Hablaba
con ella muchas noches como en sueños. Mira Agla, he vuelto. Ya tengo un
trabajo. ¿Por qué no os venís a vivir conmigo tú y la niña? Os espero. ¿No
decías que no tenía nada que ofrecer? Pues mira una corresponsalía en Londres y
toda la ilusión y el anhelo de comerme el mundo. Triunfaré en esta ciudad.
Mi triunfo fue de otra forma.
Tuvo que ver más bien con el reconocimiento de la verdad. Con la entrada en el
portal de la sabiduría. Mi yo judío, resignado y fatídico, se sobrepuso. Seguí
bebiendo el agua contaminada de mi sótano y viendo a los viandantes desfilar
como a través de una linterna mágica o el trailer de una película de misterio
por el montante del tabuco que tuve alli por morada. Mochuelo en mi olivo.
Morabito en su ajarafe. Era la columna del estilita, el propio desierto de san
Sabas que yo me había construido en aquel alquiler. Llegué a conocer a la gente
por sus zapatos porque en la forma de pisar y el diseño del calzado caben
muchos tratados de psicología. Tantos como manuales de gramática parda y había
día que tentado por el diablo yo también daba malos pasos y me entregaba a los
devaneos de la edad perseguido por el comezón de buscar pareja. Los tiestos que
ponía en la ventana todos se secaban. No era por la escarcha que al atardecer de
las noches frías cubría los jarrillos con un plástico. Gal me explicó que las
fuentes del Támesis afloran gran cantidad de cloro y robín lo que determina que
los geranios se amustien con harta facilidad. Agla, ¿habré muerto yo para ti?
Viví en medio de la expectación porque aquel proceso de separación abortara el
día menos pensado pero ella ya había iniciado las gestiones ante el tribunal de
la Rota. Vivir lejos de Agla me pareció
una condena a muerte. Desiste, alma mía.
Tú no vales para el amor. You cant cope with life. You cant cope with people. Un canonista con cara de gorrión
me llamó a declarar varias veces. Aquel clérigo tenía la pinta de los verdugos
del paso de los azotes que salían en procesión en la ciudad de Segovia los
jueves santos. En mi vida había topado yo con unos ojos tan sañudos y tan
lascivos. Creo que en el ínterin se estaba beneficiando a mi mujer. Desde
entonces nunca he podido consentir con estos tiranos. Mi fe pertenece al kirkos
no a la ecclesia manierista y pecadora, cargada de prejuicios que ha tenido por
costumbre y tradición engañar y burlarse del pueblo. La church es la
quintaesencia del poder. Ego te absolvo a peccatis tuis. Oiga, penitenciario,
métase su absolución por donde le quepa y déjeme a mí vivir mi vida. ¿Cómo podría
definir por locura un amor tan profundo que rompió todo vínculo incluso el de
la unción sacerdotal? Aquel monseñor no sabía lo que se hacía. Señor,
perdonale. Ya le habrás perdonado. Claro. No soy más que un tragaldabas, no me
hagáis paso, un emulo de los pasos de don MANCIPO.
La obtención de aquel puesto lo
consideré yo como una dádiva especial de la dulce Teresa. La virgen des
convento de Normandía había hecho un milagro y cuando llegué a Londres un día
de octubre del 72 estaba persuadido de que no podía ser de otra modo, pero Dios
se echa otras cuentas y yo no soy más que un pecador. Fue el reato que hube de
pagar por haber quebrado mis votos. El vehículo prosiguió en su ronda a la
emblemática glorieta. Londres no es una ciudad de traza reticular ni de línea
recta. Resulta fácil perderse en alguna de las evoluciones de sus crescentes,
las innumerables plazas llamadas squares pero que no son cuadros sino esferas.
El caminante se siente perdido y nuevamente sobre el punto de partida, y vuelta
a empezar. Por toda su arquitectura y trazado se siente la querencia de los
caballeros del Temple que montan guardia en la city vigilando los muros
zagueros de la catedral de san Pablo.
La cobradora trepó al piso
superior de la imperial picando billetes. Tickets, please. Tickets, please. Ta. There you
are. Tenía una voz
melodiosa y unos ojos bellos que contradecían un poco la dureza de sus
facciones y sus andares estevados. Debió de ser hermosa en su juventud pero
estaba mal hecha. Extraía el vuelto en monedas de vellón con una habilidad de
experta en equilibrios. Alegre como un colorín y fresca como un pepino, no
paraba de cantar dejando al pasar una estela de perfume barato. Yo no sé de
dónde la London Transporte reclutaba sus operarias. Todos tenían pinta de
adefesios y como recién seleccionados entre el reparto de actores de una
película de miedo. O iba directamente a los hospitales donde convalecían los
enfermos de quimismo o directamente de los nosocomios. El agua de la ciudad era
rica en plomo lo que determinara que estuviera arraigada la esquizofrenia. En
ninguna otra ciudad del planeta, teatro de operaciones de las novelas de
intriga y los filmes de Hitchcock, se encontraban cobradores de autobuses con
esas pintas. Por lo estrafalarios y desgarbados. Por la flacidez de sus
rostros. Por la exorbitancia o deficiencia de alguna de las partes de su
cuerpo. Y es que tres siglos de revolución industrial siguiendo las leyes de
selección natural y de adaptación al medio deben de dejar sus secuelas.
Y heme aquí que mi pasado
templario me había llevado a morar en aquel subsuelo, en la añoranza de
Jerusalén, peregrino de mis propias culpas. Virgen Madre, nos has de proteger.
Alguna noche en medio de alguna
de mis pesadillas, mientras quedaba amodorrado viendo el trajín de piernas
sobre el montante, pues el pulso de la gran ciudad y los constantes pasos no se
terminaban nunca, Londres no duerme nunca, escuchaba el volear de campanas en
la torre de la iglesia de mi pueblo. Inquirí a Fray Millán, el quiromántico
cuyo espectro me acompaña siempre cualquier pudiera ser el significado de mis
impasses oníricas:
-Las campanas tañen para
ahuyentar las tormentas. Detente, nube. Más puede Dios que tú.
A pesar de ello, no faltaron
contratiempos. Mi existir constituía una brega afanosa, un caminar perpetuo
contra el pedrisco.
¡Ah dulce Virgen de Bendueños, a
la que yo había venerado en Lena cuando yo era un diácono mozárabe adscrito al
coro de la Basílica de Santa Cristina y a la que había cantado algunas tardes
el Akathistos. Ella borraría las letras del quirógrafo antiguo dando a nuestra
vida una nueva dimensión. El culto a la Virgen los trajeron aquellos monjes
adopcionistas consagrados por Elipando y que huyendo de las persecuciones de
una sultana maléfica enfilaron las rutas del norte.
Una copla resonaba en mi
cerebro:
En Quirós la virgen del Alba, en
Lena la de Bendueños y en el concejo de Riosa la Virgen de los Remedios. Las
estrofas del canto sublime a Nuestra Señora resonaron, afán y huelgo viejo,
entre la paja de las cuadras y el humilde albergue de los aposentos.
A San Salvador de Oviedo íbamos
todos. Mancos, lisiados, perturbados mentales, endemoniados y hasta el cojo de
Calanda[xxxii]
batiendo los tambores de la peregrinación. Todos somos en la vida romeros.
Queremos con el andar y desandar de nuestros pasos encontrar sentido al
laberinto. Buscamos la flor del agua dentro de la barca de san Juan que no es
otra cosa que la barca de Queronte. El
rocío de la noche de san Juan cura las heridas. Por eso son muchos los que se
descalzan al ir a pasar el vado. Y yo me descalcé en el número 41 de Roland
Gardens. Allí tuve trato con las xanas y vi sus cadeixos o flecos de oro
brillar entre las ramas en el contraluz del solsticio de verano. Después me
comí un bullete y ese trozo de pan, oblea o farinato de castaña no era otra
cosa que la hostia sagrada.
La prensa seguía mientras
emborrachandonos con sus argumentos de catástrofe pero yo tenía por aquel
entonces una fuerte vida interior que me daba una razón fruitiva de la juventud
que pasa sin sentirse.
Llamaba todos los días a la
muerte, oh Jerusalén, y ésta no me quiso.
Sonaba incesante la voz de la
cobradora Brenda en su demanda de taladrar billetes. Tickets, please. Era una
letanía monocorde que recordaba el ininterrumpido trajín de la ciudad amada en
su ir y venir inundando las plataformas. Gracias a esta melodía resultaba
hacedero no sólo darse una vuelta por Londres sino pasar a través de todos los
memoriales de la historia de aquel país. Desde la Batalla de Hastings hasta el
último elepé de Paul Macarney. Britania se llenaba de sonidos y canta bastante
bien. Le han surgido no pocos imitadores.
-Brenda, hay que ver la agilidad
con que subes y bajas por la escalera de caracol. Todos estamos sometidos a tu vigilancia
incansable.
-Es un orgullo haber nacido
inglés. - declamó la muchacha- Mi padre
era un sargento mayor de los Highlanders y mi marido pereció en Palestina
durante las revueltas de la independencia. El estado se hizo cargo y a mí me
han dado este cargo de revisora de la linea que va de Picadilly a Elephant and
Castle.
-¿Going out tonight?
Aquella voz era tan bella que
había que cortejarla. She
gave me her telephone number.
Brenda siguió subiendo y bajando
las escaleras con más empeño y su vigilancia sobre el sector se hizo más
llevadera. Fue para mí la buena samaritana. A toda mujer, sobre todo, si ha
nacido en las Islas, le halaga ser cortejada por un extranjero. Brenda dijo
yes. Fue así como me eché una novia, ticket conductor, como la de la canción de
los Beatles. Salimos juntos algunas tardes. Cantamos la canción de moda por
aquellas días que batían los primeros lugares de los hit parada como “Querida,
esta mañana no dejaré la pinta de leche en tu cancel, mi amor está lejos”,
“Winchester the Cathedral”, “Lazy sunny afternoon” y nos besamos en la trasera
de un mini que yo tenía, azotamos las mejores pubs del sector con nuestra
insaciable sed, caminábamos de la mano por las oscuras esquinas. Unas noches la
fiesta acababa en mi cava o en su casa de alquiler en un lugar al otro lado del
río. Heads or tails. La vida amorosa de grandes y
pequeños personajes tiene bastante relación con el azar. Se tira la moneda al
aire y sale cara o sale cruz. A pocos les cae de canto. Estos últimos serán
condenados a ir de nones de por vida. Sería indecoroso por mi parte declarar
que este fue el fallo que ha perseguido mi desdicha. La madre se agazapa y
telefonea. Yo tuve una madre cruel. Ella
ha sido el martirio de mis días. Debió de ser que me aborreció en el nido. He
tratado de pedirla que por favor no se inmiscuyera en mis asuntos pero ella,
cerrera y adamantina en depararme tragedias, sigue telefoneando y hasta
haciendo tercerías, pues al fin y al cabo hemos venido al mundo en el país de
celestina, para casar a las mujeres que he querido con alguno de mis hermanos.
Madre ¿por qué me avasallas? En vez de un hogar y un corazón me brindabas caños
de agua helada y abría cada vez que te besaba la espantosa losa de un sepulcro.
Mi huida a Albión fue una liberación pero al despertar a la realidad hube de
caer de nuevo entre sus redes porque ella siempre fue mujer mala, a pesar de
las misas continuas, las visitas al santísimo y la comunión diaria. Madre cruel
¿por qué me maltratas con tanto encono? ¿Cuál será la causa de que nunca he
sido capaz de escapar al jofor de tus sangrientas garras? No has traído a mi
vida más que desdichas y discordias. Incluso, has tramado contra mí, que digo
ser tu hijo, poniendo a los frutos de mi carne en una adversidad constante que
me deparas. Ah, Dios mío, si supieras cuanto sufro a causa de esta madre
nefasta. No he sido un asesino como los mejores personajes de Dostoievski
aunque más de una vez se me ha pasado por la mente la idea de matar a la vieja.
-Esto no tiene solución. Huye a
Londres pero incluso allí te perseguirá. Te destrozará entre sus garras.
Algún turista poco avisado y
como quien no quiere la cosa pudiera toparse con alguno de los spiritus de
ajusticiados que pueblan la Torre pero yo de esos sufrimientos sé bastante
porque como trato de esclarecer en esta crónica estuve encarcelado en esta
London Tower donde los míos fueron mis verdugos. No me asusta la voz de los
espectros sino los telefonazos fiscalizadoras de SOLAPIA. Con ochenta años a
sus espaldas sigue estando en todo. A mi pobre padre lo mandó para la tumba. Ahora
yo soy el próximo. Ha conseguido lo que se preponía que me aborrecieran todos
mis hijos. Lo digo y no me creen oye. Tengo una madre por verdugo. Ana Bolena
seguía atizando con sus encantos la pasión del ogro.
Brenda tenía tres hijos varones.
Cada uno de un padre distinto y mientras duró todo aquello fue bastante
hermoso. Algunas veces me permitía subir a su autobús de gratis y llegó a
confesarme entre arrebatos de pasión que yo era un gran tipo, “a nice bloke but
somewhat lonely”. Un corazón solitario. Mi desvalimiento y mi incompetencia
debió de despertar en su corazón no sé qué instintos maternos.
Nunca he sido más feliz que a
bordo de la imperial de aquel doble decor de color Borgoña. Era como si tuviese
a todo el mundo a mis pies flotando en una nube de amor acariciada por los
susurros de mi cobradora recitando la canción dineraria. Conmigo va aquella
entonación.
-Tickets, please. Ta, luv. There you
are.
Repicaba la campana de su voz,
tañidos sonoros que me convocaban a una misa iniciática, la del amor, que
todavía acaricia mis tímpanos al cabo de tanto tiempo. Se perfilaba el domo de
la catedral de san Pablo y al poco descendíamos por el recuesto de Fleeet
Street, pasado Old Bailey donde iban y venían abogados con peluca. Mis primeros
negocios con la justicia fueron blancos a costa de mi divorcio con AGLAE.
También entonces hice el tonto y el sólo recuerdo de aquella vez que estuve
sentado en el banquillo por no pasar la alimonia, con mis protestas y
comentarios, se volvieron del todo ridículos. Todo aquello se perdió. Había que
seguir caminando. Dejábamos a la derecha una de las librerías más antiguas de
Londres y en el que compré no pocos textos de poesía así como de periodismo.
Mis preferencias de ocio se han
alternado entre los buenos restaurantes y los vinos caros con los buenos
libros. Esas dos tendencia que parecen algo incompatibles constituyen el ying y
el yang que hay en mí.
A mano izquierda quedaban las
sedes en mármol negro del Express y del Daily Telegraph edificios que
inspiraban consistencia y a la derecha el callejón de Bouberie Street tan
querido para mí por razones que me reservo. Allí estaba la delegación de Efe.
Olía a tinta y a papel por todas partes.
Si tuve una novia revisora fue
para este pobre pecador que anda por la existencia con el hígado averiado a
causa de los excesos de aquellos días, he de aducir que fue un honor haber
libado en abundancia cerca de los mostradores y veladores de The Chedar and the
Cheese que es una de las tabernas más ilustradas y con más abolengo de todo el oeste
europeo. Sobre sus bancos el gran Samuel Johnson, polígrafo, lexicógrafo,
periodista, autor de libelos y de tratados de jurisprudencia. Inglaterra era un
galeón, una nave oneraria, cargada de libros y de galones de cerveza. Sobre
ellos se cimienta la firmeza de su gobierno que no es democracia sino
talasocracia. Es así como Britania reina en medio de las olas arboladas. Y
aquella taberna desde donde me guiñaba sus ojos literarios, asaz cansados de
tanto mirar y de tanto leer para ver siempre lo mismo, era como el reclamo de
un participio o de un predicable distintivo que conectaba con mi manera de ser,
más inclinada a la sesudez ampulosa del verbo latino. Johnson y el johnsonismo
eran la garra clásica que nos conecta con ciertos paraísos perdidos. “The
Cheddar” era el santuario de todas aquellas creencias que profesarán siempre
los amantes de los libros: el mundo redondo, la música de las esferas, perpetuo
girar haciendo caso omiso de nuestros devaneos y las intercadencias del avatar
personal. Lo exacto. El tiempo que huye pero hay tardes que pueden ser
atrapadas delante de un vaso de buen vino conversando y arreglando el mundo
desde los pupitres de nuestras almas madres que son la Rotonde parisina, el
Café Gijón o este insigne pub inglés donde sentó cátedra la gran erudición de
Samuel Johnson[xxxiii]. Él al pasar me lanzó algunas miradas desde su
tumba. Está enterrado en la bodega de esta famosa casa pública. Era tan grande
y voluminoso de cuerpo que hubo de ser inhumado de pie y mirando hacia
Jerusalén. Vestía mi espectro - Londres es una ciudad de ensabanados en la cual
los fantasmas hacen acto de presencia cuando uno menos se lo piensa- un jubón
de terciopelo, el rostro alargado y con notables papos caídos sobre el
ferreruelo pero su peluca algo pringosa y estrafalario denotaba el desaseo de
los que viven una vida hacia adentro preocupandose poco por las cuestiones de
apariencia. Hasta casi me pareció escucharle respirar en su tronera con esa
pesadez y sonoridad de los asmáticos. En mi primera juventud estudié con
aplicación sus aforismos que llegaron a entusiasmarme y traté de imitar a
conciencia. Fue sin duda el primer ensayista y periodista de Inglaterra. El
primer bohemio. Era un embajador de la sabiduría descendido del cielo con pase
de pernocta a los infiernos y lo estaban
viendo mis ojos durante aquel paseo en autobús al ramblar de mis pensamientos y
el merodeo de mis sentimientos que jamás en mi vida se habían puesto de
acuerdo. Dicen que este abogado de la literatura y santo sin aureola pero con
un sitio especial en el rincón de los poetas en las laudas cinerarias de la
catedral de san Pablo se aparece en cuerpo y alma a todos los alevines de la
literatura, a los que desean con todo el ahínco de su corazón y sus mejores
propósitos ser investidos caballeros andantes del altruismo utópico de los
libros que acuden a la gran ciudad atraídos por el reclamo de la gloria.
Pobres. Desconocen el futuro que les
aguarda. En cualquier caso le vi sonreír y lanzarme un guiño desde uno de sus
ojos que eran de acero elevando por mí la jarra a los cielos en un brindis de
latón. Estaba ingiriendo su enésima pinta de cerveza.
-Cheer us, mate.
-Long life to you, great master of
the deep thoughts. You taught me to live thrift and think highly. Ese ha sido mi empeño y mi fracaso.
Sigo sus huellas, don Samuel.
El Támesis entonces al pasar por
uno de los mayores templos de la cristiandad (creo que es el segundo después de
la catedral de san Petersburgo) insinuaba un giro o arco de ballesta.
-Vista a la derecha - gritaba
uno de los caporales que conducían la gabarra en que viajaba con gran pompa y
magnificencia de espuma en su trono blando de algas la diosa madre de todos,
Baodicea, escoltada por uno de los centuriones de su guardia por nombre
EPLOCEUS (el rubio).
-Paso a la reina.
-En su jubileo. El mundo hinque
la rodilla ante el cetro y la corona inglesa.
Estuve por ponerme a cantar lo
de un inglés vino a Bilbao pero seguramente a los tragavirotes del espionaje
británico que carecen del sentido del humor no les haría ni la menor gracia.
Inglaterra es la única monarquía donde los republicanos de toda la vida se
sienten a sus anchas. En mi país, por desgracia, esto no es posible ya que lo
tuercen, lo ponen perdido todo con su saliva mal gastada, las babas de los
aduladores áulicas. Hay un ánsar que grazna incansable revanchas desde las
columnas de su periódico. Guay de mi España. Allá estaba entre otros el
cardenal Wosley mirandome desde arriba con sus ojos de carnero degollado. El
buen purpurado desde su augusto palacio en Lambeta hasta la oscura celda del
verdugo tendría seguramente escasos metros que recorrer. Aunque en realidad de
verdad Tomás Wosley, legado papal, fue asesinado en Leicester en 1530 y había
sido un simple clérigo de Ipswich que llegó a limosnero de Enrique VIII.
Aficionado a las mujeres y a la música era también inclinado a las bellas
artes, sobre todo, a la arquitectura, gustos que compartía con el soberano a
cuyas expensas fueron edificados el palacio episcopal de Lambeta, el castillo
de Hampton Court y las corralizas de Whitehall donde ahora viven los primeros
ministros del Reino Unido. Fue una de las personalidades eclesiásticas más
interesantes de la historia. Estuvo a punto de ser elegido cardenal pero el
sagrado colegio cardenalicio, a la muerte de Alejandro VI, era un piélago de
intrigas y los patricios de la sede apostólica optaron por un Medicis. De no
haber sido así, la historia hubiera sido escrita de muy diferente modos
Apareció entonces un alabardero
como esos que ilustran la portada de las buenas botellas de ginebra que iba
cabalgando sobre los lomos de una sirena. Le seguía un pelotón de infantes de
marina que cabeceaban asidos al pescuezo de una familia de hipocampos. La
visión no podía ser más fantástica. En la otra orilla se alzaban los tubos de los
telescopios del Observatorio de Greenwich.
-Mi yugo es suave y la carga de
mis obligaciones ligera. Tengan a gala haber nacido ingleses - iba pregonando
desde su trono de olas la insigne Baodicea.
Y Neptuno mandó a lo mejor de su
escuadra para cubrir carrera. Se anunciaban en el mundo grandes
acontecimientos. Un cambio traumático se acercaba y nosotros hurtábamos el
cuerpo a aquellos quebrantos de la curva emblemática alzando nuestras jarras en
los innumerables pubs del Reino Unido en brindis incesantes por la venida del
tiempo nuevo.
Londres ofrece estas sorpresas.
Estos cambios de luz y variaciones traumáticas. Cuando vas de una parte a otra
de la ciudad es como si te encontraras en una parte diferente del globo. Por
eso las giras turísticas en aquella capital pueden tener su miga de periplo
iniciático. Es un viaje a las profundidades del corazón en el cual yo trataba
de ir al encuentro con mi pasado y no encontré más que disgusto,
recriminaciones, recuerdos lancinantes. En una palabra, sólo sombras. Sombras
lancinantes. Estibarlas ahora, al cabo de más de un cuarto de siglo es tarea
que sobrepuja a las meras fuerzas sobrehumanas. Pero estas nubes de pesadilla
que se guardan en los reclinatorios de las frustraciones terrenales me hablan
todavía en la distancia mientras trato en vano resucitarlas. Percibo su
presencia enigmática y llegan hasta mí con escoltas de voces de mis difuntos.
El bronce de la campana humana no muere nunca. Mediante ella el verbo habita
entre nosotros.
EL
DESEADO
“Si no eres partidarios de
Antero, o eres bobo, o fraile puñetero”. Era lo que se decía en aquellos
tiempos. Yo conocí al Deseado que por entonces ejercía de fámulo, meritorio,
correveidile y pelotillero de un famoso santo laico, el cual nos hizo la
santísima a los de Pertunda, pues decía desde su cátedra de Preterera que Canis
Gallicus o el Galgo tenía que morir. ¡ Pobre! Mucho lo odiaban con una inquina
que jamás comprendí en aquellos días risueños del entusiasmo y la gracia y
menos ahora en los tiempos decrépitos
cuando todo el mundo parece dispuesto a agujerearme a golpes. Pese a mis
decepciones y agravios, sigo terne en la idea dandole cebas a mi utopía. Han
ganado.
Nunca pudo catalogarse tanto
odio junto dentro del un catedrático. La cosa tenía su busilis y se remontaba a
viejas guerras del pasado. Se llenan los vasos y las cráteras con toda la hiel
del orbe, el saín de todos los muertos reales o imaginarios dejaba en los
zócalos de los sarcófagos manchas sospechosas, delatoras de una corrupción
descomedida. Las naciones se han puesto de un humor de perros. Esto a lo que
más se parece es a un funeral de tercera. ¡Um! ¡Atisbos de un mundo feliz!
Su rostro se me ha representado
estos días en que el monotema se hace más recio. Lo recuerdo imitando los
gestos, los andares y hasta la manera de terciarse la capa
La babosa arrastra en la panza
el veneno del rencor. Es de la familia del caracol, un molusco que porta en su
corazón las inmundicias y defecaciones diferidas.
-Un día las pagaréis todas
juntas.
-¿Conque de vomitiva?
-No hay perdón, chiquitos.
Hablaba don Deseado cerrando los
puños y disparando perdigones de saliva a su interlocutor a oste y moste.
Su mujer, una señora pequeñita,
con ojos como puntos filipinos y que se expresaba en un desagradable tonillo
nasal, le tiraba de la capa bajo las arcadas del claustro. Le acababan de
nombrar doctor honoris causa. ¿Era él o un famoso músico? No lo recuerdo muy
bien pero don Eraso estaba de muy malas
pulgas. Tenía una cabeza muy gorda y casi no le cabía la funda de su capillo
que remedaba al gorro de los talibanes, el tronco escaso, las piernas cortas y
toradas.
-Yo sé bien lo que me digo-
continuaba en su letanía de amenazas.
El odio suyo hacia nosotros era
casi fundamentalista, un odio africano y eso que había nacido en una bonita
ciudad atlántica para ser ciudadano del mundo. El día que murió El Proditor
agarró una curda importante. Se
descorcharon en el humilde habitáculo que ocupaba en Sábula Sciencia, la ciudad
profesoral y científica que habitaba en compañía de su mujer vieja, la que
justamente tiraba de su toga, cuando lo de la recepción en la alcaldía lo menos
diez botellas de cava del Penedés encargadas de ocasión.
-Yo no bebo nunca pero un día es
un día. Cayeron los baluartes.
Y al decir la última frase al
gran experto de las relaciones internaciones se le puso una cara mirífica de
hechos consumados. Era una fecha añorada en sus días. Había visto diñarla a un
enemigo. Le tenía ganas. Era el ser humano más abominable. Para combatirlo
había largado multitud de
Mandó que tocasen las campanas
por todo el recinto
-No hables con esos. Son los
legados del asesino.
Pese a la oposición de la
parienta, que tenía los zapatos rotos y al homenajeado, al insigne dómine, le sonreían
las coderas por debajo de la toga.
-Señora, que yo no he matado a
nadie.
-Venga, Anselmo, no hables con
esa gentuza.
Anselmo era el nombre de pila de
don Erado.
Quedé más confundido que un
obispo en una mezquita, pero logré
sobreponerme a la descortesía de la vieja, que a mí me recordaba a uno de esos
estrafalarios personajes que arrastran sus complicaciones mentales a lo largo
de las novelas de Dostoievski.
Era una hermosa atardecida de
otoño. Las cigüeñas de las torres de aquella ciudad universitaria empezaban a
abandonar los nidos y emprendían el vuelo hacia el sur, acompañados de las
golondrinas de Oscar Wilde. Era uno de mis primeros reportajes y pese a las
recepciones en el vestíbulo en aquel paraninfo cuajado de banderas y oriflama
que rendían honores a las personalidades que subieron al estrado, no lo iba a
tener fácil.
Todos hablaban de la salud del
Camnis Gallicus. Estaba deseando que se muriera. Lo llamaban asesino,
impotente, retrasado mental, enemigo de la humanidad. Ahora de forma impostergable
escribe este antiguo dominico cortos en el periódico de Walamboso donde tiene
una columna cortos de una hondura escueta y antropológica. Ya se le debe de
haber acabado el gas. ¿Tomará viagra? Su viagra tendrá que ser erasmista de ahí
para arriba porque aquel fraile que
metió cabeza en Oxford era el meritorio del intelectual más bochornoso que ha
producido la historia de España, pues era tonto en siete idiomas y lo que
hablaba estaba emponzoñado del veneno del áspid. Su mujer paría como una coneja.
Había sido monja dominica y creo que aprovechó el tiempo.
- Con mirarla ya la preño -
decía fray Castigador - toco el órgano y la hago un chico.
-¡Caramba! Estos frailes
trabucaires no se chupan al dedo y cuando se juntan con una monja pues familia
numerosa. Creo que le salieron siete, todos de comunión diaria, y algún etarra.
De comunión diaria, oye.
Era católico y cruel. El hombre más malvado tuvo que acabar de
antropólogo. Dicen que su padre era un callista que fusiló a muchos rojos. Por
eso sus cortos parecen balas. Un mareo de mal café. Pero esto es España
envenenada por los cucarros que llevaron tonsura y ahora dicen ala, ala. Los
malo es que esta gentuza ha sentado plaza de periodistas y no son más que
comisarios políticos. Nunca te llegarán a los zancajos a ti, Feliz Ortega. ¿Te
acuerdas de aquel Kondo que teníamos en SP? Pues nos salió etarra y este al que
me refiero lo mismo. Un caso acabado de furor uterino. No podía dejarla quieta.
Creo que se ha casado tres veces y ahora
tienen una orquitis cancerosas. Estaba predestinado. Que Dios le perdone, que
dios me de fuerzas para seguir aguantando a los trepas, pero al maestrillo de
Oxford a ese sí que no le perdono la ofensa de lesa patria. Estará ahora en el
infierno torrentoso con ancones y masones. Graznando con los ancares del
capitolio. A todo cerdo le llega su sanmartín.
Era un tipo vomitivo, un
advenedizo, pero con fuste. Le llaman EL DESEADO. Pobres ilusos. No saben con
quien se juegan los cuartos.
FÉLIX ORTEGA COMO EPÍLOGO.
FIN DE UNA ERA
Era su anagrama. Con él firmaba sus
crónicas, aquellas crónicas densas, casi oceánicas, pero siempre exactas, que
eran leídas con avidez en el Palacio de Santa Cruz, y hacían coger unos cabreos
moros de aquí te espero al embajador de Marruecos, el astuto y sagaz Filalli, y
que él mandaba desde la planta tercera del edificio de la ONU, desde el
habitáculo compartido con un indio con turbante, familia del Marahá de
Capurtala, y que nunca escribía nada pues se pasaba la vida sin pegar golpe.
Desde la mesa que yo heredé se veían subir aguas del East River arriba las
barcazas onerarias del desescombro con toda la basura de la Gran Mejana a
bordo, con todos los desperdicios de las vanidades humanas el alma al hombro.
Su paso tan trivial desentonaba con lugar tan importante donde se pronunciaban
discursos y más discursos y se dejaban caer personajes de rumbo.
Lo mismo en el
fuliginoso julio que en el helado marzo allá estaban las gabarras.
Félix Ortega al que
acabamos de perder los españoles hace unas semanas, durante las peligrosas
calmas de enero, esa famosa y siniestra Doce Noches de las que habló
Shakespeare, y el interregno maldito que hacía temblar a los romanos, tan
sanguinarias en este año capicúa del 2002, que arrastraron a las aguas negras
de la Estigia a Cela, a Pedro Pascual, a Adolfo Marsillach, era un hidalgo del
periodismo. O un viejo zorro, como lo queráis llamar. Seguramente el numera uno
de la generación del 68. Escuela SP. Con un gran maestro, además: Rodrigo Royo.
La maldita noticia
de su óbito me llega con algo más de un mes de demora, desapercibimiento del
que yo mismo me espanto, aunque no quisiera estarme sin recapitularla. La
figura y la obra de FO, desparramada en miles de artículos, reportajes,
ensayos, que al correr de los años habrán de ser exhumados del polvo de las
hemerotecas, no pasará de largo. A Félix no había que perderlo nunca de vista.
Quienes deseen iniciarse en esta profesión antes denominada infantería de las
letras y ahora mundo de la comunicación tendrán que tener a este hombre en
cuenta.
Era un periodista
científico. Químicamente puro. De raza. Se salía del cuadro. Debido en parte a
su humildad y llaneza de campurriano. Era accesible y sin ringorrangos al igual
que todos los genios pero sin las manías. Podías contar con él en cualquier
apuro. Hasta darle un sablazo. Sólo le indignaba la estupidez, la ramplonería,
la falta de sensibilidad. Nunca le vi hablar mal de nadie aunque, astuto, se
guardaba siempre bazas desconcertantes y apabullantes para los mediocres. Su
estatura de gigante suscitaba, por ende, envidias en la tribu. Maestro en el
arte de abordar los temas más escabrosos con la habilidad y el despejo de un
Alistair Cook o de un Walter Lipmann, al que se parecía físicamente un poco,
era un experto de abrir nuevos enfoques, creando corrientes de opinión.
Corresponsal atípico
dentro de lo que estamos acostumbrados, no se consideraba un literato de
campanillas y con pretensiones a la galería. Más bien se mantuvo siempre dentro
de una línea gris de escritor riguroso que manejaba con elegancia, solidez,
sobriedad y dignidad el castellano no dejandose llevar por los barbarismos y
solecismos de los amaneramientos acostumbrados de los que pensando en español
quieren escribir en inglés pues su lengua nativa les parece poco.
Narraba superior. Y
no contaba batallitas. Cotejaba dos o tres fuentes antes de ponerse a redactar
aun cuando ello le deparara disgustos. Más de uno y más de dos que yo me sé.
Hubo de poner la vida al tablero y jugarsela a la taba en más de una ocasión.
Su nombre habrá de estar, sin desmerecer, junto a los grandes cronistas del
exterior que ha dado este país: Julio Camba, Bonafoux, Augusto Asía, Valentín
Massip, Ismael Herráiz, Manolo Pombo Angulo, Celso Collazo.
Había aprendido su
oficio en la vieja A.P.[1]
Pero, indomable en la defensa de los intereses de su patria, a Félix no había
quien lo sobornase.
Sus textos - era un
experto en aeronáutica, y creo que dejó aparcado el ingreso en la Academia del
Aire de San Javier cuando ganó una beca Fullbright para ir a estudiar a
Nebraska, renunciando así a su primigenia vocación: quería ser piloto de
combate- eran examinados con lupa por los gurús del Pentágono. Sabía mucho de
cazabombarderos y de misiles de alcance.
Nadie ha sabido
contar con tanto rigor, solercia e incluso alborozo la era Johnson, la era
Nixon, la era Ford. Éste último, uno de
los presidentes más torpes y anodinos pero de los más simpáticos que hayan
pasado por la Casa Blanca.
Aquella América de
entonces era un país nodal. O diametralmente opuesto a aquél al que rigen los
designios de George Bush el Mozo. ¿Fue una cortina de humo el Watergate para
tapar los trapos sucios? ¿O más bien una verdadera conspiración para hundir al
mejor emperador con que haya contado la República: Richard Milhous Nixon? Nunca acertaré a responder.
Sólo FO como un
verdadero maestro a los iniciados en estas lides de los “lobbies”, “caucus”, y
otros tremedales del régimen interior de la clase política en Washington supo
contarselo a los españoles, poniendo tesón, pasión, muchas horas de trabajo y
su miaja de refitoleo en cada crónica.
En ellas había que
encontrar siempre una clave. Un trasfondo. Él como escritor era hábil y hasta
puñetero. Sabía poner una vela a Dios y otra al diablo, pero sin decantarse por
ninguna versión, como en el caso de los “fontaneros” del Asunto Watergate. Supo dar otra lectura del caso diferente a
Woodward y Bernstein en el Washington Post. Jamás se contradecía pero nunca le
veías venir. Y eso que no había nacido
en Puente Deume sino en Palencia.
¡Con qué orgullo
hablaba de su padre, un factor de Renfe en la estación de Venta de Baños!
Me cupo el honor de
relevarle en la corresponsalía neoyorquina a la que acudí un poco anonadado
pues él había dejado el listón imposible de subir. Aunque hice lo indecible de
acomodarme a sus consejos, no supe cumplirlos a rajatabla, aunque me parece que
a mí tampoco me fue mal del todo.
Tampoco llegué a
entender por qué abandonaba la Ciudad de los Rascacielos. Me dio a entender que
lo quería era vivir con Dulce en una casita en el campo en compañía de sus
hijos.
Nuestras relaciones,
sin embargo, arrancaban mucho antes de aquella coyuntura. Habría que remitirse
a los días de vino y rosas del Diario SP allá por 1967.
La relación se
ubicaba en una nave frente a una paridera antigua que había sido convertida en
almacén por unos chatarreros allá en los confines de los Cuatro Caminos
proletarios. Fue la primera redacción libertaria y ecléctica surgida en pleno
franquismo. Apiñados al pie de Rodrigo Royo hacían cama redonda comunistas,
ácratas, socialistas, anarcos, economistas, un jesuita, un guerrillero de
cristo rey y hasta uno que es hoy famoso bailarín. Y todos comiendo en el mismo
plato.
Cerrada la edición,
nos largábamos a tomar una copa a un pub, El León Rojo, regentado por un inglés
que estaba casado con una catalana. FO sorprendía a todos por la elegancia y
fluencia de su inglés de “wasp”. Como aprendido en West Point.
Y por su aguante del
güisqui y la cerveza. Nunca lo vi borracho en aquellas noches de humo y
alterne. Algunas de ellas para olvidar. La prestancia de Félix era la de un
hidalgo castellano con porte y dignidad suficiente como para pasar por en medio
de un charco sin salpicar los zapatos.
Nuestras rondas por
el Red Lion no eran óbice para la gran profesionalidad de Félix y su admirable
capacidad de concentración y de trabajo.
Podía escribir sin tachaduras y casi sin alzar la mirada tres horas
seguidas. Y de corrido. Consultando únicamente con el archivo que tenía metido
en la cabeza. Un verdadero superdotado. Un número uno.
En abril de 1973
recuerdo que Tomás Cerro Garrochano, a la sazón mi redactor jefe en Pyresa, me
puso un flash urgente a Londres:
-Espera, Antonio. Te
va a hablar un amigo.
Todos los timbres de
alarma sonaron como campanas alborozadas en la quietud gris de la atardecida
londinense. Estuvimos una hora de palique a través del télex. Por aquellos días
era el gran instrumento de trabajo de los periodistas en el extranjero y un
anticipo de lo que son ahora mismo los chats de Internet. Maquinas prodigiosas,
misteriosos inventos que acortan distancias y parece que han acelerado el ritmo
trepidante de la historia.
Me comunicaba que
había sido nombrado corresponsal en Nueva York. Tuve el honor de ser uno de los
primeros en saberlo. Félix iba a relevar a Guy Bueno, otro histórico del
periodismo, que, cansado de la Gran Mejana, se retiraba a Palma de Mallorca,
donde moriría al cabo de poco de un cáncer de piel, lo mismo que mi antecesor
en Londres, Antonio Avendaño. Entre medias, estuvo Manolo Adrio.
Después quedó
patente que la elección no había podido ser más afortunada. El gran Félix
Ortega se convirtió en la estrella de la cadena. Le aguardaba un cuatrienio
frenético donde brillaría con luz propia aquel fenómeno de un periodismo nuevo,
experto en comunicaciones. Oí decir a Vicente Cebrián que lo sabía todo
que lo conocía todo.
Fue un pionero de un
género difícil y en el que hay que hacer tantos equilibrios como es el de
corresponsal diplomático a la usanza anglosajona. En España sólo tenían derecho
a esmerarse los curas vaticanistas y los monárquicos y los que iban de plumas
galanas. FO, hijo de un republicano que no lo pasó del todo bien con Franco,
pero también producto de un sistema de igualdad de oportunidades en el que se trató
de orillar las diferencias que habían dado pábulo a la pugna fratricida, no era
ciertamente un meapilas. Del ABC o del YA lo hubiesen echado a gorrazos, lo
mismo que del DEIA. Sólo tendría cabida en un periódico falangista en el cual
los que trabajábamos eramos mayormente rojos. No era ni de unos ni de otros.
Pertenecía al futuro aunque sin desdeñar el pasado.
Habituado a medir la
realidad con ojo americano, andaba por encima de las rivalidades de campanario
y no llegaba a comprender los enfurcios de la política carpetovetónica, eso que
nos acerca tanto al esperpento valle-inclanesco o a la olla podrida de Galdós.
-Pero ¡qué burros!
¡qué burros, oye!
Y cogiendo una lata
de cerveza vacía, de marca nacional, una Mahou, trató de aplastarla entre sus
dedos. Su liga metálica era lo suficientemente rica y consistente como para no
combarse al primer envite.
-¿Qué me quieres
decir, Felisín?
Íbamos caminando por
el Paseo de Recoletos.
-Nada que si hubiera
sido el encase hecho en Milwaukee ya estaría hecha un acordeón. Y aquí no
quieren darse cuenta. Creen que todo lo extranjero es lo mejor.
Se salía del cuadro.
Por eso les resultaba tan repulsivo a los mediocres. No le perdonaron ser
despertados a las cuatro de la madrugada por un timbrazo de teléfono desde
Madrid a causa de una de sus habituales exclusivas. Los pisotones de Félix
Ortega eran tan tremebundos como implacables.
Puso a España en pie
de guerra con lo de la “Marcha Verde”. Él fue el primero en descubrir las
verdaderas intenciones de Hassan II con respecto a Ceuta y Melilla primero y
después el Sahara Español. La diplomacia
alauita se vio desenmascarada en el primer caso y hubo de dar paso atrás.
Poseía una agenda de
buenos contactos y era un tipo valiente y audaz que vivía sin las alharacas de
otros en un cuchitril de treinta metros cuadrados en el Midtown y por el que
pagaba un montón de dolares en compañía de Dulce. A veces su cuñada Chiqui
pasaba con ellos temporadas. Ahorraban para comprarse una casa en España.
Nos volvimos a ver
en la primavera del 97. Comimos juntos un par de veces. Se le notaba mucho las
tablas y el despejo con que se desenvolvía en la diplomacia de mantel.
Unos le acusaron de
pertenecer a la CIA, otros al KGB pero él era Félix - FO para los amigos, ni
del Foreign Office, ni del M15 tampoco- sino el hijo de un ferroviario de
Palencia. Trabajaba por entonces como jefe de prensa de la Compañía Iberia,
empresa en la cual demostró su competencia y profesionalidad, haciendo frente a
los retos del desmontaje, la reconversión, las múltiples intercadencias de todo
cambio de fase en un país, en una familia, en una firma comercial que era
llamado el buque insignia de la tecnología española.
Creo que a este
halcón que se había codeado en sus rasantes vuelos espectaculares con las
aguilas calvas de las Rocosas y con los buitres del Pentágono le daban un poco
de risa los pardillos y garrulerías de nuestros gorriones. Él sonreía con algo
de tristeza y condescendencia en vista del panorama. Me pareció que vivía
enclaustrado en su mundo de grandes temas. Avances tecnológicos y científicos.
Como encaramado en la nube del no saber jugaba a la no presencia, que es lo que
hay que hacer por estos pagos cuando las pulgas quieren convertirse en
elefantes.
Y recuerdo aquella
comida con dos coroneles del CESID en un restaurante de la carretera de la
Coruña a los que tuvo Félix dos horas sin pestañear enterándoles de asuntos que
ellos no sabían. Sólo un gran profesional como Félix Ortega era capaz de eso:
tener con la boca abierta a dos oficiales con tres estrellas de ocho puntas del
gran estado mayor de la inteligencia militar española. De lo que se trato en
aquel almuerzo hago gracia al lector habida cuenta de ser materia reservada. No
bebió ni una gota de alcohol. Las viandas
ni las tocara. Eso sí. Se fumó un pitillo tras otro.
Despedidos que fuimos de nuestros
anfitriones, me pidió que lo acercase en mi coche a Madrid. Ibamos charlando de
nuestras cosas, cuando al llegar a la altura de Moncloa me pidió que parase
frente al edificio de la Fundación Jiménez Díaz, como al desgaire y casi
distraídamente, puesto que su aspecto era magnífico, pese al cansancio que
detecté. Había hablado noventa minutos ante los interlocutores haciendo uso de
su facundia magnífica, matemática y brillante. Escribía como hablaba.
-Déjame aquí.
-Pero, hombre, si
esto es el Clínico. ¿No te apetece que tomemos una copa como en los viejos
tiempos?
-Otro día. Ahora voy
a que me implanten en la pierna un by pass.
-¿Qué me dices?
-No tiene la menor
importancia. Saldremos de esta, Parrita, ya lo verás.
Y salió pero no
volveré a verle más. Se perdió por el paso de cebra de la Plaza de Cristo Rey
debajo de los regoldos y los plátanos que nosotros vimos plantar cuando eramos
estudiantes.
Félix me saludó
desde el otro lado de la calle mientras encendía el enésimo cigarrillo.
Aquellos “Kent” mentolados light que él fumaba, el bronco tabaco que fumábamos
todos en Manhattan y que nos ha ido matando a todos poco a poco. Nunca hubiera
podido imaginar que a mi amigo, tan pronto, y tan joven le hubiera salido la
hoja roja.
Siento su muerte
como una anticipo de la propia. Se ha ido a la chita callando. Sin demasiados
aspavientos. Con elegancia. En la sencillez. Como era él. Sin grandes
alharacas. Aunque a Félix nunca había que perderlo de vista. Trabajaba sin dar
cuartos al pregonero. Era un gran español y también una de las primeras plumas
que tuvo la Transición. Con hilo directo al Palacio de la Moncloa donde el
presidente Suárez le consultaba. Quizás muchos no sabrán agradecerselo pero él
era así. Good soldiers
never die.
25 de febrero de
2002
n LOS
TEMPLARIOS Y LA RECONQUISTA IMPOSIBLE
Cuando en el mes de
marzo de 1214 moría frente a las torres de Notre Dame Jackes de Molay, el
último maestre de la Orden de los Caballeros Pobres de Cristo, condenado a la
hoguera bajo los delitos de sacrilegio, sodomía y avaricia, se ponía término a
una de las grandes utopías que recorrieron el pulso de Europa durante la Edad
Media: la recuperación de Jerusalén, el triunfo de la cruz sobre sus otros
símbolos rivales.
La condena a muerte
del famoso Jacobo de Molay tuvo unas consecuencias mortuorias para sus propios
verdugos. El postrer de los grandes abades que tuvo la cristiandad latina, en
una arranque de presciencia ante el patíbulo, había vaticinado que tanto el
papa que lo condenó, Clemente V, como el monarca francés que se apoderó
codiciosamente de todas las propiedades de la Orden confiscadas por la Corona
tendrían que enfrentarse ese mismo año con él ante el juicio de Dios.
Efectivamente, a los
pocos meses, unas fiebres acaban con la vida del pontífice en Aviñón. Los
galenos recetaron un emplasto de esmeralda molida que aceleró su muerte. Felipe
el Hermoso sufriría un accidente de caza que le haría descender al sepulcro.
El último de los
grandes caballeros antes de expirar formuló otro vaticinio que nos resistimos a
transcribir aquí a causa de su duro contenido contra las manipulaciones y
calamidades que causaría a la cristiandad, con una recua de escándalos, la
gestión de los herederos de los Honorios, los Bonifacios, los Clementes.
A dí de hoy puede
que las ultimas palabras del mártir se estén cumpliendo a rajatabla. Basta con
alzar la mirada en torno y hacerse cargo de los males que afligen a la
catolicidad.
Con él fueron
ajusticiados unos quince mil religiosos profesos en dicha Orden entre
postulantes, sargentos[xxxiv],
hermanos legos y sacerdotes. El rey de Aragón también confiscó las posesiones
templarias en Cataluña. Monasterios como el de Monzón, Peñíscola, Horta,
Alfambra, Villel, o el de Carracedo en tierras del Bierzo quedaron disueltos.
Los hechos y
conclusiones que nos confía la historia del Temple que no es sino la crónica
del impulso por buscar la reconciliación con Dios a costa de atropellar al
prójimo y el derecho a la primogenitura con el Todopoderosa malquistandose con
los semejantes. Es la descripción de una muerte anunciado. El gran fracaso. El
supremo baldón.
Son episodios para
dejarnos intranquilos y escépticos ante tales denuedos que han convertido la
Ciudad Santa en tramoya de odios y de rivalidades viscerales. Sus piedras,
manzana de discordia y ocasión de lucha, peligros y sangrientos crímenes contra
la humanidad como el que perpetraron los cruzados al alimón con los venecianos
dentro del recinto de Constantinopla en el verano del 1202. Ocho siglos después
los israelíes practican las mismas masacres en Cisjordania. ¿Dónde está Dios?
¿Por qué no levanta la cabeza y se pronuncia ante la secuencia de desmanes que
conforman nuestra actualidad diaria?
“Adoran a un ídolo,
escupen y mean sobre un crucifijo, en los capítulos y reniegan de Dios. Sus
sacerdotes no consagran en la ceremonia eucarística, limitandose a imponer las
manos” fue lo que adujo uno de los acusadores, un tal Equius, en su deposición
contra la Orden.
La delación un día
de otoño de 1307 con las primeras heladas en Paris echó a temblar todas las
hojas de este vergel florido, del jardín de María, que había sido esta milicia
de caballeros románticos que habían puesto su espada y su fe a los pies del
papa para el mejor servicio de Jesucristo. Muy mal fueron pagados. Pero hay
muchos contrastes y no pocos contrasentidos. Caballeros pobres, caballeros
ricos, por amor a Jesucristo.
Con ello se pone en
marcha uno de los procesos más afrentosos y sanguinarios que registran los
anales para sonrojo del papado y vergüenza de la delicada Flor de Lis. La
Inquisición de la Soborna - la más temible - mandó a la hoguera o a languidecer
hasta las muertes en las mazmorras eclesiásticas a cerca de cincuenta mil
varones religiosos. Puede hablarse de un verdadero genocidio y de asesinados en
masa de la más aviesa índole.
De esta forma se
reconocía el mérito y la labor de los que defendieron los muros de Jerusalén:
haciendoles escalar los peldaños del cadalso.
Asimismo, se dijo
que durante sus tenidas se entregaban a toda suerte de licencias carnales y que
la practica de la homosexualidad era habitual en los castillos del Temple.
Besos en las nalgas y a veces en los labios y en el pene. Pero ¿de donde han
podido salir tales infundios? Tenían dinero y la envidia posee inclinaciones
asesinas. El populacho suele ser voluble
de criterios. En Madrid hubo una revolución durante una pestilencia. Decían que
eran los frailes los que envenenaban las aguas con el morbo colérico. Y los
templarios a fuer de ricos estaban en la obligación de ser maricones.
¡Como si sólo fuera en estos sitios! Los
moralistas la denominan la polilla de los conventos y ese es una de las pestes
que no ha conseguido erradicar la iglesia latina a lo largo de más de mil años
de historia. Meter mano a un monaguillo
o violar a una novicia debe de ser lo más natural del mundo habida cuenta del
ambiente de encerramiento.
No hubo testigos en
este juicio en el que la tiara y la corona de San Luis trataron de barrer para
casa en una simiesca pantomima que remedaba las sutilezas y sobresaltos del
tribunal del canguro. La lista de cargos a ojos vista era del todo gratuita. En
ella jugaban al tute el escarnio, la contumelia y la delación más deplorable.
Se pisoteó el derecho pero tanto la curia como el tribunal regio cohonestaron
con visos de honorabilidad esta farsa sangrienta. El objetivo final era el
famoso tesoro de los templarios que se guardaba bajo la críptica de la mezquita
de Omar que sería su casa madre durante más de un siglo.
Lo de las micciones
y salivajos sobre el crucifijo puede que tuvieron connotaciones simbólicas de
aborrecimiento de todo aquello que determinó la crucifixión y muerte del
Salvador. En el anverso de la cruz gloriosa, dicen, yace el anticristo. Los
templarios buscaban por todos los medios el triunfo de la cruz y el
aplastamiento de los enemigos del Símbolo de Nicea aunque para ello tuvieran
que orquestarse en ceremonias y ritos de carácter iniciático.
En cuanto a que no
consagraban puede que hubiese a ojos vistas una notable influencia en ello de
los popes con los que convivieron durante tanto tiempos y a cuyos protocolos y
rúbricas rindieron pleitesía en la pompa y riqueza de sus ornamentos. Para más
parecerse a ellos se permitía a los freires llevar barba, por dispensa
especial, aunque el cabello lo traían corto y en tonsura a diferencia de los
bizantinos.
En las iglesias de
Oriente la transubstanciación no tiene el mismo sentido riguroso que entre los
latinos. Es epíclesis o invocación al Spiritu. Los padres griegos hablan de
eucaristía pero también de eulogía. Los bulos tenían por tanto una base real
pero habían sido manipulados o tergiversados a gusto del consumidor.
Con prelatura
personal y bajo la obediencia solo del papa los templarios habían ideado un
ritual propio, muy solemne y cargado de símbolos, como diría el propio Jacques
de Molay en uno de los raros momentos en que rompe el silencio contra el cerco
de calumnias y falsedades que los enemigos de la iglesia propalan contra la
orden durante una de las sesiones de la causa.
Dijo que pocos
institutos religiosos se había preocupado tanto del esplendor de Su Casa, esto
es: del culto católico. Su rito, más ecuménico, se parecía al bizantino y al
final de la misa, cuyo canon era sensiblemente largo que el carmelitano, el
cartujano o el dominico, que también tenían dispensa de la Silla Apostólica
para hacer sus modificaciones, insertaban oraciones en hebreos, en griego y en
árabe. Tampoco hubo nadie que se preocupase tanto por la limosna y por socorrer
al pobre. Y en el mismo orden de cosas ningún otro consorcio en el seno de la
iglesia había derramado con tanta profusión la sangre de sus hijos en defensa
de la fe.
Esta autonomía o prelatura personal fue el
desencadenante de la envidia y emulación que marcó la existencia del consorcio y
es un morbo del que nunca estuvo exento el clero por naturaleza envidioso y
puntilloso. A los diferentes se les suele aplicar la legislación vigente de la
murmuración y aquí a quien descuella se les trata por todos los modos de segar
las piernas o descabezarlo. Es el pecado
de Judas latente en los estamentos más encaramados del apostolado y la
jerarquía y que torna la vida de los eclesiásticos en verdaderas cámaras de
tortura. ¡Camándulas!
Tales especies
contra los Caballeros Pobres de Xto tenían que venir por fuerza de algún
clérigo. Partieron de la boca de un tal Equius, escribano del arcediano de
Notre Dame, un tal Guillermo de Nogaret. Éste, seguramente un
criptocátaro, se avino a explotar su
enemiga contra los templarios, profesores y difusores del culto a la Virgen que
habían traído de Oriente por toda Europa, y algo que repugnaba a la naturaleza
de los albigenses, amigos de lo concreto y que no concebían la sublimación de
los afectos, quienes veían en toda mujer una suerte de consolamentum o viatico
para sobrellevar las tristezas terrenales, nunca una diosa, para dar vado a la
codicia y al orgullo del monarca francés. En el odio anti virginiano se
anticiparon los cátaros a los protestantes más de tres siglos.
La revuelta de los
cátaros que conmovió a la iglesia occidental hasta sus cimientos a comienzos
del siglo XIII encontró en el Temple un antemural de contención. Frente al
consolamentum, el amor libre y el comunismo albigense ellos predicaban la
devoción marial, la rectitud de conciencia, el individualismo. La disciplina.
La comunidad de bienes y de intereses pero nunca la comunión de las vidas.
Odiaban algo que estos monjes tenían muy a gala y era el ritual, el culto
externo, los sacramentos, la jerarquización. El movimiento herético que había sido
sofocado a sangre y fuego por Simon de Montfort había supuesto una verdadera
guerra civil, por lo que tenía de igualitario y de revolucionario. Por primera
vez Francia intenta sacudirse el yugo de los abates. No sería por supuesto la
primera vez pero aquello traería estigmas y algunos viales del protestantismo
cátaro atravesando las rutas de la edad media y del renacimiento llegaron casi
hasta la edad moderna donde propician tensiones como las que depararon el
galicanismo, algo tan francés, o el jansenismo.
Nogaret cuyos
abuelos habían perecido en la hoguera vierte su veneno contra Jacobo de Molay,
un auténtico caballero a la usanza cristiana. No se sabe la causa de porqué el
último maestre había despertado en la curia papal tanto veneno. Acaso hay veces
que analizando lo que ha sido la historia de la iglesia comprobamos con
tristeza que acaso sea el diablo el que tenga la última palabra.
Es la casuística
contra el dogma. Las concretizaciones de los “consolados” de Albi contra los
partidarios de la gran teología. Se recuerde que san Bernardo había escrito la
regla a los templarios para convertirlos en baluarte de la fe y los mandó
desplegarse allí donde ésta más en peligro, que eran España y Palestina. Que
marcharan de dos en dos. Caballero y su escudero, remembranza ecuestre de
Castor y Pólux, jinetes a pelear por la causa justa, que se abstuvieran de la
frecuentación del trato torpe con mujeres, que se abstuvieran de los placeres
de la caza y que no perdieran sus “horas
en la vanidad del ajedrez y del juego de damas”. Que no comieran carne los
viernes y ayunaran el Adviento y la Cuaresma.
Felipe el Hermoso
tenía fama de justo pero engreído. Es una versión medieval del primer
chovinismo francés. El estado soy yo. Y Dios no es inglés ni romano sino que habita
bajo el cielo de las Galias. Puso en práctica una política de “grandura” para
someter a los estados pontificios a férula. Este sentido del patriotismo le
condujo a no pocos excesos porque entre otras cosas a él se debe el Cisma de
Aviñón cuyo chupinazo de salida serían los ignominiosos procesos contra el
Temple. La noción de que no hay vino como el borgoñón y que Francia es la
medida de todas las cosas junto con un papa débil - Beltrán de Got que subió al
pontificado con el nombre de Clemente V y que para colmo era gascón - fue una
de las causas determinantes de aquel drama que cambiaría para siempre la
historia de la iglesia porque de haber seguido los templarios es casi seguro de
que las cosas hubieran seguido rumbos diferentes.
En nombre de esa
idea de la monarquía heliocéntrica se escribió una de las paginas más
bochornosas de la historia del pontificado con la persecución y eliminación de
uno de los baluartes más sólidos del sistema. La jerarquía haría el haraquiri
un poco de la misma forma que lo haría siete siglos y medio más tarde. Se
anuló, se automutiló a sí misma. ¿Cómo puede ser esto la obra del Divino
Paráclito? Los inquisidores que prenunciaron la sentencia de la hoguera y el
pontífice máximo que los condonara parecen imbuídos de un alma diabólica. Pero,
alto ahí. Razón llevan los que dicen que la barca del Pastor se renueva
constantemente y adopta los contrarios cada equis tiempo para sobrevivir. En el intervalo de dos generaciones, menos a
veces, no son los mismos ni el cuadro de mandos, ni la marinería, ni el rumbo.
Los templarios
habían sido el surtidor que eleva a la iglesia medieval sobre todo con las
manifestaciones catalogadas del arte románico a alturas insospechadas. Se les
considera como los albañiles del misterio. Querían que la Iglesia surgiese
sobre las cenizas del templo de Salomón cuyos tesoros ellos llegaron a acaparar
al tomar posesión de la mezquita de Omar poco después de que Godofredo de
Bouillon entrase triunfante en Jerusalén. Un edificio circular de planta
octogonal fue su residencia en la Ciudad Santa y su casa madre.
Aquel templo
salomónico tenía ocho ábsides y ellos trataron de imitar ese numero áureo en
las fundaciones que esparcen por Palestina y por el Occidente.
Del Oriente trajeron
los grandes misterios y se consideraron herederos de un patrimonio católico
universalista, abierto a todas las tendencias incluso a otras religiones con
las que intentan fomentar el diálogo. Cristo a pesas de que sus enemigos
dijeron que escupieran sobre su imagen se alza como una verdadera rosa de los
vientos de los destinos de la humanidad. No es un concepto unívoco sino
equívoco. Hay muchos cristos.
Por eso quemaron en
la hoguera al maestre Molay porque era una caballero andante que iba tras las
huellas del mayor y mejor de los caballeros andantes que han existido: Jesús de
Nazaret.
Su cruz roja -
símbolo apotrocaico de salvación- que llevaban bordada en la pechera de sus
hopalandas los monjes soldados proclamaba una idea general que entraba en
conflicto con el orgullo y particularismo francés.
La caída de San Juan
de Acre y la pérdida de Jerusalén a manos de Aladino en 1191 fue para ellos el
principio del fin. Sin esas dos mermas, porque todo hay que decirlo, los
templarios en lo externo fracasaron, aunque su espíritu interior siga siendo
una garantía de éxito para lo porvenir porque será la orden que vendrá a sacar
, cuando renazca, a la iglesia de esta impasse, no se hubieran producido los
procesos inquisitoriales de París.
Algunos de los
inculpados aceptaron los cargos bajo el gatillo de la amenaza y el halago pero
esta prueba testifical carece de valor jurídico. Las confesiones que son
arrancadas mediante tortura carecen de todo valor. Pero algunos pobres
encausados anhelosos de salvar la piel admitían haber tenido contactos pecaminosos
y besos en la rabadilla a otros miembros de la fratría, que los sacerdotes no
consagraban, que se adoraba a un ídolo que llamaban bafomet, una especie de
cabeza parlante, algo así como la “caja tonta” de ahora misma que les tenía a
los hermanos al corriente de todos los sucesos que acontecían en el mundo. Le
preguntaban algo y la cabeza le respondía. Tenía los verdaderos efugios y
atributos de una Sibila.
En el potro y a la
sombra de la catasta para conjurar la amenaza del suplicio acabaron confesando todo
lo que querían sus esbirros.
Pero en contra de
tales deposiciones arrancadas ante el tormento lo cierto es que no hubo orden
más limosnera, ni que hubiese proporcionado a la iglesia tantos mártires en
defensa de la fe ni que hubiere practicado tanto la caridad pues nacieron para
defensa del peregrino. Tampoco hubo dentro del culto latino otro rito más
excelso que el templario. Las misas eran larguísimas y todas ellas cantadas,
plenas de simbología y de belleza. No hubo ninguna otra orden en la iglesia a
la que respetaran tanto los musulmanes puesto que prevenidos siempre para la
guerra - que es la misión de un soldado- ellos se decantaban en todo momento
por la paz y sabían pelear lo mismo que respetar las treguas con los árabes.
Además los templarios, precursores de los jesuitas, eran una clase de frailes
muy inteligentes aunque no tan taimados como los de la Compañía, pero, eso sí.
Amigos de los pactos y las componendas, y muy pleitistas. Allá donde veían
ganancia no vacilaban en embarcarse en un largo proceso con tal de conseguir
los objetivos.Hasta incluso admitieron en el seno de la orden conversos
muslímicos y turcoples[xxxv].
Así que lo que se
decía contra Molay y su visitador general o senescal, Geoffrey de Charnay, no
podían ser otra cosa que fabricaciones y bulos. Pero a veces son la calumnia y
la maldad los que mueven la rueda de la fortuna.
El ascenso y la
caída de esta institución semeja en todo caso a la crónica del fracaso que
retrata en sus páginas el buen franciscano en el Devoto Peregrino por
cuanto que refleja el fracaso de un decamerón[xxxvi]
místico al incompatibilizar el deseo con la realidad. Palestina es la tierra
del derrumbe de muchas ilusiones ultra terrenas.
La fenomenología
templaria refiere un desastre religioso y bélico que acarrea por paradoja una
apoteosis espiritual sin más preámbulos. Este triunfo es el que condice al
desplome de forma inexorable.
Entre medias hay,
como es natural, un asunto de intereses crematísticos porque ninguna religión
puede evaluarse sin interés y sin doblones. Los freires se juramentan para
velar por los accesos peregrinos a los santos lugares. Y de paso asegurarse la
apertura de nuevas rutas comerciales. Lombardos y venecianos, no se olvide,
jugaron un papel primordial en esta aventura mesiánica.
Los mercados se
consolidad en retaguardia a fuerza de mandas y de donaciones pro anima. Dichas
legaciones testamentarias van a parar todas a las arcas de las ordenes
religiosas y son de las albaceas que se genera una copiosa riqueza.
Pero - insistimos
pues es la historia de todas las grandes ordenes religiosas de la iglesia
latina - el éxito crematístico depara la desintegración espiritual y la ruina
en suma.
Cuando se viaja a
Londres en pleno corazón de la city y en una calle llamada Lombard st. Todavía
los turistas podrán considerar el ámbito de lo que fue una ermita románica de
estructura octogonal y orientada hacia el Santo Sepulcro. Allí precisamente los
freires del normando Hugo de Payns empezaron a ejercer como prestamistas y
banqueras.
Esta consideración
hecha en pleno corazón de la ciudadela donde se auscultan las finanzas del
mundo es importante por lo que tiene de signo. Los Caballeros Pobres por amor a
Cristo en poco más de dos siglos de vida institucional devinieron riquísimos
gracias a las herencias, compras, traspasos, cesiones, mandas, beneficios,
alodios, mayorazgos, transacciones, usufructos, bienes relictos, hijuelas,
últimas voluntades, etc. Del control de Jerusalén, pulso del mundo, se pasó a
la tenencia de fincas y a ser sus monasterios latifundios en ejercicio.
A resultas, se
hicieron riquísimos. Las encomiendas era el maná que llovía del cielo pero
trajo como consecuencia la envida y la disipación. No podía ser de otra forma.
Iñigo de Loyola leyendo la “Vita Christi” escrita precisamente por un templario,
el Cartujano, se convirtió a la fe verdadera mientras alentaban en su pecho
raudales de entusiasmos de un belicismo espiritual que luego haría verdaderos
estragos no sólo en el seno de la iglesia católica también de las protestantes.
La edad moderna es una autentica milicia a lo divino que nos llevará a las
guerras de religión: la noche de San Bartolomé, la batalla del Boyne, etc.
Unos y otros aun
diciendose cristianos y seguidores del manso cordero no paran de desenvainar la
espada. Los jesuitas vinieron a ocupar el lugar que habían dejado los
templarios. Con una diferencia los hijos de san Ignacio fueron siempre más
sibilinos y contundentes que los de Hugo de Payns y de Godofredo de Saint
Homer.
Aunque los jesuitas
no se acercan al remoto ideal caballeresco de sus modelos en su retórica están
admitiendo intrínsecamente que para acceder al Rey Espiritual se llega mediante
la lucha y con el respaldo de la riqueza, pues la pobreza no es más que un ente
de razón y sólo se habla de ella en los votos que harán a los jesuitas, otros
caballeros pobres por amor a Jesucristo en cresos terratenientes en la
Patagonia y beneficiarios de vastas propiedades en todo el orbe, a pesar de la
dicotomía de valores a los que alude el fundador de la Compañía de reino espiritual
frente a reino temporal sin aclarar que ambos pueden ser una misma cosa.
Desgraciadamente,
las cruzadas como todas las guerras sólo se llevan a buen puerto mediante una
buena logística. Esto es caudales bien administrados. Así que de cara a los
loables fines soteriológicos de salvación universal es conveniente tener una
buena bolsa al alcance. Y un ojo en el cielo y otro en el suelo según decía
Aguaviva[xxxvii].
El fraile que
escribe el “Devoto Peregrino” no se cansa de emitir llamadas angustiosas a la
compasión y la limosna de los buenos cristianos cuyos sufragios podrán
conservar el decoro de los buenos lugares. Ese empeño es identico al de todos
los maestres que tuvo la regla cuando ocupó la mezquita de Omar y después desde
la fortaleza de San Juan de Acre. No hay que pasar por alto ese aspecto
financiero que tiene la iglesia. Bajo este afán de dineros lo se esconde es el
deseo de lucro. Así, la riqueza de la iglesia viene a ser el producto de dos
sumandos: la inversión en la bienaventuranza eterna y un cierto anhelo de
reconocimiento temporal.
Con sendas variables
tenidas en cuenta la pluma se aventura por los recovecos de todas esas
perplejidades de la edad media que fue la hora dulce del poder eclesial. Tal
vez los franciscanos desplazados a Tierra Santa desde España que al igual
que el Temple se ligaban por obediencia
a un cuarto voto - la vigilancia de los Santos Lugares- pagaron con sus vidas
los despropósitos cometidos por sus antepasados cruzados. Siempre fue así,
aunque esto no exime a la jerarquía de la búsqueda de soluciones. El poder
romano sigue prisionero en su torre marfileña y no se allana a ver la realidad.
Hoy cuando ya no hay
quejada o bofetón simbólico, puesto que el golpe de acolada lo da la televisión
con sus prorrateos fantasmales, a la hora de investir caballeros, se abre sin
embargo un horizonte de esperanzas, pueden volver a cabalgar de nuevo los
caballeros pobres de Xto. Y vendrán flotando al viento la estola de los
diáconos hasta nosotros. La diaconía puede resolver los males del clericalismo
que padecemos como una herencia del legado medieval y ser la solución a
múltiples cuestiones e interrogantes que plantea la realidad pero sobre todo el
síndrome de iglesia vacía. Hacen falta nuevos sacerdotes pero otros sacerdotes,
no los que ya había.
¿Qué importa la
cuestión del celibato? De nada sirve volver a las antiguas máximas nicolaístas
que permitían a los clérigos casarse con varias mujeres. Lo importante es
Jerusalén. Allí nuestro anhelo y nuestro consuelo. Mi vida y mi muerte.
Pedro el Venerable y
Bernardo de Claraval sostuvieron una polémica en pleno siglo XII sobre quien es
mayor en el reino de los cielos el que sirve o el que reza. ¿Obras de
beneficencia u oficios divino? El primero se decantaba a favor de María
mientras el segundo pensaba que para santificarse y para más gratulación con la
divinidad la postura de Marta es más egregia. Es la pregunta del millón. ¿Qué
preferís? ¿El pomo de alabastro o los cuatro tenedores? Judas y los fariseos
escandalizados del derroche y del dolce fare niente de la mujer se decantaron
por los tenedores y declinaron el perfumador pero hay quienes pensamos que en
el llanto y las lagrimas de la Magdalena a los pies del Salvador, al que ungía
para la crucifixión estaba la solución a muchos enigmas que nos afligen. La
controversia planteada en casa de Simón el Leproso en Betania en tan crudos
términos sigue siendo de perentoria actualidad. Sin contemplación difícilmente
puede haber acción y a la inversa. Están los tiempos cambiados y hoy se reza
poco. El temple se hundió porque en su afición por arrollar a los enemigos de
la fe y su anhelo de ganancias y de encomiendas se olvidó de la tarea
primordial de todo monje que es la recitación de las Horas canónicas.
Hombres de poca fe,
nunca conoceréis que todo lo demás se os dará por añadidura. He ahí por lo
tanto una buena conseja.¿A quien soltamos? ¿A Jesús o a Barrabás? ¿Marta o
María a quien elegís? Fue la respuesta de Judas: “Hubiera sido mejor con lo que
cuesta ese frasco darselo a los pobres? Pero Cristo le respondió: a los pobres
los tendréis siempre con vosotros. A mí no. Y aquí seguimos todos rezando muy
poco. Y así nos va.
SE TERMINÓ DE
COMPONER ESTE CAPÍTULO EL DÍA DE SAN
BENITO ABAD PATRÓN DE EUROPA 11 de julio
de 2002
LAUS DEO ET AD MAIOREM DEI GLORIAM ET VIRGINI MATRI
ANTONIO PARRA GALINDO ME REDIGIT
TERMINOSE ESTE LIBRO
“HELICÓN: BAJO EL ALERO DEL
HORREO CRÓNICAS AL DESGAIRE”
EN SU TOTALIDAD EN LA
FESTIVIDAD DE SAN PEDRO APOSTOL EL DIA 29 DE JUNIO DE 2007-06-
Y fue revisado y corregido el 31 de julio de 2007, en la fiesta de San
Ignacio Loyoleo. ANTONIO PARRA GALINDO martes, 31 de julio de 2007
J
AD MAIOREM DEI GLORIAM VIRGINISQUE
MATRI
¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨
NOTAS DE PERSPECTIVA LÉXICA Y SEMÁNTICA.
[1] Associated Press una de las
grandes agencias de prensa, famosa por su celeridad y oportunidad ante la
noticia.
[i].Todo lo que tiene relación con
la cruz.
[ii].franco es para los orientales
todos aquellos cristianos del occidente.
[iii].Flammarion 1965, París,
colección “J´ ai lu”, 626 pp.
[iv].esta afirmación que no era
tanto el desamparo pues llevaban una colecta de limosnas para los Santos
Lugares que milagrosamente recuperan después de un naufragio como se demuestra
después.
[v].Embarcación turca a remo con la
popa muy alta.
[vi].Utiliza el término familia en
el sentido de comunidad religiosa o convento.
[vii].Se está refiriendo a los turcos
y a los genízaros del Baxá.
[viii].era la habitación con vistas a
la basílica de San Juan de Letrán edificada por Constantino antes de que fuera
destruída y sustituida por la de San Pedro y San Pablo. Desde allí se
gestionaban los asuntos de la catolicidad antes de formarse los estados
pontificios esto es el Vaticano.
[ix].No tuvo lo que se dice una vida
fácil.
[x].Le das demasiado al mosto, vete
a la cama.
[xi].Sandez. Y los sandios eran los
judíos en razón no a la falta de inteligencia sino a su sencillez y modestia.
[xii]. Sabemos plantear las cosas an
ovo porque desde la persecución estamos acostumbrados a pensar largo y tendido.
[xiii].Barrio al norte de Londres con
un amplio sector de población hebrea que guarda las esencias de la tradición y
la cultura judía.
[xiv].Mi casa es mi fortaleza.
[xv]. Sin arrequives ni
ringorrangos. Es una expresión que se utiliza mucho en la compraventa en los
Estados Unidos.
[xvi].Velo nupcial en el rito de
casamiento.
[xvii]. Camaradas.
[xviii].Id por todo el mundo y predicad
el Evangelio a toda criatura; el que creyere y se bautizaré se salvará; mas el
que no creyere se condenará. Y estas señales seguirán a los que creyeren en mi
nombre: lanzarán demonios y hablarán lenguas desconocidas, cogerán serpientes,
y si bebieren cosa mortífera no les dañará; pondrán las manos sobre los
enfermos y les sanarán. Dicho esto, el Señor Jesús subió al cielo y está
sentado a la derecha de Dios. (Mr., 16, 14-20) que se lee en la fiesta de la
Ascensión.
[xix]. Transformación, impulso.
[xx]. υβριζω,υβρισμα , insolencia,
ultraje, altanería.
[xxi].Visitadoras. Chicas llamadas
(ad lit).
[xxiii]. Nada hay en el entendimiento
que no haya pasado antes por los sentidos.
[xxiv].Su sobrino Isabelo asi me lo lo
hizo dar a entender en nuestras conversaciones en el Café Gijón a últimos de
los 80. “Somos judíos de raza y de nación”. Isabelo era un eminente profesor de
Matemáticas de la Universidad de Barcelona. Le guardo afecto y respeto.
[xxv].ca. esa fecha dan por segura
los autores y biógrafos el encuentro que tuvo con dios.
[xxvi].Fundador de los mercedarios,
orden destinada a la redención de cristianos hechos cativos por los musulmanes,
y fallecido en 1275, trabajó al lado de Jaime el Conquistador. Fue asesor de
varios papas. Intervino en la codificación de los decretales de Gregorio IX, su
fiesta se celebra el 2r de enero
[xxvii]. Estaba desaparecido. ¿Donde
está el presidente de los USA? Corriendo hacia el refugio nuclear igual que un
pollo sin cabeza al escuchar los primeros disparos. Pues vaya un ejemplo para
su país. Luego en sus pláticas por la radio resulta tan amenazador contra las
bribonadas del movimiento Alcaidía que desde el once setiembre trae al mundo de
cabeza con sus alcaldadas.
[xxviii]. Guarida del lobo, una camara
secreta que tenía en Birchtesgarten y en la cancillería de Berlín.
[xxix].loa oriental a la Madre de Dios
que data del siglo VI cuando la Virgen conjuró el peligro de los persas que
acechaban Constantinopla. Son salutaciones que se cantan de pie.
[xxx].A dios alabamos y en la persona
de Jesucristo su hijo le adoramos, le amamos, le conocemos y le adoramos.
[xxxi].Cock significa gallo pero en
germanía se entiende como miembro viril.
[xxxii].un hombre al que amputaron una
pierna. Fue al Pilar y al cabo de un tiempo le volvió a crecer, caso único en
la historia de ortomorfosis y sublime milagro.
[xxxiii]. Samuel Johnson 1709 -84 fue la
autoridad de la lengua después de haber compuesto por encargo de varios
libreros de Fleet Street del primer Diccionario Inglés. Su gran preocupación
fue el lenguaje no sólo como baremo del modo de ser de un pueblo sino como
puente que conecta a unas naciones con otras.
[xxxiv].Sergent, sargento, de serviens,
subalterno. En las ordenes militares eran los auxiliares del maestre.
[xxxv].Turcople, hijo de turco y
griega o al revés.
[xxxvi].Decamerón, obra que narra los
acontecimientos en diez dás.
[xxxvii].Segundo prepósito general de la
Compañía de Jesús.
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