SAN BAUDELIO DE BERLANGA
Subí tarde ce nieve y celliscas al monte santo de san Baudelio de Berlanga,
eremita mozárabe en tierras del Cid tierras de pan llevar al sur de la
provincia de Soria entremedias de las diócesis de Sigüenza y el Burgo de Osma y
tuve una visión, uno de esos misteriosos trances con que regalan al visitante
las tierras de España. Al gozar de las claves del venerable monaquismo. Un
ángel me pareció que rasgaba ciertos misterios insondables de la historia de
España. Sentí el eco lejano de tambores de guerra y de salmos de perdón. Creo
que aun no se ha completado mi hégira
Allí rezaron y se santificaron generaciones de monjes desde el siglo XI y
es posible que mucho antes. Son los encuevados de la tradición oriental del monte
Athos y la Tebaida egipcia,
Capadocia, y antioquena que recogió el Islam. Su penitencia era una demostración
del amor de Cristo a las gentes sin distinción de razas y culturas porque son
muchas aquí las reminiscencias arábigas.
¿Conocieron los anacoretas cristianos con los morabitos muslímicos? Es la
pregunta que queda en el aire. Escuché los cantos celestiales de la hermosa
liturgia mozárabe que tenia ascendencias arrianas (Arrio predicó el evangelio a
los ostrogodos y estos adoptaron esa versión de la religión evangélica que
exalta la humanidad de Jesús sobre su divinidad) con misas muy largas y todo el
oficio cantado con himnodias repetitivas. Ese carácter eucologio donde la voz
humana y la disposición arquitectónica invitan a elevar el alma sobre las
cuestiones materiales. La vida del cristiano es una ascesis.
La palmera central y a la que cantó Gerardo Diego con sus versos que sostiene la cúpula es una manifestación de
este deseo de trascendencia.
Todas las paredes ostentaban pinturas que por desgracia en el expolio que
padeció España en los años 20 fueron arrancadas y vendidas por 65.000 pesetas a
un marchante judío de Nueva York el año 1927 pero ha quedado la impronta y han podido ser restauradas.
Aquí he tenido una visión y doy gracias a Dios. Los coros recitaban salmos y
dentro del iconostasio un diacono cantaba el evangelio luego un presbítero de b
barbas bizantinas y rostro atezado cantaba la epiclesis:
— Eto telo maia eto krobi maia
(este es mi cuerpo, esta es mi sangre) de la consagración griega.
Sobre los paramentos el rostro venerable de san Nicolás y de san Baudelio
el santo tutelar un mártir francés cuyo culto estuvo extendiere los visigodos
unos le llamaban Baudilio y otros Baudilio y en mi tierra San Maudillo.
Cruces griegas, escenas de la pasión de Cristo pero ninguna imagen de la Virgen María por tres de san Miguel y es que el culto de hiperdulía
es posterior en el cristianismo al que se daba a san Miguel.
En la planta baja se levanta soportando la techumbre del coro una
mezquitilla de arcos de herradura que ha dejado perplejos a los historiadores
como Camón Aznar y Gaya Nuño. La pila de agua bendita es un “mitzrah” o piscina
como las que existen en las mezquitas y sinagogas para las abluciones de los fieles.
Al fondo, la cueva del monje o del morábito.
¿Se alternó aquí el culto cristiano con el islámico? En cualquier caso es
un centro de extrañas fuerzas telúricas. En este lugar yo tuve un pálpito una
visión y sólo pude cantar:
— kirie eleison, señor ten piedad de nosotros pues conoces el corazón del
hombre.
Y sentí una fuerza inmensa en mi
alma como inmerso en las garras de un extraño fenómeno de purificación a los pies
de la palmera que corona el cimborrio. Si la palmera supiera… Y me acuerdo de
unos versos de mi adolescencia de Gerardo Diego. Que sí que sí que sí que tenía
el rostro de maravedí.
El expolio de los ladrones de los lugares santos no ha podido arramplar con
el aliento de amor y de caridad ni la sublime aureola que irradia esta santa
ermita tan sublime como recóndita. Hoy me siento orgulloso de ser español.
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