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jueves, 15 de febrero de 2018

sacerdotes catalanes fusilados en 1936. Orad por Cataluña. Fueron canonizados

Veía constantemente la mano del sacerdote al que mató, que le bendecía

Entre los 15 beatificados del domingo 26 de julio, son mayoría los que perdieron la vida en Tarragona (nueve), muriendo el resto en las provincias de Huesca (dos), Barcelona, Jaén y Málaga.No quisieron negar su condición sacerdotalPau Roselló Borgueres, de 41 años y natural de Vimbodí i Poblet (Tarragona), era capellán de las teresianas de Tarragona, donde fue asesinado el 26 de julio de 1936 con el canónigo Miquel Vilatimó Costa. Ambos fueron beatificados en 2013 (ver artículo del 9 de mayo). Cuando le preguntaron los milicianos a Roselló si era sacerdote, dijo: “¡Sí!, Y no estoy solo. Somos dos, y siempre que quieran algo de nosotros nos encontrarán aquí, porque no pensamos escondernos ni marcharnos”. Los llevaron al Ayuntamiento, y en el coche de la muerte (con colchones encima y cañones de escopeta que salían por las ventanas) a la carretera de Reus, donde los mataron.
Vilatimó, de 47 años y oriundo de Vic (Barcelona), se había ordenado en Vic en 1913, continuó estudios en Lovaina y desde 1915 a 1928 fue profesor de Filosofía en el seminario de Vic. Después continuó siéndolo en el de Tarragona, donde publicó artículos en el periódico La Cruz, y en las revistas Analecta Sacra Tarraconense y Cataluña Social, además de libros como El sindicalismo, errores y peligros. Al estallar la guerra dijo: “Ya nos podemos preparar, puesto que recaerá todo sobre nosotros y la religión”. Al ver que destruían el archivo y saqueaban la catedral, envió a un empleado para salvar un libro inédito del cardenal Mercier. Se refugió en casa de su amigo Pablo Roselló, y se despidió de su compañero, el Dr. Vallés, con estas palabras: “Si no nos vemos más, hasta el cielo”. En casa de Roselló dio la orden de que nadie negara su condición sacerdotal. Los dos se prepararon con una vida de oración para su martirio. Cada día iba a dar la comunión a las religiosas de la Compañía de Santa Teresa, que estaban en un piso.
Francesc Vidal Sanuy, de 58 años y natural de Montpalau (Lleida), vicario de la parroquia de San Francisco, era sacerdote desde 1895. Cuando estalló la guerra, se arriesgó yendo a la parroquia para salvar el Santísimo, que reservó en su piso y con el que comulgaban las religiosas y sirvienta que vivían con él. El 26 de julio, un grupo de milicianos se presentó diciendo: “Venimos a buscar al cura”. Él contestó amablemente: “¿Dónde vamos?”. Le dijeron que a comisaría para declarar, y los siguió en silencio.
Fue asesinado junto con Pau Gili Pedrós, de 24 años y natural de Els Omellons (Lleida), ayudante (“familiar”) del obispo auxiliar Borràs, que había sido ordenado en 1934 y a su vez había sido detenido junto con el sacerdote Pere Batlle, con el que compartía domicilio. A estos tres sacerdotes los llevaron al local de la CNT en el convento de Jesús María (calle Méndez Núñez, 14). De allí, Batlle fue llevado al Frente Popular, mientras que a Vidal y Gili los llevaron al barco prisión Cabo Cullera, cuyo comandante rechazó admitirlos porque no llevaban orden de detención. Así que los llevaron a la desembocadura del río Francolí y los fusilaron detrás de los astilleros.Josep Masquef Ferrer, sacerdote de 64 años y natural de Tarragona, fue asesinado en la carretera de Valls el 26 de julio de 1936 y beatificado también en 2013 (ver artículo del 11 de mayo).Ofrezco con mucho gusto la vida
Aleix Miquel Rosell, de 53 años y natural de El Pla de Santa Maria (Tarragona), era sacerdote desde 1906 y ecónomo de la Riera de Gaià desde febrero de 1934, fue vicario de Solivella, de Alforja y de Constantino, el 1914, ecónomo de Bellmunt, y después de Gratallops, en 1916, de Capafonts, en 1921, de Cervià, en 1924, de Pira; en 1930, de la Masó, y en febrero de 1934, regente de la Riera (Tarragona). El 20 de julio de 1936 acudió a un sacerdote para hacer confesión general, ya que estaba convencido de que sería martirizado. La noche del 21 se refugió con el sacerdote Francesc Robert en el bosque, aunque llovía, y de nuevo se confesaron. El 22 celebró misa, por la tarde huyó por los tejados y el 23 llegó a Tarragona, refugiándose en la calle Fortuny número 8. Pasaba el día rezando y dijo: “Es una gracia tan grande el martirio, que no la merezco, pero si Dios me destina a ello, ofrezco con mucho gusto la vida”. El día 26 aparecieron dos milicianos en el piso, se lo llevaron y lo asesinaron esa tarde.
El monje de Montserrat Josep Maria Jordà Jordà, tarraconense de 53 años, fue también asesinado en Tarragona.En Reus, fueron asesinados los sacerdotes Josep Badia Minguella, beneficiado de la parroquia de Sant Pere, oriundo de Salomó (Tarragona)
y de casi 73 años, y Josep Civit Timoneda, párroco de la Puríssima Sang, de 61 y de El Omells de na Gaia (Lleida, ver artículo del 21 de diciembre).
Badia se ordenó en 1889. Era conocido por dar todo a los necesitados y no tolerar nunca que se criticara a nadie delante de él. Llevaba diez años meditando y comentando la posibilidad del martirio. En la madrugada del 26 tardó en salir de su habitación y dijo a su ama de llaves: “La Virgen me ha infundido un gran valor y me ha inspirado que no me pasará nada malo”. Empezaron a rezar el rosario y al llegar a los misterios dolorosos entraron cinco milicianos a hacer un registro. Eran las once de la mañana. Al preguntar por el sacerdote, él contestó: “¡Soy yo!”.De modo que tú eres sacerdote. ¿Por qué vestido de seglar?Es contra mi voluntad; las circunstancias me obligan.
¡Quedas detenido!Conducido al camino del Molinet, ante la fábrica de gas de Reus, le pusieron de cara a la pared, pero volviéndose dijo a sus asesinos: “Os perdono; enviadme al cielo”. Los bendijo y añadió: “Disparad. ¡Viva Cristo Rey!”. Uno de los ejecutores, cuando estaba para morir, decía que veía constantemente la mano de este sacerdote que le bendecía.Jaume Vendrell Olivella, cuyo nombre como monje en Montserrat era Bernat, de 58 años y natural de Sant Esteve d’Ordal, fue asesinado cerca de Gelida (ambas en Barcelona) y beatificado como los anteriores en 2013 (ver artículo del 29 de junio).
En la provincia de Huesca, fueron asesinados ese domingo el sacerdote mercedario burgalés de 28 años Amancio Marín Mínguez en el cementerio de Binéfar (ver artículo del 26 de marzo), y un religioso del monasterio benedictino del Pueyo, Vicente Burrel Enjuanes, de 39 años, en Barbastro (ver artículo del 28 de diciembre, y biografía, de la que está tomada esta foto).El calvario del padre Mariano de San José -Santiago Altolaguirre- en la FuensantaVillanueva del Arzobispo (Jaén) es sede del Santuario de la Virgen de la Fuensanta, del que se ocupaban los trinitarios, uno de los cuales era Santiago Altolaguirre Altolaguirre (padre Mariano de San José), de 78 años y oriundo de Yurre (Vizcaya). La Fuensanta era ya lugar de peregrinación en 1291, cuando recibe bulas del papa Nicolás IV. La orden trinitaria se restauró en 1879 con un convento en Alcázar de San Juan, al que acudió un trinitario exclaustrado que era párroco en Iznatoraf. Cuando pasaron de 40 religiosos, este propuso abrir un segundo convento en Villanueva del Arzobispo para atender el Santuario. Según Pedro Aliaga Asensio, la comunidad trinitaria del Santuario de la Virgen de la Fuensanta. Estaba compuesta por los padres José de Jesús María (superior), Mariano de San José, Matías de Jesús Nazareno, Vicente de la Purificación, y el hermano fray Lázaro de la Virgen de la Fuensanta.El día 21 de julio de 1936 subió al Santuario un numeroso grupo de milicianos que conminaron a la comunidad a que entregaran las armas. Registraron el convento, buscando el pretendido armamento, que no encontraron, y abandonar el Santuario, amenazando a los frailes con que sufrirían las consecuencias de su negativa, si no se decidían a entregarles las armas. El 22 por la mañana, volvieron a subir los milicianos al Santuario. Reunieron a la comunidad en la portería, y dieron a los padres por detenidos; fray Lázaro se encontraba en el pueblo, haciendo las compras. En un camión bajaron a los cuatro padres a los grupos escolares, habilitados como cárcel, donde “fueron objeto de burlas, amenazas y palizas”.

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