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miércoles, 22 de junio de 2022

 

SASTRES VIENEN AL INFIERNO VAMOS. LLEGARON LOS BOTICARIOS EN EL INFIERNO ESTAMOS. EL AMTISEMITISMO Y LA MISOGINIA DEL MAYOR ESCRITOR CASTELLANO

 

QUEVEDO LOS SUEÑOS VISITO EL INFIERNO DE SU MANO

 

¿Sastres vienen? Al infierno vamos dijo don Francisco y un poco más adelante Paso a los boticarios… pues en el infierno estamos. Quevedo la tenía cogida con el gremio de los alfayates. Seguramente por resabio antijudío ya que los sastres eran la mayoría de la vieja estirpe y velis nolis avanzaban a rastras hacia la pila del agua bendita. Eran bautizados pero sus ritos seguían practicando. Lo mismo ha de decirse de los boticarios, de los cocheros que conocían todos los líos que se preparaban dentro de sus carrozas. Los coches que iban y venían por el Prado eran nidos de amor de solteras y casadas. El autor de los Sueños se mofa de los maridos cornudos. Es tan misógino que por toda la Corte sólo encontraba putas. “Yo conocí a una malcasado que tenía en su mujer todas las herramientas del martirio. Ellos y ellas cargan a cuestas con un infierno portátil”. La zurra sigue con los taberneros que aguan el vino. Con los soldados valentones, los sacristanes, los frailes, con Judas, con Lutero, con Mahoma, con los herejes, con los genoveses, los tahúres, los hidalgos y blasones de dudosa alcurnia, los curas de misa y olla (los Sueños están escritos en Alcalá recién ordenado de Menores, pero no quiso cantar misa) realiza una acerba crítica social pero se guarda muy mucho de atacar el dogma de la Iglesia. En este juguete donde no falta la risa y el donaire fulmina a la mayor parte de las clases sociales y de paso hace malabarismos con el idioma a fuerza de sinonimias, antonimias y metáforas brillantes. Quevedo escribe en un idioma portentosamente moderno que entiende el hombre de hoy, aunque esté casi toda su obra en los anaqueles prohibidos del olvido por los varapalos que lanza a los sastres y por meterse con las mujeres. ¿Antisemita? Puede ser, pero es uno de los pocos escritores que conocía el percal, hablaba el hebreo y manejaba con soltura los libros sagrados. Tanto los de la Ley Vieja como los del Antiguo Testamento glosando todos ellos con amor y con humor

 

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