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martes, 9 de abril de 2019


      Eli, elí. Lamm sabactaní

RETUMBABAN LAS VOCES en el transistor del coche, tenía conectada a la Cope pero aquellas voces venían del más allá, clara advertencia al llegar a Segovia. Se perfilaba sobre el perfil urbano la torre de la catedral, alta, augusta, inescrutable, la dama de las catedrales cuando de repente empezaron a sonar aquellos gritos desgarradores. El altavoz del radiocasete del coche subió al más alto volumen a pleno rendimiento de decibelios, entonces la tierra tembló, vio abrirse una zanja junto a la carretera del empalme de Revenga con Campamento de Robledo, no me detuve. Pisé el acelerador muerto de miedo y en la rotonda de Hontoria me topé con una estantigua, una procesión lúgubre de resucitado. Un fraile fallecido hacía quinientos años encabezaba el lúgubre cortejo. Cantaban responsos, kadishes y lilailas y pude percibir con disposición armónica y buen concento las estrofas del Dies Irae. Acordeme entonces de que yo podía estar viviendo pasajes del Viernes Santo. Las profecías se cumplieron. El tropel de los difuntos avanzaba con paso firme hacia las campas de Baterías donde en mis tiempos hacían la instrucción los reclutas y los seminaristas jugaban al fútbol. Me froté los ojos no fuera a ser que yo mismo estuviese siendo víctima de alucinación. Las exclamaciones del Salvador en el Calvario eran claras, humanas, no las de un fantasma. Jesús llamaba a Eloim que en hebreo significa el que Es y no reclamaba el auxilio de Yahvé que significa El que Está. El que actúa. Eloy instaura al Padre del Nuevo Testamento mientras que Yahvé representaba a la Ley Antigua, el dios justiciero. Por eso los judíos en un intento por no caer en la blasfemia se abstienen de pronunciar el nombre del creador, no lo mientan y apelan por sinónimos como Adonai (el Poderoso); en virtud de aquellos aullidos de dolor quedaban preteridas las enseñanzas de Moisés, se abría un tiempo nuevo y sincretista de comunión con las divinidades oscuras. Seríamos crucificados y preteridos a causa de la cruz. A los discípulos del Nazareno a unos los echaban a los leones, otros encontrarían la tumba anónima de la fosa común pero a la mayor parte entre mofas y escarnios se les pondría a las espaldas el cartel de "No person". Se los consideraba peores que bestias de carga. Nos decía nosotros somos los elegidos, vosotros los paganos, los "goim". Destruiremos vuestras casas, violaremos a vuestras mujeres, fomentaremos aliyás e invasiones solapadas, vendrán de lejanas a tierras a comeros el pan al albur de la martingala de los derechos humanos. El Padre Ángel ( morirá del fuego de San Antón así reaviente como el lagarto de Jaén) convirtió su iglesia de en una cuadra, en una cohorte de cerdos y en una perrera de gatos, obligando a los santos a oler mal, era de los que más alzaba los gallos. Y se volvieron lluecas las gallinas del corral mediático.
Bergoglio se colocó sobre sus argentinas sienes la mitra del obispo don Opas era el mandamás de aquel contubernio de anticristos. Mucho sufriríamos por aquellos días ¡Ay, Señor!
— Vosotros la raza de víboras estás allanando la historia — yo les dije enfurecido por tales desacatos.
 — Nosotros vuestra historia nos las pasamos por los cojones. Sólo nos importa la Memoria.
— ¿Y qué hay de lo mío? — contesté
— Nosotros somos sionistas, somos los nuevos cruzados de Zion.


Era un sacerdote de la Ley quien así hablaba de forma soez en lenguaje de la chusma. Eran chusma, odiaba la excelencia.
A mí me seguían pasando cosas. por poco se sale de la carretera mi Renault. Hube de pegar un volantazo. Un mozo de escuadra a la altura del Puente de Valdevilla me dio el alto. Y me multó 200€ por no llevar un lazo amarillo en la solapa del parabrisas. Bajé del coche todo indignado y le hablé en catalán:
— Oiga agente tú no eres quien, yo sólo atiendo a la Guardia Civil. Además no me gustan los lazos amarillos, el amarillo es color de la muerte, ningún actor del teatro se viste de ese color da mala suerte. Estrellas amarillas la llevaba en Ausschwitz y lazos amarillos las portaban de emblema en el ojal de la americana los judíos rusos que exigían al Politburó les permitiese emigrar a Israel y hasta que no acabaron con la Unión Soviética no se quedaron a gusto.  Aparentemente los hebreos se salieron con la suya y hoy el Estado que preside Bibi es una sucursal del KGB tendiendo puentes con Putin.
El Torras Chorras, jerifalte catalanista un Orlando furioso contra Hispania, no es nada original, copia a los hebreos rusos, manda colocar en el Nou Camp fotos de Ana Frank y vuelve a trillar la parva del Shoah que es un gran embuste con miras a crear una religión nueva la del Holocausto el Odio y la Venganza que sustituya a la del Amor.
— Hablas sin conocimiento de causa
— ¿Cómo, qué? Yo fui corresponsal del Arriba en Budapest, estuve allí cuando caían los pepinazos de los B-52 y salvé a muchas estrellas amarillas, los refugié en el sotano de mi propia casa, yo fui periodista de Franco y telefoneaba todos los días a mi embajador Sanz Briz. En nombre de Franco salvamos a muchos hebreos. Nuestro caudillo Franco era de vuestra cuadrilla pero afortunadamente no era sionista.
— Que te crees tú eso.
Quedó aturdido el agente de la autoridad pues a mí me salió una vena mayestática que confunde y pasma a los que me contradicen, volvíme irrefutable y apodíctico.
— Bueno circule — ordenó el mozo de escuadro, sus ojos reflejaban ira y pasmo, yo me volvía a mis pajas y entre mí pensé "este tío lo mismo que me pega cuatro tiros y me deja seco; en sus ojos se refleja el furor de los combatientes de Masada" — ahora somos nosotros los que mandamos en España.
— ¿Vengándose de lo que ocurrió en 1492?
— Eso mismo, pero no quiero perder el tiempo hablando con un fascista. Venga arranca.
— Yo también soy judío pero de otra tribu diferente a la tuya. Si yo soy fascista tú eres un nazi sionista que es mucho peor.
El mozo de escuadra se puso de los nervios.
— Calla la boca
— Ni debajo del agua. Para que consigáis que guarde silencio me tendréis que matar. Soy diacono griego y proclamo mi Evangelio desde el ambón.
La Guardia Civil permanecía oculta en su recinto en forma de ángulo convexo, aquella sólida guarnición al lado de cuyos muros paseé yo tantas veces en los días de mi infancia. No vi al cabo puertas ni al centinela en su garita— la pseudo democracia se convirtió en tiranía pues nos dejó a los españoles sin defensas conservando a los agentes del orden como cuerpo represor a las ordenes de un periodismo canalla y desalmado—  y el Regimiento de Artillería en el que sirvió mi padre y yo juré bandera estaba abandonado y sus dependencias convertidas en albergue de ratas y de vagabundos. España en manos de los judíos. El contubernio había ganado... de momento.
Dejé el coche aparcado en el Campillo y bajé a pie contando los arcos del Acueducto atravesé el azoguejo subí las escalerillas del postigo del Consuelo y callejón adelante contemplé la ventana de mi camarilla justo debajo de la Torre Aceitera — llamada así porque tiene forma de embudo y es una alcuza que vigilas las alturas de la ciudad — solemne sombra que nos cobijó el pasadizo de la torre de los guzmanes, la huerta- ya no estaba el viejo moral que plantó el penúltimo rey de la dinastía Trastamara. Puertas cerradas, seminario vacío, lo mismo que el palacio que fue corte del rey Enrique IV. Bajé por el Salón hacia el convento de Santo Espiritu y avancé por el Camino Nuevo hasta lo que llamaban el Osario. Una lápida de cemento armado con consistencia de siglos  con una inscripción en hebreo y la bandera de Israel saludaba al visitante. Algunas personas oraban el con voz compungida y desalentada oficio de difuntos cerca de lo que ellos creían enterramientos de sus antepasados el antiguo cementerio judío pero allí no había tal. Aquel no era el recinto. Aquellas cavernas excavadas en la roca caliza habían sido cavernas habitadas por ermitaños que hacían penitencia frente a las murallas de Segovia la ciudad pecadora. La vista era espectacular. Todo el recinto amurallado recordaba a Jerusalén. La torre de la iglesia de San Andrés ponía contrapunto a la maciza linterna de la Dama de las Catedrales. A la izquierda quedaba adelantándose al espolón de la barbacana utilizado durante la edad media como fortín y más tarde como matadero municipal aunque antes, mucho antes, estuvo allí emplazado el osario judío. Paz a los muertos de Israel y a los que santificaron Su Nombre. Elí, Elí, lamma sabactaní. Españoles sois cristianos, tú clama no ceses, gritad contra los nuevos inquisidores, luchad contra el sanedrín mediático. Yo estaré con vosotros hasta el fin de los siglos.   
 

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