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viernes, 10 de abril de 2020



CRISTOBAL DE CASTILLEJO UN POETA ESPAÑOL QUE DEFENDIÓ VIENA CONTRA EL TURCO.



Los de la generación del 27 magnificaron a algunos grandes poetas del Renacimiento como el barcelonés Juan Boscán y Garcilaso de la Vega pero a mi entender hicieron de menos a un máximo poeta del Renacimiento: Cristóbal de Castillejo. “Si Garcilaso volviera yo sería su escudero ¡qué buen caballero era”, proclama Dámaso Alonso, chorizandole un verso a este gran vate que nos ocupa. Por desgracia el valeroso toledano que perdió la vida escalando el muro de la ciudadela de Frejus defendiendo el estandarte del emperador de romanos hoy no se entiende. Su poesía es demasiado italianizante y sus ninfas y sus valles nemorosos dicen poco al hombre moderno poco paciente para asimilar la acendrada alegoría de este capitán de los Tercios de Flandes. Por el contrario los versos de Cristóbal de Castillejo (1490-1550) conservan una textura informativa que llega a la mentalidad moderna. Nacido en Ciudad Rodrigo y al parecer cisterciense abandonó el monasterio donde profesó sus votos para unirse a la hueste imperial. Participó en la defensa de Viena contra los turcos y fue un enaltecido entusiasta de los metros castellanos contra los petrarquistas. En esta pugna literaria se impusieron los imitadores del Dante en la misma medida en que la agitación religiosa promovida por Lutero iba a llenar de amargura a los leales de Carlos V. El de Ciudad Rodrigo es uno de los primeros en dar la voz de alarma como demuestran estas octavas:

¿Quien te engañó, Castillejo

Estando bien en España

A venirte en Alemaña

Para dejar tu pellejo

En tierra ajena y extraña?



No me engañara esperanza

Del interese traidor

Ni apetito de favor

Ni deseo de privanza

Mas engañome el amor

Y este dio causa al yerro

Porque amó a su rey demasiado

Con lo cual se han engañado

Otros muchos como yo”

Poco antes describe algunos “landmarks” de la ciudad de Viena: Enzefelt, el Rodán “donde cuecen los panaderos rosquillas frescas y artalejos, hojaldres y pastelejos, el Of y el Ochoc Mark que se asoma al Danubio y a la feraz campiña. Hay docta universidad y devota clerecía etc. es un poeta descriptivo que da cuenta de las realidades de aquella Europa del siglo XVI, el siglo del amor. Su condición de fraile no le vedó el conocimiento de las mujeres. Su lira canta a una tal Ana Shaumberg que, ingrata, lo abandonó por un lansquenete y él se volvió al convento a pasar sus últimos días. Alguien podría creerle sospechoso de misógino. ¡Que va! Cristóbal de Castillejo era realista y así declara que la alcahuetería es parte de la vida misma. En la tercera década del siglo XVI aun no había asomado la gaita la prensa del colorín pero en Viena la chismorrería tenía su aquel:

…los cuentos

de las mujeres caseras

son según sus pensamientos

desposorios, casamientos,

vientres, partos y parteras

cuantos hijos tiene María

y cómo empreña Rodrigo

cuando su tiempo se aparta

Del contorno del ombligo.

Hay licencia de mirar

Si hay algo digno de vello

De reír y de burlar

Y a veces de retozar

Quien tenga práctica dello

Mas al fin habéis de ser

Como Tántalo que toca

Las manzanas con la boca

Y no las puede comer

Teniendo hambre no poca…

Porque yo siendo extranjero

Me huelgo tanto en Viena

Y por morada la quiero

La sífilis y las bubas formaban parte del lote de aquellos tercios que, inseguros del tiempo presente, antes de la batalla, se entregaban a los placeres de Venus y Baco. A los enfermos del mal francés les daban una dieta de pan y pasas y les fajaban en una sábana mojada en agua hirviendo… “Mira que estoy encerrado en una estufa metido de amores arrepentido”. También del palo santo o leño de Indias se extraía un ungüento con el que se trataba la carne dañada por el trepanoma sifilítico. Paralelamente canta las excelencias del vino del Rin que no puede compararse al de San Martín de Trebejo cerca de su pueblo. Añora aquellos besos al jarro que iba de mano en mano cuando la soldadesca estaba de guardia para entrar en calor. “Quiero vino de Eljas hasta que me ardan las orejas”. Un vino de dos orejas, en consecuencia, es un calificativo supremo para un buen caldo. Este cisterciense a lo que parece era un “pinta” y no le hacía ascos a tales menudencias pero muchos frailes de aquel entonces eran así. Acérrimos en su fe, leales a su rey, disolutos en sus costumbres. Y a su vez profundamente humanos. Nada de camándulas. Por la poesía del mirobrigense corre un venero de optimismo cristianismo que retoza en sus versos cabales. Sus libros son como un gran reportaje, un cuadro de costumbres de la época. No se le escapa el hermafrodito ni las cantineras de la compañía que se desplazaban con el regimiento formando parte de la impedimenta siendo tan importante del ajuar de combate como los carros, las culebrinas, los arcabuces, la pólvora. Escribe versos a su mulo, a las monjas de un convento que dan recados falsos a un trovador, a cierto escribano converso, baratón y apañador pero buen compañero, a un vizcaíno que pedía aguinaldos, o escribe sobre los razonamientos de un capitán a su gente. A una dama a quien un caballero dejó por heredera de su fe y testamento. Gracias a Castillejo sabemos que el año de 1540 toda Europa fue invadida por un frío polar conjugado con inundaciones y sequías así como cataclismos políticos: el cisma de Enrique VIII, la rebelión del landgrave Felipe de Hesse. Los adivinos decían que empezaba una nueva era entre estertores de cataclismos, hambres, guerras. Los turcos se entienden con los venecianos. Mientras esto escribía Castillejo en el sur de Francia Nostradamus se disponía a redactar sus famosas cuartetas. Tiempos recios a los que refería tambien santa Teresa de Jesús. Pero sobre todo hombre de su tiempo el cálamo del mirobrigense tiembla de sentimiento erótico:

Ribaldo grande eres amor

El turco no se te iguala

… mas justo fuera amargura,

Amor por nombre ponerte.

Mordaza. Morbo. Locura

Furia. Rabia. Mordedura.

Mordaza. Tártago. Muerte.

Porque el Amor verdadero

Sólo a Dios pertenece

El desistimiento de la idea imperial a causa del batallar inútil con anabaptistas, luteranos, petrarquistas y turcos se torna melancólica misoginia. El clérigo despierta en su sinrazón de tanto ir a la caza y procura del amor mundano y es muy severo con las mujeres. Trae a colación unos versos que repetían los estudiantes en las aulas de la edad media glosando tal vez a Ovidio: 
“ Quid levius vento? 
Fulmen. Quid fulmine? Flamma. Quid flamma? Mulier. Quid muliere? NihilEsto es la mujer, el ser y la nada. Tierra y polvo. Del polvo nacemos y a él volvemos. Bebe esta misoginia en fuentes escolásticas llegando Castillejo a decir: “Oh buen Dios cuan gran mal fue poner nuestros placeres en un tan descomunal y peligroso animal como son las mujeres tras las que andamos y así el remedio que buscamos para nuestra enfermedad basado en su liviandad tarde o nunca lo hallamos”. El tema es un eco de Villón, del arcipreste de Hita, de Chaucer, del propio Bocaccio. Francisco de Quevedo lo vuelve a retomar hasta convertirse en el polvo enamorado que finaliza uno de los sonetos máximos de la lengua española. El haber arrumbado en un anaquel cubierto de polvo a estos próceres que conocieron el amor y sus desencantos que lo padecieron y cantado nos ha llevado a estos estragos feministas. A esta revolución de las bragas que nos sobrecoge a los desterrados hijos de Eva. Cabe advertir que Castillejo un paladín del renacimiento; vivió en el siglo del amor, el decimosexto, era de Piscis, de soles radiantes, sol de Cristo y ahora en la centuria vigésimo primera hemos entrado en una conjunción peligrosa bajo el signo de Acuario. Quizás por eso Cristóbal de Castillejo sea un vate olvidado. Interesa poco su sabiduría. El sol de Cristo se oculta vergonzoso tras jirones de nube pero al final resplandecerá triunfal sobre la luna y los lunáticos que la adoran en forma de mujer

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