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sábado, 8 de julio de 2023

 

ZORRILLA CONVIDADO DE PIEDRA EN SEGOVIA


este blog defiende la unidad de España y a su cultura




JOSÉ ZORRILA Y LA POBREZA




He vuelto a Segovia. Bajando del tren- llegó retraso lo que no suele suceder ahora en los ferrocarriles españoles, se le escacharró el ténder cerca de la Losa por el Camino Nuevo, pasado el viejo hospital de la Misericordia donde el doctor Cañizo me sacó las amigdalas. Aquel momento lo recuerdo un poco como la antesala del infierno. Los instrumentos quirúrgicos eran los garfios con que debieron de dar tormento a los mártires. Me sujetaba un machacante que tenía mi pobre padre al que pegué tantas patadas que el hombre cuando lo encontré al cabo de cerca de cincuenta y tantos años en Fuentepiñel todavía se acordaba de aquellas patadas a la espinilla. No me imagino yo a los santos del martirologio romano a pies quietos y cepos callados cuando el verdugo le azotase o estirase, excruciante, los miembros en el hecúleo. Todavía tengo pesadillas algunas noches por aquellas bravas anginas y se me aparece el oto laringólogo aquel como el gran vigolero del imperio romano. Cañizo era un sayón de todas, todas. Creo que acabó con mi tonsilitis pero nunca con el terror a los cirujanos. El convento de la Merced era un siniestro edificio destartalado que durante la guerra lo convirtieron en hospital de Sangre y sangre eché yo más que un gorrino. Hoy es un fantasmal caserón. A la puerta hay una estatua de don José Zorrilla sentado en un banco. Me pongo a conversar con él y me cuenta sus peripecias. El autor del Tenorio pasó mucha hambre y su existencia fue perseguida por el rastro de la envidia y de la comprensión. Murió en la pobreza como tantos y tantos literatos. Triste destino. Retumban en mi memoria los versos del comendador. Yo a los palacios subí, yo a las chozas bajé y en todas partes dejé memoria infausta de mí. No sé qué secreta clave sella el destino de los hombres grandes. Él y yo, convidados de piedra, fumamos tranquilamente frente al atrio del la iglesia de Santa Eulalia. No reconozco a mi ciudad, tampoco casi a mi país pero Don José y yo nos resignamos con la esperanza de tiempos mejores. Nuestro oficio no trafica en influencia ni en vanidades. ¿Por qué será tan bella Segovia? Porque es triste. Porque somos pobres. Menos mal que ya no le duelen las anginas a este zapatero de palabras prodigiosas.



 Malditas guerras. Las pierden todos


En mi expericia como corresponsal saqué la conclusión de que Norteamerica es una nación belicosa. El dólar, la fuerza, siempre prefirió los cañones a la mantequilla pero le gustan las guerras desde lejos y la que está librando mr. Biden por interpuesto (no nos engañemos la invasión del Este de Ucrania es un pretexto: el verdadero objetivo es acabar con Rusia, hacerla trizas).

La escuela teológica salmantina de Francisco Suarez aprobó la guerra defensiva que es justa y condenó la injusta. Tal aserto sonará a música celestial a los oídos de los generales con cuatro estrellas del Pentágono.

O de los gerifaltes de los altos despachos de Wall Street fumándose largos vegueros. Ellos viven de eso; del warmongering, la agitación, el dominio. La conquista.

Practican el lema romano del “divide y vencerás” pero Julio Cesar era un civilizador. Los gringos lo contrario: descivilizan, machacan y destruyen culturas para que el globo terráqueo sea una sucursal de Yanquilandia.

En lugar de culturizar, desculturización a toda mecha. Siempre atizan el fuego sagrado de un conflicto sin que corra el peligro de convertirse en global. Mis muchos años al pie de la noticia ─ me gané el pan, dilapidé mi juventud escribiendo sobre guerras, estallidos de ira, agresividad─ me han convencido de hacer un esfuerzo gigantesco e inane. 

He sido lo que llaman los anglosajones corresponsal diplomático. Mi archivo está repleto de cajas con recortes de periódicos, blocs y jotters escritos con letra febril y apresurada. El 13 de junio de 1982 escribía yo en “Mediterráneo” de Castellón este despacho bajo el titulo “La guerra la `pierden todos”. Había estallado la guerra de las Malvinas entre Inglaterra y Argentina:

Los acontecimientos en el Atlántico sur han provocado una ola de abatimiento y patriotismo en sendos bandos. Después del arrebato cuando empiezan a llegar cadáveres de los que caen en combate el ardor bélico parece desinflarse. En Londres ponen en tela de juicio la locura arrebatada de la Thatcher que mandó hundir el Belgrano. Creo que con tal mandato cavó su sepultura política. Al cabo del tiempo a 41 años vista me dieron la razón los hechos. Doña Margarate, hija de un tendero de Grantham murió alcohólica, un hijo se le mató, cerró las minas y acabó con la industria pesada británica. El hombre de la calle la odiada. Al general Galtieri le pasaría iden de idem. Fue degradado y metido en la cárcel

 Creo haberla clavado. Inglaterra aunque gane este conflicto lo perderá a la larga. 

Inglaterra la Inglaterra profunda no es ese de Eden de las carreras de Ascott con esas señoritas emperejiladas que lucen pamelas ridículas y caballeros luciendo sus chisteras. Hay otra Inglaterra más profunda que es la que yo amo que se encuentra en la margen izquierda del Támesis y seguramente que usted amigo lector también. Es el país con el sobre de la paga de los viernes para ir al dancing halls o al pub a jugarse los pocos chelines que quedan en el bolsillo. Las cinco pintas de cerveza. 

Last orders please... y la campana que suena conminatoria a las 10 de la noche cuando cierran las tabernas. Esos ingleses de clase obrera que, llegado el miércoles y finiquitado el numerario, apaciguan el hambre a fuerza de tazas de té con pan y mantequilla y cigarrillos Number Six.

En los barrios bajos de Londres, en Manchester en Hull habrá a estas horas temblando a que suene el timbre de la puerta muchas madres, esposas y abuelas para abrir la cancela al bobby con cara de funeral que les comunique la fatal noticia. “It is our Johny,, my poor son”.

Durante la primera y la segunda guerras mundiales las bajas del frente no se anunciaban en los periódicos pero los pueblecitos dela zona rural de todos los condados muestran cerca de la tienda de la esquina estelas funerarias con el nombre de los que dieron su vida por la Reina.

En Buenos Aires, en Mendoza y en Rosario pasará lo mismo. Un oficial de Transmisión se acercará a una estancia porteña. El caído se llamará Enzo o Jorge Luis... son los de bajo, los más humildes los que suelen morir.

Nunca los hijos de la Viuda que se dan maña especial para liberarse de la mili. Desde luego, a los héroes se les proclamará en letras de molde en las lapidas funeraria. Se les colmará de honores y de medallas pero esas condecoraciones llegan tarde, no servirán para nada. Si acaso alguna paga, poco más porque las guerras no las gana nadie. Las pierden todos y lo digo esto sin prurito cobarde o pacifista pero me duele que a la guerra no vayan estos hijos de la Viuda”. Hago reserva de una observación en el caso de Ucrania no es Putin sino los EE.UU quienes están del malvado Zelensky. Claro está los rusos se defienden y acabarán derrotando al matón gringo, que se cree el amo del mundo como lo hizo Ho Chi Minh en Vietnam"