BAJO EL YUGO DE SOROS. LA NOVELA DE LA PANDEMIA Y LA GRAN CORRUPCIÓN
Tente que te unto es el título de la portada de esta novela picaresca que narra las tribulaciones de un español del montón (Villeguillo lo llaman) descendiente de conversos que se dirige a Segovia cuna de su nacimiento para llorar cabe las piedras del adarve de la Hontanilla y pedir perdón al Altísimo por sus pecados.
De todo aquello ya no queda nada. Las cosas han cambiado de tal modo en su ciudad que ofrece un semblante irreconocible.
Acaba de curarse del virus y de salir de la cárcel por haber matado a una funcionaria una tal Carmen Fernández del Toro que tenía una amante, Sonia, que le llamaba cada mañana para reírse de él y de la Virgen María pero la muralla de Segovia era romana al igual que el "Wailing Wall" del templo de Jerusalén destruido por Vespasiano y el cementerio donde se guardaban los huesos de sus antepasados no era el camposanto hebreo que estaba más arriba en los jardinillos de san Roque.
Se han articulado mitos.
Todo es una gran patraña. La historia no ha sido narrada como se debía.
Eran las cuevas de los ermitaños que hicieron penitencia frente a la panorámica impresionante de la ciudad del Acueducto para convertirse después de la edad media en albergue de gitanos.
Por allí pasaba la Sacramento, abuela de la raza calé, echando la buenaventura y ofreciendo tallos de la flor de romero. Al que no se lo compraba lo maldecía con un cáustico: "usted ya huele a muerto, señorito. No le quedan ni quince días".
Villeguillo en vez de rezar escucha la música eterna del Río Clamores que va a despeñarse y unirse al Eresma frente a las rocas de la Fuencisla.
Allí María del Salto al que el sanedrín había mandado arrojar al vacío por adúltera ─ la lucha de género no es de ahora, la violencia domestica y los celos son más viejos que Carracuca─ seguía haciendo alpinismo "!sobre la roca do alza sus nidos un pueblo entero de amor transido".
La gran masa de los súbditos de la aljama al venir mal dadas optaron por bautizarse "por bien parecer" pero siguiendo judíos hasta la médula. Por eso quizá sus paisanos tenían doble personalidad y piel gatuña almidonada de hipocresía. ¿Es esta la entraña de la España conversa?, Villeguillo se pregunta. ¿Por qué me odian, por qué me envidian, si yo jamás quise hacer mal a nadie?
Sin embargo el que me la hace me la paga¿ La ley del Talón es patrimonio del alma judía? Yo no creo en el buenismo porque me enseñaron de pequeño que la verdadera caridad empieza por uno mismo.
A Villeguillo no le parece bien este transfuguismo de sus temporarios a los que increpa con grandes parrafadas.
El protagonista se siente abandonado por todos; por el papa, por los rabinos, por los curas y por sus compañeros de seminario con quienes celebra una comida de hermandad todos los años y allí dos de ellos el Herguedas y el Expedito le llaman maricón.
Su patria España ha dejado de ser tal bajo el cetro borbónico.
Sin embargo, su fe en Cristo y su gran confianza en la Virgen María no sufrieron merma alguna. Esa es la gran esperanza de Villeguillo quien acaba de curarse del virus y de perder a un amigo escritor que se suicida. Se trata de un retablo compungido y a su vez alborotado y acusador del mundo en el cual vivimos.
Cabe notar la cara del obispo con mitra y aire sereno de un verdadero padre de la Iglesia que vigila al lector desde la contraportada del libro.
Dicho mitrado que nos mira desde el retablo con gesto adusto y melancólico, debe de sentirse asimismo traicionado por el Papa Francisco y los obispos conferenciantes episcopales que han convertido la casa de Dios en una cueva de ladrones y se han rendido, temerosos de perder su estatus, al señor del mundo que es el diablo.
El catolicismo ya no es lo que era. Es una Ong, concluye Villeguillo.
Bajo el Yugo de Soros
132 pp.
Autoedición
Precio 15E€
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