RAMIRO DE MAEZTU Y WHITNEY
“Vosotros no sabéis por qué me fusiláis pero yo sé la causa por la cual muero” dijo Ramiro de Maeztu Whitney escritor periodista medio inglés y medio cubano militante del socialismo y de las ideas avanzadas que fueron evolucionando a un libro clave que debieran hojear todos los hispanófobos.
Pronunció estas palabras ante el pelotón de fusilamiento. Fue una de las miles víctimas del terror rojo en aquel noviembre negro de 1936. Este vasco entreverado de muchas sangres, hijo de un capitalista que se arruinó en la guerra de Cuba fue un adalid de este presentimiento profético que en 1920 nos sobrecoge: el astillamiento y quiebra de una patria que fue madre de muchas patrias y muchos pueblos, que creía en esa España aventurera y pinturera, nunca racista, adalid de la catolicidad y de la universalidad, y creó un imperio espiritual nunca económico y que encontró para la humanidad una forma de ser, estar y pensar. En eso consiste ser hispano.
Maeztu vivió casi veinte años en Londres y quiso trasladar ese grandioso parlamentarismo inglés a la España decaída y miserable de la Restauración.
No fue posible.
“Defensa de la Hispanidad”, su obra maestra, no es un libro demasiado bien escrito, ni que se deja leer fácilmente, pero que sobrecoge por su contenido profético: la debacle parlamentaria de los políticos, la hipocresía eclesial (la Iglesia vaticanista nunca fue patriota en la edad moderna) el analfabetismo y la ignorancia del pueblo.
Es el Maeztu de sus años revolucionarios, pues creía en una unión de trono y altar de acuerdo con los imperativos carolingios. Todo eso se vino abajo al irrumpir Lutero y Calvino. La defensa del papado y la Contrarreforma costaría ríos de sangre derramada en Flandes a los españoles.
Ramiro, consumado anglófilo, admiraba la solución pragmática de los ingleses al cisma con la creación de una iglesia autónoma en las Islas Británicas (la High Church anglicana)
Es un texto con mucha pegada escrito desde planteamientos socialistas, un socialismo español (Maeztu se inspiró en el Fabianismo laborista) que se tornó global/sionista.
Volvemos a las andadas. A él le dolía España y por ella vertió su sangre.
El españolito de a pie sometido al yugo de los políticos desalmados (enchufismo, empleomanía, la lucha de géneros por la lucha de clases, corrompidos, venales) formando parte de una sociedad aturdida por unos medios de comunicaciones de corifeos del enchufismo ─ ¿en qué tertulias parloteas, Fernandito Jauregui y a cuanto cobras la colaboración? Con tanto postureo no me extraña que seas millonario y que andes buscando piso y casoplón por Galapagar─ vive cretinizado y bombardeado por ráfagas de Covid19. No sabe a qué carta quedarse, ni para dónde tirar.
Este es el entimema en redor del cual gira el argumento de mi último libro “Bajo el yugo judaico”.
Los medios de comunicación, dominados por Nostramo, se han convertido en potro del tormento para los españoles de bien que asisten empavorecidos, aunque impávidos, al derrumbe de su patria. Hablan por boca de ganso verbigracia; por la del enemigo.
En 1898 cayó el último florón del imperio. Dos siglos después la crisis es mucho más profunda que la de la derrota de Cuba y Cavite, pues supone que con su parcelación en taifas (Cataluña, Vascongadas, Galicia, donde manda ese antiguo hermano marista por nombre Feijoo, discípulo del tancredismo de Rajoy, España habrá desparecido.
Fue el miedo que torturó espiritualmente a este vasco de primera fila y al socaire de esa tortura se comprenden sus últimas palabras ante los sicarios rojos de Santiago Carrillo: “vosotros no sabéis por qué me matáis pero yo sí que sé por qué muero”