PREFACIO
Mi amigo Quintiliano Quindejas al que llamábamos
"Soguillas" cuando éramos guajes regresó al Requejar- apud-Tejares
tras su visita al cementerio lugar más romántico y mejor ventilado no puede
haber en el mundo, a orar por sus difuntos. No estaba seguro de que fueran
escuchadas sus interpelaciones a lo alto. Allá la oficina de reclamaciones
celestial debía estar cerrada o era la hora de comer. Sólo con los ojos de la
fe podía tener sentido aquel enigma en oposición abierta a los dictados de la
naturaleza que guarda ominoso silencio sobre el sentido y propósito de nuestro
vivir. Somos física y química, un setenta por ciento de agua riega nuestras
células que se pudren cuando el corazón se para. Somos tierra y el barro en que
nos fraguaron, un cuerpo que se descompone en polvo. Ítem más, aquel quietorium
donde reposaban sus antepasados era un
lugar bello, bien soleado y aireado por el viento seco de la meseta. Le
entristecía y le espantaba el pensamiento de la muerte cuando acababa de
cumplir setenta y seis años después de haber curado del Covid casi
milagrosamente. El tiempo se acababa. Siento mis manos vacías, Dios mío.
Aceptaba los hechos, concedía derrota. Había llegado desde su rincón asturiano
donde vivía solitario con un retrato de san Pacomio eremita sobre la cama y una
calavera encima de su mesa de trabajo para rogar piedad y misericordia y
entregarse a una profunda meditatio
mortis[i]
al estilo de los místicos que vivieron sólo para prepararse para la muerte. Hay
que morir hay que dejar la carcasa. Lo
irremediable no tiene vuelta de hoja Tal pensamiento se convertía en una
obsesión dejándole entristecido el
ánimo entristecido, y yo voy a tratar de poner blanco sobre negro los
puntos de su azarosa biografía. Me llamo Eutimio Guzmán pero para el
vulgo soy “Timi Quinolas” Debe de ser por mi afición a la brisca y los juegos
de azar y al vino. Bebe y aléjate de las mujeres. Eso es muy difícil, tío.
¿Cómo lo conseguiste? Ah mediante la reportación, abstinencia y continencia. “Vinum bonunm letificat cor hominum”. La
cita viene del Eclesiastés... No me vengas con monsergas, Quinolillas, que ya
nos conocemos. Sé que eres adepto a los postulados del Príncipe de la
Mentira... venida la hora del Separador que apartará el trigo de la cizaña. Me
pregunto yo si no seré yo la sombra del Soguillas, su alter ego, su otro, el
exergo, la sobrehaz, la otra cara de la moneda. Por eso nos damos caña. El
debate se prolongará durante toda la eternidad.
Le contradigo con mis propias conclusiones y silogismos Él no me
conoce ni de vista pero yo bien que lo conozco a él, y hasta puede decirse que
vivo en él. Soy su “otro”. Siempre le canto las cuarenta, copo la banca y él ni
se entera el pobre porque es un cura apóstata que anda algo perdido yendo de
acá para allá, de sinagoga en sinagoga, de quilombo en quilombo, de taberna en
taberna y de rota en derrota. La hez de la sociedad, los últimos de la fila,
los perdedores, los anarquistas, los soñadores, apartados por la chusma,
hablamos otro lenguaje. No nos entienden. Ya somos viejos. Somos tahúres de la
palabra. Hemos leído demasiados libros, lo que no se perdona en estos días de
abundancia hedonística de analfabetos. Los dos somos de Segovia la patria del
“Buscón” y del “Domine Cabra”. Hijos del arroyo, flores de jara. De la
picaresca y de la astucia atributos, y puesto del dicho que se dice que de
escarmentados se hacen los arteros, algo nos toca. La mala vida nos enseñó a
disimular pues en este mundo todo se nos va en apariencia. Alardeamos de
blasones y de venir de la pata del Cid cuando no somos sino perailes. Al mirar
cuanto dejé atrás en mi vida pasada siento haber sido un cero a la izquierda.
Escuchamos voces, atendemos a la llamada pero luego resulta que estos gritos
son refracciones del aire que sale de una boca que no existe. Bajo el tornavoz
del púlpito coronado por la Paloma del Paráclito (pongámosle paños al púlpito)
se han vaciado los templos no se escuchan sermones, murieron los predicadores.
Los púlpitos fueron sustituidos por cámaras y micrófonos. Desde su ambón se
imparte la teología del mercado y los anunciantes de un mundo feliz en el cual
no cabe ser, sólo tener─ el mejor piso la mejor lavadora, el cuerpo más
apolíneo, las más bellas mujeres─
consumismo a cada hora. Vivimos dentro de una burbuja, no sirve darle
vueltas. Nuestra vida es más regalada que la de nuestros padres. Labramos con
el pescuño y la reja del arado romano y ahora andamos por el ordenador, los
viajes a Marte, el cambio de sexo y la reproducción asistida. Sin embargo no
hemos podido acabar con la pandemia y los políticos se refieren al cambio
climático como una amenaza apocalíptica.
─Cultura de la queja, Eutimio
─Cierto. Nuestra senectud está siendo mucho menos trabajosa que la
mocedad.
─Se extinguieron las pasiones. No se nos empina, abandonos Priapo.
Estamos para sopitas y buen vino. Se acabó el tiempo del “cherchez la femme”.
La anafrodisia nos sume en estado de lánguido estupor a la vez que nos libra
del alarde venéreo.
─Eso serás tú, Soguillas. Yo todavía… todavía.
─A mí el sexo ya no me pica. Me causa risa. Entro en los chats
porno de la red para conjurar mi aburrimiento de las largas noches del invierno
en la casona. Me hincho a ver cufros, tetas, carajos, meneo masturbatorio,
eyaculaciones salvajes y suspiros, he descubierto que la hembra es insaciable
como dicen que era Felipe IV el rey nuestro señor. El fuego no se le apaga
eternamente en su pebetero. Todo son glándulas químicas. Una función
fisiológica y casi coprologica como mover el vientre o evacuar la vejiga.
¿Donde están las feministas? ¿Qué hacen las sufraguistas de los movimientos ad
lib para evitar que la mujer se convierta en una paridora objeto de placer?
─Mal andas, pecador. ¿Y este es aquel antiguo seminarista que
aspiraba a la hornacina que quería ser santo como Luis Gonzaga. Y ahora vives
como un eremita en su Tebaida apartado allá arriba en un lugar donde cristo
dios las tres voces.
─Si no lo quería al menos lo disimulaba. Desde los quince años
llevaba cilicio los viernes en cada pata. Había que mortificar la carne pero de
cuanto perdí ahora me resarzo.
─Fariseo.
─Gilipollas.
─Vivo sin vivir en mí
Estas
internas discusiones del yo enigmático llevaba nos a ponernos boca bajo frente
al abismo. A lo lejos quedaban las anfractuosidades de los vientres de la
montaña ocultos como su sino. ¿Cuál sería su destino? La quintana en soledad no
respondía a la interrogante. Estaba plantada como una torre dominadora sobre el
caserío de la aldea alzándose casa de indianos sobre los pumares de
Valleluengo. Olor a cucho y aire claro. Allí fuime yo a pasar mis últimos días
en una aldea que llaman Butiellu. Su anejo: el Uellu por los pagos de San
Fermín cerca de la rasa que mira al cántabro mar, paralela al Cabo Peñas.
Quería empañarme del sonido musical de las olas que conjugan, marea viene y va,
mis arrepentimientos mezcladas con el canto de las sirenas de la mar y las
xanas del bosque o las nereidas que peinaban sus cabellos entre los remolinos
del rio Esqueiro. La verdad es que a este cura le remordía la conciencia.
Formación eclesiástica y latines del ayer suprimidos por la nueva liturgia.
Estaba harto de teorías y de retóricas en mis últimos días. Yo sentía que este
mundo ya no era el mío. Dejé de ver televisión pero me colgué a la Red como
tantos mortales en los comienzos del presente siglo y yo era más bien un hombre
del siglo XX y por mis lecturas de los clásicos españoles. Me deleitaban las
páginas de Clarín, Palacio Valdés y Quevedo el genio de nuestro idioma Teología
de la liberación. Miesesmucha─ el Soguillas
para sus amigos─ entró en la institución
con limpios ideales su amigo se fue de misionero a Senegal, colgó los hábitos y
se casó con una negra. Tiempo adelante se torció. Vio venir a un sátiro con
sotana. Este no es galgo ni perdiguero y se dio cuenta de que hay un desfase
entre lo que se busca y lo que se alcanza. Esta es la calve que da pábulo a la
violencia. El cardenal, la curia, los pajes caudatarios, ─yo llegué a ser fámulo del obispo que me dio la tonsura y
ordenó de Menores─ es lo accidental. Me enseñaron a guardar los sentimientos,
obra con disimulo. Doblarás el espinazo ante el Poder, luego a sus espaldas
reirás dél. Y con esta normativa fui iniciado en el arte de nadar y guardar la
ropa, a ser avezado en las artes del enmascaramiento. Conoció a un tal Félix el
hijo del cabo de la guardia civil de Vegafría que nos llevaba al cuartelillo si
nos pescaba llevando el carro sin fanal o subíamos la cuesta de San Miguel de
San Miguel sin luz en la bicicleta. Nos inflaba a palos. El Félix era un pícaro
redomado llegó a ser el primero de la clase pero se hizo revolucionario y acabó
de terrorista de la ETA. Todos los meses en el cuadro de honor y mira como
acabó. Iglesia dinero poder sexo. Nos
fuimos por mal camino. De repente irrumpió un nuevo código de conducta
entre los clérigos. Hay que andar a la mira y poseer capacidad de adaptación y
de flexibilidad de vertebras Libros antiguos de piedad se descatalogaran o
fueron a parar al anaquel. Los jesuitas quemaron sus bibliotecas. La “Pasión
del Padre” y otros tratados de devoción acabaron en la hoguera, se vendieron
tomos de los antiguos vademecums de Mística al peso. Fueron a parar a almacenes
destartalados de los libreros de lance. Esa fue su querella y parte de su
dramática situación. The randy priest
became a dangling man cuya vida
colgaba del vacío. Mitras conciliares, testas coronadas y en los estrados
quedaron para siempre enterrados su sueños e ideales. Se esfumaron en el aire,
ya dormían con los fantasmas. Se dio al vino. Visitaba los prostíbulos. Una
hetera le curó de lo suyo, la hizo un chico. Estuvo mucho tiempo que le dolía
el compañón derecho. Buenos se han quedado tus dídimos. Para el arrastre,
prenda de mi corazón. Flotaban las sombras. Pasaban corozas cabalgando a lomos
del mulo de la inquisición, un paseo mucho menos agradables que otras
cabalgadas que tuvo trotando hacia el Edén. Que fue de ti Marfisa, el ojo
ladrón y el coño puto, pero ¡qué coñete rico! Jugaban al puño puñete quítale y
vete en las tardes frías de enero después de las grandes nevadas de por san
Antón y cortaban ramas del perejil que eran más tiernas por el mes de enero y
con ellas se lavaban los dientes y la vejiga. Las guerras de democracia
sustituyeron a las antiguas guerras de religión. El siglo XX como el XVI fue también el del amor y el del
desmadre de las folías del rock. Scout McKenzy cantaba el si vas a san
Francisco en los guateques y al cura rebotado y a sus novias se les ponía la
carne de gallina. Me gustaba Elvis y los Escarabajos de Liverpool. Había que
ventilar el alma con nuevos sonidos y canciones las que berrean día y noche
Radio Estulticia y Radio Corazón desde un barco pirata en sus programas light exentos de trascendencia.
Es grande vivir. El que vive alegra la vida y agrada a Dios. Randy priest, no entiendo la razón de tu
desvarío. Así y todo, creo que permaneces terne en tu fe.
Volver
hacia aquellos pagos era el regreso a un pasado que fue tiempo de lucha y de
combate. Eran sexmos aguerridos, tierra de soldados de fortuna que se han
venido abajo. Su lanza oxidada ha perdido el filo. Está embotada. Pequeños
apenas cabían pr la escalera de caracol cuando subían a la Torre a tocar las
campanas pero recios como encinas. Sentía la llamada de su tierra.
Lo convocaban sus muertos.
II
Las
tardes de mi niñez, si el recuerdo no me
traiciona guardan el aire serrano de estos andurriales, un espacio que yo
ocupara, andan desparramadas por estas
trochas de san Pedro Abanto a la vera del Eresma. Me he llegado hasta la
sepultura de mi padre enterrado allá arriba, he depositado un manojo de madreselvas
y me he ido por donde vine sin dar demasiadas explicaciones a los de este
pueblo que siempre fueron malos, envidiosos, criticones y no se merecen la cruz
protectora que guarda su sombra desde los vanos de la Torre. Por fin
redescubierto que el letrero gótico que recorre a jirones la pared de la
sacristía es del siglo doce. Antes debió de existir una iglesia muzárabe con su
iconostasio y antes un templo a Hermes Trismegisto y Crioforo un dios egipcio
que se apropiaron los romanos y al que representan llevando un cordero al
hombro. Es la vera efigie del mito del Buen Pastor al que se refería Jesús en
sel Sermón del Monte o de las Bienaventuranzas en el que se recogía una
tradición politeísta.
No hay por qué rasgarse las
vestiduras. Aquí no nos vamos a quedar ninguna para simiente ni hemos surgido
por generación espontánea. La Biblia se inspira a veces en los oráculos griegos
y a mí siempre me ha costado un huevo que pensar que las historias del Viejo
Testamento son palabra de dios habiendo salido del cálamo calenturiento de un
hombre como los demás.
Lo que pasa es que todo se transforma y se
recicla y un día de dios no es como un día de los hombres. Aquí hasta el viento
que sopla trae mensajes esotéricos (“esoteros” es lo de adentro lo que no
parece) y por eso les patina el embrague a tantos porque no saben ver lo que
subyace. Son exotéricos o aparienciales
Aquellos frailes llegados de allende Pirineos
con bozones y otras maquinas de guerra,
sus cartabones, su escuadra y la espada, y su fe, sobre todo la fe trinitaria,
con el libro de los salmos, con el hilo y la plomada, adalides del Cristo
Artífice sabían mirar a las estrellas y los sillares que aquí clavaron parecen
colocadas ayer y tienen diez siglos. Los
esgucios intactos de las ménsulas
historiadas nos dicen que la historia, la vida del hombre, es un ciempiés, como
una escolopendra avanzando lentamente camino de vuelta al edén de donde fue
expulsada. Están demás los apriorismos. No hagamos demasiadas preguntas a la
esfinge. Creer lo que no vimos es una virtud cardinal y uno de los principios
de la gnosis.
Subo
la cuesta de la Vuelta los Carros donde se espantaba hasta de los cardos
borriqueros que crece por allí muy tiesos. allí el burro del Tío Aquilino hacia
molino, que hubo que ir a sacarlo varias
veces, la carreta del Tío Farruco que
iba siempre un poco cargado, tanto él como las mulas. Ya le había pegado unos
cuantos besos al jarro que él denominaba su tentemozo particular. Nunca hubo en
el mundo hombre más feliz y eso que no sabía leer ni escribir pero sabía muy
bien hablar llamando a las cosas por su nombre, imbuido por esa cachaza
socarrona de los hombres del campo.
Se me
aparece su espectro cuando vengo del cementerio, sentado en un poyete de las
bodegas a la sombra del almendro.
─Buenos días, señor Francisco.
─Buenos nos los dé dios.
─¿Qué, la familia bien?
─Hombre no nos podemos quejar aunque la Filomena no
para de regañarme, igual que en vida[1].
Ya sabes que de siempre fue algo cerrera. Anda uno un poco aburrido y cansado
de tanta felicidad allá arriba y me dije voy a bajar a dar un par de vueltas a
las hoces y de paso ver qué hacen esos, que no se os puede dejar solos.
Iba
vestido con el hábito de templario con que lo amortajaron: sotana blanca, manto
y cogolla negra y una gran cruz colorada al pecho de las que se llamaban
ancoradas.
De los cuadriles del fantasma pendía el tahalí
con la espada reglamentaria de los monjes soldados. El arriaz era pavonado, la
empuñadora de plata, el filo de buen acero toledano, los gavilanes adornados con
campanillas sonaban algo.
Siempre me fascinó este lugar pues aquí
mayormente ocurren cosas extrañas que no deben de cogernos de sorpresa y por
eso no le doy ninguna importancia a mi encuentro con el espectro del señor
Francisco.
Acabo de salir de la Torre de San Gregorio
donde duermen mis mayores descanso eterno y de sacar unas fotos al epígrafe en
latín─ a trozos porque las deyecciones de gallinácea y las miganduras que deja
el paso del tiempo han borrado parte de la inscripción─ llegando a la conclusión
de que el edificio de estructura militar fue levantado en el siglo XIII o
últimos del XII cuando los leoneses y asturianos en su lucha con el Islam
remontaron la línea del Duero.
Antes, aunque no consta, puede que aquí
hubiese otra construcción como ya va dicho. Hay infinidad de piedras labradas
con la insignia de aquellos monjes que mandó traer de Francia Alfonso VI.
Una
vez más subí a la torre por la escalera de caracol que sale de la sacristía,
los peldaños están gastadísimos y el husillo es tan estrecho que apenas quepo.
Presumo
que nuestros antepasados eran recios y muy pequeños. No se había descubierto la
leche en polvo ni el yogur por lo que si alguno sobrepasaba el metro y medio ya
era todo un cabo gastador pero podían con unas armas y un palenque que pesaran
sus buenos cincuenta kilos. La torre debía de ser una atalaya de vigilancia que
cumplía funciones militares. No hay almenas pero sí algunas aspilleras en el
recinto. La torre de estructura cuadrada y románica estaba coronada por el
campanario que a juzgar por el hueco de
los vanos, debían de ser de melena grande para que al repicar se escuchase la
voz del bronce por toda la contornada. Desde aquí se tocaba a anúteba cuando el
centinela avistaba que venía la razzia agarena. También se llamaba a misa, a
fuego, a clamor por un difunto. El
abuelo Toribio contaba que era costumbre pasarse toda una cuadrilla arriba en
la torre la noche de Ánimas. Para entretener la vela y honrar y a veces caía
más de una cántara de mosto nuevo, y un perol de castañas y allí se hacía el
primer filandón del invierno la noche del dos de noviembre.
Los
pueblos de Castilla la Vieja no son todos igual. Cada uno tiene su propio matiz
y personalidad. Berralón de Abajo- la- fuente (que ése era su nombre al
completo) pongamos por caso tiene vega de altos chopos enhiestos pobos y
desparramados manzanares. Es un oasis socavado como un mar muerto bajo el
páramo. Hace millones de años estos terrenos estaban sumidos en un mar. Tiene
altos para dar y tomar pero no se le ve. Te topas de manos a boca con el
caserío nada más bajar la Vuelta los Carros. Y por cuestas que no falten y
carriles para muchos carros volcar. Carro volcado todos son carriles decía el
refrán.
Era
pueblo de arrieros, tierra de pan llevar y de meriendas de pan y cebolla en
nuestras alforjas Tiene también un cementerio y un camposanto del tiempo de los
visigodos.
En lo alto del somo hay unas ruinas templarias con su correspondiente inscripción
casi ilegible y la cruz cuadrando sobre el circulo. Todo un simbolismo del
cristianismo. Cristo principio y fin alfa y omega.
La
iglesia del cerro debió de ser destruida en una batida del moro Almanzor que
gustaba visitar estos andurriales por primavera. Castramentaron tambien los
romanos arriba un campamento pero de esas instalaciones ya no quedan nada y los
más rancios testimonios que se rastrean pertenecen al siglo XII. Debió de haber
un monasterio o un eremitorio que estuvo funcionando hasta la francesada.
Napoleón que arrampló con todo de media España también se llevaría nuestras
campanas.
A
la antigua iglesia monástica con ínfulas de fortaleza o de castillo se asciende
por una senda orlada por las cruces de un calvario . Me veo por allí subiendo o
bajando entonando el Amante Jesús mío o responseando con el cura el dies illa dies irae que era el canto de
los muertos en latín. Horadadas en las montañas se ven los ojos negros de las
viejas bodegas que guardan los vinos de mil años. Desde lo alto podrá divisarse
todo el termino del Berralón de la Fuente de Abajo, y todo aquel soto del
camino de las pobedas buena tierra para reumáticos y parte del anejo y algo del
otro pueblo que llaman Sacravallum cuya torre románica derruida saca pecho
navas abajo. Camino de la Puebla se dibuja entre el polvo blanco de la
carretera los carrizos de la Fuente Caldera pero en el Berralón por dicho de
eso fuentes no faltaban.
Tenemos
una buena mano de ellas y de hontanares. No nace allí ningún arroyuelo chico o
afluente del Paternus que es uno de los principales de nuestra hidrografía
patria. Hay la fuente Colorada la Fuente la Culebra y a una que la llamábamos
con un nombre un poco impronunciable con perdón: la Fuente de la Picha. El que
bautizó el manantial debía de haber estado de traguillo con los de su cuadrilla
porque quiso decir Dicha y le salió Picha. ¿En qué estarías tú pensando,
Amapolo?
La
fuente Colorada es un chorro de agua espumosa que salta de la roca por un
agujero torrencial que parece mismamente la vagina de una burra. Dicen que es
agua buena pero con poco cal por eso a los de Berralón o Berralín se les caen pronto los dientes y andarán mellados toda su vida, que, pasados
los cuarenta años, todos cojos y con reuma. La fuente Caldera mana con tanta
fuerza conque muchos a estas alturas nos preguntamos si no estará allí
mismamente el hontanar de la vida.
De
chaval yo me quedaba embelesado. El agua cristalina al derramarse de la roca y
azotar los berros o el verdín colgadizo de las peñas poseía un no sé que de
erótico. Pero todo era puro e inocente, cristalino. Al agua recién nacida la
acoge Apolo en sus brazos y es así como se espejan en la corriente como perlas
los rayos del primer sol. Es decir que meditando en tales cosas pude llegar a
comprender aunque fuera sólo un poquito en qué consiste eso de la Inmaculada
Concepción y lo del rayo del sol que atraviesa el cristal sin romperlo ni
marcharlo. No eran aguas termales desde luego pues allí todos padecemos de los
dientes y del reuma. El pueblo estaba antes arriba por un concepto de
poliorcética o defensivo muy importante en la edad media pero vino la
Ilustración el despotismo ilustrado y el enciclopedismo y Carlos III mandó que
se fundara abajo. Lo primero que se mandó hacer fue una iglesia cuadrada muy
fea pero con una torre muy aparente y una campana gorda con un buen badajo. La pared de la iglesia servía de
juego de pelota y adosada a la pared del presbiterio estaba la rectoral que
nosotros siempre hemos llamado la casa curato. A mano derecha quedan los
huertos y un viejo molino y allí empieza el camino de las pobedas que llevan hasta
las Cuevas de San Teodoro vigilada por otro templo cisterciense de planta
hexagonal. En las peñas colgadas que adoptan a veces formas caprichosas y
superficiales localizamos la cueva de la Zorra y berros exquisitos para la
neslada. Es así por eso que a mi pueblo le llaman cagaberros y no es falta
porque allí alza la pata la zorra cuando a ella le da la gana. ¿Y qué más? Pues
poco más, hemos descrito al paisaje. El paisanaje es harina de otro costal. Es
un decorado austero y mollar, sitio apto para pocos remilgos y contemplaciones.
Aquí pasé yo mi infancia pero mi infancia fue dura por estas asperidades con
mucha hambre y poca prosperidad. El abandono que siento en el alma es el mismo
abandono de estos paramos. Lo trato de vez en cuando remediar con píldoras de
ortiga imitando al santo local san Juan de Paniagua que se revolcaba entre las
ortigas del berral pero acaso para mis deliquios y disgustos sea peor el
remedio que la necesidad. Mis ambulatorios por el somo me hicieron un personaje
asomadero y la tristeza y la soledad de los huertos me han hablado toda mi vida
de mi propia tristeza y de mi misma soledad. Entraba en éxtasis cuando me
acurrucaba en la Peña del Fraile en lo que mi amigo Vicente asaba unas
patatillas con algo de cebolla y un corrusco de pan duro para matar el hambre.
Aquellas cuevas de San Teodomiro debieron de tener mucho misterio porque otrora
fueron aposento de eremitas. Había fósiles y en los frisos del intradós de las
rocas aparecían animales extraños y diferentes a los de nuestra era porque eran
aves y mamíferos del cuaternario. Un ruiseñor de largo pico, ojos enormes, y
con la cabeza algo más grande de lo que conocemos estaba tan bien representado
que en la piedra parecía estar vivo. Debía de estar cantando en una rama de
aquellas cuando le pilló la hecatombe. Aquel paraje siempre me llamó la
atención pues me ayudaba a hacerme a la idea de cómo era la vida antes del
diluvio universal. La roca conservaba donosas y bien cinceladas las formas de
un lagarto bastante grande pero algo menor que un cocodrilo que debía de tener
un par de millones de año. Estaba petrificado. Allí se esculpía un mundo animal
pormenor y tan montano que uno se pierde haciendo cuentas y pasando bolas por
el ábaco de la antigüedad. Una vez llegaron al pueblín unos espeleólogos
ingleses y quedaron maravillados de la frescura de aquellos frisos de aquel
abigarrado espectáculo de todo un bestiario plasmado en la piedra. De chico nos
internamos algunos metros por aquella rupestre que decían que llegaba varios
kilómetros hacia Villapolilla que era cabeza de partido judicial. Allí la
imaginación popular se volcaba hasta el punto de que corrían relatos sobre el
hallazgo allí de tesoros y otras maravillosas cosas. Era una invitación al
ingreso en el laberinto pero para eso se precisaba todo un viaje
iniciativo.Luego en la ermita románica uno también se perdía en la
contemplación de las tallas polimorfas de los capiteles y las historias que
contemplaban una narración en piedra de las cuatro estaciones del año. La
iglesia estaba cerrada. Para verla por dentro había que ir a pedir la llave al
alcalde. Hubo un tiempo por san amaro que se hacía una romería pero dejó de
celebrarse aquel jolgorio de dulzaineros jotas y almendras garrapiñadas con
motivo de la gripe del 17 y el eremitorio no se volvió a abrir más. A nosotros
nos gustaba de guajes encaramarnos a las troneras tirar cantos o pegar voces
quien anda ahí y del fondo de la iglesia surgía nuestra propia voz como un eco
divino del pasado o el eco de un dios entristecido que nos llamaba desde el
Olimpo. Un rapaz que era delgadin como un alambre y al que llamábamos Julián
Calzas alias La Micha logró introducirse
por el hueco de la ranura. Toda la cuadrilla estuvo expectante lo menos media hora
para ver qué había indagado el Julián en su descubierta. Vino diciendo que
había visto a dos santos y a un santo de piedra que le bendecía con su báculo.
-San Amaro mismo
-Quisió
quien será. Lo mismo es un trasgo.
-Quiá,
los diablos no portan por las iglesias.
-Lo
dirás tú. Es por donde más andan.
Lo
que en realidad había era un osario pues encontraron varias tumbas y levantaron
muchas calaveras pero con las prisas o por la falta de luz el Julián Patas de
Alambre más conocido por "La Micha" y también por Morgueras, no logró
enterarse. Mejor así porque los muertos le espantaban. Era un caguina. Cuando
nos dijeron lo de la huesa tratábamos de evitar ir por la ermita de San Amaro a
los huertos porque Pedrete el Herrero que era el más recio de todos y un poco
el caudillo de la banda tenía un poco de prevención no creas. Salimos
escopetados sobre todo por Noviembre cuando hay toque de animas y salen los
hermanos cofrades a pedir limosna por los difuntos. Yo con los muertos no
juego. Tomamos las de Villadiego y no paramos de correr meneando las abarcas
hasta llegar al pueblo. Con las animas pegadas a los talones y fantasmas
gritando hijos míos andar de día que la noche es mía y todas esas cosas de la
huestia que camina y se aparece a los trajinantes en plenas noches de luna.
Debían de ser los espíritus de los antiguos frailes del convento que vagaban
por las inmediaciones. Seguramente fueron martirizados por los moros o por los
franceses vete tú a saber. Uno tenía el cráneo hundido. Seguramente que le
habían pegado con un palo o con una garrota o aquella ranura fuera el orificio
de la bala de un trabuco. A la media noche se contaban haber visto ánimas
estantiguas y desaparecidos. Los monjes iban vestidos de blanco pero debajo de
la cogolla no llevaban sino la calavera y el habito que les tapaba el esqueleto
y su mirada enterrada entre sendos cuévanos. Cantaban maitines y miraban la
noche. En la vega se veían luces encendidas como de hacheros votivos. Eran los
monjes de san Amaro que recitaban los oficios, entonaban responsos. Bajaban las
viejas a media tarde y les dejaban unos cuantos bodigos. Vivir entonces en
Berralón entre piedras viejas y polvorientos caminos tenía algo de encuentro
con lo inefable. Lejos del mundanal ruido. Pisábamos piedras mágicas talladas
por las legiones romanas para mostrar lindes, delimitar cipos itinerarios, y
contar pasos miliarios en sus calzadas. Torres visigodas. Castillos templarios
y aquellas cruces empotradas como hitos sobre los muros del cementerio que
escoltaban la umbrosa veleta y los ojos del campanario que parecía un obispo
sentado bajo un baldaquino de nubes vigilando el valle viendo pasar la vida de
los labriegos en el afán de sus faenas campesinas, el rotar de las estaciones y
de los ciclos y acogiendo en sus entrañas a los que se iban tocando a clamor o
a bautizo según los días. Angelitos al cielo, o bien, se veía por la calle real
a la mujer del sastre la partera zamarrear con sus toallas y jofainas de agua
caliente para atender a una que daba a luz. El cementerio estaba clavado sobre
el risco y En Berralón veíamos su necrópolis desde cualquier parte. La muerte
estuvo siempre presente en nuestras
vidas, acechando desde el otero. Te
tirabas de la cama salías al corral y veías aquellos ojos vacíos del campanario
de la torre, transparentando un lienzo de firmamento impávido. Impresionante
torre de piedra alzada que nos escudriñaba las vidas y las horas. Las campanas
dejaron de sonar se las llevaron cuando la francesada pero por la escalera de
caracol, husillo oscuro los peldaños que estaban gastados de tanto subir y
bajar, íbamos a tocar las campanas la Noche de Ánima. Más de mil años habían
pasado desde que la iglesia del cerro dedicada a San Gregorio fuese consagrada
por un obispo guerrero. Campanas de amor, campanas de guerra, el aviso de
anúteba cuando acechaba la morisma. Diez siglos estuvieron tocando a fuego, a
gloria y a clamor. El lenguaje del bronce conocíoa voleos y repiques. Tan
tantan. Ton ton-ton. Los toques de ánimas se perdían en lontananza junto con
los airosos repiques de Vísperas o el alborozo de los voleos a boda. Garita de
San Gregorio. Cuesta de los Cencerros. Torre Mirona. Por eso camino habremos de
ir todos.Eran ni más ni más un aviso de que la tierra, un recordatorio de que
nacimos para morir. Un sacristán que se llamaba Aniceto y del que yo oi hablar
por mi abuelo era el que más las conocía, el que mejor las tocaba, el que más
la amaba. Su rostro y su huella también se perdieron para siempre en la raya
del horizonte. Somos carne de dolor y de olvido. En aquel pueblo desde que
nacíamos nunca perdíamos de vista a la huesa encaramada allá arriba. De todo el
que se moría decíamos “otro que ha subido la Cuesta de los Cencerros”. O que
había dejado de fumar por dicho de eso. El camino que lleva a la Torre Mirona
era a través de una senda escarpada por donde iba el atajo hacia Lovingos. Era
un lugar para retirarse a la soledad del clásico para reencontrarse con el
Beatus Ille qui procul negotiis, etc. Tierra bronca y
acérrima interesada y poco amable que solo permitía sobrevivir a los más
fuertes. Si te haces de miel te acabarán amargando la vida pero la vida es
ansí, chiquitos adelante con los faroles. Allí tengo enterrados yo a mis
muertos; por eso siempre tengo a este paisaje transfijo en mis adentros. A él
revierten mis pensamientos y mis recuerdos de niño. Puede decirse que el pasado
nunca perece. Sigue vivo y al alcance la vista interior. Es el asomadero de mi
imaginación. Fue el barro espiritual del que provengo en las altas parameras de
Segovia. Soy polvo y lodo de aquellas tierras.
lunes,
15 de diciembre de 2008
RUINAS
ROMÁNICAS DE SACRAMENIA y RANDOLPH HEARST II
Antonio
Parra
Mi
prima Ana Tuya de la que me dijo mi tío Pepe que iba a ser una mujer muy
inteligente- y Pepe conocía bien al mundo y a las gentes- confirma el
pronóstico de su llorado progenitor gijonés aunque él era un ovetense de pro
pues ha dado muestras en este foro de sus conocimientos sobre el arte románico
pues por lo que veo se ha pateado en compañía de Paco su prometido todos los
caminos de Castilla la Vieja y en su última intervención en este foro dice una
verdad como un templo y es que el responsable de la venta piedra a piedra
del monasterio cisterciense de Santa
María de Cardaba al plutócrata Randolph Hearst fue su dueño un coronel de
caballería que se apellidaba Rojo y al que llamaban el Colorao. Lo debió de
heredar cuando la desamortización de Mendizábal aquel judío de la rama de los
Rotschild que confiscó a la Iglesia católica gran parte de sus bienes
inmuebles o Manos Muertas y se lo
repartió entre los amiguetes. Las llamadas Cien Familias. La racha sigue y esta
gente tiene much mando via banqueros y tema Opus y sus obispos libeláticos.
Como aquel monseñor que vi yo en el YA hace unos años con la cruz pectoral
clergyman y pantalones vaqueros. En el pantalón de atrás llevaba estampada la
bandera de las Estrellas y Barras. Por poco no se la coloca en los fondillos
para mejor parecer y estar más cerca de los cojones. Nació en España una nueva
clase de terratenientes bajo el halda de Isabel II la borbona isabelona (los
males siguen) y a la que llamaban la Isabelona. Bien. La historia me la conozco
bien y la expuse en mi libro “Viva Claraval o elogio de la vida contemplativa”
que el lector puede bajar de
manuscritos.com al precio de siete euros. En este libro me sale un poco
la veta del cisterciense que llevo dentro y la indignación por ver las piedras
templarias de mi región expuestas en plan parque temático en los Claustros al
norte de Manhattan. Publiqué sobre el asunto no pocos artículos monográficos y
gracias a Dios y Sancta María algo
conseguimos. Por ejemplo, la iglesia románica de Fuentesoto que es todo un
misterio arquitectónico del siglo XII ha
sido reconstruida y cubierta de aguas en los últimos años –estba hundido el
tejado pero no la cúpula- fue revocada y reconstruida con bastante decencia.
Incuria de los siglos y crisis de los valores cristianos que podrá tirar algún
siglo más. Pero la historia de la exportación de los sillares y capiteles dek
coto de Cardaba es toda una novela de caballerías digna de un escritor de
lance. El comprador era nada menos que el magnate Hearst un ciudadano Kane
digno del capitalismo. Fue el propagandista a través de su cadena de periódicos
en los estados Unidos del infundo y la contumelia del desastre del Maine. Los
norteamericanos se dieron un autogolpe y acusaron de la voladura de este barco
surto en la bahía de La Habana de ser autores del sabotaje – una mano negra
colocó una bomba de muchos kilos en la sentina del buque al lado de la
santabárbara- y el Maine saltó por los aires. Los yanquis declararon la guerra
al Reino de España. Un asturiano el almirante Villamil salvó nuestro honor
inmolándose con todos sus hombres a bordo del destructor “Furor” que salió al
encuentro de la escuadra yanqui sabiendo que iba a una muerte segura. Cervera
se salvó y los propios norteamericanos le rindieron honores de héroes en la
Quinta avenida. Manda huevos. Un testigo de este gatuperio fue el gran
novelista cubano Alberto Insua y yo lo pongo en solfa en otro libro que tampoco
encontró editor; “De Sagasta a
Ansagastegui España entre un tupé y de un recorrido Pero para los españoles
la guerra siempre fue cuestión de cojones. Los del Maine fue un ataque masivo
con mucho terror psicológico muy del estilo de las normas estratégicas de West
Point y de Anápolis: sólo se ataca y con contundencia masiva cuando se está
seguro de la operación. Guerra a lo bestia sin consideración de mujeres niños
ancianos niños. Todos van para allá. La táctica volvió a repetirse en el
holocausto de Dresde. Bueno pues Hearst era un warmonger típico que quiso llevarse las reliquias sagradas de media
Europa a los USA. Embaló monumentos no sólo en España en España y en Italia.
También compró ruinas en Inglaterra. Sin embargo por lo que pudiera tener su
actitud de profanación pues ya lo decía el Señor si vosotros callais hablarán
las piedras parece que estas adquisiciones no le dieron buena suerte al
responsable de nuestra guerra del 98 en que se derramó tanta sangre joven
española –“he added injury to the wound”-
le dieron mala suerte en los negocios y
en el crack de 1929 toda su fortuna se vino abajo. Las piedras estuvieron
empaquetadas en un puerto norteamericano hasta que fueron adquiridas en una
subasta y compradas por un marchante que las revendió al ayuntamiento de Miami
y al de Nueva York respectivamente donde se abrieron parques temáticos. La
verdad sea dicha que esto las salvo de la ruina pero el hecho es un acicate a
la reflexión a quien corresponda: lo mal que cuidamos los españoles habitantes
de la cultura de la queja de nuestro patrimonio. La archivística y la historia
del arte o los tesoros de la literatura castellana debían de enseñarse como
asignatura regladas en las escuelas de primaria. Pero ese tema mejor non
meneallo. También por ese cabo de la cultura andamos muy en la ruina y España
sigue un poco en manos de los herederos de Ciudadano Kane que controlan la
canilla de la información. Gracias, Ana, por tu brillante aportación a este
blog.
sábado,
26 de abril de 2008[2]
DÍA DE SAN BERNARDO EN FUENTESOTO
Un año más y siguiendo una tradición secular perdida pocos años antes
de la guerra civil y resucitada en tiempos de la democracia, Fuentesoto honró
al glorioso san Bernardo con la procesión a la ermita de san Vicente de las
Povedas, camino de Pecharromán.
Dedicada a Vicente aquel diacono aragonés mártir de la fe, cuyo culto
estuvo extendido en la Hispania visigótica, es uno de las joyas románicas mejor
conservadas —sólo un ábside semicircular cubierta de bóveda de cañón tres
lucernas o saeteras y guardapolvos con adornos de taqueado jaqués, figuras geométricas y adornos florares en los
capiteles, en la parte interior se representan animales y obispos, que
corroboran la suposición de una mano mudéjar, respetemos al Islam— edificado
c.1135 en piedra caliza. Seguramente, formó parte de una “anillo de oro” o círculo de monasterios de monjes blancos que
sustituyeron el anacoretismo (aquella zona del Duratón es comarca de cuevas
como la de los Siete Altares de Sepúlveda) por el monaquismo. Los solitarios de
esta Tebaida segoviana en zona apartada y abrupta optaron por la vida en común.
Los monasterios del Cister eran lo más parecido en los siglos medios a
los “kibutz” israelíes de hoy. Eran centros de producción y feudos de
defensa. Allí se abrazaba un género de vida austera de trabajo y plegaria,
también de estudio porque el “armorium” o cuarto de los libros era tan
importante como el refectorio y el dormitorio corrido, vida en común.
Pero no sólo rezaron. También trabajaron, plantaron viñas, cavaron
huertos y araron tierras. En los majuelos de Sacramenia, Pecharromán, el Vivar
y Valtiendas se pisaba una uva que, transformada en mosto, daba el mejor
clarete del mundo.
El Vega Sicilia y los excelentes caldos de la ribera del Duero
zona Peñafiel fueron el descubrimiento de estos frailes blancos que todas las
tardes cantaban himnos en honor de la Virgen María y tomaban un jarrillo a las
comidas. Ellos trajeron el vino y el canto gregoriano. Eran monjes soldados.
Tengo entendido que Ben Gurion copió algunos capítulos de las
Constituciones para el Estado Hebreo de Bernardo de Claraval, aunque
sustituyendo la palabra Dios por la Roca de Israel.
El monje ideal, apartándose del mundo, goza de las buenas cosas de la
existencia: el trabajo, el reposo, la quietud, la amistad sin los líos del amor
y la familia, la caridad con el prójimo, abraza la virtud en menoscabo del
vicio, aun sin perder de vista la fragilidad de la condición humana que con
frecuencia sucumbe a la tentación. Ora y labora. Huye, calla, llora y reza es la receta del Talmud en la lucha contra las fuerzas diabólicas y el espíritu
maligno que nos rodea
Hay rasgos misteriosos o que no se comprenden en la personalidad de
este bienaventurado abad borgoñón,
el cual a lo largo de sesenta años de vida pobló Europa de casi dos centenares
de monasterios desde el Humber inglés en la frontera con Escocia hasta el Duero
y desde el Loira hasta el Danubio y el Vistula. Eran vergeles, jardines de
María, remedando el “hortus conclussus”
de la Biblia, ¡qué descansada vida la del que se aparta del mundanal ruido!
situados en valles apartados a orilla de los ríos y en Castilla los muros
sagrados de estos monasterios como los de Sacramenia se convierten en alcázares
fortificados. Visión del locus amenus pero sin bajar la guardia, que el enemigo
acecha.
Por fuero de Brañaseca otorgado por el rey Alfonso VII el Emperador surgieron los aportillados o caballeros
prevenidos en frontera. Los esclavos podían manumitirse al socaire de esta
norma y los musulmanes gozar de libertad dentro del territorio castellano. Así
como los judíos. Parece que hubo dos aljamas importantes una en Sacramenia y
otra en Sepúlveda.
Claro que esto no se cumplía siempre porque los monjes soldados al
llegar la primavera llamaban al arma y tenían que pelear contra los invasores
del sur. A juzgar por las adarajas o ladrillos sin terminar de ser colocados se
aprecia que las iglesias de san Vicente y las de san Gregorio no pudieron ser
terminadas porque se acabó el peculio, por las prisas de la llegada de una
aceifa o porque el enemigo las derribó.
Son misterios que suscitan la meditación del que contempla estas
sagradas piedras. Otras plumas más cualificadas como las de Quadrado o las de
mi paisano el doctor José María Costa Arribas— en las páginas del Adelantado—
disertaron, con más autoridad que la mía, sobre las peculiaridades de esta
comarca en la franja ulterior de la provincia en todos sus aspectos
(lexicográficos, aperos, refranes, trajes, modos de labrar y construir, usos y
costumbres incluso el sentido del humor que es muy peculiar según nos ha
descubierto el gran escritor, musicólogo y etnógrafo Joaquín
Díaz.)
Sin embargo al que suscribe le cumple el orgullo de que mis paisanos no
hayan hecho caso omiso hacia mis prevenciones sobre el valor histórico de estas
joyas ocultas en sus predios.
Ya en 1968 publiqué (ya ha llovido) un reportaje en Diario SP “Ermitas abandonadas en el
camino de Sepúlveda a Peñafiel, era el título, con unas excelentes fotos de
Santiso. Hoy san Vicente que por aquellas fechas era un muladar está abierta al
culto y los “corines” mote con que
se designaba en la comarca de Villa y Tierra a los de Fuentesoto con
gran esfuerzo adecentaron la iglesia de san Gregorio. Que san Bernardo confesor
y san Vicente mártir los bendigan. Loores y vida larga.
FUENTESOTO MIS RAICES TEMPLARIAS
La iglesia de san Gregorio (la
torre) es un enigma histórico que desde mozo me intrigó. Alzada sobre un teso
en un promontorio con vistas a los valles del Duratón y donde nace una fuente
termal que, después de regar la vega de Fuentesoto y Pecharromán, pasando por
en medio de cuevas prehistóricas donde en la alta edad media vivían en
reclusión eremítica monjes mozárabes que huyendo de las persecuciones
sarracenas encontraron refugio por estas soledades lindantes con la Pedriza
sepulvedana, constituye otero descubierto y señero. Este parece ser el caso de
san Frutos y sus discípulos san Valentín y santa Engracia. La invasión
muslímica trajo consigo el chaqueterismo
y el donjulianismo.
Hubo sin, embargo, prófugos que no
se adaptaron a los principios del Alcorán y de la Media Luna. Querían
encontrarse con Jesucristo en el apartamiento y el menoscabo del lujo, la
perversión y relajadas costumbres del reinado de Witiza. Algunos incluso puede
que fueran arrianos. El concepto de unidad católica no se había alcanzado
todavía entre los visigodos que consideraban al papa como un obispo de tantos
siguiendo la tradición oriental. La palabra catolicidad no se consolida hasta
Carlomagno lo que no fue óbice para que el cristianismo de forma misteriosa se
extienda por el continente europeo. Y en España tras la conversión de
Hermenegildo. El paso del arrianismo al catolicismo le costaría al rey la
cabeza.
Estas comunidades ascéticas
siembran de fervor y anhelo de perfección la alta edad media. Se colige a
juzgar por la estructura cuadrangular y cimborrio (debió de haber un campanario
exento) el de que se aprecia hoy y resiste a la intemperie de los siglos fue de
época románica. Estaprimitiva iglesia de arte asturiano sería arrasada en una
de las primeras razzias del
fundamentalismo islámico. También desaparecieron las comunidades de solitarios.
Durante el reinado de Alfonso VI
que casado con la reina Constanza intenta repoblar las tierras al otro lado del
Duero con colonos y monjes franceses son desalojados los musulmanes en virtud
del Fuero de Brañosera.
La epigrafía que aun lucen las
paredes de la pequeña sacristía del templo está en latín con caligrafía gótica
francesa y, pese a las dificultadesy borraduras, he conseguido describir e
interpretar lo que dice. Fue seguramenteel protocolo de consagraciónde esta iglesia
de san Gregario a cargo del propio monarca Alfonso VII el hijo de doña
Constanza que pide protección a Jesucristo y encomienda su alma con la
dedicación delara y esta torre pidiéndole valimiento.
Es un mensaje escrito hace 900
años que gracias a la salubridad del clima castellano y a pesar de haber estado
casi a la intemperie porque el aire y la luz entran sólo por una aspillera se
conservan intactas. Hace unos años enjalbegaron pero la tinta volvió a aparecer
debajo de las manchas.
He aquí un misterio un verdadero enigma
Las palabras borrosas en un
elegante gótico picudo que he podido transcribirson las siguientes: gratiam, valeam(pueda) praemiavi
(recompensé) turres (torres) trude
(echar fuera)quatenus (hasta que) aeternamgratiamhabeam (hasta conseguir
la vida eterna) meis torres addero (añado a mis fortalezas) xtus
(cristo)trude (conduce) enim (pues) praesta
(permite, garantiza)
Traducción libre o interpretativa
a mi cargo: “Dedicamos este altar con la torre añadida para la salvación de mi
alma y que Cristo me valga hasta la hora de la muerte y me de vida eterna.
Señor, sé nuestro fiador, muéstrame tus caminos, aleja a nuestros enemigos,
conduce a mis ovejas y permite que ojala sea capaz de perseverar en tus
servicios hasta la hora de mi muerte amen”.
En conclusión se trata de una
fortaleza cristiana reconstruida por los templarios como demuestran las cruces que jalonaban los adarves erigida
sobre una roca. En una de las invasiones o aceifas fue destruida la torre de
san Gregorio. Quedaron derrumbados los contrafuertes que sustentaban la ojiva.
Sin embargo la bóveda de cañón románica no se vino abajo y comoseñal del ataque
se comprueba que las adarajas o sillares del muro muestran huecos. Y lo mismo
pasó con la ermita de san Vicente otra joya medieval aguas abajo del rio Peces.
Yo he nacido bañado en esta luz y
por estos aires tan sanos que soplan desde un encinar cercano. Toda esta margen
derecha del Duero estaba defendida por los monjes templariosque tenían aquí
cerca el convento cisterciense de Cardaba y el de san Bernardo. Mitad monjes
mitad soldados. La cruz y la espada. Las campanas fueron robadas por los
franceses. Un destacamento de dragones polaco vivaqueó en el Hoyo Castrillo.
Las campanas que debieron ser poderosísimas y de gran tamaño fueron fundidas
para fabricar balas de cañón como represalia a los hostigamientos de las
guerrillas del Empecinado al que escondieron de los cistercienses los propios
frailes durante la guerra de la independencia.
En conjunto este singular
monumento que hace las veces de camposanto está bien conservado gracias a los
esfuerzos de los vecinos del pueblo que sufragaron a sus expensas los gastos de
reforma del campanario afianzándola con una plancha de hierro y limpiando el
husillo de la escalera una verdadera obra de arte es esta escalera de caracol
de palomizo y gallinácea y dejaron las piedras del presbiterio como nuevas.
Creo que su visita debiera de ser unas de las atracciones turísticas de la zona
buen cordero buen vino y buen pan como el que cuecen en Sacramenia. Es la ruta
de los monasterios del cister uno de cuyos claustros puede embelesarse en Nueva
York el del coto de san Bernardo. Es un románico rural con algunas atalayas
defensivas dispersas como esta y la de
san Miguel de Sacramenia junto con la ermita de San Vicente el diacono a la
salida de Fuentesoto que ofrece unos capiteles que merecen verse por lo
admirables y bien conservados.
Los sermones evangélicos se
han convertido en mensajes comerciales compra esto, adquiere lo otro, venga a
nuestras rebajas. Son las homilías de un tiempo. La moralina del consumo, la
verga de don Venancio, que anuncian por la tele que mida dos palmos por lo
menos. Vivimos un tiempo de vacas gordas en la abundancia pues la vida se ha
hecho más fácil y cómoda con los nuevos inventos. La tecnología es la gran
sustituta de la teodicea. Aviad pronto, chiquitos, y no os quejéis tanto que
nunca vivisteis mejor ni lo tuvisteis más a huevo. Pues también es verdad
¡cáspita! A los dos nos une un estrecho vínculo de amistad y compartimos la
afición por la literatura, vivimos enterrados entre libros y nos fustiga la
misma comezón desalentadora por un
tiempo que se va mientras nos resistimos a abandonar la partida. Este tapete
verde de la vida nos hipnotiza viendo morir al mundo en que vivimos y la
destrucción de nuestros sueños. Ya somos viejos pero hemos sobrevivido a la
peste pandemita y podemita que asuela toda la tierra. Aunque con diferentes
ideas los dos hemos sido periodistas. Somos en una palabra el yin y el yen,
hecho carne. Encarnamos la tesis y la antítesis sin que nuestras diferencias
políticas empañen el vínculo de nuestra amistad subliminal de coloquios entre
las sombras que suenan a dolor de atrición y de arrepentimiento. También nos
une al amor a un Cristo heterodoxo que circula por nuestros redaños barra libre
y poco tiene que ver con ese Jesús usurpado y trastocado por los vaticanos. Él
es el que no desaparecerá. Está en la historia cuyas palabras no pasarán. Al
menos eso es lo que esperamos. Yo me propongo escribir la historia del pobre
Soguillas al que unos dan por loco; otros dicen que es un santo mártir de la
causa y para la mayor parte, sintiéndose indiferente, que es uno del montón atravesando
el Mar Rojo del cambio de hora y de era.
FUENTESOTO SEDE DEL CISTER
Antonio Parra
El papa Benedicto XVI ha nombrado a un jesuita como su portavoz de
prensa y para celebrarlo (ya les veníamos anunciando que este pontificado iba a
deparar sorpresas que hacía falta un relevo, el revirement) me voy a la
bodega de mi pueblo con los de mi cuadrilla. Ya van flaqueando un poco las
fuerzas pero el vinillo de la ribera sigue igual de tieso.
-¿Que hay bien y tú la familia bien?
-Todos buenos. Y en salud.
-Eso es lo que hace falta.
Al tío Colodro ya le han dicho unas cuantas misas pero su fantasma se
me aparece. ¿Es el Colodro o su hermano Victoriano al que decían Vitines,
entenado o de un costado y que por aquí llamabamos el “andao”. Misterios del
lenguaje de mi pueblo.
Bien se trasiega este vinillo
de la tierra y calma la sed. Mucho tiempo sin volver por estos tesos. Una
eternidad que no lo cataba pero aquí en estas bodegas de la ladera hurgandole
las entrañas al monte pues se excavan en plena roca se está bien. El descanso
del guerrero. Mi primo Juan José al que no veía desde hace mucho tiempo matiza:
“Y por muy poquyito dinero”. Me llevo una grata sorpresa cuando éste me enseña
un fajo de papeles. Son mis articulos que ha sacado de la impresora. Me sigue,
sabe que estoy vivo por mis artículos de vistazoalaprensa.com. Mejor halago no
puede existir para este plumilla. Gracias, primo. La sangre tira. Tgenemos la
misma nariz. Impreonta de familia. Mi hija la Helen la inglesa que ha dado
señales de vida al cabo de mucha vida y mucho tiempo no puede negar que
pertenece a la estirpe. Es una nariz galinda. La de mi tía Paulina, la de mi
madre, la de mi prima Leo y la de mi ahijado Marianito. En fin perdonen estas
expansiones y desahogos sentimentales pero hacía mucho tiempo que no pasaba una
tarde tan feliz bajo la sombra de los almendros que flanquean la entrada de la
bodega milenaria.
A tres o cuatro leguas de por
aquí están los arribes del Duero zona de Sacramenia “con la venia”, Valtiendas
“para que me entiendas”, Moradillo “y su parada ¿quedó preñada la yegua? Y no
fue el garañón sino el céfiro que la empreñara”, Aldeasoña “dormida en un
empalme de caminos, territorio bisulco”; Membibre para molinos y de cimbel,
Peñafiel”; Castro “los chivos”; Torreadrada “las cabras”; El Caserío de San
José “gente garrida”. Por los Valles nunca pasar que te pueden acantear y San
Miguel mucho barro y poca miel. Para beatos Fuentepiñel, y Fuentesoto
cagaberros que se crian en Peñacolgada por donde alza la pata la zorra cuando a
ella la da la gana”.A por roñas íbamos al pinar. Y si quieres pan vete al batán
que allí hay un perrito que caga poquito le alzas el rabo y le das un besito. A
la nbumburabara. A la bumbureros juego tenemos. Amagar y no dar. El que se ría
paga la nbola, etc. Cosas de la mi tierra. Las viejas palabras parece que me
estallan en la cabeza y me traen un vioento del ayer tramontanda la vuelta de
los carros donde más de uno hizo molino cuando subía a las eras cargado de
haces. Los recuerdos están vivos y no parece que haya pasado medio siglo.
Aquí cada lugar tenía un patrón
de reconocimiento y el personal lo cantaba en el soniquete del “prefacio”
gregoriano para entretener el aburrimiento de la faenas de los largos veranos
entre colleras, trillos, horcas y garabatos, hoces, zoquetas. Había que llenar
la botija y mover las abarcas. No usabamos calcetines sino piales y aquel calzado tenía una cierta
semejanza con el coturno romano.¿Qué fue
de tanto afán?.
Fuentesoto se reclina sobre un valle al pie de una fuentona manantía a
la que nunca vi seca y que este verano lleva más agua que nunca. Con la torre
de San Gregorio centinela montando guardia sobre el morrillo del somo que
vigila todo el cotarro dando la espalda a Tejares, el anejo y que honra a San
Mamerto. Cuando los de Tejares bajaban a la fiesta por San Pedro siempre había
leña pero eso fue ya hace mucho tiempo.
Cada pueblo de esta comarca que dicen comunidad de Villa y Tierra
tenía un apodo o remoquete y la gente se lo pasaba bomba llamándoles nombres
cuando no había prensa rosa ni televisión. Y una personalidad propia, una
manera de entender el mundo y hasta un acento característico. Gfran parte de
toda aquella tradición oral hoy se ha perdido, mas he ahí un filón que sigue
sin descubrir y está aun por investigar para filólogos y etnólogos. Enólogos
abstenerse porque desde que irrumpieron aquellos catavinos y pincernas para los
que el mosto no era lo que era sangre de Cristo y no la toqueis más que así es
la rosa lo el fruto de las cepas ya no es lo que era. Se ha vuelto arisco y
cabezón. De “polvos” como decía mi abuelo Benjamín el hombre que más ha
influido en mi vida. Parece que escucho todavía su voz y su dicción empedrada
de refranes y de esa sabiduría de los hombres de campo. He venido a visitar su
sepultura y beso la cruz blanca de mármol que preside el cuadradillo de tierra
donde duermen sus restos en la esperanza de la resurrección. El trece de julio
se cumplieron justo 49 años; aún percibo su presencia. El Justo nos dice el
Ecclesiastés no muere del todo. Así es.
. En algo, volviendo a las rivalidades de campanario, había que
entretenerse. ¡A ver! Algo brutos sí que eramos pero no del todo mala gente.
sólo cuando el vino no se nos subía a la cabeza. Yo recuerdo escuchar a mi
abuelo las tardes de trilla aquellos cantares que la voz anónima del pueblo
sacaba por aquí y corrían de boca en boca hechos, dichos, fazañas, desacatos y
otras truculencias. En mi infancia me crucé con los últimos juglares que
recorrían estos hontanares y adradas como una reliquia de la España del Cid.
Tuve la suerte de vivir en mi niñez los últimos resoles del esplendor de la
edad Media con todo lo que eso conlleva. Toda esa riqueza de
expresiones,tonadillas, retahilas, giros, donosura y diferencia en el decir
sedimentó en mi alma un poso de literarios afanes. Un empeño quijotesco sin
perder de vista a Sancho.
Antaño acariciaba sueños de
gloria que no pueden ser aunque esas cosas nunca se saben.ahora la escritura es
desahiogo y terapia. Rescribir y vivir. soñar y regoldar todos esos sueños
sobre el papel. también rezar al llegar escucho los coros de Resurrección y la
voz fantasmal de los monjes se esparce melíflua por todo el valle. San Bernardo
llegó desde Claraval con doce monjes, abrieron un fundo en Pecharromás que está
de la fuente matriz a un tiro de piedra y nos enseñaron a labrar la tierra y
plantaron majuelos siguiendo los consejos de Virgilio en las “Geórgicas” de
quiero mi viña en cuesta. Esa tradiciómn fue el origen del Vega Sicilia. Ese
caldo famoso no era superior al que pisaba mi abuelo en el viejo lagar romana y
luego combinaba en la cuibeta manso nectar escondido entre las duelas de roble.
No se inventó en el mundo mejor quitapesares. De niños si caimaos malos nos
daban sopilla. ¿Cómo no nos va a gustar el soplen y marchen?
Fuentesoto posee una vida interior. Es como un legado místico de hortus
conclussus. aquí los cistercienses establecieron el primer jardín de María
en Castilla la Vieja.la huella templaria quedó estampada en los chimorretes que
orlan la fachada de la vieja torre de San Gregorio. Es la cruz visigótica de
palos iguales. Tomas imitan a la de la Victoria del tesoro de Chindasvinto. Con
su sentido de protección apotrocaica. Fue el signo que vivió Constantino el
cielo tras la batalla de Puente Milvio. Hewroez, mitos, tradiciones, leyendas y
creencias pero todo forma parte de un acerbo común. Una forma de vida al pie de
la cruz. Que dio forma a la gran sintesis y cohesión a un pueblo de múltiples
etnias e hijos de muchas leches aunque no el melting pot o el coctail molotov
olla presión que cuando estalle - yo no lo veré pero los que me conocen dicen
que tengo algo de profeta- puede ser terrible para mi patria descangallada en
plena voragine toralizadora. Vendieron la tierra y por eso ahora algunos hacen
montón. Aunque, ojo. Con el mucho quito
y nada pon pronto se llega al hondón.
JUAN
DE LA JUSTA EL QUE MATÓ LA SERPIENTE
No
me sentía cansado tras el largo viaje desde Asturias con mis setenta y seis
años a las espaldas fresco como un
cohombro. Trepé por la escalera 24 veces y desde el cerro saludé al paisaje
castellano. Para honrar a los veinticuatro monasterios que, mandó hacer el rey
Alfonso VI los veinticuatro pueblos de Villa y Tierra los veinticuatro ancianos
del Apocalipsis. Era un conjuro para aplacar las tristezas del Quietorium de la
Monda y el fuego fatuo Perfilábanse las montañas azules al otro lado de las
cárcavas las tierras frías y el gran morro de las adradas. Y por el sendero del
via crucis subía yo con la cruz a cuestas como Cristo con todos los pecados del
mundo sobre los hombros. Me dolían las costillas. En el paño de la
Verónica enjugaba mis lágrimas y se
estampaban los rostros de las mujeres a las que perdí, pecador de mí. Pungente
y clara se escuchaba por todo el valle de la dulce Deri desde la cama del
hospital de Londres donde la operaron del tiroides:
─You have hurt many people
(hiciste daño a mucha gente)
Cuando
la dieron de alta firmó el divorcio. Una compañera de crujía la indujo a tal
determinación que acabó con nuestro matrimonio. Traté de explicarle que no me
dieron permiso en la escuela. Sufrí una depresión. I had a break down y todo se fue al carajo
El pantocrátor pintado sobre el ábside
milenario me miraba con sus ojos fríos bendiciendo desde la serenidad de sus
dos dedos alzados ─dextera Patris─ y sus ojos grandes cuando decía misa sobre
el ara sepulcral. Un ángel negro de seis alas me servía de acólito y allí
estaba Juan de la Justa el que la serpiente matara. Había bajado por la
escalera de caracol de costadillo porque era corpulento. Quién había gastado
aquellos peldaños seculares? Salieron todos de su tumba a la hora de alzar y
les escuché decir con voz trémula “Señor mío y Dios mío”. Al lado de los
resucitados estaban dos querubines vestidos de túnicas blancas guardando las espaldas
a los miles de difuntos del Requejar.
Podían ser millones y asistían a la ceremonia con gran devoción. Algunos no
entendían las plegarias porque su presencia en el mundo tuvo lugar antes del
cambio de rito gótico. Muchas mujeres sentadas a la morisca invocaban a Dios en
árabe y sus oraciones se elevaban a lo alto como jarchas. Habían resucitado
para ver a Dios. Un coro de querubines atacaba las estrofas de la misa de
Ángeles y el eco de sus voces se esparcía por la campiña en un largo kirie
elisión. Juan de la Justa el que mató la serpiente cantó el credo en
eslavónico. Aquella pretensión me reaseguraba en el presentimiento de la
presencia de Dios en el paraje. Dios había bajado a mis manos como en la
primera misa cuando pronuncié las mágicas palabras de la consagración ritual en
latín y en ruso:
─Eto telo moié. Hoc est enim
corpus meum… Priniete y adite (tomad y
comed)… i ese si krobi maia ese sabui moie gostablenie grecóv ( Bebed todos de
este caliz de mi sangre que será derramada por vosotros y por muchos para la
redención de los pecados)
Estaba
conjurando la presencia divina que es inefable invisible incomprensible
inabarcable hasta el infinito que sólo se entiende a la luz de la Fe. Mi
plegaria desafiaba al universo y yo estaba allí abajo a la luz de las velas del
icoostasio bajo las altas arcadas pisando los huesos de mi hermanita Henar, de
mi hermano Juanjo, de mi padre, de mi madre de mi abuelo Benjamín de la señora
Apolonia el ama del párroco Cirilo todos enterrados en las fosas sepulcrales de
la monda.
Juan
de la Justa el que a la sierpe mató había sido soldado en la campaña de Rusia.
Fue repatriado a España con una pierna de menos. Un disparo de los organillos
de Stalin segó su extremidad Fue el más pobre del pueblo. Con la humilde
pensión que le quedó pasaba hambre. “Yo fui a luchar contra el comunismo. Los
rusos no me hicieron nada pero el régimen soviético estaba dirigido por feroces
caníbales y se hacía lengua de la valentía de los soldados alemanes que lo
trataron con deferencia y mantuvieron la disciplina den medio de la retirada
que ellos denominaban defensa elástica. Contaba que aquella guerra la habían
organizado un sanedrín malvado y que el pueblo alemán y el ruso la padecieron
en sus carnes la locura de los estadísticas y políticos. En su alcoba tenía un
retrato del Führer y decía que el holocausto era una treta propagandística para ocultar los crímenes de la segunda
guerra mundial.
─No
digas eso en público, Juanito, que si se enteran los caza nazis te meten en
chirona.
─Me
es igual. Ya para lo que me queda.
El
desparpajo y la sinceridad del pobre mutilado consiguieron que el fervor y la
admiración que yo sentía hacia los rusos se enfriasen un tanto. Rusia es el
molde de un enigma. Empiezas a deshojar la cebolla desde el cepellón y nunca
llegas a la última muñeca.
─Nunca
se sabe cómo piensa un ruso. Las reacciones de los eslavos son un enigma. No
piensan como nosotros según me dijeron algunos camaradas que fueron deportados
a los campos de concentración siberianos.
Con
todo, aquella misa seca no me pareció un sacrilegio. Formaba parte de un sueño
que yo tuve para ensalzar aquellas piedras templarías erguidas sobre el áspero
mogote entre pedruscos seculares y zarzales de escaramujo. Volvía al centro. Se
cerraba el círculo. Estaba de nuevo de bruces
ante el enigma de misterio de mi existencia con mi cruz a cuestas y las
sienes taladradas del escritor olvidado y arrinconado igual que el montón de
huesos de la monda. Remé contra corriente. Quien se atreve a ir por libre y
enfrentarse a los dogmas de una sociedad global paga su culpa. ¿Es esta
sociedad libre?
Cerré
el portillo de san Gregorio después de encender una vela en la tumba de los
míos y me fui a una tasca de Sacramenia.
Pedí vino de la tierra. Conjuré mis penas ante el dolor y el olvido y la
persecución de la que fui objeto. El vino me daba fuerzas, no me gustaba beber,
buscaba en el caldo de la viña de Noé al terapeuta. Tuve que separarme de mi mujer cuando supe
que el cuarto de mis hijos no era mío. Su naturaleza tan dada al coqueteo y a
la ninfomanía la había hecho sucumbir a la tentación de un afer con un
compañero en su centro de trabajo. Un día la descubrí cuando se desnudaba
sendos moratones en los glúteos y otro menor en el pecho izquierdo. Me dijo
quie se había pegado un golpe con la pierna. La repudié y consciente de que
aquello era un castigo que me había enviado la providencia por haber sido
degradado como sacerdote y por haber andado malos pasos por la vida me divorcié
y a la jubilación compré una casa vieja en Asturias. Estuve entado de cometer
una locura pero me fugué del hogar a la chita callando y ya libre de semejante
atadura me sentí un hombre feliz que es liberado de su oprobio. Deseché la idea
de convertirme un verdugo más de la violencia doméstica que recitan con fruición
las emisoras que salen al éter dando parte de los crímenes pasionales. Era una
verdadera epidemia sobre la cual se soportaba el sistema como la peste de Trump
genéricamente denominada Covid. Un guarismo. El gran sanedrín tiraba la piedra
y escondía la mano. Fue tal la conmoción física y psicológica que aquella
afrenta supuso que dejé de ser hombre que me abandoné a la anafrodisia. Soy un
“stoltzi” digno de abrazar una de las sectas de la ortodoxia rusa la de los
castrados que se me emasculaban a sí mismos por amor a Cristo y para no caer en
la tentación de la carne y puedo decir co el salmista que la mujer son la
cátedra del diablo y el aguijón del escorpión y esta era una de las razones por
la cuales veía la pornografía en la red consolándome del pensamiento de que el
amor no existe. Es una reacción química. Todo fue difícil. El árbol del Campo
del Alfarero me invitaba a colgarme de una de sus ramas con la misma soga con
que se ahorcó el discípulo traidor. Rubicundus erat Judas et Rubicundus erat Trump.
En mi casona llevaba una vida eremítica. Escuchaba la música de las olas
rompiéndose contra el acantilado. Empecé a ver el mundo con ojos cibernéticos.
Mi vida se hizo virtual. Me sumí en un mar de “fake news”. Manejaba el ratón
con tanto ahínco como el rosario. Me ofrecí a Cristo en oblación para redención
de aquellas pobres modelos que se desnudaban y acariciaban el clítoris en las
salas del Masturbador General. Todas ellas eran rebeldes como yo un pobre cura
degradado. Me rasparon los dedos en Londres. Yo había sido ordenado por un
obispo bonachón y complutense una alegre mañana de junio de 1967. Estuve
prosternado como media hora al grito de “Recumbant omnes” mientras el coro de
la colegiata que construyó Cisneros entonaba las letanías de los santos. Luego
la orden de “levate” y yo me arrodillé ante el obispo de cara cuadrada que
había sido tallada como un hacha, me miró con dulzura y ató mis manos con un
lazo blanco al tiempo que imponía sus manos sobre mi cabeza, manos que olían
bien dedos perfumados que resplandecían con una sortija de rubí. Éramos
veinticuatro los ordenandos. Sólo quedó uno del cupo. Los otros pidieron
dispensas y cogaron los hábitos. Había llegado la estampida la gran evacuación
del Concilio que vació los seminarios. A veces sueño en este momento de gracia.
El raspado de los dedos fue más
desagradable. Me convertí entonces en un réprobo, un apostata Fue un gran
momento pero no tan sublime como el instante en que contraje matrimonio en un
juzgado de Harlow (Essex) con Aderita. Puede decirse que en Alcalá no sentí
nada. No escuché el revoloteo de la paloma del espíritu Santo ni los ojos del
águila caudal que me convertían en un sacerdote santo. Para mí aquella era una
ceremonia casual. Yo había llegado a cura para tener un pasar y un respeto. El
sacerdocio no representaba sino un oficio cual otro cualquiera. Ni fu ni fu por
dentro aunque por fuera mi semblante fuera alegre y bello como el de un
misacantano. Me desposaba con la Santa Madre Iglesia. Al menos eran lo que oí
decir a mi madre que fue la madrina de mi consagración
II
El día de san Jorge se levantó
temprano. Cantaba ya la alondra en las ramas del quejigo de la casona echando
sus primeras yemas. Fue al ordenador (había convertido la vieja cuadra en
biblioteca y despacho con la mampostería dando protección a los libros
amontonados, la chimenea donde ardían los rescoldos del tuero de la noche
pasada, cerca de la consola ante cuya pantalla el septuagenario inasequible al
desaliento pasaba muchas horas aporreando las teclas) y una noticia le
entristeció al borde del llanto y es que la juventud actual está asesinando la
ortografía. Ello obedecía a una consigna:
─Delenda est Hispania
La lengua es compañero del
imperio. Ya no hay imperio que valga. Nos aplasta la bota de Soros. Las
naciones mueren cuando la lengua común es asesinada y la erradicación de las
normas ortográficas era el primer paso esta inicua estrategia. Entonces dijo:
─He de ir a honrar a mis
difuntos. He de visitar el cementerio de san Gregorio donde reposan mis antepasados.
Ellos durante más de diez siglos desde el románico, el gótico, el plateresco,
el barroco, en el tiempo de las luces, de las paces, las guerras, las gripes,
las epidemias se expresaron en castellano. Con ella nacieron y murieron, amaron
y cantaron, hicieron negocios. Me indigna este asesinato pero no era nada
nuevo. Ese fue el intento de los bolcheviques para darle la puntilla al ruso
cambiar la ortografía suprimir ciertas letras del abecedario.
La orden partía de las altas
esferas del Sanedrín que tira la piedra y no esconde la mano, se sirve de sus
cipayos. Los bolcheviques la pusieron en práctica en 1905 por medio del gran
profeta de la revolución marxista Vladimir Maiakovski y ahora en España por
medio del bocazas del Coletas y su adlátere Julio Rodríguez "Julito el
rojo" el general apostata un espía del NOM israelí la implementan entre
nosotros. Había que hacer astillas la lengua de Nebrija, Cervantes, Quevedo y
Pérez de Ayala, Clarín, Galdós. Baroja, Miró. Marañón etc. Estaban deseosos de
cantarle el gorigori. Fue un plan que fracasó . el profeta del cambio
Maiakovski, el que decía que había quemar los textos de Chejov, Tolstoi,
Turguenev y Kuprin acabó pegándose un tiro cuando supo que su mujer le ponía
los cuernos con un comisario. El ex cura cargó con un poco de pan un termo de
café y una enfilada para aguantar las seis horas de viajes y al volante de su
viejo 2C se dispuso a cruzar Pajares. La radio del coche rebuznaba noticias
sobre las elecciones desde las plataformas del gulag mediático. ¿Quién va a
ganar las elecciones? El que mande don Iván porque las urnas las carga el
diablo. Los tertulianos se entregaban a su filatería incontenible. Todo era un
paripé. Cambiaban de ondas y allí los coloquios verdeaban la boda de Rociito
─qué gran tema rediós─ con el ex picoleto, la hija del ex boxeador, el novio de
la Campos, el nuevo look de doña Leticia, gossip de evasión para no
hablar de los menas que nos enviaba el rey alauita en patera para que los
mantuviéramos he aquí un país dado al compadreo el chismorreo y la murmuración.
Nos dan la vara. Nos comen el coco con todas esas nimiedades. Fortuitamente
burló la vigilancia de la Guardia Civil al entrar en Castilla le dijo que iba a
un entierro. Los campos estaban verdes y frescos, las casas cerradas de los
pueblos vacíos. Un azor planeaba al borde de la carretera avistando sus presas.
La bondad y serenidad del paisaje contrastaba con la nerviosidad y parloteo de
los programas matinales de las emisoras. El país estaba nervioso.
Para el Soguillas empedernido lector y
esforzado escritor, sus textos se amontonaban inéditos en la cuadra de la
Requejada junto a algunos libros que pudo publicar nunca distribuir porque con
la inquisición hemos topado. A los nuevos autores por no echarlos vitriolo a
los ojos les mandaban al limbo del anonimato. En España los literatos andan
todos metidos en un cajón. Había que estar agazapado cada uno en su conejera
hasta la exasperación, aprendiendo a ser ex hombres. Se trataba de acabar con
el Logos y la eterna sabiduría y adoptar la norma redhibitoria de la renuncia.
Apagó el receptor y escuchó la voz del obispo el día de su ordenación mandando
a los diáconos que se iban a ordenar de presbíteros el cuerpo a tierra:
─ Procumbant omnes.
Habían pasado muchos años casi
medio siglo pero la voz episcopal retumbaba en su memoria. Un pájaro alisaba
sus alas sobre el hilo del tendido eléctrico. En Medina del Campo se detuvo a
mear y a tomar café. Pensó que la mano de la Providencia le había sacado de
tantos apuros en la existencia que fue una lucha a muerte contra el mundo la
carne y los hombres. Estaba vivo. Era un jubilata que bien podía decir con San
Pablo "Conservé la fe" a pesar de que todo en su vida fue un gran
fracaso una catástrofe. Por eso tenía que acercarse al ara donde se guardaban
las cenizas de sus antepasados. Otra parada en Arévalo para arrodillarse ante
la Virgen de las Angustias. Al salir del templo la plaza del Arrabal estaba
llena de puestos de mercaderes. En los caleros
de la iglesia de Santo Domingo habían anidado una pareja de goloritos
padre y madre llevaban alimentos en el pico a los recién nacidos. Arévalo
honraba a su patrón san Vitorino que debían de ser la continuación cristiana de
las fiestas de la Refifugia que mantenían solemnemente los arévacos. Compró soplillos
y pan regañado en una tahona puerta por puerta con la iglesia de san Martín.
¿Qué soy yo?, preguntaba Soguillas... un resistidor berberisco mitad cristiano
y mitad judío. Mi alma va sellada por las tres culturas aunque lucharé a muerte
por la defensa de la cruz de Cristo. De los moros heredé su fanatismo, de los
judíos la tozudez y de los cristianos el amor al vino eucarístico.
En un apostadero de la A6 era la
hora de yantar, el pan regañado arevalense sabía a glorias lo mismo que los
soplillos. Que aproveche buen mordisco. A la paz de Dios. Un transportista
portugués dormía en la cabina de su camión, una pareja de jubilados masticaba
unas tajadillas de una fiambrera. Les dio los buenos días, no le contestaron.
La gente se ha vuelto medrosa y suspicaz. Otra vez enfiló la autovía, prendió
la radio. Los hierofantes radiofónicos seguían ahora hablando del virus de los
fallecidos la noche anterior y de los internados en cuidados intensivos. Lo
adelantó un Peugot francés en el cual viajaba toda la familia. La esposa iba
cubierta con el almaizar que le daba aspecto de monja. Es saludó con la mano...
"Bis millah" y ellos deferentes respondieron con el mismo saludo
"Bis millah havivi". Id con Dios.
Tuvo que parar junto al santuario
de la Fuencisla para hacer pis (dolamas de la próstata) y para cantar una salve
a la Virgen en agradecimiento por el buen viaje. La Fuencisla sitio emblemático
le recordaba los recesos de sus tiempos
de seminarista, largos paseos congelados en el invierno y calenturientos por los
ardores de la canícula. Se puso a cantar el padre nuestro en ruso:
"Otse, isi esi na
nebisiex
Da siatsie imiatvoié
da pridiet tsertsco tvoii
dviedi nas
Da vudet volia tvoia
Iako na nebesi i za ziemli
Xlev nas nasusni dazni dnesi
I ostvi nam dolgi nashi
Iakose i mui ostabliem dosnikom nasim
I vvedi nas vo skuseniei
No izbavi nas
nas ot lykavago
Amin"
Una monja que limpiaba el
santuario escuchaba el rezo con atención y dijo que le gustaba mucho aquella
oración... Es el padrenuestro, hermana... pues que Dios le bendiga... y a
usted.
Resolutivamente no quise entrar
en Segovia el pueblo donde vino al mundo porque allí no le trataron bien. Le
pasó lo que a Santa Teresa cuando los
segovianos la acusaban de andar metida en amores con Juan de la Cruz su capellán.
"De Segovia ni el polvo de las zapatillas" y se sacudió el calzado en
san Pedro Abanto donde siempre paraban carreteros. Enfrente había un letrero
sugestivo:
─Más vale aquí mojarse que
enfrente ahogarse
Justo al lado corrían placenteras
las aguas del Eresma.
Por fin alcancé a ver la torre de
san Gregorio que se perfilaba sobre el páramo con la majestad de un obispo
sedente a horcajadas sobre el lomo de los siglos, testigo de nuestra
historia, en su cátedra guardando la memoria de mis difuntos. Llamábamos
nosotros aquel cerro El Somo. Era el final del camino. El pueblo estaba vacío.
Nos habían robado el alma. Habían
matado la lengua asesinado su ortografía. Encendí una vela y me puse a llorar
agarrado a la verja del camposanto. Aquel era mi muro de los lamentos la torre
del cementerio de Requejar.
III
No
me sentía cansado tras el largo viaje desde Asturias con mis setenta y seis
años a las espaldas fresco como un
cohombro. Trepé por la escalera 24 veces y desde el cerro saludé al paisaje
castellano. Para honrar a los veinticuatro monasterios que, mandó hacer el rey
Alfonso VI los veinticuatro pueblos de Villa y Tierra los veinticuatro ancianos
del Apocalipsis. Era un conjuro para aplacar las tristezas del Quietorium de la
Monda y el fuego fatuo Perfilábanse las montañas azules al otro lado de las
cárcavas las tierras frías y el gran morro de las adradas. Y por el sendero del
via crucis subía yo con la cruz a cuestas como Cristo con todos los pecados del
mundo sobre los hombros. Me dolían las costillas. En el paño de la
Verónica enjugaba mis lágrimas y s
estampaban los rostros de las mujeres a las que perdí, pecador de mí. Pungente
y clara se escuchaba por todo el valle de la dulce Deri desde la cama del
hospital de Londres donde la operaron del tiroides:
─You have hurt many people
(hiciste daño a mucha gente)
cuando
la dieron de alta firmó el divorcio. Una compañera de crujía la indujo a tal
determinación traté de explicarle que no me dieron permiso en la escuela. Sufrí
una depresión. I had a break down y todo se fue al carajo
El
pantocrátor pintado sobre el ábside milenario me miraba con sus ojos fríos
bendiciendo desde la serenidad de sus dos dedos alzados y sus ojos grandes
cuando decía misa sobre el ara sepulcral. Un ángel negro de seis alas me servía
de acólito y allí estaba Juan de la Justa el que la serpiente matara. Salió de
su tumba a la hora de alzar y les escuché decir con voz trémula “Señor mío y
dos mío” junto a él vestidos de túnicas blancas comparecían casi todos los
difuntos del Requejar. Podían ser millones y asistían a la ceremonia con gran
devoción. Algunos no entendían las plegarias porque su presencia en el mundo
tuvo lugar antes del cambio de rito. Muchas mujeres sentadas a la morisca
invocaban a Dios en mozárabe. Habían resucitado para ver a Dios. Un coro de
querubines atacaba las estrofas de la misa de Ángeles y el eco de sus voces se
esparcía por la campiña en un largo kirie elisión. Juan de la Justa el que mató
la serpiente cantó el credo en eslavónico. Aquella pretendencia me reaseguraba
de la presencia de Dios en el paraje presencia divina que es inefable invisible
incomprensible inabarcable hasta el infinito que sólo se entiende a la luz de
la vez. Juan de la Justa el que mató a la sierpe había sido soldado en la
campaña de Rusia. Fue repatriado a España con una pierna de menos. Un disparo
de los organillos de Stalin segó su extremidad Fue el más pobre del pueblo. Con
la humilde pensión que le quedó pasaba hambre. “Yo fui a luchar contra el
comunismo. Los rusos no me hicieron nada pero el régimen soviético estaba
dirigido por feroces caníbales y se hacía lengua de la valentía de los soldados
alemanes que lo trataron con deferencia y mantuvieron la disciplina den medio
de la retirada que ellos denominaban defensa elástica. Contaba que aquella
guerra la habían organizado los judíos y que el pueblo alemán y el ruso la
padecieron en sus carnes. En su alcoba tenía un retrato del Führer y decía que
el holocausto era una treta propagandística
para ocultar los crímenes de la segunda guerra mundial.
─No
digas eso en público, Juanito que si se enteran los caza-nazis te meten en
chirona.
─Me
es igual.
El
desparpajo y la sinceridad del pobre mutilado consiguieron que el fervor y la
admiración que yo sentía hacia los rusos se enfriasen un tanto. Rusia es el
molde de un enigma. Empiezas a destapar y nunca llegas a destapar el rostro de
la última muñeca.
─Nunca
se sabe cómo piensa un ruso. Las reacciones de los eslavos son un enigma. No
piensan como nosotros según me dijeron algunos camaradas que fueron deportados
a los campos de concentración siberianos.
Con
todo, aquella misa seca no me pareció un sacrilegio. Formaba parte de un sueño
que yo tuve para ensalzar aquellas piedras templarías erguidas sobre el áspero
mogote entre pedruscos seculares y zarzales de escaramujo. Volvía al centro.
Estaba de nuevo ante el enigma de misterio de mi existencia a cuestas con mi
cruz a cuestas y las sienes taladradas del escritor que se atreve a ir por
libre y enfrentarse a los dogmas de una sociedad global. Cerré el portillo de
san Gregorio después de entender una vela en la tumba de los míos y me fui a una tasca de Sacramenia. Pedí vino
de la tierra. Conjuré mis penas ante el dolor y el olvido y la persecución de
la que fui objeto. Tuve que separarme de mi mujer cuando supe que el cuarto de
mis hijos no era mío. Su naturaleza tan dada al coqueteo y a la ninfomanía la
había hecho sucumbir a la tentación de un afaire con un compañero en su centro
de trabajo. Un día la descubrí cuando se desnudaba sendos moratones en los
glúteos y otro menor en el pecho izquierdo. Me dijo que se había pegado un
golpe con la puerta. La repudié y consciente de que aquello era un castigo que
me había enviado la providencia por haber sido degradado como sacerdote y por
haber andado malos pasos por la vida me divorcié y a la jubilación compré una
casa vieja en Asturias. Estuve tentado de cometer una locura pero me fugué del
hogar a la chita callando y ya libre de semejante atadura me sentí un hombre
feliz que es liberado de su oprobio. Fue tal la conmoción física y psicológica
que aquella afrenta supuso que dejé de ser hombre que me abandoné a la
anafrodisia. Soy un “stoltzi” digno de abrazar una de las sectas de la
ortodoxia rusa la de los castrados que se me emasculaban a sí mismos por amor a
Cristo y para no caer en la tentación de la carne y puedo decir co el salmista
que la mujer son la cátedra del diablo y el aguijón del escorpión
IV
Había
nacido a la sombra de la catedral cerca del rollo donde ahorcaron al pare del
Buscón y “obisparon” a su madre por alcahueta. Los jueves ponían el puesto los
pelaires en la plaza del Azogue, triduos y novenas y el toque de clamor en la
torre Carchena junto a la huerta del Judío ires y venires dares y tomares sin
ton ni son. Los largos paseos en silencio durante las horas del quiete en las
tardes de retiro espiritual. Aprendió juegos de manos y era un experto en tirar
al guá con las canicas. Sus padres siendo pobres a la edad de once años lo
metieron en el seminario una boca menos. El fantasma del Domine Cabra aleteaba
como un pájaro de mal agüero por tránsitos y corredores de aquel caserón.
Aprendió a escanciar espondeos en latín y a entusiasmarse con la mitología. Los
dioses oscuros eran el precedente de todo aquello que amó y aprendió. Aulas del
sufrir y del resignarse malos olores y hacinamiento. Le gustaban las mujeres y
tuvo una novia que eran diez años mayor que le enseñó viejas técnicas
ancestrales. No se lo digas a nadie. No lo diré. Túmbate y lo hagamos como los
señores. No se lo dijo a naide siquiera al confesor aprendió a fingir y a ser
hipócrita. Aquello era lo mejor del mundo la gloria de dios cuando abrazaba a
Maritere y se sumía en el pozo sin fondo del amor aquel cuerpo tiritando y en
convulsiones que olía unas veces a
pescado y otras a lavanda,. tan dulce como un vaso de malvasía. Tú te tumbas y
ahora el sesenta y nueve. A la viuda lo que más le gustaba era el misionero.
Así todos los veranos. Cuando sea cura serás mi ama de llaves y podremos gozar
más libremente. No se lo digas a nadie. El gozo de aquellos pecadillos secretos
le alegró toda la vida. No hay cosa en el mundo más dulce que aquellos
revolcaderos en el pajar o al amparo de un escaramujo bien tupido a la vera del
Río Peces para hacer el amor con la fresca. Había laido en un Padre de la
Iglesia que la mujer tiene entre las piernas el aguijón del escorpión, es
cátedra diabólica. Era san Pacomio que el pobre no se había comido una rosca
por eso escribía tales barbaridades de las sacerdotisas del gusto que son lo
mejor que hay en la vida. Pues yo, reverendo padre, me arrepiento de todo
corazón pero me gustaría asistir a esas clases que daba el Cojuelo en las
universidades venéreas y que me pique esa avispa ¿Y tú vas a ser cura? No me
queda otro remedio. Le gustaban los veranos porque podía tener encuentros con
la Tere y al rey y a la inquisición chitón. El seminario era una cárcel pero
toda la vida es cárcel. El año 56 hubo una gripe y desalojaron as aulas
mandaron a todos para casa. En el delirio de la fiebre menudeaban los encuentros
con su novia. No me importas que me pegues el morbo. Fueron sus mejores amores
en la vida los de los tiempos de peste. Iba aprobando todos los cursos. Los
superiores le tenían por un santico y lo proponían como modelo de buen
seminarista. Era diligente, aplicado, nada murmurador, asistía a las
celebraciones litúrgicas con devoción, en los tiempos de silencio caminaba por
los pasillos con la cabeza de medio lado. Aquí tendremos pronto un san Luis
Gonzaga. Los ángeles le están preparando la aureola para subirlo a la
hornacina. Sanctum habemus: Quintiliano el hijo de la Aldonza la lavandera del
Eresma. Era la admiración de todo el seminario. Aquellos buenos operarios
diocesanos pese a su bondad y dedicación a los postulantes no daban una El
Soguillas al escuchar aquel juicio de su maestro de novicios se reía para sus
adentros y seguía suspirando por la Tere. En las noches de pesadilla como tenía
poluciones nocturnas y “lo suyo” se iba para arriba in continenti e
irremediablemente. Conque, se daba furiosamente a la masturbación pero era
avisado y cauto que no caía en el escándalo de algunos de sus compañeros a los
cuales se les escuchaba gemir en medio del ruido de los muelles del jergón. Él
no tenía vocación pero lo disimulaba. Tendría asegurada la vida y como había
oído decir a más de un párroco eso del celibato es una marranada. El voto de
castidad que no cumple nadie nos permite tener acceso carnal a todas las
mujeres que se nos pongan delante solteras, vírgenes, casadas, putas
espirituales e incluso monjas. La teta de novicia era manjar suculento. Así que
Quintiliano un verdadero buey muto no decía ni media palabra de sus
interioridades. Se agazapaba y aguardaba deshojando la margarita de su
zorrería. Aquel centro, antigua casa de la Compañía, fue el lugar donde
aprendió sus mañas y salió convertido en un pícaro de siete suelas. Vaya un tío
por dos reales, buen pájaro estaba hecho Quintiliano el Soguillas
V
Ya estoy inoculado
contra la pandemia. Ayer me puse la inyección en el hospital de la Misericordia
de Avilés regentado por las hermanitas de San Vicente de Paul la toca blanca
esa toca enorme que parece un avión la cruz al pecho y el rosario a la cintura.
Radio Florito se pasa la santa mañana tardes y noches dándonos noticias de los
altibajos de la pandemia. Cómo evoluciona todo esto. No se informa de lo
verdaderamente importante de donde salió el morbo, cómo se trasmitía la cepa,
quien trujo el bicho, en qué probeta lo incubaron la madre que lo parió si
fueron los murciélagos o los chinos de Wujan. Hoy tantos muertos ayer tantos
contaminados. Se desinforma y se nos confunde. Eso es tomar el rábano por las
hojas. Don Híspido Estadístico juega al chito con nuestros temores de algo hay
que morir pero que se mueran ellos. Salimos del Notejode, librándonos de
unas para meternos en otra, en el Nosajodio, la pescadilla que se muerde
la cola vueltas y vueltas al trillo y no es que me quejo no porque entré en el
bombo de los escogidos pero a muchos colegas les ha saludo la hoja roja y
pronto dejarán de fumar. Los españoles que fuimos durante mucho tiempo carne de
cañón, carne de horca y carne de prostíbulo, ahora nos hemos convertido en
carne del tósigo letal del Covid, desde que la pandemia habitó entre nosotros
en el maldito año bisiesto de 2020. Les
dirá un funeral ese Fray Buscón el del pelo blanco que anda saqueando a los
ricos para dárselo a los pobres y él, receptada el donativo de los famosos a
los que acude con frecuencia al no haber sarao o fiesta donde no esté invitado
o no se cuele este páter que es un vivales,
se guarda los cuartos quedándose con el santo y la limosna. Dios
confunda a quien no espabila y este fraile es un lince para la pasta. Huele los
dineros a leguas de distancia. Nunca te dirán lo importante por los micrófonos
de Radio Florito que dirige un colombiano que ha saltado desde la panza del
caracol. Imposta la voz presume de voz y se mete con los venezolanos y con los
cubanos. El hipócrita ve la paja en el ojo ajeno y olvida la viga en el suyo.
Colombia es el país que parió más
prostitutas. Es el vivero de la gran meretriz. El de las putas de Internet las
más guarras, indecentes y desvergonzadas, ─toda la coca es manejada por
potentados impresentables─ del mundo las que montan por la Red esos numeritos
de esperma blanco cuando les viene el deleite y grandes mamadas. Todas hablan
español y uno al verlas siente vergüenza de su idioma castellano. Es una nación
aprisionada entre las garras de la bestia. Colombia me parece a mí que tiene la
forma de coña buscando el gran carajo. Nicolás Maduro me parece un tipo mucho
más digno al menos patriota pues no se rinde ante el bloqueo comercial de los
gringos que quieren asfixiar a su patria matándola de hambre, anhelantes de su
petróleo. Venezuela y Cuba humilladas y ofendidas no agacharon la cerviz. Colombia
es el gran burdel de los EE.UU como lo fue Cuba en la ´poca de Batista. García
Márquez se le iba la fuerza por la boca mucho palabrero para luego nada decir y
es que ha caído particionero en manos del sionismo solipsismo que nos ahoga
como esa serpiente que avanza por el mundo enrollándonos al cuello con sus
pestíferos y letales arillas. Pues ese es el jefe de Radio Florito emisora de
derechas de toda la vida sucursal del Maligno, director un tal don Verbilindo,
más dura será la caída. Como no tengo otra cosa que hacer: oír radio, ver
novelones por la tele y estar aditivo a los chats porno de la red en la cuadra
en la que vivo pues me entero de todo o a lo mejor no me entero de nada. Me
lavan el cerebro con una de esas mangueras municipales con las cuales nos
refrescábamos las pantorrillas cuando éramos niños mientras cantábamos el “aquí
no llega bombero tu manga riega y si llegare no me mojare”. Estamos calados
hasta los huesos. Estamos todos hechos cisco. A don Puertas no le cuadran las
cuentas y hace numeritos al objeto de reducir demografía y para ello pone
cuatro remedios: pornografía, conflictos regionales, desamor y virus. Vacía las
aldeas. Si serán elucubraciones mías.
Mis amigos me llaman negacionista pero yo me considero un tío legal. Sus
emigrantes se largan a vivir a las ciudades donde viven hacinados y expuestos
al morbo cainita, que es como llaman algunos epidemiólogos de nuevo implante
socarronamente. Don Guillermo va y compra a bajo precio las tierras pignoradas
y las vende o las explota al máximo exponente. Así es como se hicieron
millonarios los Rochild con sus palomas mensajeras y sus inversiones
millonarias durante las guerras napoleónicas. La serpiente no deja de crecer y
de arrastrarse. Llena de baba o de lefa el suelo que pisa escupiendo sus fauces
el veneno de la entraña con lengua
retráctil y allí donde toca el escupitajo de la gran culebra no vuelve a crecer
la hierba. Yo la vi cómo se arrastraban por las crujías de Cuidados Intensivos
del hospital de la Misericordia de Avilés mientras una enfermera peruana muy
amable me vacunaba contra el Covid. Su voz era dulce y cantarina como el de una
sirena. ¿Por qué estas alegre, hermana? Porque hay que cantar cuando se lucha
contra la muerte. No se podía dar un paso por las salas. Los viejos ─les tocaba
el turno a los nacidos entre 1942 y 1945 éramos una buena peña de setentones en
la flor de la senectud─ como ovejas que llevan al matadero todas para el
arrastre. El rubio don Donando ahora está muy callado pero no paraba de darnos
la murga con los chinos quería hacer la limpieza étnica una verdadera sarracina
como antes se llamaba y empezó a gobernar por tuiter a los chinitos les voy a
meter un brazo por una manga pues hay que ver lo que ha cambiado el mundo
cuando yo era niño los frailes repartían huchas por el Domund para que
saliésemos a cuestar por los chinos y ahora son estos hombres de tez amarilla y
ojos oblicuos, al socaire de Mao con su libro rojo y Chu-en-lai, nuestros
colonizadoras. Llegan hasta nosotros con un libro de Mao en el bolsillo. Es un
libro rojo en caracteres chinos que lanza profecías inexorables. Europa se ha
dormido. Kaput. Morirá de su propio éxito. Son ellos los que nos leen la
cartilla de Fumanchu. A mí me parece que don Donado el rubio con esa melena de
camionera de la Ruta 66 un nabab del ladrillo con las cuatro reglas mal que
bien aprendidas fue el culpable en razón a que temía su competencia, les mandó
los padrinos escondido en un tarro fatal donde se guardaba el especifico que
suelto en el aire y dejado por correr por las cañerías o almacenado en la
cabina de los aviones había de causar la muerte de millones de seres humanos.
Juegan al trompo con nosotros. Promulgan la eutanasia y aplican
anticonceptivos. Sobra gente en el mundo. A pesar de todo la vida sigue siendo bellas.
Las terrazas de los bares están repletas de gente que toman piscolabis con
mascarilla. Muchos factores que yo no acabo de entender se mezclan en este totum
revolutum de la peste aviar verdadero flagelo del género humano del que
todo es confuso tanta información de mezcolanza desinforma. Por lo visto el año
bifronte dos veces veinte del siglo XXI fue el año de Nostradamus el de gemir y
crujir de dientes. No nos pongamos trágicos. Sea lo que Dios quiera. De algo
hay que morir.
VI
En 1977 agosto caía sobre Nueva York plomo derretido hubo
un apagón gente quedó varada en los ascensores los semáforos dejaron de
funcionar los quirófanos quedaron a oscuras y los pacientes agonizaban en la
mesa de operaciones un caos. La ciudad automática la ciudad que no duerme paró
de pronto. Con el corte del fluido eléctrico bajaron desde Harlem al bajo
Manhattan las tribus urbanas y empezó la gran pecorea, el looting. En la gran pecorea yo vi a
morenos que saqueaban las tiendas arramblaban con televisores lavadoras infernillos.
Muchos neoyorquinos de buena voluntad se preguntaban si no había llegado el
apocalipsis. El apagón nos hizo mascar el polvo de la derrota demostrándonos lo
frágil que somos. Se va la luz y todo se interrumpe porque el soporte vital de
nuestras ciudades se cifra sobre la tecnología. Un simple fusible da en quiebra
y adiós mis pavos que atruena. Yo vivía en el piso 24 de las Torres de Water
Side Middle Manhattan. Salí de casa y bajé a tientas por la oscura escalera.
Saludé en el vestíbulo al janitor un
portorriqueño simpático de pelo rizo en mis conversaciones mezclaba el inglés
con el castellano spanglish. Pude ganar la plaza donde estaba sentado mi amigo
el rabino Yankel que también mezclaba el inglés con el yiddish. No estaba
aturdido el buen rabí que vestía camisa blanca y una dulleta que le llegaba
hasta más debajo de la pantorrilla.
─Hello, there. How come?
─ This is a signal of Apocalypses─, dije
Yankel empezó a reírse por toda la
barba. Exhibía en su atuendo personal cierto descuido pero miraba
con ojos penetrantes de Einstein. Sus barbas apostólicas estaban blancas, sus
tirabuzones negros, el zapato sucio y mal atado. Era un judío ortodoxo
observante de la ley. Pertenecía a un pueblo indestructible que seguía
vistiendo como los padres del Viejo Testamento observando su dieta y rezando la
Shemá al levantarse y al acostarse. A los askenazíes no les era permitido
hablar con un goim pero solía saludarme y conversaba conmigo. Quizá observando
con su ojo clínico y su vista gastada de tanto escudriñar los textos sagrados
que a lo mejor yo podía pertenecer a su elenco. Sabía que en España hubo
infinidad de conversos que mudaron de credo en apariencia por más que en
secreto siguieran con sus abluciones judaicas sus cantos y todos esos elementos
residuales de nuestra herencia mosaica.
─Eso es una canallada que inventaron los nazarenos.
Cristo es un veneno. El mundo no se acaba.
─ ¿Cómo qué? El apocalipsis de san Juan fue escrito por
un judío el apóstol san Juan en la isla de Patmos.
─Ese apóstol que tú dices era un griego.
─ Paparruchas, el mundo es eterno.
Me quedé de un aire horrorizado por la blasfemia que
acababa de escuchar. Había un supermercado en las inmediaciones y la gente
salía cargada con garrafas de agua mineral. Tampoco manaba por los grifos el
líquido elemento. No funcionaba la bomba de las cañerías.
Le dije al rabino que esa idea de la impostura que
achacan los de la Vieja Ley al Salvador no era suya. La había lanzado Nietzsche
el padre del nazismo. Yankel volvió a reírse y me ofreció un pitillo Malboro
puro sabor norteamericano. Me mostró la cajetilla:
─Dime, español, ¿cuántos cigarrillos hay aquí
dentro?
─Veinte menos dos que vamos a quemar dieciocho.
─Eso es. Una verdad matemática. Algo que
puede ser demostrado y probado. Vuestro Nazareno no puede
demostrarse. Pudo ser un invento.
─Un invento─ replico─ que dio la vuelta a la historia. La
cruz está en todas las partes. En las torres de las iglesias y catedrales, en
las salas de los hospitales a la cabecera de los enfermos, en las aulas de las
escuelas sonríe los cielos formando el arco iris de Constantino in hoc signo vinces y se reclina
incluso sobre el pecho de las mujeres mundanas. La cruz es el Logos la
sabiduría infinita que hace que el mundo siga girando
─ Humbug, retórica pura retórica.
─ En ese caso toda la Biblia es lo mismo: una historia de
hazañas bélicas, epitalamios con carácter erótico “El Cantar de los
Cantares”
Quedó pasmado ante mi blasfemia
─ Es la palabra de Dios. Es el pacto entre Yahvé y el
pueblo elegido. Algo que los idólatras no podréis comprender. Somos el pueblo
del libro y la tierra. Algún día volveremos a tomar posesión de ella.
─ Eso es puro sionismo
─ Yo no soy sionista. Israel no ha de ser nunca una
nación vulgar con sus parlamentos, sus políticos, sus corrupciones, sus
periódicos─ afirmó rotundo Yanquel sin perder su sonrisa.
La ceniza del malboro se le había quedado esparcida por
la pechera. Por debajo de su traje solar negro le asomaban las puntas de una
faja blanca las filacterias. Su mujer y su hija que presenciaban divertidas
nuestra conversación le hacían señas para que acabáramos nuestro intento de
solucionar los problemas de la humanidad pero al rabino le divertía
contraatacar. A todos los judíos les encanta discutir sin pelear. Un proverbio
ruso advierte que donde hay dos judíos surgen tres opiniones diferentes.
A Waterside Plaza llegaban las voces de los depredadores
que saqueaban las tiendas de la First Avenue y allí estábamos los dos
entregados a nuestras disquisiciones teológicas. Como Daniel en el foso de los
leones impávidos ante una atardecida llena de furores. El mundo siguió
marchando sobre sus ejes. Esto es la guerra. Apagadas las televisiones
funcionaban a toda mecha los transistores relatando los incidentes del apagón.
Creo que con esto de la pandemia Covid vuelve a repetirse la situación de
apagón que yo viví en el tórrido verano del 77.
Mucho me extrañaba a mí el anti sionismo de mi
interlocutor. Sin embargo, me formuló al cabo una profecía:
─Para nosotros el dinero no es más que un salvoconducto
de huida en tiempos de persecución. El oro aplaca el corazón del tirano.
Tampoco nos interesan los honores ni los suntuosos edificios las grandes
catedrales. Vamos siempre con lo puesto en un dilatado tiempo de Cabañuelas
para cruzar el desierto. Pero el día que dominemos los medios de comunicación
todo se nos dará por añadidura. La prensa y la televisión es nuestra arma de
combate. El objetivo es el dominio de la mente humana, la eternal Wisdom. Los
periódicos y la tierra. Somos un pueblo agrícola. Cuando alcancemos la tierra
prometida volveremos a ser agricultores.
Por boca de Yankel estaba hablando Billy Gates con más de
medio siglo de anticipación. Se informa que el gran nabab de la comunicación el
hombre más rico del mundo a través de facebook, Amazon y las redes sociales
está adquiriendo tierras de labor en América del Norte, en Colombia, Venezuela
y Argentina. De esta conversación durante el apagón con aquel rabí un verdadero
oráculo de sabiduría pero como todo humano también sujeto a las contradicciones
obtuve certidumbres y dudas. Dicen por mi pueblo que todos tenemos una
ventanillo al cierzo y que cada uno estornuda como Dios me ayuda. Nueva York me
hizo conseguir una visión distinta del mundo. Es una ciudad
judía meca del cosmopolitismo pero si se apaga la luz por avería todo se va a
tomar por el culo.
VII
Envejecer es regresar a la infancia y no sé dónde estoy, sumido en
esta vorágine de los afanes y los días. Febrero fue un mes fasto sin
estridencias ni derivados del alcohol. Lucho contra el vicio. Baco me retuvo
desde la infancia a causa de la sopilla que me daba el abuelo como un
curalotodo. ¿Vencí a la dipsomanía secuela, madre que tú me dejaste con tu
desamor? Me perdí por las tabernas y las timbas jugando al rentoy o haciendo el
tonto por las barras de los tugurios del distrito rojo buscando el amor que
nunca me diste.
Una vez me encontré subiendo por Moyano un niño que era el doble
de una fotografía que yo conservo de los cuatro años, estaba apoyado en el
pretil de la bajada de san Cebrián con un libro en la mano, sobre un paisaje de
tablares huertanos y de cipreses. El niño era mi alter ego, son pere craché
que dicen los franceses, su madre iba delante, una rubia despampanante pero ya
había engordado. En ella reconocí a la esquinera de la calle Ballesta que comía
pipas y altramuces mientras aguardaba a los clientes. Ay Madrid ¡qué extraño
eres, matas a un hombre y no apagas un candil! Como se rezagaba, al tiempo que
nos miramos, sui madre lo llamó:
— Date prisa, Adeodato.
Adeodato era el nombre del hijo que tuvo san Agustín en sus
relaciones con una esplendorosa etíope. La chica de las pipas era una beldad
pueblerina. Una rubia con la que me ocupé una malhadada tarde en un bar de
ambiente de la Ballesta, la chica hablaba con acento vallecano, iba en
minifalda bonitas piernas y la hice el amor. ¿Subimos? Un ratito. Sí. Dejó de
comer pipas al subir la escalera de la pensión y bien me acuerdo de lo que
dijo: “quiero que me dejen preñada. Me dio un golpe el corazón el chico podía
ser mío yo la miré y ella siguió su
camino pero volviendo varias veces la cabeza atrás. En noches de insomnio se me
representa la cara de Adeodato el hijo fornecino que nació de aquel polvo
rápido en una casa llana de la Ballesta. Fui pecador. A veces me acuerdo de él,
rezo por él y siento dolor de atrición. Azoté las esquinas de la calle del
pecado y en mis horas penitenciales el nombre de Adeodato suena como un golpe
de la disciplina de mis muchas flagelaciones interiores y arrepentimientos. Creo
que aquel día estaba beodo. No sabía lo que hacía y sin embargo dejé que obrara la naturaleza
engendré un hijo. Una gran pregunta he aquí que puede echar por tierra toda la
teología de la predestinación. ¿Ese niño bastardo estaba en el pensamiento divino
desde toda la eternidad? Escuché una voz. Mi ex se dirigía mediante el recuerdo
a mi atribulada conciencia:
─Llenaste el mundo de bastardos.
Yo te perdono.
Mi madre no. Creo que me estaba echando una bronca desde el nicho
mortuorio donde la tapiamos una tarde de Agosto. Aderita vivía en Cornualles
pero no quería saber nada de mí. Hice varios intentos de entablar contacto pero
fracasaron. Deri ¿dónde estás amor? ¿Qué fue de ti? Fui hijo en rebeldía desde la primera leche que mamé. Ayer fui
al cementerio y coloqué un ramo de guirnaldas abre tu tumba, hice la
consuetudinaria ofrenda de las Protelias a Diana, canté sus nenias cinerarias.
Quemé granos de olíbano como ofrenda a los dioses e invoqué a la virgen Oh
María madre mía oh refugio del mortal amparadme y guiadme a la patria
celestial. Me acordé de Aderita mi único amor a la que tú despreciabas.
Fue una boda
perfecta en la Inglaterra que amé. Al cabo de muchos años cunde en mí el
arrepentimiento y el dolor que pude causar a estas personas sobre todo al señor
que luce una sonrisa elegante al lado de su esposa Mary Joseph. Los
contrayentes un oficial de los Fusileros Reales y la guapa y esbelta Nicola. Mi
hija Helen es la que asoma la cabecita al lado de los novios como un hada. Al
padrino de inconfundible aspecto marcial no lo conozco. Falta una persona a la
que causé mucho daño. Rezo por ellos y me comunico con ellos. Graham y Mary
están en el cielo. Y mi Helen “altar girl” preciosa. Espero encontrarles en la
otra vida. Toda la eternidad estaré rogando a Dios perdón. Ellos me lo dieron
todo y yo lo tiré por la borda. He aquí la nostalgia de una hermosa boda en un
tiempo feliz. O Lord forgive me. Me marcó casi desde que era doncel cuando visitaba el pueblo este
culto a los muertos. Vivo cantando réquiem aeternunm y solazándome con las
estrofas del Dies Irae El quietorium o columbario donde se guardan las
cenizas de papá, del abuelo, del tío Perico y del pobre Agustín
estaba dentro de la helgaduras de los huecos de paloma del columbario y aquello
me recordó a las catacumbas de los primeros cristianos polvo en espera de la
resurrección polvo pecador y enamorado el eco de las risas de las voces de los
llantos de los que se fueron, hoy convertidos en ceniza que avienta el viento.
Di voces para expresar mi dolor y arrepentimiento:
— ¿Alguien ahí?
El tío Pedro tocaba la marcha real me pareció ver sus dedos gafos
pulsar el teclado del armonio como cuando al final de las misas de tres curas
interpretaba la marcha Real desde el coro y el abuelo Benjamín afilaba las hoces
antes de la siega, percibí el bamboleo de los carros cuyos cubos cantaban al
subir la cuesta de las Siete Revueltas y Elpidio sentado en el trillo cantaba
en tono de prefacio las jocosas diferencias vernáculas, poniendo a cada pueblo
un mote y su correspondiente retahíla haciendo un recorrido por la contornada
todas las aldeas, villas y anejos de la Villa y Tierra:
“Castro los chivos Torreadrada las Cabras, Membibre para
molinos, Aldeasoña no vale nada, Sacramenia para albarcas, Requejar cagaberros
que se crían en Peñacolgada donde se caga y se mea la zorra cuando a ella la
viene en gana”.
Todo ello en el tono de
prefacio de las misas de difuntos en latín. La melopea infinita sonaba a lo
largo de la tarde dorada bajo el sombrero del Elpidio que era
de paja mientras arreaba la yunta en la trilla; cuando al mulo le entraban
ganas de evacuar lanzaba un juramento y arrimaba una lata vieja de escabeche
bonito que le servía de zambullo:
─So, macho. Hoy debéis de haber comido aceite de ricino porque no
me explico tanta cagada─ decía el rapaz, aguantando el tiro de las dos bestias.
La tarde daba soñarrera, zumbaban cerca de la troje los tábanos. A un macho le
picaba la mosca, solgtaba coces de manera intempestiva. los trilladores se
dormían sobre su rudimentario vehículo que inventaron los romanos y vendían por
toda la península los tratantes cantalejanos. Eran los operarios de la hora
undécima y yo admirada el alabeo de aquel apero dotado de una batería de
pedernales en los bajos que tronzaban la paja y las cabezas de las espigas. Lo
hacían garbosos y ancestrales carpinteros de Cantalejo gente lista y sufrida
como ellos solos que parlaba una gacería incomprensible para los que no habían
nacido en aquel pueblo cabeza de las comunidades de Villa y tierra. El mejor de
todos los trilleros era Rufino Virseda héroe de la batalla de Brunete. Lo
cogieron los rojos prisionero... consejo de guerra y condena a muerte pero él
era tan simpático, tan mañero y con don de gentes que se granjeó la amistad de
los cabos de vara de la república. El general Miaja le nombró machacante
particular, le limpiaba las botas y le servía el desayuno. Al final de la
guerra en Cantalejo lo dieron por muerto pero cuando le cantaban el gorigori
todos quedaron sorprendidos cuando el trillero Rufino cruzaba el cancel del
templo donde se oficiaban sus funerales. He conocido la tecnología del arado
romano de la hoz la zoqueta el dalle y el trillo y ahora mis amigos me mandan
mensajes por guasaps puedo contemplar televisión interactiva y los americanos se
proponen colonizar Marte. Es evidente que el mundo ha cambiado muchísimo. Es
también innegable que los artífices del desarrollo de la ciencia aplicada han
sido judíos. Esto constituye el misterio de un oculto y misterioso designio. Tú
tienes una obsesión con esa gente. Por favor no seas antisemita. Ellos han
ganado la partida del progreso y la modernidad. No digas ni palabra de lo que
piensas sobre el Shoah aunque tus reservas sean verdad. Es una actitud
impolítica. Te conviertes en un apestado. Hay que ser más diplomático.
El mulo el animalito si hubiera podido hablar le hubiera explicado
al amo que las granzas del pesebre estaban un poco tomadas de saín pero nada
dijo. No era la burra de Balaán. El Elpidio, recogidas las boñigas, las sacaba
fuera de la parva y las tiraba a un montoncillo estercolero que después
serviría para abonar la suerte. Más de un trallazo se había llevado el Elpidio
de su abuelo el tío Aquilino cuando le cogió in fraganti dejando a la yunta
cagar y mear en la parva pues las manos van al pan, chiquitos. La tarde se
hacía menos largas cantando por Antonio Molina o por Angelillo. Lo del prefacio
era Canto gregoriano a la manera aldeana. ¿Quien anda ahí? ninguna respuesta
daban. Era mi imaginación que percibía los sonidos, los olores de hacía más de
medio siglo. Dando vueltas por el mundo yo siempre regresaba a este cotarro
donde debió de haber un monasterio muy antiguo que hubo de ser evacuado y la
iglesia destruida. Quedaba el campanario de ojos fantasmales que parecía un
obispo sentado en su cátedra y mis ojos contemplaban el cielo radiante del
páramo. Quedaba sólo el ábside de la iglesia visigoda. Era el ombligo
existencial. El somo donde se levantaban las ruinas de San Gregorio
constituyeron el epicentro de su vida. De allí irradiaban los fulgores de la
cuestión irremediable centrada en los dos supuestos paralelos: el amor y la
muerte. Los cantos de resurrección se conjugaban con los responsos mortuorios
millones de veces sonando en aquel risco. Abajo marcaban el paso los danzantes al
son del tambor y la dulzaina en las noches de ronda y de arrebolada ancestrales
costumbres que en estos tiempos del rock a las juventudes no dicen nada. San
Frutos pasó la hoja del calepino que estaba leyendo en piedra y que no acabará
de leer hasta el día del Juicio por la tarde. Entonces sonará la trompeta y se
alzarán los muertos con los mismos cuerpos y las almas que tuvieron. Es lo que
dice la Biblia
El abuelo Benjamin allí estaba mirándome asomaba el gallo
sobre las tapias de la iglesia de San Gregorio convertida en solemne casa de
todos. Parecía yo verle cojear camino de misa. Tenía la pata chula por el reuma
a causa de la humedad del arroyo que discurría a la puerta de casa. Fue a una
curandera y le recetó ponerse en la rodilla la piel de un conejo. A los tres
días olía a rayos. Y no era el reuma. Era la próstata que se le llevó por
delante interfiriendo largos años los huesos. Se sentaba en un banco del lado
del evangelio compartido con el Tío Gregorin y el Tío Bernardo. Al darle de
alta en el hospital de la misericordia después de su primera operación
prostática se creía curado del todo y regaló a la iglesia de Requejar un
Resucitado. Sin embargo la prostatitis volvió a la carga en medio de inmensos
dolores que soportó con paciencia “Es como si los perros me estuvieran
mordiendo los cojones, hijo” me decía y yo le ayudé a bien morir. Leyéndole la
Recomendación del alma. Los tres Gregorin, Bernardo y Benjamín eran quintos y
los más veteranos del pueblo después del Tío Paulete que estuvo en la contienda
de Cuba y nos leía bvajo el bardal libros de autores del 98. Cuando la guerra
los tres se hicieron de Acción Popular el partido de Derechas. Gil Robles les
dejó en la estacada. Mi abuelo Benjamín era muy religioso sin ser beato fe
profunda de converso judío esos que no cambian. Su adscripción a la religión
católica no fue óbice para que un día saliera al encuentro de un cura muy malo
que tuvimos en el pueblo que se llamaba don Amancio cuando se enteró de que
aquel cuervo abusaba de mi tía Rosario. Fue a por él y el cobarde huyó en una
burra camino de Hontalvilla de donde era natural. Escribió al obispo y el
obispo que se llamaba Pérez Platero le mudó de parroquia pero no le
suspendió a divinis ni le quitó las caras dimisorias.
Aquel Amancio era bueno y barato en cuestión de mozas. Al coro
de Acción Católica se las pasaba por la piedra invitándolas ora al confesonario
ora a la rectoral. Hacía a pelo y a pluma porque según supe también cierto que
otro monaguillo incauto cayó en sus garras. Desde entonces he tenido prevención
contra la clerigalla y a pesar de mis ordenes sagradas creo que lo del celibato
es una regla para engendrar expósitos una perfecta añagaza porque han
convertido el sexto mandamiento en mandato de poder y abusos sexuales. Es una
ley contra natura que sólo unos pocos son capaces de sobrellevar a costa de
acabar tarados. Caparse por Jesucristo sería summum bonum para
alcanzar el monte de las bienaventuranzas cuya cúspide únicamente unos pocos
escalan y a estos tarados hay que canonizarlos santos. Mi tía Rosario acabó en
un convento de Adoratrices. Fuimos a verla a Barcelona. A mí me quería mucho.
Luego colgó los hábitos y se casó con un guardia civil mi tio Manahén ese sí
quera un santo. Pues allí estaba mi abuelo apoyado en su cachava calada la
gorrilla hasta las orejas y mirándome con severidad. Sólo me sacudió el polvo
una vez que fuimos a melones y a mí me pilló el guarda y hube de pagar y tuvo
que pagar una multa de dos pesetas. Yo alegué que fueron los otros los que me
indujeron a entrar en el vedado porque yo era un niño muy inocente e incauto.
Aun recuerdo aquella noche de luna llena cuando yo me había quedado en el
corral sin atreverme a entrar en casa.
─ Pasa, hijo, que es hora
de cenar
─ No quiero, no me da la
gana
─ Como que no quieres no
te da la gana. Ven acá
Me cogió e las orejas y aquella
noche cené de la cayada paternal. Fueron cinco cintazos en las nalgas. No me
dio más pero desde entonces no se me ocurrió ir a sandias ni a peras ni a por
moras a Peñacolgada. El abuelo Benjamín los tenía bien puesto. Era
un labrador cabal, el que araba más recto en toda la comarca, el que sabía
binar las tierras imbuido de una sabiduría ancestral. Un jueves vino a
visitarme al seminario antes de morir y me recomendó ser aplicado y diligente,
no hacer mal a nadie pero defenderse cuando a uno le agreden. “No quiero,
Quintiliano, que te tomen por tonto”.
Soplaba una brisa que arrancaba
las hojas del espino milenario y la torre románica con sus dos ojos grandes que
miraban para el pueblo de forma enigmática advirtiéndole de los Novísimos.
Caronte aguarda, la torre de la antigua iglesia de San Gregorio miraba para la
aldea las cavidades vacías del campanario fijándose bien ofrecían el perfil de
una guadaña. El quietorium siempre en calma. Allí sepultaron a un quincurión
romano que desvió ruta cuando su falange se dirigía a Uxama. Tuvo la culpa el
vino de aquel extravío, confundir los miliarios el soldado. Se equivocó la
paloma. Se equivocaba Cinco de sus vélites vinieron a recogerlo y querían
reportarlo en andas hasta la cohorte pero el centurión dijo enterradlo en la
Foncalada y que la tierra le sea leve. Luego quemaron incienso a los dioses.
Aquellos páramos guardaron para siempre el perfil augusto de Roma. Siglos
adelante los templarios fundaron en aquel monte sagrado un ara El vino de la
tierra fue la causa de aquel desvío. Paró en una bodega (caupona)
de Sacramenia de las que abren sus fauces en el cerro internándose en la
montaña y honró a Baco con profusas libaciones y subió hasta Foncalada dando tumbos.
Al legionario romano los campos se volvieron del revés; la tierra arriba y las
estrellas a sus pies le hablaban con emisiones catódicas a millones de
kilómetros de distancia. Parece que se reían y es que temblaban de la tajada
que acabó al perder camino. ¿Será esa la estrella de mi destino? Se preguntaba
el quirite borracho que perdió la senda y el camino. Caldos exquisitos de la
tierra. Vinos traidores. Pero qué sería de la vida sin vino? Baco aleja
siquiera perentoriamente los pesares y zozobras del vivir. Mi Aderita a la que
traicioné me confortaba insuflándome al oído el veredicto de mi condena.
─Eres un fracasado. Todo te sale mal porque cometiste el gran
pecado de desamor. No busques disculpas ni añagazas, ni eches la culpa a los
judíos. En mi vida fuistes el sacerdocio del mal
─Te di un hijo: Helen the shining one.
Me dieron ganas de llorar. La torre de san Gregorio estaba hueca,
sus campanas se las llevaron los sarracenos para convertirlas en lanzas
contradiciendo el veredicto de Isaías: Convertiré las saetas en rejas de arado.
Grité entonces en alemán un salmo penitencial:
─Es reue mich. Mucho me pesa, pesame,señor, de haberos
ofendido.
─Mis plegarias no eran escuchadas
─Gospodi achisti grieji nas – murmuré con las palabras
en eslavónico del canon penitencial de la misa de san Juan Crisostomo
La cencellada de la noche castellana heló sus huesos y sucumbió
arrecido antes de alcanzar los castros de aquella tierra alta mucho
me impresionaron a mí desde niño aquellas cavidades ojos vacíos de un campanario
sin campana que se llevaron los soldados de Murat cuando la francesada me
hablaban del destino misterioso que a todos aguardan y no cesaba de darme
golpes de pecho en un acto de contrición. Una urraca voznaba sobre el espino
adyacente al camposanto. Alcé los ojos a lo alto. Sobre el cielo nítido
planeaba el halcón que merodeaba el palomar. Ya se sabe que la ralea del halcón
es la paloma, la del azor la perdiz y la del gavilán el jilguero y yo era in
pobre jilguero perseguido por los ojos puntiagudos del gavilán. Mi existencia
fue un episodio. Caí entre las garras de las caves de presa (los curas, los
políticos, las mujeres) como un pardillo. Muy altaneros todos y yo humilde y
acongojado sin saber hacia donde tirar. ¿Dónde encontraré refugio? ¿Cómo me zafaré
de mi propia inconsciencia? Quizás salvé siguiendo las leyes de la casualidad y
del instinto. Esta explicación no era suficiente. Un arcángel tocaba la lira en
lo alto del cerro. Era él quien me puso a cobro de las acechanzas de los
numerosos enemigos. La Virgen Santísima enjugaba las lágrimas del llanto mío.
De su mano pude cruzar los arroyos torrenciales y ramblizos, aunque a la ramera
y al juglar la vejez les viene el mal. Puede que todo ello no fueren sino
excusas para justificarme porque a lo largo me había topado con muchos
leguleyos y a los rábulas se les vencen dando la vuelta al argumento. Es
reu mich. Gopspodi achisti grieji nash[ii].
De pensamiento palabra y obra u omisión. Mi confiteor sonaba rotundo y solemne
aquella mañana del 12 de marzo cuando la iglesia latina celebra el transito de
san Gregorio magno. Fue el que introdujo en la iglesia la dulzura del canto
gregoriano. ¡Cuántas veces habré pulsado la cuerda de sus melismas y entonado
las estrofas del Veni Creator, el himno a cuyo compás fui
consagrado presbítero hace muchísimos años
Mucho me pesa, Señor de haberte ofendido. Y mi abuelo asomó el
gallo. Por las tapias del cementerio se alzaban las cabezas de gente que yo
conocí, sombras distantes la puerta cerrada del cementerio y el hastial solemne
de sillares como nuevo y tenían más de diez siglos. Habían exhumado los restos
de mi hermana Henar fallecida en 1941. Parte del antiguo templo había sido
destruido. Uno de los lienzos de pared mostraba las adarajas o quixaras
devastados por la morisma. Aquella era una tierra de frontera y el antiguo
templo sucumbió a Una razzia de primavera del moro Almanzor que pasó por allá
tocando el tambor. Traté de explicar esto a mis paisanos rabaneros por las
fiestas de san Pedro cuando di una conferencia pero me cortaron a media
discurso. alegó el alcalde que era muy largo el sermón. Dijeron que el
parlamento era muy largo. Nadie es profeta en su tierra. Bajé besando las
cruces del calvario a un pueblo en quietud que me resultaba extraño retomando
los pasos perdidos de la infancia. Escuchaba los carros cargados de hacinas,
los cantos de la gente que iba a la siega, el son de las esquilas de los asnos
castrones, cuando a media tarde llegaba el molinero de Fuentidueña con su recua
los costales de harina cargados a lomos de los burros y el gruñir de los
marranos en el henil. Las mujeres encinta tenían por costumbre la víspera de
San Andrés acudir a la cohorte para escuchar los gruñidos de la cerda. Si el
primer bramido era del lechón niño tendremos pero si el gruñido partía de los
hocicos de la marrana la preñada pariría un churumbel más guapo que las
pesetas. Corté el cordón umbilical del cariño pero sigo unido a tu amor como el
arado a la esteva, aun estando desencajadas las belortas y la reja sin filo la
esteva desencajada. ¿Con estos bueyes cómo ir a arar sin aguijada ni tralla en
lucha contra los elementos y contra todos? Soy yo, parlando desde una
época que pasó, hombre de ayer que no encentra resquicio pero no maldigo a los
dioses, feliz de haber llegado a viejo cuando mi infancia parece que fue ayer.
Hados perversos al ostracismo me condenaron y todos se ríen de mí. Ya lo
hicieron con Job. Propalo quimeras, redacto fantasías porque he visto dar
vueltas a la cabeza furibunda de la medusa quimérica y hermafrodita,
melena de león el cuerpo de cabra y la cola de dragón vagina de mujer y bálano
viril las ubres las arrastra por detrás y por delante, pega bandazos a diestra
y siniestra como el destino cruel y proclama al igual que el pregonero de
la gran manifestación del ocho de marzo la emasculación liberadora a petición
de los Coños Grandes Widecunts. En la fiesta de las vaginas las Euménides nos
cantan las marzas. Las gomias marimachos van seguidas de la peste en la gran
cabalgata de la Reina Ester. Tiempo de voraces tarascas aniquiladoras. Una
reina putona que le cortó a Haman la cabeza después de hacerle el amor quiere
enmendarle la plana a la doncella de Nazaret. Desfilan gritando consignas y
escupiendo gargajos contra la religión estas cabronas que se educaron con las
ursulinas, se ríen de la maternidad con un no es no y con mi cuerpo yo hago lo
que me da la gana. Son los postulados de una sexualidad insaciable e irascible
sin control. Carmen Fernández del Toro, la gran bollera, encabeza la gran
manifestación. Entran en las iglesias y descabezan las imágenes de la Virgen
María. Los buharros bailan mientras tanto en la plaza del Carmen su rigodón
banderas arco iris desplegadas al viento. Yo no iré nunca a esa demostración.
Lo mío es la fábula, el placer y el arte de las tres verdades que se
fraguan en mi imaginación y en mi ilusión inventora. Hijos sí padres
no. Pero esto es trágala, chiquitos. Nos adentramos en el reino de
las quimeras del que nadie vuelve con el cuerpo en condiciones. El alazán
apocalíptico trota al paso entre gritos y consignas y reportajes in situ de las
reporteras de la Telebasta. Allá van las féminas de la exaltación arrastrando
sus pies enfermos de quiropedias, vientres caidos los ojos con ptosis les
supuran las legañas, y sus labios malos que piden la lanceta del cirujano que
les haga una quiloplastia. Mujeres de silicato saltan a la red opíparos bustos
hinchados artificialmente. Acampa en el prado el sindicato de las peores
furcias. Es la hora de los coños grandes despiadados. Es cosa de arreglar todos
esos morros caídos a causa del desenfreno, les gusta demasiado chuparla. Hijos
sí maridos no. Vivan los vientres de alquiler. Las cotorras se suben a los
árboles empuñando el micrófono con punta de alcachofa y largan sermones
preñados de visceral oratoria anti viril. Es el tiempo de Acuario. Vengan los
marimachos, mujeres al poder. Empoderarse es una palabra nueva. Estoy triste
con este desvarío pero me consuelo cantando el evangelio
mirando para Aquilón. El quiasmo de la cruz de Constantino se perfila
sobre el horizonte. Ellas no vencerán pues su grito es contra la vida. La
espada de Miguel acabará con el libertinaje pero han conseguido ponernos a
todos el bozal pandémico. En los cinco continentes seis mil millones de seres
humanos respiran a través de la mascarilla ¿Madre por qué callas, por qué no te
enfrentas y levantas el pendón de la verdad? ahí tenemos al preste Zabulón
haciendo misa en las campas de Iraq. Su antecesor fue el responsable de la
muerte de Hussein y de la gran efusión de sangre porque lo mandaba el Gran
Sanedrín y en el Vaticano os callabais por la cuenta que os tiene. ¿Y el
holocausto de Siria y las aguas del Éufrates y del Tigris que bajan tintas de
sangre de las víctimas de estas guerras? Madre no calles más. Los enemigos de
la iglesia se esconden bajo el halda de tu sotana blanca. Deja de sonreír con
tu cara asnal y de mover tu inmenso culo que emite cuescos con olor a mate.
Dice que el catolicismo no es la religión verdadera pues ahora sí que estamos
buenos. Uno no se desunce tan fácilmente de los genes. Hoy dije mi misa como de
costumbre y quedé en paz conmigo y con el mundo dispuesto a trovar, aun con
cierto rezago, las vivencias del pasado a título de inventario nada más, sin
ánimo de lucrarme o por prurito artístico pues soy un escritor fracasado. Todo
se fue por la posta. En el entierro de la sardina di a la tierra lo que es
suyo: mis sueños redentores. Sigo siendo cura. Mis manos fueron ungidas por el
obispo. Me separé de la iglesia con el Vaticano II. La Virgen me apartó de esa
patulea de clérigos fornicarios vagabundos y borrachos. Tuve un amor o muchos
amores pero fui leal y nunca cometí adulterio con la sacristana ni con la mujer
de cualquier feligrés incauto, esos curas que miran con ojos de fauno y ponen
en la cabeza el mirmillón como un saliente Príapo protuberante en el casco. Con
todo y eso la clemente Venus madre de todos los hombres me devolvió a ese
epicentro mágico (okolos), el tete manantial de vida. Venimos de ese
flujo que se derrama en esas eyecciones guarras que las meretrices en pantalla
tienen a gala mostrar coram populo. Hijos somos de un excremento
líquido y nos cagamos cuando exhalamos el último suspiro Orgullosas de que les
vino el latigazo consolador de pilas en ristre volviendo los ojos de placer
para poner los dientes largos de los mirones que pagan un euro por contemplar
el lastimoso espectáculo de estos estertores venéreos. ¿Y qué dicen las
feminoides? Nada. Estamos en la era de Acuario. Ya dijo Protagoras que el
hombre es la medida de todas las cosas cuando yace con hembra placentera sobre
todo. De esa creencia se mofaba Plauto en sus comedias. ¿Existen los dioses del
Olimpo? ¿Serán las religiones una excrecencia de la mitología pagana? las
religiones separan pero estas hetairas liberticidas nos vuelven a los hombres
de toda calaña iguales. Son cosas del rasero igualitario que endereza lo
torcida y hará llanuras de las montañas, el milenario. No sé pero a mí me gusta
rezar la misa según el canon gregoriano. Mi alma se llena de una tranquilidad
venida de lo alto cuando me dispongo a consagrar. Luego reconózcome pecador.
Para distraerme pulso los portales porno de la red y miro para las hembras y
¡qué hembras, Señor! Venus nació de la espuma y el primer hombre fue extraído
del barro. Fuimos concebidos en la inmundicia y rodeados de corrupción y
hedentina cadavérica nos vamos. Estoy asustado de semejantes visiones lúbricas
grandes vergas de todos los tamaños y colores, clítoris rasgados o en escuadra.
¿No les dará vergüenza? Los cóhenes y macarras de este gran puterío cinético
hacen caja y no dan abasto cada vez hay más mujeres en el mundo empeñadas en no
esconder sus galas naturales lo que les dio Natura unas por prurito otras por
coqueteo otras por necesidad como las viudas milf puesto que el porno manda.
Recordemos que este es el tiempo de Acuario una constelación húmeda que otorga
el mando a las hijas de Eva. El hombre se siente desterrado e impotente. Sexo y
más sexo y exhibiciones procaces donde toda la lujuria tiene cabida. Aúllan
algunas como lobas. Otras más precavidas gimen imitando a las gatas en el celo
de enero. Aguardando el vestigial o denario con que Roma pagaba a sus putas.
Hoy es fácil irse de picos pardos. Basta con un clic abrimos internet y ala
allá están las señoras meretrices muy emperejiladas. Hay una rusa que es la
mujer más perfecta que yo alcancé a ver a lo largo de mis muchos años de vida.
Es muda y cuando recibe la moneda del mirón o sienten la explosión de una
sacudida en sus entrañas lanza un mayido, un alarido con su voz de trapo un
cuerpo perfecto de la Jengibre una hermosa ucraniana con el pelo de estopa a la
que apodan Gingerbread nunca vi carnes tan blancas ni ojos tan azules. Está
encinta y trata de disimular su gravidez poniéndose bañadores negros. Es una
superdotada. Despliega sus senos al aire y calculo han de pesar media arroba.
Su mirada es entre triste y divertida. Todos los televidentes muestran
curiosidad por saber quién fue el afortunado que dejó la huella de su virilidad
en útero tan precioso y ella dice que fue en el privado de un chat, un soplo
aleteando por internet en sus alternancias binarias del yin y el yen. ¿Por
virtud del espíritu santo? No lo creo. La preñez no fue virtual sino a efecto
de un contacto físico un polvo salvaje aunque haya dice que va a parir un hijo
cibernético. ¿Será Billy Gates el padre de la criatura? Hay ciertos códigos
éticos en tiempos de perversión de infecundidad y carestía que nos cominan a
“fazer linage” como diría el otro. Por mucho que se empoeñen higinistas y
moralistas nunca podrán acabar con el trato torpe ni el comercio de la carne.
Siempre habrá feminas que se desentiendand de los grandes principios éticos y
entreguen sus donaires a cambio de un puñado de dólares. Esta mujer aun desnuda
sin embargo parece el paradigma de la castidad. En otras congéneres el
espectáculo se convierte en algo brutal libidinoso que incita al asco ante
semejante perversión coprologica. Al verlo muchos se acordarán de la sentencia
de Job tengo que insistir por ese cabo que me asusta la promiscuidad y falta de
recato sobre la mierda en que nacemos y envueltos en ella nos vamos, hijos
somos de una eyección excretoria, de un secreción vaporosa… “Et in
corruptione genuit mihi mater mea”. Pienso, madre, que tú no me
pariste en el dolor pero no en el alfaque de los bajíos de la secreción
vaginal. Yo soy un tío que mamé buena leche y de calidad. “A este lo crías con
polvos finos, Felicitas” oí decir al tío Matías el sacristán que era un
borracho empedernido. Tú no te colocaste en la cabeza el “pallolium”
la mantilla corta con la cual iban las mujeres de la vida caminando por las
calles de Roma. A uno que me llamó una vez hijo de hetaira le hinché los
morros.
DOMINGO DE GLORIALAS CAMPANAS
DE SAN GREGORIO
Yo conocí a la tía Apolonia ya
muy viejecita y encorvada. Al final de la misa se quedaba rezagada haciendo un
recorrido por las imágenes de las capillas de la iglesia de san Pedro gira
espiritual que podría alargarse hasta media hora a veces tres cuartos y a mí me
encargó el cura don Frutos cerrar la iglesia. Al no ser mi intención distraerla
de sus piadosas plegarias a todos los santos de la corte celestial que a ella
bendecían desde su peana: san Isidro Labrador, la Virgen de Fátima, el
Resucitado que donó mi pobre abuelo Benjamín cuando sanó aparentemente del
cáncer de próstata, san Gregorio papa, la Virgen de los Dolores y sobre todo
san Pedro instalando en un trono del altar mayor debajo de la cara excelsa del
padre eterno que se asomaba entre nubes de purpurina ostentando la esfera
armilar o hacía sonar el manojo de pesadas llaves… Vamos tía Apolonia, vamos.
Aquella espera me hacía pensar en un cuento que se dejaba caer en labios de los
atrevidos y salaces en los filandones del invierno. Se trataba de un cura que
tenía un lío con la mujer del herrero. Estos se comunicaban por medios de
toques de campanas. Un repique de siete badajadas significaba que el campo
estaba expedito y que el buen párroco podía acercarse a la herrería a cortejar
su dama. Dos toques seguidos que no. Que había moros en la costa. El romance
tuvo prosapia y rigor de modo que los toques se convertían en una composición
musical. Desde la torre el amante enviaba un mensaje a su adorada en aquellas
fechas que no había internet:
─Mariquita mi señora venga que
ya es hora.
He aquí que el herrero
interceptó la comunicación y descifró el lenguaje críptico de la misma. Así que
una tarde que estaba en la fragua afilando una reja candente le mandó a su
mujer que se sentase en la bigornia. Al sentir el dolor del hierro candente en
sus posaderas pega un brinco que alcanza hasta el techo.
─Ay
─¿Está calentito eh? ─ exclamó
el herrero entre carcajadas.
En aquel momento sonó desde la
torre la llamada del amor. El párroco se estaba empezando a impacientar.
Repique que campanas:
─Mariquita encantadora, ven que
ya es hora.
Y desde abajo para que le
escuchara todo el pueblo con su vozarrón:
─Tiene el culo quemado no puede
ahora
Algunos quieren estar en misa y
repicando. No puede ser.
Entonces se me acercó la tía
Polonia la hermana del cura don Cirilo. Sus ojos eran muy azules el pelo blanco
no tenía dientes y se parecía por la blancura al hopo de algodón que hilaban
las mujeres de Requejar a la puerta. Dúctil sonrisa y un lobanillo en la
comisura del labio donde le había crecido un matorral de pelos negros.
─Ya es hora de encerrar. Vamos
sí hijo sí. Tengo tantas obligaciones, tantos difuntos que no doy abasto, tanta
gente que me aguarda ahí en eso (miró para el camposanto en el cerro), tanta
gente que se me murió que son centenares de padrenuestros de Réquiem. ¿Eres tú
el Quintín el nieto del tío Benjamín? ¿El que va para cura? De guaje te
llamábamos el Soguillas
─Soy
Salimos al cancel y a la puerta
de la iglesia tomándome de la mano me dijo:
─Mira para arriba, Quintín,
hijo. Dirasme lo que ves
─La torre de San Gregorio el
campanario sin campana. Se las llevaron los franceses para fundirlas y
convertirlas en balas de cañón. Ya no la bolean los mozos ni tocan a clamor por
los difuntos o rebato cuando se produce un fuego.
─Así es pero yo te voy a contar
un milagro que ocurrió el día de la Pascua de Resurrección. Habíamos venido mi
hermano y yo don Cirilo Sanz de Roma en peregrinación de ver al papa León XIII.
Era domingo de Gloria. Nos levantamos todos sobresaltados porque escuchamos el
sonido de la campana gloria que había mandado bendecir un rey muy antiguo el
rey Alfonso VII el emperador. Entonces el pueblo estaba arriba. Era un ribab o
fortaleza para defendernos los del sarraceno. Ese rey santo había ordenado
construir un cordón de monasterio en número de 24 desde Sacramenia a Osma y
Berlanga de Duero. Los musulmanes atacaron y destruyeron el villar la iglesia
quedó destruida pero las campanas seguían tocando a misa. Cuando los franceses
se las llevaron se dejó de escuchar el clamor en toda la contornada. Mi hermano
que era muy devoto de san Gregorio le pidió que antes de morir querría oír
aquel sonido. El Señor nos concedió esa gracia y aquella pascua de resurrección
bolearon a gloria como nunca habían sonado. Mi hermano dijo una misa de acción
de gracias y predicó un sermón en el que dijo: el diablo nos arrebató las
campanas pero no pudo con nuestra fe. Mientras esté ahí el cementerio de san
Gregorio seguiremos creyentes. ¿Te ha gustado, Soguillas?
─Como no tía Apolonia usted lo
cuenta que parece que lo ha vivido.
La anciana dibujó una sonrisa y
se alejó paso a paso. Había sido muy guapa de moza y tuvo muchos pretendientes
a los que dio calabazas porque creía que sirviendo al cura era como si
profesase de monja y se consagrara a Dios.
Yo lomé el pesado manojo de
llaves y los llevé a la rectoral. Don Frutos el cura en mangas de camisa cavaba
en la cerca al lado del molino. Sudaba como un pavo.
─¿Quieres almorzar?
─No me vaga. Tengo que hacer un
mandado a mi tía Paulina he de ir a la fuente a llenar la botija.
Le conté la historia al párroco
según la tía Apolonia me había referido y don Frutos muy gnómico sin dar un
cuarto al pregonero pronunció este veredicto cita del padre Astete en su
catecismo:
—Fe es creer lo que no vimos
Desde aquel día cada año cuando
llega la Pascua Florida dentro de mi alma yo escucho las campanas de
Resurrección que bolearon en el campanario de San Gregorio resistente al paso
de los siglos. No he perdido el sentido del humor, tampoco la fe en lo que no
vimos
La tía Filomena era la mujer del tío Farruco
al que retrucaba y reconvenía con cierta frecuencia. Se hizo famosa por un
cantar que se la sacaron los del pueblo que decía “y qué coño Filomena, saca la
burra Morena” y en ella montados el matrimonio iba a pasear por el pueblo antes
de la llegada del Seiscientos.
[2]
Puta y pagar la cama
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