AMOR INGLÉS
PRÓLOGO
Este libro es una loa al
sistema de salud español, al hospital de Puerta de Hierro madrileño y en
particular a la oncóloga la doctora Zapata. Acabo gracias a ella de superar un
cáncer de próstata o a por lo menos a mí me lo parece. Llevo casi tres años
desde que fui operado y la próstata no se mostró ni renitente ni recidiva.
Empecé a escribirlo desde una cama de dicho hospital al lado de un ventanal
donde un cuervo que estaba construyendo su nido mientras se afanaba en colocar
pajas en su ecológico habitáculo sobre la rama del ailanto para incubar a sus
hijos contaba la historia de mi vida, era una voz de diácono que cantaba la
epístola de mis días desde que nací con sus alternancias de triunfos y
fracasos, momentos tristes, malos ratos, amores y desamores y arrepentimiento. Un Amor Inglés es lo que pudo ser y no
ser. Tiene la factura de una cantiga donde el principal trovador es mi ángel de
la guarda que me sacaría de tantos peligros. El protagonista de esta historia
tatas veces cambió de nombre que apenas lo reconozco pero siempre es el mismo.
Los vaivenes de mi existencia me han llevado desde los congostos y angustias
vivenciales y sexuales del nacionalcatolicismo al ancha es Castilla de la
libertad sexual más aberrantes que son las salas porno de Internet. Mudaron
muchos los tiempos. La Historia cambió de rumbo y de ciclo. Son las aventuras
del Zeitgeist pero mi fe no es una cuestión de bragueta sino algo más profundo,
Cristo está ahí en lo alto del Pantocrátor del universo. Es el alfa y la omega.
El ayer y hoy. Hieri et hodie y yo a
lo largo de estos capítulos planto cara al diablo. Lo desafío con lo único que
tengo a mano; la belleza de la palabra. El poder de la literatura. Suzanne
Marie Hugh, ¿qué fue de ti? Tu hermosa sonrisa y tu belleza en las entradas de
un diario que escribí hace sesenta años cuando te conocí en aquel bailongo de
Hull, el Locarno. ¿Helen? Moriré sin verla. Cuanto os extrañé toda mi vida y
entono estos trenes de Jeremías para mitigar el dolor de ese desdén. Fuisteis
lo que más amé. Les invito a mis lectores a entrar en este cabeza porque esta
autonovela es un puzzle.
LIBRO PRIMERO
Fui operado de próstata va para dos años
por una eminente doctora del hospital de Puerta de Hierro (Majadahonda, Madrid)
que se llama Zapata y es una oncóloga de categoría, yo la llamaría milagrosa,
no tengo dolores. Meo como un padre de la iglesia, no he de levantarme a media
noche ni necesito el zambullo con el que, pegado a mi pierna, exoneraba la
vejiga. Tales dolamas son un signo de la fragilidad
de nuestra condición pecadora e imperfecta. Hoy somos y mañana nos vamos y al
cabo de tan poco tiempo nadie se acuerda de nosotros ni de nuestro tránsito. Yo
escribo para perpetuarme en mis escritos, para que quede en el mundo un poco de
mi alma. Hay una segunda razón expresar mi arrepentimiento por lo que pudo ser
y no fue. Quien escudriñe sobre estas páginas percibirán un aire de dolor de
atrición porque la condición humana se fragua sobre el pecado y sobre el dolor.
Tomé mi cruz y no sé cómo pude salir airoso en medio de las dificultades. Yo lo
atribuyo a una sola causa: que Xto se halla presente en la historia echándote
una mano y diciendo hijo, tu fe te salvó. Esta enfermedad a lo largo de veinte
meses dictó sentencia y dijo: Verumtamen, eres un carro de mierda, pero portas
el fuego sagrado, y tu cuerpo tan valetudinario, tan frágil y proclive a las
enfermedades, es templo del Espíritu Santo. Tengo, sí, dolor de atrición. Acaso
por eso no experimenté una sensación negativa cuando la doctora Zapata me leyó
el diagnóstico; cáncer de próstata con metástasis. Creo que cuando pronunciaba sentencia un ángel de luz se
sentaba a su lado. Divina mujer. Claro que te lo merecíais, Verumtamen: esas
jarras de vino que te tomabas, esas noches que perdías el autobús, cerraban el
metro y no podías volver al hogar, teniendo que dormir al relente cogiendo en
el metro o en plena calle pulmonías. Esos merodeos por las tabernas de la Red
de San Luis para conjurar tu agorafobia, derrotando por bailongos y merenderos.
Las calles de la capital se me echaban encima, es mucho Madrid. El viento de
Madrid es un viento tan sutil que mata a un hombre y no apaga un candil. Por
Princesa ya no entraba la fuerza que vino a liberarnos. Franco había muerto
hacía medio siglo y los lobos de la jauría se echaban sobre nosotros y sobre
nuestra historia para repartirse la carnaza. ¿Adónde vas, España mía? me
preguntaba yo pero nadie me contestaba, nadie me hizo caso. La puerta del Sol
estaba poblada de guiris. El altoparlante de la Mallorquina donde tomabas el
café mañanero con una napolitana repetía consignas: "españoles, la guerra
no ha terminado, sois metecos en vuestro propio país" ¿Cómo qué?
¿Extranjeros en vuestra propia patria? Sí. Yo entonces mojaba en alcohol mis
desdichas, arrodillándote al pie de los altares de Erifos. Era el tormento de
las danaides y mientras me echaba al coleto jarros y jarros yo pensaba en el
tormento de Sisifo porque las pavisosas de los telediarios repitiendo noticias que eran consignas me ponían de los
nervios. Me hundía en el abismo. Había perdido el norte y el ritmo, no hacía
pie en aquel mar de turbulencias, gritaba al piloto de la nave Señor, sálvanos
que perecemos, pero para mí el mundo carecía de asideros. La ayuda no vino y,
si vino, no la sentí. Por los cielos de Madrid revoloteaba la paloma mística
del Espíritu. Mi patria, mi iglesia, lo que yo soñaba, cuanto yo supuse iba a
la deriva. Ningún apoyo encontré en mi familia; uno de mis hermanos me echó del
trabajo, usurpó mi puesto, para colocarse él, mi mujer me puso los cuernos, Mis
hijos no querían saber nada. Todo pingaba del vacío. Las mujeres no tienen
bandera, un psicólogo me dijo, y desdeñan a los vencidos. Los casamientos
terminan convirtiéndose en infiernos portátiles de las mujeres liberadas que
van al gimnasio y se acuestan con el jefe. Quizá, quadecausa, cada día mataban
a una y se formaban corrillos a las puertas de los ayuntamientos, tocaban la
campana consistorial y mostraban su repulsa meridiana a la violencia de género,
antes del vermut y a otra cosa, mariposa. Yo las veía verter lágrimas de
cocodrilo y condenar la violencia venga de donde venga y me indignaba a más no
poder. A mí me expulsaban de todas las sinagogas y en cada trabajo no era bienquisto.
Sospechoso de ser enemigo político del régimen de las libertades que no eran
otra cosa que el fascismo totalitario bajo la máscara del sionismo. A la puta
calle y una marca amarilla de los cornudos y de los que critican al sistema
sobre la frente, No vales nada, eres un fascista, un antisionista, así que una
patada en el culo y a la puta calle. ¿Auschwitz, decía usted? Pero yo tenía un
chiscón donde me guarecía y no paraba de escribir, haciendo rodar mis ideas por
todo el mundo a través de la Red de Redes. No ganaba una gorda con mis escritos
desaforados hacían pupa, les jodía que yo alzara el lábaro de la contestación.
Verumtamen, tú te vengas. Les estás dando todas en un carrillo:
─Que se jodan.
La etiología de mi enfermedad
procedía de lo más adentro de mí. No era una enfermedad del cuerpo sino del
alma. El alma ¿Pero existe el alma? Ponme un sol y sombra, Matías. ¿Qué va a
ser? Lo dicho. Ya tomó tres consumiciones, don Venivolans. Pues que sea la
cuarta. Matías era el camarero del café Gijón. Busco respuestas al misterio de
la vida. Pues va usted listo. Matías Sigüenza González era el segundo de abordo
del establecimiento. En una de mis borracheras, cuando me puse imposible, me
echó a la calle. En otras dos me perdonó la vida. Yo, que soy sañudo, volví,
contrito y arrepentido, al famoso establecimiento a los pocos días a sentarme
en el banco de mi preferencia, cerca del burladero, talanquera del Café Gijón
(cuando cierro esta edición me entero que el célebre Café Gijón echa la
persiana) para hurtar el cuerpo a las cornadas de los mihuras de la vida. Yo
consideraba aquel sitio, junto al velador de los poetas, casi de mi posesión.
Un púlpito y un trono desde el cual yo podía pronunciar mis arengas
antiborbónicas. ¿Te has quedado a gusto? Pues sí.
─Déjame pasar, Matías, un
botellín nada más. Te prometo que no armaré ningún escándalo.
─ ¿Estás arrepentido? Menudo
sonoro que diste el otro día cuando te pusiste a cantar el Cara al Sol cuando
aquí todos son rojos.
─Si, Matías. Te lo prometo
El maître había sido
seminarista como yo. Él en Burgo de Osma y yo en Segovia, existía entre
nosotros una oscura ligazón, lo que llaman los militares fraternidad de armas.
Un clavo trabal sujeta las vigas del techo y por eso la casa no se derrumba.
─El jefe don Pepe contigo
está que bufa.
─Le regalaré una caja de
puros y se le pasará.
─No creas
─Bueno pero ya sabes; un
botellín y pa casa, nada de cubalibres. Lo hago en honor a nuestra amistad.
Ambos somos seminaristas rebotados. Vosotros en Segovia os cruzabais la beca roja por sobre la sotana y nosotros nos poníamos
un fajín a la cintura azul para apretarnos los cojones
─Es que vosotros erais más
listos y la teníais más larga
─Bueno, bueno, ya empezamos.
Anda pasa. ¿Rezaste el acto de contrición antes de salir de casa?
─Sí pero ya no sé distinguir
entre dolor de atrición y el de contrición
─Muy sencillo, dijo Matías,
el uno es para los pecados mortales y el otro para los veniales.
Al maître del café Gijón no
se le habían olvidado los distingos del nego
minorem subsustam y tal, que nos explicaba en clase de moral el P.
Regatillo. Pero yo al ganar mi asiento en
el banco de crepé color rojo, se me alegraron las pajarillas y ya se me habían olvidado mis promesas. Pedí
un sanfrancisco… marchando y luego un par de gintonics para animarme. Acto
seguido, empezaba una peregrinación por las mesas de al lado, para saludar a
los pintores, a los escultores y a los
poetas. Cada gremio poseía in velador. Gerardo Diego, sentado augusto sobre la
incomoda silla de madera de pino, parecía una estatua, Fernando Fernán Gómez
hablaba con voz gangosa . Yo ciexulaba por los corrillos saludando al personal.
¿Cómo estás? ¿Aún no te han llevado al Valle de los Caídos? Ni hablar. Abusando
de mi facundia peroraba loas al Caudillo; que si los pantanos, que si la
seguridad ciudadana, que si ningún español sin lumbre y ningún hogar sin pan
etc., y allí todos los tertulianos eran rojos. Me miraban compungidos, pero
como era gente muy educada no me partieron la cara ni una sola vez porque no les daba la gana.
Eso sí, reventaba el cenáculo y se iban todos para casa. En otros mentideros
pasaba lo mismo. Yo me daba una maña especial en ahuyentar comensales. Me
llamaban el revienta-tertulias. Buen pájaro estaba yo hecho. Al poco de llegar
yo empezaban a verse claros por los veladores de mármol del famoso
establecimiento. Los poetas tomaban el olivo y
los pintores salían de naja. Manolo Vicent me miraba con indignación.
Raúl del Pozo que se había levantado aquel día con la chaqueta de demócrata
clamaba "esto no puede ser, que venga la guardia mora". A don Pepe,
el dueño, al que llamaban el “mono” le llevaban los demonios cuando advertía mi
presencia y es que me estaba yo cagando en el Regimen de las Libertades para
unos pocos. Matías se reía para sus adentros aunque por fuera fingiese
indignación, pero Fonso el cerillas, Alfonso Pérez Pintor, como Simón Estilita,
sentado en la columna desde donde veía pasar la vida y era en aquel lugar toda
una institución, un sabio anarquista, aplaudía mis espiches y luego me contaba
cómo la otra noche había llegado el Rey en una moto y le dijo que se iba de
putas.
La operación de próstata ha
sido una castración en toda la regla. Una erección resultaría imposible.
Quadecausa, me paso el rato ante el ordenador esquivando la política que me
parece la mayor perversión chateando en las redes en los salones de la lujuria
y a mí la lujuria me causa hilaridad. Sin embargo, estoy fascinado por la
belleza de una rusa que ha sido llevada a la prostitución por un judío polaco
después de prometerla montes y morenas para ser su macarra y exponerla al trato
torpe. Como es una de las modelos más hermosas de los berreaderos saca el tío
mucha pasta.
Estos dulces recuerdos atemperaban los dolores
de mi enfermedad cuando yacía en aquel lecho de Procusto de Puerta de Hierro
delante del ventanal que daba a un patio abandonado donde crecía un ailanto y
allí el cuervo Prosopopeyas, mientras acababa de construir su nido, me contaba historias. ¡Ay la próstata, la dichosa
próstata¡ pecaste por do más pecado habías: mucho vino más fumeque, y el
trasnoche¡ ¿Follar? Eso eran palabras mayores, salvo alguna excursión a la
Ballesta o al Cerro la Plata, los de mi generación jodíamos poco. Puede decirse
que hasta que no fui a Londres no conocí la gracia de Dios. Algún calentón en
el baile de las viudas, pero el whole
way, copula completa era para nosotros un wishful thinking pecar sólo con el pensamiento, si a mano vienes, pura entelequia. Ahora entiendo por qué
Olga la Larga y Mili La Mala ponían esos ojos de vendimiar, abuela, es que les
iba la marcha, cuando se enfrentaban a aquellos cipotes descomunales, humanos
no parecían humanos, que les transmitían
por la pantalla interactiva los usuarios, prácticos en el vicio del amor
solitario, menoreros incansables, cuando uno peca por dos y no tocan carne Pero
con los ojos parecían bañarse en agua de rosas relamiéndose de gusto. La tenían
del tamaño de un burro. Glandes y vulvas al descubierto. Nada quedaba para la
imaginación más procaz en los salones de la lujuria. El amor cortés de los
provenzales se acabó. Un amor era aquel
hecho de miradas pecaninosas dirty language, de piernas que se abren,
pechos colgantes y de gatitas en celo mayando de placer y de deseo aunque
pudiera ser que todo fuera ficción. Los puteros de la red, los reprimidos de
medio mundo, eran un caso patente de la incomunicación digital. A todas horas
dándole al dedito con erecciones de tres
cuartos de hora. Concursos de glande a ver quien la tiene más grande. Medio
mundo está salido y prosternado ante Príapo, Mamón y Afrodita. Eso no ocurría
en mis tiempos. Nosotros éramos unos pardillos, si se nos hubiera puesto a
cotejo lo de entonces con lo de ahora. Además, teníamos miedo al infierno y a
las enfermedades de las que nos hablaba el P. Venancio Marcos en sus charlas
sabatinas Por Radio Nacional. El sexo era cosa muy seria, sólo para tener
hijos, y aspirábamos a casarnos con una mujer para toda la vida. Que nos fuese
fiel y nos diera tantos hijos que no cupieran en un 600D, el coche de las clases
medias.
─Alto ahí, Verumtamen. Alto a
la dueña. ¿No te da vergüenza a tus años meterte en las pocilgas de Internet?-
sonó la voz de Prosopopeyas desde la rama del ailanto donde estaba encaramado y
retumbaba con el estruendo del disparo de un misil.
─Pues no ─respondí─. Estoy
intrigado cómo puede ser que esa beldad rusa, una de las mujeres más hermosa
del mundo, puede haber caído tan bajo y utilizar lenguaje tan sucio en sus
privados "metérmela toda,
darling", "fuck me" "you make me crazy" etc. Tan
guapa y tan puta. Debe de ser una versión moderna de Catalina la Grande, la
zarina ninfómana que destrozaba en el lecho a sus amantes. Con esa carita de
rosa… Algo debe de haber pasado en el camino para que esta moza desviara el
rumbo de la virtud y enfilase el del vicio. Sonó entonces la voz imperiosa del
cuervo encaramado en la rama del zumaque:
─No busques los pies al gato,
Venivolans. Lo que pasa es que la gusta joder y punto. ─¿No conoces su
historia?─, añadió, omnisciente: Casada con un militar de las Fuerzas Armadas
Rusas se cansó de él y se divorció. El marido, que era coronel, murió en
Ucrania y Putin lo condecoró como un héroe, pero la cabra tira al monte. En unas vacaciones a Italia
conoció las delicias del sexo y se encontró con un pimp (macarra) polaco judío que la hizo suya, luego se la vendió a los turcos. Pudo
regresar a la patria donde fue contratada por el empresario de un chat porno,
el más poderoso de la red, que la otorgó una sala. Siendo una de las modelos
más cotizadas viene a salir por unos 1700€ al mes, pero la mitad es para el
chulo. Un sueldo de miseria, casi de hambre, pero no se ha echado a la calle
que es el destino final de todas las prostitutas y tanto ella como Mili la Mala
son dos putas de lujo. Para Mili ha empezado la decadencia pero Olga la Larga
aun está de buen ver. Ella se lo ha buscado. Hay mujeres para las cuales no hay
nada en el mundo tan importante como follar. Es un dictamen de la naturaleza.
Se creen que el sexo las libera y al contrario. Paulatinamente, se convierten en
esclavas sexuales. Enferman y su destino es la miseria y la crujía de un
hospital. Príapo es el dios de una nueva religión exclusiva que no admite otros
comulgantes: ni marido, ni hijos, ni patria, ni familia, ni banderas. Solamente
una verga diferente a cada cuarto de hora. Es su única religión.
─Y yo que creía en el amor
romántico, pues no hago otra cosa que pensar en la Suzi. Quisiera que al morir
ella cerrase mis ojos.
─Estás tú bueno. Menudo
iluso. La Suzi habrá encontrado su apaño como estas dos lagartas. Es ley de
vida. ¿Crees que la inglesa te guardará ausencia?
─Sí, y no se te ocurra
hablarme de esa manera, grajo infernal. Que voy ahí y te descuajo las alas.
─Tendrías que tirarte por la
ventana.
─Mira que te salto un ojo.
─Anda salta y tendrás una muerte
dulce y todo se acabó. El suicidio es la mejor opción para los perdedores, You are a loser, como te dijo aquel
mafioso neoyorquino.
En ese preciso instante entró
la enfermera a tomarme la tensión y quedó horrorizad. Tenía 18 con 12.
-Es muy alta, Antoñito. Ahora
te traigo una pastilla para que te baje.
No pude explicar a Maricarmen
la enfermera cuál era la razón de mi delirio. El maldito pájaro de mis
recuerdos me estaba royendo las entrañas. Son pesares que no se pueden explicar
así como así; me hubiera tomado por loco. Ingerida, no obstante. una tableta de
no sé qué, fueron serenándose mis arterias, pero al cabo de un rato el pájaro
campana siguió cantando la epístola de mis desdichas. Por el tono de voz a mí
me recordaba al cura chiquito que era el capellán del cementerio del Santo
Ángel de Segovia. Medía poco más de medio metro, pero enterraba a los muertos
con mucha prosapia con su voz de chantre, nítida y clara, a pesar de ser
fumador empedernido:
─A porta inferi, erue animas eorum. Requiescat in pace. Amen
Yo nací en una ciudad
levítica, crecí a la sombra de la torre de una catedral gótica, me dieron en el
rostro los sones de sus campanas, escuché salmos y cantos de ronda bajando
hacia la Hontanilla, dejando atrás la judería vieja, pasando el arco del
Socorro. Tiré varetas por las mismas trochas que recorrió Pablillos. Conocí las
huellas o las marcas en el camino que dejaron las cáligas de los hoplitas de
las legiones romanas, las sandalias de los franciscanos y las zapatillas de los
santos. Había una roca cerca de una fuente en mi barrio que tenía una cruz de
hierro, ya mohosa, donde se sentaba San Juan de la Cruz cuando subía jadeante
desde su convento al beaterio carmelita a confesar a las monjas y donde dicen que Teresa de Jesús se sacudió el
polvo de su calzado despidiéndose a la francesa para no volver más. La
Fundadora era de armas tomar, Dicen que dijo:
─De Segovia, ni el polvo de las zapatillas.
Las lenguas afiladas de las
cotorras murmuraban a la sazón que tenía un lio con su frailuco y medio pues
era de corta estatura, quiero decir san Juan de la Cruz. Que el refrán advierte
que entre santa y santo pared de cal y canto. Claro que santa Teresa era
abulense y los de Ávila y Segovia, la ciudad rival, nunca nos llevamos bien del
todo que se diga. Cuando jugaba la Gimnastica con la Unión Deportiva salía la
gente a palos en el Campo del Peñascal. Procedemos de una estirpe mística muy
devota y a la vez socarrona y pagana aunque de cristianos viejos como el que
más. Otros historiadores señalan, al contrario, que somos la mayor parte de
raíz judía, y de ahí nuestra complicación mental, puesto de Segovia ni la burra
la novia dice el refrán, nos achacan los que nos quieren mal. Vaya usted a
saber pues se asegura que todos los israelitas de Burgos cuando salieron mal
con los de aquella otra ciudad castellana se vinieron a acoger bajo los arcos
del acueducto. Se bautizaron en masa y se hicieron hidalgos y caballeros de
vieja estampa más papistas que el papa y más españoles que el Pupas.
He de decir a tal respecto
que nuestro amor a la Virgen de la Fuencisla tan arraigado en nuestras vidas
arranca de una pobre judía (nuestra querida virgen debiera ser la abogada
contra la violencia de género) a la que su marido acusaba de andar tonteando
con un capellán, el sanedrín quiso dilapidarla pero luego cambió de parecer.
Hombre, sería mucho mejor tirarla por un barranco que nunca faltan por ahí por
Tejadilla y ahí en eso en peñas escarpadas que marcan las orillas de lo que
otrora fuera mar, una mar prehistórico, despeñamos a la pecadora. Y por ahí la
defenestraron aquellos malditos. María del Salto se encomendó a Nuestra Señora
y ésta la recogió en su manto como si fuese su regazo maternal se tratase. Ella
estaba allí al pie de las peñas donde las aves alzan sus nidos y donde un
pueblo de amor transido vibra en su honor. Me he puesto a escribir una novela
que es la historia de mi vida y me sale una salve.
Total que nuestros
antepasados se bautizaron en masa y las aguas del Eresma se convirtieron en un gran Jordán
donde los del pueblo elegido tornaron sus ojos a Cristo pero iban de farol, son
fariseos. En cierta manera los segovianos nos sentimos un pueblo elegido.
Elegidos para la palabra y para el dolor. Si la cruz es un privilegio a
nosotros nos signaron con ella desde el principio hasta tal punto que sólo a
nosotros se nos permite hablar mal de la ingratitud de los elegidos. De raíz
conversa eran los Coronel y los Dávila incluso el propio Torquemada prior del
convento de Santo Domingo presentaba un origen nada preclaro y converso era
Pablillos y el gran historiador Colmenares otro que tal. Que no nos vengan con
alicantinas. Lo que pasó pues pasó. A qué ton eso de meter la reja en la
Historia como si fuera la vertedera de un labrador honrado que labra sus campos
por La Lastrilla. Judíos eran los asesores y los confesores de la Reina
Católica y los pincernas de su hermano el infausto Enrique IV que a mí me
parece que no era tan impotente como le arguyen, aunque aquel rey, todo hay que
decirlo, se aficionó a las costumbres moriscas y estaba rodeado por una corte
de jenízaros andaluces. Todos los de la Guardia Mora. Judío converso era el
sacristán de san Facundo el que entregó las hostias para que las arrojase a la
caldera y la sagrada forma empezó a subir y subir por los tejados dando vuelta
giratoria al poblado hasta ir a parar a la celda de un novicio dominico
del convento que es hoy sede de una universidad, que iba a recibir el viático...
el fraile era también marrano como María del Salto, como la mayor parte de los
obispos, deanes y capellanes que ejercieron en Segovia y como judíos fueron los
conquistadores que acompañaron a Colón. ¿Fue verdadera o fingida su conversión?
Eso pertenece a los misterios archivados en los anales de nuestra historia.
España es al fin y al cabo una locura. Pero una locura maravillosa.
En la mezcolanza de los
sonidos que bajan de arriba o suben por abajo escucho los ecos de mi niñez
perdida: los cantos infantiles de la rueda y el corro, el son de los viejos
romances. Veo subir la cuesta que lleva a la Puerta del Socorro a muchos
peregrinos camino de Compostela con la calabaza y el bordón, pardas hopalandas.
Pardo era el color con los que se vestían los campesinos de la gleba y negro el
de los caballeros andantes, de los clérigos y los domines. Pardos eran los
picos de las putas. De las famosas meretrices de Segovia. En mis primeros años
conocí los últimos suspiros de Castilla la Vieja. Era un país absolutamente
diferente a la España de hoy. Pardos son mis ojos y pardo soy yo hijo de la luz
y de la noche. Parda humildad
franciscana. Don Pablos me estaba haciendo señas desde la otra ventana y
traía un libro en la mano, aquel protodiacono de los pícaros, y me insinuaba tolle et lege. La primera foto que me
hicieron en la alameda fue acompañado de un libro. Tenía un libro en la mano el
pelo rubio y la barriga algo abultada. Pero no maldigamos los tiempos
presentes, creyendo que el pasado fue mejor pues eso supone una blasfemia, una
querella contra los designios misteriosos del Criador. Yo me forjé una idea
heroica del mundo. Caballeresca. Había que salir en pos de un ideal a la
búsqueda de ínsulas baratarias a desfacer entuertos defender a los humillados y
ofendidos y pelearme contra los gigantes que luego resultaron ser aspas de
molino harinero. ¡Qué cosas! Acaso me sumí en un romanticismo trasnochado, pero
eso ya nada importa. La sombra de
aquella catedral acariciadora y benigna hizo de mí un exaltado de la cruz hasta
llegar a la convicción de que sin cruz ni cristianismo no son posibles ni la el
amor ni la belleza. Acaso en parte llevase razón pero la cruz no debería
imponerse por la espada ni a la fuerza. Bajo el arco oscuro y oliendo un poco a
húmeda bodega del postigo aquel por donde pasaban los carros y los areneros de
Espirdo y los panaderos de Encinillas que subían a vender su mercancía a la
ciudad o los curas de teja breviario y balandrán arrebujado como un tapabocas
sobre el pescuezo para no apañar frío en las tarde heladas habían cabalgado los
guerreros de la edad media (Segovia enclavada sobre un castro que es todo un
baluarte siempre conservó un aire militar, fraguamos país en la lucha contra el
moro o peleando en nosotros mismos acabada la reconquista) pero también los
picaros y los perailes.
Subían pobres de solemnidad y detrás mujerucas
arrebujados en sus mantones. Peleamos contra el sarraceno pero acabamos
adquiriendo muchas de sus costumbres en realidad. Todo en la vida es
circulación. Ir y venir. Subir y bajar. El eterno metisaca del nacer y morir,
del engendrar y del parir. Arillos concéntricos de la nada. Relojes de sol y
clepsidras. El Arco del Socorro, impertérrito, entendía poco de cronómetros.
Tempus fugit. Pero da igual. La estancia del hombre sobre la tierra no es más
que un soplo.
Habían clavado una lápida en
lo alto del pasadizo que decía:
"Al gran humorista don
Francisco de Quevedo, autor del Buscón que era de Segovia natural".
Efectivamente en una de las
casas del cantón tuvo el verdugo municipal su residencia y al lado vivían los
corchetes y alcauciles. El corregidor un poco más arriba. Creo que era el mismo
edificio donde una comadrona que se llamaba doña Aniana, Dios la tenga en su
regazo, me sacó del vientre de mi madre, que las pasó moradas pues la criatura
que alumbró pesaba seis kilos doscientos gramos y esa criatura era yo.
Ahora bien tachar de escritor
humorista a don Francisco de Quevedo el poeta más serio y profundo de la lengua
castellana que sólo pasó al conocimiento del pueblo por sus chistes verdes o
los relativos a la coprología (pedos, privadas, eructos y otras bellaquerías...
que entre dos piedras feroces salió un hombre dando voces... adivina quién es
pues... píntale de verde) me parece
precipitado pero acaso responda a una venganza de la historia que aquellos a los que el gran vate combatió y ridiculizó.
Hoy es un proscrito, un antisemita. Acusó a los judíos y a los venecianos de
ser los grandes conspiradores contra la corona de Castilla. Eso nunca se
perdona. La leyenda también le pareció ridícula a don Camilo José Cela cuando
cruzó por allí. considerando la lápida una broma de mal gusto indicadora de la
estulticia de nuestras fuerzas vivas.
Pablillos pudo ser uno de mis
compañeros de juego. Uno de aquellos niños de la posguerra con los pantalones
con remiendos que no gastaban calzoncillos y un solo tirante de mi cuadrilla.
Con los que jugaban conmigo al chito, a la malla, a guardias y ladrones, al
zorro pico zaina. Juntos entrabamos en las casas deshabitadas y en los
hospitales de sangre de la posguerra, abandonados donde todavía quedaban vendas
y jeringuillas y sondas sobre las camillas. De uno en uno nos daba miedo
explorar aquellos recintos. Podría haber fantasmas. Y la leyenda clavada en la
Puerta del Socorro pienso al cabo de muchos años que selló mi destino. Sus
letras gordas pesan aun sobre mi cabeza. Yo iba para santo. Quería ser cura y
acabé en escribidor, que es una profesión por decir algo y que guarda cierta
relación con todo lo relacionado con la picaresca. Naciera yo a la sombra de la
Dama de las Catedrales, monumento divino que se erguía sobre las casuchas de
mala nota y las escalerillas donde estaban las puertas marcadas del barrio
sefardita. Pienso si mis orígenes no me habrán predeterminado. ¿Habrán sido
maldición o bendición? ¿Trajeron suerte o
desdicha? Ir y venir que llaman acarrear.
Girar y girar. Y venga dar vueltas. Vano empeño eso de buscar la Arcadia. El
paraíso y el infierno yacen en el fondo de nosotros mismos. Son empeño de la
vanidad y de la locura humana. Cristo sin embargo nos sonríe. Está en las
historia. Aunque nos elija solo para el dolor. No para el triunfo ni para la
fama o la honra, porque no somos otra cosa que carne de dolor.
En los terraplenes de los
adarves de la muralla donde crecían hierbas ociosas, lampazos y parietarias,
estaba el edificio. Le llamaban la Casa de la Troya. Acaso este título de una
novela de Pérez Lujín definiera el continente y el continente y el contenido
físico así como el carácter de sus moradores. Fue la casa del Gran Matarife.
Algún escudo con los atributos heráldicos del Santo Oficio debieran de andar
por allí cosa que espantaba a algunos transeúntes a los que entraba el canguis y de repente se persignaban
arreando el paso. Hubo habladuría de que oyeron ruidos de cadenas y clamores de
almas en pena pero no era en nuestro edificio sino en la finca colindante donde
nadie vivía. Sólo algún gato pero de noche todos los gatos son pardos y algunos
de estos bichos pudieran resultar gatos inquisitoriales. Hay que andar siempre
con la mosca en la oreja. ¿Fantasmas a mí? No gracias. Temo mucho más altos
vivos que a los muertos pero no se puede ir contra corriente ni desbaratar las
creencias del pueblo humilde. Del rey y la inquisición chitón. Así que ojo al
cristo que es de plata. Paso corto y vista larga.
Entonces desconocíamos lo que
era eso. No había aparecido aun en nuestras carnes la llamada del sexo que todo
lo desbarata; ni fumábamos ni bebíamos vinos aunque nos mofásemos con los
borrachos muy frecuentes por aquellos contornos y en aquella porque en Segovia
había más tascas y tabernas que iglesias y oratorios que ya es decir ni
habíamos empezado a alternar ni a tomar café. Nuestros pulmones y nuestros
bandullos estaban todo lo limpios que se puede estar a los cinco o seis años
así como nuestros pensamientos y nuestras almas por más que nos diga que el ser
humano viene al mundo con el sello del pecado y sienta una proterva inclinación
a hacer daño y a mal pensar.
También es verdad que
estábamos en estado salvaje o acaso fuéramos el buen salvaje roussoniano limpio
de polvo y paja. Triscábamos por la vereda, saltábamos de una peña a otra
temerarios en nuestra osadía y despreciando el precipicio que mediaba entre
ambas rocas. Jugábamos a la guerra en batallas de moros y cristianos como no
podía ser menos en cualquier ciudad española. Organizábamos pedreas con los
chavales de San Andrés parroquia a la que pertenecían los que vivían en la
puerta ulterior del Arco. Los de la citerior éramos de San Millán. Había
verdaderas guerras campales a cantazo al final de las cuales alguna ventana
quedaba con los cristales hechos zarzamillo y los dueños traían al delincuente
de la oreja abriéndole a su padre el libro de reclamaciones por daños y
perjuicios.
─Son tres reales por el
cristal que rompió tu chico.
Y el progenitor ya estaba
esperándonos con el cinto. Aquella noche no había cena o mejor dicho cenábamos
de la correa y de los vergajos. Pero Eros y Tantos no habían asomado aun la
oreja y de la política únicamente hablaban los mayores y de sus conversaciones
colegiamos la tristeza y desolación, las vida truncadas y los muertos que trajo
aparejados aquella contienda fratricida. Las mulas de la inquisición nos traían
al fresco. Hacía muchos años que habían dejado de transitar aquellas sendas. El
tizne del demonio sigue ensuciando todavía algunas almas negras. No comprendo
ese afán de los españoles por cuestionar nuestra historia y entregarnos a
disquisiciones que a ninguna parte buena conducen y sólo sirven para
enfrentarnos los unos con los otros. Debe de ser porque aun llevamos la ley del
ojo por ojo y el diente por diente marcada a fuego en nuestros entresijos
displicentes. Buena gana de elucubrar con ucronías y futurismos. Nosotros
ajenos a todo eso jugábamos al trompo y a las canicas como si tal cosa.
Aspiraba a llegar a las
estrellas siempre buscando el plano ideal el que marcara la aguja del
pararrayos catedralicio allá arriba por encina de los ojos de la torre. Los
días de fiesta yo veía sacristanes en camisa volear las campanas sudando
oprimidos bajo el peso de los badajos pero había que anunciar el magno
acontecimiento de la pascua. Abajo en la plaza los de las charangas lanzaban
voladores y don Francisco de Quevedo los ojos cegatos los pies zopos pero la
lengua suelta y acerada de un cofrada subía hacia el enlosado muy fatigado el
hombre. Se acababa de entrevistar con el Domine en la casa donde no se come ni
se bebe. He seguido los pasos de aquel cojo divino genial y tabernario yendo
por el mundo un poco telumante de libros y de literatura pegando palos de ciego
y de que me cerraran antisidas puertas.
─ A los profetas ya no os hacen caso.
─Mientras no nos ahorcan seguiré apostrofando.
─No eres más que la voz que clama en el
desierto. Cabezazos contra un muro. Mira que eres testarudo.
Por la calle pasaban algunas
monjas un panadero morisco y un cristalero que iba a componer una vidriera que
había derribado uno de los pedriscos que suele haber en esta ciudad por las
fiestas de San Pedro. Todos se los veía muy afanados las monjitas con los ojos
bajos el morisco muy altanero y que no le quedaba en la boca ningún diente
portaba a la cabeza una bandeja como una herrada. Por allí cerca estaba el
obrador paredaño al convento de las claras. Don Francisco que iba ya harto de
vino entró en un cuchitril socavado como una bodega en los mismos bajos del
temple al lado de una ebanistería. La entrada de la bodega ostentaba en el
dintel un laurel báquico y un letrero que ponía: “más vale aquí mojarse que
enfrente ahogarse! Y justo enfrente acurrucado en el lecho del valle donde
estaban los pegujares y los tablares lindamente labrados por los hortelanos
moriscos con sus arriates y sus caballones adosados en perfecta simetría bajaba
el Rio clamores bastante crecido de corriente salvo en agosto. También lo
decían el rio Mierdero porque en él desaguaban las letrinas de la ciudad.
Sumirse en él debiera de ser buena tortura. Don Francisco llevaba sobre el chaleco una enorme cruz colorada. Era de
la orden de Santiago y aun borracho aparecía siempre en compostura. El mosto
nunca le hizo perder la condición de caballero. Me hubiera gustado a mí ser el
escudero de aquel sublime beodo. Sus libros aun me siguen emborrando de
sabiduría, de piedad y de risa.
Aspiraba a alcanzar las
estrellas. Per aspera ad astra. Siempre
buscando el plano ideal. Mi vida se enmarcaba en el rectángulo de aquel
ventanal balcón que daba a la acera. Esta condición de niño humilde ha marcado
mi camino. Anduve casi todas las sendas hice muchas descubiertas por muchas
tierras pero sobre todo exploré todos los libros y caté los mejores vinos de la
tierra. In vino veritas. Sangre de Cristo. Desde lo hondo del jarro el jocundo
espíritu de Pablillos el mejor amigo que hubo en mi infancia me hacía momos. Y
no eran burlas. Eran señas. Así cogía fuerzas y cargaba con la gran luna del
espejo para irla pasando a lo largo del camino.
Y las campanas tan… tan… tan.
Los moros las aborrecían y es una de las muchas cosas que me fastidian de su
religión aparte de que Mahoma no permita beber de lo mejor que dan las viñas ni
comer jalufo, es un desconsuelo el que no toquen campanas nunca en lo alto de
los minaretes. La voz del almuédano nunca tendrá los timbres maravillosos de
las campamas de resurrección, y por eso he llegado a la conclusión de que el
cristianismo es la religión verdadera. Sin campanas no puede haber Dios y yo
escuché muchas horas su dulce repicar. Invitan a la paz, la armonía, el
civismo. Algún sacristán en aquellas tenidas en lo alto de la torre se asomaba
a descansar y a echar un cigarro contemplando el magnífico panorama que brinda
la ciudad. Debía de ser un hombrón pero desde abajo parecía muy pequeñito.
─Baja el pistón. No te entusiasmes tanto.
─ La pasión siempre nos vuelve a los hombres
ridículos. Ya sé muy bien lo que me
quieres decir, zampabollos. ─Piensa mal
y acertarás.
─ Desde luego
Mi vida iba a ser no tardando
mucho un descarrilamiento a la carta. Fracasos sentimentales. Problemas
laborales trifulcas de todo tipo. Originales para publicar devueltos. Fui un
vagabundo sin suerte. Una novia me dejó a la puerta de la iglesia otra me
divorció. No sé qué mal hice. No tienes vista. Eres un poco patán. Por los
cafés hice el ridículo y hasta las putas se reían de mí en los prostíbulos. Sin
embargo, yo les decía "aguardad que yo escriba. Dadme papel y tinta.
Quiero recado de escribir". Así confundía a mis detractores. La literatura
me transformaba en un arcángel. Entonces, armado de la flamígera espada de la
palabra, me convertía en invencible,
desalmenaba a mis enemigos, les dejaba sin argumentos y sin palabra en la boca.
Había una fuerza en mí. Mi vida osciló a
péndulo entre realidades consecutivas y suposiciones metafísicas. Fui don
Quijote y Sancho a la vez. Pero ser español significa estar sujeto a esa
condición de metamorfosis contradictoria.
Aquella fue la ventana de mi
infancia, un balcón que daba a la calle pues vivíamos en un piso bajo en la
Puerta del Socorro a los pies de la muralla romana. Dicen que no eres de donde
naces sino de donde paces y yo pací en muchas partes pero el haber visto la luz
primera a la sombra de la catedral y haber abierto los ojos a los paisajes que
cercan la urbe fue algo definitivo. Como un sacramento que imprime carácter.
Suelo celebrar con gran
regocijo la fiesta de la Magdalena. Cuando viví en Inglaterra impartí un curso
de poesía castellana en el Magdelene College. Hermosas vivencias, paseos junto
al río Ouse, los cisnes sobre la superficie y en el espejo de las aguas se
reflejaba creí entender se movía la rubia cabellera de la que fue gran peccatrix (pecadora) mientras lanzaba un
grito de amor.
─Raboni... maestro mío.
Pues amó mucho, más que pecó, todo se la
perdonó.
De ella dice el evangelio que
Jesús expulsó de su cuerpo hasta cinco diablos, dulce Jesús exorcista mucho más
contundente que el padre Fortea. Este supuesto acendra su talla gigantesca
entre los santos porque representa la victoria del bien sobre el demonio y uno
de los más refractarios según saben los teólogos creo que es el de la
fornicación. La lujuria embota las almas, animaliza al fornicario y suele ser
compañera de la ira, la soberbia y la gula. Aquella a la cual el fariseo ignoró
fue la que se arroja a los pies de Jesús. La que le unge para el sepulcro con
esencias de nardo y seca sus pies con su propia mata de pelo. La pecadora, la
vieja puta, se convertiría en uno de los personajes más importantes de su vida
pública. Fue una de las santas mujeres que comparece al pie de la cruz y la que
descubre su resurrección. El Salvador no era misógino, no obstante haber sido
acusado de andar entre publicanos y pecadores que comían y bebían y en su
retaguardia tampoco faltaban las cortesanas, humilde oficio, el más viejo del
mundo. La presencia del Salvador las redimió y volvieron al resil de la
penitencia. Los demonios que arrojó N. S del cuerpo de María de Magdala son
casi una explicación histórica de la confabulación de Eva con la serpiente. Por
la mujer viene el mal y también el bien al mundo y conviene tener presente algo
importante: el amo del mundo, el señor de la historia, es Satanás. Es el
diablo, a decir de la teología latina, el que manda y su presencia se ha hecho
más activa en los últimos tiempos a medida que nos acercamos a la parusía.
Rige, sobre todo, los designios de la política, acapara los medios de
comunicación y sigue en su acción de enfriar y echar jarros de agua helada a la
hoguera del amor, aquel fuego de amor divino en el cual se abrasaron Magdalena
y los santos. Papini, uno de los autores más entendidos en satanismo, glosando
a León Blois, dice que el Gran separador es el que impera en la edad moderna.
Parece muy congruente esta visión. En España la política es un perpetuo
desasosiego, una irreverencia, un insulto a la lógica. Los comisarios de
Belcebú cuidan bien la parva, no se les desmonte. Antes se solía decir no está
el verde para pitos ni el alcacer para zampoñas ni tampoco el manto de
Magdalena para tafetanes. Sin embargo todos los 22 de julio es una fiesta
importante para mí y la celebro como el triunfo del amor sobre el odio, la
envidia, la mentira. Ese día estoy en guardia contra la coz que siempre nos
pilla desprevenidos. A raíz de la peste negra y de la sífilis en los hospitales
y lazaretos del viejo camino jacobeo no faltaba nunca una imagen de la santa.
El oficio divino le dedica unos himnos deliciosos en latín y su nombre está en
primera fila en las letanías mayores.
─Santa María Magdalena,
─Ora pro nobis
Me lo temía, lo anunciaba. A
Olga la Larga la bella rusa su chulo la ha pecado una paliza para celebrar su
onomástica (rasdenia). Apareció con un
ojo morado. Que la hinchara el ojo ese bandido polaco, traficante de seres
humanos, ya lo estaba yo viendo venir cuando el pasado diciembre con motivo de
las fiestas de Noche Vieja de 2024 a Olga la convenció para que abandonara su
profesión de maestra, tras divorciarse de su marido y la entrasen ganas de ver
mundo. La condición humana es fuente inagotable de sorpresas. Se apuntó al chat
porno. Carecía de experiencia. No era una de esas profesionales del colmillo
retorcido, sólo poseía una fuente avidez sexual y sed de aventuras. Conocer
hombres. Bjowij20 uno de esos chulos que merodean por las redes en busca de
conejitas dio con la presa. Consciente de haber hecho un buen blanco (muchos monteros la garza combate, neblíes
muy ligeros sobre ella se abaten, mastines y dogos la llaten, bueno será no la
maten) trató de seducirla mediante el soborno poniendo al tablero del chat
montón de dinero, prometiéndola vivir en un palacio en el cual hasta los baños
serían de oro, y habría un Rolls a la puerta para conducirla adonde quisiera.
El más ruin jabalí se zampa la mejor bellota y así Olga una hembra de tronío,
que supera con creces en belleza a Nicole Kidman a la Bardot o Marilyn Monroe o
la misma Claudia Cardinale, que venía de una lejana ciudad de provincias en el
extremo oriental de Rusia, cayó en la trampa. Las promesas eran patrañas y pasó
con ella lo que pasó con el arriero de Guadalajara que de lo prometido anoche a
la mañana no hay nada. El palacio prometido era un chamizo de Tel Aviv sin agua
corriente cerca de la playa donde no se podría bañar pues las aguas estaban
contaminadas a causa de la guerra de Netanyahu. Escuchaba el rugido de los
aviones de combate que no la dejaban dormir. Su chulo la trasladó a Estambul
donde las cosas fueron a peor. Me hubiera gustado escribir esta triste saga de
la perversión de una bella mujer siberiana en manos de sus explotadores. Pero
me faltan los alientos para denunciar a una sociedad hedonista que ha
convertido el sexo en y en
mercancía. No como fuente de vida y de
trasmisión de la especie. Olga es la hermosura personificada y todos los que la
conocen andan un poco enamorados de ella, no sólo por su físico sino por su
simpatía, su bondad, y su corazón, su inconsciencia adolescente y desaprensiva.
Podrías ser la protagonista de "Resurrección" o de "Ana Karenina"
heroinas de León Tolstoi. Los puñetazos al arco ciliar me dolíeron a mí. Los
hematomas y las marcas con las que la dejó señalada en todo su cuerpo ese
aborrecible polaco son siete cuchillos clavados en mi corazón. En una de las
fotos que obtuve de la modelos y de su rostro fotogénico pues parece que hace
el amor a la cámara con su aspecto de sufrimiento me pareció ver en su rostro
magullado la cara de la Virgen de los Dolores que tanto veneramos los
españoles. Hoy volví al chat y no ha regresado al trabajo. She is missing.
Quisiera que no volviese jamás a este albañal de mierdas escatológicas y que la
policía rusa haya podido detener a su maltratador que me parece que es un
terrorista contratado por Zelenski
Era el Prosopopeyas como va
dicho un cuervo muy locuaz, memorión y pertinaz, y yo tiraba de mi ordenador y
navegaba por la red para olvidarme de la muerte. Me recriminaba mi actitud que
en vez de pensar en los Novísimos, pues estaba a punto de cascarla, me
entretuviera entrando en los sitios porno, en los berreaderos chupapollas,
donde se homenajeaba a las inmundas felaciones y a la masturbación digital, lo cual en mi caso era imposible por
las razones antedichas. Vivía yo escenas de Sodoma y Gomorra. Mi PC era sin
embargo un buen matarratos. En una de las salas transmitía una rusa que me
volvía loco. Se trataba de Olga la Larga, un bellezón siberiano que acababa de
entrar en el oficio más antiguo del mundo cayendo entre las garras de un judío polaco que firmaba con el alias
de Barjowy 1950. El fulano juraba y perjuraba: Olga, serás mía. Te compraré.
¿Mercado de la carne en el siglo XXI, tráfico de seres humanos cuando tanto se
habla de derechos humanos? A fuerza de dineros y de falsas promesas se la
llevó. Pasó lo que pasaba con los arrieros de Guadalajara "de lo dicho a
la noche a la mañana, nada" Olga la Larga inocente e inconsciente, cayó en
la trampa. No sabía lo que era el trato de blancas en cuyas redes fue a caer. A
mí me producía cierta congoja aquella muchacha, tan bella, tan inocente, pero
un tanto casquivana, que se había divorciado de un militar, debía de gustarla
el sexo pero no era una puta. El sino de esas pobres mujeres suele ser el
mismo. Al cabo de un tiempo de ejercer la profesión de hetairas su belleza se
marchita, empiezan las arrugas, las enfermedades. A la siberiana yo la veía
caer por momentos. Un día apareció en el chat comiendo sandías. Uno de los
mirones supuso lo que todos suponíamos. La modelo tenía antojos de embarazada
de sandía y se daba verdaderos atracones de esa planta cucurbitácea. Estaba
preñada del macarra polaco. Pasaron unos meses, y apareció en escena. No
parecía la misma. Demacrada, vestida casi en harapos, la cara pintarrajeada
como una carátula. Había tenido una niña que envió a la inclusa. Al Cuento de
Hadas (Bayjowy 1950) - que es lo que
significaba Bayjowy en polaco-tuvo que dejarle. La pegaba, la insultaba y tuvo
que regresar a Rusia desde Estambul donde se ocupaba con hombres, libidinosos
hijos de la gran puta, fornicarios del gran harén. Me pareció con esta historia
vivir una de esas desconsoladoras novelas rusas que llenaron de lágrimas mi
juventud. Olga pudiera haber sido la heroína de una novela de Tolstoi, de
Gorki, o de Iván Bunín. Habría querido poder salvarla de las garras de la
prostitución digital. Ya era demasiado tarde. Anoche apareció con un ojo morado
durante la transmisión y marcas en sus ojos por haber llorado. Era el día de su
onomástica. Cumplía 47 años. Maldije al hideputa que la había pegado
Salió la luna y volvió a
meterse de madrugada. La luna vigilaba mis rezos la noche pasada. El cirio del
altar de mi habitación chisporroteaba. En la calle dos borrachos con lengua
tartajosa hablaban de política y la Virgen bizantina Blagodoritsa me miraba.
Tenía encendido el
ordenador para escuchar los maitines en un monasterio lejano ruso no sé si
Zagorsk u Optina Pustina, radiaban el nocturno de vísperas. Las auras de las
noches de septiembre trajeron paz a mi alma pero el ojo morado de la
guapa seguía ahí persistente. La lujuria, los gritos, las voces, los celos, las
bofetadas y puñetazos. Yo los escuchaba aunque la bronca se producía en una
casa de San Petersburgo a miles de verstas de distancia de mi aposento.
─Eres mía y de nadie más ─
gritaba en polaco un individuo de algo más que mediana edad, creo que setentón,
barrigudo y glotón los dedos de la mano luciendo sortijas de alto valor.
Debía de ser un tipo muy rico.
Tan rico como lascivo pero ya no lo suficiente viril como para satisfacer
sexualmente a aquella beldad madura. El ricacho era el amo del burdel y de
otros muchos locutorios de la red esparcidos por todo el planeta. Su oficio,
tratante de blancas. Había aprendido el oficio como subalterno de Hugh Hefner
el de Playboy y las conejitas, el gran cohen universal. Ambos eran hebreos.
Presumo que habían
intuido el negocio inspirándose en una frase que se leía sobre el dintel de
Auschwitz “Arbeit macht frei” por otro lema
semejante:“el sexo os hará libres, chicas”. Hefner y Bajka1950 ─ ese era
su nombre de guerra en el chat que significa en la endiablada lengua polaca
“cuento de hadas” ─ apadrinaron la gran revolución escatológica que puso el
mundo del revés. Olga la bella maestra de una escuela siberiana quería probar,
ver mundo, el sexo y el amor, había caído entre sus jarras. Ahora lloraba en un
rincón y, sollozante, pedía en ruso a su raptor que no la golpease más:
─Por favor Casimiro no me
pegues más. Déjame marchar. Quiero volver con mi hija a Omsk. Hoy es un día
especial. Cumplo 47 años.
─No, no te dejaré. Eres mía y
de nadie más.
O séase, que para este
maldito pimp un ser humano
venía a ser lo mismo que una oveja, una burra o una yegua. ¿No es eso volver a
la edad media, señoras abanderadas del feminismo torcaz?
Cada puñetazo, cada patada, a
mí que presenciaba la escena a muchos km. de distancia merced a la inteligencia
artificial y los algoritmos de la nueva tecnología, me incitaban al furor y la
venganza. Le hubiera cruzado la cara a aquel macarra polaco que así zurraba a
la mujer de mis sueños. Sin embargo, no entendía la pasividad y resignación de
la agredida. Olga encajaba los golpes sin rechistar. Se trata de una de las
características del carácter ruso que hace acto de presencia en las novelas
románticas del siglo XIX. Donde las heroínas se acogen a su destino (suzdba). El ruso es fatalista. Cree que
el desamor, las desgracias, los fracasos son el pago de la culpa de nuestra
naturaleza pecadora. Tienen una gran capacidad para el sufrimiento. Casimiro,
como todos los polacos, odiaba a Rusia que durante siglos había sido potencia
dominadora en Varsovia. Polonia la vieja Panonia romana para los zares era
el apéndice de Ucrania un pueblo de herejes vaticanistas y uniatas. Al pegar
aquella tremenda paliza a su barragana se sentía dichosa por estar descargando
su knut (látigo) sobre una
zarina y la verdad es que Olga por su aspecto físico y su ninfomanía se parecía
hasta físicamente a Catalina II la gran zarina pero no dejaba el judío de
reconocer que aquella bella mujer era un ser superior, muy por encima de las
bajezas de la condición humana. Se hallaba dispuesta a morir por nosotros
en la cruz mientras los sumos sacerdotes del Gran Sanedrín rasgándose las
vestiduras gritaban:
─Pecó. Es una puta, hija de
Dios dice llamarse. Pues caiga sobre nosotros su sangre y sobre nuestros hijos.
El ojo morado, los insultos, el
escarnio, los sufrimientos de una pobre ramera eran los mismos que los de Rusia
y Rusia salvarán al mundo echándose la cruz a la espalda. Siempre creeré que
aquella paliza tenía algo de mesiánico. No sé si Stella volverá a aparecer en
el chat. Me hubiera gustado poder salvarla pero yo no soy un
redentorista. Soy un pobre enfermo en la cama del hospital mayor de Madrid. A
fin y al cabo me doy cuenta de lo que significan dolor de atrición y
contrición, dos sentimientos que marchan al trote sobre las páginas de este
libro cuando de pronto escucho al maldito cuervo partiéndose de risa y
llamándome gilipollas:
─La cuestión de la jodienda
carece de enmienda. Tú. No te metas a mondonguero, mejor estabas rezando el
rosario, Venivolans.
-Cállate, cabrón. Demonio de
pájaro. Nunca serás más negro que tus alas
El cuervo locuaz desde el ambón del
ventanal seguía cantando como un diácono impertérrito la epístola de las
andanzas de mi vida pasada. La voz del córvido se estrellaba contra un muro
lateral pero era tan penetrante que traspasaba las paredes y su canto como una
melopea podían escucharla los enfermos de las contiguas salas. Los dichos y los
hechos (de algunos yo no me acordaba) eran narrados en un tono lúgubre del
fiscal que incoa la causa mientras el juez con un ángel sentado a la derecha,
era el serafín de mi guarda, y un diablo
inquisidor a su izquierda, con acuidad suprema. San Miguel el Psicagogo, el que
pesa las almas, al fondo de la sala se acercó con una romana (la statera). Iban a pesar mi alma. A un
lado de la balanza las cosas buenas que hice y enfrente las malas ¿Hacia dónde
se inclinaría el fiel de la balanza? Mis hechos, mis dichos, mis odios, mis
envidias, mis conjeturas y juras en falso allá se pesaban. Y al fondo del iconostasio los nueve coros
angélicos cantaban:
▬Kyrie eleison
El cuervo con su voz testimonial y sus ojos
escudriñadores si observaba que yo me revolvía en mi lecho de dolor decía:
▬Arrepiéntete, cabrón.
▬Yo me arrepiento de todo corazón por haber
dejado a la Suzi preñada y luego desconvocar la boda por la iglesia que
teníamos aplazada en Londres. Mi madre decía "te vas a casar con esa puta,
... que se va con todos" Estas palabras de mi madre me partían el corazón
pero al fin ganó la batalla el amor. Quemé las naves y me fui a Londres y una
mañana de octubre creo que era el Día del Pilar contrajimos matrimonio en el
Registro Civil de Romford. Yo había dejado en Madrid mis pluriempleos como
periodista de SP y como redactor de Radio Nacional. También trabajaba de noche
en la agencia EFE. No dormía ni sosegaba y esta intranquilidad y ese trajín
afectó a mis nervios. Yo era un chico guapo, escribía bien, y se me abrían
todas las puertas. En Inglaterra pude conseguir un trabajo como profesor de
español en una escuela de Doncaster pero a la Suzi, una bella londinense,
aquella ciudad de provincias algo paleta pero donde conocí muy buenas personas,
no la probaba. Enfermó de un cáncer de tiroides. Todo se vino abajo después de
nacer Helen. Cuando la operaron en el
Gran Hospital de Londres la directora de Estudios no me permitió desplazarme
hasta el Sur y cuando salió del hospital me dio pidió el divorcio. Me derrumbé
y una mañana de marzo cerré la puerta de mi domicilio en el 28 de Scott Crest,
Inglaterra ahí te quedas. Entonces salí de la casa que había montado con gran sacrificio y regresé a
España con lo puesto. Sin nada. Mis muebles, la cama, la mesa el gas stove.
Sólo salvé unos pocos librosy la guitarra que cargué en el mini. Regresé derrotado
pero empecé a hacer reportajes por toda España y me acogieron en la Prensa del
Movimiento. La corresponsalía londinense quedó vacante al venirse Manolo Adrio
a España y me nombraron a mí. Tengo un
buen ángel de la guarda que me buscó nada menos que una corresponsalía en la
ciudad del Támesis. Era lo que yo soñaba ser corresponsal en el extranjero.
Llamé a Suzanne desde una cabina cuando entré en la ciudad del Tamesis una
tarde plomiza de otoño desde una cabia telefónica. Se puso su madre que me dijo
que mi mujer no quería volverme a ver más. El cuervo de la habitación cuando
leía esta parte de mi vida empezó a llorar. Su clamor retumbaba por todo el
edificio. Pero yo estaba arrepentido de mi pecado mayor con dolor de contrición
y atrición. A causa de mi perversión pagaría la culpa al correr de mis días.
Las navidades vienen y van trayendo y dejando recuerdos de lo
que fue y no fue, de lo que es o será. Abrumados por la melancolía en torno a
la mesa de Nochebuena cantamos los villancicos. Canto de villanos y ciertamente
hay una dosis de villanía sentimental en estas festividades que pasan tan
rápidamente que parece que en los días más cortos del año el tiempo se acelera.
Saturno tiene prisa por devorar a sus hijos. Sea lo que Dios quiera. Me siento
reacio a narrar aquí el cuento de los Christmas Carols. Los londinenses fueron
los más felices aunque yo no me daba cuenta. En el gélido cielo del invierno se
tachonaban las estrellas de la pascua. Saturno es el dios oscuro que abre y
cierra las puertas de la vida. MJ vigilaba mi vaso de agua mientras los hijos
entonaban el Arre, Arre. Se me caían las lágrimas. Mi llanto era el de un pobre
viejo perdedor. Del peregrino que había equivocado la ruta. Del ardoroso joven
entusiasta que en los años sesenta del pasado siglo buscaba un lugar en el
Parnaso. El año 89 vinieron los malditos rabíes del Candelabro y todo se
derrumbó:
─Ahora mando yo. ¿No queréis caldo? Pues tres tazas
La emprendieron los inicuos a latigazos con nosotros al grito de
fuera fachas, abajo la ultraderecha y mueran los serviles. No nos mandaron al
gulag. De momento el gulag estaba ahí, era un campo de concentración interior,
donde todo eran envidias, soplones y traiciones, para poder sobrevivir. Más
tarde el horno crematorio. Yo escuchaba voces advirtiéndome de la llegada de
los tiempos del revés: el trashoguero cambio de género, naciste con raja y te
colocas pilila, Perico de los Palotes es nombrado el jefe de la cosa. Los
mandilones, aborto, el monumento a Pushkin volado en Kiev y en San Francisco el
de Cervantes. Colón era un asesino. El papa de Roma decía en una homilía “si
vas a misa y luego sales igual que entraste es que algo va mal”. Pues vaya una
apología de la estupidez asnal y la verdad es que aquel cura argentino tenía
cara de asno. Descubrimos que aquel pontífice era un burro que rebuznaba,
quería poner la religión de través. Aferrado a la táctica del jesuitón de que
el fin justifica los medios.
Mientras mis hijos
brindaban con los caldos más suculentos de España, yo miraba de reoj con
envidia. Yo no puedo beber por prescripción facultativa. Soy dipsómano. El vino
fue parte de mi vida, coadjutor de los mayores gozos y asimismo de las mayores
sombras. Aquella vez en que en un bar de General Ricardos me tundieron de lo
listo. Una patada en la cabeza me dejó un hoyo en la frente. Recuerdo aquel
camarero manchego rubio, los ojos inyectados de ira, que me abordó por detrás,
caí al suelo y sentí un dolor terrible como cuando te sumerges en un lago y te
hundes sin la esperanza en la cabeza. La patada en la cabeza de aquel esbirro
aboyó parte del pabellón craneal. Nunca durante mis años en el extranjero fui
víctima de una agresión tan brutal.Excepto una vezque mi mujer en una disputa
conyugal me mordió la oreja y casi me la la arranca. A veces algo me duele el
pabellón auricular desarreglado. Me quedaron orejas de soplillo a causa del
ataque. Ni en Nueva York ni en Londres nadie osó tocarme un pelo de la ropa.
España la amada patria a la que yo había defendido con la pluma me maltrataba.
Fue durante los años difíciles de venganza e ignorancia. Me quedó aquella marca
pero teníamos democracia... Al correr de los años en mi sien deteriorada surgió
un tumor de piel que me operaron. Navidades sangrientas. Erifos hizo de las
suyas. Lo cual que aquella advertencia cuando vi la muerte tan cerca no sirvió
para desembarazarme de la botella. El vino y la ginebra constituían el tónico
para mis dolores físicos y psíquicos. Dolíame el cuerpo pero, sobre todo, el
alma. La bebida era el paño de lágrimas frente a mis decepciones y fracasos. La
Verónica apareció entonces paseando por la glorieta de Pirámides. El aire de la
noche gélido. Nieblas navideñas nebulosas del corazón. A lo lejos sonaban
tristes panderetas acompañadas de músicas tradicionales que cantaban a lo
efímero de la vida terrenal cuando los pastores y los Reyes iban juntos a por
leña para calentar al Niño que ha nacido en Nochebuena… Sobre tu cunita, niño,
he visto arder una farolica como la del tren. Me levanté, me rehice como pude,
enjugué la sangre que corría por la frente con un pañuelo de hierbas. Me habían
marcado con ese hundimiento en la cabeza. El fementido me había acudido un
patadón en mis partes y seguramente eso sería el origen de mi cáncer de
próstata. La mujer misteriosa daba vueltas a la glorieta de Pirámides. Se vino
hacia mi piadosa y con un lienzo recién sacado de la tintorería que olía a
rosas, me enjugó la sangre y las lágrimas. Nunca supe quién era ni de dónde
había salido aquella mujer. Quedó en el paño de la Virgen Dolorosa estampada la
imagen del Señor coronado de espinas. La Señora me susurraba palabras dulces
mientras los taxis de Madrid bajaban por la cuesta de la Puerta de Toledo:
─ No bebas más, hijo mío. El alcohol te trastorna. Es para ti
veneno
A esta visión no le di la mayor importancia, estoy acostumbrado
a los milagros y tengo a Nuestra Señora por particular consejera. Seguramente
que ella me librará de las garras del cáncer de próstata, como se sacó de las
fauces del león y de las arillas de la sierpe que pretendía estrangularme.
Tampoco fui devorado.
Hasta san Antón pascuas son y yo aquellas pascuas me di un
atracón. Me ocurre cuando estoy nervioso y las navidades son fiestas
melancólicas. Yo no hacía sino pensar en la Suzi. Me harté de turrón y no paré
de mojar el gañote en copas de ginebra y de chinchón. Ande, ande, ande, la
marinorena que esta noche es Nochebuena, saca la bota María que me voy a
emborrachar. Tal incontinencia, aquel frenesí, desencadenó el mal que andaba
oculto en mis hormonas y fui la víspera de la fiesta de los burros cuando me cogió
un dolor terrible en los ijares, los cuadriles se me desgarraban como mordidos
por un mastín. Creí morir. Encendí varias pipas pues el tabaco me calma. No se
me pasaba. Se me apareció el rostro del abuelo Benjamín en su agonía que
hablaba de un ataque de canes por sus partes blandas y no hacía otra cosa que
santiguarse viendo venir a la muerte de cara. ¿Qué vería? Yo también me preparé
para lo peor. Se me saltaron las lágrimas y empecé a desgranar las cuentas de
mi rosario. Llegó la ambulancia del Samur.
Un médico jovencito y un enfermero que tenían la bondad y la
ternura del buen samaritano pintados sobre el rostro me transportaron en
bayarate hasta el hospital. Allí al cabo de muchas pruebas me sondaron y el
dolor se pasó. Bendito sea Dios.
Escuché la voz de Shakespeare. Inglaterra tiraba de mí.
Efectivamente, una fuerza tiraba de mí. England, my England, el país de irás y
no volverás, la Arcadia de Merlín, patria de los caballeros andantes y
errantes. Buscaba la fuente de la eterna juventud, el yelmo de Mambrino, una
Dulcinea me estaba esperando en la llanura del condado de Essex. Tiempo
adelante me pondría en camino. Los cuentos de Canterbury, las dulzuras de los
sonetos de Shakespeare. Una idea que no tenía que ver nada con nuestros
antagonismos históricos; las guerras napoleónicas, Gibraltar, la Armada
Invencible. Yo no era, por supuesto Blas de Lezo, ni a la hora de orinar iba a
colocar la minga mirando al canal de la Mancha. La política es una cosa y la
vida es otra. Sólo encontré las buenas gentes humildes del Yorkshire y la
mirada compasiva de amigos entrañables. Pude entender lo que significa un
sustantivo inexistente en español y es la palabra compasión. Yo encontré
compasión entre aquellas gentes, algo que me faltaba en mi país y encontré el amor,
un amor para toda la vida, indeleble y que bajará conmigo hasta el sepulcro.
Los bellos ojos azules de la Suzi están clavados en mi memoria, no se apartan
de mí, pero yo entonces no lo sabía. Era un seminarista gordito que iba y venía
recorriendo las calles de la ciudad en bicicleta. Los largos veranos del pasado
siglo parecían interminables y la vida parecía querer sonreírte; unas veces
querías ser misionero, otras, cura de aldea de misa y olla, mi olla mi misa y mi María Luisa… bueno, ya
veré, y ahí nos las den todas. Aquella ciudad de Segovia de tu adolescencia
guardaba las reminiscencias medievales de la ciudad-estado: Montescos y
Capuletos, como en la Verona de Shakespeare. Las grandes familias
encastilladas en sus torres que albergaban el afán de poder y la protección de
la iglesia. Los Coronel, los Arias Dávila, los Cheste, los Velasco, los Bravo
etc... Odios seculares, rivalidades por el control del trigo y de la lana.
Abajo campando bajo los arcos del Azoguejo, los pecheros, los sollastres, los
acemileros, aguadores, pellejeros y
pícaros. Arriba en las torres encaramadas de la ciudadela las cinco
familias que cardaban la lana. Romeo y Julieta, Marcucho, Teobaldo, Benvoglio,
el aya celestinesca y parlera y el conde Paris. Yo los vi pasar por las
empinadas callejuelas que iban a dar a la Puerta del Socorro u oteaban el
horizonte bíblico desde la de Santiago. Fray Lorenzo iba con su canastilla con
el doctor Laguna a recoger hierbas medicinales a los pagos de Tejadilla. Un día
fui al cine a ver una película inglesa. Echaban Romeo y Julieta. Aquello me
marcó. Yo me enamoré de Julieta. Pero tú quieres ser cura, chico y los curas ni
se enamoran ni se casan… Ya veré. Otros días ponían alguna del cine negro
inglés y yo soñaba con Sherlock Holmes, la niebla, el puré de guisantes.
Mientras tanto iba en bicicleta a bañarme en los bodones del Eresma tan
peligrosos que todos los veranos se ahogaba más de uno pero yo sabía nadar muy
bien. Aunque la mayor parte de mis jornadas veraniegas estaban cubiertas por mis
obligaciones religiosas. Tenía que ayudar a misa al cura chiquito. El capellán
del cementerio era un tapón como va dicho. No medía más de metro y medio y para
consagrar le teníamos que colocar a los pies un escriño y a la hora de alzar se
las veía y deseaba para levantas el cáliz, la hostia y el copón que eran
mayores que él. Sin embargo, los domingos sus misas eran muy populares cuando
decía la de cazadores porque aviaba pronto el cura chiquito. Poco más de un
cuarto de hora. En menos que se persigna un cura loco, mejor dicho. Me apunté a
las clases de inglés y yo no sabía si era la alondra o el ruiseñor el pájaro
que cantaba en la amanecida. Acababa la noche y se abría un nuevo día, una
nueva fase para mí.
─Is it the lark or the nightingale?- pregunta Romeo a Julieta
Esta le contesta:
─The lark, quédate un poquito más
─No puede ser
El ruiseñor es el nuncio de la aurora y la alondra del
entrelubricán antes de amanecer y yo ya soñaba con una de aquellas noches de
amor. Shakespeare me estaba tirando un guante. Habría que aprender inglés y yo
fui uno de los pioneros. Que abrieron para los de mi generación la ruta de
Inglaterra. Soñaba con las brumas del Támesis, el puré de guisantes de la
contaminación y el té de las cinco. ¿Quién cantaba? ¿La alondra o el ruiseñor? That was the question. La frase me
recuerda la noche más feliz de mi vida que pasé con mi amada en un hotel de
Hornchurch el día de nuestra boda. Aunque para alcanzar aquella maravillosa
connubial noche habría que pisar caminos de abrojos, saltar muchas vallas
convencionales y pagar peajes y fielatos en las aduanas correspondientes. Pero
el amor no entiende de trabas porque siempre vence. En aquella voz de
Shakespeare estaba la llamada del destino. Nos convocaba el hijo del guantero
de Stratford Upon Avon con su media sonrisa, dándonos la bienvenida, subido al
tablado de las antigua farsa en el corral de comedias de del Globo londinense,
y su voz era profética. Como un disco de los Beatles. "I love you
ye...ye... ye. Veniamos pegando fuerte la generación Yeyé con su carga
inconformista. No me prometía tesoros ni fama. Pues me auguraba que yo
sería un escritor fracasado en vida y
glorificado en muerte. Esa era la parte de mi lote y acepté.
─La vida es una historia
llena de furor y de sonidos contada por un imbécil
¿Sería yo el imbécil? ¿Estaba destinado a representar ese papel?
La corneja del hospital general me hablaba desde la rama de un
árbol del jardín abandonado. Aquel jardín abandonado era la ruta de la muerte.
Tu existencia, decía es contingente casualidad. Es una novela escrita por un
loco a ráfagas en la cual lo personajes asoman al vacío. No tienen consistencia
lógica. Tú no crees en el dogma de las tres unidades pero narras lo
incomprensible del mundo de hoy y a veces aciertas corroborando la fase de
Shakespeare sobre la condición humana. El grito, la furia y un músico que toca
el violín con las cuerdas rotas. Pero yo entonces era un adolescente gordito
que iba por Segovia en una bicicleta sin frenos. Se la dejé a uno y por poco se
esguardamilla.
El primero de julio del año
60 eché mi primer piropo a la Cibeles. La augusta diosa de piedra que siempre
va en carroza tirada por leones no me hizo mucho caso. Yo era un adolescente
que regresaba a casa derrotado en el Correo de Santander. Mi padre vino a
recibirme en un jeep del ejército donde metimos los avíos de mi pobre ajuar, el
colchón, el baúl y la sotana.
―Anda que buena tienes a tu
madre, con un disgusto que casi se nos muere, cacho perro.
Bajé la cabeza y le dije a mi
padre que me pondría a trabajar de lo que fuera incluso si picapedrero y así lo
hice pero pronto me di cuenta de que tampoco valía para albañil, no sabía
cuajar el cemento en una obra. Lo mío eran los latines y el
inglés. Ínterin, mamá dio a luz a mi hermana pequeña a la cual llevo
18 años y nos trasladamos a vivir a Madrid desde Getafe. Allá quedaba el
pueblón manchego envuelto en polvo y barro, los aguadores de la calle mayor, la
iglesia de la Magdalena enorme, los paseos las tardes de domingo, el cine de
sesión continua, el aburrimiento provinciano. El resonar de los tambores del
cuartel de artillería al izar bandera y las misas de doce en los escolapios. En
Madrid me coloqué de profesor de latín en un colegio y por las
tardes asistía a las clases del bachillerato nocturno en el Ramiro de Maeztu.
El profesor Antonio
Magariños, lo que son las cosas, me suspendió en la lengua del Lacio. Yo no le
caía bien. Ya estaba muy viejo y se fatigaba durante las clases en las que
explicaba a Tito Livio. Moriría al poco tiempo. Fue un gran promotor del
deporte durante el franquismo como consejero del ministro Elola Laso del Frente
de Juventudes. Cuando tuve en mis manos la papeleta del suspenso volví a sentir
la maldición del jesuita "tú no vales no das la talla, no vales, te nos has
colado". Fui una taberna y me emborraché. Era mi primera borrachera. Todas
las campanas de las iglesias de Madrid doblaban a clamor. Había muerto el papa
Juan XXIII. Al regresar al hogar (vivíamos en la calle presidente Carmona) mi
madre que era muy lista debió de notar los signos de embriaguez en mis andares
tremulantes, la lengua tartaja, los ojos saltones y la boca oliendo a peleón:
― ¿Dónde has estado, cacho
perro?
― Por ahí
― Murió el Papa
―Y a mí ¿qué?
Dormí la mona y se me pasó el
cabreo. Me di cuenta de que a lo largo de mi vida tendría que luchar contra
aquel conjuro de Eguillor que se había repetido en el profesor Magariños que
era un gallego bastante retorcido. Hinqué los codos, aprobé el preuniversitario
e ingresé en Filosofía y Letras y en la Escuela de Periodismo, dos carreras a
la vez aparte de las clases en el colegio san Pio V, todo lo que ganaba se lo
daba a mis padres, excepto una pequeña cantidad que me reservaba para tabaco,
aquellos "Celtas" largos que me hacían carburar. Estaba agotado. El
verano del año 64 me fui a un campo de trabajo en Fladbury cerca de
Evesham a recoger ciruelas y fresas.
Eso sí; tomo casi diez pastillas al día y
me siento algo cansado por las mañanas. Me dio por escribir una novela en la
cual yo soy el protagonista, el antagonista y el deuteragonista. Nadie busque
plots, ni tramas, ni deus ex maquina como en un serial turco o una comedia de
capa y espada. En Estas páginas mi corazón sangra, se indigna, se aburre.
Profaza, acusa, yerra, se arrepiente, vuelve grupas y otra vez a empezar. Son
vivencias de infancia y artículos que subo a la red. No hay que maldecir a
Google ni a las nuevas tecnologías. Internet es el bien y el mal: las misas
celestiales del patriarcado de Moscú se transmiten juntamente con el porno duro,
y esos chats en los cuales las mozas de medio mundo enseñan sus bandullos.
Ciertas salas parecen clases de ginecología. Son los teatros donde toda
aberración sexual toma asiento; yo los llamo berreaderos por el mucho gemir de
estas prójimas no sé si lo fingen o el maniluvio salaz de las fucking machines. La masturbación es
general y de lo más guarro, algo real que atrae a las masas porque hay mucho
salido por el mundo que mira y se la menea de cara al tendido. Estos sitios nos
llevan a una reflexión: se han cargado el romanticismo. Tanta lascivia y
tanto voyeur salaz viene a darle la
razón a Schopenhauer que era muy
pesimista. Yo me resisto a creer que Eros sean unas piernas esparrancadas con
la raja del clítoris al fondo que de menos nos hizo Dios, pues yo estuve
enamorado de la Suzi, aquella inglesa que fue lo mejor de mi vida, lo más bello
de mi romanticismo indomeñable y con cuyo recuerdo bajaré al sepulcro. Los
ocios de mi convalecencia me permitieron analizar el psique de las modelos.
Hubo una rusa guapísima que fue comprada por un tratante de blancas polaco que
comerció con su cuerpo. Me enfrenté al macarra el cual me quería matar. No soy
un alfaqueque pero, si hubiera otra vida, creo que me gustaría ser como aquel
mercedario fray Gil no sé cuántos del convento de Arévalo que rescató a
Cervantes de los baños de Argel. Yo sería alfaqueque de putas. Largo me lo
fiais porque a Olga la Larga no sé si la gusta el oficio lo que sí sé es que es
ninfómana insaciable por cuya causa abandonó a su marido en Siberia y a una
hija. Hice mis indagaciones pertinentes y lamento decir que esa historia
acabará mal. El macarra polaco es celoso, muy católico,
cruel y sentimental y la
maltrata. Un hombre celoso que se mete a pimp o souteneur de hetairas; en esa
profesión dura menos que un caramelo a la puerta de un colegio. Pero estas son
las historias de hoy. Lo que pasa y yo trato de plasmar mis impresiones en
internet. Este libro se compone de asuntos que subí a la red. No busquen tramas
ni argumentos porque la trama soy yo, escritor de ochenta años con más de medio
siglo de oficio, al que vetaron lo
neonazis sionistas (son más viejos que el andado para adelante pero España y yo
somos ansí) de modo y manera que a día de hoy en nombre de la libertad se
asesinan a los libertarios del pensamiento. No me quejo, me río, pues estas son
historias para no dormir. Cumplo con el primer mandamiento del periodismo que
es narrar algo y yo lo narro a mi manera. Otro no lo podría hacer por mí, ya
que en mi hay una vivencia exclusiva de aquel amor inglés. Por eso muchas
entradas de este libro se muestran redactadas en dicha lengua. Puedo decir con
Graham Greene que Inglaterra me hizo y tal vez me deshizo. Nunca pude ser del
todo inglés pero tampoco un español total por más que haya defendido a mi
patria y mi cultura a capa y espada a través de mis dos corresponsalías en
Londres y en Nueva York. A estas alturas de mi existencia, cuando ya me queda
poco, veo lo acontecido desde la distancia a veces con compasión, otras con remordimiento humorístico y en ciertos casos
con rabia pero me consuela haber sobrevivido a mis enemigos. Por desgracia yo
sé de donde viene la afrenta y no paro en barras. Pienso en la muerte que nos
cerca, hablo de las experiencias de mi infancia en un pueblo castellano donde
viví los últimos coletazos de la edad media. Allí se acendró mi espíritu
religioso al tiempo que me di cuenta de
que para sobrevivir hace falta mucha mano izquierda y no tomarse las cosas
demasiado a pecho. Estoy fascinado por la novela picaresca. Investigando a
conciencia descubrí quien fuera el autor del Lazarillo. Ni me lo han reconocido ni me lo agradecieron pero mi
tesis insoslayable está ahí. Es lo mejor que dimos al mundo desde el Buscón hasta la Pícara Justina, el Guzmán de
Alfarache, Vicente Espinel, El
Estebanillo, El diablo Cojuelo.
Es un género típicamente hispano que aporta a la literatura universal
resignación cristiana, longanimidad y aguante. Los picaros son místicos al
revés que nos enseñan a afrontar las penalidades de este mundo cruel sin
hipocresía. Tengo que agradecer sobre todo a los hombres y mujeres de la
editorial Círculo Rojo que tanto me
han animado a sacar adelante mis humildes producciones, aun a sabiendas de que
mi estilo y mi narrativa, siendo de una vibrante actualidad, pertenecen a un
ayer que parece lejanísimo pero que está cerca de nosotros. Para los nuevos
amos del mundo ir por libre es una añagaza. La exclusiva del pensamiento está
en sus manos. Esperemos que no sea por mucho tiempo. Yo por eso escribo para
desenmascararlos.
El domingo de Ramos será una pantomima en
la borriquilla y el buche, los cantos del hosanna, gloria al hijo de David,
centro de bondad Hosanna que viene en nombre de Jehová, compramos un ramo y nos
pondremos zapatos nuevos, tiraremos de las carrozas de la protección, veremos a
los soldados desfilar ante los pasos, Segovia olía a primavera. Veneramos y
adorábamos al Hijo del Hombre plasmado en aquella figura de escayola. El
anticristo suplanta de forma tan atroz al cristo y no quiere morirse. Yo me
subí a muchos andamios, me caí de muchos burros y no aprendí de mis trompazos.
Culomagno vestido de blanco y esclavina bautiza neófitos y enseña el alta del
hospital, no quiere morirse, se niega a que le canten el gorigori, no quiso ser
sacramentado. Aderita, la de Gordaliza, fue mi madrina en tanta tribulación,
una mujer se convirtió en mi baluarte, me puso a cubierto de los disparos de
las poderosas armas de guerra. Ella era la virgen que me salvó cuando íbamos al
Escorial en espera que llegasen los mensajes de los Viernes de Dolores. Tales
telegramas no venían, o eran un tongo que se marcaba la pitonisa con la voz
cascada… hijos míos. El morbo y la depresión me impulsaron a tales esperpentos,
llegué a darme cuenta de que toda la parafernalia eclesial era tongo. Escuché
los jipíos y suspiros de la saludadora que hablaba en nombre de Satanás y
comprendí que Wojtyla era su aliado. Dios me permitió vivir tiempos de la gran
impostura. Culomagno el judeoargentino vino a poner la guinda. No obstante, en
aquellas nefastas vivencias quedé persuadido de la presencia de Cristo en la
historia. Satanás hablando desde la cima
de la encina más antigua de Prado Viejo a veces hablaba en acento gallego,
otras en andaluz. La voz de la sorguina, cuando se ponía en trance, sosegaos,
reminiscencias demoniacas tenía. Todo era una burda impostura lo de las
apariciones del Escorial. Las turbas sin embargo estaban hechas un flan porque
el monarca de los dominios, do no se ponía el sol, largaba su sermón en cinta
magnetofónica, lo que no dejaba de ser una ucronía. Aderita mientras tanto
rezaba por mí.
Mi amigo Quintiliano Quindejas al que
llamábamos "Soguillas" cuando éramos guajes regresó de Foncalada tras
su visita al cementerio, lugar más romántico y mejor ventilado no puede haber
en el mundo para dejar la carcasa con el ánimo entristecido y yo voy a tratar
de poner blanco sobre negro los puntos de su azarosa biografía. Me llamo Eutimio Guzmán pero en el pueblo me
llamaba Quinolas por mi afición a la brisca. En esta parte de Castilla todo
quisque tiene un segundo nombre. A Quintín lo conozco muy bien. Fui su amigo de
infancia, fuimos juntos a la escuela e ingresamos en el seminario al mismo
tiempo. Él llegó a cantar misa. Yo colgué la sotana en primero de Teología. A
los dos nos une un estrecho vínculo de amistad y compartimos la afición por la
literatura, vivimos enterrados entre libros y nos fustiga la misma comezón
desalentadora por estar viendo morir al mundo en que vivimos y la destrucción
de nuestros sueños. Ya somos viejos, pero hemos sobrevivido a la peste
pandemita que asuela toda la tierra. Aunque con diferentes ideas los dos hemos
sido periodistas. Somos en una palabra el yin y el yen hecho carne, la tesis y
la antítesis sin que nuestras diferencias políticas empañen el vínculo de
nuestra amistad. En la iglesia e Fuentesoto, pequeña modesta y con algún
desaliño, construida bajo el reinado de Carlos III, antes era románica, olía a
flores ahumadas, a retamar pinariego, a humo de las velas cuando se apagaban
los hacheros. Había goteras y por un hueco del techo se colaba alguna paloma,
también vimos un día una pareja de mochuelos amorosos dándose el pico. En lo
alto del retablo frisaba un anciano con la bola del mundo en su regazo de
luengas barbas patriarcales; era el Padre Eterno señor de la creación, de esa
manera el arte barroco representaba a Dios. Al lado del ventano había un
boquete por el cual se colaban la lluvia y la claridad de los solsticios. Las
golondrinas anidaban en lo alto del retablo y revoloteaban en torno a la cabeza
coronada de espinas del cristo crucificado que remataba la bóveda. Alguno de la
parroquia se distraía en misa viéndolas volar y mirando para arriba. Pensaban
que era el Espíritu Santo que bajaba a la hora de alzar. La traza del templo
era pueblerina. Imágenes toscas ocupaban los rincones de las capillas. Sumaban
casi medio centenar. Las tallas de Nuestra Señora y la de san Antón eran las
más importantes. El 17 de enero, cuando la iglesia honra la memoria del santo
eremita que un cuervo alimentaba trayéndole cada mañana un panecillo, era la
fiesta de aquella aldea segoviana. Por tales fechas empezaban a cacarear las
pitas y los gallos a entonar gritos triunfales con voz firme. Venían los
músicos de Peñafiel y los confiteros de Aranda. Había baile y la orquesta de
cinco gaiteros tocaba, subidos a un carro del país. El abuelo se ponía la
camisa nueva, guardada entreaño en el arca, y se iba a misa cojeando con su
pata chula camino de la iglesia construida en tiempos de Carlos III en
sustitución de otra antiquísima. A los chicos nos daban una peseta para comprar
garrapiñadas de Alcalá o hacer una puesta en el bote del Tío Bigotes. Los
viejos sentados en los chimorretes de la plaza veían partidos de pelota a mano.
También se jugaba al chito de a perra gorda. Cuando se apostaba a real eran
palabras mayores. San Antón en lo más álgido del invierno porque arreciaba la
cuesta de enero solía traer sol para alegrar la fiesta con días que se
alargaban un poco más después de la Epifanía. Por la noche helaba. Había carámbanos
en los aleros de los tejados cuyos canalones parecían llorar a moco tendido, y
en las jarrillas del alumbrado. Los chicos para espabilar el frío jugábamos a
la pídola y al zorro pico zaino mientras los grandes y los “corines” (que así
llamaban a los de Fuentesoto) se calentaban con besos al jarro de buen vino o
con copitas de ojén y aguardiente.
LIBRO SEGUNDO
¿Cómo es que a san Antón, pensaba el
Maudillo para sus adentros, siendo un santo penitente lo pintan con esa cara de
pillo? Con ese escapulario mugriento que parece no lavarse en tres meses cuando
santa Escolástica le traía la muda, y ese cerdito que lleva del ronzal. Todos
los domingos mientras ayudaba a misa al cura don Saturnino el niño no dejaba de
mirar para arriba. Le hubiera gustado hablarle al santo eremita, decirle por lo
menos “buenos días” pero san Antón estaba callado como un cartujo. Su
indiferencia era cabal. Aquel bienaventurado de la Tebaida egipcia no quería
saber nada de aquellos chicos que van a melones y a veces les coge el guarda o
se dedican a destruir nidos y a la noche como hay poco que hacer echan
concursos a ver quien la tiene más larga y se la meneaban en cuadrilla. A ver a
quién se corría antes.
─Ya me ha venido.
Era un grito triunfal.
─Es que ya eres hombre.
Para eso su amigo Vicente, que no hacía
esas guarrerías, era todo un experto, se sabía todos los nidos de collalba que
empollaba la pájara en las Suertes Viejas donde la tierra era colorada y las
legiones de Cesar construyeron un campamento romano. A lo mejor es que piensa
que todos somos unos sarnosos, decía Maudillo entre sí.
─Pero cómo quieres que te hable san
Antonio, pedazo de adobe. Las visiones de los santos sólo pueden tenerlas
aquellas personas que se pasan la vida rezando como tu abuela Rita
─¿Sí?
─Pues claro, hombre, claro
─A tu abuela Rita ya se le han aparecido
Dios y la Virgen muchas veces
Quien así hablaba era Elpidio, el de la
Melania, número uno en la escuela, el hijo del alcalde a quien su padre quería
llevar al seminario pues decía que era muy listo y valdría para cura. Hasta
puede que llegase a obispo.
La abuela Rita es baja y es coja, tiene mal
genio. Lleva siempre un bastón de enebro para zurrar la badana a sus nietos que
no se reportan o no hacen bien los mandados. A la abuela Rita no le gusta ir a
meses porque dice que si las nueras… ella solita, bien solita, bien se vale y
cada uno en su casa y Dios en la de todos. No quiere agobios. Ella su misa y su
novena y su bastón. Los viernes acostumbra a quedarse en la iglesia un rato más
para el Vía Crucis. Por enero empiezan a cacarear las pollitas y va al nidal a
recoger los huevos. La víspera de las Candelas los quintos le robaron una
gallina clueca para correr el gallo y bien que lo sintió, demonio. El incidente
puso a la abuela Rita de un humor de perros. El Maudillo pagó los platos rotos,
cuando al salir de la escuela se dirigió a casa de su abuela con la bolsa donde
traía la enciclopedia y el pizarrín.
─¿Abuela usted vio por casualidad a san
Antón?
Ante la pregunta la vieja se quedó de un aire
y sin saber por dónde tirar. Respondió a mi pregunta con otra pregunta como los
gallegos.
─¿Qué haces tú aquí, modorro, ya te dieron
suelta?
─Vine a preguntar una cuestión importante.
Elpidio me dice que usted, como tanto reza, tiene amistad con el cielo y se le
aparecen los santos. ¿Y san Antón cómo es?
─Pues como le pintan, hijo: la barba larga,
la calva patriarcal y el cochinillo que le acompañan como un perrillo de aguas,
pero tú estás un poco salvaje, Maudillo, deja a los santos quietos. Ellos bien
están en los retablos. No cumpliste lo que te dije, te olvidaste de una
formalidad. Al venir a casa de tu abuela ¿qué se dice?
─Buenas tardes tenga usted, señora Rita
─¿Y después?
─Besar la mano
─Buenas tardes tenga la mi señora
─Ahora ya puedes pasar
El muchacho sigue a través de un pasillo
largo camino de la cocina. En ese corredor lóbrego como la cueva de Montesinos
le daba la tía Juanilla, la pobre, sopas al Salvita y Pedro el sacristán
cortaba el pelo a los hombres porque ejercía ese menester de barbero, hombre de
muchos oficios pobre seguro. En aquel tiempo todos éramos pobres aunque felices
pues no había otra cosa. La tía Rita estaba haciendo buñuelos y soplillos. Y la
Tía Maricruz a la cual llamaban “Nuestra Señora de los Siete Tobillos” por su pie
equino echaba de comer a las gallinas. Olía bien y se estaba caliente al lado
del llar.
—¿Quieres tomar pan?
Maudillo dijo que no con la cabeza agitando
su rubia pelambrera.
─Pues entonces date ligero, ve a la fuente
a llenar la botija de agua. Después merendarás.
La fuente estaba a unos cien metros de
donde tenía la abuela el corral. Era un manantial que escupía un torrente de
agua casi una catarata desde el interior de la roca viva. Llenó el cántaro, y
ya se iba a volver cuando se escucha un tumulto y ruido de voces y alaridos.
Venía la vacada y se había escapado una res pero ¿cómo sería la cara de san
Antón? El gañán del Fermín que arreaba a la boyada desde la vega de Pecharromán
pegaba grandes voces e iba dando brincos mientras movía la tralla con agresivo
bataneo triunfal:
―Apartaisus
que va torionda, busca el toro padre y es peligrosa; tiene el celo por vez
primera vez la novilla que hasta ayer era chota.
A las voces del mayoral la gente que pasaba
par allá buscaba burladero en los soportales o se escondía a la puerta de los
pajares o debajo de los carros. El Maudillo que siempre había sido más valiente
que nadie se quitó la chaqueta y a modo de capa quiso torear al eral:
―Eh, toro
―Maudillo, quítate de ahí, que te amurca la
vaca ¿no ves que está torionda y se tira al bulto?
Pero el chaval como si nada… cuando se
quiso recordar ya estaba en el suelo derribado más por el miedo que por los
cuernos del astado. Conque la vaca pasó de largo a toda velocidad. Debía de
tener buenas entrañas. En la caída a Maudillo se le quebró el botijo y resultó
con un siete en los pantalones. Cuando regresó al hogar la abuela Rita sacó su
bastón a pasear y le puso al niño el culo como un tomate. Después de la paliza
le dio de merendar. Las barbas de san Antón no eran barbas merovingias de
chivo, eran más bien cartoplanas. Mariano de la Melania que se preparaba para
el seminario venía de dar lección con el señor maestro:
―¿Qué, zurraronte la badana?
―Tú eres un gilipollas. Y toda la culpa es
tuya
El Maudillo crispó los puños y le largó una
patada al hijo de Melania para que no se entrometiera jamás en donde nadie le
llamaba. El Mariano regresó a casa chorreando sangre por las narices. Pasaba
por allí el Tío Colodro que se llamaba Nicolás aunque unos decían Colodro y otros Coñete pues insertaba
en sus conversaciones la palabra coño y le gustaba jugar al puño puñete. Todas
las tardes iba a la bodega y regresaba a casa hablando con las estrellas y
haciendo eses con sus albarcas. Era el borracho de Fuentesoto.
―Cuantos besos habrá dado usted al jarro,
tío Coñete
―No muchos pero te participo que me gusta
el traguillo. El vino es vida
―Ya, ya
―Tú que sabrás, modorro, de los avatares de
la existencia. Yo estuve en la guerra y por poco me matan. En el botiquín el
capitán médico me dio un cucuruchito de aguardiente y reviví. Los rojos nos
hicieron una emboscada pero yo gracias al vino sobreviví. Saltaparapetos lo
llaman.
―¿Fue la Virgen la que estuvo de su parte o
fue San Antón los agentes de aquel milagro permitiendo que volvieses a Fuentesoto
sano y sano, tío Nicolás?
― No sé quío, no sé. Tal vez fueran los dos
a la vez. Por eso cada mes les llevo un bodigo y mando decir una misa por el
cabo de mi batallón que cayó en la batalla de Brunete.
El tío Colodro alias Coñete bebía sin parar
tratando de evitar los malos recuerdos de la guerra. Por su parte el Maudillete
estaba obsesionado con las barbas de San Antón. Quería entender qué pasaba allá
arriba, quería ver a Dios que dicen que se le apareció a un pastor y le habló
desde lo alto de una encina del somo.
De ordinario no suele ir nadie a la
iglesia. Por eso el cura cerraba el templo después de misa. Desde muy antiguo
desde los tiempos de los moros hubo una batalla en Fuentesoto culo roto siete
varas y otro poco (decía el cantar), los sarracenos atacaron aquel recinto, los
cristianos les tiraban piedras desde la
torre y no pudieron pasar, pero quedó un hueco en la pared y por esa ranura se
introdujo Maudillo con la idea de hablar con los santos a solas. Se conoce que
no había ningún bienaventurado de servicio aquel día. El niño llamó y llamó sin
respuesta alguna. Toda la milicia celeste se había ido al bar para celebrar
cualquier batalla contra la hueste de Luzbel.
―¿Y a nosotros?
―A vosotros que os den por el ano― dijo san
Pedro Damiano ― calma, un poquito de calma y esperad. Que habrá para todos.
―Esperaremos si es preciso toda la eternidad.
―Uy largo nos lo fiáis. Eso es mucho
esperar.
Una urraca afanosamente estaba construyendo
un nido en la cima del retablo por encima de la cabeza que representaba al
Padre Eterno. Maudillo alzó la vista hacia los ángulos de la bóveda de luneto y
observó con gran sorpresa que san Antonio Abad no estaba en su sitio. Había
bajado de a hornacina y se paseaba por las gradas del presbiterio
― !Ahí va!
Pasó junto a él y llevándose el dedo índice
a los labios le dijo a Maudillo
― Chist, vengo de la Tebaida y allá no se
puede hablar. Mi regla es más estricta que la de los cartujos. Ni media palabra
o te capo, te mando al infierno con Satanás.
Entonces Maudillo, que sólo escuchaba a su
cerebro no a la voz del santo, se desató en un largo coloquio, le confió sus
planes: quería ser seminarista, que su hermano Crescencio viniese con bien de
la mili que pariese un ternero la vaca Marela y unas cuantas cosas más. San Antón
seguía de monitor de los misteriosos silencios. Cosas incomprensibles; dudas
nos asaltan a los creyentes pero hay que seguir en el machito, no desanimarse.
Fe es creer lo que no vimos. Las golondrinas alteaban en torno a la cabeza
coronada de espinas del Redentor y sus gorjeos un tanto fúnebres eran para
recordar aquella tarde en Jerusalén cuando el velo del templo se rasgó y tembló
toda la tierra. Eso que no era Semana
Santa ni tiempo de misterios, ello ocurrió por las Cabañuelas cuando las lunas
de agosto. Vertía lágrimas el cielo a través de las lágrimas de San Lorenzo.
Las golondrinas estaban poniendo perdida la calva del Padre Eterno pero sus
cagamentos eran agradables al Señor, no eran blasfemias como las que lanzaba el tío carretero al cuadrar el aro de hierro a
las ruedas. San Antón, la gallina pon, seguía dándose paseos patriarcales por
los ánditos de la iglesia. Los demás santos de la corte celestial permanecían
en sus edículos quietos. El niño no se daba cuenta de que no puede haber ni
interacción ni intercambio entre el mundo real y el trasmundo. ¿Quién podrá freno a sus
fantasías? Los que zarpaban por el istmo de la laguna Estigia jamás volvían.
Era una mañana de primavera y Fuentesoto amaneció pleno de vida. Por las
rendijas entraban efluvios olorosos de adelfas y grosellas del huerto de don
Adolfo el señor médico. Era un perfume que recordaría toda su vida. Los santos
no eran de carne y hueso sino de cartón piedra. Maudillo no lo sabía. Así que
si con barbas san Antón y sin ellas la Purísima Concepción
Cierra junio mes de amor inflamado por la llama del
Espíritu Santo. Yo me fui a mi pueblo a bailar al santo y allá estaba el
pescador galileo con sus llaves en la mano que cierra el tiempo y abre nuevos
pagos. Estaban los trigos bien encañados en la pedriza. Este año hubo un
cosechón. Daba gusto ver las suertes viejas, los majuelos con las uvas pintonas
que darán el vino de hogaño pero vi las bodegas vacías medio derrengadas bajo
la sombra de aquel almendro donde nos sentábamos después de trillar las parvas
en aquellas largas tardes de verano. El ingente
raudal de la fuente venía ahíto de agua fresca y pura, donde yo de niño
llenaba botijos de agua ¡Ay fuente de Fuentesoto cuantos recuerdos, cuantas
vivencias, cuantos botijos de agua y cuántas cántaras de vino! Alguno rompí y
la Patro la mesonera que estaba de pechos sobre el balcón, la de la posada,
mirándome se deshacía la muy canalla en carcajadas al ver mi desolación.
─Te va a romper el culo tu
tía Paulina.
─Quiá, ella sabe bien que
aquí a nada que pises tropiezas con un guijarro. Así es la vida. Llena de
avatares y peligros
─¿De dónde sale esta agua,
abuelo? ─ Me pregunta mi nieta Carla a la que quiero tanto. Es un regalo de
Dios,
─Pues mana de lo hondo de la
montaña. Sale fría en verano y caliente en invierno. Por eso llaman a esta
fuente la Fonfría.
Luego le explico lo poco que
sé de geofísica y de aguas termales tan apreciadas por los romanos que tenían
acá varios destacamentos y castramentos. Aquí hay diez pueblos que reciben del
nombre de castro y esas piedras que ves fueron labradas por los canteros de
Roma.
─Mucho sabes, yayo
─Algo sé, de pasar mi vida
entre libros, especulando y enredando por el hilván de las palabras que nos
acercan a los dioses pasito a paso, pero vámonos hija a bailar al santo.
Bajada la cuesta de la huerta
del médico y del molino viejo que ya no maquila, ahí estaba la procesión y
viejos y jóvenes de la aldea bailaban al santo; algún mozo disparaba cohetes en
medio del rebullicio de danzantes. Los voladores se cernían en lo alto en el
ardiente sol de Castilla un mediodía de verano. Habían pasado tantos años casi
tres cuartos de siglo. El tiempo corre raudo. No conocí entre los del corro que
bailaban a san Pedro más que a Marcelino el de la tía Caya que meneaba la jota
sin demasiado garbo pero desde la torre del camposanto de la vieja iglesia en
lo alto creía ver a muchos muertos asomarse por la pared, estaban llorando. A
estos sí que les conocía. Sus caras me eran familiares. Mientras, los
dulzaineros, calzón de limiste cincha roja y camisa blanca bajo el chaleco
negro atacaban la chifla impregnando la calle de melodía:
─La tía Melitona ya no amasa el pan porque le falta la levadura
y la sal… y aunque me des cinco duros no voy contigo al pinar porque tienes
sabañones y me los puedes pegar... Arsa.
Viejas coplillas de la raza
que resonaron a través de los siglos. Fuentesoto romano y románico, godo judío
mitad árabe y mitad cristiano tierra de frontera de hoz y dalle, los aperos
arrinconados en el desván, las colleras del macho cordobés, el cabezal y los
ramales, artolas y aguaderas, los cantaros en un rincón, inservibles ya a causa
de la traída el agua corriente. Al pasar por la calle real un ángel me acercó a
la imagen de mi abuelo Benjamín tratando de incorporarse en su lecho de muerte
para ver pasar el santo delante de su ventana por última vez. Catorce días
después fallecería de cáncer de próstata a los setenta el 13 de julio de 1957.
Empezó a dolerme el alma por la tristeza y la añoranza de los que se fueron: mi
abuelo, mi padre y mi madre, mi tía Paulina, mi primo Agustín y una hermanita
que me precedió y murió de seis meses el Año Triunfal. Henar llamábase, y
Ponciano, y tantos y tantos de mis allegados muertos. Sí, eran ellos viendo
pasar la procesión asomando la gaita desde las tapas del cementerio. Conclave
de espectros al otro lado de la eternidad. Un cura congolés rezó el responso y
uno haciéndose el gracioso dijo: “Es más negro que los cojones de un grillo”.
Bueno nosotros fuimos a ellos de misioneros y ahora les toca a ellos
misionarnos. La vida es así no hay curas, bueno dejémoslo ahí que los de
Fuentesoto son algo recontrajodidos. El señor cura no baila porque tiene
corona, baile señor cura baile que Dios todo lo perdona, gritó entonces el
presbítero que llevo dentro de mí. Viva san Pedro bendito y un año más
Cigüeña malagueña la casa se
te quema los hijos se te van a Pecharromán, escríbeles una carta que pronto
volverán. Sin embargo, ella no volverá la noticia de su muerte me ha pillado en
Pecharromán entre las piedras sagradas de Sacramenta empapado de arquivoltas de
fustes columnas y capiteles arquillos y canecillos del arte románico espectral
que canta en la cantería la belleza de las antiguas dueñas medievales. Y Mili
la solista representaba a la pobre Adela. La del romance. Una niña se ha muerto de mal de amores. Tuvo la culpa Juan y la
Dolores. Era la solista, la que tañía el almirez y el pandero o cantaba los
solos del grupo de aquellas canciones que vibraron emocionantes en nuestra
lejana juventud. Fueron los epígonos de la revuelta juvenil del 68. Milagros
era una bella segoviana risueña y triunfal. Se parecía un poco a la Suzi la
Dulcinea inglesa, dama de mis altos pensamientos y formaba casi
parte de la familia puesto que su abuela doña Aniana, la partera de Segovia,
años cuarenta me sacó del vientre de la Juanita, no sé cómo acabé con ella la
pobre. Di yo en báscula seis kilos. Todo un record para un recién
nacido. Asi que, por mi cumpleaños mi pobre madre ponía una vela a San
Antonio, o bajaba descalza a la Fuencisla en acción de gracias, para a la tarde
ir a visitar a doña Aniana, la abuela de la solista del grupo Mester de
Juglaría que acaba de fallecer en el verano de 2025.
Siempre llevábala pasteles de cabello de ángel. Por eso la muerte de
esta mujer que cantaba los viejos romances como los ángeles me ha conmovido
hasta las lágrimas. Las cigüeñas volverán al nido en lo alto del campanario de
la iglesia de Pecharromán pero Mili nunca volverá. Descanse en paz.
Hoy estoy enfadado con Dios o
al menos perplejo, cosas que no entiendo. El 26 de julio de 2024 amaneció
cernido de nubes, me levanté temprano. Estaba preparado el morral con la
tortilla de patatas, la bota de vino y la de agua, y el palo de acebuche, mi
querida cachava con la cual me desperdigo por estos montes de Dios y me abro
paso entre los tojos o amedrento al jabalí que acecha en el mohedal. Iba a
dirigir mis pasos hacia esa ermita tan blanca y dibujada Santa Ana de Montarés,
son quince kilómetros, pero a ultimo hora no salí, tuve una negra corazonada
de que algo podría pasar, así que decidí
no acompañar a mi hija pequeña que sí que subió en compañía de sus amigas las
mozas de la aldea. Desde 1976 no solía faltar a esta fiesta de prado que tanto
veneran los pixuetos. En las paredes de este pequeño templo rural cuelgan
exvotos de enfermos que curaron, gorros de marinos que salvaron de un naufragio
y otras ofrendas. Las parturientas y los enfermos que adolecen de algún mal a
los huesos suelen pasarse por la espalda unas cadenas. La gente de la mar de
arribada, al divisar en lo alto del monte la ermita blanca, suspiraban con
satisfacción al regresar de las costeras, ya estamos en casa. Montarés es un
cotarro de bellezas paisajistas como pocos, lugar de España en la costa
cántabra, viejos recuerdos y añoranzas. La santa Anina ye muy guapa. Después de la misa, la procesión y tambor y gaita.
¡Ay romerías del alma¡ A la santina la sacan en andas primero a ella y luego a
su esposo san Joaquín el de las barbas. Son los abuelos de Cristo. Manín llamémosle
así era uno de los que portaban el paso; había hecho la promesa de llevar en
cuello sobre las andas la venerada imagen, iba descalzo por la explanada,
haciendo caso omiso a los tojos con espinas y de los cantos
puntiagudos. ¿Cuál era su promesa? Estaba divorciado y él un
labrador y ganadero honrado no comprendía estos trajines de la vida moderna. Un
juez de Pravia ─¿pero hay justicia en España?─ determinó dividir a la familia y
compartir la paternidad de sus dos críos, un guaje y una guaja. Por cuya causa
había sufrido depresiones. Esa era a nuestro humilde parecer que se
concertaran paces en el matrimonio el origen de su voto ir descalzo pisando
abrojos en la procesión de la santa. Subió Manín con el tractor con su guaje de
once años en el remolque. Después de la romería, acampada, merendola de
tortilla de patatas, un gaitero amenazaba la fiesta, algo de vino, mozos y
mozas bailaban la danza prima en la explanada. El pueblo asturiano sabe gustar
de la folixia como ningún otro. Ya de atardecida había que bajar. Y Manín y su
niño enfilaron la pina cuesta camino de casa, el tractorista perdió el control
del vehículo que fue a estrellarse contra un hórreo cerca de casería.
─Salta, nin, salta por amor de Dios
El padre pegaba voces pero el
niño no saltó. Ambos perecieron aplastados contra el muro. No le valieron las
penitencias, ni las suplicas a la santa. ¿Dónde estaba la mano divina?
Comprenderán mis lectores como tantos y muchos en el concejo la razón por la
cual estemos compungidos. No encuentro palabras para exponer mi aturdimiento
ante tal sinrazón.
¿Por qué, Señor, por
qué?
No hay respuesta. Ello
forma parte de la clave misteriosa de ese silencio de Dios. Descansen en paz.
Una familia destrozada. ¿Fue el alcohol? ¿Fue eso que llaman violencia vicaria
que tiene a nuestras familias aterradas? Santa Ana y san Joaquín tengan en el
cielo a Manín y a su guaje. Nosotros no sabemos nada. Únicamente cabe rezar.
No es que me haya alejado de
la iglesia pero circunstancias largas de explicar y la entronización del papa
Prevost (un pontífice como Dios manda) me empujaron a arrodillarme ante el
tribunal de la penitencia.
Otro aliciente: esta pascua
de resurrección y de pentecostés (Pfingstein lo
llaman los germanos) he sentido aletear la paloma del Espíritu Santo a mi
alrededor. Para “descargar el saco” opté por acudir al penitenciario de la
catedral de Segovia, don Crescente, que era de mi curso, contemporáneo y
compañero de seminario. Le recuerdo bien no muy grande de talla pero
fuerte como un quejigo, jugando a la pelota con mucho brío, pegaba unos
manganazos que eran como disparos contra el frontón de la torre Carchena esto
es el paredón del cine Cervantes que decíamos la huerta del seminario. Le
pedí cita en la capilla del Cristo que remata la nave del crucero de la última
catedral gótica. Una tarde de mayo me arrodillé ante aquel cajón, que llaman tribunal de la penitencia, para
despachar mi confesión auricular diferida tanto tiempo. No sabía cómo empezar
la declaración de mis culpas pero ¿Qué pecados se pueden cometer a los 81 años?
─Ave María purísima
─Sin pecado concebida ¿Qué te
trae por aquí, Antoñito?
─Pues vengo a confesarme
contigo Crescentín
─¿Cuánto hace que no recibes
el sacramento?
─Más de tres lustros
Noto al penitenciario
revolverse alarmado en su asiento detrás de la rejilla. Suspira, se hace un
largo silencio y después dice:
─Tres lustros son quince años
─Cabales─ digo.
−En Sevilla y en Linares
veinte mulas son diez pares.─ dice el penitenciario─ ¿Perdiste la fe, Parrita?
─Quiá. Sigo los viejos misales
y rezo El oficio divino del rito de San Pió V.
─Fue abolido
─Por eso mismo y me hice
ortodoxo ruso, en Londres fui ordenado diacono por el metropolita Antonio
─Que disparate pero Xto lo
perdona todo. Además veo que obraste con rectitud de intención.
─¿Vas a misa?
─La rezo en casa
─Esas misas no te valen. ¿No
te acuerdas de lo que nos enseñaba don Demoque,
¿te acuerdas nuestro profesor de Moral? mi predecesor en el cargo que
era un experto canonista. Las leyes no te las puedes saltar a la torera, están
ahí.
─A ver cuarto mandamiento
¿Honraste padre y madre?
─Les ayudé en lo que pude. De
joven entregaba todo lo que ganaba en casa y de mayor cuidé de ellos hasta que
fueron viejos. Pero ellos me devolvieron mal por bien, yo era la oveja negra de
la familia. Me salí del seminario y eso jamás me lo perdonó mi madre.
─Bueno, eso ocurre en las
mejores familias. A ver el quinto. ¿Mataste o heriste de palabra u obra a un
semejante?
─Ganas me dieron de matar a
más de uno, padre, pero en lugar de agredir a los que me agredía o difamaban
traté de volver la otra mejilla.
─Bien. El sexo mandamiento.
¿Cometes actos lujuriosos?
─Que cosas tienes, Crescente.
A estas alturas, ya somos más viejos que san Hilario. Castos a la fuerza. Me
operaron de la próstata y fue como una emasculación química. Sin embargo, la
vista y el oído son los últimos que pecan y a mí me gusta consultar las páginas
porno de internet
─Ay, Dios pero ¿qué cosas
dices pues? Eres un hombre casado.
─Sí pero mi parienta anda a
lo suyo, se cansó de mí y yo me alivio de mis cuernos entrando en esos chats
infames donde toda suciedad encuentra un hueco. En los masturbatorio veo como
se masturban las mujeres de medio mundo, se meten el dedito, vuelven la vista y
eyaculan espuma por la vagina. A mí no es que me solace esto. Es que siento
horror y asco ¡cómo está el mundo facundo¡. Ya se cumplen las profecías de
Sodoma y Gomorra al alcance de un clic. Las peores, las más hernecidas, duchas
en la felación, el sexo anal son las rusas, el beso negro etc. Estoy por
decirte que casi me enamoro de una. Una siberiana guapísima. Aparece en su
portal, luego cierra la ventanilla cuando es requerida de amores por alguno de
sus lujuriosos solicitantes para un privado. Regresa al cabo de un cuarto de
hora todo despeluzada y dando la impresión de que el cliente de turno la ha
dado una paliza luciendo moratones en nalgas y pechos.
─Uy por Dios y ¡esa porquería
miras¡
─Se llama Olga y yo trataba
de convertirla hablándole de las penas del infierno. Me escuchaba una vez que
parlamenté con Olga la Larga con atención y luciendo una cara virginal con aire
de no haber roto nunca un plato. Le hablé de que la prostitución es no solo
peligrosa para la salud del alma sino del cuerpo también. Oídos de mercader.
Las que caen en ese abismo no pueden ser redimidas. Les puede el vicio. Son
adictas al sexo. Le hablo como diacono de la iglesia rusa pero por toda
respuesta me mostró un gran cipote de plástico y dijo una blasfemia: “este es
mi Dios”. Fue vendida por un macarra judío de Polonia y acabó en Estambul en un
lupanar pero consiguió regresar a San Petersburgo donde se gana la vida
haciendo la carrera. Sexo cibernético.
─Esta Estrella, Crescente,
ilumina los cielos tenebrosos del terror del milenario.
─Pero hombre, querido colega,
¿cómo te metes en esos tinglados pecadores?
─Es mi forma de evangelizar.
Yo soy también sacerdote. Porque tengo órdenes sagradas bizantinas y porque soy
periodista y me gustaría anunciar a la juventud de los peligros de estas
corrupciones, de estas perdidas, que se ganan la vida mostrando el clítoris.
─Eres presbítero sí pero
cismático. Tus misas y sacramentos no valen.
─Porque lo digas tú.
─Son pobres mujercillas
acabarán en la cárcel, el hospital o la calle
─Sí ciertamente. Vosotros los
que os quedasteis en el seminario ─le digo a mi antiguo colega─ no sabéis la
fuerza que tiene el diablo y yo donde me ves soy un luchador contra la bestia.
El argentino que acaba de morir trabajaba para la sinagoga, los malos de esta
película.
─¿Cómo te atreves?
Mi confesor frunce el ceño,
percibo su enojo, espero una de aquellas guantadas de cuando jugaba al frontón;
tarda de reaccionar unos minutos para concluir:
─Roma locuta, causa finita. No te puedo dar la absolución
─¿Por qué?
─Pravedad de materia. Es
decir que el pecado es demasiado gordo. Has de recurrir a otras instancias, al
Papa, por ejemplo. Renegaste de tu fe.
─Jamás. Sólo cambié de rito;
el latino por el griego.
─Pero los cánones son los
cánones, Parrita. No te cabrees
─Sí me cabreo y me indigno
pero para ti la perra gorda que para eso eres el penitenciario de esta
diócesis.
El viejo penitenciario
Crescente al que yo tanto apreciaba cuando éramos latinos y jugábamos al fútbol
en Baterías, aquel viejo campo de tierra lleno de guijarros, me despide con
cajas destempladas y yo estoy a punto de mandarle a tomar por culo pero aprieto
las cuentas de mi rosario y me voy que bufo. Dios los perdone a él, a la
puta rusa, y a una iglesia que no ha
sabido estar a la altura en su lucha contra el diablo. Esperemos que el papa
León XIV retorne a la iglesia de Roma por donde solía. Amen. Mi exomologesis
acabó como el rosario de la aurora. ¡Mira que negarme la absolución cual si
fuese yo un hereje; así pagas nuestra amistad, Crescente, de cuando íbamos
juntos en la terna a pegarle patadas al balón en el campo de Baterías! Pues
metete tu absolución por los cojones. Ego
te absolvo a peccatis tuis... Pienso para mi consolación que ciertos
sacramentos nos son dogmas ni imprimen carácter; son meros símbolos
convencionales y que sólo Cristo puede perdonar los pecados. No un cura inepto
mal encarado y gilipollas.
Viene el apocalipsi
s y yo con estos pelos, embarrancado en mi Quietorium la novela que empecé para una
narrativa del cáncer de próstata. Dos años van a cumplirse el día de San Pedro
que me operé y estoy como una rosa. Meo a caño roto como un padre de la iglesia
sin zambullo y no hay micciones
nocturnas; sólo dulces sueños eróticos de la virilidad que perdí. No
tengo añoranzas. Me visita cada mañana el ángel del Ayuno que me dice adelgaza
y he dejado de hacer el tonto por las tabernas. El mundo vive un Pentecostés,
en lugar de un Apocalipsis. De los viejos y los eunucos es el reino de los
cielos. No hacen mal a nadie. Dios es uno y trino pero Alá akber. Es grande. Irán derrotará a la bestia. Oigo gruñir y
berrear al Ojiporcuno el gran matarife que apacienta los puercos y él es uno de
la piara. Su compadre el Orejudo que se proclama a sí mismo el elegido ha
perecido achicharrado en su bunker y a mí no me duelen prendas. Tengo entre
manos una novela pero será imposible que pueda ser difundida; los canales de
comunicación están ocluidos. Hoy es un día triunfal. Amanece en libertad sin
presiones ni coacciones. El destino viene a ser nuestro para los que vivíamos
humillados y ofendidos por la estirpe canalla. A lo largo de estos años tú, Venivolans, te comportaste como un monje interlocutor
de los ángeles. Hablabas con el querubín y el serafín. Por eso estabas siendo
perseguido. Mira, está loco, decían tus enemigos y tú, meteco en tu propia
patria, ibas desfilando por las calles de Madrid vagabundeando con las
estrellas. El arcángel Miguel te sacaba de las zarpas del león mientras Apolo y
la ninfa Diomeda se hacían el amor causando un gran alboroto entre las olas de
la resaca. Afrodita nació de la espuma en un achuchón de esos polvos triunfales
de los dioses del Olimpo y acaba de llegar Zvezda la ninfomaníaca rusa
quejándose de que ya no hay hombres capaces de satisfacerla. Quiere fornicar en
la Red. ¡Qué fuerte¡ esta es la jurisdicción de los farsantes pero ¿habrá o no
habrá guerra nuclear? Dejemos que gruña el gorrino en su cohorte y que lance
postas como bostas, que son enormes perdigones, como misiles por el culo
diciendo en inglés:
-I am
the greatest. America first.
Dios nos libre de los rubicundos como Judas
quienes para asesinar y exterminar pueblos se basan en la Biblia. Son unos
genocidas. El jingoísmo americano es una suerte de fascismo, un movimiento nazi
fraguado por judíos, como tantas y tantas cosas.
Erifos se presenta, letal, con su cara
desgreñada, dando tumbos y parlando en alemán con las farolas. Es el diablo en
la botella cuerpo de cristal ahumado y cabeza de corcho ¿Vencí a la dipsomanía
secuela, madre que tú me dejaste con tu desamor? Yo te perdono. Fui hijo en
rebeldía desde la primera leche que mamé. El carro de mi existencia hizo molino
pero Cristo me salvó. Las hice muy gordas y de mis yerros nadie tenía la culpa,
ni siquiera los norteamericanos a los que consideraba funestos. Estuve toda la
mañana reflexivo en el lecho del dolor que no era en verdad el lecho de
Procusto, gracias a los desvelos de los facultativos y enfermeras (y al
Paracetamol) que me atendían aunque el
colchón lo sentía un poco húmedo. Mis antecesores en aquella cama se habían
meado sin remisión y sin dodotis. ¡Pobre humanidad¡ poca cosa somos, sobre todo
cuando viene la enfermedad. No pasé mala noche del todo. Recordaba nombres,
veía paisajes, escuchaba las conversaciones de gente que había muerto,
desfilaban en mi memoria los pasajes de mi vida más variopintos, algunos
felices, sobre todo aquellas noches de amor con la Suzi, y otros cruentos, mi
vida vacía, las tardes de borrachera en el Café Gijón donde hice el ridículo,
el amargo y peligroso sabor del vino, los reconcomios de mi exilio interior,
mis desajustes al zeitgeist o
espíritu de los tiempos. Me agarraba a mis crucifijos y a mis rosarios como a
un clavo ardiendo, yo no era más que un náufrago de la existencia que clamaba
con los apóstoles, cuando se hundía mi barca: "Señor, sálvanos que
perecemos" y he aquí que de repente vemos por el horizonte una sombra
blanca y no era un barco, era Cristo que caminaba sobre las aguas. Ingrávido,
sonriente, desafiando las leyes de la gravedad, un milagro. Hombres de poca fe.
Si creéis podréis domar serpientes, expulsar diablos, resucitar a los muertos.
El dolor moral, el arrepentimiento sobrepujaba al físico. No se escuchaba ruido
alguno. La muerte viene de un modo silencioso que ni te enteras y yo me decía
para mis adentros "bueno tienes ochenta y un año, Verumtamen. El Señor te
otorgó la gracia de una larga vida. Pero yo quiero un poco más. El día de San
Pedro del 29 de junio del año 23 fui operado en Puerta de Hierro de un cáncer
con metástasis ósea. A partir de la operación empecé a recuperar la salud (los
facultativos estaban admirados de mi analepsia casi milagrosa) porque antes
había estado muy malito. Me sondaron y estuve algunos meses con un zambullo
pegado a la pierna donde se recogían mis micciones a través de un canuto que
salía por la uretra. Cuando me sondaba una enfermera que no fuese Inma, veía
las estrellas pues Inma la enfermera extremeña tenía unas manos santas y tan
tiernas que con una habilidad maestra
insertaba la canilla en mi vejiga. Las manos de Inma la pacense eran
suaves como los dedos de la Guadalupana
y penetraban a través de la cánula con la suavidad del vino de Pitarra.
El hombre y la mujer son sólo aguas residuales o el imbornal de una gran
cloaca. Un túmulo de mierda pero la pericia y las manos taumatúrgicas de Inma y
la oncóloga Zapata. Las paredes insonorizadas evitaban que llegasen las
imprecaciones y ayes de los dolientes, aunque de tarde en tarde se percibía el
ruido de una camilla del enfermo al que llevaban a la morgue. Las enfermeras
discurrían con paso silencioso y hacían la ronda por las salas sin ser
apercibidas como soldados de imaginaria en una lucha imperceptible contra
Tanatos a fuerza de pastillas y de dulces miradas de compasión. ¡Tú que te
crees, Venivolans, que no existe el bien¡ pues sí que existe, es más fuerte que
el mal. ¿Me escuchas Venivolans, te vamos a rebajar los humos, limpiar tu alma,
largo nos lo fiais, y hacer de ti un hombre nuevo? Lo que pasa es que no se le
ve. Entró en el cuarto Maricarmen la enfermera de mi sección con un vaso de
agua y una tableta de Nolotil. Esto te sentará bien. Que descanses. Gracias,
hija. ¿Duele? Un poco. Ahora te traeremos otro analgésico. Si necesitas algo
toca el timbre que tienes encima de la cama. Por las mañanas yo observaba el
furor y la solercia con que una picaza en el jardín central del sanatorio
construía su habitáculo. Era un nido grande casi como el de una cigüeña sobre
el árbol cuyas ramas tocaban casi el ventanal. El fármaco sumió en una letárgica duermevela y tuve sueños fantásticos mientras
un diácono entonaba responso y a los fallecidos en la peste del 17 les llevaban
a enterrar en angarillas subiendo la cuesta del viacrucis que acercaba a los
fieles difuntos a la iglesia de san Gregorio, donde estaba la necrópolis. Allí
estaba el Quietorium del somo, la última morada de miles y miles de campesinos
de aquel pueblo de Segovia. Un somo y un soto y una historia inescrutable y
difícil de desentrañar. Por otro nombre el huerto de los callados y por otro el
corral de los huesos. Muchos entierros e entierrillos vieron mis ojos con estos
ojos que se ha de tragar la tierra cuando era monaguillo, meneaba el incensario
o sostenía el cirial y la cruz. Nunc dimittis,
vita mutatur non tollitur. Puedes llevarme, Señor, estoy listo. La vida se
muda, no se destruye como la energía. ¿Serían verdad aquellos salmos en latín
que cantábamos en el prefacio de la misa de difuntos? Abajo en el soto cantaban
las aguas del raudal. Se veían los bardales de las puertas carreteras, los
rebaños de la mesta que pasaban por la solana y algún vejete sentado en su
silla al lado del cocedero con un enjambre de moscas pululando alrededor de la
bragueta, seguro que era un enfermo de diabetes tomando el sol de la dulce
España en sus últimos días. No faltaron pesadillas. Vi escenas de mi vida
pasada como un tráiler. La película de mis días tenía algunos lances gloriosos
y otros desastrosos. Se disparaban los recuerdos. Era como si toda una turba de
demonios fiscalizase mi existencia. Arriba estaba el poderoso Miguel pesando mi
alma en su balanza. Las buenas obras en un platillo de la balanza. Al otro, las
malas. Esa balanza de san Miguel que los canonistas llaman la statera ¿qué dictamen emitiría sobre mi
vida pasada? ¿Me iba a morir? Según reza el himno de infantería la muerte no es
el final, pero, así dichas tales cosas, cuando uno está a punto de embarcar en
la lancha de Aqueronte la frase suena a retórica. Nada real. Pero me sentí un
pobre diablo, muy poquita cosa impotente de luchar contra los hados. Lloraba
constantemente y mis lágrimas mojaban el embozo de las sabanas. Lo que
ocurriría al otro lado de la muerte no era de mi incumbencia. Caía fuera del
alcance de los pobres mortales. De pronto escuchaba voces, gritos en cinta
magnetofónica. Les pasa a todos los que van a morir, se arremolinan los recuerdos,
las vivencias, los arrepentimientos. Se me vino encima la pella de mis errores.
Ojalá no hubiera hecho tal cosa. Me pesa haber dicho lo otro. Yo pensaba en
Otilia a la que tanto ofendí. Fue el error y el amor de mi vida. La dejé a las
puertas de la iglesia cuando en sus entrañas portaba un hijo mío. El dolor que
yo sentí por aquella prevaricación era mucho menos llevadero que cuando la
oncóloga me estampó su diagnosis.
─Tienes cáncer
─¿De qué?
─Próstata.
─Ah
─Pero con el tratamiento podrás sobrevivir.
Estaba en la colina y la dulce Diana
Percival me sonreía. Me coloqué el recinium de los sacerdotes de Júpiter junio es el mes más hermoso en Londres y
empecé a oficiar la liturgia incansable del amor en una noche corta cuando
amanece pronto y llega sin sentir la aurora. Reviresco. Di de lado a todos mis
traumas, trillé mi parva y amontoné. Todos sus besos en mi boca pero todo acabó
en aquel dolor terrible en Bath del que estoy arrepentido. Creo que Diana
Percival vive en Australia.
Quietorium. Arrepentimiento. Me vengó de lo
que acababa de pasar y he de transcribirlo con pesar pues toda vivencia mía
experimentada la traslado al papel puesto que vivo entre chacales y la
cuartilla blanca de cada mañana es mi refugio y mi solaz. Toda novela es como
una misa cantada con introito canon, eucaristía y bendición final. Satanás
aléjate de nos. En aquellos días, necio de mí y de mi alocada juventud, no
sabía distinguir entre sustancia y accidente y por eso diré con el ritual
romano al colocarse el manipulo en la mano izquierda "merear, Domine, portare manipulum fletus et doloris▬ merezca,
Señor, portar el manipulo del dolor y del llanto ▬ y más tarde al colocar la
estola:
Redde,
domine stolam inmortalitatis quam perdidi
Yo aspiraba a la utopía y acabé entre las
aspas del molino de viento que aventó a don Quijote por los aires silbando por
lo bajo la última balada del ahorcado "The
windmills of my mind".
Pues a cada fraile su escapulario. Sopla el
viento de la historia y cambian de dirección las veletas de la torre y la gente
se pregunta adónde vamos a parar:
─¿Cuál es tu escala de valores, Venivolans?
─Yo que sé. Pregúntaselo a Verumtamen. Él
es un experto en ciencias ocultas y artes mágicas.
─Que va. Es sólo un gilipollas. Un regatón
de libros, un librero de lance que va a la feria de Arévalo todos los martes,
donde tiende un puestecillo y trata de vender libros a los analfabetos. Es un
refugiado, un exilado interior, una víctima del sistema.
─Pero se ríe de todos. Es un judío converso
de Segovia.
─¿No es católico?
─En teoría. Sólo con la boca pequeña de
puertas afuera. No cree en los curas, come jalufo.
─Una obsesión... De puertas adentro odia el
jamón. Fue bautizado en la iglesia de San Millán.
─Si no es cristiano viejo, ¿cómo es que
odia tanto al sionismo?
─Va contra el signo de los tiempos pero
morirá en la religión de sus padres, volviendo al expirar la cara a la pared
pues al igual que todos los de su raza posee un nosequé. Es el espíritu de la
contradicción. A veces sublime en las alturas angélicas y a veces hozando en el
barro dentro del henil de los cerdos. Eso sí; es un mastín de la noticia y creo
que tiene dotes proféticas. Anda con pies escaros por aquello de que quien no
recoge desparrama. Es generoso y sensible. Muy vulnerable pero no del todo mala
persona.
Ancho era mi corazón pensando en tales
cosas. En un hospital las horas pasan lentas. Se escucha una voz interior
misteriosa que es el grito del arrepentimiento. Mis ideas no cabían en el
mundo. Tengo cáncer... tengo cáncer. Voy a morir. Aguarda un poco. Viví entre
las garras del alcohol, los celos, los cuernos, los palos, la mala hostia
española. Entre mentiras, sueños inalcanzables, las mentiras y traiciones. Esto
fue una carrera de ratas. Tuve un amor ausente. Me casé por desesperación con
una mujer que no amaba tras una noche de borrachera. Me acababan de soltar de
la comisaría. Yo venía desde Londres a casarme con Sotrondia que me dejó a la
puerta de la iglesia. La lié parda en una cafetería de postín. Un secreta me
apuntó con la pistola. Recuerdo aquella noche de horrores, aquel calabozo con
la puerta verde. Los gritos, amenazas, careos, voces destempladas. Creo que la
Virgen de Covadonga me salvó por medio del comisario Llorente. Teodoro Llorente
había sido un compañero de seminario. Una tarde de verano fuimos en bicicleta
desde Segovia hasta Mozoncillo el pueblo de Andrés Laguna en bicicleta,
merendamos té con pastas. Te entiendo, Venivolans. Esa señorita de Sotrondio te
dejó a las puertas de la iglesia ¡qué bochorno¡ pero recuerda que tú hiciste lo
mismo con la Suzi y Dios castiga sin piedra ni palo. Asúmelo. Se hizo justicia.
Un curita de la nueva ola se metió de por medio.
Sin embargo a la pobre Sotrondia la he de
pedir perdón. Supe que falleció de cáncer. Fue por mi culpa por aquellos
amores. Llevaba razón la Suzi cuando dijo:
─You
have hurt many people.
Ayer fui al cementerio y coloqué un ramo de
guirnaldas en tu tumba, hice la consuetudinaria ofrenda de las Protelias a
Diana y me acordé de Otilia mi único amor a la que tú despreciabas. El
quietorium o columbario donde se guardan las cenizas de papá, del abuelo, del
tío Perico y del pobre Agustín estaba dentro de las helgaduras de los huecos de
paloma del columbario y aquello me recordó a las catacumbas de los primeros
cristianos, polvo en espera de la resurrección, polvo pecador y enamorado, el
eco de las risas, de los cantos y de los llantos de los que se fueron. Di
voces:
— ¿Alguien ahí?
El silencio de los sepulcros yo escuchaba.
No se movía ni el aire impertérrito. Nadie parecía contar con una respuesta
ante el misterio de la existencia. ¿Para qué nacemos? ¿Por qué estamos aquí?
¿Cómo es que la vida se acaba tan presto? Mis células andaban un poco
alborotadas. Tras ser diagnosticado con cáncer de próstata estuve seis meses
sondado sin salir de casa, meando a través de un canuto conectado a un zambullo
pegado a la pierna. La anuria es una de las enfermedades más penosas pero luego
de ser operado en la mañana del 30 de junio de 2023. Y ahora, recuperadas mis
capacidades mingitorias, meo largo y tendido como una Padre de la Iglesia.
El tío Pedro tocaba la marcha real, me
pareció ver sus dedos gafos pulsar el teclado del armonio como cuando al final
de las misas de tres curas interpretaba la marcha Real desde el coro y el
abuelo Benjamín afilaba las hoces antes de la siega, percibí el bamboleo de los
carros cargados de haces, cuyos cubos cantaban, dejando una rodera, al subir la
cuesta de las siete revueltas y Elpidio sentado en el trillo entonaba en tono
de prefacio las jocosas diferencias vernáculas de cada uno de los pueblos de la
Villa y Tierra: Castro los chivos
Torreadrada las Cabras, Membibre para molinos, Aldeasoña no vale nada,
Sacramenia para albarcas Fuentesoto cagaberros que se crían en Peñacolgada
donde se caga y se mea la zorra cuando a ella la viene en gana. Cada pueblo
un mote diferenciador poseía, siendo esto motivo de rivalidades y peleas en las
fiestas patronales. La melopea infinita sonaba a lo largo de la tarde dorada
bajo el sombrero del Elpidio que era de paja. Canto gregoriano a la manera
aldeana. ¿Quién anda ahí? ninguna respuesta daban. Era mi imaginación que
percibía los sonidos, los olores y mis ojos contemplaban el cielo radiante del
páramo. Pero yo estoy recapitulando
sobre mi vida pasada y sólo encuentro desdichas, fracasos, esquelas mortuorias,
actos fallidos, días de autos, comparecencias ante la justicia, engaños,
mendacidades. Mi historia es una larga novela picaresca. Quise escuchar la
música del Celestial Zar Consolador. Tírate del terraplén, no te harás daño.
Recomendaciones suicidas del diaño. Una voz que me empuja a lanzarme desde lo
alto del acueducto romano. Treinta metros. No lo hagas, se me apareció una
mujer del velo transparente de las diosas. Con el pañuelo de Orenburg. Gracias
a ella no me tiré al Támesis. Era un hermoso día de primavera. Venía el
deshielo. Soplaba viento del sur y yo caminaba con Masha del brazo por un
bosque de la Vasilievske Ostrov desde donde se veían las torres de Petersburgo.
Ay Dios mío, siempre volviendo a los rusos por obra y gracia de mis copiosas
lecturas. Rusia es el molde de un enigma. Durante muchos años yo caí en la
lazada de la fascinación rusa, pegado a mi radio de onda corta escuchando las emisiones de Radio Moscú con
un aparato que compré en Nueva York cuando era corresponsal de Pyresa. Escribí
un libro el año 1993 que quedó inédito: "Rusia el molde de un enigma". No soy un comunista, soy un
español libre de hondas convicciones cristianas que me han llevado a la
Ortodoxia bizantina sin renunciar a mi acendrado catolicismo. Rusia es el país
de Cristo que porta su cruz en medio de grandes convulsiones y sufrimientos
como demuestra su turbulenta historia llena de mártires y de testigos de la Fe.
No hay grandes diferencias entre una y otra religión; sin embargo yo diría que
la ortodoxia es un cristianismo sin dogmas bajo el escudo de la tradición y de
su gran liturgia. La ortodoxia habla al corazón mientras el catolicismo romano
se dirige al intelecto. En el primero Dios se hace hombre mientras los romanos
queremos convertir al hombre en Dios. Luego existen las contradicciones sobre
el papado cuya primacía negaron los bizantinos desde Miguel Cerulario. Y en la
procesión trinitaria al cantar el credo de Nicea los latinos decimos "qui
ex Patre Filioque procedit". El Espíritu Santo que procede del Padre
y del Hijo. Los ortodoxos suprimen la conjunción copulativa del
"Filioque". Claro es que las diferencias dogmáticas son mínimas En
cuanto al sacerdocio los popes del clero regular suelen ser casados pero el
monacato ruso es célibe. El cristianismo llegó a Rusia con el bautismo de San
Vladimiro de Kiev (Ucrania es parte importante del alma rusa) casi diez siglos
después que en Roma. Por regla general entre los rusos no existe esa obsesión
sexual que en occidente nos aflige. El sexto es uno de los diez mandamientos
que hay que guardar, no el más importante ni aberrante, que los demás.
En general la clerecía ortodoxa se divide
en dos ramas: clero blanco dedicado al culto de los feligreses y atención
espiritual de las parroquias. Y clero negro de los monasterios que siguen la
regla de san Padnufo y san Basilio. Su misión es cantar el oficio divino
durante muchas horas y el trabajo manual. Los monasterios fueron muy
importantes en la irradiación de la fe cristiana sobre todo el de Solovky Optina
Pustina. Hacia ellos se dirigían las peregrinaciones de los creyentes porque en
estos cenobios solían morar "starzi" (santones) que hacían milagros,
doctos en la Escritura y colmados de sabiduría. La iglesia de Oriente es
patriarcal y acéfala. La autoridad se reclina sobre el Santo Sínodo y el
patriarca. Quizás estén en los ciertos porque el papado en el cual no creen es
una adherencia pagana del imperio romano que endiosaba y rendía al emperador.
Dentro del clero blanco la más alta
dignidad era la de los protopresbíteros. Siguen los obispos
"archierei" que gobiernan sus diócesis (heptarquías) y las parroquias
"prijodi". Cada iglesia está gobernada por un párroco (slavinski) un
proto diacono y un diácono (todos ellos debían poseer buena voz) y un sacristán
o salmista. Los seminarios eran bursas y allí se preparaban a los candidatos al
sacerdocio. Contiguos a la Bursa había conventos de monjas de donde se escogían
a las esposas que habrían de casar con los popes antes de su ordenación
presbiteral. No se permite la incineración porque existe el convencimiento de
que el alma tarda tres días en salir del cuerpo. Ínterin, los popes vestidos de
blanco cantan responsos y leen durante el día y la noche trozos de los
evangelios. Se dice que los popes se casan antes de cumplir treinta años y que
con frecuencia se dan a la bebida y es frecuente verlos borrachos desde la
pascua de Resurrección hasta Pentecostés, pero es lo que hace el pueblo y ellos
se identifican con su grey. El sacramento del bautismo es por inmersión y no
por ablución. A los rusos les gusta el vodka. Eso es un hecho ineluctable y los
sacerdotes de esa manera quieren identificarse con el pueblo. Para ellos la fe
y la liturgia o la guarda de las tradiciones rituales es más importante que la
moral hipócrita. Acaso por eso no se da entre ellos el clero bajo la violencia
de género y los abusos sexuales a menores que son pandemia en la iglesia
latina.
En el clero negro de menor a mayor se
cuentan los siguientes cargos: posluchnik (lego o donado), monje monak, igumeni
(prior), archimandrita (abad), metropolita y patriarca de todas las Rusias.
Esta institución fue suprimida por Pedro el Grande que la sustituyó por el
Santo Sínodo como cabeza de la Iglesia, siendo restaurada por Nicolás II y por
Yeltsin después de la revolución.
Soplaba una brisa que arrancaba las hojas
del espino milenario y la torre románica con sus dos ojos grandes que miraban
para el pueblo de forma enigmática advirtiéndole de los Novísimos. Caronte
aguarda, la torre de la antigua iglesia de San Gregorio miraba para la aldea
las cavidades vacías del campanario, y fijándose bien ofrecían el perfil de una
guadaña. El quietorium siempre en calma. Allí sepultaron a un quincurión romano
que desvió ruta cuando su falange se dirigió a Uxama. Cinco de sus vélites
vinieron a recogerlo y querían reportarlo en andas hasta la cohorte, pero el
centurión dijo enterradlo en Foncalada y que la tierra le sea leve. Luego
quemaron incienso a los dioses. Aquellos páramos guardaron para siempre el
perfil augusto de Roma. Siglos adelante, los templarios fundaron en aquel monte
sagrado un ara a Júpiter. El vino de la tierra fue la causa de aquel desvío.
Paró en una bodega (caupona) de
Sacramenia de las que abren sus fauces en el cerro internándose en la montaña y
honró a Baco con profusas libaciones y subió hasta Foncalada dando tumbos. Al
legionario romano los campos se volvieron del revés, la tierra arriba y las
estrechas calles a sus pies, pues de la tajada que agarró perdió el camino y se
perdió él. Caldos exquisitos de la tierra vinos traidores. La cencellada de la
noche castellana heló sus huesos y sucumbió arrecido antes de alcanzar los
castros de aquella tierra alta. Mucho me impresionaron a mí desde niño aquellas
cavidades ojos vacíos de un campanario sin campana que se llevaron los soldados
de Murat cuando la francesada; me hablaban del destino misterioso que a todos
aguarda y no cesaba de darme golpes de pecho en un acto de contrición. Mucho me
pesa, Señor, de haberte ofendido. Por las tapias del cementerio se alzaban las
cabezas de gente que yo conocí, sombras distantes la puerta cerrada del recinto
y el hastial solemne de sillares como nuevo y tenían más de diez siglos. Habían
exhumado los restos de mi hermana Henar fallecida en 1941.
Parte del antiguo templo había sido
destruido. Uno de los lienzos de pared mostraba las adarajas o quixaras
devastados por la destrucción. Aquella era una tierra de frontera y el antiguo
templo sucumbió a cierta razzia de primavera del moro Almanzor que pasó por
allá tocando el tambor. Traté de explicar esto a mis paisanos rabaneros por las
fiestas de san Pedro cuando di una conferencia pero me cortaron in medias res.
Dijeron que el parlamento era muy largo. Nadie es profeta en su tierra. Bajé besando las cruces del calvario a un
pueblo en quietud que me resultaba extraño, retomando los pasos perdidos de la
infancia. Escuchaba los carros cargados de hacinas, los cantos de la gente que
iba a la siega, el son de las esquilas de los asnos castrones y el gruñir de
los marranos en el henil. Corté el cordón umbilical del cariño, pero sigo unido
a tu amor como el arado a la esteva, aun estando desencajadas las belortas y la
reja sin filo. Soy yo, parlando desde una época que pasó, hombre de ayer que no
encuentra resquicio. En verdad, no maldigo a los dioses, feliz de haber llegado
a viejo cuando mi infancia parece que fue ayer. Un hado perverso al ostracismo
me condenó y todos se ríen de mí. Ya lo hicieron con Job. Propalo quimeras,
redacto fantasías, porque he visto dar vueltas a la cabeza furibunda de la
medusa quimérica con melena de león el cuerpo de cabra y la cola de dragón,
vagina de mujer y bálano viril; las ubres las arrastra por detrás y por
delante, pega bandazos a diestra y siniestra
como el destino cruel y proclama al igual que el pregonero de la gran
manifestación del ocho de marzo la emasculación liberadora a petición de los
Huecos Grandes. En la fiesta de las vaginas las Euménides nos cantan las
marzas. Las gomias marimachos van seguidas de la peste en la gran cabalgata de
la Reina Ester. Tiempo de voraces tarascas aniquiladoras. Una reina putona que
le cortó a Haman la cabeza después de hacerle el amor quiere enmendarle la
plana a la doncella de Nazaret. Desfilan gritando consignas y escupiendo
gargajos contra la religión estas busconas atalajadas con arreos y carteras de
ministras, empoderadas se llaman a sí mismas. No pueden pese a las apariencias
esconder el pelo de la dehesa; se educaron con las ursulinas, se ríen de la
maternidad con un no es no y con mi cuerpo yo hago lo que me da la gana. Son
los postulados de una sexualidad insaciable e irascible sin control. Carmen
Fernández del Toro la gran bollera encabeza la gran manifestación. Entran en
las iglesias y descabezan las imágenes de la Virgen María. Los buharros bailan
mientras tanto en la plaza del Carmen su rigodón con banderas arco iris
desplegadas al viento. Yo no iré nunca a esa demostración. Lo mío es la fábula,
el placer y el arte de las tres verdades que se fraguan en mi imaginación y en
mi ilusión inventora. Hijos sí, padres no. Pero esto es un trágala, chiquitos. Nos adentramos en el reino de las quimeras
del que nadie vuelve con el cuerpo sano. El alazán apocalíptico trota al paso
entre gritos y consignas y reportajes in situ de las reporteras de la Telebasta.
Allá van las féminas de la exaltación arrastrando sus pies enfermos de
quiropedia y sus labios malos que piden la lanceta del cirujano que les haga
una quiloplastia. Mujeres de silicato saltan a la red, opíparos bustos
hinchados artificialmente. Acampa en el prado el sindicato de las peores
furcias. Es la hora de los coños grandes despiadados. Es cosa de arreglar todos
esos morros caídos a causa del desenfreno, les gusta demasiado chuparla. Hijos
sí maridos no. Vivan los vientres de alquiler. Las cotorras se suben a los
árboles empuñando el micrófono con punta de alcachofa y largan sermones
preñados de visceral oratoria anti viril. Es el tiempo de Acuario. Vengan los
marimachos, mujeres al poder. Estoy triste con este desvarío, pero me consuelo
cantando el evangelio mirando para Aquilón, el quiasmo de la cruz de
Constantino se perfila sobre el horizonte. Ellas no vencerán pues su grito es
contra la vida. La espada de Miguel acabará con el libertinaje, aunque han
conseguido ponernos a todos el bozal. ¿Madre por qué callas, por qué no te
enfrentas a ellas y levantas el pendón de la verdad? Ahí tenemos al preste
Zabulón haciendo misa en las campas de Iraq. Su antecesor fue el responsable de
la muerte de Hussein y de la gran efusión de sangre porque lo mandaba el Gran
Sanedrín y en el Vaticano os callabais por la cuenta que os tiene. ¿Y el
holocausto de Siria y las aguas del Éufrates y del Tigris que bajan raudas de
sangre de las muchas víctimas de estas guerras? Madre no calles más. Los
enemigos de la iglesia se esconden bajo el halda de tu sotana blanca. Deja de
sonreír con tu cara asnal, Culo Magno, y de mover tu inmenso pompis que emite
cuescos con olor a mate. Dice que el catolicismo no es la religión verdadera
pues ahora sí que estamos buenos. Uno se desunce tan fácilmente de los genes.
Hoy dije mi misa como de costumbre y quedé en paz conmigo y con el mundo
dispuesto a trovar aun con cierto rezago las vivencias del pasado a título de
inventario, nada más, sin ánimo de lucrarme ni prurito artístico pues soy un
escritor fracasado. Todo se fue por la posta. En el entierro de la sardina di a
la tierra lo que es suyo: mis sueños redentores. Sigo siendo cura. Mis manos
fueron ungidas por el obispo. Me separé de la iglesia con el Vaticano II. La
Virgen me apartó de esa patulea de clérigos fornicarios vagabundos y borrachos.
Tuve un amor o muchos amores, fui leal y nunca cometí adulterio con la
sacristana ni con la mujer de cualquier feligrés incauto, esos curas que miran
con ojos de fauno y ponen en la cabeza el mirmillón como un saliente Príapo
protuberante en el casco. Con eso y todo, la clemente Venus madre de todos los
hombres me devolvió a ese epicentro mágico (okolos),
cordón umbilical, manantial de vida. Venimos de ese flujo que se derrama en
esas eyecciones guarras que las meretrices en pantalla tienen a gala mostrar
coram populo. Hijos somos de un excremento líquido y nos cagamos cuando
exhalamos el último suspiro. Orgullosas están las exhibicionistas de que les
vino el latigazo consolador de pilas en ristre volviendo los ojos de placer
para poner los dientes largos de los mirones que pagan un euro por contemplar
el lastimoso espectáculo de estos estertores venéreos. ¿Y qué dicen las
feminoides? Nada. Estamos en la era de Acuario. Ya dijo Protágoras que el hombre
es la medida de todas las cosas cuando yace con hembra placentera sobre todo.
De esa creencia se mofaba Plauto en sus comedias. ¿Existen los dioses del
Olimpo? ¿Serán las religiones una excrecencia de la mitología pagana? No sé,
pero a mí me gusta rezar la misa según el canon gregoriano. Mi alma se llena de
una tranquilidad venida de lo alto cuando me dispongo a consagrar.
Luego reconózcame pecador. Para distraerme
pulso los portales porno de la red y miro para las hembras y ¡qué hembras,
Señor! Venus nació de la espuma y el primer hombre fue extraído del barro.
Fuimos concebidos en la inmundicia y rodeados de corrupción y en hedentina
cadavérica nos vamos. Estoy asustado de semejantes visiones lúbricas; grandes
vergas de todos los tamaños y colores, clítoris rasgados o en escuadra. Algunos
tienen el diseño del arco escarzano. Líbranos señor de tanta inmundicia que
difunden los pornógrafos por la red ¿No les dará vergüenza? Los cóhenes y
macarras de este gran puterío cibernético hacen caja y no dan abasto; cada vez
hay más mujeres en el mundo empeñadas en no esconder sus galas naturales, lo
que les dio Natura, unas por prurito, otras por coqueteo, otras por necesidad,
otras por vicio, como las viudas milf puesto que el porno es la gran oferta. Recordemos que este es el
tiempo de Acuario una constelación húmeda que otorga el mando a las hijas de
Eva. El hombre se siente desterrado e impotente. Sexo y más sexo y exhibiciones
procaces donde toda lujuria tiene cabida. Aúllan algunas como lobas. Otras, más
precavidas, gimen imitando a las gatas en el celo de enero. Aguardando el
vestigial o denario con que Roma pagaba a sus putas. Hoy es fácil irse de picos
pardos. Basta con un clic, abrimos internet, y ala allá están las señoras
meretrices muy emperejiladas. Hay una rusa que es la mujer más perfecta que yo
alcancé a ver a lo largo de mis muchos años de vida. Es muda y cuando recibe la
moneda del mirón o sienten la explosión de una sacudida en sus entrañas lanza
un mayido, un alarido con su voz de trapo, un cuerpo perfecto de Pigarga, una
hermosa ucraniana con el pelo de estopa a la que apodan Gingerbread, nunca vi
carnes tan blancas ni ojos tan azules. Está encinta y trata de disimular su
gravidez poniéndose bañadores negros. Es una superdotada. Despliega sus senos
al aire y calculo yo han de pesar media arroba. Su mirada es entre triste y
divertida. Todos los televidentes muestran curiosidad por saber quién fue el
afortunado que dejó la huella de su virilidad en útero tan precioso y ella dice
que fue en el privado de un chat, un soplo aleteando por internet en sus
alternancias binarias del yin y el yen. ¿Por virtud del Espíritu Santo? No lo
creo. La preñez no fue virtual sino a efecto de un contacto físico, un polvo
salvaje aunque haya dice que va a parir un hijo cibernético. ¿Será Billy el padre de la criatura? Esta mujer aun
desnuda sin embargo parece el paradigma de la castidad. En otras congéneres el
espectáculo se convierte en algo brutal, libidinoso que incita al asco ante
semejante perversión coprológica. Al verlo muchos se acordarán de la sentencia
de Job; tengo que insistir por ese cabo pues me asusta la promiscuidad y falta
de recato sobre la mierda en que nacemos y envueltos en ella nos vamos, hijos
somos de una eyección excretoria, de una secreción vaporosa… “Et in corruptione genuit mihi mater mea”.
Pienso, madre, que tú no me pariste en el dolor, pero no en el alfaque de los
bajíos de la secreción vaginal. Yo soy un tío que mamé buena leche y de
calidad. “A este lo crías con polvos finos, Felicitas” oí decir al tío Genaro
el sacristán que era un borracho empedernido. Tú no te colocaste en la cabeza
el “pallolium”, la mantilla corta con la
cual iban las mujeres de la vida caminando por las calles de Roma. A uno que me
llamó una vez hijo de hetaira le hinché los morros.
Nos están dando gato por liebre, nos venden
la burra mal capada, yo estoy sumido en mar de dudas pero sigo para adelante
tras los pasos de mi amigo Quosquetandem. Deja que las olas del mar de la vida
te suman en las olas del absurdo, `piensa tú que es bello vivir. Bueno lo que
tú digas, Quosque. Luego Verumtamen el otro yo me dice lo contrario. Así
estamos entre Ibis y Cabidis. El bombo de los noticieros se repite, cada mañana
nos cae el premio gordo cañonazos en Bajmut, tiros en una escuela de párvulos
de Carolina del Norte. Kelensky que berrea y pide más madera. Se queman
nuestros montes. Una niña de catorce es violada por catorce tíos en cuadrilla.
La metieron en el retrete. Cuando un monte se quema algo tuyo se quema, piensa
en el adagio. Relinchan las yeguas andaluzas preñadas por el viento dijo
Góngora. Paren potros percherones. Por el valle de las Luiñas chillan en las
cuadras de Armagedón los caballos del Apocalipsis. Escribote yo sin esperanza,
ya sé que mis novelas se dan un aire de misas cantadas. Amontono con dolor de
atrición los recuerdos. Tú no sé lo que me has dicho, cállate, Verumtamen. Ya
sé que maté a la Susi. Fue mi único amor, después vinieron las furcias, esas
yeguas preñadas por el viento. Carmina la Polvorosa hoy lo traen todas las
revistas del corazón la preñó un centauro y parió un muleto a los setenta años
mitad hombre mitad cuadrúpedo. No era ciertamente un bujarrón, pero átame esa
mosca por el rabo. Medio país elucubra sobre el caso si es lícita la inseminación
subrogada. Mal debe de andar Ucrania país corrupto cuando sus mujeres por un
puñado de dólares se ofrecen como vientres de alquiler. La preñez de la
Polvorosa no cuadra. Es un imposible metafísico. Vamos a contar mentiras
tralará pero es de lo que vive: ten, tu primer reloj y desde entonces pasados
muchos años sigue contando y cantando las horas. Tenía toda una vida por
delante. Te sentaste a contemplar el tiempo.
Pusiste tu culo gordo sobre el cuadrante de
Cronos que sigue dando los cuartos las en punto y las medias impertérrito.
Inexorable. Por entonces todo mi afán eran las declinaciones latinas los verbos
fuertes griegos y las misas cantadas. No concibo la existencia sin liturgia.
Aquel mi primer reloj suizo sabe mucho de mí. Iba a compás del gran reloj de la
Torre Carchena. Ni adelantaba ni atrasaba. Desde la altura observaba nuestros
juegos a la pelota en el frontón de la Huerta del Judío pared con pared con la
pantalla del Cine Cervantes. El rabino don Cleofás hacía de árbitro de aquellos
juegos infantiles en sueño transformados bajo la sombra de aquella morera
centenaria que era el árbol del Bien y del Mal en el rincón de la muralla casi
de frente al aljibe donde se estancaban las aguas del acueducto. ¡Ay aquella
obra de romanos¡ Pero no te estrujes más el cerebro con las hojas urticarias,
ramios de la literatura. Lo tuyo fue un absurdo: roquetes y misas cantadas.
Regando fuera del tiesto. Fuiste demasiado solemne para un época tan ramplona y
venal como la que te tocó vivir. La realidad es más prosaica de lo que se creen
los ilusos, zurcida de crueldades, enfermedades, asaltos, estupros, robos,
desfalcos, guerras, la vanagloria, el crimen, la envidia, la mala uva, la
política y tú atendiendo a las leyes del levirato te fuiste a casar con la
viuda que era la mujer de tu hermano. Se te partió el corazón cuando supiste
que tus hijos no eran tuyos. Un tropiezo de tu dama. Susi ¿qué fue de ti?
El abuelo Benjamín era otra cosa. Casi fue el que me crio en la
aldea de Fuentesoto, pueblo también románico con una vega triunfal camino de
los monasterios de Cardava a la cual se asomaban los somos, cañadas y eriazos.
Por lo menos no me tiraba piedras cuando pisaba sus viñas que el otro estuvo a
punto de deslomarme de un cantazo. Aquellas vivencias hicieron de mí un
escritor, acaso un escritor iconoclasta y a redropelo del sentir general. Mala
cosa llevar la contraria pero yo siempre me mantuve en mis trece, seminarista
fracasado pasado por el filtro de la literatura pero mi alma se moldeó en aquel
seminario cuyas vivencias rememoro cuando estoy aquí postrado en la cama del
hospital recién operado de la próstata. Próximo a la muerte o a la
analepsia, me curo en salud dando albergue a mis reconcomios, no encuentro sino
traiciones, mala baba, julepes y mohatras de pícaro (no podía ser de otro modo,
nací en Segovia, madre de la picaresca) y una misteriosa supervivencia a los
avatares. Este es un tiempo de expiación. Los noticieros nos traen cruderrimas
imágenes de niños masacrados en Palestina, aparece Netanjayu con rostro de
Herodes. En Oriente hay un cisma prologado por el patriarca Bartolo, ese obispo
de barbas hirsutas mientras Zelenski aúlla pidiendo dineros y quemando iglesias
rusas. Ucrania reivindica Crimea la vieja Quersonesos mostrando su faz terrible
epítome de las crueldades de la guerra. El sicario Biden, padrino del sionismo,
quiere acabar con toda la fe que teníamos los creyentes y demostrarnos que
Cristo era un loco antisemita que se hizo pasar por hijo de Yahvé. Tendido en
el lecho del dolor en esta cama de hospital convaleciente de una operación de
próstata, ya puedo mear gracias a Dios pues anduve medio año con el zambullo
pegado a la pierna izquierda y exonerando mis orines en una bolsa de plástico,
rumio sobre mi pasado. Me dan ganas de gormar mi arrepentimiento pero soy
incapaz de vomitar toda la bilis que llevo dentro. Es como si viese un trailer
de lo que mi vida pasada. Tiempo pasado, tiempo presente en el lecho de
Procusto pues más que el dolor físico o la incomodidad es la pena moral que me
aqueja por no haber hecho las cosas bien. Perdono a mis enemigos. Este sea mi
llanto de atrición por la Suzi. Las ideas se agolpan, quieren salir a toda
prisa, pues siempre pensé y escribí a gran velocidad, y me aturullo, me atasco
y pierdo el anhélito; vuelve el ritmo pero mi vida es un eterno combate con las
ideas y los formularios volcados en palabras, angustia vital, desazón,
vértigos, el vértigo del escritor que sólo se cura escribiendo, bufando pipadas
de humo, o camino de la despensa, somos propensos a criar carnes, la furia del
español sentado en su sillón que se desgañita contra la injusticia contra esto
y lo otro. Extraño mi cachimba (en el hospital no dejan fumar) que ha sido
compañera de mis largas vigilias, mi ametralladora, mi “novia” y mi tormento, que
a veces no me deja ni respirar. Saltan las imágenes de un lado a otro, se
enredan las palabras. Viene Maite la dulce enfermera. ¿Cómo estás, cariño?
Quisiera fumarme una pipa, no se puede, corazón. Dentro de un rato vendremos a
hacerte una extracción, más tarde la compañera te tomará la tensión. La urraca
del patio central faltaba poco para acabar de construir su nido. Las noches se
hacían largas e insomnes. A la madrugada el diligente córvido seguía su labor.
Pronto te darán de alta. Esto no ha sido nada. ¿Nada? Un cáncer, hoy el cáncer
si se coge a tiempo es curable. Más duro lo tenías si fuese de pulmón. Era lo
que temía yo, pero el tak que me hicieron reveló que estaban limpios. Soy un
fumador empedernido. El vicio lo cogí a los catorce años con un mataquintos que
sabía horrible. Me vio mi padre que venía del cuartel y apagó la tagarnina de
un sopapo. Zas. Vi las estrellas. Ando en desacuerdo con Andrés Laguna autor
desconocido y al que yo he descubierto como autor críptico del “Lazarillo de
Tormes” gloria inmortal de la novela picaresca y que he sacado de pila
librándole del anonimato de siglos, que dijo:
─Se escribe por la honra pues la fama es la orla de la
artes.
No, señor, hoy se escribe para echar los demonios fuera, lanzar
pestes contra los nazis y los judíos que pueden ser consistentes en el mismo
perjuicio, los extremos se tocan la serpiente cambia de piel. Eso de ser
escritor famoso debió de ser antaño, hogaño el vulgo vierte suspicacias sobre
nosotros. Nos mira mal. Somos delincuentes y nos desprecia o nos compadece como
enfermos bipolares, o adictos a un vicio tan inconfesable como el onanismo.
Escribir consiste en masturbarse con palabras y eyacular proposiciones y
asuntos que no son de recibo. La gente lo que quiere es que la dejen en paz,
que no la vengan con historias. Tú no te pases, mira lo que te digo. El
escaparatista de Arévalo un martes de mercado me largó está pregunta a
bocajarro:
─¿Sigues escribiendo?
─Sí
─¿Y te la meneas?
─¿Por qué no?, de vez en cuando
El cara de pájaro, ese librero de lance, de la cuesta de Moyano
donde antañp trabajaban las putas y ahora se venden libros usados, Gómez se
llama y es valenciano, un tipo un malauva, el cual me ha maltratado, timado y
puesto en berlina todo lo que ha querido, me recibió con una frase que es todo
un dardo al bandullo de un poeta.
─Tus libros no se venden, deben de ser muy malos.
─Si no los pones en el escaparates y los tienes ocultos en la
sacristía ¿cómo se van a vender, cacho cabrón? No está hecha la miel para la
boca del asno.
Le hubiera dado al bibliopola un garrotazo en los hocicos pero
no estaba de nones sino de pares. Por lo demás buenas tragaderas he. En una
bella mañana de octubre no merecía la pena meterse en reyertas con un hijoputa.
Escribir es llorar, Larra dixit; hay que estar dispuesto a ser crucificado y
coronado de espinas cuando no de gargajos como le ocurrió a Lázaro de Tormes en
lo del cabezazo de la acrotera del puente romano. Y decir lo de Pablillos:
─Ojo, Pablos que asan carne
Sin embargo, tonto de mí, no me olí la tostada, todos me apalean
y difaman. La desconsideración la mala educación y el morbo visigótico o
envidia es el estigma de esta nación. No es cosa fácil vivir entre españoles,
el país más bello del mundo pero en España siempre amurcan los toros. Nuestra
religión guarda esencias del minotauro. Nos apasiona la tauromaquia. Tengo que
confesar a mis detractores para que se calmen y no se pongan nerviosos que yo
solo emborrono papel para dejar de fumar.
Me divierto como Unamuno con papiroflexias o pintando monigotes. Así nos
las van a dar todas en un carrillo. El abuelo Benjamín era otra cosa. Tenía una
faja blanca rodeándole la barriga con flecos que parecían filacterias, a la
manera de los israelitas, para que no se le cayeran los pantalones y al orar que
lo hacía de mañana y la noche se balanceaba como tratando de conseguir que sus
plegarias llegasen a Adonai, para que Yahvé le diera un empujóncito. Las
mujeres en misa se sentaban en cuclillas a la morisca delante del hachero y
eran fatalistas los de mi pueblo en sus conversaciones, sea lo que Dios quiera
(makfut está escrito, y escrito estaba ) Dios lo ha querido, tendrá que se ser
así y Alá Akber. Todos nos
prosternábamos ante la cruz del Calvario pero había viejas
reminiscencias antiguas saliendo a la palestra, otras adoraciones
antiguas de los dioses ibéricos: Baco, Cibeles, Mitra, Eritreia. Éramos judíos,
moros, paganos y cristianos, al de por junto y cada uno hijo de su padre y de
su madre. Hacíamos a tres velas, a tres palos, la convivencia a veces resultaba
penosa pero fue posible y cuando el abuelo se quitaba el abuelo
cinto… Habíamos ido a melones y nos pilló el guarda Melares, quien a la noche
se presentó en casa y dijo tu chico fue cogido in fraganti haciendo destrozos
en la finca de la tía Piquilaya. Son cinco pesetas de multa. He aquí el
papel. Recuerdo bien aquella noche. Era una bella noche de luna cuando me
solmenaron.
─Ah sí, bájate los pantalones, chiquito que te voy a sacar el
duro del culo y los melones de la Piquilaya.
Diez vergajos con la correa ni uno más ni uno menos. Fustigados
con la solemnidad y eficacia de un lictor romano. Desde entonces no se me
ocurrió ir a melones, ni a peras, ni a sandías. Fueron los chicos del pueblo
que me malmetieron y yo inocente de mí caí en la lazada. Era yo tan
ingenuo que me creía todas sus infamias. El Pedrete el del tío herrero, el
Elpidio, el Agustín mi primo hijo del sacristán y su hermano el Maudillo, el
Micha hijo del sastre que era tan pequeño que no podía con las albarquillas, el
Julián el de la tía Pilar y el tío Pedro Sancha pero el más cruel de todos era
Pedrete. Fue el que me encomendó la tarea de asaltar el melonar de la tía
Piquilaya.
─Entra ahí en eso, segoviano, y arramplas con un par de melones.
─Tengo miedo, mi abuelo me dice que hay que respetar lo ajeno.
─Tú ¿miedo? Eres hijo del sargento Parra.
─Yo no tengo miedo a nada
Y salté la cerca. Fue entonces cuando vi venir al de la
tercerola y la chapa de guarda jurado pegando voces y juramentos apuntándome
con su tercerola. Del canguis que me entró se me cayeron los melones del regazo
y creo que me cagué en los pantalones literalmente. Los melones no estaban
maduros, eran badeas. Los otros habían puesto pies en polvorosa, me dejaron
solo como siempre. El maldito Melares me trajo para el pueblo por las orejas y
yo llorando como una magdalena. Acto seguido, me condujo al cuartelillo, vino
el juez de paz, el tío Bernardo. ¿Qué ha hecho el chico? Robar melones. Vaya
una educación. Que se avise al señor Benjamín Galindo. Mi abuelo el pobre estaba
avergonzado y corrido de mi “hazaña”. El juez de paz era su amigo. Eran
quintos, él, el tío Dominguín y mi abuelo. Nacieron en 1885. Se ufanaban de ser
quintos del rey Alfonso XIII. Habían participado en la guerra de Cuba. El trío
de veteranos del Desastre (aun guardaban en un arca los correajes y el uniforme
de dril a rayas) sentabánse en un banco de honor en el presbiterio
durante las ceremonias religiosas. En las misas solemnes eran los primeros en
besar el portapaz que les ofrecía el monaguillo como gesto de autoridad. La
noche que recibí la somanta de palos con la correa del abuelo era una noche de
luna, lo recuerdo bien. Así pues, para Segovia que me mandaron en ca mis
padres.
Al día siguiente tomamos el coche de linea de la empresa
Gutiérrez
─No podemos contigo. Así que te mando a tu padre a que te dome.
Cuando regresamos a Valdevilla la colonia militar donde vivimos
mi madre me recibió con la zapatilla. Así te comportas, dijo, y me puso el culo
como un tomate. Yo no tuve la culpa; fueron el Pedrete y el Agustín los que me
malmetieron para asaltar la cerca de la tía Caya. ¿Robar? Vaya un hijo. Traté
de escapar y anduve perdido por los peñascales de Valdevilla recorriendo los
andurriales del río Clamores llorando mis desdichas, esta vez temiendo la
correa de papá. Venida la noche, llamé a la puerta de la casa que era verde y
de madera de pino con mucho tiento y sigilo. Me estaban buscando. Mandó mi
padre al machacante por ver si me encontraba y yo no daba señales de vida, así
que estaban preocupados. Pero cuando aparecí a la puerta de casa en
vez de la correa fui recibido con besos y abrazos. El sargento Parra saltaba de
alegría, hijo, hijo. Por dónde te has metido, dónde anduviste. Tu madre y yo
creíamos que te había ocurrido algo. Me senté a la mesa. Huevos con patatas
fritas. El abuelo había traído un clarete que pasaba bien al cabo de tantos
sinsabores por culpa mía.
─Bebe, Silvino. Bebe, hijo, que este clarete es superior y es de
la cosecha del año pasado.
─Gracias, señor suegro, de hoy en un año.
Y tentó la bota embelesado con un largo trago. Por la provincia
de Segovia los casados llaman al padre de su mujer “mi señor”.
─El chico es un poco mostagán pero hay que meterlo en vereda.
Hay que llevarle al seminario.
El dictamen del abuelo se efectuó al cumplir yo once años. Había
habido muchos curas en la familia. Estaba don Linos, pariente suyo, que
ejercía el arciprestazgo de Calabazas, el P. Galo que se fue de misionero a
África y nunca se volvió a saber más de él pus se le comieron los negros o
colgó los hábitos, o don Priscilo cuñado suyo nombrado por oposición canónigo
magistral de la catedral de Burgo de Osma. Tanto los Parra como los Galindo
tenían fama de beatos y no existen dudas de que esta veta tan clerical y
bíblica les venía de su ascendencia. Aquel rincón extremo de la provincia
segoviana había sido repoblada por moros y judíos y se produjo el milagro de
que Alá, Moisés y Jesucristo conviviesen en plena armonía, practicando usos y
costumbres, ritos, intercambiables, diciendo ojalá cuando les acuciaba un deseo
de que algo ocurriese, o pronunciando el nombre de Jesús al estornudar o al
besar el pan cuando la hogaza se caía de la mesa. Pero yo creo que veníamos de
los arévacos aquellas tribus numantinas que no consiguió dominar Roma del todo.
De ahí que muchos de aquel pueblo a los que llamaban los coritos nos habían
soltado para allá cual prosa sin peinar. Estuvieron de tertulia ellos dos
dándole tientos al jarro hasta la madrugada. Yo me dormí como un bendito
LIBRO TERCERO
La olma que había frente a la iglesia de mi
pueblo tenía más de dos mil años. Había sido plantada por los soldados de
Trajano (la historia hace nacer a dicho emperador en Pedraza) que era un poco
paisano nuestro y era mayor que la de Pedraza, un redondel su tronco de cerca
de quince metros que no la abarcaban veinte paisanos, cuyas raíces desde el
arroyo circundante se extendían por todo el pueblo desde la casa curato a la
pobeda. La olma allí estaba siempre mirándonos, impertérrita, augusta, siglos y
siglos, contemplando el paso de generaciones. Sus ramas florecidas se extendían
por los lados a manera de grandes candelabros protectores. Los niños de la
aldea trepábamos por el tronco hueco, nos sentábamos, echábamos risas y
jugábamos a la malla. Sus ramas crecían hasta tocar la punta de los aleros y
las raíces reptaban subiendo la ladera del calvario donde estaba el camposanto.
La quima formaba un corro donde se sentaban a tocar la gaita y el tambor en las
fiestas patronales. Y algunas veces se celebraban los concejos. Había sido
plantada seguramente en tiempo de los romanos. Y esto no son conjeturas sino
probabilidades porque aquel villorrio en una esquina de la provincia de Segovia
estaba emplazada dentro del itinerario de Antonino. Fuentesoto, al pie de una
fuente salutífera que manaba un chorro ingente de agua calda por el invierno y
muy fría por el verano, debió de ser un vivaque o manor donde descansaban las
legiones que iban desde Astorga a Uxama. Al recordar aquel árbol de mi infancia
se me caen las lágrimas porque su tronco y sus raíces guardaban el polvo de las
crepidas o botas militares de las acies de Roma y vieron pasar a los guerreros
moros que arrebataron el castillo a los visigodos y después a los Tercios de
Flandes. Más tarde, a los guerrilleros que lucharon contra la francesada.
Aquella era la tierra del Empecinado. De últimas, se había venido diciendo que
nuestra raza viene de los judíos; creo que se trata de una tesis poco segura y
sin base histórica. Algunos debieron de morar en Sepúlveda y Sacramenia y Riaza
que estaban cercanos pero por lo general los rasgos faciales de nuestros
antepasados no eran israelitas. Éramos tierra de frontera. Estábamos en una
linde. Al otro lado de la cordillera era ya tierra de moros. Se fundieron las
razas. Esa simbiosis misteriosa de judíos, moros y cristianos que conforma ese
enigma nacional que es España. Los musulmanes allí apercibidos tras la
conquista del valle del Duero fueron bien recibidos, se asimilaron, aunque
conservasen algunas de sus viejas costumbres venerables, trabajaron la piedra
de las iglesias románicas y nos enseñaron a regar las acequias de la vega.
Todos los alarifes y los molineros de las aceñas eran moriscos. Pienso que esta
exaltación del judaísmo, ahora todos los españoles quieren venir del pueblo
elegido, no es más que una entelequia propagandística pues siempre habrá que
estar con el poder. Somos godos, provenimos de los vacceos. Somos numantinos,
indomeñables, gente difícil, acostumbrados al sufrimiento, guardadores de las
viejas tradiciones cristianas y de los santos del calendario. El año 53 fue
talada aquella olma cuando pusieron el coche línea Peñafiel-Madrid. Un
sacrilegio ecológico que quizá anunciase los terrores del milenario: las aldeas
vacías, la despoblación del campo y la emigración a las ciudades. Pero los
iberos somos así de recios. La España carpevetónica desprecia cuanto ignora y
prefirió subirse al carro de heno del progreso. Aquel ulmáceo creo que era el
más antiguos de Europa, divinidad maternal que guardaba el secreto de los
antiguos dioses protectores del pueblo. Allí me mandaron mis padres los
veranos, una boca menos porque entonces no había. Yo era un niño frágil tierno,
crédulo y muy guapo. Las vecinas del barrio de San Andrés Puerta del Socorro
lindante con la judería vieja donde nací me comían a besos. ¡Qué niño tan guapo
tiene usted, señora Juanita! Ya ves, mis padres me mimaban demasiado por ser el
primero y por haber venido después de una hermanita, Henar, que murió a los
tres meses de meningitis el año 41. Yo era un niño triste, ingenuo, de mirada reconcentrada al que le gustaban
los libros. Una de las primeras fotos que conservo aparezco con un libro en la
mano. Estaba sellado mi destino, he de decir, lo que son los genes, mi nieto
Pelayin es también muy guapo, creo que más guapo que yo y menos triste y más
simpático. Iba a un colegio de pago, las Jesuitinas y allí aparecieron los
primeros signos de rebeldía que me persiguieron toda la vida. Escribía con la
zurda y la monja sor Josefina me ataba la mano a la silla para que escribiese
con la derecha. Demasiado crédulo e inocente, algo soñador, pensaba haber
venido a un mundo hermoso y agradable donde no existían traumas ni dolores ni
pecados. Donde no existían ni los perdedores ni los malos. Cuando me mandaron
al pueblo “a tirar varetas” el contraste fue cruel. Antoñito, espabila y llevo
sin espabilar toda mi vida. Por eso me las dieron todas en un carrillo. Los
muchachos aldeanos se reían de aquel pobre niño de ciudad. Le hacían toda clase
de perrerías y aprendí sin utilizarla una palabra que está ahora muy de moda: bulling. Papá y mamá cerraban la casa y
se llevaban con ellos a Javi el preferido de mi madre, el más simpático. Papá
tenía una comisión como instructor de reclutas del Campamento de Robledo. En tal
comisión de servicio enseñaba a los estudiantes de la IPS que hacían una mili
especial y salían de sargentos y de alférez. Robledo era un paraíso a la sombra
del monte Peñalara contiguo a la Granja de San Ildefonso. Más de diez mil tíos
(quince bajo la lona se reunían en aquellas chabolas en aquellas chabolas
circulares Robledo era el Grafenwohr español). Había los domingos unas misas de campamento
impresionantes en el Llano Amarillo. Recientemente fui a visitarlo y se me cayó
el alma a los pies. Crecían zarzas cerca del sagrario donde se exponía el
Santísimo y el cristo de la buena muerte había sido profanado. Era un tiempo
triunfal que nada tiene que ver con la tristeza y el egoísmo de ahora pero en
fin, corramos un tupido velo porque tras de tiempos vienen tiempos. A mí me
sacaban billete en el Gutiérrez el coche de linea que hacía la ruta
Segovia-Aranda de Duero. Mi abuelo Benjamín me estaba esperando en el empalme
de las Suertes Viejas con el carro. Uncidos al yugo del carro de mi abuelo
tiraban dos mulos. Uno el “Sevillano” y el otro el “Noble”. Este último tenía
poco de su nombre porque era mohíno y más falso que Judas; en una ocasión a tía
Paulina la tiró una coz que por poco la deja sin nariz cuando fue a hacer pis a
la cuadra. El cambio fue traumático, insisto. Fuentesoto me hizo abrir los ojos
y contemplar las contrariedades, injusticias y arbitrariedades de la vida No
había leche y nos alimentábamos de pan y cebolla. El abuelo Benjamín era otra
cosa, pese a la pobreza y a las carestías de aquel tiempo. No había seguridad
social y cuando el abuelo enfermó de la próstata hubo que vender algunas
tierras para pagar al cirujano del Hospital de la Misericordia. Quedó mal y
sufrió muchísimo. “Tengo muchos dolores hijo es como si un mastín me ahincase los
dientes en la rabadilla”, me decía el pobre. Los chicos de mi edad eran
paupérrimos. Calzaban albarcas y peales como los romanos. Cuando me acanteaban,
volvía a casa por los pantalones rotos por la culera y el peto con unos retales
que me hizo la tía Dominica con un mono de soldado con un tirante fuera. No se
me olvida: la experiencia más traumática y cruel que padecí un verano fue
cuando el Rufino un gañán don la cabeza abombada que odiaba a mi padre por ser
militar y toda su familia era de izquierdas me azupó su perra, era un cánido
color marrón y los ojos fulgurantes que me mordió el culo y parte de los
tobillos, volví a casa llorando con el pantalón roto y sangrante. Aquella
maldita perrita ratonera atendía por el nombre
de “Maula”. Toda la vida se me representa aquella perrita enana de color
canela ahincando sus dientes en mis calcaños. Fue en la era del Tío Maudillo.
Desde entonces tengo pavor a los perros. Las risotadas que se daba el Rufino en
la era de Maudillo se me quedaron grabadas. En el infierno deben de resonar
eternamente estas carcajadas satánicas que fue tan vil como incitar a la
Maula a que mordiera en el trasero a un
niño de siete años. A pesar de los sufrimientos y humillaciones que padecí en
aquel pueblo Fuentesoto tan feroz yo seguí amando aquel lugar que fue el
escenario de mis primeras correrías infantiles, añorando sus piedras románicas,
y la olma triunfal que fue derribada para dar paso al Albarrán, un verdadero
sacrilegio ecológico. La venalidad de aquellos pueblerinos, sus mofas, sus
carcajadas me enseñaron una cosa: hay dos Españas
El
domingo de Ramos será una pantomima en la borriquilla y el buche, los cantos
del hosanna, gloria al hijo de David, centro de bondad Hosanna que viene en nombre
de Jehová, compramos un ramo y nos pondremos zapatos nuevos, tiraremos de las
carrozas de la protección, veremos a los soldados desfilar ante los pasos,
Segovia olía a primavera. Veneramos y adorábamos al hijo del hombre plasmado en
aquella figura de escayola. El anticristo suplanta de forma tan atroz al cristo
y no quiere morirse. Yo me subí a muchos andamios, me caí de muchos burros y no
aprendí de mis trompazos. Culomagno vestido de blanco y esclavina bautiza
neófitos y enseña el alta del hospital, no quiere morirse, se niega a que le
canten el gorigori, no quiso ser sacramentado. Aderita, la de Gordaliza, fue mi
madrina en tanta tribulación- una mujer se convirtió en mi baluarte, me puso a
cubierto de los disparos de las poderosas armas de guerra. Ella era la virgen
que me salvó cuando íbamos al Escorial en espera que llegasen los mensajes de
los viernes de dolores. Tales celestiales mensajes venían grabados en cinta
magnetofónica y eran un tongo de la
vidente que decía comunicarse con la Virgen de los Dolores, eran un tongo pero
yo los creía verdaderos al principio, luego no. El morbo y la depresión me
impulsaron participar en aquellas tenidas. Escuché los jipíos y suspiros de la
saludadora que hablaba en nombre de la Señora. No obstante, en aquellas
nefastas vivencias quedé persuadido de la presencia de Cristo en la
historia. Satanás hablando desde la cima
de la encina más antigua de Prado Viejo a veces hablaba en acento gallego,
otras en andaluz. La voz de la sorguina, cuando se ponía en trance, sosegaos.
Las turbas sin embargo estaban hechas un flan porque el monarca de los dominios
no se ponía el sol largaba su sermón en cinta magnetofónica, lo que no dejaba
de ser una ucronía. Porque Felipe II también bajaba del cielo a escuchar a la
vidente y se sentaba en una silla a rezar el rosario con nosotros. Aderita
mientras tanto rezaba por mí.
Delitescens es
una bella palabra latina significado esconderse y en medio de tanta bulla y de
tanto grito a muchos no nos queda otro remedio que encuevarnos. Huimos al
desierto buscando un apartamiento que nos aleje de la horda mediática. Los
altavoces del éter no cesan de referirse al coronavirus. Se ha convertido en el
afrecho y abrevadero de los medios. Esta catafases
o afirmación no la hago a humo de pajas, tampoco estoy loco, aunque a veces
miro para atrás con ira y siento el punzón de los recuerdos que me hieren.
Tengo el alma en carne viva y por eso escribo desde este catábulo o zaquizamí,
zulo literario, abrevadero y refugio o cuadra en el sótano de mi morada
convertido en oratorio, fumadero, escritorio, biblioteca y apiarium (colmenar) donde libo el dulzor ático de la miel de la
palabra. Escucho a través de ondas hertzianas voces que me llegan del
extranjero. En un par de generaciones
cambió el mundo hasta el punto de no reconocer yo al niño o al mozo que fui
dentro de esta gran catarsis trascendida que ha mandado las viejas ideas a un
rincón. Hoy Día de Difuntos ya no se venera a los santos antepasados. Salen a
la calle las máscaras de Jalo güin. Sin embargo, yo voy a la ofensiva, quemo
las naves como Cortés en mi empeño de remar contra corriente. ¿Dónde está el
Jalo y donde el güin? Vete tú a saber. Acabo de cerrar el blog que fue para mí
durante cinco lustros abrevadero de ideas y afrecho de lealtades y
deslealtades. Pero Google no paga una peseta, observa, absorbe como una esponja
y luego lo convierte todo en marketing. Este palimpsesto o cuaderno de bitácora
fue mi aguja de marear, así como la barrera contra la que embisto glosando la
actualidad a contramano. La actualidad es una anáfora repetitiva, una lucha de
buenos y malos. El malo Putin y el bueno Zelensky. Vivimos tiempos de guerra y
desde el día de San Matías del 22 no damos ni pie ni mano. Estamos con el alma
en vilo. No me ha ido mal en este tiempo a excepción de algunos fatídicos
encuentros con Erifos algunos para beber el vino del dolor y la desesperación.
Pero Fray Jarro es mi enemigo hoy la política mundial y nacional son una larga
borrachera. Los españoles no sabemos beber En esta situación atípica los buenos
son los malos y yo me pregunto dónde está la justicia de Dios y grito con
Cristo en el Calvario:
─Dios mío, Dios mío por qué me abandonaste…
Elí, Eli, lamma sabactani
Todo eso que yo aprendí ya no sirve para
nada es de mi gusto. Dicen que soy un hombre que vivo en el ayer y me refugio
en los matacanes de la antigua muralla de York, centinela en mi tronera
auscultando las evoluciones del río Ouse que fluye hasta matrimoniar con el
Támesis, los vientos cambian. Ayer teníamos lebeche, hoy sopla el terral y tú,
Etsi, ¿dónde estarás? ¿Qué habrá sido de tu vida? ¿Te casaste? como yo. Y sí
volví a pasar por la vicaría, pero este segundo amor sucedáneo de lo que
tuvimos tú y yo fue un trago amargo, me eché una cruz a la espalda, alquilé una
mula aragonesa que me cocea cada día, contraté una verduga. En mala hora porque
Lavinia convirtióse en mi verdugo. Pasó a ser el arráez que fustigaba mis
espaldas con el látigo de la ignominia y he ido bogando por los siete mares
bajo la sombra de ese rebenque que fustiga a los pobres cómitres incautos,
condenados a galeras. Es el destino que aguarda a los locos y a los criminales.
Lamento mi suerte porque lejos de ti esto no es vida. El destino se portó
conmigo de manera cruel, si bien creo que lo tengo merecido por los malos
tratos que te di, los celos, las voces, las recriminaciones. Vivo rodeado de
papeles y de palabras escritas. Fui un goloso de palabras porque creo
firmemente en el axioma de en el principio era el Verbo y las palabras guardan
un poco de ese aliento divino. ¿Estaré loco? Todos han mudado de piel (versipelis) yo continúo adherido a mis
principios. ¿Soy un diamante en bruto o una florecilla en agraz la cual no
acaba de madurar? Tranquilos. El peristilo sigue en su vaina. Amanece todos los
días. A todo esto, se dirige mi clamor contra los predicadores de vereda. Han
regresado a las tertulias los émulos de fray Gerundio de Campazas. Ya no hablan
de la vida eterna sino de los métodos para conservar la salud. Radio Carcamal
vocifera contra las toxinas y don Rafa hace de su capa un sayo vociferando
contra los peligros del cáncer, la crasitud, la vida sedentaria y falta de
ejercicios. Todo el país se calza las abarcas y se tira a correr por las
veredas. Un aluvión de informaciones nos refieren los peligros del Corona Virus
que se ha convertido en eje de marcha del sistema. Las páginas de Internet son
un perpetuo obituario que nos traen cada mañana la lista de los fallecidos. A
contrapelo de sus sermones yo no voy a dejar de fumar por más que estos señores
me atruenen las meninges advirtiéndome de los peligros del tabaco, siempre
habrá de tenerse en perspectiva un enemigo, alguien contra el cual batirse.
Antaño fueron los rusos. Cuando yo vivía en la Isla de los Muertos (Staten
Island) siempre estaba a pie de obra escuchando las noticias de una emisora de
Manhattan Radio WW700W7. Dicha estación cada cierto tiempo interrumpía sus
emisiones. Sonaba una sirena y al cabo surgía la voz engolada de un locutor
para realizar un llamado:
—Estimados radioescuchas, esto es un
simulacro de alerta. Atención. Atención. Si hubiese sido una emergencia real,
les impartiríamos instrucciones sobre cómo y dónde acudir a un refugio de los
diferentes que hay en esta isla.
Yo estaba acojonado al sintonizar tal
mensaje. Pensaba en la guerra de las galaxias. Ya están aquí. Que vienen los
rusos. Como en la Guerra de los Mundos de Wells que hizo cundir el pánico por
aquella capital. Pensaba que vivimos en un mundo en el cual la ficción se
entrevera con la realidad y en la supremacía de los medios de comunicación para
dominar a las masas. Era la América de Jimmy Carter discípulo en la academia de
guerra de Annapolis del almirante Rickover especialista en mísiles
intercontinentales. Eran los años 70 cuando América vivía la efervescencia de
la guerra de las galaxias. Los malos eran los soviets como ahora es el virus y
el tabaco y Putin. Ronaldo Reagan la ganó y determinaría la caída de la URSS.
Yo por mi parte pobrecito español nacido en una ciudad de provincias había
aterrizado desde el medievo de una ciudad episcopal como York sobre la Gran
Manzana el emporio del futuro la ciudad automática que decía Julio Camba. No
era más que un lamerruinas que viajaba desde el humanismo católico y
sentimental hacia la tecnología del gran diseño de los nuevos amos del mundo.
Cogí el tranquillo. Me costó lo mío pero aquel mensaje de la radio de Manhattan
emitiendo noticias las 24 horas del día para la ciudad que no duerme y aterriza
como puedas marcó mi existencia, desde entonces tengo pesadillas y emulo del
almirante Rickover, odio la guerra especialmente la de exterminio que supondría
una conflagración nuclear. Aquello me marcó, conservo su huella indeleble.
Vivimos con miedo a la bomba, aunque no deja de ser una ironía que el enemigo a
batir sea las toxinas que encargó míster Trump a los chinos y esas toxinas
corporales y bacterias que andan por el aire al que se refiere don Rafa el de
Radio Carcamal. Hago propósito de apagar el transistor que no deja de difundir
proclamas y consignas sobre los peligros del tabaco y la vida sedentaria, yo
seguiré escribiendo en mi acetábulo del jardín de atrás y fumando en pipa, mi
cachimba y yo estamos unidos hasta que la muerte nos separe. Me siento acosado
por las dudas. Los pecados y fracasos de la vida pasada pesan lo suyo y allá
voy trepando con mi cruz a cuestas buscando el silencio de los montes y la
fragancia de los pinos. Una grulla me arrulla con sus cantos espaciados
midiendo el tiempo de mis vigilias. A la puerta de la verja que protege la
entrada de la casona donde vivo un centurión romano alza su penacho sobre el
muro, no es un soldado romano, Es un ángel con alas. Vísperas de Todos los
Santos buen tiempo y las máscaras de Halloween tras las cuales se esconde el
pateta. Todo el mundo anda haciendo el tonto en bacanales y bailes de
disfraces, vuelve el bacanal tras la pandemia, bajé al estanco a comprar tabaco
y allí me encontré a don However que es de los que no se cortan un pelo y el
cura de mi aldea don Xantipa, alto, huesudo la cara triste, palentino y algo
pesetero. Ya frisa casi los ochenta pero de joven era un clérigo gayaspero, las
mozas se acorralaban a los pies del confesionario y lo perseguían hasta la
rectoral pidiendo no precisamente absoluciones sino la gracia de Dios. En
España el poder siempre atrajo las faldas por eso entre la monarquía y la
clerigalla se llevan al huerto lo más granado del elemento femenino. Solteras,
casadas, viudas forman parte de su patrimonio sexual. Hubo obispos como el
cardenal Mendoza que guardaba un verdadero harén en su palacio y de reyes ¿qué
decir? A Felipe IV le daban tantas bascas eróticas que refieren sus biógrafos
que padecía una especie de furor uterino a la inversa, llegando a procrear
setenta hijos entre legítimos y bastardos. Alfonso XII donde vas triste de ti
bebía los vientos por las coristas amargándole la vida a su mujer la reina
austriaca María Cristina. Su hijo Alfonso XIII inventó el cine porno y
siguiendo la tradición de la dinastía no daba paz a la mano. Por su lecho
desfiló el gran puterío matritense, marquesas, señoras de la limpieza e incluso
novicias de los más aristocráticos monasterios de Madrid. Sigue la racha; Juan
Carlos I es hoy la comidilla de las redes y aunque actualmente no pueda con los
calcaños y ande en el exilio, sus coimas se cuentan como las cartas de la
baraja. Así que el bueno de don However no pudo resistir sus impulsos
republicanos en el estanco al ver al cura de nuestra aldea cuyas correrías por
los pueblos del concejo sentaron cátedra pues preñó a muchas. Mismamente cuando
voy al surtidor a llenar el depósito el que me sirve es Fabián.
─Súper... llenar
Fabián ríe para el cuello de la camisa y ni
se inmuta.
─En este país nadie está libre de dudas. Se
lleva aquello de que nadie puede decir este cura no es mi padre. Por eso abunda
tanto hijo de puta.
Clava el mozo sus ojos burlones en mí para
que me aplique el cuento. Pues eso, mi amigo However al ver al arcipreste en el
estanco le soltó una andanada:
─¿Cómo está el cura?
Xantipa que no es tardo de reflejos le
soltó otra:
─Pues de pie como me ves.
─Con ese monstruo que tenéis en el Vaticano
However quedó cortado ante la contundencia
de su respuesta, recogió su cajetilla y se largó. Silencio administrativo y
procesal, el cura de mi aldea es un buen pájaro y listo como los ratones colorados.
Regresé a mi chabola en lo alto de la montaña y me asomé a la ventana para ver
el paisaje. La cima del Fornax mostraba sus crestas peladas coronadas por
molinos de viento. Aun no había nieve, aunque dicen que por los Santos la nieve
en los altos y por San Andrés en los pies. Aquel verano de sequía traía de
cabeza a los científicos. Todos hablando del calentamiento terráqueo y del
cambio climático. El Fornax formaba parte de su familia casi de tanto salir a
observarlo por el ventanuco que da a la huerta del Niso. Casi invita a subir.
Para él era una tentación, realizaría escapadas ascensionales cuando era mozo.
Ya no, pues le dolían las piernas. La cumbre coronada albergaba una ermita
blanca a la que acudían los romeros el día de Santa Ana. Fiestas de prado.
Tambor y gaita. Ahora me resigno a verla desde lejos remembrando el vino y la
sidra que bebí en mi juventud, es el monte más alto de la Sierra del Viento en
perenne coloquio con la cordillera del Cordal de Pravia que desciende hasta el
mar horadando el paisaje de picachos y nemorosos valles. Era el paso
antiguamente de peregrinos compostelanos. Mirándole desde abajo le contemplo
extasiado bañando mi vista con el verde de pinares que cubren las espaldas y
costillares del Fornax. Fue un antiguo volcán. Ínterin, hago examen de
conciencia aterido de punzantes recuerdos en los que estalla la melancolía y el
arrepentimiento. Veo a Etsi encaramada en lo alto de la cúspide. Ella era una
dulce Gioconda inglesa. Su sonrisa sale en cada retrato que conservo de su
persona. Me mira con sus ojos zarcos que envían a la vez dos mensajes: ven y
aléjate. Todo está consumado, you are not
welcome. Podría tomar un avión de Ryan Air y plantarme en menos de una hora
en su pueblo, mi hija vive cerca del tercer aeropuerto londinense. Expurgo mi
archivo interior y ella sigue ahí intacta, inmarcesible; por haberla amado,
valió la pena vivir, I was a lucky man.
Los dos años más felices de mi vida los pasé junto a ella. Un serafín de fuego
vigilaba la garita de sus ojos. Tras el maná vino la sed. Todo lo eché por la
borda. Mas, tiré para adelante, fui andarríos, correcaminos sin brújula devine
en pícaro al igual que ese cura don Xantipa. Lancé una moneda al aire caras o
culos, salieron cruces y vine a dar en la áspera Castilla madrasta de sus
mejores hijos. Si España fue mi cuna, Inglaterra me hizo, Nueva York me deshizo
y Asturias me rehízo. I learnt things the
hard way, no quiero pensar en aquella Eduvigis que me dejo a la puerta de
la iglesia. El rechazo marcó sin embargo otro camino. Y por él estoy aquí,
inconstancias de la vida, misterios de la existencia. Hay que engañar. Eso
forma parte de la idiosincrasia del pícaro. Desde entonces me asustan las
bodas, los trajes de novia me parecen camisas de fuerza, yo soy libre, voy a mi
aire. A ti también te dejé a las puertas de la iglesia Etsi, luego el destino
se vengó conmigo.
El día que nació Helen amaneció espléndido,
pero luego tornó el aire de calima. La maternidad de Westow Croft al norte del
Yorkshire era una vieja mansión que había servido de hospital de sangre durante
la guerra. Pocos saben de la entereza y sufrimientos del pueblo inglés durante
aquella contienda cuando los alemanes bombardearon todo el condado. Era un
edificio victoriano rodeado de pinares detrás un cementerio. Acudí a primeras
horas de la mañana no me dejaron pasar:
—Your
wife is in labour
A mi mujer la habían trasladado en una
ambulancia de madrugada y yo hice autostop hasta York y desde allí me reubiqué
a la localidad en un yermo que llaman “moors” donde el viento sopla con ganas.
Estaba yo muy nervioso y me entretuve dando paseos por el lugar, no había un
alma, penetré en el cementerio. Lo recuerdo bien había una sepultura reciente
de una muchacha de veinte años. Las flores y la corona mortuoria estaban frescas
y la tierra removida se amontonaba en un túmulo. Saqué el rosario que siempre
llevo conmigo y recé los cinco misterios por aquella joven desconocida que
acababa de ser inhumada precisamente cuando mi hija estaba a punto de nacer.
Fue un parto lento y difícil. A Suzanne la pusieron cloroformo, nada de
epidural. En los años setenta la ginecología inglesa estaba aun en agraz y me
pareció muy primitiva. Todo el día me entretuve ensimismado con mis
pensamientos. Por fin a las nueve y media de la noche precisamente a esa ahora
había venido yo al mundo veintiséis años atrás vino al mundo mi primera hija y
aun no puedo zafarme de aquella impresión. Suzanne estaba cansada pero me lanzó
una sonrisa con sus ojos verdegay era una mujer hermosísima la más bella de
Inglaterra y apretó mi mano. Y le dije: “Well
done Zanny, you are a heroine”. Al poco rato se me acercó el doctor
Isherwood hermano del famoso poeta inglés de la década de los Treinta y
estrechó mi mano:
—Míster
Parra you have a beautiful daughter.
—Thank
you Sir, She is going to be beautiful, Her name is Helen the shining one.
Isherwood era el médico de Pocklington,
siempre llevaba una cartera de cuero en la mano y una sonrisa en los labios.
Era el clásico doctor inglés with good
bed side manners. La madre de Suzanne y yo tomamos un taxi y regresamos a
Wilberfoss. Mi suegra la pobre de la cual había heredado mi esposa su belleza
era un manojo de nervios. Creo que celebramos la llegada al mundo de mi
primogénita con media pinta de ale yo y un babysham ni suegra, eran las doce de
la noche cuando entramos en nuestra casa de Wilberfoss. Todavía quedaba algo de
luz en el cielo. Helen nació el día más largo del año. The limelight hacía que la tarde se apagase muy lentamente. Era el
entrelubricán del hemisferio norte que en verano alarga los días y en invierno
hace que a las dos de la tarde sea de noche. Esperando el sol de medianoche.
Los nervios, el amor y la añoranza de aquella jornada no se me pasaron todavía.
Tardé en dormir y escribí este poema:
Unos
vienen y otros van que así es la vida rueda que no cesa
Nadie
se acuerda de vosotros difuntos aquí enterrados pero yo murmuro una oración por
vuestra alma cuando mi hija va a nacer
Dormís
ahí en el camposanto detrás de la torre normanda de la iglesia
Descansad,
pues, sois promesas bajo el césped
De
una nueva vida que empieza
Os
puedo consolar diciendo que no hay muerte
Vita
mutatur non tollitur
La
vida cambia no se arrebata
Vendrá
la resurrección
Dormid
y descansad
Esperando
su llegada
Cristo
vendrá
Retozarán
los corzos del alba en la ensenada
Oiréis
cantar al grillo
En
los interregnos
Son
secretos documentos que mi Fe me ha revelado
Muertos
sois en la esperanza
Ve
con tales nombres a la vida
Hija
de mis entrañas
A la
alegría del vivir del sufrir y padecer
Elena
la resplandeciente
Olivia,
rama de olivo
Que
paz nos trajiste
Fruto
de nuestro amor y nuestra sangre
Nos
fuiste dada por Dios
Carne
de mi carne
Llanto
de mi llanto
Vida
de mi vida
Fruto
de mis entrañas
Mi amigo Quintiliano Quindejas
al que llamábamos "Soguillas" cuando éramos guajes regresó al
Requejar- apud-Tejares tras su visita al cementerio lugar más romántico y mejor
ventilado no puede haber en el mundo para dejar la carcasa con el ánimo
entristecido y yo voy a tratar de poner blanco sobre negro los puntos de su
azarosa biografía. Me llamo Eutimio Guzmán pero para el vulgo soy
“Timi Quinolas” Debe de ser por mi afición a la brisca y los juegos de azar y
al vino que es una carta en la mesa presa. Bebe y aléjate de las mujeres. Eso
es muy difícil, tío. ¿Cómo lo conseguiste? Ah mediante la reportación,
abstinencia y continencia. “Vinum bonunm
laetificat cor hominum”. La cita viene del Eclesiastés... No me vengas con
monsergas, Quinolillas que ya nos conocemos. Sé que eres adepto a los postulados
del Príncipe de la Mentira... Soy sobre todo la sombra del Soguillas, nos damos
caña. Le contradigo con mis propias conclusiones y silogismos Él no me conoce
ni de vista pero yo bien que lo conozco a él. Siempre le canto las cuarenta,
copo la banca y él ni se entera el pobre porque es un cura apóstata que anda
algo perdido yendo de acá para allá, de sinagoga en sinagoga, de quilombo en
quilombo, de taberna en taberna y de rota en derrota. Somos tahúres de la
palabra. Los dos somos de Segovia, la patria del “Buscón” y del “Domine Cabra”.
Escuchamos voces, atendemos a la llamada pero luego resulta que estos gritos
son refracciones del aire que sale de una boca que no existe. Bajo el tornavoz
del púlpito coronado por la Paloma del Paráclito pongámosle paños al pulpito se
han vaciado los templos de la habitual predicación. Los sermones evangélicos se
han convertido en mensajes comerciales compra esto, adquiere lo otro, venga a
nuestras rebajas. Son las homilías de un tiempo. La moralina del consumo, la verga
de don Venancio, que anuncian por la tele. Con estos polvos se te va alargar la
polla, se te pondrá dura como un burro. Culto a Príapo para gloria de Afrodita.
Vivimos un tiempo de vacas gordas en la abundancia pues la vida se ha hecho más
fácil y cómoda con los nuevos inventos. La tecnología es la gran sustituta de
la teodicea. Aviad pronto, chiquitos, y no os quejéis tanto que nunca vivisteis
mejor ni lo tuvisteis más a huevo. Pues también es verdad ¡cáspita! A los dos
nos une un estrecho vínculo de amistad y compartimos la afición por la
literatura, vivimos enterrados entre libros y nos fustiga la misma comezón
desalentadora por un tiempo que se va,
mientras nos resistimos a abandonar la partida. Este tapete verde de la vida
nos hipnotiza viendo morir al mundo en que vivimos y la destrucción de nuestros
sueños. Ya somos viejos pero hemos sobrevivido a la peste pandemita que asuela
toda la tierra. Aunque con diferentes ideas los dos hemos sido periodistas.
Somos, en una palabra, el yin y el yen hecho carne, la tesis y la antítesis,
sin que nuestras diferencias políticas empañen el vínculo de nuestra amistad
subliminal de coloquios entre las sombras que suenan a dolor de atrición y de
arrepentimiento. También nos une al amor a un Cristo heterodoxo que circula por
nuestros redaños barra libre y poco tiene que ver con ese Jesús usurpado y
trastocado por los vaticanos. Él es el que no desaparecerá. Está en la historia
cuyas palabras no pasarán. Al menos eso es lo que esperamos. Yo me propongo
escribir la historia del pobre Soguillas al que unos dan por loco; otros dicen
que es un santo mártir de la causa y para la mayor parte, sintiéndose
indiferente, que es uno del montón, atravesando el Mar Rojo del cambio de hora
y de era.
El primero de octubre día de la
onomástica del Caudillo convalecía yo en el hospital de Puerta de Hierro de una
operación de cáncer de próstata y se me apareció el bien aventurado don Camilo
José Cela. En vida fue muy amigo mío y me dijo hablándome al oído:
─Oye, Dumveneris, como ya curaste
de lo tuyo, toma tu camilla y anda.
─ ¿Qué dices Camiliño?
─Sí. Por estas que son cruces,
levántate de la cama de este hospital que huele a muerto y vete a la Alcarria.
Quiero que escribas mi segundo viaje a la Alcarria.
─Domine non sum dignus. Dios no me dio una pluma tan brillante como
la tuya. Yo solo pongo borrones negros sobre blanco.
─Algo saldrá. Recuerda lo que
te dije una vez en aquella entrevista que me hiciese en el piso de Torres
Blancas.
No atendí los ruegos de mi
maestro pero un cuervo que hablaba desde su nido en un árbol del patio de la
sala donde yo estaba postrado y muy malito empezó a leerme los grandes libros
de CJC “El Pascual Duarte”, “La Colmena”,
“Judíos moros y cristianos” y “Madera de boj”. Es una literatura como Dios
manda que a mí me gustó poner en práctica. Que no me hablen de Proust, ni de
Joyce ni de Kafka epígonos de la anti literatura. Yo voy por lo segao. Ya estoy inoculado contra la pandemia. Ayer me puse la
inyección en el hospital de la Misericordia de Avilés, regentado por las
hermanitas de San Vicente de Paul, la toca blanca esa toca enorme que parece un
avión la cruz al pecho y el rosario a la cintura. Radio Florito se pasa la
santa mañana tardes y noches dándonos noticias de los altibajos de la pandemia.
Cómo evoluciona todo esto. No se informa de lo verdaderamente importante de
donde salió el morbo, cómo se trasmitía la cepa, quien trujo el bicho, en qué
probeta lo incubaron la madre que lo parió; si fueron los murciélagos o los
chinos de Wujan. Hoy tantos muertos ayer tantos contaminados. Se desinforma y
se nos confunde. Eso es tomar el rábano por las hojas. Don Híspido Estadístico
juega al chito con nuestros temores pero de algo hay que morir y que se mueran
ellos. Salimos del Notejode,
librándonos de unas para meternos en otra, en el Nosajodio, la pescadilla que se muerde la cola, vueltas y vueltas
al trillo y no es que me quejo no porque entré en el bombo de los escogidos
pero a muchos colegas les ha salido la hoja roja y pronto dejarán de fumar. Los
españoles que fuimos durante mucho tiempo carne de cañón, carne de horca y
carne de prostíbulo, ahora nos hemos convertido en carne del tósigo letal del
Covid, desde que la pandemia habitó entre nosotros en el maldito año bisiesto
de 2020. Son cosas del Covid y de la gran peste aniquiladora. Les dirá un funeral ese Fray Buscón el del
pelo blanco que anda saqueando a los ricos para dárselo a los pobres y él,
receptado el donativo de los famosos a los que acude con frecuencia al no haber
sarao o fiesta donde no esté invitado o no se cuele este páter que es un
vivales, se guarda los cuartos,
quedándose con el santo y la limosna. Dios confunda a quien no espabila y este
fraile es un lince para la pasta. Huele los dineros a leguas de distancia.
Nunca te dirán lo importante por los micrófonos de Radio Florito que dirige un
colombiano que ha saltado desde la panza del caracol. Imposta la voz, presume
de voz y se mete con los venezolanos y con los cubanos. El hipócrita ve la paja
en el ojo ajeno y olvida la viga en el suyo. Colombia es el país que parió más prostitutas. Es el vivero de la
gran meretriz. El de las putas de Internet las más guarras, indecentes y
desvergonzadas, ─toda la coca es manejada por potentados impresentables─ del
mundo las que montan por la Red esos numeritos de esperma blanco cuando les
viene el deleite y grandes mamadas. Todas hablan español y uno al verlas siente
vergüenza de su idioma castellano. Es una nación aprisionada entre las garras
de la bestia. Colombia me parece a mí que tiene la forma de coño buscando el
gran carajo. Nicolás Maduro me parece un tipo mucho más digno al menos patriota
pues no se rinde ante el bloqueo comercial de los gringos que quieren asfixiar
a su patria matándola de hambre, anhelantes de su petróleo. Venezuela y Cuba humilladas
y ofendidas no agacharon la cerviz. Colombia es el gran burdel de los EE.UU
como lo fue Cuba en la ´poca de Batista. García Márquez se le iba la fuerza por
la boca mucho palabrero para luego nada decir y es que ha caído particionero en
manos del sionismo, solipsismo que nos ahoga como esa serpiente que avanza por
el mundo enrollándonos al cuello con sus pestíferos y letales arillas. Pues ese
es el jefe de Radio Florito emisora de derechas de toda la vida sucursal del
Maligno, director un tal don Verbilindo, más dura será la caída. Como no tengo
otra cosa que hacer: oír radio, ver novelones por la tele y estar aditivo a los
chats porno de la red en la cuadra en la que vivo pues me entero de todo, o a
lo mejor no me entero de nada. Me lavan el cerebro con una de esas mangueras
municipales con las cuales nos refrescábamos las pantorrillas cuando éramos
niños mientras cantábamos el “aquí no llega bombero tu manga riega y si llegare
no me mojare”. Estamos calados hasta los huesos. Estamos todos hechos cisco. A
don Puertas no le cuadran las cuentas y hace numeritos al objeto de reducir
demografía y para ello pone cuatro remedios: pornografía, conflictos
regionales, desamor y virus. Vacía las aldeas como si fueran las cuadras de
Alfeo. Labor de Tántalo. Los pueblos y aldeas vacíos, se derrumban las iglesias
y las campanas de bronce se hacen cisco pues como es la campana así la
badajada, pero ya no tocan a misa. ¡Si
serán elucubraciones mías! Mis amigos me llaman negacionista pero yo me
considero un tío legal. Llegan en cayuco oleadas de emigrantes, invaden las
islas, inundan las ciudades donde viven
hacinados y expuestos al morbo cainita, que es como llaman algunos
epidemiólogos de nuevo implante socarronamente. Don Guillermo va y compra a
bajo precio las tierras pignoradas y las vende o las explota al máximo
exponente. Así es como se hicieron millonarios los Rochild con sus palomas
mensajeras y sus inversiones millonarias durante las guerras napoleónicas. La
serpiente no deja de crecer y de arrastrarse. Llena de baba o de lefa el suelo
que pisa escupiendo sus fauces el veneno de la entraña con lengua retráctil y allí donde toca el
escupitajo de la gran culebra no vuelve a crecer la hierba. Yo la vi cómo se
arrastraban por las crujías de Cuidados Intensivos del hospital de la
Misericordia de Avilés mientras una enfermera peruana muy amable me vacunaba
contra el Covid. Su voz era dulce y cantarina como el de una sirena. ¿Por qué
estás alegre, hermana? Porque hay que cantar cuando se lucha contra la muerte.
No se podía dar un paso por las salas. Los viejos ─les tocaba el turno a los
nacidos entre 1942 y 1944, éramos una buena peña de setentones en la flor de la
senectud─ como ovejas que llevan al matadero todas para el arrastre. El rubio
Sisenando ahora está muy callado pero no paraba de darnos la murga con los
chinos, quería hacer la limpieza étnica, una verdadera sarracina como antes se
llamaba y empezó a gobernar por tuiter a los chinitos les voy a meter un brazo
por una manga pues hay que ver lo que ha cambiado el mundo cuando yo era niño
los frailes repartían huchas por el Domund para que saliésemos a cuestar por
los chinos y ahora son estos hombres de tez amarilla y ojos oblicuos, al
socaire de Mao con su libro rojo y Chu-en-lai, nuestros colonizadoras. Tecnologías
punta. Llegan hasta nosotros con un libro de Mao en el bolsillo. Es un libro
rojo en caracteres chinos que lanza profecías inexorables. Europa se ha
dormido. Kaput. Morirá de su propio éxito. Son ellos los que nos leen la
cartilla de Fumanchu. A mí me parece que don Sisenando el rubio con esa melena
de camionera de la Ruta 66 un nabab del ladrillo con las cuatro reglas mal que
bien aprendidas fue el culpable en razón a que temía su competencia, les mandó
los padrinos escondido en un tarro fatal donde se guardaba el especifico que
suelto en el aire y dejado por correr por las cañerías o almacenado en la
cabina de los aviones había de causar la muerte de millones de seres humanos.
Juegan al trompo con nosotros. Promulgan la eutanasia y aplican anticonceptivos.
Sobra gente en el mundo. A pesar de todo, la vida sigue siendo bella. Las
terrazas de los bares están repletas de gente que toman piscolabis con
mascarilla. Muchos factores que yo no acabo de entender se mezclan en este totum revolutum de la peste aviar
verdadero flagelo del género humano del que todo es confuso tanta información
de mezcolanza desinforma. Por lo visto el año bifronte dos veces veinte del
siglo XXI fue el año de Nostradamus el de gemir y crujir de dientes. No nos
pongamos trágicos. Sea lo que Dios quiera. De algo hay que morir.
LIBRO CUARTO
En 1977 agosto caía sobre Nueva
York plomo derretido hubo un apagón gente quedó varada en los ascensores los
semáforos dejaron de funcionar los quirófanos quedaron a oscuras y los
pacientes agonizaban en la mesa de operaciones un caos. La ciudad automática la
ciudad que no duerme paró de pronto. Con el corte del fluido eléctrico bajaron
desde Harlem al bajo Manhattan las tribus urbanas y empezó la gran pecorea,
el looting. En la gran pecorea
yo vi a morenos que saqueaban las tiendas arramblaban con televisores lavadoras
infernillos. Muchos neoyorquinos de buena voluntad se preguntaban si no había
llegado el apocalipsis. El apagón nos hizo mascar el polvo de la derrota
demostrándonos lo frágil que somos. Se va la luz y todo se interrumpe porque el
soporte vital de nuestras ciudades se cifra sobre la tecnología. Un simple
fusible da en quiebra y adiós mis pavos que atruena. Yo vivía en el piso 24 de
las Torres de Water Side Middle Manhattan. Salí de casa y bajé a tientas por la
oscura escalera. Saludé en el vestíbulo al janitor un portorriqueño simpático de pelo rizo en mis
conversaciones mezclaba el inglés con el castellano spanglish. Pude ganar la
plaza donde estaba sentado mi amigo el rabino Yankel que también mezclaba el
inglés con el yiddish. No estaba aturdido el buen rabí que vestía camisa blanca
y una dulleta que le llegaba hasta más debajo de la pantorrilla.
─Hello, there. How come?
─This is a signal of Apocalypses─, dije
Yankel empezó a reírse por toda la barba. Exhibía en
su atuendo personal cierto descuido pero miraba con ojos penetrantes de
Einstein. Sus barbas apostólicas estaban blancas, sus tirabuzones negros, el
zapato sucio y mal atado. Era un judío ortodoxo observante de la ley. con un
gorro imponente de felpa sobre la cabeza casi tan grande como medio paraguas,
los tirabuzones, la barba en parroquia,
los ojos tristes de tanto leer y la frente algo macerada por darse la testa
contra el muro de las lamentaciones. De las espaldas colgaba como de una percha
su sucio dulleta. Yo no comprendí cómo tan dulces personajes pueden ser odiados con tamaña inquina aunque
comprendí que si uno por uno representaban a los mansos corderos del evangelios
unidos en comandita se transforman en tigres pudiendo llegar a ser gente
fanática, toda la peña, al reivindicar la Tierra prometida. Imbuidos de ese
misticismo que desdeña los halagos del mundo y el poder y la riqueza que ellos
controlan. Ya me dirás. Pertenecía a un pueblo indestructible que seguía
vistiendo como los padres del Viejo Testamento observando su dieta y rezando la
Shemá al levantarse y al acostarse. A los askenazíes no les era permitido
hablar con un goim pero solía saludarme y conversaba conmigo. Quizá observando
con su ojo clínico y su vista gastada de tanto escudriñar los textos sagrados
que a lo mejor yo podía pertenecer a su elenco. Sabía que en España hubo
infinidad de conversos que mudaron de credo en apariencia por más que en
secreto siguieran con sus abluciones judaicas sus cantos y todos esos elementos
residuales de nuestra herencia mosaica.
─Eso es una canallada que inventaron los nazarenos. Cristo es un
veneno. El mundo no se acaba.
─ ¿Cómo qué? El apocalipsis de san Juan fue escrito por un judío
el apóstol san Juan en la isla de Patmos.
─Ese apóstol que tú dices era un griego.
─ Paparruchas, el mundo es eterno.
Me quedé de un aire horrorizado por la blasfemia que acababa de
escuchar. Había un supermercado en las inmediaciones y la gente salía cargada
con garrafas de agua mineral. Tampoco manaba por los grifos el líquido
elemento. No funcionaba la bomba de las cañerías. El verano neoyorquino del 77
fue tórrido y hubo un gran apagón. Se produjo un caos en la ciudad automática.
Los ascensores no funcionaban, en el metro quedaron atrapados los trenes de
cercanías, hubo violaciones y navajazos y desde
Harlem y Brooklyn bajaron las hordas de negros y portorriqueños y
asaltaron las tiendas de electrodomésticos. Se veía a muchos individuos
cargados con televisores de plasma, trajes y zapatos de marco a lo largo de la
Quinta Avenida. Arramplaban con todo.
Las hordas devastaron la gran Manzana sujeta el expolio de la gran
pecorea.
Le dije al rabino que esa idea de la impostura que achacan los de
la Vieja Ley al Salvador no era suya. La había lanzado Nietzsche el padre del
nazismo. Yankel volvió a reírse y me ofreció un pitillo Malboro puro sabor
norteamericano. Me mostró la cajetilla:
─Dime, español, ¿cuántos cigarrillos hay aquí dentro?
─Veinte menos dos, que vamos a quemar tú y yo, dieciocho.
─Eso es. Una verdad matemática. Algo que puede ser
demostrado y probado. Vuestro Nazareno no puede demostrarse. Pudo ser un
invento.
─Un invento─ replico─ que dio la vuelta a la historia. La cruz
está en todas las partes. En las torres de las iglesias y catedrales, en las
salas de los hospitales a la cabecera de los enfermos cobijando a los
moribundos, en las aulas de las escuelas sonríe los cielos formando el arco
iris de Constantino in hoc signo
vinces y se reclina incluso sobre el pecho de las mujeres mundanas.
La cruz es el Logos, la sabiduría infinita que hace que el mundo siga
girando
─ Humbug, retórica pura retórica – dijo Yankel con una frase de
Scrooges el personaje de Dickens en Christmass
Carols.
─ En ese caso toda la Biblia es lo mismo: una historia de hazañas
bélicas, o una novela rosa con referentes epitalamios de carácter erótico como
“El Cantar de los Cantares”
Quedó pasmado ante mi blasfemia
─ Es la palabra de Dios. Es el pacto entre Yahvé y el pueblo
elegido. Algo que los idólatras no podréis comprender. Somos el pueblo del
libro y la tierra. Algún día volveremos a tomar posesión de ella.
─ Eso es puro sionismo
─ Yo no soy sionista. Israel no ha de ser nunca una nación vulgar
con sus parlamentos, sus políticos, sus corrupciones, sus periódicos─ afirmó
rotundo Yanquel sin perder su sonrisa.
La ceniza del Malboro se le había quedado esparcida por la
pechera. Por debajo de su traje solar negro le asomaban las puntas de una faja
blanca las filacterias. Su mujer y su hija que presenciaban divertidas nuestra
conversación a longe (de lejos), como las buenas mujeres en el Calvario, le
hacían señas para que acabáramos nuestro intento de solucionar los problemas de
la humanidad pero al rabino le divertía contraatacar. Quizás les sorprendiese
ver a Yankel discutiendo con un goim. A todos los judíos les encanta discutir
sin pelear. Un proverbio ruso advierte que donde hay dos judíos surgen tres
opiniones diferentes. A Waterside Plaza llegaban las voces de los
depredadores que saqueaban las tiendas de la First Avenue y allí estábamos los
dos entregados a nuestras disquisiciones teológicas. Como Daniel en el foso de
los leones impávidos ante una atardecida llena de furores. El mundo siguió
marchando sobre sus ejes. Esto es la guerra. Apagadas las televisiones,
funcionaban a toda mecha los transistores de pilas, relatando los incidentes
del apagón. Creo que con esto de la pandemia Covid vuelve a repetirse la
situación de apagón que yo viví en el tórrido verano del 77.
Mucho me extrañaba a mí el anti sionismo de mi interlocutor. Sin
embargo, me formuló al cabo una profecía:
─Para nosotros el dinero no es más que un salvoconducto de huida
en tiempos de persecución. El oro aplaca el corazón del tirano. Tampoco nos
interesan los honores ni los suntuosos edificios las grandes catedrales. Vamos
siempre con lo puesto en un dilatado tiempo de Cabañuelas para cruzar el
desierto. Pero el día que dominemos los medios de comunicación todo se nos dará
por añadidura. La prensa y la televisión es nuestra arma de combate. El
objetivo es el dominio de la mente humana, la eternal Wisdom. Los periódicos y
la tierra. Somos un pueblo agrícola. Cuando alcancemos la tierra prometida
volveremos a ser agricultores.
Por boca de Yankel estaba hablando Billy Gates con más de medio
siglo de anticipación. Se informa que el gran nabab de la comunicación el
hombre más rico del mundo a través de facebook, Amazon y las redes sociales
está adquiriendo tierras de labor en América del Norte, en Colombia, Venezuela
y Argentina. De esta conversación durante el apagón con aquel rabí un verdadero
oráculo de sabiduría pero como todo humano también sujeto a las contradicciones
obtuve certidumbres y dudas. Dicen por mi pueblo que todos tenemos una
ventanillo al cierzo y que cada uno estornuda como Dios le ayuda. Nueva York me
hizo conseguir una visión distinta del mundo. Es una ciudad judía meca
del cosmopolitismo pero si se apaga la luz por avería todo se va a tomar por el
culo.
Anoche no pude dormir. Veía a una bella mujer golpeada,
maltratada, escupida, denigrada por su explotador. El anticristo ¿es polaco? Y
veía al papa Wotyla, el siniestro polaco, en los infiernos, revolcándose con
los diablos. Fue el que destruyó la URSS e hizo de la santa Iglesia de Xto una
sucursal de los derechos humanos. En mis andanzas de corresponsal en Varsovia
sentí la presencia del Malo. Otra vez en Kiev, la santa, vi los campanarios de
sus iglesias derribadas.
Vi a dos ángeles negros que alzaban sobre el cielo un cartel en
latín que decía Russia delenda est.
El ángel negro era la viva estampa de Zelensky, unas navidades, un tipo que
debía de ser de su familia quiso jugar con mi cabeza a los dardos. Era un
hebreo de Lvov que se acostaba con Linda que fue una amiga mía y acudí a ella
viéndome perdido. Se me había acabado el dinero.
Alguien había robado la cartera. Mi ex no quiso recibirme y no
pude ver a mi hija Helen. Fue como una pesadilla, pero yo (no me huelgo ni me
enorgullezco presuntuoso por ello) yo tengo pálpitos proféticos. Anoche volvió
el ángel negro cuando apareció en la pantalla de mi ordenador el rostro hermoso
de Stella una de las mujeres rusas que yo más admiro en la Red.
La Nicole Kidnam y otras beldades de Hollywood son superadas por
ella en hermosura con creces.
Miren las fotos de su cara que adjunto. Tiene la desgracia de trabajar para un
chat porno.
Stella que debió de ser maestra en una escuela siberiana, no
tiene nada que ver con las furcias que perpetran asquerosas guarrerías por la
red. Solo se desnuda en los privados de pago. Un ochenta por ciento de sus
ganancias se los lleva su chulo, un pimp
polaco que la convenció para que se fuese con él las pasadas Navidades.
Fue el autor de la paliza el muy cobarde. Puñetazos en los ojos
y moratones en el arco ciliar, ojos de haber llorado. Se me revolvieron las
tripas y vi volar al diablo por la Red con más fuerza que nunca destruyendo a
Europa a la familia con sus perversiones. Rusia es el objetivo de este
ataque porque es el único que enarbola el pendón de la cruz cuando el resto de
las cristiandades ruedan por el derrumbadero del laicismo. Stella
la siberiana es la representante de la belleza y de la pureza de la nieve de
las llanuras que la vieron nacer y elegante, cual las olas del lago Baikal.
Porque ella sigue siendo
un manantial de pureza, aun cuando
se dedique al oficio más antiguo del mundo en el que me parece una aficionada y
desconoce sus maldades y por eso tuvo la desgracia de recibir una paliza precisamente
el día de su santo que los rusos siempre celebran con entusiasmo. Reparte amor
y sonrisa a una Europa atascada en el odio y la gran mentira
Anoche no pude dormir. Veía a una bella mujer golpeada,
maltratada, escupida, denigrada por su explotador. El anticristo ¿es polaco? Y
veía al papa Wotyla, el siniestro polaco, en los infiernos, revolcándose con
los diablos. Fue el que destruyó la URSS e hizo de la santa Iglesia de Xto una
sucursal de los derechos humanos. En mis andanzas de corresponsal en Varsovia
sentí la presencia del Malo. Otra vez en Kiev, la santa, vi los campanarios de
sus iglesias derribadas.
Vi a dos ángeles negros que alzaban sobre el cielo un cartel en
latín que decía Russia delenda est.
El ángel negro era la viva estampa de Zelensky, unas navidades, un tipo que
debía de ser de su familia quiso jugar con mi cabeza a los dardos. Era un
hebreo de Lvov que se acostaba con Linda que fue una amiga mía y acudí a ella
viéndome perdido. Se me había acabado el dinero.
Alguien me había robado la cartera. Mi ex no quiso recibirme y
no pude ver a mi hija Helen. Fue como una pesadilla, pero yo (no me huelgo ni
me enorgullezco presuntuoso por ello) yo tengo pálpitos proféticos. Anoche
volvió el ángel negro cuando apareció en la pantalla de mi ordenador el rostro
hermoso de Stella una de las mujeres rusas que yo más admiro en la Red.
La Nicol Kidnam y otras beldades de Hollywood son superadas por
ella en hermosura con creces.
Miren las fotos de su cara que adjunto. Tiene la desgracia de trabajar para un
chat porno.
Stella que debió de ser maestra en una escuela siberiana, no
tiene nada que ver con las furcias que perpetran asquerosas guarrerías por la
red. Solo se desnuda en los privados de pago. Un ochenta por ciento de sus
ganancias se los lleva su chulo, un pimp
polaco que la convenció para que se fuese con él las pasadas
Navidades.
Fue el autor de la paliza el muy cobarde. Puñetazos en los ojos
y moratones en el arco ciliar, ojos de haber llorado. Se me revolvieron las
tripas y vi volar al diablo por la Red con más fuerza que nunca destruyendo a
Europa a la familia con sus perversiones.
Rusia es el objetivo de este ataque porque es el único que
enarbola el pendón de la cruz cuando el resto de las cristiandades ruedan por
el derrumbadero del laicismo.
Stella la siberiana es la representante de la belleza y de
la pureza de la nieve de las llanuras que la vieron nacer y
elegante, cual las olas del lago
Baikal.
Porque ella sigue siendo un manantial de pureza, aun cuando se dedique al
oficio más antiguo del mundo en el que me parece una aficionada y desconoce sus
maldades y por eso tuvo la desgracia de recibir una paliza precisamente el día
de su santo que los rusos siempre celebran con entusiasmo. Reparte amor y
sonrisa a una Europa atascada en el odio y la gran mentira. Stella celebraba su
47 cumpleaños cuando recibió una paliza que estuvo a punto de costarle la vida-
yo vengo siguiendo el caso desde las pasadas navidades cuando este individuo
polaco que firma con el alias de Bjowy1950 (debe de ser un viejo algo
valetudinario que significa cuentos de hadas) la compró para llevársela a
Israel. La prometía el oro y el moro pero en Jerusalén acabó en chica de
alterne violada y maltratada y explotada porque con el negocio de la prostitución
el Bjowy 1950 el de los cuentos de hadas obtuvo pingues ganancias. A mí me da
pena esta pobre mujer que cayó en las redes de la trata de blancas. Así lo
denuncio a la policía para que metan al criminal en la cárcel.
Es un polaco un enemigo de Rusia que maldecía al
presidente Putin y se reía de él cuando se jactaba con estas palabras:
"iré a por ti con visado o sin él aunque tenga que pisarle los cojones a
Vladimir Putin. La serpiente estaba entre la hierba.
Luna llena de septiembre un verano más. Los
pavorosos incendios en Orense y el Jerte, apagados pero aun renuentes,
inspiraban la serenidad de la noche clara. Salí al estragal a tomar el fresco.
Como hacía algo de biruji fui a por la manta del tresillo y se la coloqué sobre
los hombros a mi señora compañera de berrinches porque la serpiente se oculta
entre la maleza del destino, no la vemos aunque la intuimos. Y yo pensaba en la
Suzi. Sus ojos dulces me miraban en inglés a través de la cordillera, ya más de
medio siglo sin mirarse en aquel espejo que fue mi vida entera y lo perdí. Anguis est in herba (la serpiente se
oculta entre la hierba) pensé todo arrepentido pues aquel amor, yo lo
traicioné, pero me divorcié y volví a desposarme con la literatura. Palo y mala
vida, vita est. Quise robar la luna redonda perfecto círculo como una hogaza
blanca colgada en la lejana panadería del firmamento.
Hacía frío, teníamos el alma congelada,
aquella no era mi mujer sino una peregrina que conocí en el camino para aliviar
la fatiga y la sed y todos esos avatares de la existencia, A su lado no fui
feliz. Sólo hubo coces, voces y desatinos pero tomábamos el fresco de los
desengaños como si tal cosa y acabábamos de celebrar las bodas de oro, medio
siglo de exilio, Hablábamos del amor como quien oye llover. He aquí que a
través del valle del Aulencia llegaba el sonido de las olas al romper. La mar
bufando estaba aquella noche. Las ondas estallaban contra los cantiles de la
playa y yo quise robar la luna. Soñé con metas inalcanzables.
¿Puedes subir? Traerme una escalera. No
llegarás nunca alcanzarás la cúspide, el último piso ni te coronarás de laurel,
pero mira que hermosa está la luna del plenilunio. Aires de septiembre.
Un
verano más en tu vida y tú empeñado en empresas quijotescas, siempre anduviste
metido en camisas de once varas, Antoñito. Quisiste romper una lanza por Olga
la larga y acabaste molido entre las aspas del molino de viento de la
prostitución. Te metiste a redentor de cautivas y estaban ellas tan a gusto en
el harén esperando la llamada del sultán para una nueva noche de amor. Eso se
llamaba trabajar para el turco. Escuchabas sus mayidos de gata en celo y sus
apasionados suspiros las frases entrecortadas del deseo Fuck me, I want your
cock. No pares ay que gustito, oh my god, métemela otra vez. ¿Por qué aquellas
barraganas en lo alto de su coyunda se acordaban de Dios cuando estaban
jodiendo?
Una
a una iban quedando preñadas las odaliscas rusas del gran harén de Estambul y
tú Antoñito no eres un mercedario, llevas cerquillo y tu tonsura pero rescatar
a estas mujeres, sacarlas del vicio y de la prostitución va más allá de tus
fuerzas. Deja que la luna se pierda por
el oeste cuando amanezca y no le cuentes a nadie tus desventuras. Quisiste
robar la luna y llevártela a tu casa gozarla como aquel personaje del cuento de
Gogol. Se te pasó a la edad, estás para pocos trotes. Es verdad. Cerramos la
puerta de nuestra casa mi mujer y yo. Aquella noche dormimos como dos bebés. La
luna envió a un mensajero un ángel a velar nuestros sueños de cincuenta años de
desamor. La serpiente se escondía entre la yerba.
Mi amigo Quintiliano Quindejas al que llamábamos
"Soguillas" cuando éramos guajes regresó al Requejar- apud-Tejares
tras su visita al cementerio lugar más romántico y mejor ventilado no puede
haber en el mundo, a orar por sus difuntos. No estaba seguro de que fueran
escuchadas sus interpelaciones a lo alto. Allá la oficina de reclamaciones
celestial debía estar cerrada o era la hora de comer. Sólo con los ojos de la
fe podía tener sentido aquel enigma en oposición abierta a los dictados de la
naturaleza que guarda ominoso silencio sobre el sentido y propósito de nuestro
vivir. Somos física y química, un setenta por ciento de agua riega nuestras
células que se pudren cuando el corazón se para. Somos tierra y el barro en que
nos fraguaron, un cuerpo que se descompone en polvo. Ítem más, aquel quietorium
donde reposaban sus antepasados era un
lugar bello, bien soleado y aireado por el viento seco de la meseta. Le
entristecía y le espantaba el pensamiento de la muerte cuando acababa de
cumplir setenta y seis años después de haber curado del Covid casi
milagrosamente. El tiempo se acababa. Siento mis manos vacías, Dios mío.
Aceptaba los hechos, concedía derrota. Había llegado desde su rincón asturiano
donde vivía solitario con un retrato de san Laconio eremita sobre la cama y una
calavera encima de su mesa de trabajo para rogar piedad y misericordia y
entregarse a una profunda meditatio
mortis al estilo de los místicos que vivieron sólo para prepararse para la
muerte. Hay que morir hay que dejar la
carcasa. Lo irremediable no tiene vuelta de hoja Tal pensamiento se convertía
en una obsesión dejándole entristecido el
ánimo entristecido, y yo voy a tratar de poner blanco sobre negro los
puntos de su azarosa biografía. Me llamo Eutimio Guzmán pero para
el vulgo soy “Timi Quinolas” Debe de ser por mi afición a la brisca y los
juegos de azar y al vino. Bebe y aléjate de las mujeres. Eso es muy difícil,
tío. ¿Cómo lo conseguiste? Ah mediante la reportación, abstinencia y
continencia. “Vinum bonunm letificat cor
hominum”. La cita viene del Eclesiastés... No me vengas con monsergas,
Quinolillas, que ya nos conocemos. Sé que eres adepto a los postulados del
Príncipe de la Mentira... venida la hora del Separador que apartará el trigo de
la cizaña. Me pregunto yo si no seré yo la sombra del Soguillas, su alter ego,
su otro, el exergo, la sobrehaz, la otra cara de la moneda. Por eso nos damos
caña. El debate se prolongará durante toda la eternidad.
Le contradigo con mis propias conclusiones y silogismos Él no me
conoce ni de vista pero yo bien que lo conozco a él, y hasta puede decirse que
vivo en él. Soy su “otro”. Siempre le canto las cuarenta, copo la banca y él ni
se entera el pobre porque es un cura apóstata que anda algo perdido yendo de
acá para allá, de sinagoga en sinagoga, de quilombo en quilombo, de taberna en
taberna y de rota en derrota. La hez de la sociedad, los últimos de la fila,
los perdedores, los anarquistas, los soñadores, apartados por la chusma, hablamos
otro lenguaje. No nos entienden. Ya somos viejos. Somos tahúres de la palabra.
Hemos leído demasiados libros, lo que no se perdona en estos días de abundancia
hedonística de analfabetos. Los dos somos de Segovia la patria del “Buscón” y
del “Domine Cabra”. Hijos del arroyo, flores de jara. De la picaresca y de la
astucia atributos, y puesto del dicho que se dice que de escarmentados se hacen
los arteros, algo nos toca. La mala vida nos enseñó a disimular pues en este
mundo todo se nos va en apariencia. Alardeamos de blasones y de venir de la
pata del Cid cuando no somos sino perailes. Al mirar cuanto dejé atrás en mi
vida pasada siento haber sido un cero a la izquierda. Escuchamos voces,
atendemos a la llamada pero luego resulta que estos gritos son refracciones del
aire que sale de una boca que no existe. Bajo el tornavoz del púlpito coronado
por la Paloma del Paráclito (pongámosle paños al púlpito) se han vaciado los
templos no se escuchan sermones, murieron los predicadores. Los púlpitos fueron
sustituidos por cámaras y micrófonos. Desde su ambón se imparte la teología del
mercado y los anunciantes de un mundo feliz en el cual no cabe ser, sólo tener─
el mejor piso la mejor lavadora, el cuerpo más apolíneo, las más bellas
mujeres─ consumismo a cada hora. Vivimos
dentro de una burbuja, no sirve darle vueltas. Nuestra vida es más regalada que
la de nuestros padres. Labramos con el pescuño y la reja del arado romano y
ahora andamos por el ordenador, los viajes a Marte, el cambio de sexo y la
reproducción asistida. Sin embargo no hemos podido acabar con la pandemia y los
políticos se refieren al cambio climático como una amenaza apocalíptica.
─Cultura de la queja, Eutimio
─Cierto. Nuestra senectud está siendo mucho menos trabajosa que la
mocedad.
─Se extinguieron las pasiones. No se nos empina, abandonos Príapo.
Estamos para sopitas y buen vino. Se acabó el tiempo del “cherchez la femme”.
La anafrodisia nos sume en estado de lánguido estupor a la vez que nos libra
del alarde venéreo.
─Eso serás tú, Soguillas. Yo todavía… todavía.
─A mí el sexo ya no me pica. Me causa risa. Entro en los chats
porno de la red para conjurar mi aburrimiento de las largas noches del invierno
en la casona. Me hincho a ver cufros, tetas, carajos, meneo masturbatorio,
eyaculaciones salvajes y suspiros, he descubierto que la hembra es insaciable
como dicen que era Felipe IV el rey nuestro señor. El fuego no se le apaga
eternamente en su pebetero. Todo son glándulas químicas. Una función
fisiológica y casi coprológica como mover el vientre o evacuar la vejiga.
¿Dónde están las feministas? ¿Qué hacen las sufraguistas de los movimientos ad
lib para evitar que la mujer se convierta en una paridora objeto de placer?
─Mal andas, pecador. ¿Y este es aquel antiguo seminarista que
aspiraba a la hornacina que quería ser santo como Luis Gonzaga. Y ahora vives
como un eremita en su Tebaida apartado allá arriba en un lugar donde cristo
dios las tres voces.
─Si no lo quería al menos lo disimulaba. Desde los quince años
llevaba cilicio los viernes en cada pata. Había que mortificar la carne pero de
cuanto perdí ahora me resarzo.
─Fariseo.
─Gilipollas.
─Vivo sin vivir en mí
Estas
internas discusiones del yo enigmático llevaba nos a ponernos boca bajo frente
al abismo. A lo lejos quedaban las anfractuosidades de los vientres de la
montaña ocultos como su sino. ¿Cuál sería su destino? La quintana en soledad no
respondía a la interrogante. Estaba plantada como una torre dominadora sobre el
caserío de la aldea alzándose casa de indianos sobre los pumares de
Valleluengo. Olor a cucho y aire claro. Allí fuime yo a pasar mis últimos días
en una aldea que llaman Butiellu. Su anejo: el Uellu por los pagos de San
Fermín cerca de la rasa que mira al cántabro mar, paralela al Cabo Peñas.
Quería empañarme del sonido musical de las olas que conjugan, marea viene y va,
mis arrepentimientos mezcladas con el canto de las sirenas de la mar y las
xanas del bosque o las nereidas que peinaban sus cabellos entre los remolinos
del rio Esqueiro. La verdad es que a este cura le remordía la conciencia.
Formación eclesiástica y latines del ayer suprimidos por la nueva liturgia.
Estaba harto de teorías y de retóricas en mis últimos días. Yo sentía que este
mundo ya no era el mío. Dejé de ver televisión pero me colgué a la Red como tantos
mortales en los comienzos del presente siglo y yo era más bien un hombre del
siglo XX y por mis lecturas de los clásicos españoles. Me deleitaban las
páginas de Clarín, Palacio Valdés y Quevedo el genio de nuestro idioma Teología
de la liberación. Miesesmucha─ el Soguillas
para sus amigos─ entró en la institución
con limpios ideales su amigo se fue de misionero a Senegal, colgó los hábitos y
se casó con una negra. Tiempo adelante se torció. Vio venir a un sátiro con
sotana. Este no es galgo ni perdiguero y se dio cuenta de que hay un desfase
entre lo que se busca y lo que se alcanza. Esta es la calve que da pábulo a la
violencia. El cardenal, la curia, los pajes caudatarios, ─yo llegué a ser fámulo del obispo que me dio la tonsura y
ordenó de Menores─ es lo accidental. Me enseñaron a guardar los sentimientos,
obra con disimulo. Doblarás el espinazo ante el Poder, luego a sus espaldas
reirás de él. Y con esta normativa fui iniciado en el arte de nadar y guardar
la ropa, a ser avezado en las artes del enmascaramiento. Conoció a un tal Félix
el hijo del cabo de la guardia civil de Vegafría que nos llevaba al cuartelillo
si nos pescaba llevando el carro sin fanal o subíamos la cuesta de San Miguel
de San Miguel sin luz en la bicicleta. Nos inflaba a palos. El Félix era un
pícaro redomado llegó a ser el primero de la clase pero se hizo revolucionario
y acabó de terrorista de la ETA. Todos los meses en el cuadro de honor y mira
cómo acabó. Iglesia dinero poder sexo. Nos
fuimos por mal camino. De repente irrumpió un nuevo código de conducta
entre los clérigos. Hay que andar a la mira y poseer capacidad de adaptación y
de flexibilidad de vertebras Libros antiguos de piedad se descatalogaran o
fueron a parar al anaquel. Los jesuitas quemaron sus bibliotecas. La “Pasión
del Padre” y otros tratados de devoción acabaron en la hoguera, se vendieron
tomos de los antiguos vademecums de Mística al peso. Fueron a parar a almacenes
destartalados de los libreros de lance. Esa fue su querella y parte de su
dramática situación. The randy priest
became a dangling man cuya vida
colgaba del vacío. Mitras conciliares, testas coronadas y en los estrados
quedaron para siempre enterrados su sueños e ideales. Se esfumaron en el aire,
ya dormían con los fantasmas. Se dio al vino. Visitaba los prostíbulos. Una
hetera le curó de lo suyo, la hizo un chico. Estuvo mucho tiempo que le dolía
el compañón derecho. Buenos se han quedado tus dídimos. Para el arrastre,
prenda de mi corazón. Flotaban las sombras. Pasaban corozas cabalgando a lomos
del mulo de la inquisición, un paseo mucho menos agradables que otras
cabalgadas que tuvo trotando hacia el Edén. Que fue de ti Marfisa, el ojo
ladrón y el coño puto, pero ¡qué coñete rico! Jugaban al puño puñete quítale y
vete en las tardes frías de enero después de las grandes nevadas de por san
Antón y cortaban ramas del perejil que eran más tiernas por el mes de enero y
con ellas se lavaban los dientes y la vejiga. Las guerras de democracia
sustituyeron a las antiguas guerras de religión. El siglo XX como el XVI fue también el del amor y el del
desmadre de las folías del rock. Scout McKenzy cantaba el si vas a san
Francisco en los guateques y al cura rebotado y a sus novias se les ponía la
carne de gallina. Me gustaba Elvis y los Escarabajos de Liverpool. Había que
ventilar el alma con nuevos sonidos y canciones las que berrean día y noche
Radio Estulticia y Radio Corazón desde un barco pirata en sus programas light exentos de trascendencia.
Es grande vivir. El que vive alegra la vida y agrada a Dios. Randy priest, no entiendo la razón de tu
desvarío. Así y todo, creo que permaneces terne en tu fe.
Volver hacia aquellos pagos era el regreso
a un pasado que fue tiempo de lucha y de combate. Eran sexmos aguerridos,
tierra de soldados de fortuna que se han venido abajo. Su lanza oxidada ha
perdido el filo. Está embotada. Pequeños apenas cabían por la escalera de
caracol cuando subían a la Torre a tocar las campanas pero recios como encinas. Sentía la llamada de su
tierra. Lo convocaban sus muertos.
El año 1964 con veinte años cumplidos el
preuniversitario aprobado y en segundo de Comunes con una carta de trabajo para
ir a un campo a la recolección de fresas y ciruelas (strawberries and plums) y un diccionario Collins de bolsillo en mi
macuto tomé el expreso de Hendaya. El tren iba atestado. Días antes, en el
Bernabeu Marcelino había marcado el famoso gol a Rusia, Yasin bajo los palos,
la "Araña Negra", que se interpretó (erróneamente) como un desquite
por los agravios de la guerra civil, pero España vivía un ambiente de euforia y
optimismo mirando con tranquilidad hacia el futuro. Se celebraban los XXV
años de paz por todo el país.
Eran multitud los estudiantes españoles que
habían escuchado la voz de Shakespeare. En el andén sonrisas y lágrimas y pañuelos
de despedida. Bajo la alta mampara de la estación de Príncipe Pío me parece que
se repitieron escenas como las vividas cuando la expedición de la División Azul
se puso en marcha para ir a Rusia. “Abrígate, no cojas frío”─ qué anacronismo
estábamos en pleno junio─ “No bebas mucha cerveza”, “Reza tus oraciones de la
mañana y de la noche”
─Sí, mamá.
─A ver qué hacemos, cuidado con las inglesas.
─Sí, papá.
─Escribe pronto.
─En cuanto llegue.
Muchos de nosotros íbamos a la aventura. En los
planes de segunda enseñanza dábamos francés pero el inglés se estaba
imponiendo. Era el idioma del futuro a pesar de Blas de Lezo, la Invencible, y
a pesar de Gibraltar, oh Gibraltar, tú la espina clavada en suelo español. La
lengua de Milton había que aprenderla por cojones si se quería ser algo en la
vida. Habíamos sido un pueblo germanófilo y francófilo pero nos estábamos
pasando al campo de nuestro enemigo histórico y la culpa la tuvo Franco que el
17 de julio de 1936 estando en Tenerife se fumó la clase de inglés con una
profe particular que se llamaba Miss nosécuantos, por causa mayor. Se preparó
la gorda. En adelante Franco, un anglófilo de siete suelas, siempre
padeció de esa merma, que era un complejo de inferioridad inherente a nuestras
clases dirigentes. Tardamos casi un día en llegar a París y allí hacer
transbordo desde la estación de Austerlitz a la Gare du Nord. No tuve
dificultades porque los franceses son cartesianos, optan por la línea recta
mientras los anglos prefieren la línea curva. El inglés es sinuoso de por sí.
Por eso no me perdí en el metro parisino mientras en el londinense me costaría
verdaderas lágrimas de desolación coger el tubo que me llevó a las chimbambas
dando vueltas por la Circular Line con mi macuto a cuestas. Mi padre me había
sacado del cuartel un macuto de campaña, botas militares y pantalón caqui. La
gente me miraba como si fuese marcando el paso. Un mozo del pueblo de Fladbury
donde yo llegué le escuché decir con sorna:
─Here is
the Spanish Armada again (Aquí están los españoles de Nuevo)
─Esperemos que sir Francis Drake termine su
partida de bolos para darles una paliza.
Bajé el cabeza, humillado. Yo preguntaba dónde
estaba la estación de Paddington pero nadie me entendía y ¡yo que me ufanaba de
saber hablar la lengua del imperio¡... Gotas de sudor y de lágrimas caían sobre
las páginas de mi diccionario Collins. Aquel día lloré más que nunca.
Nadie me entendía, ni me ayudaba. Me puse a rezar acurrucado en el extremo de
un vagón pidiendo a la Virgen que me ayudara a encontrar el camino de regreso
pues maldita la hora que había yo avistado los blancos acantilados de Dover.
Quiero irme a casa. Sin embargo, después de casi dos horas de andar perdido en
el subterráneo avisté un cartel que ponía Paddington. Hacía un calor
bochornoso. Lo que más me llamó la atención fue el olor de Londres así como la
homogeneidad de los rostros impávidos, el goteo de las pisadas apresuradas, la
inmensidad de aquella urbe que olía a zotal y a ropa vieja. Me senté en un
banco y ya dispuesto a pasar la noche tendido sobre la madera con el macuto de
mis pertenecías por cabezal, cuando escucho a alguien que me
hablaba en español:
─Hola
─Buenas.
─Me llamo Pablo, soy de Madrid. Vine a Londres
y trabajo de friegaplatos y ¿tú?
─A Evesham a un campo de trabajo en Worcester.
Perdí el tren y el próximo convoy no sale hasta mañana a las diez.
─ ¿Tienes habitación?
─Dormiré echado aquí a la luna de Valencia.
─No se puede. Te detendrá la poli. Si quieres,
yo tengo un sitio en mis lodgings. Puedes venir conmigo a mi posada. No te
cobraré nada. Es gratis.
No encontré sospechosa la propuesta de Pol. No
quería que le llamase Pablo en español. Pol a secas. Que me ayudó a portar mi
pesado equipaje sin asustare del estruendo de mis botas de artillero que
taconeaban con estruendo por el malecón.
─Bueno vamos.
En ese momento pasó una niña jamaicana de madre
negra y padre blanco, mezcla de razas. Londres era ─iba a ser, estaba siendo
con la pérdida de las colonias─ un melting
pot. El padre iba leyendo un periódico sábana “News of the World” y estaba entrando en agujas una máquina de
vapor. Por la ventanilla se asomaba un fogonero rubiales con la cara tiznada de
carbón. El tren era el mixto de Cardiff. Gales siempre estuvo en mi
imaginación. Era la patria de Tom Jones. Mi huésped vivía dos calles más
arriba, un cuartucho interior en sótanos que compartía con otros estudiantes.
Baño no lo había y había que mear en un sillico. Mientras meaba y me desnudaba
el tipo se quedó mirando, una mirada de lascivia que no había visto yo nunca.
Esos ojos me hacían daño y le pedí que se volviese de espaldas mientras yo
evacuaba mi vejiga. No hizo caso. Se abalanzó de pronto sobre mí queriéndome
besar.
─Túmbate ahí y yo te digo cositas.
Santo Dios. Pegue un brinco que debió de
despertar a todos los huéspedes. El casero bajó del piso de arriba en paños
menores con una linterna mientras yo chillaba con toda la fuerza de mis
pulmones:
─No por Dios. A mí maricones.
Me vestí como pude y salí de estampida
regresando a la estación con mi macuto a cuestas y con mis estruendosas botas
del ejército español que a esas horas de la madrugada quebrantaban el silencio
de la capital inglesa. Taconeaba con rabia como diciendo adonde me habré
metido. Paseando junto a un furgón de correos y con las
manos puestas en las posaderas no fuera a regresar aquel infame maricón
transcurrió toda la noche hasta que tomé el tren de Fladbury. Mi entrada en
Londres no fue nada triunfal pero la voz de Shakespeare me llamaba y unos ojos
acariciadores me miraban en la lejanía. Eran los de la Suzi. Mi primer
encuentro con la gran metrópoli donde pasaría después los años más deliciosos
de mi juventud no pudieron ser más torpes. Lo mismo que el postrero cuando
traté de trabar contacto con mi hija Helen y un ucraniano quiso matarme con una
flecha de jugar a los dardos. El primero no encontró el ojo del culo y el
segundo no atinó a la cabeza porque mi ángel de la guarda puso la mano. El
campo de trabajo de Fladbury era un verdadero Lager o campo de concentración,
un invento de los ingleses en Rhodesia, maloliente, los camastros atestados de
piojos y de chinches donde nos mataban de hambre. Lo mejor era el desayuno,
palomitas de maíz y té azucarado, mientras sonaba en el comedor la música de
los Beatles. Escuché allí a los Beatles por primera vez cantando por los
micrófonos de la BBC. Soñaba con tener novia, aquellas ojizarcas
minifalderas pero a los operarios de los campos de trabajo no nos dejaban
entrar al baile y a la puerta de los pubs había un cartel que ponía vedándonos
la entrada a los temporeros: “no dogs and
strawberry pickers allowed”. Prohibida la entrada a los perros y a los
extranjeros. Aquellos campos eran la tierra de Shakespeare.
Strafford upon Avon estaba a tiro de piedra de Evesham. Había un parque detrás
de una iglesia gótica destruida por los puritanos de Cromwell donde,
tendidos en la hierba, las parejas se arrullaban y hacían el amor. Como
comía poco, yo estaba muy cansado y enflaquecí. Era un trabajo a destajo.
Llenabas una cesta y te daba el capataz un chelín. Tantas cestas tantos
chelines. Había un español estudiante de Salamanca, un tal Conejo, que
era un pícaro y a veces en cada cesta que llenaba introducía una piedra por
debajo. A veces colaba, y a veces no. Todos envidiábamos a un alemán llamado
Gunter que era una verdadera máquina. Mientras nosotros tardábamos una hora en
la recolección de frambuesas, él acababa el recipiente de llenarlo en unos
minutos. El maldito Conejo que, aparte de mal educado era un golfo, al
salir la conversación sobre la segunda guerra mundial y el tema Hitler le
dijo a Gunter a la cara que a él el Fuhrer le tocaba los huevos. Dicho esto, el
alemán tiró el cesto de las fresas, se arrojó al suelo y empezó a gritar
y a darse golpes contra el suelo con la cabeza. Más que llorar berreaba. Se
produjo un escándalo. Vino el warden
o guardián que había sido sargento mayor en la infantería británica,
superviviente del desembarco de Normandía, y empezó a consolar al muchacho, un
detalle de la tradicional compasión británica. Por lo visto Gunter había
perdido a su padre y sus dos hermanos en la Wehrmacht y su madre pereció en el
bombardeo de Dresde. Para mí fue lo más desagradable de aquella peripecia: la
maldad de mi compatriota y la bondad del guardián del Lager. A los pocos días
pedí la cuenta y tomé las de Villadiego camino de París. Esta vez no me perdí
en el metro de Londres y dije adiós a los blancos acantilados de Dover a toda
prisa. No sabía yo entonces que haría aquel camino de ida y vuelta a lo
largo de mi vida bastantes veces, porque he de decir con Graham Green
(título de una de sus novelas) “England
made me”. Es decir: que mi carpintería mental fue construida con madera
inglesa.
LIBRO QUINTO
DIARIO DE VACACIONES 1972
23 julio viernes
Fin del trimestre en escuelas apenas se
hizo nada por lo que a mí respecta. Llevamos tres semanas de completa
inactividad. Los periodos se reducían sentarse enfrente los alumnos y mirarnos
unos a otros esperando que sonaran los timbres. El tiempo no parecía correr.
Tuvimos la asamblea en el York Hall cielo plomizo calo pegajoso. No obstante el
sol hizo su aparecieron y se animaron los cánticos. El headmaster Mr Stevenson lanzó una arenga a los chicos estrujando
hasta el máximo sus escasas cualidades dialécticas. Dijo que las vacaciones son
tiempo propicio para cargar las baterías del alma dio su despedida y expresó
sus mejores deseos tanto a profesores como alumnos tanto los que se iban como
los que se quedaban recordándoles que al paso de los años recordasen a la
Armthorpe High School con nostalgia olvidando los malos instantes y recordando
los buenos. Yo no sé si regreso a mi pueblo con las pilas cargadas. Estoy en
crisis y mis problemas de adaptación siguen en rampa.
Dirigió la ceremonia el reverendo Kirkup de la
iglesia metodista. El nombre no puede ser más clerical. Nos confesó que él
siempre escribe un diario de vacaciones que suele releer por navidades.
Me despedí de todo el mundo. Algunos me
preguntaban si volvería. Yo contestaba que no sabía. Estoy en Inglaterra porque
tenemos casa coche y pan. Pero estos meses han sido muy duros. Creo que por
problemas de mi carácter y mi temple literario.
El profesor
McAlpine se mostró taciturno. Es difícil saber por dónde va este
escocés. Son los escoceses como los gallegos. Te los encuentras en la escalera
y no sabrás nunca si sube o baja pero yo me he portado mal como dijo el
director Stevenson tengo teething
problems o problemas de dentición en
el aula. Aun no me han salido los
colmillos Me entrego al mutismo. Antonio no habrás tanto la boca que te la
paparán las moscas. Aspiro a la serenidad y a la continuidad.
El cuentakilómetros marcaba 10112 millas
cuando iniciamos camino a las cuatro de la tarde. El mini se portó bien,
consumía kilómetros como un jabato al enfilar las rampas de la A1. Al principio
no pasaba de las cuarenta millas pero aceleré a medida que nos íbamos acercando
a Londres mientras cantaba una balada popular de Tom Jones el tigre de Gales...
to touch the green grass of home.
No
funcionaba el ventilador. Así que abrimos la ventanilla. Me causa mucho dolor
recordar estos azares. Tengo de aquel fracaso espinas clavadas en el corazón y
duele desenterrar los recuerdos punzantes pues todo fue por mi culpa... por mi
gravísima culpa. Fui un fementido. Con Suzanne no me porté bien. Olivia apenas
durmió a pesar de que su madre la embutió en un saco de dormir. Llegamos a
Hornchurch a eso de las nueve de la noche con 10242 millas. Entre mi casa de
Edenthorpe y la de mi suegro hay una distancia de 132 millas.
Otra vez la paz y el silencio de Harrow
Drive. En las noticias de las nueve Ludovico Kennedy entrevista al jefe de
prensa de la OMS acerca del estallido de cólera en España. Pese a tales reparos
epidémicos, la gran masa de ingleses se desplazará a la Costa del Sol. Mi
suegro me pregunta si no será peligroso por la niña y yo me encojo de hombros.
La costa del sol para estos isleños cloróticos y desmedrados se muestra como un
paraíso a despecho de las campañas de descrédito antiespañol que suelen airear
los diarios ingleses por estas fechas.
Los rostros de la gente del condado de
Essex todos parecen iguales; humanidad trabajada por un siglo de revolución
industrial, pelo lacio, los ojos chiquitines el gesto desabrido entre chusquero
y gremial. Las muchachas de buena pernamenta. Ha sido todo un
descubrimiento la minifalda. Mary Quant
dio realce a la buena figura de las inglesas, al descubrir que las mujeres de
estas Islas poseen unas patas olé. Por algún lado ha de manifestarse la
rebelión años 60. Las británicas dejaron de ser bolsas de agua caliente para
sus maridos en la cama.
24 de julio sábado santa Cristina
Olvidé en Doncaster la agenda de
direcciones… pequeña gresca con Suzanne no pasa nada. Al fin telefoneo a la
agencia EFE en Londres. Caño no estaba ni el sustituto supo darme sus señas y
direcciones. He comenzado en el sentido barojiano de la palabra la Busca y la
lucha por la vida. Lo cual significa que no podré saber si aceptaron mi
colaboración sobre el diácono un hombre casado del Yorkshire que ha recibido
las ordenes de diacono un tal señor Green. Me gasté más de diez libras en la
elaboración de la información. Por primera vez desde la Reforma un hombre
casado puede administrar sacramentos. Caño no se molestó el cabrón en enviarlo
a Madrid como me prometió… Miedo a la competencia o simple mala uva. De todas
las maneras yo voy a comprobar los hechos en la calle Ayala 5, donde está la
central de la agencia de noticias y lo que sea sonará vaya si sonará.
Paseo por Hornchurch y voy de tienda en
tienda en busca de un mapa de carreteras de Francia. No encuentro el itinerario
por mala fortuna pero me tomo una pinta en el “Cricketers” y otras dos en el
“Harrow”. Me encuentro bien de ánimos y con tres litros la rubia cerveza en la
barriga se me da la baza de mirar al futuro con cierto optimismo. No quiero que
nadie me gobierne. Regreso a España para volver a Inglaterra. Tengo que
persuadirme a mí mismo de que triunfé en la empresa. No soy un derrotado. En el
Cricketers el amo de la posada era un
tipo delgado alto con la raya en medio no muy comunicativo pero perfecta imagen
de una película años 30; las gentes al envejecer se llevan consigo ritmo y
maneras. En el lounge del Harrow
había un loro enjaulado que propalaba consignas de las Trade Unions y llamaba
hijo de soltera a quien le parecía o cosa así. En el salón había un viejo piano
de cola para tocarlo en las grandes reuniones y fiestas de solemnidad. Las
gentes de Hornchurch, no es que destaquen por su belleza. Dice mi suegro que la
gente peor encarada del mundo se pasera por Romford Market los martes a primera
hora. Las gentes al envejecer se llevan todo consigo, ritmo y maneras. En el
Harrow había un loro que alegraba las veladas del pub, mientras los clientes
consumían su pinta el lorito no paraba de llamarles cabrones.
Incluso se metía con la Reina. Aquí uno se
siente masa pero no nos pongamos tristes pues no hay razón para ello. Pensemos
en cambio en las muchachas en flor cuando acabo de cumplir los veintiocho años,
acabo de tener una hija, estoy en la plenitud de mi existencia.
Anoche tomé sardinas en lata y me levanté
con ardores de estómago. Mañana saldremos camino de la dulce Francia. Tomaremos
el ferry en Dover. A ver el minicooper como se porta. No puedo pegar ojo y aquí
estoy asomado a los renglones de este cuaderno escolar donde escribo lo que se
me ocurre. No es un dietario al uso pero los ingleses me han enseñado que son
minuciosos memorialistas. Son las dos de la mañana, paz completa en Harrow
Drive. Me bullen grandes planes en la cabeza. Casi toco con la punta de los
dedos, los dedos de Isis la diosa, me siento sublime, pero todo se derrumba
cuando arrecia la depresión.
Dick Howells rindió su consuetudinaria
visita de los sábados. Es un galés y Suzanne dice que todos los galeses tienen
el perfil de jilguero, son buenos cantarines, nunca aves de rapiña. Es un
hombre en el buen sentido de la palabra bueno. Me dijo:
—Vivo como si fuese el último día de mi
existencia
Nunca me resultó fácil escribir. Tengo que
darle cien vueltas al palo, frotarme las manos. Estrujarme las neuronas, un
café, varios cigarrillos y a contar historias. Consciente de vivir en una época
demasiado cómoda, sin guerras, sin hambre (En España todo era sencillo aquellos
días) pero buscando un mundo mejor. Sentía pavor a la enfermedad. En Madrid
cuando acababa el último curso en la Facultad una amiga de la familia María, la
de Urueñas la viuda del brigada Galo, caído en la guerra civil compañero de mi
padre, enfermó de cáncer de ovarios. Yo tenía que levantarme a las seis de la
mañana para sacarle el número de la consulta del oncólogo en el hospital
militar de Gómez Ulla. Aquello supuso un trauma porque la María fallecería a
los pocos meses. La tuvimos en casa casi hasta que falleció. Empezaron a
aquejarme las depresiones y se me declaró una infección bucal que tuvieron que
extraerme un paleto y dos colmillos. Desde entonces tuve que llevar un aparato.
Empezaron mis complejos. No me atrevía a sonreír y tuve la sensación de que no
me querrían las mozas que nunca tendría novia. El maldito complejo se
desvaneció al conocer a Suzanne que me amaba tal como yo era. Fue un amor
intenso. Después de conocernos en Hull y cuando regresé a España la escribía
casi todas las semanas. Este incentivo de amor epistolar donde puse a
contribución y toda la carne en el asador de mi fantasía y de mi poder
literario determinó el enamoramiento. Lamento no conservar aquel mazo de cartas
de amor.
Mi madre las quemó
Yo era un triunfador. Así y todo, en mi
interior yo sentía mis dudas de si sería capaz de hacerla feliz a la mujer más
bella de Inglaterra. Afloraron mis complejos, mis inseguridades que trataba de
combatir con la cerveza. He sabido mucho después que soy un alcohólico
intermitente.
—“You
Always are trying to proof yourself. Why?
Tal pregunta me dejaba descolocado. En medio de mis dudas y vacilaciones
partiendo de mí nunca de ella tuve que enfrentarme a mí mismo. Quiero ser
escritor.
Algún día mis obras serán un tema de
coloquio en los periódicos y en las revistas literarias. Seré famoso y tú estarás
a mi lado siempre. Seré tuyo hasta mi último suspiro. Cuando yo muera, serán
tus dedos los que cierren mis ojos. Por eso me esforzaba en aprender leyendo
todos los libros que caía en mis manos. De los ingleses aprendía el “endeavour”
la fuerza del empeño y los jesuitas me enseñaron el “cunning”, la picaresca. Yo
quería ser un caballero andante un nuevo Palmerín de Inglaterra y cabalgar por
el mundo a lomos de mi Rocinante rescatando doncellas del ultraje pero comía
ajos y tenía los dientes malos. La realidad desbancaba mi idealismo romántico.
Estaba abocado a las depresiones ¡pobre de mí! La más fuerte la que me dio en
marzo de 1971, precisamente cuando mi mujer tuvo los primeros síntomas del
cáncer tiroideo del cual yo me sentía culpable.
Estuve casi diez días en la cama sin moverme
sin comer ni beber como en una campana de cristal y en el más augusto de los
desdenes.
—“Dont
be sorry for yourself, dont take no for an answer”.
Lady Suzanne era la mejor consejera pero la
hice sufrir. La decepcioné cuando se dio cuenta de que aquel Tony de las cartas
no era el hombre que ella había soñado. Al regresar de la escuela en la
espaciosa sala de estar me sentaba en una mesa de roble que compramos, ponía
música en el radiograma y empezaba a escribir siempre horrorizado de la página
en blanco. Un sábado garabateo este poema que conservo en mis cuadernos
olvidados:
Llego
a la página cincuenta
Señor,
y he escrito tanto
El
poder mío es finito y microscópico
Reflejo
del afán de un enano
Ansiedades
mías
Fragilidades
mías
Soy
una caña destrozada por el viento
Un
corazón solitario
Conseguí
con too y eso
Llegar
a la página cincuenta
De
este pobre epistolario es un éxito ¿Triunfaré?
¿Fracasaré?
Eso
no me concierne
Será
lo que dictaminen los jurados Heme aquí pobre cucaracha literaria
Despreciable
gusano
Avanzando
por las páginas
De mi
cuaderno en blanco
Con
patitas entumecidas, vacilantes
Y me
pregunto:
¿Esto
valdrá para algo?
Colecciono
palabras del abracadabra
Solfeo
partituras en mi menor
No me
traicionan los pensamientos
De
ellos buen amigo soy yo
Hoy
escribo un epitafio al general de Gaulle
Quiero
examinar las células
Quiero
ver pisar el vino
Mi vida es un torbellino
Y poesía cada día
El pájaro pinto te llevará en sus alas
Helen niña del alma
Si no te duermes llamaré a la grulla
Que te mire con sus ojos que pasman
Duerma Elenita
Que el mundo es un cajón deshabitado Que el
ciempiés tiene cien patas
Que los caballos se han ido tritones
A galopar por el espacio
Durme, y durme, niña del alma
Yo te arrullo y te canto una nana
Cuando mi niña crezca la llevaré a la feria
La compraré un pony y una guitarra
Cabalgarás sobre la trompa de un cínife
Y dirás hala, caballito, hala
Me espera la niebla
Los periódicos
Y la botella de leche
Pasteurizada
Que deja el lechero
Viajando en un coche eléctrico
En el zaguán de la portada
Es la belleza de la aurora inglesa
Paisajes llanos con alma
En San Juan de Beverley repican las
campanas
Ora a clamor, ora a la misa del alba
Que dice deprisa un cura anglicano
Con su voz cavernosa se come
Muchas palabras
No hay cosa más grande que poseer una
bicicleta
Y pedalear sobre la marcha
Camino del trabajo `por la senda del briddle path
Allá la buena de Mrs. Peak prefecta de
estudios me aguarda
El mes de octubre es claro
Como el ojo de una avutarda
Las nubes traen mensajes invernizos
De lluvias intempestivas
Cuádrate, chaval, ponte la bufanda
Y el jersey que te tejió la Suzi con sus
dedos de hada
Galopan los castillos de piedra blanca
hacia las montañas
No pararé hasta llegar a mi casa
El proyecto de lenguas de la Universidad de
York para el cual yo trabajaba en aquella casona de estilo georgiano cercana a
la puerta de Micklegate pasado el río
Ouse cerró sus puertas. Eran los tiempos en los cuales Inglaterra abría las
puertas al mundo y el gobierno Laborista acariciaba un plan para enseñar
diferentes idiomas (francés, alemán, italiano, español y ruso) en los
institutos de segunda enseñanza: Comprehensive Schools y Public Schools.
Lo pasé mal pues la carta de despido llegó
el 21 de mayo de 1970 al día siguiente del nacimiento de Helen. Gracias a Dios
el jefe del Departamento Mr. Rowlands tuvo la bondad de hablar con las
autoridades educativas del condado del Yorkshire, reconocieron mi título
universitario para enseñar en un colegio de secundaria en Doncaster, localidad
cercana a Wilberfoss. Nos dieron una casa estatal (council house) protegida de
renta baja, cerramos la de Wilberfoss un bungalow que me llevaba parte del
salario. Para ahorrar dinero yo solía acudir al trabajo en autostop. Tuve
muchas aventuras que no quiero explicar aquí pero que me facultaron a conocer
la idiosincrasia de los ingleses del Norte. Buena gente. Hasta asimilé su
acento y los amigos me decían si era irlandés pues se me notaba la vocalización
"brogue" que arrastra las erres, otros que si era judío pues mi
locución era algo nasal como la de los hebreos. Yo estaba decidido a quedarme a
vivir en Inglaterra para siempre y llegué a dominar el inglés casi como los
propios nativos. Seguía picándome el gusanillo del periodismo.
Envié varios artículos a The Guardian que fueron rechazados e
incluso escribí aplicaciones para colocarme en la BBC en el Departamento de
español. Hice una buena entrevista y yo creía haber ganado el puesto pero
también suspendí. Por lo visto era jefe de aquella sección un catalán que se
llamaba Rafael Sala ferviente catalanista y él debió de olerme los zancajos
franquistas con los que he ido siempre por el mundo, con la frente muy alta.
Levantamos la casa los pocos enseres que teníamos y Suzanne que había sido feliz
en Wilberfoss en aquel chalet al lado de la autopista casi debajo de unos
cables de alta tensión. La llanura de Pocklington y su campiña se veían desde
la casa, pero la Suzi encontró difícil acomodarse a Doncaster ciudad obrera
ella que venía de una aristocrática familia londinense. La coucil house tenía un jardín trasero delante de un campo de fútbol.
De dos pisos arriba la cocina el lounge
y dos dormitorios un servicio con baño. El barrio un suburbio de Doncaster se
llamaba Edenthorpe que viene a ser algo así como el collado del Edén. A mí me
gustaba aquella gente. Todos me ayudaron pero yo tenía dificultades de
comunicación. Les enseñaba a los niños canciones y villancicos pero un día alzó
su dedo índice en alto se levantó uno el más pequeñito de la clase hijo de
minero que se llamaba Pailing y me dijo:
─Why
do I want to learn Spanish, Sir, if I go to be all my life in the pit?
(para qué demonios quiero saber yo español, señor, si me voy a pasar la vida
abajo en la galería de la mina)
Aquella pregunta del intrépido y avispado
Pailing me descorazonó acabando con mi decisión de ser un benigno teacher en
cualquier escuela del Reino Unido. Eran los tiempos de las "packet holidays" y muchos de los
padres de mis alumnos habían pasado temporadas vacacionales en la Costa Brava,
Mallorca y Benidorm, coincidiendo con el boom turístico. Otrosí, Suzanne empezó
a sentirme los síntomas de una enfermedad grave que la llevaría a la mesa de
operaciones en poco tiempo: picores, pérdida de pelo, ojos saltones, pescuezo
inflamado, el cuerpo hinchado. Había llegado la enfermedad. Era un cáncer de
tiroides. Dios mío. Un día al llegar de dar mis clases la encontré llorando en
el sofá y me dijo algo que me destrozó interiormente:
─You
brought me bad luck. Tú me trajiste la negra.
Yo era el culpable de aquella enfermedad.
Habíamos pasado un drama antes de casarnos. La boda por la iglesia había sido
suspendida y se hizo en el jugado de Hounslow. !Pobre Mr. Hugh qué bueno y qué
paciente fue conmigo! Tuvo que aplazar la ceremonia,, los gastos del banquete,
todo. Su madre Mary Joseph sufrió muchísimo. La razón de aquella desacertada
decisión por mi parte la tuvo mi madre que se opuso como una loca. "Tú te
vas a casar con una puta inglesa". Pobre Mr. Hugh, un caballero, un santo
varón. Ahora, pasados más de cincuenta años, perdono a la que me dio el ser y
pido perdón a mi suegro el pero a mí mismo no me perdono. He de confesar con
versos de León Felipe "suplicaré perdón a mucha gente pero soy incapaz.
Todos aquellos que me podrían perdonar están muertos". Recojo del calepino
lo que escribía yo en mi dietario personal promesas deslavazadas, un grito en
la oscuridad que me llena de remordimientos:
Recapacitando,
al mirar atrás, a la hora de poner en la balanza los hechos buenos y los malos,
los triunfos y los fracasos, en medio de la efervescencia de aquellos amores─
yo era un ingenuo joven recién casado que desconocía las reglas inexorables del
juego pues creía que todo el mundo era bueno en la Inglaterra de mis sueños a
tenor con el título de una novela de Graham Green "England made me". Aprendí dos palabras casi inexistentes en el
vocabulario español: "compassion"
y "coziness". (Piedad hacia
los otros y vida confortable)
Confío
que cuando llegue la hora de comparecer ante el arcángel Psicagogo el que
pesa las almas poniéndolas en la romana del día del Juicio. Según el resultado
del pesaje y lo que marque el fiel de la "statera" se inclinándose del derecho (rebaño de los
corderos; izquierdo en el tropel de los cabritos), les llevará al infierno
o al cielo. Que me conceda el pase de pernocta al Paraíso por toda la
eternidad. La compasión es una prerrogativa del cristianismo anglicano que
consiste en ponerse en los zapatos del
otro para comprender las razones que lo llevaron a un determinado modo de
proceder. Es lo contrario que el avieso y envidioso del temperamento
inquisitorial español. La "british
compassion" resulta del desencanto de sus guerras de religión
medievales: la guerra de los cien años, la de las dos Rosas, la revolución
social que supuso el puritanismo de Cromwell y la Reforma. Un paso más y nos
encontramos con el parlamentarismo. Por cuya causa la democracia funcionó
siempre en el país y ha sido siempre un desastre en España. El concepto
"coziness" intraducible al castellano tiene que ver con el confort,
el aislamiento. Los ingleses llevan una vida de hogar, se embrocan en su hogar my home is my castle. Basta un pequeño
jardín and a little plot of land
cerca de la tierra para cuidar sus rododendros. No les gusta la vivienda en vertical,
aborrecen los pisos, sólo en Londres viven en flats y esos penthouses que denominan los norteamericanos
condominios. El sentido de la independencia y la privacidad es para ellos un
mandamiento sagrado.
Puerta por puerta de nuestro bungalow vivía un matrimonio de
jubilados. El marido Mr. Blackburn había trabajado toda su vida en una mina de
los Midlands y al alcanzar el retiro se habían retirado a vivir a la casita de
campo invirtiendo en la vivienda todos los ahorros de una vida. Yo por mi pelo largo
mi aspecto bohemio mi abrigo de la Navy comprado en las rebajas y mi bufanda de
estudiante de la universidad de Hull debía de levantar alguna sospecha de
contestatario y además extranjero. Yo lo notaba al pasar cuando iba y venía en
auto stop enfrente de la casa de los Blackburns donde día una señora austriaca
muy católica pero muy alcahueta y murmuradora debía de ser algo nazi. Sin
embargo, con los Blackburn no tuve ningún problema. Les daba los buenos días o
las buenas tardes. Y ellos me los devolvían con una sonrisa.
─Good
morning Mr. Blackburn
─Good
morning, Mr Parra
─Nice
day isnt it?
─O
yes
Yo le
sentía salir al jardín a fumar un cigarro para pasar inadvertido con su mujer
que se ponía de uñas cuando lo sentía toser. El antiguo minero padecía de
silicosis y el doctor le había prohibido el tabaco. Ellos eran conscientes de
que nuestro matrimonio había sido un matrimonio a cañonazos (shotgun marriage) lo cual no era bien
visto en aquella aldea del Yorkshire de ideas tan conservadoras. Sin embargo, cuando
Suzanne le faltaba a una barra de pan o un ajo Mrs. Blackburn la socorría con
generosidad. En casa no sabían que yo me había casado. Pensaban que había ido a
Inglaterra en viaje de estudios para `prepararme a las oposiciones en España.
No teníamos teléfono, la tele alquilada, sólo una aparato de radio que le había
regalado su abuela a Suzanne. El día del nacimiento de mi hija Helen me vieron
muy emocionado. Yo lloraba de tristeza porque había contraído matrimonio sin la
autorización de mi madre que era la que llevaba la voz cantante y de alegría
pues para mí aquella tarde había sido la más feliz de mi vida. Mr. Blackburn me
ofreció a Mary Heagerty y a mi entrar en su casa. Me ofrecieron una taza de té
y le pedí a mi vecino si podía telefonear a Madrid para anunciar a mis padres
que eran abuelo.
─Sure,
Tony. Why not
La
llamada costó diez libras y el pobre Mr. Blackburn no me las cobró. He was a
good neighbour. El hombre de la parábola del buen samaritano.
Carrión
El zancarrón de Mahoma
Pájaros vienen de mal agüero
Yo me disperso
Dios
¿por qué escribiste
Nuestros nombres en el cielo?
Las letras estaban del revés
Y nos dispersó el destino
Juegan a la guija mis pensamientos
Tres en raya
Yo me quedo
Tú te llevas el mal fario
De la augusta diosa
Del calor nace la hierba
Abriéndonos estábamos a un horizonte de
colores
Pero no era el mundo como tú y yo lo soñábamos
Valió la pena la aventura
No mires cómo vuelan
Los buitres de tus pensamientos
Carrión
Doblón
Tres esquinitas
Tiene mi cama
Cuatro angelitos
Que me la guardan
El viento mueve las cañas
Una perra chica
Te daré por un beso.
Un cínife vagabundo
Pasó moviendo sus élitros
Carrión
Plastrón
El zancarrón del burro muerto
Parra, parrilla, te pegó tu madre con la
zapatilla
Las ideas vuelan por tu cabeza disparatadas
Cuando se conduce
Siempre hay que pensar en algo
Yo me quedo
Heagerty y Heeney
Amarga cerveza negra
Que bebí de mozo
Una barrica y un tonel.
Acabó la espicha
E hicimos cacharritos.
Apellidos trotamundos
Arribando a la verde Erín
Flores que se lleva el viento
Tú estabas subida al olivo
Escalé la cucaña
Y gané el quiñón
De tu sonrisa en la orla de tus labios
¡Qué tiempos!
Atardece
El sol envía
Rayos de ausencia
Quiñón, carrión
Cantón
De sopetón
Bajaron las ninfas
A bañarse desnudas
A las aguas pandas del río Ivel
Cambridge con todo su poder, a mano
izquierda
Cuando conducíamos hacia el norte
Mi mini Cooper se sabía el camino
De aquel soñado Hornchurch
Un pís, una taza de té en el apeadero
Y nuestra niña dormía en tu regazo
Millas y millas, rubia y pecosilla.
Leguas y leguas
Varas y veredas
Yardas, millas y verstas
Kilómetros y kilómetros
Anochecido,
llegábamos a los jardines de Doncaster
Una
casa, un hogar, una taza de té
Y yo me sentía centauro sobre aquel caballo
de hierro
Písale bien.
¡A fondo el pedal del motor alado!
A modo de Quirón cabalgaba sobre el mundo.
La Old Merry England un lecho de flores a
nuestros pies
Empuñando el volante como las riendas de
una cuadriga.
Doncaster carbón y plomo
Los castilletes de la mina
Besados por la lluvia
Buena gente obrera
Señor, danos tiempo y gracia
Mientras esperamos
Las particiones del Amor
Esa herencia que dicen que nos legas
Ando por las calles de una ciudad
desconocida
Que me acoge
Soy un refugiado
Acaso un judío errante
Portando en mis adentros
Las contradicciones y reparos
De un monólogo interior
Me paro a pensar mientras voy
Por Doncaster ligero de equipaje
Una hija nos ha nacido y mi mujer está
enferma
Hay niños en el corro
Que esperan la redención del viento
El dulce soplo de los sueños
Jugando en los suburbios
¿Mañana qué serán?
Quien les dará pan
Quien les dará amor
Barrios de emigrantes
Suburbios de esta vieja ciudad romana
Cerca de la estación
El pitido de los trenes me despierta en la
noche
Vuelan los fantasmas a través de mi imaginación
Prorrumpen en carcajadas
Tienen rostros tiznados de carbón
Beben cerveza en Friday Night
Y llevan sobre las espaldas el peso del
mundo
Son la fuerza motriz que mueve el
movimiento
En Doncaster a 21 de julio de 1970
A los que se llaman como yo
Mi nombre es vulgar
Frondosa parra sin uvas
Miles de hombres que se llaman como
No los conozco
Estoy en el exilio
Alma herida de fracasos
Bebo en la fuente del silencio
Aguas turbias
Vivo donde río lloro muero y paso
No le importo a nadie
Pero nuestra esencia es universal
Todos reverberamos en la luz de un espejo
Universal
Yo solo soy piedra matorral y monte
Me llamo Parra y me gusta el vino
Vengo de la cepa del Rey David
Desgrano los dieces de un rosario de versos
soñados
Que nadie escuchará
Vayamos con la música a otra parte
La barca navega sin rumbo
¿En qué bajío encallará?
Llegadas
las navidades, Helen, me entran el morbo, lleno de pujos melancólicos de
Dickens. Se me aparecen Scrooge y Mr.Ebenester y su cuadrilla de
desharrapados walking the London streets and saying: "Humbug". Todos
son tonterías. La vida pasa y el cielo no se apiada de nuestros dolores y
nuestras súplicas. Debe de ser la nostalgia del Xmas pudding y aquellas
nochebuenas junto a tu madre en la casa de los abuelos en Hornchurch que no
volverán. Hacia ellos llenas de compunción y arrepentimiento mis plegarias
vayan, y les pido perdón por el mal causado por mi inconciencia e incompetencia
como padre y como marido. I wasn´t
suitable to make you and mum happy. Sin embargo el barrenillo o gusanillo
de la conciencia siempre vuelve por estas fechas cuando las calles se iluminan
y a la puerta de los grandes almacenes pascueros vestidos de rojo y barba
blanca ho ho ho aparecen a las
puertas del Corte Inglés y los supermercados; yo me pregunto que qué tendrá que
ver el nacimiento del Salvador con el consumo y la venalidad de nuestra
sociedad deseando gastar y comprar. Así es. Afloran las olas de los recuerdos.
Para conjurar ese dolor suelo entregarme a las debacles báquicas. Pues dicen los
entendidos que el líquido elemento mata las penas. Vinum bonum laetificat hominum (El Eclesiastés) no sé si será
cierta esa admonición bíblica que suele aplacar los escrúpulos de los
borrachos. Aquí estoy fumando mi pipa como hace tantos años. Mi cachimba es una
compañera de trabajo y acudo a su ayuda para que ilumine las fuentes de mi
inspiración, asaz secas en verdad, pero mi chiscón, búnker, chabola biblioteca
o fumadero tanto como oratorio asimismo me proporciona distanciamiento del
mundo y en esta reclusión vivo, añorante del amor perdido. Soy pájaro de un solo nido, tuve en la vida
un único amor tu madre la dulce Suzi de los ojos bellos y un sentido del humor
londinense. Verdad es que conocí a otras mujeres y estoy casado con una que me
dio cuatro hermosos hijos (no sé si habrán salido de mi fabrica pero al menos
yo pagué el bautizo) y a veces recapacito y una voz me dice interiormente
"eres un afortunado tío, fuiste amado por la mujer más bella de las Islas
Británicas y lo echaste todo a perder". Pues sí. Hay un refrán en español
que lo certifica: "De lo que te di con putas y gañanes yo lo perdí".
Ah la Navidad ¡qué solsticio más triste! Son los idus de diciembre cuando los
romanos encendían faroles por todo el imperio para invocar a Saturno, el dios de
la oscuridad para que aplacase sus iras y permitiera el regreso de la claridad
allá por la Epifanía el seis de Enero. Mientras en mi bunker yo inhalo el humo
de mi pipa a mis 77 años. Me convertí a la pipa, dejé los cigarrillos viendo
fumar a Harold Wilson, aquel primer ministro del año que tú naciste. De ninguna
manera justifico este maldito vicio de la hoja del tabaco pero me ayuda a
sentir compasión de mí mismo, a soportar con entereza las contrariedades del
destino y tal vez a soñar en un mundo feliz. En verdad no fui feliz, más bien
un escritor fracasado, romántico empecinado en acariciar el cielo con las
manos. Cuando lo intentaba una nube se interponía en el camino y yo caía en el
abismo. Otrosí, tuve mucha suerte pues como decía tu madre "you always land on your feet".
Llegué a alcanzar las cotas más altas de periodismo con mis dos corresponsalías
para ponerles los dientes largos a mis enemigos. Que los den con un canto en
los dientes. Fumar o no fumar that is the
question. El tabaco se ha convertido en el terror del milenario. Abstemios
o fumadores todos la palmamos. Obsesionados con dar de lado a tal flagelo se
creen los muy ilusos que es la entrada de las puertas de la inmortalidad. No
saben que una cuarta más arriba o una cuarta más abajo aquí no va a quedar
nadie para simiente. Ellos, en cambio, duro que te pego, no fumes que te
mueres. Claro que me moriré cuando me llegue la hora. Han vuelto los
inquisidores.
La
Spanish Inquisición llega de la mano de estos entusiastas de una vida sin
humo. ¿Y la contaminación del óxido de carbono o los pesticidas? Siempre hay un
enemigo a batir y las furias antitabaco sirven de tapadera para ocultar otros
males como el humbug, el desamor, el
egoísmo, la insolidaridad en que vivimos. Nos quieren quemar vivos a los
fumadores. A mí me causan hilaridad tales desatinos. Ciertamente, mi padre
murió de enfisema y tu abuela Mary Joseph Heagerty esto es Mrs. Hugh fue
víctima del tabaquismo pero yo creo que murió de pena a causa del disgusto del
fracaso matrimonial nuestro y tu abuelo Mr. Graham Hugh Dios lo tenga en su
reino era un justo de Israel murió por causa del tabaco aunque este no fuera
agente sino una enfermedad laboral trabajaba en la city en una empresa de
importación de maderas finlandesa y el serrín que despiden los troncos al ser
cortados desencadenó el mal en sus pulmones. Cuando vivía en Reino Unido puedo
asegurarte la marca de las hojas que fumaba. Empecé con Number 6 muy baratos o
Benson and Hedges para los domingos y días de fiesta. A medida que fui ascendiendo
en la escala social tiraba de Woodbines y cuando supe que era lo que fumaban
los mineros empecé a tirar de Navy Players un especifico egipcio, los paquetes
venían envueltos en papel de plata y los cigarrillos eran ovalados aspirándolo
me colocaba y su humo me dolía la
cabeza. En Londres los puritos panatelas me ayudaban a terminar de escribir la
crónica que yo mandaba desde el télex en mi casa de 41 Roland Gardens el piso
bajo (siempre he trabajado en un alguarín con luz eléctrica pues la cenital no
me inspira) y ahora mi marca preferida para la cachimba es Brookfield que
apenas se encuentran pero ayer fui al Corte Inglés y allí tenían. Creo que el
tabaco ha sido el consuelo de mi vida. Fue mi salvación en los momentos
difíciles. Espero que no sea mi perdición. Mamá también fumaba. Espero que lo
haya dejado. Te escribo, querida hija, a humo de pajas sin saber si esta carta
será leída pero seguramente será del gusto de ese robot de Google que controla
mi quehacer desde los Estados Unidos; ayer casi diez mil visitas. He tratado de
buscarte toda mi vida hasta entré en los chats porno para ver si alguna de esas
pájaras se parecía a ti. Qué horror mi hija convertida en una de esa lagartas
que enseñan el culo y el ojete por la red a cambio de un dólar. No tú no podías
ser una de esas. Tú has debido de ser igual que tu madre, una rosa inglesa,
alegre y fragante, llena de vida y de buen humor. Te deseo que pases una feliz
Nochebuena en compañía de la gente que te quiere. Yo también te quiero pero
estoy muy lejos. Daría años de mi vida para que el implacable reloj de la vida
diera marcha atrás y no haber abandonado Inglaterra. Tú tendrías un padre que
ahora anda perdido pero en mi corazón estás presente todos los días. Mis
oraciones la elevo al Altísimo para que te proteja en las horas altas y bajas
de tu existencia. Estoy ahorrando para que cuando me muera seas heredera
universal de todos mis bienes más de seis mil libros y papeles, la mitad de
esta casa y de la otra que tenemos en el campo. Sería una forma de hacer
justicia al gran agravio. Sé feliz querida Helen, cuida de tu madre y no
pienses que estás sola en la vida. Evita las depresiones y ven a España. Tu
padre te recibirá con los brazos abiertos aunque tal medida me cueste el
divorcio. Vivo con una señora a la que no amo. Es una extraña para mí. Pero
bueno. Cosas de la vida.
Hoy san
Andrés y recurro como Amiel, agostado el filón de la inspiración, al mundo
lineal y cuadriculado de esos diarios que uno se propone acometer sin que se materialicen
los buenos propósitos. Un año y diez días han transcurrido desde que abrí este
archivo. En verdad, no creo que lo conseguiría pero he dejado de fumar y de
beber, a resultas de una crisis en la que no hago más que pensar en la muerte y
en la que se me demuestra lo baldío de mi existencia. No se puede decir que
haya tenido mucha suerte con la literatura siendo yo por otro lado un decoroso
factor del cultivo de las eminencias literarias pero los tiros iban por un lado
y los estampidos por otro y así no hay manera. He adoptado también otra
resolución la de adelgazar, que no es manca a efectos de mi bulimia pero
quisiera darle al psiquiatra con una canto en los dientes. MJ dice que cada vez
ando más inclinado, que me va a comprar unos tirantes para sujetar esa espalda
ladeada a los efectos de una cifosis severa, las radiografías lo muestran, que
comenzará como tantas y tantas cosas en la infancia o en la adolescencia. Es
cierto cada vez me parece que estoy más vencido. “El Cero y el infinito” en versión de Eugenia Serrano Balnayá (tomé
copas con ella en el Gijón) todos tenemos un poco de Rucbachof. Todos estamos
condenados a muerte. He aquí el poder profético o mesiánico del hecho
literario. Rubachof pudiera ser también Gorbachof. Los creadores de la invención
ellos se lo guisan y ellos se lo comen. Muchos textos, es maravilla, al
cabo de los años, tomaron aires de presagios cumplidos. Dinamitaron el
comunismo desde dentro y ahora nos encontramos en el Efecto Falena que no es
otro que el de la mariposa. En la conferencia de Reikiavik un rabino sonreía a
los pies del volcán mostrando la Torá envuelta en faldellín. Sonrisa
mefistofélica del que ha ganado la partida. Cuando vieron que ya había cumplido
su misión en Rusia cambiaron de senda. Hubieron de pasar por cerca de cincuenta
millones de cadáveres. El comunismo tuvo que ver con la Apocalipsis a
consecuencia con las guerras que desencadenara pero en esa misma dirección de
una forma más deletérea e intensa fue la revolución acontecida en 1989. Un
producto del agit prop universal. Como todas las revoluciones tendrá su efecto
estrambote. Tendrá que haber muertos. Hoy san Andrés la nieve en los
pies. Justo a un año vista de que me salvase por los pelos. Mala cosa el beber.
La dictadura libertaria que estamos viviendo es también una mascarada. Ay de
los vencidos. Pobres de aquellos a los que la historia hunde en el polvo. Me
sigo acomodando a vivir en una campana de silencio. La muerte de Rubachof está
descrita de una manera genial. Al cabo de los interrogatorios sólo deseaba una
cosa dormir y soñar en la Arlova. La muerte no es más que dormir. Es el letrero
que impera en el cementerio de Paris donde están enterrado Robespierre y sus
cofrades. Quizás sea como entrar en una especie de sentido oceánico, unidos todos
a la totalidad del ser divino. Hoy sábado conduje hasta Majadahonda, compré
unas pastillas. Hacía viento pero se estaba bien al solillo
La soledad
es un pájaro de fuego que crece mar adentro. Podría sentar sus reales en
el centro asturiano, por ejemplo, que está en la calle Farmacia por donde
sacaban a los presos de la cárcel de san Antón. Desolación pero ya pusieron las
iluminaciones en las calles madrileñas. De regreso al conducir vuelvo a sentir
vértigos. También puede que la batalla con la báscula la tenga que dar por
perdida ¿A qué escribir si no tengo nadie que me lea? Santos dice que le gusta
lo que escribo en un estilo medianamente pasable. Toco los temas que nadie se
atreve. Tendría que salir a dar mi paseo diario pero me disuade el viento favonio
que pega con fuerzas. Ahora mis noches son mejores, las duermo de un tirón
aunque tenga que alzarme a mear varias veces. Jesús omnipotente, ten piedad de
este pobre pecador que ha hecho resolución de no fumar y de no beber pero que
está anquilosado en un taedium vitae como nunca en su vida. Cansancio y
agotamiento. Veo pocas perspectivas como no sea el ir tirando. Mi mujer dice
que me siento todas las mañanas en el sofá a aguardar a la pelona. Nos pide el
ayuntamiento de Oviedo las tasas atrasadas por el Renault y suman casi
quinientos euros. Tienen que sacar de las gabelas para financiar los costosos
premios Príncipe de Asturias. No hay que abrir al cartero que ya no es de
antemano heraldo de las buenas noticias sino un vulgar recaudador de las contribuciones
más impensadas. El estado de las autonomías cobra por todo. Hasta por respirar.
Tienes que escribir al desgaire, escribir sea acaso un acto venial para el cual
no se exige tanta preparación como acostumbras. ¿Seguirá adelante el diario? No
hagas jotter. Bátete el cuero con la sabana en blanco del ordenador sin
preparación en sucio, ni trabajos a máquina. Tienes que perderles el respeto a
las Nueve Musas. No es lo mismo decirlo que hacerlo. Hombre ya. Y si no
emborronas a qué te podrías dedicar, yo me pregunto. Has de resignarte a vivir
contra las cuerdas y a llevar una existencia anodina, no eres más que un
prejubilado
Aquí estoy
recién evadido de Asturias, con un vacío interior y con una depresión que
alberga el pecho como un runrún. Libo la flor de lo inane. En estos tiempos en
que la vileza se prodiga vivir acogotados no es vivir. Se acentúa la
vacuidad retórica. Me refugio en la ergoterapia pero soy incapaz de catalogar
todos mis libros. Me digo y esto para qué quien me los va a comprar, puesto que
acudí al último remedio que es el de vender libros por Internet. Si otros lo
hacen ¿por qué no lo puedo hacer yo? Me pierdo en los floreos del canto de la
epístola y enero ocho buen día para matar el gocho. Ando muy machucho o entrado
en días. Padezco las dolamas, alifafes y achaques de la incipiente vejez.
Tiempo de pundits y tertulianos que se regodean en el deshoje de la margarita
con respecto a la viniente guerra en Iraq. Vivimos en una sociedad en la cual
la pobreza, la decrepitud y la vejez son pecados capitales. Se estrecha el
círculo de la vacuidad y la bestia saca pecho. Parece que le campanea el busto.
Prosigue mi ergofobia. No sé cuál puede ser el registro de esta palabra; tal
vez ergotismo. Registrase un miedo al tajo y lo demás
Cantó la curuxia anteanoche en la ramada del
roble del camino por tres veces. La aldea estaba en silencio. Asturias del
alma. Había subido a abrir la casona y al regresar escuché su llamada. La
lechuza es el ave que llora. Colgados de la viga del techo estaban los calderos
donde faenaba la abuela. "Cien años ha que nací y nunca tantas potas y
cacharros vi". Alentaba aun la ceniza de los viejos pucheros. El almirez,
las sartenes, las trébedes y los morillos alineados por la mano experta de la
pobre güela que murió hace medio
siglo. No había mejor cocedero en todo el concejo pero al volver el canto de la
curuxia ahora en la sebe seguía sonando lúgubre y persistente.
Según la vieja creencia cuanto la lechuza gime
sus tristezas sobre la rama que nunca verás pero sí que sentirás, es señal de
que va a haber un difunto. Cerré puertas y ventanas, eché el alamud del
portillo. No había luna. Un perro ladraba en la braña puede que fuera un lobo.
La comadreja, el raposo y el gocho salvaje eran los mi habituales visitantes
nocturnos pero esos no me asustaban. Entonces recordé las noches de filandón de
mi infancia; los cuentos y consejas de las brujas de Puente Perín, lunes y
martes miércoles tres jueves y viernes sábado seis y domingo siete quitarle la
chepa a ese. Me colocaron bien la joroba de la literatura. Llaman a la puerta
madre. Hijo, déjalas que ellas solas se irán. ¿Ah sí?
El padre Astete señala en su catecismo como
pecado menos grave creer en agüeros y cosas supersticiosas pero brujas haberlas
haylas. Las brujas volando en el cielo nocturno me horrorizan pero en los
bosques del Rellayo en la calella que
rodea el manto de Santana me pareció haber visto hace unos años sentada a la
vera de un rio junto a la peñona a una xana peinando sus cabellos de oro. Era
rubia y muy hermosa.
Tal vez fuese mi imaginación pero
percibo▬ es un don que el Todopoderoso da gratis a los artistas y poetas ultra
sensibles y, cuando me encuentro a una persona, veo los contornos del aura que
todos llevamos▬. ¡Cuidado cigua!
Suenan las señales de alarma y me pongo en guardia. Me fascinan las
historias del nuberu y
del culiebre. Los asturianos
somos pueblo de brumas. Tememos a la guestia
que anda por los ribazos, en procesión de calaveras con hachones encendidos,
cantando tremendas. Es una herencia pagana de nuestros ancestros latinos que
llamaban, dicen los que de esto entienden, a los gnomos del bosque nephelibata.
La estantigua pasa, canta la curuxia y las
animas bajan la cuesta de Artedo por el Revellín cruzan hasta el Ribete y se
sumergen en las olas de la playa con sus blandones incandescentes. Van cantando
" Hijos, caminad de día, que la noche es mía".
Conviene recogerse y no mirar para los trasgos
porque si un difunto que marcha en la fila de la estantigua, vestido de fraile,
ocultando su cara de calavera, en la capucha, te mira a los ojos, a
los tres días mueres.
Dicen los gallegos que las meigas van y vienen
con la luna llena y cantan por las aldeas vacías como ésta en la que vivo el
miserere o el oficio de difuntos. Se recomiendan a los que vayan de noche por
los caminos que lleven consigo un relicario que les sirva de defensa. Una
imagen de Cristo o de la Virgen para disuadir al diablo, el mejor detente-bala.
Hay que decir cuando se las siente este ensalmo: "fillo do demo, cata la cruz". Y se van pero hay algunas que
son más contumaces y no hay sortilegio que valga para ellos. Son las almas de
los endemoniados.
En abono de todo lo dicho, yo podría contar
muchas anécdotas pero el material daría para un libro. Bástenos saber que la
cigua es cosa cierta. La cigua es una palabra bable que los españoles
importamos de Cuba. Es la cigua prima hermana del vudú e hija de la
magia negra. Única solución el agua bendita y rezar todas las noches el
trisagio de San Miguel Arcángel. Ese las espanta.
La superstición es parte de la vida misma. Viví
cinco años en Londres en el barrio de South Kensigton. En el edificio había el
fantasma de un templario irlandés el conde Kelly que murió en las cruzadas.
Este hecho paranormal los vecinos lo asumían como algo normal y un amigo mío me
contó que una noche se lo encontró sentado tranquilamente en el sofá
de la salita hojeando las paginas ensabanadas del Times.
¿Cómo no creerlo? Cuando alguien mienta la
palabra cigua yo toco madera, pero Villeguillo se pone de los nervios cuando
escucha en estas noches del invierno el canto de la curuxia. Le echó las cartas
una saludadora y desde entonces dejó de asistir a las sesiones espiritistas
donde se hace la guija.
No recomiendo las artes diabólicas pero brujas
haberlas haylas. Tengo, por mi parte, yo más miedo a los vivos que a los
muertos. Y por estos pagos rondan ahora bandas de ladrones del Este.
A diferencia de Villeguillo me encanta el grito
de la curuxia. Antes de asustarme, me arrulla y me duermo con el 38 que me
compré en un viaje a Texas debajo de la almohada por si los bandidos que
asaltan las casas de los viejos, se les ocurre pisar mi umbral, los dejo secos.
Es una mala costumbre que copié de los norteamericanos. Allí el allanamiento de
morada se paga con la muerte y hay todo un armero en cada casa por modesta que
sea. Los temo, ya digo, a ellos más que a los fantasmas pero brujas haberlas
haylas.
Sigue el
miedo al vacío. Llevo sin encender el ordenador más de dos semanas. Una
aflicción interna, el dolor de costado y la desaliento de saber que todo cuanto
haga será inane me aleja de la tarea que ha sido razón y norma de mi vida, pero
fue una noche buena bien pasada con mi madre, mis hijos, mi mujer mi hermano
Fernando y Fuencisla. Mi madre la salió un grano en una pierna y creo que era
un cáncer, la han tenido que hacer un injerto, fíjate un granín cuando sale con
mala leche. Temo a la nada, al vacío. Los cadáveres se mojan más en los
cementerios en estas noches de lluvia y ese solo pensamiento me hace acorrucar
junto a la almohada en espera de que la muerte me sea esquiva. No soy lo que se
dice un valiente a tal respecto. El papa de Roma no es más que un ansia
consolidada de poder. Sigue impartiendo bendiciones desde su carretón y
sonriendo con una sonrisa enigmática cuando se le aclama. Estoy confuso, apenas
puedo poner en solfa mis pensamientos pero al menos he podido vencer una
resistencia inaudita que dura ya demasiado tiempo. Y ahora me voy a comer.
Anduve esta mañana las dos praderas y ya me roe un poco el gusanillo. Es
angustia vital lo que siento. Nada más. Tú no te rindas.
LIBRO SÉPTIMO
1966
4 abril
Lunes Santo:
Hoy Se Fue
María. Al hora que redacto María Prudhome la gran revelación de esta primavera
estará paseando por las calles de la ciudad del Dante. Cuando huelo mis manos
aun aspiro el perfume que ella me dejó de las suyas. Me acariciaron como nadie
en el mundo aun me acarició. Tu
partiras demain et tout sera oublié”... alors on verra... je te aime je t´adore
antonino mais tu vais c est pas `possible... je voudrais t´en donner
tout, mais cést pa possioble je l´ai promis a mon Dieu.... quie tu es jolie muy
darling, havent met another like you. You are the first and the last On
Friday evening we were dancing trembling of happiness and desire. I respected
her. We went for a walk at Retiro park. The sunset glared on her eyes.
Al
abandonarla en su hotel vagué por las calles madrileñas. Estaba confuso. Era la
primera vez que yo besaba a una mujer. Me levanté y fui a misa para pedir por
ella. Este Domingo de Ramos fue inolvidable. Nunca la volvería yo a ver a
este dulce profesora canadiense.
13 de abril
miércoles de pascua.
Bajé
unos días a Fuentesoto. Me hinché a comer rosquillas de palo, que es una
tradición de pascua, pero me dicen que los lugareños abandonan el campo cierran
las casas abandonan el arado y la reja y se vuelven a la capital. A mí me tira
esa tierra. La torre de san Gregorio que divisaba en lo alto al levantarme de
la cama a través del ventanuco de la portada es un lugar mágico. Antigua
iglesia construido hace ocho siglos. Creo que el abandono de la tierra traerá
consecuencias y ya nada volverá a ser lo mismo aunque no lo dudo la gente
quiere progresar y echarse coche. En preparación del examen final en la Escuela
de periodismo estuve trabajando toda la tarde en la hemeroteca municipal. A las
siete regresé a la casa de Álvaro de Bazán a ver el partido de fútbol que
transmitía TVE. La final de la Copa del Mundo. Inglaterra se impuso a
Alemania por 3-2. Fue un momento histórico. El estadio de Wembley vibraba de
emoción patriótica. Nobby Stiles sin dentadura alzaba la gran copa y bailaba en
la cancha. Impresionante el gol fantasma de Hurst y los tiros a puerta de Bobby
Charlton. Las paradas de Banks. Hoy me siento muy inglés. Tuve el sentir de que
alguien me llamaba a Inglaterra. Tengo algo de caballero andante y tal vez yo
forme parte de la hueste de Palmerín de Inglaterra que marchó con su ejército a
conquistar Jerusalén. Sueño despierto alguna vez. El agua y el viento de
Fuentesoto ennegrecieron y purificaron mi piel. Vienes más moreno mi madre
dijo. “madre, cargué las pilas y vengo con el espíritu en forma. En el pueblo
se respira bien. En Madrid no. Amar a Castilla es una gran idea. Los dolores de
barriga desaparecieron ya estoy curado o casi de esa operación de apendicitis
que yo temía fuese un cáncer. La pasada navidad me operaron del apéndice en el
Hospital del Generalísimo. Parece ser quedaron secuelas o adherencias según el
lenguaje quirúrgico. Poco antes de que me operaran murió en una de sus salas el
general Muñoz Grandes. Los puertorriqueños andan a palos con la policía
federal tratando de defender su idioma castellano. Estos mestizos de Borinquen
les dan una lección a los vascos y catalanes separatistas, que menuda la
prepararon en Barcelona cuando entró a tomar posesión de la archidiócesis
de Barcelona Don Marcelo el primado de Toledo. Recibieron a palos al buen
prelado que es de Valladolid. Los separatistas hablan de progreso pero yo me
digo qué tipo de progresismo puede ser ese. Son unos maldecidos unos
bujarrones. Creo que para salir en defensa faltan intelectuales pero aquí lo
que tenemos es a don Bartolomé Mostaza.
Vietnam. Mil
muertos en la operación Hawthorne. Una celada en un bosque de los vietcongs.
Las cadenas radiales hablan de la próxima caída de Hanoi. Una foto trae
el Arriba impresionante,
capta corriendo a una niña ardiendo desnuda por medio de una carretera
para ponerse a salvo del gas mostaza. En otra imagen un oficial de los leales a
Nhgyuen disparando en la sien de un prisionero del Vietcong. Son dos
fotos dignas del Pulitzer. El fango, los arrozales y los pozos de tirador donde
los combatientes vietnamitas se emboscan constituyen una pesadilla para el
poderoso ejército yanqui. “Es una guerra extraña y horrenda” declara Luis Ponce
de León un uruguayo encuadrado en las tropas USA, de permiso en Montevideo.
Todo apunta a que los EE.UU han perdido la guerra. Conflictos laborales en
Amsterdam y en Helsinki Kosiguin el presidente ruso continua su visita a
Finlandia. Se entrevista con Kekonnen primer mandatario finés.
17 junio
1966 viernes
A partir de
esta fecha los nacionales de Honduras gozarán de pasaporte español, decisión
que me gusta y trae hoy el BOE. El gobierno de Franco tiende los brazos a
Hispanoamérica. Es fruto de las relaciones comerciales del ministro de
Industria López Bravo. Ya digo es una decisión la mar de acertada. Nuestra
patria tiene allá un compromiso ineluctable que hubo un tiempo que fue obviado.
Ahora vuelve a surgir. America del Sur siempre me ha encandilado desde que
escuché las lecciones magistrales de nuestro profesor canario Mario
Hernández Barba. Se ofrecen coyunturas favorables para cuajar una vía de
acercamiento con aquellos pueblos hermanos. Propone este profesor abrir nuevas
cátedras de Historia de America. Sólo existe una en nuestro país, mientras en
Rusia hay 47. Criticas a de Gaulle que en Moscú habla de una Europa desde
Gibraltar a los Urales. Ello le desplace a los norteamericanos. El ayuntamiento
de Cádiz está incómodo con el Correo Catalán porque publica un artículo en el
que dice que los gaditanos son la cuna del señoritismo. En Cádiz ha
surgido un grupo de presión que quiere constituirse en enlace entre los
republicanos y monárquicos. Pemán es su adalid.
18 de junio
1966 sábado
Entre los
jóvenes americanos a punto de graduarse en Harward únicamente un 12% piensa
dedicarse a los negocios. Les trae al pairo el sistema capitalista, dando
preferencia a los valores espirituales al ocio y la cultura y la paz no la
guerra. ¿Decadencia del capitalismo? Aquí ciertamente proliferan los lectores a
de Alan Grimsberg el poeta que dijo “America vete a hacer puñetas con la bomba
atómica”. Es la generación hippy flores en el pelo y canciones, sentadas en
California y en Chicago riots. Me gusta el disco y no dejo de ponerlo en la
gramola “If you go to San Francisco” de MacKency, emblema de las marchas anti
guerra de Vietnam. Las antorchas humanas siguen ardiendo en la ciudad de Hue.
La primera víctima fue una muchacha: Djo Thi Yen Pi de 16 años que se quemó a
lo bonzo en Nha Traurg en enero del pasado año. Las autoridades budistas
designan a los que han de inmolarse de acuerdo con sus condiciones psíquicas y
religiosas. Antes del sacrificio se les proporcionan anestésicos de hierbas
naturales para mitigar el dolor del trance. No se sabe si van de grado a la
hoguera o a la fuerza.
20 junio
1966 lunes
Qung
principal monje budista entra hoy en su segunda semana de huelga de hambre para
protestar contra el gobierno de Saigón y a favor de Ho Chih Ming. Fue internado
en una clínica de Hue. Ciudad que ha sido tomada por los gubernamentales con un
solo muerto en la lucha. El primero de julio próximo se hará cargo de la
presidencia de la Republica Dominicana Joaquín Balaguer, ex colaborador
de Trujillo. Balaguer es un intelectual amigo de España y su cultura que ha
publicado libros de versos. Estuvo en la embajada de Madrid y Paris. Habrá de
enfrentarse al paro endémico y al analfabetismo cuando jure el cargo. En
Argentina la situación sigue confusa. Hay ruido de sables en torno a la
personalidad del general Onganía.
8 de
agosto 1966
Como me he
vuelto un ser sin intimidad voy a decidir proseguir este memorial tratando de
dar de lado a la gazmoñería y a las mariposas negras que revuelan en mi mente.
No cobro en Radio Nacional soy compañero del árbitro Galende y un vasco. El
pluriempleo la envidia la palabra vacía la puñalada por detrás trabajo con
compañero de la Escuela de Periodismo que se llama José Luis Albeniz. Cuando
acabe las practicas me marcharé a Inglaterra. Estoy harto de este país y de
este Madrid lleno de hipocresía y pecados burgueses. Estoy harto de las mujeres
de mi país. Dinero y agasajos a las del bello sexo, tiempo perdido. Noto que
ellas se burlan de mí. Me toman el pelo. Hay que aprobar la reválida del
periodismo.
11 de agosto
66
Voy a dormir
a casa de Pérez Mateos porque hace unas noches tuve un ataque de los suyo. Ay,
chato, chato estoy muy mal. Llamamos a la vecina, una señora de Riaza que es
frutera y tiene dos hijas muy bonitas, pues creíamos que se moría. Salió la
mayor Milagritos en camisón y el enfermo al ver sus transparencias
resucitó. Se le pasaron todos los males.
Fui al baile
y conocí a una chica me dio el teléfono y quedamos. No sé si iré. La voluntad
se va debilitando y viene el desengaño no sé de quién será la culpa del
ambiente o el responsable seré yo con mis telarañas en la cabeza. Cada día todo
se me hace más cuesta arriba. Quiero superar las depresiones que me dan de vez
en cuando y me dejan baldados. He cogido el vicio de fumar. Una cajetilla de
Celtas largos me dura una semana pero con el estudio y el trabajo en la radio
va aumentando la dosis. Reconozco que el tabaco es malo pero me fortalece el
espíritu y me ayuda a sobrellevar las largas horas de estudio. Estoy preparando
los exámenes de reválida y validación. Muchas noches no me acuesto hasta las
tres de la mañana. Soy ave nocturna como la lechuza que dicen que es el ave de
la sabiduría.
12 de agosto
de 1966
Hoy día de
Santa Clara recibí mi bautismo de fuego en la radio. Entrevisté a Federico
Martín Bahamontes en el programa Gaceta de los Deportes que se emite a las
nueve de la noche. No salió del todo mal. Me escuchaban en casa y señalaron mis
defectos. Se me notaba algo nervioso y titubeante pero Federico es todo un
prócer. Aparte de un gran ciclista el mejor que ha dado España es una gran
persona, muy simpático, me habló de Toledo y lo mucho que quiere a su mujer
Fermina. Está derecho como un huso. Es todo músculo. Me recuerda a aquel santo
extremeño, San Pedro de Alcántara, que tenía el aspecto de un manojo de
sarmientos. El toledano es un místico del pedal. Rey de la montaña. La cosa no
salió mal del todo pero a mí me gusta más la máquina de escribir que el
micrófono. Desde que olí la tinta de las enfurecidas linotipias se adueñó de mí
el duende de la imprenta. Llamo a Blanca Valle para preguntarle sobre nuestro
viaje a Inglaterra. A ella también le han concedido una beca para enseñar
castellano en calidad de profesor asistente. Quiero aprender
inglés perfectamente antes de iniciarme en periodismo. Yo suelo tomar las cosas
ab ovo desde el principio. Por eso tendré que renunciar a ser redactor
deportivo en Radio Nacional de España. Estoy columpiándome en el tiovivo de la
duda. Unas veces me parece maravilloso ese sueldo de seis mil pesetas aquí y
marcharme a Inglaterra a pasar hambre. El Mateos con sus neuras me hace perder
mucho tiempo.
Transmito un
partido de beisbol, no tenía ni idea de este juego pero un cubano que trabaja
en la radio me iba soplando las jugadas. Un buen consueta. Yo diría un buen
samaritano. Creo que también salí airoso. Sustituimos Albeniz y yo a Juan
Manuel Gozalo (le llaman Kubala) y a otro locutor granadino que es el segundo
de Matías Prats. Estoy apabullado y me siento muy pequeño y neófito en estas
lides al lado de tales divos de la radiodifusión. Tuve que ir a dormir en ca
Pérez Mateos. Le da miedo. Estoy de él hasta los mismísimos. Espero que venga
pronto de Soria su compañero de Piso el cura Abel Hernández quien ocupa la
habitación contigua a la suya. Está Abel de vacaciones. Es un gran periodista
aunque dicen que está en dudas si no cuelga la sotana.
26 de agosto
Un compañero
de Filología que va a ir también a England como assistant teacher conocimos en el bar de Filosofía a dos
australianas muy simpáticas. Estuvimos de mesones y yo quedé con una de
Melbourne para vernos en Victoria Station. Descabellada idea. Lo pasamos bien a
pesar del calor de Madrid. Está cayendo plomo derretido. Las noches las paso
insomne por el ardor estival y la preocupación de viajar a un país que apenas
conozco. Estuve en el 64 en un campo de trabajo recogiendo fresas, pasé hambre,
no encontré trabajo y crucé de nuevo el Canal. En Paris pintó bien. Ahora no
voy a la aventura. Tengo un contrato de trabajo en un colegio del Yorkshire.
Nuevamente tomé el coche de linea que sale de la calle Alenza el Albarrán y me
fui a Fuentesoto a pasar unos días con mis tíos. No me recibieron bien.
—¿Otra vez
por aquí? Me dijo el tío Dionisio.
A la mañana siguiente
tomé el coche de línea para Segovia. Estuve en ca mi tata la señora Antonia
Sabaté que me crió de niño. Me invitó a comer. Hablaban catalán y a mí me gusta
ese idioma- antes de regresar al foto en el tren estuve tomando unas cañas con
mi primo Agustín al cual quiero como un hermano. Hace allí la mili y mi padre
le ha enchufado en Mayorías. Hasta primeros de octubre no es la partida para la
Rubia Albión. Dios qué nervios. Me he comprado alguna ropa pero mi ajuar es
escaso mu made me compró en Sepu un impermeable tres cuartas Topo Gigio que
ahora se lleva mucho. En la Radio siguen pidiéndome que me quede. El director
de informativos un falangista insiste en que me darán un contrato fijo. Sigo
deshojando la margarita.
8 de
septiembre 1966
Los exámenes
para convalidar el título de periodista serán el 21 de septiembre. Llegado el
otoño, la luz es distinta pero nosotros no la vemos porque pasamos encerrados
en casa de Mateos toda la noche cantando los temas el canario Pedro Fernau,
Pedroche, Perreta y yo. A base de café cargado. Cuando nos da sed levantamos el
botijo y para el hambre mi madre nos prepara bocatas de tortilla. Con ellos
matamos el gusanillo. De vez en cuando un break para echar un pitillo. Son casi
doscientos temas.
En casa mi
madre ha acogido a una pariente suya
Amelia operada de un cáncer de mama. Hubo que habilitar un cuarto para ella, la
están dando radioterapia. Nos visitaron la señora Henar y su marido el teniente
Casado. Sus hijos José Luis y Merceditas son amigos de la infancia. El teniente
Casado es de Pradeña. Ahora viven en la colonia militar de Campamento.
29 de
septiembre
Una vez
celebrados los exámenes de Revalida de Periodismo en la Escuela Oficial obtuve
un aprobado con Notable. Don Pedro Gómez Aparicio que presidía el tribunal
amablemente me entregó la papeleta y me dio una palmadita en la espalda. El
espaldarazo. Sólo me dijo: “muy bien Parra, audaces fortuna iuvat” (citando a Virgilio de Mantua). Salí
corriendo de la parte trasera del Edificio del Ministerio de Información y
Turismo pegando brincos de felicidad. Aprobamos doce tíos ente un grupo de más
de cien. Fue una sorpresa que yo, pesimista de natura, no me esperaba. Esto
supone para mí uno de los grandes momentos de mi vida. He pasado una noche
feliz. Lo celebramos con el cura Abel Hernández y Gabriel Plaza Molina. A
Mateos lo catearon pero fue una coincidencia porque Gabriel Plaza que trabaja
ya como redactor en YA y un servidor entramos en la Escuela de la Iglesia
de periodismo en la misma convocatoria. Juntos entramos y juntos salimos. Es un
gran amigo mío. Muy inteligente. Sabe ruso y cuando pasa por casa mi padre le
llama el “Pensao” por su manera de
ser taciturna. Atribuyo este éxito a ni suerte pues me tocó un tema que me
sabía al dedillo, a la benevolencia de Don Pedro Gómez Aparicio al cual hice un
buen trabajo de investigación sobre el periodismo madrileño en el siglo XIX y a
la intercesión de San Antonio Divino y Santo a quien mi madre puso velas en los
Capuchinos de Cuatro Caminos. Me subió la moral y he pasado unos deliciosos
días de fines de verano. El otoño madrileño es el mejor. Hay que abrir nuevas
brechas y luchar. Ya soy periodista español por la gracia de Dios. En el otoño
madrileño gabardinas Butragueño, reza el slogan. Pues eso.
30 de
septiembre 1966
Fui a Espasa
Calpe a comprar libros y por la tarde invité a bailar a Milagritos. Le hablé de
una novela que estoy escribiendo muy mala por cierto que se llama los Momentos
y ella me soltó:
—Ser
escritor es morirse de hambre.
Milagritos
fue siempre una buena amiga a pesar de sus caídas poco amable. Como buena
serrana siempre dice la verdad.
6 de octubre
1966
Emprendo el
viaje con la idea fija de que estoy quemando las naves. La estación del Norte
era un hervidero cuando el tren arrancó. Salí de mi tierra el día 2 por la
noche cuando se celebraba el santo de Franco y llegué a Hull el día 4. Lo peor
fue el ferry en el que cruzamos el Canal de la Mancha de Dieppe a New Haven. Me
mareé y un marinero inglés me sostuvo para no caer por la borda. Eché la pota
sobre una mar arbolada. En Londres no me ocurrió ningún incidente desagradable
como la primera vez y supe tomar el metro hacia Liverpool Stret Station sin
equivocarme de ruta en el underground. Los campos de los Midlands son verdes,
llanos y misteriosos. La gente no habla en los trenes como en España. Ofrecí un
cigarro al viajero de mi compartimento cuando estábamos llegando a
Peterborough y lo rechazó:
—Yo fumo en
pipa.
En boca
cerrada no entran moscas. Una señora la jefa de estudios se encargó de mi
acomodo en Hull. Viviré con una familia de obreros, ella se llama Thelma y el
marido Graham. Parecen amables pero no les entiendo ni papa. Y yo creía que
sabía inglés. Ahora he de tenérmelas tiesas con el endiablado dialecto
Yorkshire. Los alumnos que me han asignado de los cursos superiores son muy
inteligentes sobre todo no que se llamaba John que va a ser futbolista y ha
fichado por los Tigers el equipo local. Otro que se llama Paul Preston y
es de Liverpool parece el más zoquete pero ha estado un verano en Valladolid en
el colegio de los irlandeses. Su padre militó en las Brigadas Internacionales.
Así se explica sus risas causticas cuando les hablo de Franco y la paz que
tenemos en España. Paul alza la mano y muestra su camisa sucia, su pelo
desgreñado y la chaqueta del uniforme con coderas. Su madre no debe de creer
mucho en la plancha y la lavandería:
—Sir, Franco is a dictator, a criminal.
─Hombre, yo
no diría tanto, John Preston, que quieres que te diga. Tienes demasiado humo en
la sesera y muchos prejuicios para ser un historiador objetivo
Estuve a
punto en plena clase y sacar la minga y mear mirando al mapa de Inglaterra que
estaba colgado de la pizarra imitando a Blas de Lezo pero me contuve.
Me quedo de
un aire sin saber qué contestar. Rojo de vergüenza hasta las orejas. Para tales
cuestiones políticas no tengo respuesta. Son una inconveniencia pero mi orgullo
patriótico se resintió y determinó que las clases con el curso superior nivel
A, equivalente a nuestro preu fueran para mí un suplicio. Nunca pude olvidar
la acrimonia de Paul Preston en la clase de presentación. Un verdadero
desencuentro. Se me cayeron los palos del sombrajo e inculcaron en mí una
pequeña dosis de anglofobia de las cual aún me resiento. Los ingleses son gente
maravillosa, tuvieron un imperio, y manejan bien el columpio de la balanza de
poderes. Son muy suyos y siempre consideraron a España su enemigo histórico
Roy el
marido de Thelma me llevó en su Morris 1100 a arreglar algunos asuntos con la
policía. Me han dado seis meses de estancia en el país. La comida escasa pero
buena. Sin embargo esta noche tuve algo de cólico. Me hizo daño el té que aquí
toman a todas horas.
Saturday October walked around town. Most of
the harbour was destroyed by the bombs of the Luftwaffe. A great line of worker
with cloth caps were riding their bicycles on the way home. Went shopping with
Mike Newton my head teacher. People here eat a lot of sweets and chocolate.
Newton is 24 oxford graduate in Spanish. He has read el Quijote ten times and
speaks good old Castilian. Nice bloke. His wife is called Margaret. The Spanish
department in Kingston Upon Hull High School is Michael s first job. What
impressed me was their youth and their happiness and optimism. This
couple shall be declared the propaganda of marriage. I went later to a
party at 173 Cottingham Rd. It was freezing. Vinieron muchos extranjeros
negros sobre todo y bailamos con los locales el baile de la comba con un
estribillo que decía “Kiss me in the
middle”. Había que buscar a tu pareja entre los danzantes y estamparle un
beso en la boca. Estuvo bien. Inglaterra es hospitalaria. Al final cantaron el
Dios salve a la Reina… O Britania rule
the waves. Vuelvo a casa y me visita una de mis “pájaras” me tumbo en la
cama y empiezo a llorar. Homesick.
Murrias indefectibles. Me parece que he cometido una equivocación al enterrarme
en este agujero inglés pero a lo hecho pecho,
La madre de
Thelma un abuelita inglesa. La espalda curvada en una desbordante joroba me
regala un libro de Shakespeare que conservaré toda mi vida pero que no acabaré
de leer jamás. Books. Books. Tantos libros que fueron mi norma de vida y para
qué. La viejecita tiene 64 años pero parece diez años más. Las inglesas muy
bellas y candorosas de mozas envejecen mal.
November 4
Guy Fawkes. I feeel better but nealy two weeks
since I went to the loo. Constipation. It is the horrible English food. There
ware bonfires in the boggy nighit of Guy Fawkes, no es
bueno sentirse español pues toda Inglaterra celebra con hogueras el día que se
abortó la conspiración de la Pólvora. Un espía español que militaba en los
Tercios Viejos de Flandes quiero volar el parlamento. Terminó en la horca luego
de ser descubierto, bloody Spaniards.
Me compré una radio transistor y escucho a los Beatles y la música pope que transmiten
desde un buque fantasma en el mar del norte un tal Jimmy Savile ─quien luego se
descubrió que era un monstruo, un depredador sexual que violaba a niñas
adolescentes con gripe en la cama del hospital, le dieron la Orden del Imperio Británico, fue desenterrado de su
mausoleo en Leeds y quemados sus huesos─ al alimón con Tony Blackburn.
Cené con los
Dohertys. Hospitalidad británica. La mujer de Paul Doherty es muy fea pero hizo
un pudding riquísimo. There was a brawl
yesterday in my class. Una pelea entre Prestpn y yo.
Me gasté
diez chelines en cerveza en el pub de la esquina Cross Keys situado en el
empalme de Nottingham Rd y Beverley Rd. No me gusta la cerveza pero es buena
para hacer pis.
Fui al baile
del Locarno una sala que está bastante bien. Había un grupo de baile brasileño
y las muchachas de Hull se los rifaban. Allí conocería a Suzanne el amor de mi
vida pero no aquella noche
26 de
noviembre
Un recital
de flamenco en la universidad. Uno de los profesores es un joven de Liverpool
que habla con acento sevillano. Está enamorado de Andalucía. Yo me mudo de
pensión. Me mudo de Falmouth a Pearson Park. No me estoy adaptando bien a mi
nueva vida. Creo que tengo cáncer. Me duele muchísimo la tripa. A causa de la
comida tan mala tengo un estreñimiento feroz pero a ratos pienso lo peor que
pueda ser un tumor. Una familia católica me invita a pasar la navidad con ellos
pero no sé si iré. Me siento como un refugiado. Nunca pensé que este lugar
fuera un destino de una especie de exilio. La gente me mira como un
antifranquista y me mira con compasión. Very
poor Spain… y a mí me entran ganas de llorar cuando escucho eso. La nueva
patrona es polaca. Vinieron aquí después de la guerra. El marido era militar y
cayó en el frente luchando contra los alemanes. Tengo un disco de Lili Marlene
lo puse en mi tocadiscos y se puso la señora como una fiera. Lo comprendo. Los
recuerdos y sufrimientos de la pasada guerra mundial son muy recientes.
Mientras tanto yo leo a Kafka y me siento un poco cucaracha. La lectura de este
autor no calma mis dolores de barriga. La gente se porta muy bien conmigo. Otro
profesor Mr Whitecomb me invita a cenar en su casa. Una buena cena de domingo
sacia mi hambre. Los ingleses son muy hospitalarios y abiertos al menos
aparentemente pero nunca vi tanta pobreza como por aquí. Hull es culo del
mundo. Padezco el síndrome de la English Rose. On boxing day I came back to my garret
1967
Nunca pasé
tanto frío la Nochevieja más triste de mi existencia. Los polacos fueron a misa
de gallo. Yo preferí seguirla por mi misal. Compré una botella de vino blanco
que aquí llaman plonk y me fui a la
cama antes de las Campanadas. En casa estarían cantando villancicos mis
hermanos Ponciano y Fuencisla mi hermana habrá colocado el Belén con la
supervisión de mi hermano Nano. Año nuevo vida nueva. Ha nevado. El vino blanco
me hizo bien y no tengo resaca. El balance en lo personal quizás sea amargo
pero pienso que he venido a una Inglaterra feliz de gente que lo pasó mal en la
guerra y no se queja. Política de pleno empleo unas pocas libras en el
bolsillo, la tele en blanco y negro pagada a plazos y las tardes en el paz
donde los mozos salen de caza de la hembra como en el libro Saturday Night
Monday Morning. Esto es el Yorkshire en el duro invierno del 67. Los Beatles
cantan sus baladas, las niñas lucen sus hermosas piernas en minifalda y hay
gurus como Jimmy Savile un yorkshireman que era un depredador sexual como luego
se descubrió. Aquí lo llaman chatting up
the birds. Las chicas son menos gazmoñas y más amables que en Madrid. Aquí
por lo visto es fácil ligar. Esta es la Inglaterra de You never had it so good. You
never explain you never explain. Mr.
Harold McMillan dixit. Me cruzo todos los días por la calle con personajes que
parecen salidos de una novela de Sillitoe o de Room up the top. Imitan el peinado y el calzado de los Beatles y
hasta su manera de hablar. Hace un frío del carajo. Es lo malo, tengo sabañones
como en el seminario.
6 February
1967 Monday
Vinieron a
visitarme Blanca y Juanito. Blanca decepcionada
con esta ciudad que es la más fea de las Islas Británicas. Marcharon pronto. Su
escuela está en Leeds la capital del condado. Dicen que allí todo es mejor.
Quedaron estupefactos ante lo duro de mis condiciones de vida y lo estrecho de
mi habitáculo. Blanca Valle es una manchega muy guapa el busto grande de la
cual yo que soy tan enamoradizo estuve enamoriscado. Mucha mujer para mí. Nos
pasábamos los apuntes en la clase de Historia del Arte que daba Azcarate. Me
dio su número de teléfono pero no me determiné a darla un paseo en el 600 de mi
padre. Soy tímido; les enseñé la ciudad que tiene poco que ver y visitamos la
catedral de Beverley. Nos fotografiamos en el porche del templo. Soplaba un
viento del norte que congelaba las orejas
8 de Febrero
Conozco a
Suzanne una bella londinense del Endsleigh College que creo que llenará de
felicidad y de tristeza mi vida. Fue amor a primera vista el otro día en una
misa. Como cuando Petrarca encontró a Laura y el Dante a su Beatriz.
Me da ahora
por la poesía. Aquí mi último poema
Yo quiero ser inglés
Para tomar el té de las cinco
Dar cuerda al reloj los fines de semana
Pasar la rueda por el jardín
Vivir cerca de ti
Quiero ser inglés
Mi barco dio de través
Me ahogo en este mar de dicha y lágrimas
Quizás sea poco para ti
Dulce Suzanne
Toda roja y toda azul
Bajo la niebla de Hull
Sus ojos flamean en el lábaro
De mi estandarte
Ayer me
robaron la bicicleta. Tendré que tomar el autobús para acercarme al instituto,
las tres millas que separan el colegio de mi casa las pedaleaba en algo más de
media hora. Y en el coche de san Fernando.
Siguen las
poesías
O Suzanne Hugh
How much I love you
Rose of my rosebush
That I will take with me
Always
Smelling spinnaker and lilies
She is like an Spring garden
All is a dream
Cross keys and cross hearts
Venus stepping out
From the sea
Blond hair and rozagante
I swear it for the cloud
And the wind
For the harbour for the sea
Athletic London girl
Swimming laughing
Riding horses
She brought life to me
1966 tudel y
estrangul
Así que
pasaren 55 años he vuelto sobre mis pasos a revisar aquel cuaderno sacado del
material escolar del alumnado un jotter sobre el final de aquel 1966 en el cual
mi vida pegó un viraje en ángulo agudo. Estoy abrumado por la melancolía y el
remordimiento. El amor hacia Suzanne es para mí un sacramento que me acompañará
a la tumba aunque todo falló por mi culpa por mi inseguridad por mis celos por
la ingenuidad de mis pocos conocimientos. En el seminario no nos enseñaron a
tratar con las mujeres. Books no
more. Siempre el maldito idealismo que deforma la realidad como el
rayo de sol que penetra en un estanque límpido.
Hicimos una
excursión a un pueblo más allá de Beverley que casualmente sería nuestra
residencia de casados porque en Wilberfoss nació Helen. A mí me hubiera gustado
llamarla Edelbertha o Edwin, si fuera niño nuestro primer hijo. El nombre
arcaico no le gustó a Suzi. En Wilberfoss se me ocurrió esta poesía aquel día
de las Candelas de 1967.
Imagine what my feelings are
I am in love
With Suzanne
We kiss in the porch
And the parson won’t wrangle us
Love is no sin
I will invite you sexton
To the pub
You will drink till
You are drunk
You will clean the strings and the ropes
And the clapper bells
Mind you
The wind is blowing
14 de
febrero 1967
Todo está
dicho desde que se hicieron las guitarras. No hay nada nuevo bajo el sol. Bajó
anoche el Espíritu Santo a la playa y dejó en la arena música de sandalias. Hoy
exulta mi corazón. se calmaron las desdichas mientras lanzo una moneda al aire
y sigo amarrado a la rueda del destino. ¡Qué grande es Dios!
He de dejar
en esta entrada de abril las páginas de este diario redactadas con caligrafía
nerviosa como resultado de mi excitación nerviosa y atolondramiento. El resto
es muy personal y secreto, y no creo que interese a nadie. Baste decir
que me enamoré de la inglesa más bella y mejor de Albión. Moriré pensando en
ella. Yo tuve la culpa de que todo acabara en desastre. No fui merecedor de
aquel galardón de los dioses pero confieso que he vivido y el nombre de Suzanne
brotará de mis labios cuando exhale el último suspiro. Puede ser que tal
afirmación resulte grotesca en los tiempos que vivimos. Han pasado diez lustros
y aun recuerdo aquel curso escolar en Hull la ciudad del viento. El amor es más
fuerte que la muerte. Echo de menos su belleza y su sentido del humor. Sin su
presencia he vivido una vida vacía infeliz. Por mi culpa no supe manejar el
tudel y el estrangul propios de un buen gaitero. No supe tocar la gaita y ahora
lloro mis culpas. Yo no soy más que un pobre y delirante soñador
Fin de los
extractos de mi diario de 1966-67
Sunday,
November 21, 2021
Flores de arrepentimiento
Lloro mis pecados viejos
Veo todo lo loco que fui en mi desmesura
Rumbos perdidos
Siguiendo los pasos del viento enfurecido
Del dalle de la vida
En sus ventalles
Juguete fui del apetito
Tú, Señor, me mirabas triste
Desde el árbol de la cruz
En que fui redimido
Abandoné el Amor
Y me eché en brazos de la locura
Derrotando por tabernas y quilombos
Todo es vanidad en la política
Es letra muerta todo cuanto fue escrito
cálamo en ristre
Por mi mano
No di de mano a la presunción la lisonja y
el ataque enfurecido
Persiguiendo fatuas quimeras y utopías
Del buen nombre
Mas, mi pasión es España
Razón de mi locura
Y del agua que corre en la Fuente de la
Fama
Mis ideas me convirtieron en proscrito
Acepto el castigo
Dios de Israel, sin embargo
Sigues siendo pulso infinito
Manejando la rueda del cosmos
Que atestigua mi ruindad
lavabo
Inter Inocentes manus meas
Lo dicen tus ojos doloridos
En el cerro del Calvario
Gólgota que amontona calaveras
El fuelle del recuerdo de mis pasos
perdidos hace calle
A mis suspiros
Llorando estoy mis desvaríos
Muerde a la vejez la mi conciencia
La inconsciencia y locuras de juventud
Dulce Jesús
Hay una flor en el pénsil de Inglaterra
Suzanne, mi dulce Helen por quien suspiro
Y torcer quisiera el rumbo
De mis pecados viejos, despropósitos, y
desvaríos
Vientos
de profecía
One
day after ten years
I will come
back to Hull
However, I
wont find you
The neon
lights of your street
Shall be
gleaming like today
And the
poplar growing by your window
Will be wet
under the rain
Naked
without leaves
Life as
usual
Traffic
lights
Cars tooting
away
And the
pompous birch in whose bark
I chiselled
our names
Cupid dart
broke other hearts
Shall
exhibit other lovers
Other names
The old
pensioner with his cloth cap
Walking with
stick
Whom we used
to meet on our way
Shall be
dead for a long time
At the door
will I wait
For you but
never came
Ten minutes
like ten years
Standing in
the rain
I ´ll ask
your landlord
Where is
Suzanne dear man?
Gone, she is
ever gone
Neither
tacks, no trucks, no address
Like the
Demerara rum
Vanished
Good days of wine and roses
This is not your street
Nothing of you in it remains
Only memories
Of happiness with you in the winter days
I will go the pub of the Cross Keys
And drink beer to forget
Beer without you will be stale
Of bitter taste
Where is Suzanne dear man?
The London girl of twenty year
Full of life
Plenty of grace
I´ll fetch my guitar and go
Back to Spain
And get older and older
Between printing words
And newspapers pages
You always hold yourself
Out of reach
EPÍLOGO
Mucho tiempo de trabajos forzados, bastantes
dudas y el desánimo de saber que esta obra mía como las otras muchas que
escribí, no serán difundidas pero vaya por delante toda mi gratitud a la
editorial Círculo Rojo, con cuya ayuda doy a la estampa estas cuartillas que
salen calentitas del obrador de la Red. La idea que aletea sobre este texto es
mi agradecimiento a Nuestro Señor y a mi fe cristiana con los que he
sobrevivido 81 años tiempos de cambio y de tribulación. Es más a cencerros
tapados. Es lo peor que le puede suceder a un escritor. No el ataque y la
invectiva sino el olvido. Yo tiré palante contra
viento y marea (against odds, que
dicen los ingleses). Estos textos donde los personajes se difuminan en la nube
del olvido son una conjura, un exorcismo, contra las fuerzas del maligno y un
clamor de esperanza de que el mal sea vencido. También es un confiteor por los
pecados del autor. Mucho me pesa, pésame, Señor. Que retumben mis golpes de
pecho pidiendo perdón a Suzanne Marie Hugh, mi amor eterno, presente como
un fantasma acosador y acusador en esta auto novela circular en la cual yo soy
el protagonista y el antagonista y el deuteragonista. Este atavismo de los
muchos años que pasé en Inglaterra y en USA es la causa de mi manía por incluir
muchas palabras en la lengua de Shakespeare. Ello se conjuga con el anhelo del
relato de recuperar lo perdido, de enmendar mis yerros y abrir mi alma en canal
ante el lector. Verdadero sueño onírico. Quise cantar a la belleza del mundo en
los recuerdos de la niñez y la el perfil de aquellos días perdidos. Es también
o quiere ser este libro un lamento por la destrucción del romanticismo y de la
familia y para eso está la máquina de follar que exhiben las reinas de los
berreaderos menoreros. Es también un lamento por Olga la bella rusa caída en el
fango, una de las más bellas del mundo que es maltratada por su macarra. Prefiero
entrar en estos portales desdeñando los que se refieren a la política tan
apocalíptica y a la guerra nuclear. Por último, este texto es un meditatio mortis. He superado un
cáncer de próstata. Eso está ahí. La vida se acaba, no obstante. Tengo 81 años
y no sé si podré escribir algún libro más. He aquí mi reflexión sobre la vida
que se acabará y me lanzo la interrogante del ubi sunt de las coplas manriqueñas ¿Dónde están? ¿Qué
fue de tanto frenesí y de tanto galán de las coplas de Jorge Manrique? Ahí lo dejo
como meditación en estas vísperas día del Pilar. Las campanas de Zaragoza y de
toda España en general tocan ya. Nuestras vidas son los ríos que van a dar al
mar. Algunos incluso en las altas esferas eclesiásticas, tan aferradas al
dinero y al poder, parecen haberlo olvidado pues sepan cuantos de los pecados
de nuestra Santa Madre Iglesia transformada en madrastra para mí y muchos
creyentes viejos como yo.
sábado, 11 de octubre de 2025
Madrid
2019-Asturias 2025
FIN
No hay comentarios:
Publicar un comentario