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viernes, 31 de octubre de 2025

 

 

 

 

 AMOR INGLÉS

 

 

PRÓLOGO

 

Este libro es una loa al sistema de salud español, al hospital de Puerta de Hierro madrileño y en particular a la oncóloga la doctora Zapata. Acabo gracias a ella de superar un cáncer de próstata o a por lo menos a mí me lo parece. Llevo casi tres años desde que fui operado y la próstata no se mostró ni renitente ni recidiva. Empecé a escribirlo desde una cama de dicho hospital al lado de un ventanal donde un cuervo que estaba construyendo su nido mientras se afanaba en colocar pajas en su ecológico habitáculo sobre la rama del ailanto para incubar a sus hijos contaba la historia de mi vida, era una voz de diácono que cantaba la epístola de mis días desde que nací con sus alternancias de triunfos y fracasos, momentos tristes, malos ratos, amores y desamores y arrepentimiento. Un Amor Inglés es lo que pudo ser y no ser. Tiene la factura de una cantiga donde el principal trovador es mi ángel de la guarda que me sacaría de tantos peligros. El protagonista de esta historia tatas veces cambió de nombre que apenas lo reconozco pero siempre es el mismo. Los vaivenes de mi existencia me han llevado desde los congostos y angustias vivenciales y sexuales del nacionalcatolicismo al ancha es Castilla de la libertad sexual más aberrantes que son las salas porno de Internet. Mudaron muchos los tiempos. La Historia cambió de rumbo y de ciclo. Son las aventuras del Zeitgeist pero mi fe no es una cuestión de bragueta sino algo más profundo, Cristo está ahí en lo alto del Pantocrátor del universo. Es el alfa y la omega. El ayer y hoy. Hieri et hodie y yo a lo largo de estos capítulos planto cara al diablo. Lo desafío con lo único que tengo a mano; la belleza de la palabra. El poder de la literatura. Suzanne Marie Hugh, ¿qué fue de ti? Tu hermosa sonrisa y tu belleza en las entradas de un diario que escribí hace sesenta años cuando te conocí en aquel bailongo de Hull, el Locarno. ¿Helen? Moriré sin verla. Cuanto os extrañé toda mi vida y entono estos trenes de Jeremías para mitigar el dolor de ese desdén. Fuisteis lo que más amé. Les invito a mis lectores a entrar en este cabeza porque esta autonovela es un puzzle.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                LIBRO PRIMERO

 

Fui operado de próstata va para dos años por una eminente doctora del hospital de Puerta de Hierro (Majadahonda, Madrid) que se llama Zapata y es una oncóloga de categoría, yo la llamaría milagrosa, no tengo dolores. Meo como un padre de la iglesia, no he de levantarme a media noche ni necesito el zambullo con el que, pegado a mi pierna, exoneraba la vejiga. Tales dolamas son un signo de la fragilidad de nuestra condición pecadora e imperfecta. Hoy somos y mañana nos vamos y al cabo de tan poco tiempo nadie se acuerda de nosotros ni de nuestro tránsito. Yo escribo para perpetuarme en mis escritos, para que quede en el mundo un poco de mi alma. Hay una segunda razón expresar mi arrepentimiento por lo que pudo ser y no fue. Quien escudriñe sobre estas páginas percibirán un aire de dolor de atrición porque la condición humana se fragua sobre el pecado y sobre el dolor. Tomé mi cruz y no sé cómo pude salir airoso en medio de las dificultades. Yo lo atribuyo a una sola causa: que Xto se halla presente en la historia echándote una mano y diciendo hijo, tu fe te salvó. Esta enfermedad a lo largo de veinte meses dictó sentencia y dijo: Verumtamen, eres un carro de mierda, pero portas el fuego sagrado, y tu cuerpo tan valetudinario, tan frágil y proclive a las enfermedades, es templo del Espíritu Santo. Tengo, sí, dolor de atrición. Acaso por eso no experimenté una sensación negativa cuando la doctora Zapata me leyó el diagnóstico; cáncer de próstata con metástasis. Creo que cuando pronunciaba sentencia un ángel de luz se sentaba a su lado. Divina mujer. Claro que te lo merecíais, Verumtamen: esas jarras de vino que te tomabas, esas noches que perdías el autobús, cerraban el metro y no podías volver al hogar, teniendo que dormir al relente cogiendo en el metro o en plena calle pulmonías. Esos merodeos por las tabernas de la Red de San Luis para conjurar tu agorafobia, derrotando por bailongos y merenderos. Las calles de la capital se me echaban encima, es mucho Madrid. El viento de Madrid es un viento tan sutil que mata a un hombre y no apaga un candil. Por Princesa ya no entraba la fuerza que vino a liberarnos. Franco había muerto hacía medio siglo y los lobos de la jauría se echaban sobre nosotros y sobre nuestra historia para repartirse la carnaza. ¿Adónde vas, España mía? me preguntaba yo pero nadie me contestaba, nadie me hizo caso. La puerta del Sol estaba poblada de guiris. El altoparlante de la Mallorquina donde tomabas el café mañanero con una napolitana repetía consignas: "españoles, la guerra no ha terminado, sois metecos en vuestro propio país" ¿Cómo qué? ¿Extranjeros en vuestra propia patria? Sí. Yo entonces mojaba en alcohol mis desdichas, arrodillándote al pie de los altares de Erifos. Era el tormento de las danaides y mientras me echaba al coleto jarros y jarros yo pensaba en el tormento de Sisifo porque las pavisosas de los telediarios repitiendo  noticias que eran consignas me ponían de los nervios. Me hundía en el abismo. Había perdido el norte y el ritmo, no hacía pie en aquel mar de turbulencias, gritaba al piloto de la nave Señor, sálvanos que perecemos, pero para mí el mundo carecía de asideros. La ayuda no vino y, si vino, no la sentí. Por los cielos de Madrid revoloteaba la paloma mística del Espíritu. Mi patria, mi iglesia, lo que yo soñaba, cuanto yo supuse iba a la deriva. Ningún apoyo encontré en mi familia; uno de mis hermanos me echó del trabajo, usurpó mi puesto, para colocarse él, mi mujer me puso los cuernos, Mis hijos no querían saber nada. Todo pingaba del vacío. Las mujeres no tienen bandera, un psicólogo me dijo, y desdeñan a los vencidos. Los casamientos terminan convirtiéndose en infiernos portátiles de las mujeres liberadas que van al gimnasio y se acuestan con el jefe. Quizá, quadecausa, cada día mataban a una y se formaban corrillos a las puertas de los ayuntamientos, tocaban la campana consistorial y mostraban su repulsa meridiana a la violencia de género, antes del vermut y a otra cosa, mariposa. Yo las veía verter lágrimas de cocodrilo y condenar la violencia venga de donde venga y me indignaba a más no poder. A mí me expulsaban de todas las sinagogas y en cada trabajo no era bienquisto. Sospechoso de ser enemigo político del régimen de las libertades que no eran otra cosa que el fascismo totalitario bajo la máscara del sionismo. A la puta calle y una marca amarilla de los cornudos y de los que critican al sistema sobre la frente, No vales nada, eres un fascista, un antisionista, así que una patada en el culo y a la puta calle. ¿Auschwitz, decía usted? Pero yo tenía un chiscón donde me guarecía y no paraba de escribir, haciendo rodar mis ideas por todo el mundo a través de la Red de Redes. No ganaba una gorda con mis escritos desaforados hacían pupa, les jodía que yo alzara el lábaro de la contestación. Verumtamen, tú te vengas. Les estás dando todas en un carrillo:

─Que se jodan.

La etiología de mi enfermedad procedía de lo más adentro de mí. No era una enfermedad del cuerpo sino del alma. El alma ¿Pero existe el alma? Ponme un sol y sombra, Matías. ¿Qué va a ser? Lo dicho. Ya tomó tres consumiciones, don Venivolans. Pues que sea la cuarta. Matías era el camarero del café Gijón. Busco respuestas al misterio de la vida. Pues va usted listo. Matías Sigüenza González era el segundo de abordo del establecimiento. En una de mis borracheras, cuando me puse imposible, me echó a la calle. En otras dos me perdonó la vida. Yo, que soy sañudo, volví, contrito y arrepentido, al famoso establecimiento a los pocos días a sentarme en el banco de mi preferencia, cerca del burladero, talanquera del Café Gijón (cuando cierro esta edición me entero que el célebre Café Gijón echa la persiana) para hurtar el cuerpo a las cornadas de los mihuras de la vida. Yo consideraba aquel sitio, junto al velador de los poetas, casi de mi posesión. Un púlpito y un trono desde el cual yo podía pronunciar mis arengas antiborbónicas. ¿Te has quedado a gusto? Pues sí.

─Déjame pasar, Matías, un botellín nada más. Te prometo que no armaré ningún escándalo.

─ ¿Estás arrepentido? Menudo sonoro que diste el otro día cuando te pusiste a cantar el Cara al Sol cuando aquí todos son rojos.

─Si, Matías. Te lo prometo

El maître había sido seminarista como yo. Él en Burgo de Osma y yo en Segovia, existía entre nosotros una oscura ligazón, lo que llaman los militares fraternidad de armas. Un clavo trabal sujeta las vigas del techo y por eso la casa no se derrumba.

─El jefe don Pepe contigo está que bufa.

─Le regalaré una caja de puros y se le pasará.

─No creas

─Bueno pero ya sabes; un botellín y pa casa, nada de cubalibres. Lo hago en honor a nuestra amistad. Ambos somos seminaristas rebotados. Vosotros en Segovia os cruzabais la beca roja  por sobre la sotana y nosotros nos poníamos un fajín a la cintura azul para apretarnos los cojones

─Es que vosotros erais más listos y la teníais más larga

─Bueno, bueno, ya empezamos. Anda pasa. ¿Rezaste el acto de contrición antes de salir de casa?

─Sí pero ya no sé distinguir entre dolor de atrición y el de contrición

─Muy sencillo, dijo Matías, el uno es para los pecados mortales y el otro para los veniales.

Al maître del café Gijón no se le habían olvidado los distingos del nego minorem subsustam y tal, que nos explicaba en clase de moral el P. Regatillo. Pero yo al ganar mi asiento en  el banco de crepé color rojo, se me alegraron las pajarillas  y ya se me habían olvidado mis promesas. Pedí un sanfrancisco… marchando y luego un par de gintonics para animarme. Acto seguido, empezaba una peregrinación por las mesas de al lado, para saludar a los pintores, a  los escultores y a los poetas. Cada gremio poseía in velador. Gerardo Diego, sentado augusto sobre la incomoda silla de madera de pino, parecía una estatua, Fernando Fernán Gómez hablaba con voz gangosa . Yo ciexulaba por los corrillos saludando al personal. ¿Cómo estás? ¿Aún no te han llevado al Valle de los Caídos? Ni hablar. Abusando de mi facundia peroraba loas al Caudillo; que si los pantanos, que si la seguridad ciudadana, que si ningún español sin lumbre y ningún hogar sin pan etc., y allí todos los tertulianos eran rojos. Me miraban compungidos, pero como era gente muy educada no me partieron la cara  ni una sola vez porque no les daba la gana. Eso sí, reventaba el cenáculo y se iban todos para casa. En otros mentideros pasaba lo mismo. Yo me daba una maña especial en ahuyentar comensales. Me llamaban el revienta-tertulias. Buen pájaro estaba yo hecho. Al poco de llegar yo empezaban a verse claros por los veladores de mármol del famoso establecimiento. Los poetas tomaban el olivo y  los pintores salían de naja. Manolo Vicent me miraba con indignación. Raúl del Pozo que se había levantado aquel día con la chaqueta de demócrata clamaba "esto no puede ser, que venga la guardia mora". A don Pepe, el dueño, al que llamaban el “mono” le llevaban los demonios cuando advertía mi presencia y es que me estaba yo cagando en el Regimen de las Libertades para unos pocos. Matías se reía para sus adentros aunque por fuera fingiese indignación, pero Fonso el cerillas, Alfonso Pérez Pintor, como Simón Estilita, sentado en la columna desde donde veía pasar la vida y era en aquel lugar toda una institución, un sabio anarquista, aplaudía mis espiches y luego me contaba cómo la otra noche había llegado el Rey en una moto y le dijo que se iba de putas.

 

La operación de próstata ha sido una castración en toda la regla. Una erección resultaría imposible. Quadecausa, me paso el rato ante el ordenador esquivando la política que me parece la mayor perversión chateando en las redes en los salones de la lujuria y a mí la lujuria me causa hilaridad. Sin embargo, estoy fascinado por la belleza de una rusa que ha sido llevada a la prostitución por un judío polaco después de prometerla montes y morenas para ser su macarra y exponerla al trato torpe. Como es una de las modelos más hermosas de los berreaderos saca el tío mucha pasta.

 Estos dulces recuerdos atemperaban los dolores de mi enfermedad cuando yacía en aquel lecho de Procusto de Puerta de Hierro delante del ventanal que daba a un patio abandonado donde crecía un ailanto y allí el cuervo Prosopopeyas, mientras acababa de construir su nido,  me contaba historias. ¡Ay la próstata, la dichosa próstata¡ pecaste por do más pecado habías: mucho vino más fumeque, y el trasnoche¡ ¿Follar? Eso eran palabras mayores, salvo alguna excursión a la Ballesta o al Cerro la Plata, los de mi generación jodíamos poco. Puede decirse que hasta que no fui a Londres no conocí la gracia de Dios. Algún calentón en el baile de las viudas, pero el whole way, copula completa era para nosotros un wishful thinking pecar sólo con el pensamiento, si a mano vienes, pura entelequia. Ahora entiendo por qué Olga la Larga y Mili La Mala ponían esos ojos de vendimiar, abuela, es que les iba la marcha, cuando se enfrentaban a aquellos cipotes descomunales, humanos no parecían  humanos, que les transmitían por la pantalla interactiva los usuarios, prácticos en el vicio del amor solitario, menoreros incansables, cuando uno peca por dos y no tocan carne Pero con los ojos parecían bañarse en agua de rosas relamiéndose de gusto. La tenían del tamaño de un burro. Glandes y vulvas al descubierto. Nada quedaba para la imaginación más procaz en los salones de la lujuria. El amor cortés de los provenzales se acabó. Un amor era aquel  hecho de miradas pecaninosas dirty language, de piernas que se abren, pechos colgantes y de gatitas en celo mayando de placer y de deseo aunque pudiera ser que todo fuera ficción. Los puteros de la red, los reprimidos de medio mundo, eran un caso patente de la incomunicación digital. A todas horas dándole al dedito  con erecciones de tres cuartos de hora. Concursos de glande a ver quien la tiene más grande. Medio mundo está salido y prosternado ante Príapo, Mamón y Afrodita. Eso no ocurría en mis tiempos. Nosotros éramos unos pardillos, si se nos hubiera puesto a cotejo lo de entonces con lo de ahora. Además, teníamos miedo al infierno y a las enfermedades de las que nos hablaba el P. Venancio Marcos en sus charlas sabatinas Por Radio Nacional. El sexo era cosa muy seria, sólo para tener hijos, y aspirábamos a casarnos con una mujer para toda la vida. Que nos fuese fiel y nos diera tantos hijos que no cupieran en un 600D, el coche de las clases medias.

─Alto ahí, Verumtamen. Alto a la dueña. ¿No te da vergüenza a tus años meterte en las pocilgas de Internet?- sonó la voz de Prosopopeyas desde la rama del ailanto donde estaba encaramado y retumbaba con el estruendo del disparo de un misil.

─Pues no ─respondí─. Estoy intrigado cómo puede ser que esa beldad rusa, una de las mujeres más hermosa del mundo, puede haber caído tan bajo y utilizar lenguaje tan sucio en sus privados "metérmela toda, darling", "fuck me" "you make me crazy" etc. Tan guapa y tan puta. Debe de ser una versión moderna de Catalina la Grande, la zarina ninfómana que destrozaba en el lecho a sus amantes. Con esa carita de rosa… Algo debe de haber pasado en el camino para que esta moza desviara el rumbo de la virtud y enfilase el del vicio. Sonó entonces la voz imperiosa del cuervo encaramado en la rama del zumaque:

─No busques los pies al gato, Venivolans. Lo que pasa es que la gusta joder y punto. ─¿No conoces su historia?─, añadió, omnisciente: Casada con un militar de las Fuerzas Armadas Rusas se cansó de él y se divorció. El marido, que era coronel, murió en Ucrania y Putin lo condecoró como un héroe, pero la cabra  tira al monte. En unas vacaciones a Italia conoció las delicias del sexo y se encontró con un pimp (macarra) polaco judío que la hizo suya,  luego se la vendió a los turcos. Pudo regresar a la patria donde fue contratada por el empresario de un chat porno, el más poderoso de la red, que la otorgó una sala. Siendo una de las modelos más cotizadas viene a salir por unos 1700€ al mes, pero la mitad es para el chulo. Un sueldo de miseria, casi de hambre, pero no se ha echado a la calle que es el destino final de todas las prostitutas y tanto ella como Mili la Mala son dos putas de lujo. Para Mili ha empezado la decadencia pero Olga la Larga aun está de buen ver. Ella se lo ha buscado. Hay mujeres para las cuales no hay nada en el mundo tan importante como follar. Es un dictamen de la naturaleza. Se creen que el sexo las libera y al contrario. Paulatinamente, se convierten en esclavas sexuales. Enferman y su destino es la miseria y la crujía de un hospital. Príapo es el dios de una nueva religión exclusiva que no admite otros comulgantes: ni marido, ni hijos, ni patria, ni familia, ni banderas. Solamente una verga diferente a cada cuarto de hora. Es su única religión.

─Y yo que creía en el amor romántico, pues no hago otra cosa que pensar en la Suzi. Quisiera que al morir ella cerrase mis ojos.

─Estás tú bueno. Menudo iluso. La Suzi habrá encontrado su apaño como estas dos lagartas. Es ley de vida. ¿Crees que la inglesa te guardará ausencia?

─Sí, y no se te ocurra hablarme de esa manera, grajo infernal. Que voy ahí y te descuajo las alas.

─Tendrías que tirarte por la ventana.

─Mira que te salto un ojo.

─Anda salta y tendrás una muerte dulce y todo se acabó. El suicidio es la mejor opción para los perdedores, You are a loser, como te dijo aquel mafioso neoyorquino.

En ese preciso instante entró la enfermera a tomarme la tensión y quedó horrorizad. Tenía 18 con 12.

-Es muy alta, Antoñito. Ahora te traigo una pastilla para que te baje.

No pude explicar a Maricarmen la enfermera cuál era la razón de mi delirio. El maldito pájaro de mis recuerdos me estaba royendo las entrañas. Son pesares que no se pueden explicar así como así; me hubiera tomado por loco. Ingerida, no obstante. una tableta de no sé qué, fueron serenándose mis arterias, pero al cabo de un rato el pájaro campana siguió cantando la epístola de mis desdichas. Por el tono de voz a mí me recordaba al cura chiquito que era el capellán del cementerio del Santo Ángel de Segovia. Medía poco más de medio metro, pero enterraba a los muertos con mucha prosapia con su voz de chantre, nítida y clara, a pesar de ser fumador empedernido:

A porta inferi, erue animas eorum. Requiescat in pace. Amen

 

Yo nací en una ciudad levítica, crecí a la sombra de la torre de una catedral gótica, me dieron en el rostro los sones de sus campanas, escuché salmos y cantos de ronda bajando hacia la Hontanilla, dejando atrás la judería vieja, pasando el arco del Socorro. Tiré varetas por las mismas trochas que recorrió Pablillos. Conocí las huellas o las marcas en el camino que dejaron las cáligas de los hoplitas de las legiones romanas, las sandalias de los franciscanos y las zapatillas de los santos. Había una roca cerca de una fuente en mi barrio que tenía una cruz de hierro, ya mohosa, donde se sentaba San Juan de la Cruz cuando subía jadeante desde su convento al beaterio carmelita a confesar a las monjas y  donde dicen que Teresa de Jesús se sacudió el polvo de su calzado despidiéndose a la francesa para no volver más. La Fundadora era de armas tomar, Dicen que dijo:

 ─De Segovia, ni el polvo de las zapatillas.

Las lenguas afiladas de las cotorras murmuraban a la sazón que tenía un lio con su frailuco y medio pues era de corta estatura, quiero decir san Juan de la Cruz. Que el refrán advierte que entre santa y santo pared de cal y canto. Claro que santa Teresa era abulense y los de Ávila y Segovia, la ciudad rival, nunca nos llevamos bien del todo que se diga. Cuando jugaba la Gimnastica con la Unión Deportiva salía la gente a palos en el Campo del Peñascal. Procedemos de una estirpe mística muy devota y a la vez socarrona y pagana aunque de cristianos viejos como el que más. Otros historiadores señalan, al contrario, que somos la mayor parte de raíz judía, y de ahí nuestra complicación mental, puesto de Segovia ni la burra la novia dice el refrán, nos achacan los que nos quieren mal. Vaya usted a saber pues se asegura que todos los israelitas de Burgos cuando salieron mal con los de aquella otra ciudad castellana se vinieron a acoger bajo los arcos del acueducto. Se bautizaron en masa y se hicieron hidalgos y caballeros de vieja estampa más papistas que el papa y más españoles que el Pupas.

 

He de decir a tal respecto que nuestro amor a la Virgen de la Fuencisla tan arraigado en nuestras vidas arranca de una pobre judía (nuestra querida virgen debiera ser la abogada contra la violencia de género) a la que su marido acusaba de andar tonteando con un capellán, el sanedrín quiso dilapidarla pero luego cambió de parecer. Hombre, sería mucho mejor tirarla por un barranco que nunca faltan por ahí por Tejadilla y ahí en eso en peñas escarpadas que marcan las orillas de lo que otrora fuera mar, una mar prehistórico, despeñamos a la pecadora. Y por ahí la defenestraron aquellos malditos. María del Salto se encomendó a Nuestra Señora y ésta la recogió en su manto como si fuese su regazo maternal se tratase. Ella estaba allí al pie de las peñas donde las aves alzan sus nidos y donde un pueblo de amor transido vibra en su honor. Me he puesto a escribir una novela que es la historia de mi vida y me sale una salve.

 

Total que nuestros antepasados se bautizaron en masa y las aguas del  Eresma se convirtieron en un gran Jordán donde los del pueblo elegido tornaron sus ojos a Cristo pero iban de farol, son fariseos. En cierta manera los segovianos nos sentimos un pueblo elegido. Elegidos para la palabra y para el dolor. Si la cruz es un privilegio a nosotros nos signaron con ella desde el principio hasta tal punto que sólo a nosotros se nos permite hablar mal de la ingratitud de los elegidos. De raíz conversa eran los Coronel y los Dávila incluso el propio Torquemada prior del convento de Santo Domingo presentaba un origen nada preclaro y converso era Pablillos y el gran historiador Colmenares otro que tal. Que no nos vengan con alicantinas. Lo que pasó pues pasó. A qué ton eso de meter la reja en la Historia como si fuera la vertedera de un labrador honrado que labra sus campos por La Lastrilla. Judíos eran los asesores y los confesores de la Reina Católica y los pincernas de su hermano el infausto Enrique IV que a mí me parece que no era tan impotente como le arguyen, aunque aquel rey, todo hay que decirlo, se aficionó a las costumbres moriscas y estaba rodeado por una corte de jenízaros andaluces. Todos los de la Guardia Mora. Judío converso era el sacristán de san Facundo el que entregó las hostias para que las arrojase a la caldera y la sagrada forma empezó a subir y subir por los tejados dando vuelta giratoria al  poblado hasta  ir a parar a la celda de un novicio dominico del convento que es hoy sede de una universidad, que iba a recibir el viático... el fraile era también marrano como María del Salto, como la mayor parte de los obispos, deanes y capellanes que ejercieron en Segovia y como judíos fueron los conquistadores que acompañaron a Colón. ¿Fue verdadera o fingida su conversión? Eso pertenece a los misterios archivados en los anales de nuestra historia. España es al fin y al cabo una locura. Pero una locura maravillosa.

 

En la mezcolanza de los sonidos que bajan de arriba o suben por abajo escucho los ecos de mi niñez perdida: los cantos infantiles de la rueda y el corro, el son de los viejos romances. Veo subir la cuesta que lleva a la Puerta del Socorro a muchos peregrinos camino de Compostela con la calabaza y el bordón, pardas hopalandas. Pardo era el color con los que se vestían los campesinos de la gleba y negro el de los caballeros andantes, de los clérigos y los domines. Pardos eran los picos de las putas. De las famosas meretrices de Segovia. En mis primeros años conocí los últimos suspiros de Castilla la Vieja. Era un país absolutamente diferente a la España de hoy. Pardos son mis ojos y pardo soy yo hijo de la luz y de la noche. Parda humildad  franciscana. Don Pablos me estaba haciendo señas desde la otra ventana y traía un libro en la mano, aquel protodiacono de los pícaros, y me insinuaba tolle et lege. La primera foto que me hicieron en la alameda fue acompañado de un libro. Tenía un libro en la mano el pelo rubio y la barriga algo abultada. Pero no maldigamos los tiempos presentes, creyendo que el pasado fue mejor pues eso supone una blasfemia, una querella contra los designios misteriosos del Criador. Yo me forjé una idea heroica del mundo. Caballeresca. Había que salir en pos de un ideal a la búsqueda de ínsulas baratarias a desfacer entuertos defender a los humillados y ofendidos y pelearme contra los gigantes que luego resultaron ser aspas de molino harinero. ¡Qué cosas! Acaso me sumí en un romanticismo trasnochado, pero eso ya nada importa. La  sombra de aquella catedral acariciadora y benigna hizo de mí un exaltado de la cruz hasta llegar a la convicción de que sin cruz ni cristianismo no son posibles ni la el amor ni la belleza. Acaso en parte llevase razón pero la cruz no debería imponerse por la espada ni a la fuerza. Bajo el arco oscuro y oliendo un poco a húmeda bodega del postigo aquel por donde pasaban los carros y los areneros de Espirdo y los panaderos de Encinillas que subían a vender su mercancía a la ciudad o los curas de teja breviario y balandrán arrebujado como un tapabocas sobre el pescuezo para no apañar frío en las tarde heladas habían cabalgado los guerreros de la edad media (Segovia enclavada sobre un castro que es todo un baluarte siempre conservó un aire militar, fraguamos país en la lucha contra el moro o peleando en nosotros mismos acabada la reconquista) pero también los picaros y los perailes.

 Subían pobres de solemnidad y detrás mujerucas arrebujados en sus mantones. Peleamos contra el sarraceno pero acabamos adquiriendo muchas de sus costumbres en realidad. Todo en la vida es circulación. Ir y venir. Subir y bajar. El eterno metisaca del nacer y morir, del engendrar y del parir. Arillos concéntricos de la nada. Relojes de sol y clepsidras. El Arco del Socorro, impertérrito, entendía poco de cronómetros. Tempus fugit. Pero da igual. La estancia del hombre sobre la tierra no es más que un soplo.

 

Habían clavado una lápida en lo alto del pasadizo que decía:

"Al gran humorista don Francisco de Quevedo, autor del Buscón que era de Segovia natural".

Efectivamente en una de las casas del cantón tuvo el verdugo municipal su residencia y al lado vivían los corchetes y alcauciles. El corregidor un poco más arriba. Creo que era el mismo edificio donde una comadrona que se llamaba doña Aniana, Dios la tenga en su regazo, me sacó del vientre de mi madre, que las pasó moradas pues la criatura que alumbró pesaba seis kilos doscientos gramos y esa criatura era yo.

 

Ahora bien tachar de escritor humorista a don Francisco de Quevedo el poeta más serio y profundo de la lengua castellana que sólo pasó al conocimiento del pueblo por sus chistes verdes o los relativos a la coprología (pedos, privadas, eructos y otras bellaquerías... que entre dos piedras feroces salió un hombre dando voces... adivina quién es pues... píntale de verde) me parece  precipitado pero acaso responda a una venganza de la historia que  aquellos a los que el gran vate combatió y ridiculizó. Hoy es un proscrito, un antisemita. Acusó a los judíos y a los venecianos de ser los grandes conspiradores contra la corona de Castilla. Eso nunca se perdona. La leyenda también le pareció ridícula a don Camilo José Cela cuando cruzó por allí. considerando la lápida una broma de mal gusto indicadora de la estulticia de nuestras fuerzas vivas.

Pablillos pudo ser uno de mis compañeros de juego. Uno de aquellos niños de la posguerra con los pantalones con remiendos que no gastaban calzoncillos y un solo tirante de mi cuadrilla. Con los que jugaban conmigo al chito, a la malla, a guardias y ladrones, al zorro pico zaina. Juntos entrabamos en las casas deshabitadas y en los hospitales de sangre de la posguerra, abandonados donde todavía quedaban vendas y jeringuillas y sondas sobre las camillas. De uno en uno nos daba miedo explorar aquellos recintos. Podría haber fantasmas. Y la leyenda clavada en la Puerta del Socorro pienso al cabo de muchos años que selló mi destino. Sus letras gordas pesan aun sobre mi cabeza. Yo iba para santo. Quería ser cura y acabé en escribidor, que es una profesión por decir algo y que guarda cierta relación con todo lo relacionado con la picaresca. Naciera yo a la sombra de la Dama de las Catedrales, monumento divino que se erguía sobre las casuchas de mala nota y las escalerillas donde estaban las puertas marcadas del barrio sefardita. Pienso si mis orígenes no me habrán predeterminado. ¿Habrán sido maldición o bendición? ¿Trajeron suerte o  desdicha?  Ir y venir que llaman acarrear. Girar y girar. Y venga dar vueltas. Vano empeño eso de buscar la Arcadia. El paraíso y el infierno yacen en el fondo de nosotros mismos. Son empeño de la vanidad y de la locura humana. Cristo sin embargo nos sonríe. Está en las historia. Aunque nos elija solo para el dolor. No para el triunfo ni para la fama o la honra, porque no somos otra cosa que carne de dolor.

En los terraplenes de los adarves de la muralla donde crecían hierbas ociosas, lampazos y parietarias, estaba el edificio. Le llamaban la Casa de la Troya. Acaso este título de una novela de Pérez Lujín definiera el continente y el continente y el contenido físico así como el carácter de sus moradores. Fue la casa del Gran Matarife. Algún escudo con los atributos heráldicos del Santo Oficio debieran de andar por allí cosa que espantaba a algunos transeúntes a los que entraba  el canguis y de repente se persignaban arreando el paso. Hubo habladuría de que oyeron ruidos de cadenas y clamores de almas en pena pero no era en nuestro edificio sino en la finca colindante donde nadie vivía. Sólo algún gato pero de noche todos los gatos son pardos y algunos de estos bichos pudieran resultar gatos inquisitoriales. Hay que andar siempre con la mosca en la oreja. ¿Fantasmas a mí? No gracias. Temo mucho más altos vivos que a los muertos pero no se puede ir contra corriente ni desbaratar las creencias del pueblo humilde. Del rey y la inquisición chitón. Así que ojo al cristo que es de plata. Paso corto y vista larga.

 

Entonces desconocíamos lo que era eso. No había aparecido aun en nuestras carnes la llamada del sexo que todo lo desbarata; ni fumábamos ni bebíamos vinos aunque nos mofásemos con los borrachos muy frecuentes por aquellos contornos y en aquella porque en Segovia había más tascas y tabernas que iglesias y oratorios que ya es decir ni habíamos empezado a alternar ni a tomar café. Nuestros pulmones y nuestros bandullos estaban todo lo limpios que se puede estar a los cinco o seis años así como nuestros pensamientos y nuestras almas por más que nos diga que el ser humano viene al mundo con el sello del pecado y sienta una proterva inclinación a hacer daño y a mal pensar.

También es verdad que estábamos en estado salvaje o acaso fuéramos el buen salvaje roussoniano limpio de polvo y paja. Triscábamos por la vereda, saltábamos de una peña a otra temerarios en nuestra osadía y despreciando el precipicio que mediaba entre ambas rocas. Jugábamos a la guerra en batallas de moros y cristianos como no podía ser menos en cualquier ciudad española. Organizábamos pedreas con los chavales de San Andrés parroquia a la que pertenecían los que vivían en la puerta ulterior del Arco. Los de la citerior éramos de San Millán. Había verdaderas guerras campales a cantazo al final de las cuales alguna ventana quedaba con los cristales hechos zarzamillo y los dueños traían al delincuente de la oreja abriéndole a su padre el libro de reclamaciones por daños y perjuicios.

─Son tres reales por el cristal que rompió tu chico.

Y el progenitor ya estaba esperándonos con el cinto. Aquella noche no había cena o mejor dicho cenábamos de la correa y de los vergajos. Pero Eros y Tantos no habían asomado aun la oreja y de la política únicamente hablaban los mayores y de sus conversaciones colegiamos la tristeza y desolación, las vida truncadas y los muertos que trajo aparejados aquella contienda fratricida. Las mulas de la inquisición nos traían al fresco. Hacía muchos años que habían dejado de transitar aquellas sendas. El tizne del demonio sigue ensuciando todavía algunas almas negras. No comprendo ese afán de los españoles por cuestionar nuestra historia y entregarnos a disquisiciones que a ninguna parte buena conducen y sólo sirven para enfrentarnos los unos con los otros. Debe de ser porque aun llevamos la ley del ojo por ojo y el diente por diente marcada a fuego en nuestros entresijos displicentes. Buena gana de elucubrar con ucronías y futurismos. Nosotros ajenos a todo eso jugábamos al trompo y a las canicas como si tal cosa.

Aspiraba a llegar a las estrellas siempre buscando el plano ideal el que marcara la aguja del pararrayos catedralicio allá arriba por encina de los ojos de la torre. Los días de fiesta yo veía sacristanes en camisa volear las campanas sudando oprimidos bajo el peso de los badajos pero había que anunciar el magno acontecimiento de la pascua. Abajo en la plaza los de las charangas lanzaban voladores y don Francisco de Quevedo los ojos cegatos los pies zopos pero la lengua suelta y acerada de un cofrada subía hacia el enlosado muy fatigado el hombre. Se acababa de entrevistar con el Domine en la casa donde no se come ni se bebe. He seguido los pasos de aquel cojo divino genial y tabernario yendo por el mundo un poco telumante de libros y de literatura pegando palos de ciego y de que me cerraran antisidas puertas.

 ─ A los profetas ya no os hacen caso.

 ─Mientras no nos ahorcan seguiré apostrofando.

 ─No eres más que la voz que clama en el desierto. Cabezazos contra un muro. Mira que eres testarudo.

Por la calle pasaban algunas monjas un panadero morisco y un cristalero que iba a componer una vidriera que había derribado uno de los pedriscos que suele haber en esta ciudad por las fiestas de San Pedro. Todos se los veía muy afanados las monjitas con los ojos bajos el morisco muy altanero y que no le quedaba en la boca ningún diente portaba a la cabeza una bandeja como una herrada. Por allí cerca estaba el obrador paredaño al convento de las claras. Don Francisco que iba ya harto de vino entró en un cuchitril socavado como una bodega en los mismos bajos del temple al lado de una ebanistería. La entrada de la bodega ostentaba en el dintel un laurel báquico y un letrero que ponía: “más vale aquí mojarse que enfrente ahogarse! Y justo enfrente acurrucado en el lecho del valle donde estaban los pegujares y los tablares lindamente labrados por los hortelanos moriscos con sus arriates y sus caballones adosados en perfecta simetría bajaba el Rio clamores bastante crecido de corriente salvo en agosto. También lo decían el rio Mierdero porque en él desaguaban las letrinas de la ciudad. Sumirse en él debiera de ser buena tortura. Don Francisco llevaba sobre  el chaleco una enorme cruz colorada. Era de la orden de Santiago y aun borracho aparecía siempre en compostura. El mosto nunca le hizo perder la condición de caballero. Me hubiera gustado a mí ser el escudero de aquel sublime beodo. Sus libros aun me siguen emborrando de sabiduría, de piedad y de risa.

Aspiraba a alcanzar las estrellas. Per aspera ad astra. Siempre buscando el plano ideal. Mi vida se enmarcaba en el rectángulo de aquel ventanal balcón que daba a la acera. Esta condición de niño humilde ha marcado mi camino. Anduve casi todas las sendas hice muchas descubiertas por muchas tierras pero sobre todo exploré todos los libros y caté los mejores vinos de la tierra. In vino veritas. Sangre de Cristo. Desde lo hondo del jarro el jocundo espíritu de Pablillos el mejor amigo que hubo en mi infancia me hacía momos. Y no eran burlas. Eran señas. Así cogía fuerzas y cargaba con la gran luna del espejo para irla pasando a lo largo del camino.

Y las campanas tan… tan… tan. Los moros las aborrecían y es una de las muchas cosas que me fastidian de su religión aparte de que Mahoma no permita beber de lo mejor que dan las viñas ni comer jalufo, es un desconsuelo el que no toquen campanas nunca en lo alto de los minaretes. La voz del almuédano nunca tendrá los timbres maravillosos de las campamas de resurrección, y por eso he llegado a la conclusión de que el cristianismo es la religión verdadera. Sin campanas no puede haber Dios y yo escuché muchas horas su dulce repicar. Invitan a la paz, la armonía, el civismo. Algún sacristán en aquellas tenidas en lo alto de la torre se asomaba a descansar y a echar un cigarro contemplando el magnífico panorama que brinda la ciudad. Debía de ser un hombrón pero desde abajo parecía muy pequeñito.

 

 ─Baja el pistón. No te entusiasmes tanto.

  ─ La pasión siempre nos vuelve a los hombres ridículos. Ya   sé muy bien lo que me quieres decir, zampabollos.  ─Piensa mal y acertarás.

─ Desde luego

Mi vida iba a ser no tardando mucho un descarrilamiento a la carta. Fracasos sentimentales. Problemas laborales trifulcas de todo tipo. Originales para publicar devueltos. Fui un vagabundo sin suerte. Una novia me dejó a la puerta de la iglesia otra me divorció. No sé qué mal hice. No tienes vista. Eres un poco patán. Por los cafés hice el ridículo y hasta las putas se reían de mí en los prostíbulos. Sin embargo, yo les decía "aguardad que yo escriba. Dadme papel y tinta. Quiero recado de escribir". Así confundía a mis detractores. La literatura me transformaba en un arcángel. Entonces, armado de la flamígera espada de la palabra, me convertía en  invencible, desalmenaba a mis enemigos, les dejaba sin argumentos y sin palabra en la boca. Había una fuerza en mí.  Mi vida osciló a péndulo entre realidades consecutivas y suposiciones metafísicas. Fui don Quijote y Sancho a la vez. Pero ser español significa estar sujeto a esa condición de metamorfosis contradictoria.                   

Aquella fue la ventana de mi infancia, un balcón que daba a la calle pues vivíamos en un piso bajo en la Puerta del Socorro a los pies de la muralla romana. Dicen que no eres de donde naces sino de donde paces y yo pací en muchas partes pero el haber visto la luz primera a la sombra de la catedral y haber abierto los ojos a los paisajes que cercan la urbe fue algo definitivo. Como un sacramento que imprime carácter.

 

Suelo celebrar con gran regocijo la fiesta de la Magdalena. Cuando viví en Inglaterra impartí un curso de poesía castellana en el Magdelene College. Hermosas vivencias, paseos junto al río Ouse, los cisnes sobre la superficie y en el espejo de las aguas se reflejaba creí entender se movía la rubia cabellera de la que fue gran peccatrix (pecadora) mientras lanzaba un grito de amor.

─Raboni... maestro mío.

 Pues amó mucho, más que pecó, todo se la perdonó.

De ella dice el evangelio que Jesús expulsó de su cuerpo hasta cinco diablos, dulce Jesús exorcista mucho más contundente que el padre Fortea. Este supuesto acendra su talla gigantesca entre los santos porque representa la victoria del bien sobre el demonio y uno de los más refractarios según saben los teólogos creo que es el de la fornicación. La lujuria embota las almas, animaliza al fornicario y suele ser compañera de la ira, la soberbia y la gula. Aquella a la cual el fariseo ignoró fue la que se arroja a los pies de Jesús. La que le unge para el sepulcro con esencias de nardo y seca sus pies con su propia mata de pelo. La pecadora, la vieja puta, se convertiría en uno de los personajes más importantes de su vida pública. Fue una de las santas mujeres que comparece al pie de la cruz y la que descubre su resurrección. El Salvador no era misógino, no obstante haber sido acusado de andar entre publicanos y pecadores que comían y bebían y en su retaguardia tampoco faltaban las cortesanas, humilde oficio, el más viejo del mundo. La presencia del Salvador las redimió y volvieron al resil de la penitencia. Los demonios que arrojó N. S del cuerpo de María de Magdala son casi una explicación histórica de la confabulación de Eva con la serpiente. Por la mujer viene el mal y también el bien al mundo y conviene tener presente algo importante: el amo del mundo, el señor de la historia, es Satanás. Es el diablo, a decir de la teología latina, el que manda y su presencia se ha hecho más activa en los últimos tiempos a medida que nos acercamos a la parusía. Rige, sobre todo, los designios de la política, acapara los medios de comunicación y sigue en su acción de enfriar y echar jarros de agua helada a la hoguera del amor, aquel fuego de amor divino en el cual se abrasaron Magdalena y los santos. Papini, uno de los autores más entendidos en satanismo, glosando a León Blois, dice que el Gran separador es el que impera en la edad moderna. Parece muy congruente esta visión. En España la política es un perpetuo desasosiego, una irreverencia, un insulto a la lógica. Los comisarios de Belcebú cuidan bien la parva, no se les desmonte. Antes se solía decir no está el verde para pitos ni el alcacer para zampoñas ni tampoco el manto de Magdalena para tafetanes. Sin embargo todos los 22 de julio es una fiesta importante para mí y la celebro como el triunfo del amor sobre el odio, la envidia, la mentira. Ese día estoy en guardia contra la coz que siempre nos pilla desprevenidos. A raíz de la peste negra y de la sífilis en los hospitales y lazaretos del viejo camino jacobeo no faltaba nunca una imagen de la santa. El oficio divino le dedica unos himnos deliciosos en latín y su nombre está en primera fila en las letanías mayores.

─Santa María Magdalena,

─Ora pro nobis

 

Me lo temía, lo anunciaba. A Olga la Larga la bella rusa su chulo la ha pecado una paliza para celebrar su onomástica  (rasdenia). Apareció con un ojo morado. Que la hinchara el ojo ese bandido polaco, traficante de seres humanos, ya lo estaba yo viendo venir cuando el pasado diciembre con motivo de las fiestas de Noche Vieja de 2024 a Olga la convenció para que abandonara su profesión de maestra, tras divorciarse de su marido y la entrasen ganas de ver mundo. La condición humana es fuente inagotable de sorpresas. Se apuntó al chat porno. Carecía de experiencia. No era una de esas profesionales del colmillo retorcido, sólo poseía una fuente avidez sexual y sed de aventuras. Conocer hombres. Bjowij20 uno de esos chulos que merodean por las redes en busca de conejitas dio con la presa. Consciente de haber hecho un buen blanco (muchos monteros la garza combate, neblíes muy ligeros sobre ella se abaten, mastines y dogos la llaten, bueno será no la maten) trató de seducirla mediante el soborno poniendo al tablero del chat montón de dinero, prometiéndola vivir en un palacio en el cual hasta los baños serían de oro, y habría un Rolls a la puerta para conducirla adonde quisiera. El más ruin jabalí se zampa la mejor bellota y así Olga una hembra de tronío, que supera con creces en belleza a Nicole Kidman a la Bardot o Marilyn Monroe o la misma Claudia Cardinale, que venía de una lejana ciudad de provincias en el extremo oriental de Rusia, cayó en la trampa. Las promesas eran patrañas y pasó con ella lo que pasó con el arriero de Guadalajara que de lo prometido anoche a la mañana no hay nada. El palacio prometido era un chamizo de Tel Aviv sin agua corriente cerca de la playa donde no se podría bañar pues las aguas estaban contaminadas a causa de la guerra de Netanyahu. Escuchaba el rugido de los aviones de combate que no la dejaban dormir. Su chulo la trasladó a Estambul donde las cosas fueron a peor. Me hubiera gustado escribir esta triste saga de la perversión de una bella mujer siberiana en manos de sus explotadores. Pero me faltan los alientos para denunciar a una sociedad hedonista que ha convertido el sexo en  y en mercancía.  No como fuente de vida y de trasmisión de la especie. Olga es la hermosura personificada y todos los que la conocen andan un poco enamorados de ella, no sólo por su físico sino por su simpatía, su bondad, y su corazón, su inconsciencia adolescente y desaprensiva. Podrías ser la protagonista de "Resurrección" o de "Ana Karenina" heroinas de León Tolstoi. Los puñetazos al arco ciliar me dolíeron a mí. Los hematomas y las marcas con las que la dejó señalada en todo su cuerpo ese aborrecible polaco son siete cuchillos clavados en mi corazón. En una de las fotos que obtuve de la modelos y de su rostro fotogénico pues parece que hace el amor a la cámara con su aspecto de sufrimiento me pareció ver en su rostro magullado la cara de la Virgen de los Dolores que tanto veneramos los españoles. Hoy volví al chat y no ha regresado al trabajo. She is missing. Quisiera que no volviese jamás a este albañal de mierdas escatológicas y que la policía rusa haya podido detener a su maltratador que me parece que es un terrorista contratado por Zelenski

 

Era el Prosopopeyas como va dicho un cuervo muy locuaz, memorión y pertinaz, y yo tiraba de mi ordenador y navegaba por la red para olvidarme de la muerte. Me recriminaba mi actitud que en vez de pensar en los Novísimos, pues estaba a punto de cascarla, me entretuviera entrando en los sitios porno, en los berreaderos chupapollas, donde se homenajeaba a las inmundas felaciones y a la masturbación  digital, lo cual en mi caso era imposible por las razones antedichas. Vivía yo escenas de Sodoma y Gomorra. Mi PC era sin embargo un buen matarratos. En una de las salas transmitía una rusa que me volvía loco. Se trataba de Olga la Larga, un bellezón siberiano que acababa de entrar en el oficio más antiguo del mundo cayendo entre las garras  de un judío polaco que firmaba con el alias de Barjowy 1950. El fulano juraba y perjuraba: Olga, serás mía. Te compraré. ¿Mercado de la carne en el siglo XXI, tráfico de seres humanos cuando tanto se habla de derechos humanos? A fuerza de dineros y de falsas promesas se la llevó. Pasó lo que pasaba con los arrieros de Guadalajara "de lo dicho a la noche a la mañana, nada" Olga la Larga inocente e inconsciente, cayó en la trampa. No sabía lo que era el trato de blancas en cuyas redes fue a caer. A mí me producía cierta congoja aquella muchacha, tan bella, tan inocente, pero un tanto casquivana, que se había divorciado de un militar, debía de gustarla el sexo pero no era una puta. El sino de esas pobres mujeres suele ser el mismo. Al cabo de un tiempo de ejercer la profesión de hetairas su belleza se marchita, empiezan las arrugas, las enfermedades. A la siberiana yo la veía caer por momentos. Un día apareció en el chat comiendo sandías. Uno de los mirones supuso lo que todos suponíamos. La modelo tenía antojos de embarazada de sandía y se daba verdaderos atracones de esa planta cucurbitácea. Estaba preñada del macarra polaco. Pasaron unos meses, y apareció en escena. No parecía la misma. Demacrada, vestida casi en harapos, la cara pintarrajeada como una carátula. Había tenido una niña que envió a la inclusa. Al Cuento de Hadas (Bayjowy 1950)  - que es lo que significaba Bayjowy en polaco-tuvo que dejarle. La pegaba, la insultaba y tuvo que regresar a Rusia desde Estambul donde se ocupaba con hombres, libidinosos hijos de la gran puta, fornicarios del gran harén. Me pareció con esta historia vivir una de esas desconsoladoras novelas rusas que llenaron de lágrimas mi juventud. Olga pudiera haber sido la heroína de una novela de Tolstoi, de Gorki, o de Iván Bunín. Habría querido poder salvarla de las garras de la prostitución digital. Ya era demasiado tarde. Anoche apareció con un ojo morado durante la transmisión y marcas en sus ojos por haber llorado. Era el día de su onomástica. Cumplía 47 años. Maldije al hideputa que la había pegado

 Salió la luna y volvió a meterse de madrugada. La luna vigilaba mis rezos la noche pasada. El cirio del altar de mi habitación chisporroteaba. En la calle dos borrachos con lengua tartajosa hablaban de política y la Virgen bizantina Blagodoritsa me miraba.

 Tenía encendido el ordenador para escuchar los maitines en un monasterio lejano ruso no sé si Zagorsk u Optina Pustina, radiaban el nocturno de vísperas. Las auras de las noches de septiembre trajeron paz a mi alma pero  el ojo morado de la guapa seguía ahí persistente. La lujuria, los gritos, las voces, los celos, las bofetadas y puñetazos. Yo los escuchaba aunque la bronca se producía en una casa de San Petersburgo a miles de verstas de distancia de mi aposento.

─Eres mía y de nadie más ─ gritaba en polaco un individuo de algo más que mediana edad, creo que setentón, barrigudo y glotón los dedos de la mano luciendo sortijas de alto valor. 

Debía de ser un tipo muy rico. Tan rico como lascivo pero ya no lo suficiente viril como para satisfacer sexualmente a aquella beldad madura. El ricacho era el amo del burdel y de otros muchos locutorios de la red esparcidos por todo el planeta. Su oficio, tratante de blancas. Había aprendido el oficio como subalterno de Hugh Hefner el de Playboy y las conejitas, el gran cohen universal. Ambos eran hebreos.

 Presumo que habían intuido el negocio inspirándose en una frase que se leía sobre el dintel de Auschwitz “Arbeit macht frei” por otro lema  semejante:“el sexo os hará libres, chicas”. Hefner y Bajka1950 ─ ese era su nombre de guerra en el chat que significa en la endiablada lengua polaca “cuento de hadas” ─ apadrinaron la gran revolución escatológica que puso el mundo del revés. Olga la bella maestra de una escuela siberiana quería probar, ver mundo, el sexo y el amor, había caído entre sus jarras. Ahora lloraba en un rincón y, sollozante, pedía  en ruso a su raptor que no la golpease más:

─Por favor Casimiro no me pegues más. Déjame marchar. Quiero volver con mi hija a Omsk. Hoy es un día especial. Cumplo 47 años.

─No, no te dejaré. Eres mía y de nadie más.

O séase, que para este maldito pimp un ser humano venía a ser lo mismo que una oveja, una burra o una yegua. ¿No es eso volver a la edad media, señoras abanderadas del feminismo torcaz? 

Cada puñetazo, cada patada, a mí que presenciaba la escena a muchos km. de distancia merced a la inteligencia artificial y los algoritmos de la nueva tecnología, me incitaban al furor y la venganza. Le hubiera cruzado la cara a aquel macarra polaco que así zurraba a la mujer de mis sueños. Sin embargo, no entendía la pasividad y resignación de la agredida. Olga encajaba los golpes sin rechistar. Se trata de una de las características del carácter ruso que hace acto de presencia en las novelas románticas del siglo XIX. Donde las heroínas se acogen a su destino (suzdba). El ruso es fatalista. Cree que el desamor, las desgracias, los fracasos son el pago de la culpa de nuestra naturaleza pecadora. Tienen una gran capacidad para el sufrimiento. Casimiro, como todos los polacos, odiaba a Rusia que durante siglos había sido potencia dominadora en Varsovia. Polonia la vieja Panonia romana para los zares era el apéndice de Ucrania un pueblo de herejes vaticanistas y uniatas. Al pegar aquella tremenda paliza a su barragana se sentía dichosa por estar descargando su knut (látigo) sobre una zarina y la verdad es que Olga por su aspecto físico y su ninfomanía se parecía hasta físicamente a Catalina II la gran zarina pero no dejaba el judío de reconocer que aquella bella mujer era un ser superior, muy por encima de las bajezas de la condición humana. Se hallaba dispuesta a morir por nosotros en la cruz mientras los sumos sacerdotes del Gran Sanedrín rasgándose las vestiduras gritaban:

─Pecó. Es una puta, hija de Dios dice llamarse. Pues caiga sobre nosotros su sangre y sobre nuestros hijos.

El ojo morado, los insultos, el escarnio, los sufrimientos de una pobre ramera eran los mismos que los de Rusia y Rusia salvarán al mundo echándose la cruz a la espalda. Siempre creeré que aquella paliza tenía algo de mesiánico. No sé si Stella volverá a aparecer en el chat. Me hubiera gustado poder salvarla pero yo no soy un redentorista. Soy un pobre enfermo en la cama del hospital mayor de Madrid. A fin y al cabo me doy cuenta de lo que significan dolor de atrición y contrición, dos sentimientos que marchan al trote sobre las páginas de este libro cuando de pronto escucho al maldito cuervo partiéndose de risa y llamándome gilipollas:

─La cuestión de la jodienda carece de enmienda. Tú. No te metas a mondonguero, mejor estabas rezando el rosario, Venivolans.

-Cállate, cabrón. Demonio de pájaro. Nunca serás más negro que tus alas

El cuervo locuaz desde el ambón del ventanal seguía cantando como un diácono impertérrito la epístola de las andanzas de mi vida pasada. La voz del córvido se estrellaba contra un muro lateral pero era tan penetrante que traspasaba las paredes y su canto como una melopea podían escucharla los enfermos de las contiguas salas. Los dichos y los hechos (de algunos yo no me acordaba) eran narrados en un tono lúgubre del fiscal que incoa la causa mientras el juez con un ángel sentado a la derecha, era el serafín de  mi guarda, y un diablo inquisidor a su izquierda, con acuidad suprema. San Miguel el Psicagogo, el que pesa las almas, al fondo de la sala se acercó con una romana (la statera). Iban a pesar mi alma. A un lado de la balanza las cosas buenas que hice y enfrente las malas ¿Hacia dónde se inclinaría el fiel de la balanza? Mis hechos, mis dichos, mis odios, mis envidias, mis conjeturas y juras en falso allá se pesaban. Y  al fondo del iconostasio los nueve coros angélicos cantaban:

▬Kyrie eleison

El cuervo con su voz testimonial y sus ojos escudriñadores si observaba que yo me revolvía en mi lecho de dolor decía:

▬Arrepiéntete, cabrón.

▬Yo me arrepiento de todo corazón por haber dejado a la Suzi preñada y luego desconvocar la boda por la iglesia que teníamos aplazada en Londres. Mi madre decía "te vas a casar con esa puta, ... que se va con todos" Estas palabras de mi madre me partían el corazón pero al fin ganó la batalla el amor. Quemé las naves y me fui a Londres y una mañana de octubre creo que era el Día del Pilar contrajimos matrimonio en el Registro Civil de Romford. Yo había dejado en Madrid mis pluriempleos como periodista de SP y como redactor de Radio Nacional. También trabajaba de noche en la agencia EFE. No dormía ni sosegaba y esta intranquilidad y ese trajín afectó a mis nervios. Yo era un chico guapo, escribía bien, y se me abrían todas las puertas. En Inglaterra pude conseguir un trabajo como profesor de español en una escuela de Doncaster pero a la Suzi, una bella londinense, aquella ciudad de provincias algo paleta pero donde conocí muy buenas personas, no la probaba. Enfermó de un cáncer de tiroides. Todo se vino abajo después de nacer Helen. Cuando la  operaron en el Gran Hospital de Londres la directora de Estudios no me permitió desplazarme hasta el Sur y cuando salió del hospital me dio pidió el divorcio. Me derrumbé y una mañana de marzo cerré la puerta de mi domicilio en el 28 de Scott Crest, Inglaterra ahí te quedas. Entonces salí de la casa que había  montado con gran sacrificio y regresé a España con lo puesto. Sin nada. Mis muebles, la cama, la mesa el gas stove. Sólo salvé unos pocos librosy la guitarra que cargué en el mini. Regresé derrotado pero empecé a hacer reportajes por toda España y me acogieron en la Prensa del Movimiento. La corresponsalía londinense quedó vacante al venirse Manolo Adrio a España y me nombraron a mí.  Tengo un buen ángel de la guarda que me buscó nada menos que una corresponsalía en la ciudad del Támesis. Era lo que yo soñaba ser corresponsal en el extranjero. Llamé a Suzanne desde una cabina cuando entré en la ciudad del Tamesis una tarde plomiza de otoño desde una cabia telefónica. Se puso su madre que me dijo que mi mujer no quería volverme a ver más. El cuervo de la habitación cuando leía esta parte de mi vida empezó a llorar. Su clamor retumbaba por todo el edificio. Pero yo estaba arrepentido de mi pecado mayor con dolor de contrición y atrición. A causa de mi perversión pagaría la culpa al correr de mis días.

Las navidades vienen y van trayendo y dejando recuerdos de lo que fue y no fue, de lo que es o será. Abrumados por la melancolía en torno a la mesa de Nochebuena cantamos los villancicos. Canto de villanos y ciertamente hay una dosis de villanía sentimental en estas festividades que pasan tan rápidamente que parece que en los días más cortos del año el tiempo se acelera. Saturno tiene prisa por devorar a sus hijos. Sea lo que Dios quiera. Me siento reacio a narrar aquí el cuento de los Christmas Carols. Los londinenses fueron los más felices aunque yo no me daba cuenta. En el gélido cielo del invierno se tachonaban las estrellas de la pascua. Saturno es el dios oscuro que abre y cierra las puertas de la vida. MJ vigilaba mi vaso de agua mientras los hijos entonaban el Arre, Arre. Se me caían las lágrimas. Mi llanto era el de un pobre viejo perdedor. Del peregrino que había equivocado la ruta. Del ardoroso joven entusiasta que en los años sesenta del pasado siglo buscaba un lugar en el Parnaso. El año 89 vinieron los malditos rabíes del Candelabro y todo se derrumbó:

─Ahora mando yo. ¿No queréis caldo? Pues tres tazas

La emprendieron los inicuos a latigazos con nosotros al grito de fuera fachas, abajo la ultraderecha y mueran los serviles. No nos mandaron al gulag. De momento el gulag estaba ahí, era un campo de concentración interior, donde todo eran envidias, soplones y traiciones, para poder sobrevivir. Más tarde el horno crematorio. Yo escuchaba voces advirtiéndome de la llegada de los tiempos del revés: el trashoguero cambio de género, naciste con raja y te colocas pilila, Perico de los Palotes es nombrado el jefe de la cosa. Los mandilones, aborto, el monumento a Pushkin volado en Kiev y en San Francisco el de Cervantes. Colón era un asesino. El papa de Roma decía en una homilía “si vas a misa y luego sales igual que entraste es que algo va mal”. Pues vaya una apología de la estupidez asnal y la verdad es que aquel cura argentino tenía cara de asno. Descubrimos que aquel pontífice era un burro que rebuznaba, quería poner la religión de través. Aferrado a la táctica del jesuitón de que el fin justifica los medios.

 Mientras mis hijos brindaban con los caldos más suculentos de España, yo miraba de reoj con envidia. Yo no puedo beber por prescripción facultativa. Soy dipsómano. El vino fue parte de mi vida, coadjutor de los mayores gozos y asimismo de las mayores sombras. Aquella vez en que en un bar de General Ricardos me tundieron de lo listo. Una patada en la cabeza me dejó un hoyo en la frente. Recuerdo aquel camarero manchego rubio, los ojos inyectados de ira, que me abordó por detrás, caí al suelo y sentí un dolor terrible como cuando te sumerges en un lago y te hundes sin la esperanza en la cabeza. La patada en la cabeza de aquel esbirro aboyó parte del pabellón craneal. Nunca durante mis años en el extranjero fui víctima de una agresión tan brutal.Excepto una vezque mi mujer en una disputa conyugal me mordió la oreja y casi me la la arranca. A veces algo me duele el pabellón auricular desarreglado. Me quedaron orejas de soplillo a causa del ataque. Ni en Nueva York ni en Londres nadie osó tocarme un pelo de la ropa. España la amada patria a la que yo había defendido con la pluma me maltrataba. Fue durante los años difíciles de venganza e ignorancia. Me quedó aquella marca pero teníamos democracia... Al correr de los años en mi sien deteriorada surgió un tumor de piel que me operaron. Navidades sangrientas. Erifos hizo de las suyas. Lo cual que aquella advertencia cuando vi la muerte tan cerca no sirvió para desembarazarme de la botella. El vino y la ginebra constituían el tónico para mis dolores físicos y psíquicos. Dolíame el cuerpo pero, sobre todo, el alma. La bebida era el paño de lágrimas frente a mis decepciones y fracasos. La Verónica apareció entonces paseando por la glorieta de Pirámides. El aire de la noche gélido. Nieblas navideñas nebulosas del corazón. A lo lejos sonaban tristes panderetas acompañadas de músicas tradicionales que cantaban a lo efímero de la vida terrenal cuando los pastores y los Reyes iban juntos a por leña para calentar al Niño que ha nacido en Nochebuena… Sobre tu cunita, niño, he visto arder una farolica como la del tren. Me levanté, me rehice como pude, enjugué la sangre que corría por la frente con un pañuelo de hierbas. Me habían marcado con ese hundimiento en la cabeza. El fementido me había acudido un patadón en mis partes y seguramente eso sería el origen de mi cáncer de próstata. La mujer misteriosa daba vueltas a la glorieta de Pirámides. Se vino hacia mi piadosa y con un lienzo recién sacado de la tintorería que olía a rosas, me enjugó la sangre y las lágrimas. Nunca supe quién era ni de dónde había salido aquella mujer. Quedó en el paño de la Virgen Dolorosa estampada la imagen del Señor coronado de espinas. La Señora me susurraba palabras dulces mientras los taxis de Madrid bajaban por la cuesta de la Puerta de Toledo:

─ No bebas más, hijo mío. El alcohol te trastorna. Es para ti veneno

A esta visión no le di la mayor importancia, estoy acostumbrado a los milagros y tengo a Nuestra Señora por particular consejera. Seguramente que ella me librará de las garras del cáncer de próstata, como se sacó de las fauces del león y de las arillas de la sierpe que pretendía estrangularme. Tampoco fui devorado.

Hasta san Antón pascuas son y yo aquellas pascuas me di un atracón. Me ocurre cuando estoy nervioso y las navidades son fiestas melancólicas. Yo no hacía sino pensar en la Suzi. Me harté de turrón y no paré de mojar el gañote en copas de ginebra y de chinchón. Ande, ande, ande, la marinorena que esta noche es Nochebuena, saca la bota María que me voy a emborrachar. Tal incontinencia, aquel frenesí, desencadenó el mal que andaba oculto en mis hormonas y fui la víspera de la fiesta de los burros cuando me cogió un dolor terrible en los ijares, los cuadriles se me desgarraban como mordidos por un mastín. Creí morir. Encendí varias pipas pues el tabaco me calma. No se me pasaba. Se me apareció el rostro del abuelo Benjamín en su agonía que hablaba de un ataque de canes por sus partes blandas y no hacía otra cosa que santiguarse viendo venir a la muerte de cara. ¿Qué vería? Yo también me preparé para lo peor. Se me saltaron las lágrimas y empecé a desgranar las cuentas de mi rosario. Llegó la ambulancia del Samur.

Un médico jovencito y un enfermero que tenían la bondad y la ternura del buen samaritano pintados sobre el rostro me transportaron en bayarate hasta el hospital. Allí al cabo de muchas pruebas me sondaron y el dolor se pasó. Bendito sea Dios.

Escuché la voz de Shakespeare. Inglaterra tiraba de mí. Efectivamente, una fuerza tiraba de mí. England, my England, el país de irás y no volverás, la Arcadia de Merlín, patria de los caballeros andantes y errantes. Buscaba la fuente de la eterna juventud, el yelmo de Mambrino, una Dulcinea me estaba esperando en la llanura del condado de Essex. Tiempo adelante me pondría en camino. Los cuentos de Canterbury, las dulzuras de los sonetos de Shakespeare. Una idea que no tenía que ver nada con nuestros antagonismos históricos; las guerras napoleónicas, Gibraltar, la Armada Invencible. Yo no era, por supuesto Blas de Lezo, ni a la hora de orinar iba a colocar la minga mirando al canal de la Mancha. La política es una cosa y la vida es otra. Sólo encontré las buenas gentes humildes del Yorkshire y la mirada compasiva de amigos entrañables. Pude entender lo que significa un sustantivo inexistente en español y es la palabra compasión. Yo encontré compasión entre aquellas gentes, algo que me faltaba en mi país y encontré el amor, un amor para toda la vida, indeleble y que bajará conmigo hasta el sepulcro. Los bellos ojos azules de la Suzi están clavados en mi memoria, no se apartan de mí, pero yo entonces no lo sabía. Era un seminarista gordito que iba y venía recorriendo las calles de la ciudad en bicicleta. Los largos veranos del pasado siglo parecían interminables y la vida parecía querer sonreírte; unas veces querías ser misionero, otras, cura de aldea de misa y olla, mi  olla mi misa y mi María Luisa… bueno, ya veré, y ahí nos las den todas. Aquella ciudad de Segovia de tu adolescencia guardaba las reminiscencias medievales de la ciudad-estado: Montescos y Capuletos, como en  la Verona  de Shakespeare. Las grandes familias encastilladas en sus torres que albergaban el afán de poder y la protección de la iglesia. Los Coronel, los Arias Dávila, los Cheste, los Velasco, los Bravo etc... Odios seculares, rivalidades por el control del trigo y de la lana. Abajo campando bajo los arcos del Azoguejo, los pecheros, los sollastres, los acemileros, aguadores, pellejeros y  pícaros. Arriba en las torres encaramadas de la ciudadela las cinco familias que cardaban la lana. Romeo y Julieta, Marcucho, Teobaldo, Benvoglio, el aya celestinesca y parlera y el conde Paris. Yo los vi pasar por las empinadas callejuelas que iban a dar a la Puerta del Socorro u oteaban el horizonte bíblico desde la de Santiago. Fray Lorenzo iba con su canastilla con el doctor Laguna a recoger hierbas medicinales a los pagos de Tejadilla. Un día fui al cine a ver una película inglesa. Echaban Romeo y Julieta. Aquello me marcó. Yo me enamoré de Julieta. Pero tú quieres ser cura, chico y los curas ni se enamoran ni se casan… Ya veré. Otros días ponían alguna del cine negro inglés y yo soñaba con Sherlock Holmes, la niebla, el puré de guisantes. Mientras tanto iba en bicicleta a bañarme en los bodones del Eresma tan peligrosos que todos los veranos se ahogaba más de uno pero yo sabía nadar muy bien. Aunque la mayor parte de mis jornadas veraniegas estaban cubiertas por mis obligaciones religiosas. Tenía que ayudar a misa al cura chiquito. El capellán del cementerio era un tapón como va dicho. No medía más de metro y medio y para consagrar le teníamos que colocar a los pies un escriño y a la hora de alzar se las veía y deseaba para levantas el cáliz, la hostia y el copón que eran mayores que él. Sin embargo, los domingos sus misas eran muy populares cuando decía la de cazadores porque aviaba pronto el cura chiquito. Poco más de un cuarto de hora. En menos que se persigna un cura loco, mejor dicho. Me apunté a las clases de inglés y yo no sabía si era la alondra o el ruiseñor el pájaro que cantaba en la amanecida. Acababa la noche y se abría un nuevo día, una nueva fase para mí.

─Is it the lark or the nightingale?- pregunta Romeo a Julieta

Esta le contesta:

─The lark, quédate un poquito más

─No puede ser

El ruiseñor es el nuncio de la aurora y la alondra del entrelubricán antes de amanecer y yo ya soñaba con una de aquellas noches de amor. Shakespeare me estaba tirando un guante. Habría que aprender inglés y yo fui uno de los pioneros. Que abrieron para los de mi generación la ruta de Inglaterra. Soñaba con las brumas del Támesis, el puré de guisantes de la contaminación y el té de las cinco. ¿Quién cantaba? ¿La alondra o el ruiseñor? That was the question. La frase me recuerda la noche más feliz de mi vida que pasé con mi amada en un hotel de Hornchurch el día de nuestra boda. Aunque para alcanzar aquella maravillosa connubial noche habría que pisar caminos de abrojos, saltar muchas vallas convencionales y pagar peajes y fielatos en las aduanas correspondientes. Pero el amor no entiende de trabas porque siempre vence. En aquella voz de Shakespeare estaba la llamada del destino. Nos convocaba el hijo del guantero de Stratford Upon Avon con su media sonrisa, dándonos la bienvenida, subido al tablado de las antigua farsa en el corral de comedias de del Globo londinense, y su voz era profética. Como un disco de los Beatles. "I love you ye...ye... ye. Veniamos pegando fuerte la generación Yeyé con su carga inconformista. No me prometía tesoros ni fama. Pues me auguraba que yo sería  un escritor fracasado en vida y glorificado en muerte. Esa era la parte de mi lote y acepté.

 ─La vida es una historia llena de furor y de sonidos contada por un imbécil

¿Sería yo el imbécil? ¿Estaba destinado a representar ese papel?

 

La corneja del hospital general me hablaba desde la rama de un árbol del jardín abandonado. Aquel jardín abandonado era la ruta de la muerte. Tu existencia, decía es contingente casualidad. Es una novela escrita por un loco a ráfagas en la cual lo personajes asoman al vacío. No tienen consistencia lógica. Tú no crees en el dogma de las tres unidades pero narras lo incomprensible del mundo de hoy y a veces aciertas corroborando la fase de Shakespeare sobre la condición humana. El grito, la furia y un músico que toca el violín con las cuerdas rotas. Pero yo entonces era un adolescente gordito que iba por Segovia en una bicicleta sin frenos. Se la dejé a uno y por poco se esguardamilla.

 

El primero de julio del año 60 eché mi primer piropo a la Cibeles. La augusta diosa de piedra que siempre va en carroza tirada por leones no me hizo mucho caso. Yo era un adolescente que regresaba a casa derrotado en el Correo de Santander. Mi padre vino a recibirme en un jeep del ejército donde metimos los avíos de mi pobre ajuar, el colchón, el baúl y la sotana.

―Anda que buena tienes a tu madre, con un disgusto que casi se nos muere, cacho perro.

Bajé la cabeza y le dije a mi padre que me pondría a trabajar de lo que fuera incluso si picapedrero y así lo hice pero pronto me di cuenta de que tampoco valía para albañil, no sabía cuajar el cemento en una obra. Lo mío eran los latines y el inglés.  Ínterin, mamá dio a luz a mi hermana pequeña a la cual llevo 18 años y nos trasladamos a vivir a Madrid desde Getafe. Allá quedaba el pueblón manchego envuelto en polvo y barro, los aguadores de la calle mayor, la iglesia de la Magdalena enorme, los paseos las tardes de domingo, el cine de sesión continua, el aburrimiento provinciano. El resonar de los tambores del cuartel de artillería al izar bandera y las misas de doce en los escolapios. En Madrid me coloqué de profesor de latín en un colegio  y por las tardes asistía a las clases del bachillerato nocturno en el Ramiro de Maeztu.

El profesor Antonio Magariños, lo que son las cosas, me suspendió en la lengua del Lacio. Yo no le caía bien. Ya estaba muy viejo y se fatigaba durante las clases en las que explicaba a Tito Livio. Moriría al poco tiempo. Fue un gran promotor del deporte durante el franquismo como consejero del ministro Elola Laso del Frente de Juventudes. Cuando tuve en mis manos la papeleta del suspenso volví a sentir la maldición del jesuita "tú no vales no das la talla, no vales, te nos has colado". Fui una taberna y me emborraché. Era mi primera borrachera. Todas las campanas de las iglesias de Madrid doblaban a clamor. Había muerto el papa Juan XXIII. Al regresar al hogar (vivíamos en la calle presidente Carmona) mi madre que era muy lista debió de notar los signos de embriaguez en mis andares tremulantes, la lengua tartaja, los ojos saltones y la boca oliendo a peleón:

― ¿Dónde has estado, cacho perro?

  Por ahí

 ― Murió el Papa

 ―Y a mí ¿qué?

Dormí la mona y se me pasó el cabreo. Me di cuenta de que a lo largo de mi vida tendría que luchar contra aquel conjuro de Eguillor que se había repetido en el profesor Magariños que era un gallego bastante retorcido. Hinqué los codos, aprobé el preuniversitario e ingresé en Filosofía y Letras y en la Escuela de Periodismo, dos carreras a la vez aparte de las clases en el colegio san Pio V, todo lo que ganaba se lo daba a mis padres, excepto una pequeña cantidad que me reservaba para tabaco, aquellos "Celtas" largos que me hacían carburar. Estaba agotado. El verano del año 64 me fui a un  campo de trabajo en Fladbury cerca de Evesham a recoger ciruelas y fresas.

 

Eso sí; tomo casi diez pastillas al día y me siento algo cansado por las mañanas. Me dio por escribir una novela en la cual yo soy el protagonista, el antagonista y el deuteragonista. Nadie busque plots, ni tramas, ni deus ex maquina como en un serial turco o una comedia de capa y espada. En Estas páginas mi corazón sangra, se indigna, se aburre. Profaza, acusa, yerra, se arrepiente, vuelve grupas y otra vez a empezar. Son vivencias de infancia y artículos que subo a la red. No hay que maldecir a Google ni a las nuevas tecnologías. Internet es el bien y el mal: las misas celestiales del patriarcado de Moscú se transmiten juntamente con el porno duro, y esos chats en los cuales las mozas de medio mundo enseñan sus bandullos. Ciertas salas parecen clases de ginecología. Son los teatros donde toda aberración sexual toma asiento; yo los llamo berreaderos por el mucho gemir de estas prójimas no sé si lo fingen o el maniluvio salaz  de las fucking machines. La masturbación es general y de lo más guarro, algo real que atrae a las masas porque hay mucho salido por el mundo que mira y se la menea de cara al tendido. Estos sitios nos llevan a una reflexión: se han cargado el romanticismo. Tanta lascivia y tanto  voyeur salaz viene a darle la razón a Schopenhauer que era  muy pesimista. Yo me resisto a creer que Eros sean unas piernas esparrancadas con la raja del clítoris al fondo que de menos nos hizo Dios, pues yo estuve enamorado de la Suzi, aquella inglesa que fue lo mejor de mi vida, lo más bello de mi romanticismo indomeñable y con cuyo recuerdo bajaré al sepulcro. Los ocios de mi convalecencia me permitieron analizar el psique de las modelos. Hubo una rusa guapísima que fue comprada por un tratante de blancas polaco que comerció con su cuerpo. Me enfrenté al macarra el cual me quería matar. No soy un alfaqueque pero, si hubiera otra vida, creo que me gustaría ser como aquel mercedario fray Gil no sé cuántos del convento de Arévalo que rescató a Cervantes de los baños de Argel. Yo sería alfaqueque de putas. Largo me lo fiais porque a Olga la Larga no sé si la gusta el oficio lo que sí sé es que es ninfómana insaciable por cuya causa abandonó a su marido en Siberia y a una hija. Hice mis indagaciones pertinentes y lamento decir que esa historia acabará mal. El macarra polaco es celoso, muy católico, cruel y sentimental y la maltrata. Un hombre celoso que se mete a pimp o souteneur de hetairas; en esa profesión dura menos que un caramelo a la puerta de un colegio. Pero estas son las historias de hoy. Lo que pasa y yo trato de plasmar mis impresiones en internet. Este libro se compone de asuntos que subí a la red. No busquen tramas ni argumentos porque la trama soy yo, escritor de ochenta años con más de medio siglo de oficio, al que vetaron  lo neonazis sionistas (son más viejos que el andado para adelante pero España y yo somos ansí) de modo y manera que a día de hoy en nombre de la libertad se asesinan a los libertarios del pensamiento. No me quejo, me río, pues estas son historias para no dormir. Cumplo con el primer mandamiento del periodismo que es narrar algo y yo lo narro a mi manera. Otro no lo podría hacer por mí, ya que en mi hay una vivencia exclusiva de aquel amor inglés. Por eso muchas entradas de este libro se muestran redactadas en dicha lengua. Puedo decir con Graham Greene que Inglaterra me hizo y tal vez me deshizo. Nunca pude ser del todo inglés pero tampoco un español total por más que haya defendido a mi patria y mi cultura a capa y espada a través de mis dos corresponsalías en Londres y en Nueva York. A estas alturas de mi existencia, cuando ya me queda poco, veo lo acontecido desde la distancia a veces con  compasión, otras con  remordimiento humorístico y en ciertos casos con rabia pero me consuela haber sobrevivido a mis enemigos. Por desgracia yo sé de donde viene la afrenta y no paro en barras. Pienso en la muerte que nos cerca, hablo de las experiencias de mi infancia en un pueblo castellano donde viví los últimos coletazos de la edad media. Allí se acendró mi espíritu religioso  al tiempo que me di cuenta de que para sobrevivir hace falta mucha mano izquierda y no tomarse las cosas demasiado a pecho. Estoy fascinado por la novela picaresca. Investigando a conciencia descubrí quien fuera el autor del Lazarillo. Ni me lo han reconocido ni me lo agradecieron pero mi tesis insoslayable está ahí. Es lo mejor que dimos al mundo desde el Buscón hasta la Pícara Justina, el Guzmán de Alfarache, Vicente Espinel, El Estebanillo, El diablo Cojuelo. Es un género típicamente hispano que aporta a la literatura universal resignación cristiana, longanimidad y aguante. Los picaros son místicos al revés que nos enseñan a afrontar las penalidades de este mundo cruel sin hipocresía. Tengo que agradecer sobre todo a los hombres y mujeres de la editorial Círculo Rojo que tanto me han animado a sacar adelante mis humildes producciones, aun a sabiendas de que mi estilo y mi narrativa, siendo de una vibrante actualidad, pertenecen a un ayer que parece lejanísimo pero que está cerca de nosotros. Para los nuevos amos del mundo ir por libre es una añagaza. La exclusiva del pensamiento está en sus manos. Esperemos que no sea por mucho tiempo. Yo por eso escribo para desenmascararlos.

 

 

El domingo de Ramos será una pantomima en la borriquilla y el buche, los cantos del hosanna, gloria al hijo de David, centro de bondad Hosanna que viene en nombre de Jehová, compramos un ramo y nos pondremos zapatos nuevos, tiraremos de las carrozas de la protección, veremos a los soldados desfilar ante los pasos, Segovia olía a primavera. Veneramos y adorábamos al Hijo del Hombre plasmado en aquella figura de escayola. El anticristo suplanta de forma tan atroz al cristo y no quiere morirse. Yo me subí a muchos andamios, me caí de muchos burros y no aprendí de mis trompazos. Culomagno vestido de blanco y esclavina bautiza neófitos y enseña el alta del hospital, no quiere morirse, se niega a que le canten el gorigori, no quiso ser sacramentado. Aderita, la de Gordaliza, fue mi madrina en tanta tribulación, una mujer se convirtió en mi baluarte, me puso a cubierto de los disparos de las poderosas armas de guerra. Ella era la virgen que me salvó cuando íbamos al Escorial en espera que llegasen los mensajes de los Viernes de Dolores. Tales telegramas no venían, o eran un tongo que se marcaba la pitonisa con la voz cascada… hijos míos. El morbo y la depresión me impulsaron a tales esperpentos, llegué a darme cuenta de que toda la parafernalia eclesial era tongo. Escuché los jipíos y suspiros de la saludadora que hablaba en nombre de Satanás y comprendí que Wojtyla era su aliado. Dios me permitió vivir tiempos de la gran impostura. Culomagno el judeoargentino vino a poner la guinda. No obstante, en aquellas nefastas vivencias quedé persuadido de la presencia de Cristo en la historia.  Satanás hablando desde la cima de la encina más antigua de Prado Viejo a veces hablaba en acento gallego, otras en andaluz. La voz de la sorguina, cuando se ponía en trance, sosegaos, reminiscencias demoniacas tenía. Todo era una burda impostura lo de las apariciones del Escorial. Las turbas sin embargo estaban hechas un flan porque el monarca de los dominios, do no se ponía el sol, largaba su sermón en cinta magnetofónica, lo que no dejaba de ser una ucronía. Aderita mientras tanto rezaba por mí.

 

Mi amigo Quintiliano Quindejas al que llamábamos "Soguillas" cuando éramos guajes regresó de Foncalada tras su visita al cementerio, lugar más romántico y mejor ventilado no puede haber en el mundo para dejar la carcasa con el ánimo entristecido y yo voy a tratar de poner blanco sobre negro los puntos de su azarosa biografía.  Me llamo Eutimio Guzmán pero en el pueblo me llamaba Quinolas por mi afición a la brisca. En esta parte de Castilla todo quisque tiene un segundo nombre. A Quintín lo conozco muy bien. Fui su amigo de infancia, fuimos juntos a la escuela e ingresamos en el seminario al mismo tiempo. Él llegó a cantar misa. Yo colgué la sotana en primero de Teología. A los dos nos une un estrecho vínculo de amistad y compartimos la afición por la literatura, vivimos enterrados entre libros y nos fustiga la misma comezón desalentadora por estar viendo morir al mundo en que vivimos y la destrucción de nuestros sueños. Ya somos viejos, pero hemos sobrevivido a la peste pandemita que asuela toda la tierra. Aunque con diferentes ideas los dos hemos sido periodistas. Somos en una palabra el yin y el yen hecho carne, la tesis y la antítesis sin que nuestras diferencias políticas empañen el vínculo de nuestra amistad. En la iglesia e Fuentesoto, pequeña modesta y con algún desaliño, construida bajo el reinado de Carlos III, antes era románica, olía a flores ahumadas, a retamar pinariego, a humo de las velas cuando se apagaban los hacheros. Había goteras y por un hueco del techo se colaba alguna paloma, también vimos un día una pareja de mochuelos amorosos dándose el pico. En lo alto del retablo frisaba un anciano con la bola del mundo en su regazo de luengas barbas patriarcales; era el Padre Eterno señor de la creación, de esa manera el arte barroco representaba a Dios. Al lado del ventano había un boquete por el cual se colaban la lluvia y la claridad de los solsticios. Las golondrinas anidaban en lo alto del retablo y revoloteaban en torno a la cabeza coronada de espinas del cristo crucificado que remataba la bóveda. Alguno de la parroquia se distraía en misa viéndolas volar y mirando para arriba. Pensaban que era el Espíritu Santo que bajaba a la hora de alzar. La traza del templo era pueblerina. Imágenes toscas ocupaban los rincones de las capillas. Sumaban casi medio centenar. Las tallas de Nuestra Señora y la de san Antón eran las más importantes. El 17 de enero, cuando la iglesia honra la memoria del santo eremita que un cuervo alimentaba trayéndole cada mañana un panecillo, era la fiesta de aquella aldea segoviana. Por tales fechas empezaban a cacarear las pitas y los gallos a entonar gritos triunfales con voz firme. Venían los músicos de Peñafiel y los confiteros de Aranda. Había baile y la orquesta de cinco gaiteros tocaba, subidos a un carro del país. El abuelo se ponía la camisa nueva, guardada entreaño en el arca, y se iba a misa cojeando con su pata chula camino de la iglesia construida en tiempos de Carlos III en sustitución de otra antiquísima. A los chicos nos daban una peseta para comprar garrapiñadas de Alcalá o hacer una puesta en el bote del Tío Bigotes. Los viejos sentados en los chimorretes de la plaza veían partidos de pelota a mano. También se jugaba al chito de a perra gorda. Cuando se apostaba a real eran palabras mayores. San Antón en lo más álgido del invierno porque arreciaba la cuesta de enero solía traer sol para alegrar la fiesta con días que se alargaban un poco más después de la Epifanía. Por la noche helaba. Había carámbanos en los aleros de los tejados cuyos canalones parecían llorar a moco tendido, y en las jarrillas del alumbrado. Los chicos para espabilar el frío jugábamos a la pídola y al zorro pico zaino mientras los grandes y los “corines” (que así llamaban a los de Fuentesoto) se calentaban con besos al jarro de buen vino o con copitas de ojén y aguardiente.

 

LIBRO SEGUNDO

 

 

¿Cómo es que a san Antón, pensaba el Maudillo para sus adentros, siendo un santo penitente lo pintan con esa cara de pillo? Con ese escapulario mugriento que parece no lavarse en tres meses cuando santa Escolástica le traía la muda, y ese cerdito que lleva del ronzal. Todos los domingos mientras ayudaba a misa al cura don Saturnino el niño no dejaba de mirar para arriba. Le hubiera gustado hablarle al santo eremita, decirle por lo menos “buenos días” pero san Antón estaba callado como un cartujo. Su indiferencia era cabal. Aquel bienaventurado de la Tebaida egipcia no quería saber nada de aquellos chicos que van a melones y a veces les coge el guarda o se dedican a destruir nidos y a la noche como hay poco que hacer echan concursos a ver quien la tiene más larga y se la meneaban en cuadrilla. A ver a quién se corría antes.

─Ya me ha venido.

Era un grito triunfal.

─Es que ya eres hombre.

Para eso su amigo Vicente, que no hacía esas guarrerías, era todo un experto, se sabía todos los nidos de collalba que empollaba la pájara en las Suertes Viejas donde la tierra era colorada y las legiones de Cesar construyeron un campamento romano. A lo mejor es que piensa que todos somos unos sarnosos, decía Maudillo entre sí.

─Pero cómo quieres que te hable san Antonio, pedazo de adobe. Las visiones de los santos sólo pueden tenerlas aquellas personas que se pasan la vida rezando como tu abuela Rita

─¿Sí?

─Pues claro, hombre, claro

─A tu abuela Rita ya se le han aparecido Dios y la Virgen muchas veces

Quien así hablaba era Elpidio, el de la Melania, número uno en la escuela, el hijo del alcalde a quien su padre quería llevar al seminario pues decía que era muy listo y valdría para cura. Hasta puede que llegase a obispo.

La abuela Rita es baja y es coja, tiene mal genio. Lleva siempre un bastón de enebro para zurrar la badana a sus nietos que no se reportan o no hacen bien los mandados. A la abuela Rita no le gusta ir a meses porque dice que si las nueras… ella solita, bien solita, bien se vale y cada uno en su casa y Dios en la de todos. No quiere agobios. Ella su misa y su novena y su bastón. Los viernes acostumbra a quedarse en la iglesia un rato más para el Vía Crucis. Por enero empiezan a cacarear las pollitas y va al nidal a recoger los huevos. La víspera de las Candelas los quintos le robaron una gallina clueca para correr el gallo y bien que lo sintió, demonio. El incidente puso a la abuela Rita de un humor de perros. El Maudillo pagó los platos rotos, cuando al salir de la escuela se dirigió a casa de su abuela con la bolsa donde traía la enciclopedia y el pizarrín.

─¿Abuela usted vio por casualidad a san Antón?

Ante la pregunta la vieja se quedó de un aire y sin saber por dónde tirar. Respondió a mi pregunta con otra pregunta como los gallegos.

─¿Qué haces tú aquí, modorro, ya te dieron suelta?

─Vine a preguntar una cuestión importante. Elpidio me dice que usted, como tanto reza, tiene amistad con el cielo y se le aparecen los santos. ¿Y san Antón cómo es?

─Pues como le pintan, hijo: la barba larga, la calva patriarcal y el cochinillo que le acompañan como un perrillo de aguas, pero tú estás un poco salvaje, Maudillo, deja a los santos quietos. Ellos bien están en los retablos. No cumpliste lo que te dije, te olvidaste de una formalidad. Al venir a casa de tu abuela ¿qué se dice?

─Buenas tardes tenga usted, señora Rita

─¿Y después?

─Besar la mano

─Buenas tardes tenga la mi señora

─Ahora ya puedes pasar

El muchacho sigue a través de un pasillo largo camino de la cocina. En ese corredor lóbrego como la cueva de Montesinos le daba la tía Juanilla, la pobre, sopas al Salvita y Pedro el sacristán cortaba el pelo a los hombres porque ejercía ese menester de barbero, hombre de muchos oficios pobre seguro. En aquel tiempo todos éramos pobres aunque felices pues no había otra cosa. La tía Rita estaba haciendo buñuelos y soplillos. Y la Tía Maricruz a la cual llamaban “Nuestra Señora de los Siete Tobillos” por su pie equino echaba de comer a las gallinas. Olía bien y se estaba caliente al lado del llar.

—¿Quieres tomar pan?

Maudillo dijo que no con la cabeza agitando su rubia pelambrera.

─Pues entonces date ligero, ve a la fuente a llenar la botija de agua. Después merendarás.

La fuente estaba a unos cien metros de donde tenía la abuela el corral. Era un manantial que escupía un torrente de agua casi una catarata desde el interior de la roca viva. Llenó el cántaro, y ya se iba a volver cuando se escucha un tumulto y ruido de voces y alaridos. Venía la vacada y se había escapado una res pero ¿cómo sería la cara de san Antón? El gañán del Fermín que arreaba a la boyada desde la vega de Pecharromán pegaba grandes voces e iba dando brincos mientras movía la tralla con agresivo bataneo triunfal:

Apartaisus que va torionda, busca el toro padre y es peligrosa; tiene el celo por vez primera vez la novilla que hasta ayer era chota.

A las voces del mayoral la gente que pasaba par allá buscaba burladero en los soportales o se escondía a la puerta de los pajares o debajo de los carros. El Maudillo que siempre había sido más valiente que nadie se quitó la chaqueta y a modo de capa quiso torear al eral:

―Eh, toro

―Maudillo, quítate de ahí, que te amurca la vaca ¿no ves que está torionda y se tira al bulto?

Pero el chaval como si nada… cuando se quiso recordar ya estaba en el suelo derribado más por el miedo que por los cuernos del astado. Conque la vaca pasó de largo a toda velocidad. Debía de tener buenas entrañas. En la caída a Maudillo se le quebró el botijo y resultó con un siete en los pantalones. Cuando regresó al hogar la abuela Rita sacó su bastón a pasear y le puso al niño el culo como un tomate. Después de la paliza le dio de merendar. Las barbas de san Antón no eran barbas merovingias de chivo, eran más bien cartoplanas. Mariano de la Melania que se preparaba para el seminario venía de dar lección con el señor maestro:

―¿Qué, zurraronte la badana?

―Tú eres un gilipollas. Y toda la culpa es tuya

El Maudillo crispó los puños y le largó una patada al hijo de Melania para que no se entrometiera jamás en donde nadie le llamaba. El Mariano regresó a casa chorreando sangre por las narices. Pasaba por allí el Tío Colodro que se llamaba Nicolás aunque unos  decían Colodro y otros Coñete pues insertaba en sus conversaciones la palabra coño y le gustaba jugar al puño puñete. Todas las tardes iba a la bodega y regresaba a casa hablando con las estrellas y haciendo eses con sus albarcas. Era el borracho de Fuentesoto.

―Cuantos besos habrá dado usted al jarro, tío Coñete

―No muchos pero te participo que me gusta el traguillo. El vino es vida

―Ya, ya

―Tú que sabrás, modorro, de los avatares de la existencia. Yo estuve en la guerra y por poco me matan. En el botiquín el capitán médico me dio un cucuruchito de aguardiente y reviví. Los rojos nos hicieron una emboscada pero yo gracias al vino sobreviví. Saltaparapetos lo llaman.

―¿Fue la Virgen la que estuvo de su parte o fue San Antón los agentes de aquel milagro permitiendo que volvieses a Fuentesoto sano y sano, tío Nicolás?

― No sé quío, no sé. Tal vez fueran los dos a la vez. Por eso cada mes les llevo un bodigo y mando decir una misa por el cabo de mi batallón que cayó en la batalla de Brunete.

El tío Colodro alias Coñete bebía sin parar tratando de evitar los malos recuerdos de la guerra. Por su parte el Maudillete estaba obsesionado con las barbas de San Antón. Quería entender qué pasaba allá arriba, quería ver a Dios que dicen que se le apareció a un pastor y le habló desde lo alto de una encina del somo.

De ordinario no suele ir nadie a la iglesia. Por eso el cura cerraba el templo después de misa. Desde muy antiguo desde los tiempos de los moros hubo una batalla en Fuentesoto culo roto siete varas y otro poco (decía el cantar), los sarracenos atacaron aquel recinto, los cristianos  les tiraban piedras desde la torre y no pudieron pasar, pero quedó un hueco en la pared y por esa ranura se introdujo Maudillo con la idea de hablar con los santos a solas. Se conoce que no había ningún bienaventurado de servicio aquel día. El niño llamó y llamó sin respuesta alguna. Toda la milicia celeste se había ido al bar para celebrar cualquier batalla contra la hueste de Luzbel.

―¿Y a nosotros?

―A vosotros que os den por el ano― dijo san Pedro Damiano ― calma, un poquito de calma y esperad. Que habrá para todos.

 ―Esperaremos si es preciso toda la eternidad.

―Uy largo nos lo fiáis. Eso es mucho esperar.

Una urraca afanosamente estaba construyendo un nido en la cima del retablo por encima de la cabeza que representaba al Padre Eterno. Maudillo alzó la vista hacia los ángulos de la bóveda de luneto y observó con gran sorpresa que san Antonio Abad no estaba en su sitio. Había bajado de a hornacina y se paseaba por las gradas del presbiterio

― !Ahí va!

Pasó junto a él y llevándose el dedo índice a los labios le dijo a Maudillo

― Chist, vengo de la Tebaida y allá no se puede hablar. Mi regla es más estricta que la de los cartujos. Ni media palabra o te capo, te mando al infierno con Satanás.

Entonces Maudillo, que sólo escuchaba a su cerebro no a la voz del santo, se desató en un largo coloquio, le confió sus planes: quería ser seminarista, que su hermano Crescencio viniese con bien de la mili que pariese un ternero la vaca Marela y unas cuantas cosas más. San Antón seguía de monitor de los misteriosos silencios. Cosas incomprensibles; dudas nos asaltan a los creyentes pero hay que seguir en el machito, no desanimarse. Fe es creer lo que no vimos. Las golondrinas alteaban en torno a la cabeza coronada de espinas del Redentor y sus gorjeos un tanto fúnebres eran para recordar aquella tarde en Jerusalén cuando el velo del templo se rasgó y tembló toda la tierra.  Eso que no era Semana Santa ni tiempo de misterios, ello ocurrió por las Cabañuelas cuando las lunas de agosto. Vertía lágrimas el cielo a través de las lágrimas de San Lorenzo. Las golondrinas estaban poniendo perdida la calva del Padre Eterno pero sus cagamentos eran agradables al Señor, no eran blasfemias como las que lanzaba el  tío carretero al cuadrar el aro de hierro a las ruedas. San Antón, la gallina pon, seguía dándose paseos patriarcales por los ánditos de la iglesia. Los demás santos de la corte celestial permanecían en sus edículos quietos. El niño no se daba cuenta de que no puede haber ni interacción ni intercambio entre el mundo real y el  trasmundo. ¿Quién podrá freno a sus fantasías? Los que zarpaban por el istmo de la laguna Estigia jamás volvían. Era una mañana de primavera y Fuentesoto amaneció pleno de vida. Por las rendijas entraban efluvios olorosos de adelfas y grosellas del huerto de don Adolfo el señor médico. Era un perfume que recordaría toda su vida. Los santos no eran de carne y hueso sino de cartón piedra. Maudillo no lo sabía. Así que si con barbas san Antón y sin ellas la Purísima Concepción

 Cierra junio mes de amor inflamado por la llama del Espíritu Santo. Yo me fui a mi pueblo a bailar al santo y allá estaba el pescador galileo con sus llaves en la mano que cierra el tiempo y abre nuevos pagos. Estaban los trigos bien encañados en la pedriza. Este año hubo un cosechón. Daba gusto ver las suertes viejas, los majuelos con las uvas pintonas que darán el vino de hogaño pero vi las bodegas vacías medio derrengadas bajo la sombra de aquel almendro donde nos sentábamos después de trillar las parvas en aquellas largas tardes de verano. El ingente  raudal de la fuente venía ahíto de agua fresca y pura, donde yo de niño llenaba botijos de agua ¡Ay fuente de Fuentesoto cuantos recuerdos, cuantas vivencias, cuantos botijos de agua y cuántas cántaras de vino! Alguno rompí y la Patro la mesonera que estaba de pechos sobre el balcón, la de la posada, mirándome se deshacía la muy canalla en carcajadas al ver mi desolación.

─Te va a romper el culo tu tía Paulina.

─Quiá, ella sabe bien que aquí a nada que pises tropiezas con un guijarro. Así es la vida. Llena de avatares y peligros

─¿De dónde sale esta agua, abuelo? ─ Me pregunta mi nieta Carla a la que quiero tanto. Es un regalo de Dios,

─Pues mana de lo hondo de la montaña. Sale fría en verano y caliente en invierno. Por eso llaman a esta fuente la Fonfría.

Luego le explico lo poco que sé de geofísica y de aguas termales tan apreciadas por los romanos que tenían acá varios destacamentos y castramentos. Aquí hay diez pueblos que reciben del nombre de castro y esas piedras que ves fueron labradas por los canteros de Roma.

─Mucho sabes, yayo

─Algo sé, de pasar mi vida entre libros, especulando y enredando por el hilván de las palabras que nos acercan a los dioses pasito a paso, pero vámonos hija a bailar al santo.

Bajada la cuesta de la huerta del médico y del molino viejo que ya no maquila, ahí estaba la procesión y viejos y jóvenes de la aldea bailaban al santo; algún mozo disparaba cohetes en medio del rebullicio de danzantes. Los voladores se cernían en lo alto en el ardiente sol de Castilla un mediodía de verano. Habían pasado tantos años casi tres cuartos de siglo. El tiempo corre raudo. No conocí entre los del corro que bailaban a san Pedro más que a Marcelino el de la tía Caya que meneaba la jota sin demasiado garbo pero desde la torre del camposanto de la vieja iglesia en lo alto creía ver a muchos muertos asomarse por la pared, estaban llorando. A estos sí que les conocía. Sus caras me eran familiares. Mientras, los dulzaineros, calzón de limiste cincha roja y camisa blanca bajo el chaleco negro atacaban la chifla impregnando la calle de melodía:

─La tía Melitona ya no amasa el pan porque le falta la levadura y la sal… y aunque me des cinco duros no voy contigo al pinar porque tienes sabañones y me los puedes pegar... Arsa.

Viejas coplillas de la raza que resonaron a través de los siglos. Fuentesoto romano y románico, godo judío mitad árabe y mitad cristiano tierra de frontera de hoz y dalle, los aperos arrinconados en el desván, las colleras del macho cordobés, el cabezal y los ramales, artolas y aguaderas, los cantaros en un rincón, inservibles ya a causa de la traída el agua corriente. Al pasar por la calle real un ángel me acercó a la imagen de mi abuelo Benjamín tratando de incorporarse en su lecho de muerte para ver pasar el santo delante de su ventana por última vez. Catorce días después fallecería de cáncer de próstata a los setenta el 13 de julio de 1957. Empezó a dolerme el alma por la tristeza y la añoranza de los que se fueron: mi abuelo, mi padre y mi madre, mi tía Paulina, mi primo Agustín y una hermanita que me precedió y murió de seis meses el Año Triunfal. Henar llamábase, y Ponciano, y tantos y tantos de mis allegados muertos. Sí, eran ellos viendo pasar la procesión asomando la gaita desde las tapas del cementerio. Conclave de espectros al otro lado de la eternidad. Un cura congolés rezó el responso y uno haciéndose el gracioso dijo: “Es más negro que los cojones de un grillo”. Bueno nosotros fuimos a ellos de misioneros y ahora les toca a ellos misionarnos. La vida es así no hay curas, bueno dejémoslo ahí que los de Fuentesoto son algo recontrajodidos. El señor cura no baila porque tiene corona, baile señor cura baile que Dios todo lo perdona, gritó entonces el presbítero que llevo dentro de mí. Viva san Pedro bendito y un año más

 

Cigüeña malagueña la casa se te quema los hijos se te van a Pecharromán, escríbeles una carta que pronto volverán. Sin embargo, ella no volverá la noticia de su muerte me ha pillado en Pecharromán entre las piedras sagradas de Sacramenta empapado de arquivoltas de fustes columnas y capiteles arquillos y canecillos del arte románico espectral que canta en la cantería la belleza de las antiguas dueñas medievales. Y Mili la solista representaba a la pobre Adela. La del romance. Una niña se ha muerto de mal de amores. Tuvo la culpa Juan y la Dolores. Era la solista, la que tañía el almirez y el pandero o cantaba los solos del grupo de aquellas canciones que vibraron emocionantes en nuestra lejana juventud. Fueron los epígonos de la revuelta juvenil del 68. Milagros era una bella segoviana risueña y triunfal. Se parecía un poco a la Suzi la Dulcinea inglesa, dama de mis altos  pensamientos y formaba casi parte de la familia puesto que su abuela doña Aniana, la partera de Segovia, años cuarenta me sacó del vientre de la Juanita, no sé cómo acabé con ella la pobre. Di yo en báscula seis kilos. Todo un record para un recién nacido. Asi que, por mi cumpleaños mi pobre madre ponía una vela a San Antonio, o bajaba descalza a la Fuencisla en acción de gracias, para a la tarde ir a visitar a doña Aniana, la abuela de la solista del grupo Mester de Juglaría que acaba de fallecer en el verano de 2025. Siempre  llevábala pasteles de cabello de ángel. Por eso la muerte de esta mujer que cantaba los viejos romances como los ángeles me ha conmovido hasta las lágrimas. Las cigüeñas volverán al nido en lo alto del campanario de la iglesia de Pecharromán pero Mili nunca volverá. Descanse en paz.

 

Hoy estoy enfadado con Dios o al menos perplejo, cosas que no entiendo. El 26 de julio de 2024 amaneció cernido de nubes, me levanté temprano. Estaba preparado el morral con la tortilla de patatas, la bota de vino y la de agua, y el palo de acebuche, mi querida cachava con la cual me desperdigo por estos montes de Dios y me abro paso entre los tojos o amedrento al jabalí que acecha en el mohedal. Iba a dirigir mis pasos hacia esa ermita tan blanca y dibujada Santa Ana de Montarés, son quince kilómetros, pero a ultimo hora no salí, tuve una negra corazonada de  que algo podría pasar, así que decidí no acompañar a mi hija pequeña que sí que subió en compañía de sus amigas las mozas de la aldea. Desde 1976 no solía faltar a esta fiesta de prado que tanto veneran los pixuetos. En las paredes de este pequeño templo rural cuelgan exvotos de enfermos que curaron, gorros de marinos que salvaron de un naufragio y otras ofrendas. Las parturientas y los enfermos que adolecen de algún mal a los huesos suelen pasarse por la espalda unas cadenas. La gente de la mar de arribada, al divisar en lo alto del monte la ermita blanca, suspiraban con satisfacción al regresar de las costeras, ya estamos en casa. Montarés es un cotarro de bellezas paisajistas como pocos, lugar de España en la costa cántabra, viejos recuerdos y añoranzas. La santa Anina ye muy guapa. Después de la misa, la procesión y tambor y gaita. ¡Ay romerías del alma¡ A la santina la sacan en andas primero a ella y luego a su esposo san Joaquín el de las barbas. Son los abuelos de Cristo. Manín llamémosle así era uno de los que portaban el paso; había hecho la promesa de llevar en cuello sobre las andas la venerada imagen, iba descalzo por la explanada, haciendo caso omiso a los tojos con espinas y de los cantos puntiagudos. ¿Cuál era su promesa?  Estaba divorciado y él un labrador y ganadero honrado no comprendía estos trajines de la vida moderna. Un juez de Pravia ─¿pero hay justicia en España?─ determinó dividir a la familia y compartir la paternidad de sus dos críos, un guaje y una guaja. Por cuya causa había sufrido depresiones. Esa era a nuestro humilde parecer que se concertaran paces en el matrimonio el origen de su voto ir descalzo pisando abrojos en la procesión de la santa. Subió Manín con el tractor con su guaje de once años en el remolque. Después de la romería, acampada, merendola de tortilla de patatas, un gaitero amenazaba la fiesta, algo de vino, mozos y mozas bailaban la danza prima en la explanada. El pueblo asturiano sabe gustar de la folixia como ningún otro. Ya de atardecida había que bajar. Y Manín y su niño enfilaron la pina cuesta camino de casa, el tractorista perdió el control del vehículo que fue a estrellarse contra un hórreo cerca de casería.

─Salta, nin, salta por amor de Dios

El padre pegaba voces pero el niño no saltó. Ambos perecieron aplastados contra el muro. No le valieron las penitencias, ni las suplicas a la santa. ¿Dónde estaba la mano divina? Comprenderán mis lectores como tantos y muchos en el concejo la razón por la cual estemos compungidos. No encuentro palabras para exponer mi aturdimiento ante tal sinrazón.

 ¿Por qué, Señor, por qué?

 No hay respuesta. Ello forma parte de la clave misteriosa de ese silencio de Dios. Descansen en paz. Una familia destrozada. ¿Fue el alcohol? ¿Fue eso que llaman violencia vicaria que tiene a nuestras familias aterradas? Santa Ana y san Joaquín tengan en el cielo a Manín y a su guaje. Nosotros no sabemos nada. Únicamente cabe rezar.

 

No es que me haya alejado de la iglesia pero circunstancias largas de explicar y la entronización del papa Prevost (un pontífice como Dios manda) me empujaron a arrodillarme ante el tribunal de la penitencia.

Otro aliciente: esta pascua de resurrección y de pentecostés (Pfingstein lo llaman los germanos) he sentido aletear la paloma del Espíritu Santo a mi alrededor. Para “descargar el saco” opté por acudir al penitenciario de la catedral de Segovia, don Crescente, que era de mi curso, contemporáneo y compañero de seminario. Le recuerdo bien no muy grande de talla pero fuerte como un quejigo, jugando a la pelota con mucho brío, pegaba unos manganazos que eran como disparos contra el frontón de la torre Carchena esto es el paredón del cine Cervantes que decíamos la huerta del seminario. Le pedí cita en la capilla del Cristo que remata la nave del crucero de la última catedral gótica. Una tarde de mayo me arrodillé ante aquel cajón,  que llaman tribunal de la penitencia, para despachar mi confesión auricular diferida tanto tiempo. No sabía cómo empezar la declaración de mis culpas pero ¿Qué pecados se pueden cometer a los 81 años?

─Ave María purísima

─Sin pecado concebida ¿Qué te trae por aquí, Antoñito?

─Pues vengo a confesarme contigo Crescentín

─¿Cuánto hace que no recibes el sacramento?

─Más de tres lustros

Noto al penitenciario revolverse alarmado en su asiento detrás de la rejilla. Suspira, se hace un largo silencio y después dice:

─Tres lustros son quince años

─Cabales─ digo.

−En Sevilla y en Linares veinte mulas son diez pares.─ dice el penitenciario─ ¿Perdiste la fe, Parrita?

─Quiá. Sigo los viejos misales y rezo El oficio divino del rito de San Pió V.

─Fue abolido

─Por eso mismo y me hice ortodoxo ruso, en Londres fui ordenado diacono por el metropolita Antonio

─Que disparate pero Xto lo perdona todo. Además veo que obraste con rectitud de intención.

─¿Vas a misa?

─La rezo en casa

─Esas misas no te valen. ¿No te acuerdas de lo que nos enseñaba don Demoque,  ¿te acuerdas nuestro profesor de Moral? mi predecesor en el cargo que era un experto canonista. Las leyes no te las puedes saltar a la torera, están ahí.

─A ver cuarto mandamiento ¿Honraste padre y madre?

─Les ayudé en lo que pude. De joven entregaba todo lo que ganaba en casa y de mayor cuidé de ellos hasta que fueron viejos. Pero ellos me devolvieron mal por bien, yo era la oveja negra de la familia. Me salí del seminario y eso jamás me lo perdonó mi madre.

─Bueno, eso ocurre en las mejores familias. A ver el quinto. ¿Mataste o heriste de palabra u obra a un semejante?

─Ganas me dieron de matar a más de uno, padre, pero en lugar de agredir a los que me agredía o difamaban traté de volver la otra mejilla.

─Bien. El sexo mandamiento. ¿Cometes actos lujuriosos?

─Que cosas tienes, Crescente. A estas alturas, ya somos más viejos que san Hilario. Castos a la fuerza. Me operaron de la próstata y fue como una emasculación química. Sin embargo, la vista y el oído son los últimos que pecan y a mí me gusta consultar las páginas porno de internet

─Ay, Dios pero ¿qué cosas dices pues? Eres un hombre casado.

─Sí pero mi parienta anda a lo suyo, se cansó de mí y yo me alivio de mis cuernos entrando en esos chats infames donde toda suciedad encuentra un hueco. En los masturbatorio veo como se masturban las mujeres de medio mundo, se meten el dedito, vuelven la vista y eyaculan espuma por la vagina. A mí no es que me solace esto. Es que siento horror y asco ¡cómo está el mundo facundo¡. Ya se cumplen las profecías de Sodoma y Gomorra al alcance de un clic. Las peores, las más hernecidas, duchas en la felación, el sexo anal son las rusas, el beso negro etc. Estoy por decirte que casi me enamoro de una. Una siberiana guapísima. Aparece en su portal, luego cierra la ventanilla cuando es requerida de amores por alguno de sus lujuriosos solicitantes para un privado. Regresa al cabo de un cuarto de hora todo despeluzada y dando la impresión de que el cliente de turno la ha dado una paliza luciendo moratones en nalgas y pechos.

─Uy por Dios y ¡esa porquería miras¡

─Se llama Olga y yo trataba de convertirla hablándole de las penas del infierno. Me escuchaba una vez que parlamenté con Olga la Larga con atención y luciendo una cara virginal con aire de no haber roto nunca un plato. Le hablé de que la prostitución es no solo peligrosa para la salud del alma sino del cuerpo también. Oídos de mercader. Las que caen en ese abismo no pueden ser redimidas. Les puede el vicio. Son adictas al sexo. Le hablo como diacono de la iglesia rusa pero por toda respuesta me mostró un gran cipote de plástico y dijo una blasfemia: “este es mi Dios”. Fue vendida por un macarra judío de Polonia y acabó en Estambul en un lupanar pero consiguió regresar a San Petersburgo donde se gana la vida haciendo la carrera. Sexo cibernético.

─Esta Estrella, Crescente, ilumina los cielos tenebrosos del terror del milenario.

─Pero hombre, querido colega, ¿cómo te metes en esos tinglados pecadores?

─Es mi forma de evangelizar. Yo soy también sacerdote. Porque tengo órdenes sagradas bizantinas y porque soy periodista y me gustaría anunciar a la juventud de los peligros de estas corrupciones, de estas perdidas, que se ganan la vida mostrando el clítoris.

─Eres presbítero sí pero cismático. Tus misas y sacramentos no valen.

─Porque lo digas tú.

─Son pobres mujercillas acabarán en la cárcel, el hospital o la calle

─Sí ciertamente. Vosotros los que os quedasteis en el seminario ─le digo a mi antiguo colega─ no sabéis la fuerza que tiene el diablo y yo donde me ves soy un luchador contra la bestia. El argentino que acaba de morir trabajaba para la sinagoga, los malos de esta película.

─¿Cómo te atreves?

Mi confesor frunce el ceño, percibo su enojo, espero una de aquellas guantadas de cuando jugaba al frontón; tarda de reaccionar unos minutos para concluir:

Roma locuta, causa finita. No te puedo dar la absolución

─¿Por qué?

─Pravedad de materia. Es decir que el pecado es demasiado gordo. Has de recurrir a otras instancias, al Papa, por ejemplo. Renegaste de tu fe.

─Jamás. Sólo cambié de rito; el latino por el griego.

─Pero los cánones son los cánones, Parrita. No te cabrees

─Sí me cabreo y me indigno pero para ti la perra gorda que para eso eres el penitenciario de esta diócesis.

El viejo penitenciario Crescente al que yo tanto apreciaba cuando éramos latinos y jugábamos al fútbol en Baterías, aquel viejo campo de tierra lleno de guijarros, me despide con cajas destempladas y yo estoy a punto de mandarle a tomar por culo pero aprieto las cuentas de mi rosario y me voy que bufo. Dios los perdone a él, a la puta rusa,  y a una iglesia que no ha sabido estar a la altura en su lucha contra el diablo. Esperemos que el papa León XIV retorne a la iglesia de Roma por donde solía. Amen. Mi exomologesis acabó como el rosario de la aurora. ¡Mira que negarme la absolución cual si fuese yo un hereje; así pagas nuestra amistad, Crescente, de cuando íbamos juntos en la terna a pegarle patadas al balón en el campo de Baterías! Pues metete tu absolución por los cojones. Ego te absolvo a peccatis tuis... Pienso para mi consolación que ciertos sacramentos nos son dogmas ni imprimen carácter; son meros símbolos convencionales y que sólo Cristo puede perdonar los pecados. No un cura inepto mal encarado y gilipollas.

 

Viene el apocalipsi

s y yo con estos pelos, embarrancado en mi Quietorium la novela que empecé para una narrativa del cáncer de próstata. Dos años van a cumplirse el día de San Pedro que me operé y estoy como una rosa. Meo a caño roto como un padre de la iglesia sin zambullo y no hay micciones  nocturnas; sólo dulces sueños eróticos de la virilidad que perdí. No tengo añoranzas. Me visita cada mañana el ángel del Ayuno que me dice adelgaza y he dejado de hacer el tonto por las tabernas. El mundo vive un Pentecostés, en lugar de un Apocalipsis. De los viejos y los eunucos es el reino de los cielos. No hacen mal a nadie. Dios es uno y trino pero Alá akber. Es grande. Irán derrotará a la bestia. Oigo gruñir y berrear al Ojiporcuno el gran matarife que apacienta los puercos y él es uno de la piara. Su compadre el Orejudo que se proclama a sí mismo el elegido ha perecido achicharrado en su bunker y a mí no me duelen prendas. Tengo entre manos una novela pero será imposible que pueda ser difundida; los canales de comunicación están ocluidos. Hoy es un día triunfal. Amanece en libertad sin presiones ni coacciones. El destino viene a ser nuestro para los que vivíamos humillados y ofendidos por la estirpe canalla. A lo largo de estos años tú, Venivolans, te comportaste como un monje interlocutor de los ángeles. Hablabas con el querubín y el serafín. Por eso estabas siendo perseguido. Mira, está loco, decían tus enemigos y tú, meteco en tu propia patria, ibas desfilando por las calles de Madrid vagabundeando con las estrellas. El arcángel Miguel te sacaba de las zarpas del león mientras Apolo y la ninfa Diomeda se hacían el amor causando un gran alboroto entre las olas de la resaca. Afrodita nació de la espuma en un achuchón de esos polvos triunfales de los dioses del Olimpo y acaba de llegar Zvezda la ninfomaníaca rusa quejándose de que ya no hay hombres capaces de satisfacerla. Quiere fornicar en la Red. ¡Qué fuerte¡ esta es la jurisdicción de los farsantes pero ¿habrá o no habrá guerra nuclear? Dejemos que gruña el gorrino en su cohorte y que lance postas como bostas, que son enormes perdigones, como misiles por el culo diciendo en inglés:

-I am the greatest. America first.

Dios nos libre de los rubicundos como Judas quienes para asesinar y exterminar pueblos se basan en la Biblia. Son unos genocidas. El jingoísmo americano es una suerte de fascismo, un movimiento nazi fraguado por judíos, como tantas y tantas cosas.

Erifos se presenta, letal, con su cara desgreñada, dando tumbos y parlando en alemán con las farolas. Es el diablo en la botella cuerpo de cristal ahumado y cabeza de corcho ¿Vencí a la dipsomanía secuela, madre que tú me dejaste con tu desamor? Yo te perdono. Fui hijo en rebeldía desde la primera leche que mamé. El carro de mi existencia hizo molino pero Cristo me salvó. Las hice muy gordas y de mis yerros nadie tenía la culpa, ni siquiera los norteamericanos a los que consideraba funestos. Estuve toda la mañana reflexivo en el lecho del dolor que no era en verdad el lecho de Procusto, gracias a los desvelos de los facultativos y enfermeras (y al Paracetamol)  que me atendían aunque el colchón lo sentía un poco húmedo. Mis antecesores en aquella cama se habían meado sin remisión y sin dodotis. ¡Pobre humanidad¡ poca cosa somos, sobre todo cuando viene la enfermedad. No pasé mala noche del todo. Recordaba nombres, veía paisajes, escuchaba las conversaciones de gente que había muerto, desfilaban en mi memoria los pasajes de mi vida más variopintos, algunos felices, sobre todo aquellas noches de amor con la Suzi, y otros cruentos, mi vida vacía, las tardes de borrachera en el Café Gijón donde hice el ridículo, el amargo y peligroso sabor del vino, los reconcomios de mi exilio interior, mis desajustes al zeitgeist o espíritu de los tiempos. Me agarraba a mis crucifijos y a mis rosarios como a un clavo ardiendo, yo no era más que un náufrago de la existencia que clamaba con los apóstoles, cuando se hundía mi barca: "Señor, sálvanos que perecemos" y he aquí que de repente vemos por el horizonte una sombra blanca y no era un barco, era Cristo que caminaba sobre las aguas. Ingrávido, sonriente, desafiando las leyes de la gravedad, un milagro. Hombres de poca fe. Si creéis podréis domar serpientes, expulsar diablos, resucitar a los muertos. El dolor moral, el arrepentimiento sobrepujaba al físico. No se escuchaba ruido alguno. La muerte viene de un modo silencioso que ni te enteras y yo me decía para mis adentros "bueno tienes ochenta y un año, Verumtamen. El Señor te otorgó la gracia de una larga vida. Pero yo quiero un poco más. El día de San Pedro del 29 de junio del año 23 fui operado en Puerta de Hierro de un cáncer con metástasis ósea. A partir de la operación empecé a recuperar la salud (los facultativos estaban admirados de mi analepsia casi milagrosa) porque antes había estado muy malito. Me sondaron y estuve algunos meses con un zambullo pegado a la pierna donde se recogían mis micciones a través de un canuto que salía por la uretra. Cuando me sondaba una enfermera que no fuese Inma, veía las estrellas pues Inma la enfermera extremeña tenía unas manos santas y tan tiernas que con una habilidad maestra  insertaba la canilla en mi vejiga. Las manos de Inma la pacense eran suaves como los dedos de la Guadalupana  y penetraban a través de la cánula con la suavidad del vino de Pitarra. El hombre y la mujer son sólo aguas residuales o el imbornal de una gran cloaca. Un túmulo de mierda pero la pericia y las manos taumatúrgicas de Inma y la oncóloga Zapata. Las paredes insonorizadas evitaban que llegasen las imprecaciones y ayes de los dolientes, aunque de tarde en tarde se percibía el ruido de una camilla del enfermo al que llevaban a la morgue. Las enfermeras discurrían con paso silencioso y hacían la ronda por las salas sin ser apercibidas como soldados de imaginaria en una lucha imperceptible contra Tanatos a fuerza de pastillas y de dulces miradas de compasión. ¡Tú que te crees, Venivolans, que no existe el bien¡ pues sí que existe, es más fuerte que el mal. ¿Me escuchas Venivolans, te vamos a rebajar los humos, limpiar tu alma, largo nos lo fiais, y hacer de ti un hombre nuevo? Lo que pasa es que no se le ve. Entró en el cuarto Maricarmen la enfermera de mi sección con un vaso de agua y una tableta de Nolotil. Esto te sentará bien. Que descanses. Gracias, hija. ¿Duele? Un poco. Ahora te traeremos otro analgésico. Si necesitas algo toca el timbre que tienes encima de la cama. Por las mañanas yo observaba el furor y la solercia con que una picaza en el jardín central del sanatorio construía su habitáculo. Era un nido grande casi como el de una cigüeña sobre el árbol cuyas ramas tocaban casi el ventanal. El fármaco  sumió en una letárgica  duermevela y tuve sueños fantásticos mientras un diácono entonaba responso y a los fallecidos en la peste del 17 les llevaban a enterrar en angarillas subiendo la cuesta del viacrucis que acercaba a los fieles difuntos a la iglesia de san Gregorio, donde estaba la necrópolis. Allí estaba el Quietorium del somo, la última morada de miles y miles de campesinos de aquel pueblo de Segovia. Un somo y un soto y una historia inescrutable y difícil de desentrañar. Por otro nombre el huerto de los callados y por otro el corral de los huesos. Muchos entierros e entierrillos vieron mis ojos con estos ojos que se ha de tragar la tierra cuando era monaguillo, meneaba el incensario o sostenía el cirial y la cruz. Nunc dimittis, vita mutatur non tollitur. Puedes llevarme, Señor, estoy listo. La vida se muda, no se destruye como la energía. ¿Serían verdad aquellos salmos en latín que cantábamos en el prefacio de la misa de difuntos? Abajo en el soto cantaban las aguas del raudal. Se veían los bardales de las puertas carreteras, los rebaños de la mesta que pasaban por la solana y algún vejete sentado en su silla al lado del cocedero con un enjambre de moscas pululando alrededor de la bragueta, seguro que era un enfermo de diabetes tomando el sol de la dulce España en sus últimos días. No faltaron pesadillas. Vi escenas de mi vida pasada como un tráiler. La película de mis días tenía algunos lances gloriosos y otros desastrosos. Se disparaban los recuerdos. Era como si toda una turba de demonios fiscalizase mi existencia. Arriba estaba el poderoso Miguel pesando mi alma en su balanza. Las buenas obras en un platillo de la balanza. Al otro, las malas. Esa balanza de san Miguel que los canonistas llaman la statera ¿qué dictamen emitiría sobre mi vida pasada? ¿Me iba a morir? Según reza el himno de infantería la muerte no es el final, pero, así dichas tales cosas, cuando uno está a punto de embarcar en la lancha de Aqueronte la frase suena a retórica. Nada real. Pero me sentí un pobre diablo, muy poquita cosa impotente de luchar contra los hados. Lloraba constantemente y mis lágrimas mojaban el embozo de las sabanas. Lo que ocurriría al otro lado de la muerte no era de mi incumbencia. Caía fuera del alcance de los pobres mortales. De pronto escuchaba voces, gritos en cinta magnetofónica. Les pasa a todos los que van a morir, se arremolinan los recuerdos, las vivencias, los arrepentimientos. Se me vino encima la pella de mis errores. Ojalá no hubiera hecho tal cosa. Me pesa haber dicho lo otro. Yo pensaba en Otilia a la que tanto ofendí. Fue el error y el amor de mi vida. La dejé a las puertas de la iglesia cuando en sus entrañas portaba un hijo mío. El dolor que yo sentí por aquella prevaricación era mucho menos llevadero que cuando la oncóloga me estampó su diagnosis.

─Tienes cáncer

─¿De qué?

─Próstata.

─Ah

─Pero con el tratamiento podrás sobrevivir.

 

Estaba en la colina y la dulce Diana Percival me sonreía. Me coloqué el recinium de los sacerdotes de Júpiter  junio es el mes más hermoso en Londres y empecé a oficiar la liturgia incansable del amor en una noche corta cuando amanece pronto y llega sin sentir la aurora. Reviresco. Di de lado a todos mis traumas, trillé mi parva y amontoné. Todos sus besos en mi boca pero todo acabó en aquel dolor terrible en Bath del que estoy arrepentido. Creo que Diana Percival vive en Australia.

Quietorium. Arrepentimiento. Me vengó de lo que acababa de pasar y he de transcribirlo con pesar pues toda vivencia mía experimentada la traslado al papel puesto que vivo entre chacales y la cuartilla blanca de cada mañana es mi refugio y mi solaz. Toda novela es como una misa cantada con introito canon, eucaristía y bendición final. Satanás aléjate de nos. En aquellos días, necio de mí y de mi alocada juventud, no sabía distinguir entre sustancia y accidente y por eso diré con el ritual romano al colocarse el manipulo en la mano izquierda "merear, Domine, portare manipulum fletus et doloris▬ merezca, Señor, portar el manipulo del dolor y del llanto ▬ y más tarde al colocar la estola:

Redde, domine stolam inmortalitatis quam perdidi

Yo aspiraba a la utopía y acabé entre las aspas del molino de viento que aventó a don Quijote por los aires silbando por lo bajo la última balada del ahorcado "The windmills of my mind".

Pues a cada fraile su escapulario. Sopla el viento de la historia y cambian de dirección las veletas de la torre y la gente se pregunta adónde vamos a parar:

─¿Cuál es tu escala de valores, Venivolans?

─Yo que sé. Pregúntaselo a Verumtamen. Él es un experto en ciencias ocultas y artes mágicas.

─Que va. Es sólo un gilipollas. Un regatón de libros, un librero de lance que va a la feria de Arévalo todos los martes, donde tiende un puestecillo y trata de vender libros a los analfabetos. Es un refugiado, un exilado interior, una víctima del sistema.

─Pero se ríe de todos. Es un judío converso de Segovia.

─¿No es católico?

─En teoría. Sólo con la boca pequeña de puertas afuera. No cree en los curas, come jalufo.

─Una obsesión... De puertas adentro odia el jamón. Fue bautizado en la iglesia de San Millán.

─Si no es cristiano viejo, ¿cómo es que odia tanto al sionismo?

─Va contra el signo de los tiempos pero morirá en la religión de sus padres, volviendo al expirar la cara a la pared pues al igual que todos los de su raza posee un nosequé. Es el espíritu de la contradicción. A veces sublime en las alturas angélicas y a veces hozando en el barro dentro del henil de los cerdos. Eso sí; es un mastín de la noticia y creo que tiene dotes proféticas. Anda con pies escaros por aquello de que quien no recoge desparrama. Es generoso y sensible. Muy vulnerable pero no del todo mala persona.

 

Ancho era mi corazón pensando en tales cosas. En un hospital las horas pasan lentas. Se escucha una voz interior misteriosa que es el grito del arrepentimiento. Mis ideas no cabían en el mundo. Tengo cáncer... tengo cáncer. Voy a morir. Aguarda un poco. Viví entre las garras del alcohol, los celos, los cuernos, los palos, la mala hostia española. Entre mentiras, sueños inalcanzables, las mentiras y traiciones. Esto fue una carrera de ratas. Tuve un amor ausente. Me casé por desesperación con una mujer que no amaba tras una noche de borrachera. Me acababan de soltar de la comisaría. Yo venía desde Londres a casarme con Sotrondia que me dejó a la puerta de la iglesia. La lié parda en una cafetería de postín. Un secreta me apuntó con la pistola. Recuerdo aquella noche de horrores, aquel calabozo con la puerta verde. Los gritos, amenazas, careos, voces destempladas. Creo que la Virgen de Covadonga me salvó por medio del comisario Llorente. Teodoro Llorente había sido un compañero de seminario. Una tarde de verano fuimos en bicicleta desde Segovia hasta Mozoncillo el pueblo de Andrés Laguna en bicicleta, merendamos té con pastas. Te entiendo, Venivolans. Esa señorita de Sotrondio te dejó a las puertas de la iglesia ¡qué bochorno¡ pero recuerda que tú hiciste lo mismo con la Suzi y Dios castiga sin piedra ni palo. Asúmelo. Se hizo justicia. Un curita de la nueva ola se metió de por medio.

Sin embargo a la pobre Sotrondia la he de pedir perdón. Supe que falleció de cáncer. Fue por mi culpa por aquellos amores. Llevaba razón la Suzi cuando dijo:

You have hurt many people.

Ayer fui al cementerio y coloqué un ramo de guirnaldas en tu tumba, hice la consuetudinaria ofrenda de las Protelias a Diana y me acordé de Otilia mi único amor a la que tú despreciabas. El quietorium o columbario donde se guardan las cenizas de papá, del abuelo, del tío Perico y del pobre Agustín estaba dentro de las helgaduras de los huecos de paloma del columbario y aquello me recordó a las catacumbas de los primeros cristianos, polvo en espera de la resurrección, polvo pecador y enamorado, el eco de las risas, de los cantos y de los llantos de los que se fueron. Di voces:

— ¿Alguien ahí?

El silencio de los sepulcros yo escuchaba. No se movía ni el aire impertérrito. Nadie parecía contar con una respuesta ante el misterio de la existencia. ¿Para qué nacemos? ¿Por qué estamos aquí? ¿Cómo es que la vida se acaba tan presto? Mis células andaban un poco alborotadas. Tras ser diagnosticado con cáncer de próstata estuve seis meses sondado sin salir de casa, meando a través de un canuto conectado a un zambullo pegado a la pierna. La anuria es una de las enfermedades más penosas pero luego de ser operado en la mañana del 30 de junio de 2023. Y ahora, recuperadas mis capacidades mingitorias, meo largo y tendido como una Padre de la Iglesia.

El tío Pedro tocaba la marcha real, me pareció ver sus dedos gafos pulsar el teclado del armonio como cuando al final de las misas de tres curas interpretaba la marcha Real desde el coro y el abuelo Benjamín afilaba las hoces antes de la siega, percibí el bamboleo de los carros cargados de haces, cuyos cubos cantaban, dejando una rodera, al subir la cuesta de las siete revueltas y Elpidio sentado en el trillo entonaba en tono de prefacio las jocosas diferencias vernáculas de cada uno de los pueblos de la Villa y Tierra: Castro los chivos Torreadrada las Cabras, Membibre para molinos, Aldeasoña no vale nada, Sacramenia para albarcas Fuentesoto cagaberros que se crían en Peñacolgada donde se caga y se mea la zorra cuando a ella la viene en gana. Cada pueblo un mote diferenciador poseía, siendo esto motivo de rivalidades y peleas en las fiestas patronales. La melopea infinita sonaba a lo largo de la tarde dorada bajo el sombrero del Elpidio que era de paja. Canto gregoriano a la manera aldeana. ¿Quién anda ahí? ninguna respuesta daban. Era mi imaginación que percibía los sonidos, los olores y mis ojos contemplaban el cielo radiante del páramo. Pero yo estoy  recapitulando sobre mi vida pasada y sólo encuentro desdichas, fracasos, esquelas mortuorias, actos fallidos, días de autos, comparecencias ante la justicia, engaños, mendacidades. Mi historia es una larga novela picaresca. Quise escuchar la música del Celestial Zar Consolador. Tírate del terraplén, no te harás daño. Recomendaciones suicidas del diaño. Una voz que me empuja a lanzarme desde lo alto del acueducto romano. Treinta metros. No lo hagas, se me apareció una mujer del velo transparente de las diosas. Con el pañuelo de Orenburg. Gracias a ella no me tiré al Támesis. Era un hermoso día de primavera. Venía el deshielo. Soplaba viento del sur y yo caminaba con Masha del brazo por un bosque de la Vasilievske Ostrov desde donde se veían las torres de Petersburgo. Ay Dios mío, siempre volviendo a los rusos por obra y gracia de mis copiosas lecturas. Rusia es el molde de un enigma. Durante muchos años yo caí en la lazada de la fascinación rusa, pegado a mi radio de onda corta  escuchando las emisiones de Radio Moscú con un aparato que compré en Nueva York cuando era corresponsal de Pyresa. Escribí un libro el año 1993 que quedó inédito: "Rusia el molde de un enigma". No soy un comunista, soy un español libre de hondas convicciones cristianas que me han llevado a la Ortodoxia bizantina sin renunciar a mi acendrado catolicismo. Rusia es el país de Cristo que porta su cruz en medio de grandes convulsiones y sufrimientos como demuestra su turbulenta historia llena de mártires y de testigos de la Fe. No hay grandes diferencias entre una y otra religión; sin embargo yo diría que la ortodoxia es un cristianismo sin dogmas bajo el escudo de la tradición y de su gran liturgia. La ortodoxia habla al corazón mientras el catolicismo romano se dirige al intelecto. En el primero Dios se hace hombre mientras los romanos queremos convertir al hombre en Dios. Luego existen las contradicciones sobre el papado cuya primacía negaron los bizantinos desde Miguel Cerulario. Y en la procesión trinitaria al cantar el credo de Nicea los latinos decimos "qui ex Patre Filioque procedit". El Espíritu Santo que procede del Padre y del Hijo. Los ortodoxos suprimen la conjunción copulativa del "Filioque". Claro es que las diferencias dogmáticas son mínimas En cuanto al sacerdocio los popes del clero regular suelen ser casados pero el monacato ruso es célibe. El cristianismo llegó a Rusia con el bautismo de San Vladimiro de Kiev (Ucrania es parte importante del alma rusa) casi diez siglos después que en Roma. Por regla general entre los rusos no existe esa obsesión sexual que en occidente nos aflige. El sexto es uno de los diez mandamientos que hay que guardar, no el más importante ni aberrante, que los demás.

En general la clerecía ortodoxa se divide en dos ramas: clero blanco dedicado al culto de los feligreses y atención espiritual de las parroquias. Y clero negro de los monasterios que siguen la regla de san Padnufo y san Basilio. Su misión es cantar el oficio divino durante muchas horas y el trabajo manual. Los monasterios fueron muy importantes en la irradiación de la fe cristiana sobre todo el de Solovky Optina Pustina. Hacia ellos se dirigían las peregrinaciones de los creyentes porque en estos cenobios solían morar "starzi" (santones) que hacían milagros, doctos en la Escritura y colmados de sabiduría. La iglesia de Oriente es patriarcal y acéfala. La autoridad se reclina sobre el Santo Sínodo y el patriarca. Quizás estén en los ciertos porque el papado en el cual no creen es una adherencia pagana del imperio romano que endiosaba y rendía al emperador.

Dentro del clero blanco la más alta dignidad era la de los protopresbíteros. Siguen los obispos "archierei" que gobiernan sus diócesis (heptarquías) y las parroquias "prijodi". Cada iglesia está gobernada por un párroco (slavinski) un proto diacono y un diácono (todos ellos debían poseer buena voz) y un sacristán o salmista. Los seminarios eran bursas y allí se preparaban a los candidatos al sacerdocio. Contiguos a la Bursa había conventos de monjas de donde se escogían a las esposas que habrían de casar con los popes antes de su ordenación presbiteral. No se permite la incineración porque existe el convencimiento de que el alma tarda tres días en salir del cuerpo. Ínterin, los popes vestidos de blanco cantan responsos y leen durante el día y la noche trozos de los evangelios. Se dice que los popes se casan antes de cumplir treinta años y que con frecuencia se dan a la bebida y es frecuente verlos borrachos desde la pascua de Resurrección hasta Pentecostés, pero es lo que hace el pueblo y ellos se identifican con su grey. El sacramento del bautismo es por inmersión y no por ablución. A los rusos les gusta el vodka. Eso es un hecho ineluctable y los sacerdotes de esa manera quieren identificarse con el pueblo. Para ellos la fe y la liturgia o la guarda de las tradiciones rituales es más importante que la moral hipócrita. Acaso por eso no se da entre ellos el clero bajo la violencia de género y los abusos sexuales a menores que son pandemia en la iglesia latina.

En el clero negro de menor a mayor se cuentan los siguientes cargos: posluchnik (lego o donado), monje monak, igumeni (prior), archimandrita (abad), metropolita y patriarca de todas las Rusias. Esta institución fue suprimida por Pedro el Grande que la sustituyó por el Santo Sínodo como cabeza de la Iglesia, siendo restaurada por Nicolás II y por Yeltsin después de la revolución.  

 

Soplaba una brisa que arrancaba las hojas del espino milenario y la torre románica con sus dos ojos grandes que miraban para el pueblo de forma enigmática advirtiéndole de los Novísimos. Caronte aguarda, la torre de la antigua iglesia de San Gregorio miraba para la aldea las cavidades vacías del campanario, y fijándose bien ofrecían el perfil de una guadaña. El quietorium siempre en calma. Allí sepultaron a un quincurión romano que desvió ruta cuando su falange se dirigió a Uxama. Cinco de sus vélites vinieron a recogerlo y querían reportarlo en andas hasta la cohorte, pero el centurión dijo enterradlo en Foncalada y que la tierra le sea leve. Luego quemaron incienso a los dioses. Aquellos páramos guardaron para siempre el perfil augusto de Roma. Siglos adelante, los templarios fundaron en aquel monte sagrado un ara a Júpiter. El vino de la tierra fue la causa de aquel desvío. Paró en una bodega  (caupona) de Sacramenia de las que abren sus fauces en el cerro internándose en la montaña y honró a Baco con profusas libaciones y subió hasta Foncalada dando tumbos. Al legionario romano los campos se volvieron del revés, la tierra arriba y las estrechas calles a sus pies, pues de la tajada que agarró perdió el camino y se perdió él. Caldos exquisitos de la tierra vinos traidores. La cencellada de la noche castellana heló sus huesos y sucumbió arrecido antes de alcanzar los castros de aquella tierra alta. Mucho me impresionaron a mí desde niño aquellas cavidades ojos vacíos de un campanario sin campana que se llevaron los soldados de Murat cuando la francesada; me hablaban del destino misterioso que a todos aguarda y no cesaba de darme golpes de pecho en un acto de contrición. Mucho me pesa, Señor, de haberte ofendido. Por las tapias del cementerio se alzaban las cabezas de gente que yo conocí, sombras distantes la puerta cerrada del recinto y el hastial solemne de sillares como nuevo y tenían más de diez siglos. Habían exhumado los restos de mi hermana Henar fallecida en 1941.

Parte del antiguo templo había sido destruido. Uno de los lienzos de pared mostraba las adarajas o quixaras devastados por la destrucción. Aquella era una tierra de frontera y el antiguo templo sucumbió a cierta razzia de primavera del moro Almanzor que pasó por allá tocando el tambor. Traté de explicar esto a mis paisanos rabaneros por las fiestas de san Pedro cuando di una conferencia pero me cortaron in medias res. Dijeron que el parlamento era muy largo. Nadie es profeta en su tierra.  Bajé besando las cruces del calvario a un pueblo en quietud que me resultaba extraño, retomando los pasos perdidos de la infancia. Escuchaba los carros cargados de hacinas, los cantos de la gente que iba a la siega, el son de las esquilas de los asnos castrones y el gruñir de los marranos en el henil. Corté el cordón umbilical del cariño, pero sigo unido a tu amor como el arado a la esteva, aun estando desencajadas las belortas y la reja sin filo. Soy yo, parlando desde una época que pasó, hombre de ayer que no encuentra resquicio. En verdad, no maldigo a los dioses, feliz de haber llegado a viejo cuando mi infancia parece que fue ayer. Un hado perverso al ostracismo me condenó y todos se ríen de mí. Ya lo hicieron con Job. Propalo quimeras, redacto fantasías, porque he visto dar vueltas a la cabeza furibunda de la medusa quimérica con melena de león el cuerpo de cabra y la cola de dragón, vagina de mujer y bálano viril; las ubres las arrastra por detrás y por delante, pega bandazos a diestra y siniestra  como el destino cruel y proclama al igual que el pregonero de la gran manifestación del ocho de marzo la emasculación liberadora a petición de los Huecos Grandes. En la fiesta de las vaginas las Euménides nos cantan las marzas. Las gomias marimachos van seguidas de la peste en la gran cabalgata de la Reina Ester. Tiempo de voraces tarascas aniquiladoras. Una reina putona que le cortó a Haman la cabeza después de hacerle el amor quiere enmendarle la plana a la doncella de Nazaret. Desfilan gritando consignas y escupiendo gargajos contra la religión estas busconas atalajadas con arreos y carteras de ministras, empoderadas se llaman a sí mismas. No pueden pese a las apariencias esconder el pelo de la dehesa; se educaron con las ursulinas, se ríen de la maternidad con un no es no y con mi cuerpo yo hago lo que me da la gana. Son los postulados de una sexualidad insaciable e irascible sin control. Carmen Fernández del Toro la gran bollera encabeza la gran manifestación. Entran en las iglesias y descabezan las imágenes de la Virgen María. Los buharros bailan mientras tanto en la plaza del Carmen su rigodón con banderas arco iris desplegadas al viento. Yo no iré nunca a esa demostración. Lo mío es la fábula, el placer y el arte de las tres verdades que se fraguan en mi imaginación y en mi ilusión inventora. Hijos sí, padres no. Pero esto es  un trágala, chiquitos.  Nos adentramos en el reino de las quimeras del que nadie vuelve con el cuerpo sano. El alazán apocalíptico trota al paso entre gritos y consignas y reportajes in situ de las reporteras de la Telebasta. Allá van las féminas de la exaltación arrastrando sus pies enfermos de quiropedia y sus labios malos que piden la lanceta del cirujano que les haga una quiloplastia. Mujeres de silicato saltan a la red, opíparos bustos hinchados artificialmente. Acampa en el prado el sindicato de las peores furcias. Es la hora de los coños grandes despiadados. Es cosa de arreglar todos esos morros caídos a causa del desenfreno, les gusta demasiado chuparla. Hijos sí maridos no. Vivan los vientres de alquiler. Las cotorras se suben a los árboles empuñando el micrófono con punta de alcachofa y largan sermones preñados de visceral oratoria anti viril. Es el tiempo de Acuario. Vengan los marimachos, mujeres al poder. Estoy triste con este desvarío, pero me consuelo cantando el evangelio mirando para Aquilón, el quiasmo de la cruz de Constantino se perfila sobre el horizonte. Ellas no vencerán pues su grito es contra la vida. La espada de Miguel acabará con el libertinaje, aunque han conseguido ponernos a todos el bozal. ¿Madre por qué callas, por qué no te enfrentas a ellas y levantas el pendón de la verdad? Ahí tenemos al preste Zabulón haciendo misa en las campas de Iraq. Su antecesor fue el responsable de la muerte de Hussein y de la gran efusión de sangre porque lo mandaba el Gran Sanedrín y en el Vaticano os callabais por la cuenta que os tiene. ¿Y el holocausto de Siria y las aguas del Éufrates y del Tigris que bajan raudas de sangre de las muchas víctimas de estas guerras? Madre no calles más. Los enemigos de la iglesia se esconden bajo el halda de tu sotana blanca. Deja de sonreír con tu cara asnal, Culo Magno, y de mover tu inmenso pompis que emite cuescos con olor a mate. Dice que el catolicismo no es la religión verdadera pues ahora sí que estamos buenos. Uno se desunce tan fácilmente de los genes. Hoy dije mi misa como de costumbre y quedé en paz conmigo y con el mundo dispuesto a trovar aun con cierto rezago las vivencias del pasado a título de inventario, nada más, sin ánimo de lucrarme ni prurito artístico pues soy un escritor fracasado. Todo se fue por la posta. En el entierro de la sardina di a la tierra lo que es suyo: mis sueños redentores. Sigo siendo cura. Mis manos fueron ungidas por el obispo. Me separé de la iglesia con el Vaticano II. La Virgen me apartó de esa patulea de clérigos fornicarios vagabundos y borrachos. Tuve un amor o muchos amores, fui leal y nunca cometí adulterio con la sacristana ni con la mujer de cualquier feligrés incauto, esos curas que miran con ojos de fauno y ponen en la cabeza el mirmillón como un saliente Príapo protuberante en el casco. Con eso y todo, la clemente Venus madre de todos los hombres me devolvió a ese epicentro mágico (okolos), cordón umbilical, manantial de vida. Venimos de ese flujo que se derrama en esas eyecciones guarras que las meretrices en pantalla tienen a gala mostrar coram populo. Hijos somos de un excremento líquido y nos cagamos cuando exhalamos el último suspiro. Orgullosas están las exhibicionistas de que les vino el latigazo consolador de pilas en ristre volviendo los ojos de placer para poner los dientes largos de los mirones que pagan un euro por contemplar el lastimoso espectáculo de estos estertores venéreos. ¿Y qué dicen las feminoides? Nada. Estamos en la era de Acuario. Ya dijo Protágoras que el hombre es la medida de todas las cosas cuando yace con hembra placentera sobre todo. De esa creencia se mofaba Plauto en sus comedias. ¿Existen los dioses del Olimpo? ¿Serán las religiones una excrecencia de la mitología pagana? No sé, pero a mí me gusta rezar la misa según el canon gregoriano. Mi alma se llena de una tranquilidad venida de lo alto cuando me dispongo a consagrar.

Luego reconózcame pecador. Para distraerme pulso los portales porno de la red y miro para las hembras y ¡qué hembras, Señor! Venus nació de la espuma y el primer hombre fue extraído del barro. Fuimos concebidos en la inmundicia y rodeados de corrupción y en hedentina cadavérica nos vamos. Estoy asustado de semejantes visiones lúbricas; grandes vergas de todos los tamaños y colores, clítoris rasgados o en escuadra. Algunos tienen el diseño del arco escarzano. Líbranos señor de tanta inmundicia que difunden los pornógrafos por la red ¿No les dará vergüenza? Los cóhenes y macarras de este gran puterío cibernético hacen caja y no dan abasto; cada vez hay más mujeres en el mundo empeñadas en no esconder sus galas naturales, lo que les dio Natura, unas por prurito, otras por coqueteo, otras por necesidad, otras por vicio, como las viudas milf puesto que el porno  es la gran oferta. Recordemos que este es el tiempo de Acuario una constelación húmeda que otorga el mando a las hijas de Eva. El hombre se siente desterrado e impotente. Sexo y más sexo y exhibiciones procaces donde toda lujuria tiene cabida. Aúllan algunas como lobas. Otras, más precavidas, gimen imitando a las gatas en el celo de enero. Aguardando el vestigial o denario con que Roma pagaba a sus putas. Hoy es fácil irse de picos pardos. Basta con un clic, abrimos internet, y ala allá están las señoras meretrices muy emperejiladas. Hay una rusa que es la mujer más perfecta que yo alcancé a ver a lo largo de mis muchos años de vida. Es muda y cuando recibe la moneda del mirón o sienten la explosión de una sacudida en sus entrañas lanza un mayido, un alarido con su voz de trapo, un cuerpo perfecto de Pigarga, una hermosa ucraniana con el pelo de estopa a la que apodan Gingerbread, nunca vi carnes tan blancas ni ojos tan azules. Está encinta y trata de disimular su gravidez poniéndose bañadores negros. Es una superdotada. Despliega sus senos al aire y calculo yo han de pesar media arroba. Su mirada es entre triste y divertida. Todos los televidentes muestran curiosidad por saber quién fue el afortunado que dejó la huella de su virilidad en útero tan precioso y ella dice que fue en el privado de un chat, un soplo aleteando por internet en sus alternancias binarias del yin y el yen. ¿Por virtud del Espíritu Santo? No lo creo. La preñez no fue virtual sino a efecto de un contacto físico, un polvo salvaje aunque haya dice que va a parir un hijo cibernético. ¿Será Billy  el padre de la criatura? Esta mujer aun desnuda sin embargo parece el paradigma de la castidad. En otras congéneres el espectáculo se convierte en algo brutal, libidinoso que incita al asco ante semejante perversión coprológica. Al verlo muchos se acordarán de la sentencia de Job; tengo que insistir por ese cabo pues me asusta la promiscuidad y falta de recato sobre la mierda en que nacemos y envueltos en ella nos vamos, hijos somos de una eyección excretoria, de una secreción vaporosa… “Et in corruptione genuit mihi mater mea”. Pienso, madre, que tú no me pariste en el dolor, pero no en el alfaque de los bajíos de la secreción vaginal. Yo soy un tío que mamé buena leche y de calidad. “A este lo crías con polvos finos, Felicitas” oí decir al tío Genaro el sacristán que era un borracho empedernido. Tú no te colocaste en la cabeza el  “pallolium”, la mantilla corta con la cual iban las mujeres de la vida caminando por las calles de Roma. A uno que me llamó una vez hijo de hetaira le hinché los morros.

 

Nos están dando gato por liebre, nos venden la burra mal capada, yo estoy sumido en mar de dudas pero sigo para adelante tras los pasos de mi amigo Quosquetandem. Deja que las olas del mar de la vida te suman en las olas del absurdo, `piensa tú que es bello vivir. Bueno lo que tú digas, Quosque. Luego Verumtamen el otro yo me dice lo contrario. Así estamos entre Ibis y Cabidis. El bombo de los noticieros se repite, cada mañana nos cae el premio gordo cañonazos en Bajmut, tiros en una escuela de párvulos de Carolina del Norte. Kelensky que berrea y pide más madera. Se queman nuestros montes. Una niña de catorce es violada por catorce tíos en cuadrilla. La metieron en el retrete. Cuando un monte se quema algo tuyo se quema, piensa en el adagio. Relinchan las yeguas andaluzas preñadas por el viento dijo Góngora. Paren potros percherones. Por el valle de las Luiñas chillan en las cuadras de Armagedón los caballos del Apocalipsis. Escribote yo sin esperanza, ya sé que mis novelas se dan un aire de misas cantadas. Amontono con dolor de atrición los recuerdos. Tú no sé lo que me has dicho, cállate, Verumtamen. Ya sé que maté a la Susi. Fue mi único amor, después vinieron las furcias, esas yeguas preñadas por el viento. Carmina la Polvorosa hoy lo traen todas las revistas del corazón la preñó un centauro y parió un muleto a los setenta años mitad hombre mitad cuadrúpedo. No era ciertamente un bujarrón, pero átame esa mosca por el rabo. Medio país elucubra sobre el caso si es lícita la inseminación subrogada. Mal debe de andar Ucrania país corrupto cuando sus mujeres por un puñado de dólares se ofrecen como vientres de alquiler. La preñez de la Polvorosa no cuadra. Es un imposible metafísico. Vamos a contar mentiras tralará pero es de lo que vive: ten, tu primer reloj y desde entonces pasados muchos años sigue contando y cantando las horas. Tenía toda una vida por delante. Te sentaste a contemplar el tiempo.

 Pusiste tu culo gordo sobre el cuadrante de Cronos que sigue dando los cuartos las en punto y las medias impertérrito. Inexorable. Por entonces todo mi afán eran las declinaciones latinas los verbos fuertes griegos y las misas cantadas. No concibo la existencia sin liturgia. Aquel mi primer reloj suizo sabe mucho de mí. Iba a compás del gran reloj de la Torre Carchena. Ni adelantaba ni atrasaba. Desde la altura observaba nuestros juegos a la pelota en el frontón de la Huerta del Judío pared con pared con la pantalla del Cine Cervantes. El rabino don Cleofás hacía de árbitro de aquellos juegos infantiles en sueño transformados bajo la sombra de aquella morera centenaria que era el árbol del Bien y del Mal en el rincón de la muralla casi de frente al aljibe donde se estancaban las aguas del acueducto. ¡Ay aquella obra de romanos¡ Pero no te estrujes más el cerebro con las hojas urticarias, ramios de la literatura. Lo tuyo fue un absurdo: roquetes y misas cantadas. Regando fuera del tiesto. Fuiste demasiado solemne para un época tan ramplona y venal como la que te tocó vivir. La realidad es más prosaica de lo que se creen los ilusos, zurcida de crueldades, enfermedades, asaltos, estupros, robos, desfalcos, guerras, la vanagloria, el crimen, la envidia, la mala uva, la política y tú atendiendo a las leyes del levirato te fuiste a casar con la viuda que era la mujer de tu hermano. Se te partió el corazón cuando supiste que tus hijos no eran tuyos. Un tropiezo de tu dama. Susi ¿qué fue de ti?

 

 

 

El abuelo Benjamín era otra cosa. Casi fue el que me crio en la aldea de Fuentesoto, pueblo también románico con una vega triunfal camino de los monasterios de Cardava a la cual se asomaban los somos, cañadas y eriazos. Por lo menos no me tiraba piedras cuando pisaba sus viñas que el otro estuvo a punto de deslomarme de un cantazo. Aquellas vivencias hicieron de mí un escritor, acaso un escritor iconoclasta y a redropelo del sentir general. Mala cosa llevar la contraria pero yo siempre me mantuve en mis trece, seminarista fracasado pasado por el filtro de la literatura pero mi alma se moldeó en aquel seminario cuyas vivencias rememoro cuando estoy aquí postrado en la cama del hospital recién operado de la próstata.  Próximo a la muerte o a la analepsia, me curo en salud dando albergue a mis reconcomios, no encuentro sino traiciones, mala baba, julepes y mohatras de pícaro (no podía ser de otro modo, nací en Segovia, madre de la picaresca) y una misteriosa supervivencia a los avatares. Este es un tiempo de expiación. Los noticieros nos traen cruderrimas imágenes de niños masacrados en Palestina, aparece Netanjayu con rostro de Herodes. En Oriente hay un cisma prologado por el patriarca Bartolo, ese obispo de barbas hirsutas mientras Zelenski aúlla pidiendo dineros y quemando iglesias rusas. Ucrania reivindica Crimea la vieja Quersonesos mostrando su faz terrible epítome de las crueldades de la guerra. El sicario Biden, padrino del sionismo, quiere acabar con toda la fe que teníamos los creyentes y demostrarnos que Cristo era un loco antisemita que se hizo pasar por hijo de Yahvé. Tendido en el lecho del dolor en esta cama de hospital convaleciente de una operación de próstata, ya puedo mear gracias a Dios pues anduve medio año con el zambullo pegado a la pierna izquierda y exonerando mis orines en una bolsa de plástico, rumio sobre mi pasado. Me dan ganas de gormar mi arrepentimiento pero soy incapaz de vomitar toda la bilis que llevo dentro. Es como si viese un trailer de lo que mi vida pasada. Tiempo pasado, tiempo presente en el lecho de Procusto pues más que el dolor físico o la incomodidad es la pena moral que me aqueja por no haber hecho las cosas bien. Perdono a mis enemigos. Este sea mi llanto de atrición por la Suzi. Las ideas se agolpan, quieren salir a toda prisa, pues siempre pensé y escribí a gran velocidad, y me aturullo, me atasco y pierdo el anhélito; vuelve el ritmo pero mi vida es un eterno combate con las ideas y los formularios volcados en palabras, angustia vital, desazón, vértigos, el vértigo del escritor que sólo se cura escribiendo, bufando pipadas de humo, o camino de la despensa, somos propensos a criar carnes, la furia del español sentado en su sillón que se desgañita contra la injusticia contra esto y lo otro. Extraño mi cachimba (en el hospital no dejan fumar) que ha sido compañera de mis largas vigilias, mi ametralladora, mi “novia” y mi tormento, que a veces no me deja ni respirar. Saltan las imágenes de un lado a otro, se enredan las palabras. Viene Maite la dulce enfermera. ¿Cómo estás, cariño? Quisiera fumarme una pipa, no se puede, corazón. Dentro de un rato vendremos a hacerte una extracción, más tarde la compañera te tomará la tensión. La urraca del patio central faltaba poco para acabar de construir su nido. Las noches se hacían largas e insomnes. A la madrugada el diligente córvido seguía su labor. Pronto te darán de alta. Esto no ha sido nada. ¿Nada? Un cáncer, hoy el cáncer si se coge a tiempo es curable. Más duro lo tenías si fuese de pulmón. Era lo que temía yo, pero el tak que me hicieron reveló que estaban limpios. Soy un fumador empedernido. El vicio lo cogí a los catorce años con un mataquintos que sabía horrible. Me vio mi padre que venía del cuartel y apagó la tagarnina de un sopapo. Zas. Vi las estrellas. Ando en desacuerdo con Andrés Laguna autor desconocido y al que yo he descubierto como autor críptico del “Lazarillo de Tormes” gloria inmortal de la novela picaresca y que he sacado de pila librándole del anonimato de siglos, que dijo:

 ─Se escribe por la honra pues la fama es la orla de la artes.

No, señor, hoy se escribe para echar los demonios fuera, lanzar pestes contra los nazis y los judíos que pueden ser consistentes en el mismo perjuicio, los extremos se tocan la serpiente cambia de piel. Eso de ser escritor famoso debió de ser antaño, hogaño el vulgo vierte suspicacias sobre nosotros. Nos mira mal. Somos delincuentes y nos desprecia o nos compadece como enfermos bipolares, o adictos a un vicio tan inconfesable como el onanismo. Escribir consiste en masturbarse con palabras y eyacular proposiciones y asuntos que no son de recibo. La gente lo que quiere es que la dejen en paz, que no la vengan con historias. Tú no te pases, mira lo que te digo. El escaparatista de Arévalo un martes de mercado me largó está pregunta a bocajarro:

─¿Sigues escribiendo?

─Sí

─¿Y te la meneas?

─¿Por qué no?, de vez en cuando

El cara de pájaro, ese librero de lance, de la cuesta de Moyano donde antañp trabajaban las putas y ahora se venden libros usados, Gómez se llama y es valenciano, un tipo un malauva, el cual me ha maltratado, timado y puesto en berlina todo lo que ha querido, me recibió con una frase que es todo un dardo al bandullo de un poeta.

─Tus libros no se venden, deben de ser muy malos.

─Si no los pones en el escaparates y los tienes ocultos en la sacristía ¿cómo se van a vender, cacho cabrón? No está hecha la miel para la boca del asno.

Le hubiera dado al bibliopola un garrotazo en los hocicos pero no estaba de nones sino de pares. Por lo demás buenas tragaderas he. En una bella mañana de octubre no merecía la pena meterse en reyertas con un hijoputa. Escribir es llorar, Larra dixit; hay que estar dispuesto a ser crucificado y coronado de espinas cuando no de gargajos como le ocurrió a Lázaro de Tormes en lo del cabezazo de la acrotera del puente romano. Y decir lo de Pablillos:

─Ojo, Pablos que asan carne

Sin embargo, tonto de mí, no me olí la tostada, todos me apalean y difaman. La desconsideración la mala educación y el morbo visigótico o envidia es el estigma de esta nación. No es cosa fácil vivir entre españoles, el país más bello del mundo pero en España siempre amurcan los toros. Nuestra religión guarda esencias del minotauro. Nos apasiona la tauromaquia. Tengo que confesar a mis detractores para que se calmen y no se pongan nerviosos que yo solo emborrono papel para dejar de fumar.  Me divierto como Unamuno con papiroflexias o pintando monigotes. Así nos las van a dar todas en un carrillo. El abuelo Benjamín era otra cosa. Tenía una faja blanca rodeándole la barriga con flecos que parecían filacterias, a la manera de los israelitas, para que no se le cayeran los pantalones y al orar que lo hacía de mañana y la noche se balanceaba como tratando de conseguir que sus plegarias llegasen a Adonai, para que Yahvé le diera un empujóncito. Las mujeres en misa se sentaban en cuclillas a la morisca delante del hachero y eran fatalistas los de mi pueblo en sus conversaciones, sea lo que Dios quiera (makfut está escrito, y escrito estaba ) Dios lo ha querido, tendrá que se ser así y Alá Akber. Todos nos prosternábamos ante la cruz del Calvario pero había viejas reminiscencias  antiguas saliendo a la palestra, otras adoraciones antiguas de los dioses ibéricos: Baco, Cibeles, Mitra, Eritreia. Éramos judíos, moros, paganos y cristianos, al de por junto y cada uno hijo de su padre y de su madre. Hacíamos a tres velas, a tres palos, la convivencia a veces resultaba penosa pero fue posible y cuando el abuelo se quitaba  el abuelo cinto… Habíamos ido a melones y nos pilló el guarda Melares, quien a la noche se presentó en casa y dijo tu chico fue cogido in fraganti haciendo destrozos en la finca de la tía Piquilaya. Son cinco pesetas de multa. He aquí el papel. Recuerdo bien aquella noche. Era una bella noche de luna cuando me solmenaron.

─Ah sí, bájate los pantalones, chiquito que te voy a sacar el duro del culo y los melones de la Piquilaya. 

Diez vergajos con la correa ni uno más ni uno menos. Fustigados con la solemnidad y eficacia de un lictor romano. Desde entonces no se me ocurrió ir a melones, ni a peras, ni a sandías. Fueron los chicos del pueblo que me malmetieron y yo inocente de mí caí en la lazada. Era yo tan ingenuo que me creía todas sus infamias. El Pedrete el del tío herrero, el Elpidio, el Agustín mi primo hijo del sacristán y su hermano el Maudillo, el Micha hijo del sastre que era tan pequeño que no podía con las albarquillas, el Julián el de la tía Pilar y el tío Pedro Sancha pero el más cruel de todos era Pedrete. Fue el que me encomendó la tarea de asaltar el melonar de la tía Piquilaya.

─Entra ahí en eso, segoviano, y arramplas con un par de melones.

─Tengo miedo, mi abuelo me dice que hay que respetar lo ajeno.

─Tú ¿miedo? Eres hijo del sargento Parra.

─Yo no tengo miedo a nada

Y salté la cerca. Fue entonces cuando vi venir al de la tercerola y la chapa de guarda jurado pegando voces y juramentos apuntándome con su tercerola. Del canguis que me entró se me cayeron los melones del regazo y creo que me cagué en los pantalones literalmente. Los melones no estaban maduros, eran badeas. Los otros habían puesto pies en polvorosa, me dejaron solo como siempre. El maldito Melares me trajo para el pueblo por las orejas y yo llorando como una magdalena. Acto seguido, me condujo al cuartelillo, vino el juez de paz, el tío Bernardo. ¿Qué ha hecho el chico? Robar melones. Vaya una educación. Que se avise al señor Benjamín Galindo. Mi abuelo el pobre estaba avergonzado y corrido de mi “hazaña”. El juez de paz era su amigo. Eran quintos, él, el tío Dominguín y mi abuelo. Nacieron en 1885. Se ufanaban de ser quintos del rey Alfonso XIII. Habían participado en la guerra de Cuba. El trío de veteranos del Desastre (aun guardaban en un arca los correajes y el uniforme de dril a rayas)  sentabánse en un banco de honor en el presbiterio durante las ceremonias religiosas. En las misas solemnes eran los primeros en besar el portapaz que les ofrecía el monaguillo como gesto de autoridad. La noche que recibí la somanta de palos con la correa del abuelo era una noche de luna, lo recuerdo bien. Así pues, para Segovia que me mandaron en ca mis padres.

Al día siguiente tomamos el coche de linea de la empresa Gutiérrez

─No podemos contigo. Así que te mando a tu padre a que te dome.

Cuando regresamos a Valdevilla la colonia militar donde vivimos mi madre me recibió con la zapatilla. Así te comportas, dijo, y me puso el culo como un tomate. Yo no tuve la culpa; fueron el Pedrete y el Agustín los que me malmetieron para asaltar la cerca de la tía Caya. ¿Robar? Vaya un hijo. Traté de escapar y anduve perdido por los peñascales de Valdevilla recorriendo los andurriales del río Clamores llorando mis desdichas, esta vez temiendo la correa de papá. Venida la noche, llamé a la puerta de la casa que era verde y de madera de pino con mucho tiento y sigilo. Me estaban buscando. Mandó mi padre al machacante por ver si me encontraba y yo no daba señales de vida, así que estaban preocupados. Pero cuando aparecí a la puerta de casa  en vez de la correa fui recibido con besos y abrazos. El sargento Parra saltaba de alegría, hijo, hijo. Por dónde te has metido, dónde anduviste. Tu madre y yo creíamos que te había ocurrido algo. Me senté a la mesa. Huevos con patatas fritas. El abuelo había traído un clarete que pasaba bien al cabo de tantos sinsabores por culpa mía.

─Bebe, Silvino. Bebe, hijo, que este clarete es superior y es de la cosecha del año pasado.

─Gracias, señor suegro, de hoy en un año.

Y tentó la bota embelesado con un largo trago. Por la provincia de Segovia los casados llaman al padre de su mujer “mi señor”.

─El chico es un poco mostagán pero hay que meterlo en vereda. Hay que llevarle al seminario.

El dictamen del abuelo se efectuó al cumplir yo once años. Había habido muchos curas en la familia. Estaba don Linos, pariente suyo, que ejercía el arciprestazgo de Calabazas, el P. Galo que se fue de misionero a África y nunca se volvió a saber más de él pus se le comieron los negros o colgó los hábitos, o don Priscilo cuñado suyo nombrado por oposición canónigo magistral de la catedral de Burgo de Osma. Tanto los Parra como los Galindo tenían fama de beatos y no existen dudas de que esta veta tan clerical y bíblica les venía de su ascendencia. Aquel rincón extremo de la provincia segoviana había sido repoblada por moros y judíos y se produjo el milagro de que Alá, Moisés y Jesucristo conviviesen en plena armonía, practicando usos y costumbres, ritos, intercambiables, diciendo ojalá cuando les acuciaba un deseo de que algo ocurriese, o pronunciando el nombre de Jesús al estornudar o al besar el pan cuando la hogaza se caía de la mesa. Pero yo creo que veníamos de los arévacos aquellas tribus numantinas que no consiguió dominar Roma del todo. De ahí que muchos de aquel pueblo a los que llamaban los coritos nos habían soltado para allá cual prosa sin peinar. Estuvieron de tertulia ellos dos dándole tientos al jarro hasta la madrugada. Yo me dormí como un bendito

 

 

               LIBRO TERCERO

 La olma que había frente a la iglesia de mi pueblo tenía más de dos mil años. Había sido plantada por los soldados de Trajano (la historia hace nacer a dicho emperador en Pedraza) que era un poco paisano nuestro y era mayor que la de Pedraza, un redondel su tronco de cerca de quince metros que no la abarcaban veinte paisanos, cuyas raíces desde el arroyo circundante se extendían por todo el pueblo desde la casa curato a la pobeda. La olma allí estaba siempre mirándonos, impertérrita, augusta, siglos y siglos, contemplando el paso de generaciones. Sus ramas florecidas se extendían por los lados a manera de grandes candelabros protectores. Los niños de la aldea trepábamos por el tronco hueco, nos sentábamos, echábamos risas y jugábamos a la malla. Sus ramas crecían hasta tocar la punta de los aleros y las raíces reptaban subiendo la ladera del calvario donde estaba el camposanto. La quima formaba un corro donde se sentaban a tocar la gaita y el tambor en las fiestas patronales. Y algunas veces se celebraban los concejos. Había sido plantada seguramente en tiempo de los romanos. Y esto no son conjeturas sino probabilidades porque aquel villorrio en una esquina de la provincia de Segovia estaba emplazada dentro del itinerario de Antonino. Fuentesoto, al pie de una fuente salutífera que manaba un chorro ingente de agua calda por el invierno y muy fría por el verano, debió de ser un vivaque o manor donde descansaban las legiones que iban desde Astorga a Uxama. Al recordar aquel árbol de mi infancia se me caen las lágrimas porque su tronco y sus raíces guardaban el polvo de las crepidas o botas militares de las acies de Roma y vieron pasar a los guerreros moros que arrebataron el castillo a los visigodos y después a los Tercios de Flandes. Más tarde, a los guerrilleros que lucharon contra la francesada. Aquella era la tierra del Empecinado. De últimas, se había venido diciendo que nuestra raza viene de los judíos; creo que se trata de una tesis poco segura y sin base histórica. Algunos debieron de morar en Sepúlveda y Sacramenia y Riaza que estaban cercanos pero por lo general los rasgos faciales de nuestros antepasados no eran israelitas. Éramos tierra de frontera. Estábamos en una linde. Al otro lado de la cordillera era ya tierra de moros. Se fundieron las razas. Esa simbiosis misteriosa de judíos, moros y cristianos que conforma ese enigma nacional que es España. Los musulmanes allí apercibidos tras la conquista del valle del Duero fueron bien recibidos, se asimilaron, aunque conservasen algunas de sus viejas costumbres venerables, trabajaron la piedra de las iglesias románicas y nos enseñaron a regar las acequias de la vega. Todos los alarifes y los molineros de las aceñas eran moriscos. Pienso que esta exaltación del judaísmo, ahora todos los españoles quieren venir del pueblo elegido, no es más que una entelequia propagandística pues siempre habrá que estar con el poder. Somos godos, provenimos de los vacceos. Somos numantinos, indomeñables, gente difícil, acostumbrados al sufrimiento, guardadores de las viejas tradiciones cristianas y de los santos del calendario. El año 53 fue talada aquella olma cuando pusieron el coche línea Peñafiel-Madrid. Un sacrilegio ecológico que quizá anunciase los terrores del milenario: las aldeas vacías, la despoblación del campo y la emigración a las ciudades. Pero los iberos somos así de recios. La España carpevetónica desprecia cuanto ignora y prefirió subirse al carro de heno del progreso. Aquel ulmáceo creo que era el más antiguos de Europa, divinidad maternal que guardaba el secreto de los antiguos dioses protectores del pueblo. Allí me mandaron mis padres los veranos, una boca menos porque entonces no había. Yo era un niño frágil tierno, crédulo y muy guapo. Las vecinas del barrio de San Andrés Puerta del Socorro lindante con la judería vieja donde nací me comían a besos. ¡Qué niño tan guapo tiene usted, señora Juanita! Ya ves, mis padres me mimaban demasiado por ser el primero y por haber venido después de una hermanita, Henar, que murió a los tres meses de meningitis el año 41. Yo era un niño triste, ingenuo,  de mirada reconcentrada al que le gustaban los libros. Una de las primeras fotos que conservo aparezco con un libro en la mano. Estaba sellado mi destino, he de decir, lo que son los genes, mi nieto Pelayin es también muy guapo, creo que más guapo que yo y menos triste y más simpático. Iba a un colegio de pago, las Jesuitinas y allí aparecieron los primeros signos de rebeldía que me persiguieron toda la vida. Escribía con la zurda y la monja sor Josefina me ataba la mano a la silla para que escribiese con la derecha. Demasiado crédulo e inocente, algo soñador, pensaba haber venido a un mundo hermoso y agradable donde no existían traumas ni dolores ni pecados. Donde no existían ni los perdedores ni los malos. Cuando me mandaron al pueblo “a tirar varetas” el contraste fue cruel. Antoñito, espabila y llevo sin espabilar toda mi vida. Por eso me las dieron todas en un carrillo. Los muchachos aldeanos se reían de aquel pobre niño de ciudad. Le hacían toda clase de perrerías y aprendí sin utilizarla una palabra que está ahora muy de moda: bulling. Papá y mamá cerraban la casa y se llevaban con ellos a Javi el preferido de mi madre, el más simpático. Papá tenía una comisión como instructor de reclutas del Campamento de Robledo. En tal comisión de servicio enseñaba a los estudiantes de la IPS que hacían una mili especial y salían de sargentos y de alférez. Robledo era un paraíso a la sombra del monte Peñalara contiguo a la Granja de San Ildefonso. Más de diez mil tíos (quince bajo la lona se reunían en aquellas chabolas en aquellas chabolas circulares Robledo era el Grafenwohr español). Había  los domingos unas misas de campamento impresionantes en el Llano Amarillo. Recientemente fui a visitarlo y se me cayó el alma a los pies. Crecían zarzas cerca del sagrario donde se exponía el Santísimo y el cristo de la buena muerte había sido profanado. Era un tiempo triunfal que nada tiene que ver con la tristeza y el egoísmo de ahora pero en fin, corramos un tupido velo porque tras de tiempos vienen tiempos. A mí me sacaban billete en el Gutiérrez el coche de linea que hacía la ruta Segovia-Aranda de Duero. Mi abuelo Benjamín me estaba esperando en el empalme de las Suertes Viejas con el carro. Uncidos al yugo del carro de mi abuelo tiraban dos mulos. Uno el “Sevillano” y el otro el “Noble”. Este último tenía poco de su nombre porque era mohíno y más falso que Judas; en una ocasión a tía Paulina la tiró una coz que por poco la deja sin nariz cuando fue a hacer pis a la cuadra. El cambio fue traumático, insisto. Fuentesoto me hizo abrir los ojos y contemplar las contrariedades, injusticias y arbitrariedades de la vida No había leche y nos alimentábamos de pan y cebolla. El abuelo Benjamín era otra cosa, pese a la pobreza y a las carestías de aquel tiempo. No había seguridad social y cuando el abuelo enfermó de la próstata hubo que vender algunas tierras para pagar al cirujano del Hospital de la Misericordia. Quedó mal y sufrió muchísimo. “Tengo muchos dolores hijo es como si un mastín me ahincase los dientes en la rabadilla”, me decía el pobre. Los chicos de mi edad eran paupérrimos. Calzaban albarcas y peales como los romanos. Cuando me acanteaban, volvía a casa por los pantalones rotos por la culera y el peto con unos retales que me hizo la tía Dominica con un mono de soldado con un tirante fuera. No se me olvida: la experiencia más traumática y cruel que padecí un verano fue cuando el Rufino un gañán don la cabeza abombada que odiaba a mi padre por ser militar y toda su familia era de izquierdas me azupó su perra, era un cánido color marrón y los ojos fulgurantes que me mordió el culo y parte de los tobillos, volví a casa llorando con el pantalón roto y sangrante. Aquella maldita perrita ratonera atendía por el nombre  de “Maula”. Toda la vida se me representa aquella perrita enana de color canela ahincando sus dientes en mis calcaños. Fue en la era del Tío Maudillo. Desde entonces tengo pavor a los perros. Las risotadas que se daba el Rufino en la era de Maudillo se me quedaron grabadas. En el infierno deben de resonar eternamente estas carcajadas satánicas que fue tan vil como incitar a la Maula  a que mordiera en el trasero a un niño de siete años. A pesar de los sufrimientos y humillaciones que padecí en aquel pueblo Fuentesoto tan feroz yo seguí amando aquel lugar que fue el escenario de mis primeras correrías infantiles, añorando sus piedras románicas, y la olma triunfal que fue derribada para dar paso al Albarrán, un verdadero sacrilegio ecológico. La venalidad de aquellos pueblerinos, sus mofas, sus carcajadas me enseñaron una cosa: hay dos Españas

                   

                

 El domingo de Ramos será una pantomima en la borriquilla y el buche, los cantos del hosanna, gloria al hijo de David, centro de bondad Hosanna que viene en nombre de Jehová, compramos un ramo y nos pondremos zapatos nuevos, tiraremos de las carrozas de la protección, veremos a los soldados desfilar ante los pasos, Segovia olía a primavera. Veneramos y adorábamos al hijo del hombre plasmado en aquella figura de escayola. El anticristo suplanta de forma tan atroz al cristo y no quiere morirse. Yo me subí a muchos andamios, me caí de muchos burros y no aprendí de mis trompazos. Culomagno vestido de blanco y esclavina bautiza neófitos y enseña el alta del hospital, no quiere morirse, se niega a que le canten el gorigori, no quiso ser sacramentado. Aderita, la de Gordaliza, fue mi madrina en tanta tribulación- una mujer se convirtió en mi baluarte, me puso a cubierto de los disparos de las poderosas armas de guerra. Ella era la virgen que me salvó cuando íbamos al Escorial en espera que llegasen los mensajes de los viernes de dolores. Tales celestiales mensajes venían grabados en cinta magnetofónica  y eran un tongo de la vidente que decía comunicarse con la Virgen de los Dolores, eran un tongo pero yo los creía verdaderos al principio, luego no. El morbo y la depresión me impulsaron participar en aquellas tenidas. Escuché los jipíos y suspiros de la saludadora que hablaba en nombre de la Señora. No obstante, en aquellas nefastas vivencias quedé persuadido de la presencia de Cristo en la historia.  Satanás hablando desde la cima de la encina más antigua de Prado Viejo a veces hablaba en acento gallego, otras en andaluz. La voz de la sorguina, cuando se ponía en trance, sosegaos. Las turbas sin embargo estaban hechas un flan porque el monarca de los dominios no se ponía el sol largaba su sermón en cinta magnetofónica, lo que no dejaba de ser una ucronía. Porque Felipe II también bajaba del cielo a escuchar a la vidente y se sentaba en una silla a rezar el rosario con nosotros. Aderita mientras tanto rezaba por mí.

Delitescens es una bella palabra latina significado esconderse y en medio de tanta bulla y de tanto grito a muchos no nos queda otro remedio que encuevarnos. Huimos al desierto buscando un apartamiento que nos aleje de la horda mediática. Los altavoces del éter no cesan de referirse al coronavirus. Se ha convertido en el afrecho y abrevadero de los medios. Esta catafases o afirmación no la hago a humo de pajas, tampoco estoy loco, aunque a veces miro para atrás con ira y siento el punzón de los recuerdos que me hieren. Tengo el alma en carne viva y por eso escribo desde este catábulo o zaquizamí, zulo literario, abrevadero y refugio o cuadra en el sótano de mi morada convertido en oratorio, fumadero, escritorio, biblioteca y apiarium (colmenar) donde libo el dulzor ático de la miel de la palabra. Escucho a través de ondas hertzianas voces que me llegan del extranjero.  En un par de generaciones cambió el mundo hasta el punto de no reconocer yo al niño o al mozo que fui dentro de esta gran catarsis trascendida que ha mandado las viejas ideas a un rincón. Hoy Día de Difuntos ya no se venera a los santos antepasados. Salen a la calle las máscaras de Jalo güin. Sin embargo, yo voy a la ofensiva, quemo las naves como Cortés en mi empeño de remar contra corriente. ¿Dónde está el Jalo y donde el güin? Vete tú a saber. Acabo de cerrar el blog que fue para mí durante cinco lustros abrevadero de ideas y afrecho de lealtades y deslealtades. Pero Google no paga una peseta, observa, absorbe como una esponja y luego lo convierte todo en marketing. Este palimpsesto o cuaderno de bitácora fue mi aguja de marear, así como la barrera contra la que embisto glosando la actualidad a contramano. La actualidad es una anáfora repetitiva, una lucha de buenos y malos. El malo Putin y el bueno Zelensky. Vivimos tiempos de guerra y desde el día de San Matías del 22 no damos ni pie ni mano. Estamos con el alma en vilo. No me ha ido mal en este tiempo a excepción de algunos fatídicos encuentros con Erifos algunos para beber el vino del dolor y la desesperación. Pero Fray Jarro es mi enemigo hoy la política mundial y nacional son una larga borrachera. Los españoles no sabemos beber En esta situación atípica los buenos son los malos y yo me pregunto dónde está la justicia de Dios y grito con Cristo en el Calvario:

─Dios mío, Dios mío por qué me abandonaste… Elí, Eli, lamma sabactani

Todo eso que yo aprendí ya no sirve para nada es de mi gusto. Dicen que soy un hombre que vivo en el ayer y me refugio en los matacanes de la antigua muralla de York, centinela en mi tronera auscultando las evoluciones del río Ouse que fluye hasta matrimoniar con el Támesis, los vientos cambian. Ayer teníamos lebeche, hoy sopla el terral y tú, Etsi, ¿dónde estarás? ¿Qué habrá sido de tu vida? ¿Te casaste? como yo. Y sí volví a pasar por la vicaría, pero este segundo amor sucedáneo de lo que tuvimos tú y yo fue un trago amargo, me eché una cruz a la espalda, alquilé una mula aragonesa que me cocea cada día, contraté una verduga. En mala hora porque Lavinia convirtióse en mi verdugo. Pasó a ser el arráez que fustigaba mis espaldas con el látigo de la ignominia y he ido bogando por los siete mares bajo la sombra de ese rebenque que fustiga a los pobres cómitres incautos, condenados a galeras. Es el destino que aguarda a los locos y a los criminales. Lamento mi suerte porque lejos de ti esto no es vida. El destino se portó conmigo de manera cruel, si bien creo que lo tengo merecido por los malos tratos que te di, los celos, las voces, las recriminaciones. Vivo rodeado de papeles y de palabras escritas. Fui un goloso de palabras porque creo firmemente en el axioma de en el principio era el Verbo y las palabras guardan un poco de ese aliento divino. ¿Estaré loco? Todos han mudado de piel (versipelis) yo continúo adherido a mis principios. ¿Soy un diamante en bruto o una florecilla en agraz la cual no acaba de madurar? Tranquilos. El peristilo sigue en su vaina. Amanece todos los días. A todo esto, se dirige mi clamor contra los predicadores de vereda. Han regresado a las tertulias los émulos de fray Gerundio de Campazas. Ya no hablan de la vida eterna sino de los métodos para conservar la salud. Radio Carcamal vocifera contra las toxinas y don Rafa hace de su capa un sayo vociferando contra los peligros del cáncer, la crasitud, la vida sedentaria y falta de ejercicios. Todo el país se calza las abarcas y se tira a correr por las veredas. Un aluvión de informaciones nos refieren los peligros del Corona Virus que se ha convertido en eje de marcha del sistema. Las páginas de Internet son un perpetuo obituario que nos traen cada mañana la lista de los fallecidos. A contrapelo de sus sermones yo no voy a dejar de fumar por más que estos señores me atruenen las meninges advirtiéndome de los peligros del tabaco, siempre habrá de tenerse en perspectiva un enemigo, alguien contra el cual batirse. Antaño fueron los rusos. Cuando yo vivía en la Isla de los Muertos (Staten Island) siempre estaba a pie de obra escuchando las noticias de una emisora de Manhattan Radio WW700W7. Dicha estación cada cierto tiempo interrumpía sus emisiones. Sonaba una sirena y al cabo surgía la voz engolada de un locutor para realizar un llamado:

—Estimados radioescuchas, esto es un simulacro de alerta. Atención. Atención. Si hubiese sido una emergencia real, les impartiríamos instrucciones sobre cómo y dónde acudir a un refugio de los diferentes que hay en esta isla.

Yo estaba acojonado al sintonizar tal mensaje. Pensaba en la guerra de las galaxias. Ya están aquí. Que vienen los rusos. Como en la Guerra de los Mundos de Wells que hizo cundir el pánico por aquella capital. Pensaba que vivimos en un mundo en el cual la ficción se entrevera con la realidad y en la supremacía de los medios de comunicación para dominar a las masas. Era la América de Jimmy Carter discípulo en la academia de guerra de Annapolis del almirante Rickover especialista en mísiles intercontinentales. Eran los años 70 cuando América vivía la efervescencia de la guerra de las galaxias. Los malos eran los soviets como ahora es el virus y el tabaco y Putin. Ronaldo Reagan la ganó y determinaría la caída de la URSS. Yo por mi parte pobrecito español nacido en una ciudad de provincias había aterrizado desde el medievo de una ciudad episcopal como York sobre la Gran Manzana el emporio del futuro la ciudad automática que decía Julio Camba. No era más que un lamerruinas que viajaba desde el humanismo católico y sentimental hacia la tecnología del gran diseño de los nuevos amos del mundo. Cogí el tranquillo. Me costó lo mío pero aquel mensaje de la radio de Manhattan emitiendo noticias las 24 horas del día para la ciudad que no duerme y aterriza como puedas marcó mi existencia, desde entonces tengo pesadillas y emulo del almirante Rickover, odio la guerra especialmente la de exterminio que supondría una conflagración nuclear. Aquello me marcó, conservo su huella indeleble. Vivimos con miedo a la bomba, aunque no deja de ser una ironía que el enemigo a batir sea las toxinas que encargó míster Trump a los chinos y esas toxinas corporales y bacterias que andan por el aire al que se refiere don Rafa el de Radio Carcamal. Hago propósito de apagar el transistor que no deja de difundir proclamas y consignas sobre los peligros del tabaco y la vida sedentaria, yo seguiré escribiendo en mi acetábulo del jardín de atrás y fumando en pipa, mi cachimba y yo estamos unidos hasta que la muerte nos separe. Me siento acosado por las dudas. Los pecados y fracasos de la vida pasada pesan lo suyo y allá voy trepando con mi cruz a cuestas buscando el silencio de los montes y la fragancia de los pinos. Una grulla me arrulla con sus cantos espaciados midiendo el tiempo de mis vigilias. A la puerta de la verja que protege la entrada de la casona donde vivo un centurión romano alza su penacho sobre el muro, no es un soldado romano, Es un ángel con alas. Vísperas de Todos los Santos buen tiempo y las máscaras de Halloween tras las cuales se esconde el pateta. Todo el mundo anda haciendo el tonto en bacanales y bailes de disfraces, vuelve el bacanal tras la pandemia, bajé al estanco a comprar tabaco y allí me encontré a don However que es de los que no se cortan un pelo y el cura de mi aldea don Xantipa, alto, huesudo la cara triste, palentino y algo pesetero. Ya frisa casi los ochenta pero de joven era un clérigo gayaspero, las mozas se acorralaban a los pies del confesionario y lo perseguían hasta la rectoral pidiendo no precisamente absoluciones sino la gracia de Dios. En España el poder siempre atrajo las faldas por eso entre la monarquía y la clerigalla se llevan al huerto lo más granado del elemento femenino. Solteras, casadas, viudas forman parte de su patrimonio sexual. Hubo obispos como el cardenal Mendoza que guardaba un verdadero harén en su palacio y de reyes ¿qué decir? A Felipe IV le daban tantas bascas eróticas que refieren sus biógrafos que padecía una especie de furor uterino a la inversa, llegando a procrear setenta hijos entre legítimos y bastardos. Alfonso XII donde vas triste de ti bebía los vientos por las coristas amargándole la vida a su mujer la reina austriaca María Cristina. Su hijo Alfonso XIII inventó el cine porno y siguiendo la tradición de la dinastía no daba paz a la mano. Por su lecho desfiló el gran puterío matritense, marquesas, señoras de la limpieza e incluso novicias de los más aristocráticos monasterios de Madrid. Sigue la racha; Juan Carlos I es hoy la comidilla de las redes y aunque actualmente no pueda con los calcaños y ande en el exilio, sus coimas se cuentan como las cartas de la baraja. Así que el bueno de don However no pudo resistir sus impulsos republicanos en el estanco al ver al cura de nuestra aldea cuyas correrías por los pueblos del concejo sentaron cátedra pues preñó a muchas. Mismamente cuando voy al surtidor a llenar el depósito el que me sirve es Fabián.

─Súper... llenar

Fabián ríe para el cuello de la camisa y ni se inmuta.

─En este país nadie está libre de dudas. Se lleva aquello de que nadie puede decir este cura no es mi padre. Por eso abunda tanto hijo de puta.

Clava el mozo sus ojos burlones en mí para que me aplique el cuento. Pues eso, mi amigo However al ver al arcipreste en el estanco le soltó una andanada:

─¿Cómo está el cura?

Xantipa que no es tardo de reflejos le soltó otra:

─Pues de pie como me ves.

─Con ese monstruo que tenéis en el Vaticano

However quedó cortado ante la contundencia de su respuesta, recogió su cajetilla y se largó. Silencio administrativo y procesal, el cura de mi aldea es un buen pájaro y listo como los ratones colorados. Regresé a mi chabola en lo alto de la montaña y me asomé a la ventana para ver el paisaje. La cima del Fornax mostraba sus crestas peladas coronadas por molinos de viento. Aun no había nieve, aunque dicen que por los Santos la nieve en los altos y por San Andrés en los pies. Aquel verano de sequía traía de cabeza a los científicos. Todos hablando del calentamiento terráqueo y del cambio climático. El Fornax formaba parte de su familia casi de tanto salir a observarlo por el ventanuco que da a la huerta del Niso. Casi invita a subir. Para él era una tentación, realizaría escapadas ascensionales cuando era mozo. Ya no, pues le dolían las piernas. La cumbre coronada albergaba una ermita blanca a la que acudían los romeros el día de Santa Ana. Fiestas de prado. Tambor y gaita. Ahora me resigno a verla desde lejos remembrando el vino y la sidra que bebí en mi juventud, es el monte más alto de la Sierra del Viento en perenne coloquio con la cordillera del Cordal de Pravia que desciende hasta el mar horadando el paisaje de picachos y nemorosos valles. Era el paso antiguamente de peregrinos compostelanos. Mirándole desde abajo le contemplo extasiado bañando mi vista con el verde de pinares que cubren las espaldas y costillares del Fornax. Fue un antiguo volcán. Ínterin, hago examen de conciencia aterido de punzantes recuerdos en los que estalla la melancolía y el arrepentimiento. Veo a Etsi encaramada en lo alto de la cúspide. Ella era una dulce Gioconda inglesa. Su sonrisa sale en cada retrato que conservo de su persona. Me mira con sus ojos zarcos que envían a la vez dos mensajes: ven y aléjate. Todo está consumado, you are not welcome. Podría tomar un avión de Ryan Air y plantarme en menos de una hora en su pueblo, mi hija vive cerca del tercer aeropuerto londinense. Expurgo mi archivo interior y ella sigue ahí intacta, inmarcesible; por haberla amado, valió la pena vivir, I was a lucky man. Los dos años más felices de mi vida los pasé junto a ella. Un serafín de fuego vigilaba la garita de sus ojos. Tras el maná vino la sed. Todo lo eché por la borda. Mas, tiré para adelante, fui andarríos, correcaminos sin brújula devine en pícaro al igual que ese cura don Xantipa. Lancé una moneda al aire caras o culos, salieron cruces y vine a dar en la áspera Castilla madrasta de sus mejores hijos. Si España fue mi cuna, Inglaterra me hizo, Nueva York me deshizo y Asturias me rehízo. I learnt things the hard way, no quiero pensar en aquella Eduvigis que me dejo a la puerta de la iglesia. El rechazo marcó sin embargo otro camino. Y por él estoy aquí, inconstancias de la vida, misterios de la existencia. Hay que engañar. Eso forma parte de la idiosincrasia del pícaro. Desde entonces me asustan las bodas, los trajes de novia me parecen camisas de fuerza, yo soy libre, voy a mi aire. A ti también te dejé a las puertas de la iglesia Etsi, luego el destino se vengó conmigo.

 

 

 

El día que nació Helen amaneció espléndido, pero luego tornó el aire de calima. La maternidad de Westow Croft al norte del Yorkshire era una vieja mansión que había servido de hospital de sangre durante la guerra. Pocos saben de la entereza y sufrimientos del pueblo inglés durante aquella contienda cuando los alemanes bombardearon todo el condado. Era un edificio victoriano rodeado de pinares detrás un cementerio. Acudí a primeras horas de la mañana no me dejaron pasar:

 

Your wife is in labour

A mi mujer la habían trasladado en una ambulancia de madrugada y yo hice autostop hasta York y desde allí me reubiqué a la localidad en un yermo que llaman “moors” donde el viento sopla con ganas. Estaba yo muy nervioso y me entretuve dando paseos por el lugar, no había un alma, penetré en el cementerio. Lo recuerdo bien había una sepultura reciente de una muchacha de veinte años. Las flores y la corona mortuoria estaban frescas y la tierra removida se amontonaba en un túmulo. Saqué el rosario que siempre llevo conmigo y recé los cinco misterios por aquella joven desconocida que acababa de ser inhumada precisamente cuando mi hija estaba a punto de nacer. Fue un parto lento y difícil. A Suzanne la pusieron cloroformo, nada de epidural. En los años setenta la ginecología inglesa estaba aun en agraz y me pareció muy primitiva. Todo el día me entretuve ensimismado con mis pensamientos. Por fin a las nueve y media de la noche precisamente a esa ahora había venido yo al mundo veintiséis años atrás vino al mundo mi primera hija y aun no puedo zafarme de aquella impresión. Suzanne estaba cansada pero me lanzó una sonrisa con sus ojos verdegay era una mujer hermosísima la más bella de Inglaterra y apretó mi mano. Y le dije: “Well done Zanny, you are a heroine”. Al poco rato se me acercó el doctor Isherwood hermano del famoso poeta inglés de la década de los Treinta y estrechó mi mano:

 

Míster Parra you have a beautiful daughter.

 

Thank you Sir, She is going to be beautiful, Her name is Helen the shining one.

Isherwood era el médico de Pocklington, siempre llevaba una cartera de cuero en la mano y una sonrisa en los labios. Era el clásico doctor inglés with good bed side manners. La madre de Suzanne y yo tomamos un taxi y regresamos a Wilberfoss. Mi suegra la pobre de la cual había heredado mi esposa su belleza era un manojo de nervios. Creo que celebramos la llegada al mundo de mi primogénita con media pinta de ale yo y un babysham ni suegra, eran las doce de la noche cuando entramos en nuestra casa de Wilberfoss. Todavía quedaba algo de luz en el cielo. Helen nació el día más largo del año. The limelight hacía que la tarde se apagase muy lentamente. Era el entrelubricán del hemisferio norte que en verano alarga los días y en invierno hace que a las dos de la tarde sea de noche. Esperando el sol de medianoche. Los nervios, el amor y la añoranza de aquella jornada no se me pasaron todavía. Tardé en dormir y escribí este poema:

Unos vienen y otros van que así es la vida rueda que no cesa

Nadie se acuerda de vosotros difuntos aquí enterrados pero yo murmuro una oración por vuestra alma cuando mi hija va a nacer

Dormís ahí en el camposanto detrás de la torre normanda de la iglesia

Descansad, pues, sois promesas bajo el césped

De una nueva vida que empieza

Os puedo consolar diciendo que no hay muerte

Vita mutatur non tollitur

La vida cambia no se arrebata

Vendrá la resurrección

Dormid y descansad

Esperando su llegada

Cristo vendrá

Retozarán los corzos del alba en la ensenada

Oiréis cantar al grillo

En los interregnos

Son secretos documentos que mi Fe me ha revelado

Muertos sois en la esperanza

 

Ve con tales nombres a la vida

Hija de mis entrañas

A la alegría del vivir del sufrir y padecer

Elena la resplandeciente

Olivia, rama de olivo

Que paz nos trajiste

Fruto de nuestro amor y nuestra sangre

Nos fuiste dada por Dios

Carne de mi carne

Llanto de mi llanto

Vida de mi vida

Fruto de mis entrañas

 

 

 

Mi amigo Quintiliano Quindejas al que llamábamos "Soguillas" cuando éramos guajes regresó al Requejar- apud-Tejares tras su visita al cementerio lugar más romántico y mejor ventilado no puede haber en el mundo para dejar la carcasa con el ánimo entristecido y yo voy a tratar de poner blanco sobre negro los puntos de su azarosa biografía.    Me llamo Eutimio Guzmán pero para el vulgo soy “Timi Quinolas” Debe de ser por mi afición a la brisca y los juegos de azar y al vino que es una carta en la mesa presa. Bebe y aléjate de las mujeres. Eso es muy difícil, tío. ¿Cómo lo conseguiste? Ah mediante la reportación, abstinencia y continencia. “Vinum bonunm laetificat cor hominum”. La cita viene del Eclesiastés... No me vengas con monsergas, Quinolillas que ya nos conocemos. Sé que eres adepto a los postulados del Príncipe de la Mentira... Soy sobre todo la sombra del Soguillas, nos damos caña. Le contradigo con mis propias conclusiones y silogismos Él no me conoce ni de vista pero yo bien que lo conozco a él. Siempre le canto las cuarenta, copo la banca y él ni se entera el pobre porque es un cura apóstata que anda algo perdido yendo de acá para allá, de sinagoga en sinagoga, de quilombo en quilombo, de taberna en taberna y de rota en derrota. Somos tahúres de la palabra. Los dos somos de Segovia, la patria del “Buscón” y del “Domine Cabra”. Escuchamos voces, atendemos a la llamada pero luego resulta que estos gritos son refracciones del aire que sale de una boca que no existe. Bajo el tornavoz del púlpito coronado por la Paloma del Paráclito pongámosle paños al pulpito se han vaciado los templos de la habitual predicación. Los sermones evangélicos se han convertido en mensajes comerciales compra esto, adquiere lo otro, venga a nuestras rebajas. Son las homilías de un tiempo. La moralina del consumo, la verga de don Venancio, que anuncian por la tele. Con estos polvos se te va alargar la polla, se te pondrá dura como un burro. Culto a Príapo para gloria de Afrodita. Vivimos un tiempo de vacas gordas en la abundancia pues la vida se ha hecho más fácil y cómoda con los nuevos inventos. La tecnología es la gran sustituta de la teodicea. Aviad pronto, chiquitos, y no os quejéis tanto que nunca vivisteis mejor ni lo tuvisteis más a huevo. Pues también es verdad ¡cáspita! A los dos nos une un estrecho vínculo de amistad y compartimos la afición por la literatura, vivimos enterrados entre libros y nos fustiga la misma comezón desalentadora por  un tiempo que se va, mientras nos resistimos a abandonar la partida. Este tapete verde de la vida nos hipnotiza viendo morir al mundo en que vivimos y la destrucción de nuestros sueños. Ya somos viejos pero hemos sobrevivido a la peste pandemita que asuela toda la tierra. Aunque con diferentes ideas los dos hemos sido periodistas. Somos, en una palabra, el yin y el yen hecho carne, la tesis y la antítesis, sin que nuestras diferencias políticas empañen el vínculo de nuestra amistad subliminal de coloquios entre las sombras que suenan a dolor de atrición y de arrepentimiento. También nos une al amor a un Cristo heterodoxo que circula por nuestros redaños barra libre y poco tiene que ver con ese Jesús usurpado y trastocado por los vaticanos. Él es el que no desaparecerá. Está en la historia cuyas palabras no pasarán. Al menos eso es lo que esperamos. Yo me propongo escribir la historia del pobre Soguillas al que unos dan por loco; otros dicen que es un santo mártir de la causa y para la mayor parte, sintiéndose indiferente, que es uno del montón, atravesando el Mar Rojo del cambio de hora y de era.

 

El primero de octubre día de la onomástica del Caudillo convalecía yo en el hospital de Puerta de Hierro de una operación de cáncer de próstata y se me apareció el bien aventurado don Camilo José Cela. En vida fue muy amigo mío y me dijo hablándome al oído:

─Oye, Dumveneris, como ya curaste de lo tuyo, toma tu camilla y anda.

─ ¿Qué dices Camiliño?

─Sí. Por estas que son cruces, levántate de la cama de este hospital que huele a muerto y vete a la Alcarria. Quiero que escribas mi segundo viaje a la Alcarria.

Domine non sum dignus. Dios no me dio una pluma tan brillante como la tuya. Yo solo pongo borrones negros sobre blanco.

─Algo saldrá. Recuerda lo que te dije una vez en aquella entrevista que me hiciese en el piso de Torres Blancas.

No atendí los ruegos de mi maestro pero un cuervo que hablaba desde su nido en un árbol del patio de la sala donde yo estaba postrado y muy malito empezó a leerme los grandes libros de CJC “El Pascual Duarte”, “La Colmena”, “Judíos moros y cristianos” y “Madera de boj”. Es una literatura como Dios manda que a mí me gustó poner en práctica. Que no me hablen de Proust, ni de Joyce ni de Kafka epígonos de la anti literatura. Yo voy por lo segao. Ya estoy inoculado contra la pandemia. Ayer me puse la inyección en el hospital de la Misericordia de Avilés, regentado por las hermanitas de San Vicente de Paul, la toca blanca esa toca enorme que parece un avión la cruz al pecho y el rosario a la cintura. Radio Florito se pasa la santa mañana tardes y noches dándonos noticias de los altibajos de la pandemia. Cómo evoluciona todo esto. No se informa de lo verdaderamente importante de donde salió el morbo, cómo se trasmitía la cepa, quien trujo el bicho, en qué probeta lo incubaron la madre que lo parió; si fueron los murciélagos o los chinos de Wujan. Hoy tantos muertos ayer tantos contaminados. Se desinforma y se nos confunde. Eso es tomar el rábano por las hojas. Don Híspido Estadístico juega al chito con nuestros temores pero de algo hay que morir y que se mueran ellos. Salimos del Notejode, librándonos de unas para meternos en otra, en el Nosajodio, la pescadilla que se muerde la cola, vueltas y vueltas al trillo y no es que me quejo no porque entré en el bombo de los escogidos pero a muchos colegas les ha salido la hoja roja y pronto dejarán de fumar. Los españoles que fuimos durante mucho tiempo carne de cañón, carne de horca y carne de prostíbulo, ahora nos hemos convertido en carne del tósigo letal del Covid, desde que la pandemia habitó entre nosotros en el maldito año bisiesto de 2020. Son cosas del Covid y de la gran peste aniquiladora.  Les dirá un funeral ese Fray Buscón el del pelo blanco que anda saqueando a los ricos para dárselo a los pobres y él, receptado el donativo de los famosos a los que acude con frecuencia al no haber sarao o fiesta donde no esté invitado o no se cuele este páter que es un vivales,  se guarda los cuartos, quedándose con el santo y la limosna. Dios confunda a quien no espabila y este fraile es un lince para la pasta. Huele los dineros a leguas de distancia. Nunca te dirán lo importante por los micrófonos de Radio Florito que dirige un colombiano que ha saltado desde la panza del caracol. Imposta la voz, presume de voz y se mete con los venezolanos y con los cubanos. El hipócrita ve la paja en el ojo ajeno y olvida la viga en el suyo. Colombia es el país  que parió más prostitutas. Es el vivero de la gran meretriz. El de las putas de Internet las más guarras, indecentes y desvergonzadas, ─toda la coca es manejada por potentados impresentables─ del mundo las que montan por la Red esos numeritos de esperma blanco cuando les viene el deleite y grandes mamadas. Todas hablan español y uno al verlas siente vergüenza de su idioma castellano. Es una nación aprisionada entre las garras de la bestia. Colombia me parece a mí que tiene la forma de coño buscando el gran carajo. Nicolás Maduro me parece un tipo mucho más digno al menos patriota pues no se rinde ante el bloqueo comercial de los gringos que quieren asfixiar a su patria matándola de hambre, anhelantes de su petróleo. Venezuela y Cuba humilladas y ofendidas no agacharon la cerviz. Colombia es el gran burdel de los EE.UU como lo fue Cuba en la ´poca de Batista. García Márquez se le iba la fuerza por la boca mucho palabrero para luego nada decir y es que ha caído particionero en manos del sionismo, solipsismo que nos ahoga como esa serpiente que avanza por el mundo enrollándonos al cuello con sus pestíferos y letales arillas. Pues ese es el jefe de Radio Florito emisora de derechas de toda la vida sucursal del Maligno, director un tal don Verbilindo, más dura será la caída. Como no tengo otra cosa que hacer: oír radio, ver novelones por la tele y estar aditivo a los chats porno de la red en la cuadra en la que vivo pues me entero de todo, o a lo mejor no me entero de nada. Me lavan el cerebro con una de esas mangueras municipales con las cuales nos refrescábamos las pantorrillas cuando éramos niños mientras cantábamos el “aquí no llega bombero tu manga riega y si llegare no me mojare”. Estamos calados hasta los huesos. Estamos todos hechos cisco. A don Puertas no le cuadran las cuentas y hace numeritos al objeto de reducir demografía y para ello pone cuatro remedios: pornografía, conflictos regionales, desamor y virus. Vacía las aldeas como si fueran las cuadras de Alfeo. Labor de Tántalo. Los pueblos y aldeas vacíos, se derrumban las iglesias y las campanas de bronce se hacen cisco pues como es la campana así la badajada, pero ya no tocan a misa.  ¡Si serán elucubraciones mías! Mis amigos me llaman negacionista pero yo me considero un tío legal. Llegan en cayuco oleadas de emigrantes, invaden las islas, inundan las ciudades  donde viven hacinados y expuestos al morbo cainita, que es como llaman algunos epidemiólogos de nuevo implante socarronamente. Don Guillermo va y compra a bajo precio las tierras pignoradas y las vende o las explota al máximo exponente. Así es como se hicieron millonarios los Rochild con sus palomas mensajeras y sus inversiones millonarias durante las guerras napoleónicas. La serpiente no deja de crecer y de arrastrarse. Llena de baba o de lefa el suelo que pisa escupiendo sus fauces el veneno de la entraña con  lengua retráctil y allí donde toca el escupitajo de la gran culebra no vuelve a crecer la hierba. Yo la vi cómo se arrastraban por las crujías de Cuidados Intensivos del hospital de la Misericordia de Avilés mientras una enfermera peruana muy amable me vacunaba contra el Covid. Su voz era dulce y cantarina como el de una sirena. ¿Por qué estás alegre, hermana? Porque hay que cantar cuando se lucha contra la muerte. No se podía dar un paso por las salas. Los viejos ─les tocaba el turno a los nacidos entre 1942 y 1944, éramos una buena peña de setentones en la flor de la senectud─ como ovejas que llevan al matadero todas para el arrastre. El rubio Sisenando ahora está muy callado pero no paraba de darnos la murga con los chinos, quería hacer la limpieza étnica, una verdadera sarracina como antes se llamaba y empezó a gobernar por tuiter a los chinitos les voy a meter un brazo por una manga pues hay que ver lo que ha cambiado el mundo cuando yo era niño los frailes repartían huchas por el Domund para que saliésemos a cuestar por los chinos y ahora son estos hombres de tez amarilla y ojos oblicuos, al socaire de Mao con su libro rojo y Chu-en-lai, nuestros colonizadoras. Tecnologías punta. Llegan hasta nosotros con un libro de Mao en el bolsillo. Es un libro rojo en caracteres chinos que lanza profecías inexorables. Europa se ha dormido. Kaput. Morirá de su propio éxito. Son ellos los que nos leen la cartilla de Fumanchu. A mí me parece que don Sisenando el rubio con esa melena de camionera de la Ruta 66 un nabab del ladrillo con las cuatro reglas mal que bien aprendidas fue el culpable en razón a que temía su competencia, les mandó los padrinos escondido en un tarro fatal donde se guardaba el especifico que suelto en el aire y dejado por correr por las cañerías o almacenado en la cabina de los aviones había de causar la muerte de millones de seres humanos. Juegan al trompo con nosotros. Promulgan la eutanasia y aplican anticonceptivos. Sobra gente en el mundo. A pesar de todo, la vida sigue siendo bella. Las terrazas de los bares están repletas de gente que toman piscolabis con mascarilla. Muchos factores que yo no acabo de entender se mezclan en este totum revolutum de la peste aviar verdadero flagelo del género humano del que todo es confuso tanta información de mezcolanza desinforma. Por lo visto el año bifronte dos veces veinte del siglo XXI fue el año de Nostradamus el de gemir y crujir de dientes. No nos pongamos trágicos. Sea lo que Dios quiera. De algo hay que morir.

 

 

                  LIBRO CUARTO

En 1977 agosto caía sobre Nueva York plomo derretido hubo un apagón gente quedó varada en los ascensores los semáforos dejaron de funcionar los quirófanos quedaron a oscuras y los pacientes agonizaban en la mesa de operaciones un caos. La ciudad automática la ciudad que no duerme paró de pronto. Con el corte del fluido eléctrico bajaron desde Harlem al bajo Manhattan las tribus urbanas y empezó la gran pecorea, el  looting. En la gran pecorea yo vi a morenos que saqueaban las tiendas arramblaban con televisores lavadoras infernillos. Muchos neoyorquinos de buena voluntad se preguntaban si no había llegado el apocalipsis. El apagón nos hizo mascar el polvo de la derrota demostrándonos lo frágil que somos. Se va la luz y todo se interrumpe porque el soporte vital de nuestras ciudades se cifra sobre la tecnología. Un simple fusible da en quiebra y adiós mis pavos que atruena. Yo vivía en el piso 24 de las Torres de Water Side Middle Manhattan. Salí de casa y bajé a tientas por la oscura escalera. Saludé en el vestíbulo al  janitor  un portorriqueño simpático de pelo rizo en mis conversaciones mezclaba el inglés con el castellano spanglish. Pude ganar la plaza donde estaba sentado mi amigo el rabino Yankel que también mezclaba el inglés con el yiddish. No estaba aturdido el buen rabí que vestía camisa blanca y una dulleta que le llegaba hasta más debajo de la pantorrilla. 

─Hello, there. How come? 

─This is a signal of Apocalypses─, dije 

Yankel empezó a reírse por toda la barba.    Exhibía en su atuendo personal cierto descuido pero miraba con ojos penetrantes de Einstein. Sus barbas apostólicas estaban blancas, sus tirabuzones negros, el zapato sucio y mal atado. Era un judío ortodoxo observante de la ley. con un gorro imponente de felpa sobre la cabeza casi tan grande como medio paraguas, los tirabuzones, la barba  en parroquia, los ojos tristes de tanto leer y la frente algo macerada por darse la testa contra el muro de las lamentaciones. De las espaldas colgaba como de una percha su sucio dulleta. Yo no comprendí cómo tan dulces personajes  pueden ser odiados con tamaña inquina aunque comprendí que si uno por uno representaban a los mansos corderos del evangelios unidos en comandita se transforman en tigres pudiendo llegar a ser gente fanática, toda la peña, al reivindicar la Tierra prometida. Imbuidos de ese misticismo que desdeña los halagos del mundo y el poder y la riqueza que ellos controlan. Ya me dirás. Pertenecía a un pueblo indestructible que seguía vistiendo como los padres del Viejo Testamento observando su dieta y rezando la Shemá al levantarse y al acostarse. A los askenazíes no les era permitido hablar con un goim pero solía saludarme y conversaba conmigo. Quizá observando con su ojo clínico y su vista gastada de tanto escudriñar los textos sagrados que a lo mejor yo podía pertenecer a su elenco. Sabía que en España hubo infinidad de conversos que mudaron de credo en apariencia por más que en secreto siguieran con sus abluciones judaicas sus cantos y todos esos elementos residuales de nuestra herencia mosaica. 

─Eso es una canallada que inventaron los nazarenos. Cristo es un veneno. El mundo no se acaba. 

─ ¿Cómo qué? El apocalipsis de san Juan fue escrito por un judío el apóstol san Juan en la isla de Patmos. 

─Ese apóstol que tú dices era un griego. 

─ Paparruchas, el mundo es eterno. 

Me quedé de un aire horrorizado por la blasfemia que acababa de escuchar. Había un supermercado en las inmediaciones y la gente salía cargada con garrafas de agua mineral. Tampoco manaba por los grifos el líquido elemento. No funcionaba la bomba de las cañerías. El verano neoyorquino del 77 fue tórrido y hubo un gran apagón. Se produjo un caos en la ciudad automática. Los ascensores no funcionaban, en el metro quedaron atrapados los trenes de cercanías, hubo violaciones y navajazos y desde  Harlem y Brooklyn bajaron las hordas de negros y portorriqueños y asaltaron las tiendas de electrodomésticos. Se veía a muchos individuos cargados con televisores de plasma, trajes y zapatos de marco a lo largo de la Quinta Avenida.  Arramplaban con todo. Las hordas devastaron la gran Manzana sujeta el expolio de la gran pecorea. 

Le dije al rabino que esa idea de la impostura que achacan los de la Vieja Ley al Salvador no era suya. La había lanzado Nietzsche el padre del nazismo. Yankel volvió a reírse y me ofreció un pitillo Malboro puro sabor norteamericano. Me mostró la cajetilla: 

─Dime, español, ¿cuántos cigarrillos hay aquí dentro? 

─Veinte menos dos, que vamos a quemar  tú y yo, dieciocho. 

─Eso es. Una verdad matemática. Algo que puede    ser demostrado y probado. Vuestro Nazareno no puede demostrarse. Pudo ser un invento. 

─Un invento─ replico─ que dio la vuelta a la historia. La cruz está en todas las partes. En las torres de las iglesias y catedrales, en las salas de los hospitales a la cabecera de los enfermos cobijando a los moribundos, en las aulas de las escuelas sonríe los cielos formando el arco iris de Constantino  in hoc signo vinces  y se reclina incluso sobre el pecho de las mujeres mundanas. La cruz es el Logos, la sabiduría infinita que hace que el mundo siga girando 

─ Humbug, retórica pura retórica – dijo Yankel con una frase de Scrooges el personaje de Dickens en Christmass Carols. 

─ En ese caso toda la Biblia es lo mismo: una historia de hazañas bélicas, o una novela rosa con referentes epitalamios de carácter erótico como “El Cantar de los Cantares” 

Quedó pasmado ante mi blasfemia 

─ Es la palabra de Dios. Es el pacto entre Yahvé y el pueblo elegido. Algo que los idólatras no podréis comprender. Somos el pueblo del libro y la tierra. Algún día volveremos a tomar posesión de ella. 

─ Eso es puro sionismo 

─ Yo no soy sionista. Israel no ha de ser nunca una nación vulgar con sus parlamentos, sus políticos, sus corrupciones, sus periódicos─ afirmó rotundo Yanquel sin perder su sonrisa.  

La ceniza del Malboro se le había quedado esparcida por la pechera. Por debajo de su traje solar negro le asomaban las puntas de una faja blanca las filacterias. Su mujer y su hija que presenciaban divertidas nuestra conversación a longe (de lejos), como las buenas mujeres en el Calvario, le hacían señas para que acabáramos nuestro intento de solucionar los problemas de la humanidad pero al rabino le divertía contraatacar. Quizás les sorprendiese ver a Yankel discutiendo con un goim. A todos los judíos les encanta discutir sin pelear. Un proverbio ruso advierte que donde hay dos judíos surgen tres opiniones diferentes. A  Waterside Plaza llegaban las voces de los depredadores que saqueaban las tiendas de la First Avenue y allí estábamos los dos entregados a nuestras disquisiciones teológicas. Como Daniel en el foso de los leones impávidos ante una atardecida llena de furores. El mundo siguió marchando sobre sus ejes. Esto es la guerra. Apagadas las televisiones, funcionaban a toda mecha los transistores de pilas, relatando los incidentes del apagón. Creo que con esto de la pandemia Covid vuelve a repetirse la situación de apagón que yo viví en el tórrido verano del 77.  

Mucho me extrañaba a mí el anti sionismo de mi interlocutor. Sin embargo, me formuló al cabo una profecía: 

─Para nosotros el dinero no es más que un salvoconducto de huida en tiempos de persecución. El oro aplaca el corazón del tirano. Tampoco nos interesan los honores ni los suntuosos edificios las grandes catedrales. Vamos siempre con lo puesto en un dilatado tiempo de Cabañuelas para cruzar el desierto. Pero el día que dominemos los medios de comunicación todo se nos dará por añadidura. La prensa y la televisión es nuestra arma de combate. El objetivo es el dominio de la mente humana, la eternal Wisdom. Los periódicos y la tierra. Somos un pueblo agrícola. Cuando alcancemos la tierra prometida volveremos a ser agricultores. 

Por boca de Yankel estaba hablando Billy Gates con más de medio siglo de anticipación. Se informa que el gran nabab de la comunicación el hombre más rico del mundo a través de facebook, Amazon y las redes sociales está adquiriendo tierras de labor en América del Norte, en Colombia, Venezuela y Argentina. De esta conversación durante el apagón con aquel rabí un verdadero oráculo de sabiduría pero como todo humano también sujeto a las contradicciones obtuve certidumbres y dudas. Dicen por mi pueblo que todos tenemos una ventanillo al cierzo y que cada uno estornuda como Dios le ayuda. Nueva York me hizo conseguir una visión distinta del mundo. Es una  ciudad judía meca del cosmopolitismo pero si se apaga la luz por avería todo se va a tomar por el culo. 

Anoche no pude dormir. Veía a una bella mujer golpeada, maltratada, escupida, denigrada por su explotador. El anticristo ¿es polaco? Y veía al papa Wotyla, el siniestro polaco, en los infiernos, revolcándose con los diablos. Fue el que destruyó la URSS e hizo de la santa Iglesia de Xto una sucursal de los derechos humanos. En mis andanzas de corresponsal en Varsovia sentí la presencia del Malo. Otra vez en Kiev, la santa, vi los campanarios de sus iglesias derribadas. 

Vi a dos ángeles negros que alzaban sobre el cielo un cartel en latín que decía  Russia delenda est. El ángel negro era la viva estampa de Zelensky, unas navidades, un tipo que debía de ser de su familia quiso jugar con mi cabeza a los dardos. Era un hebreo de Lvov que se acostaba con Linda que fue una amiga mía y acudí a ella viéndome perdido. Se me había acabado el dinero. 

Alguien había robado la cartera. Mi ex no quiso recibirme y no pude ver a mi hija Helen. Fue como una pesadilla, pero yo (no me huelgo ni me enorgullezco presuntuoso por ello) yo tengo pálpitos proféticos. Anoche volvió el ángel negro cuando apareció en la pantalla de mi ordenador el rostro hermoso de Stella una de las mujeres rusas que yo más admiro en la Red.

La Nicole Kidnam y otras beldades de Hollywood son superadas por ella en hermosura   con creces. Miren las fotos de su cara que adjunto. Tiene la desgracia de trabajar para un chat porno. 

Stella que debió de ser maestra en una escuela siberiana, no tiene nada que ver con las furcias que perpetran asquerosas guarrerías por la red. Solo se desnuda en los privados de pago. Un ochenta por ciento de sus ganancias se los lleva su chulo, un  pimp  polaco que la convenció para que se fuese con él las pasadas Navidades.

Fue el autor de la paliza el muy cobarde. Puñetazos en los ojos y moratones en el arco ciliar, ojos de haber llorado. Se me revolvieron las tripas y vi volar al diablo por la Red con más fuerza que nunca destruyendo a Europa a la familia con sus perversiones.  Rusia es el objetivo de este ataque porque es el único que enarbola el pendón de la cruz cuando el resto de las cristiandades ruedan por el derrumbadero del laicismo.  Stella  la siberiana es la representante de la belleza y de la pureza de la nieve de las llanuras que la vieron nacer y elegante,   cual las olas del lago Baikal. 

Porque ella sigue siendo un   manantial de pureza, aun cuando se dedique al oficio más antiguo del mundo en el que me parece una aficionada y desconoce sus maldades y por eso tuvo la desgracia de recibir una paliza precisamente el día de su santo que los rusos siempre celebran con entusiasmo. Reparte amor y sonrisa a una Europa atascada en el odio y la gran mentira 

Anoche no pude dormir. Veía a una bella mujer golpeada, maltratada, escupida, denigrada por su explotador. El anticristo ¿es polaco? Y veía al papa Wotyla, el siniestro polaco, en los infiernos, revolcándose con los diablos. Fue el que destruyó la URSS e hizo de la santa Iglesia de Xto una sucursal de los derechos humanos. En mis andanzas de corresponsal en Varsovia sentí la presencia del Malo. Otra vez en Kiev, la santa, vi los campanarios de sus iglesias derribadas. 

Vi a dos ángeles negros que alzaban sobre el cielo un cartel en latín que decía  Russia delenda est. El ángel negro era la viva estampa de Zelensky, unas navidades, un tipo que debía de ser de su familia quiso jugar con mi cabeza a los dardos. Era un hebreo de Lvov que se acostaba con Linda que fue una amiga mía y acudí a ella viéndome perdido. Se me había acabado el dinero. 

Alguien me había robado la cartera. Mi ex no quiso recibirme y no pude ver a mi hija Helen. Fue como una pesadilla, pero yo (no me huelgo ni me enorgullezco presuntuoso por ello) yo tengo pálpitos proféticos. Anoche volvió el ángel negro cuando apareció en la pantalla de mi ordenador el rostro hermoso de Stella una de las mujeres rusas que yo más admiro en la Red.

La Nicol Kidnam y otras beldades de Hollywood son superadas por ella en hermosura   con creces. Miren las fotos de su cara que adjunto. Tiene la desgracia de trabajar para un chat porno. 

Stella que debió de ser maestra en una escuela siberiana, no tiene nada que ver con las furcias que perpetran asquerosas guarrerías por la red. Solo se desnuda en los privados de pago. Un ochenta por ciento de sus ganancias se los lleva su chulo, un  pimp  polaco que la convenció para que se fuese con él las pasadas Navidades. 

Fue el autor de la paliza el muy cobarde. Puñetazos en los ojos y moratones en el arco ciliar, ojos de haber llorado. Se me revolvieron las tripas y vi volar al diablo por la Red con más fuerza que nunca destruyendo a Europa a la familia con sus perversiones. 

Rusia es el objetivo de este ataque porque es el único que enarbola el pendón de la cruz cuando el resto de las cristiandades ruedan por el derrumbadero del laicismo. 

Stella  la siberiana es la representante de la belleza y de la pureza de la nieve de las llanuras que la vieron nacer y elegante,   cual las olas del lago Baikal. 

Porque ella sigue siendo un   manantial de pureza, aun cuando se dedique al oficio más antiguo del mundo en el que me parece una aficionada y desconoce sus maldades y por eso tuvo la desgracia de recibir una paliza precisamente el día de su santo que los rusos siempre celebran con entusiasmo. Reparte amor y sonrisa a una Europa atascada en el odio y la gran mentira. Stella celebraba su 47 cumpleaños cuando recibió una paliza que estuvo a punto de costarle la vida- yo vengo siguiendo el caso desde las pasadas navidades cuando este individuo polaco que firma con el alias de Bjowy1950 (debe de ser un viejo algo valetudinario que significa cuentos de hadas) la compró para llevársela a Israel. La prometía el oro y el moro pero en Jerusalén acabó en chica de alterne violada y maltratada y explotada porque con el negocio de la prostitución el Bjowy 1950 el de los cuentos de hadas obtuvo pingues ganancias. A mí me da pena esta pobre mujer que cayó en las redes de la trata de blancas. Así lo denuncio a la policía para que metan al criminal en la cárcel.

  Es un polaco un enemigo de Rusia que maldecía al presidente Putin y se reía de él cuando se jactaba con estas palabras: "iré a por ti con visado o sin él aunque tenga que pisarle los cojones a Vladimir Putin. La serpiente estaba entre la hierba.

 

Luna llena de septiembre un verano más. Los pavorosos incendios en Orense y el Jerte, apagados pero aun renuentes, inspiraban la serenidad de la noche clara. Salí al estragal a tomar el fresco. Como hacía algo de biruji fui a por la manta del tresillo y se la coloqué sobre los hombros a mi señora compañera de berrinches porque la serpiente se oculta entre la maleza del destino, no la vemos aunque la intuimos. Y yo pensaba en la Suzi. Sus ojos dulces me miraban en inglés a través de la cordillera, ya más de medio siglo sin mirarse en aquel espejo que fue mi vida entera y lo perdí. Anguis est in herba (la serpiente se oculta entre la hierba) pensé todo arrepentido pues aquel amor, yo lo traicioné, pero me divorcié y volví a desposarme con la literatura. Palo y mala vida, vita est. Quise robar la luna redonda perfecto círculo como una hogaza blanca colgada en la lejana panadería del firmamento.

Hacía frío, teníamos el alma congelada, aquella no era mi mujer sino una peregrina que conocí en el camino para aliviar la fatiga y la sed y todos esos avatares de la existencia, A su lado no fui feliz. Sólo hubo coces, voces y desatinos pero tomábamos el fresco de los desengaños como si tal cosa y acabábamos de celebrar las bodas de oro, medio siglo de exilio, Hablábamos del amor como quien oye llover. He aquí que a través del valle del Aulencia llegaba el sonido de las olas al romper. La mar bufando estaba aquella noche. Las ondas estallaban contra los cantiles de la playa y yo quise robar la luna. Soñé con metas inalcanzables.

 ¿Puedes subir? Traerme una escalera. No llegarás nunca alcanzarás la cúspide, el último piso ni te coronarás de laurel, pero mira que hermosa está la luna del plenilunio. Aires de septiembre.

 Un verano más en tu vida y tú empeñado en empresas quijotescas, siempre anduviste metido en camisas de once varas, Antoñito. Quisiste romper una lanza por Olga la larga y acabaste molido entre las aspas del molino de viento de la prostitución. Te metiste a redentor de cautivas y estaban ellas tan a gusto en el harén esperando la llamada del sultán para una nueva noche de amor. Eso se llamaba trabajar para el turco. Escuchabas sus mayidos de gata en celo y sus apasionados suspiros las frases entrecortadas del deseo Fuck me, I want your cock. No pares ay que gustito, oh my god, métemela otra vez. ¿Por qué aquellas barraganas en lo alto de su coyunda se acordaban de Dios cuando estaban jodiendo?

 Una a una iban quedando preñadas las odaliscas rusas del gran harén de Estambul y tú Antoñito no eres un mercedario, llevas cerquillo y tu tonsura pero rescatar a estas mujeres, sacarlas del vicio y de la prostitución va más allá de tus fuerzas.  Deja que la luna se pierda por el oeste cuando amanezca y no le cuentes a nadie tus desventuras. Quisiste robar la luna y llevártela a tu casa gozarla como aquel personaje del cuento de Gogol. Se te pasó a la edad, estás para pocos trotes. Es verdad. Cerramos la puerta de nuestra casa mi mujer y yo. Aquella noche dormimos como dos bebés. La luna envió a un mensajero un ángel a velar nuestros sueños de cincuenta años de desamor. La serpiente se escondía entre la yerba.

 

 

 

Mi amigo Quintiliano Quindejas al que llamábamos "Soguillas" cuando éramos guajes regresó al Requejar- apud-Tejares tras su visita al cementerio lugar más romántico y mejor ventilado no puede haber en el mundo, a orar por sus difuntos. No estaba seguro de que fueran escuchadas sus interpelaciones a lo alto. Allá la oficina de reclamaciones celestial debía estar cerrada o era la hora de comer. Sólo con los ojos de la fe podía tener sentido aquel enigma en oposición abierta a los dictados de la naturaleza que guarda ominoso silencio sobre el sentido y propósito de nuestro vivir. Somos física y química, un setenta por ciento de agua riega nuestras células que se pudren cuando el corazón se para. Somos tierra y el barro en que nos fraguaron, un cuerpo que se descompone en polvo. Ítem más, aquel quietorium donde reposaban sus antepasados era un  lugar bello, bien soleado y aireado por el viento seco de la meseta. Le entristecía y le espantaba el pensamiento de la muerte cuando acababa de cumplir setenta y seis años después de haber curado del Covid casi milagrosamente. El tiempo se acababa. Siento mis manos vacías, Dios mío. Aceptaba los hechos, concedía derrota. Había llegado desde su rincón asturiano donde vivía solitario con un retrato de san Laconio eremita sobre la cama y una calavera encima de su mesa de trabajo para rogar piedad y misericordia y entregarse a una profunda meditatio mortis al estilo de los místicos que vivieron sólo para prepararse para la muerte. Hay que morir hay que   dejar la carcasa. Lo irremediable no tiene vuelta de hoja Tal pensamiento se convertía en una obsesión dejándole entristecido el   ánimo entristecido, y yo voy a tratar de poner blanco sobre negro los puntos de su azarosa biografía.    Me llamo Eutimio Guzmán pero para el vulgo soy “Timi Quinolas” Debe de ser por mi afición a la brisca y los juegos de azar y al vino. Bebe y aléjate de las mujeres. Eso es muy difícil, tío. ¿Cómo lo conseguiste? Ah mediante la reportación, abstinencia y continencia. “Vinum bonunm letificat cor hominum”. La cita viene del Eclesiastés... No me vengas con monsergas, Quinolillas, que ya nos conocemos. Sé que eres adepto a los postulados del Príncipe de la Mentira... venida la hora del Separador que apartará el trigo de la cizaña. Me pregunto yo si no seré yo la sombra del Soguillas, su alter ego, su otro, el exergo, la sobrehaz, la otra cara de la moneda. Por eso nos damos caña. El debate se prolongará durante toda la eternidad.

Le contradigo con mis propias conclusiones y silogismos Él no me conoce ni de vista pero yo bien que lo conozco a él, y hasta puede decirse que vivo en él. Soy su “otro”. Siempre le canto las cuarenta, copo la banca y él ni se entera el pobre porque es un cura apóstata que anda algo perdido yendo de acá para allá, de sinagoga en sinagoga, de quilombo en quilombo, de taberna en taberna y de rota en derrota. La hez de la sociedad, los últimos de la fila, los perdedores, los anarquistas, los soñadores, apartados por la chusma, hablamos otro lenguaje. No nos entienden. Ya somos viejos. Somos tahúres de la palabra. Hemos leído demasiados libros, lo que no se perdona en estos días de abundancia hedonística de analfabetos. Los dos somos de Segovia la patria del “Buscón” y del “Domine Cabra”. Hijos del arroyo, flores de jara. De la picaresca y de la astucia atributos, y puesto del dicho que se dice que de escarmentados se hacen los arteros, algo nos toca. La mala vida nos enseñó a disimular pues en este mundo todo se nos va en apariencia. Alardeamos de blasones y de venir de la pata del Cid cuando no somos sino perailes. Al mirar cuanto dejé atrás en mi vida pasada siento haber sido un cero a la izquierda. Escuchamos voces, atendemos a la llamada pero luego resulta que estos gritos son refracciones del aire que sale de una boca que no existe. Bajo el tornavoz del púlpito coronado por la Paloma del Paráclito (pongámosle paños al púlpito) se han vaciado los templos no se escuchan sermones, murieron los predicadores. Los púlpitos fueron sustituidos por cámaras y micrófonos. Desde su ambón se imparte la teología del mercado y los anunciantes de un mundo feliz en el cual no cabe ser, sólo tener─ el mejor piso la mejor lavadora, el cuerpo más apolíneo, las más bellas mujeres─  consumismo a cada hora. Vivimos dentro de una burbuja, no sirve darle vueltas. Nuestra vida es más regalada que la de nuestros padres. Labramos con el pescuño y la reja del arado romano y ahora andamos por el ordenador, los viajes a Marte, el cambio de sexo y la reproducción asistida. Sin embargo no hemos podido acabar con la pandemia y los políticos se refieren al cambio climático como una amenaza apocalíptica.

─Cultura de la queja, Eutimio

─Cierto. Nuestra senectud está siendo mucho menos trabajosa que la mocedad.

─Se extinguieron las pasiones. No se nos empina, abandonos Príapo. Estamos para sopitas y buen vino. Se acabó el tiempo del “cherchez la femme”. La anafrodisia nos sume en estado de lánguido estupor a la vez que nos libra del alarde venéreo.

─Eso serás tú, Soguillas. Yo todavía… todavía.

─A mí el sexo ya no me pica. Me causa risa. Entro en los chats porno de la red para conjurar mi aburrimiento de las largas noches del invierno en la casona. Me hincho a ver cufros, tetas, carajos, meneo masturbatorio, eyaculaciones salvajes y suspiros, he descubierto que la hembra es insaciable como dicen que era Felipe IV el rey nuestro señor. El fuego no se le apaga eternamente en su pebetero. Todo son glándulas químicas. Una función fisiológica y casi coprológica como mover el vientre o evacuar la vejiga. ¿Dónde están las feministas? ¿Qué hacen las sufraguistas de los movimientos ad lib para evitar que la mujer se convierta en una paridora objeto de placer?

─Mal andas, pecador. ¿Y este es aquel antiguo seminarista que aspiraba a la hornacina que quería ser santo como Luis Gonzaga. Y ahora vives como un eremita en su Tebaida apartado allá arriba en un lugar donde cristo dios las tres voces.

─Si no lo quería al menos lo disimulaba. Desde los quince años llevaba cilicio los viernes en cada pata. Había que mortificar la carne pero de cuanto perdí ahora me resarzo.

─Fariseo.

─Gilipollas.

─Vivo sin vivir en mí

Estas internas discusiones del yo enigmático llevaba nos a ponernos boca bajo frente al abismo. A lo lejos quedaban las anfractuosidades de los vientres de la montaña ocultos como su sino. ¿Cuál sería su destino? La quintana en soledad no respondía a la interrogante. Estaba plantada como una torre dominadora sobre el caserío de la aldea alzándose casa de indianos sobre los pumares de Valleluengo. Olor a cucho y aire claro. Allí fuime yo a pasar mis últimos días en una aldea que llaman Butiellu. Su anejo: el Uellu por los pagos de San Fermín cerca de la rasa que mira al cántabro mar, paralela al Cabo Peñas. Quería empañarme del sonido musical de las olas que conjugan, marea viene y va, mis arrepentimientos mezcladas con el canto de las sirenas de la mar y las xanas del bosque o las nereidas que peinaban sus cabellos entre los remolinos del rio Esqueiro. La verdad es que a este cura le remordía la conciencia. Formación eclesiástica y latines del ayer suprimidos por la nueva liturgia. Estaba harto de teorías y de retóricas en mis últimos días. Yo sentía que este mundo ya no era el mío. Dejé de ver televisión pero me colgué a la Red como tantos mortales en los comienzos del presente siglo y yo era más bien un hombre del siglo XX y por mis lecturas de los clásicos españoles. Me deleitaban las páginas de Clarín, Palacio Valdés y Quevedo el genio de nuestro idioma Teología de la liberación. Miesesmucha─ el Soguillas para sus amigos─  entró en la institución con limpios ideales su amigo se fue de misionero a Senegal, colgó los hábitos y se casó con una negra. Tiempo adelante se torció. Vio venir a un sátiro con sotana. Este no es galgo ni perdiguero y se dio cuenta de que hay un desfase entre lo que se busca y lo que se alcanza. Esta es la calve que da pábulo a la violencia. El cardenal, la curia, los pajes caudatarios, ─yo llegué a ser  fámulo del obispo que me dio la tonsura y ordenó de Menores─ es lo accidental. Me enseñaron a guardar los sentimientos, obra con disimulo. Doblarás el espinazo ante el Poder, luego a sus espaldas reirás de él. Y con esta normativa fui iniciado en el arte de nadar y guardar la ropa, a ser avezado en las artes del enmascaramiento. Conoció a un tal Félix el hijo del cabo de la guardia civil de Vegafría que nos llevaba al cuartelillo si nos pescaba llevando el carro sin fanal o subíamos la cuesta de San Miguel de San Miguel sin luz en la bicicleta. Nos inflaba a palos. El Félix era un pícaro redomado llegó a ser el primero de la clase pero se hizo revolucionario y acabó de terrorista de la ETA. Todos los meses en el cuadro de honor y mira cómo acabó. Iglesia dinero poder sexo. Nos  fuimos por mal camino. De repente irrumpió un nuevo código de conducta entre los clérigos. Hay que andar a la mira y poseer capacidad de adaptación y de flexibilidad de vertebras Libros antiguos de piedad se descatalogaran o fueron a parar al anaquel. Los jesuitas quemaron sus bibliotecas. La “Pasión del Padre” y otros tratados de devoción acabaron en la hoguera, se vendieron tomos de los antiguos vademecums de Mística al peso. Fueron a parar a almacenes destartalados de los libreros de lance. Esa fue su querella y parte de su dramática situación. The randy priest became a dangling man cuya vida colgaba del vacío. Mitras conciliares, testas coronadas y en los estrados quedaron para siempre enterrados su sueños e ideales. Se esfumaron en el aire, ya dormían con los fantasmas. Se dio al vino. Visitaba los prostíbulos. Una hetera le curó de lo suyo, la hizo un chico. Estuvo mucho tiempo que le dolía el compañón derecho. Buenos se han quedado tus dídimos. Para el arrastre, prenda de mi corazón. Flotaban las sombras. Pasaban corozas cabalgando a lomos del mulo de la inquisición, un paseo mucho menos agradables que otras cabalgadas que tuvo trotando hacia el Edén. Que fue de ti Marfisa, el ojo ladrón y el coño puto, pero ¡qué coñete rico! Jugaban al puño puñete quítale y vete en las tardes frías de enero después de las grandes nevadas de por san Antón y cortaban ramas del perejil que eran más tiernas por el mes de enero y con ellas se lavaban los dientes y la vejiga. Las guerras de democracia sustituyeron a las antiguas guerras de religión. El siglo XX como el XVI fue también el del amor y el del desmadre de las folías del rock. Scout McKenzy cantaba el si vas a san Francisco en los guateques y al cura rebotado y a sus novias se les ponía la carne de gallina. Me gustaba Elvis y los Escarabajos de Liverpool. Había que ventilar el alma con nuevos sonidos y canciones las que berrean día y noche Radio Estulticia y Radio Corazón desde un barco pirata en  sus programas light exentos de trascendencia. Es grande vivir. El que vive alegra la vida y agrada a Dios. Randy priest, no entiendo la razón de tu desvarío. Así y todo, creo que permaneces terne en tu fe.

       Volver hacia aquellos pagos era el regreso a un pasado que fue tiempo de lucha y de combate. Eran sexmos aguerridos, tierra de soldados de fortuna que se han venido abajo. Su lanza oxidada ha perdido el filo. Está embotada. Pequeños apenas cabían por la escalera de caracol cuando subían a la Torre a tocar las campanas pero recios como encinas.  Sentía la llamada de su tierra. Lo convocaban sus muertos.

 

El año 1964 con veinte años cumplidos el preuniversitario aprobado y en segundo de Comunes con una carta de trabajo para ir a un campo a la recolección de fresas y ciruelas (strawberries and plums) y un diccionario Collins de bolsillo en mi macuto tomé el expreso de Hendaya. El tren iba atestado. Días antes, en el Bernabeu Marcelino había marcado el famoso gol a Rusia, Yasin bajo los palos, la "Araña Negra", que se interpretó (erróneamente) como un desquite por los agravios de la guerra civil, pero España vivía un ambiente de euforia y optimismo mirando con tranquilidad hacia el futuro.  Se celebraban los XXV años de paz por todo el país. 

Eran multitud los estudiantes españoles que habían escuchado la voz de Shakespeare. En el andén sonrisas y lágrimas y pañuelos de despedida. Bajo la alta mampara de la estación de Príncipe Pío me parece que se repitieron escenas como las vividas cuando la expedición de la División Azul se puso en marcha para ir a Rusia. “Abrígate, no cojas frío”─ qué anacronismo estábamos en pleno junio─ “No bebas mucha cerveza”, “Reza tus oraciones de la mañana y de la noche”

─Sí, mamá.

─A ver qué hacemos, cuidado con las inglesas.

─Sí, papá.

─Escribe pronto.

─En cuanto llegue.

Muchos de nosotros íbamos a la aventura. En los planes de segunda enseñanza dábamos francés pero el inglés se estaba imponiendo. Era el idioma del futuro a pesar de Blas de Lezo, la Invencible, y a pesar de Gibraltar, oh Gibraltar, tú la espina clavada en suelo español. La lengua de Milton había que aprenderla por cojones si se quería ser algo en la vida. Habíamos sido un pueblo germanófilo y francófilo pero nos estábamos pasando al campo de nuestro enemigo histórico y la culpa la tuvo Franco que el 17 de julio de 1936 estando en Tenerife se fumó la clase de inglés con una profe particular que se llamaba Miss nosécuantos, por causa mayor. Se preparó la gorda. En adelante Franco, un anglófilo de siete suelas, siempre padeció de esa merma, que era un complejo de inferioridad inherente a nuestras clases dirigentes. Tardamos casi un día en llegar a París y allí hacer transbordo desde la estación de Austerlitz a la Gare du Nord. No tuve dificultades porque los franceses son cartesianos, optan por la línea recta mientras los anglos prefieren la línea curva. El inglés es sinuoso de por sí. Por eso no me perdí en el metro parisino mientras en el londinense me costaría verdaderas lágrimas de desolación coger el tubo que me llevó a las chimbambas dando vueltas por la Circular Line con mi macuto a cuestas. Mi padre me había sacado del cuartel un macuto de campaña, botas militares y pantalón caqui. La gente me miraba como si fuese marcando el paso. Un mozo del pueblo de Fladbury donde yo llegué le escuché decir con sorna:

Here is the Spanish Armada again (Aquí están los españoles de Nuevo)

─Esperemos que sir Francis Drake termine su partida de bolos para darles una paliza.

Bajé el cabeza, humillado. Yo preguntaba dónde estaba la estación de Paddington pero nadie me entendía y ¡yo que me ufanaba de saber hablar la lengua del imperio¡... Gotas de sudor y de lágrimas caían sobre las páginas de mi diccionario Collins. Aquel día lloré más que nunca. Nadie me entendía, ni me ayudaba. Me puse a rezar acurrucado en el extremo de un vagón pidiendo a la Virgen que me ayudara a encontrar el camino de regreso pues maldita la hora que había yo avistado los blancos acantilados de Dover. Quiero irme a casa. Sin embargo, después de casi dos horas de andar perdido en el subterráneo avisté un cartel que ponía Paddington. Hacía un calor bochornoso. Lo que más me llamó la atención fue el olor de Londres así como la homogeneidad de los rostros impávidos, el goteo de las pisadas apresuradas, la inmensidad de aquella urbe que olía a zotal y a ropa vieja. Me senté en un banco y ya dispuesto a pasar la noche tendido sobre la madera con el macuto de mis pertenecías  por  cabezal, cuando escucho a alguien que me hablaba en español:

─Hola

─Buenas.

─Me llamo Pablo, soy de Madrid. Vine a Londres y trabajo de friegaplatos y ¿tú?

─A Evesham a un campo de trabajo en Worcester. Perdí el tren y el próximo convoy no sale hasta mañana a las diez.

─ ¿Tienes habitación?

─Dormiré echado aquí a la luna de Valencia.

─No se puede. Te detendrá la poli. Si quieres, yo tengo un sitio en mis lodgings. Puedes venir conmigo a mi posada. No te cobraré nada. Es gratis.

No encontré sospechosa la propuesta de Pol. No quería que le llamase Pablo en español. Pol a secas. Que me ayudó a portar mi pesado equipaje sin asustare del estruendo de mis botas de artillero que taconeaban con estruendo por el malecón.

─Bueno vamos.

En ese momento pasó una niña jamaicana de madre negra y padre blanco, mezcla de razas. Londres era ─iba a ser, estaba siendo con la pérdida de las colonias─ un melting pot. El padre iba leyendo un periódico sábana “News of the World” y estaba entrando en agujas una máquina de vapor. Por la ventanilla se asomaba un fogonero rubiales con la cara tiznada de carbón. El tren era el mixto de Cardiff. Gales siempre estuvo en mi imaginación. Era la patria de Tom Jones. Mi huésped vivía dos calles más arriba, un cuartucho interior en sótanos que compartía con otros estudiantes. Baño no lo había y había que mear en un sillico. Mientras meaba y me desnudaba el tipo se quedó mirando, una mirada de lascivia que no había visto yo nunca. Esos ojos me hacían daño y le pedí que se volviese de espaldas mientras yo evacuaba mi vejiga. No hizo caso. Se abalanzó de pronto sobre mí queriéndome besar.

─Túmbate ahí y yo te digo cositas.

Santo Dios. Pegue un brinco que debió de despertar a todos los huéspedes. El casero bajó del piso de arriba en paños menores con una linterna mientras yo chillaba con toda la fuerza de mis pulmones:

─No por Dios. A mí maricones.

Me vestí como pude y salí de estampida regresando a la estación con mi macuto a cuestas y con mis estruendosas botas del ejército español que a esas horas de la madrugada quebrantaban el silencio de la capital inglesa. Taconeaba con rabia como diciendo adonde me habré metido. Paseando junto a un furgón de correos y con las manos puestas en las posaderas no fuera a regresar aquel infame maricón transcurrió toda la noche hasta que tomé el tren de Fladbury. Mi entrada en Londres no fue nada triunfal pero la voz de Shakespeare me llamaba y unos ojos acariciadores me miraban en la lejanía. Eran los de la Suzi. Mi primer encuentro con la gran metrópoli donde pasaría después los años más deliciosos de mi juventud no pudieron ser más torpes. Lo mismo que el postrero cuando traté de trabar contacto con mi hija Helen y un ucraniano quiso matarme con una flecha de jugar a los dardos. El primero no encontró el ojo del culo y el segundo no atinó a la cabeza porque mi ángel de la guarda puso la mano. El campo de trabajo de Fladbury era un verdadero Lager o campo de concentración, un invento de los ingleses en Rhodesia, maloliente, los camastros atestados de piojos y de chinches donde nos mataban de hambre. Lo mejor era el desayuno, palomitas de maíz y té azucarado, mientras sonaba en el comedor la música de los Beatles. Escuché allí a los Beatles por primera vez cantando por los micrófonos de la BBC. Soñaba con tener novia, aquellas ojizarcas minifalderas pero a los operarios de los campos de trabajo no nos dejaban entrar al baile y a la puerta de los pubs había un cartel que ponía vedándonos la entrada a los temporeros: “no dogs and strawberry pickers allowed”. Prohibida la entrada a los perros y a los extranjeros. Aquellos campos eran la tierra de Shakespeare.  Strafford upon Avon estaba a tiro de piedra de Evesham. Había un parque detrás de una iglesia gótica destruida por  los puritanos de Cromwell donde, tendidos en la hierba, las parejas se arrullaban y hacían el amor. Como comía poco, yo estaba muy cansado y enflaquecí. Era un trabajo a destajo. Llenabas una cesta y te daba el capataz un chelín. Tantas cestas tantos chelines. Había un español  estudiante de Salamanca, un tal Conejo, que era un pícaro y a veces en cada cesta que llenaba introducía una piedra por debajo. A veces colaba, y a veces no. Todos envidiábamos a un alemán llamado Gunter que era una verdadera máquina. Mientras nosotros tardábamos una hora en la recolección de frambuesas, él acababa el recipiente de llenarlo en unos minutos. El maldito Conejo que, aparte de mal educado era un golfo, al salir la conversación sobre la segunda guerra mundial y el tema Hitler  le dijo a Gunter a la cara que a él el Fuhrer le tocaba los huevos. Dicho esto, el alemán tiró el cesto de las fresas,  se arrojó al suelo y empezó a gritar y a darse golpes contra el suelo con la cabeza. Más que llorar berreaba. Se produjo un escándalo. Vino el warden o guardián que había sido sargento mayor en la infantería británica, superviviente del desembarco de Normandía, y empezó a consolar al muchacho, un detalle de la tradicional compasión británica. Por lo visto Gunter había perdido a su padre y sus dos hermanos en la Wehrmacht y su madre pereció en el bombardeo de Dresde. Para mí fue lo más desagradable de aquella peripecia: la maldad de mi compatriota y la bondad del guardián del Lager. A los pocos días pedí la cuenta y tomé las de Villadiego camino de París. Esta vez no me perdí en el metro de Londres y dije adiós a los blancos acantilados de Dover a toda prisa. No sabía yo entonces que haría aquel camino de ida y vuelta a lo largo de mi vida  bastantes veces, porque he de decir con Graham Green (título de una de sus novelas) “England made me”. Es decir: que mi carpintería mental fue construida con madera inglesa.

 

 

 

                

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                    LIBRO QUINTO

 

 

DIARIO DE VACACIONES 1972

 

 

23 julio viernes

Fin del trimestre en escuelas apenas se hizo nada por lo que a mí respecta. Llevamos tres semanas de completa inactividad. Los periodos se reducían sentarse enfrente los alumnos y mirarnos unos a otros esperando que sonaran los timbres. El tiempo no parecía correr. Tuvimos la asamblea en el York Hall cielo plomizo calo pegajoso. No obstante el sol hizo su aparecieron y se animaron los cánticos. El headmaster Mr Stevenson lanzó una arenga a los chicos estrujando hasta el máximo sus escasas cualidades dialécticas. Dijo que las vacaciones son tiempo propicio para cargar las baterías del alma dio su despedida y expresó sus mejores deseos tanto a profesores como alumnos tanto los que se iban como los que se quedaban recordándoles que al paso de los años recordasen a la Armthorpe High School con nostalgia olvidando los malos instantes y recordando los buenos. Yo no sé si regreso a mi pueblo con las pilas cargadas. Estoy en crisis y mis problemas de adaptación siguen en rampa.

 Dirigió la ceremonia el reverendo Kirkup de la iglesia metodista. El nombre no puede ser más clerical. Nos confesó que él siempre escribe un diario de vacaciones que suele releer por navidades.

Me despedí de todo el mundo. Algunos me preguntaban si volvería. Yo contestaba que no sabía. Estoy en Inglaterra porque tenemos casa coche y pan. Pero estos meses han sido muy duros. Creo que por problemas de mi carácter y mi temple literario.

El profesor  McAlpine se mostró taciturno. Es difícil saber por dónde va este escocés. Son los escoceses como los gallegos. Te los encuentras en la escalera y no sabrás nunca si sube o baja pero yo me he portado mal como dijo el director Stevenson tengo teething problems  o problemas de dentición en el aula. Aun no me han  salido los colmillos Me entrego al mutismo. Antonio no habrás tanto la boca que te la paparán las moscas. Aspiro a la serenidad y a la continuidad.

El cuentakilómetros marcaba 10112 millas cuando iniciamos camino a las cuatro de la tarde. El mini se portó bien, consumía kilómetros como un jabato al enfilar las rampas de la A1. Al principio no pasaba de las cuarenta millas pero aceleré a medida que nos íbamos acercando a Londres mientras cantaba una balada popular de Tom Jones el tigre de Gales... to touch the green grass of home.

 No funcionaba el ventilador. Así que abrimos la ventanilla. Me causa mucho dolor recordar estos azares. Tengo de aquel fracaso espinas clavadas en el corazón y duele desenterrar los recuerdos punzantes pues todo fue por mi culpa... por mi gravísima culpa. Fui un fementido. Con Suzanne no me porté bien. Olivia apenas durmió a pesar de que su madre la embutió en un saco de dormir. Llegamos a Hornchurch a eso de las nueve de la noche con 10242 millas. Entre mi casa de Edenthorpe y la de mi suegro hay una distancia de 132 millas.

Otra vez la paz y el silencio de Harrow Drive. En las noticias de las nueve Ludovico Kennedy entrevista al jefe de prensa de la OMS acerca del estallido de cólera en España. Pese a tales reparos epidémicos, la gran masa de ingleses se desplazará a la Costa del Sol. Mi suegro me pregunta si no será peligroso por la niña y yo me encojo de hombros. La costa del sol para estos isleños cloróticos y desmedrados se muestra como un paraíso a despecho de las campañas de descrédito antiespañol que suelen airear los diarios ingleses por estas fechas.

Los rostros de la gente del condado de Essex todos parecen iguales; humanidad trabajada por un siglo de revolución industrial, pelo lacio, los ojos chiquitines el gesto desabrido entre chusquero y gremial. Las muchachas de buena pernamenta. Ha sido todo un descubrimiento  la minifalda. Mary Quant dio realce a la buena figura de las inglesas, al descubrir que las mujeres de estas Islas poseen unas patas olé. Por algún lado ha de manifestarse la rebelión años 60. Las británicas dejaron de ser bolsas de agua caliente para sus maridos en la cama.

 

24 de julio sábado santa Cristina

 

Olvidé en Doncaster la agenda de direcciones… pequeña gresca con Suzanne no pasa nada. Al fin telefoneo a la agencia EFE en Londres. Caño no estaba ni el sustituto supo darme sus señas y direcciones. He comenzado en el sentido barojiano de la palabra la Busca y la lucha por la vida. Lo cual significa que no podré saber si aceptaron mi colaboración sobre el diácono un hombre casado del Yorkshire que ha recibido las ordenes de diacono un tal señor Green. Me gasté más de diez libras en la elaboración de la información. Por primera vez desde la Reforma un hombre casado puede administrar sacramentos. Caño no se molestó el cabrón en enviarlo a Madrid como me prometió… Miedo a la competencia o simple mala uva. De todas las maneras yo voy a comprobar los hechos en la calle Ayala 5, donde está la central de la agencia de noticias y lo que sea sonará vaya si sonará.

Paseo por Hornchurch y voy de tienda en tienda en busca de un mapa de carreteras de Francia. No encuentro el itinerario por mala fortuna pero me tomo una pinta en el “Cricketers” y otras dos en el “Harrow”. Me encuentro bien de ánimos y con tres litros la rubia cerveza en la barriga se me da la baza de mirar al futuro con cierto optimismo. No quiero que nadie me gobierne. Regreso a España para volver a Inglaterra. Tengo que persuadirme a mí mismo de que triunfé en la empresa. No soy un derrotado. En el Cricketers el amo de la posada era un tipo delgado alto con la raya en medio no muy comunicativo pero perfecta imagen de una película años 30; las gentes al envejecer se llevan consigo ritmo y maneras. En el lounge del Harrow había un loro enjaulado que propalaba consignas de las Trade Unions y llamaba hijo de soltera a quien le parecía o cosa así. En el salón había un viejo piano de cola para tocarlo en las grandes reuniones y fiestas de solemnidad. Las gentes de Hornchurch, no es que destaquen por su belleza. Dice mi suegro que la gente peor encarada del mundo se pasera por Romford Market los martes a primera hora. Las gentes al envejecer se llevan todo consigo, ritmo y maneras. En el Harrow había un loro que alegraba las veladas del pub, mientras los clientes consumían su pinta el lorito no paraba de llamarles cabrones.

Incluso se metía con la Reina. Aquí uno se siente masa pero no nos pongamos tristes pues no hay razón para ello. Pensemos en cambio en las muchachas en flor cuando acabo de cumplir los veintiocho años, acabo de tener una hija, estoy en la plenitud de mi existencia.

Anoche tomé sardinas en lata y me levanté con ardores de estómago. Mañana saldremos camino de la dulce Francia. Tomaremos el ferry en Dover. A ver el minicooper como se porta. No puedo pegar ojo y aquí estoy asomado a los renglones de este cuaderno escolar donde escribo lo que se me ocurre. No es un dietario al uso pero los ingleses me han enseñado que son minuciosos memorialistas. Son las dos de la mañana, paz completa en Harrow Drive. Me bullen grandes planes en la cabeza. Casi toco con la punta de los dedos, los dedos de Isis la diosa, me siento sublime, pero todo se derrumba cuando arrecia la depresión.

Dick Howells rindió su consuetudinaria visita de los sábados. Es un galés y Suzanne dice que todos los galeses tienen el perfil de jilguero, son buenos cantarines, nunca aves de rapiña. Es un hombre en el buen sentido de la palabra bueno. Me dijo:

—Vivo como si fuese el último día de mi existencia

 

Nunca me resultó fácil escribir. Tengo que darle cien vueltas al palo, frotarme las manos. Estrujarme las neuronas, un café, varios cigarrillos y a contar historias. Consciente de vivir en una época demasiado cómoda, sin guerras, sin hambre (En España todo era sencillo aquellos días) pero buscando un mundo mejor. Sentía pavor a la enfermedad. En Madrid cuando acababa el último curso en la Facultad una amiga de la familia María, la de Urueñas la viuda del brigada Galo, caído en la guerra civil compañero de mi padre, enfermó de cáncer de ovarios. Yo tenía que levantarme a las seis de la mañana para sacarle el número de la consulta del oncólogo en el hospital militar de Gómez Ulla. Aquello supuso un trauma porque la María fallecería a los pocos meses. La tuvimos en casa casi hasta que falleció. Empezaron a aquejarme las depresiones y se me declaró una infección bucal que tuvieron que extraerme un paleto y dos colmillos. Desde entonces tuve que llevar un aparato. Empezaron mis complejos. No me atrevía a sonreír y tuve la sensación de que no me querrían las mozas que nunca tendría novia. El maldito complejo se desvaneció al conocer a Suzanne que me amaba tal como yo era. Fue un amor intenso. Después de conocernos en Hull y cuando regresé a España la escribía casi todas las semanas. Este incentivo de amor epistolar donde puse a contribución y toda la carne en el asador de mi fantasía y de mi poder literario determinó el enamoramiento. Lamento no conservar aquel mazo de cartas de amor.

Mi madre las quemó

Yo era un triunfador. Así y todo, en mi interior yo sentía mis dudas de si sería capaz de hacerla feliz a la mujer más bella de Inglaterra. Afloraron mis complejos, mis inseguridades que trataba de combatir con la cerveza. He sabido mucho después que soy un alcohólico intermitente.

—“You Always are trying to proof yourself. Why?

Tal pregunta me dejaba descolocado.  En medio de mis dudas y vacilaciones partiendo de mí nunca de ella tuve que enfrentarme a mí mismo. Quiero ser escritor.

Algún día mis obras serán un tema de coloquio en los periódicos y en las revistas literarias. Seré famoso y tú estarás a mi lado siempre. Seré tuyo hasta mi último suspiro. Cuando yo muera, serán tus dedos los que cierren mis ojos. Por eso me esforzaba en aprender leyendo todos los libros que caía en mis manos. De los ingleses aprendía el “endeavour” la fuerza del empeño y los jesuitas me enseñaron el “cunning”, la picaresca. Yo quería ser un caballero andante un nuevo Palmerín de Inglaterra y cabalgar por el mundo a lomos de mi Rocinante rescatando doncellas del ultraje pero comía ajos y tenía los dientes malos. La realidad desbancaba mi idealismo romántico. Estaba abocado a las depresiones ¡pobre de mí! La más fuerte la que me dio en marzo de 1971, precisamente cuando mi mujer tuvo los primeros síntomas del cáncer tiroideo del cual yo me sentía culpable.

 Estuve casi diez días en la cama sin moverme sin comer ni beber como en una campana de cristal y en el más augusto de los desdenes.

—“Dont be sorry for yourself, dont take no for an answer”.

Lady Suzanne era la mejor consejera pero la hice sufrir. La decepcioné cuando se dio cuenta de que aquel Tony de las cartas no era el hombre que ella había soñado. Al regresar de la escuela en la espaciosa sala de estar me sentaba en una mesa de roble que compramos, ponía música en el radiograma y empezaba a escribir siempre horrorizado de la página en blanco. Un sábado garabateo este poema que conservo en mis cuadernos olvidados:

 

Llego a la página cincuenta

Señor, y he escrito tanto

El poder mío es finito y microscópico

Reflejo del afán de un enano

Ansiedades mías

Fragilidades mías

Soy una caña destrozada por el viento

Un corazón solitario

Conseguí con too y eso

Llegar a la página cincuenta

De este pobre epistolario es un éxito ¿Triunfaré?

¿Fracasaré?

Eso no me concierne

Será lo que dictaminen los jurados Heme aquí pobre cucaracha literaria

Despreciable gusano

Avanzando por las páginas

De mi cuaderno en blanco

Con patitas entumecidas, vacilantes

Y me pregunto:

¿Esto valdrá para algo?

Colecciono palabras del abracadabra

Solfeo partituras en mi menor

No me traicionan los pensamientos

De ellos buen amigo soy yo

Hoy escribo un epitafio al general de Gaulle

Quiero examinar las células

Quiero ver pisar el vino

Mi vida es un torbellino

 

 

Y poesía cada día

El pájaro pinto te llevará en sus alas

Helen niña del alma

Si no te duermes llamaré a la grulla

Que te mire con sus ojos que pasman

Duerma Elenita

Que el mundo es un cajón deshabitado Que el ciempiés tiene cien patas

Que los caballos se han ido tritones

A galopar por el espacio

Durme, y durme, niña del alma

Yo te arrullo y te canto una nana

Cuando mi niña crezca la llevaré a la feria

La compraré un pony y una guitarra

Cabalgarás sobre la trompa de un cínife

Y dirás hala, caballito, hala

 

 

Me espera la niebla

Los periódicos

Y la botella de leche

Pasteurizada

Que deja el lechero

Viajando en un coche eléctrico

En el zaguán de la portada

Es la belleza de la aurora inglesa

Paisajes llanos con alma

En San Juan de Beverley repican las campanas

Ora a clamor, ora a la misa del alba

Que dice deprisa un cura anglicano

Con su voz cavernosa se come

Muchas palabras

No hay cosa más grande que poseer una bicicleta

Y pedalear sobre la marcha

Camino del trabajo `por la senda del briddle path

Allá la buena de Mrs. Peak prefecta de estudios me aguarda

El mes de octubre es claro

Como el ojo de una avutarda

Las nubes traen mensajes invernizos

De lluvias intempestivas

Cuádrate, chaval, ponte la bufanda

Y el jersey que te tejió la Suzi con sus dedos de hada

Galopan los castillos de piedra blanca hacia las montañas

No pararé hasta llegar a mi casa

 

El proyecto de lenguas de la Universidad de York para el cual yo trabajaba en aquella casona de estilo georgiano cercana a la puerta de Micklegate  pasado el río Ouse cerró sus puertas. Eran los tiempos en los cuales Inglaterra abría las puertas al mundo y el gobierno Laborista acariciaba un plan para enseñar diferentes idiomas (francés, alemán, italiano, español y ruso) en los institutos de segunda enseñanza: Comprehensive Schools y Public Schools.

Lo pasé mal pues la carta de despido llegó el 21 de mayo de 1970 al día siguiente del nacimiento de Helen. Gracias a Dios el jefe del Departamento Mr. Rowlands tuvo la bondad de hablar con las autoridades educativas del condado del Yorkshire, reconocieron mi título universitario para enseñar en un colegio de secundaria en Doncaster, localidad cercana a Wilberfoss. Nos dieron una casa estatal (council house) protegida de renta baja, cerramos la de Wilberfoss un bungalow que me llevaba parte del salario. Para ahorrar dinero yo solía acudir al trabajo en autostop. Tuve muchas aventuras que no quiero explicar aquí pero que me facultaron a conocer la idiosincrasia de los ingleses del Norte. Buena gente. Hasta asimilé su acento y los amigos me decían si era irlandés pues se me notaba la vocalización "brogue" que arrastra las erres, otros que si era judío pues mi locución era algo nasal como la de los hebreos. Yo estaba decidido a quedarme a vivir en Inglaterra para siempre y llegué a dominar el inglés casi como los propios nativos. Seguía picándome el gusanillo del periodismo.

Envié varios artículos a The Guardian que fueron rechazados e incluso escribí aplicaciones para colocarme en la BBC en el Departamento de español. Hice una buena entrevista y yo creía haber ganado el puesto pero también suspendí. Por lo visto era jefe de aquella sección un catalán que se llamaba Rafael Sala ferviente catalanista y él debió de olerme los zancajos franquistas con los que he ido siempre por el mundo, con la frente muy alta. Levantamos la casa los pocos enseres que teníamos y Suzanne que había sido feliz en Wilberfoss en aquel chalet al lado de la autopista casi debajo de unos cables de alta tensión. La llanura de Pocklington y su campiña se veían desde la casa, pero la Suzi encontró difícil acomodarse a Doncaster ciudad obrera ella que venía de una aristocrática familia londinense. La coucil house tenía un jardín trasero delante de un campo de fútbol. De dos pisos arriba la cocina el lounge y dos dormitorios un servicio con baño. El barrio un suburbio de Doncaster se llamaba Edenthorpe que viene a ser algo así como el collado del Edén. A mí me gustaba aquella gente. Todos me ayudaron pero yo tenía dificultades de comunicación. Les enseñaba a los niños canciones y villancicos pero un día alzó su dedo índice en alto se levantó uno el más pequeñito de la clase hijo de minero que se llamaba Pailing y me dijo:

Why do I want to learn Spanish, Sir, if I go to be all my life in the pit? (para qué demonios quiero saber yo español, señor, si me voy a pasar la vida abajo en la galería de la mina)

Aquella pregunta del intrépido y avispado Pailing me descorazonó acabando con mi decisión de ser un benigno teacher en cualquier escuela del Reino Unido. Eran los tiempos de las "packet holidays" y muchos de los padres de mis alumnos habían pasado temporadas vacacionales en la Costa Brava, Mallorca y Benidorm, coincidiendo con el boom turístico. Otrosí, Suzanne empezó a sentirme los síntomas de una enfermedad grave que la llevaría a la mesa de operaciones en poco tiempo: picores, pérdida de pelo, ojos saltones, pescuezo inflamado, el cuerpo hinchado. Había llegado la enfermedad. Era un cáncer de tiroides. Dios mío. Un día al llegar de dar mis clases la encontré llorando en el sofá y me dijo algo que me destrozó interiormente:

You brought me bad luck. Tú me trajiste la negra.

Yo era el culpable de aquella enfermedad. Habíamos pasado un drama antes de casarnos. La boda por la iglesia había sido suspendida y se hizo en el jugado de Hounslow. !Pobre Mr. Hugh qué bueno y qué paciente fue conmigo! Tuvo que aplazar la ceremonia,, los gastos del banquete, todo. Su madre Mary Joseph sufrió muchísimo. La razón de aquella desacertada decisión por mi parte la tuvo mi madre que se opuso como una loca. "Tú te vas a casar con una puta inglesa". Pobre Mr. Hugh, un caballero, un santo varón. Ahora, pasados más de cincuenta años, perdono a la que me dio el ser y pido perdón a mi suegro el pero a mí mismo no me perdono. He de confesar con versos de León Felipe "suplicaré perdón a mucha gente pero soy incapaz. Todos aquellos que me podrían perdonar están muertos". Recojo del calepino lo que escribía yo en mi dietario personal promesas deslavazadas, un grito en la oscuridad que me llena de remordimientos:

 

Recapacitando, al mirar atrás, a la hora de poner en la balanza los hechos buenos y los malos, los triunfos y los fracasos, en medio de la efervescencia de aquellos amores─ yo era un ingenuo joven recién casado que desconocía las reglas inexorables del juego pues creía que todo el mundo era bueno en la Inglaterra de mis sueños a tenor con el título de una novela de Graham Green "England made me". Aprendí dos palabras casi inexistentes en el vocabulario español: "compassion" y "coziness". (Piedad hacia los otros y vida confortable)

Confío que cuando llegue la hora de comparecer ante el arcángel Psicagogo  el que pesa las almas poniéndolas en la romana del día del Juicio. Según el resultado del pesaje y lo que marque el fiel de la "statera" se inclinándose  del derecho (rebaño de los corderos; izquierdo en el  tropel de los cabritos), les llevará al infierno o al cielo. Que me conceda el pase de pernocta al Paraíso por toda la eternidad. La compasión es una prerrogativa del cristianismo anglicano que consiste  en ponerse en los zapatos del otro para comprender las razones que lo llevaron a un determinado modo de proceder. Es lo contrario que el avieso y envidioso del temperamento inquisitorial español. La "british compassion" resulta del desencanto de sus guerras de religión medievales: la guerra de los cien años, la de las dos Rosas, la revolución social que supuso el puritanismo de Cromwell y la Reforma. Un paso más y nos encontramos con el parlamentarismo. Por cuya causa la democracia funcionó siempre en el país y ha sido siempre un desastre en España. El concepto "coziness" intraducible al castellano tiene que ver con el confort, el aislamiento. Los ingleses llevan una vida de hogar, se embrocan en su hogar my home is my castle. Basta un pequeño jardín and a little plot of land cerca de la tierra para cuidar sus rododendros. No les gusta la vivienda en vertical, aborrecen los pisos, sólo en Londres viven en flats y esos penthouses que denominan los norteamericanos condominios. El sentido de la independencia y la privacidad es para ellos un mandamiento sagrado.

 Puerta por puerta  de nuestro bungalow vivía un matrimonio de jubilados. El marido Mr. Blackburn había trabajado toda su vida en una mina de los Midlands y al alcanzar el retiro se habían retirado a vivir a la casita de campo invirtiendo en la vivienda todos los ahorros de una vida. Yo por mi pelo largo mi aspecto bohemio mi abrigo de la Navy comprado en las rebajas y mi bufanda de estudiante de la universidad de Hull debía de levantar alguna sospecha de contestatario y además extranjero. Yo lo notaba al pasar cuando iba y venía en auto stop enfrente de la casa de los Blackburns donde día una señora austriaca muy católica pero muy alcahueta y murmuradora  debía de ser algo nazi. Sin embargo, con los Blackburn no tuve ningún problema. Les daba los buenos días o las buenas tardes. Y ellos me los devolvían con una sonrisa.

─Good morning Mr. Blackburn

─Good morning, Mr Parra

─Nice day isnt it?

─O yes

Yo le sentía salir al jardín a fumar un cigarro para pasar inadvertido con su mujer que se ponía de uñas cuando lo sentía toser. El antiguo minero padecía de silicosis y el doctor le había prohibido el tabaco. Ellos eran conscientes de que nuestro matrimonio había sido un matrimonio a cañonazos (shotgun marriage) lo cual no era bien visto en aquella aldea del Yorkshire de ideas tan conservadoras. Sin embargo, cuando Suzanne le faltaba a una barra de pan o un ajo Mrs. Blackburn la socorría con generosidad. En casa no sabían que yo me había casado. Pensaban que había ido a Inglaterra en viaje de estudios para `prepararme a las oposiciones en España. No teníamos teléfono, la tele alquilada, sólo una aparato de radio que le había regalado su abuela a Suzanne. El día del nacimiento de mi hija Helen me vieron muy emocionado. Yo lloraba de tristeza porque había contraído matrimonio sin la autorización de mi madre que era la que llevaba la voz cantante y de alegría pues para mí aquella tarde había sido la más feliz de mi vida. Mr. Blackburn me ofreció a Mary Heagerty y a mi entrar en su casa. Me ofrecieron una taza de té y le pedí a mi vecino si podía telefonear a Madrid para anunciar a mis padres que eran abuelo.

─Sure, Tony. Why not

La llamada costó diez libras y el pobre Mr. Blackburn no me las cobró. He was a good neighbour. El hombre de la parábola del buen samaritano.

 

 

Carrión

El zancarrón de Mahoma

Pájaros vienen de mal agüero

Yo me disperso

Dios  ¿por qué escribiste

Nuestros nombres en el cielo?

Las letras estaban del revés

Y nos dispersó el destino

Juegan a la guija mis pensamientos

Tres en raya

Yo me quedo

Tú te llevas el mal fario

De la augusta diosa

Del calor nace la hierba

Abriéndonos estábamos a un horizonte de colores

Pero no era el mundo como tú y yo  lo soñábamos

Valió la pena la aventura

No mires cómo vuelan

Los buitres de tus pensamientos

Carrión

Doblón

Tres esquinitas

Tiene mi cama

Cuatro angelitos

Que me la guardan

El viento mueve las cañas

Una perra chica

Te daré por un beso.

Un cínife vagabundo

Pasó moviendo sus élitros

Carrión

Plastrón

El zancarrón del burro muerto

Parra, parrilla, te pegó tu madre con la zapatilla

Las ideas vuelan por tu cabeza disparatadas

Cuando se conduce

Siempre hay que pensar en algo

Yo me quedo

Heagerty y Heeney

Amarga cerveza negra

Que bebí de mozo

Una barrica y un tonel.

Acabó la espicha

E hicimos cacharritos.

Apellidos trotamundos

Arribando a la verde Erín

Flores que se lleva el viento

Tú estabas subida al olivo

Escalé la cucaña

Y gané el quiñón

De tu sonrisa en la orla de tus labios

¡Qué tiempos!

Atardece

El sol envía

Rayos de ausencia

Quiñón, carrión

Cantón

De sopetón

Bajaron las ninfas

A bañarse desnudas

A las aguas pandas del río Ivel

Cambridge con todo su poder, a mano izquierda

Cuando conducíamos hacia el norte

Mi mini Cooper se sabía el camino

De aquel soñado Hornchurch

Un pís, una taza de té en el apeadero

Y nuestra niña dormía en tu regazo

Millas y millas, rubia y pecosilla.

Leguas y leguas

Varas y veredas

Yardas, millas y verstas

Kilómetros y kilómetros

Anochecido,  llegábamos a los jardines de Doncaster

 Una casa, un hogar, una taza de té

Y yo me sentía centauro sobre aquel caballo de hierro

Písale bien.

¡A fondo el pedal  del motor alado!

A modo de Quirón cabalgaba sobre el mundo.

La Old Merry England un lecho de flores a nuestros pies

Empuñando el volante como las riendas de una cuadriga.

 

 

 

Doncaster carbón y plomo

Los castilletes de la mina

Besados por la lluvia

Buena gente obrera

Señor, danos tiempo y gracia

Mientras esperamos

Las particiones del Amor

Esa herencia que dicen que nos legas

Ando por las calles de una ciudad desconocida

Que me acoge

Soy un refugiado

Acaso un judío errante

Portando en mis adentros

Las contradicciones y reparos

De un monólogo interior

Me paro a pensar mientras voy

Por Doncaster ligero de equipaje

Una hija nos ha nacido y mi mujer está enferma

Hay niños en el corro

Que esperan la redención del viento

El dulce soplo de los sueños

Jugando en los suburbios

¿Mañana qué serán?

Quien les dará pan

Quien les dará amor

Barrios de emigrantes

Suburbios de esta vieja ciudad romana

Cerca de la estación

El pitido de los trenes me despierta en la noche

Vuelan los fantasmas a través de mi imaginación

Prorrumpen en carcajadas

Tienen rostros tiznados de carbón

Beben cerveza en Friday Night

Y llevan sobre las espaldas el peso del mundo

Son la fuerza motriz que mueve el movimiento

 

En Doncaster a 21 de julio de 1970

 

 

A los que se llaman como yo

Mi nombre es vulgar

Frondosa parra sin uvas

Miles de hombres que se llaman como

No los conozco

Estoy en el exilio

Alma herida de fracasos

Bebo en la fuente del silencio

Aguas turbias

Vivo donde río lloro muero y paso

No le importo a nadie

Pero nuestra esencia es universal

Todos reverberamos en la luz de un espejo

Universal

Yo solo soy piedra matorral y monte

Me llamo Parra y me gusta el vino

Vengo de la cepa del Rey David

Desgrano los dieces de un rosario de versos soñados

Que nadie escuchará

Vayamos con la música a otra parte

La barca navega sin rumbo

¿En qué bajío encallará?

 

 

Llegadas las navidades, Helen, me entran el morbo, lleno de pujos melancólicos de Dickens.  Se me aparecen Scrooge y Mr.Ebenester y su cuadrilla de desharrapados walking the London streets and saying: "Humbug". Todos son tonterías. La vida pasa y el cielo no se apiada de nuestros dolores y nuestras súplicas. Debe de ser la nostalgia del Xmas pudding y aquellas nochebuenas junto a tu madre en la casa de los abuelos en Hornchurch que no volverán. Hacia ellos llenas de compunción y arrepentimiento mis plegarias vayan, y les pido perdón por el mal causado por mi inconciencia e incompetencia como padre y como marido. I wasn´t suitable to make you and mum happy. Sin embargo el barrenillo o gusanillo de la conciencia siempre vuelve por estas fechas cuando las calles se iluminan y a la puerta de los grandes almacenes pascueros vestidos de rojo y barba blanca ho ho ho aparecen a las puertas del Corte Inglés y los supermercados; yo me pregunto que qué tendrá que ver el nacimiento del Salvador con el consumo y la venalidad de nuestra sociedad deseando gastar y comprar. Así es. Afloran las olas de los recuerdos. Para conjurar ese dolor suelo entregarme a las debacles báquicas. Pues dicen los entendidos que el líquido elemento mata las penas. Vinum bonum laetificat hominum (El Eclesiastés) no sé si será cierta esa admonición bíblica que suele aplacar los escrúpulos de los borrachos. Aquí estoy fumando mi pipa como hace tantos años. Mi cachimba es una compañera de trabajo y acudo a su ayuda para que ilumine las fuentes de mi inspiración, asaz secas en verdad, pero mi chiscón, búnker, chabola biblioteca o fumadero tanto como oratorio asimismo me proporciona distanciamiento del mundo y en esta reclusión vivo, añorante del amor perdido.  Soy pájaro de un solo nido, tuve en la vida un único amor tu madre la dulce Suzi de los ojos bellos y un sentido del humor londinense. Verdad es que conocí a otras mujeres y estoy casado con una que me dio cuatro hermosos hijos (no sé si habrán salido de mi fabrica pero al menos yo pagué el bautizo) y a veces recapacito y una voz me dice interiormente "eres un afortunado tío, fuiste amado por la mujer más bella de las Islas Británicas y lo echaste todo a perder". Pues sí. Hay un refrán en español que lo certifica: "De lo que te di con putas y gañanes yo lo perdí". Ah la Navidad ¡qué solsticio más triste! Son los idus de diciembre cuando los romanos encendían faroles por todo el imperio para invocar a Saturno, el dios de la oscuridad para que aplacase sus iras y permitiera el regreso de la claridad allá por la Epifanía el seis de Enero. Mientras en mi bunker yo inhalo el humo de mi pipa a mis 77 años. Me convertí a la pipa, dejé los cigarrillos viendo fumar a Harold Wilson, aquel primer ministro del año que tú naciste. De ninguna manera justifico este maldito vicio de la hoja del tabaco pero me ayuda a sentir compasión de mí mismo, a soportar con entereza las contrariedades del destino y tal vez a soñar en un mundo feliz. En verdad no fui feliz, más bien un escritor fracasado, romántico empecinado en acariciar el cielo con las manos. Cuando lo intentaba una nube se interponía en el camino y yo caía en el abismo. Otrosí, tuve mucha suerte pues como decía tu madre "you always land on your feet". Llegué a alcanzar las cotas más altas de periodismo con mis dos corresponsalías para ponerles los dientes largos a mis enemigos. Que los den con un canto en los dientes. Fumar o no fumar that is the question. El tabaco se ha convertido en el terror del milenario. Abstemios o fumadores todos la palmamos. Obsesionados con dar de lado a tal flagelo se creen los muy ilusos que es la entrada de las puertas de la inmortalidad. No saben que una cuarta más arriba o una cuarta más abajo aquí no va a quedar nadie para simiente. Ellos, en cambio, duro que te pego, no fumes que te mueres. Claro que me moriré cuando me llegue la hora. Han vuelto los inquisidores.

La Spanish Inquisición  llega de la mano de estos entusiastas de una vida sin humo. ¿Y la contaminación del óxido de carbono o los pesticidas? Siempre hay un enemigo a batir y las furias antitabaco sirven de tapadera para ocultar otros males como el humbug, el desamor, el egoísmo, la insolidaridad en que vivimos. Nos quieren quemar vivos a los fumadores. A mí me causan hilaridad tales desatinos. Ciertamente, mi padre murió de enfisema y tu abuela Mary Joseph Heagerty esto es Mrs. Hugh fue víctima del tabaquismo pero yo creo que murió de pena a causa del disgusto del fracaso matrimonial nuestro y tu abuelo Mr. Graham Hugh Dios lo tenga en su reino era un justo de Israel murió por causa del tabaco aunque este no fuera agente sino una enfermedad laboral trabajaba en la city en una empresa de importación de maderas finlandesa y el serrín que despiden los troncos al ser cortados desencadenó el mal en sus pulmones. Cuando vivía en Reino Unido puedo asegurarte la marca de las hojas que fumaba. Empecé con Number 6 muy baratos o Benson and Hedges para los domingos y días de fiesta. A medida que fui ascendiendo en la escala social tiraba de Woodbines y cuando supe que era lo que fumaban los mineros empecé a tirar de Navy Players un especifico egipcio, los paquetes venían envueltos en papel de plata y los cigarrillos eran ovalados aspirándolo me colocaba y su humo me dolía la cabeza. En Londres los puritos panatelas me ayudaban a terminar de escribir la crónica que yo mandaba desde el télex en mi casa de 41 Roland Gardens el piso bajo (siempre he trabajado en un alguarín con luz eléctrica pues la cenital no me inspira) y ahora mi marca preferida para la cachimba es Brookfield que apenas se encuentran pero ayer fui al Corte Inglés y allí tenían. Creo que el tabaco ha sido el consuelo de mi vida. Fue mi salvación en los momentos difíciles. Espero que no sea mi perdición. Mamá también fumaba. Espero que lo haya dejado. Te escribo, querida hija, a humo de pajas sin saber si esta carta será leída pero seguramente será del gusto de ese robot de Google que controla mi quehacer desde los Estados Unidos; ayer casi diez mil visitas. He tratado de buscarte toda mi vida hasta entré en los chats porno para ver si alguna de esas pájaras se parecía a ti. Qué horror mi hija convertida en una de esa lagartas que enseñan el culo y el ojete por la red a cambio de un dólar. No tú no podías ser una de esas. Tú has debido de ser igual que tu madre, una rosa inglesa, alegre y fragante, llena de vida y de buen humor. Te deseo que pases una feliz Nochebuena en compañía de la gente que te quiere. Yo también te quiero pero estoy muy lejos. Daría años de mi vida para que el implacable reloj de la vida diera marcha atrás y no haber abandonado Inglaterra. Tú tendrías un padre que ahora anda perdido pero en mi corazón estás presente todos los días. Mis oraciones la elevo al Altísimo para que te proteja en las horas altas y bajas de tu existencia. Estoy ahorrando para que cuando me muera seas heredera universal de todos mis bienes más de seis mil libros y papeles, la mitad de esta casa y de la otra que tenemos en el campo. Sería una forma de hacer justicia al gran agravio. Sé feliz querida Helen, cuida de tu madre y no pienses que estás sola en la vida. Evita las depresiones y ven a España. Tu padre te recibirá con los brazos abiertos aunque tal medida me cueste el divorcio. Vivo con una señora a la que no amo. Es una extraña para mí. Pero bueno. Cosas de la vida.

 

 

                

Hoy san Andrés y recurro como Amiel, agostado el filón de la inspiración, al mundo lineal y cuadriculado de esos diarios que uno se propone acometer sin que se materialicen los buenos propósitos. Un año y diez días han transcurrido desde que abrí este archivo. En verdad, no creo que lo conseguiría pero he dejado de fumar y de beber, a resultas de una crisis en la que no hago más que pensar en la muerte y en la que se me demuestra lo baldío de mi existencia. No se puede decir que haya tenido mucha suerte con la literatura siendo yo por otro lado un decoroso factor del cultivo de las eminencias literarias pero los tiros iban por un lado y los estampidos por otro y así no hay manera. He adoptado también otra resolución la de adelgazar, que no es manca a efectos de mi bulimia pero quisiera darle al psiquiatra con una canto en los dientes. MJ dice que cada vez ando más inclinado, que me va a comprar unos tirantes para sujetar esa espalda ladeada a los efectos de una cifosis severa, las radiografías lo muestran, que comenzará como tantas y tantas cosas en la infancia o en la adolescencia. Es cierto cada vez me parece que estoy más vencido. “El Cero y el infinito” en versión de Eugenia Serrano Balnayá (tomé copas con ella en el Gijón) todos tenemos un poco de Rucbachof. Todos estamos condenados a muerte. He aquí el poder profético o mesiánico del hecho literario. Rubachof pudiera ser también Gorbachof. Los creadores de la invención ellos se lo guisan y ellos se lo comen.  Muchos textos, es maravilla, al cabo de los años, tomaron aires de presagios cumplidos. Dinamitaron el comunismo desde dentro y ahora nos encontramos en el Efecto Falena que no es otro que el de la mariposa. En la conferencia de Reikiavik un rabino sonreía a los pies del volcán mostrando la Torá envuelta en faldellín. Sonrisa mefistofélica del que ha ganado la partida. Cuando vieron que ya había cumplido su misión en Rusia cambiaron de senda. Hubieron de pasar por cerca de cincuenta millones de cadáveres. El comunismo tuvo que ver con la Apocalipsis a consecuencia con las guerras que desencadenara pero en esa misma dirección de una forma más deletérea e intensa fue la revolución acontecida en 1989. Un producto del agit prop universal. Como todas las revoluciones tendrá su efecto estrambote.  Tendrá que haber muertos. Hoy san Andrés la nieve en los pies. Justo a un año vista de que me salvase por los pelos. Mala cosa el beber. La dictadura libertaria que estamos viviendo es también una mascarada. Ay de los vencidos. Pobres de aquellos a los que la historia hunde en el polvo. Me sigo acomodando a vivir en una campana de silencio. La muerte de Rubachof está descrita de una manera genial. Al cabo de los interrogatorios sólo deseaba una cosa dormir y soñar en la Arlova. La muerte no es más que dormir. Es el letrero que impera en el cementerio de Paris donde están enterrado Robespierre y sus cofrades. Quizás sea como entrar en una especie de sentido oceánico, unidos todos a la totalidad del ser divino. Hoy sábado conduje hasta Majadahonda, compré unas pastillas. Hacía viento pero se estaba bien al solillo

 

La soledad es un pájaro de fuego que crece mar adentro.  Podría sentar sus reales en el centro asturiano, por ejemplo, que está en la calle Farmacia por donde sacaban a los presos de la cárcel de san Antón. Desolación pero ya pusieron las iluminaciones en las calles madrileñas. De regreso al conducir vuelvo a sentir vértigos. También puede que la batalla con la báscula la tenga que dar por perdida ¿A qué escribir si no tengo nadie que me lea? Santos dice que le gusta lo que escribo en un estilo medianamente pasable. Toco los temas que nadie se atreve. Tendría que salir a dar mi paseo diario pero me disuade el viento favonio que pega con fuerzas. Ahora mis noches son mejores, las duermo de un tirón aunque tenga que alzarme a mear varias veces. Jesús omnipotente, ten piedad de este pobre pecador que ha hecho resolución de no fumar y de no beber pero que está anquilosado en un taedium vitae como nunca en su vida. Cansancio y agotamiento. Veo pocas perspectivas como no sea el ir tirando. Mi mujer dice que me siento todas las mañanas en el sofá a aguardar a la pelona. Nos pide el ayuntamiento de Oviedo las tasas atrasadas por el Renault y suman casi quinientos euros. Tienen que sacar de las gabelas para financiar los costosos premios Príncipe de Asturias. No hay que abrir al cartero que ya no es de antemano heraldo de las buenas noticias sino un vulgar recaudador de las contribuciones más impensadas. El estado de las autonomías cobra por todo. Hasta por respirar. Tienes que escribir al desgaire, escribir sea acaso un acto venial para el cual no se exige tanta preparación como acostumbras. ¿Seguirá adelante el diario? No hagas jotter. Bátete el cuero con la sabana en blanco del ordenador sin preparación en sucio, ni trabajos a máquina. Tienes que perderles el respeto a las Nueve Musas. No es lo mismo decirlo que hacerlo. Hombre ya. Y si no emborronas a qué te podrías dedicar, yo me pregunto. Has de resignarte a vivir contra las cuerdas y a llevar una existencia anodina, no eres más que un prejubilado

Aquí estoy recién evadido de Asturias, con un vacío interior y con una depresión que alberga el pecho como un runrún. Libo la flor de lo inane. En estos tiempos en que la vileza se prodiga vivir acogotados no es vivir.  Se acentúa la vacuidad retórica. Me refugio en la ergoterapia pero soy incapaz de catalogar todos mis libros. Me digo y esto para qué quien me los va a comprar, puesto que acudí al último remedio que es el de vender libros por Internet. Si otros lo hacen ¿por qué no lo puedo hacer yo? Me pierdo en los floreos del canto de la epístola y enero ocho buen día para matar el gocho. Ando muy machucho o entrado en días. Padezco las dolamas, alifafes y achaques de la incipiente vejez. Tiempo de pundits y tertulianos que se regodean en el deshoje de la margarita con respecto a la viniente guerra en Iraq. Vivimos en una sociedad en la cual la pobreza, la decrepitud y la vejez son pecados capitales. Se estrecha el círculo de la vacuidad y la bestia saca pecho. Parece que le campanea el busto. Prosigue mi ergofobia. No sé cuál puede ser el registro de esta palabra; tal vez ergotismo.  Registrase un miedo al tajo y lo demás

 

Cantó la curuxia anteanoche en la ramada del roble del camino por tres veces. La aldea estaba en silencio. Asturias del alma. Había subido a abrir la casona y al regresar escuché su llamada. La lechuza es el ave que llora. Colgados de la viga del techo estaban los calderos donde faenaba la abuela. "Cien años ha que nací y nunca tantas potas y cacharros vi". Alentaba aun la ceniza de los viejos pucheros. El almirez, las sartenes, las trébedes y los morillos alineados por la mano experta de la pobre güela que murió hace medio siglo. No había mejor cocedero en todo el concejo pero al volver el canto de la curuxia ahora en la sebe seguía sonando lúgubre y persistente.

Según la vieja creencia cuanto la lechuza gime sus tristezas sobre la rama que nunca verás pero sí que sentirás, es señal de que va a haber un difunto. Cerré puertas y ventanas, eché el alamud del portillo. No había luna. Un perro ladraba en la braña puede que fuera un lobo. La comadreja, el raposo y el gocho salvaje eran los mi habituales visitantes nocturnos pero esos no me asustaban. Entonces recordé las noches de filandón de mi infancia; los cuentos y consejas de las brujas de Puente Perín, lunes y martes miércoles tres jueves y viernes sábado seis y domingo siete quitarle la chepa a ese. Me colocaron bien la joroba de la literatura. Llaman a la puerta madre. Hijo, déjalas que ellas solas se irán. ¿Ah sí?

El padre Astete señala en su catecismo como pecado menos grave creer en agüeros y cosas supersticiosas pero brujas haberlas haylas. Las brujas volando en el cielo nocturno me horrorizan pero en los bosques del Rellayo en la calella que rodea el manto de Santana me pareció haber visto hace unos años sentada a la vera de un rio junto a la peñona a una xana peinando sus cabellos de oro. Era rubia y muy hermosa.

 Tal vez fuese mi imaginación pero percibo▬ es un don que el Todopoderoso da gratis a los artistas y poetas ultra sensibles y, cuando me encuentro a una persona, veo los contornos del aura que todos llevamos▬. ¡Cuidado cigua! Suenan las señales de alarma y  me pongo en guardia. Me fascinan las historias del nuberu  y del culiebre. Los asturianos somos pueblo de brumas. Tememos a la guestia que anda por los ribazos, en procesión de calaveras con hachones encendidos, cantando tremendas. Es una herencia pagana de nuestros ancestros latinos que llamaban, dicen los que de esto entienden, a los gnomos del bosque nephelibata.

La estantigua pasa, canta la curuxia y las animas bajan la cuesta de Artedo por el Revellín cruzan hasta el Ribete y se sumergen en las olas de la playa con sus blandones incandescentes. Van cantando " Hijos, caminad de día, que la noche es mía".

Conviene recogerse y no mirar para los trasgos porque si un difunto que marcha en la fila de la estantigua, vestido de fraile, ocultando su cara de calavera, en la capucha, te mira a los ojos,  a los tres días mueres.

Dicen los gallegos que las meigas van y vienen con la luna llena y cantan por las aldeas vacías como ésta en la que vivo el miserere o el oficio de difuntos. Se recomiendan a los que vayan de noche por los caminos que lleven consigo un relicario que les sirva de defensa. Una imagen de Cristo o de la Virgen para disuadir al diablo, el mejor detente-bala. Hay que decir cuando se las siente este ensalmo: "fillo do demo, cata la cruz". Y se van pero hay algunas que son más contumaces y no hay sortilegio que valga para ellos. Son las almas de los endemoniados.

En abono de todo lo dicho, yo podría contar muchas anécdotas pero el material daría para un libro. Bástenos saber que la cigua es cosa cierta. La cigua es una palabra bable que los españoles importamos de Cuba. Es  la cigua prima hermana del vudú e hija de la magia negra. Única solución el agua bendita y rezar todas las noches el trisagio de San Miguel Arcángel. Ese las espanta.

La superstición es parte de la vida misma. Viví cinco años en Londres en el barrio de South Kensigton. En el edificio había el fantasma de un templario irlandés el conde Kelly que murió en las cruzadas. Este hecho paranormal los vecinos lo asumían como algo normal y un amigo mío me contó que una noche se lo encontró sentado tranquilamente  en el sofá de la salita hojeando las paginas ensabanadas del Times.

¿Cómo no creerlo? Cuando alguien mienta la palabra cigua yo toco madera, pero Villeguillo se pone de los nervios cuando escucha en estas noches del invierno el canto de la curuxia. Le echó las cartas una saludadora y desde entonces dejó de asistir a las sesiones espiritistas donde se hace la guija.

No recomiendo las artes diabólicas pero brujas haberlas haylas. Tengo, por mi parte, yo más miedo a los vivos que a los muertos.  Y por estos pagos rondan ahora bandas de ladrones del Este.

A diferencia de Villeguillo me encanta el grito de la curuxia. Antes de asustarme, me arrulla y me duermo con el 38 que me compré en un viaje a Texas debajo de la almohada por si los bandidos que asaltan las casas de los viejos, se les ocurre pisar mi umbral, los dejo secos. Es una mala costumbre que copié de los norteamericanos. Allí el allanamiento de morada se paga con la muerte y hay todo un armero en cada casa por modesta que sea. Los temo, ya digo, a ellos más que a los fantasmas pero brujas haberlas haylas.

 

Sigue el miedo al vacío. Llevo sin encender el ordenador más de dos semanas. Una aflicción interna, el dolor de costado y la desaliento de saber que todo cuanto haga será inane me aleja de la tarea que ha sido razón y norma de mi vida, pero fue una noche buena bien pasada con mi madre, mis hijos, mi mujer mi hermano Fernando y Fuencisla. Mi madre la salió un grano en una pierna y creo que era un cáncer, la han tenido que hacer un injerto, fíjate un granín cuando sale con mala leche. Temo a la nada, al vacío. Los cadáveres se mojan más en los cementerios en estas noches de lluvia y ese solo pensamiento me hace acorrucar junto a la almohada en espera de que la muerte me sea esquiva. No soy lo que se dice un valiente a tal respecto. El papa de Roma no es más que un ansia consolidada de poder. Sigue impartiendo bendiciones desde su carretón y sonriendo con una sonrisa enigmática cuando se le aclama. Estoy confuso, apenas puedo poner en solfa mis pensamientos pero al menos he podido vencer una resistencia inaudita que dura ya demasiado tiempo. Y ahora me voy a comer. Anduve esta mañana las dos praderas y  ya me roe un poco el gusanillo. Es angustia vital lo que siento. Nada más. Tú no te rindas.

 

              LIBRO SÉPTIMO

                        1966

4 abril Lunes Santo:

Hoy Se Fue María. Al hora que redacto María Prudhome la gran revelación de esta primavera estará paseando por las calles de la ciudad del Dante. Cuando huelo mis manos aun aspiro el perfume que ella me dejó de las suyas. Me acariciaron como nadie en el mundo aun me acarició. Tu partiras demain et tout sera oublié”... alors on verra... je te aime je t´adore antonino  mais tu vais c est pas `possible... je voudrais t´en donner tout, mais cést pa possioble je l´ai promis a mon Dieu.... quie tu es jolie muy darling, havent met another like you. You are the first and the last On Friday evening we were dancing trembling of happiness and desire. I respected her. We went for a walk at Retiro park. The sunset glared on her eyes.

Al abandonarla en su hotel vagué por las calles madrileñas. Estaba confuso. Era la primera vez que yo besaba a una mujer. Me levanté y fui a misa para pedir por ella. Este Domingo de Ramos  fue inolvidable. Nunca la volvería yo a ver a este dulce profesora canadiense.

 

13 de abril miércoles de pascua.

 Bajé unos días a Fuentesoto. Me hinché a comer rosquillas de palo, que es una tradición de pascua, pero me dicen que los lugareños abandonan el campo cierran las casas abandonan el arado y la reja y se vuelven a la capital. A mí me tira esa tierra. La torre de san Gregorio que divisaba en lo alto al levantarme de la cama a través del ventanuco de la portada es un lugar mágico. Antigua iglesia construido hace ocho siglos. Creo que el abandono de la tierra traerá consecuencias y ya nada volverá a ser lo mismo aunque no lo dudo la gente quiere progresar y echarse coche. En preparación del examen final en la Escuela de periodismo estuve trabajando toda la tarde en la hemeroteca municipal. A las siete regresé a la casa de Álvaro de Bazán a ver el partido de fútbol que transmitía TVE.  La final de la Copa del Mundo. Inglaterra se impuso a Alemania por 3-2. Fue un momento histórico. El estadio de Wembley vibraba de emoción patriótica. Nobby Stiles sin dentadura alzaba la gran copa y bailaba en la cancha. Impresionante el gol fantasma de Hurst y los tiros a puerta de Bobby Charlton. Las paradas de Banks. Hoy me siento muy inglés. Tuve el sentir de que alguien me llamaba a Inglaterra. Tengo algo de caballero andante y tal vez yo forme parte de la hueste de Palmerín de Inglaterra que marchó con su ejército a conquistar Jerusalén. Sueño despierto alguna vez. El agua y el viento  de Fuentesoto ennegrecieron y purificaron mi piel. Vienes más moreno mi madre dijo. “madre, cargué las pilas y vengo con el espíritu en forma. En el pueblo se respira bien. En Madrid no. Amar a Castilla es una gran idea. Los dolores de barriga desaparecieron ya estoy curado o casi de esa operación de apendicitis que yo temía fuese un cáncer. La pasada navidad me operaron del apéndice en el Hospital del Generalísimo. Parece ser quedaron secuelas o adherencias según el lenguaje quirúrgico. Poco antes de que me operaran murió en una de sus salas el general Muñoz Grandes. Los puertorriqueños  andan a palos con la policía federal tratando de defender su idioma castellano. Estos mestizos de Borinquen les dan una lección a los vascos y catalanes separatistas, que menuda la prepararon en  Barcelona cuando entró a tomar posesión de la archidiócesis de Barcelona Don Marcelo el primado de Toledo. Recibieron a palos al buen prelado que es de Valladolid. Los separatistas hablan de progreso pero yo me digo qué tipo de progresismo puede ser ese. Son unos maldecidos unos bujarrones. Creo que para salir en defensa faltan intelectuales pero aquí lo que tenemos es a don Bartolomé Mostaza.

Vietnam. Mil muertos en la operación Hawthorne. Una celada en un bosque de los vietcongs. Las cadenas radiales hablan de la próxima caída de Hanoi. Una foto trae el Arriba impresionante, capta corriendo a una niña ardiendo desnuda  por medio de una carretera para ponerse a salvo del gas mostaza. En otra imagen un oficial de los leales a Nhgyuen disparando en la sien  de un prisionero del Vietcong. Son dos fotos dignas del Pulitzer. El fango, los arrozales y los pozos de tirador donde los combatientes vietnamitas se emboscan constituyen una pesadilla para el poderoso ejército yanqui. “Es una guerra extraña y horrenda” declara Luis Ponce de León un uruguayo encuadrado en las tropas USA, de permiso en Montevideo. Todo apunta a que los EE.UU han perdido la guerra. Conflictos laborales en Amsterdam y en Helsinki Kosiguin el presidente ruso continua su visita a Finlandia. Se entrevista con Kekonnen primer mandatario finés.

17 junio 1966 viernes

A partir de esta fecha los nacionales de Honduras gozarán de pasaporte español, decisión que me gusta y trae hoy el BOE. El gobierno de Franco tiende los brazos a Hispanoamérica. Es fruto de las relaciones comerciales del ministro de Industria López Bravo. Ya digo es una decisión la mar de acertada. Nuestra patria tiene allá un compromiso ineluctable que hubo un tiempo que fue obviado. Ahora vuelve a surgir. America del Sur siempre me ha encandilado desde que escuché las lecciones magistrales de nuestro profesor canario  Mario Hernández  Barba. Se ofrecen coyunturas favorables para cuajar una vía de acercamiento con aquellos pueblos hermanos. Propone este profesor abrir nuevas cátedras de Historia de America. Sólo existe una en nuestro país, mientras en Rusia hay 47. Criticas a de Gaulle que en Moscú habla de una Europa desde Gibraltar a los Urales. Ello le desplace a los norteamericanos. El ayuntamiento de Cádiz está incómodo con el Correo Catalán porque publica un artículo en el que dice que los gaditanos son la cuna del señoritismo. En Cádiz ha surgido un grupo de presión que quiere constituirse en enlace entre los republicanos y monárquicos. Pemán es su adalid.

18 de junio 1966 sábado

Entre los jóvenes americanos a punto de graduarse en Harward únicamente un 12% piensa dedicarse a los negocios. Les trae al pairo el sistema capitalista, dando preferencia a los valores espirituales al ocio y la cultura y la paz no la guerra. ¿Decadencia del capitalismo? Aquí ciertamente proliferan los lectores a de Alan Grimsberg el poeta que dijo “America vete a hacer puñetas con la bomba atómica”. Es la generación hippy flores en el pelo y canciones, sentadas en California y en Chicago riots. Me gusta el disco y no dejo de ponerlo en la gramola “If you go to San Francisco” de MacKency, emblema de las marchas anti guerra de Vietnam. Las antorchas humanas siguen ardiendo en la ciudad de Hue. La primera víctima fue una muchacha: Djo Thi Yen Pi de 16 años que se quemó a lo bonzo en Nha Traurg en enero del pasado año. Las autoridades budistas designan a los que han de inmolarse de acuerdo con sus condiciones psíquicas y religiosas. Antes del sacrificio se les proporcionan anestésicos de hierbas naturales para mitigar el dolor del trance. No se sabe si van de grado a la hoguera o a la fuerza.

20 junio 1966 lunes

Qung principal monje budista entra hoy en su segunda semana de huelga de hambre para protestar contra el gobierno de Saigón y a favor de Ho Chih Ming. Fue internado en una clínica de Hue. Ciudad que ha sido tomada por los gubernamentales con un solo muerto en la lucha. El primero de julio próximo se hará cargo de la  presidencia de la Republica Dominicana Joaquín Balaguer, ex colaborador de Trujillo. Balaguer es un intelectual amigo de España y su cultura que ha publicado libros de versos. Estuvo en la embajada de Madrid y Paris. Habrá de enfrentarse al paro endémico y al analfabetismo cuando jure el cargo. En Argentina la situación sigue confusa. Hay ruido de sables en torno a la personalidad del general Onganía.

 8 de agosto 1966

Como me he vuelto un ser sin intimidad voy a decidir proseguir este memorial tratando de dar de lado a la gazmoñería y a las mariposas negras que revuelan en mi mente. No cobro en Radio Nacional soy compañero del árbitro Galende y un vasco. El pluriempleo la envidia la palabra vacía la puñalada por detrás trabajo con compañero de la Escuela de Periodismo que se llama José Luis Albeniz. Cuando acabe las practicas me marcharé a Inglaterra. Estoy harto de este país y de este Madrid lleno de hipocresía y pecados burgueses. Estoy harto de las mujeres de mi país. Dinero y agasajos a las del bello sexo, tiempo perdido. Noto que ellas se burlan de mí. Me toman el pelo. Hay que aprobar la reválida del periodismo.

11 de agosto 66

Voy a dormir a casa de Pérez Mateos porque hace unas noches tuve un ataque de los suyo. Ay, chato, chato estoy muy mal. Llamamos a la vecina, una señora de Riaza que es frutera y tiene dos hijas muy bonitas, pues creíamos que se moría. Salió la mayor Milagritos en camisón y  el enfermo al ver sus transparencias resucitó. Se le pasaron todos los males.

Fui al baile y conocí a una chica me dio el teléfono y quedamos. No sé si iré. La voluntad se va debilitando y viene el desengaño no sé de quién será la culpa del ambiente o el responsable seré yo con mis telarañas en la cabeza. Cada día todo se me hace más cuesta arriba. Quiero superar las depresiones que me dan de vez en cuando y me dejan baldados. He cogido el vicio de fumar. Una cajetilla de Celtas largos me dura una semana pero con el estudio y el trabajo en la radio va aumentando la dosis. Reconozco que el tabaco es malo pero me fortalece el espíritu y me ayuda a sobrellevar las largas horas de estudio. Estoy preparando los exámenes de reválida y validación. Muchas noches no me acuesto hasta las tres de la mañana. Soy ave nocturna como la lechuza que dicen que es el ave de la sabiduría.

12 de agosto de 1966

Hoy día de Santa Clara recibí mi bautismo de fuego en la radio. Entrevisté a Federico Martín Bahamontes en el programa Gaceta de los Deportes que se emite a las nueve de la noche. No salió del todo mal. Me escuchaban en casa y señalaron mis defectos. Se me notaba algo nervioso y titubeante pero Federico es todo un prócer. Aparte de un gran ciclista el mejor que ha dado España es una gran persona, muy simpático, me habló de Toledo y lo mucho que quiere a su mujer Fermina. Está derecho como un huso. Es todo músculo. Me recuerda a aquel santo extremeño, San Pedro de Alcántara, que tenía el aspecto de un manojo de sarmientos. El toledano es un místico del pedal. Rey de la montaña. La cosa no salió mal del todo pero a mí me gusta más la máquina de escribir que el micrófono. Desde que olí la tinta de las enfurecidas linotipias se adueñó de mí el duende de la imprenta. Llamo a Blanca Valle para preguntarle sobre nuestro viaje a Inglaterra. A ella también le han concedido una beca para enseñar castellano en calidad de profesor asistente. Quiero aprender inglés perfectamente antes de iniciarme en periodismo. Yo suelo tomar las cosas ab ovo desde el principio. Por eso tendré que renunciar a ser redactor deportivo en Radio Nacional de España. Estoy columpiándome en el tiovivo de la duda. Unas veces me parece maravilloso ese sueldo de seis mil pesetas aquí y marcharme a Inglaterra a pasar hambre. El Mateos con sus neuras me hace perder mucho tiempo.

Transmito un partido de beisbol, no tenía ni idea de este juego pero un cubano que trabaja en la radio me iba soplando las jugadas. Un buen consueta. Yo diría un buen samaritano. Creo que también salí airoso. Sustituimos Albeniz y yo a Juan Manuel Gozalo (le llaman Kubala) y a otro locutor granadino que es el segundo de Matías Prats. Estoy apabullado y me siento muy pequeño y neófito en estas lides al lado de tales divos de la radiodifusión. Tuve que ir a dormir en ca Pérez Mateos. Le da miedo. Estoy de él hasta los mismísimos. Espero que venga pronto de Soria su compañero de Piso el cura Abel Hernández quien ocupa la habitación contigua a la suya. Está Abel de vacaciones. Es un gran periodista aunque dicen que está en dudas si no cuelga la sotana.

26 de agosto

Un compañero de Filología que va a ir también a England como assistant teacher conocimos en el bar de Filosofía a dos australianas muy simpáticas. Estuvimos de mesones y yo quedé con una de Melbourne para vernos en Victoria Station. Descabellada idea. Lo pasamos bien a pesar del calor de Madrid. Está cayendo plomo derretido. Las noches las paso insomne por el ardor estival y la preocupación de viajar a un país que apenas conozco. Estuve en el 64 en un campo de trabajo recogiendo fresas, pasé hambre, no encontré trabajo y crucé de nuevo el Canal. En Paris pintó bien. Ahora no voy a la aventura. Tengo un contrato de trabajo en un colegio del Yorkshire. Nuevamente tomé el coche de linea que sale de la calle Alenza el Albarrán y me fui a Fuentesoto a pasar unos días con mis tíos. No me recibieron bien.

—¿Otra vez por aquí? Me dijo el tío Dionisio.

A la mañana siguiente tomé el coche de línea para Segovia. Estuve en ca mi tata la señora Antonia Sabaté que me crió de niño. Me invitó a comer. Hablaban catalán y a mí me gusta ese idioma- antes de regresar al foto en el tren estuve tomando unas cañas con mi primo Agustín al cual quiero como un hermano. Hace allí la mili y mi padre le ha enchufado en Mayorías. Hasta primeros de octubre no es la partida para la Rubia Albión. Dios qué nervios. Me he comprado alguna ropa pero mi ajuar es escaso mu made me compró en Sepu un impermeable tres cuartas Topo Gigio que ahora se lleva mucho. En la Radio siguen pidiéndome que me quede. El director de informativos un falangista insiste en que me darán un contrato fijo. Sigo deshojando la margarita.

8 de septiembre 1966

Los exámenes para convalidar el título de periodista serán el 21 de septiembre. Llegado el otoño, la luz es distinta pero nosotros no la vemos porque pasamos encerrados en casa de Mateos toda la noche cantando los temas el canario Pedro Fernau, Pedroche, Perreta y yo. A base de café cargado. Cuando nos da sed levantamos el botijo y para el hambre mi madre nos prepara bocatas de tortilla. Con ellos matamos el gusanillo. De vez en cuando un break para echar un pitillo. Son casi doscientos temas.

En casa mi madre ha acogido a una  pariente suya Amelia operada de un cáncer de mama. Hubo que habilitar un cuarto para ella, la están dando radioterapia. Nos visitaron la señora Henar y su marido el teniente Casado. Sus hijos José Luis y Merceditas son amigos de la infancia. El teniente Casado es de Pradeña. Ahora viven en la colonia militar de Campamento.

29 de septiembre

Una vez celebrados los exámenes de Revalida de Periodismo en la Escuela Oficial obtuve un aprobado con Notable. Don Pedro Gómez Aparicio que presidía el tribunal amablemente me entregó la papeleta y me dio una palmadita en la espalda. El espaldarazo. Sólo me dijo: “muy bien Parra, audaces fortuna iuvat” (citando a Virgilio de Mantua). Salí corriendo de la parte trasera del Edificio del Ministerio de Información y Turismo pegando brincos de felicidad. Aprobamos doce tíos ente un grupo de más de cien. Fue una sorpresa que yo, pesimista de natura, no me esperaba. Esto supone para mí uno de los grandes momentos de mi vida. He pasado una noche feliz. Lo celebramos con el cura Abel Hernández y Gabriel Plaza Molina. A Mateos lo catearon pero fue una coincidencia porque Gabriel Plaza que trabaja  ya como redactor en YA y un servidor entramos en la Escuela de la Iglesia de periodismo en la misma convocatoria. Juntos entramos y juntos salimos. Es un gran amigo mío. Muy inteligente. Sabe ruso y cuando pasa por casa mi padre le llama el “Pensao” por su manera de ser taciturna. Atribuyo este éxito a ni suerte pues me tocó un tema que me sabía al dedillo, a la benevolencia de Don Pedro Gómez Aparicio al cual hice un buen trabajo de investigación sobre el periodismo madrileño en el siglo XIX y a la intercesión de San Antonio Divino y Santo a quien mi madre puso velas en los Capuchinos de Cuatro Caminos. Me subió la moral y he pasado unos deliciosos días de fines de verano. El otoño madrileño es el mejor. Hay que abrir nuevas brechas y luchar. Ya soy periodista español por la gracia de Dios. En el otoño madrileño gabardinas Butragueño, reza el slogan. Pues eso.

 30 de septiembre 1966

Fui a Espasa Calpe a comprar libros y por la tarde invité a bailar a Milagritos. Le hablé de una novela que estoy escribiendo muy mala por cierto que se llama los Momentos y ella me soltó:

—Ser escritor es morirse de hambre.

Milagritos fue siempre una buena amiga a pesar de sus caídas poco amable. Como buena serrana siempre dice la verdad.

6 de octubre 1966

Emprendo el viaje con la idea fija de que estoy quemando las naves. La estación del Norte era un hervidero cuando el tren arrancó. Salí de mi tierra el día 2 por la noche cuando se celebraba el santo de Franco y llegué a Hull el día 4. Lo peor fue el ferry en el que cruzamos el Canal de la Mancha de Dieppe a New Haven. Me mareé y un marinero inglés me sostuvo para no caer por la borda. Eché la pota sobre una mar arbolada. En Londres no me ocurrió ningún incidente desagradable como la primera vez y supe tomar el metro hacia Liverpool Stret Station sin equivocarme de ruta en el underground. Los campos de los Midlands son verdes, llanos y misteriosos. La gente no habla en los trenes como en España. Ofrecí un cigarro al viajero de mi compartimento cuando estábamos llegando a Peterborough y lo rechazó:

—Yo fumo en pipa.

En boca cerrada no entran moscas. Una señora la jefa de estudios se encargó de mi acomodo en Hull. Viviré con una familia de obreros, ella se llama Thelma y el marido Graham. Parecen amables pero no les entiendo ni papa. Y yo creía que sabía inglés. Ahora he de tenérmelas tiesas con el endiablado dialecto Yorkshire. Los alumnos que me han asignado de los cursos superiores son muy inteligentes sobre todo no que se llamaba John que va a ser futbolista y ha fichado por los Tigers el equipo local. Otro que se llama Paul Preston y es de Liverpool parece el más zoquete pero ha estado un verano en Valladolid en el colegio de los irlandeses. Su padre militó en las Brigadas Internacionales. Así se explica sus risas causticas cuando les hablo de Franco y la paz que tenemos en España. Paul alza la mano y muestra su camisa sucia, su pelo desgreñado y la chaqueta del uniforme con coderas. Su madre no debe de creer mucho en la plancha y la lavandería:

—Sir, Franco is a dictator, a criminal.

─Hombre, yo no diría tanto, John Preston, que quieres que te diga. Tienes demasiado humo en la sesera y muchos prejuicios para ser un historiador objetivo

Estuve a punto en plena clase y sacar la minga y mear mirando al mapa de Inglaterra que estaba colgado de la pizarra imitando a Blas de Lezo pero me contuve.

Me quedo de un aire sin saber qué contestar. Rojo de vergüenza hasta las orejas. Para tales cuestiones políticas no tengo respuesta. Son una inconveniencia pero mi orgullo patriótico se resintió y determinó que las clases con el curso superior nivel A, equivalente  a nuestro preu fueran para mí un suplicio. Nunca pude olvidar la acrimonia de Paul Preston en la clase de presentación. Un verdadero desencuentro. Se me cayeron los palos del sombrajo e inculcaron en mí una pequeña dosis de anglofobia de las cual aún me resiento. Los ingleses son gente maravillosa, tuvieron un imperio, y manejan bien el columpio de la balanza de poderes. Son muy suyos y siempre consideraron a España su enemigo histórico

Roy el marido de Thelma me llevó en su Morris 1100 a arreglar algunos asuntos con la policía. Me han dado seis meses de estancia en el país. La comida escasa pero buena. Sin embargo esta noche tuve algo de cólico. Me hizo daño el té que aquí toman a todas horas.

Saturday October walked around town. Most of the harbour was destroyed by the bombs of the Luftwaffe. A great line of worker with cloth caps were riding their bicycles on the way home. Went shopping with Mike Newton my head teacher. People here eat a lot of sweets and chocolate. Newton is 24 oxford graduate in Spanish. He has read el Quijote ten times and speaks good old Castilian. Nice bloke. His wife is called Margaret. The Spanish department in Kingston Upon Hull High School is Michael s first job. What  impressed me was their youth and their happiness and optimism. This  couple shall be declared the propaganda of marriage. I went later to a party at 173 Cottingham Rd. It was freezing. Vinieron muchos extranjeros negros sobre todo y bailamos con los locales el baile de la comba con un estribillo que decía “Kiss me in the middle”. Había que buscar a tu pareja entre los danzantes y estamparle un beso en la boca. Estuvo bien. Inglaterra es hospitalaria. Al final cantaron el Dios salve a la Reina… O Britania rule the waves. Vuelvo a casa y me visita una de mis “pájaras” me tumbo en la cama y empiezo a llorar. Homesick. Murrias indefectibles. Me parece que he cometido una equivocación al enterrarme en este agujero inglés pero a lo hecho pecho,

La madre de Thelma un abuelita inglesa. La espalda curvada en una desbordante joroba me regala un libro de Shakespeare que conservaré toda mi vida pero que no acabaré de leer jamás. Books. Books. Tantos libros que fueron mi norma de vida y para qué. La viejecita tiene 64 años pero parece diez años más. Las inglesas muy bellas y candorosas de mozas envejecen mal.

November 4

Guy Fawkes. I feeel better but nealy two weeks since I went to the loo. Constipation. It is the horrible English food. There ware bonfires in the boggy nighit of Guy Fawkes, no es bueno sentirse español pues toda Inglaterra celebra con hogueras el día que se abortó la conspiración de la Pólvora. Un espía español que militaba en los Tercios Viejos de Flandes quiero volar el parlamento. Terminó en la horca luego de ser descubierto, bloody Spaniards. Me compré una radio transistor y escucho a los Beatles y la música pope que transmiten desde un buque fantasma en el mar del norte un tal Jimmy Savile ─quien luego se descubrió que era un monstruo, un depredador sexual que violaba a niñas adolescentes con gripe en la cama del hospital, le dieron la Orden  del Imperio Británico, fue desenterrado de su mausoleo en Leeds y quemados sus huesos─ al alimón con Tony Blackburn.

Cené con los Dohertys. Hospitalidad británica. La mujer de Paul Doherty es muy fea pero hizo un pudding riquísimo. There was a brawl yesterday in my class. Una pelea entre Prestpn y yo.

Me gasté diez chelines en cerveza en el pub de la esquina Cross Keys situado en el empalme de Nottingham Rd y Beverley Rd. No me gusta la cerveza pero es buena para hacer pis.

Fui al baile del Locarno una sala que está bastante bien. Había un grupo de baile brasileño y las muchachas de Hull se los rifaban. Allí conocería a Suzanne el amor de mi vida pero no aquella noche

26 de noviembre

Un recital de flamenco en la universidad. Uno de los profesores es un joven de Liverpool que habla con acento sevillano. Está enamorado de Andalucía. Yo me mudo de pensión. Me mudo de Falmouth a Pearson Park. No me estoy adaptando bien a mi nueva vida. Creo que tengo cáncer. Me duele muchísimo la tripa. A causa de la comida tan mala tengo un estreñimiento feroz pero a ratos pienso lo peor que pueda ser un tumor. Una familia católica me invita a pasar la navidad con ellos pero no sé si iré. Me siento como un refugiado. Nunca pensé que este lugar fuera un destino de una especie de exilio. La gente me mira como un antifranquista y me mira con compasión. Very poor Spain… y a mí me entran ganas de llorar cuando escucho eso. La nueva patrona es polaca. Vinieron aquí después de la guerra. El marido era militar y cayó en el frente luchando contra los alemanes. Tengo un disco de Lili Marlene lo puse en mi tocadiscos y se puso la señora como una fiera. Lo comprendo. Los recuerdos y sufrimientos de la pasada guerra mundial son muy recientes. Mientras tanto yo leo a Kafka y me siento un poco cucaracha. La lectura de este autor no calma mis dolores de barriga. La gente se porta muy bien conmigo. Otro profesor Mr Whitecomb me invita a cenar en su casa. Una buena cena de domingo sacia mi hambre. Los ingleses son muy hospitalarios y abiertos al menos aparentemente pero nunca vi tanta pobreza como por aquí. Hull es culo del mundo. Padezco el síndrome de la English Rose. On boxing day I came  back to my garret

 

1967

Nunca pasé tanto frío la Nochevieja más triste de mi existencia. Los polacos fueron a misa de gallo. Yo preferí seguirla por mi misal. Compré una botella de vino blanco que aquí llaman plonk y me fui a la cama antes de las Campanadas. En casa estarían cantando villancicos mis hermanos Ponciano y Fuencisla mi hermana habrá colocado el Belén con la supervisión de mi hermano Nano. Año nuevo vida nueva. Ha nevado. El vino blanco me hizo bien y no tengo resaca. El balance en lo personal quizás sea amargo pero pienso que he venido a una Inglaterra feliz de gente que lo pasó mal en la guerra y no se queja. Política de pleno empleo unas pocas libras en el bolsillo, la tele en blanco y negro pagada a plazos y las tardes en el paz donde los mozos salen de caza de la hembra como en el libro Saturday Night Monday Morning. Esto es el Yorkshire en el duro invierno del 67. Los Beatles cantan sus baladas, las niñas lucen sus hermosas piernas en minifalda y hay gurus como Jimmy Savile un yorkshireman que era un depredador sexual como luego se descubrió. Aquí lo llaman chatting up the birds. Las chicas son menos gazmoñas y más amables que en Madrid. Aquí por lo visto es fácil ligar. Esta es la Inglaterra de You never had it so good. You never explain you never explain.  Mr. Harold McMillan dixit. Me cruzo todos los días por la calle con personajes que parecen salidos de una novela de Sillitoe o de Room up the top. Imitan el peinado y el calzado de los Beatles y hasta su manera de hablar. Hace un frío del carajo. Es lo malo, tengo sabañones como en el seminario.

 

6 February 1967 Monday

 

Vinieron a visitarme Blanca y Juanito. Blanca  decepcionada con esta ciudad que es la más fea de las Islas Británicas. Marcharon pronto. Su escuela está en Leeds la capital del condado. Dicen que allí todo es mejor. Quedaron estupefactos ante lo duro de mis condiciones de vida y lo estrecho de mi habitáculo. Blanca Valle es una manchega muy guapa el busto grande de la cual yo que soy tan enamoradizo estuve enamoriscado. Mucha mujer para mí. Nos pasábamos los apuntes en la clase de Historia del Arte que daba Azcarate. Me dio su número de teléfono pero no me determiné a darla un paseo en el 600 de mi padre. Soy tímido; les enseñé la ciudad que tiene poco que ver y visitamos la catedral de Beverley. Nos fotografiamos en el porche del templo. Soplaba un viento del norte que congelaba las orejas

 

8 de Febrero

Conozco a Suzanne una bella londinense del Endsleigh College que creo que llenará de felicidad y de tristeza mi vida. Fue amor a primera vista el otro día en una misa. Como cuando Petrarca encontró a Laura y el Dante a su Beatriz.

Me da ahora por la poesía. Aquí mi último poema

 

Yo quiero ser inglés

Para tomar el té de las cinco

Dar cuerda al reloj los fines de semana

Pasar la rueda por el jardín

Vivir cerca de ti

Quiero ser inglés

Mi barco dio de través

Me ahogo en este mar de dicha y lágrimas

Quizás sea poco para ti

Dulce Suzanne

Toda roja y toda azul

Bajo la niebla de Hull

Sus ojos flamean en el lábaro

De mi estandarte

 

Ayer me robaron la bicicleta. Tendré que tomar el autobús para acercarme al instituto, las tres millas que separan el colegio de mi casa las pedaleaba en algo más de media hora. Y en el coche de san Fernando.

 

Siguen las poesías

 

O Suzanne Hugh

How much I love you

Rose of my rosebush

That I will take with me

Always

Smelling spinnaker and lilies

She is like an Spring garden

All is a dream

Cross keys and cross hearts

Venus stepping out

From the sea

Blond hair and rozagante

I swear it for the cloud

And the wind

For the harbour for the sea

Athletic London girl

Swimming laughing

Riding horses

She brought life to me

 

1966 tudel y estrangul

 

Así que pasaren 55 años he vuelto sobre mis pasos a revisar aquel cuaderno sacado del material escolar del alumnado un jotter sobre el final de aquel 1966 en el cual mi vida pegó un viraje en ángulo agudo. Estoy abrumado por la melancolía y el remordimiento. El amor hacia Suzanne es para mí un sacramento que me acompañará a la tumba aunque todo falló por mi culpa por mi inseguridad por mis celos por la ingenuidad de mis pocos conocimientos. En el seminario no nos enseñaron a tratar con las mujeres. Books no more. Siempre el maldito idealismo que deforma la realidad como el rayo de sol que penetra en un estanque límpido.

Hicimos una excursión a un pueblo más allá de Beverley que casualmente sería nuestra residencia de casados porque en Wilberfoss nació Helen. A mí me hubiera gustado llamarla Edelbertha o Edwin, si fuera niño nuestro primer hijo. El nombre arcaico no le gustó a Suzi. En Wilberfoss se me ocurrió esta poesía aquel día de las Candelas de 1967.

 

Imagine what my feelings are

I am in love

With Suzanne

We kiss in the porch

And the parson won’t wrangle us

Love is no sin

I will invite you sexton

To the pub

You will drink till

You are drunk

You will clean the strings and the ropes

And the clapper bells

Mind you

The wind is blowing

 14 de febrero 1967

Todo está dicho desde que se hicieron las guitarras. No hay nada nuevo bajo el sol. Bajó anoche el Espíritu Santo a la playa y dejó en la arena música de sandalias. Hoy exulta mi corazón. se calmaron las desdichas mientras lanzo una moneda al aire y sigo amarrado a la rueda del destino. ¡Qué grande es Dios!

He de dejar en esta entrada de abril las páginas de este diario redactadas con caligrafía nerviosa como resultado de mi excitación nerviosa y atolondramiento. El resto es muy personal y secreto, y no creo que interese a nadie. Baste  decir que me enamoré de la inglesa más bella y mejor de Albión. Moriré pensando en ella. Yo tuve la culpa de que todo acabara en desastre. No fui merecedor de aquel galardón de los dioses pero confieso que he vivido y el nombre de Suzanne brotará de mis labios cuando exhale el último suspiro. Puede ser que tal afirmación resulte grotesca en los tiempos que vivimos. Han pasado diez lustros y aun recuerdo aquel curso escolar en Hull la ciudad del viento. El amor es más fuerte que la muerte. Echo de menos su belleza y su sentido del humor. Sin su presencia he vivido una vida vacía infeliz. Por mi culpa no supe manejar el tudel y el estrangul propios de un buen gaitero. No supe tocar la gaita y ahora lloro mis culpas. Yo no soy más que un pobre y delirante soñador

 

Fin de los extractos de mi diario de 1966-67

 

 

Sunday, November 21, 2021

 

 

 

 

Flores de arrepentimiento

Lloro mis pecados viejos

Veo todo lo loco que fui en mi desmesura

Rumbos perdidos

Siguiendo los pasos del viento enfurecido

Del dalle de la vida

En sus ventalles

Juguete fui del apetito

Tú, Señor, me mirabas triste

Desde el árbol de la cruz

En que fui redimido

Abandoné el Amor

Y me eché en brazos de la locura

Derrotando por tabernas y quilombos

Todo es vanidad en la política

Es letra muerta todo cuanto fue escrito cálamo en ristre

Por mi mano

No di de mano a la presunción la lisonja y el ataque enfurecido

Persiguiendo fatuas quimeras y utopías

Del buen nombre

Mas, mi pasión es España

Razón de mi locura

Y del agua que corre en la Fuente de la Fama

Mis ideas me convirtieron en proscrito

Acepto el castigo

Dios de Israel, sin embargo

Sigues siendo pulso infinito

Manejando la rueda del cosmos

Que atestigua mi ruindad

lavabo Inter Inocentes manus meas

Lo dicen tus ojos doloridos

En el cerro del Calvario

Gólgota que amontona calaveras

El fuelle del recuerdo de mis pasos perdidos hace calle

A mis suspiros

Llorando estoy mis desvaríos

Muerde a la vejez  la mi conciencia

La inconsciencia y locuras de juventud

Dulce Jesús

Hay una flor en el pénsil de Inglaterra

Suzanne, mi dulce Helen por quien suspiro

Y torcer quisiera el rumbo

De mis pecados viejos, despropósitos, y desvaríos 

 

 

 Vientos de profecía

 One day after ten years

I will come back to Hull

However, I wont find you

The neon lights of your street

Shall be gleaming like today

And the poplar growing by your window

Will be wet under the rain

Naked without leaves

Life as usual

Traffic lights

Cars tooting away

And the pompous birch in whose bark

I chiselled our names

Cupid dart broke other hearts

Shall exhibit other lovers

Other names

The old pensioner with his cloth cap

Walking with stick

Whom we used to meet on our way

Shall be dead for a long time

At the door will I wait

For you but never came

Ten minutes like ten years

Standing in the rain

I ´ll ask your landlord

Where is Suzanne dear man?

Gone, she is ever gone

Neither tacks, no trucks, no address

Like the Demerara rum

Vanished

Good days of wine and roses

This is not your street

Nothing of you in it remains

Only memories

Of happiness with you in the winter days

I will go the pub of the Cross Keys

And drink beer to forget

Beer without you will be stale

Of bitter taste

Where is Suzanne dear man?

The London girl of twenty year

Full of life

Plenty of grace

I´ll fetch my guitar and go

Back to Spain

And get older and older

Between printing words

And newspapers pages

You always hold yourself

Out of reach

 

 EPÍLOGO

 

Mucho tiempo de trabajos forzados, bastantes dudas  y el desánimo de saber que esta obra mía como las otras muchas que escribí, no serán difundidas pero vaya por delante toda mi gratitud a la editorial Círculo Rojo, con cuya ayuda doy a la estampa estas cuartillas que salen calentitas del obrador de la Red. La idea que aletea sobre este texto es mi agradecimiento a Nuestro Señor y a mi fe cristiana con los que he sobrevivido 81 años tiempos de cambio y de tribulación. Es más a cencerros tapados. Es lo peor que le puede suceder a un escritor. No el ataque y la invectiva sino el olvido. Yo tiré palante contra viento y marea (against odds, que dicen los ingleses). Estos textos donde los personajes se difuminan en la nube del olvido son una conjura, un exorcismo, contra las fuerzas del maligno y un clamor de esperanza de que el mal sea vencido. También es un confiteor por los pecados del autor. Mucho me pesa, pésame, Señor. Que retumben mis golpes de pecho pidiendo perdón a  Suzanne Marie Hugh, mi amor eterno, presente como un fantasma acosador y acusador en esta auto novela circular en la cual yo soy el protagonista y el antagonista y el deuteragonista. Este atavismo de los muchos años que pasé en Inglaterra y en USA es la causa de mi manía por incluir muchas palabras en la lengua de Shakespeare. Ello se conjuga con el anhelo del relato de recuperar lo perdido, de enmendar mis yerros y abrir mi alma en canal ante el lector. Verdadero sueño onírico. Quise cantar a la belleza del mundo en los recuerdos de la niñez y la el perfil de aquellos días perdidos. Es también o quiere ser este libro un lamento por la destrucción del romanticismo y de la familia y para eso está la máquina de follar que exhiben las reinas de los berreaderos menoreros. Es también un lamento por Olga la bella rusa caída en el fango, una de las más bellas del mundo que es maltratada por su macarra. Prefiero entrar en estos portales desdeñando los que se refieren a la política tan apocalíptica y a la guerra nuclear. Por último, este texto es un meditatio mortis.  He superado un cáncer de próstata. Eso está ahí. La vida se acaba, no obstante. Tengo 81 años y no sé si podré escribir algún libro más. He aquí mi reflexión sobre la vida que se acabará y me lanzo la interrogante del  ubi sunt de las coplas  manriqueñas ¿Dónde están? ¿Qué fue de tanto frenesí y de tanto galán de las coplas de Jorge Manrique? Ahí lo dejo como meditación en estas vísperas día del Pilar. Las campanas de Zaragoza y de toda España en general tocan ya. Nuestras vidas son los ríos que van a dar al mar. Algunos incluso en las altas esferas eclesiásticas, tan aferradas al dinero y al poder, parecen haberlo olvidado pues sepan cuantos de los pecados de nuestra Santa Madre Iglesia transformada en madrastra para mí y muchos creyentes viejos como yo.

sábado, 11 de octubre de 2025

 

 

 

Madrid 2019-Asturias 2025

 

                  FIN

 

 

 

 

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