Terrorismo informativo y pandemia
El caso Wanninkhof es el espejo de una sociedad manipulada por los medios de comunicación. La noche pasada, más de dos millones de personas expectantes ante el televisor entonaban un mea culpa silencioso al visionar el documental sobre el asesinato de Rocío Wanninkhof, un caso de error judicial de nuestra historia reciente, una condena por homicidio, sin ninguna prueba indubitada, que llevó a Dolores Vázquez a pasar en la cárcel 18 meses. Y allí seguiría si no hubiese aparecido el asesino real, un juicio posterior y su absolución.
¿Pero qué relación tiene esto con la pandemia y con el terrorismo informativo? Comprendo que el título es sorprendente, sin aparente conexión entre los tres puntos enunciados. Sin embargo, estos hilos forman parte de la misma madeja, que podríamos colocar bajo el epígrafe de terrorismo mediático, con sus ingredientes de desinformación, mentiras, injurias, calumnias, suposiciones, rumores, amenazas y juicios paralelos. Acabo de describir lo que es el periodismo en la actualidad. Aunque con escalas y algunas diferencias, desde los servicios informativos, a la telebasura más bajuna, pasando por las tertulias de opinantes que hablan de oídas sobre lo humano y lo divino, todo huele a tufo intoxicante de sistema corrupto. Una vergüenza para quienes aún creemos en los códigos deontológicos y en la ética en toda su extensión. El caso Wanninkhof es el ejemplo de una sociedad teledirigida por los medios de comunicación.
¿Quién condenó a Dolores Vázquez? ¿La Guardia Civil por su empeño en transformar los indicios en pruebas? ¿El fiscal por su condena previa? ¿El jurado popular por sus prejuicios e inexperiencia? ¿El juez por no haber motivado el veredicto del jurado? ¿La sociedad por su deseo de ver en la picota a la sospechosa? Todos los interrogantes se merecen un SÍ. Pero el gran culpable ha sido la mala praxis de los medios, es decir, el terrorismo informativo. Una prensa sin conciencia, irresponsable y carroñera, más preocupada por vender periódicos y conseguir audiencias fue quien condenó a Loli Vázquez. Nadie ignora a estas alturas que los periodistas de la oficialidad –en especial la TV— son los “cañones” del sistema. Igual fabrican ídolos que asesinos.
El filósofo experto en comunicología y uno de los representantes de la Escuela de Fráncfort, Theodor Adorno, expresaba ya en sus inicios los alcances de este medio: “La televisión es un medio de condicionamiento y control psicológico como nunca se ha soñado”. Por su parte, el historiador y portavoz de LaRouche PAC, Harley Schlanger escribe estas significativas palabras a propósito del citado Adorno y su equipo de trabajo: “La televisión suponía un medio ideal para crear una cultura homogénea, una cultura de masas, a través de la cual se pudiera controlar y conformar la opinión pública, de modo que todo el mundo en el país acabara pensando lo mismo”.
En el caso Wanninkhof, fue la televisión carroñera, sin ningún tipo de escrúpulo, quien se hacía eco, día tras día, de cualquier comentario u ocurrencia, para llenar de contenido sus espacios inmundos. Fue la prensa quien aireó la condición sexual de Loli Vázquez y su relación sentimental con la madre de la chica [1].
Paradójicamente, es esta prensa maloliente y amoral, presumiendo de un código moral del que adolece, quien ahora se erige en revisionista de sí misma, aludiendo incluso a una condena lesbófoba. La hostelera gallega no hubiese sido acusada, y mucho menos condenada, si la prensa agitadora no la hubiese condenado y manipulado al pueblo con esta idea. El veredicto no podía ser otro. Era lo esperado. El pueblo quería sangre, linchamiento. ¡Qué poco hemos avanzado desde Hammurabi! En el caso Wanninkhof los medios bombardearon con su idea y el pueblo la interiorizó sin cuestionarlo. ¿Nos suena esto? Es el modus operandi del sistema. Lo están haciendo ahora con gran violencia psicológica.
Terrorismo informativo es la dinámica que caracteriza esta situación de falsa pandemia de diseño. Las mentiras se sucedieron desde el minuto cero, tanto en lo referente al virus y su origen, como al número de muertos, los contagios, los asintomáticos, los ingresados o los colapsos en los hospitales. Y lo mismo sobre los confinamientos, las distancias de seguridad o las mascarillas. Todo pergeñado con antelación desde la GPMG –una organización formada por la OMS y el Banco Mundial— para dirigir la pandemia. Después, los políticos de cada país dispusieron cómo implementar las diferentes medidas, ayudados, claro está, por la prensa mercenaria, que no ha dejado de practicar su terrorismo informativo. Todos los días, a todas horas, en todos los programas, hasta conseguir que no quede un resquicio de razón en la sociedad.
Esto se está incrementando en los últimos días. Desde que Austria amenazó con la vacunación obligatoria, la prensa de España lanza sin tregua sus “bombas antipersona” contra los no vacunados. Los profesionales de las tertulias vomitan a las ondas sus palabras fétidas y promueven el odio a discreción. La descalificación, el insulto, la injuria, el acoso, la presión y la amenaza es el caldo agrio en el que viven y se reproducen. ¡Pobres diablos! La historia les reclamará su complicidad con estas élites que odian a la humanidad, peor aún que los nazis. Espero que, como ellos, sean sentados en el banquillo, juzgados y condenados. Hay mucha gente de bien trabajando para que esto se produzca. Es un proceso lento, pero llegará la hora.
Sentí gran pena esta mañana viendo las colas de los vacunódromos. Daban ganas de llorar, en este día frío y húmedo, ver a la pobre gente, en general mayor, debajo del paraguas, camino del pinchazo. Unos a recibir la tercera dosis –intuyendo que luego vendrá la cuarta, la quinta, la sexta…—, y otros la primera, la de la claudicación. Sentí verdadera lástima.
Cada quien es libre de elegir, pero no podemos dejarnos amedrentar, aunque es entendible. Están testando nuestro punto de ruptura, el momento de la rendición. En realidad, quienes optan por no inocularse, no están atados a una silla recibiendo tortura, pero sí son víctimas de la tortura psicológica a la que se enfrentan cada día, por los políticos, los sanitarios y los “sabios” tertulianos y conductores de programas. El terrorismo mediático debería estar penalizado.
Sin los medios de comunicación, mercenarios del poder y enemigos del pueblo, nada de esto habría sido posible. Ni en el caso de Dolores Vázquez, ni en esta escenificación de pandemia, y podríamos continuar poniendo ejemplos.
No soy partidaria de la censura, pero sí de la ética y la regulación de normas. Creo que habría que prohibir los juicios paralelos. No se puede consentir que la bazofia televisiva que se emite por dinero, influya en los veredictos de los jueces, sobre todo, en ciertos temas relacionados con el feminismo radical y su doctrina del patriarcado y toda la dogmática delirante sobre los malos tratos y la concepción impuesta sobre las relaciones de pareja. Es sabido que los jueces realizan su trabajo bajo presión cuando juzgan casos polémicos como el de “la manada”. Nos consta que la sentencia se produjo bajo presión mediática. Es cierto que los chicos son unos impresentables y el hecho es vergonzoso, pero la chica era de su mismo talante y todo apunta a que fue una “juerga” pactada. Todos jugaron al sexo en grupo, tan común en la actualidad entre cierto tipo de jóvenes criados en el laicismo y acostumbrados a la promiscuidad y al sexo descontrolado y con cualquiera.
Pero ¿por qué la sociedad es tan manipulable? Edward Bernays, experto en control de masas dice al respecto: “… el ciudadano medio es el censor más eficaz del mundo. Su propia mente es la mayor barrera que lo separa de los hechos. Sus propios ‘compartimentos estancos lógicos’ y su propio absolutismo son los obstáculos que le impiden ver en términos de experiencia y pensamiento en lugar de en términos de reacción grupal. […] Para el animal gregario, la soledad física es un miedo real y esa asociación con el rebaño le provoca una sensación de seguridad. En el hombre, este miedo a la soledad crea un deseo de identificación con el rebaño en cuestiones de opinión”.
No puede estar más claro, pero ¿cómo resolverlo? ¿Cómo salirse de la línea de pensamiento único? No es fácil aprender a no ser manipulado. Lo primero, hay que conocer el sistema y los pilares que lo sustentan. Hay que investigar quiénes son los “sabios” y las organizaciones que toman decisiones por nosotros; conocer cómo se crean los organismos, cómo se financian y para qué; indagar por qué quieren modificar nuestros valores; por qué fomentan el erotismo y la pornografía en la infancia; por qué les molesta la inocencia de los niños, hasta el punto de robarles esa franja tan importante; por qué les preocupa tanto todo lo relacionado con el sexo, sobre todo, de niños y adolescentes; por qué los planes educativos son cada vez más deficientes; por qué las cadenas de TV tienen programas tan deformantes; por qué quieren eliminar nuestra tendencia a lo trascendente; por qué nos quieren calcificar el alma; por qué han encerrado a Dios en el cuarto oscuro. Podemos seguir haciéndonos preguntas. En las respuestas están las claves para confeccionar el puzle. Salir del rebaño es posible, pero es cierto que fuera de la manada, a veces, hace algo de frío.
NOTA:
1. El documental que emitió Telecinco no es el original que emite en streaming HBO Max, sino un montaje resumido y manipulado, haciendo resaltar los tópicos que a la cadena le interesan. ¡Todo por el circo! En el original, la relación sentimental de las dos mujeres es un dato más; nada que ver con la relevancia que ofrece la cadena de Vasile, con el fin de dar morbo y motivo para continuar intoxicando a la audiencia con su hipócrita lucha contra la homofobia y el maltrato. Más esperpento para promocionar sus mal llamadas docuseries, plagadas de mentiras, y seguir fomentando el odio y la polarización de la sociedad. Un mal ejemplo que debe avergonzar a toda persona de bien.
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