Todo colectivo compuesto de humanos, ya sabemos que tiene ovejas negras, como la policía, la enseñanza, el clero, y no digamos la política, lo cual no es noticia que fulmine la necesidad de tales enrtidades. Para casos particulares delictivos (y nos cuesta creer en la cifra real de tales hechos y sujetos) aún así, que se diriman a nivel particular por la justicia. Lo que no es ni prudente ni apostólico es machacar pidiendo perdones universales ridiculizando a la generalidad del clero, como si de un contagio colectivo se tratase. En vez de ridiculizar a la Iglesia y al estamento clerical, el papa debiera haber aludido, aún solo por gratitud y objetividad, a la pléyade incontable de curas-rasos honrados, que en la ciudad y en el campo, siete días a la semana, servimos a la grey de Cristo, testimoniando en su vida anónima la grandeza salvadora de la única religión verdadera fundada por Cristo.
No me cabe la menor duda de las influencias masónicas que manejan a este papa, ya de por sí proclive a los efectos espectaculares de galería. El enemigo está dentro.
Como carente de las virtudes cardinales, además de atentar contra la prudencia, tampoco hace alarde de justicia, atentando contra la doctrina católica bíblica, filosófica, y conciliar de la pena capital, confundiendo todo lo humano con lo digno y alentando la invasión de la Europa cristiana por parte de fanáticos, infiles e ilegales.
La fortaleza cardinal la suple con la cobardía del recurso diplomático amigo de los enemigos de Dios y de las patrias, entre ellos los sionistas; el vicario de Cristo, es amigo de los enemigos de Cristo, elogia a Lutero, el mayor heresiarca y odiador de la Santa Iglesia Católica, llamándole “reformador” y aplaudiéndole por su herejía de la doctrina de la justificación contra el dogma católico, o atacando la misma doctrina contra el Syllabus de Pío X, condenando la separación de Iglesia y Estado, en la JMJ de Brasil.
Preguntado por una periodista en la revista italiana “Avvenire” el 17-11 del 2016, dijo que “liquidar la doctrina católica, no le quita el sueño y que el futuro de la Iglesia es el Vaticano II”. Para remate de su cobardía, no se digna responder a la familia de Franco, que le pide prohíba la exhumación de sus restos, cuando tenía que defender como pontífice la sacralidad de esos restos que la Catolicidad tenía que tener en los altares por la deuda impagable de lo que fue aquella “XI Cruzada” (Pío XII), cívico-militar (no guerra civil) para todo el mundo católico. El pilatismo, populismo y liberalismo son su única fuente doctrinal, el tema hermosísimo de la doctrina sobre el matrimonio cristiano, ese hogar de trabajo donde se forja una vida a través de unos valores, le hubiese sido material exclusivo para quitarle tiempo hacia temas como los abusos sexuales. ¿Condenó el matrimonio homosexual, los concubinatos, los divorcios exprés, el orgullo gay? Lo que desconcierta a los católicos, no son los pecados individuales, sino la perplejidad ante las infidelidades contra la doctrina Tradicional en su pureza objetiva de graníica santidad. Y esa grave responsabilidad recae sobre el pontífice, timonel de la barca de Pedro, que según Benedicto XVI, “ya hace aguas por todas partes”.
Y le falta la cuarta virtud de la templanza por su verborrea efectista, carente de sólida doctrina, convertido en pasfor de almas, en diplomático televisivo ausente de los problemas reales de la Iglesia, atenazada desde hace más de medio siglo por las desviaciones modernistas, protestantes y masónicas del Vaticano II; incontinencia destemplada como la de “Dios no es católico”; todo menos la triple misión de santificar, enseñar y gobernar. Vende flores y no frutos; lámpara bajo el celemín y sal de evidente insipidez.
Si le falta las virtudes cardinales (cardo igual a quicio) ¡cómo estarán las teologales de fe, esperanza y caridad! ¿Está libre de pecado para tirar a la adúltera la primera piedra?
*Párroco de Villamuñio (León)
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