ASESINATO DEL ZAR Y SU FAMILIA
En la madrugada del 17 de julio de 1918 las estrellas se hicieron el remolón y se negaron aparecer sobre el firmamento de Tobolsk no querían iluminar la tétrica escena de semejante holocausto, salió una luna roja.
El comisario Abrahan Yurovsky raza maldita disparó dos tiros de revolver a la cabeza del zar Nicolás II que murió ipso facto.
El zarevich Alexis estaba sentado sobre sus rodillas y cayó en brazos de la emperatriz que trataba con la mano de protegerlo de la ráfaga. acto seguido, una soldadesca integrada por letones y húngaros entre ellos Imre Nagy que habría de presidir el soviet de aquella republica satélite Stalin lo mandó asesinar descargó su fusilería sobre la zarina Alexandra las infantas Anastasia, Maria, Tatiana y Olga.
Con ellos sería fusilados el doctor Botkin médico de cabecera de la familia imperial. Juntamente, una de las amas de llave de la reina que quiso abrazar el martirio con su señora.
Se consumó así uno de los grandes magnicidios de la historia un hecho execrable que ha sido comprado con la crucifixión de Cristo. Nicolás II dio muestras de presencia de ánimo y de serenidad. La orden había sido dada por Lenin que mandó el traslado de los cautivos desde su palacio de Tsarkoe Selo a Yekateringrado a las mismas puertas de Asia.
La localidad siberiana se hizo famosa por sus canteras de las que se extraían piedras preciosas para adornar los palacios y la ornamentación de los iconos (amatistas, pórfidos, topacios, malaquitas, amatistas, crisolitos) era un lugar de paso muy concurrido por contrabandistas y gente del hampa. Vladimir Illich Lenin (el pálido) dio la orden de ejecución. Los soldados rojos se negaron a formar parte del pelotón. Seguían creyendo en el carácter semidivino del emperador.
La masacre tuvo lugar en los bajos de la casa de Ipatiev un hebreo el hombre más poderoso de Ekaterimburgo.
A media noche se comunicó a los prisioneros la orden de traslado. Era un engaño. Por la mañana los comisarios habían permitido la entrada en el presidio de un pope que dijo una misa de réquiem. La emperatriz Alejandra trató de cobijar a su hijo el zarevich enfermo hemofílico en su seno. Antes de morir tanto ella como su esposo dijeron que perdonaban a los ejecutores. Se notaba en el lugar la presencia de algo extrañamente divino confesaron algunos testigos.
Acribillados a balazos los cadáveres fueron amontonas en una telega y transportados al bosque de Kostiolka donde les rociaron con gasolina y fueron quemados. Sin embargo, ochenta años después siendo presidente de Yekateringrad Boris Yetsin se encontró una fosa común de la que se extrajeron algunos huesos. Dos dias mas tarde la princesa Lisabeta de Hesen la hermana de la zarina fue despechada desde lo alto de un acantilado. En sus últimos años había profesado como religiosa y se dedicó a la caridad y atender a los heridos de la primera guerra mundial. Fue canonizada con los últimos Romanov. Algunos testigos que pasaron por el lugar contaban que oyeron gemir a la santa durante dos días.
Los Romanov fueron de humillación en humillación y de angustia en angustia durante el calvario de la abdicación y encarcelamientos y al fin lograron la palma del martirio. Yo tengo hecho yb voto de ir, si Dios me da vida, a san Petersburgo sonde está enterrados y prosternarme ante su tumba. Creo que mediante su intercesión he conseguido algunos favores que sólo yo puedo enumerar y que la modestia me impide narrarlos en publico y es que la sangre de los mártires siempre será semilla de cristianos.
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