EL CHAMBERGO DEL CONDE
DUQUE DE OLIVARES
Antonio Parra
Camino de mis pomaradas
el día de Santa Ana no paró de llover- Sacramenia honra a la abuela de la
Virgen como santa tutelar desde el siglo X- paso por Toral de los Guzmanes
pueblo leonés donde los haya, páramos de tierra rodena, verde de las riberas
del Esla, tierra de fray Gerundio de Campazas, bodegas de clarete encuevadas en
la ladera del pardo mogote León por Castilla fieras torres de los fueros campos
góticos. Siempre España. Este pueblo leonés polvoriento todo él de adobe con
sus paredes rojizas tiene toda la gracia de las casas deshabitadas. Pasado y
presente se dan mano y no puedo menos al pasar de evocar la grandeza del Conde
Duque que me mira mefistofélico desde el caballo condescendiente y altanero
desde ese caballo que pintó Velázquez y se nos va a la empinada. Y que con su
gallarda cabriola y su coqueta mirada cuando le veo en el Prado siempre me
dice:
-Arriba España y viva el
papel de estado.
Los funcionarios le
deben la sinecura a este prócer sevillano nacido en Roma que llevaba al Estado
en la cabeza. Mire, las oposiciones. Venga. El conde duque. Danos y danos hasta
que no te conozcamos. Ley de las tabernas. Una sinecura. Una cátedra. Un buen y
oscuro pasar un puesto inamovible. Ahí está el Conde Duque con su estatua
garantizando ese áurea mediocritas al que aspira todo español (el 75 por
ciento de nuestros jóvenes quieren ser funcionarios pero España amigos no da
para más y los ala tristes no nos la defienden más bien al revés con gran complacencia
de nuestros enemigos históricos que pagan estos bestsellers). Y ahí nos las den todas. Et chacun a son
gîte que dirán los franceses. Cada gallo en su quintana y cada mochuelo a
su olivo. Noches para destetar hijos de puta y días para que las gallinas no
pongan huevos sino cabrones. No está el verde para pitos ni el tafetán de
Magdalena para primores y zampoñas. Las nuevas generaciones lo van a pagar
caro. No saben historia de España o la aprendieron mal en Oxford o en Amsterdam. Gibson es un headmaster
inglés, sin cabeza porque lo de head es un suponer porque si se la abriéramos
encontraríamos su sesera hecha agua y odio con pinta de rabino que habla muy
mal castellano y lo escribe peor a pesar de sus muchos años en Madrid que va a
utilizar the birch (el látigo) esto es la disciplina inglesa contra todos
vosotros. Nunca aprenderéis. Otra de García Lorca.
Cuando mandaba don Gaspar de Guzmán todavía
éramos grandes. Hoy en cualquier momento nos podemos ir a tomar por el culo y
algún jefe de negociado de los que ficha y está en nómina se puede quedar con
la tarjeta en la mano y la candela al rabo. Pero viva siempre el papel de
estado.
Mírala. Es mucho mayor
por lo que hizo que la puerta de Alcalá. Lo malo de mucha gente es que
desconocen su historia y no sabían quien era don Baltasar de Guzmán. Peor para
ellos pero la España a la que él dio fuero y prematica ahí está. Nos miró una
mirada de inteligencia desde el caballo y ahí queda eso. Desde entonces los
españoles estamos bajo la protección de su chambergo, ese pavero al que
Esquilache quiso quitar retal y rebajar centímetros. Al pueblo se le subieron
los humos. En España puede estallar una revolución por una cuestión de
centímetros. Por el cipo de una finca, por el ceder el paso en una acera, por
el quítame allá esas páginas y claro está aquí todos preferimos el embozo y el
ala ancha, los alas tristes que se los coman los dragones. Total una revolución
contra los masones y la vieja retórica
contra iudeos y pueden arder las sinagogas como otrora prendieron fuego a las
basílicas, mucho mondongo, por el fuero y el huebo y aquí todos somos algo
taurinos con un si es no de católico y de sentimental. Temo que me lo
desgobiernen. La frase de Felipe II se cumplió en aquel Valido.
El chambergo del Gran Guzmán, Zp oído al
parcha y ojos de Argos, un símbolo pero
viene a ser para nosotros aval de libertad. Somos el pueblo más libre de
toda la cristiandad. Ah sombrero que significas albedrío pero que no nos
hurguen mucho los cojones. El sombrero del Conde Duque luchó contra los nobles
y como en su España de entonces nos crecen los enanos. Cada uno quiere ser un
cacique y nos quiere gobernar. Olivares desmochó sus torres. No admitía a su
vera señores de horca y cuchillo.
-Reverte se ha hecho
rico a costa de la derrota pero no da una a derechas. No hay que fiarse nada de
los murcianos ni gitanos de mal vivir. Y
las alas de nuestro pavero no son tristes y alicaídas sino enhiestas y
bramadoras como el báculo de un garañón en celo. Entramos en Breda y
conquistamos Mastrique. Rocroi fue una batalla que perdimos pero con un soldado
menos también se gana la guerra.
-Furrieles a la mira.
Tercios a mí. Ya lo sé. Nos traicionó la sinagoga de Amsterdam. Inglaterra
conspiró en Portugal y Francia en Cataluña. No hubo nación más grande que
España. Ni con tantos enemigos tampoco y en ese empeño seguimos y no hay tutía.
-El Conde Duque fue un
triunfador. A pesar de todo y muchos españoles le deben la sinecura y el papel
de estado, las oposiciones con que siempre nos usan la pluma por el pico a los
laborales. Nadie mejor para hacer la estatua. Un gigante en medio de enanos
según Marañón. Pero le odiaban las monjas y las mujeres y ello fue causa de su
desgracia.. aquí como caigas mal a las señoras vas de culo.
Y si los funcionarios le
deben el puesto fijo, los taurinos le deben todo. El conde duque era un torero.
Gallardo y sublime. Muy español, algo putero, muy trabajador al que nada se le
ponía por delante. Muy religioso hasta rozar la misma superstición. ¿Qué más se
puede pedir?
-La decadencia
-Hombre, no me fastidie.
¿Se puede llamar decadencia a un tiempo en que Quevedo escribía sus
maravillosas prosas, Tirso hacía encajes de bolillos con sus comedias de
costumbres y Alarcón con las de enredo y en los corrales estrenaba Lope y en el
Alcázar pintaba el aire don Diego y en Flandes aun no se había puesto el sol
con nuestros navíos bojando la esfera armilar?
¿Y el pueblo español hizo lo que siempre supo hacer mejor que nadie:
vivir de gorra? ¿Un poco exagerado no?
-Cierto.
-Pues sí. Buen canto a España nuestra natura y a Italia
nuestra ventura y a la puta Holanda nuestra sepultura.
Toral de los Guzmanes es
el alma mater de la familia goda con más abolengo de las Españas. Junto a los
muros del palacio no cabe tanta grandeza deshabitada. Gutte Männer
(Guzmán) nos refieren a los hombres buenos,
probos, los leales vasallos del Alto Alemán. Honor y honra como norma.
Principio vasallático. El caballo de Carlo Magno parece que pasó por aquí
camino de Santiago. ¿Peregrino o un soldado disfrazado? No sé. Niego la menor.
Esta familia dio
guzmanes para dar y tomar. El primero el
Bueno el gobernador de Tarifa. Ahí tenéis mi puñal le dijo a los moros. No cabe
más orgullo ni más honra en una frase. Cien obispos y treinta santos, entre ellos
el inventor del Rosario y más de treinta reinas y princesas desde doña Urraca a
Eugenia de Montijo. Siempre que cruzo Toral en la noche me asaltan fantasmas de
grandeza y el Conde Duque con su gran pavero se me viene al encuentro. Arriba
brilla una estrella y en lontananza adivino las espiras gélidas de la catedral
gótica. Romero soy y peregrino de una España sublime a la que algunos
historiadores y novelistas a sueldo extranjero hacen astillas.
-Buenas noches,
don Baltasar de Guzmán. Chapó. Usía y yo no somos derrotados. Por haber amado y
comprendido a este país que siempre da la espalda a sus hijos mejores.
Y que el
chambergo del Conde sea nuestro refugio cuando vengan mal dadas. Bajo el ala de
su sombrero y al pairo de su espuela y fusta caballista consumado nos colocaremos.
En España ya lo sabemos la vida es una perenne lidia, mas velay un español con
las virtudes y defectos de la raza. En esta pintura ecuestre don Diego
Velalquez no pinta solamente a un jinete magnífico sino que también traza con
su pincel la semblanza psicológica de un país que prefirió los torneos y las
monterías, los juicios de Dios y las procesiones a los trabajos del día a día,
un país jeroíco y tendente a lo sublime pero haragán y descuidado con esa
haronía que mata. El conde duque representa el ansia de poder. Todo para mí. Es
un caudillo de la totalidad que aborrece las medias tintas. Ahí le veis con
cara de ordeno y mando, muy taurino él, muy putero y tan religioso como
fanático. Muy tío y muy viril y amigo de los jesuitas aunque la espiritualidad
de éstos por entonces no había adquirido el nimbo ñoño que tendría tiempo
adelante. Díganlo si no los deliquios en aquel convento de San Plácido calle de
San Roque muy cerca de donde está joy la Ballesta en que don Gaspar en un
lateral del crucero se ayuntaba carnalmente con doña Inés su legítima mientras
las monjas cantaban tercia en el coro para pedir un milagro al Todopoderoso y
que hiciera que su esposa esteril concibiera un heredero. El cielo le negó esa
gracia y el valido de Felipe IV tuvo que conformarse con legar a un bastardo
toda su fortuna.
Este es el siglo
del milagro y a mí no me parece un tiempo de decadencia sino el del triunfo de
la fe española pese a nuestros descalabros bélicos en los Países Bajos en pugna
con los herejes. Este auriga del cuadro de Velázquez representa para mí la
encarnación de ese triunfo. Marañón dijo que se retardó su nacimiento un siglo
que hubiera sido un excelente ministro de Carlos V y de Felipe II pero el Conde
Duque fue un hombre de su tiempo, un hijo de su época empeñado en defender los
intereses de la corona española. A los ingleses los tuvo en jaque y su obsesión
y casi un sosias alternativo era Richelieu. La frialdad del francés contrasta
con el apasionamiento de este sevillano.
Y las mujeres de
palacio le odiaban por eso. Por ser demasiado tío y hay hembras que se sublevan
a presencia del macho dominante. Isabel de Valois la esposa del monarca fue su
rival durante lustros pero sobre todo su gestión política suscitó la enemiga de
una monja milagrera que se carteaba con Felipe IV y tenía fama de milagrera
visionaria y hasta gozaba de las gracias de la transverberación y la bilocación
según el historiador Seco Serrano. A mí lo que más bien me parece es que fue
una amiga platónica y quien sabe si de a hecho pues fue en una opcasión a
visitarla a su convento del rey que tenía reputación de galán de monjas, lo de
las rejas y los capisayos en encierro le ponía y proclaman los psiquiatras que
esto era a causa de su sexualidad insaciable y casi femenina.
Que era un patriota
nadie se lo podrá negar. Aunque sin demasiado tacto. Gracias a él se consiguió
aplastar la sublevación de los catalanes y a Andalucía que también quería ser
independiente la metió en vereda. No vivió para contemplar la secesión de
Portugal pero en sus últimas horas de agonía gritaba pidiendo no un confesor
sino armas y levas para levantar gente para ir contra los lusitanos apoyados
por Inglaterra. “Ah cuando yo era rector de Salamanca”, dijo poco antes de
expirar desengañado de las cosas del siglo.
Casi
cuatrocientos años después la figura de este personaje uno de los más
importantes de la historia española se alza egregia y trágica a la vez. Por su
catolicismo lo que no obviaba la crueldad porque ya Quevedo lo expresa muy bien
en aquellos versos: “católica y cruel Majestad,…etc” fue puesto en berlina. En
ese cuadro ecuestre Velásquez lo retrata de cuerpo entero a lomos de ese
caballo de ancas anchas cabeza corta y melena de yegua ojos de ternerita,
estampa casi femenina pero era lo que se dice todo un caballo andaluz para un
jinete castellano aunque don Gaspar fuese de Sevilla y entonces había una recia
polémica entre andaluces y castellanos y hubo un duque que pidió para aquel
reino la independencia y el regreso a los taifas. Olivares que tenía un concepto
unitario del Estado abominaba de aquella nobleza altanera y privilegiada. Todo
su afán fue preservar la monarquía
frente a las acechanzas de la nobleza insolidaria. Ahí está el caballero sujeta
bien la rienda la espuela en su sitio y la montura haciendo corbetas. Retrato
de cuerpo entero. El pintor vio no solamente una psicología personal sino que
plasma a toda una época desde su caballete en uno de los cuartos de Felipe IV.
Velay una español con las virtudes y defectos de la raza el ansia de poder y el
afán de mando auriga de los destinos por lo visto de nuestra decadencia.
Mandaba y alanceaba toros. La burocracia unida a la tauromaquia. El conde
diuque sabía halagarle los gustos al pueblo: romerías triduos y fiestas de
toros y caña. En todos los labios del pechero y del pequeño terrateniente a la
cuarta preguinta siempre una interrogante ¿Llegó la escuadra? Y el oro de
Indias que iba a parar a Flandes. Pero don Gaspar no podía tener una estampa
más recia y más viril que la que luce en el cuiadro.
Por demasiado
macho las mujeres de palacio le odiaban. Esta razón o sinrazón puede que fuese
la causa de su caída. Una monja visionaria amiga del rey que le escribía cartas
desde su convento en Ágreda y la malquerencia o la suspicacia de la reina
Isabel de Valois que se esforzó en parir y a veces vanamente principes
herederos y le nacían infantinas que se mor´ñian antes del destete y basta para
ello recorrer el pudridero y esas cruces tumables del cementerio de párvulos
del pudridero escurialense le declararon la guerra al valido. El rey estaba a
la suyo con sus cómicas y sus novicias. “Las monjas a rezar y las mujeres a
parir” esta frase del de Guzmán le trajo la ruina. Nada que escandalizarse y el
condeduque no hizo más que retomar la vieja enseñanza de las epistolas de san
Pablo que la mujer se salve mediante la paciencia y la gfeneración de los hijos
pero el feminismo le puso la proa y a la cosa no sirve darle vueltas. Se trata
de una de las verdades de la biología pero rel Cálido sigue ofreciendo las manzanas
de la tentación a Eva y ahí siguen muchos queriendo cambiar la hiustoria y
devanandose la sesera para descubrir el andao palante. El condeduque era un
populista. Hoy en día a lo mejor le caía el sambenito de fascista. Llevaba al
estado en la cabeza y en una España de pícaros y paniaguados todos esperando el
maná de las Indias yh las pagas de la benefica él estba en su despacho a las
seis de la mañana. Hombre al parecer de conducta intachable y de una sola mujer
su doña Inés él se empeñó en mantener la unidad del imperio frente a las
acechanzas de la sinagoga de Ámsterdam o la rapacidad de Richelieu o la
perfidia inglesa que solivintió as los portugueses contra los españoles. La
secesión de Portugal no la vieron sus ojos pero cuando yacía en su lecheo de
muerte en Toros quiso levantar gente de armas para ir contra Lisboa alzada en
armas. Los piratas asolaban el Levante y Drake azupaba sus bucaneros por la
costa andaluza. Quiso ser un atlante pero el peso de la carga era demasiado
para un solo hombre enfrentado a su destino. Castilla estaba exhausta
derrengada. Era un Tit´çan pero españa ya no estaba en racha.
Demasiado fue el
esfuerzo, Castilla desangrada. Marañón con la acuidad y solercia que le
caracteriza y su gran ojo clínico (el libro de estre autor sobre el gran valido
es una de las biografías mejor escritas de la literatura) descubre el
anacronismo de su nacimiento. Olivares vino al mundo con un par de siglos de
retraso. Hubiese sido un gran ministro de los Reyes Católicos o de Carlos V. Su
mundo no pertenecía al de la Reforma y al de “París bien vale una misa” de
Enrique IV sino al del medievo. Su nacimiento en Roma puede que determinase
huella profunda en su carácter de católico a machamartillo supersticioso y
clericaloide pero nadie le podrá negar la ortodoxia de su fe recia aunque,
perdida la privanza, lo acusaron sus enemigos de hereje pero es el axioma
ineludible de una país que sabe ser católico pero también cruel y donde no se
perdona al que fracasa. El magnetismo de su personalidad tuvo un gran atractivo
para los historiadores ingleses. De hecho sus mejores biógrafos hasta Marañón
fueron Hume y Arnold Benett más tarde Elliott. poPorjemplo en Oxford escuché la
idea de que omitió craso error al impedir el casorio del príncipe de Gales
Carlos I con una hermana de Felipe IV pero lo hizo por convencimientos
religiosos. El novio no era católico y así se inclina por un francés. El
fantasma de aquel prpríncipe después desafortunado rey que murió en el cadalso
anda vagando por la Casa de las siete Chimeneas en la Plaza el Rey madrileña
donde estuvo hospedado mientras cortejaba a una gazmoña infanta. Se le despachó
a Inglaterra cargado de un tesoro de regalos. Es posible que aquellas calabazas
de no haberse producido hubieran cambiado la historia de España y del mundo. No
respondió a la voz del deseo. El alegato para deshacer el noviazgo fue una
supuesta razón de estado. El siglo XVII fue un siglo milenarista. La corona de
Castilla pelea como un atlante contra las fuerzas oscuras del Averno que
quieren echar a pique la Barca del Pescador que por aquellas fechas no era una
frágil lancha de cabotaje sino una
enorme urca. En su capacidad de valido o de premier o primer piloto quiere
conducir la nave a buen puerto sorteando los escollos. Si bien es cierto que con
frecuencia las metáforas nos pierden y la razón da de través encallando contra
la sinrazón. El duque se obcecó tal vez. Era demasiado temperamental muy
taurino y muy español. Le faltó sangre fría pero es ilícito hablar de
decadencia según insiste la leyenda negra alimentada mayormente por judíos y
por los perdedores que según un dicho inglés beggars and losers can´t be
choosers (mendigos y perdedores no pueden elegir) pero en este caso sí:
España era el país más rico de Europa y donde mejor se vivía. Lo que ocurre es
que hay veces en las cuales parece que
descarrilla la historia y los comienzos y comedios del seiscientos al menos en
lo que a España afecta pudieron ser una de ellas. Había sed de absoluto y de
aspiraciones purificadoras pero esta gran utopía luego se transforma en
desengaño y consecuentemente en picaresca. Ante los vientos fuertes y portantes
y al desarbolarnos el enemigo algún obenque el timonel hubo de navegar en
ceñida. Don Gaspar hubo de ahogar en sangre la rebelión de Cataluña. España
entonces se ensimisma. Se entrega a sus profundos y vaporosos sueños y se
cierra en banda camino de la iglesia. Los días y meses pasan entre triduos y
novenas al efecto eran famosas las cuarenta horas que se celebraban en el
convento imperial de San Isidro a las cuales asistía el Rey con toda su corte y
las fiestas de toros y cañas en el retiro. Majeza y fervor religioso se
conjugan. El cesaropapismo está dando las últimas arcadas. Pero la historia de
España ronda por entonces su linea asíntota la tangente de la curva del
infinito. No hubo días mayores. ¿Cómo van a ser decadentes los cuatro lustros
que marcan la apoteosis del teatro español? El reinado del Cuarto de los
Felipes coincide con Lope Calderón Tirso Alarcón Mateo Alemán... él mismo fue
gran mecenas de las artes y él mismo escritor de un opúsculo El Lisandro
un pliego de descargos en el que plasma don Gaspar desde el destierro de Toro
su melancolía y su desencanto ante el desasimiento de la idea imperial o aquel
España contra todos a los que se refiere Quevedo. Hombre de gabinete y un tanto
papelista España le debe al conde ese concepto de unidad que sin llegar a ser
centralistas funciona muy bien bajo los austrias pero que llega a ser siniestra
con los Borbones. Fueron dos siglos de esplendor desde el día de Santo Matías
de 1500 hasta el de Difuntos de 1700 a la muerte de Carlos II el Hechizado. Dos
siglos en los cuales España no ve ponerse el sol bajo sus dominios. Nuestro
hombre no sólo inventa el papel sellado y el cargo de primer ministro - ordena
a Felipe IV a que asista a los consejos a través de un ventanuco- sino al
propio Estado. Su gran afán fue precisamente el desmembramiento de dicho
estado. En Barcelona sofocó con mano firme el levantamiento de los segadores el
día del corpus y se enfrenta en todo momento a los manejes de la sinagoga que
es la que patrocina las guerras de religión. Nuestra derrota en Rocroi marca el
principio del fin de nuestra derrota en los Low Landers pero nuestros tiempos
siguieron allá batallando. La toma de Ostende y de Fuenterrabía serían los
grandes éxitos militares del conde duque mas ya casi en la agonía y desde su
retiro toresano escribe una carta al monarca pidiendole autorización para
levantar gente de leva y ponerse al frente de un ejercito que fuese contra los
lusitanos. El motín lo apoyaba como no la sinagoga de Amsterdam y la corte de
San Jaime gran aliada de Portugal contra España. Se exageró la visión
derrotista de aquel mundo dada nuestra atávica tendencia al auto flagelo.
Cierto que las condiciones de vida en aquella Castilla esquilmada y dominadora
eran miserables pero sin duda mucho mejores que las de los habitantes de Paris
o Londres. Rusia estaba en aquella época en estado semi salvaje. Cierto que el
fanatismo y la superstición la milagrería y la credulidad raíces acaso de
muchos vicios nacionales cañaban estragos en los de arriba y en los de abajo
pero nunca rayó tan alto la cultura española como en los años del mandato del
gran valido de Felipe IV un hombre excesivo dominador visceral y con las virtudes
y defectos de la raza por lo que fue tan adulado como odiado. Desconocía los
términos medios y su carácter pícnico tendía hacia esa exuberancia del barroco.
Por Toral de los Guzmanes y por estos páramos del viejo reino de León cruza su
efigie clásica su silueta tan distinguida enigmática y prócer. Los guzmanes
eran la cifra y el compendio del señorío. Paradójicamente y siguiendo la
tendencia de los Reyes Católicos también quiere desmochar las torres de los
castillos feudales y a los que más ataca es a los de su estirpe y a los
hidalgos de nacencia. De un golpe de vista comprendió que los males de España
arrancan de ese feudalismo que se transforma en caciquismo y en esa tendencia a
las taifas (lo vemos en este momento en que escribo 2006) Él quiso cortarles
los vuelos a los privilegios porque tenía una idea unitaria de la centralidad
del mando. Hubo un tiempo en el que odiado por los de arriba era venerado por
los de abajo a los que con temple de dictador trata de hacer concesiones y
granjerías para hacerles más llevadera la existencia. Favorece la tutela de los
desvalidos fomenta las obras públicas. Quería ser querido pero más que querido
fue temido. Era un caudillo un dictador. Nada se hacía sin consentimiento. Su
verdadera pasión era el mando. “Ahora todo mío” fue la frase con la que
despidió al anterior valido el Duque de Lerma en el alcázar madrileño. El
caciquismo y el separatismo son males heredados de la lucha de reinos de taifas
y de la guerra civil que enfrentó a la corona y a la nobleza en los tiempos de
los Trastamaras. Lo de las autonomías acaso no sea sino el reverdecimiento de
aquellos instintos puesto que la cabra tira siempre al monte a los que don
Gaspar de Guzmán trató de meter en vereda gobernando por decreto y en
centralista. La alcurnia entonces se le subió a las barbas se le puso de manos
con el mismo brio que el corcel al que le sube don Diego Velázquez para
retratarlo en los encinares del Pardo al fondo el horizonte de las crestas
guadarrameñas. El arte de Apeles alanza altas cotas en este cuadro. Los de su
clase no lo podían ver. No hay peor cuña que la de la misma manera. De los
influyentes nobles - ya se sabe que este tiempo como todos fue gobernado por
las dichosas cien familias- no era bien quisto. Tampoco le amaban las mujeres que
fueron las artífices de su caída y eso no deja de ser fatal en un político. A
Napoleón le ocurría lo mismo. Cuando cruzo en mi automóvil camino de Asturias
por este pueblo terrizo de casas de adobe ródeno [el alma mater de los palacios
hispanos está construido con paja y barro] orillas del Esla en esa gran recta
de cerca de cincuenta kilómetros que va de Benavente hasta León entono una
plegaria por su alma. Dios perdone sus pecados que fueron los de ansias de
poder y de grandeza. Decía un pasquín de la época: “sisas y alcabalas y papel
de estado me tienen desollado”. Pienso que acaso llevara razón Marañón cuando
afirma que el favorito de Felipe IV era un gigante entre pigmeos. De Toral de
los Guzmanes de ahí venimos. Por ahí empezó la cosa.
Miércoles, 27 de
septiembre de 2006 y escrito el 7 de julio de ese mismo año
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